¿Cuánto nos dura el descanso?

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SÁBADO 1 DE FEBRERO DE 2014
¿Cuánto nos dura el descanso?
Para que no se esfumen en pocos días las energías renovadas, es clave desarrollar estrategias personales
que permitan aterrizar suavemente de las vacaciones. SEBASTIÁN RÍOS, LA NACIÓN DE BUENOS AIRES (GDA)
¿U
actividades, las realiza en forma
más consciente, las saborea y tiende a evitar el multitasking y la hiperconectividad”, plantea.
Un aterrizaje suave
CHRISTIAN IGLESIAS
na semana?
¿Diez días? Gabriel Mercado
trata de estimar
cuánto le duró el
descanso y el relajo obtenidos durante sus vacaciones. Tempranero,
se había ido en diciembre y volvió
el 2 de enero. Ahora ya casi nada
queda de aquella frescura típica
entre los que vuelven a la oficina
con el color de verano en el rostro:
“Es complicado reintegrarse, porque todo lo que uno dejó cuando se
fue, todos los problemas y cuestiones laborales, lo esperan a uno a la
vuelta —cuenta Gabriel, de 33
años—. Uno se desenchufa durante las vacaciones, no responde
mails, trata de usar lo menos posible el teléfono celular, pero así todo se acumula y a la vuelta el escritorio está lleno de cosas apiladas”.
En tiempos de vacaciones fraccionadas, el regreso enfrenta a los
ex veraneantes con la necesidad de
reinsertarse en la rutina (laboral,
familiar, social). Algunos lo hacen
entusiasmados con nuevos proyectos por comenzar y otros con
no muchas ganas, pero con energías renovadas. Pero en todos los
casos, la pregunta persiste: ¿cuánto dura el descanso obtenido y
cuándo el estrés de la rutina comienza a hacer nuevamente mella
en nuestras ganas? Las respuestas
son individuales y dependen en
gran medida del contexto que espera a quien retorna, pero también
de las estrategias que se ponen en
juego para lograr un aterrizaje lo
más amable y suave posible.
“La alegría —a veces euforia— y
distensión posvacacional no duran
más de dos semanas, a veces menos. ¿Por qué tan poco? Se espera
de las vacaciones que permitan recuperarnos del año de trabajo, pero no siempre es así”, afirma Roberto Sivak, docente de Salud
Hay que
buscar
aquellas cosas
que hicieron
de las
vacaciones un
momento de
descanso,
para tratar de
reproducirlas
o adoptarlas
en la vuelta a
la rutina.
Mental de la Universidad de Buenos Aires (UBA), que advierte que
el logro de bienestar depende del tipo de vacación lograda, el aprendizaje de hábitos saludables y la gradualidad en retomar el trabajo. “El
tiempo entre el retorno de las vacaciones y la vuelta al trabajo suele
ser muy breve y habitualmente no
se reflexiona para replantearse
prioridades de modo más saludable
antes de volver a trabajar —dice—.
La reacción suele ser cargarse de
ansiedad, angustia y tristeza”.
Es cierto que las responsabilidades no perdonan: están ahí, agazapadas detrás de la puerta de casa o
de la oficina, esperando nuestro regreso. Pero, muchas veces, somos
nosotros mismos quienes cedemos
a nuestra propia vorágine interior
que nos impulsa ciegamente a zambullirnos en la rutina y a dejar el
descanso y el relajo en el armario.
“El tiempo que dura ese estado
de descanso y relax con que uno
vuelve de las vacaciones depende
de factores propios y ambientales
—retoma Sivak—. A veces, se acumula el trabajo durante esos días o
se espera a que uno regrese para
tomar decisiones delicadas, lo que
puede llevar a un impacto con peso
estresante que relativice el efecto
benéfico de las vacaciones”.
“En cuanto al peso de los hábitos
poco saludables, este es un factor
personal que puede ser modificado”, agrega Sivak. Hábitos poco
saludables, conductas estresantes... Hagamos una breve lista de
viejos conocidos: irse de vacaciones dejando temas pendientes que
irremediablemente deberán ser resueltos apenas uno vuelva; volver
la noche anterior al día en que uno
debe reincorporarse al trabajo, tratando de aprovechar hasta el último minuto; abrir esa misma noche
la casilla de mail y revisar todo su
contenido; llenar la agenda de las
primeras jornadas laborales con
todas las reuniones y actividades
que quepan (¡y más!), aun cuando
se trata de asuntos que pueden esperar unos días; posponer actividades sociales y encuentros familiares porque ahora, lo que hay que
hacer, es ponerse a trabajar...
Sivak señala lo común que son
“las exigencias de recuperar el
tiempo o el dinero de manera obsesiva y con culpa, recargándose de
obligaciones y desechando los planes de vivir mejor que se habían
hecho a la orilla del mar”.
El psiquiatra y psicoterapeuta
cognitivo Enrique De Rosa propone hacer el ejercicio consciente de
buscar aquellas cosas que hicieron
de las vacaciones un momento de
descanso, para tratar de reproducirlas o adoptarlas en la vuelta a la
rutina. “Las vacaciones suelen tener en común un estilo más lento,
aun cuando lo que se haga en ellas
sean deportes de alto rendimiento.
Uno se toma un descanso entre las
Las estrategias que se ponen en
juego a la vuelta de las vacaciones
para evitar el estrés inmediato son
muchas, y cuanto más personales,
mejor. Sin embargo, el denominador común es el concepto de soft
landing o aterrizaje suave. “Desde
hace unos años trato de no regresar
al trabajo con todo de un día para el
otro, sino tratar de hacerlo paulatinamente”, cuenta Florencia Sabatini, de 39 años, gerente de comunicaciones de Google Argentina.
“Trato de no agendarme muchas
reuniones en la primera semana,
para ir incorporándome a mis tareas en forma progresiva. Por otro lado, aprovecho que la ciudad está
con menos tránsito y que mi viaje
al trabajo es más corto para levantarme un poco más tarde. Además,
como el día es más largo y hay luz
hasta tarde, hago actividades con
mis hijos cuando vuelvo del trabajo: ir a la piscina, a jugar a la plaza.
Y los fines de semana, trato de organizarme programas fuera de la
ciudad. Esto me permite seguir teniendo el sabor de las vacaciones
durante el fin de semana; es una
manera de prolongar su efecto”.
Como quien es poseedor de una
fórmula exitosa, Emilio Sala, de 43
años, que se dedica a la comunicación institucional, comenta:
“Cuando volví de las vacaciones,
una de las cosas que me permitió
mantener esa situación de relax es
que durante los primeros días, fuera del trabajo, apagaba el celular y
me dedicaba a hacer deporte o a leer. Sabía que no había nada de urgencia en estos días que implicara
estar conectado todo el tiempo”.
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