DEPARTAMENTO DE ECOLOGÍA E HIDROLOGÍA

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LA ECOLOGÍA ANTE EL SIGLO XXI
curso 2011-20012
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LOS ECOSISTEMAS DE LAS AGUAS EPICONTINENTALES EN LA
REGION DE MURCIA. RAMBLAS , RÍOS Y HUMEDALES
¿Qué son las aguas epicontinentales?
Las aguas no marinas, continentales o epicontinentales, se distinguen de las marinas por la salinidad
y por las dimensiones. Los lagos y ríos contienen agua dulce y son menores que los océanos. Estos
dos criterios, sencillos y comunes, son válidos; pero requieren comentario.
Las aguas marinas contienen de 35 a 39 g de sales por kg de agua, entre las que predominan, con
mucho, el cloruro sódico (ClNa). Las aguas llamadas dulces tienen una cantidad de sales mucho
menor, de menos de 1 g por kg de agua y, en la mayor parte de ellas, la sal que predomina es el
bicarbonato cálcico (CaCO3). Pero hay muchas aguas internas, continentales o epicontinentales que
no son dulces, sino saladas y, a veces, más saladas que incluso las aguas de mar (lagunas y ramblas
de aguas hipersalinas). Sin embargo, por diversas razones, por su situación en el ciclo hidrológico y
por las afinidades de los organismos que viven en ellas, se aproximan más a las aguas dulces que a
las marinas y, en consecuencia, van a ser tratadas también en este tema.
Las aguas marinas se caracterizan por una considerable uniformidad de composición. Por contraste,
las aguas no marinas tienen una composición química mucho más dispar. Se puede decir que hay
una clase de aguas marinas; pero muchas clases de aguas no marinas. La variabilidad existente en la
composición química de las aguas epicontinentales, guarda relación con la heterogeneidad local en
la composición de rocas y suelos, heterogeneidad que se ve incrementada bajo la influencia del
hombre. Dado que la salinidad de las aguas epicontinentales puede sufrir importantes fluctuaciones,
los organismos que habitan sus aguas se han adaptado a dichas variaciones. En general, tienen una
mayor capacidad de regulación de su medio interno que los organismos marinos. Así mismo, los
habitantes de las aguas saladas continentales están más emparentados con los de las aguas dulces
que con las especies marinas y ésta es otra razón para combinar el estudio de las aguas dulces y el
de las aguas saladas no marinas.
Son, por tanto, objeto de este tema los cauces de aguas fluyentes como ríos, arroyos, y ramblas;
fuentes y manantiales; lagos y lagunas, y los humedales (marismas, charcas, saladares, estuarios...),
ya sean todos ellos dulces o salados, permanentes o temporales.
El ciclo del agua
El agua de los océanos, de la atmósfera y de las tierras, modifica su posición geográfica y su estado
físico en una gran serie de continuos intercambios que se designan con el nombre de ciclo
hidrológico (figura 1). Si pudiésemos seguir el viaje de una molécula de agua a través del ciclo
hidrológico, veríamos que ésta pasa alternativamente por los diferentes estados: líquido, sólido y
gaseoso.
1
Un punto de partida para comenzar a describir el ciclo hidrológico son los océanos, que cubren casi
las tres cuartas partes del globo. Del total estimado de la evaporación anual de toda la superficie
terrestre (400.000 km3), se ha estimado que cada año se evapora desde los océanos unos 335.000
km3 de agua y otros 65.000 km3 se evaporan de los lagos y de las superficies húmedas de los
continentes (aguas continentales o epicontinentales). Alrededor de 100.000 km3 de agua caen en
forma de precipitación sobre la superficie de los continentes cada año. Por tanto, observamos que
cae considerablemente más agua sobre la tierra, que la que es devuelta a la atmósfera por
evaporación de las aguas continentales. Esto se explica porque parte del agua que cae sobre los
continentes vuelve al mar en forma líquida.
Del agua que cae en forma de precipitación, parte de la que llega a la tierra y se deposita sobre las
plantas y el suelo, es evaporada rápidamente y devuelta a la atmósfera. Si la lluvia es intensa, mucha
penetrará - se infiltrará- en el terreno, parte de la cual vuelve a la atmósfera a través de la
evapotranspiración de las plantas (las plantas absorben el agua del suelo a través de sus raices y la
reintegran a la atmósfera a través de sus hojas). El resto del agua que se ha infiltrado en el suelo, por
acción de la gravedad, es la que constituye las aguas subterráneas. Éstas se mueven muy
lentamente entre los materiales porosos del subsuelo, pero finalmente terminan emergiendo en
superficie (constituyendo las fuentes y manantiales), o en arroyos, lagos, zonas húmedas o incluso
directamente en el fondo de los océanos en forma de filtraciones o surgencias.
Cuando las lluvias exceden la capacidad de infiltración del suelo, el agua comienza a correr por su
superficie dirigiéndose, a favor de la pendiente del terreno, hacia los ríos y lagos o directamente
hacia el mar. Así mismo esta agua de escorrentía, puede evaporarse desde la superficie del suelo
hacia la atmósfera. Así, hemos seguido al agua través de su ciclo hidrológico completo.
Masas de aire que se mueven
hacia el continente
Precipitación
Evaporación desde
los océanos
Evapotranspiración
Regreso a los océanos
Evaporación
Infiltración
Lagos, humedales
Escorrentía
Ríos,
Mares y Océanos
Figura 1.- Esquema simplificado que muestra los diferentes elementos implicados en el ciclo hidrológico
2
La importancia de las aguas subterráneas
El cauce de los ríos, por lo menos en su parte baja, se desliza sobre materiales porosos transportados
por el mismo río. El espesor de estos materiales: arenas, gravas, cantos, etc., puede ser muy grande,
especialmente en aquellos ríos cuyos cauces fueron ahondados en épocas pasadas. El agua
transportada entre estos materiales, por debajo de la superficie del cauce, es muy importante y es la
que se conoce como agua subterránea (figura 2). Aunque el agua subterránea fluye a menor
velocidad que cuando lo hace superficialmente por el cauce del río, debido a la resistencia opuesta
por los materiales, su volumen puede llegar a ser muy grande (tabla 1). Entre otros factores, éste
dependerá de las características de los materiales del cauce. El espacio de los poros que puede
ocupar el agua es del 20 al 40 % en gravas, del 50 al 60 % en suelos, pero menos del 0,5 % en
areniscas, conglomerados y carbonatos, materiales éstos últimos muy compactos. Así mismo, el
agua circulará lentamente en areniscas y calizas compactas y más rápidamente entre gravas, arenas o
turba.
Alineación de fuentes
Acuífero
colgado
Río
discurriendo
por su valle
Nivel freático
Capa
impermeable
Nivel freático
Acuífero principal
Figura 2.- Un nivel freático colgado precisa de unas condiciones geológicas especiales (modificado
de Strahler, 1986).
El agua subterránea puede también ocupar, con mayor o menor movilidad, grandes bolsas de
materiales permeables limitadas por estratos impermeables, constituyendo lo que se denominan
acuíferos. El límite superior de un acuífero es lo que se conoce como nivel freático o piezométrico.
Cuando la topografía del terreno intercepta el nivel freático de un acuífero, como puede ocurrir por
ejemplo, en las laderas de los valles, se origina una fuente o manantial (lento flujo de agua que
emerge del terreno). La mayor parte de las fuentes naturales son meros hilillos de agua que son
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invisibles o pasan inadvertidas bajo la cobertura vegetal. Sin embargo, cuando un acuífero potente
es cortado por un valle o cañón, se origina un gran manantial que puede llegar a descargar
importantes volúmenes de agua. En ocasiones, el agua subterránea surge a la superficie del terreno
por su propia presión, desarrollándose en este caso una fuente o pozo artesiano.
En resumen, fuentes y manantiales son de tipo muy diverso, existiendo una fauna característica de
las aguas freáticas. Las aguas subterráneas constituyen reservas importantes para el hombre. Sin
embargo, una extracción excesiva puede conducir a problemas, por ejemplo a la penetración de
agua salada junto a la costa con su posterior salinización, o la desecación de fuentes y manantiales.
Acuífero: tipo de formación rocosa porosa e impermeable que permite albergar un volumen
más o menos grande de agua subterránea. El acuífero constituye un almacén de agua subterránea a
través del cual el agua circula fácilmente (Strahler, 1986). Un símil cercano sería el de una esponja
empapada en agua.
Conocer la conexión que existe entre aguas subterráneas y superficiales, es básica y fundamental
para entender el funcionamiento de ríos (permanentes y temporales) y lagos, así como de otros
ecosistemas acuáticos. Tal y como muestra la figura 1, aguas subterráneas y superficiales
constituyen una sola unidad, con la única diferencia de que unas fluyen por debajo de la superficie
del suelo y otras por encima. La razón de que en ciertos cauces se alternen los tramos con agua y sin
agua, está en la existencia de zonas donde el agua superficial se infiltra, circulando
subterráneamente (de forma subsuperficial) entre los sedimentos gruesos del lecho (arenas o
gravas), y zonas donde esta agua aflora de nuevo en superficie, como consecuencia de pequeños
cambios de topografía o presencia de materiales impermeables ( figura 3).
Zonas de
infiltración
Arenas/gravas
Zonas de
emergencia
Margas
Figura 3.- Movimiento del agua entre los compartimentos superficial y subterráneo en un tramo de un cauce
de topografía y sustrato variable. Mientras que las arenas y gravas permiten el fluir de agua a su través, las
margas, sustrato impermeable, fuerzan a ascender al agua subterránea en superficie.
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Igualmente, durante la época de estiaje, la ausencia de precipitaciones hace descender el nivel
freático, causa por la cual muchos cauces “se secan”. Estos cauces, denominados temporales,
recobran el agua con las primeras lluvias del otoño, que hacen ascender el nivel freático. El agua
que discurre por debajo del lecho del cauce, durante los periodos más secos, puede albergar un
elevado número de organismos (insectos acuáticos, formas de resistencia, etc.), que encuentran en
los sedimentos del cauce su refugio durante los meses más desfavorables.
Hay que indicar que el agua que aflora superficialmente en un punto determinado, bien en el lecho
de un cauce, bien dando origen a un lago o laguna o constituyendo una fuente o manantial, puede
proceder de zonas más o menos próximas, o haber viajado desde kilómetros de distancia. Por lo
tanto, aquellas actuaciones que ponen el peligro la calidad y cantidad de agua subterránea presente
en una zona determinada, no sólo tendrán un efecto local, allí mismo donde la actuación se realice,
sino que también puede tener repercusión a kilómetros de distancia de la misma.
Esta visión integral del recurso agua, no es siempre contemplada en los planes de gestión y
conservación, poniendo en peligro tanto la calidad como la cantidad del recurso.
Los principales problemas a los que se enfrentan las aguas subterráneas son:
- La sobreexplotación de acuíferos, que además de hacer descender drásticamente su
volumen ocasiona en las zonas costeras la salinización del agua subterránea.
- La contaminación por vertidos incontrolados sólidos (basureros, otros residuos) y/o
líquidos, que percolan a través del suelo hasta alcanzar las aguas subterráneas.
Situacion
AGUA SUPERFICIAL
Lagos de agua dulce
Lagos salinos y mares
interiores
Ríos
AGUA SUBTERRÁNEA
Humedad del suelo
Agua subterránea hasta los
800 m
Agua subterránea más
profunda
Agua líquida TOTAL en
zonas continentales
Casquetes polares y glaciares
Atmósfera
Océanos
TOTALES
(aproximados)
Extensión superficial
(km2)
Volumen
(km3)
Porcentaje
del total
860.000
700.000
125.000
104.000
0,009
0,008
...........
1.250
0,0001
130.000.000
130.000.000
67.000
4.200.000
0,005
0,31
130.000.000
4.200.000
0,31
132.000.000
18.000.000
510.000.000
360.000.000
8.630.000
29.200.000
13.000
1.322.000.000
0,64
2,15
0,001
97,2
1.360.000.000
100
Tabla 1.- Distribución del agua existente en el mundo (modificado de Strahler, 1986)
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Tipos de ecosistemas de aguas continentales. Características generales.
Funcionamiento y problemática asociada
La diversidad de las manifestaciones naturales del agua sobre la superficie de los continentes es
muy elevada, así tenemos fuentes y manantiales, arroyos, ríos, ramblas, lagos, lagunas y
humedales, muchos de los cuales pueden ser a su vez permanentes o temporales. El hombre así
mismo ha incrementado dicha diversidad con la creación de sistemas acuáticos artificiales de
creciente expansión como los embalses, las balsas de riego, sistemas de depuración (lagunaje),
explotaciones salineras y arrozales.
Uno de los factores más importantes bajo el cual podemos agrupar esta amplia variedad de
cuerpos de agua es la presencia o no de una corriente de agua. Así hablamos de los sistemas
lóticos, aquellos donde el agua fluye a favor de un gradiente de altitud, como son los arroyos, ríos
y ramblas y los sistemas lénticos o leníticos, en donde no existe esta corriente de agua, como en
los lagos y lagunas. A caballo entre ambos tipos de sistemas se encuentran los humedales o zonas
húmedas, sistemas frontera entre los ecosistemas terrestre y acuático con quienes comparten
características. En los humedales el agua puede permanecer más o menos estancada (pantanos,
turberas, saladares, prados húmedos) ó incluso fluir en ciertas zonas del mismo como en las
marismas y deltas de los ríos.
La existencia de una corriente de agua, elemento de transporte y arrastre desde la cabecera hasta
la desembocadura en los cursos de agua, determina un tipo de organización particular con
repercusión tanto en la estructura y composición de las comunidades de organismos acuáticos,
como en los aspectos básicos de su funcionamiento (producción primaria, dinámica de nutrientes,
etc).
Estructura y organización de los sistemas lóticos
En los cursos de aguas corrientes (ríos y ramblas) podemos distinguir un tramo alto o cabecera,
un tramo medio y un tramo bajo que termina desembocando en el mar (constituyendo los deltas o
estuarios) o en otro cauce de mayor entidad. Estos tres tramos de cauce son fácilmente
distinguibles por presentar, de forma generalizada, una serie de características físicas y biológicas
propias. Los tramos altos o de cabecera se suelen caracterizar por presentar cauces estrechos, con
una elevada velocidad de la corriente, sustrato de textura muy gruesa (bloques, cantos o gravas
gruesas) y una vegetación de ribera bien desarrollada que tiende a crear un ambiente umbrío sobre
la lámina de agua. En estos tramos, la limitación que la vegetación impone a la entrada de los
rayos solares, determina la escasez de plantas acuáticas. Conforme descendemos por el curso de
agua, y las pendientes del terreno de suavizan, los cauces tienden a ensancharse, la velocidad del
agua es menor y la vegetación de ribera, aunque puede estar presente, no llega a ensombrecer la
lámina de agua, permitiendo con ello la aparición de las primeras plantas acuáticas. Los tramos
bajos de los cauces se caracterizan por la mayor incidencia de las actividades humanas, son por
ello los tramos más alterados. En esta zona, de pendientes suaves, los cauces alcanzan su mayor
amplitud. Son tramos de aguas serenas que permiten la sedimentación de los materiales que el
agua va arrastrando a lo largo de su recorrido. Estos, compuestos por materiales finos (limos y
arcillas) y ricos en nutrientes son los causantes de la fertilidad de los suelos de las vegas bajas de
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los ríos (suelos de huerta). Es precisamente por ello, que el hombre a lo largo de su historia a
establecido sus asentamientos en los tramos bajos de los ríos, donde aprovechar el agua y el suelo
y es por ello también, que son las zonas más alteradas y contaminadas.
Tanto la variación de los factores físicos y biológicos del medio, como los humanos, determinan
que los diferentes tramos de un cauce (río o rambla) sean colonizados por especies de organismos
diferentes. Así en las cabeceras de los ríos predominarán aquellas especies adaptadas a vencer el
efecto de las elevadas corrientes de agua y las que precisan aguas de buena calidad para
sobrevivir. Por el contrario, los tramos bajos y más alterados, serán el hábitat de las especies más
tolerantes a la contaminación. Fuera de la lámina de agua, un gran número de especies animales
viven ligadas a ella. Mamíferos como la nutria o la rata de agua, numerosas especies de anfibios
(sapos y salamandras) y aves que viven y se alimentan de la vegetación ribereña o incluso en el
propio cauce como el Mirlo acuático. Todas ellas se ven así mismo afectadas por las condiciones
que imponen el medio natural y humano.
A
Zona de cabecera.
Tramo alto
Tramo bajo
Tramo
Desmbocadura
B
Zona de
Superficie
Bentos profundo
Figura 4.- Esquema simple de A: un sistema lótico y B: un sistema léntico
Estructura y organización de los sistemas lénticos
La ausencia de una corriente unidireccional es la principal característica de los lagos lagunas y
embalses, todos ellos sistemas lénticos. En éstos, existe un movimiento de la masa de agua e
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incluso, dependiendo de su tamaño, hasta se puede generar oleaje. En estos sistemas se diferencia
una cubeta más o menos grande, que alberga la masa de agua y unas orillas que la rodean. La
importancia de la relación que se establece entre la orilla y la columna de agua (aporte de materia
orgánica y nutrientes naturales) se va perdiendo conforme nos alejamos de su ribera. Así, en el
centro del lago o laguna, cobran más importancia aquellas relaciones que se establecen entre la
columna de agua y el fondo (bentos) de la laguna.
El principal eje de organización de las condiciones físico-químicas (temperatura, oxígeno,
nutrientes, etc) y biológicas (distribuciones de plantas y animales) en los sistemas lénticos es el
vertical, mientras que en los sistemas lóticos era el longitudinal (figura 4).
Como consecuencia del mayor volumen de agua que albergan lagos y lagunas, y a diferencia de lo
que ocurre en ríos, arroyos o ramblas, el principal componente biológico de sus aguas es el
plancton (organismos de pequeño tamaño a veces microscópico, que viven flotando en la columna
de agua), tanto el vegetal (fitoplancton) como animal (zooplancton). Mientras que el fitoplancton
queda limitado a las capas de agua más superficiales, donde recibe la mayor incidencia de los
rayos solares (el límite inferior de distribución de fitoplancton depende de la turbidez del agua) el
zooplancton presenta un mayor movimiento a lo largo de la columna de agua.
El fenómeno físico mas importante en estos sistemas que va a determinar su estructura y
funcionamiento, es el del establecimiento o no de una termoclina. La termoclina se genera como
consecuencia del efecto del sol al calentar las capas de agua más superficiales. En la termoclina,
la temperatura disminuye rápidamente con el incremento de la profundidad (aprox. 1ºC por
metro). La termoclina separa dos masas de agua de diferente densidad, la más densa en
profundidad y la menos en la superficie. Dada esta situación no es posible la mezcla de la masa de
agua llegando incluso a producirse situaciones de déficit de oxígeno en el fondo del lago o laguna
y de nutrientes en las capas más superficiales. Durante el periodo o periodos de mezcla, cuando
la termoclina desaparece, la masa de agua se homogeiniza en cuanto a sus propiedades físicoquímicas. La concentración de oxígeno del fondo tiende a igualarse con la de la superficie y los
nutrientes que se han ido depositando en el fondo de la cubeta ascienden a superficie
produciéndose en ocasiones un “bloom de algas” tras dichos periodos de mezcla.
Termoclina: estrato donde la temperatura del agua cambia rápidamente. Lugar, dentro de la
columna de agua de un lago o laguna, de máximo gradiente vertical de temperatura.
En las zonas ribereñas es común, por su menor profundidad, la presencia de plantas y algas
acuáticas que se distribuyen según un gradiente de profundidad. Así se encuentran, desde especies
que quedan completamente sumergidas por el agua, hasta aquellas que menos soportan el
encharcamiento y crecen alejadas de la orilla formando un cinturón de vegetación alrededor del
lago o laguna.
Al igual que en otros sistemas acuáticos, podemos encontrar desde organismos
estrictamente acuáticos (insectos, crustáceos, moluscos, etc) a aquellos que viven ligados al agua,
bien utilizando estos sistemas como fuente de alimento y/o reproducción, bien utilizando la
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vegetación de ribera a ellos asociados.
Principales riesgos e impactos
Al igual que se expuso en el apartado anterior (conexión entre las aguas subterráneas y
superficiales), los cursos de agua han de ser entendidos como un continuo que se extiende desde
cabecera a desembocadura, de tal manera que todos aquellos procesos y/o actividades que se
desarrollan en los tramos altos de los cauces, tienen su lógica repercusión en los tramos más
bajos, a veces a kilómetros de distancia. Al igual ocurre con lagos y lagunas, cuya fuente de agua
(por escorrentía superficial, descarga de agua subterránea o desembocadura de un cauce) puede
verse afectada a kilómetros de distancia del mismo.
Los principales impactos ha que se ven sometidos los cursos de agua son: la contaminación, el
descenso de los caudales, la destrucción de las riberas y las canalizaciones. Con excepción de las
canalizaciones, los sistema lénticos se ven afectados por el mismo tipo de impactos, a los que hay
que sumar además, la colmatación de sus cubetas. Como consecuencia del incremento de los
procesos erosivos, lagos y lagunas reciben, en general, la entrada de aguas con un alto contenido
en sedimentos lo que determina su paulatina colmatación.
El vertido incontrolado de aguas residuales tanto de origen urbano como industrial, son la
principal causa de contaminación de los ecosistemas acuáticos. Junto a este tipo de contaminación
otra, la contaminación difusa, esta siendo cada día más reconocida como factor decisivo en la
eutrofización de las aguas naturales (incremento de los contenidos de nutrientes: nitratos y
fosfatos del agua). La contaminación difusa es el resultado del lavado y arrastre con el agua de
lluvia, de los fertilizantes y pesticidas utilizados en la agricultura intensiva. Este agua de
escorrentía rica en nitratos y fosfatos es finalmente canalizada por los cursos de agua, en donde el
aporte de nutrientes supone un crecimiento masivo de algas, cuya muerte posterior supone una
importante carga orgánica que el río o la laguna no es capaz de asimilar. El déficit de oxígeno, la
producción de malos olores y la formación de productos tóxicos son pasos consecutivos de una
misma secuencia.
El problema de la contaminación se agrava cuando los caudales circulantes se reducen como
consecuencia de las obras de control y regulación. Con ello, se limita la capacidad natural de los
cauces de autodepurar -degradación de la materia orgánica y asimilación de nutrientes por parte
de la vegetación-. Otra importante consecuencia de la regulación de los caudales es la alteración
de su régimen natural, con la lógica repercusión que ello tiene sobre las comunidades biológicas.
De manera artificial son los meses de estiaje, cuando la demanda de agua para riego aumenta,
cuando mayor caudal de agua circula por los cauces.
La destrucción de la vegetación de ribera así como la canalización del cauce, que lo aísla
completamente de su medio natural adyacente, son factores ambos que vienen a agravar el
problema de la contaminación acuática. Esta demostrada la capacidad de la vegetación de ribera
de actuar como un “filtro verde” que retiene, procesa y asimila, nutrientes y pesticidas antes de
que éstos se incorporen a las aguas del cauce. Así mismo la figura 5, muestra los diferentes tipos
de conexiones: hidráulicas, físicas y biológicas que se establecen entre el cauce, propiamente
dicho, y sus riberas y llanura de inundación. Estas conexiones, que se pierden tras la canalización
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del cauce, son de vital importancia tanto para salvaguardar la calidad del agua, como para
mantener su diversidad de organismos natural, así como otras funciones naturales de los cauces
(recarga de acuíferos).
Un río una rambla, un arroyo, no es sólo un cauce que transporta agua sino un entramado
complejo de relaciones físicas, químicas y biológicas entre diferentes compartimentos entre los
que intervienen su llanura de inundación, la ribera, el lecho del cauce, las aguas circulantes y las
subterráneas.
aportes desde la llanura
de inundación, vía
escorrentía superficial
eliminación de
nutrientes a través de
la vegetación de ribera
aportes de hojas, ramas, etc., desde la
vegetación de ribera
aportes de agua
subterránea
movimiento y refugio de
organismos acuáticos
infiltración del agua que transporta el
cauce.
Recarga de acuíferos
Figura 5.- Diferentes tipos de relaciones que se establecen entre el cauce, su lecho, riberas, y llanura de
inundación.
Filtro verde: denominación que se le otorga a ciertos sistemas naturales con capacidad para la
mejora de la calidad del agua. Los filtros verdes retienen, procesan y eliminan la materia orgánica
y los nutrientes del medio. Son considerados filtros verdes los bosques de ribera de ríos y lagos y
en general, todos los humedales naturales.
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Los ecosistemas de aguas continentales de la Región de Murcia
Dos son los principales factores del medio que determinan el tipo, estructura y funcionamiento de
los ecosistemas acuáticos de la Región de Murcia. Estos son: la escasez de precipitaciones (con
medias anuales que en determinadas zonas no superan los 200 mm) y las elevadas temperaturas
alcanzadas durante los meses de mayor déficit hídrico (características ambas que definen a los
sectores de clima árido y semiárido), y la irregularidad de las lluvias. La gran variabilidad
interanual de las precipitaciones determina la alternancia de años secos frente a otros mucho más
húmedos. Así mismo, la existencia de ocasionales pero intensas avenidas de agua junto a
periodos de sequía, son características generales que afectan a los ecosistemas acuáticos
mediterráneos y forman parte del régimen de perturbaciones naturales a que se encuentran
sometidos.
Como consecuencia, los ecosistemas acuáticos presentes en la Región se van a caracterizar, en
primer lugar, por el escaso volumen de agua presente. Los sistemas de aguas permanentes se
encuentran en escaso número frente a los temporales, en los que el agua esta ausente durante los
meses más calurosos. Son también característicos los cursos de aguas intermitentes, donde los
tramos de aguas corrientes y los secos alternan en el espacio.
La existencia y abundancia de ramblas - sistemas de evacuación de las aguas torrenciales- es así
mismo una característica general de la Región. A pesar de que, por definición, las ramblas sólo
transportan agua tras las intensas precipitaciones, es frecuente la presencia de ramblas de aguas
permanentes (p.ej. rambla del Puerto de la Cadena) y temporales, que únicamente dejan de llevar
agua durante los meses de estiaje.
Otra característica importante que afecta a un gran número de ecosistemas acuáticos de la Región,
es su elevado grado de salinidad que puede llegar incluso a superar la salinidad del agua de mar
(p.ej:.la Rambla Salada de Fortuna, Rambla Salada de Alcantarilla; Barranco del Infierno en
Fortuna; Rambla de Algeciras, Librilla, entre otras, saladares, salinas interiores, etc). Estas sales
proceden del lavado de suelos con alto contenido en sulfatos (yesos) y cloruros. Las sales
disueltas son transportadas por el agua de escorrentía y tienden a depositarse en los lechos de las
ramblas y zonas deprimidas, constituyendo en este último caso los saladares o salobrales
(Saladares del Guadalentín; de La Alcanara, en Lorca; El Salar Gordo de Molina; los saladares
costeros de Marchamalo, Lo Poyo, El Carmolí y Playa de la Hita, etc.). Así mismo, cuando el
agua aflora desde el subsuelo, tras atravesar una zona rica en sales, constituye lo que se denomina
un afloramiento de aguas hipersalinas.
Estos afloramientos han sido utilizados desde la antigüedad para la extracción de sales para
consumo humano. Actualmente en la Región existen un total de 9 salinas, en su gran mayoría de
explotación artesanal, de las cuales sólo 3 permanecen activas. Estos ecosistemas presentan un
alto interés no sólo desde el punto de vista biológico, sino también cultural y didáctico.
Los tipos de ecosistemas acuáticos presentes en la Región son muy diversos, aunque quizá de
poca entidad dada la escasez del agua. En la tabla 2, se resumen dichos tipos.
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TIPO
OBSERVACIONES
SISTEMAS ACUÁTICOS NATURALES (se incluyen sistemas con cierto grado de intervención
humana)*
Nacimientos de agua por lo general dulce. Existen en la
Fuentes y manantiales
Región varias fuentes termales de uso terapéutico.
Ríos y arroyos
Generalmente de aguas permanentes y dulces.
Ramblas
De aguas temporales y en muchos casos salinas.
Humedales:
Engloban a una gran variedad de sistemas acuáticos.
También denominados zonas húmedas
La Laguna del Mar menor es el único ejemplo de este
Lagunas costeras
tipo
El agua puede llegar a aflorar o no en superficie.
También se denominan “humedales crípticos” o
Saladares
criptohumedales. Se localizan tanto en la costa como
hacia el interior.
Charcas y pozas *
De amplia distribución por toda la Región
Zona de comunicación entre el Mar Menor y el
Las Encañizadas del Mar Menor
Mediterráneo estabilizada por infraestructuras
pesqueras tradicionales (encañizadas).
Antiguas lagunas litorales convertidas en explotaciones
Salinas costeras *
salineras. Asociadas a ellas se suele desarrollar un
saladar.
Explotaciones salineras interiores asociadas a ramblas o
Salinas de interior *
manantiales de aguas hipersalinas
Áreas temporalmente encharcadas localizadas en
Arrozales
antiguas llanuras de inundación fluviales. Actualmente
destinadas al cultivo del arroz
SISTEMAS ACUÁTICOS
ARTIFICIALES
(se incluyen los estrictamente artificiales)
Humedales:
Embalses
Balsas de riego
Balsas de depuración por lagunaje
Embalsamientos artificiales de agua generados por
interrupción de una red de drenaje mediante un dique o
presa.
Cuerpos de agua artificiales con sustrato artificial,
destinadas al almacenaje de aguas para riego.
Grandes balsas o lagunas creadas para el tratamiento de
aguas residuales. Su valor es exclusivamente faunístico
(hábitat de aves acuáticas)
Tabla 2.- Tipos de ecosistemas de aguas epicontinentales presentes en la Región de Murcia.
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De entre todos los tipos expuestos, quizá por su singularidad en el marco europeo, caben
destacar las ramblas y los humedales de la Región. Es por ello , por lo que vamos a dedicarle
un poco más de atención a dichos tipos.
Las ramblas
Bajo la denominación de rambla, se engloban una gran variedad de sistemas de drenaje de muy
diversa tipología (barrancos, torrentes, cañadas, etc). Sin embargo, de forma general, el término
rambla se aplica para hacer referencia a: cauces anchos y de sustrato pedregoso, que sólo
transportan agua durante unos pocos días del año como resultado de intensas precipitaciones o
que transportan agua de forma permanente o temporal, ó incluso con unos tramos que pueden ser
permanentes y otros temporales.
En cualquier caso, las ramblas constituyen un rasgo morfológico típico de áreas de clima
semiárido y árido, siendo uno de los elementos paisajísticos más peculiares del ambiente
mediterráneo. Son, por tanto, características de todo el Sureste Ibérico, en donde alcanzan
especial desarrollo y envergadura. Las peculiaridades climáticas del mediterráneo pueden hacer
que las ramblas lleguen a evacuar elevados caudales durante breves intervalos de tiempo. Las
riadas o avenidas de agua constituyen un fenómeno hidrológico natural de escasa predectibilidad,
a nivel plurianual, que forma parte del régimen de perturbaciones naturales al que están
sometidas las zonas áridas y semiáridas.
Este funcionamiento hídrico tan particular (alternancia de periodos de sequía y avenidas),
determina que las ramblas posean unas características ecológicas muy peculiares marcadas,
precisamente, por la inestabilidad e irregularidad. Así mismo, en las ramblas es frecuente la
concentración, en mayor o menor grado, de cloruros y sulfatos en el suelo, consecuencia del lavado
lateral o ascendente de sales minerales, lo que explica el elevado grado de salinidad que pueden
llegar a alcanzar el agua cuando circula por ellos.
Reúnen por tanto las ramblas, una serie de condicionantes físicos y químicos que les dotan de un
enorme interés desde el punto de vista ecológico, tanto por las comunidades animales y vegetales
que albergan (en general adaptadas tanto a la salinidad como a la pérdida total del agua), como
por la función que desempeñan como elementos de transporte y distribución de agua y materiales
a través de la cuenca de drenaje.
Las ramblas se distribuyen ampliamente por toda la geografía regional, siendo un elemento típico
de su paisaje. Constituyen el principal sistema de distribución y evacuación del agua de
escorrentía que generan las escasas, pero intensas, precipitaciones que tienen lugar en la Región.
Son por tanto, especialmente abundantes, en aquellas zonas de la Región con predominio de
materiales blandos y fácilmente erosionables (materiales sedimentarios) como por ejemplo las
Cuencas del Río Mula y Río Chicamo. Así como en el sur, en toda la franja litoral. Al noroeste de
la Región, con predominio de litologías más duras (calizas, conglomerados, areniscas), las
ramblas siguen estando presentes, aunque son superadas en número por los barrancos y arroyos
que drenan la mayor parte de su superficie.
Dada la variedad de litologías, relieves y condiciones climáticas en la Región, entre otros factores,
las ramblas muestran aspectos diferentes desde el punto de vista morfológico, hidrológico y
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biológico. Presentan un amplio rango de salinidad que comprende a las aguas dulces (0-3 g/l), las
salobres (3-30 g/l) y las hipersalinas (>30 g/l). Existe además una importante fluctuación de la
salinidad entre los meses de invierno y verano. Durante los meses de estiaje la salinidad del agua
puede llegar a incrementarse hasta 10 veces, dependiendo del caudal circulante.
Así mismo, en las ramblas salinas la concentración de sales varía desde cabecera a
desembocadura, siendo los tramos bajos los que registran mayor salinidad, como consecuencia
del lavado y acumulación de sales. Por otra parte, en las cabeceras de algunas ramblas, fuera de
las depresiones margosas, donde aparecen calizas, materiales metamórficos o volcánicos, pueden
existir afloramientos de aguas dulces.
La fluctuación de los caudales y la salinidad del agua, son dos de los factores ambientales que van
a seleccionar los organismos capaces de sobrevivir en estos ecosistemas acuáticos. Una de sus
principales adaptaciones es poseer ciclos de vida cortos y reproducirse de forma continua cuando
las condiciones son favorables. Además tienen una gran capacidad de dispersión, adoptando
diversas estrategias para colonizar nuevos medios. Aquellos organismos incapaces de emigrar,
han desarrollado formas de resistencia a la sequía (huevos durables, cese del desarrollo, semillas,
esporas), otros utilizan como refugio ciertos hábitats que conservan algo de humedad (bajo
piedras, enterrados en el barro, por ejemplo). Por último, son especies tolerantes a la salinidad,
capaces de soportar un amplio rango de variación.
A pesar de lo estricto que parece ser el medio, la diversidad de organismos que habitan en las
ramblas o en su entorno inmediato es elevada. Desde insectos acuáticos hasta mamíferos, que
encuentran en la vegetación asociada a las ramblas zona de alimento y refugio, se encuentran
representados todos los grandes grupos animales: peces, anfibios, reptiles y aves.
Otra característica particular de las ramblas es su frecuente asociación con humedales, dando
lugar a sistemas complejos de reconocido valor naturalístico y ecológico incluso a nivel
internacional. Este hecho, justifica el interés de considerar las ramblas, dentro de un apartado
especial, en el Inventario Regional de Humedales realizado en el 2001, como sistemas acuáticos
de especial interés sobre los que dirigir las apropiadas medidas de gestión encaminadas a la
conservación y protección de humedales.
Los humedales
Los humedales son sistemas peculiares cuya definición es bastante compleja de establecer lo que
ha motivado la multitud de propuestas existentes para su definición. Sus rasgos morfológicos
difusos – de límites poco definidos y escasa profundidad- y su naturaleza cambiante- mostrando
aspectos muy distintos y variables a lo largo del tiempo- hacen que, a diferencia de otros sistemas
naturales, los humedales resulten difíciles de definir.
Se trata de sistemas ecotono (“a caballo”), entre el medio terrestre y acuático, con quienes
comparten sus características. Aunque de naturaleza ambivalente, entre la tierra y el agua, desde
el punto de vista ecológico son sistemas naturales con una personalidad característica.
Con una amplia perspectiva, González Bernáldez (1988) propuso como definición de humedal
aquellas formaciones que, sin ser ni un río ni un lago, representan una anomalía hídrica positiva
en el paisaje. Esta definición incluye un amplio abanico de sistemas que engloba no sólo aquellos
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que presentan una lámina de agua superficial, aun de carácter temporal, si no también aquellos en
los que el nivel freático esta lo suficientemente cerca de la superficie del suelo como para permitir
el desarrollo de comunidades vegetales diferentes a las de su entorno inmediato. El mismo autor
propuso para designar a este último tipo de sistemas el término criptohumedal, es decir, humedal
oculto o poco aparente.
Por tanto, son humedales las áreas pantanosas o encharcadizas, las lagunas, charcas, o
simplemente las manchas de vegetación que denotan una mayor humedad, como los sotos, los
cinturones de vegetación ribereña, los juncales, cañaverales y carrizales, y los prados húmedos.
El carácter difuso y la variabilidad temporal de los humedales se acentúa de forma extrema en las
zonas áridas y semiáridas. La alternancia de los periodos de sequía junto con la posibilidad de
inundaciones y la acusada variabilidad interanual que caracteriza estos ambientes, determina el
elevado dinamismo espacial (cambios de vegetación, distribución del agua superficial, etc... muy
acusados) y temporal (p.ej. cambios según las estaciones del año) a que están sometidos los
humedales de ambientes semiáridos.
Uno de los tipos de humedales más emblemáticos del sureste ibérico, son los denominados
humedales asociados a sistemas de drenaje. Como su nombre indica, estos humedales se
encuentran ligados fundamentalmente a las ramblas, donde la presencia de descargas de agua
subterránea, bien de forma permanente o temporal, posibilita su aparición.
Los humedales asociados a ramblas son típicos de cuencas sedimentarias (con presencia de
materiales blandos, como las margas) en las que los procesos erosivos son muy acusados. Una
característica general a todos ellos es el elevado contenido en sales de sus aguas. El origen de esta
salinidad, como se comentó anteriormente, esta en la naturaleza del material geológico sobre el
que se asientan, con abundantes depósitos de yesos. Son por tanto típicas de estos humedales las
plantas adaptadas a la sal (vegetación halófila) entre las que destacan especies como las sosas y
los almarjos (especies con las que se elaboraba jabón), las siemprevivas (recolectadas con objeto
ornamental) y que junto con los tarajes o tarays, constituyen la vegetación más característica y
conspicua de estos humedales.
Sin embargo, en la parte alta del humedal, donde tiene lugar la principal descarga de agua
subterránea, es típica la presencia del carrizo (nota: diferenciar de la caña). La presencia de agua
de menor salinidad y carácter permanente, permite el crecimiento de esta especie vegetal.
Además del aporte de agua subterránea, tras las escasas precipitaciones que tienen lugar en la
Región, los humedales reciben aportes ocasionales de agua y sedimentos por escorrentía
superficial. Estos aunque esporádicos, son cuantitativamente importantes como fuente de
nutrientes (sales, nitrógeno y fósforo) para las comunidades biológicas del humedal. En este
sentido, las perturbaciones naturales a que se encuentran sometidos estos sistemas: sequías e
inundaciones, son el elemento clave alrededor del cual se organiza la estructura y el
funcionamiento del humedal.
Ligada a la presencia de agua, aun de carácter temporal, y a las comunidades vegetales, se
encuentra una importante diversidad de especies animales. Aunque generalmente poco conocidos,
los insectos acuáticos constituyen uno de los grupos animales más interesantes. Entre las aves, se
encuentra un diverso grupo de especies que también puede ser vistas tanto en la zona costera
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como en los hábitats de matorral (limícolas y larolimícolas nidificates como la Cigüeñuela, los
chorlitejos y el charrancito; los carriceros, zorzales y estorninos; los ruiseñores, las currucas,
etc...) y sobre todo la nidificación, en ciertos humedales, de rapaces como el Aguilucho Cenizo.
Así mismo son hábitats naturales para ciertas especies de sapos, lagartijas y mamíferos
(Musarañita, Comadreja, Zorro).
Desde otro punto de vista, los humedales se manifiestan como sistemas de gran utilidad e interés
ecológico. Por una parte, juegan un papel fundamental en la regulación de las inundaciones,
debido a su capacidad para retardar los picos de avenida. Además, se trata de sistemas con una
alta productividad, ya que permanecen con agua cuando el resto del territorio sufre un importante
déficit hídrico. Así mismo son el refugio de especies vegetales y animales que pueden penetrar en
territorios más áridos a través de estas formaciones singulares.
Otra importante función ecológica que cumplen los humedales, cada día más reconocida, es su
uso como elementos de control de la contaminación difusa, es decir aquella que tiene lugar como
resultado del lavado y arrastre de fertilizantes desde los suelos agrícolas. La capacidad de estos
sistemas en la retención, transformación y eliminación nutrientes (fundamentalmente nitratos y
fosfatos) les ha dado el apelativo de “filtros verdes” y su uso como sistemas naturales de
tratamiento de aguas residuales es una práctica bastante común en ciertos países. Los humedales
son sistemas receptores de agua y materiales procedente de sus cuencas vertientes, por tanto son
capaces de intervenir en la mejora de la calidad del agua de escorrentía antes de que ésta se
incorpore a otro cauce o cuerpo de agua, jugando un importante papel en la reducción de la
contaminación acuática.
Una adecuada política de gestión y planificación territorial donde se tendiera a la recuperación y/o
protección de estos sistemas naturales cumpliría un doble objetivo: la protección de los
humedales y con ello de su flora y fauna asociada, y paliar los problemas de la eutrofización de
los cauces.
Estado de conservación de los ecosistemas de aguas epicontinentales de la
Región
En relación a la conservación y gestión de los ecosistemas naturales de aguas epicontinentales, hay
que señalar que uno de los principales problemas con que nos encontramos, en general en el sureste
ibérico, esta relacionado precisamente con su carácter temporal y salino y sus escasas dimensiones.
En general, si exceptuamos a ríos y arroyos, el resto, son sistemas poco o nada valorados,
considerados en muchas ocasiones como zonas insalubres.
Los cauces de aguas permanentes; ríos y arroyos, pese a su mayor valoración como fuente de un
preciado recurso, son así mismo objeto continuado del vertido de aguas residuales procedentes tanto
de vertidos urbanos como industriales (p.ej. el propio Río Segura) que escapan del control de la
administración. Especialmente en los tramos medios y bajos, la calidad del agua de los cauces no es
buena, con problemas graves de contaminación en ciertos puntos. Este hecho se agrava con la
reducción de los caudales como consecuencia de la mayor demanda de agua para el regadío,
explotación de acuíferos e incremento de las obras de control y regulación de caudales (presas).
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En la misma situación se encuentran las ramblas de la Región, aunque en este caso hay que sumar
además actividades tales como la roturación del lecho de la rambla; la apertura de caminos y el
vertido de basuras y escombros.
Otro efecto negativo de la actividad del hombre sobre los cauces (ya sean ríos o ramblas) es el de
alterar la salinidad de sus aguas. La presencia de vertidos puede en ocasiones incrementar o
disminuir la salinidad natural de los cauces. Así mismo, un efecto claro del incremento de la
superficie de regadío (a expensas del trasvase Tajo-Segura) ha sido, precisamente, la dulcificación
de los ecosistemas acuáticos en general y de ramblas y humedales, en particular. Por el contrario,
la sobreexplotación de acuíferos y la disminución de los caudales tienen el efecto opuesto: la
concentración de sales en el lecho de los cauces y el incremento de la salinidad del agua.
A pesar de lo que se pudiera pensar, la paulatina dulcificación de ciertos ecosistemas acuáticos de
la Región, se traduce en una gran pérdida de valores biológicos (de especies de flora y fauna) y
ecológicos. Un elevado número de hábitats asociados a los sistemas acuáticos salinos, están
clasificados como de Interés Comunitario a escala europea e incluso como hábitats de Especial
Interés de Conservación. Estos sistemas, valorados fuera de nuestra Región, son despreciados y
maltratados dentro de ella.
Así mismo, en general se ha observado una clara y veloz tendencia a la eutrofización de las aguas
de los cauces. Un reciente estudio realizado en las ramblas de la Región, pone de manifiesto
ciertos incrementos alarmantes de la concentración de nitratos y fosfatos para el periodo 19812000. Estos aumentos de la concentración de nutrientes, parecen ser resultado fundamentalmente,
del aporte de aguas de escorrentía proveniente de las tierras de cultivo y/o ganaderas
(contaminación difusa).
Otra importante alteración de nuestros cauces está relacionada con la eliminación del bosque de
ribera y los encauzamientos. Actualmente los dos únicos ejemplos de bosque de ribera en la
Región quedan limitados a la zona de Cañaverosa y el Cañón de Almadenes.
En relación al estado de conservación de los humedales éstos además, se encuentran sometidos a la
quema, desecación y roturación para la puesta en cultivo de su suelo. Dichas actividades constituyen
prácticas habituales nada controladas que son la causa de su creciente desaparición.
En el Inventario de Humedales de la región de Murcia, realizado en 1992, se recogieron un total
de 74 humedales entre sistemas costeros y continentales, lo que representa una superficie total de
1,65 % de la superficie regional. En el 2001, fecha en la que se realizó un nuevo Inventario de
Humedales, se refleja la pérdida de 855,5 ha de humedales (equivalentes al 4,37% de la superficie
total inventariada en 1990). Siendo los saladares el tipo de humedal que mayor pérdida de
superficie ha experimentado, con reducciones que en algunos casos representan hasta el 76% de
su superficie original. Estas pérdidas de superficie han sido ocasionadas, en todos los casos, por
las roturaciones y expansión del cultivo de regadío intensivo. A pesar de la existencia de
normativas sectoriales y/o territoriales de aplicación a la protección y gestión de los humedales su
efectividad deja mucho que desear como demuestran estos datos.
La situación de fuentes y manantiales no es mucho mejor, pues el descenso general de las reservas
de aguas subterráneas de la Región, lo que se traduce localmente en la disminución del nivel
freático, ha ocasionado la disminución de sus caudales originales y la desecación de un elevado
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número de ellas.
Algunos principios básicos para la gestión y conservación de los ecosistemas de
aguas epicontinentales
Los sistemas acuáticos pequeños, de aguas temporales y en ocasiones salinos, son patrimonio
inestimable de las zonas áridas y semiáridas
Un paso muy importante encaminado a la conservación y adecuada gestión de los ecosistemas
acuáticos de la Región de Murcia y en general de las zonas áridas y semiáridas, es su valoración
como sistemas únicos y singulares que hay que conservar. Son patrimonio de las zonas más áridas
del planeta y como tal ha de ser conservado. Este cambio de actitud hacia zonas, en ocasiones
tachadas de insalubres, implica no sólo, a la sociedad en general, sino también a las
administración pública que es quien, en último lugar, pone en marcha y ejecuta los planes de
restauración, y/o protección en el medio natural.
Los sistemas acuáticos epicontinentales no son unidades aisladas
Desde el punto de vista físico, los sistemas acuáticos son unidades discretas, cuyos límites físicos
han sido impuestos por el hombre con objeto de facilitar su identificación y gestión. Sin embargo,
cualquier estrategia encaminada a la conservación; restauración y/o gestión de los sistemas
acuáticos, debe adoptar una perspectiva territorial mucho más amplia. Como se explicó al abordar
el concepto de ciclo hidrológico, los sistemas acuáticos dependen del sistema hídrico de la cuenca
en la que se integran. Es imposible asegurar la protección y adecuada gestión de los mismos, sin
conocer y comprender sus conexiones con otros sistemas acuáticos y/o terrestres, con quienes
comparten o pueden compartir su funcionamiento. Se hace por tanto necesario definir unidades
complejas de sistemas acuáticos - donde éstos queden integrados en sistemas amplios y
dependientes de una dinámica común- como unidades básicas para la protección, ordenación de
usos y gestión.
Sequias e inundaciones factores clave en el funcionamiento de los sistemas acuáticos
epcontinentales en zonas áridas y semiáridas.
La estructura -composición y distribución de las comunidades animales y vegetales- y
funcionamiento de los sistemas acuáticos de zonas áridas y semiáridas, está determinada por la
frecuencia y grado de perturbación - periodos de estiaje y avenidas de agua- a que están
sometidos.
Ello se traduce, en que cualquier acción que modifique tales perturbaciones, bien aumentando o
disminuyendo su frecuencia e intensidad, modificará su estructura y dinámica natural, tal y como
hoy la conocemos.
En este sentido, es común incurrir en el error de ciertas prácticas de recuperación y gestión de
sistemas acuáticos, encaminadas a mantener una lámina de agua permanente durante todo el ciclo
hidrológico, básicamente para facilitar o asegurar el establecimiento de poblaciones de aves. Si es
éste el objetivo del proyecto de recuperación, la inundación permanente del sistema será el
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método más eficaz para conseguirlo, pero, si el objeto del proyecto es la conservación del hábitat,
es decir del sistema acuático en sí mismo; de sus comunidades de flora y fauna, y en general de
sus características globales, tal práctica será sin duda el primer paso para su total transformación.
Entender el papel que avenidas y sequías tienen sobre los sistemas acuáticos, es el paso
fundamental hacia una adecuada política de gestión y conservación de los mismos.
Perturbación: cualquier fenómeno o suceso que ocasiona un cambio profundo en el
medio y/o en los organismo que lo habitan. Las perturbaciones pueden ser fenómenos naturales
(riadas, sequías tornados..etc), originadas por la acción del hombre (p.ej. la construcción de
presas) o en ocasiones el hombre influye sobre las perturbaciones naturales intensificándolas o
incrementando su frecuencia (p.ej. los incendios).
Ciertos sistemas acuáticos presentan un elevado dinamismo espacial y temporal.
La variabilidad interanual de los ciclos hidrológicos, junto con la impredictibilidad anual de las
precipitaciones y duración del estiaje, determina que los ecosistemas acuáticos epicontinentales
sean sistemas muy variables. Dicha variabilidad se acentúa en extremo en los humedales, con
importantes variaciones a nivel espacial (distribución y estructura de la vegetación, distribución y
extensión de la lámina de agua superficial) y temporal (variabilidad en la profundidad de la
lámina de agua superficial, fluctuaciones del nivel freático, etc).
Que los humedales son sistemas espacialmente diversos, es un hecho constatable a simple vista,
pero dicha diversidad además varía en el tiempo. En ciertos momentos del año, o durante ciertos
años, un mismo humedal puede cobrar un aspecto más “terrestre”; por ausencia de lámina de agua
superficial, extensión de la vegetación hacia áreas anteriormente ocupadas por el agua, aparición
de especies vegetales menos tolerantes a la inundación. O bien más “acuático”, situación que
puede darse durante los años más húmedos, cuando la incidencia de las avenidas de agua, además,
a socavado ciertas zonas del humedal, abriendo nuevas zonas para la colonización de organismos
acuáticos.
Esta variabilidad ha de tenerse muy en cuenta a la hora de cualquier estrategia de gestión y
conservación pues puede incidir, entre otros factores, sobre los “límites del humedal”, así como
sobre los criterios propuestos para su protección (especies singulares, especies raras, densidades
de individuos...) o sobre aquellos criterios en los que se basó inicialmente su status de protección.
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