1 Un apoyo para hacer la Lectio Divina del Evangelio del Domingo Vigésimo séptimo del Tiempo Ordinario (B) 4 de Octubre de 2009 EL CAMINO DE JESÚS HACIA JERUSALÉN Y LA FORMACIÓN DE LOS DISCÍPULOS (IV): Consecuencias del discipulado para la vida de pareja Lectio de Marcos 10,2-12 “Son verdaderamente dos en una sola carne, y donde la carne es única, único es el espíritu” (Tertuliano) “Lo que Dios unió, no lo separe el hombre” Comencemos orando: Te damos gracias, Padre, “Porque dignificaste tanto al hombre creado por tu bondad, que en la unión del varón y la mujer nos dejaste la imagen de tu propio amor. Y al que amorosamente creaste lo invitas sin cesar al ejercicio de la ley de la caridad para que pueda participar en tu amor eterno. Y así el sacramento del matrimonio a la vez que es signo de tu caridad, santifica el amor humano, por Jesucristo, Señor nuestro”. Amén. (Del Prefacio de la Celebración del Matrimonio) 2 Introducción En calidad de discípulos seguimos subiendo con Jesús hacia Jerusalén. Desde la escena de la Transfiguración el Padre le había dicho a los discípulos: “Este es mi Hijo amado, escuchadle” (Marcos 9,7). El tema de la enseñanza que hay que “oír” de labios del Hijo es el seguimiento negándose a sí mismo y cargando la propia cruz (ver 8,34), lo cual implica una fe en su persona y en su palabra (ver 8,35 y 9,43-49), así como el servicio sin límites a todo el que lo requiera (9,35). Ahora vemos cómo Jesús avanza en su enseñanza mostrando cómo espera que se viva el discipulado en el ámbito familiar, particularmente dentro de la relación de pareja. Tengamos presente que la enseñanza de Marcos 10,2-12 no puede ser aislada del conjunto de la formación que Jesús le da a sus discípulos en el camino hacia Jerusalén. Por eso vemos aquí una consecuencia del discipulado para la vida de pareja. Ciertamente la propuesta que le vamos a escuchar a Jesús hay que vivirla junto con sus otras enseñanzas. Me explico, en todo lo que se refiere a la relación entre marido y mujer se aplican las actitudes características del discipulado enumeradas hasta ahora: el negarse a sí mismo, el tener fe en la persona y la palabra de Jesús y la disponibilidad para servir. Entremos en la lectura de un pasaje del evangelio que es exigente pero que al mismo tiempo da mucho ánimo. 1. El texto, su contexto y estructura 1.1. Leamos Marcos 10,2-12 [1Y levantándose de allí va a la región de Judea, y al otro lado del Jordán, y de nuevo vino la gente donde él y, como acostumbraba, les enseñaba.] “2Se acercaron unos fariseos que, para ponerle a prueba, preguntaban: ‘¿Puede el marido repudiar a la mujer?’ 3El les respondió: ‘¿Qué os prescribió Moisés?’ 4Ellos le dijeron: ‘Moisés permitió escribir el acta de divorcio y repudiarla’. 5Jesús les dijo: ‘Teniendo en cuenta la dureza de vuestro corazón escribió para vosotros este precepto. 6Pero desde el comienzo de la creación, El los hizo varón y hembra. 7Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre, 8y los dos se harán una sola carne. De manera que ya no son dos, sino una sola carne. 3 bien, lo que Dios unió, no lo separe el hombre’. ya en casa, los discípulos le volvían a preguntar sobre esto. 11El les dijo: ‘«Quien repudie a su mujer y se case con otra, comete adulterio contra aquélla; 12y si ella repudia a su marido y se casa con otro, comete adulterio’”. 9Pues 10Y 1.2. El contexto En Marcos 9,33-50, Jesús y los discípulos estaban ubicados en Cafarnaúm. Ellos vienen descendiendo desde Cesarea de Filipo (el lugar más alejado hacia el norte en Palestina) y se dirigen hacia el sur, hacia Jerusalén. En Cafarnaum han hecho una parada en la “casa” (9,33), allí Jesús ha pronunciado el llamado “discurso de Cafarnaum”, uno de los tres discursos extensos del Señor en este evangelio de Marcos, el tema central ha sido el servicio (9,35) y sus consecuencias. En Marcos 10,1, se indica un cambio de lugar: “va a la región de Judea, y al otro lado del Jordán”. Jesús y sus discípulos han retomado el camino hacia Jerusalén y, aunque ya está cerca, todavía no llega. Entonces se da otra parada. En esta ocasión Jesús no se dedica exclusivamente a los discípulos sino que vuelve a su costumbre de educar a la multitud (“les enseñaba”). Con todo, vemos cómo al final, en 10,10-12 (de nuevo “en casa”), Jesús les explica en particular a sus discípulos el sentido de su enseñanza. Esto nos recuerda lo dicho anteriormente: “Pero a sus propios discípulos se lo explicaba todo en privado” (4,34). Curiosamente, en medio de la enseñanza de Jesús a la multitud, de repente interviene un grupo de fariseos para hacer una pregunta. Esto provoca la enseñanza de Jesús en este pasaje. 1.3. La estructura El texto puede subdividirse así: (1) El diálogo de Jesús con los fariseos (10,2-9) Una “prueba” para poner a la gente y al rey en contra de Jesús (10,2) La enseñanza de Moisés sobre el divorcio (10,3-4) La enseñanza de Jesús (10,5-9) o o o Jesús interpreta la razón de ser de la norma de Moisés (10,5) Jesús interpreta el querer del Padre Creador sobre la vida de pareja (10,6-10) Jesús no se deja intimidar por los que lo ponen a prueba (2) El diálogo de Jesús con sus discípulos (10,10-12) 4 2. El diálogo de Jesús con los fariseos (10,2-9) Un grupo de fariseos se acerca a Jesús para confrontarlo. Le plantean una pregunta (10,2), a la cual Jesús responde con otra pregunta (10,3-4) y, a partir de la respuesta de ellos, expone su enseñanza (10,5-9). 2.1. Una “prueba” para poner a la gente y al rey en contra de Jesús (10,2) “Se acercaron unos fariseos que, para ponerle a prueba, preguntaban: ‘¿Puede el marido repudiar a la mujer?’” Antes de transmitirnos la pregunta que los fariseos le hacen a Jesús, el evangelista la califica de “prueba” (o “tentación”). En este evangelio solamente Satanás (1,13) y los fariseos (8,11; 10,2; 12,15) ponen a “prueba” a Jesús. ¿Qué pretende esta “prueba”? La prueba consiste en: Poner a la opinión pública en contra de Jesús, apenas éste pronuncie exigencias fuertes y no palabras halagadoras. Si comparamos con el pasaje de Mc 12,13-17, donde la prueba consiste en generarle a Jesús un conflicto con el emperador o con el pueblo, comprendemos que eso es precisamente lo que sucede aquí. Poner a Jesús y al rey en contra. Es claro que se busca poner a Jesús en aprietos con el rey Herodes Antipas, del cual es conocido el problema matrimonial (divorcio y luego concubinato); precisamente un problema por el cual había muerto Juan Bautista (ver 6,17-29). En la pregunta “¿Puede el marido repudiar a la mujer?”, se destaca pone en cuestión (1) si el hombre puede por sí mismo deshacer el vínculo matrimonial y (2) que el único que puede tomar la iniciativa de “repudiar” (=deshacer el vínculo) es el varón (Nota: esto en el mundo hebreo, porque las leyes griegas la mujer también lo podía hacer). Todo se concentra en una sola idea: qué es lo que le es permitido hacer al hombre. La respuesta de Jesús replantea enseguida la misma formulación de la pregunta: si sus adversarios se han referido solamente a lo que le es concedido hacer, Jesús más bien quiere saber qué es lo que Moisés, en cuanto profeta de Dios, ha prescrito. La reacción de Jesús, entonces, tiene dos partes: La clarificación de la prescripción de Moisés sobre el divorcio (10,3-5). Lo que importa ahora que ha sido anunciado el Reino de Dios, esto es, lo que realmente vale a partir del actuar del Padre Creador (10,6-9). 2.2. La enseñanza de Moisés sobre el divorcio (10,3-4) “El les respondió: ‘¿Qué os prescribió Moisés?’. Ellos le dijeron: ‘Moisés permitió escribir el acta de divorcio y repudiarla’” 5 La respuesta de los fariseos se remite a Deuteronomio 24,1: “Si un hombre toma una mujer y se casa con ella, y resulta que esta mujer no halla gracia a sus ojos, porque descubre en ella algo que le desagrada, le redactará un libelo de repudio”. Estamos ante una solución jurídica frente a un caso matrimonial que termina en separación, la cual se concluye con el acta de repudio. Los fariseos interpretan esta acta de repudio como un permiso de divorcio. Esto quiere decir que si una persona deja a su mujer, no debe simplemente despacharla de la casa. El documento de repudio que él debe redactarle, tiene que atestiguar que ella ya no está casada, que es libre. También debe protegerla, no sea que la acusen después y le apliquen la pena de muerte por adulterio (ver Dt 22,22). 2.3. La enseñanza de Jesús (10,5-9) Sobre la respuesta de los fariseos, Jesús desarrolla una enseñanza que (1) interpreta la razón de ser de la norma de Moisés y (2) interpreta el querer del Padre Creador sobre la vida de pareja. (1) Jesús interpreta la razón de ser de la norma de Moisés (10,5) Pero si los fariseos leen la norma de Dt 24,1 como un permiso de divorcio, Jesús tiene otra interpretación: “La dureza de vuestro corazón”. En otras palabras, se trata de una prescripción divina para regular un caso conflictivo en la vida de pareja, el cual se ha vuelto insoluble debido a la “dureza de corazón”, esto es, a la cerrazón, a la terquedad, al capricho de los sentimientos, a la incapacidad de abrir el corazón un poco más y de ceder. La “dureza de corazón” había sido mencionada en Deuteronomio 10,16 (en sintonía con Jeremías 4,4). El contexto es un llamado a la conversión de un corazón cerrado: hay que abrirse ante la bondad y la grandeza de Dios, e inclinarse ante su voluntad. Del hombre que “sigue los caminos” de Yahvé se espera un amor total a Dios con todo el corazón y poner en práctica sus preceptos: “Y ahora, Israel, ¿qué te pide tu Dios, sino que temas a Yahvé tu Dios, que sigas todos sus caminos, que le ames, que sirvas a Yahvé y sus preceptos que yo te prescribo hoy para que seas feliz?” (ver Dt 10,12). En pocas palabras la “dureza de corazón” es la resistencia del corazón humano frente a la Palabra de Dios, el no querer convertirse. Y una vez que Jesús va a la raíz del problema en el corazón del hombre, se va enseguida a la raíz de la Palabra de Dios en la acción creadora del Padre. (2) Jesús interpreta el querer del Padre Creador sobre la vida de pareja (10,6-10) Jesús ahora se remonta al que es el origen de la Ley: Dios mismo. ¿Cuál era la voluntad primera del Creador que, luego por la “dureza del corazón” humano, se adaptó? 6 Jesús pone en el centro de la atención el relato de la creación citando dos pasajes: Génesis 1,27 y 2,24. Veamos su mensaje: Hombre y mujer fueron creados para la complementariedad: “Él los hizo varón y hembra” (Gn 1,27). Son dos formas distintas del ser humano: varón y hembra, pero son el uno para el otro, se dan la mano el uno al otro. Hombre y mujer fueron creados para la unidad: “Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre, y los dos se harán una sola carne” (Gn 2,24). Hacerse una sola carne es hacerse un solo ser viviente: todo apunta hacia la unificación, no hacia la disgregación. Jesús subraya repitiendo con sus propias palabras la última frase del Génesis sobre la complementariedad que se hace unidad: “De manera que ya no son dos, sino una sola carne” (10,8). De este ordenamiento que proviene del Creador, Jesús saca la conclusión: “Lo que Dios unió, no lo separe el hombre” (10,9). El hombre está llamado a actuar en sintonía con su Creador, por tanto, no le compete al hombre romper la unidad porque iría en contra de su propia naturaleza creada. El llamado a la unidad en la vida de pareja es como una especie de marca de fábrica en el ser humano, es el sello de amor de su Creador, por eso no está en nuestras manos el disolver esta unidad. ¿Cuál es, entonces, el criterio que hay que tener presente en la regulación de la convivencia entre los seres humanos, particularmente en la vida de pareja, espacio en el cual brota la vida? La respuesta es: el ordenamiento del Creador. Es Él quien nos ha hecho distintos y, al mismo tiempo, complementarios; es Él quien nos une. La discusión sobre los detalles de la casuística de la separación puede llevar a perder de vista el horizonte más amplio y fundamental: lo que Dios quiere. Y lo que Dios quiere lo escuchamos ahora por la boca del Hijo: “Escúchenlo” (9,7), dijo el Padre. (3) Jesús no se deja intimidar por los que lo ponen a prueba Eso es lo que notamos al llegar a este punto del pasaje. Su respuesta lo pone en contra, tanto de su auditorio como de la de la tradición judía que le permitía al varón el derecho de repudiar a la mujer; pero la mujer no tenía este derecho. A los varones probablemente no les caería bien la pérdida de este aparente privilegio sobre la mujer: el varón y la mujer están en el mismo plano de igualdad frente a Dios, no será el varón el que tome la determinación sobre su mujer. Además, en las discusiones sobre el matrimonio, se dedicaban más a determinar las razones válidas para el repudio y no a buscar la fuente de la unidad. Para un discípulo de Jesús la cuestión no está en mirar los factores negativos que disgregan su vida de pareja, sino de vivir a fondo el manantial de amor que proviene de su Señor, quien es “el Hijo”, el cual hace presente de manera concreta, real y definitiva la obra del Padre Creador. Desde el seguimiento del Crucificado, desde su amor sin límites, la relaciones de la pareja son comprendidas de otra manera. 7 3. El diálogo de Jesús con sus discípulos (10,10-12) “10Y ya en casa, los discípulos le volvían a preguntar sobre esto. 11El les dijo: ‘Quien repudie a su mujer y se case con otra, comete adulterio contra aquélla; 12y si ella repudia a su marido y se casa con otro, comete adulterio’” La instrucción de Jesús a los discípulos se realiza “en casa”, que es lugar de profundización reposada de la enseñanza (ver lo mismo en 7,17; 9,28.33). Notemos cómo Jesús, retomando el tema, se refiere también a la posibilidad de que la mujer repudie al marido, poniendo a los dos en el mismo plano. Como, dijimos antes, esto es posible según el derecho griego. De todas formas, no importa cuál de las partes lo haga, el repudio para comenzar otro matrimonio es calificado como adulterio, o sea, como un acción contraria al querer de Dios que ha sido revelado en el Decálogo (ver Éxodo 20,14; Deuteronomio 5,18). Que Jesús comience a referirse a los dos como situados en el mismo plano se comprende mejor desde el momento el que presentó su lectura del texto del Génesis. Pero también es y seguirá siendo cierto que de este mismo texto se desprende el que solamente Dios puede deshacer lo que ha unido. En fin… Con su pregunta, los discípulos dejan entender que han sentido dificultad para comprender la enseñanza de Jesús. La enseñanza pedía ir a la doble raíz: la del hombre (la “dureza de corazón”) y la de Dios (su proyecto creador en el Génesis). Pues bien, el discipulado – siguiendo estrechamente el camino de Jesús- supone la atención a las resistencias del propio corazón, resistencias que mandan al piso las relaciones más hermosas, como también al corazón de Dios quien nos generó para la comunión. En el seguimiento del Crucificado, el Hijo que ahora escuchamos y que luego contemplamos de brazos abiertos y manos clavadas declarándonos con dolor su fidelidad hasta el fin, encontramos la fuerza para amar hasta el fin. 4. Releamos el Evangelio con un Padre de la Iglesia “¿Cómo puedes establecer leyes diferentes para una persona que es tan digna de respeto como tú? Si miras la culpa, la mujer pecó, pero Adán pecó también: la serpiente los engañó a ambos para llevarlos a la culpa. No es que ella fuera hallada como la más débil y él como el más fuerte. ¿Quieres reflexionar sobre el plan de salvación? Cristo los salvó a ambos con su pasión. ¿Se encarnó por el hombre? Pues también por la mujer. ¿Sufrió la muerte por el hombre? También a la mujer le ofreció la salvación con su muerte. 8 Él fue proclamado ‘descendiente de la estirpe de David’ y a partir de ahí tal vez concluyas que los hombres deben tener la precedencia a la hora de recibir la honra. Yo sé que sí (que es descendiente de David), pero también “nació de una Virgen”, y esto vale también para la mujer. Por eso dice: ‘Los dos serán una sola carne’. Por consiguiente, la carne, que es una sola, tenga igual honra. Ya san Pablo […] decía: ‘Este misterio es grande: lo digo en relación a Cristo y a la Iglesia’ (Efesios 5,32). Es bello, para una mujer, venerar a Cristo en el marido; pero es bello también para el hombre no despreciar a la Iglesia en la mujer. ‘La mujer, dice, respete al marido’, como Cristo. Y también el hombre sostenga y ame a la mujer, precisamente como Cristo hace con la Iglesia”. (San Gregorio Nacianceno, Homilía 37,5-7) 5. Cultivemos la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón 5.1. No es extraño encontrar el caso de parejas separadas y en camino de hacerlo. Esto suscita discusiones jurídicas sobre cuándo es válida o no la separación. Según el Evangelio de hoy, ¿Cómo hay que abordar el problema de los conflictos de pareja? 5.2. ¿Qué se entiende por “dureza de corazón”? ¿Qué relación tiene con los problemas familiares y con las separaciones? 5.3. ¿Cuál es la enseñanza del libro del Génesis sobre la pareja humana? 5.4. En el texto de hoy el papel de la mujer es considerado. ¿El hombre es superior a la mujer? ¿Quién es el que está por encima del hombre y de la mujer, y de las decisiones que éstos tomen? 5.5. Todo el pasaje es una maravillosa pieza de discipulado. ¿Qué relación hay entre discipulado y vida matrimonial? ¿Qué le aporta de nuevo el discipulado a una vida de pareja hoy? P. Fidel Oñoro, cjm Centro Bíblico del CELAM 9 Anexo 1 Pistas sobre las otras lecturas del Domingo Sumario: Jesús que santifica y los hombres que son santificados, son de la misma raza, escribe el autor de la carta a los Hebreos. Efectivamente, en el Evangelio Jesús muestra que nada de lo que es humano le es extraño. Él defiende firmemente a la mujer, que en su época podía ser despachada de la casa por su marido con cualquier pretexto. Jesús se apoya en las Escrituras y cita el libro del Génesis: Dios creó al hombre y a la mujer como las dos mitades de un todo. El Salmo canta la bondad de un padre de familia rodeado de su mujer y de sus hijos. Primera lectura: Génesis 2,18-24 En el relato de la creación de Adán y Eva, el Señor modeló un ser humano con barro y le dio vida con su “soplo vital”. Enseguida quiso darle “una ayuda” que le correspondiera. La primera ayuda fue el animal, el cual tiene una cualidad común con el ser humano: es un “ser viviente”. Dándoles nombre a los animales, el hombre se afirma como su señor. Dios acepta esta denominación. El hombre comienza así a ser autónomo con relación a su creador. El primer ser humano no encuentra “una ayuda que le corresponda”. Podríamos traducir: “una ayuda que esté cara a cara”. Dios continúa, entonces, su obra de la creación tomando “de la carne de su costado” o “tomando su costado”, es decir, partiendo su primer ser humano en dos (las dos lecturas son posibles). Dios crea un ser humano que tenga de esta forma su deseo respondido. El varón reconoce que hay otro que está a la par de él, que es de la misma naturaleza que él y que está cara a cara con él. El varón no le da el nombre, se lo da Dios, porque sólo Él es el Señor de las personas. El hombre simplemente la reconoce como “esposa”: un cara a cara con el “esposo” (Nota: aquí seguimos la traducción del misal colombiano). Al respecto vale la pena otra observación: hay un juego de palabras en hebreo que las traducciones litúrgicas no siempre logran poner en evidencia. En efecto, el término “Isha” (mujer) es el femenino de “Ish” (varón); por tanto lo que se muestra es la dimensión masculina y femenina del ser humano, lo cual confirma nuestra interpretación de las dos mitades puestas en el mismo nivel de dignidad. 10 El primer varón tiene una “ayuda que le corresponde”. Esta última palabra tiene el sentido de complementariedad o de paridad y no de subordinación. Muchas veces en la Biblia, Dios dice que él es una ayuda para el hombre y Dios no está subordinado al hombre. Para concluir esta secuencia, el narrador interviene para comentar su relato y actualizarlo. Todo matrimonio entra en el proyecto de Dios formulado desde los orígenes. Reconstruyendo la unidad primera del hombre y de la mujer, se establece un vínculo más profundo y fundamental que el que se tiene con los progenitores: “los dos llegan a ser una sola carne”. Salmo 128 La primera estrofa del Salmo comienza con una bienaventuranza. La felicidad está asegurada para quien sigue los mandamientos de Dios y quien sostiene en su presencia sentimientos de veneración filial (=el temor de Dios). El temor de Dios no es un sentimiento de miedo sino de abandono confiado en su voluntad. El Salmo luego se dirige al creyente para describirle la felicidad que le espera cuando vive bajo la mirada de Dios. Es la bienaventuranza de poder ganarse la vida gracias a su trabajo. Es la bienaventuranza de una familia unida: esposo-esposa, padres-hijos, hermanos. Todo ello es describo en el ambiente íntimo de una casa y de una mesa. En esta intimidad familiar la mujer es comparada con una viña hermosa y fecunda, y los hijos con los brotes aún tiernos de un fuerte árbol de olivo. La última estrofa invoca una bendición sobre el orante. Nos recuerda las que pronunciaban los sacerdotes en el Templo de Jerusalén. Se muestran los alcances de la vida familiar en el tejido social. Además se enfatiza la duración de la bienaventuranza que ahora, en forma de bendición, se parece a un río de vida que irriga el entorno social y que corre de generación en generación. Segunda lectura: Hebreos 2,9-11 Comenzamos a leer en este domingo una lectura antológica de la llamada “carta a los Hebreos”. Algunos se la han atribuido a Pablo, pero en realidad es la magnífica homilía de un autor cristiano anónimo, muy elaborada literaria y teológicamente. El pasaje escogido para hoy, que pertenece a la introducción, compara a Jesús con los ángeles, para afirmar finalmente la superioridad de Jesús, a pesar de que haya aparecido un poco “inferior a los ángeles”, según la expresión del Salmo 8 releído en clave cristiana. Aquí avanza el pensamiento: el Hijo de Dios “nacido de Dios”, por la encarnación se convierte en “el hombre nacido de mujer”, de la misma raza que todos los hombres, sin más mínimo sentimiento de superioridad, llamando a todos “hermanos suyos”. 11 Jesús comparte con la humanidad la experiencia de todos los que pasan por diversas, incluida la muerte, para conducirla a un compartir con él la experiencia que él vivió desde la eternidad: la intimidad con su Padre en la “gloria” de la Trinidad. Al respecto, notemos la profunda identidad entre esta cristología y la del famoso himno de Filipenses 2,6-10. El autor ve en la encarnación el germen de la Pascua en la que Cristo es instaurado en su función de Sumo Sacerdote, Salvador e Intercesor. La expresión “llevar a la gloria”, se traduciría mejor como “hacer perfecto” (v.10). Se trata de un verbo típico de la consagración sacerdotal. En la pasión, Jesús se hace hombre en sentido pleno (ver 5,8-9), desempeñando así de manera eficaz la mediación sacerdotal (y superando también en esta dimensión, la condición de los ángeles). Al mismo tiempo, Hebreos destaca la íntima relación de pertenencia que hay entre Jesús y la humanidad entera. (J. S. – F. O.) 12 Anexo 2 Para los animadores de la liturgia I Si tratáramos de hacer una concordancia entre el calendario de los “días y jornadas de…” (mundiales, nacionales, diocesanos…) con el orden de las lecturas de la Palabra de Dios en la liturgia a lo largo del año, entonces este debería ser el “día de la familia”. Los textos nos permiten un abordaje del sentido del matrimonio humano y del valor del matrimonio en el designio del Creador y del Redentor. II Esta es una buena oportunidad para relanzar iniciativas pastorales de la parroquia con relación a las familias y para fortalecer la preparación para el matrimonio (los cursillos o los retiros antes de la celebración matrimonial). Sería bueno destacar el protagonismo de la pareja cristiana, por ejemplo, en la procesión de las ofrendas. Igualmente en la oración de los fieles sería bueno incluir alguna intención, sobre todo por las familias en dificultades. En la plegaria Eucarística puede escogerse uno de los tres prefacios previstos para la Misa Ritual del Matrimonio. III A partir de este domingo y hasta el final del año litúrgico, se leerán pasajes de la primera parte de la “Carta a los Hebreos” (los capítulos 11 y 12 se reservan para los domingos 1922 del Año C). Es la oportunidad para profundizar algunos de los grandes temas de nuestra fe, especialmente los relacionados con el sacerdocio y el sacrificio de Cristo. (V. P.) 13 Anexo 3 Una hermosa página sobre el discipulado en el Matrimonio LA PAREJA CRISTIANA, DISCIPULA DEL SEÑOR Leslie y Cristian, pareja discípula del Señor. Lima-Perú 2006 “¿Cómo podré expresar la felicidad de aquel matrimonio que ha sido contraído ante la Iglesia, reforzado por la oblación eucarística, sellado por la bendición, anunciado por los ángeles y ratificado por el Padre? Porque, en efecto, tampoco en la tierra los hijos se casan recta y justamente sin el consentimiento del padre. ¡Qué yugo el que une a dos fieles en una sola esperanza, en la misma observancia, en idéntica servidumbre! Son como hermanos y colaboradores, no hay distinción entre carne y espíritu. Más aún, son verdaderamente dos en una sola carne, y donde la carne es única, único es el espíritu. Juntos rezan, juntos se arrodillan, juntos practican el ayuno. Uno enseña al otro, uno honra al otro, uno sostiene al otro. Unidos en la Iglesia de Dios, se encuentran también unidos en el banquete divino, unidos en las angustias, en las persecuciones, en los gozos. Ninguno tiene secretos con el otro, ninguno esquiva al otro, ninguno es gravoso para el otro. Libremente hacen visitas a los necesitados y sostienen a los indigentes. Las limosnas que reparten, no les son reprochadas por el otro; los sacrificios que cumplen no se les echan en cara, ni se les ponen dificultades para servir a Dios cada día con diligencia. No hacen furtivamente la señal de la cruz, ni las acciones de gracias son temerosas ni las bendiciones han de permanecer mudas. El canto de los salmos y de los himnos resuena a dos voces, y los dos entablan una competencia para cantar mejor a su Dios. Al ver y oír esto, Cristo se llena de gozo y envía sobre ellos su paz”. (Tertuliano, siglo III, “Ad uxorem”, II,9-10) 14 CEBIPAL – CELAM El Evangelio de hoy Domingo 4 de Octubre 2009 EL MATRIMONIO UNO E INDISOLUBLE Mc 10,2-16 “Al principio de la creación Dios los creó hombre y mujer”. Esta es una afirmación de Jesús que puede parecernos obvia. Lo que Jesús quiere afirmar es que el ser humano es creatura de Dios, que Dios dispuso la dualidad hombre-mujer, que esta dualidad no admite otra posibilidad y que Dios la dispuso para que el hombre y la mujer se unieran y así se complementaran y dieran origen a nuevos seres humanos. De esa afirmación Jesús concluye: “Por eso abandonará el hombre a su padre y a su madre, se unirá a su mujer, y serán los dos una sola carne”. La fuerza de atracción puesta por Dios entre el hombre y la mujer es más fuerte que la que existe entre el padre y el hijo. El padre y el hijo no son “una sola carne”; ellos son dos y por eso “abandonará el hombre a su padre y a su madre”. En cambio, la unión establecida entre el hombre y la mujer es inseparable, como lo subraya Jesús: “De modo que ya no son dos, sino una sola carne”. Si fueran dos, podrían separarse; pero siendo una sola carne, para separar hay que ejercer violencia, hay que romper. Jesús rechaza esta violencia formulando un llamado al ser humano a respetar la voluntad creacional de Dios: “Lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre”. Jesús vino al mundo a volver todas las cosas a su principio, como fueron creadas por Dios antes de ser perturbadas y arruinadas por el pecado. Para esto debía salvar al género humano de la fuerza esclavizante del pecado. Una de las realidades más perturbadas por el pecado es la relación entre el hombre y la mujer, casi siempre, en perjuicio de la mujer y de los niños. Moisés quiso volver el matrimonio a la forma creada por Dios al principio y por eso en su Ley comienza con el relato de la creación, donde emerge la imagen de una unión del hombre y la mujer que es una e indisoluble: “Una sola carne”. Pero Moisés era un mero hombre y no puedo vencer al pecado. Por eso debió rendirse al divorcio: “Por la dureza de vuestro corazón permitió Moisés al hombre escribir acta de divorcio y repudiar a la mujer”. La “dureza del corazón” es la descripción de una situación generalizada de pecado. Pero el Hijo de Dios vino al mundo, se hizo hombre y murió en la cruz para liberarnos del pecado y hacernos hijos de Dios. Por eso, la norma que él nos da es esta otra: “Quien repudie a su mujer y se case con otra, comete adulterio contra aquélla; y si ella repudia a su marido y se casa con otro, comete adulterio”. El adulterio en Israel era el pecado de infidelidad de la mujer casada y era considerado gravísimo. Jesús afirma que este es el pecado que cometen tanto el hombre como la mujer, cuando estando casados, se unen a otra persona. Es un pecado mortal, que excluye al que lo comete de la salvación eterna, como 15 afirma San Pablo: "No os engañéis: los adúlteros no heredarán el Reino de Dios" (cf. 1Cor 6,9-10). No es casualidad que el episodio siguiente a este se refiera a los niños. Es que el mayor bien que puede tener un niño es venir al mundo y crecer en el seno de una familia fundada en el matrimonio uno e indisoluble de sus padres. Este es el bien que dio Jesús a los niños. Jesús es el único que lo ha podido hacer. Hoy día desgraciadamente las leyes de los hombres, que ceden a la “dureza del corazón”, privan a los niños de este bien. En Chile nacen fuera del matrimonio más del 50% de los niños. + Felipe Bacarreza Rodríguez Obispo de Santa María de Los Ángeles 16 “Mira que he puesto mis palabras en tu boca” Para una pastoral de pastores, desde la Palabra, en nuestra Iglesia. AÑO SACERDOTAL Pbro. William G. Segura Sánchez CEBIPAL - CELAM La vocación, esa Palabra que revela el corazón de pastor del llamado Después de haber reflexionado sobre la vocación de Moisés, vamos ahora a tomar un texto del Nuevo Testamento y ya que estamos iniciando este 19 de junio el Año Sacerdotal convocado por el Papa Benedicto XVI, nos aprovechamos de esta gracia especial para renovar este don desde la Palabra de Dios, y “para favorecer la perfección espiritual de los sacerdotes de la que depende sobre todo la eficacia de su ministerio”. Este tiempo de gracia “deberá ser un año positivo y propositivo en el que la Iglesia quiere decir, sobre todo a los Sacerdotes, pero también a todos los cristianos, a la sociedad mundial, mediante los mass media globales, que está orgullosa de sus Sacerdotes, que los ama y que los venera, que los admira y que reconoce con gratitud su trabajo pastoral y su testimonio de vida.” (Card. Humes) Estas palabras del Cardenal Humes nos animan y entusiasman, nos dicen que el año sacerdotal puede hacernos descubrir o redescubrir un gran amor Dios y de la Iglesia a sus hijos consagrados. El texto que nos proponemos reflexionar pausadamente es Hechos 20,17-38. Es el discurso de despedida de san Pablo a los presbíteros de Éfeso en Mileto. Tomemos el primer versículo 20,17: Desde Mileto, envió (Pablo) a llamar a los presbíteros de la Iglesia de Éfeso. Ubiquemos el contexto. En el libro de los Hechos, su autor, el evangelista san Lucas, nos ofrece tres grandes discursos o predicaciones de Pablo: 1. Discurso ante los judíos: 13,16-41; 2. Discurso ante los paganos: 17,22-31; 3. Discurso ante los jefes de la Iglesia de Éfeso, la principal por él fundada: 20,17-38. Pablo estuvo cerca de tres años ocupado en Éfeso (cf. Hch 18,19.21; 19,1-40), en ningún otro lugar estuvo tanto tiempo. Después de varios meses ausente pasa cerca de la ciudad en su viaje hacia Jerusalén, debido a que el barco se detiene en Mileto, desde donde la distancia a Éfeso es de aproximadamente 48 Km hacia el norte. Eso significa que la distancia exigía un largo viaje de un mensajero a Éfeso y su regreso, al menos un día en cada sentido, para el tercer o cuarto día encontrarse con Pablo. Esta predicación de Pablo es la única dirigida a un auditorio cristiano y que no está enmarcada en una situación determinada. Esto la constituye en su testamento pastoral, en el cual nos encontramos con un hombre que abre su corazón pastoral (rebosante de cariño, ternura, amor entrañable, celo pastoral, desinterés, etc.) ante los presbíteros de la Iglesia de Éfeso, justo aquella ciudad que le había proporcionado varias situaciones difíciles. Algunos comparan este discurso con el de Jesús en la última cena (Jn 13-17) por el carácter de despedida que lo enmarca y la sensación de que ya no le volverán a ver. Es entonces un discurso de despedida con todo lo que eso significa en una sociedad que da tanta importancia a las últimas palabras de quien ha ejercido un papel importante en su vida. 17 Pablo hace un recorrido retrospectivo de su vida misionera al final del tercer viaje, de su personalidad, de su actuación, a forma de síntesis de su pasado, presente y fututo, y que por no estar limitada a una situación concreta es siempre actual en toda época y puede representar la meta de todo pastor auténtico. El texto llama a los jefes de la Iglesia “presbíteros”, es decir “ancianos”, término que aparece tres veces en Hechos: 1. Los ancianos junto a los maestros de la ley y los sumos sacerdotes como autoridades judías (4,5.8.23: 6,12); 2. Los ancianos junto con los Apóstoles en la comunidad de Jerusalén (11,30; 15,2); 3. Los ancianos elegidos e instituidos por Pablo en las comunidades por él fundadas (14,23). La función de estos presbíteros tiene posiblemente un modelo en el rol de los ancianos en la sinagoga judía (cf. Lc 7,3). Ya esta introducción nos hace comprender que Pablo nos conducirá a los misterios de nuestro sacerdocio, de nuestro llamado al seguimiento de Cristo, a la alegría de ser presbíteros, al gozo de la misión. No hemos de tener ningún escrúpulo en sentirnos amados por quien nos ha elegido, ungido y enviado. Somos sacerdotes, presbíteros y Dios está orgulloso de eso, también nosotros lo estamos. Para tu reflexión: ¿soy consciente de un corazón que se abre a animar mi ministerio sacerdotal? Recuerda y haz tuyo: He velado por ellos y ninguno se ha perdido. (Jn 17,12).