Un cierto tic-tac Juguete en un acto1 Personajes: El doctor La mujer 33 Habitación con escritorio, confortables y otros diversos muebles de oficina. En el fondo, una puerta en cuyo vidrio se lee, de revés, el siguiente texto: «Doctor Plácido Bonifaz. Horario: 4 a 7 p. m.». Al levantarse el telón, se ve al doctor Bonifaz sentado ante su escritorio revisando con atención un legajo de papeles. Suena el timbre del teléfono, que está a su alcance, y contesta. Doctor. — ¿Aló? Sí, él contesta. (Pausa). ¿Cómo está usted? (Pausa). Mañana, a primera hora, me ocuparé de su asunto. (Pausa). No, no tenga cuidado. (Pausa). La operación es muy sencilla y espero que tenga éxito. Soy especialista en esa clase de intervenciones… Mujer. — (Que entra intempestivamente). ¡Doctor! ¡Doctor! ¡Algo terrible! (Se acerca al escritorio). ¡Me sucede algo terrible! ¡No lo soporto más! ___________ 1 Estrenada por la Escuela Dramática del Club de Teatro de Lima en octubre de 1956, bajo la dirección de Fernando Samillán. Antología_SSB_2016.indd 33 11/5/15 4:32 PM 34 Doctor. — (A su interlocutor telefónico). Espere… No le oigo nada. Ha entrado una señora y no sé… (Cubre el fono con la mano). Mujer. — Soy señorita, doctor. ¡Eso es lo malo! ¡Estoy sola con mi dolor! Doctor. — Discúlpeme. ¿En qué puedo servirla? Mujer. — Algo horrible, doctor. Un ruido, un tic-tac… ¡No puedo con él! ¡Sálveme! Doctor. — Pero… Mujer. — (Sin dejarlo hablar). ¡Sálveme! ¡Si no lo hace, iré derecho al río, a matarme! Doctor. — Bueno, calma. Siéntese, por favor. Terminaré de hablar por teléfono. (La Mujer, muy agitada, lo obedece. En el sillón, permanece haciendo muecas). ¿Aló? Llámeme dentro de un rato, cinco o diez minutos. (Pausa). No, no. Ha entrado aquí una señorita que no sé qué es lo que quiere. (Pausa). No más de diez minutos. Mujer. — (Poniéndose de pie). ¡He venido a que me quite usted el tic-tac! Doctor. — (A la Mujer). Espere, señorita. Espere. (Al fono). No, no es a usted a quien le digo que espere. (Pausa). Llámeme dentro de diez minutos. Hasta luego. (Cuelga el auricular). Mujer. — (No bien el Doctor ha dejado el teléfono). Escuche, cuando duermo, cuando camino, cuando como, cuando estoy alegre, siempre, suena dentro de mí un tic-tac insoportable. ¡Tic! ¡Tac! ¡Tic! ¡Tac! ¡Tic! ¡Tac! Crece y decrece, sube y baja… ¡No me da descanso! ¡Como un reloj diminuto o gigantesco! Doctor. — (Poniéndose de pie). Debe ser un error, señorita. Mujer. — (Irritada). ¿Cómo error? ¿No soy acaso una persona adulta? ¿Tengo cara de loca y embustera? Antología_SSB_2016.indd 34 11/5/15 4:32 PM Doctor. — No me ha entendido usted. Quiero decir que curarla no es cosa que esté a mi alcance… Mujer. — ¡Le pagaré lo que pida, doctor! ¡Aunque me quede en medio de la calle, aunque tenga que pedir limosna, aunque…! (Desesperada). ¡Soy muy desgraciada, doctor! Doctor. — No es cuestión de dinero… Mujer. — (Angustiada). ¿Es algo incurable? ¿No hay remedio contra este tic-tac? Doctor. — En realidad, no lo sé. Le quiero decir simplemente… Mujer. — (Interrumpiéndolo despavorida). ¡Ahora sube! ¡Sube! ¡Sube! Doctor. — ¿Qué es lo que sube? Mujer. — ¡El ruido! ¡El tic-tac! ¡Tic! ¡Tac! ¡Tic! ¡Tac! ¿No lo oye usted? Doctor. — (Que ha estado auscultando el aire, tratando de escuchar el ruido). No, no oigo nada. Es una alucinación suya. Mujer. — ¡Ya baja! ¡Ya baja! ¡Qué alivio! (Pausa). ¿Una alucinación, dijo usted? ¿Es eso mortal? Doctor. — No puedo decirle nada, señorita… Mujer. — Es cierto, doctor. Tengo que explicarle cómo comenzó. Estaba yo con mi novio en el cine. (Pausa). Usted sabe, el amor, la oscuridad, la emoción. En fin, es fácil de comprender. ¿Cómo le puedo explicar mejor? (Se sienta en el sillón). Yo acá y él… Bueno, muy cerca de mí. Doctor. — (Con alguna ironía). Comprendo… Mujer. — No es sencillo reconstruir una situación como esa. ¿Quiere usted ayudarme? Siéntese a mi lado, doctor… Doctor. — ¿Yo? Mujer. — Sí, doctor. Se lo ruego. Doctor. — (Tomando asiento). Si usted lo pide… Pero le advierto… Antología_SSB_2016.indd 35 35 11/5/15 4:32 PM 36 Mujer. — Espere que termine y entonces se dará cuenta de mi drama. (Pausa). Estábamos así, uno al lado del otro, y él me tenía tomada de la mano… ¡Tómeme de la mano, doctor! (El Doctor, un tanto entusiasmado, hace lo que le indica la Mujer). Exacto. La película era de suspenso. ¡Inquietante! Yo, que soy sumamente sensible, me acercaba más y más a mi novio. ¡Así! Pero él, que no le tiene miedo a nada, se reía. Yo aterrorizada, y él hecho unas pascuas. ¡Ríase, doctor! Doctor. — ¿Es necesario? Mujer. — Si no, no puedo recordar bien cómo me asaltó la enfermedad. Ríase o haga como que se ríe. Doctor. — (Con bastante esfuerzo). ¡Ja! ¡Ja! ¡Ja! Mujer. — (Descontenta). Bueno, más o menos. (Pausa). En el momento del crimen, cuando el asesino entra en la habitación de la pobre chica que tiene en su poder los papeles de la herencia, oigo un sonido leve, perfecto, nítido: ¡Tic! Creí que se me había descosido un botón. Doctor. — (Con cinismo). ¡Ajá! ¡Qué interesante! ¿Era un botón? Mujer. — ¿Interesante? Esa no es la palabra. El sonido se repitió: ¡Tac! Me quedé helada. Mi novio, entonces, creyendo que era la película que me impresionaba demasiado, me pasó el brazo por la espalda. Doctor. — (Que ha decidido aprovechar la situación). ¿De este modo? (Le pasa el brazo por la espalda). Mujer. — Justo, doctor. ¡Qué inteligente es usted! Fue cuando me dijo: «No tomes la película tan en serio, corazoncito». (Explicativa). Cuando se pone muy tierno me trata de «corazoncito», y a mí me gusta… Doctor. — (Suave). Es la palabra que usted se merece, señorita. Antología_SSB_2016.indd 36 11/5/15 4:32 PM