LA “TUTELA” AUTONÓMICA DE LA “ALIENACIÓN” DE LOS BIENES DE LAS ENTIDADES LOCALES Humberto Gosálbez Pequeño Prof. Titular Derecho Administrativo Universidad de Córdoba I. A TÍTULO INTRODUCTORIO: EL RÉGIMEN GENERAL DE LA ALIENACIÓN DEL PATRIMONIO DE LAS ENTIDADES LOCALES. ............................................................................ 1 II. LA TUTELA DE LA ADMINISTRACIÓN AUTONÓMICA EN LA ALIENACIÓN DEL PATRIMONIO INMOBILIARIO DE LAS ENTIDADES LOCALES ................................................... 4 1.- El régimen común de la enajenación inmobiliaria. .................................................................................. 4 A) El control ejercido mediante la “dación de cuenta” a la Administración pública autonómica. ............... 4 a.- El control de legalidad. ...................................................................................................................................... 4 b.- Contenido, forma y plazo de la preceptiva comunicación. ................................................................................ 5 B) El control ejercido mediante la autorización. ......................................................................................... 8 a.- La solicitud y la emisión de la autorización autonómica. ................................................................................... 8 b.- El control de oportunidad. ............................................................................................................................... 11 2.- Los controles específicos de ciertas alienaciones inmobiliarias. .......................................................... 14 A) Enajenaciones directas........................................................................................................................ 14 a.- Cataluña.......................................................................................................................................................... 14 b.- Andalucía. ....................................................................................................................................................... 15 c.- El control ejercido con el informe autonómico. ................................................................................................ 15 B) Permutas. ............................................................................................................................................... 16 a.- El control común (o no) a permutas y enajenaciones......................................................................... 16 b.- El control especial y exclusivo de las permutas.................................................................................. 16 III. LA TUTELA AUTONÓMICA DE LA ALIENACIÓN DEL PATRIMONIO EMPRESARIAL Y MOBILIARIO. ................................................................................................................................. 17 1.- Acciones, participaciones en sociedades… .......................................................................................... 17 BIBLIOGRAFÍA BÁSICA ............................................................................................................... 17 I. A TÍTULO INTRODUCTORIO: EL RÉGIMEN GENERAL DE LA ALIENACIÓN DEL PATRIMONIO DE LAS ENTIDADES LOCALES. Como saben, la más importante modalidad de transmisión de los bienes públicos -y la más utilizada en general por las Administraciones locales- es la llamada enajenación o venta. Y los bienes (y derechos) susceptibles de enajenarse por parte de la Administración local han de poseer la naturaleza jurídica de bienes patrimoniales y, por tanto, no ser bienes demaniales o bienes comunales, al imponerse el principio de inalienabilidad del demanio en el propio artículo 132.1 de la Constitución, el artículo 80.1 de la Ley 7/1985, de 2 de abril, Reguladora de las Bases del Régimen Local (LRBRL) y el artículo 30 de la Ley 33/2003, de 3 de noviembre, del Patrimonio de las Administraciones Públicas (LPAP) que, por cierto, es de aplicación general o plena a toda Administración Pública. Y la LPAP y su reciente reglamento ejecutivo, aprobado por el Real Decreto 1373/2009, de 28 de agosto (RLPAP), introducen importantes novedades en el ordenamiento administrativo regulador del patrimonio público. Sucede, no obstante, que la regulación específica de la enajenación del patrimonio público que se establece en la LPAP (artículos 131 y siguientes) carece del carácter básico o pleno. El legislador estatal ha perdido (o rechazado tal vez) la oportunidad de establecer en la LPAP un régimen uniforme, común y general, aplicable a la disposición de todo bien público, porque sólo ciertos principios esenciales constituyen parte de las escasas “bases” establecidas en la LPAP y que rigen precisamente para la institución que nos ocupa (entre otras instituciones administrativas presentes en la regulación del patrimonio público): los principios previstos en el artículo 8.1.c) LPAP que son publicidad, transparencia, concurrencia y objetividad. No hay, en cambio, norma básica alguna en la regulación de la LPAP (artículos 131-154) sobre las distintas modalidades de la transmisión (la enajenación, la cesión gratuita y la permuta). De esta forma, la normativa administrativa aplicable a la transmisión de los bienes y los derechos de las entidades locales se contiene, no en la legislación estatal de patrimonio, sino, sobre todo, en la legislación de régimen local y, en concreto, en la de carácter no básico porque ninguno de los escasos preceptos sobre el patrimonio local que se contienen en la actual LRBRL (arts- 79-83) se refieren a la disposición o enajenación. Así, la regulación de la enajenación de los bienes locales está constituida por la respectiva legislación autonómica de régimen local que “desarrolla” esa escasísima regulación básica de la LRBRL -en esta CC AA, como bien conocen, el Decreto Legislativo 2/2003, de 28 de abril, por el que se aprueba el Texto Refundido de la Ley Municipal y de Régimen Local de Cataluña (art. 209) y el Decreto 336/1988, de 17 de octubre, por el que se aprueba el Reglamento de Patrimonio de las Entidades Locales de Cataluña (art. 40 y ss.)- o, en ausencia de esta normativa autonómica (o insuficiencia de ella), en la normativa de estatal de régimen local estatal de aplicación supletoria establecida en el Real Decreto Legislativo 781/1986, de 18 de abril, por el que se aprueba el Texto Refundido de las disposiciones legales vigentes en materia de Régimen Local (TRRL) y en el Real Decreto 1372/1986, de 13 de junio, que aprueba el Reglamento de Bienes de las Entidades Locales (RB). Por otra parte, no ha de olvidarse la existencia de importantes regímenes especiales sobre ciertos patrimonios públicos (patrimonios públicos del suelo, patrimonio forestal, patrimonio histórico-artístico, patrimonios de determinados entes instrumentales), que tienen su regulación propia y separada de la regulación general del patrimonio público, ya sea por considerarse “otras materias administrativas”, pertenecer a “otros títulos competenciales, estatales o autonómicos”, o tener fines públicos singulares a los que están “afectos” (Seguridad Social, defensa nacional...). En estos casos, la regulación general de la enajenación del patrimonio únicamente se aplica con carácter supletorio, como disponen, por ejemplo, las Disposiciones Adicionales de la LPAP y como también prescriben en cierta medida algunas normativas autonómicas como, por ejemplo, el art. 215 de la Ley Municipal de Cataluña (“Las disposiciones anteriores sobre enajenación, gravamen o cesión se aplican sin perjuicio de las normas específicas que puede establecer la legislación sectorial correspondiente”). Centrándonos en el régimen general, y no en esos regímenes especiales o singulares con regulación específica y propia, recuerden que la enajenación del patrimonio público sólo puede efectuarse por la entidad local observando determinados requisitos sustanciales, formales, procedimentales y competenciales (genérica y sucintamente ya alude a ellos el art. 30.2 LPAP, de aplicación plena), previstos o establecidos más o menos en la FMC | Jun-13 2 respectiva legislación autonómica de bienes locales: la declaración administrativa de alienabilidad o de inecesariedad del bien público, la valoración o tasación técnica/pericial del bien (art. 209.3 Ley Municipal), la regla general del sistema de subasta pública, salvo para bienes muebles (art. 209.3 Ley Municipal), etc. Y precisamente uno de esos requisitos procedimentales de la enajenación de los bienes locales es el control o tutela de la Administración autonómica, una tutela administrativa “externa”, pues, a la Administración local propietaria del bien que pretende transmitir, y una tutela administrativa que, como saben, primeramente se ha establecido en la normativa estatal supletoria, esto es, en el art. 79.1 TRRL y en el art. 109.1 RB, estando, por cierto, ausente en la Ley 7/1985, de 2 de abril, Reguladora de las Bases del Régimen Local (LRBRL) congruentemente con su falta de regulación sobre la disposición del patrimonio local. Y también saben que la generalidad de las legislaciones de las CC AA han establecido, así mismo, ese control externo a la entidad local. A título de ejemplo, tanto las CC AA que tienen una regulación reglamentaria de bienes locales (Cataluña, Aragón y Navarra) como las que carecen de ella (Galicia, Madrid, Valencia, La Rioja, Baleares…) disponen en sus respectivas Leyes de Administración o Régimen Local este requisito para la transmisión onerosa (y en algún caso, también para la cesión gratuita) de los bienes locales. Y un caso singular es Andalucía, por cuanto, si bien inicialmente su Ley 7/1999, de 29 de septiembre, de Bienes de las Entidades Locales de Andalucía (LBEL) lo disponía en art. 16.1 (y lo desarrollaba el Decreto 18/2006, de 24 de enero, que aprueba el Reglamento de Bienes de las Entidades Locales de Andalucía), actualmente ha sido suprimido este control autonómico por la Ley 5/2010, de 11 de junio, de Autonomía Local de Andalucía (LALA), al derogar expresamente los preceptos de la LBEL que establecía esos controles autonómicos y, además, disponer su art. 52.2 lo siguiente: “Las entidades locales de Andalucía podrán disponer de sus bienes y derechos de carácter patrimonial mediante subasta pública, concurso o adjudicación directa, previo cumplimiento de los requisitos legalmente establecidos, sin necesidad de autorización previa de la Comunidad Autónoma de Andalucía, cualquiera que sea su importe”. Pero examinemos más detenidamente el régimen de tutela generalizado, y especialmente, el previsto en el ordenamiento de Cataluña, esto es, el Texto Refundido de la Ley Municipal (art. 209) y el Reglamento de Patrimonio (art. 40). Pero empecemos por el principio: la norma estatal del art. 79.1 TRRL: “Toda enajenación, gravamen o permuta de bienes inmuebles habrá de comunicarse al órgano competente de la Comunidad Autónoma. Si su valor excediera del 25 por 100 de los recursos ordinarios del presupuesto anual de la Corporación requerirá, además, autorización de aquél”. Como se puede apreciar, la legislación estatal supletoria aplicable a los bienes locales impone unos controles administrativos de las transmisiones onerosas (enajenación y permuta) del patrimonio inmobiliario, una tutela por parte de una Administración Pública territorial superior (la autonómica) que se manifiesta, bien en la preceptiva autorización que ha de emitir sobre la enajenación propuesta por la Corporación para los inmuebles de mayor valor, o bien en el conocimiento que ha de tener de esta actuación de la entidad local cuando los bienes inmuebles no superen ese valor del 25% del presupuesto local. Y nada más dispone esta reglamentación estatal sobre este esencial trámite preceptivo del procedimiento de enajenación/permuta del patrimonio local, resultando así ser necesaria una mínima normativa autonómica que, sin embargo, o está ausente aún en la mayoría de las Comunidades Autónomas, o cuando está presente continúa siendo FMC | Jun-13 3 sorprendentemente una regulación insuficiente y, en su caso, deficiente, puesto que, pese a ser más completa que la sucinta normativa estatal, presenta demasiadas lagunas. Obsérvese, por otra parte, que la normativa estatal sólo impone la tutela externa en relación a los bienes inmuebles, y un segundo control administrativo muy específico (un informe administrativo previo emitido por otro órgano autonómico) si son “monumentos, edificios y objetos de índole artística o histórica” (art. 117 RB). Pero conviene ya anticipar que las normativas autonómicas de régimen local han establecido también otros controles en relación al “patrimonio empresarial” de los entes locales (el art. 209.1.b) de Ley municipal y la LAL Navarra, por ejemplo) y algunas también establecen un control para bienes muebles (LMRL balear y LAL navarra), como veremos al final. II. LA TUTELA DE LA ADMINISTRACIÓN AUTONÓMICA EN LA ALIENACIÓN DEL PATRIMONIO INMOBILIARIO DE LAS ENTIDADES LOCALES 1.- El régimen común de la enajenación inmobiliaria. A) El control ejercido mediante la “dación de cuenta” a la Administración pública autonómica. La normativa autonómica continúa exigiendo a la Administración local el deber de comunicar a la Administración de su Comunidad Autónoma la enajenación del patrimonio local. Pero poco más dispone. No se refiere expresamente al contenido mismo de esa comunicación interadministrativa, ni a los documentos que, en su caso, deben remitirse; no prescribe el momento del procedimiento administrativo patrimonial en que debe efectuarse esa comunicación; tampoco indica si tiene la Administración local un plazo máximo para cumplir ese deber. Y lo que dispone sobre el objeto y el fin de ese control de la Administración autonómica no es demasiado convincente. a.- El control de legalidad. Esta preceptiva fiscalización autonómica de la actuación de la entidad local se establece por la legislación de régimen local con una finalidad determinada: comprobar la legalidad de la enajenación del patrimonio local. En modo alguno la Administración autonómica está habilitada para intervenir en el proceso de formación de la voluntad enajenadora de la Corporación, que ha debido manifestarse ya atendiendo sólo al interés local afectado y al amparo del principio constitucional de la autonomía local, como estableciera la histórica STC 4/1981, de 2 de febrero (“…En cambio la autonomía garantizada por la Constitución quedaría afectada en los supuestos en que la decisión correspondiente a «la gestión de los intereses respectivos» fuera objeto de un control de oportunidad de forma tal que la toma de la decisión viniera a compartirse por otra Administración. Ello, naturalmente, salvo excepción que pueda fundamentarse en la propia Constitución,…”, F.J. tercero). En modo alguno la enajenación del patrimonio local debe resultar influida por intereses diferentes al interés público de esa Administración local, interés apreciado por ella misma y sólo por ella misma; ni los intereses generales de otras entidades locales, ni el interés supralocal (autonómico o no), ni otros posibles intereses públicos, deben determinar o condicionar la legítima decisión enajenadora de cada entidad local. Un control, pues, de mera legalidad, y así lo proclamaba el originario art. 16.1.c) de la LBEL andaluza: (“a los solos efectos de control de legalidad”), y también se deduce de lo dispuesto en las normativas de las demás Comunidades Autónomas que, además, no disponen nada en distinto sentido. En Cataluña sí se aprecia claramente en la legislación catalana, al calificarlo así expresamente el art. 40.1 RP: FMC | Jun-13 4 “…No obstante, al efecto de control de legalidad de la alienación de bienes inmuebles, cuyo valor no excede del 25% indicado, se ha de dar cuenta también al Departament de Governació, una vez instruido el expediente, antes de la resolución definitiva”. Y es que este control de legalidad no infringe la autonomía local constitucionalmente garantizada como ya indicara la STC 4/1981 (“De aquí que con carácter previo al examen de los artículos impugnados relativos a la utilización y disposición de bienes de propios,… En consecuencia, dadas las diversas fuentes que nutren las haciendas locales, así como su complementariedad, es aquí plenamente explicable la existencia de controles de legalidad, tanto en relación con la obtención y gestión de ingresos de carácter propio como con la utilización de los procedentes de otras fuentes…., F.J. quince). Ahora bien, lo más relevante es, sin duda, el alcance y el propio significado mismo de esa fiscalización de la “legalidad” a la que se refieren las regulaciones administrativas patrimoniales. Y parece necesario recordar que el control administrativo de la legalidad ha de ser un control pleno, salvo que la normativa limite esta fiscalización a determinados contenidos o aspectos de la actuación administrativa sometida a supervisión. Parece, pues, que cualquier vicio, cualquier infracción del ordenamiento jurídico-administrativo, ha de ser controlado y declarado por la Administración autonómica. El llamado control de legalidad, diferenciado del denominado (desafortunadamente) control de oportunidad al que nos referiremos en su momento, ha de comprender la fiscalización de todos los elementos administrativos y, en consecuencia, alcanzar tanto a los aspectos reglados de la decisión administrativa local como a sus aspectos discrecionales. No sólo debe comprobarse el cumplimiento de todas las normas sustantivas, procedimentales, competenciales y formales exigidas por la legislación de patrimonio local para la enajenación de estos bienes públicos; debe comprobarse, además, el preceptivo respeto a los Principios Generales del Derecho que, como es conocido, es fundamental para el control de la legalidad del ejercicio de las potestades administrativas discrecionales (principios de no arbitrariedad, congruencia, proporcionalidad, buena fe, eficacia,...). El control de legalidad al que se refiere la norma administrativa no excluye en absoluto la fiscalización de la discrecionalidad inherente a la decisión administrativa enajenadora, sino sólo a su núcleo esencial, al contenido discrecional stricto sensu de la actuación local, pero nada más y nada menos. La Administración autonómica no debe, cierto es, suplantar ni inmiscuirse en la decisión discrecional local de enajenar un determinado bien por ser conveniente a los intereses de esa entidad local; mas sí debe comprobar si, en ejercicio de esa potestad discrecional y de su autonomía institucionalmente garantizada, esa decisión resulta ser finalmente arbitraria o manifiestamente incongruente o desproporcionada para la satisfacción del interés local que se alega. b.- Contenido, forma y plazo de la preceptiva comunicación. Es cierto que, tratándose de un control interadministrativo y, sobre todo, de fiscalizar a una Administración territorial con autonomía constitucionalmente reconocida, podría interpretarse que basta comunicar el acuerdo local de enajenar el bien (comunicación que, por cierto, ya resulta obligada en cumplimiento del art. 56.1 de la LRBRL). Pero difícilmente podrá realizarse un verdadero control de legalidad sobre la enajenación acordada por la entidad local si no se examina todo el expediente administrativo previo a dicha resolución. Es más, la fiscalización de las normas formales, procedimentales y competenciales precisa el conocimiento de la tramitación realizada por la entidad local, el examen del expediente patrimonial (su iniciación, su instrucción y su misma resolución). Sin embargo, la normativa autonómica aplicable a los bienes de las entidades locales no contiene una regulación suficiente sobre el objeto de esa debida comunicación a la FMC | Jun-13 5 Administración autonómica. Es cierto que el art. 40.1.c) RP catalán expresamente exige “dar cuenta” a la Administración autonómica “una vez instruido el expediente”; pero no explicita el contenido de esa comunicación. Además, la norma catalana parece excluir de esa preceptiva comunicación el mismo acuerdo de enajenación al disponer: “…se ha de dar cuenta también al Departament de Governació, una vez instruido el expediente, antes de la resolución definitiva”. En cambio, el propio art. 109.1 RB ya parece incluir la resolución final del expediente patrimonial en la información/comunicación que habría de remitirse cuando indica, en su inciso final, que se dará cuenta de toda enajenación “que se produzca”. Y más claramente lo incluye el art. 121 del RBASO aragonés: “Toda enajenación… habrá de comunicarse una vez adoptado el acuerdo correspondiente de su aprobación y previamente a la ejecución de dicho acuerdo, junto con el expediente instruido al efecto al Departamento de Presidencia y Relaciones Institucionales del Gobierno de Aragón para su toma de conocimiento…” . Tan sólo la más reciente normativa reglamentaria autonómica (la andaluza: RBEL) –que ya es inaplicable- ofrecía una regulación suficiente en relación al cumplimiento de este deber de la Administración local, al disponer que la entidad local debía enviar, “en el plazo de seis días desde la aprobación del expediente”, a la Delegación del Gobierno de la Junta de Andalucía en la provincia respectiva, los documentos que han de integrar inexcusablemente el expediente patrimonial, incluida su misma resolución final. El RBEL andaluz completaba así la deficiente regulación establecida en la LBEL andaluza, cuyo art. 16.1.c) tan sólo disponía que la entidad local, “una vez instruido el expediente, y a los solos efectos de control de legalidad, enviará información suficiente a la Consejería de Gobernación y Justicia, que deberá ampliarse si ésta lo solicita”, permitiendo de esta forma que cada Corporación decidiese la documentación que estimase suficiente remitir para efectuar la Administración autonómica ese control de legalidad. El art. 12.2 del RBEL andaluz resultaba, por tanto, más acertado al indicar incluso los concretos documentos administrativos obrantes en el expediente patrimonial que ha de remitirse: “a) Resolución sobre la iniciación del expediente. b) Memora explicativa. c) Informe de la Secretaría y de la Intervención. d) Informe sobre la valoración pericial del bien.…” En definitiva, ha de remitirse el acuerdo de enajenación y también el expediente de enajenación; lo ha subrayado también la STSJ de Castilla-León de 16 de junio de 2009 (y también la posterior de 18 de mayo de 2012, F.J. cuarto) al afirmar que “la dación de cuenta por parte de la entidad local se cumple remitiendo íntegramente el expediente que en cada caso se haya tramitado” (F.J. cuarto). En efecto, sólo remitiendo la entidad local el expediente patrimonial podrá la Administración autonómica comprobar, no sólo la ausencia de todos los vicios estrictamente procedimentales, sino también la ausencia de los vicios sustantivos propios de las resoluciones de los procedimientos administrativos (insuficiente motivación, incompetencia, desviación de poder,..). Así, pues, lo que debe conocer la Administración autonómica es la adecuación de la resolución local enajenadora al ordenamiento jurídico, por cuanto ese control de legalidad establecido en la normativa de bienes constituye un adicional y cualificado instrumento de garantía de la debida conservación del patrimonio de estas entidades públicas con menos recursos económicos, materiales y humanos; y nada más, pero nada menos. Lo que se pretende con ese deber legal de comunicación es, pues, asegurar la legalidad de la decisión administrativa acordando la pérdida de un bien o derecho local, la salida del patrimonio público de un determinado bien en unas condiciones patrimoniales aceptables; lo importante aquí es la conservación del FMC | Jun-13 6 patrimonio público o su adecuada sustitución patrimonial en los términos establecidos en la normativa administrativa de bienes públicos. Una aclaración o precisión ha de realizarse: lo que ha de remitirse es el expediente patrimonial stricto sensu, y no, además, el posterior expediente administrativo de selección del adquirente (en similar sentido se pronuncian GONZÁLEZ BUSTOS y, finalmente, QUIRÓS ROLDÁN, pese a sus dudas iniciales). Así se deduce de lo dispuesto en el citado art. 12.2 del RBEL andaluz al determinar los documentos del expediente patrimonial que debe remitirse a la Administración autonómica. Y más explícitamente lo dispone el RBASO aragonés, no sólo al disponer en el citado art. 121 que “toda enajenación… habrá de comunicarse una vez adoptado el acuerdo correspondiente de su aprobación y previamente a la ejecución de dicho acuerdo”, sino al prescribir su art. 108.4 que debe incorporarse al expediente la “toma de conocimiento” de la Administración autonómica “con carácter previo a la publicidad de la licitación”. Por ello, desafortunada es la regulación establecida en la LAL madrileña, al señalar que “deberá realizarse la correspondiente comunicación a la Comunidad de la operación realizada” (art. 91.1), y similares términos se contienen en la LMRL balear (art. 136.1). Y también es equívoca la redacción del art. 109.2 RB (“….No obstante, se dará cuenta al órgano competente de la Comunidad Autónoma de toda enajenación de bienes inmuebles que se produzca”), tenor literal que precisamente ha fundamentado una cierta doctrina jurisprudencial, en nuestra opinión equivocada, que exige haberse realizado ya la enajenación patrimonial, y sólo posteriormente deber la entidad local proceder a su comunicación a la Administración de la CC AA. La STS de 9 de abril de 2007, en contra de la interpretación de la Sala del TSJ de Valencia a favor de comunicarse la enajenación “antes” de que se realizara la enajenación por subasta, señala: “…Y dado que esa comunicación la refiere la norma a la enajenación, al decir el artículo 79 citado, "toda enajenación de bienes inmuebles habrá de comunicarse al órgano competente de la Comunidad Autonoma", se ha de entender por tanto,…., que solo surge esa obligación de comunicar al órgano competente de la Comunidad Autónoma, cuando se ha producido realmente la enajenación y no cuando se aprueba el acuerdo para la enajenación, pues así se infiere de los términos claros de la norma y además así lo ha entendido esta Sala en la sentencia de 22 de septiembre de 2005,…” (F.J. segundo). Y es que no es preciso ahora conocer la identidad del adquirente, y tampoco comprobar la observancia de los principios esenciales presentes en los “negocios públicos” (publicidad, concurrencia, igualdad y objetividad). Es más, ni siquiera se pretende en este momento conocer las condiciones últimas y definitivas de esa proyectada transmisión onerosa del patrimonio público, sino únicamente el acierto “legal” de enajenar un concreto bien local en unas mínimas condiciones susceptibles de ser mejoradas para la Administración local en el seno del procedimiento administrativo de adjudicación del contrato de enajenación. Es más, sólo así, debiendo remitirse el expediente “interno” de enajenación y no el posterior expediente “externo” de enajenación, ese control administrativo autonómico sería eficaz y preventivo ante una enajenación decidida, pero no consumada, por la entidad local; porque si la comunicación debiera realizarse una vez producida la transmisión de la propiedad pública mediante el contrato traslativo del dominio, el control de legalidad que podría ejercitar la Administración autonómica quedaría totalmente carente de carácter preventivo alguno. Sólo remitiendo meramente el expediente patrimonial stricto sensu podrá la Administración autonómica evitar una, en su caso, ilícita enajenación, acordada administrativamente pero aún no celebrada. Y de esta forma: FMC | Jun-13 7 - cuando la Administración autonómica no apreciare vicio alguno en la enajenación acordada por el ente local, aunque no se lo comunique a la Administración local, la Corporación podrá continuar la tramitación iniciando el procedimiento de elección del adquirente y adjudicando la enajenación acordada en su día. -por el contrario, en el supuesto en que la Administración de la Comunidad Autónoma apreciara infracción del ordenamiento jurídico, ha de comunicárselo a la Administración local y, además, podrá ejercer sus potestades impugnatorias, exigiendo la anulación del acuerdo enajenador, bien a la propia entidad local o bien directamente a la Jurisdicción contencioso-administrativa, en los términos previstos especialmente en la LRBRL (art. 65…). Sólo así, aún en el supuesto en que la Administración local requerida de anulación y de suspensión de la ejecución de la resolución impugnada no atendiese esta demanda administrativa (o en el supuesto en que el órgano judicial no estimase la solicitud de suspensión del acto local recurrido por la Administración autonómica), podría garantizarse todavía el interés público de la misma entidad local frente a esa actuación administrativa de sus propios órganos al deber constar la condición jurídica de bien “litigioso”, y así informar a los aspirantes interesados en adquirir el bien local del ejercicio de las potestades y acciones legales inherentes a ese control administrativo de legalidad externo e independiente del ente público propietario. Ahora bien, ¿y si la Administración local incumple su deber legar de comunicar y remitir el expediente patrimonial y el acuerdo de enajenación? esto es, ¿y si el municipio elude este control autonómico de legalidad e inicia el procedimiento de adjudicación de la enajenación, sin que la Administración autonómica haya tenido conocimiento alguno de ello (incumpliendo también el ente local su deber general de informar de sus actos establecido en el art. 56.1 LRBRL), o bien, teniendo un mínimo pero insuficiente conocimiento, no haya requerido la ampliación de información prevista en el art. 64 LRBRL? Más exactamente, ¿sería eficaz y válida una comunicación tardía o extemporánea a la Administración autonómica? Parece que sí, parece que esa ilícita inactividad administrativa del ente local es susceptible de subsanarse con posterioridad, siempre y cuando haya podido ejercer mínimamente la Administración autonómica su potestad de control de legalidad y aún no se haya celebrado el negocio jurídico de la enajenación patrimonial. B) El control ejercido mediante la autorización. La legislación autonómica de régimen local (salvo la andaluza hoy vigente) ha asumido la regulación estatal supletoria, exigiendo la autorización de la Administración autonómica con carácter previo a la enajenación de todo bien inmueble de valor superior al 25% de los recursos ordinarios de la entidad local. Se trata, pues, de un instrumento de control administrativo externo distinto al anterior, por cuanto, a pesar de las lagunas que puedan apreciarse en la respectiva normativa autonómica, el mismo nombre de la técnica controladora “autorizatoria” ofrece una singularidad propia ausente en la anterior modalidad de fiscalización (“dación de cuenta”, “toma de conocimiento” o “comunicación”). a.- La solicitud y la emisión de la autorización autonómica. Es preciso aclarar antes que algunas leyes autonómicas (art. 186.1 de la LAL aragonesa y art. 186.1 de la LAL riojana) no se refieren a una “autorización” autonómica y sí, en cambio, a una “aprobación” de la Administración tuteladora. Pero, pese al término utilizado, no estamos ante una actuación autonómica meramente ratificadora o aprobadora de una resolución local enajenadora, sino ante un control previo a esta FMC | Jun-13 8 resolución de la Administración local, ante la técnica autorizatoria. Así la califica el propio art. 108.4 del RBASO aragonés, y así se deduce también del art. 121 del RBASO al requerir expresamente la “aprobación previa” de la Consejería. Sin embargo, la legislación de Cataluña no parece prever este control autorizatorio, por cuanto ya su misma Ley Municipal (art. 209.1), en vez de requerir un permiso de la Administración autonómica, exige de ella la emisión de un “informe”: “Para enajenar o gravar bienes patrimoniales, tienen que tenerse en cuenta las reglas siguientes: a) En el caso de bienes inmuebles, hace falta el informe previo del Departamento de Gobernación y Relaciones Institucionales si su valor excede el 25% de los recursos ordinarios del presupuesto consolidado de la corporación…” Por tanto, conviene diferenciar dos modalidades de regímenes “autorizatorios”: el general o mayoritariamente establecido en las normativas autonómicas y el específico o singular de la legislación catalana. * El régimen general autorizatorio. Cuando la legislación exige una autorización previa a la enajenación del patrimonio local (por ejemplo, el art. 91.1 de la Ley madrileña) está imponiendo un procedimiento administrativo de necesaria inserción en el expediente patrimonial enajenador, esto es, un “mini” procedimiento que, dada su configuración autorizatoria, ha de iniciarse mediante una “solicitud” o petición de la entidad local interesada en obtener el permiso administrativo y ha de finalizar mediante una resolución expresa de la Administración autorizante, concediendo o denegando la autorización solicitada. La Corporación local debe pedir (y obtener) la autorización de la Administración autonómica, no sólo antes de iniciar el procedimiento administrativo de selección del adquirente, sino también previamente a la adopción del “acuerdo enajenador finalizador” del expediente patrimonial “interno” (en cambio, LÓPEZ FERNÁNDEZ afirma que tanto el anuncio o convocatoria de la licitación como, en su caso, el pliego de condiciones también deben ser conocidos por la Administración autonómica antes de conceder o denegar la autorización solicitada). Así se dispone ya en la normativa autonómica: claramente se preveía en el RBEL andaluz, al señalar que “será necesaria autorización de la persona titular de la Consejería de Gobernación, previa a la adopción del acuerdo de disposición onerosa por la Entidad Local” (art. 12.1), y también, aunque menos explícitamente, se establece en el RBASO aragonés (arts. 108.4 y 121) y en el RBEL navarro (art. 140.2). En cualquier caso, sorprende que la mayoría de las normativas autonómicas no establezcan el plazo máximo de duración de ese procedimiento autorizatorio y los consiguientes efectos de la falta de la preceptiva resolución autonómica expresa en el debido plazo. Tan sólo lo disponen la anterior normativa andaluza (dos meses y efectos estimatorios) y las leyes madrileña y valenciana (seis meses y efectos desestimatorios). En la generalidad de las Comunidades Autónomas, pues, deben aplicarse las normas generales administrativas, esto es, los arts. 42 y 43 de la Ley 30/1992, de 26 de noviembre, de Régimen Jurídico de las Administraciones Públicas y del Procedimiento Administrativo Común (LRJPAC): supletoriamente, el plazo máximo de duración de ese procedimiento autorizatorio sería tres meses (art. 42.3) y los efectos de su vencimiento sin resolución (y notificación) expresa a la Administración local peticionaria serían estimatorios (art. 43.2). Y esta diferenciación en los ordenamientos autonómicos en cuanto a los efectos de la falta de emisión de autorización en el plazo establecido parece tener relevancia en la FMC | Jun-13 9 validez misma del acuerdo de enajenación y el posterior procedimiento de adjudicación de enajenación… - Por un lado, si el efecto es estimar concedida o emitida la autorización autonómica por “silencio administrativo”, parece que ya no podría válidamente –por haberse producido una especie de acto presunto (art. 43.4.a) LRJPAC)- emitir luego la Administración autonómica una “resolución” denegatoria de la autorización solicitada. - Por el contrario, en los ordenamientos en los que expresamente se dispone el “silencio administrativo negativo” o los efectos desestimatorios por no emitirse la autorización en plazo (las leyes madrileña y valenciana), sí podría la Administración autonómica tardíamente emitir, bien una resolución autorizatoria o bien denegatoria de la autorización instada, en aplicación del art. 43.4.b) LRJPAC. Y así, con esta autorización expresa tardía podría incluso “subsanarse” un acuerdo municipal de enajenación ilícita como sería el dictado por la Administración local, a pesar y en contra de esa “denegación presunta” de la autorización solicitada; puesto que el acuerdo de enajenación sería un acto anulable y, por tanto, susceptible de convalidarse posteriormente emitiéndose tardíamente la debida autorización (art. 67.4 LRJPAC). * El régimen especial de Cataluña. Como bien saben, el art. 209.1.a) Ley Municipal exige, no un permiso o autorización administrativa de la Consejería/Departamento de Gobernación, sino la emisión de un informe administrativo de la Consejería. Esto es, aun cuando estamos ante un régimen similar al de las autorizaciones previstas en las otras normas autonómicas, el acto de la Administración autonómica continúa siendo un informe y, por tanto, susceptible de, en su caso, aplicársele las normas generales propias de este “acto de trámite” administrativo y no las reglas características de la técnica autorizatoria. Por ello, precisamente por tratarse de un “informe” que ha de emitir una Administración pública (la autonómica) en el seno de un procedimiento administrativo incoado y tramitado (y también con debida resolución) por otra Administración (la local), resulta congruente el plazo más breve que tiene la Administración para “autorizar”/”informar” la enajenación local proyectada. El art. 209.1.a) Ley Municipal establece un plazo máximo de tan sólo treinta días para la emisión del informe autonómico. Pero no dispone la norma los efectos de la falta de emisión en plazo de ese informe, esto es, congruentemente con la naturaleza de informe administrativo y no de acto autorizatorio, no dispone un silencio administrativo positivo o negativo por el vencimiento de ese plazo máximo, sino tan sólo una regla propia de los informes administrativos prevista en el art. 83.4 de la LRJPAC: la continuación de la normal tramitación del procedimiento de enajenación, al disponerlo, además, expresamente el art. 40.1.c) RP (….El informe se debe emitir en el plazo máximo de 30 días; transcurrido éste sin haberse emitido, se pueden proseguir las actuaciones…”). De esta forma, lo más relevante de la regulación catalana es, precisamente en concordancia con la tipificación de ese control a través de informe y no de acto autorizatorio, la no vinculación del informe para la Administración local, su carácter no vinculante ni determinante. En efecto, - Si vence el plazo y no se ha emitido el informe autonómico, la Administración local podrá continuar la tramitación del procedimiento de enajenación y, en su caso, efectuar la enajenación proyectada. FMC | Jun-13 10 - Si se ha emitido el informe dentro del plazo, tampoco lo dispuesto en el informe tiene que ser asumido por la Administración local, porque: a) Cuando el informe es favorable a la enajenación propuesta por la entidad local, no es vinculante, puesto que, al amparo de la autonomía local y sus competencias propias, la Administración local podrá, motivadamente, apartarse del informe y reconsiderar la conveniencia para el interés local de efectuar la enajenación proyectada e informada favorablemente, puesto que el ordenamiento patrimonial, en principio, no obliga a las Administraciones a enajenar su patrimonio enajenable. b) Cuando el informe es desfavorable a la enajenación anunciada, el mismo ordenamiento catalán permite la enajenación, aunque, eso sí, acordándose motivadamente (explicitando los intereses públicos locales a favor de la enajenación) por su órgano plenario con el quórum cualificado previsto en el art. 47.2 de la LRBRL. Así lo dispone el art. 209.1.a) de Ley Municipal: “…Si el informe no es favorable, el Pleno tiene que adoptar el acuerdo de enajenación o de gravamen con los requisitos que establece el artículo 47.2…” (y que enuncia el art. 40.1.c) RP: “con el voto favorable de las dos terceras partes del número de hecho y, en todo caso, de la mayoría absoluta del número legal de miembros de la Corporación”). Así, pues, se trata de un informe administrativo preceptivo, pero no vinculante; y por tanto, no estamos ante especie alguna de competencia compartida en el acuerdo enajenador. En todo caso, la legislación catalana se aparta así claramente del régimen autorizatorio generalmente establecido en el resto de las legislaciones autonómicas, que en modo alguno permiten el acuerdo local de enajenación si la autorización autonómica se ha denegado expresamente. b.- El control de oportunidad. No menor importancia ofrece la determinación del objeto y la finalidad de este control administrativo que ejerce la Administración autonómica mediante la técnica autorizatoria. En primer lugar, es preciso conocer si se trata de un control de legalidad o, en cambio, es un control de oportunidad, si la Administración autonómica debe limitarse a comprobar la adecuación al ordenamiento jurídico de la enajenación prevista por la Administración local o si, además, debe comprobar la conveniencia o la necesidad de ese negocio patrimonial para los intereses públicos. Algunos autores han rechazado explícitamente que la tutela autonómica pueda exceder de un mero control de legalidad (QUIRÓS ROLDÁN, aunque más adelante parece admitirlo). Otros (MIRÓ MIRÓ) no rechazan que pueda ser un control de oportunidad, pues el art. 109.1 RB no dispone lo contrario y, en consecuencia, las normativas de las CC AA podrían establecer un control de oportunidad. Lo cierto es que la actual legislación autonómica aplicable a los bienes locales no define este control autorizatorio; ni siquiera lo hacen las normas que expresamente se refieren al otro instrumento fiscalizador (la comunicación) como un control de legalidad (la anterior andaluza y el art. 40.1.c) del RP catalán). De esta forma, ante el silencio del legislador y de la Administración autonómica, y considerando la jurisprudencia constitucional sobre los controles de tutela de las Administraciones territoriales (estatal y/o autonómicas) sobre las locales y su indispensable compatibilidad con el principio constitucional de la autonomía local (STC 4/1981: “…el principio de autonomía es compatible con la existencia de un FMC | Jun-13 11 control de legalidad sobre el ejercicio de las competencias, si bien entendemos que no se ajusta a tal principio la previsión de controles genéricos e indeterminados que sitúen a las Entidades locales en una posición de subordinación o dependencia cuasi jerárquica de la Administración del Estado u otras Entidades territoriales. En todo caso, los controles de carácter puntual habrán de referirse normalmente a supuestos…”), no parece que pueda imponerse este control de oportunidad y menos aún sin la debida, expresa y específica previsión legal. En este sentido se pronuncia también la STSJ de Castilla-León de 18 de mayo de 2012 al señalar: “…Tanto en el procedimiento de dación de cuentas como en el de autorización para la enajenación de los bienes patrimoniales de las entidades locales, la Administración Autonómica… debe intervenir para cerciorarse del acomodo a la legalidad del negocio jurídico, si bien, con consecuencias distintas en uno u otro supuesto…” (F.J. cuarto). Por ello, podría interpretarse esta preceptiva intervención autonómica autorizatoria como un mero control de legalidad que, a diferencia del inherente a la “dación de cuenta” o comunicación, se ejercería previamente a la decisión enajenadora de la Administración local, al ser preciso tener ese permiso autonómico para acordar y ejecutar la enajenación del patrimonio local. Sería, pues, un control cualificadamente preventivo de la legalidad de la actuación administrativa local conducente a la enajenación, un control que, dada su naturaleza habilitante o autorizatoria, condicionaría la propia emisión de la decisión enajenadora en atención al valor superior de los bienes o derechos patrimoniales que pretende enajenar la entidad local. Y así, con esta interpretación, habría en la legislación autonómica un control de legalidad a posteriori de la decisión enajenadora local (cuando el patrimonio tiene menor valor económico) y un control de legalidad a priori de la resolución enajenadora (cuando el bien es más valioso). En el primer caso, la Administración local ha dictado ya su decisión de enajenación y consecuentemente la iniciación del control autonómico afectaría sólo, en principio, a la eficacia o ejecución de ese acuerdo manifestada especialmente en la debida incoación del procedimiento selectivo del adquirente; por el contrario, en el segundo supuesto, la Administración local aún no ha acordado la enajenación y el control autonómico cobraría una importancia mayor al constituirse en un requisito legal de inexcusable presencia para la válida emisión de ese acuerdo enajenador local. Pero esta interpretación no resulta satisfactoria, porque, pese a las apariencias, ese control de legalidad previo a la resolución enajenadora sería un control de menor intensidad y eficacia que el control de legalidad posterior al acuerdo enajenador, al no incluir la resolución enajenadora, al no examinar la Administración autonómica la legalidad del acuerdo de enajenación, al limitarse esta fiscalización a los trámites del expediente patrimonial y no a su resolución final o definitiva que es el acuerdo enajenador. No parece, pues, ser demasiado congruente esa interpretada dualidad de controles de legalidad, porque, pese a ser el control a priori más preventivo que el control a posteriori, excluye el elemento fiscalizable de mayor interés para cualquier control de legalidad de una actuación administrativa procedimentalizada y formalizada: el elemento resolutorio del procedimiento, la llamada resolución administrativa. Es cierto que, en relación a este patrimonio local de superior valor, la Administración autonómica ejerce un auténtico control de legalidad, aunque limitado en el sentido indicado al ser un control autorizatorio previo al acuerdo enajenador y, por tanto, excluir esta resolución final del expediente patrimonial. Pero la mayor relevancia y valor de estos bienes locales que, por ello, están sometidos al deber de obtener una previa autorización autonómica y no un mero deber de comunicación, reclama un mínimo control adicional en ese control autorizatorio, y éste no puede se otro que un cierto control de oportunidad, una fiscalización de conveniencia para los intereses públicos. Y es que la misma STC FMC | Jun-13 12 4/1981 ya admitía controles de oportunidad en los siguientes términos, que interesa recordar: “…, y en conexión con los límites de la autonomía en materia económicofinanciera, se plantea un tema clásico que es el relativo a la defensa del patrimonio del Estado o de los entes públicos frente a sus administradores, defensa que lleva a limitar los poderes de disposición de las Administraciones públicas, sujetándolas a un control incluso de oportunidad…… En definitiva y en virtud de las consideraciones anteriores, debe sostenerse que no es posible declarar -en abstracto- la inconstitucionalidad de la existencia de controles que valoren incluso aspectos de oportunidad, siempre que sea una medida proporcionada para la defensa del patrimonio como sucede en los actos de disposición. En los demás supuestos sólo será admisible la existencia de controles de legalidad….” (F.J. quince) Y, si bien la regulación catalana sobre el “informe” es un indicio relevante, llama la atención que tan sólo una normativa autonómica prevea explícitamente esta potestad autonómica de controlar la oportunidad de la enajenación local para los intereses públicos: el art. 138.1 de la Ley navarra dispone que “La Administración de la Comunidad Foral ejercerá el control del interés general de las actuaciones de las entidades locales de Navarra en materia de enajenación…”. Ahora bien, la Administración autonómica no puede examinar la afectación de esa pretendida enajenación al interés público de la Administración local interesada, porque la autonomía local constitucionalmente consagrada y protegida se lo impide claramente, al amparar y fundamentar, como es sabido, no sólo las potestades de cada Administración local que sean precisas para gestionar sus propios intereses locales y no sólo las competencias debidas en materias o asuntos públicos de interés local, sino, además, el derecho de participar e intervenir en competencias ajenas, en la toma de decisiones públicas de competencia autonómica o estatal, en los procedimientos no locales, siempre que se pueda afectar al interés local. No puede la Administración autonómica decidir si la enajenación de un bien o derecho de un ente local resulta beneficiosa o perjudicial para los intereses públicos de este ente local, puesto que la apreciación y la valoración definitiva de cada interés local compete en exclusiva a cada Administración local, y a nadie más, porque esto es la base mínima del principio de la autonomía local, el núcleo esencial de esta autonomía institucional. Sólo en la medida en que la enajenación pretendida por la Administración local incida o afecte a intereses públicos autonómicos o supralocales, esto es, afecte a intereses de la Comunidad Autónoma o a intereses de otra entidad local en su caso, podrá ejercer ese control de oportunidad (en este sentido se ha pronunciado muy recientemente ORENSE TEJADA, aplicando la doctrina jurisprudencial relativa a la ordenación urbanística). Los intereses públicos fiscalizables por la Administración autonómica han de ser necesariamente intereses públicos ajenos a los inspiradores y fundamentadores de la voluntad enajenadora de la Administración local sometida al control autonómico. Es más, es precisamente la necesaria evaluación de esos intereses públicos diferenciados del interés local enajenador lo que justifica la naturaleza autorizatoria de este control autonómico de legalidad y de oportunidad, lo que explica que el examen autonómico sea previo a la propia resolución local enajenadora y no posterior, por cuanto resulta imprescindible garantizar a la propia Administración local interesada en la enajenación la ausencia de perjuicios a otros intereses públicos si finalmente acuerda la enajenación proyectada y la consume. No es la Administración local la institución pública más apropiada para valorar la afectación de su propuesta enajenadora a otros intereses públicos locales o estrictamente autonómicos, pues, aparte de ser parte interesada en el FMC | Jun-13 13 “juicio de oportunidad”, carece de la capacidad necesaria para emitirlo al desconocer con la debida precisión la incidencia de otros intereses generales ajenos al suyo; por ello, resulta conveniente la evacuación de ese examen de oportunidad antes del acuerdo de la enajenación y resulta indispensable la atribución de ese control a la Administración autonómica. Y esta tutela autonómica de oportunidad sobre la actuación de la Administración local no precisa estar expresa y específicamente prevista o atribuida por la legislación autonómica aplicable a los bienes locales, porque se refiere al control de la Administración autonómica para apreciar sus propios intereses autonómicos y la concurrencia e incidencia de otros intereses locales ajenos al interés de la Administración local interesada en la enajenación; y para ello la Administración autonómica ya tiene la habilitación establecida con carácter general en la LRBRL y en los respectivos Estatutos de Autonomía de conformidad con el reconocimiento constitucional (art. 137 CE) de la autonomía de las Comunidades Autónomas para “gestionar sus respectivos intereses”. Control autonómico de oportunidad, pues, pero limitado a la incidencia en los intereses no locales del ente local propietario del bien enajenable, esto es, cuando se aprecie que “el ejercicio de las competencias de la Entidad Local incida en intereses generales concurrentes con los propios de la Entidad, sean del municipio, la provincia, la Comunidad Autónoma o el Estado” (STC 4/1981). Por ello, tampoco en los ordenamientos autonómicos donde se establecen el régimen autorizatorio puede apreciarse competencia compartida alguna: la entidad local es competente para apreciar en exclusiva la incidencia de la enajenación en sus propios intereses públicos, y a su vez a la Administración autonómica le corresponde en exclusiva la afectación de la enajenación local en otros intereses públicos (autonómico, supralocales o de otra entidad local). 2.- Los controles específicos de ciertas alienaciones inmobiliarias. A) Enajenaciones directas. En atención a la excepcionalidad y carácter tasado de los supuestos de la enajenación directa del patrimonio inmobiliario local, algunas normativas autonómicas establecen también ciertos controles administrativos autonómicos. a.- Cataluña. El art. 43 del RP catalán exige la emisión del previo informe del Departamento de Gobernación pronunciándose sobre “las peculiaridades de los bienes, las necesidades del servicio a satisfacer o las limitaciones del mercado inmobiliario”, que son las circunstancias habilitantes de la enajenación directa (art. 209.3 que remite al art. 206.3.a) Ley Municipal, tipificador de los supuestos de adjudicación directa). Esto es, la norma impone este específico informe autonómico en las enajenaciones que se pretendan efectuar directamente, por concurrir algunos de los supuestos legitimadores de esta modalidad de enajenación (cierto es, sin embargo, que el tenor literal del art. 43 parece no someter a este informe a uno de los supuestos más habituales y relevantes de enajenación directa al referirse a él después (“…También se puede proceder a la enajenación directa en supuestos de urgencia extrema”). En todo caso, el informe “tiene que emitirlo en el plazo de 30 días; transcurrido éste sin resolución se pueden proseguir las actuaciones”. Se adopta, pues, el mismo plazo de 30 días que el previsto para las enajenaciones ordinarias por subasta. Pero no se asume exactamente el efecto del art. 209.1.a) de Ley Municipal por la no emisión del informe preceptivo y no vinculante para la entidad local. Es cierto que pueden proseguirse las actuaciones si no se emite el informe, pero cuando se pretende la enajenación directa la FMC | Jun-13 14 normativa no permite a la Administración local apartarse y enervar un informe desfavorable o contrario a la enajenación acordada, y, recuérdese que sí lo permite cuando la enajenación es por subasta (“…Si el informe no es favorable, el Pleno tiene que adoptar el acuerdo de enajenación o de gravamen con los requisitos que establece el artículo 47.2 LRBRL”). b.- Andalucía. El art. 38.c) del RBEL andaluz exige el previo informe de la Dirección General de la Administración Local apreciando la urgente necesidad de enajenación directa, llamada originariamente “procedimiento negociado sin publicidad”. Pero ¿no había suprimido la LAULA toda tutela autonómica sobre los actos de disposición de los bienes de los entes locales andaluces? Sí, pero parece que al legislador de la LAULA, bien se le ha olvidado suprimir este especial control o bien no ha querido suprimirlo. En efecto, al no constar este control en la LBEL andaluza y estar establecido en su Reglamento de desarrollo, como la LAULA sólo deroga preceptos expresos de la LBELA cabe entender que el art. 38.c) RBEL andaluz no ha sido derogado por ella. Y tampoco parece ser un supuesto de derogación implícita por oponerse a la nueva LAULA, puesto que el art. 50 LAULA dispone: “… sin necesidad de autorización previa de la Comunidad Autónoma de Andalucía, cualquiera que sea su importe”; y nada más. Y este art. 38 no se refiere al control de la autorización y tampoco a una tutela en función del valor o importe del bien enajenable, por lo que parece estar vigente. Así, el art. 38.c) RB andaluz dispone este informe preceptivo en la enajenación directa: “Cuando medien razones de reconocida urgencia surgidas de necesidades que requieran una inmediata satisfacción, previo informe favorable de la Dirección General de Administración Local, que deberá ser emitido en el plazo de diez días. De no emitirse en el plazo señalado se entenderá que el informe es favorable.” Aquí no es que se pueda continuar el procedimiento por el mero hecho de transcurrir el plazo de emisión del informe sin que éste se haya emitido, sino es que se entiende emitido el informe por el transcurso del plazo y, además, se entiende emitido “favorable”, esto es, a favor de la enajenación directa acordada por la Administración local andaluza. Eso sí, la norma andaluza no prevé una enervación explícita de un informe desfavorable, por lo que es un informe vinculante cuando es desfavorable. c.- El control ejercido con el informe autonómico. Pero, tanto en Cataluña como en Andalucía ¿qué se controla con ese informe? Es obvio que no se refiere a la decisión de enajenación del bien (su legalidad o su afectación a los intereses supralocales), pues para eso ya están los controles anteriores indicados (y suprimidos por el legislador andaluz, por cierto). Entonces, ¿Se controla la legalidad de la enajenación directa acordada por el ente local, esto es, la presencia de la circunstancia habilitante alegada por la Administración local? ¿es así un mero control de legalidad externo del sistema de enajenación directa? Parece que sí: primero, porque la norma no admite que el ente local se aparte de un informe desfavorable; y segundo, porque un supuesto control de oportunidad o de conveniencia de elección del sistema directo de enajenación en vez de otro sistema (por ejemplo, concurso) difícilmente podría exceder del interés local concreto y apreciado precisamente en la causa habilitante de la enajenación directa. FMC | Jun-13 15 B) Permutas. a.- El control común (o no) a permutas y enajenaciones. Tanto la legislación estatal (TRRRL y RB) como la generalidad de las leyes autonómicas (Valencia, Navarra, Aragón, Baleares…) prescriben los ya vistos controles de autorización y comunicación, no sólo para la enajenación de bienes inmuebles, sino también para la permuta de estos bienes locales. Por ejemplo, el art. 79.1 TRRL (y del RB): “Toda enajenación, gravamen o permuta de bienes inmuebles habrá de comunicarse al órgano competente de la Comunidad Autónoma. Si su valor excediera del 25 por 100 de los recursos ordinarios del presupuesto anual de la Corporación requerirá, además, autorización de aquél”. Por el contrario, algunas Leyes de CC AA no disponen unas tutelas iguales o comunes para las enajenaciones y las permutas. Así, Navarra (art. 138 LAL) sólo prevé el control de la autorización previa en las permutas (no el de la comunicación para bienes de inferior valor al 25% de los recursos ordinarios del presupuesto local). Y Cataluña no prevé ninguno de los dos cuando sean permutas, y sólo prevé esos controles de tutela para las enajenaciones (art. 209.1 Ley Municipal): “Para enajenar o gravar bienes patrimoniales, tienen que tenerse en cuenta las reglas siguientes: a) En el caso de bienes inmuebles, hace falta el informe previo del Departamento de Gobernación y Relaciones Institucionales si su valor excede el 25% de los recursos ordinarios del presupuesto consolidado de la corporación…” b.- El control especial y exclusivo de las permutas. En todo caso, con independencia de esa tutela común (o única en Cataluña) de las enajenaciones, algunas leyes autonómicas (la catalana, la Baleares…) sí disponen una tutela autonómica específica y propia de las permutas inmobiliarias, ya sea como única y exclusiva de las permutas (caso de Cataluña) o ya como adicional a la tutela común a permutas y enajenaciones que también prevé (Baleares). Ahora bien, no es un control de toda permuta, y menos aún de su necesidad o conveniencia, sino sólo un control de la valoración de los bienes a permutar cuando se pretende superar el límite legal de equivalencia de valores que dispone la respectiva normativa patrimonial. En efecto, recuérdese que, en principio, la permuta sólo puede realizarse entre bienes o derechos patrimoniales de igual valor o, en su defecto, con una diferencia de valor no superior al 40% (o al 50%), siempre que esta diferencia se compense económicamente…. Así, por ejemplo, el art. 47.1 RP catalán dispone: “La enajenación por permuta de bienes patrimoniales requiere un expediente en el que se debe acreditar la necesidad o la conveniencia de efectuarla y la equivalencia de valores entre los bienes. No obstante, la permuta se puede hacer también si la diferencia de valores entre los bienes no excede el 100% del valor más bajo y si se establece la compensación económica pertinente cuando la diferencia es en perjuicio del bien del ente local”. Pero esta normativa permite que el límite de las diferencias de valores no se cumpla si concurren razones de interés público que avalen la permuta, aunque ello lo deberá apreciar finalmente la Administración autonómica, y no la Corporación local (art. 47.1 del RP catalán) que debe, no obstante, motivar la permuta que pretende efectuar. En concreto, el art. 47.2 RP catalán prescribe así esta tutela: “Si la diferencia de valores es más elevada, se puede proceder a la permuta, previo FMC | Jun-13 16 informe del Departament de Governació….” Informe, pues, preceptivo, que “debe emitirse en el plazo máximo de 30 días” y que se entiende emitido y con carácter favorable a la permuta acordada cuando vence el plazo y no se ha emitido el preceptivo informe (art. 47.2 RP catalán). Y no es vinculante. La propia norma reglamentaria permite a la Administración local catalana efectuar la permuta informada desfavorablemente mediante acuerdo del Pleno con el voto favorable de las dos terceras partes del número de hecho y, en todo caso, de la mayoría absoluta del número legal de miembros de la Corporación (En similares términos se prevé también este informe autonómico en la Ley de Administración Local de Baleares: art. 139). III. LA TUTELA AUTONÓMICA EMPRESARIAL Y MOBILIARIO. DE LA ALIENACIÓN DEL PATRIMONIO 1.- Acciones, participaciones en sociedades… Algunas Leyes autonómicas de régimen local han establecido también otros controles en las enajenaciones del “patrimonio empresarial” de los entes locales. Así, el art. 209.1.b) Ley Municipal catalana y el art. 16.2 de la LBEL andaluza prescriben el preceptivo informe favorable de la Consejería competente en Economía, que ha de emitirse en el plazo de un mes (o “treinta días”), “a contar desde la entrada del expediente en su Registro General” (art. 13.2 RBEL andaluz), añadiendo la LBEL andaluza “entendiéndose favorable de no emitirse en dicho plazo”. Informe, pues, preceptivo, y también vinculante, especialmente en Cataluña al no disponer la Ley Municipal ni la continuidad del procedimiento si no se emite el informe en plazo, ni el “silencio positivo” por el vencimiento del plazo, ni una posible enajenación local acordada pese a un informe desfavorable… En cambio, la LAL navarra exige la previa autorización autonómica, y no informe alguno, y además la exige sólo para los valores mobiliarios, acciones…. que tengan un valor superior al 25% de los recursos ordinarios de la entidad local, pues la comunicación sólo la requiere para los inmuebles (art. 138). 2.- Bienes muebles. Algunas escasas Leyes autonómicas también establecen el control autonómico de la autorización previa para la alienación de bienes muebles. Así, al no referirlo expresamente sólo para los bienes inmuebles, parece admitirlo también implícitamente para todos los bienes muebles el art. 136.1 de la LMRL balear, por lo que parece ser así una tutela excesiva y desproporcionada tratándose de muebles. En cambio, se establece sólo para ciertos los muebles –los que superen el 25% de los recursos ordinarios de la entidad local- en el art. 138.1 de la LAL Navarra. BIBLIOGRAFÍA BÁSICA - CASTILLO BLANCO, F. y QUESADA LUMBRERAS, F.J., El patrimonio de las entidades locales tras la aplicación de la Ley de Patrimonio de las Administraciones Públicas, en la obra colectiva “El régimen jurídico general del Patrimonio de las Administraciones Públicas”, dirigida por J.F. Mestre Delgado, 2ª ed., El consultor de los Ayuntamientos y de los Juzgados-La Ley, Madrid, 2010. FMC | Jun-13 17 - GALLARDO CASTILLO, Mª.J., La regulación del patrimonio de las entidades locales en la LAULA, en la obra colectiva “Derecho Local de Andalucía”, dirigida por J.L. 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