LA DESPENALIZACIÓN EN CASOS ESPECIALES EL ABORTO, UN DILEMA ÉTICO1 Por Herman Redondo Gómez, Md2 Como ginecólogos, debemos opinar en este debate. Cada cierto tiempo, la opinión nacional se pone a pensar sobre el tema del aborto en Colombia y confluyen múltiples y encontradas opiniones: la opinión ortodoxa de la Iglesia, siempre respetable y tenida en cuenta en un país esencialmente católico, apostólico y romano; las opiniones en extremo liberales y permisivas que generan no pocas incertidumbres; otras como las de la Primera Dama, que más que como autoridad habló como mujer; las opiniones legales, que nos recuerdan que cada acto médico es en sí mismo un acto jurídico y que la Ley determina lo que debe entenderse como el deber ser en nuestro país. Es lo que seguramente pretende la abogada Mónica Roa con su demanda ante la Corte Constitucional para que se despenalice el aborto en ciertos casos específicos. Los médicos coincidimos con el Ministerio de la Protección Social en señalar que el aborto debe ser visto como un problema de salud pública y que su solución radica en aplicar el fomento de la educación y la cultura de la salud sexual y reproductiva, que conduzcan a un ejercicio responsable y bien informado de la sexualidad, y la prevención del embarazo no deseado y en adolescentes, primera causa del aborto e indirectamente una de las primeras causas de mortalidad materna. Quiero dar una mirada al tema del aborto desde el manejo de los dilemas éticos que con tanta frecuencia se nos presentan a los médicos. Los tres casos que plantea la abogada Roa ante la Corte, ante la ética son esencialmente diferentes: 1. Violación. Allí no hay dilema ético, no existe indicación ni médica ni ética para producir el aborto; bien lo señala el Código de Ética Médica (Ley 23 de 1981) en el Juramento Médico de la Convención de Ginebra de 1948: "Velar con sumo interés y respeto por la vida humana, desde el momento de su concepción y, aun bajo amenaza, no emplear mis conocimientos médicos para contravenir la leyes humanas". No obstante, a la desesperada madre hay que ofrecerle alternativas, aparte de las medidas sanitarias y el apoyo psicológico requerido después de una violación; hay instituciones especializadas que la orientan para que entregue el hijo no deseado en adopción. 2. Malformaciones congénitas. Hay dos variantes extremas: una malformación leve, como un labio leporino. Allí no hay dilema, el embarazo debe continuar su curso normal y, luego, el recién nacido deberá recibir cuidados médicos. Una malformación múltiple, incompatible con la vida del feto, como una agenesia o falta de riñones. ¿Para qué continuar un embarazo que no producirá un ser vivo? ¿Para qué alimentar falsas esperanzas y correr riesgos innecesarios? La lógica indica la interrupción terapéutica del embarazo. Pero, ¿quién debe tomar la decisión? Ciertamente no debería ser un juez. Lo recomendable es una junta médica, integrada por personas idóneas. 3. El embarazo puede poner en riesgo vital a la madre. Me atrevería a señalar que allí no existe el dilema porque sin madre no hay feto. No se trata de pretender ‘acabar’ con una vida que no tiene pronóstico; se trata de salvar la madre aplicando el principio ético del mal menor. En este caso, éticamente se indica la interrupción terapéutica del embarazo. Quienes como ginecólogos enfrentamos la angustia y el dolor de las mujeres que acuden al aborto provocado como método para solucionar las consecuencias sociales y económicas y las presiones familiares de un embarazo no deseado, debemos opinar en este debate y contarle al país la base filosófica de nuestras decisiones, que no queremos que vayan ni en contra de la Ley, ni de la religión que profesamos, sino en pro del bienestar de nuestras pacientes y de la salud pública de nuestro país. 1 Periódico El Tiempo. Bogotá, octubre19 de 2005. http://eltiempo.terra.com.co/opinion/colopi_new/columnas_del_dia/ARTICULO-WEB-_NOTA_INTERIOR-2574265.html 2 Ginecólogo y obstetra. Vicepresidente de la Asociación Médica Colombiana