BUSCAR LA VERDAD EXIGE EMPEÑO. P. Jesús Alfaro Siempre

Anuncio
BUSCAR LA VERDAD EXIGE EMPEÑO.
P. Jesús Alfaro
Siempre me ha llamado la atención el poco espacio que dedicamos a reflexionar sobre los
tópicos (tal vez se convierten en eso precisamente por no reflexionar) culturales: la
tolerancia es uno de ellos en este momento. Para empezar, unas líneas de Alfonso
López-Quintás pueden darnos cierta luz acerca de la necesidad de poner orden en estas
ideas. Estima este autor que “el que se proclama respetuoso con otra persona pero no le
presta la atención necesaria para descubrir la parte de verdad que pueda tener no es
tolerante; es indiferente, lo que supone una actitud bien distinta.
Con frecuencia, en ciertas reuniones se concede el turno a cada asistente, pero pronto se
advierte que todo está decidido previamente por el número de votos. Eso no es tolerancia;
es un ataque a la razón; constituye una forma de violencia, no de mutuo entendimiento.
Por tolerancia se entiende respetar al otro, pero no en sentido de indiferencia sino de
estima. Yo te estimo como un ser capaz de tomar iniciativas, aportarme algo valioso,
buscar conmigo la verdad”.
Prosigue este autor: “Si me convenzo de esto, seré de verdad tolerante; no sólo
aguantaré a quien defienda una posición distinta de la mía, sino que agradeceré que
converse conmigo y pondré empeño en descubrir lo que pueda ofrecerme de valioso. Con
ello, la discusión no degenerará nunca en disputa. Disputar no es buscar la verdad sino el
propio enaltecimiento; no es intentar convencer sino vencer. En la auténtica discusión se
concede al coloquiante un espacio de libertad en el que pueda moverse con holgura y
mostrar la posible razón que le asiste. En la disputa, no se atiende a lo que las otras
opiniones puedan tener de válido. Se defiende la propia como cuestión de honor, con una
fiereza que no es tenacidad sino terquedad”.
Todos estos matices pueden ayudarnos a entender que buscar la verdad no es un cliché
(o no debe serlo, en todo caso) sino una realidad que enaltece al hombre y de algún modo
lo constituye. Por eso resulta exigente. No basta estar abiertos a todo; es necesario partir
de referencias que necesariamente están ya en la inteligencia cuando abro todo diálogo:
no puedo hacer tabla rasa de lo que ya conozco. Y con los contenidos que poseo me
pondré a dialogar, buscando el encuentro.
La búsqueda de la verdad es, en cierto sentido, un privilegio humano. Ejercitarlo
presupone reconocerlo como tal. Es un privilegio porque a pesar de que no poseemos la
verdad sin embargo podemos acercarnos a ella, no solo de modo personal sino en
compañía: qué grato es colaborar entre amigos o colegas en esa búsqueda. No fue
oportuna la respuesta de Pilato (“¿Y qué es la verdad?”) como tampoco el retruécano de
Galileo (“E pur si muove”), ya que la verdad -como suele afirmarse- está en el justo medio.
Descargar