Bob Marley: “Get up, stand up!”

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En lucha Marzo 2005
La cultura
de la
resistencia
La censura en el teatro
“Censura: examen que hace un
gobierno de los libros, periódicos, obras de teatro, películas,
etcétera, antes de permitir su
difusión.”
La figura del “censor” convive entre nosotros desde la época
de los romanos. Entonces, como
ahora, se trataba de un magistrado que formaba el censo de la
ciudad y cuidaba, y aquí está lo
interesante, la moralidad de las
costumbres.
Entonces, en la era de los romanos, eran los mimos los que
de una forma satírica escenificaban algo parecido a crónicas
periodísticas. Al igual que los
juglares del medievo, daban
cuenta de las batallas y las crónicas de la corte con sus canciones y así mantenían informada
a la población de los avances de
la reconquista; los mimos se encargaban de difundir lo más excelso o lo más jocoso. Sin embargo, unos y otros, han tenido
que jugar siempre del lado de
los poderosos o atenerse a las
consecuencias. San Ginés, patrón de los actores, era un mimo
al que el emperador Diocleciano le encargó hacer una farsa de
los cristianos. Ginés se metió
tanto en el papel que encarnaba que acabó convirtiéndose al
cristianismo, razón por la que el
mismo Diocleciano acabó con
su vida.
Desde entonces, son muchas
las ocasiones en que las altas
esferas del poder han ejercido la censura de muy diversas
formas hasta nuestros días. Por
citar algunos datos o anécdotas
podríamos recordar el año 476:
el Imperio acaba con el teatro;
en los tratados que justifican dicha prohibición hay uno, quizá
el más claro y contundente, de
Tertuliano que dice del teatro:
“Exaltan los dioses paganos y
la lujuria”. “Los cómicos son
indecentes, infames, de pérfidas
costumbres.”
La censura a lo largo del
tiempo ha contribuido a que
se tuvieran que buscar nuevas
fórmulas de expresión. Por
ejemplo, en el Estado español,
desde que el teatro romano
quedó prohibido no volvemos
a tener conocimiento de él salvo en fórmulas religiosas que
las autoridades eclesiásticas
fomentaban con la intención
de formar a los fieles en las
enseñanzas de las escrituras.
Es ya en 1499 con la aparición
de La Celestina cuando volvemos a encontrarnos con lo que
la historia de la literatura ha
dado en llamar la Época Áurea,
que pervivirá hasta 1681 con la
muerte de Calderón. Sin olvidar la prohibición de Felipe IV
Uno de los símbolos
usados para reivindicar
la libertad de expresión
durante la dictadura
franquista.
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Cultura
a la muerte de su esposa Isabel
de Borbón, seis años de prohibiciones y oscurantismo.
Algo semejante ocurre en
Inglaterra, es la época del llamado teatro Isabelino, la edad
dorada, la época de Shakespeare, Marlowe y tantos otros. En
1642 estalló la guerra civil y el
parlamento, bajo el control de
los puritanos, cerró los teatros
hasta 1660. Muchos teatros de
entonces fueron destruidos y
cuando se levanta la prohibición
cambia el modelo (los escenarios nuevos son construidos al
modo italiano o francés; suben
por primera vez las mujeres al
escenario; amén de los cambios
estructurales en los textos).
Sin embargo, la censura
más brutal que han experimentado nuestros escenarios no es
necesario buscarla tan lejos, la
dictadura de Franco es bastante explícita, supuso cientos de
exiliados, cárceles llenas de
presos políticos y miles de libros prohibidos. Una censura,
que justificada por el deseo de
crear un orden civil, mediatiza
la vida del país y la encauza
hacia moldes totalmente identificados con la administración.
La propaganda de guerra o
política, el encubrimiento de
ideas contrarias al poder, la
manipulación, la intervención
directa o indirecta, no solamente vienen dadas por regímenes
autoritarios, sino también lo
ejercen las democracias más
modernas, un ejemplo claro lo
tenemos en la “caza de brujas”
que dirigió McCarthy en 1950.
La forma de aplicar la censura hoy es más sibilina: clientelismo subvencionista, asfixia
económica, concursos públicos
a dedo o negligencia institucional o de cargos intermedios,
los llamados programadores.
El autor, director, y los actores,
ante el temor de no encontrar
donde representar sus ideas,
pueden optar, y de hecho se
está haciendo, por hacer un
teatro neutro, aséptico o autoeliminarse con el silencio, antes de transigir con el “poder
censor”.
La censura hoy es más implícita y peligrosa, en una sociedad que alardea de libertad, los
hombres y mujeres que trabajan
en el teatro u otras facetas de la
cultura corren un peligro peor:
la autocensura.
Concha Párraga
ANIVERSARIO
Bob Marley fue una de las grandes figuras del
reagge. Pere Duran nos cuenta su legado.
Bob Marley: “Get up, stand up!”
Sesenta primaveras cumpliría
Robert Nesta Marley. El cáncer
consumió su vida en 1981, a sus
36 años. Sin embargo el símbolo
resiste, su música alimenta aún
todas las generaciones. Pero
hay algo más detrás del mito de
consumidor insaciable de marihuana.
La cultura general margina la
que nace paralelamente a ella, y si
esta última logra amenazar y disputar parte de su hegemonía, se
encarga de filtrarla, esterilizarla y
presentarla de su lado. Vieja táctica maquiavélica usada universalmente por todos los poderes, y
usada también con el cantante que
nos ocupa.
Bob Marley, más que el rey del
reggae, fue un verdadero artista,
un revolucionario. Dotando su
arte de contenido histórico y función social expresó en su melodía
el sufrimiento de todos los negros
sedientos de libertad. Marley era
sólo un chico más del gueto, un
descendiente africano, heredero y
esclavo de su realidad material: la
pobreza y el racismo.
Jamaica, pequeña isla del Caribe y cuna del músico, era poblada
por descendientes de los esclavos
africanos, que repoblaron la isla
después de la aniquilación de las
etnias autóctonas a manos de los
conquistadores, respondiendo a
la política económica de la época
colonial. Posteriormente fue conquistada por los ingleses (1655)
y mantenida bajo su yugo como
colonia, en aras del crecimiento
industrial del nuevo imperio. La
descolonización, a mediados del
s.XX fue “tan real” como en toda
África, otorgando la metrópolis
una pequeña parte del poder político, pero manteniendo en su propiedad toda la estructura económica. Bob marley era otro “daño
colateral”, otra víctima del beneficio empresarial, como nosotros;
aquí yace su universalidad.
Bob Marley hubiera sido un
cantante jamaicano más, pero dos
hechos clave lo caracterizaron.
Bob Marley: un rebelde de la música.
Por un lado su ascensión exponencial, debido al contacto con
el productor de la discográfica
Island, Chris Blackwell, que introdujo Bob Marley & the Wailers
en el mercado norteamericano. La
otra característica distintiva fue
el mensaje Rastafari. La religión
rasta mezcla mitología hebrea, filosofía naturalista y nacionalismo
negro. Jah (jahve) es su Dios, Babilonia es su infierno (la guerra, la
pobreza, el racismo). En Jamaica
tenía una relativa implantación,
que fue impulsada más tarde por
la visita de Ras Tafari (el Rey Tafari, monarca de Etiopía) símbolo
de libertador Negro por sus seguidores, llamados Rastafaris. Los
jamaicanos
(mayoritariamente
negros) sentían la conexión con su
tierra africana, anhelaban volver
(Exodus). Asociaban la libertad a
la tierra de sus ancestros. Marcus
Garvey intervino en este contex-
to: promocionó y llevó a la práctica el retorno a África, fletando
barcos hacia el continente negro.
Teoría y práctica que quedaban
estériles frente al poder. Utopías
ambas que carecían de un sujeto
que pudiera convertirse en motor
de cambio. Ningún rey, ningún
Dios, ningún “financiador” de
viajes podía acabar con Babilon.
Bob Marley, aunque imbuido en
esta mística, le dio un contenido político. “Levántate y lucha”
—dijo—, el sujeto eres tú.
El reggae y el funk —también
heredero de la lucha de liberación
negra— fueron la banda sonora
de los 60’s. Década con ciertos
paralelismos a la nuestra, grandes
movimientos sociales, desgaste
del imperialismo... y con la mayoría de la sociedad sumida en la
precariedad.
Babilonia sigue en pie. Get up,
stand up. Fuego a Babilonia.
POESÍA
Roque Dalton: pasión y compromiso
Gran número de poetas ha
consagrado su obra al compromiso y a la lucha política, uno
de ellos fue el salvadoreño Roque Dalton.
Roque nació en 1935, en
1957 ingresa en el Partido Comunista. Poco después, con el
triunfo de la revolución cubana, la represión arrecia en todo
el continente y es encarcelado
por su militancia teniendo así
que exiliarse a Cuba.
Desde aquel momento la
implicación política se vuelve
más patente tanto en su militancia como en su poesía,
llegando a ser casi la misma
cosa. Sufre cárcel, es torturado y condenado a muerte en
varias ocasiones, pero la vida
de este luchador-poeta, vivida
intensamente, hace que consiga escapar de ellas gracias a
la caída del dictador José María Lemus cuatro días antes
de su ejecución, o porque un
terremoto destruye gran parte
de la cárcel pudiéndose evadir
de ella.
Vivió exiliado en Guatemala, Cuba, Checoslovaquia y
México.
Harto de ortodoxias, sectarismos y enemigo del revisionismo, organiza junto a otros
compañeros el Ejercito Revolucionario del Pueblo (ERP),
organización guerrillera salvadoreña.
En 1975 regresa a el Salvador y más tarde es asesinado
por un grupo de ultra izquierdistas de su propia organización.
Vivió la vida de una manera
intensa al igual que escribió,
intensa en todas sus facetas,
los amigos, el amor, el deseo
y sobre todo la lucha y la revolución.
Dos cosas claras nos dejó
Roque, la primera, la necesidad de ruptura con un absurdo y eterno sectarismo con el
que gran parte de la izquierda
tiene que romper de una vez
por todas; y la segunda, la de
que el arte, y en este caso la
poesía, son un instrumento
de lucha que nunca hay que
olvidar.
Esta es la dedicatoria que
le escribió a su hijo en el libro
Taberna y otros lugares:
“Yo llegué a la revolución
por la vía de la poesía. Tú podrás llegar (si lo deseas, si
sientes que lo necesitas) a la
poesía por la vía de la revolución. Tienes por lo tanto una
ventaja. Pero recuerda, si es
que alguna vez hubiese un motivo especial para que te alegre
mi compañía en la lucha, que
en algo hay que agradecérselo
también a la poesía”.
Javier Bayo
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