Tomo N° 7-Fo. 454-N° 276-Año 2008 Acuerdo: 31-7-2008 Tema: Daños y perjuicios. Acción por Vicios redhibitorios. Acción quanti minoris. En la ciudad de Santa Fe, a los treinta y un días del mes de julio del año dos mil ocho, se reúnen en acuerdo ordinario los integrantes de la CÁMARA DE APELACIÓN DE CIRCUITO, Dres. FRANCISCO CARLOS CECCHINI, MIRTHA L. PAUTASSO y MARÍA INÉS JOZAMI de ROYO COSTA, a fin de resolver los recursos de nuli-dad y apelación interpuestos por la actora contra la senten-cia de fecha 13 de diciembre de 2007 (fs. 86/88) dictada por el Sr. Juez a cargo del Juzgado de Primera Instancia de Cir-cuito N° 19 de la ciudad de Esperanza, en los caratulados “MUÑEZ, Sergio Angel c/ DE GIAMBATTISTA, Diego Rubén s/ D. Sumaria por daños y perjuicios” (Expte. N° 26 - Año 2008). A los fines indicados el Tribunal se plantea las siguientes cuestiones: 1ra.- ¿Es nula la sentencia venida en revisión? 2da.- En caso negativo, ¿es justa? 3ra.- ¿Qué pronunciamiento corresponde emitir? Determinado el orden de votación en virtud del cual los Sres. Jueces de Cámara realizaron el estudio de la causa, a la primera cuestión el Dr. CECCHINI dijo: La sentencia de primera instancia rechazó la demanda, con sustento en que la acción promovida –daños y perjuicios– no es susceptible de deducirse en forma autónoma, sino que ha 1 de introducirse como accesoria de la redhibitoria; habiendo podido la accionante introducir la pretensión quanti minoris, sin que en el caso se haya introducido ninguna de las dos posibilidades acordadas por el ordenamiento jurídico. Contra el referido decisorio, se dedujeron los recursos de nulidad y apelación (f. 89) que fueran concedidos a f. 90. Al expresar agravios la impugnante actora, principia sus argumentos peticionando la revocación del pronunciamiento alzado, sin que a lo largo de los agravios expuestos se adviertan razones que sustenten o aludan a vicios o errores in procedendo que ameriten el análisis del recurso nulificatorio. Tampoco lucen, a lo largo de la tramitación de la causa y en el pronunciamiento mismo, tales errores que acuerden sustento a su merituación oficiosa, por lo cual, en lo que al recurso de nulidad respecta y a la primera cuestión, voto pues, por la negativa. La Dra. ROYO COSTA con idénticos fundamentos que expuso con términos similares vota asimismo por la negativa a la primera cuestión planteada. A la primera cuestión la Dra. PAUTASSO dijo: Habiendo tomado conocimiento de estos autos y surgiendo de ellos la existencia de dos votos totalmente coincidentes y suficientes a los fines del dictado de un pronunciamiento válido (art. 26 Ley N° 10.160) se abstiene de emitir opinión en 2 la presente causa. A la segunda cuestión el Dr. CECCHINI dijo: Frente a la afirmación formulada por el a quo relativa a que el actor solo contaba con dos acciones, la redhibitoria o la quanti minoris, se agravia la parte recurrente, sosteniendo –con auxilio de doctrina que actualiza en su texto– que a las acciones aludidas, “... hay que sumar la reparación de la cosa, que ha sido admitida por algunos fallos ...”. “Lo que el actor pretende –dice la recurrente al agraviarse– es que el demandado le abone el dinero que este gastó para reparar la unidad; dejándose constancia que este fue el trato que habían hecho las partes ...”. También se agravia la parte recurrente, en cuanto el juzgador sostuvo que -magüer los obstáculos jurídicos que merituara- la decisión hubiera sido la misma, toda vez que “... encuentro absurdo -dice el a quo– que quien compra un automóvil con casi treinta años de antigüedad encuentre a los desgastes denunciados como vicios imprevisibles y/u ocultos”. Se agravia, entonces, porque el decisorio consideró que una prudencia media colocó al comprador en la necesidad de someter la cosa a una revisión previa, pudiendo cualquier mecánico detectar los desperfectos que ostentaba la cosa. En relación a ello, no comparte con el decisorio, y se agravia por ello, en cuanto al modo de evaluar la prueba para llegar a esa conclusión, en particular la absolución de posiciones 3 del demandado, y sostiene que el juzgador de Primera Instancia no ha tomado en consideración las declaraciones de los testigos, y que además, el precio que pagara por el vehículo defectuoso fue “... muy bueno ...” sin que conste en ningún momento que el mismo portaba un motor fundido. Propicia así, la revocación del decisorio alzado. A su turno, y a fs. 108/109 vto., la demandada contesta los agravios, abundando en argumentos que sostienen el decisorio impugnado, y propicia –en cambio– la confirmación del mismo. Ingresando al análisis de la cuestión traída en revisión, diré en primer término, que tanto el primero como el segundo de los agravios, han de ser objeto de análisis conjunto, aún cuando se hayan expuesto en dos capítulos diferentes. Ello pues, desde que tienen una estrecha vinculación que ha de señalarse a lo largo de su tratamiento. La pieza puesta en crisis, principia sosteniendo que a- cuerda la razón a la defensa del demandado en cuanto sostuvo que la “... reparación intentada, en forma aislada, resulta jurídicamente improcedente” (ver f. 87, 2° párrafo de los considerandos). Para arribar a tal conclusión, el juzgador ha razonado –con abono jurisprudencial que cita– sosteniendo que el actor contaba con dos claras, pero únicas opciones: a) la disminución del precio (quanti minoris); o b) rescindir el contrato, con la devolución del precio y de la cosa, a la que 4 podría adosarle la pretensión indemnizatoria. De cuanto se extrae de los argumentos expuestos por la recurrente, es posible desentrañar que su reclamo no en- cuentra asiento en “vicios redhibitorios”, sino en “pequeños defectos de la cosa” (ver nota al art. 2164 del C.C.). Ello pues, desde que no ha pretendido la rescisión del contrato, con la consecuente devolución del precio y de la cosa; ni tampoco ha buscado la disminución de lo que pagara por la cosa a través de la acción quanti minoris; tampoco ha introducido una acción indemnizatoria autónoma, destinada a ser indemnizada por los daños que tales defectos le causara; sino que su objetivo pretensional ha sido el de repetir lo que pagara por la reparación de la cosa en tanto esta portaba un defecto por él desconocido y que, en cambio –y así lo sostiene– sí debió ser conocido por el vendedor, quien no le informó de su existencia. Así ha de delimitarse la cuestión que fuera llevada a la sede jurisdiccional y que hoy es objeto de revisión. La cerrazón de las acciones, tal como se ha expedido gran parte de la doctrina, que propone el Código Civil, a dos opciones posibles y alternadas, no parece ser la más adecuada en la búsqueda de la justicia en el caso en concreto. Ello pues, desde que esa limitación –proveniente del derecho romano– a que el codificador somete frente a la aparición de defectos en la cosa, encontraba razón en aquel derecho de anta5 ño que a cada derecho le correspondía una acción, en el sentido de poner en funcionamiento su declaración, reconocimiento o constitución. El derecho de las acciones, concebía y concedía una acción para cada derecho, y si esta no estaba prevista, el derecho no podía ser reclamado, postulado para su declaración, reconocimiento o constitución. En el particular caso traído en revisión, es posible considerar la pretensión de repetición de lo pagado por la reparación de defectos que, a criterio del actor, no alcanzan a conformar vicios redhibitorios, cuyo destino hubiera sido la rescisión del contrato, ni su pretensión estuvo dirigida a la disminución del precio. A este respecto, y aparte de aquellas apreciaciones que renueva la recurrente con cita del comentarista al Código Civil (Gonzalo Sozzo, ob.cit. en el escrito de agravios, pág. 276 y 277), han de ser tomadas en consideración las que postula Alterini, Atilio A. (“Contratos. Civiles, comerciales y de consumo”, Editorial AbeledoPerrot, pág.553, parág. 33 y 38). En la ocasión señala el autor citado: “Si bien los defectos pequeños no son vicios redhibitorios, ello no excluye que puedan dar lugar a reclamos del adquirente”. Luego apunta: “los defectos que no llegan a ser vicios redhibitorios afectan sin embargo el cumplimiento exacto de la obligación, que el acreedor tiene derecho a requerir (art. 505 inc. 1° in fine C.C.). Por ello el adquirente dispone de una acción por cumplimiento de contrato para 6 que el enajenante los subsane (Borda;) y en su caso, para hacerlos subsanar a costa del enajenante (art. 505 inc. 2°, C.C., C.Nac.Civ. Sala “B”, ED, 56-486)”. Hasta allí, cuanto apunta el autor rememorado. Y en igual sentido, y como aquél que dejara sugerido el autor citado por la recurrente, se expidió la C.Nac.Civ. -fallo citado por Alterini- in re “Crespillio, Antonio y otros c/ Juri o Juri de Radatsi, Griemelda” (ver L.L., T. 1987-B, pág. 197), en cuanto dijo la Dra. Estévez Brasa (vocal de la mayoría): “Sin pretender la vigencia de un derecho pretoriano, las facultades de los jueces deben alcanzar un margen de amplitud que le permitan dar solución en forma más integral posible a los casos sometidos a su imperio. Y debe también, como sabiamente señala Danz, habilitarlo para interpretar, a la manera de un profano, pero con la razonable cuota de equilibrio y sensatez los problemas que se debaten ante su estrado”. Así entiendo que la opción a la que recurriera la actora, desechando las acciones que le propone rígidamente el codificador –vicios redhibitorios o quanti minoris-, e intentando el reintegro de lo que pagara para reparar el vehículo que le comparara al demandado, no puede desestimarse sobre la base de que aquellas eran las únicas posibles en situación como la que se planteara en el proceso. Lo diré de otro modo: Si la acción intentada ha sido la rescisoria por vicios redhibitorios, en tal caso era viable la acción indemnizatoria, ello pues por la frustración del 7 contrato. Si en cambio, la acción hubiera sido la quanti minoris, no era viable la indemnizatoria, toda vez que el actor ha optado por mantener la vigencia y eficacia del contrato, sometido a consideración del órgano jurisdiccional la disminución de lo pagado por la cosa en función de su menor valor sobreviniente (conf. C.A.Civ. y Com. Rosari o, Sala 4ta., in re “Kasparian S.R.L. c/ Guspi, F. s/ Vicios redhibitorios”, espigado en Zeus, T. 104, p. J-204 y ss.). La acción promovida por la actora en estos autos, no fue ni la una ni la otra. Ha introducido una pretensión destinada a repetir lo que pagara por la reparación del vehículo objeto del contrato de compraventa. Dicho ello, cabe reflexionar y verificar acerca de los presupuestos que –eventualmente- posibiliten la pretensión, tal como fuera traída del pretorio. Como lo dijera el Juez de primer grado, las partes han coincidido en la realización del contrato que diera origen a este conflicto, en la entrega de la cosa y el actor ha intentado probar, que el objeto (vehículo) hubo de ser objeto de reparación a poco tiempo de haber sido entregado por el demandado y recibido por él, ahora actor. Los presupuestos a ése respecto, han de reflejar que el vicio o defecto de la cosa, existía en ella al tiempo del contrato. Del contrato –reconocido en el proceso por ambas partes– 8 se desprende que se estableció en la suma de $ 1.230 al tiempo en que se celebrara, pero lo fue como diferencia entre el precio del vehículo que el comprador entregara para la venta (en consignación), y el valor del que recibiera en la ocasión. La prueba informativa (f. 70) da cuenta que un vehículo de iguales características al que fuera objeto de aquel contrato estaba estimado en un valor de $ 7.000, con lo cual, de ambos elementos probatorios, no se desprende con claridad –ni por aproximación– cuál fue el precio que al contratar le fuera asignado al vehículo comprado por Muñez. Correspondía –conforme las reglas de la carga de la prueba– al actor acreditar el precio pagado por el vehículo que luego, conforme su afirmación, exhibiera los defectos, y ello con el objeto de determinar si de dicho valor podría desprenderse que el mismo lo era por un vehículo que no portara los defectos que luego aparecieran. Es que el valor de las cosas usadas, y con mas razón tratándose de un vehículo, se establece teniendo en consideración el estado en que estas se encuentran. Nótese que tal como lo señalara el a quo, se trataba de un automotor modelo 1976 trocándose en objeto de la venta en mayo de 2004 (ver boleto de compraventa reservado en Secretaría y reconocido por ambas partes), con lo cual a ese tiempo contaba con 28 años de uso. Cabe a este respecto apuntar, en coincidencia con lo ex9 puesto por el juzgador de Primera Instancia, que llama la atención, y en torno a ello diré que cabía al comprador como deber de cuidado y atención, que Muñez no haya sometido a la cosa a una revisión especializada con el propósito de desentrañar defectos que pudiera portar la cosa, que por el tiempo de uso, los desgastes de materiales que repercuten en el funcionamiento del vehículo, son propios de la cosa y de su antigüedad. Diré además, que de la documental destinada a acreditar las reparaciones del vehículo, surge de aquellas glosadas a fs. 14/16, que fueron extendidas con fecha mayo de 2005, esto es, un año después de la compra del vehículo, surgiendo en cambio de la que luce a f. 17, que algunos repuestos fueron adquiridos por otra persona distinta a la del actor. De la declaración testimonial del propietario de la firma vendedora –Kuchen, f. 60– no queda en claro la razón por la que la factura fuera extendida a nombre de Amaya y no del actor. A su vez, de las declaraciones testimoniales de Beresvil y Cassuollo, si bien han quedado reconocidas las facturas obrantes a fs. 15 y 16, también surge de ellas el tiempo en que los elementos de los que dan cuenta, fueron comprados, esto es un año después de la compra, y aún cuando uno de los testigos expresa que un vehículo con ese desgaste puede funcionar un año, no surge en modo alguno probado que tales defectos podrían haber estado instalados en el vehículo al 10 tiempo de la compra. Si bien es admisible que producto del desgaste un automotor de ése tiempo de uso puede seguir funcionando, no es menos cierto que tal desgaste es connatural al tiempo de uso, con lo cual el actor no acreditó en autos que los defectos por los que peticiona su repetición, efectivamente lo hayan sorprendido, y mucho menos que ellos no hayan sido considerados al tiempo de la determinación del precio. Así, y dejando en claro que aquellas razones por las que el juzgador ha considerado que el actor no tenía acción como la introducida no son compartidas por el suscripto, por las demás consideraciones formuladas supra, estimo que el decisorio alzado ha de confirmarse en todo lo que ha sido motivo de agravios. En consecuencia, a la segunda cuestión, voto por la afirmativa. La Dra. ROYO COSTA dijo que por los mismos fundamentos vota por igual pronunciamiento. A la segunda cuestión la Dra. PAUTASSO dijo: Manteniéndose la situación expuesta al considerar la primera cuestión, se remite en su voto a lo allí manifestado. A la tercera cuestión el Dr. CECCHINI dijo: Tomando en consideración lo expuesto en el presente acuerdo, propicio que este órgano disponga la confirmación de la sentencia recurrida, por las razones dadas y con costas en esta instancia a la parte que recurriera (art. 251 y ss. del 11 C.P.C.C.). Así voto. La Dra. ROYO COSTA con idénticos fundamentos y términos similares adhiere su voto al emitido por el Dr. CECCHINI. A la tercera cuestión la Dra. PAUTASSO dijo: Por las razones dadas en ocasión de tratarse las anteriores cuestiones, se abstiene de emitir pronunciamiento en estos autos. Por los fundamentos del acuerdo precedente, la CÁMARA DE APELACIÓN DE CIRCUITO, RESUELVE: Declarar desierto el recurso de nulidad y desestimar el de apelación y, en consecuencia, confirmar la sentencia alzada, con costas a la parte recurrente. Regístrese, notifíquese y bajen. Con lo que concluyó el acuerdo y firmaron los Sres. Jueces de Cámara por ante mí. Fdo: Dr. CECCHINI (1° voto), Dra. ROYO COSTA (2° voto), Dra. PAUTASSO (abstención), Dra. ALVAREZ FERRO, Secretaria. 12 13