Excursiones Virtuales Culturales Catedrales de Castilla y León Material de apoyo al profesorado Catedral de Zamora Catedral de Zamora Excursiones Virtuales Culturales Material de apoyo al profesorado Catedral de Zamora La Catedral del Salvador, la más pequeña de las construidas en Castilla y León, se levantó sobre el viejo edificio de San Salvador tras la restauración de la diócesis salmantina bajo los designios de Jerónimo de Périgord (1102-1120). Las obras de cimentación estaban en marcha en 1139, en tiempos del obispo Bernardo de Périgord, y a su muerte en 1149 ya estaban edificadas la cabecera, la nave sur y la portada del Obispo. Entre 1150 y 1160, durante el largo episcopado de Esteban (1149-1174), se realizaron importantes donaciones en beneficio de las obras, y nueve años más tarde, en 1169, ya consta la existencia de la hermosa y austera catedral románica. La triple cabecera románica de la catedral de Zamora fue consagrada en 1174, aunque fue sustituida a inicios del siglo XVI por otra gótica. En época del obispo Guillermo (1176-1192) se levantó el transepto (la nave que se cruza dando forma de cruz a la planta) y el cuerpo superior de la iglesia, en tanto que el claustro y la torre estaban en obras en el primer tercio del siglo XIII. Algunos creen que el arquitecto que trabajó en la catedral de Zamora venía de fuera, seguramente de Francia, traído por el obispo Bernardo, y hubo de estar en contacto con canteros que conocían las construcciones de Tierra Santa. La catedral posee planta de cruz latina, tres naves de cuatro tramos y crucero. Las naves laterales se cubren con bóveda de arista (que es como si cruzamos en ángulo recto dos tubos circulares) y la central con crucería (que es como si cruzáramos en ángulo recto dos tubos circulares aplastadas). La portada que llaman del Obispo, abierta en el brazo meridional del crucero y frente a la puerta de Olivares, donde afluía la Vía de la Plata (que iba desde Mérida a Astorga y cruzaba el Duero en la ciudad de Zamora a la altura de los Pelambres), trae a la memoria las de la catedral de Angulema y la iglesia de San Perdro de Aulnay, aunque también esté relacionada con las catedrales de Compostela y Ávila y la portada de San Esteban de la mezquita de Córdoba, singular mezcla que la hace única en el arte de la Edad Media peninsular. Catedral de Zamora Es una pena que las otras dos portadas románicas de la catedral de Zamora -abiertas hacia el norte y hacia el oeste- hayan desaparecido, y nos hayamos quedado con las ganas de saber cómo eran. En ambos casos, reformas posteriores las ocultaron. Pág. 2 Catedral de Zamora Excursiones Virtuales Culturales Material de apoyo al profesorado Llama la atención su gran torre occidental del siglo XIII, que tiene 45 metros de altura y sirvió como cárcel del cabildo. ¡Ah! y sobre todo, y con mucha diferencia, la hermosa torre que se eleva en el centro de la cruz y que llamamos cimborrio. Al exterior tiene aspecto gallonado, como de gajos de naranja, adornada con torrecillas cilíndricas y coronillas triangulares por fuera, como un enorme lagarto todo lleno de escamas que vigila el paso de las aguas del río Duero desde que fue elevado a fines del siglo XII. ¡Y no se ha meneado desde entonces! Al interior, este cimborrio se cubre con una cúpula, como si fuese una media naranja. Para apoyar esta cubierta de planta circular sobre un espacio cuadrado se utilizaron piezas triangulares que conocemos con el nombre de pechinas. El edificio que El claustro que hoy vemos sustituyó al original románico, destruido por un incendio, y fue diseñado por de Juan de Ribero Rada (1592) y fue construido por Juan y García de la Vega y Juan y Hernando de Nates (1603). Capilla de San Ildefonso A fines de la década de 1470 el cabildo de la catedral encargó al famosísimo pintor Fernando Gallego un retablo para la capilla de San Ildefonso, que aún se conserva. También el viejo retablo mayor fue pintado por Fernando Gallego y su taller entre 1490 y 1494. Pero muchos años más tarde, en 1715, y como pensasen que se había quedado anticuado, fue retirado y vendido a la parroquia de Arcenillas (a 7 km de la capital). En su lugar instalaron un altar barroco diseñado por Joaquín Benito Churriguera que sufrió los efectos del devastador terremoto de Lisboa del 1 de noviembre de 1755. Fue desmontado en 1758 y sustituido por el actual, de mármol y bronce dorado, diseñado por Ventura Rodríguez, inspirándose en el que había hecho Sabatini para la catedral de Segovia. Coro La sillería del coro -que sigue en medio de la nave mayor- fue tallada por Juan de Bruselas entre 1502 y 1505, y destaca por sus temas profanos basados en los trabajos campesinos, la vida cotidiana y la mitología, además de recordar algunas fábulas con moraleja. Entre sus escenas vemos un ermitaño sentado junto a su oratorio, un hombre arrodillado reza ante unas ermitas, algunos frailes leen, un clérigo absuelve a una mujer, un zorro disfrazado de fraile predica a unos pollos, un mono huele el trasero de un hombre que marcha a cuatro patas, un hombre y una mujer se bañan juntos en el interior de una cuba, unas mujeres asean sus piernas en un caldero, un clérigo confiesa a una mujer mientras introduce su Pág. 3 Catedral de Zamora Excursiones Virtuales Culturales Material de apoyo al profesorado mano bajo sus faldas, una mujer cabalga sobre un hombre como si fuera un borrico y dos personajes se pelean por quedarse con un pellejo de vino. Y hasta algunos refranes: “El viejo y el horno por la boca se calientan”, “Un ciego a otro mal puede conducir”, “Pone la mano en la mejilla, comienza a pensar”, “Cuando las barbas de tu vecino veas pelar, echa las tuyas a remojar”; “Dos que cagan por un mismo agujero”, “Dos perros disputándose un mismo hueso, raramente se entienden”. Las escenas más picantes se representan en las llamadas misericordias, que son unas piezas de madera que quedan vistas al subirse los asientos. Deben el nombre a su función, ya que como los rezos eran muy largos y era mucho el tiempo que pasaban los canónigos en el coro de pie, permitían apoyarse disimuladamente en ellas para no cansarse. El Museo Catedralicio podemos admirar una importante colección de tapices de los siglos XV y XVI. Fueron elaborados en los talleres de Arras, Tournai y Bruselas cuando esta ciudades hoy de Bélgica pertenecían a la corona española, y donados a la catedral en 1608 por el conde de Alba de Aliste, Antonio Enríquez de Guzmán. La mayor parte de ellos narran escenas de la Guerra de Troya, aunque hablan del rey romano Tarquino y la parábola de la Viña y Aníbal. En la Puerta del Obispo, la gran fachada que está frente al Palacio Episcopal, hay una figura en piedra ya algo desgastada que parece un hombre asomando por una ventana. Cuenta la leyenda que un día que doña Inés Mansilla y su criada iban paseando por el bosque de Valorio y se encontraron con tres jóvenes caballeros. Uno de ellos se fijó en la joven, puso pie a tierra y avanzó para saludarla. Se presentó como Diego de Alvarado y le pidió permiso para poder volver a verla. Inés nunca había visto un galán tan guapo y aceptó quedar más veces. Diego se enamoró perdidamente de Inés. De niño, había visto cómo su padre, jugador y mujeriego empedernido, arruinaba la casa familiar; su madre había muerto joven y él se había echado a la vida fácil, solo disponía de la casa solariega y su desgraciado apellido, todo lo demás lo había perdido. Muchas fueron las ocasiones en que los jóvenes volvieron a encontrarse, pero las continuas excursiones de Inés no pasaron inadvertidas para su padre, el usurero de Pedro Mansilla, que mandó a uno de sus criados seguir a su hija. Cuando se enteró de su romance con Diego, llamó a Inés y, prohibió terminantemente la relación entre ambos. Diego pudo ver a la muchacha días más tarde a la salida de misa. Le prometió que conseguiría tanto oro que el avaro de don Pedro no podría negarle su mano. Al día siguiente los amigos de Diego le comentaron que tenían que salir a escoltar un convoy real cargado con el oro y alhajas necesarias para acabar las obras de la catedral. En seguida, buscó a un par de rufianes con los que había compartido más de una juerga y Tapiz les pidió que al día siguiente por la noche acercaran un carro a la Puerta del Obispo. Don Pág. 4 Catedral de Zamora Excursiones Virtuales Culturales Material de apoyo al profesorado Diego se escondió entre las piedras amontonadas de la obra del claustro, forzó la cámara que albergaba el preciado tesoro ofrecido por Alfonso VII y su hermana doña Sancha, y fue sacando las bolsas llenas de monedas de oro y joyas al exterior desde una ventana abierta en la Portada del Obispo para depositarlas sobre el carro. Pero al intentar salir por el mismo hueco, las piedras fueron juntándose hasta ahogar al sacrílego ladrón, cuya cabeza quedó aprisionada a la vista de todos y terminó petrificándose. La fachada fue considerada maldita y nunca llegó a terminarse, doña Inés terminó metiéndose monja y el adinerado padre, repartiendo su enorme fortuna entre pobres y huérfanos. Y para finalizar, contemos la historia de San Atilano, patrono de la diócesis zamorana, quien nació en Tarazona a mediados del siglo X, fue ermitaño en la Cabrera leonesa y llegó a convertirse en obispo de Zamora. Cuentan que sufrió una fuerte depresión cuando la ciudad de Zamora fue afectada por las incursiones de Almanzor, una tremenda peste diezmó a sus moradores y la sequía machacó las cosechas. Atilano rogó desesperadamente alivio a Dios y, para liberar a la ciudad de tantas penalidades, decidió peregrinar a Tierra Santa. Abandonó la ciudad por el viejo puente romano. Cuando lo cruzaba se dio cuenta que lleva puesto el anillo de obispo, lo cual podría delatarlo y decidió arrojarlo al río, convencido que si algún día lo recuperaba entendería que Dios le ha perdonado. Durante un par de años vivió de limosnas sin apartar del corazón su amor hacia la ciudad. Una noche, mientras dormía, oyó una voz anunciándole que sus oraciones habían sido escuchadas y que podía regresar a Zamora. Caminó durante meses y meses, y antes de entrar en la ciudad, decidió pasar la noche en una pequeña posada cercana al actual camposanto. El hospedero le ofreció un barbo de cena que, ante la sorpresa de Atilano, contenía en su interior el mismo anillo que había lanzado al Duero el día que comenzó su peregrinación. Efectivamente el obispo comprendió agradecido que Dios le había perdonado y que podía volver a prestar sus servicios en La bien cercada, que así llaman a la ciudad de Zamora por sus fuertes murallas. Produce: NICER/Imagen M.A.S. © Textos: José Manuel Rodríguez Montañés/José Luis Hernando Garrido © Fotos: Imagen M.A.S. © Infografías: NICER Catedral de Zamora Pág. 5