Los Siete Sacramentos

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3.− Los Sacramentos
3.1.− Introducción
Hace aproximadamente dos mil años, se puso en marcha el movimiento de los seguidores de Jesús de
Nazareth. Él no se contentó con hacer el bien a la gente de su tiempo, sino que convocó un grupo de personas,
que escucharon sus enseñanzas, percibieron los signos que él realizaba y se adhirieron a él como sus
discípulos. En este pequeño grupo de seguidores de Jesús estaba el germen, la semilla de lo que llamamos la
Iglesia.
Los evangelios nos recuerdan la vocación de los discípulos de Jesús y cómo él los envió a realizar la misma
tarea que él estaba realizando, el anuncio del Reino de Dios en medio de los hombres. Al respecto podemos
leer, en el evangelio de San Marcos, el relato que aparece en el capítulo tercero, en los versículos 13−19:
"Subió al monte y llamó a los que él quiso;
y vinieron donde él. Instituyó Doce, para que
estuvieran con él y para enviarlos a predicar".
Esa Iglesia que convocó Jesús, en ese entonces, es la que constituimos hoy nosotros, en nuestras comunidades
que se reúnen por todo el mundo, que son atendidas por sus pastores, el papa, los obispos y los sacerdotes. La
Iglesia que debe realizar la misma misión de Jesús:
"Anunciar la buena noticia de la salvación y hacer posible esa salvación en el mundo".
Esta Iglesia, que constituimos todos nosotros, se manifiesta en sus celebraciones, cuando nos reunimos para
compartir nuestra fe y para crecer en ella. A las celebraciones más importantes de la Iglesia las llamamos los
Sacramentos.
¿De dónde surgieron los sacramentos?
Los Sacramentos no son inventos actuales de la Iglesia. Ellos han existido a través de los siglos, desde los
orígenes de la Iglesia, y se remontan en alguna forma hasta el Señor mismo. Por eso nosotros, los cristianos,
decimos que los Sacramentos fueron instituidos por Nuestro Señor Jesucristo.
En realidad, los evangelios nos recuerdan un mandamiento del Señor en relación con algunos de los
Sacramentos, sobre todo en relación con el bautismo (Mt 28,19} y con la eucaristía (Lc 22,19). Ver también
(1Co 11, 23−25). Pero también hay otros lugares en los evangelios y en todo el Nuevo Testamento que nos
permiten encontrar la relación original que existe entre los otros Sacramentos de la Iglesia y la voluntad de
Jesús. Por ejemplo, los lugares que se refieren a la penitencia, o los que nos muestran la solicitud de Jesús por
los enfermos y los que sufren, o los que nos muestran cómo Jesús confió un ministerio pastoral a sus
discípulos.
Jesús mismo ha querido que nosotros, sus seguidores que constituimos la comunidad de la Iglesia, celebremos
los Sacramentos. Por eso, cuando por ejemplo celebramos la eucaristía, principalmente los domingos, estamos
respondiendo al deseo del Señor. Y así mismo, cada vez que celebramos alguno de los otros Sacramentos.
Cuando amamos a alguien, realizamos con gusto lo que él quiere que realicemos, mucho más si lo que se nos
recomienda es algo que contribuye a nuestro bien.
¿Cuántos son los sacramentos de la Iglesia?
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Todos lo sabemos: Los Sacramentos de la Iglesia son siete. Los enumeramos en este orden:
• Confirmación
• Bautismo
• Matrimonio.
• Penitencia
• Unción de los enfermos
• Orden
• Eucaristía
Esta enumeración la conocemos propiamente desde el Concilio de Trento, la reunión solemne de los pastores
de la Iglesia, que tuvo lugar en el siglo XVI, con ocasión de la división de los cristianos entre católicos y
protestantes.
En estos últimos años, desde el Concilio Vaticano II, que convocó el Papa Juan XXIII (1962−1965), esta
enumeración y los términos que utilizamos para designar los sacramentos se han actualizado. Se puede notar,
por ejemplo, que en esta lista se reúnen al principio tres Sacramentos que están profundamente relacionados y
que originalmente eran como uno solo (el Sacramento de la iniciación cristiana): Bautismo, confirmación,
eucaristía. Se puede notar también que se utiliza otra terminología para designar alguno de los Sacramentos:
No extremaunción, sino unción de los enfermos.
En las iglesias cristianas, rito universal de iniciación, administrado con agua, normalmente en el nombre de la
Trinidad (Padre, Hijo y Espíritu Santo) o en el nombre de Cristo. Las iglesias ortodoxas y baptistas
administran el bautismo mediante la inmersión total. En otras iglesias, verter (afusión) y rociar (aspersión) son
los ritos más comunes. La mayoría de las iglesias consideran el bautismo como un sacramento, o un signo de
gracia; algunas lo consideran simplemente como una orden o rito mandado por Cristo.
Antecedentes del bautismo
El agua se utilizaba como símbolo de purificación en muchas religiones desde fechas muy lejanas. En el
mundo antiguo, las aguas del Ganges en India, del Éufrates en Babilonia, y del Nilo en Egipto se utilizaban
para baños sagrados. El baño sagrado era también conocido en cultos mistéricos helenos.
Bautismo cristiano
Jesús fue bautizado por Juan al principio de su ministerio público (Mac. 1,9−11). Aunque no está claro que el
propio Jesús bautizara, el Cristo resucitado ordenó a sus discípulos que predicaran y bautizaran a los pueblos
(Mat. 28,19) como señal de la venida de la ley de Dios. Así, desde el principio, el bautismo se convirtió en el
rito cristiano de iniciación (He. 2,38).
Al igual que el bautismo de Juan, el bautismo cristiano se realiza para la remisión de los pecados. Muy
influido por la doctrina de san Pablo, vino a ser entendido también como participación en la muerte y
resurrección de Cristo (Rom. 6,3−11). Es también el camino sacramental por el que los conversos reciben los
diferentes dones del Espíritu Santo (He. 19,5−6; 1 Cor. 1,12). El bautismo era con frecuencia llamado
iluminación en la Iglesia primitiva. Vino a ser considerado también como la renuncia al mundo, al demonio y
la carne, así como un acto de unión a la comunidad de la Alianza.
Desarrollo del rito
El rito del bautismo se fue adornando gradualmente. Los primitivos escritos cristianos, tales como el Didaké,
describen un servicio muy sencillo. Alrededor del siglo III, sin embargo, el bautismo se convirtió en una
liturgia elaborada. La Tradición Apostólica (c. 215), del teólogo san Hipólito, describe, como parte del rito, un
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ayuno preparatorio y de vigilia, una confesión de los pecados, la renuncia al demonio y un lavado con agua,
seguido de una imposición de manos o unción con aceite. En la Iglesia occidental, la imposición de manos y
la unción evolucionaron hacia un sacramento diferente de la confirmación.
Bautismo de niños
Probablemente los niños eran bautizados en la Iglesia primitiva, siguiendo la filosofía judía de que incluso los
niños más jóvenes pertenecen a la comunidad de la alianza. La Tradición Apostólica habla explícitamente de
ello. Sin embargo, puesto que los pecados eran considerados como imperdonables (o podían ser perdonados
sólo una vez), el bautismo era con frecuencia pospuesto todo lo posible. Sin embargo, entre los siglos IV y VI,
debido a que la actitud con respecto a los pecados cometidos después del bautismo fue más tolerante (por el
desarrollo de la costumbre de la penitencia) y a que aumentó el miedo a morir sin ser bautizados, el bautismo
de los niños se convirtió en una premisa obligatoria.
EL BAUTISMO EN AGUA
"Yo a la verdad os bautizo en agua para arrepentimiento, pero el que viene tras mí, cuyo calzado yo no soy
digno de llevar, es más poderoso que yo; él os bautizará en Espíritu Santo y fuego".
Mateo3:11
El bautismo en agua era una sombra del verdadero bautismo del Espíritu. Por eso en Marcos 1:4 dice que
Juan predicaba el bautismo de arrrepentimiento para perdón de pecados. Sin embargo, el bautismo del Espíritu
Santo es para salvación eterna. El bautismo en agua sólo perdonaba tus pecados, mientras que el bautismo en
Cristo quitó el pecado para siempre.
Jesús no tenía que bautizarse en agua porque él no había cometido pecado, ni tenía que arrepentirse, pero lo
hizo para cumplir las escrituras y servirnos de sustituto. Jesucristo se bautizó por nosotros. Nótese que Juan
4:2 menciona que Jesús nunca bautizó, solamente sus discípulos. ¿Por qué Jesús nunca bautizó en agua?
Porque él era el que bautizaría con el Espíritu Santo. Juan el bautista trajo la sombra pero Cristo trajo la
imagen misma de las cosas. En Mateo 3:14 Juan dice: "yo necesito ser bautizado por ti..."
El bautismo en agua era un rito judío, por eso Cristo le dijo a sus discípulos que bautizaran y ellos lo hacían
porque era ya una tradición. Al comienzo de su ministerio, Pablo también bautizó en agua, pero luego dijo en
I Corintios 1:17: "Pues no me envió Cristo a bautizar sino a predicar el evangelio". En Hebreos 6:1−3, Pablo
les dice que dejen ya los rudimentos de la doctrina de Cristo, incluyendo el bautismo en agua. Vamos adelante
a la perfección. Y, en Efesios 4:5: "Un Señor, una fe, un bautismo (el del Espíritu).
El Matrimonio es un sacramento instituido para santificar la legítima unión entre el hombre y la mujer. La
Iglesia primitiva aceptó las costumbres vigentes en la celebración del matrimonio, pero insistió en el carácter
sagrado del matrimonio entre cristianos (Efesios 5, 22−23) y en su indisolubilidad, a fin de defenderlo de los
ataques de los gnósticos, montanistas y maniqueos. La doctrina de la sacramentalidad del matrimonio se abrió
paso en la teología y en los documentos oficiales a partir del s. XII. Contra Lutero, que negaba su
sacramentalidad, el Concilio de Trento (1563) la reafirmó y determinó que, para su validez, era necesaria la
presencia del párroco o de un sacerdote delegado, aunque con el tiempo prevaleció la doctrina de que los
ministros de ese sacramento eran los mismos cónyuges. Según la teología tradicional, que surgió de una mala
interpretación de santo Tomás de Aquino, el fin primero del matrimonio es la procreación y la educación de
los hijos y el fin secundario la ayuda mutua de los esposos. Sin embargo, el Concilio Vaticano II, ratificando
otras tendencias más en consonancia con la dignidad humana, se esforzó en centrar el matrimonio sobre el
amor, fundamento y clave tanto para el matrimonio como para el sacramento. En cambio, muchas las
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comunidades surgidas de la Reforma consideran el matrimonio sólo como una institución civil y aceptan el
divorcio. En el islam, el matrimonio es un contrato; el hombre (no la mujer) está obligado a casarse, si no
existe nada que lo impida, puede tener sólo cuatro mujeres a la vez y puede casarse con una judía o con una
cristiana (no con una politeísta), pero los hijos han de ser musulmanes.
¿Qué dice la Biblia acerca de El Matrimonio?
Y dijo Jehová Dios: No es bueno que el hombre esté solo; le haré ayuda idónea para él.
Génesis 2:18
Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne.
Génesis 2:24
El que halla esposa halla el bien, y alcanza la benevolencia de Jehová.
Proverbios 18:22
Casaos, y engendrad hijos e hijas; dad mujeres a vuestros hijos, y dad maridos a vuestras hijas, para que
tengan hijos e hijas; y multiplicaos ahí, y no os disminuyáis.
Jeremías 29:6
Y te desposaré conmigo para siempre; te desposaré conmigo en justicia, juicio, benignidad y misericordia.
Y te desposaré conmigo en fidelidad, y conocerás a Jehová.
Oseas 2:19,20
Pero a causa de las fornicaciones, cada uno tenga su propia mujer, y cada una tenga su propio marido.
El marido cumpla con la mujer el deber conyugal, y asimismo la mujer con el marido.
La mujer no tiene potestad sobre su propio cuerpo, sino el marido; ni tampoco tiene el marido potestad sobre
su propio cuerpo, sino la mujer.
1 Corintios 7:2−4
Quiero, pues, que las viudas jóvenes se casen, críen hijos, gobiernen su casa; que no den al adversario ninguna
ocasión de maledicencia.
Timoteo 5:14
Honroso sea en todos el matrimonio, y el lecho sin mancilla; pero a los fornicarios y a los adúlteros los
juzgará Dios.
Hebreos 13:4
Las casadas estén sujetas a sus propios maridos, como al Señor;
Porque el marido es cabeza de la mujer, así como Cristo es cabeza de la iglesia, la cual es su cuerpo, y él es su
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Salvador.
Así que, como la iglesia está sujeta a Cristo, así también las casadas lo estén a sus maridos en todo.
Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella,
Para santificaría, habiéndola purificado en el lavamiento del agua por la palabra,
A fin de presentársela a sí mismo, una iglesia gloriosa, que no tuviese mancha ni arruga ni cosa semejante,
sino que fuese santa y sin mancha.
Así también los maridos deben amar a sus mujeres como a sus mismos cuerpos. El que ama a su mujer, a si
mismo se ama.
Porque nadie aborreció jamás a su propia carne, sino que la sustenta y la cuida, como también Cristo a la
iglesia,
Porque somos miembros de su cuerpo, de su carne y de sus huesos.
Por esto dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne.
Grande es este misterio; mas yo digo esto respecto de Cristo y de la iglesia.
Por lo demás, cada uno de vosotros ame también a su mujer como a sí mismo; y la mujer respete a su marido.
Efesios 5:22−23
Asimismo vosotras, mujeres, estad sujetas a vuestros maridos, para que también los que no creen a la palabra,
sean ganados sin palabra por la conducta de sus esposas,
1 Pedro 3:1
Vosotros, maridos, igualmente, vivid con ellas sabiamente, dando honor a la mujer como a vaso más frágil, y
como a coherederas de la gracia de la vida, para que vuestras oraciones no tengan estorbo.
1 Pedro 3:7
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n la Iglesia cristiana, sacramento por el que las personas bautizadas se integran de forma plena como
miembros de la comunidad. En la Iglesia antigua, el rito se administraba de forma inmediata después del
bautismo y ésta sigue siendo la costumbre en las iglesias ortodoxas y africanas. En la Iglesia católica
apostólica romana a partir de 1600 hasta el siglo XX, la confirmación se aplazó entre los dos y los siete años
tras el bautizo del niño. A partir del Concilio Vaticano II se delega más allá, hasta la primera adolescencia. La
Iglesia anglicana no tiene señalada una edad específica, pero el rito es administrado de un modo general entre
los 14 y los 16 años; en la Iglesia luterana el sacramento se administra sobre esa misma edad.
El sacramento de la confirmación, que imprime carácter y por el que los bautizados, avanzando por el camino
de la iniciación cristiana, quedan enriquecidos con el don del Espíritu Santo y vinculados más perfectamente a
la Iglesia, los fortalece y obliga con mayor fuerza a que, de palabra y obra, sean testigos de Cristo y
propaguen y defiendan la fe.
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La confirmación se efectúa mediante la imposición de manos y, en la Iglesia católica, la unción con óleos
sagrados. En la Iglesia católica la ceremonia se realiza por un obispo o, en su caso, un sacerdote autorizado.
En la Iglesia anglicana sólo los obispos administran el sacramento. En las iglesias luteranas y ortodoxas, el
rito lo realizan de forma habitual los pastores y los sacerdotes; sin embargo, la ceremonia en la Iglesia
ortodoxa omite la imposición de manos.
¿ Qué significa confirmarse?
1. Confirmarse es comprometerse en favor de la justicia y de los marginados.
2. Confirmarse es participar comunitariamente del Espíritu de Jesús para continuar su misión en el
mundo.
3. Confirmarse es absolutamente necesario para acceder al sacramento del matrimonio.
Si no te confirmas, no puedes casarte por la Iglesia.
4. Confirmarse es entrar a formar parte de la Iglesia de los adultos y así poder tener una
responsabilidad y participación dentro de la misma.
5. Confirmarse es tener que renunciar a una vida má s libre y someterse a las leyes de la
Iglesia.
6. Confirmarse es vincularse má s estrechamente a la Iglesia y enriquecerse con una fuerza
especial del Espíritu Santo.
7. Confirmarse es obligarse a difundir y defender la fe de palabra y de obra como ver−
dadero testigo de
Eucaristía, el pan eucarístico de la sagrada comunión, rito central de la religión cristiana en el que el pan y el
vino son consagrados por un ministro ordenado y tomados por éste y por los miembros de una congregación
en obediencia al mandato de Cristo en la última cena, "haced esto en memoria mía". En las Iglesias ortodoxa y
católica apostólica romana, está considerada un sacramento que simboliza y realiza la unión de Cristo con los
fieles. Los anabaptistas y otros se refieren a la sagrada comunión como una 'institución' en vez de un
sacramento, resaltando la obediencia a un mandato.
La institución de la Eucaristía
Según la tradición, el mandato que Jesús impuso a sus discípulos en la última cena de comer el pan y beber el
vino "en memoria mía" constituye la institución de la eucaristía. Esta prescripción específica acontece en dos
relatos que se hacen de la última cena en el Nuevo Testamento (Lc. 2, 17−20 y 1 Cor. 1, 23−25. La antigua
teología afirma que Jesús hizo este mandato en aquella ocasión para asegurarse de que los cristianos partirían
el pan y beberían el vino en su memoria mientras perdurara la Iglesia. Una aproximación crítica a los textos
evangélicos ha mostrado que esta conclusión no es tan verosímil. El mandato "haced esto en memoria mía" no
aparece en los relatos que Mateo y Marcos hicieron de la última cena. En consecuencia, algunos eruditos han
supuesto que la indudable experiencia de la comunión con Cristo resucitado en las comidas siguientes a la
Pascua provocó en algunas tradiciones posteriores la idea de que dicha comunión había sido prevista y
ordenada por Jesús en la última cena. El tema puede no llegar nunca a resolverse de forma por completo
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satisfactoria. En cualquier caso, la práctica de comer en memoria del Señor y la creencia de la presencia de
Cristo "en la partición del pan" fueron universales e indiscutibles en la primitiva Iglesia. La Didaké, un
antiguo documento cristiano, hace referencia en dos ocasiones a la eucaristía. Tanto este texto como el Nuevo
Testamento indican la gran diversidad que existe en la práctica y en el entendimiento de la eucaristía, pero no
hay ninguna evidencia de que en alguna congregación cristiana no se celebrara el sacramento.
Evolución de la doctrina
La evolución de la doctrina de la eucaristía se centra en dos ideas: presencia y sacrificio. En el Nuevo
Testamento no se hace ningún intento para explicar la presencia de Cristo en la eucaristía. Los teólogos de los
primeros tiempos de la Iglesia tendieron a aceptar las palabras de Jesús, "Este es mi cuerpo" y "Este cáliz es la
nueva alianza en mi sangre", como explicación suficiente de la transformación milagrosa del pan y del vino en
el cuerpo y sangre de Cristo, aunque algunas interpretaciones reflejan la influencia de la filosofía platónica en
la Iglesia primitiva.
Durante la edad media los filósofos escolásticos, bajo la influencia de Aristóteles, desarrollaron una
doctrina más elaborada de la eucaristía. Aristóteles enseñó que las cosas terrenales tienen accidentes
(tamaño, forma, color y textura) perceptibles a los sentidos, y la sustancia (su realidad esencial) es
conocida por la mente. Según la especulación aristotélica, la sustancia del pan eucarístico es
transformada, por el poder de Dios, en el cuerpo de Cristo. Esta idea de la presencia de Cristo, llamada
transubstanciación, fue desarrollada en el siglo XIII por el teólogo italiano santo Tomás de Aquino. Ha
sido la enseñanza de la Iglesia católica apostólica romana desde la edad media, aunque el Concilio de
Trento, que reafirmó la doctrina frente a los reformadores protestantes en el siglo XVI, no incluyó ninguna
especulación filosófica en su declaración, afirmando tan sólo que un cambio real acontece en el pan y en
el vino.
En el siglo XVI los reformadores protestantes ofrecieron varias interpretaciones alternativas de la celebración
aucarística. Martin Lutero habló de la consubstanciación: que Cristo está presente "en, con y bajo los
elementos". El reformador suizo Ulrico Zuinglio negó cualquier conexión real entre el pan y el vino y el
cuerpo y la sangre de Cristo; pensaba que en la celebración de la última cena, que recuerda a los fieles las
palabras y la obra del Señor, Cristo está con ellos por el poder del Espíritu Santo; consideraba que el pan y el
vino recuerdan la última cena, pero no se da ningún cambio metafísico en ellos. Juan Calvino afirmó que
Cristo está presente tanto en un sentido simbólico como por su poder espiritual, que es impartido por su
cuerpo (que está en el cielo) a las almas de los creyentes cuando participan de la eucaristía. Esta postura, que
ha sido llamada 'presencia dinámica', está a medio camino entre las doctrinas de Lutero y Zuinglio. La
doctrina anglicana afirma la presencia real de Cristo, mas sin especificar el modo.
Algunos teólogos modernos han intentado recuperar el sentido judaico antiguo de rememorar los actos de
Dios (anamnesis). Al invocar la presencia de Dios y recordar en su presencia los hechos mediante los cuales
los liberó, los fieles viven aquellos hechos como si fueran presentes. Así, de la misma forma que cada
generación de israelitas participa año tras año en el éxodo, la marcha por el desierto y la travesía de Canaán,
cada generación de cristianos, semana tras semana, participa en la última cena, el sufrimiento en la cruz y la
resurrección de Cristo.
La doctrina eucarística también tiene que ver con el carácter sacrificial del sacramento (cómo se relaciona la
eucaristía con la muerte de Cristo en la cruz). Las Iglesias ortodoxa, católica apostólica romana y anglicana
han enseñado por tradición que la eucaristía es un medio a través del cual los creyentes pueden tomar parte en
el sacrificio de Cristo y en la nueva alianza con Dios a la que dio origen. En la creencia popular, se interpreta
a veces que esta idea significa que cada celebración de la eucaristía es un nuevo sacrifico, en vez de la
participación en el sacrificio original de Cristo como enseña la doctrina oficial de la Iglesia. Los protestantes,
en general, han dudado en darle una categoría de sacrificio a las celebraciones eucarísticas.
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El servicio de la eucaristía
Las denominaciones de este servicio son variadas: se llama eucaristía, el pan eucarístico o la sagrada
comunión en la mayoría de las Iglesias protestantes; liturgia divina en la ortodoxia oriental, y la misa en la
Iglesia católica apostólica romana y en algunas comunidades anglicanas. En cualquier caso, es la liturgia
central cristiana y la más solemne.
Por regla general, el servicio consta de dos partes. La primera, 'el servicio de la Palabra' consiste en la lectura
de las Sagradas Escrituras, un sermón y varias oraciones. Esta parte de la eucaristía, en apariencia adaptada
del culto judío de la sinagoga, ha sido prefijada al servicio del pan y del vino por lo menos desde la mitad del
siglo II. La segunda parte de la celebración consiste en un ofrecimiento de pan y vino (junto con los donativos
monetarios de la congregación), la oración central eucarística (una oración de la consagración), la distribución
de los elementos a los fieles y la bendición con que se despide a los fieles. Esta parte del servicio tiene sus
raíces en las oraciones tradicionales que se decían en la mesa en las comidas judías.
La oración central de la eucaristía, la anáfora (del griego, 'oferta') consta de una oración de acción de gracias
por la creación del mundo y su redención en Cristo, una referencia a la institución de la última cena, la
oblación o anamnesis (la oferta de pan y vino en memoria agradecida a Cristo), la epiclesis o invocación del
Espíritu Santo en el pan y el vino y en la congregación, y las oraciones de la intercesión.
La evolución eucarística del Vaticano II resulta admirable, sobre todo si tenemos en cuenta todos los lastres
que la liturgia arrastraba de siglos anteriores. Las aportaciones del Concilio las podemos resumir así:
− Se han purificado y simplificado los ritos.
− La liturgia de la palabra se ha resaltado y se ha enriquecido con nuevos textos, se ha hecho participativa e
inteligible.
− La liturgia eucarística se ha enriquecido con nuevas plegarias y se ha hecho más comprensible.
− La comunión ha dejado de ser para unos pocos y ha pasado a ser elemento esencial de la participación.
− La utilización de la lengua popular, la participación de la asamblea, los cantos, los gestos, etc., han
facilitado un mayor acercamiento del pueblo al banquete eucarístico.
Esquema de los Ritos de la Eucaristía Pág. siguiente
Estructura de la Liturgia Eucarítica
Ritos Iniciales
Liturgia de la Palabra
Liturgia Eucarística
1.− La entrada del presidente 2.−
Saludo al altar y a la Asamblea 3.−
Objetivo: Preparar a los fieles
Rito penitencial 4.− El Señor ten
para escuchar la palabra de Dios
piedad 5.− El Gloria 6.− La oración
y celebrar la Eucaristía
colecta
7.− Primera lectura 8.− Salmo
Es el momento de diálogo de
interleccional 9.− Segunda lectura
Dios con su pueblo. Dios habla y 10.− Versículo con aleluya 11.−
el pueblo responde recitando
Evangelio 12.− Homilía 13.− El credo
salmos y proclamando su fe en o profesión de fe 14.− Oración
él.
universal
a) Presentación de los dones
15.− Ofrecimiento del pan y el vino
16.− Invitación a la oración 17.−
Oración sobre las ofrendas 18.−
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Rito de Conclusión
b) Plegaria de acción de gracias Diálogo inicial 19.− Acción de
y consagración
gracias: Prefacio 20.− Aclamación:
Santo... 21.− Invocación al Espíritu
c) Rito de la comunión. La
Santo 22.− Relato de la institución
Eucaristía es banquete espiritual 23.− Aclamación del pueblo 24.−
Recuerdo y actualización de la pasión,
muerte y resurrección de Cristo 25.−
Ofrecimiento al Padre del sacrificio de
Jesús 26.− Intercesiones por todos los
miembros de la Iglesia 27.−
Proclamación final de la gloria de
Dios Padre, hecha por Cristo, en la
unidad del Espíritu Santo 28.−
Padrenuestro 29.− Rito de la Paz 30.−
Fracción del pan. Cordero de Dios
31.− Invitación a la comunión 32.−
Comunión 33.− Acción de gracias
34.− Saludo y bendición final 35.−
Despedida
Sacerdote, persona consagrada al servicio de una divinidad y a través de la que el culto, la oración, el
sacrificio y otras ceremonias se ofrecen como vehículo de adoración, perdón, bendición o liberación obtenida
para el creyente. En época más temprana las funciones de sacerdocio fueron desempeñadas por el cabeza de
familia. Más tarde el oficio se volvió público, en muchos casos asociado al del soberano y líder temporal.
Bajo la ley judía, los sacerdotes, en especial los consagrados al servicio del templo fueron seleccionados de la
tribu de Leví. Sin embargo, el sacerdocio en Israel, ha sido reservado a los descendientes varones de Aarón,
quienes estaban autorizados a ofrecer sacrificios, supervisar la higiene, e instruir al pueblo en la ley de
Moisés. Con la destrucción de Jerusalén en el año 70 el concepto de sacerdocio desapareció del judaísmo.
En la Iglesia católica apostólica romana y en la ortodoxa occidental, así como en la Iglesia anglicana, el
sacerdote es un miembro del ministerio sacerdotal. Celebra la misa y administra los sacramentos, salvo las
órdenes sagradas (reservadas al obispo), el matrimonio (en el que la pareja es en realidad el ministro y testigo
cualificado de la fe, hecho que autentifica el sacerdote), y en las Iglesias católica y anglicana, la confirmación
(en general realizada por un obispo). Los mormones reconocen tanto un sumo sacerdocio como uno menor. La
mayoría de las iglesias protestantes no reconocen un sacerdocio específico: creen en el sacerdocio universal
para todos los creyentes y rechazan la necesidad de que exista un mediador entre ellos y Dios. El sacerdocio
ha sido reservado de acuerdo con la tradición a los hombres, pero en los últimos años las mujeres han sido
ordenadas sacerdotes dentro de la comunión anglicana.
Con frecuencia, las religiones ajenas a la tradición judeo−cristiana, han tenido una casta sacerdotal. Las
antiguas civilizaciones de Grecia, Roma, Egipto, así como las diferentes tribus de cultura céltica reconocieron
la existencia de una clase sacerdotal. Lo mismo ocurría en el mundo americano, en donde las culturas
prehispánicas encomendaban a los sacerdotes los ceremoniales de orden religioso además de su intervención
en disciplinas científicas como la astronomía, la medicina, las matemáticas o la arquitectura. Su lugar en la
jerarquía social era el siguiente después de la casta gobernante y antes que los comerciantes, con lo que
estaban facultados para ser objeto de todos los honores. La función de los sacerdotes continúa siendo
importante en el sintoísmo moderno, así como en el budismo y en el hinduismo.
La palabra orden u ordenación se utilizaba en el imperio romano para designar el nombramiento de un
funcionario imperial; así, por ejemplo, existía el orden de los senadores o de los caballeros. Los ordenados
entraban a formar parte de un colegio de ministros y quedaban destinados a una función determinada.
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Desde la época de Constantino −primera mitad del siglo IV−, los obispos, sacerdotes y diáconos comenzaron
a formar parte de los funcionarios del imperio; utilizaban títulos y distintivos propios de su rango, como el
palio y la estola. Entre ellos se estableció, como indicaban las normas romanas, un escalafón y una jerarquía.
Junto al sustantivo orden se utiliza el adjetivo sacerdotal. En la mayoría de las religiones existe un sacerdote
que es quien se encarga de presidir el culto y ofrecer los sacrificios de los dioses. Con frecuencia es el único
que tiene relación con lo sagrado mientras el pueblo espera fuera del templo. Entre los israelitas, en tiempos
de Jesús, los sacerdotes eran los encargados del culto del templo; y entre los romanos eran funcionarios del
culto público.
En la Iglesia católica se llama popularmente sacerdotes a aquellos que dicen misa, confiesan, bautizan, etc.
Sin embargo, esta denominación no es del todo exacta o por lo menos puede oscurecer una verdad
fundamental.
Mediante el sacramento del orden, por institución divina, algunos de entre los fieles quedan constituidos
ministros sagrados al ser marcados con un carácter indeleble, y así son consagrados y destinados a apacentar
el pueblo de Dios según el grado de cada uno, desempeñando en la persona de Cristo encabeza las funciones
de enseñar, santificar y regir.
Código de derecho canónico, c. 1.008.
· El Gesto común para la ordenación de los obispos, sacerdotes y diáconos es el mismo; la imposición de las
manos.
· La Fórmula que se recita en la ordenación es distinta según se trate de la consagración de obispos,
sacerdotes o diáconos, pero tienen en común pedir al Padre que ayude a los elegidos para que puedan cumplir
dignamente su misión.
Penitencia, término que hace referencia tanto al sacramento de las iglesias católica, ortodoxa y otras iglesias
orientales, como a la realización de algún acto específico de mortificación, que alguien ejecuta por propia
voluntad, como expresión de dolor y arrepentimiento por sus pecados.
El sacramento de la penitencia, al que también se le llama el sacramento de la reconciliación, es un rito que se
celebra para la remisión de los pecados cometidos después del bautismo. El sacramento, que comprende
determinados actos del penitente y la absolución de un sacerdote, se considera como una institución divina
(Mat.16,19, 18,18; Jn. 20, 22−23). Los actos del penitente abarcan la contrición (pena profunda y sincera por
el pecado), la confesión de los pecados graves a un sacerdote, y la penitencia sacramental (oraciones u obras
que debe realizar el penitente para reparar los pecados cometidos). El sacramento puede celebrarse de forma
individual o durante una celebración comunitaria en la que se rezan oraciones, se entonan cantos, se realizan
lecturas de las Escrituras, se imparte una homilía. Aunque la penitencia tiene raíces antiguas, no se utilizaba
con tanta frecuencia en la Iglesia primitiva como hoy en día.
Para realizar una confesión privada, el penitente se acerca al confesonario, y, de rodillas, o sentado, dice al
sacerdote cuánto tiempo ha pasado desde su última confesión. Luego, el penitente confiesa todos pecados
graves cometidos desde la última confesión, y expresa su dolor y deseo de arrepentimiento por ellos. El
sacerdote puede entonces ofrecer unas palabras de consejo o ánimo antes de imponer al penitente alguna
forma de reparación o penitencia sacramental por los pecados. Puede consistir en el rezo de oraciones o
alguna acción específica (por ejemplo, la restitución de bienes robados en caso de hurto). Después, el
sacerdote da la absolución y despide al penitente.
Algunos piensan que el problema del pecado está totalmente superado, ya que hoy se vive la ilusión de la
inculpabilidad o de la impecabilidad. Se pone en tela de juicio la existencia de la culpa o el pecado, que son
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dos cosas distintas:
Culpa, en el campo del Derecho civil, la culpa se contrapone al dolo. Referida al deudor de una obligación, la
culpa o negligencia consiste en la omisión no dolosa de aquella diligencia que exija la naturaleza de la
obligación y corresponda a las circunstancias de las personas, del tiempo y del lugar. No se cumple con el
deber de previsión y el subsiguiente deber de evitación de los posibles impedimentos de la prestación o
conducta debida. En función de la diligencia omitida, suele hablarse de supuestos de culpa lata (grave falta de
diligencia, omisión de las precauciones más elementales), culpa leve (omisión de la diligencia normal, de las
precauciones que suelen tomar las personas corrientes) y culpa levísima, que consiste en la omisión de la
diligencia propia de las personas escrupulosas. La culpa lata suele equipararse al dolo. En los supuestos en
que el deudor sea un profesional, el referente radicará en la diligencia exigible a los profesionales que
desempeñen la misma actividad. Es posible, en mayor o menor medida, el establecimiento de cláusulas
modificativas de la responsabilidad por culpa, ya sean éstas de exoneración o de limitación de la
responsabilidad, ya de agravación de la misma. Se habla también de culpa en el ámbito del Derecho penal,
que se produce cuando, sin intención de dañar, mas sin proceder con la diligencia debida, se causa un
resultado dañoso y tipificado por la ley penal. Se distingue también, en este campo, entre culpa lata, leve y
levísima. Se distingue asimismo entre culpa consciente e inconsciente, dependiendo de que el agente se
represente o no de las consecuencias perjudiciales que puedan derivarse de sus actos, por mucho que confíe en
que no se produzcan y no tomándolas por ello en cuenta.
Pecado, en religión, transgresión de una ley o práctica sagrada, sancionada por la divinidad. En particular,
transgresión considerada según el judaísmo, el cristianismo, y el islam. En la mayoría de las religiones existe
una determinada idea de lo bueno y lo malo. Tal vez la manifestación más temprana de estas nociones fue el
fuerte oprobio relacionado con la trasgresión de un tabú. Pero sólo en las tradiciones judeo−cristiana e
islámica se considera la referencia característica del pecado, convirtiéndose en el mal, comportamiento en un
crimen directo contra el Ser Supremo. En el gnosticismo y maniqueismo, fusiones del pensamiento cristiano
con influencias zoroástricas, el pecado se consideraba como una manifestación de la caída del espíritu humano
del ámbito divino y su encerramiento en el demoniaco mundo material. En el hinduismo, el budismo, y el
jainismo, el concepto más cercano al pecado es el de un desmerecimiento, la acumulación, a través de malos
comportamientos, de malas consecuencias, que deben purgarse mediante un proceso de transmigración.
Conceptos judíos y cristianos
En ningún otro libro sagrado se encuentra tan desarrollado el sentido del pecado como en la Biblia. A través
de las Escrituras, el pecado es el elemento que enemista a los seres humanos con Dios, lo cual exige que haya
arrepentimiento para obtener su perdón. En el Nuevo Testamento, el pecado es la condición humana esencial
que reclama la labor redentora de Cristo. En la Iglesia cristiana, sin embargo, hasta la controversia entre el
monje británico Pelagio y san Agustín de Hipona, el gran padre y doctor de la iglesia, la doctrina del pecado
no fue desarrollada por completo. Los primitivos padres griegos de la Iglesia consideraban el pecado como
una oposición a la voluntad de Dios. Aún así, no afirmaban que la culpa del pecado del primer hombre, Adán,
o la corrupción de su naturaleza alcanzara a toda la humanidad. El primitivo escritor eclesiástico cristiano
Tertuliano, sostenía en su doctrina del traducianismo, que la realidad del pecado había sido transmitida desde
Adán. Pero se reservó a Agustín la formulación de la doctrina del pecado original. Mantenía, en contra de
Pelagio, que el pecado de Adán corrompía toda la naturaleza humana; que su culpa y su sanción pasarían a
todos sus descendientes; que todos los seres humanos han nacido en estado pecado y que debido al pecado
original de Adán, son incapaces de satisfacer a Dios y están por su propia condición dispuestos a seguir en el
mal. Pelagio hizo hincapié en la voluntad libre y el esfuerzo moral individual, y negó el pecado original. La
Iglesia ortodoxa ha continuado afirmando que la voluntad humana es tan libre como lo era la de Adán antes de
su caída. En el siglo XIII, el filósofo escolástico escocés John Duns Scoto admitió que la humanidad había
perdido, debido a la caída de Adán su justitia originalis (en latín, sabiduría original), pero subrayó el carácter
libre de la voluntad.
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Protestantismo
Durante la Reforma protestante, Martín Lutero y Juan Calvino mantuvieron el acento agustiniano del pecado
original y de la gracia de Dios como medio de redención. Ulrico Zuinglio consideraba el pecado desde el
punto de vista de un mal heredado; los arminianos y socinianos negaron de forma taxativa el carácter
hereditario del pecado. El teólogo alemán protestante del siglo XIX Friedrich Schleiermacher argumentó que
el pecado se debe a la incapacidad para distinguir entre una dependencia absoluta de Dios y una sujeción
relativa del mundo temporal.
El catolicismo distingue entre el pecado mortal, que destruye la relación del individuo con Dios y merece la
condena eterna, y el pecado venial, que, aunque es grave, no separa al ser humano de Dios. Los protestantes
han rechazado esta distinción.
Conceptos islámicos
El pecado capital en el islam es el orgullo humano, el cual viola la unidad de la creación, ya que presupone
autonomía humana, y se rebela contra el orden divino, negando el propósito fundamental del hombre: servicio
y obediencia a Dios. A pesar de la génesis del islam dentro de la tradición judeo−cristiana, el Corán niega de
forma específica la doctrina cristiana del pecado original, y establece que Dios perdonó a Adán su
transgresión en el Jardín del Edén. Sin embargo, los humanos falibles tienden a olvidar los límites que fija su
propio ser y aspiran a la categoría de dios ilimitado, sobre todo cuando son tentados por Satán. En el islam, el
pecado es, por tanto, consecuencia de la debilidad humana más que de una condición heredada de corrupción.
La cadena de profetas enviados por Dios para testificar frente al propósito divino y poner a la humanidad de
nuevo en el sendero recto es prueba de la eterna tendencia humana hacia el error. El descreimiento es, pues,
una expresión de orgullo pecaminosa; el término árabe para un no creyente, kafir, significa literalmente no
agradecido. El corazón del no creyente está sellado por Dios contra la palabra verdadera. Pero el
arrepentimiento sincero restaurará al penitente en una condición pura, sin pecado, puesto que Dios concede
siempre su gracia. El arrepentimiento se expresa mediante la conversión a la verdad.
La doctrina islámica establece que el pecado es castigado por Dios, juez de todas las cosas, de moral perfecta.
El último juicio completo del pecado tendrá lugar el Día del Juicio Final, y los pecadores serán condenados al
fuego eterno.
Podemos ver que en cada religión existe un concepto de Pecado, y evidentemente también un concepto
distinto de Penitencia. Mientras que en ciertos momentos se ha realizado una predicación ABUSIVA del
pecado, tal vez la despreocupación sea una reacción a la excesiva preocupación anterior que fue excesiva. Ya
lo dijo Charles Péguy, poeta y testigo cristiano, en uno de sus textos sobre esta preocupación; Por lo visto
vuestros pecados don tan preciosos que es preciso catalogarlos y clasificarlos y grabarlos y contarlos y
calcularlos [...] y conmemorarlos con no se qué especie de piedad...
Como hemos visto antes, las diferencias entre el concepto de Penitencia y Pecado en las distintas religiones,
es más o menos radical, pero tiene como transfondo el Perdón, con previo arrepentimiento.
Junto a esta causa, que ha influidoen la crisis actual del sentido del pecado, habría que señalar otras que se
refieren al sentido de la libertad; es tan frágil la libertad, se dice, que no es posible realizar actos culpables
libremente queridos.
Por otro lado se insiste en la necesidad de liberarse de cualquier condicionamiento externo, normas, leyes...
Posiblemente se trata, más que de una pérdida del sentido del pecado, de un cambio de acento o de una
sensibilidad diferente. Podemos destacar tres aspectos:
− Cada uno es responsable del destino de todos
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− El amor es mucho más importante que la ley
− La relación con el tú y los otros conlleva serias obligaciones
EL Sacramento
Anteriormente, habíamos hecho referencia al Sacramento como tal, y al fundamento y manera de practicarlo.
Ahora simplemente, profundizaremos en el concepto de PERDÓN.
El Perdón es algo que se obtiene, como realidad permanente en la Iglesia, por medio de la fe y la conversión.
El Sacramento es la expresión de esa relidad del perdón.
Existen otros sacramentos relacionados con el perdón:
− Bautismo; Perdón de los pecados
− Eucaristía; La sangre de la nueva alianza será derramada para el perdón de los pecados
− Antes de celebrar la Eucaristía, los creyentes reconocen sus pecados y piden el perdón.
− Cuaresma y adviento son tiempos con acento penitencial
− También existen celebraciones comunitarias penitenciales que no se identifican con el sacramento de la
Penitencia.
En el Evangelio
En los evangelios no encontramos una descripción del sacramento de la penitencia, aunque sí muchas veces
en que Jesús perdona los pecados. Para descubrir los aspectos de celebración acudimos a las parábolas.
La evolución del sacramento, se manifiesta de esta manera:
− Fase de la PENITENCIA PÚBLICA, (siglos I−VI), permitida una sola vez en la vida y reservada a los
pecados más graves, caracterizada por un largo y difícil camino de expiación que concluía con una
reconciliación eclesial a través del ministerio del obispo, con la presencia de toda la comunidad cristiana.
− Fase de la PENITENCIA TARIFADA, (Siglos VII−XI), que se fue difundiendo poco a poco siguiendo la
nueva situación cultural y pastoral, repetible, con una satisfacción tarifada, es decir, prefijada según una
jerarquía de los pecados, seguida de una reconciliación privada a través del ministerio de un sacerdote.
− Fase de la PENITENCIA PRIVADA (del siglo XI en adelante), con la confesión a un sacerdote y la
recepción inmediata de la absolución después de aceptar una ligera satisfacción; praxis que fue codificada por
Trento −que insistió mucho sobre la función del sacerdote como médico y juez y sobre los actos del penitente
(contricción, confesión y satisfacción), y recomendó la confesión de devoción− y ha llegado hasta nosotros.
La Celebración Hoy
Las formas externas de celebración del sacramento han variado en el pasdao. Incluso hoy día hay varias
formas. Y nada impide que en el futuro puedan variar. Lo que importa es descubrir los elementos comunes y
necesarios que deben estar presentes en el sacramento para expresar lo que el sacramento significa: la acción
de Dios que perdona, la conversión del pecador y la reconciliación del pecador con la comunidad cristiana.
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El Ritual a seguir, después del Vaticano II, contiene tres formas distintas de celebrar el sacramento:
1.− Reconciliación de una sola persona, que es la más habitual y tradicional. Cada cristiano se presenta a la
Iglesia reconociéndose pecador, se confiesa y recibe la absolución individualmente.
2.− Reconciliación de varios penitentes con confesión y absolución individuales. Es la forma más frecuente
de las celebraciones comunitarias de la penitencia. La comunidad de reúne, hay una preparación conjunta a la
confesión, luego cada uno se confiesa y recibe la absolución individualmente, y de nuevo en comunidad se
dan gracias al Señor por el perdón recibido.
3.− Reconciliación de varios penitentes con confesión y absolución generales. Se distingue de la anterior en
que no hay confesión individual y el sacerdote de la absolución general.
Hoy, en vez de sacramento de la penitencia, se suele emplear también la expresión sacramento de la
Reconciliación. Se insiste en que esta expresión es preferible a la de sacramento de la confesión. Confesión
hace alusión a sólo una parte de todo el proceso del nuevo encuentro con Dios, y penitencia acentúa sólo un
aspecto (el de dolor y esfuerzo del pecador), que no es el único. La palabra reconciliación incluye estos
aspectos y señala más claramente la vuelta a la comunidad con Dios y con los hermanos.
Extremaunción, en las iglesias católica y ortodoxa, sacramento de auxilio espiritual para los enfermos
terminales o los ancianos, hasta hace poco llamada unción de los enfermos. El rito consiste en lecturas
bíblicas y oraciones; además, el sacerdote unge los cinco sentidos (ojos, oídos, nariz, labios y manos) del
enfermo con aceite bendecido normalmente por un obispo en el Jueves Santo. En casos de emergencia, sólo se
aplica la unción sobre la frente. El rito puede celebrarse tanto de forma individual como en grupo. Se cree que
los efectos incluyen, no solamente curación espiritual, sino también la restauración de la salud corporal, si es
la voluntad de Dios.
La práctica de ungir al enfermo en la Iglesia primitiva se basaba en dos textos del Nuevo Testamento (Mc.
6,13; Sant 5,14−16). A partir del siglo VIII, la extremaunción terminó por asociarse casi en exclusiva con
rituales para los moribundos. El término extremaunción, o última unción, fue introducido en este periodo. El
teólogo italiano del siglo XII Peter Lombard incluyó el rito entre los siete sacramentos; esta lista fue declarada
oficial por el Concilio de Trento en 1543−1563 .
Desde la Reforma, los protestantes generalmente han rechazado la naturaleza sacramental de este rito, y
algunos incluso su práctica. La comunión anglicana puede incluir la unción de los enfermos, pero muchos
anglicanos lo consideran un rito instituido por la Iglesia más que un sacramento establecido por Cristo.
JESÚS Y LOS ENFERMOS
La enfermedad es una limitación, aunque de ella se puedan extraer lecciones y el enfermo es un ser
disminuido que necesita, como ningún otro, cuidado, compañía y afecto.
En aquella época en Palestina el número de enfermos era muy alto. La miseria, la falta de higiene, entre
otras causas, jugaban contra la salud. Los enfermos o se hundían en el pesimismo, o acudían a curanderos
y hechiceros que con frecuencia atribuían la enfermedad a espíritus malignos. Aquí se enclava la acción de
Jesús.
Jesús no sólo se acercó personalmente a los enfermos, sino que, en varias ocasiones mandó a sus
discípulos a que hicieran lo mismo.
LA IGLESIA
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La Iglesia, a lo largo de la historia, ha tenido presente a los enfermos. Desde hace mucho tiempo, las
instituciones cristianas han dedicado gran esfuerzo en atender a los heridos por el dolor. Desde la
antigüedad junto a los monasterios centros de atención a los enfermos. En el siglo XV, la Iglesia tenía
hospitales en casi todas las ciudades importantes de Europa. Religiosos, como los de la orden hospitalaria
fundada por Juan de Dios, o religiosas, como hijas de la caridad han trabajado por atender y cuidar a los
enfermos.
La Iglesia no solo atiende a los enfermos en el aspecto físico, también ofrece a quienes tienen fe, la
posibilidad de un encuentro profundo con Cristo por medio de la del sacramento de la unción.
No es un sacramento de moribundos, sino de enfermos, y debe administrarse cuando éstos vean mermada
su salud, por la enfermedad o por la edad, y necesiten reunir fuerzas para luchar por el restablecimiento de
su salud o para afrontar con paz su enfermedad o vejez.
EL RITO
Consta de dos actos fundamentales:
− La ORACIÓN DE LA IGLESIA por el enfermo no es una fórmula mágica, sino la plegaria a Dios, señor
de la vida y de la muerte, por el enfermo, para que le alivie y le salve. La plegaria no es un acto de presión
a Dios, sino de unión con el enfermo que confía en el Señor.
− La UNCIÓN CON ÓLEO es un gesto simbólico de la comunidad que desea cuanto ha pedido a Dios en la
plegaria se realice en el enfermo.
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