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POSGRADO
Cómo puede un tutor convertirse
en un docente eficiente
José Saura Llamas1 y Eduardo Romero Sánchez2
1
Especialista en Medicina Familiar y Comunitaria. Tutor de Medicina de Familia, Servicio
Murciano de Salud. Unidad Docente GAP Murcia. Centro de Salud Barrio del Carmen, Murcia
2
Pedagogo, Facultad de Educación, Universidad de Murcia. Colaborador de la Unidad Docente
de la Gerencia de Atención Primaria de Murcia, Murcia
Este artículo está libremente inspirado en parte del taller docente: “Cómo se puede convertir a un tutor en un docente eficiente: manso como cordero pero astuto como serpiente”. Aula Docente. XXV Congreso Nacional semFYC. Santiago de
Compostela, noviembre de 2005.
INTRODUCCIÓN
Los tutores de Medicina de Familia no han
sido suficientemente preparados para ejercer
su profesión como docentes. Por tanto, se hace precisa una formación específica en esta
área. Además, es una necesidad sentida por
los tutores y expresada en multitud de foros
profesionales.
Al mismo tiempo, la aprobación del nuevo programa docente de la especialidad ha
aumentado las exigencias que los tutores deben cumplir como docentes y puede suponer
un aumento de su carga de trabajo. Como los
tutores, habitualmente, tienen poco tiempo y
recursos de todo tipo, ser efectivos como docentes, es decir, alcanzar los objetivos docentes, es fundamental.
Este artículo trata de ayudar a los tutores a
resolver los problemas que se les plantean en
el desarrollo diario de la formación de sus residentes, siendo potencialmente útil para los
tutores con varios años de experiencia docente en dificultades, o para los tutores “novatos”
o que aún no han tenido ningún residente. Es,
a su vez, continuación de un artículo anterior
que trataba el tema del tutor efectivo (1) y pretende ir un poco más allá, al plantear que el
tutor sea un tutor eficiente además de efectivo, es decir, teniendo en cuenta la variable coste en recursos de todo tipo de la docencia.
Entre sus objetivos figuran ayudarnos a mejorar la competencia docente, hacer más fácil
y rentable la tarea formativa del tutor, al utilizar algunas de las metodologías más prácticas
y útiles para la formación de los residentes de
MFyC, iniciar un debate sobre la necesidad de
mejorar las técnicas y los instrumentos actualmente existentes y estimular el desarrollo y la
difusión de nuevas herramientas docentes.
UNA MANERA CONSTRUCTIVA
DE ENFOCAR LA ACTIVIDAD
DOCENTE
Es importante abordar este tema con una actitud relajada, en un “dejar venir las cosas”,
tratando de evitar un nivel alto de autoexigencia que, a veces, es muy habitual entre los
médicos de familia y que sólo suele llevar a
la frustración. No se trata de aumentar el trabajo y la responsabilidad de los tutores, sino
de aportar una ayuda o unas ayudas para facilitar el trabajo del docente.
Para ello, debemos huir de la crispación y
de crear tensiones innecesarias, incluso relativizando la información. Si la información
nos estresa, eliminarla o archivarla (para utilizarla más adelante), ya que muchas cosas
se interiorizan y luego las utilizamos sin darnos cuenta. Tratar de ser tutores ansiolíticos
y no ansiógenos.
DPM 2008; vol. 1 nº 3: xx-xx.
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Hay que tener en cuenta que, en la situación actual, los tutores hacemos mucho más
de lo que sería exigible. Por ejemplo, los mejores tutores son los que realizan actividades
formativas (los que acuden a los talleres de
formación de formadores).
Ir mejorando como docentes e incorporando nuevos conocimientos, habilidades y actitudes de forma paulatina, poco a poco, “pelar una patata detrás de otra”.
Tratar de divertirnos al formar residentes
(¿es posible divertirse?), utilizando la ironía
y el humor. En resumen, tratar de disfrutar y
de pasarlo bien.
El marco general es la formación de adultos como contexto y tratar de ayudar a los tutores a formar residentes. Dentro de esta idea,
utilizar el programa docente oficial de la especialidad como referencia es imprescindible pero no suficiente, pues no responde totalmente a la pregunta: ¿cómo llevar a la
práctica el proceso docente? ¿cómo formar a
un residente?
Se ha sugerido que, a medio plazo, debemos caminar hacia una docencia basada en
la evidencia (en pruebas), utilizando en nuestra consulta aquellos métodos, técnicas y herramientas docentes que se hayan demostrado útiles para formar en nuestro quehacer
diario a los residentes.
Al mismo tiempo, sabemos poco de los
problemas y de las necesidades de los tutores, aunque sí sabemos que no son perfectos,
que necesitan recibir formación de formadores, por lo que está más que justificado que
se promocione y se realice investigación en
docencia.
EL TUTOR EFICIENTE
Mejor que el concepto de docente efectivo (1)
es el concepto de docente eficiente. Un buen
tutor de Medicina de Familia es aquél que es
un docente eficiente (que es mucho más que
efectivo).
La eficiencia es un componente de la docencia de calidad y se traduce en producir
6
Los tutores no han sido suficientemente
preparados para su actividad formativa,
por lo que necesitan una formación específica
en esta área
mucho con poco coste (gasto) -como ejemplo, véanse ejemplos asistenciales-. La relación que define la eficiencia tiene dos componentes: producir la mayor cantidad y calidad
de un servicio o actividad determinada utilizando la menor cantidad de recursos posibles.
El tutor más eficiente es el que hace que
el residente aprenda más y mejor con menos
recursos, el que hace que se alcancen un mayor número de objetivos docentes. No es el
que enseña mucho, no es el que hace muchas
actividades docentes, es el que hace que el
residente aprenda mucho y bien.
Por lo tanto, se va a intentar responder a
la pregunta ¿es posible hacer mejores actividades formativas utilizando pocos recursos y
con poco gasto de energía por nuestra parte?
(el gasto de energía por parte del tutor también es un recurso).
Se trata de conseguir un docente que conozca y utilice las formas de enseñar-aprender, y los métodos y técnicas docentes más
eficientes.
Todo esto se traduciría en producir más,
al poner en marcha más y mejores actividades formativas y tratando de alcanzar más objetivos docentes con mejores resultados formativos. Al mismo tiempo que se gasta menos
por medio de crear un buen ambiente docente, mantener una buena relación con el residente, planteando bien los problemas, manejando bien el tiempo docente y utilizando
pocos recursos.
El tutor eficiente es el que tiene
competencia docente
Recordando aquel famoso aforismo: “Para
enseñar latín a Jon, más que saber latín, hay
que conocer a Jon”, hay que añadir... Pero
también hay que saber latín.
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El tutor debe ser un profesional que enseña (que ayuda a aprender), un docente capacitado-. Para ello debe formarse y, hasta ahora, nos han formado poco. Probablemente, en
lo referente a la docencia posgrado, los médicos de familia debemos formarnos entre
nosotros (hay pocos médicos que sepan).
Tareas del tutor en la enseñanza clínica
Entre las propuestas sobre las tareas a desarrollar por el tutor recogidas en la bibliografía (modificado de Loayssa 2001), se pueden destacar: seleccionar situaciones clínicas
concretas, delimitar aspectos valiosos de las
experiencias espontáneas, orientar y preparar al residente, estimular y guiar la reflexión, ayudar a extraer conclusiones, proporcionar feed-back directo o a través de otros
medios, convertirse en un modelo positivo
de comportamiento profesional, apoyar el
aprendizaje en actividades docentes formales y estructuradas y evaluar el programa y
al residente.
Aunque algunas de estas tareas son más
fáciles de enunciar que luego poderlas llevar
a la práctica con el residente.
Además, el tutor eficiente debe tener una
serie de cualidades entre las que podíamos
destacar la resistencia -son como corredores
de largas distancias (tratar de evitar “la soledad del corredor de fondo”)-, la paciencia,
la constancia y la inteligencia emocional.
Otro enfoque muy práctico que puede ayudar al tutor es el que se propone como decálogo para la enseñanza clínica (o de cualquier
otra tarea clínica) (2):
1. Tenga confianza en usted mismo.
2. El protagonista del aprendizaje es el
alumno no el maestro.
3. Favorezca un clima humano cordial y
de camaradería.
4. Usted es la herramienta docente más poderosa
5. Utilice los acontecimientos de la práctica diaria.
6. Esté presente y aprenda a observar.
7. Cuando enseñe algo, sea conciente que
enseña varias cosas.
8. Defina y aclare previamente lo que
quiere tratar, enseñar o decir.
9. Facilite la autorreflexión y esté dispuesto a dar sugerencias.
10. Usted no lo sabe todo.
El tutor eficiente es el que crea un buen
ambiente docente
Una buena manera de crear ese buen ambiente docente sería utilizando como referencia
el modelo “ecológico” de tutorización en Medicina de Familia (3).
Se trataría de conseguir un ambiente que
facilite el aprendizaje o, mejor, que lo haga
casi inevitable. En el centro docente existe
una “cultura docente” que permite una buena integración de la asistencia, la investigación y la formación, y que dispone de los recursos necesarios como los espacios y
medios docentes. Tiempos y “silencios” docentes (4, 5).
El tutor debe tener en cuenta algunos principios básicos a la hora de organizar su consulta docente para formar residentes (6).
Como habitualmente los tutores disponen
de poco tiempo y de pocos recursos de todo
tipo, es fundamental que sean efectivos
como docentes, es decir, que alcancen
los objetivos docentes previstos
El tutor eficiente es el que es capaz
de comunicarse y tener una buena
relación con su residente
La relación tutor-residente tiene dos grandes enfoques que se refieren, por un lado,
a los aspectos formales y normativos (7) y,
por otro, a los factores que pueden condicionarla (8).
Que el tutor tenga una buena relación con
su residente es una de las actitudes o cualidades que los residentes esperan de él (9). Pe7
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ro ser capaces de mantener una buena relación también es una de las actitudes que los
tutores esperan de sus residentes (10).
Es evidente que la manera cómo se relacionen el tutor y el residente va a tener una
enorme repercusión en lo que van a aprender
los residentes. Por eso, el tutor eficiente aprovecha esa buena relación en beneficio de la
formación.
Para un tutor es imprescindible utilizar como
referencia el programa docente oficial
de la especialidad pero no es suficiente,
pues por sí sólo no puede responder
a la pregunta ¿cómo llevar a la práctica
el proceso formativo con el residente?
El tutor que no produce ansiedad
innecesaria en el residente
El tutor que sabe motivar al residente
Es aquel que sabe manejar los estímulos positivos (premios y recompensas) y negativos (correctivos), adecuándolos al momento formativo y a las situaciones concretas
que los requieran. Lo ideal sería utilizar, sobre todo, los estímulos positivos y que el residente se penalizara así mismo cuando no
los obtuviera.
Entre los factores motivadores más frecuentemente mencionados se encuentran el
contacto personal con el tutor y los compañeros, un programa docente de calidad, la satisfacción con los objetivos formativos personales y con su consecución, la utilidad
práctica del aprendizaje y la verificación de
los resultados y progresos conseguidos. Un
tutor eficiente es el que sería capaz de conseguir, con facilidad, esos estímulos positivos (o premios) que, además, sean merecidos
y valorados por el residente. Comenzar siempre destacando lo bueno.
Entre los estímulos negativos y correctivos hay algunos muy potentes.
El residente no le hace un favor al tutor
pasando la consulta; el tutor permite que el
residente aprenda con sus pacientes, compartiendo la responsabilidad. El residente
debe ganarse la confianza del tutor. Ganarse la posibilidad de pasar consulta. “Como
aún no estás preparado, no vas a pasar consulta hasta...”
Los residentes valoran muy positivamente que el tutor se preocupe de sus necesidades formativas y personales y que los tengan
presentes y se acuerden de ellos.
8
Un exceso de ansiedad lleva a realizar peor
el trabajo. Un ejemplo sencillo de entender
es el de los pacientes cuando tienen un nivel
alto de ansiedad.
Es conocido el efecto “médico-medicina”
(fenómeno natural). Y, así, en la práctica profesional se pueden identificar médicos ansiolíticos en su relación con sus pacientes vs.
médico ansiógeno.
Por similitud, existe la figura del tutor
ansiolítico vs. el tutor ansiógeno. Y, así,
los docentes ansiolíticos pueden disminuir la ansiedad innecesaria e incapacitante de los residentes (“Vísteme despacio que tengo prisa”). El objetivo es que
el tutor no le cree nuevos problemas al residente. Existen acercamientos que buscan facilitar la incorporación de los residentes al centro de salud tratando de
prevenir o disminuir los motivos de estrés
o su malestar (11).
Estos motivos de malestar de los residentes se refieren a tres grandes fuentes de
estrés, como son la consulta a demanda, la
consulta programada y al resto de tareas a
desarrollar en el centro de salud. Conocerlos y trabajar sobre ellos puede tener buenos resultados y ayudar a formar a los residentes con menos esfuerzo y menos
pérdidas de tiempo, ya que algunos de ellos
son modificables, como los problemas clínicos que plantean los pacientes de Atención Primaria. Otros muchos, que son menos modificables, se refieren a la presión
asistencial y a la entrevista clínica con los
pacientes difíciles.
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El tutor que controla su ansiedad
o no la manifiesta
Un tutor eficiente debe tener una actitud relajada (“dejar venir las cosas”), huyendo de
la crispación y de la tensión innecesaria.
Se debe evitar un nivel alto de autoexigencia, muy frecuente en Medicina de Familia, pues el probable fracaso al intentar alcanzar esos objetivos demasiado ambiciosos
puede dar lugar a frustración, que sería contraproducente y perjudicial para el proceso
formativo (12).
Con estas reflexiones se trata de ayudar a
los tutores y, en ningún caso, de aumentar el
trabajo y la responsabilidad de los tutores.
En muchas ocasiones, se trata de relativizar la información, sobre todo cuando es
abundante y nos propone cambios sustanciales en nuestra manera de trabajar o puede acarrear un aumento sustancial de nuestra carga
de trabajo. Muchas cosas se interiorizan y luego las utilizamos sin darnos cuenta. Si la información nos estresa, archivarla (utilizar más
adelante) o, incluso, “borrarla” (“la función
tiene que continuar”).
va, de forma progresiva (“sin prisa pero sin
pausa”).
Además, en mucha ocasiones, es posible
hacerlo de manera divertida. Se pueden utilizar la ironía y el humor, pero no debemos
utilizar el sarcasmo o el nihilismo
El tutor que maneja bien y mantiene
la distancia docente
Un tutor eficiente es el que maneja de forma adecuada la distancia docente que debe
existir entre el tutor y el residente. Ésta se
puede definir por semejanza a “la distancia
clínica” que debe existir entre el médico y el
paciente, que se basaría en mantener una comunicación y un respeto entre ambos, pero
teniendo en cuenta que el tutor y el residente no son iguales, y que no siempre se toman
las decisiones por consenso. Aunque siempre hay que oír al residente, la responsabilidad formativa es del tutor, él toma las decisiones sobre el proceso formativo, y estas
decisiones, en algunos casos, pueden no gustarle al residente.
El tutor que sabe delegar
Un tutor que se puede (y se debe) relajar
La mayoría de los tutores de Medicina de
Familia, en el aspecto formativo de los residentes, hacemos mucho más de lo que sería exigible. Los mejores tutores son los que
se preocupan por mejorar como docentes y
acuden a actividades de formación de formadores.
Se trataría de alcanzar los objetivos formativos con el residente poco a poco (“una
patata detrás de otra”), de forma consecutiEl tutor eficiente es el que tiene competencia
docente, el que es capaz de mantener
una buena relación con su residente,
el que plantea bien los problemas
y el que produce cambios positivos
en el comportamiento del residente
Delegar es una buena manera de enseñar y
adquirir responsabilidad; es una buena manera de aprender. El tutor eficiente es el que
hace que el residente adquiera responsabilidad lo más precozmente posible, para que empiece “a hacer” cuanto antes, para que tenga
más oportunidades formativas, para que tenga más tiempo para aprender.
Pero no hay que otorgarle esa responsabilidad al residente ni antes de que esté preparado/a, ni mucho después de que lo esté. La
tendencia a la hiperprotección del residente
y el paternalismo de los Médicos de Familia
a veces puede perjudicar la formación.
De todas maneras, la adquisición de responsabilidades por parte del residente siempre se debe hacer de forma progresiva. El tutor maneja el “tempo” y el ritmo, y cuanto
mejor lo haga, más eficiente será.
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También es un tutor eficiente aquél
que maneja bien la relación tutor-residentepaciente, el que consigue alcanzar un mayor
número de objetivos docentes y el que hace
un mejor uso de los recursos que tiene
El tutor eficiente es el que sabe plantear
los problemas
“El buen planteamiento del problema es más
del 50% de la solución” (Albert Einstein). El
planteamiento por similitud con nuestra actividad clínica se correspondería con la fase
exploratoria del acto médico. Pero hacer un
buen planteamiento no es suficiente (queda
el otro 50% de la solución), por lo que hay
que avanzar en la búsqueda de las soluciones;
estaríamos, entonces, en la fase diagnóstica,
para llegar, por fin, a proponer medidas correctoras y ponerlas en marcha; esta sería la
fase resolutiva o de tratamiento.
Para poder ayudar a formar residentes es
necesario tener información sobre ellos, información que está disponible en una revisión sobre los residentes de Medicina de Familia (13), aunque sus datos están algo
anticuados. También existe información sobre los tutores (14).
El tutor eficiente es el que produce
cambios positivos en el comportamiento
del residente
Para esto, “la pregunta” puede ser una herramienta fundamental. En este sentido, el tutor
eficiente y avezado tiene algunos recursos,
por ejemplo: transformar las quejas del residente en preguntas; transformar las disonancias cognitivas en preguntas; si es preciso, tener preguntas o cuestiones preparadas, o
devolver las preguntas del residente como
nuevas preguntas.
La clave es que el tutor debe evitar que el
residente pierda el tiempo docente y, por lo
tanto, el tutor debe evitar que pueda tener
10
tiempo para estar desocupado. Un tutor listo,
hábil y con experiencia hace trabajar mucho
al residente sin que lo parezca, siguiendo el
esquema en relación a la formación: el tutor
pone la idea, el residente pone el trabajo.
Y esto es así porque un tutor es capaz de
dar trabajo formativo a varios residentes. Por
ejemplo, cuestionando y desafiando al residente profesional y personalmente.
El tutor, más que dar respuestas, debe dar
información sobre dónde buscarlas (“enseñar
a pescar en vez de darle el pescado” -enseñarle a aprender-). No solucionarle los problemas, darle ideas para solucionarlos.
Un elemento clave es promocionar el
trabajo en equipo clínico pero también docente (15).
El que se protege y protege del burn-out
El tutor de Medicina de Familia con suficiente experiencia como clínico ya se habrá enfrentado al conocido síndrome del desgaste
profesional y, si sigue siendo tutor al pasar
los años, probablemente será porque no lo sufre, incluso se ha valorado ser tutor como un
posible factor de protección frente al burnout (17-20). Esto hace que pueda ser un referente para ayudar al residente a prevenirlo,
pues ya se ha descrito este problema entre los
especialistas en formación. Todo médico de
familia con síndrome de burn-out debería estar incapacitado para ser tutor. No hay nada
menos eficiente que un proceso formativo
desarrollado por un docente o un residente
“quemado”.
El tutor eficiente es el que sabe manejar
la relación tutor-residente-paciente
El residente forma, junto con el tutor y el
paciente, un triángulo de relaciones personales pero con importantes repercusiones
formativas.
Dentro de la formación de adultos, el autoaprendizaje debe ocupar un lugar fundamental y el residente debe entender que al tu-
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tor hay que buscarlo y utilizarlo (en el buen
sentido de la palabra) para que actúe como
un facilitador y como un apoyo, es decir, que
debe perseguir al tutor.
Uno de los elementos clave es el de que el
residente sienta el cupo de pacientes como
suyo, nuestro cupo, “nuestros enfermos”, asumiendo, así -al menos parcialmente-, la responsabilidad sobre su salud. Los pacientes,
en realidad, son del tutor, pero el residente los
debe considerar como suyos. Al menos temporalmente, los compartimos.
Aunque al principio sea difícil de entender, el tutor debe “defender” a los pacientes
del residente y “defender” al residente de los
pacientes. “El tutor actuaría como un amortiguador”.
Mientras el residente va adquiriendo habilidades, el tutor será el garante de que ese
aprendizaje no tenga repercusiones negativas
sobre los pacientes, que sean las menos posibles, o paliar o corregir esos efectos. Pero,
al mismo tiempo, debe evitar, por lo menos
al principio, que consultas difíciles con determinados pacientes produzcan un efecto negativo sobre la formación del residente. Aunque con un enfoque adecuado, los pacientes
difíciles son unas grandes oportunidades formativas y así se deben trabajar con suficiente tiempo por delante (21, 22).
Desde el principio hay que trabajar con el
residente lo que hay que negociar con los pacientes. Esa es una de nuestras tareas y entra
dentro de lo que se espera de nosotros. Sin
esa negociación es muy difícil mantener una
buena relación médico-paciente y, sin ella, no
conseguiremos los objetivos en salud que propongamos. No se debe tratar de imponer nuestro criterio como manera de gestionar esa relación, a menos que sea imprescindible.
Es habitual oír que los residentes se forman a imagen y semejanza del tutor, incluso
que los tutores formamos “clones”. Pero esto no es deseable, no es buena la similitud total, y la imitación no siempre es la mejor manera de formarse. Por ejemplo, se pueden
copiar los defectos.
Se trataría de guardar un equilibrio razonable entre la independencia e iniciativa del
residente, que es respetable y positiva, aunque haga las cosas de manera diferente a como las hace el tutor. Pero, al mismo tiempo,
se deben respetar algunas costumbres del tutor, sobre todo en lo que se refiere a la organización y al funcionamiento de la consulta.
La imagen y la relación que los pacientes
tienen con el tutor puede condicionar y ser
un peso para el residente. Esto se traduce, por
ejemplo, en las denominaciones que le dan:
“el/la ayudante”, “el/la sustituto/a”, “el/la muchacho/a”, “el/la suplente”, etc.). Hay que
aclarar, precozmente, que es un fenómeno natural que como tal debe asumirse. Por ello, el
residente no debe sentirse mal ante la posible comparación con su tutor, no debe enfadarse ni sentirse mal.
Se sabe que los pacientes seleccionan al
profesional según sus necesidades cuando
pueden elegir entre tutor y residentes y, lógicamente, eso puede facilitar o dificultar que
el residente alcance determinados objetivos
formativos (23, 24).
En ocasiones, también es bueno recordar
que existe o puede existir un período de adaptación que también es un proceso natural y
que, habitualmente, el residente supera con
sus propios mecanismos de adaptación. Y que
hay tiempo y que las cosas se deben hacer poco a poco. En realidad, no es fácil, ya que debe enfrentarse a situaciones nuevas y a veces
exigentes, muchas de ellas no puramente clínicas. Hay que preguntar e investigar.
Otro elemento a tener en cuenta es el choque o el debate entre el modelo hospitalocentrista, el hospitalismo y el modelo de atención
en Atención Primaria, más contextual y con
menos carga de cientificismo y hospitalismo.
En cualquier caso, lo primero son los pacientes. El aprendiz, a veces, tiene que asumir que la asistencia manda sobre la docencia, por ejemplo en los casos urgentes. Es
prioritario resolver la demanda asistencial.
Otra parte muy importante es la relación
entre el residente y el equipo. Debe sentir que
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forma parte del Equipo de Atención Primaria (EAP). Pero aquí también el tutor protege y defiende al residente ante el equipo cuando sea necesario (da la cara por él).
Un aspecto a no olvidar nunca es el de que,
cuando sea necesario, debemos corregir al residente en privado. Sin embargo, sí podemos
alabarlo en público cuando lo merezca.
Y, quizás, lo que el residente debe tener muy
claro es lo que puede hacer y lo que no debe
hacer, es decir, deben existir unos límites de
actuación que, además, deben ser pactados.
Finalmente, ambos deben asumir que el
tutor no es perfecto, ni tiene por qué serlo.
Como todo ser humano tiene derecho a equivocarse. No lo sabemos todo y es beneficioso para la relación formativa ser capaz de reconocerlo, aunque en ocasiones sea duro. La
autocrítica es un elemento clave.
El tutor eficiente es el que consigue
que el residente alcance un mayor
número de objetivos docentes
Como planteamiento inicial, el tutor se podría plantear que el residente cumpla el programa docente de la especialidad, que tratara de alcanzar todos los objetivos formativos
detallados en él.
Quizás, en la realidad, este sería un planteamiento demasiado ambicioso y se encontraría con la imposibilidad de alcanzar esa
meta. Probablemente, se debería alcanzar un
determinado porcentaje de cumplimiento y,
al menos, alcanzar los mínimos que ya se recogen en el programa (25).
Otro enfoque sería identificar las áreas formativas deficitarias que tengo como tutor,
pues va a ser lo que no pueda aprender con
mi ayuda y diseñar otras alternativas docentes para resolver esos déficits, es decir, cómo
los vamos a llevar a cabo.
También el tutor debe identificar las necesidades formativas explícitas, pero sobre todo implícitas, del residente, para señalarlas y
poder ayudar a resolverlas. Hay diferentes métodos para ello, algunos muy ilustrativos (26).
12
En definitiva, se trataría de que el residente adquiera el perfil profesional de un Médico de Familia, aunque luego lo tenga que completar con el desarrollo profesional continuo.
Se debe conseguir que se cumplan las expectativas del tutor y del residente. Así, el programa sería un documento de máximos que
el Médico de Familia debe alcanzar, no sólo
en su período formativo de posgrado sino a
lo largo de todo su desempeño profesional.
El papel clave del tutor sería el de enseñar
al residente a aprender y poder cubrir sus lagunas formativas con sus propios recursos, y
hacerlo de forma continuada y en el futuro.
Un valor formativo añadido es el de terminar lo que se empieza, es decir, terminar
todas o el mayor número de las actividades
docentes iniciadas.
El tutor eficiente es el que estimula
las formas y estilos de aprendizaje
más útiles
Se atribuye a un viejo aforismo chino la afirmación: “lo que oigo lo olvido; lo que veo lo
recuerdo; lo que hago lo sé”. Por lo tanto, el
tutor eficiente centra el aprendizaje en que
el residente aprenda haciendo.
Mayor porcentaje de retención
Según Glaser, aprendemos un 10% de lo que
leemos, un 20% de lo que oímos, un 30% de lo
que vemos, un 50% de lo que vemos y oímos,
un 70% de lo que discutimos (debatimos), y un
80% de lo que experimentamos (hacemos). Por
lo tanto, el tutor eficiente centra el aprendizaje
del residente en que éste aprenda haciendo y
trabajando en grupo. Una estrategia formativa
que cumple estos requisitos es la evaluación y
mejora de la calidad asistencial (27, 28).
Porcentaje de aprendizaje según el método
(o la técnica) docente utilizada
Según la pirámide de aprendizaje, según el
método o la técnica docente utilizada, rete-
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nemos un 5% de los cursos, un 10% de las
clases, un 20% si se utilizan medios audiovisuales, un 30% de las demostraciones, un 50%
del trabajo y discusión en grupo, un 75% de
la práctica (al hacer) y un 80% cuando enseñamos a otros.
Por lo tanto, el tutor eficiente centra el
aprendizaje del residente en que aprenda haciendo (29) y en que el residente ayude a formar a otros.
La clave está en cómo se utilizan los distintos métodos y técnicas. Sería conveniente utilizar varios métodos y técnicas simultáneamente. Otra posibilidad es utilizar
varios métodos y técnicas de forma sucesiva y con una secuencia en el tiempo, por
ejemplo, una presentación como parte de
una demostración, etc.
El tutor eficiente es el que hace un mejor
uso de los recursos que tiene
Para ello se pueden plantear iniciativas relacionadas con la gestión de la docencia e investigación en el centro de salud (30), incluyendo el papel fundamental del equipo
docente (31).
El tutor eficiente es el que gasta menos
energía para que el residente aprenda
Es el tutor que gasta poca energía o mejor la
conserva, haciendo su trabajo habitual. Se trataría de trabajar con poco gasto de energía
por nuestra parte, ya que la energía física o
psíquica del tutor, y el consumo o gasto que
se haga de ella durante el proceso docente,
también es un recurso limitado y valioso.
Un tutor eficiente no gasta energía en intentar enseñar lo que el residente ya va a aprender
de otra forma (casi inevitablemente). Por ejemplo, es obvio que a lo largo de sus cuatro años
de formación es casi imposible que no aprenda los aspectos fundamentales de la gestión de
la atención en Atención Primaria como la prescripción, la baja laboral, la derivación, la solicitud de exámenes complementarios; que, ade-
más, se van a presentar como necesidades inevitables y predecibles para el residente. Aprenderá de manera natural todo lo que que hace
habitualmente un Médico de Familia.
También es importante asumir que somos un
modelo, ya que los residentes reconocen a su tutor como un buen modelo. Simplemente, al estar con nosotros, va a aprender muchas cosas
-sobre todo actitudes-: “Aunque intentemos no
enseñar, enseñamos”. Y esto también trabaja a
nuestro favor, pues aprenderá mucho de nuestros puntos fuertes como Médico de Familia.
El tutor utiliza todos los recursos
disponibles
El tutor eficiente es el que es capaz de identificar y utilizar un mayor número de recursos docentes posibles, pues existen muchos
a nuestro alcance; en ocasiones muchos más
de los que utilizamos habitualmente y quizás
rutinariamente. Encontrar con facilidad recursos docentes para que el residente aprenda es una cualidad que caracteriza a los tutores ingeniosos y flexibles.
También hay que recordar algunas de las sugerencias del catálogo para la enseñanza clínica
(2): usted (el tutor) es la herramienta docente más
poderosa. Utilice los acontecimientos de la práctica diaria. Cuando enseñe algo, sea consciente
de que enseña varias cosas (R. Ruiz Moral 2004).
Pero lo fundamental es recordar siempre
que cada paciente es una oportunidad formativa y, por lo tanto, pacientes y oportunidades formativas tenemos muchos en Medicina de Familia. Es tarea del tutor extraer de
cada caso y de cada sesión formativa el máximo provecho formativo posible, remarcando que la familia y la comunidad ofrecen nuevas y muy valiosas oportunidades formativas
El tutor que saca el máximo provecho
a los recursos que tiene
Para extraer el máximo partido a los recursos
que tiene que, en muchas ocasiones y de forma
equivocada se piensa que son pocos, hay que
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ser conciente de su existencia, buscarlos y utilizarlos. Se trataría de saber rentabilizar al máximo los esfuerzos formativos que se hagan.
Los tutores tenemos nuestros propios recursos personales y profesionales. Pero, además,
contamos con los recursos que nos aportan la
consulta, el Centro de Salud, mi equipo docente
intrínseco (tutor-residente-enfermera-paciente),
el equipo docente del C. S. docente (formado por
todos los tutores y todo el personal que colabora con la docencia de los residentes), otros Médicos de Familia y docentes cuando trabajan en
grupo. Además, existen muchos recursos externos, algunos de ellos cercanos, accesibles y muy
potentes, que van desde la Unidad Docente de
Referencia a otras instituciones de todo tipo relacionadas con la formación médica. Aunque el
necesitar pocos recursos externos nos asegura
una mayor independencia y agilidad para resolver nuestras necesidades.
En conjunto, existen múltiples ejemplos
de esta manera de acercarse a la formación
de los residentes (32-39).
El tutor que maneja bien el tiempo
docente
El tutor eficiente es el que sabe cómo conseguir tiempo docente específico con facilidad
(al menos relativamente), acotado y delimitado, compartido con su residente, institucionalizado, de forma regular y, al menos, con
una periodicidad semanal. El que utiliza bien
el tiempo docente disponible, sacándole el
máximo rendimiento o, incluso, el tutor que
necesita poco tiempo docente específico.
Debemos aprovechar el tiempo en que el
residente no está atendiendo a la población
(pasando consulta). Un ejemplo puede ser la
utilización con objetivos formativos del horario deslizante (el día que el tutor pasa consulta por la tarde) ya que, en ese caso, suelen
estar disponibles más despachos de consultas y el residente puede estar atendiendo la
demanda simultáneamente con el tutor.
Manejar y aprovechar el tiempo docente
es trasformar todo lo que hacemos en una actividad formativa. Y aprovechar todas las sinergias que se producen en el centro de salud, por ejemplo, otras actividades formativas,
así como la relación de continuidad entre:
asistencia-docencia-investigación.
El que implanta actividades docentes
pluripotenciales
Las actividades docentes pluripotenciales son
aquéllas que buscan alcanzar varios objetivos docentes con una o con unas pocas tareas formativas relacionadas. Con relativamente poco esfuerzo se conseguirían más y
mejores resultados (40, 41).
Ejemplos de este enfoque son partir de una
situación clínica concreta utilizando la epidemiología clínica (41) o la investigación como actividad formativa (42).
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