Educación general: definiciones, evolución, paradigmas epistemológicos y futuro Waldemiro Vélez Cardona, Ph.D. UNIVERSIDAD DE PUERTO RICO RECINTO DE RÍO PIEDRAS FACULTAD DE ESTUDIOS GENERALES Este folleto se diseñó y fue impreso en los talleres del CRET de la FEG en agosto de 2012 Educación general: definiciones, evolución, paradigmas epistemológicos y futuro Waldemiro Vélez Cardona, Ph.D. Notas ©2012 Derechos Reservados San Juan, Puerto Rico generales.uprrp.edu [email protected] Autorizado por la Comisión Estatal de Elecciones CEE-SA-12-11065 Mensaje del Decano Nos complace poder dar a conocer este escrito sobre la Educación General, con el cual damos inicio a lo que esperamos sea una serie de publicaciones sobre tan importante tema. Nos anima el propósito de contribuir al conocimiento y promover el debate académico sobre el estado de la Educación General en la actualidad. De igual manera deseamos que nuestra comunidad universitaria entre en contacto con las ideas y nociones fundamentales que orientan la discusión acerca de esta importante rama del conocimiento, y que en gran medida constituye la raison d’étre de nuestra Facultad. El texto que aquí presentamos será provechoso tanto para el diletante como para los duchos en la materia. En el mismo se ofrecen respuestas plausibles a varias de las interrogantes que se han planteado en torno a la pertinencia de la Educación General en este umbral del siglo 21, y resalta, hoy más que nunca, la actualidad de la misma frente a los nuevos retos que enfrentan nuestras sociedades. El lector encontrará aquí una síntesis adecuada de las diversas interpretaciones que sobre la Educación General han formulado sus principales precursores. Su autor, el Catedrático Waldemiro Vélez, Doctor por la Universidad Autónoma de Barcelona y profesor del Departamento de Ciencias Sociales de nuestra Facultad, es una de las personas que más tiempo ha dedicado durante los últimos años al estudio del tema en cuestión. Su trabajo plantea propuestas audaces para acercarnos al conocimiento y a la visión de la Educación General dadas las nuevas circunstancias que gravitan sobre el mundo universitario en este nuevo siglo. Con la publicación de este trabajo reafirmamos nuestro compromiso y el de nuestra Facultad con la Educación General como base indefectible del conocimiento cultural necesario en la formación integral de nuestros estudiantes. Luis A. Ferrao, Ph.D. Decano Las opiniones e ideas contenidas en esta publicación son de la responsabilidad exclusiva del autor; las mismas no representan necesariamente las opiniones, posturas o posición ni de la Facultad de Estudios Generales ni del Recinto de Río Piedras de la Universidad de Puerto Rico. Educación general: definiciones, evolución, paradigmas epistemológicos y futuro Waldemiro Vélez Cardona, Ph.D., Catedrático Departamento de Ciencias Sociales, Facultad de Estudios Generales Introducción Hay distintas maneras de estudiar y comprender la educación general. En este escrito nos centraremos en cuatro aspectos: las definiciones, la evolución, los paradigmas epistemológicos y sus perspectivas de futuro. Estos asuntos nos parecen de gran relevancia, al menos, por dos razones: una, porque sin un entendimiento sobre ellos es difícil tener una conversación informada y productiva; y la otra, porque las políticas universitarias en torno a la educación general siempre parten de cómo la definimos, desde qué paradigmas la abordamos y con qué perspectiva histórica evaluamos su futuro. Con frecuencia las definiciones parten de contextos históricos diferentes y de paradigmas epistemológicos encontrados. No siempre estos se hacen explícitos y por eso se nos hace difícil ubicar las definiciones y recoger de ellas lo valioso que pudieran tener. Definir lo que entendemos por educación general ha sido un asunto sumamente controvertido en el pasado, y lo sigue siendo en el presente. Nuestra intención, precisamente, es empezar por el aspecto más crítico en los debates sobre educación superior, que es su concepto mismo, y cómo la manera de definir, condiciona el enfoque, el desarrollo y los problemas de implantación y evaluación de esta modalidad curricular. En la medida en que se puedan hacer explícitos los fundamentos epistemológicos y los propósitos sociales que guían la educación general que pretendemos implantar, podremos entender mejor sus posibilidades y sus limitaciones, evaluar su praxis educativa en la experiencia de estudiantes y profesores, así como proponer nuevas y mejores estrategias para su desarrollo y continua renovación. Definiciones de educación general Aunque existe cierto consenso en que el término educación general no fue parte de las discusiones curriculares en los Estados Unidos hasta por lo menos 1828, año en que se debaten las “ventajas de la educación general” en el American Journal of Education (Vol. III, 1828, p. 241), dicho concepto venía germinando desde el siglo XVIII. Según Baker (1947, p. 153), derivando su objetivo universal del propósito religioso de los puritanos, el concepto de educación general se fue desarrollando para satisfacer otros propósitos que son esenciales para convertir en realidad el sistema de educación universal. De Benjamín Franklin adquirió el propósito práctico, la necesidad de relacionar la educación con la vida y los propósitos de los estudiantes. De Thomas Paine la sustitución del control de la autoridad por el control de la razón. Samuel H. Smith (1798) contribuyó con la idea de que el concepto de educación general debía ser flexible y cambiar con los tiempos, así como desarrollar estudiantes capaces de lidiar con problemas cambiantes. Para Clarence H. Faust y otros (1951, p. 56), el término educación general, al igual que términos trascendentales como libertad, igualdad y democracia, ha adquirido una gran cantidad de significados, incluyendo algunos que son irreconciliables entre sí. Para Baker (1947, p.3), a medida que el interés por la educación general creció, los educadores comenzaron a enfocar su atención en conseguir una definición adecuada para el concepto. Según este autor, nadie sabía lo que la educación general era, excepto de forma vaga, pero muchos educadores compartían el sentimiento de que la educación general, una vez definida y aceptada, iba a proveer la solución a los problemas que trajo la Gran Depresión que ni la educación liberal ni la vocacional habían resuelto. Todavía en el 1977, la Carnegie Foundation for the Advancement Of Teaching, en un trabajo titulado Missions of the College Curriculum, afirmaba que ningún concepto curricular es tan fundamental para el quehacer de las universidades norteamericanas como el de educación general; y ninguno se encuentra más lejos que éste, de un acuerdo general sobre su significado (p. 164). (Traducción libre) Cuatro años más tarde, en 1981, Ernest Boyer y Arthur Levine afirman que la confusión no ha cedido y comparan la educación general con el cuarto extra de muchas casas, el cual al no tener un propósito definido, se usa para cualquier cosa. (Maldonado Rivera, 1983, p.7). Los problemas con la definición de la educación general se agravan debido a la confusión que existe entre ésta y la educación liberal. Según Miller (1988, pp. 182-183), la educación general y la educación liberal están separadas por supuestos fundamentalmente diferentes. La confusión entre ambos se debe a dos circunstancias: 1) la variedad de significados que las personas le han adscrito a la educación general a través de los años, y, 2) las maneras en que la educación general ha cambiado en el siglo XX. De hecho, para algunas personas el principal propósito de la educación general inicialmente era añadir coherencia a la estructura del currículum y el de proveerle un conjunto de conocimientos comunes a todos los estudiantes (core). Para las personas que continúan utilizando esta limitada definición, había un gran traslapo entre la educación general y la educación liberal, en la medida en que ambas compartían estos dos objetivos. Para Flexner (1979), la educación general inicialmente sólo era un movimiento de reforma; bajo la influencia de Dewey y los instrumentalistas, sin embargo, la educación general eventualmente tomó otros objetivos y otros supuestos y se convirtió, no en una reforma de la educación liberal, sino en el reemplazo de ésta. Las diferencias entre la educación general y la educación liberal se pueden describir de varias maneras. Flexner (1979) citó la distinción que hizo Taylor entre los supuestos racionalistas de la educación liberal y los supuestos instrumentalistas de la educación general, así como Morse (citado en Miller, 1988, p. 183) contrastó los métodos lógicos de la educación liberal y los métodos psicológicos de la educación general. James Rice (1972, citado en Miller, 1988, p. 183) distingue entre la orientación esencialista de la educación liberal y la orientación existencialista de la educación general. La educación liberal, basada en los supuestos racionalistas, orientada hacia el esencialismo y basada en los métodos de la lógica, se preocupa por las ideas en abstracto, con la conservación de las verdades universales y con el desarrollo del intelecto. La educación general fundada en los supuestos instrumentalistas, orientada hacia el existencialismo y basada en los métodos psicológicos, se preocupa por la experimentación y la solución de problemas mediante la acción individual y social, con problemas del presente, del futuro y con el desarrollo del individuo. Las diferencias entre ambas, como hemos visto, son sin duda muy marcadas y, por lo tanto, no deben confundirse. Para acercarnos al concepto de educación general es preciso reconocer que la palabra “general” usada en la frase “educación general” tiene varios significados dentro de la frase. En primer lugar, hace referencia a una educación que esté disponible para todos o a todos los que sea posible, de nuestros ciudadanos (la generalidad de las personas). El segundo significado tiene que ver con la naturaleza de la educación provista, es decir, identifica una cualidad inherente de dicha educación. ¿Cuál es esa cualidad? Es la validez universal -una educación útil para todo el que la posea, en todas las épocas y bajo cualquier circunstancia (Wriston, 1934,p. 1). Además, en términos de contenido, es general porque elude la especialización que los estudiantes ya tendrán la oportunidad de adquirir más tarde. Por fin, la etimología nos enseña que general deriva del radical gen en latín y griego, deformación del sánscrito ja, Jan, por lo que tal palabra, que está emparentada con genital, génesis, generar, progenitor, remite a engendrar, a hacer nacer. Lo general, en esta última acepción es, pues, lo que engendra, lo que genera o hace nacer. ¿Qué se genera? ¿Qué nace? Cultura. Pues ésta no está ahí, como una cosa dada, que bastaría recoger, aprehender, sino como organismo en proceso de engendrar cada vez nuevas ciencias, nuevas artes, nuevas costumbres, nuevas actitudes ante las ciencias y las artes. Hacerse cargo de la cultura es participar en este proceso de continuada génesis. (Echeverría Yáñez (1998, p.60-61). Si bien es cierto que ha habido muchos esfuerzos por definir la educación general, hay algunos que me parece que sintetizan bastante bien a todos los demás. En primer lugar, Miller (1988) afirma que la educación general es un programa comprensivo elaborado conscientemente que desarrolla en el estudiante individual la actitud de búsqueda, las destrezas para solucionar problemas, los valores individuales y comunitarios asociados a una sociedad democrática, y el conocimiento que se necesita para aplicar esas actitudes y valores que el estudiante mantiene en el proceso de aprendizaje; a lo largo de su vida, participando activamente y comprometido con los cambios que deben darse en todo proceso democrático. En una dirección similar se expresa Quintero (s.f., 15). Para él, la educación general debe mirarse desde varios puntos de vista. Desde el punto de vista de la persona, es aquella educación que encamina al estudiante hacia el logro mayor de sus capacidades de expresión, reflexión, apreciación, deliberación y convivencia. Desde el punto de vista del saber, introduce al estudiante en el examen crítico de las mejores situaciones que ofrecen las Ciencias Sociales, las Humanidades y las Ciencias Naturales. Ambos aspectos se interrelacionan, ya que el saber es expresión del hombre y por lo tanto formativo de los hombres. La persona y el saber se dan en un contexto social, en nuestro caso en una sociedad en rápida transformación. Este contexto afecta las actitudes y motivaciones de estudiantes y maestros. De esas actitudes y motivaciones, de esa circunstancia histórica, hay que partir; pero no meramente como dato para responder pasivamente, sino pensando en un ideal de persona y sociedad. Por lo tanto, toda definición de educación general está estrechamente ligada al concepto de libertad humana y de sociedad libre que se sustente. En nuestro caso, el ideal es la persona libre en una sociedad libre, aquella que propulsa el desarrollo progresivo de las facultades de expresión, reflexión y deliberación. En estas definiciones educación general y democracia están imbricadas profundamente. Por su parte, Kanter, Gamson y London (1997, pp. xxi-xxii), plantean que la educación general es el conjunto organizado de actividades designado para promover el pensamiento crítico y las destrezas de escritura, el conocimiento de las artes liberales y la responsabilidad personal y social. Planteada en sus términos más amplios, la educación general es aquella parte del currículum que enseña tanto las responsabilidades cívicas y el valor de las artes, las ciencias y las humanidades. En una era de creciente especialización la educación general es con frecuencia vista como un correctivo de la estrechez de la concentración de un currículum ocupacional o profesional, proveyendo ambos, un conjunto (core) común de conocimientos y una ampliación (breadth) de los conocimientos y las destrezas. (Traducción libre). Manuel Maldonado Rivera (1983, pp. 18-19), afirma que la educación general es aquella parte de los programas de estudio sub-graduados dirigida a proveerle al estudiante una formación amplia más allá de la especialización y de los cursos directamente relacionados con ésta. Esta definición supone que un programa de estudios sub-graduado se compone de cuatro partes: la educación general, la especialización, los cursos asociados a la especialización y las electivas. La educación general es lo que la institución entiende que todos sus estudiantes, en tanto seres humanos en una sociedad y momento histórico determinado, deben aprender. Según George J. Bergman (1947, pp. 460-468, citado en Rattigan,1952, p.54), las diferentes definiciones y significados de la educación general caen dentro de 11 categorías diferentes: 1) educación que contribuye al ajuste del individuo a su ambiente; 2) educación que nos prepara para las necesidades y problemas de la vida; 3) educación para la ciudadanía responsable; 4) educación para la acción inteligente; 5) educación que tiene que ver con el individuo en su conjunto y con toda su personalidad, 6) educación para la disciplina intelectual; 7) educación en la que se evita la especialización; 8) educación que provee para la unidad e integración del conocimiento humano; 9) educación que enfatiza en los principios generales; 10) educación para la cultura y el conocimiento básico; 11) educación que enfatiza el progreso científico. Tal vez un aspecto poco elaborado en las definiciones anteriores, y que a nuestro juicio debe destacarse significativamente, se refiere al papel de la educación general en el proceso de encontrar las conexiones entre las diversas áreas del saber y entre éstas y la conducta de las personas. Para nosotros, la educación general universitaria es el componente del currículo que enfatiza tanto en la importancia de las disciplinas como en su insuficiencia y limitaciones para la producción de conocimientos. Además, -y tal vez sobre todo- promueve activa y deliberadamente las conexiones entre las diversas áreas del saber, así como el entendimiento de las razones históricas de su parcelación (disciplinarización) y los efectos que esto ha tenido y tiene en los procesos de aprendizaje y producción cultural. De ahí que se propone propiciar la revinculación holística de los saberes, reconociendo la complejidad de nuestra existencia y la unidad intrínseca de todos los elementos que la configuran y posibilitan (biológicos, socioculturales, medioambientales, físicos, emocionales, espirituales, etc.). Por eso debe incorporar la transdisciplinariedad como la estrategia más adecuada para producir aprendizajes, conocimientos, cultura, acciones y maneras de vivir y ser que produzcan el mayor bienestar individual y sobre todo colectivo. La educación general se caracteriza por propiciar el surgimiento de un nuevo tipo de inteligencia, fundada en un equilibrio entre la inteligencia analítica, los sentimientos y el cuerpo; reconciliando la efectividad y la afectividad (Nicolescu, 1998, p. 4), y auspiciando siempre el más pleno desarrollo de las capacidades humanas. En fin, la educación general: • • • • comprende al ser humano en su unidad integrada (consigo mismo y con su entorno). comprende al conocimiento en su unidad epistémica comprende a la realidad en su complejidad y unidad indisoluble y articula esa triple comprensión por medio de la transdisciplinariedad Como habrá podido apreciarse, el definir la educación general ha sido un asunto muy complejo y controvertido. Nuestra intención no ha sido ofrecer la definición más adecuada, ni mucho menos la definición final que resuelva las controversias, sino dar cuenta de los elementos epistemológicos, sociales y políticos más frecuentes en el debate. Este primer aspecto de conceptuar o definir la educación general supone una comprensión de los contextos históricos en que aparece, se desarrolla, se cuestiona y sigue debatiéndose. Ahora presentamos algunos hitos importantes en la evolución y desarrollo de la educación general. No nos detendremos mucho en ninguno de ellos para no hacer demasiado extenso el texto. Sin embargo, unos momentos y autores se verán privilegiados sobre otros, lo que es producto de nuestra propia concepción de lo que ha sido y debe ser la educación general. Hitos fundamentales en la evolución de la educación general y algunos de sus principales exponentes La educación general, como cualquier otra forma de enseñanza-aprendizaje, puede ser rastreada a la Grecia antigua y a la Roma que le sucedió, si nos mantenemos en el ámbito del hemisferio occidental. De entrada reconocemos el sesgo occidentalista de este escrito, tanto por de-formación intelectual e ignorancia, como por mi profunda admiración y respeto por culturas no-occidentales que tanto han aportado a la educación y al conocimiento de la humanidad. En la medida en que su incorporación requiere un conocimiento que apenas estoy comenzando a desarrollar y un abordaje más detenido y elaborado que el que el espacio y los fines de este ensayo proveen, lo posponemos para un próximo trabajo. Ubicados en el ámbito occidental se hace preciso comenzar con Aristóteles. Según él, y citamos: Cuando se quiere llegar a ser un hombre entendido en la práctica o la teoría, es preciso caminar hasta lo general, hasta lo universal y conocerlo tan profundamente cuanto sea posible, porque, como ya hemos dicho, lo universal es a lo que se refieren todas las ciencias. 10 Moral a Nicómaco Como pudimos constatar en la cita anterior, Aristóteles identifica a lo general con lo universal, lo que viene a ser el objeto de todas las ciencias. La necesidad de llegar o partir de lo general ha sido una preocupación perenne en la historia de la humanidad, partiendo del entendido de que lo general apela a lo básico o fundamental, al entendimiento de la relación de todo con todo, de manera orgánica, antes, y de manera compleja y con frecuencia caótica, ahora. Ya en tiempos de la ilustración y en los albores de la modernidad, me parece que Pascal hace unos planteamientos que son fundamentales para entender lo que queremos plantear cuando nos referimos a la educación general. Según Pascal: …siendo las cosas causadas y causantes, ayudadas y ayudantes, mediatas e inmediatas, y todas entretejiéndose por un lazo natural e insensible que liga las más lejanas y las más diferentes, yo considero imposible conocer las partes sin conocer el todo, tanto como conocer el todo sin conocer particularmente las partes. (Pascal, [1656] 1940) El estudio de la relación entre el todo y las partes siempre ha sido parte fundamental de la educación general. Aquella que reconoce a las partes o fragmentos del conocimiento en el contexto de las disciplinas y procura ubicarlas en un contexto mayor, general, que podemos identificar con el todo, al entender la necesidad de integración de los saberes para acercarnos al entendimiento de lo que nos rodea y de lo que formamos parte indisoluble. Es decir, a lo que estamos unidos en cuerpo y alma. Visto esto aquí como postura epistemológica, además de cómo sabiduría popular recogida en diversos medios (pinturas, poemas, refranes, canciones y serenatas, entre muchos otros). 11 Tal vez el primer insistente reclamamos por una educación general a nivel universitario lo podemos encontrar en la obra de F.W. Joseph Schelling, Lecciones sobre el método de los estudios académicos (1802/1984). El joven, cuando al comienzo de su carrera académica, penetra por primera vez en el mundo de las ciencias, cuanto más sentido y afición tiene por el Todo, tanto más obtiene la impresión de un caos en el que no diferencia nada todavía, o la de un vasto océano al que él se ve trasladado sin brújula y sin estrella polar... Es, pues, necesario que se impartan clases, generales, públicamente, en las universidades, sobre el fin, el método, la unidad y las materias especiales del estudio académico. A la formación específica en una sola rama tiene que preceder, por lo tanto, el conocimiento del todo armónico de las ciencias; aquel que se consagre a una ciencia determinada, tiene que conocer el lugar que ésta ocupa dentro de ese todo… (pp. 65-67). Sólo lo general por antonomasia es la fuente de las ideas, y las ideas son lo vivo de la ciencia. Aquel que conoce su disciplina particular únicamente como particular, y no es capaz de reconocer lo general en ella, ni de integrarla en la expresión de una formación universal-científica, es indigno de ser profesor o guardián de las ciencias. (pp. 81-82, énfasis suplido) La idea central de Schelling gira alrededor del concepto de ciencia y de su unidad. Para él la ciencia no es más que un reflejo de lo absoluto, es una forma de un todo orgánico, a pesar de sus múltiples ramificaciones. Es imposible llegar a un conocimiento de cada ramificación de la ciencia por separado sin tener en cuenta las conexiones que ésta tiene con este todo orgánico, por lo que una enseñanza bien impartida sólo puede darse desde un conocimiento real y verdadero de la conexión viva de todas las ciencias. De lo anterior se deriva su crítica de las disciplinas, de lo que él denomina el “desmenuzamiento” del saber, y a la especialización que provoca que el saber esté como “perdido”. Según él, es en lo General donde encontramos las conexiones necesarias para reconfigurar el saber continuamente. Por eso critica a los profesores que se atrincheran 12 en “sus disciplinas”, porque lo que harán finalmente será alejarse del saber. Esta crítica a la especialización y a los problemas que presenta la parcelación del conocimiento sienta las bases para la propuesta de Ortega y Gasset, como veremos enseguida. En su obra, la importancia de las conexiones y las nefastas consecuencias de la especialización resaltan ostensiblemente, tan temprano como en el 1914, en Las Meditaciones del Quijote (1914/1960). El Amor es un divino arquitecto que bajó al mundo según Platón, “a fin de que todo en el universo viva con conexión”. La inconexión es el aniquilamiento. El odio que fabrica inconexión, que aísla y desliga, atomiza el orbe y pulveriza la individualidad. En la Misión de la Universidad de 1930 (1930/1976) Ortega añade: Todo aprieta para que se intente una nueva integración del saber, que hoy anda hecho pedazos por el mundo…. La necesidad de crear vigorosas síntesis y sistematizaciones del saber para enseñarlas en la “Facultad” de cultura irá fomentando un género de talento científico que hasta ahora sólo se ha producido por azar: el talento integrador. (pp. 79-80) Para alcanzar esto es necesaria una profunda reforma de la universidad. Afirma Ortega: La universidad consiste, primero y por lo pronto, en la enseñanza superior que debe recibir el hombre medio. Hay que hacer del hombre medio, ante todo, un hombre culto -situarlo a la altura de los tiempos. Por tanto, la función primera y central de la universidad es la enseñanza de las grandes disciplinas culturales. Estas son: 1) Imagen física del mundo (Física). 2) Los temas fundamentales de la vida orgánica (Biología). 3) El proceso histórico de la especie 13 humana (Historia). 4) La estructura y fundamento de la vida social (Sociología). 5) El plano del universo (Filosofía). (P. 59) Esa facultad de cultura es una facultad de educación general. En donde se habrán de impartir cursos que aborden las diversas manifestaciones de la cultura y, sobre todo, la particular y compleja relación que existe entre ellas. Además, jugará un papel esencial en la integración de los saberes y en el preparar a los estudiantes para enfrentar y cambiar sus circunstancias. Es decir, para asumir plenamente las responsabilidades de la ciudadanía en una sociedad democrática. Un individuo que sea inspirado por el amor, respetando y valorando la estrecha relación que existe en él y otros individuos, y entre él y el mundo que le rodea. Sobre este particular también se expresa Robert Maynard Hutchins, quien fuera presidente de la Universidad de Chicago de 1929 a 1951 y uno de los principales propulsores de la educación general en los Estados Unidos. Por lo menos de una de las modalidades de ésta. Veamos. We might see again the connections of ideas, and thus of subject matters. We might recapture the grand scheme of the intellect and the unity of thought.…the result of general education should be clear and distinct ideas; the end of university training, some notion of humanity and its destiny; and the aim of scholarship, the revelation of the possibilities of the highest powers of mankind. (No Friendly Voice, 1936a, p.32). Para lograr lo anterior, Hutchins proponía el establecimiento de una facultad de educación general. Según dicho autor, el currículum de educación general debe consistir de las grandes obras del mundo occidental y de las artes de lectura, escritura, pensamiento y habla, junto a las matemáticas, las que representan el mejor ejemplo del proceso de razón humana. Los estudiantes y profesores pueden adquirir, por medio de este curso de estudios, 14 un conjunto común de ideas (inventario) y métodos comunes para lidiar efectivamente con ellos. De esa forma todas las necesidades de la educación general en los EE.UU. podrán ser satisfechas por este currículum. (Higher Learning in America, 1936b/1995, p. 85). En Puerto Rico se instauró un programa de estudios generales (1943) y luego una Facultad de Estudios Generales (1945) para desarrollar y administrar el currículum de educación general. Su principal propulsor fue un auto-denominado discípulo de Ortega y un seguidor - tanto de las ideas como de las estructuras administrativas-, de Hutchins. Nos referimos a Jaime Benítez, quien fuera rector de nuestra institución de 1942 a 1966. En palabras de Benítez: La vida universitaria ha de iniciarse con un programa en las grandes disciplinas del pensamiento: filosofía, ciencias biológicas, ciencias físico-químicas, estudios sociales, humanidades. Se proveerá así a todos los estudiantes de un común denominador de ideas claras, precisas, eficaces, sobre el mundo y el hombre. Este programa de estudios generales, requisito para todo estudiante universitario, facultará al estudiante no solamente para mejor entender el mundo dentro del cual se desenvuelve, sino también para elegir dentro de ése, su especial vocación. Cuando el estudiante haya aprobado estos cursos, estará en condiciones de iniciar estudios profesionales, técnicos. (La reforma universitaria, 1943, p. 9). Como puede apreciarse Benítez, al igual que Ortega y Hutchins, está preocupado por la tendencia de los currículos universitarios a una prematura especialización. Esto haría de los egresados seres incultos con una visión estrecha. Además, le parece que los estudiantes podrían no tener clara su vocación hasta que tengan contacto con las diversas disciplinas del saber. Según Benítez (al igual que Hutchins y Ortega), va a ser el desarrollo de un núcleo de cursos básicos comunes a todos los estudiantes, lo que le dará unidad, coherencia y efectividad a todo el programa universitario. En este contexto, para poder adentrarse en el mundo académico 15 hay que entrar en contacto primero con las ideas que servirán de trasfondo para entender el mundo y a nosotros mismos. Pensando eso es que se organizaron los cursos básicos (por fundamentales, no por sencillos). En América Latina hemos tenido muchos exponentes de las ideas que han servido para el desarrollo y fortalecimiento de la educación general en nuestro continente. De entre todos ellos y para los fines de este escrito seleccionamos a quien fuera rector de la Universidad de Buenos Aires y profesor de filosofía en varias universidades del mundo, incluyendo a la Universidad de Puerto Rico, Risieri Frondizi. En su afán profesionalista, nuestra universidad descuida la noble profesión de ser hombre, culturalmente pleno y moralmente íntegro. El mercantilismo se fomenta durante toda la carrera. La falta de conexión de la enseñanza con las cuestiones vitales, las monótonas exposiciones en clase y los modos de tomar examen, alientan en los estudiantes lo que podríamos llamar “mercantilismo académico”, que se rige por el principio del menor esfuerzo para el logro del fin. El fin inmediato es la aprobación del examen, y el fin último el título, que le permitirá iniciarse en el otro mercantilismo. (La universidad en un mundo de tensiones, 1971, p.46). Como podemos apreciar, la crítica al especialismo y a la falta de conexiones se profundiza y se vincula con el mercantilismo imperante en la sociedad. En su importante obra intelectual Frondizi le presta especial atención a los valores, en su relación con la cultura y, por supuesto, la moral, en la formación universitaria. Además, insiste en la importancia de que todo proyecto educativo tenga claro la correspondencia entre los fines que persigue, los que tienen que explicitarse en todo momento, y los métodos que se utilizan para alcanzarlos. En este punto, como en muchos otros, se acerca al pragmatismo existencialista del gran filósofo norteamericano John Dewey. 16 En las postrimerías del siglo XX y en los comienzos del XXI encontramos la obra de dos importantes pensadores que tienen trascendental importancia para la educación general contemporánea. Nos referimos al sociólogo-filósofo Edgar Morin y al físico-filósofo Basarab Nicolescu. Ambos destacados exponentes y desarrolladores de las teorías de la complejidad y de la transdisciplinariedad. En primer lugar, Morin plantea que: La supremacía de un conocimiento fragmentado según las disciplinas impide a menudo operar el vínculo entre las partes y las totalidades y debe dar paso a un modo de conocimiento capaz de aprehender los objetos en sus contextos, sus complejidades, sus conjuntos… Es necesario desarrollar la aptitud natural de la inteligencia humana para ubicar todas sus informaciones en un contexto y en un conjunto. El ser humano es a la vez físico, biológico, psíquico, cultural, social, histórico. Es esta unidad compleja de la naturaleza humana la que está completamente desintegrada en la educación, a través de las disciplinas, y se ha vuelto imposible aprender lo que significa ser humano. Hay que restaurarla de tal manera que cada uno, desde donde esté, tome conocimiento y conciencia al mismo tiempo de su identidad compleja y de su identidad común a todos los demás humanos. Así, la condición humana debería ser objeto esencial de cualquier educación. (Los siete saberes necesario para la educación del futuro, 1999, p. 15) Según Morin, la educación debe promover una inteligencia general que sea capaz de captar lo complejo en el contexto de una concepción global. Por eso: Cuanto más poderosa sea la inteligencia general, más grande será su facultad para tratar problemas especiales. La comprensión de elementos particulares necesita, así, la activación de la inteligencia general que opera y organiza la movilización de los conocimientos de conjunto en cada caso particular. El conocimiento, buscando su construcción en relación con el contexto, con lo global, con lo complejo, 17 debe movilizar lo que el conocimiento sabe del mundo. (óp. cit. p. 39) En su crítica a la disciplinarización y departamentalización del saber, Morin afirma que es la cultura general la más capaz de incitar la contextualización de cualquier información o cualquier idea. Por su parte la cultura disciplinaria, parcela, desune y compartimenta los saberes haciendo cada vez más difícil su contextualización. Al mismo tiempo, la división de las disciplinas imposibilita captar lo que está tejido en conjunto, es decir, según el sentido original del término, lo complejo. (óp. cit. p. 41). En síntesis, para acercarnos adecuadamente a la complejidad del mundo y, por tanto, de nosotros mismos, tenemos que trascender los lindes del saber disciplinado y propiciar la educación que es capaz de adentrarse en las conexiones, en el contexto y en las relaciones de todo con todo, la educación general. que: Por su parte el físico teórico Basarab Nicolescu plantea Desde el punto de vista clásico, las disciplinas como un todo son conceptualizadas como una pirámide, siendo la base de ellas la física. La complejidad literalmente pulveriza esta pirámide, provocando un verdadero “big bang” disciplinario. La fragmentación del universo disciplinario está a toda marcha actualmente. El dominio de cada disciplina se hace inevitablemente más y más específico, lo que hace que la comunicación entre disciplinas se haga cada vez más difícil, sino imposible. (Manifiesto of Transdisciplinarity, 2002, p. 34., traducción libre) Para propiciar la tan necesaria comunicación entre las diversas áreas del saber, Nicolescu propone la transdisciplinariedad (lo que cruza todas las disciplinas y se encuentra entre y más allá de todas las disciplinas). En este sentido afirma que: El estudio del universo y el estudio del ser humano se 18 sostienen uno al otro. Las zonas de no-resistencia [las que no están sometidas a ninguna racionalización, pues en ellas habita lo sagrado] permiten la unificación del sujeto transdisciplinario y el objeto transdisciplinario mientras preservan sus diferencias. La transdisciplinariedad es la trasgresión de la dualidad de los pares binarios: sujeto/ objeto, subjetividad/objetividad, materia/conciencia, natural/divino, simplicidad/complejidad, reduccionismo/ holismo, diversidad/unidad. Esta dualidad es transgredida por la unidad abierta que engloba tanto al universo como al ser humano. (Transdisciplinarity and Complexity: Levels of Reality as Source of Indeterminacy (2000, p. 5, traducción libre) Para Nicolescu, el intento por elaborar una nueva filosofía de la naturaleza y por conseguir un diálogo fecundo entre todas las áreas del conocimiento, son las principales prioridades de la transdisciplinariedad. Al igual que Morin y muchos otros, reconoce y destaca la insuficiencia de las disciplinas y la necesidad de enfoques y estrategias educativas que propicien el surgimiento de un nuevo tipo de inteligencia, fundado en el equilibrio entre la inteligencia analítica, los sentimientos y el cuerpo. Pues sólo de esta manera la sociedad del siglo XXI podrá reconciliar la efectividad y la afectividad, para de esa manera evitar la auto-destrucción que parece estar cada día más cercana (óp. cit., pp. 137-138). Resulta impostergable que consideremos este devenir histórico del pensamiento y seamos capaces de captar la vibrante actualidad de las ideas que fundamentan a la educación general. Por ello resulta revelador como la educación general es ontológicamente transdisciplinaria y siempre ha incorporado al pensamiento complejo. Es decir, en lugar de ser un reducto del pasado se ubica al interior de las concepciones científicas y filosóficas que más actualidad y pertinencia tienen en el siglo XXI. ¿Por qué entonces la educación general continúa teniendo tantos detractores? Tal vez porque muchas personas continúan confundiéndola con una de sus modalidades. Para contribuir a mejorar el entendimiento de las diversas epistemologías que han fundamentado a los modelos de 19 educación general más frecuentemente utilizados, presentaremos las principales diferencias entre ellos. Epistemologías de la educación general Nos parece que pueden distinguirse claramente tres paradigmas epistemológicos en torno a la educación general, cada uno con sus matices, en ocasiones muy grandes. El primero de estos se identifica con la hegemonía del canon occidental que defiende la existencia de verdades absolutas y parte de supuestos racionalistas y objetivistas. Este fue defendido fervorosamente por Mortimer Adler y Robert Maynard Hutchins, principalmente en la Universidad de Chicago. En segundo lugar, encontramos un paradigma de tipo instrumentalista que surgió en los años 1920’s y 1930’s, a partir del movimiento educacional progresivo influenciado decisivamente por la obra de John Dewey, la que se fundamentaba más bien en el pragmatismo. En tercer lugar, tenemos lo que algunos han llamado la reconstrucción posmoderna de la educación general (Parker, 1998 a,b y c), muy influenciados por la reinterpretación que Richard Rorty (1982) hizo del pragmatismo de Dewey, así como por el llamado “giro lingüístico”, muy característico del movimiento posmoderno. En las líneas que siguen presentaremos en síntesis los postulados filosóficos principales de cada uno de estos tres paradigmas epistemológicos. El canon occidental y las “Grandes Obras” Según Hutchins (1936b/1995, p. 66), el principal propósito de la educación es sacar fuera los elementos esenciales de nuestra naturaleza humana común. Estos elementos son los mismos en cualquier tiempo y lugar. La noción de educar al hombre para vivir en cualquier tiempo o lugar en particular, para ajustarse a cualquier ambiente particular es extraña a una verdadera concepción de la educación, según él. La educación implica enseñar, la enseñanza implica conocimiento. Conocimiento es verdad. La verdad es la misma en todos los lugares. Por tanto, la educación ha de ser la misma en todos los lugares y en la educación general estamos 20 interesados en hacer que afloren los atributos de la raza, de la naturaleza humana, no de los accidentes de los individuos. (op. cit. p. 73) Con eso en mente, Hutchins sugiere que el corazón de cualquier curso de estudios designado para toda la población debe ser, si la educación está correctamente entendida, el mismo en cualquier tiempo, lugar y bajo cualquier condición política, social o económica. Por eso, el curso de estudios de la educación general debe consistir de las grandes obras del mundo occidental y de las artes de lectura, escritura, pensamiento y habla, junto a las matemáticas, lo que representa el mejor ejemplo del proceso de razón humana. Los estudiantes y profesores pueden adquirir, por medio de este curso de estudios, un conjunto común de ideas (inventario) y métodos comunes de lidiar con ellos. Todas las necesidades de la educación general en América pueden ser satisfechas por este currículum. (op. cit. p. 85). Un elemento fundamental de esta epistemología es la reinstalación de la metafísica como el elemento medular tanto del mundo moderno como de las universidades. En ese sentido se expresa Hutchins cuando insiste en que: el objetivo de la educación superior es la sabiduría. La sabiduría es el conocimiento de los principios y las causas. Por tanto, la metafísica es la sabiduría suprema. La metafísica como la ciencia suprema, ordenó el pensamiento del mundo griego tal como la teología ordenó el de la edad media.... Sin teología o metafísica no puede existir una universidad unificada. Si somos capaces de revitalizar la metafísica y devolverle su lugar en el aprendizaje superior (higher learning) seremos capaces de establecer un orden racional tanto en el mundo moderno como en las universidades. (op, cit. pp. 98-105). El canon occidental, sin duda un paradigma fuertemente establecido en la educación general, está fundado en el supuesto racionalista objetivista de la existencia de una realidad independiente, constituida por leyes fijas y verdades absolutas, donde el conocimiento per se es el objeto del aprendizaje y la investigación o indagación humana. En la medida en que el 21 conocimiento mantiene este carácter de cuerpo fijo de verdades y principios descubiertos por los grandes pensadores y expuestos en las grandes obras, el descubrimiento de estas verdades y principios es de fundamental trascendencia para la educación universitaria. En el primer número del Journal of General Education, su editor, Earl McGrath reclamaba que la educación general era el elemento unificador de la cultura. Este abarcaba las grandes verdades morales, las generalizaciones científicas, las concepciones estéticas y los valores espirituales de la raza, cuya ignorancia haría a los hombres incapaces de entenderse a sí mismos y al mundo en el que viven (1946, p. 3) Según Stevens (2001, p. 174), la vieja idea de la educación como refinamiento apunta hacia una agenda latente en el contenido de los cursos de educación general: “los grandes libros pueden ser considerados un tipo de programa de ‘americanización’ con todas las características antidemocráticas asociadas con el término” (Rubin, 1992, p. 177). Cada estudiante debe convertirse en una sola alma. Debe haber recibido la herencia común del hombre, a tal magnífico grado que la educación se ha convertido en un proceso de Americanización (Geiger, 1963, p.47). Todo el mundo es como todos los demás. (González, 1974, p. 13). En los inicios del siglo XX la americanización era parte de un anti-semitismo institucional. Harvard, Columbia, Chicago, todas reclamaban tener un “problema judío” en los años comprendidos entre las dos guerras. (Weschler, 1992, p. 218). Tal vez el nuevo auge actual de esta modalidad de educación general tiene que ver la necesidad de los sectores dominantes en los EE.UU. de socializar, es decir, americanizar a los inmigrantes. Este es un tema que requiere mayor discusión. Al ser básicamente esencialista esta modalidad de educación general estudia las cosas en sí mismas, el noumeno elusivo de Kant, mientras que propone un cuerpo de conocimientos común a todos los estudiantes de manera que puedan participar en lo que Michael Oakeshott (1962), Mortimer Adler y Charles Van Doren (1940), entre muchos otros, denominaron “la conversación de la humanidad”. (Erickson, pp. 16-17) El principal problema de esta concepción 22 de la educación general es que presenta al conocimiento como separado del poder, la historia, los valores y el lenguaje. Es decir, totalmente descontextualizado y neutral. De ahí particularmente parten las críticas que se le hacen a este enfoque y las diferencias que se establecen con los otros. El pragmatismo basado en el pensamiento de John Dewey Para John Dewey la concepción de la educación basada en el canon occidental que proponían Hutchins y otros era equivocado porque presentaba un constante divorcio entre el intelecto y la práctica; y entre el intelecto y la experiencia. Además, critica el carácter autoritario del canon por entender que sólo unos pocos escogerán cuáles son las verdades absolutas y cuáles son las obras occidentales que nos darán acceso a tales verdades (Dewey, 1937a, pp. 103-104). Dewey no cree que la filosofía debe subsumirse a la metafísica, la que propone principios básicos definitivos que pueden ser conocidos por la razón, trascendiendo la experiencia (Dewey 1937b, P.168). La educación general que proponen los seguidores de Dewey está fundada en el supuesto instrumentalista subjetivista de una existencia psico-física interdependiente de la realidad, donde el conocimiento de las “cosas” siempre está limitado por la imposibilidad de lograr salirse de uno mismo; donde la realidad como tal está basada siempre en la perspectiva que asume cada cual, esto es, incompleta, y la verdad si no es relativa, es al menos relacional. Esta visión de la educación general también asume que el conocimiento, como tentativo e hipotético, es el resultado de un proceso de búsqueda de significados; un proceso descrito por el fenomenologista Merleau-Ponty (1961) en el que el orden surge continuamente del desorden y de nuestra habilidad para darle significado a nuestra experiencia. Esto es un proceso en el cual el aspecto intrapersonal “a fin de cuentas hace aflorar toda la validez del mundo” (Husserl, 1970, p.69). La visión del mundo de esta educación general presupone 23 una base más subjetiva de la realidad, compuesta de incertidumbre, donde el conocimiento es un instrumento usado para el desarrollo del carácter y para el enriquecimiento de la experiencia de la vida (Dewey, 1899/1966). Según Erickson (1992, p. 17), juzgando a partir de los supuestos subjetivos de la educación general su orientación está básicamente inclinada hacia el existencialismo – la prioridad de la existencia sobre la esencia—y como tal se enfoca en una educación para la acción personal y social. No ve la mente independientemente del cuerpo o del mundo, sino más bien como un agregado de ideas y estados mentales. Como escribió John Dewey en 1916 “el accesorio de la mente es la mente”. La mente es totalmente un asunto de “contenido” (p. 82). Básicamente entonces, como existencialista, la orientación de la educación general, al igual que la mecánica cuántica actualmente, tiene que ver con las maneras de sobreponernos a las ideas preconcebidas creadas por una estructura intelectual, o abstracción, llamada la “imagen del mundo” (Plank, 1963). Por consiguiente, la educación general enfatiza en la experimentación y en la solución de problemas mientras se enfoca en las necesidades inmediatas de los estudiantes y en su futuro. Esto significa que en la educación general las materias son vistas instrumentalmente, como el aprendizaje de nuevas formas de experimentar, “la reconstrucción de la experiencia” de Dewey (1916). Pedagógicamente esta educación se apoya en métodos de enseñanza fundamentados en lo que la psicología del desarrollo entiende que son las funciones mentales y el comportamiento humano. Desde su epistemología subjetivista surge también una pedagogía subjetivista en la que la enseñanza y el aprendizaje son considerados como actos sociales. (Erickson, 1992, p. 17). Ahora pasamos a presentar la educación general posmoderna. La reconstrucción posmoderna de la educación general En esta sección nos basamos esencialmente en tres artículos (o un artículo dividido en tres) de Michael C. Parker titulado General Education in fin de siécle: America toward a postmodern approach, que salieron en tres números consecutivos de The Journal 24 of General Education en 1998 (vol 47, nos. 1, 2 y 3). Según este autor el canon occidental en el siglo XX ha fallado en trascender los reclamos del relativismo y el localismo del conocimiento, lo que nos ha requerido que reconceptualicemos lo que queremos decir por conocimiento general y “educación general”. Lo que se ha llamado el “giro lingüístico” en filosofía y es llamado “teoría crítica” y “postmodernismo” en la teoría social son muestras de que el conocimiento fundamental o universal no es posible. Según la concepción posmoderna, en el canon occidental los discursos representan no lo que es cierto, sino lo que ha sido construido como cierto. Estos expresan lo que ha sido considerado importante y aún a lo que debemos prestar atención. Sin embargo, en tanto que el poder residió principalmente en las monarquías en el pasado, el poder ha residido principalmente en las instituciones en los siglos recientes. Los discursos poderosos, nos dice Foucault (1973, p. 179) son “regímenes de verdad.” Para entender un tema, necesitamos ver más que un tópico; necesitamos preguntar para quién y por qué se estableció ese tema. Parker (1998c, pp.197-198) propone que: nuestra educación general deberá reconocer que el conocimiento es—contrario a la tradición intelectual occidental—contingente (posible pero no seguro de que ocurra). Lo que es único en la educación general americana no es la forma en que captura la verdad, sino la forma en que ésta hace énfasis en nuestras esperanzas y coloca el examen de la verdad en acciones futuras más que en absolutos eternos. John Dewey, en Filosofía y Civilización (1931) enfatizaba que la tarea de la investigación es reconciliar el “pasado testarudo (pertinaz) y el insistente futuro.” Esto puede ser el valor principal de las cosas que el postmodernismo enfatiza. Más adelante Parker (1998c, pp. 203-205) continúa sintetizando la propuesta de reconstrucción posmoderna de la educación general. Según él, desde una perspectiva posmoderna, el estudio del discurso y la textualidad, sobre cómo el lenguaje opera para construir la realidad social y mantener ambas instituciones y “regímenes de conocimiento,” es la característica principal de la 25 educación superior. La experiencia de la educación general debería servir para demostrar que hay muchas maneras en que el lenguaje opera para crear, mantener y cambiar el mundo sociocultural. En lugar de concebir los cursos como el acto de compartir la visión actual y la interpretación de un canon, los estudiantes podrían beneficiarse de examinar las condiciones bajo las cuales cada modelo fue creado, llegó a dominar, y subsiguientemente declinó en influencia. Es decir, del proceso de deconstrucción. La sinopsis crítica, el resumen y la comparación de puntos de vista alternativos de un tema, es un sello distintivo de la educación general posmoderna—los puntos de vista son considerados como textos y estos textos en cambio refieren a otros mientras el tema es elaborado. Aquí entra el uso de un segundo sello distintivo, el hipertexto. Éste toma la actividad tradicional de cotejar referencias y contra-referencias y la ubica en el centro de la investigación. El tema no es aumentado por las referencias; más bien, el expandir la red de referencias, puntos de vista, y contra puntos de vista es precisamente el tema. En síntesis, sólo el ciudadano bien sensibilizado y capacitado podrá identificar, resistir y sobrellevar el ataque violento de la promoción exagerada del mercado que canaliza la conducta de manera superficial y destructiva. Tal como con la ética, el discurso que va deconstruyendo al mercadeo masivo puede proveer las herramientas para ayudar a los estudiantes a lograr un nivel más alto de autonomía. Un segmento de educación general que fomente destrezas para la deconstrucción y reconstrucción de racionales éticos y morales resultaría ser muy útil a estos propósitos. De los tres paradigmas epistemológicos que han guiado el desarrollo de la educación general nos parece que el que se ubica en el pragmatismo, inspirado en la obra de John Dewey, es el más adecuado para el fortalecimiento de la educación general. En primer lugar, porque enfatiza en la importancia de la experimentación como método para acercarnos al conocimiento. En segundo lugar, porque entiende que es a partir de acciones concretas, por parte de personas concretas encarnadas en un cuerpo, no del mero lenguaje y la razón abstracta, como hacen 26 los otros dos paradigmas, que se logra transformar al individuo y a la sociedad. Finalmente, y lo más importante, porque reconoce y potencia la importancia del compromiso con la transformación social, por medio de la educación. Es decir, ubica a la educación general, según su visión instrumentalista, como un instrumento de transformación social, es decir, como un medio emancipador. Esta perspectiva emancipadora hizo crisis en los años de posguerra y de guerra fría, particularmente en los Estados Unidos –y todavía no se ha recuperado- ya que los sectores hegemónicos en las universidades comenzaron a definir la democracia de forma diferente. La democracia dejó de verse como un proceso que implicaba cambios y se convirtió en un ideal político que debía ser preservado, de cara a la supuesta amenaza comunista. El foco de la educación ya no se refería al derecho del individuo de transformar la sociedad, sino en la responsabilidad del individuo, como ciudadano, de proteger la democracia, la que era identificada ahora con el status quo. Las direcciones que tomó la educación general a partir de los años 1950’s reflejaron el mencionado cambio. Los fundadores del movimiento en defensa de la educación general, particularmente por la influencia de Dewey, habían concebido a la democracia como un proceso, una manera en la que los individuos en una comunidad resolvían los problemas y creaban su cultura. En los años de posguerra, sin embargo, no sólo los educadores, sino otros funcionarios públicos, que iban teniendo una creciente voz en la educación superior norteamericana, comenzaron a ver la democracia como una institución, una idea casi tangible que era sinónimo del modo americano de vida. La preservación de esa institución venía a ser el objetivo de la educación. De hecho, la visión institucional de la democracia favorecía un acercamiento autoritario que estaba en contradicción con los objetivos democratizadores que por mucho tiempo inspiraron a la educación general. Ahora nos toca a nosotros escoger la orientación epistemológica que creemos debe tener la educación general. Como ya señalamos, nos inclinamos por la que a nuestro juicio mejor promueve el potencial emancipador que debe tener 27 la educación. Para que nuestra educación general tenga esos atributos debe concebir la democracia como un proceso y estar profundamente comprometida con ella como modo de vida, es decir, ser profundamente democrática, tanto en la teoría como en la práctica. Además, esta concepción de la educación es más coherente con el pensamiento complejo y la transdisciplinaridad, por lo que propica el que se asuman completamente como parte medular del modelo de educación general que estamos proponiendo aquí. El futuro de la educación general En los últimos años hemos podido reconocer que el mayor desafío que enfrentan hoy las universidades en todas partes tiene que ver tanto con la integración del saber (transdisciplinariedad) como con el propio cuestionamiento de lo que se entiende por saber en la actualidad (complejidad). El saber ya no depende solamente del desarrollo de las ciencias, pues incluye otras formas de conocer provenientes de la vida cotidiana y hasta del mundo mágico, simbólico, religioso y mítico. De ahí la importancia de que tomemos en cuenta todas las manifestaciones de lo cultural. Vivimos en un mundo que se hace cada vez más complejo, -o que nos obliga a reconocer tal complejidad- y, por tanto, requiere que adecuemos nuestros conceptos, metodologías, axiomas y abordajes para poder dar cuenta de lo que proponemos que sucede en ella. Esta situación llevó a las universidades a una profunda crisis que, entre otras cosas, podemos denominar como epistemológica, sobre todo a partir del último cuarto del siglo pasado. Ante esta situación se fue ganando conciencia de que las disciplinas tradicionales y sus estrechos marcos de referencia, eran una limitación para el mejor entendimiento de la dinámica y compleja “realidad” que vivimos. Necesitamos entender que el estudio de cualquier aspecto de la experiencia humana ha de ser, por necesidad, multifacético, en el que seamos capaces de ver cada vez con mayor claridad que 28 la mente humana, si bien no existe sin cerebro, tampoco existe sin tradiciones familiares, sociales, genéricas, étnicas, raciales; que sólo hay mentes encarnadas en cuerpos y culturas, y que el mundo físico es siempre el mundo entendido por seres biológicos y culturales (Pakman, 2003). En pocas palabras, debemos reconocer que la realidad es compleja y que para acercarnos a ella necesitamos echar mano de un pensamiento complejo y de abordajes transdisciplinarios. Tal como afirman Morin y otros: La complejidad es efectivamente el tejido de eventos, acciones, interacciones, retroacciones, determinaciones, azares, que constituyen nuestro mundo fenoménico. Así es que, la complejidad se presenta con los rasgos perturbadores de la perplejidad, es decir de lo enredado, lo inextricable, el desorden, la ambigüedad y la incertidumbre. (2002b, p. 40). Coincidimos con el Instituto Internacional para el Pensamiento Complejo (1997) cuando afirma que: la emergencia de la complejidad reclama un esfuerzo por parte del espíritu para enlazar, articular y religar la dispersión de nuestro saber vivir y de nuestra capacidad de comprensión. El pensamiento complejo es la respuesta del espíritu frente a la fragmentación y dispersión de los conocimientos que no pueden hacer frente a la emergencia de los fenómenos complejos. El pensamiento complejo es un pensamiento que relaciona, un arte de pensar y una estrategia del espíritu frente a la paradoja que anima el actual contexto que globaliza y al mismo tiempo fragmenta. Tanto para acercarnos a entender un mundo sumamente complejo como para cambiarlo y que TODOS podamos vivir mejor en él, se precisa de una educación transdisciplinaria ya que ésta elimina la homogeneización y reemplaza la reducción con un nuevo principio de realidad que emerge de la coexistencia de una pluralidad compleja y una unidad abierta. En lugar de una simple transferencia del modelo desde una rama del conocimiento a otra, la transdisciplinariedad toma en cuenta el flujo de información circulando entre varias ramas del conocimiento… La 29 transdisciplinariedad no es una nueva disciplina, una herramienta teórica, o una súper-disciplina. Es la ciencia y el arte de descubrir puentes entre diferentes objetos y áreas del conocimiento. (Klein, 2004, pp. 39-40). Precisamente ese tipo de educación es el que venimos proponiendo como educación general. Ésta es general, entre otras razones, por estudiar los sustratos epistémicos o corrientes subterráneas de cualquier saber. La universidad estudia muchas “ramas” del conocimiento, usando la clásica analogía cabalista del árbol del conocimiento. Cada rama representa un segmento de lo real conocido. El tronco sostiene las ramas en lo que tienen común en las formas y contenidos del sujeto para aprender o conocer razón, intuición, imaginación, ciencias, artes, ética-. Por regla general, los estudios universitarios ven detenidamente las ramas, ven parcialmente el tronco, pero apenas ven las raíces, el terreno, el bosque, las zonas aledañas, bajo una lógica de ahorrar tiempo, recursos y esfuerzo. Se asume, pues, un árbol existente con relativa independencia del contexto mayor que le otorga subsistencia: terreno, clima, bosque, etc. No así la educación general que pone ojo atento en el sedimento epistémico, ético y político que echa raíces en todo conocer y todo actuar. Desde ese sedimento surgen y subsisten carreras y profesiones. La educación general mira siempre el contexto del conocimiento y lo entrelaza con el territorio epistémico en que habita junto a otros conocimientos, son muchos árboles en muchos bosques. Es una ventaja intelectual, moral y práctica poder ver lo particular desde, y dentro, de una esfera general de más amplio contexto. Así, un conocimiento particular adquiere dimensión de amplitud y perspectiva de significado que incluso le da mayor utilidad y pertinencia a otros contextos de trabajo. La educación general es la única concepción curricular universitaria con ese carácter holista y, por qué no decirlo, un carácter práctico. La visión trifocal macro siempre incluye la visión micro, no al revés. Es trifocal en tiempo –pasado, presente y futuro- y espacio –cerca en lo inmediato, algo más lejos y hacia el horizonte-. 30 La educación general reconoce que los diferentes elementos que constituyen un todo son inseparables (lo económico, lo político, lo sociológico, lo psicológico, lo afectivo, lo mitológico, lo biológico, lo físico, lo discursivo, lo histórico, lo lúdico, lo estético, etc., etc.) y que existe un tejido interdependiente, interactivo e inter-retro-activo entre el objeto de conocimiento y su contexto, las partes y el todo, el todo y las partes, las partes entre ellas. (Morin, 2001). La realidad se distingue precisamente por la multiplicidad de los nexos, relaciones e interconexiones que la constituyen. Una educación general transdisciplinaria viene a ser mucho más que una herramienta conceptual para comprender el mundo. Apunta no sólo a una nueva forma de conocer, sino de ser, es más, hacia una total rehumanización de las prácticas de conocimiento (Flórez Malagón, 2002, p. 22). Ciertamente es esta postura radical la que anima la declaración final del Primer Congreso Mundial sobre Transdisciplinariedad, llevado a cabo en el Convento de Arrábida, en Portugal, en noviembre de 1994. En la mencionada declaración se presenta, como punto de partida o diagnóstico, un planteamiento que nos parece merece la pena destacarse en estos momentos. Citamos: Sólo una inteligencia que dé cuenta de la dimensión planetaria de los conflictos actuales podrá hacer frente a la complejidad de nuestro mundo y al desafío contemporáneo de la autodestrucción material y espiritual de nuestra especie. La vida está seriamente amenazada por una tecno ciencia triunfante, que sólo obedece a la lógica horrorosa de la eficacia por la eficacia. La ruptura contemporánea entre un saber cada vez más acumulativo y un ser interior cada vez más empobrecido conduce a un ascenso de un nuevo oscurantismo, cuyas consecuencias el plano individual y social son incalculables. (Carta o Charter, Convento de Arrábida, 6 de noviembre de 1994). En el artículo 11 de la Declaración se expresa algo que nos parece de vital importancia para la educación general: Una educación auténtica no puede privilegiar la abstracción en el conocimiento. Debe enseñar a contextualizar, concretar y globalizar. La educación transdisciplinaria revalúa el rol de la intuición, del imaginario, de la sensibilidad y del cuerpo en la 31 transmisión de los conocimientos. En esa misma dirección debe moverse la educación general del Siglo XXI. Esta debe ayudarnos a reconocer que “junto al logos (razón) está el Eros (vida y pasión), el pathos (afectividad y sensibilidad) y el daimon (la voz interior de la naturaleza)” (Boff, 1996, p. 26). La educación general nos ayuda a tender puentes (integración del conocimiento) entre todas las formas de vida y debe servirnos para identificar un lugar (especialidad) desde el que miremos hacia todos lados y que nos ayude a adentrarnos en lo que creemos ver, dudando siempre de su existencia. La universidad trans-formada debe convertirse en el lugar más adecuado para dar la bienvenida a un nuevo tipo de pensamiento y de acción social. Por eso me atrevo a proponer aquí que la educación general debe ser la piedra angular de la reconstrucción de la universidad, ya que es la más capacitada para propiciar el surgimiento de un nuevo tipo de inteligencia, fundada en un equilibrio entre la inteligencia analítica, los sentimientos y el cuerpo. Esta es la única manera en la que la sociedad del siglo XXI podrá reconciliar la efectividad y la afectividad (Nicolescu, 1998, p. 4), siendo de esta forma un factor transcendental para el más pleno desarrollo de las capacidades humanas y de la transformación social. Porque en definitiva de eso mismo trata la auténtica educación, de desarrollar las capacidades humanas para que éstas estén al servicio de un mundo transformado. Resulta evidente, desde este punto de vista, que el éxito y los logros de la universidad del futuro dependerán de que le asigne una función medular y trascendental a la educación general en ella. Conclusiones Durante el siglo XX, se llevaron a cabo importantes cambios o giros en nuestras imágenes del conocimiento y la educación. La metáfora del conocimiento como una fundación o estructura lineal ha sido reemplazada por las imágenes de una red, de un sistema de comunicaciones y de un sistema dinámico. Comparablemente la metáfora de unidad, con los valores de universalidad y certeza que la acompañan, han sido reemplazadas por las metáforas de 32 pluralidad y relacionabilidad en un mundo complejo. Las imágenes del currículum ahora reflejan un nuevo énfasis en la integración, conectividad, vinculación y rearticulación del conocimiento. Tomados en conjunto, estos cambios apuntan a una tendencia mayor. El cuestionamiento crítico de las formas que han asumido los saberes en la sociedad, y dentro de ésta en la universidad. Ahora es muy común escuchar que la universidad está inmersa en un proceso de transición, que pone en tela de juicio muchas de las verdades que fueron fundantes de ésta. También se dice que una universidad en transición es una universidad que se hace cada vez más transdisciplinaria (Klein, 1999, p. 1). Continuamente nuevas percepciones, conocimientos y experiencias retan la base de conocimientos existentes, rompiendo las barreras entre las disciplinas y promoviendo exploraciones de temas unificados, conceptos y nuevas categorías. Es decir, moviéndonos al terreno de la transdiciplinariedad. Lo transdisciplinario según la propuesta de Reconceptuación del Componente de Estudios Generales, de la Facultad de Estudios Generales (1999), se distingue porque, en vez de poseer y delimitar un objeto particular de estudio o de investigación inter o intra disciplinario, se perfila como una actividad que provoca o estimula la práctica del pensar sin otra finalidad que el cultivo de la inteligencia y el entendimiento más allá de los criterios tradicionales de demarcación disciplinaria. Lo transdisciplinario es, como el término lo indica, lo que atraviesa las disciplinas. Esto quiere decir que lo multi e interdisciplinario, bien entendidos, crean las condiciones para el ejercicio de un pensar transdisciplinario. Así como lo interdisciplinario parte de la demarcación o límites de las formas de conocimiento, lo transdisciplinario enfatiza el impulso del pensar que transgrede esos límites y demarcaciones. Lo transdisciplinario alude a la experiencia del pensar en su dinamismo, en su proceso, en su actividad incesante..... una cosa es la ciencia como institución, y otra cosa es el pensar científico que constantemente pone a prueba los criterios de cientificidad y la validez de las teorías en las que se funda la ciencia. 33 La intención de la transdisciplinariedad, según Miguel Martínez Miguélez, es superar la parcelación y fragmentación del conocimiento que reflejan las disciplinas particulares y su consiguiente hiperespecialización, y, debido a esto, su incapacidad para comprender las complejas realidades del mundo actual, las cuales se distinguen, precisamente, por la multiplicidad de los nexos, de las relaciones y de las interconexiones que las constituyen (2003, p. 1). No debemos olvidar que la identidad de la educación general se basa precisamente en el cuestionamiento y revaluación permanente de los bordes y fronteras que, muchas veces artificialmente, pretenden deslindar los saberes. Pensamos que la educación general debe ayudar a cristalizar la idea de que la universidad no es un mero reflejo de su entorno, no es un sistema mecánico ni siquiera orgánico pavloviano que reacciona al estímulo externo del que depende para definirse a sí mismo. Al contrario, la universidad es un agente creativo de iniciativas, es un dínamo que genera propuestas para la transformación continua de la sociedad. Por eso, proponemos profundizar en la noción de la universidad como un lugar privilegiado desde el que se sueña un nuevo país, un nuevo planeta; desde el que se debate permanentemente el Puerto Rico y el mundo que queremos versus el Puerto Rico y el mundo que hay. La educación general, en el contexto de la transdisciplinariedad, debe propiciar el surgimiento de un nuevo tipo de inteligencia, fundada en un equilibrio entre la inteligencia analítica, los sentimientos y el cuerpo. Esta es la única manera en la que la sociedad del siglo XXI podrá reconciliar la efectividad y la afectividad (Nicolescu, 1998, p. 4). Creemos que la educación general es el intento que más se aproxima, hasta el momento, a una síntesis de esas tres dimensiones humanas que desde los tiempos más remotos han estado fragmentadas en conflicto: la corporalidad, la inteligencia y el corazón. La corporalidad que sitúa la existencia en un aquí y ahora concreto, de praxis, de acción transformadora; la inteligencia que piensa la totalidad y la complejidad del mundo que habitamos; y el corazón que siente, acoge y abraza su solidaridad con el mundo y el planeta. Creemos que la educación general es la 34 modalidad que mejor incorpora la capacidad epistemológica de la transdisciplinariedad, la capacidad ética de unificar la diversidad sin perder las diferencias, y la capacidad sociopolítica y económica de educar ciudadanos para los tiempos que vivimos y los que están por venir. 35 Referencias Adler, M.J. & Van Doren, C. (1972/1940). How to Read a Book. New York: Simon & Schuster. Aristóteles (1994/Siglo IV, a.c.). Moral a Nicómaco. Buenos Aires: Espasa Calpe. Baker, J. K. (1947). “The Evolution of the Concept of General Education”. Ph.D. Dissertation , Yale University. Bell, D. (1968). The Reforming of General Education. New York: Anchor Books. Benítez, J. (1943, 15 de febrero). La reforma universitaria. Boletín de la Universidad de Puerto Rico 13 (3). Boff, Leonardo. (1996). Ecología: grito de la Tierra, grito de los pobres Madrid: Editorial Trotta. Boyer, E. L. & Levine, A. (1981). A Quest for Common Learning. 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