lydia cacho

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El periodismo y los derechos humanos
LYDIA CACHO
Una mujer camina por la montaña en una provincial del norte de China, se encuentra una
manta que cubre lo que parece un animalito. Se acerca y descubre la pequeña manita de un
bebé, abre la manta y descubre una niña recién nacida muerta. Avisa a la policía del pueblo, la
ignoran.
Un hombre encuentra a una mujer de su pueblo escondida tras un árbol. La mujer llora. El
hombre se acerca y descubre que tiene en sus manos el cadáver de una preciosa niña. La
mujer se asusta y le pide al hombre que no la denuncie. El gobierno chino ha prohibido a las
familias que tengan más de un hijo. Las niñas no tienen derecho a la educación, ni a ser
propietarias de sus tierras, las niñas no obtienen buenos trabajos, la mujeres en China son
ciudadanas de segunda clase, los niños tienen escuela y derechos y trabajo, ellos si pueden
cuidar y mantener a los viejos de la familia. Un reportero chino de la provincia de Hunan
descubre que cientos de niñas están siendo asesinadas selectivamente por padres y padres.
Escribe un texto. Una semana más tarde el corresponsal del New York Times encuentra la
nota del joven chino, perdida en la Internet, se va a China y escribe un extraordinario
reportaje. Organizaciones de derechos humanos del mundo y de China se movilizan,
académicos de varios países analizan el fenómeno del feminicidio infantil selectivo. La
comunidad internacional llama la atención al gobierno chino, exige políticas públicas que
mejores la vida de las mujeres y una política pública de salud sexual y reproductiva para todas
las mujeres.
Las cooperaciones internacionales ponen la mirada sobre China e invierten en la creación y
fortalecimiento de Organizaciones de derechos humanos de mujeres y niñas.
Una reportera de The Guardian en el Reino Unido lee el reportaje sobre infanticidio en China,
ella vive en la India y algo similar sucede ¿Qué puede ser? se pregunta. La periodista
investiga el infanticidio en la India y descubre algunos factores similares al fenómeno de
China: los bebés muertos son niñas. Su reportaje levanta la indignación social en Inglaterra y
OXFAM actúa de inmediato subiéndose a la ola mediática para defender los derechos
humanos de las niñas y mujeres de la India. El periodista John Thor Dahlburg escribió
"Where killing baby girls is no big sin" lo publicó en The Los Angeles Times y en The
Toronto Star, en 1994 y las organizaciones de derechos humanos lograron que se reinvirtieran
recursos para ONG´s indias con perspectiva de género y produjo cientos de estudios
académicos sobre el vínculo entre el infanticidio femenino y la inequidad de género, la
desnutrición y el sexismo cultural. Miles de mujeres en la India se movilizaron para defender
y exigir sus derechos.
Un reportero de El País en España, entrevista a una feminista sobre las mujeres migrantes y
esta le platica acerca de las mujeres que huyen de países africanos a España y Francia por
miedo a morir lapidadas. El reportero decide darle seguimiento a un correo electrónico en el
cual un grupo internacional de feministas, desarticuladas pero con la misma misión, intentan
que el gobierno Iraní detenga la muerte por lapidación de siete mujeres que habían sido
víctimas de violencia domestica, cuyo único delito fue no obedecer a un hombre. El reportaje
impacta de tal forma que los llamados de Amnistía Internacional obtienen un eco
impresionante, y las presiones mediáticas hacia los gobiernos que practican la lapidación
surten efectos importantes. Amnistía Internacional envía un llamado urgente y le siguen
cientos de organizaciones de derechos humanos en todo el mundo.
En México cada año medio millón de personas cruzan la frontera hacia los Estados Unidos,
huyendo de la pobreza y la violencia. Una reportera de televisión elabora un reportaje sobre
mujeres migrantes y descubre que cientos de niños se han ido solos en busca de sus familiares
a los Estados Unidos. Un par de reporteros siguen la pista y encuentran un vagón de niños y
niñas de entre 7 y 12 años que viajan como ilegales atravesando más de cuatro mil kilómetros
de territorio, solos, con hambre, sed y miedo, peor soñando reunirse con su madre o su padre
en el norte.
Universidades de la frontera estudian el fenómeno. Human Rights Watch elabora un informe
sobre violación de derechos de niños y niñas migrantes, una agrupación de San Diego lee el
reportaje sobre ese informe y decide fundar una organización de derechos humanos para
cuidar, proteger y ayudar a los niños y niñas migrantes.
Podríamos pasar el día entero exponiendo ejemplos de la trascendencia social y humana que
tiene el buen periodismo en el mundo entero. Pero estos ejemplos bastan por ahora.
Yo estoy aquí, viva y hablando en un foro de la UNESCO gracias a las buenas acciones de las
redes de defensa de derechos humanos y gracias al buen periodismo. Como reportera develé
una red de pornografía infantil en mi país México. En ella están implicados poderosos
políticos y empresarios. Por publicar la verdad fui torturada y encarcelada; pero sobreviví y
sigo haciendo mi trabajo como reportera especialista en Derechos Humanos.
El periodismo es una linterna para iluminar al mundo, un buen periodismo no solamente nos
permite entender lo que sucede en nuestra comunidad, sino ayuda a revelar aquello que
impide que nuestros derechos humanos se respeten plenamente. Un buen periodismo educa,
descubre. Revela, ayuda a formar opinión. El buen periodismo enciende una flama, que
ilumina al mundo, una flama que incita nuevas ideas, que genera procesos de solidaridad
global, que a su vez, sensibiliza a más gente sobre la tragedia del dolor humano provocado
por los humanos. Un buen periodismo hace la diferencia en la velocidad en que la sociedad
reacciona ante un tsunami o un temblor. Cada vez que un gobierno como el mexicano o el
ruso o el Libanés permite la impunidad del asesinato de una buena reportera o un buen
reportero, no solo arrebata a la sociedad de su derecho de conocer la realidad, silencia también
a cientos de periodistas que temen ser asesinados por decir la verdad.
Hace unos años un cineasta de mi país hizo una película llamada UN DÍA SIN
MEXICANOS. Gracias a ella millones de personas entendieron cómo sufriría la economía y
la sociedad de los estados del sur de Estados Unidos sin los trabajadores ilegales que van de
México. Hoy aquí en París les pido que imaginen un día del mundo sin periodistas. Nadie
sabría lo que sucede en su comunidad. Ni el clima, ni el tráfico, ni los peligros, ni las buenas
nuevas, ni los pequeños milagros cotidianos. Sería un mundo habitado por el silencio, una
fiesta para los criminales, un aliciente para los políticos corruptos y abusivos. Un día sin
periodistas es lo que nos espera si la comunidad internacional no reacciona adecuadamente
ante el silenciamiento hacia reporteros del mundo que muestran las diarias violaciones a los
derechos humanos.
Hoy estoy aquí en Francia, el país que vio nacer a mi madre, para decir que ser periodista es
una responsabilidad, un privilegio que mientras haya historias que contar allí estaremos,
trabajando para revelar la realidad, para acompañar a millones de personas a tejer redes de
solidaridad global de derechos humanos. Porque el buen periodismo es necesariamente una
herramienta de los derechos humanos del mundo.
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