CAPÍTULO V - LAS LESIONES Y LOS HOMICIDIOS

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Capítulo V
Las Lesiones y los Homicidios
s
1.- Consideraciones Preliminares
ANTO EN LAS Pandectas Hispano Megicanas, la Novísima Recopilación y el Febrero Mejicano, se denomina
heridas a toda lesión hecha con violencia en el cuerpo
humano, de la cual podía resultar conmoción, contusión, frachlra, quemadura, dilaceración, torsión o luxación. Unas heridas son leves, otras incurables, algunas mortales por accidente
o falta de auxilio inmediato, y otras por si mismas son absolutamente mortales. Se estimaban leves las que afectaban únicamente el tejido celular y alguna porción de músculos, siendo
curadas con cierta facilidad, según la destreza y pericia del
cirujano, temperamento del herido, edad, fuerzas y demás
circunstancias. Las incurables eran aquellas que a pesar de los
esfuerzos médicos perduraban toda la vida. Mortales por accidente podían ser consideradas aquellas que por si mismas no
eran peligrosas, pero que por descuido del enfermo ocasionaban
la muerte, o cuando las heridas caían en gentes enfermizas y
de malos hábitos, también eran mortales por accidente debido
a la falta de luces de los facultativos que no tomaban las
medidas precisas para evitar mayores males. Finalmente las
absolutamente mortales eran las que ni por naturaleza, ni por
T
a
las artes médicas podían curarse, algunas de ellas matando
repentinamente y otras en periodos breves de tiempo.m
En relaci6n a las penas se advertía que no todo el que hería
a otra persona lo hacía con la intenci6n de matarle ni a todas
las heridas seguía la muerte, en ese caso las herid~ eran un
delito menor que debería ser castigado con una pena mínima.
Cuando el acusado procedía por asechanza o mal aconsejado
por otra persona, incurría en la pena capital, aún y cuando la
herida no ocasionara la muerte.
. Quien hería con arcabuz o pistola era tenido por alevoso y
antiguamente perdía todos sus bienes. Las personas que lesionaban a otras al momento de dedicarse a los robos en los
caminos públicos, además de la pena corporal que se les imponía, perdían también la mitad de sus bienes en favor del
gobierno. El que disparara una arma de fuego en poblado y
causara lesiones a cualquiera le era impuesta la pena de
muerte y la confiscaci6n de la tercera parte de sus bienes en
favor del gobierno. Cualquier otro tipo de lesiones diferentes a
las enunciadas, eran castigadas con la pena de presidio, destierro y multas, según las circunstancias que acompañaran al
hecho.(21
En relaci6n al homicidio, se decía que era el mayor delito
qu.e podía cometer un hombre en contra de otro, en cuanto se le
privaba de su existencia. El homicidio se dividía en voluntario
y casual, siendo el primero de ellos el que se hacía de intento o
con premeditaci6n, mientras que el segundo era el que dimanaba de algún accidente. En el último caso podía cometerse con
culpa o sin ella. Sin culpa era cuando alguien iba corriendo en
un caballo en un sitio destinado para ello, y durante la acci6n
matare a alguna persona que se le atravesase, o cuando en una
co~strucci6n que tiene avisos preventivos, algún trabajador
deJa caer cualquier material que mata a algún transeúnte. En
1.. Pascua, An8.$taaio de la. Op. Cit., T. 70. pp. 125-127.
2.• Idem.
140
estos casos no debía imponerse ninguna pena. Era homicidio
casual con culpa, cuando dos personas estuviesen riñendo en
plena vía pública y quitasen sin querer la vida a algún curioso,
o si algún médico o cirujano quitase la vida a una persona por
ignorancia o error. En esas ocasiones se les podía imponer la
pena del destierro hasta por cinco años.
El homicidio voluntario era el que se hacía a sabiendas o
con intenciones, ya su vez se subdividía en simple y calificado.
Al primero de ellos se llamaba el que ni por raz6n de la persona
muerta, ni por las circunstancias que acompañaron o intervinieron en la muerte, merecía el concepto de gravísimo o en sumo
grado detestable. Calificado era el que por los dos motivos
dichos merecía aquel concepto y obviamente era castigado con
mayor rigor que el homicidio simple. Dentro de este último
podemos señalar el homicidio de un padre, abuelos, hijos,
hermanos, mujer o esposo. Curiosamente el suicidio también
era contemplado dentro de este último. De la misma forma,
ateniéndose a la circunstancia que acompañaba al hecho, el
homicidio era calificado; por ejemplo al dar muerte a una
persona robándole en el camino, al incendiar una casa, los que
se llevaban a cabo con saeta o arma de fuego. La pena para este
tipo de homicidios era más grave.(3)
A diferencia del homicidio, el asesinato era la muerte
causada con alevosía y violencia, estando de por medio algún
interés ya fuera en alhajas o dinero, o el ofrecimiento para
conseguir algún destino o acom6do. El asesino alevoso debía ser
arrastrado, ahorcado y perdía la mitad de sus bienes en favor
del estado. l')
Otra de las modalidades del homicidio lo fue el envenenamiento, considerado como uno de los más atroces. De acuerdo
con la ley 2, título 2, libro 6 del Fuero Juzgo, tanto las personas
que preparaban el veneno como quienes lo administraban, eran
atormentados antes de sufrir la muerte.(S)
3.-lbid., pp. 127-129.
4.- Ibid., p. 81.
5.-lbid., pp.l07 Y 108.
141
•
Desde la época virreinal dentro del derecho criminal se
consignaba el parricidio, consistente, según las leyes coloniales,
no sólo en matar al padre o a la madre, sino a cualquiera de sus
descendientes, tales como el tío, sobrino, yerno, nuera, padrastro o entenado. Las leyes de partida ordenaban que los parricidas fueran azotados, después metidos a un saco de cuero con
un perro, un gallo, una culebra y un mono, siendo arrojado al
mar o río más cercano de donde se había cometido el delito. Para
nuestro periodo de estudio, esta práctica era inusual, pero se
conservó el ejercicio de cierta ceremonia que la recordaba: al
ser ejecutado el parricida, se metía el cadáver en una cuba , en
donde estaban pintados los referido animales, y se hacía el
ademán de arrojarla al río, para después darle sepultura ecIesiástica.'6)
Al igual que lo sucedido con los robos, la ley del 6 de
septiembre de 1829 marcó una nueva etapa dentro de los
procesos judiciales por heridas y homicidios, mismos que a
partir de entonces empezaron a contener otros elementos que
los diferenciaron de los litigios virreinales. Dentro de las aportaciones hechas por los congresistas michoacanos, en 1829 se
estipuló que sufrirían la pena capital: el asesino y sus cómplices; el matador de caso pensado; el que en pendencia premeditada con armas causare la muerte; el envenenador y sus
cómplices, aunque no resultare la muerte; el incendiario malicioso y el infanticida con plena deliberación. Serían condenados
de seis a ocho años de presidio, los que en pendencia imprevista
causaren la muerte. Un poco en contradicción con esta última
norma, se imponía de uno a cuatro años de prisión, quien
matare en el acto de ser provocado. Otro de los artículos que se
relacionaba con los anteriores creaba todavía más confusión ,
ya que textualmente ordenaba: "El que en defensa propia hiere,
no tendrá pena alguna, aunque de la herida resulte la muerte.
Tampoco la tendrá el que hiere involuntariamente o por acci6.- ¡bid., p. 149.
142
dente. Ni el que hiere o matare al que con violencia le despojare
o intentare hacerlo de su mujer, hijas o personas de este sexo
'd a do.
que estén d eb'd
1 amente a su cUl
Tanto la legislación virreinal como la que se estuvo generando en las primeras décadas del periodo independiente, no
reglamentaban todas las formas de heridas y homicidios que
podían suceder, de ahí que algunas penas se dejaban al arbitrio
del juez, pero éste debería obrar racionalmente y con arreglo a
la prudencia. El arbitrio no ampliaba las facultades de los
jueces, sino que las estrechaba en la medida que eran obligados
a repasar y estudiar con buena lógica y crítica, todo el derecho
natural y las leyes p!ltrias, examinando detenidamente cada
palabra y el sentido de la ley, el objetivo que se tuvo en
publicarlas y el motivo que las impulsó, cotejando después
todas las circunstancias de los casos que ocurrían, con los que
estaban literalmente prevenidos en las leyes.
Este criterio de arbitrio servía para que los jueces en
momentos determinados actuaran con cierta flexibilidad. Para
el caso de la pena capital, a lo largo de la primera mitad del
siglo XIX, notamos aunque no de manera abierta, que determinadosjueces se empezaron a oponer a emitir esa sentencia. Una
de las manifestaciones iniciales lo era el hecho de que ya no se
empleaban los horrorosos tormentos de antaño que arrancaban
la vida a las personas. Los delincuentes condenados al último
suplicio por lo regular fueron llevados al paredón. A partir del
reglamento michoacano de 1829, nuestra opinión es que los
jueces sólo en determinados casos extremos aplican la pena
capital, lo cual sin lugar a dudas tam bién fue una muestra de
oposición.
El juicio criminal se distinguía del civil porque empezaba
con una información llamada sumaria, la cual una vez evacuada, daba lugar a un juicio semejante al ordinario civil, de modo
que el proceso criminal estaba integrado de dos partes: una
'-'l
7.- Coromina. Amador. Op. Cit., T. IV, p. 16.
143
s
informativa llamada sumaria, y la otra que propiamente era el
juicio plenario que seguía a esa.
La sumaria tenía por objeto: averiguar la existencia del
delito, con todas sus circunstancias; indagar la persona del
delincuente, y en caso de duda, identificarla; asegurar al reo y
las resultas del juicio; tomarle declaración a fin de indagar
cuanto conduzca al delito que se le imputa y; recibir su confesión para cerciorarse más del hecho y sus circunstancias, como
de la intención y malicia con que procedió, haciéndole los
debidos cargos y reconvenciones
La segunda parte iniciaba con hacer saber, por parte del
juez, del estado de la causa; seguida de la presentación de las
pruebas; la defensa de los reos; la sentencia, apelación, súplica
y recurso de nulidad de las causas criminales; y finalmente de
la ejecución de la sentencia.
2.- La Justicia en las Heridas y los Homicidios
EN CUANTO A las estadísticas se refiere, los dos delitos que
nos ocupan superaron notablemente a los enunciados con anterioridad, pues de 1827 a 1850 los procesos concluidos por
lesiones fueron 467, mientras los de homicidio alcanzaron la
suma de 447, es decir casi 20 juicios por año en todo el estado.
Lo anterior sin estimar los procesos que habían iniciado y los
que estaban en vías de dictar resolución , que en cantidad , al
parecer, eran más que los concluidos. Pensando que a lo largo
de esos 23 años entre todos los juzgados de Michoacán se
conocían una cifra promedio de 2000 casos entre lesiones y
homicidios, resulta que anualmente se cometían 87 delitos de
esas índoles en nuestra entidad, cantidad que ya era alarmante
para esa época.
Todavía más aún, si determinamos que la población masculina, cuyo promedio era de 200,000 habitantes, era la que
frecuentemente se veía involucrada en ese tipo de infracciones,
nos encontraríamos que anualmente por cada 100 hombres se
cometía un delito, ya fuera de homicidio o lesiones. Eso sin
considerar que una parte importante de los 200,000 hombres
eran menores de edad, algunos de los cuales estaban al margen
de hechos delictivos. De esa forma los índices de la delincuencia
por lesiones y homicidios se hadan más grandes.
CUADRO DE LOS PROCESOS POR
HERIDAS EN MICHOACAN 1827.1850
JURISDICCION
Morelia
Puruándiro
Zamora
Uruapan
Pátzcuaro
Jiquilpan
Los Reyea
Zitácuaro
Ario
Maravatío
La Piedad
Zinapécuaro
Otras
Total
NO. DE PROCESOS
228
46
37
28
26
16
16
15
14
14
12
6
9
467
PORCENTAJE
APROXIMADO
48.8%
9.8%
7.9%
6 %
5.5%
3.4%
3.4%
3.2%
2.9%
2.9%
2.6%
1.5%
2.1%
100 %
FUENTE: A.H.P.J.M. Libro de causas criminales concluidas, 1827-1897.
Ya afirmamos que todos los delitos cronológicamente experimentaron un crecimiento en Michoacán a .10 largo de nuestro periodo de estudio, y al igual que la vagancia y los robos, los
casos de heridas y homicidios se presentaron con más frecuencia en las jurisdicciones que concentraban mayor número de
pobladores; de esa forma, Morelia, Puruándiro, Zamora, Uruapan, Pátzcuaro y Zitácuaro, se distinguieron por sus elevados
índices de violencia.
144
145
---------------------------.-----------------------------~i_:.-
Las causas más comunes de los delitos de heridas fueron
las rencillas personales, encontrándonos que este aspecto no se
vinculaba directamente con el fenómeno del desempleo, sino
más bien con el comportamiento social de las personas. Sobre
todo en las áreas rurales los hombres acostumbraban solucionar sus diferencias mediante la violencia. Dirigir palabras
ofensivas a alguien o a cualquiera de sus familiares era motivo
de buscar lavar la afrenta a golpes o con el uso de armas blancas
o de fuego. Este tipo de procederes se explica un poco en la
medida que las personas que asumían esas actitudes, de antemano sabían que ese tipo de asuntos no eran de mucho interés
para las autoridades, por lo cual decidían hacerse justicia por
su propia mano. Además para entablar la denuncia, era preciso
recorrer largas distancias, emplear parte de su tiempo y dinero
que muchas veces no se tenía a la mano.
También gran parte de las heridas se derivaban de las
fiestas pueblerinas que se llevaban a cabo con el objeto de
festejar al santo patrono del lugar, o para recordar cualquier
día religioso importante. La magnitud de esas reuniones iba de
acuerdo con la fe que los lugareños tuvieran a tal o cual santito ,
aunque por regla en los pueblos había varios que eran de su
devoción; unos más y otros menos, pero todos alcanzaban festejo. Dentro del ambiente campirano eran imprescindibles las
comilonas organizadas al concluir la temporada de cosechas, o
cuando el hacendado visitaba la finca para supervisar los
trabajos o decidía tomar unas largas vacaciones. Como ya era
costumbre, en este tipo de acontecimientos se echaba la casa
por la ventana, distribuyéndose la bebida y la comida en grandes cantidades. Al calor de las copas salía a relucir el carácter
de las gentes, quienes aprovechaban el momento para saldar
viejas cuentas o simplemente para dar rienda suelta a sus
instintos de superioridad física.
Por otra parte fue común que al momento de cometerse los
asaltos en despoblado o en los principales caminos de Michoacán, los criminales utilizaran la violencia, causando serias
146
heridas a sus víctimas; en esos casos ya era norma que a los
delincuentes se les procesara por ambos delitos.
Entre otros casos de heridas podemos señalar el de Leocadio Garcfa, quien el año de 1833 fue acusado de lesionar y
dar muerte a Casimiro Corona. El juez de la. instancia de
Morelia determinó condenarlo a 1 año de presidio, sin embargo
al pasar el expediente al Superior Tribunal de Justicia, la
sentencia fue revocada, absolviéndosele de la acusación. El
Fiscal argumentó que en la declaración de los testigos, había
quedado claro que Casimiro Corona, en el baile organizado en
la hacienda la Goleta, localizada al oriente de Morelia, el 17 de
agosto, día en que se festejó a la Virgen María, estaba embriagado notablemente, razón por la que insultó y provocó a los
concurrentes. Leocadio Garcfa, pretendiendo evitar un escándalo mayúsculo, lo exhortó para que abandonara la reunión,
pero lejos de hacerle caso, fue agredido suscitándose la pelea
en donde Corona perdió la vida. En los testimonios había
quedado claro que el occiso era pendenciero, inmoral, audaz y
provocativo, llegando inclusive a amagar a su propio padre, lo
cual era del conocimiento público. El fiscal del tribunal argumentó que las heridas hechas a Corona, fueron después de que
éste agredió a su compadre Leocadio, quien actuó en defensa
propia.(B)
Cabe decir, que el Alcalde 40. de Valladolid, dictó sentencia
de un año de prisión, basándose en el artículo 55 de la ley del
6 de septiembre de 1829, que a la letra estipulaba: ''El que hiere
levemente con alevosía, el que de caso pensado cause herida
leve, el que en pendencia imprevista hiere gravemente, y el que
matare en el acto de ser provocado, será condenado desde uno
hasta cuatro años de presidio." Por su parte el fiscal del Superior Tribunal de Justicia tomó como fundamento el artículo 57
del citado reglamento, que de alguna manera se contraponía
al anterior y a la letra ordenaba: ''El que en defensa propia
8.. A.H.P.J.M. Toca a la causa criminal contra Leocadio García, por el homicidio de
Casimiro Corona, 1833.
147
•
hiere, no tendrá pena alguna, aunque de la herida resulte la
muerte."
Insistimos en el hecho de que algunos artículos del citado
reglamento de 1829 se prestaban a confusiones, propiciando
que no hubiera unificación de criterios entre los jueces subalternos y los tribunales. superiores. Por ejemplo, en el mismo
orden de cosas, el artículo 54 del mismo reglamento decía que:
"Serán condenados de seis a ocho años de presidio: primero, los
que causen herida grave con alevosía; segundo, los que la
causaren de caso pensado; tercero, los que en pendencia imprevista causen la muerte"9J El caso de Leocadio García también
podía determinarse por lo señalado en la parte tercera de ese
artículo.
Era natural que ante las imprecisiones que ofrecía dicho
reglamento, los abogados defensores recurrlan a la legislación
.novohispana en su afán de obtener un veredicto más justo. En
el proceso por heridas levantado en contra de Reyes Alonso, por
haber agredido a Bruno González, el juez de la. instancia de
Puruándiro lo condenó a dos años de prisión, pues según su
criterio, la pendencia donde ocurrieron los hechos fue imprevista, y el artículo 55 imponía una pena de uno hasta cuatro años
de cárcel; por su parte el Superior Tribunal de Justicia al
revisar el caso, determinó que la condena fuera solamente de
un año. Al hacer uso de sus derechos, el defensor del acusado
solicitó la libertad argumentando que Bruno González fue
quien primeramente agredió a Reyes Alonso, motivo por el cual
éste actuó en defensa propia, decía que era enemigo de las riñas
y de buena conducta, pero que en esa ocasión la pelea se sucitó
al calor de las copas. Su petición la apoyó en la ley 2a., título
80., partida 7a que textualmente rezaba: "Matando algun ome
o alguna mujer a otro, a sabiendas, debe haber pena de homicidio, quien sea libre o siervo el que fuere muerto fueras ende,
si lo matase en defendiendose viniendo el otro contra el, trayen9.- COlOmina, Amador.
148
Op. Cit., T. IV, p.l6.
do en la mano cuchillo sacado o espada o piedra o palo o otra
arma cualquier con lo que pudiese matar. Si aquel a quien
acomete, mata al otro que lo quiere de esta guisa matar, non
cae por ende en pena alguna. La natural cosa es, e muy guisada,
que todo ome aya poder de amparar su persona de muerte.
Queriendolo alguno matar a él, no ha de esperar que el otro le
tire primeramente porque podría acaecer, que por el primer
golpe que le diese, podía morir el que fuese acometido e despues
non se podría amparar."
Como ya era costumbre, al existir divergencia entre el
veredicto del juez de la. instancia y el Superior Tribunal de
Justicia, la sentencia del Supremo Tribunal de Justicia era
definitiva; en esta ocasión los magistrados decidieron la pena
de un año de presidio.u°l
En otros casos fueron las propias autoridades judiciales
quienes para penalizar alguna herida u homicidio, consultaron
las leyes coloniales. En 1834 el juez de letras de Puruándiro
condenó a Ramón García a un año de prisión por las heridas
causadas a Juan Rodríguez Calderón; su decisión la fundamentó en el multicitado artículo 55 del reglamento de 1829. Por su
parte el Superior Tribunal de Justicia, dio por compurgada la
pena con arreglo al Auto Acordado 50., foliaje 40 de Montemayor y Beleña, cuyo texto disponía que: ...Ios que diesen heridas
leves, después de pagar la dieta, curación y costas, sufrirán
precisamente la pena de cincuenta azotes dentro de la cárcel
en el principio y otros tantos al tiempo que conste de sanidad,
siendo de color quebrado; y si fueren españoles, la multa de
veinte y cinco pesos, aplicados en la forma ordinaria, y dos
meses de cárcel, y siendo pobres, cuatro meses de prisión por
la primera vez: y por la segunda la pena doblada. Si la herida
fuere grave por accidente, los primeros, después de cincuenta
azotes publicamente en picota, serán condenados a oficina
cerrada por espacio de un año; y los españoles irán irremisible10.~A.H.P.J .M. Causa criminal contra Reyes Alonso y 8oci06 por heridas, 1834.
149
----------------------a--------------------mente por .dos años a presidio por la primera, y doble por la
segunda. SI fuese grave la berida .. a los primeros se les darán
cien ~otes en forma de justicia e irán por tiempo de dos años
a oficma cerrada,_ ganando para si, pagando dieta, curación y
costas; y los espanoles a más de pagar esto, serán condenados
irremisiblemente a cuatro 'años de presidio.oll Esta última
determinación fue confirmada por el Supremo Tribunal de
Justicia.
Así como estos dos ejemplos, son múltiples los expediente~
~ue nos muestran la forma variable en que actuaban tanto los
Jueces menores como las autoridades superiores de lajudicatura, y la consulta que hacían tanto de la legislación novohispana,
co~o de la mexicana, para procesar a los delincuentes por
heridas y homicidios.
Sobre estos delitos es importante señalar que las personas
enc~r~adas de reconocer las heridas no eran profesionistas en
medl:ma, de ahí que sus puntos de vista se daban según la
práctica que tenían y de acuerdo a sus limitados conocimientos.
Los reportes no eran eminentemente objetivos lo cual hacía
.
.
'
que mcurrleran en errores al emitir su parte médico. Sabemos
de antem~o que la gravedad de las heridas desempeñaba un
pap.el muy Importante en la decisión de los jueces. Como dato
CUriOSO
podemos describir los pormenores de un reconocimiento
médico, mismo que nos ilustra sobre las prácticas y términos
chuscos empleados en el siglo XIX. En el pueblo de Panindícuar~ la ~urandera María Rodríguez al examinar las heridas de
VIctoriano Martínez, explicó que tenía cuatro: "...una en el
br.azo izquierdo abajo del hombro; otra debajo de la arca en el
ml.smo lado: otra en el cerebro y otra en la espalda. Que las tres
primeras nmguna de ellas es mortal; pues que la primera tiene
cuatro dedos d: ancha y dos de honda; la segunda sobre el cutis,
la tercera lo mIsmo y la última cuatro dedos de honda y un dedo
11.- Ventura Beleña, Eusebio. Op. Cit., T. 1, pp. 54 y 55.
150
de ancha. Que ambas heridas cree firmemente que fueron
inferidas con navaja."021Así como estas descripciones primitivas abundan los ejemplos, sin embargo las cosas no podían ser
de otra manera en una sociedad donde el sistema educativo iba
a la zaga, siéndo las escuelas profesionales muy restringidas
en nuestro estado.
A diferencia de lo sucedido con los robos, los delitos por
heridas no presentan un horario específico en común, pues lo
mismo sucedían en la mañana que en la tarde o muy entrada
la noche. Un porcentaje elevado de lesiones era cometido con
armas blancas, lo cual es entendible ya que por lo regular las
gentes del campo siempre llevaban consigo sus instrumentos
de trabajo: navajas, machetes, hoces, cuchillos, espadas, azadones, picos, etc., etc. De lo anterior y de los expedientes
consultados se concluye que los peones y trabajadores eventuales de las fincas rurales, así como pequeños propietarios del
campo, artesanos, arrieros, matanceros y tablajeros, eran quienes con más frecuencia se veían involucrados en procesos
judiciales de esa naturaleza. No es ocioso decir que un porcentaje elevado de los participantes en estos litigios son hombres
mayores de edad.
CUADRO DE LOS PROCESOS POR
HOMICIDIO EN MICHOACAN 1827.1850
JURISDICCION
Morelia
Pátzcuaro
puruándiro
Zamora
Zitácuaro
Ario
Uruapan
NO. DE PROCESOS
PORCENTAJE
APROXIMADO
163
76
36.4%
37
33
8.2%
7.4%
6.7%
5.1%
4.9%
30
23
22
17 %
12.- AH.P.J .M. Toca a la causa contra Ramón García y socio por haber herido
Juan José Rodríguez Calderón, 1834.
ti
151
JURISDICCION
Maravatío
La Piedad
Zinapécuaro
Jiquilpan
Tacámbaro
Zacapu
Otras
Total
NO. DE PROCESOS
14
11
9
9
9
5
6
447
PORCENTME
APROXIMADO
3.1%
2.5%
2%
2%
2%
1.1%
1.6%
100 %
FUENTE: A.H.P.J.M. Libro de causas criminales concluidas, 1827-1897.
El panorama que presentaban los homicidios era muy
semejante al de las heridas en tanto que tampoco existieron
horarios determinados para cometerlos, y por las armas empleadas en este tipo de acciones que fueron casi las mismas. Los
inmiscuidos en estas infracciones a la ley, los ubicamos dentro
de las profesiones o actividades señaladas con antelación, siendo las rancherfas, haciendas, estancias o pueblos, los escenarios
más frecuentes de los homicidios.
152
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