D E C O L O M B I A 111 con el Rey cautivo, de quien algo bueno se esperaba para la suerte de las colonias. El mismo don Fernando VII se encargó no muy tarde de hacer ver a los nobles patriotas el engaño en que habían estado. ACTA DE INSTALACIÓN DEL CONGRESO GENERAL DEL R E I N O La Suprema Junta en su Cuerpo Legislativo ha resuelto lo siguiente: "En la ciudad de Santafé de Bogotá, del Nuevo Reino de Granada, a veintidós de diciembre de 1810, congregada la Suprema Junta en su Sala de Acuerdo, comparecieron en ella el M. I. Cabildo, los Jefes y Oficiales de todos los Cuerpos y un número considerable de sujetos de la primera distinción, y estando en ella, entraron los señores diputados de las provincias para el Congreso Supremo. Puestos todos en ceremonia, tomó la palabra el señor Vicepresidente de la Suprema Junta diciendo que esta respetable Asamblea se había convocado a fin de instalar en el día el Supremo Congreso, por cuya formación anhelaban las provincias y estaba deseosa la capital y los amantes de la Patria y de la felicidad común; que este día, memorable y tan glorioso como el 20 de Julio, debía ocupar un lugar preferente en los gloriosos fastos de nuestra Hbertad; que la unión deliciosa que veía demostrada en los dignos diputados de las provincias de Santafé, Socorro, Pamplona, Neiva, Nóvita y Mariquita, anuncian su felicidad; que habiéndose comisionado a dicho señor Vicepresidente y al señor Vocal designado para el examen y calificación de los poderes de los señores representantes de las provincias, habían hallado por bastantes los presentados por los de las referidas, y eran los mismos que estaban a la vista, y se leyeron literalmente por el presente Secretario; en su virtud, continuó diciendo, se debía proceder al juramento, y habiéndose parado inmediatamente los dichos señores diputados, que lo son el señor doctor don Andrés Rosillo, por la Provincia del Socorro; el señor doctor don Manuel Campos, por la de Neiva; el señor doctor don Manuel Bernardo Alvarez, por la de Santafé; el señor doctor don Camilo Torres, por 112 CONSTITUCIONES la de Pamplona; el señor doctor don Ignacio Herrera, por la de Nóvita, y el señor doctor don León Armero, por la de Mariquita, dispusieron se empezase por la diligencia de prestarlo, y para que fuese con las solemnidades debidas, procedieron a verificarlo en los términos siguientes, a saber: los señores doctor don Andrés Rosillo y doctor don Manuel Campo, tacto, pectore & corona, y los señores doctor don Manuel Bernardo Alvarez, doctor don Camilo de Torres, doctor don Ignacio Herrera y doctor don León Armero, por la señal de la santa Cruz; y requeridos todos por dicho señor Vicepresidente: ¿Juráis por Dios Nuestro Señor y los Santos Evangelios que estáis tocando, defender, proteger y conservar nuestra Santa Religión Católica, Apostólica, Romana, sostener los derechos del señor don Fernando VII contra el usurpador de su Corona, Napoleón Bonaparte y su hermano José, y en defecto de su restitución pacífica, libre y absoluta al trono de España y a una dominación constitucional, defender la independencia y soberanía de este Reino contra toda agresión o persecución externa, no reconociendo entretanto otra autoridad que la que han depositado los pueblos y provincias en sus respectivas Juntas Provinciales, y la que van a constituir en el Congreso general del Reino a que estáis llamados a formar parte y que se va a instalar en este acto, y con expresa exclusión del Consejo titulado de Regencia en Cádiz y de otra autoridad que le suceda o que se constituya en España o en América sin la formal y expresa aprobación y consentimiento de este Reino? ¿Juráis, en fin, que en el arduo y delicado empeño a que os llama la Patria y os destinan vuestras respectivas provincias, cumpliréis y desempeñaréis fielmente las obligaciones que os imponen en su beneficio particular, y por el general del mismo Reino conforme a las instrucciones que os hayan comunicado y os comuniquen en lo sucesivo? Respondieron todos: S; juramos. Y dijo el señor Vicepresidente: Si cumpliereis con vuestra promesa y juramento, el Señor os conceda el premio de su gloria eterna, y si no, os lo demande en esta vida y en la otra. En seguida el señor Vicepresidente, inflamado del celo y patriotismo que le anima, arengó en beneficio de esta Provincia y las demás del Reino, y los señores diputados. D E C O L O M B I A 113 cada uno en particular, lo hicieron enérgica y elocuentemente, demostrando sus juiciosas ideas, su ilustración y deseos de contribuir a la felicidad de las provincias a quienes representan y de las demás del Nuevo Reino. En seguida el señor Vicepresidente dijo que siendo la clemencia la principal virtud de los Reyes, pedía por los presos que se hallaban en las cárceles, a fin de que se les tratase con la mayor posible benignidad; que teniendo noticia de que en la Provincia del Socorro estaban sentenciados el ex-Corregidor Valdés, don Antonio Fuminaya y don Mariano Monroy, a pena capital, y que este último, siendo Oficial de su Cuerpo, no habla sido ¡uzgado en Consejo de Generales como lo previene la Ordenanza, suplicaba que el Supremo Congreso oficiase con aquella Provincia, a fin de que tan dura pena se les conmute en otra menos grave. Con lo que quedó instalado el Congreso Supremo, y firman, de que doy fe". Doctor Antonio Morales, Vocal Secretario. El Secretario general de Estado y del Despacho Universal de Gracia y Justicia, Acevedo Gómez Nótase ya en un pequeño detalle de la fórmula de este juramento, que se había dado un paso adelante en el camino de la absoluta independencia, pues el reconocimiento de Fernando VII contra los usurpadores Bonapartes en cuanto quedara libre de ellos; la exclusión del Consejo de Regencia de Cádiz, y en defecto de un régimen constitucional español, la declaración de la soberanía del Nuevo Reino, que habría de defenderse contra toda agresión o persecución externa, son notas que caracterizan las energías y las tendencias de los inspiradores y mandatarios del régimen imperante. Como el Congreso no tenía un derrotero fijo que seguir, ni había un antecedente inviolable, un código fun- 114 CONSTITUCIONES damental que le señalara sus atribuciones y fijara el límite de sus procedimientos, quiso arrogárselas todas abarcando el Poder en absoluto, como único depositario de la soberanía nacional. Parecía esto lo justo, puesto que aquel Cuerpo Soberano, primero y único en su especie, tenía que echar las bases de la reconstitución política y organizarlo todo, sin más cartabón que el interés social y el afianzamiento de la independencia. Pero aquello despertó la emulación de la misma Junta Suprema, que hasta entonces había ejercido tamaña autoridad sin límite ni freno; y de aquí que la pugna entre las dos corporaciones y la completa desobediencia de la Junta a los actos del Congreso, produjeran la disolución de éste cuando apenas contaba dos meses de vida. La colisión entre el representante de Pamplona, don Camilo Torres, y los de Sogamoso y Mompox, admitidos como legítiinos diputados, produjo la separación del mismo doctor Torres, de don León Armero y don Joaquín Camacho, como también la de don Manuel Bernardo Alvarez, cuyos procedimientos habian sido impugnados por la Junta de Santafé, a quien debía su credencial, y así, reducido a mínima cifra el número de diputados y para evitar más perjudiciales choques, suspendiéronse las sesiones del Cuerpo Legislativo a los dos meses de iniciadas, y nadie pensó en reanudarlas. Pero desde antes, visto que pasaban los dias sin que el Congreso adelantara sus trabajos, esperando la venida de otros diputados, pensó la Junta Suprema de Santafé erigirse en Colegio Constituyente de Cundinamarca, y formó una comisión de miembros de su seno y otros ciudadanos ilustres para que redactara cl proyecto de Constitución que tan necesaria se hacía en aquellos críticos momentos. De esta determinación se sentó la siguiente acta: DE COLOMBIA 115 En la ciudad de Santafé, a veinticinco de enero de 1811, hallándose juntos y congregados los señores que componen el Cuerpo Ejecutivo en la Sala del Palacio de Gobierno, dijeron: que estando para renovarse esta Suprema Junta por el voto de los hombres libres que habítan en el distrito de su mando, según la convocatoria que al intento se va a circular, y deseando que el pueblo entre en la plenitud de sus derechos naturales e imprescriptibles, no sólo en la elección espontánea de los sujetos que deben ejercer su autorídad suprema, sino también en el que tiene para dictar la Constitución o reglas fundamentales que deben jurar y observar los funcionarios públicos, para que jamás se abuse de esa autoridad contra el mismo pueblo de quien dimana; no siendo posible que el Colegio Electoral, representante de todos los ciudadanos, pueda al tiempo de la elección de los diputados para la Suprema Junta formar repentinamente una obra para la cual se requiere la más profunda meditación, a fin de allanar este inconveniente acordaron comisionar a los beneméritos y honorables ciudadanos don Luis Eduardo de Azuola, Vocal de la Suprema Junta; don José María del Castillo y Rada, Ministro del Tribunal de Gobierno y Hacienda; don Jorge Tadeo Lozano de Peralta, Protector de indios del partido de Bosa, y don Miguel de Tobar, Regidor del Ilustre Cabildo de esta capital, para que acuerden y escriban dicha Constitución sobre los principios de un sistema liberal representativo, y teniendo presente e! Plan de Arreglo de Tribunales de esta Provincia, sancionado por la Suprema Junta en su Poder Legislativo, a pedimento del mismo Cuerpo municipal, que recogerán de don José Camilo de Torres, Vocal que fue también de ella y hoy benemérito representante de la Ilustre Provincia de Pamplona; esperando este Gobierno Supremo del acreditado celo de los comisionados por la libertad pública, de su literatura, probidad y demás bellas circunstancias que adornan sus personas, procederán a desempeñar tan importante comisión en los términos dignos del gran pueblo de la capital del Nuevo Reino de Granada y su Provincia, para que, aprobada por la Suprema Junta en su Cuerpo Legislativo, con asistencia del Ilustre Cabildo, pueda sancionarla el Colegio Electoral, y que los 116 CONSTITUCIONES diputados que resulten electos por el mismo Colegio en la renovación de esta Suprema Junta Provincial, juren el Pacto o Constitución antes de entrar al ejercicio de sus elevadas funciones. Tendráse entendido, y comuniqúese por la Secretaría de Estado a quienes corresponda. ACEVEDO GÓMEZ (Hay cinco rúbricas). El Congreso hizo todavía algunos esfuerzos para centralizar el Gobierno en la capital e impedir el desprestigio en que iba cayendo, y llamó a los tres diputados de otras provincias, que residían en Santafé; pero éstos se denegaron ya a concurrir por respetos a la federación; y como la opinión pública y la fuerza armada estaban de parte de la Junta Suprema, y el número de diputados era muy escaso, sucumbió al fin en la demanda aquel primer Congreso Granadino, y cerró definitivamente sus sesiones en los primeros días del mes de febrero. Si otra hubiera sido la conducta de las provincias de la Nueva Granada; si en vez de federarse, es decir, de aislarse y desunirse, hubieran oído la voz de Santafé, aunando sus esfuerzos para el peligro común y depositando la soberanía en un cuerpo legislador, arbitro de los intereses seccionales y de la suerte de la Patria, a buen seguro que ésta no habría tenido que lamentar tanta sangre derramada después inútilmente, tanto sacrificio perdido en estériles luchas, ni habria tenido que esperar por tan largos años la conclusión de la guerra tenaz y asoladora que le dio independencia. Allí está el primer error político que registra nuestra historia, generador de infinitos males y de hondos desengaños. Viendo, pues, la Junta Suprema de Santafé que la mayor parte de las provincias establecían su peculiar sistema administrativo, y que la forma federal era generalmente aceptada, reasumió, como queda dicho, el mando D E C O L O M B I A 117 supremo, y puso todo su empeño en la expedición de la Carta FundamentaL La Junta volvia sobre sus pasos, dando una muestra de patriotismo digna de elogio; porque sin el freno del Congreso, y apoyada por la opinión popular y dueña de las armas, hubiera podido declararse absoluta, alzarse con el poder y gobernar ya sin límites ni restricciones. Lejos de eso, convocó a los padres de familia de cada parroquia el 19 de febrero de 1811, para que eligieran sus diputr.dos al Colegio Electoral Constituyente. Seis meses de mando absoluto, en vez de apegarla a él, como parecía deducirse de su conducta con el Congreso, acabaron por hacerle ver la necesidad de concretar en fórmula precisa la expresión del derecho popular, para contener las desmedidas exigencias del pueblo y reglamentar en un Código constitutivo del Estado el sistema de Gobierno, la organización de los Poderes públicos y sus relaciones con los ciudadanos libres. El 27 del mismo mes de febrero, después de oída la misa del Espíritu Santo y un patriótico sermón del Canónigo Duquesne en la Catedral, se congregaron los Señores del Serenísimo Colegio Constituyente en la sala consistorial del Palacio de Gobierno, convocados por la Junta Suprema y presididos por el Poder Ejecutivo de ella, que lo formaban don José Miguel Pey, como Vicepresidente; don Jerónimo de Mendoza y Galvis, don Juan Nepomuceno Lago y don José Acevedo Gómez, como secretarios de Estado. Puestos en pie todos los concurrentes y teniendo Pey un crucifijo en la mano, tomó a los representantes la solemne promesa en los siguientes tér- ¿ Juráis sostener y defender en toda su pureza la Santa Religión Catóhca, Apostólica, Romana, única y exclusi- lis CONSTITUCIONES vamente verdadera, hasta derramar la última gota de sangre por la conservación, exaltación y esplendor de la fe que profesa nuestra Santa Madre la Iglesia; defender el misterio de la Concepción Inmaculada de María Santísima; defender y sostener los derechos que a la Corona tiene por los votos de la nación el señor don Fernando VII, siempre que pueda gobernar libre de todo influjo de la Francia o de cualquiera otro poder que lo tiranice, y siempre que lo haga arreglado a la Constitución que establezcan las Cortes generales del Reino sin deprimir los derechos y la representación de este Nuevo Reino de Granada; defender y sostener los de la libertad e independencia de este mismo Reino, y particularmente los de esta Provincia, sin reconocer la pretendida autoridad del Consejo titulado de Regencia, ni la de las Cortes figuradas por el Consejo mismo de la Isla de León o en Cádiz, ni ninguna otra que no sea libremente constituida por los pueblos con la igualdad que inspira la naturaleza y prescribe el Derecho de Gentes; dedicaros con todos vuestros esfuerzos a desempeñar cumplidamente la representación que os han conferido los pueblos de esta Provincia, dándoles una Constitución capaz, en cuanto lo permita el entendimiento humano, de asegurar su libertad y felicidad, estableciendo el mejor orden posible en todas las cosas, según las actuales circunstancias; y recibida, adoptada y sancionada la Constitución, proceder con arreglo a ella imparcialmente sin respetos de familia o amistad y sin interés alguno a la elección de los ciudadanos que en conciencia os parecieren más capaces de ejercer con utilidad pública las altas funciones de Legislatura, Gobierno y Judicatura de esta Provincia? Haciendo una reverencia casi hasta tocar el suelo, prestaron la solemne promesa todos los vocales de aquella augusta Corporación, primera de las que han contribuido a la formación de nuestro Derecho Constitucional. En seguida se procedió a la elección de dignatarios. Nótase ya en el espíritu de este juramento un avance casi imperceptible, si se quiere, hacia la verdadera independencia. La condición de que gobierne Fernando VII D E C O L O M B I A 119 con arreglo a la Constitución y sin deprimir los derechos y la reprc'icntación del Nuevo Reino de Granada, cuya libertad e independencia habrán de defender y sostener los vocales, con exclusión de los Consejos de Regencia españoles, y el reconocimiento de que las Cortes deben ser constituidas por el pueblo conforme al Derecho de Gentes, palabra prohibida en la colonia y materia cuyo estudio se castigaba tan severamente, son frases, o mejor dicho reticencias, que indican el principio del desarrollo de una idea que venía germinando de tiempo atrás, pero a la cual aún no parecía prudente darle forma práctica. La Comisión encargada por la Junta Suprema de Santafé para redactar el proyecto de Constitución, había empezado sus trabajos desde varios días antes de la instalación del Colegio Electoral. Los que más asiduamente colaboraron en esta importante tarea fueron don Jorge Tadeo Lozano y don Luís Eduardo de Azuola. El 6 de marzo volvió a reunirse el Colegio para empezar la discusión del proyecto elaborado por estos dos patricios, y de otro preparado por el señor Castillo Rada, ambos examinados detenidamente por la Comisión compuesta de los diputados Caicedo y Flórez, Moya y Camacho Quesada. Se optó unánimemente por el primero, después de largo debate, con algunas adiciones de don Miguel de Tobar, sin desechar el otro en absoluto, pues que se tuvo siempre a la vista en el curso de las sesiones, y aun se tomaron de él algunos puntos. En seguida quedaron sentadas las dos bases principales e invariables sobre que habría de procederse en la expedición del Código Fundamental, a saber: la profesión solemne de la Fe Católica, Apostólica, Romana, y el reconocimiento de Fernando Vil para que, con el título de Rey de los Cundinamarqueses, entrara a ejercer vitaliciamente el Poder Ejecutivo, "bajo pacto y juramento de observar inviolable- 120 CONSTITUCIONES mente la Constitución", en la cual habria de establecerse, como principio fundamental, el Gobierno constitucional y representativo, con la debida separación de los tres Poderes Legislativo, Ejecutivo y Judicial. Estas dos bases, acordadas unánímente, dan clara idea de los principios y tendencias de nuestros patriotas en los primeros momentos de la emancipación política. Ante todo, el reconocimiento y defensa de la Religión Católica, que ya se había jurado en la instalación de este Colegio y en la del malogrado Congreso del año anterior, lo mismo que en el Acta de Independencia. Y luego, el reconocimiento de Fernando VII como Rey de Cundinamarca. Queríase, pues, conservar pura la tradición de los principios católicos que aún hoy felizmente profesan los colombianos, y establecer una monarquía constitucional representativa, términos que aunque parecen contradictorios, trataron de amalgamarse para conciliar el respeto inveterado del bajo pueblo al monarca y las ideas y aspiraciones de las clases superiores. La independencia no implicaba en sus principios un cambio radical en la forma de gobierno, un paso repentino a la absoluta democracia. En este punto ha solido hacerse confusión en la historia. Aquella fue la forma adoptada por los patriotas desde el 20 de Julio, y sus razones bien poderosas tendrían para ello: la verdadera República, independiente y soberana, no vino a quedar constituida sino a mediados de 1812 por la Carta Fundamental que en esta compilación insertamos. Continuó sus sesiones el Colegio Electoral de Cundinamarca, dedicado exclusivamente al estudio del proyecto de Constitución. En aquella respetable Asamblea, primera y acaso de las más importantes en nuestra historia, reinó siempre una armonía, un respeto, una uniformidad D E C O L O M B I A 121 de pareceres, dignos de quienes allí ocupaban asiento, y muy envidiables por cierto en los tiempos que corren. Las cuestiones que dieron origen a mayor estudio y más larga discusión fueron: la de libertad de imprenta; duración del período presidencial y época en que pudiera revisarse la Constitución; incapacidades para el desempeño de funciones públicas; indultos; organización de las corporaciones representativas y modo de proceder criminalmente contra sus miembros; destitución o residencia de los funcionarios públicos; sistema penal y procedimientos criminales; instrucción pública, y elecciones. En los largos debates a que estas cuestiones dieron lugar, quienes más lucieron sus talentos, su recto criterio y sus vastos conocimientos jurídicos, particularmente del Derecho público externo y de la historia de la jurisprudencia, fueron los abogados Lozano, Azuola, Tobar, Castillo Rada, Torres, Gutiérrez Moreno y Alvarez del Pino, y los insignes teólogos doctor Caicedo Flórez y el Padre agustino Moya. Alguna vez se concedió el uso de la palabra al Procurador General del Cabildo, don Camilo González Manrique, quien disertó con dialéctica de profundo jurisconsulto. Y como no se perdía el tiempo en estériles discusiones, ni en autobiografías, ni en agrias recriminaciones, bastaron veinte días de doble sesión para terminar la obra. El 30 de marzo quedó sancionada la Constitución bajo la firma de todos los diputados, y el 4 de abril la promulgó don Jorge Tadeo Lozano de Peralta en nombre de Fernando VII, como Presidente de Cundinamarca que acababa de ser elegido, "Vicegerente de la persona del Rey", y sus dos secretarios, don Manuel Camacho y don José Acevedo Gómez. Entre otras particularidades de forma tiene esta Constitución la de que la numeración de cada uno de los ca- 122 CONSTITUCIONES torce Títulos en que está dividida vuelve a empezar desde el número primero en cada uno: el sistema de la numeración continuada no era aplicado en aquel tiempo. Tampoco hay en el preámbulo invocación alguna al nombre de Dios, como la tienen las demás Constituciones que se han dado por diputados católicos. Eranlo fervientes los de 1811; pero quizá hubo descuido o ignorancia en este particular. Como el modelo había sido la de los Estados Unidos, es bien curiosa y digna de estudio la combinación de cánones republicanos con principios monárquicos que en ella se encuentra, mezclada con un exceso de reglamentación que la hace demasiado extensa y difusa. Sea de ello lo que fuere, y aun por sus mismos defectos, este Código Fundamental, primera expresión libre de los pueblos oprimidos y primer eslabón de la cadena del Derecho Constitucional colombiano, merece ocupar lugar preferente en nuestra historia, por lo cual no hemos vacilado en darle cabida en esta compilación.