GABELA. Conforme a la definición del Diccionario de la Academia, este vocablo (del árabe cábela y del hebreo grab) equivale a tributo, impuesto o contribución que se paga al Estado, entendiendo algunos que se denominaba así a un determinado tributo pero en el sentir común es voz genérica. En una acepción anticuada, es el lugar público a donde todos podían concurrir para ver los espectáculos que se celebraban en él. En sentido figurado significa carga, servidumbre y gravamen. Escriche en su Diccionario razonado de jurisprudencia y legislación, entiende que es una voz genérica representativa de cualquier trabajo, impuesto o contribución. A su juicio, la palabra proviene de la italiana gabella, formada del nombre latino gaíñum, tomada a su vez del siriaco gabbia, que significa publicano o arrendador y colector de tributos. Méndez de Vígo y Ortiz Arce, al tratar de esta misma voz en la Enciclopedia Jurídica Española afirman que aún refiriéndose a un sentido genérico de tributo, la palabra gabela se aplicó más estrictamente al impuesto sobre la sal, siendo su origen antiquísimo porque ya en Roma, Anco Marcio convirtió a las salinas en bienes públicos o propios del Estado (M. O. y F.). GABINETE. (V. FORMAS DE GOBIERNO.) GALEOTE. Era así llamado el condenado por la justicia a cumplir una pena consistente en remar en las embarcaciones denominadas galeras, durante todo el tiempo que durase la condena. Este género de trabajo forzado, indispensable para la navegación, era también desempeñado por los esclavos en los tiempos y lugares en que se mantuvo la institución de la esclavitud. (V. GALERAS [PENA DE]) (M. O. y F.). GALERAS (PENA DE). Consistía esta pena en el trabajo forzado de remar en unas embarcaciones movidas a vela y remo que tenían la quilla más larga y el menor calado entre las de vela latina. Esta pena, de muy vieja data, se mantuvo en rigor durante todo el tiempo en que fueron necesarios los remeros para la impulsión de las naves de la armada. Por eso al ir desapareciendo paulativamente esa clase de embarcaciones, fueron variando las características de tal condena. De ahí que la pragmática de 12 de marzo de 1771 ordenase que los reos condenados a servir en galeras, fuesen destinados a realizar trabajos forzados en los arsenales del Ferrol, de Cádiz y de Cartagena. Restablecidas las galeras por cédula de 16 de febrero de 1785, se destinó de nuevo a remar en ellas a los reos de tal pena, hasta que la real orden de 30 de diciembre de 1803 suprimió esa clase de castigo. En un principio fue substituido por el trabajo con cadena en diversas clases de obras públicas. La pena de galeras revestía extraordinaria gravedad y representaba la Inmediatamente inferior a la pena de muerte; de tal manera que la conmutación de la pena capital era substituida por la de galeras. Se aplicaba a los reos de delitos considerados como ignominiosos (hurtos calificados, robos, salteamientos en despoblado, violencias y otros de igual o mayor importancia). La duración de la pena variaba entre dos y diez años (.M. O. y F.). GANADERÍA. (V. HACIENDA [GANADERÍA].) GANADO MAYOR Y MENOR. (V. ABIGEATO.). GANANCIALES. (V. SOCIEDAD DE GANANCIALES.) GANANCIAS EVENTUALES. (V. IMPUES- TO A LAS GANANCIAS EVENTUALES.) GARAJE ( C O N T R A T O DE).* SUMARIO: Capitulo Primero: a) Etimología; b) Definición; c) Clasificación. Capitulo Segundo: a) Importancia del contrato que estudiarnos; b) Origen de este contrato; c) El garajista; d) Naturaleza de los actos que realiza el garajista; e) Importancia de la delimitación de esta actividad. Capitulo Tercero: a) El contrato de garaje. Diversas acepciones; b) Intención de las partes; c) Naturaleza jurídica; d) Caracteres; e) Perfeccionamiento del contrato; í) Modalidades que puede asumir este contrato. Capítulo Cuarto: a) Definición del contrato de garaje; b) Relaciones del contrato de garaje: 1) Con el contrato de locación de cosas; 2) Con el contrato de depósito; 3) Soluciones y explicaciones corrientes mediante las reglas de la locación de cosas o del depósito en función de la responsabilidad; 4) Relaciones con otros contratos. Capitulo Quinto: Protección Jurídica del usuario. Capitulo Sexto: Responsabilidad civil del garagista y del usuario: a) Las fuentes que determinan la responsabilidad y obligación del garajista; b) Obligaciones del garajista respecto del automóvil; c) Deterioros; d) Caso fortuito y fuerza mayor; e) Algunos casos de jurisprudencia extranjera. Capítulo Séptimo: La responsabilidad civil del garajista y del usuario vista desde el punto de vista de la doctrina y jurisprudencia nacional (segunda parte): a) La responsabilidad del hotelero en la guarda de vehículos; b) La aceptación de la teoría del riesgo; c) El elemento de ¡a custodia; d) Conclusiones. Capítulo primero a) Etimología. Se trata de un galicismo volcado al idioma castellano, cuyo uso se ha generalizado ampliamente. Proviene del término francés garage y ha sido empleado en nuestro idioma durante muchos años ya sea asi o bien utilizando la letra "j" en lugar de la "g", es decir garaje. Por mucho tiempo pasa desapercibida la forma en que se escribió este término y aún los más calificados y eruditos tratadistas de la lengua española aceptaron escribirlo en ambas formas. Más aún, hemos podido constatar a través de muchos fallos judiciales, de textos de muchos autores, que reiteradamente se ha aceptado escribirlo con "g" y no con "j". La forma correcta de escribir esta palabra es garaje y no garo.ge. No obstante ello, no será extraño observar a través de este trabajo, que muchas veces escribimos la palabra en una u otra forma, de acuerdo a las citas jurisprudenciales y de diversos autores. Las necesidades modernas, particularmente en las grandes ciudades, dieron impulso a ese tipo de albergues, que no con * Por el Dr. EMILIO PASCANSKY. mucha propiedad siempre se denominaron garages. La Real Academia Española, aceptando la amplia divulgación que el "galicismo garage" ha tenido en todos los pueblos de habla española, resolvió castellanizarlo. Y es asi, que en las últimas incorporaciones al léxico de nuestra lengua, se incluye esta palabra (Revista de la Asociación de Garajisias Unidos y Afinss Gremial y Mutualista, Bs. Aires, diciembre 1958-enero 1959, número 344). Como derivación de esta palabra designamos con el nombre de "garajista" al dueño de tales establecimentos, es decir, al que explota un local destinado a garaje, y no al propietario del inmueble donde se explota el establecimiento, salvo cuando se reúnan ambas calidades en una misma persona. b) Definición. Trataremos de definir es-' ta palabra, independientemente de la que estudiamos después psro bajo la acepción de "contrato de garaje". El Diccionario Espasa Calpe, tomo 25. da una definición que no nos satisface; "Cochera de automóviles donde estos vehículos se guardan y se recomponen". Tampoco estamos de acuerdo con la que contiene el Diccionario Enciclopédico Salvat (Salvat Editores S. A., 1955. pág. 72) se lo designa con "g", expresándose que se trata de un neologismo que sirve para definir: "Cochera o lugar en que se custodian ios automóviles, bicicletas, etc.". No compartimos con la definición quo trae el Código de Edificación de la Ciudad de Buenos Aires, que al referirse a esta palabra en el apartado 1.3 "Definiciones", establece que: "garaje", "es un edificio o parte de él, cubierto, destinado a proteger de la intemperie vehículos automotores". Como toda definición resulta muchas veces imposible abarcar en pocas palabras el signifi:ado de un concepto. No obstante ello, asumiendo los riesgos inherentes, intentarnos definirlo del siguiente modo: Establecimiento habilitado destinado al estacionamiento de todo tipo de vehículo, En esta forma creemos descartar los elementos exclusivos de "custodia o guarda" fijado en las definiciones de los Diccionarios Espasa, Calpe y Salvat y el de la "defensa de la intemperie", que expresa el Código de Edificación citado, para dar cabida a otros conceptos. En primer lugar destacamos que debe tratarse de un establecimiento, entendiendo por tal, una empresa de carácter comercial. No entraremos aquí a tratar el amplio debate suscitado, con motivo de qué se debe entender por empresa. En este sentido compartimos el criterio de Marcos Satanowsky (Tratado de Derecho Comercial, t. . 2, Tea, Bs. Aires, 1957, pág. 191) quien siguiendo a Vivante expresa que "La empresa es un organismo económico que bajo su propio riesgo, recoge y pone en actuación sistemáticamente los elementos necesarios para obtener un producto destinado al cambio. La combinación de varios factores, naturaleza, capital, trabajo, que asociándose producen resultados imposibles de conseguir si obrasen divididos, y el riesgo que el empresario asume al producir una nueva riqueza, &on los dos requisitos indispensables a toda empresa". Dentro de este concepto, no será garaje desde el punto de vista jurídico, un galpón o parte de un edificio donde se coloquen vehículos automotores, porque no fue creado ni destinado a esa finalidad. Algunos consideran que se trata de lugares destinados a la guarda de automóviles, y nosotros opinamos que es una idea muy restringida. carruajes, acoplados, bicicletas, triciclos, casas rodantes, furgones, y a toda clase de automotores (motonetas, motocicletas, camiones, automóviles de todo tipo), etcétera. El Código de Edificación a que hemos aludido habla de "edificios cubiertos destinados a proteger de la intemperie a los vehículos automotores". Creemos que ese es solamente uno de los fines de un garaje, pero no el único ni tampoco el primordial. Para nuestra opinión el elemento esencial es el "estacionamiento", el arrendamiento de piso como lo han llamado algunos, y otros el arrendamiento de uso. Tampoco podemos asimilar al garaje a una cochera, porque este último concepto forma parte del primero, existiendo una relación género a especie y así dentro de un garaje podrán existir muchas cocheras, pero no a la inversa. Como veremos más adelante, la cochera es el espacio reservado para el estacionamiento de un vehículo en un recinto delimitado. Para nosotros se extiende el estacionamiento de toda clase de vehículos como ser c) Clasificación: 1) Anexo a una vivienda para uso exclusivo de sus moradores, sean o no propietarios. A) De vivienda 2) Cuando se alquila un garaje aisladaprivada: mente para uso exclusivo del detentador del vehículo, independientemente de la vivienda. f Cuando se guardan vehículos de personas B) De Propiedad -{ que viven en un inmueble de propiedad Colectiva: ( colectiva. ^Cuando se guardan vehículos períenecienj te a los propietarios de los departamentos C) De Propiedad j horizontales que a su vez adquieren una Horizontal: I parte proporcional del garaje y puede ser: (_con o sin determinación de cochera. D) De servicio comer- f Cuando se guardan vehículos que están •I destinados a un servicio de una emprecial o industrial: [sa determinada. fCon determinación de cocheras fijas De un estableciSin determinación de cocheras fijas miento o empresa Estadías E) que lo explota Con o sin limitación de responsabilidad por robo, hurto, incendio, daño y otros siniescomo tal: tros, etc., con o sin servicios auxiliares. F) De un hotel o f Se rige por las disposicones del Código ciestablecimiento 4 vil, previstas para el contrato de hospedaje similar: [ (arts. 2230 y 2231). G) Estaciones de servicios con garajes. fEn la superficie H) Playas de j Por elevación estacionamiento: ( En el subsuelo I) En salas de espectáculos, campos de deportes o lugares similares. El objeto de nuestro estudio, como ya lo hemos adelantado en el curso de este trabajo, consistirá especialmente en dedicarnos al punto E) referente al contrato que se refiere a una empresa que lo explota como tal. Capítulo segundo a) Importancia del contrato que estudiamos, ¿Es posible descartar hoy día la existencia del contrato de garaje? Cuando nos hacemos esta pregunta, debemos referirnos a una idea más amplia. ¿Es el contrato en general, una categoría necesaria del Derecho común? ¿Puede concebirse un orden jurídico qixe prescinda de éí o lo sustituya con ventaja? El profesor de la Facultad de Derecho de Buenos Aires, doctor Marco Aurelio Risolía en su obra Soberanía y crisis del contrato en nuestra legislación civil (Edit. Abeledo Ferrot, B&. Aires, 1953, pág. 104), hace un profundo estudio al respecto y señala que una institución que ha regido con tanto provecho a lo largo de la historia, a la que tanto deben la gran empresa, la gran industria, el crédito, la utilización racional de las aptitudes individuales, el imperio del hombre sobre las más hoscas latitudes del mundo, pareciera que no ha sido menester del debate que fije el relieve de su categoría. Su negación equivale —nos dirá el mentor menos avisado— al deshaucio de la propiedad privada, y de la organización económica que se asienta sobre su principio; de la ley moral clásica que se liga a la voluntad, la libertad, la dignidad, y la grandeza del hombre; de la organización jurídica liberal que busca la realización de los fines superiores del Derecho por un aprovechamiento, constante de aptitudes y determinaciones privadas. Pero más allá de este modo realista de entender el problema, ¿qué argumentaciones lógicas y jurídicas pueden determinar nuestro juicio? Se suele decir que el contrato es una creación del individualismo jurídico que responde a una concepción esencialmente subjetivista (L. Duguit). Se omite considerar también que el contrato es un "instrumento de solidaridad jurídica", trasunto de una coexistencia y de una "coasistencia" de voluntades malgrado las aberraciones que indudablemente pueden derivar de su ejercicio; el recurso más común de aquellos por los cuales el hombre entra en relación con su prójimo (E. Gounot). El contrato resulta indispensable en una organización que reconozca el valor jurídico permanente de la voluntad privada y no pronuncie en forma absoluta el domi- nio exclusivo de la voluntad estatal. Lo que hace, pues, del contrato una categoría necesaria del derecho común, es su carácter de fuente indeclinable de las obligaciones. Si no se justifica ese carácter, será inútil hablar del contrato como categoría necesaria del derecho común. El contrato es una de las fuentes de las obligaciones de acuerdo a la teoría clásica. Pero, ¿podemos prescindir de él, para reducir a la ley a todas las fuentes de las obligaciones? ¿Qué papel juega la voluntad? Alfredo Colmo en su libro De las obligaciones en general (Edit. J. Menéndez, Bs. Aires, 1928, núm. 35, pág. 33), decía: "Por último y siempre de tal manera de ver, hasta puede sostenerse que no hay más que una fuente de las obligaciones. O bien es la ley, si se atiende a que la fuerza obligatoria de los contratos deriva de ésta (art. 1197), o bien y esto me parecería más exacto, es la voluntad humana, ya que en todos los supuestos contractuales, delictuales, cuasi delictuales, cuasi contractuales, y hasta legales, el Código no hace más que interpretar intenciones y voluntades, consagrar presuntos deseos, jurídicos, y dar forma dentro de la convivencia colectiva, a la solución de los problemas que en tales virtudes se originan". Concluye Risolía la primera parte de su obra (pág. 110), expresando que el obstáculo es uno sólo: el principio de igualda'd e independencia recíproca de los individuos que subrayan Planiol y Ripert (Traite Elémentaire de Droit Civil), en cuya virtud nadie puede hacer de otro un acreedor a pesar suyo, ni imponerle, como deudor, una carga que no está dispuesto a consentir. Un régimen político que sacrifique los derechos de la personalidad; un régimen económico que sacrifique la propiedad privada; un sistema ético que es parte del principio que impone el respeto de la fe que se empeña libremente, y un sistema jurídico, que en consecuencia, no tenga al contrato como fuente de las obligaciones voluntarias, es el cuadro que cabe inducir del derrumbe de esta-institución. Termina bregando que con "ella caen la voluntad autónoma, la personalidad, el derecho subjetivo". La crisis del contrato ha sido destacada más de una vez. Una vasta literatura, que se concreta en obras y artículos notorios, pone en evidencia sus caracteres esenciales y ahonda en la ponderación de sus posibles proyecciones. Como bien señala Risolía, página 116, pareciera paradójico hablar de crisis en un tiempo en que la multiplicación de los contratos es asombrosa, ya que nunca se los ha concluido, en mayor número y por intereses patrimoniales tan elevados. De más en más, se vive contractualmente, expresa Josserand (Apergu General des tendences actuettes de la Théorie des contrats, pág. 7) —citada por el autor—. Y no es sólo ei aumento cuantitativo lo que.merece destacarse. La gama de las categorías contractuales se enriquece con nuevas figuras, su formación se auxilia de nuevos re- cursos técnicos, y la institución en sí alumbra nuevas obligaciones, antes ignoradas. Es así como surge el contrato de garaje, motivo de nuestro estudio, y entonces repitiendo las palabras de Bisolía, ¿cómo hablar, pues de la crisis del contrato cuando acrece su número, se diversifican sus especies y se abulta su contenido obligatorio? Sin embargo, J. M. Saravia ("El contrato. La crisis de sus postulados clásicos y el Proyecto de Reforma", en Revista del Colegio de Aboyados, Bs. As., 1940, t. 18, pág. 165), sostiene que no es la soberanía del contrato lo que está en crisis, sino, únicamente, los postulados de la concepción civilista. Acrecido su número, extendida su esfera de influencia, afianzado en algunos aspectos su vigor vinculatorio, el contrato mantiene, se añade, su jerarquía de principalísima fuente de las obligaciones. Tan sólo se imponen nuevos conceptos, que corresponden a nuevas necesidades, y a una distinta realidad. Lo urgente es adaptar la legislación a la evolución que se ha cumplido. Los textos legales de antaño no resultan ya adecuados. Las razones del doctor Saravia nos parecen atendibles, pero creemos que sin duda alguna no podemos dejar de lado toda esa gama de factores que comprometen su estructura por la debilitación de su elemento substancial: la voluntad autónoma, disminuida por la intervención constante del Estado, y "diluido su valor ético por un régimen de violación que se estimula sin coto", al decir de Risolía. Las ideas expuestas no son excluyentes en nuestra opinión y precisamente de esa amalgama surge un nuevo contrato que denominamos contrato de garaje. La doctrina y la jurisprudencia de nuestro país están acordes en considerarlo como un contrato innominado que participa de los caracteres de otros contratos previstos y legislados en el Derecho positivo como ya veremos más adelante. b) Origen de este contrato. Consideramos que el incremento y desarrollo del automovilismo, ha sido un factor determinante y casi definitivo del desenvolvimiento y proliferación de estos establecimientos. Por tal motivo nos referimos esencialmente a este contrato con relación al automóvil, pero destacamos una vez más que estudiaremos este contrato 110 sólo como albergue de automóviles, sino de vehículos en general (motoclicletas, moto-netas, tractores, implementos agrícolas, camiones, automóviles, acoplados, carros, casas rodantes, etc.). El automóvil, en un principio, era un vehículo raro que la vida no había adaptado al uso continuo. Era generalmente guardado en la casa de su propietario o de la persona que lo usara; si el titular ocupaba un departamento en una casa, el ubicaba su automóvil en la cochera del inmueble, como guardaba, su bicicleta o s.u coche a caballos; pero a medida que adquiere una mayor gravitación, se observa la constante necesidad de ubicar los vehículos en recintos especiales destinados a tal fin, y surje así el establecimiento garaje, sobre todo en las ciudades más pobladas, ya que no se advierte tal desarrollo en las poblaciones pequeñas, donde siempre se han mantenido espacios mayores en las propias fincas, que fueron adaptando construcciones estables o precarias para albergar tales vehículos dentro de los límites del inmueble donde habitaba su titular. Es así, que en esa evolución constante creada por nuevos avances de la ciencia, surge una figura jurídica, que día a día ha ido adquiriendo una fisonomía propia hasta dejar de ser hoy en día un contrato innominado como muchas veces se lo califica por la doctrina y la jurisprudencia nacional y extranjera para lograr su independencia absoluta y pasar a formar parte del mundo jurídico como un contrato independiente y autónomo que posee vida propia, una serie de caracteres especialísimos, vinculaciones que crean derechos y obligaciones peculiares que lo diferencian sin lugar a dudas de otros contratos semejantes, dentro de los cuales se lo ha tratado de encasillar para resolver múltiples problemas que su constante aplicación ha producido hasta el presente, • Como consecuencia de ello surge tina nueva actividad que posee un propia fisonomía y que pasaremos a estudiar a continuación. c) El garajista. El "garajista", es el titular del garaje y puede reunir en él la condición de propietario del inmueble donde se explota un establecimiento destinado a garaje, aún cuando tal recaudo no haga a la esencia de esa actividad. El garajista es pues una pers&na o un ente qua desarrolla su actividad en forma de empresa comercial y como titular de un establecimiento que explota como fondo de comercio. Nos referimos anteriormente al concepto de empresa que hemos previsto para, este contrato. No deseamos pues entrar en el amplio debate que esta acepción provoca. (Puede verse entre otros el art., del doctor Guillermo Cabanellas en el T. X de esta obra, pág. 53, respecto del término Empresa; asimismo, el interesante trabajo del doctor Carlos Juan Zavala Rodríguez Código de Comercio y Leyes Complementarias, Bs. Aires, 1959. Ed. R. Depalma, pág. 5, al estudiar el art. 8 del Cód. de com., apart. 96 destaca que el concepto de empresa ha sufrido una transformación total en los ultimes años. Según esta nueva orientación, la empresa no representa un aspecto parcial o aislado del Derecho comercial, sino que hace á su esencia y a la profesión de comerciante). Por ello creemos que cuando Andreé Jack habla del "Garagista Profesional" quiere referirse más bien a la acepción que de la palabra "garajista" hemos efectuado precedentemente. Indudablemente se ha querido referir al garajista que hace profesión habitual, que realiza actos de comercio y que nosotros elevamos a la categoría de empresario. Como todo comerciante, además de las obligaciones impuestas por su profesión especifica —como ser la obligación de llevar un libro especial donde consten todos los coches que entran y salen diariamente y la presentación de planillas con la declaración jurada respectiva que impone la autoridad administrativa—, debe llevar los libros comerciales que prevé el Código de comercio para iodos los comerciantes. d) Naturaleza de los actos que realiza el garajista. Pese a nuestra afirmación, se ha planteado la cuestión de saber si el garajista es comerciante y si sus actos son de naturaleza comercial. Nosotros creemos que ya no cabe ninguna duda a este respecto. El garajista es un empresario que realiza actos de comercio. Bu actividad día a día se ha hecho más compleja no sólo por el aumento creciente de la población, sino por los problemas que ha suscitado frente a! constante desarrollo de la vida comercial. Siguiendo a Wáldemar Arecha en La Empresa Comercial, Ed. .Depalma 1948, Bs. Aires, pág. 55, señalamos que para que las cosas sean capaces tíe adquirir calidad de medios en el campo tíe ia circulación será menester que reúnan cualidades que les permitan su acceso al mismo. Tales son la utilidad y e¡ valor. La primera se funda en una relación posible de persona con la cosa, vale decir, que ésta última sea capaz de cubrir una necesidad —de cualquier orden— de la persona. La segunda cualidad-—entre otras características— implica la primera parte porque lo que no es útil, o no cubre un deseo de cualquier orden, no vale nada, aunque la recíproca seria falsa dado que cosas fatal- mente útiles, como el aire, en su estado natural, nada vale, por su excesiva abundancia. La noción de valor se funda en una relación de persona a persona que se establece por la demanda o reclamación más o menos frecuente de la cosa, que deja así de tener una estimación puramente individual de la misma para adquirir otra social, sin que por eso pierda el primero. Las cosas que reúnen tales cualidades son valores de cambio y constituyen la materia de la circulación sobre la que aplica su actividad el comerciante. No dudamos, pues, que la actividad del garajista entre en la esfera comercial, porque su forma de actuar, las contrataciones que realiza con los usuarios, la circunstancia de llevar libros rubricados, un libro especial con control de los vehículos que estacionan permanentemente o transitoriamente, el libro de emp-leados y obreros que prevé la ley 11.729, la exhibición del horario del personal, el suministro de ciertos servicios, nafta, lubricantes, etcétera, el hecho de que tales establecimientos deban transmitirse en la forma prescripta por la ley 11.867 de transferencias dé fondos de comercios, nos induce definitivamente a pensar que estamos frente a un comerciante o a una sociedad comercial. El desarrollo de esta actividad en los últimos treinta años, ha sido cada vez más notable, en todas las grandes ciudades del mundo, sobre todo en aquellas donde han sufrido el aporte de las grandes industrias dedicadas a la fabricación de vehículos automotores. En determinado momento, se llegó a dudar si tales establecimientos eran susceptibles de ser declaradas en quiebra. Raymundo L. Fernández, en su obra Fundamentos de la Quiebra, "Tratado Teórico Práctico de la quiebra", Bs. Aires, 1937, tema 78 (quinto), expresa que es suceptible de declarársele la quiebra. Al respecto ya hemos expuesto más adelante el interesante fallo del doctor Gastón Federico Tobal, en Gaceta dsl Foro, 1-1924, pág. 154, en los autos "Mihanovich Nicolás S. A. c/ Compañía Metropolitana de Ómnibus" donde se establecía: "El contrato que celebran los dueños o empresarios de garaje con los propietarios de los automóviles ailí guardados, constituye un acto de comercio, parque en su precio se incluye el de la limpieza de los coches, que efectúa personal de aquellos y que además lucran con la venta de los aceites y lubricantes". En esta demanda, el recurrente desdobla en dos partidas —locación de espacios para los ómnibus y venta de nafta, aceites, grasas, etc.—, los elementos que en su conjunto constituyen las características del con- trato que celebraron Jos dueños o empresarios del garaje con los propietarios de ios automóviles allí guardados. Que ese contrato constituye, un acto de comercio porque como es corriente en, el precio de la locación se incluye el de la limpieza de los automóviles realizada por el personal de lavadores contratada al efecto por los empresarios, quienes lucran a su vez con el precio,de ¡os aceites, lubricantes, etcétera, que adquieren a menor costo para revender con ganancias a sus clientes. Que en consecuencia, no es posible equiparar un contrato que reúne todas las características de los actos mercantiles, a los de locación, legislados por el Código civil. Que si bien es cierto que una antigua jurisprudencia ha establecido que la locación o sublevación de locales es un acto puramente civil tal doctrina responde al concepto de que el tráfico de inmuebles no constituye actos de comercio, pero ella tiene el inconveniente de no comprender situaciones nuevas presentes con el progreso de los medios de locomoción y transporte que como el alquiler de las cocheras en los garajes se singulariza por características tan netamente comerciales que han permitido la declaración de quiebra de los dueños de garajes. Pero precisamente existe un fallo anterior que data de 1917 que fuera publicado en Gaceta del Foro, 1918, t. i, pág. 286. donde se confirma el fallo de 11 Instancia por la Cámara Comercial en el juicio Cazzolo Alfredo L. c/ Pijoan Barnes y Tornos, donde se establece: "El simple hecho de subarrendar el garaje a terceros para la guarda de sus automóviles, y de lucrar con el servicio de los empicados que exige esa tarea y la circunstancia de que se les provea de nafta, aunque ello no constituye el principal objeto del negocio del demandado, bastan para demostrar su calidad de comerciante (art. 8 del Cód. de corn., en sus iiics. 1? y 5?). En virtud de ello y de lo dispuesto por el artículo 7 del mismo Código, la Cámara de Apelaciones confirma la resolución de 1* Instancia". Han habido otros fallos que han llegado a la misma conclusión: (Véase el cap. IX). Sin .embargo, existen casos en que no se ha llegado a la misma solución. En la causa Paz, Manuel Ricardo, Causa 3564, del año 1949, el Juzgado Contencioso Administrativo de la Capital Federal, a cargo del doctor López Figueroa, establece: '-El garajista no es ni comerciante mayorista, ni minorista, sino agente auxiliar de comercio". En el caso, el recurrente alegaba que era un comerciante minorista y por tanto se encontraba comprendido en un decreto del Poder Ejecutivo y Resolución del Ministe- rio del Interior por la cual se establecía el indulto de Jos comerciantes minoristas por infracciones cometidas anteriormente a las fechas de dichas disposiciones. El decreto y la resolución se refería, a quienes revisten e! carácter de comerciantes minoristas. P.ara ¿saber si los dueños del garaje se encontraban comprendidos en el fallo comentado se hace un estudio del. carácter que éstos revisten. Para determinarlo debe establecerse: a) qué servicios realizan; b) clasificación de los mismos; c) determinación dentro de las categorías del Código de comercio. a) Clase de servicios que realizan: Los propietarios de esos locales realizan tres clases distintas de actos que son: custodia de los bienes muebles de sus clientes por un tiempo que expresa o tácitamente determinan, limpieza y conservación de los mismos y venta tíe combustibles y repuestos. En el fallo se establece que el acto principal es la guarda de los bienes y lo accesorio, la conservación de éstos, que se efectúa mediante el lavado y limpieza y provisión de combustibles y respuestos, conducentes al normal funcionamiento de ¡os vehículos. b) Lo que el dueño del garaje realiza, es la guarda de ¡os bienes de sus clientes y su conservación, por lo cual estímase que de lo que en realidad se trata es de un contrato do depósito, que no puede ser gratuito, como se dice en el articulo 2182 mencionado, pues la principal característica del comercio es la especulación y el objeto primordial la obtención de una ganancia (Cód. de com. art. 573 in fine), c) Determinación de las categorías del Código de comercio: Establecido precedentemente que ¡a relación contractual entre el dueño del garaje y los clientes es depósito, debe determinarse ahora de qué clase de comerciantes se trata, es decir, si es mayorista o minorista, o si no es de ninguna de esas clases, encuadrando dentro de las otras enumeraciones del Código. El Código no trae una definición de comerciantes mayoristas, por lo cual, debe estarse a la que traía el Proyecto de Quesada y Villegas del año 1873, en que se determina las características de esta clase de comerciantes al decir: "Son comerciantes por mayor los qua establecen su giro con el objeto de vender mercaderías para ser revendidas" (Rivarola, op. cit., t. l, pág. 39, Tratado de Derecho Comercial). Son comerciantes minoristas de acuerdo con el artículo 3<? del Código de comercio, aquellos que ".. .habitualmente en las cosas que se miden, venden por metras, li- tros..." Esta definición es corroborada y ampliada por el artículo 2<? del Decreto del Poder Ejecutivo 29.237/44 al manifestarse; "Entiéndese por Comercio Minorista, la actividad de venta de mercaderías al público, directamente o por intermediarios, ya sea que tales mercaderías hayan sido adquiridas a un tercero o sean de propia fabricación". Por otra parte el Código en el capítulo III, al hablar de los barraqueros, y administradores de casa de depósito, considerados agentes auxiliares del comercio, establece entre las obligaciones de los mismos la siguiente: Artículo 123, inciso 4<?: "a conservar en buena guarda los efectos que recibieron y cuidar que no se deterioren, haciendo para ese fin, por cuenta de quien pertenecieren, las mismas diligencias y gastos que harían si fuesen propios"; y en los artículos 126 y 127 determinada la responsabilidad en que podrían incurrir los administradores de casas de depósitos por hurtos, malversaciones u omisiones de los encargados y dependientes, que sufran los bienes que les han sido confiados. Sostiene el fallo que de las definiciones transcriptas debe considerarse cual de ellas es la referente a las actividades de los dueños de garaje. Es indudable que no se tratan de comerciantes mayoristas, puesto que no tienen por objeto la venta de mercaderías, para ser revendidas, ni de comerciantes minoristas, aunque tengan cierta similitud o analogía ya que tampoco tienen por objeto, como expresa el Decreto 29.237 mencionado, la venta de mercaderías al público. La característica principal y fundamental de los comerciantes de que se trata, es la guarda y conservación de los bienes muebles de sus clientes, realizando a tal fin convenios de depósito. Por ello estímase que en realidad, los dueños de garajes no son comerciantes mayoristas ni minoristas, sino Agentes auxiliares de comercio, ya que la función por ellos desempeñada es similar a la que los administradores de casas de depósito, realizan con muy pocas diferencias provenientes éstas de la naturaleza especial de los bienes muebles que le son confiados. Tal es el fallo, que nos hemos permitido transcribir en sus partes más importantes por considerarlo una novedad dentro de la jurisprudencia, aun cuando no compartimos el criterio expuesto. En nuestra opinión el garajista es un comerciante minorista. En principio, es comerciante, quien realiza habitualmente actos de comercio con fines de lucro; y es acto de comercio, entre otros, el de la previa compra para una posterior y beneficiosa enajenación. Pero a veces el lucro consiste en obtener ganan- cias, sabré oí trabajo humano, considerado como verdadera mercancía, o en organizarse como empresa para operar en inmuebles, o en lucrar sobre servicios personales brindados por dependientes. Para nosotros no solamente es un acto comercial la explotación de tal actividad, sino también concordanteniente, los que realizan quienes se dedican a la compra y venta de tales establecimientos, para lucrar con su enajenación. En uno y otro caso la perfección de tales actos, deben cumplirse llenando los recaudos que establece la Ley de Transferencia de fondos de comercio. Dice a este respecto Miguel Scoini en su obra: Transmisión de Establecimientos Comerciales e Industriales, 2% ed., Bs. Aires, Ed. V. Abeledo, 1955, pág. 27. "... la ley es clara y la interpretación unánime. Pero las dudas empiezan cuando es necesario calificar la actividad. La comercialidad de un acto o el carácter comercial de una actividad, dependen de muchos factores, por lo cual, generalmente, el problema sólo puede resolverse como una cuestión de hecho". La actividad del garajista entra dentro de las disposiciones que establece el artículo 8 del Código de comercio. Por tanto el dueño del garaje, ya sean una o varias personas, que forman o no una sociedad mercantil, deben cumplir con todos los recaudos legales impuestos por la ley y sus relaciones para con los terceros deberán someterse a la ley mercantil en cuanto ella fuera aplicable. (Ya hemos expresado anteriormente, los libros mercantiles que están obligados a llevar). El artículo 8 del Código de comercio posee una serie de incisos que determinan los actos de comercio que la ley declara. La actividad que estudiamos queda encuadrada en nuestra opinión en los incisos 1?) "Toda adquisición a título oneroso de una. cosa mueble o de un derecho sobre ella, para lucrar con su enajenación bien sea en el mismo estado en que se adquirió o después de darle otra forma de mayor o menor valor"; Inc. 2<?) La transmisión a que se refiere el inciso anterior. Inc. 5?) "Las empresas de fábricas, comisiones, mandatos comerciales, depósitos o transportes de mercaderías o personas por agua o por tierra"; Inc. 89) "Las operaciones de los factores, tenedores de libros y otros empleados de los comerciantes, en cuanto concierne al comercio del negociante de quien dependen"; Inc. 11?) "Los demás actos especialmente legislados en este Código". Pero si alguna duda hubiera, y aún aquellos que sostienen una tesis contraria, no podemos dejar de lado un hecho fundamental: y es la circunstancia de que la enumeración no es limitativa (Cám. civ. 1$ bilidad y las obligaciones del garajista al 20-8-924; J. A., t. 13, pág. 727; Cám. civ. 2* contrato de depósito. Aún cuando no lo 23-12-931, 3. A., t. 37, pág. 336; Cám. Paz expresa, es al tratar este tipo de contrato II, 13-3-942, L. L., t. 26, pág. 651; J. A., 1942- cuando dice: "Las obligaciones contraídas II, pág. 524; Cám. Paz III, 5-5-936, L. L., t. por el depositario pasan a la masa en ra2, pág. 386; Cám. Paz IV, 3-7-944, G. de P., zón del auto de quiebra". Es verdad que t. 57, pág. 133) citada por Carlos R. S. Al- en lo que concierne a la simple guarda de eonada Aramburú en Código de Comercio la cosa, el rol del depositario es, en princiAnotado I. Ed. Arayú, Bs. Aires, 1954, pág. 27. pio, puramente pasivo, pero implica, en la La enumeración que consagra el artículo práctica, según la naturaleza del objeto 8 de nuestro Código de comercio ha mere- depositado, diversas consecuencias que la cido acerbas críticas que no es el caso de quiebra debe afrontar. repetir aquí. Entre otros recordamos la Más adelante señala que a este respecto, opinión del doctor Mario A. Rivarola en de acuerdo a lo dispuesto por el artículo Tratado de Derecho Comercial Argentino, 2202 del Código civil, el depositario está t. 1. Ed. Cía. Argentina de Editores, Bs. Ai- obligado a poner la misma diligencia en la res, 1938, pág. 6, quien señala la impreci- guarda de la cosa depositada que en las sión en el Código de comercio en cuanto al suyas propias, obrando como un padre de criterio de determinación de los actos de familia, lo que queda librado a la aprobacomercio. Es fácil concluir que no sólo exis- ción judicial. Cita a este respecto dos fallos te una numerosa variedad en la índole de a los cuales nos hemos remitido al estulos actos de comercio que la ley declara diar la responsabilidad del garajista: "La tales, sino también un sensible desorden e circunstancia de que el depósito oneroso imprecisión en la enumeración, a lo que se haya sido considerado, por la mayoría de agrega todavía la designación genérica y los autores como una locación de servicios comprensiva de todos los demás actos es- no supone que él dueño de un garaje no pecialmente legislados en este Código. (Se deba emplear la diligencia de un pater refiere al inc. 11 del art. 8 del Cód. de com.). familia (Cám. civ. 2^, Cap. 28-8-941, RoRamón S. Castillo en Curso de Derecho senvit, José c/Puppo, Julio B., L. L., t. 24, Comercial, t. 1, Bs. Aires, 8* ed., 1956, págs. pág. 894; J. A., t. 75, pág. 791 y G. del F., 115 y siguientes, admite que además de la t. 155, pág. 135. Asimismo se refiere al caso enumeración prevista en el artículo 8 se que ya hemos estudiado registrado en Cám. incluyen otras empresas, con lo cual se da civ. 2?, 6-12-933, Cap. en autos Levaggi un carácter esencialmente enunciativo y no c/ Grimaldi Maggiorino en J. A., tomo 44, taxativo, de modo entonces que puedan , página 683). incluirse aquellas empresas o actos comerPresumimos pues que la inclusión de esciales que por su naturaleza sean admiti- tos fallos —como referencia al comentario dos corno tales. que realiza este autor— coinciden con la Los especialistas en la materia comercial, tesis que sostenemos. En nuestra opinión, coinciden, pues dentro de la doctrina na- la declaración de quiebra de un garajista cional, en considerar tales actos como de se regla por las disposicones del Código de naturaleza comercial en cuanto a la natu- comercio y por tanto no existen dificultades raleza de tales actos y tienen por mercan- de ninguna especie, ya que el síndico retiles a las empresas de garaje. Así lo con- presentará a todos los acreedores, y posidera además de los autores que hemos drá solicitar ¡a rescisión de los contratos citado anteriormente, Francisco J. Garó en con los usuarios si ello se impone por el su Tratado de las Compras Ventas Comer- ma'ndato judicial. ciales y Marítimas, t. 1. Ediar S. A., Bs. As., Sería de aplicación —por vía de analo1945, pág. 202. Terna 178: "El garajista o gía— lo dispuesto por el articulo 113, indueño de garaje que compra y vende nafta ciso 1? de la ley de quiebras: "Si el quees comerciante" y cita el caso registrado en brado fuere el locatario, tanto la otra parte J. A., t. 1, pág. 510. corno el liquidador podrán exigir la resciComo consecuencia de la. expuesto, he- sión de la locación. El plazo para dar por mos visto que los empresarios que reali- concluida la locación será el plazo legal". zan esta actividad son susceptibles de ser Esto es en cuanto al locatario que no sea declarados en quiebra (G. del F., t. 1, pág. dueño del inmueble porque si el garajista 154, autos: Mihanovich, Nicolás S. A. c/ fuera el dueño del1 inmueble sería de apliCía. Metropolitana de Ómnibus). cación el inciso 2 ?) que establece: "Si el Es de esta opinión Adolfo E. Parry en su quebrado fuera el locador, la locación conobra: Efectos de la quiebra y el concurso tinuará produciendo sus efectos legales", civil en las obligaciones y en los contratos, es decir subsitirían los convenios efectuaEdit., Tea, Bs. Aires, 1950, págs. 615 y sigs. dos con los usuarios. .cuando asimila en principio 3a responsae) Importancia de la delimitación de esta actividad. Parecería que la delimitación de esta actividad, a los efectos de establecer si se trata o no de un fondo'de comercio, si se realizan actos de comercio, y si su titular es comerciante, no constituyen más que una discusión doctrinaria. Sin embargo no es así. Las consecuencias jurídicas que trae aparejado este problema, son múltiples e insospechadas y revisten extraordinaria importancia sobre todo en la interpretación de los contratos. Recordamos entre otras, el caso registrado en J. A., 1956, t. IV, pág. 314, en los autos Navarra Ezequiel v. De Lúea José s/Reivindicación. La Cámara Nacional de Apelaciones en lo civil de la Cap. Fed.,(sala "B"), dejó sentado: 1) "La calidad de cosa mueble robada, a los efectos de su reivindicación por su propietario, conforme a lo dispuesto por el artículo 2765 del Código de comercio, comprende la sustraída fraudulentamente, pero no la que ha salido del poder de aquél por un abuso de confianza, o por la violación de un depósito, o por otro acto de engaño o estafa. 2} La persona contra quien se reivindica un automóvil, robado, carece del derecho a reclamar el reintegro de lo que había pagado por él, si lo compró a personas" que no actuaron, al vendérselo como dueños o socios de una casa de remates o simplemente de un negocio públicamente dedicado a la compraventa de automotores u otros objetos semejantes. 3) No piteas ser considerado un negocio -públisamente dedicado a la compra venta de automóviles, un garaje en el que no exista lugar alguno destinado a la exhibición de esos vehículos para su venta al público". Be acuerdo a lo que disponen los artículos 2768 y 2771 del Código civil, la reivindicación que autoriza, procede a condición de que el reivindicante reintegre al reivindicado el precio que éste hubiese pagado, siempre que la cosa se hubiera vendido con otras iguales en una venta pública o en una casa de objetos semejantes. Parece evidente que este tipo de reivindicación, con cargo reconoce como fundamento exclusivo, dentro de la economía del Código, la muy adecuada tutela a la indiscutida buena fe, en el tercer poseedor, de cuya posición se aparta quien compra la cosa hurtada o perdida a persona sospechosa sin costumbre de vender cosas semejantes o que carecían de capacidad o medio para adquirirlas a su vez. El demandado había pretendido ampararse en el artículo 2412 del Código civil, que genera la presunción de propiedad al adquirente de buena fe de una cosa mueble, y consiguientemente el poder de repeler cualquier acción reivindicatoría. Pero en el caso de autos, el documento no llegó áprobar de que la adquisición la realizó en las condiciones mencionadas en el artículo 2768 en razón de que la parte vendedora, no actuó como titular de una casa de remates o de un negocio destinado a la venta de vehículos u objetos semejantes. La Cámara confirma el fallo de 1*- instancia por el voto de los doctores J. V. Martínez, Alfredo Navarro y A, G. Barraquero. Vinculado a este tema nos preguntamos si es factible el boycott contra un usuario propietario de vehículo, para impedirle en esa forma que el mismo lo guarde o estacione donde le convenga. ¿Se comete un delito? ¿Constituye tal actitud una restricción del comercio o de la industria? Sostiene el do:tor Isidro Satanowsky en su obra: Derecho intelectual, Edit. Tea, t. II, Bs. Aires, 1954, tema 559 B), pág. 382 que "sólo puede constituir delito en determinados casos, cuando va acompañada de la violencia física (art. 158 del Cód. pen.). Agrega que del análisis de la doctrina y jurisprudencia, se infiere que son lícitos los actos de boycott que tienen por objeto la defensa de intereses profesionales o del gremio y que un acto de boycott, cuando es legal, realizado individualmente, no se transforma en ilegal por el sólo hecho de. efectuarse colectivamente". "Y tanto no es delito, que la inhibición o sea la negativa de comerciar mientras no se cumplan determinadas obligaciones, ha sido establecida por la Asociación de Propietarios de Garajes, que resolvió (inhibir) que el dueño dé un garaje no debe admitir en él ningún vehículo cuyo propietario haya dejado cuentas pendientes en un garaje". Sin embargo existen fallos donde se considera que la actividad del garajista, no es de carácter comercial. En la causa Cíchero, registrada en J. A., tomo I, página 510, se estableció: "No constituye acto de comercio el hecho de alquilar locales a terceros para guardar automóviles, siempre que el locador no realice al mismo tiempo operaciones de compra venta de nafta, y otros accesorios o especule con el trabajo de obreros en las reparaciones de vehículos". En este caso la sentencia de 2* instancia revoca el fallo de 1» instancia del 30 de abril de 1918 estableciendo que la calidad de comerciante del deudor, indispensable para ser declarado en estado de quiebra no ha sido justificada en el presente caso, parque no constituye acto de comercio el hecho de alquilar locales a terceros para guardar automóviles, siempre que el locador del inmueble no realice al mismo tiempo operaciones de compra venta de nafta u otras accesorios o especule con el trabajo de obreros en la reparación de los vehículos. En el caso existía —en principio— la preeminencia de un arrendamiento de cosas, donde la actividad del principal era la de un mero "locador" y no el de un garajLsta organizado como tal. También nos remitimos al fallo registrado en los autos: "Iñíguez, Milagro Rafael y otro v/ Grasso, Ernesto Ángel y otra", publicado en J. A., 1958, tomo I, página 363, donde se estableció: Especificándose en un boleto de compra venta de un garaje: "Se aclara que las entradas mensuales por concepto de alquiler de cocheras asciende al importe aproximado mensual de 15.000 a 16.000 pesos m./n. debe considerarse tal manifestación como esencial al contrato, ya que se refiere a uno de los elementos capitales que se tienen en cuenta en la adquisición de un comercio". "Exigiendo la acción por vicios redhibitorios extremos distintos de la acción por dolo, no es posible reemplazar la una por la otra como una mera cuestión de puro derecho. Frente a una cláusula contractual, el comprador no está obligado a realizar ninguna investigación pues tiene derecho a creer en la buena fe del vendedor". "Existe dolo cuando se exageran las utilidades del íondo de comercio vendido, debiendo tenerse en cuenta que la capacidad productiva es uno de los elementos fundamentales para establecer el valor llave", "La indemnización acordada a los compradores de un comercio por producir éste meaos utilidades de las prometidas, no puede ser directamente proporcional a la menor utilidad bruta del comercio, debiendo fijarse aquélla por los jueces, en virtud de la facultad conferida por el artículo 37 de la ley 14.237". El caso que comentamos demuestra una vez más que se interpreta al establecimiento "garaje", como un fondo de comercio, con un valor llave y a su titular como a un comerciante. Capitulo tercero • a) El contrato de ffarafs. Diversas acepciones. Siguiendo a Alfonso de Cossio y Corra! y Carlos Rubio y.Áreos, en su Tratado de arrendamientos urbanos, Madrid, 1949, página 303, observamos que estudiara tos diversos aspectos del contrato en fundón de los locales destinados a garajes y dtetinguen los siguientes supuestos: 1) Arrendamiento de un local a un particular para que pueda encerrar en él su coche, en este caso parece indudable que se trata de un arrendamiento sometido al régimen de viviendas, de conformidad con el artículo 10 de la ley española del 31 de diciembre de 1946. 2) Arrendamiento de un local, más o menos amplio a fin de que el arrendatario establezca en él su negocio de garaje, con o sin instalaciones: parece igualmente indudable que en tal supuesto se tratará de un verdadero arrendamiento de local de negocio, ya que las actividades que en él han de desenvolverse tienen todas las características propias de las actividades de empresa y que el ánimo de lucro es palmario en tal supuesto. 3) Contrato de garaje propiamente dicho. Resulta difícil su definición y ello se debe a que, como señalamos, participa a su vez de los caracteres de otros contratos. La doctrina no ha encontrado mejor definición que la de A. Jack Les OWigations et la responsabüité du garagiste, París 1932, quien expresa que se trata de: "Un contrato por el que el propietario del automóvil conviene dejar su vehículo mediante remuneración, en los locales destinados a tal fin de un garagista profesional, con la condición de poder utilizarse en los momentos que él quiera, durante el tiempo que dure ei contrato". Sostiene Valvcrde en su obra: Tratado de Derecho Civil Español, tomo ni, Valladolid, 1937, página 756, que cuando no se trata de un contrato con un garajista profesional, es un arrendamiento de cosas en que el propietario cede el uso del local sin contraer responsabilidad alguna que no sea de las derivadas del arriendo. Pero si se celebra el contrato de garaje con un garajisía profesional, ya no puede encuadrarse en el arrendamiento de cosas, porque el dueño del automóvil entrega para su guarda y conservación. Más se parece al depósito, pero en realidad no lo es, porque la custodia del automóvil se interrumpe y se reanuda tantas cuantas veces quiera utilizarlo el dueño. En el trabajo redactado por Alfonso de Cossio y Corral intitulado: "El arrendamiento de locales de negocio", Instituto Nacional de Estudio Jurídicos — Anuario de Derecho citrfí, Madrid, 1949, trae a colación una sentencia que no mantiene ei criterio sustentado anteriormente por Valverde. En la sentencia del 10 de junio de 1929, donde se sienta la doctrina de que: "El acto de llevar a encerrar un automóvil a un garaje mediante el pago de la cantidad de 2,50 pesetas por día, sin que consten pactos o cláusulas especiales, constituye un contrato de arrendamiento de local, comprendido en la definición del artículo 153 del Código civil aunque llevara implícita la obligación de parte del arrendador de vigilar y tcostodiar el automóvil en términos genera- les", Y añade: "Esta obligación de vigilancia y custodia del automóvil encerrado no desnaturaliza el contrato de arrendamiento de un. espacio de garaje para convertirlo en depósito del coche, pues a íavor de la primera calificación llevan la finalidad del acto de encerrar el automóvil, que salvo pacto en contrario, no es otra que la de albergarle durante el tiempo que no funciona, sin que el dueño traspase la posesión del mismo al del garaje; la subsistencia del contrato por el mero hecho de volver a encerrar el coche después de haberlo sacado cuantas veces quiera el dueño, lo que contradice la naturaleza del depósito, del que no se alcanaa la utilidad, no siendo por término adecuado a la necesidad de la guarda y conservación de la cosa, lo que puede establecerse por tiempo indeterminado contra lo que es de esencia del arrendamiento, a tenor del artículo 1543 del Código civil, repugnando a la lógica de los actos el que en el transcurso de un día se constituyan y levanten tantos depósitos, como veces entre y salga el automóvil al garaje, y la parvedad de la retribución, así como su uniformidad, tan desproporcionada por el primer concepto, con los riesgos y obligaciones de que habría de responder el dueño del local si tuviera el carácter de depositario". Aclaremos que el artículo 1543 de] Código civil español dice: "En e! arrendamiento de cosas, una de las partes se obliga a dar a la otra el goce o uso de una cosa por tiempo determinado y precio cierto" (Cód. civ. esp., Edit. Reus), Agrega De Cossio y Corral, que frente a la tesis clásica de la gratuidad esencial del depósito, admite la doctrina formas de depósito retribuido, elaborándose una teoría general de la custodia, la cual se manifiesta en no pocas figuras contractuales de naturaleza compleja, que abundan en los tiempos modernos. Ello pudiera llevarnos a pensar con el Tribunal Supremo que en el caso presente nos hallábamos con un arrendamiento al que se habían añadido algunas obligaciones de custodia a cargo del arrendador. Sin embargo, aún admitiendo que nos encontrásemos aquí con un verdadero arrendamiento, no creemos que se pueda sostener la existencia de un arrendamiento de local: no es lo mismo arrendar un local que adquirir el derecho a realizar determinados actos dentro de ese local y obtener de él ciertas utilidades, En primer término, puede distinguirse un doble supuesto: que el derecho adquirido consista en encerrar el coche en una jaula determinada existente dentro del garaje; o que el coche se haya de encerrar dentro del garaje, pero sin designación de lugar fijo, el cual puede variar de un momento a otro; en segundo lugar, puede limitarse el contrato a encerrar el coche y a que el garajista preste la debida custodia, cuyas características serán análogas a las que la ley establece para los casos de depósito necesario a que se refiere el artículo 1783 del Código civil (efectos introducidos en fondas y mesones), o extenderse incluso a la prestación de otros servicios, como lo son el de limpieza y engrase del coche. Dice el artículo 1783 del Código civil español: "Se reputa también depósito necesario el de los efectos introducidos por los viajantes en las fondas y mesones. Los fondistas o mesoneros responden de ellos como tales depositarios, con tal que se hubiesen dado conocimiento a los mismos, o a sus dependientes, de los efectos introducidos en su casa, y que los viajeros por su parte observen las prevenciones que dichos posaderos o sus sustitutos les hubiesen hecho sobre cuidado y vigilancia de los efectos". Claro está que únicamente en el caso en que lo cedido fuese una jaula o local perfectamente determinado, podría sostenerse la existencia de un arrendamiento de local, ya que en los demás supuestos no sería posible acotar en el espacio el objeto del arrendamiento. Sin embargo, estimamos que ni la protección ofrecida por la Ley de Arreadamientos Urbanos a los inquilinos y arrendatarios se justifica en -este caso, ni la relación arrendaticia urbana aparece debidamente configurada. A nadie se le ha ocurrido pensar que el hecho de tomar una habitación en un hotel constituya una forma de arrendamiento urbano, y en este caso parece que la relación es sumamente parecida. Ese elemento de custodia que aparece como esencial al contrato hace que éste no pueda ser catalogado entre las figuras típicas Que nuestra legislación regula, dando lugar a un verdadero contrato atípico, cuyo régimen habrá de establecerse mediante la aplicación de los preceptos generales del Código civil en materia de contratos: se tratará siempre de un aegoc.ío complejo, integrado por elementos del arrendamiento de cosas, del depósito, del arrendamiento de servicios, y aún, a veces, del de obra hecha. Lo que en modo alguno sería posible, ya que a él no se ajustan, es aplicarle las normas que regulan los arrendamientos urbanos, ya que estas en modo alguno se pueden adaptar a las especíalísimas relaciones que surgen del contrato de garaje. En la doctrina francesa observamos que autores como Piaaiol y Ripert (Tratado práctico de Derecho civil francés, t, XI, 2* parte, Edit, Cultura S. A., Habana, 1940, pág. 459) pretenden ver que existe en este contrato un verdadero depósito, al analizar la Jurisprudencia Francesa como en el caso en el que se hace un depósito de una bicicleta que hace el arrendatario en el gara-* je común del inmueble cuando tal es impuesta por el arrendamiento (Tribunal de paz, París, 3-10-905, D. 1906, 5. 25). Más adelante al estudiar los efectos del depósito y referirse a la obligación de guarda expresan que el depositario, según el artículo 1927, debe poner en la guarda de la cosa depositada, los mismos cuidados que en la de las cosas que le pertenecen. Esta disposición parece haberse establecido para aliviar la responsabilidad de depositario, que presta un servicio gratuito, y ha sido libremente elegido por el depositante. De él no se exigen más cuidados para la cosa depositada que para las suyas propias, ya que, si es negligente para éstas últimas, el depositante que a pesar de ello le entrega su confianza no puede racionalmente esperar más que su diligencia ordinaria, en el servicio que de él pretende. Por ello partiendo de ese doble punto de vista, el artículo 1928, reduce la responsabilidad del depositario a la del Derecho común ya cuando las partes lo han decidido así, ya cuando el depósito sea retribuido, o cuando el depositario esté interesado en el depósito de un modo cualquiera, sea cuando el depositario se haya ofrecido para recibir el depósito. Estas disposiciones se refieren tanto a todos los depósitos verdaderamente usuales, y sobre ellas conviene insistir. Tal es el caso, respecto a toda persona que tenga un establecimiento abierto para que el público deposite, objetos de determinada categoría como un garage: Tribunal de Paz, París, abril 28, 1905 D. 1905 2. o un Banco. Planiol y Ripert traen a colación el fallo del Tribunal del Sena, de marzo 28 de 1930 Pa., 1930-2-58, que estableció que el garajista, depositario de un automóvil no está obligado a vaciar el radiador a fin de ampararlo contra la congelación, solución muy discutida, ya que se trata ahí de un cuidado normal previsto además por los usos. (Acotación esta última que hacen Planiol y Eipert.) Al estudiar el contrato de hotelería (pág. 476 del mismo tomo}, Planiol y Eipert, hacen extensiva la responsabilidad del hotelero, a todos los objetos que lleve consigo el pasajero, entre ellos un automóvil que haya colocado en el recinto del hotel (Conf. Baudry Lacantinerie y Wahl, Loe. núm. 191; Trib. Fontainebleau, diciembre 10, 1903 D. 1904, 2. 179). Más adelante efectuamos un estudio respecto a la responsabilidad de los hoteleros en función de los artículos 2230/31 de nuestro Código civil. Basta señalar por ahora que el régimen es bien distinte para el contrato de garaje. El profesor de la Universidad de Milán Francisco Messineo en su obra Manual de Derecho Civil y Comercial, tomo V, Edit. Ejea, Es. Aires, 1955, pág. 281 considera que el contrato de estacionamiento es una subespecie del de depósito, contrato oneroso, y por consiguiente, en el caso depósito retribuido, que tiene por objeto la custodia de vehículos, por lo general de autovehículos, hecha en los llamados garajes, en virtud de entrega del vehículo o del autovehículo. Por el contrario, se trata de depósito verdadero y propio (Arg. art. 1783) cuando el establecimento sea explotado por el hotelero (o por su auxiliar o representante), donde el depositante del vehículo toma alojamiento (Cucinotta, L'autorímessa, Boma 1934). Pero el mismo Messineo entiende que no es depósito, cuando presenta un contenido más complejo, esto es, cuando además de la custodia, el depositario asuma obligaciones ulteriores, que es dudoso si son accesorias y quedan absorbidas por la obligación principal (custodia); por ejemplo, no tiene un nexo necesario con la custodia la limpieza u otra operación que se dirija al 'mantenimiento del vehículo o del autovehículo. Compartimos esta última opinión porque nos parece acertada, y en razón de tratarse de un contrato de naturaleza especial, no obsta determinar su naturaleza jurídica solamente para arribar a soluciones, sino que se requiere algo más, determinar con precisión que es lo que las partes han pactado en cada caso. Aún cuando no lo parezca el contrato de garaje posee distintas modalidades que, como hemos reseñado precedentemente, requiere un análisis detenido cada vez que nos tengamos que enfrentar con uno dé estos contratos. En nuestra opinión debemos hablar de la posibilidad de la existencia de un arrendamiento de uso, contrato que participa de las características del contrato de locación, pero con una fisonomía propia cuyos elementos destacaremos más adelante. Precisamente se ocupan del estudio de esté contrato Ludwig Enneccerus, Theodor Kipp y Martín Wolff en su monumental obra Tratado de Derecho civil, tomo 2' "Derecho de las obligaciones", Edit. Bosch, página 139, donde se estudia el contrato de arrendamiento de uso y se establece que la locatio conductio reí se subdivide en arrendamiento de uso (miete), y arrendamiento de uso y disfrute (pacht). El arrendamiento de uso se refiere únicamente a las cosas y otorga sólo el uso, no el goce de los frutos. El arrendamiento de uso y disfrute se refiere a las cosas o a derechos y otorga ademas del uso, el goce de los frutos. Por ejemplo, derechos de caza y pesca, de minas, gabelas, de pago por puentes, etcétera. En virtud del contrato de arrendamiento de uso, el arrendador se obliga a garantizar el uso de una cosa o del local durante el tiempo de arriendo y el arrendatario a una contraprestación de cualquier clase. En cambio el contrato de depósito se dirige al depósito de la cosa, entonces se ha de disponer un lugar adecuado y custodiarla debidamente. Si además de la concesión de un local y de la custodia, se promete una actividad especial de vigilancia o de cuidado, habrá un mandato o un contrato de servicios. El depositario no está facultado para usar de la cosa. Si se le concede el uso, el contrato es de arrendamiento, si es oneroso y de comodato en el otro caso. Ahora bien, si conforme a la intención de las partes el depósito es lo principal y se permite al depositario usar de la cosa únicamente en determinadas circunstancias o en aspectos secundarios este permiso habrá de interpretarse como estipulación accesoria al contrato de depósito. Si solo se otorga un local al que la cosa debe ser llevada o en la cual pueda dejarse, no hay contrato de depósito sino arrendamiento de uso, en el caso de ser retribuido, y si es gratuito, un comodatum loci, Seusff A 37, núm. 305. Tampoco es contrato de depósito el contrato sobre cajas en cámaras acorazadas sino arrendamiento de uso con obligaciones secundarias. Ricardo Fubini, profesor de la Universidad de Turín, en su obra: El contrato de arrendamiento de cosas, tomo I, Madrid, 1930, página 158, al estudiar el depósito y el arrendamiento de cosas, destaca que en muchísimos negocios el elemento de la custodia adquiere una importancia relevante en cuanto representa la expresión práctica de la diligencia a la que está obligado el deudor. Sólo cuando tal elemento constituya la causa de la relación jurídica estamos frente al contrato de depósito. En algunas hipótesis en las que el arrendador se obliga a una diligencia especial con relación a las cosas introducidas por el arrendatario en los lugares arrendados quieren ver la figura de un depósito. Lo mismo sucede en el supuesto del servicio de cajas de seguridad, negocio del que se derivan consecuencias prácticas diferentes según se le califique jurídicamente de una forma o de otra. Observamos antes de nada que, a nuestro parecer, en este caso especial se ha querido dar por los autores demasiada importancia a circunstancias de hecho que nada añaden ni quitan a la fisonomía jurídica del contrato. En efecto, no es posible incluir bajo una misma fórmula todos los negocios referentes a un mismo tipo; la complejidad de las relaciones humanas se manifiesta continuamente, y en especial como consecuencia de los progresos industriales, en aspectos cada vez más variados, pero esto no significa que sea necesario crear nuevas instituciones, como pretende hacerse, cuando baste aplicar rectamente las antiguas y encerrar en sus normas las figuras que van apareciendo, en cuanto esto sea posible. En esta parte de su obra, el citado autor realiza un profundo estudio acerca del contrato que se perfecciona en los bancos respecto a la utilización de las cajas de seguridad. Pero destaca que lo que influye sobre el arrendamiento no es la material detentación, sino la posibilidad de goce, el uti fruti, y ya pudimos ver, a propósito de algunas especies de arrendamiento, que el desarrollo de una cierta actividad por parte •del arrendador no basta para que los caracteres el negocio desaparezcan. Si yo, habitando una casa de tipo moderno, en la que se procura de modo perfecto la vigilancia y el cuidado de las habitaciones por medio de un encargado del dueño de la casa, dejo en mis habitaciones objetos de valor, no cabe duda de que atribuyo bastante importancia a la custodia. Pues bien, a pesar de esto y a pesar de la posible responsabilidad del arrendador por la falta de cuidado de su encargado, la relación fundamental no cambia en nada. Sostiene Fubini, que el arrendador no puede ser considerado como depositario de los objetos contenidos en los locales concedidos en arrendamiento. No es suficiente la entrega de las llaves por parte del arrendatario para generar una responsabilidad especial del arrendador, cuando otras circunstancias no indican que haya aceptado constituirse en depositario de los muebles contenidos en el departamento arrendado y cuando la naturaleza de la actividad industrial del arrendador no supusiese por si misma, la obligación de custodiar los efectos del arrendatario. No está de más indicar la importancia práctica de la solución de tal problema en materia de pérdida de la cosa, porque en la hipótesis del arrendamiento debe probarse la culpa del arrendador, mientras que en la de depósito corresponde al depositario la demostración de su irresponsabilidad. Louis Josserand, profesor de la Facultad de Derecho de Lyon, en su obra Derecho CMl, tomo II, volumen II, Contratos, Bdit. Bosch y Cía., página 277 destaca que aun- que el depósito es un contrato real, implica en las partes una voluntad apropiada; es preciso que el depositante entienda entregar y el depositario sepa que recibe la cosa a título de depósito, en este sentido, es exacto decir con el artículo 1921, que "El depósito voluntario se forma por el consentimiento recíproco de la persona que hace el depósito, y de la persona que lo recibe". Por esta razón, la operación deja de ser depósito, en primer lugar, si no revela por parte del supuesto depositario intención de asumir la guarda de la cosa., pues se reduce estrechamente a un negotium más comprensivo en el cual se encuadra; así, la conservación de equipajes o mercaderías, a la llegada, forma parte íntegramente del contrato de transporte, que no cesa hasta que se entregan los objetos, así ocurre también que los efectos aportados por un doméstico no son en modo alguno objeto de un depósito, cuya carga no ha entendido el dueño asumir distintamente, sino que pertenecen al contrato de trabajo, por el mismo título que la ropa o la herramienta dejadas en la obra por un obrero. En todas estas eventualidades, no hay depósito porque la voluntad de depositar o de recibir en depósito no existe principalmente en las partes. Destaca asimismo Josserand, que la concepción tradicional era que el depósito se considerara como un contrato esencialmente gratuito (art. 1917), pero en nuestro Derecho —se refiere al francés—, se ha visto surgir, al lado de este depósito de "viejo estilo", el depósito remunerado, acto interesado para ambas partes, y, con la mayor frecuencia, acto profesional en el depositario, que se llama depositario general, guardamuebles, contratista de transportes, empresario de espectáculos, hotelero, para los equijajes y efectos del viajero, banquero para los títulos y los objetos preciosos depositados en sus cajas, garagista, compañía internacional de coches camas, etcétera, personas todas ellas que no obran desinteresadamente y que entienden la justa remuneración por sus servicios. Así se ha constituido un depósito de "moderno estilo", que difiere bastante sensiblemente del antiguo tipo; el título oneroso ha prevalecido sobre el título gratuito (L. Josserand, Les mobiles dnns les ocies juridiques de Droit privé, números 274 y sgts). En una palabra, para Loáis Josserand, el contrato de garaje, es uno de los tantos contratos de depósito. Allí donde se ha querido ver como elemento diferenciador entre el arrendamiento (oneroso) y el depósito (gratuito), no ha podido determinarse con precisión que el contrato de garaje pueda encasillarse, den- tro de uno u otro contrato, porque existen legislaciones como la del Código italiano, donde según señala el profesor de la Universidad de Ñapóles Roberto de Ruggiero en su obra Instituciones de Derecho Civil, traduc. Edit. Reus S. A., Madrid, tomo. II, vol. I1?, página 449, el Código consiente (art. 1844, núm. 2<?) que se pacte una remuneración por la custodia, sin que la relación degenere en arrendamiento; de ahí que la gratuidad que el artículo 1837 declara esencial del depósito ordinario, significa únicamente que, no mediando un pacto especial, no se debe abonar compensación alguna. •b) La intención de las partes. La vo- luntad de las partes juega un rol esencial para la tipificación de este contrato. Las modalidades que puede asumir son múltiples. Pero como señala Glno Garla en su obra El contrato, tomo I, Edit. Bosch, Barcelona, página 25: "Intención de obligarse en sentido jurídico", no significa que el promitente tenga exacta conciencia de someterse a un determinado tipo de coacción jurídica, con todo su específico mecanismo técnico procesal; ni de los efectos, ni de la extensión de la responsabilidad que el Derecho atribuye a la promesa, integrando la voluntad de las partes, más o menos sobre la base de la experiencia. En el campo de los negocios típicamente jurídicos, es decir, de los usuales o de los que según la costumbre de una determinada sociedad son considerados como normalmente jurídicos (los llamados contratos típicos), casi parece desaparecer aquella intención, absorbida por el elemento de la tipicidad. Pero no porque tal intención sea irrelevante —como bien señala Gorga— ni porque la función de la voluntad se reduzca a poner en movimiento un mecanismo jurídico; sino porque en el 99,9 por 100 de los casos existe ía intención de obligarse en el terreno jurídico, ya que el hombre que vive en tal sociedad participa de su experiencia. Pero donde adquiere toda su importancia la intención de obligarse en el plano jurídico es en los contratos atípleos. El problema de la existencia en concreto de dicha intención adquiere cada vez mayor importancia, porque presenta cada vez mayores dificultades a medida que se pasa de los contratos típicos a los atípleos y de éstos a los que presentan el máximo grado de atipieidad. Tal problema lo hemos contemplado en el nacimiento de este nuevo contrato de garaje al que hoy día damos un carácter especial al que creemos se le debe dar la jerarquía jurídica que corresponde dentro de las nuevas concepciones del Derecho civil. c) Naturaleza jurídica. El contrato de garaje ha sido considerado como un contrato innominado que participa de los caracteres integrantes de otros contratos: el depósito, arrendamiento de cosas, arrendamiento o locación de servicios y en algunos casos, de locación de obra. Indudablemente que participa de las características de otros contratos afines. Creemos que todo reside en analizar cuál es el contrato que mayor influencia tiene en su constitución y como consecuencia de ello, sobre qué contrato reflejará mayor incidencia. Para ello nos permitimos esbozar el siguiente esquema que efectuamos a continuación: 1. Arrendamiento: El estacionamiento o uso de un espacio. Depósito: Custodia. 3. Prestación de servicios y/o de obra. 4. Suministros: Compra y venta. De acuerdo a este cuadro observamos que el elemento "arrendamiento", constituye no sólo el factor de preponderancia, sino que tiene mayor extensión que los demás. Es decir entonces que desde el punto de vista cuantitativo y cualitativo, prima sin lugar a dudas ese elemento que caracteriza al contrato de arrendamiento y que está por el espacio necesario que ocupa el vehículo. Las bases para llegar a esta conclusión son simples: a) Porque no se puede concebir el contrato de garaje, sin un lugar adecuado para dejar el vehículo estacionado. Es decir, que el elemento espacio es fundamental para este contrato. b) Los demás elementos son adicionales y constituyen meras variantes del contrato de garaje que a medida que suministra mayores comodidades al usuario, se convierte en un contrato rnás amplio. c) Hoy día es común que en los contratos de garaje el propietario limite su responsabilidad, mediante cláusulas especiales insertas en los recibos o contratos, por las cuales se establece; por ejemplo: "Este establecimiento no se responsabiliza por los daños al vehículo provenientes de caso fortuito o fuerza mayor" o bien "este establecimiento no se responsabiliza por robos o hurtos de los vehículos que en él se dejan" o bien "este establecimiento no se responsabiliza por la pérdida o sustracción de elementos de los vehículos, ni por los daños que produjeren otros coches estacionados en el establecimiento", etc. Hemos observado que en algunos casos se ha llegado a establecer la totalidad de estas cláusulas. d) En consecuencia aquellos que ven en el contrato de garaje el elemento de la "custodia", como el principal factor que influye en determinar que tal contrato se acerca mas al depósito, no pueden esgrimir tal argumento, cuando concurren circunstancias donde se establecen cláusulas como las que hemos referido en el párrafo anterior. e) No cabe duda, pues que para la calificación definitiva de ciertos contratos como los innominados, debe estarse a la naturaleza del contrato en sí, en cada caso particular. Por ello, en los países donde el espacio no constituye un factor primordial, donde exista la comodidad suficiente para estacionar un vehículo cómodamente y en cualquier parte de un garaje, o allí donde no se adviertan los problemas de las grandes urbes superpobladas, el elemento de la custodia jugará un factor más preponderante tal vez. Pero donde se advierte que los garajes se van demoliendo o no se construyen en la medida necesaria, en las ciudades donde se hace indispensable la construcción constante de viviendas se observa, que el elemento de la custodia, en tales contratos juega un rol secundario, para dar cabida al grave problema del estacionamiento. f) El articulo 1493 del Código civil establece: "Habrá locación, cuando dos partes se obliguen recíprocamente, la una a conceder el uso o goce de una cosa, o a ejecutar una obra, o prestar un servicio; y la otra a pagar por este uso, goce, obra o servicio un precio determinado en dinero" (1^ parte). En cambio el artículo 2182 del Código civil dice: "El contrato de depósito se verifica, cuando una de las partes se obliga a guardar gratuitamente una cosa mueble o inmueble que la otra le confía, y a restituir la misma e idéntica cosa". En nuestra opinión, se trata- de un contrato innominado, pero que se inclina hacia el airen' damiento (en especial: el arrendamiento mentos. Vimos que la guarda o custodia de uso). De la nota al artículo 1493 no se tampoco caracterizan en nuestra opinión al desprende que Vélez Sársfield, haya con- contrato de garaje como elemento fundatemplado este tipo de contrato en esta par- mental., te del Código. El Codificador hace una serie Cuando el dueño de un vehículo lo lleva de acotaciones sobre distintos tipos de con- a un garaje para guardarlo, lo hace con el tratos que califica de innominados, pero no ánimo de proteger y resguardar al vehículo de la intemperie, de las inclemencias del entra a considerarlos específicamente. En la nota al artículo 2182 del Código ci- tiempo, de trabar la acción de quienes previl, Vélez expresa que "no siempre que se tendan dañarlo, ya sea pinchándole las goguarda gratuitamente una cosa, hay depó- mas o haciendo caricaturas en su pintura. sito, es preciso que ella tenga por fin prin- Se pretende dificultar la acción de los decipal la guarda de la cosa". Cuando la guar- lincuentes para evitar el robo de vehículos da de la cosa es sólo secundaria, cuando no o de sus partes esenciales. Se trata de obtener la comodidad necees sino la consecuencia de un contrato ya perfecto, en nada cambia la naturaleza de- saria para que el vehículo sea limpiado, o lavado, en las horas de reposo de su dueño, este contrato. Si yo, por ejemplo, os encargo, recibir de etcétera. Pero no escapará al criterio de nadie que un tercero una cosa, y guardarla hasta que disponga de ella, el contrato es mandato y frente a la situación crítica motivada por no depósito. Lo mismo sería si por resul- la notoria disminución de construcciones tado de una convención, quedare en poder destinadas a estacionar vehículos, ya sean del mandatario una suma de dinero, y el garajes particulares o fondos de comercio mandante le encargare que se la guardase destinados a tal finalidad, lo que se busca al estacionar un vehículo en un garaje es hasta disponer de ella. Es decir entonces que Vélez admite que "un espacio", un "lugar" que podrá ser deno siempre que haya "guarda", es decir terminado o indeterminado, ya que este fac"custodia", deba estarse frente a un con- tor juega un rol secundario, cuando se tietrato de depósito, sino que admite la posi- nen las comodidades necesarias para disfrubilidad que aún cuando medie este propó- tar del uso de un garaje con las comodidasito, no se desnaturalice el verdadero con- des que serían de desear. Ese elemento "espacio para estacionar", trato que dio motivo a la relación jurídica objeto de esa guarda o de esa custodia. se hace más angustioso para aquellos que Vemos aquí entonces una de las raíces viven en arterias donde no se permite el que sirven de base a nuestra postura. estacionamiento, o que no son susceptibles Sabemos que el contrato de depósito es de estacionar, como ser en los lugares cénun contrato real, esencialmente gratuito, y tricos de las ciudades o bien en carreteras unilateral, características que difieren no- que constituyen rutas de tránsito intenso. toriamente del contrato de locación por ser Y ya no se piensa en la "custodia", ni en éste esencialmente, consensual, oneroso y la guarda. bilateral. La instalación del usuario es bien distinta, Pero hoy día, no puede considerarse al creada eso sí por un estado de necesidad, contrato de depósito como esencialmente pero al contratar, su voluntad en realidad gratuito, porque en su evolución moderna tiende a obtener la comodidad necesaria se ha tornado un contrato oneroso. para dejar el vehículo estacionado. g) De acuerdo, pues al párrafo que anEn conclusión no nos cabe ninguna duda tecede el elemento gratuidad ha pasado al que estamos frente a un nuevo tipo de segundo plano y debemos descartarlo lisa arrendamiento: el arrendamiento de uso, y y llanamente. que priva en este contrato como elemento h) En consecuencia, aquellos que sostie- esencial el factor "espacio" a los efectos de nen que en el contrato de garaje, no hay estacionar el vehículo. depósito, porque este es gratuito, debemos Una de las críticas más esenciales que se responderles que si bien entendernos que el han efectuado a esta idea es la de que no contrato de garaje no es un contrato de puede hablarse de arrendamiento de un depósito, porque éste es gratuito, debemos espacio en un garaje, cuando no exista la o de la onerosidad (que caracteriza al determinación de una cochera prefijada, o arrendamiento), lo que distingue al con- de un espacio delimitado, donde en forma trato, porque es perfectamente admisible constante se deje y se saque el vehículo. Es la idea del depósito oneroso sobre todo si , decir la delimitación tíe un espacio fijo. se tiene en cuenta que se trata o se aproxima'más a un contrato de índole comercial que a uno de carácter civil. i) Entonces debemos acudir a otros ele- Nosotros combatimos esta idea como se podrá observar más adelante, porque entendemos que puede arrendarse un espacio para el vehículo que se determinará cada vez que el vehículo se coloque en ese espacio, porque en realidad la determinación existe desde el momento que se arrienda cualquier lugar del recinto del garaje, con tal de dejar estacionado el vehículo en cuestión importando poco esa aparente indeterminación. Esa indeterminación resulta aparente, porque está dada por los limites del recinto del garaje o del lugar habilitado como tal. Se arrienda cualquier lugar pero del garaje. ¿Acaso no hay arrendamiento cuando se alquila una misma pieza para que tres personas vivan en ella? No obsta a la comparación la circunstancia de que en el caso intervenga el vehículo, elemento que no aparece en el ejemplo propuesto. d) Caracteres. Entendemos que se trata de un contrato oneroso, consensual, bilateral, puede ser escrito o verbal. e) Perfeccionamiento del contrato. El contrato que estudiamos es de carácter esencialmente verbal. •• Generalmente no se confeccionan contratos escritos y su inexistencia ha dado lugar a soluciones muchas veces injustas. Como señala A. Jack (ob c\t., pág. 658), la práctica consiste en confiar su coche al garaje y se ha adentrado tanto en la vida corriente y por otra parte, obedece a usos profesionales ya determinados, para sufrir precauciones tan incómodas. Esto no quiere decir que no concluya ningún escrito en ocasión del garaje. Lo único que a lo sumo recibe el usuario, del garajista, es un recibo del precio. Tal recibo no prueba más que la existencia y el precio del garaje respecto a un cliente determinado; pues también, por la fecha que menciona, provee datos, sobre el comienzo de ejecución del mismo, aun cuando no se haya pactado su conclusión, como es usual. Pero, no contiene menciones susceptibles de determinar elementos de solución en cuanto a la responsabilidad del garajista. Es preciso saber, si las limitaciones de responsabilidad colocadas en tales recibos tienen validez y si las carteles, avisos o notificaciones efectuadas por los garajtstas tienen alguna importancia para desvirtuar sus obligaciones. El caso que planteamos es nuevo. Ya en Francia, se había planteado esta situación y pueden observarse por lo menos dos regímenes diferentes. Por un lado, los afiliados a la Cámara Nacional de Comercio del Automóvil, poseen una tarifa y un reglamento de garaje, fijados, de antemano por la referida Cámara y que se impone a todos sus clientes. Se trata de cláu- sulas especiales, de fórmulas simples que contienen seis o siete artículos generalmente entre los cuales figuran: Las "condiciones generales" donde se establecía las modalidades de la entrega del dinero, cláusulas concernientes a las acciones de los clientes y las obligaciones que les incumbían en su conducta en el interior del garaje; reglamento interno del garaje, convenciones de irresponsabilidad del garajista en particular a los objetos móviles que podría contener el coche, o en caso de estallido del motor por las heladas. Si bien no podía interpretarse que tal folleto constituyera la prueba preconstituída del contrato, ya que el garajista no lo firmaba, no era un recibo de depósito, porque era el cliente y no el garajista como decimos, quien lo firmaba. Era el cliente prácticamente quien asumía un compromiso, aprobaba con su firma, todo lo que el escrito decía. Posteriormente se introduce otro sistema consistente en un reglamento de garaje y la tarificación de los precios que se cobran. Se caracteriza este sistema, porque aun cuando falte la firma del cliente, él debe ser considerado como que se encuentra enterado de las mismas, en razón de dejar el vehículo en el garaje, ya que tales reglamentos se encuentran colocados en la entrada y en lugares bien visibles del local; constando de pocas cláusulas, legibles aún a distancia. ¿Y si el cliente pretende ignorar su existencia? Señala A. Jack (ob. cit., pág. 664), que de todos modos, se aplicaría tal reglamento, porque está colocado en un lugar bien visible y el cliente que no lo hubiera leído sería tachado de negligente o de obrar de mala fe, circunstancias constitutivas de faltas cuya mayor sanción será la aplicación del reglamento citado. Nos preguntamos: ¿Y ello, es Justo? ¿Es admisible que se imponga en esa forma la voluntad unilateral del garajista? Por un lado tenemos tanto en Francia como en nuestro país, el principio, que el silencio equivale a una aceptación tácita en caso de relaciones preexistentes entre las partes, pero aún debe ser establecido desde el principio, para que pueda jugar esta aceptación tácita, que el ofrecimiento haya sido efectivamente conocido por el aceptante. En Francia la Corte de Casación reconoce que el afiche es suficiente para entrañar la presunción de conocimiento efectivo del reglamento de taller para el obrero. En nuestro país en lugar del Reglamento Interno, o el afiche, hemos visto que ciertos garajistas en los recibos de pago del precio, colocan cláusulas limitativas de responsabilidad donde establecen que no responderán por el incendio, pérdidas de objetos, sustracción del vehículo, etcétera. Varios fallos judiciales se han referido a la validez de esas cláusulas y la Jurisprudencia imperante se inclina por no aceptarlas. En el fallo registrado por la Cámara Civil de la Capital Federal, Sala "F" en Expte. 16.648 del 31-3-959 en autos: "M. Hnos. c/P. J. M. s/ daños y perjuicios", se establece. "que no excusa la responsabilidad del garajista, la frase asentada en minúsculas letras de imprenta al final de cada uno de dichos recibos, ya que por la índole o importancia del contenido de la cláusula debió ser motivo de estipulación, expresa entre las partes (doctrina de los arts. 874, 918, 919 del Cód. civ.); ni el hecho de haber retirado las llaves de contacto del coche, puesto que sólo constituían una de las más elementales precauciones por falta de debida vigilancia, ni la circunstancia de haber efectuado una infructuosa persecución del coche robado". Hemos visto ya, el primer sistema de contratación que había en Francia. Debemos destacar que con respecto a la otra modalidad, es decir a los garajes sindicados, ellos a menudo tienen un reglamento interno individual, al menos fragmentario, colocado en el garaje que generalmente se limita a un pequeño número de prescripciones, simples repeticiones de reglamentos de policía como la prohibición de firmas, obligación del propietario del coche de vaciar el radiador en caso de helada, etcétera. En estos casos, se está más de cerca a un verdadero acuerdo de voluntades, después de discutir sus condiciones, discusión en las que las partes habrán expuesto sus razones para concluirlo, de manera que reúnen las condiciones de un contrato clásico y normal, por lo menos en su elaboración. Sucede, pues, lo contrario en los garajes afiliados a la Cámara Nacional de Comercio del Automóvil en Francia, donde tendrá fuerza obligatoria la tarifa y el reglamento que hemos analizado. ¿En este último caso se estaría frente a un contrato de adhesión? Sí, si se tiene en cuenta que el reglamento de tales entidades aparecen como derivados de manifestaciones de voluntad tácita, sucesivas y" colectivas de los interesados en la operación garaje. Para A. Jack, se trata simplemente de usos redactados por escrito, porque el uso se analiza en una voluntad común tácita y repetida, resultante de una práctica antigua, puesto que él obtiene fuerza obligatoria de la voluntad de las partes. f) Modalidades que puede asumir este contrato. Las formas, fuentes y modalidades que puede asumir este contrato son múltiples. Se entrelazan y dependen unas de otras. Y es así que haciendo alusión a los hábitos del cliente y garajista, puede asumir facetas muy numerosas. Pero es ante la existencia, extensión o ausencia de las condiciones entre el garajista y el usuario, cuando nos vamos a encontrar frente a grandes dificultades. Así por ejemplo, en el caso de deterioraciones por falta de conservación del vehículo. Muchas veces las tratativas no son con el garajista mismo, sino con sus empleados o encargados. Y en ese sentido ¿puede admitirse la existencia de un mandato tácito y general dado por el patrón para recibir y efectuar órdenes de cliente y presumido por el solo hecho de la existencia del contrato de trabajo y de la entrada en funciones del empleado? Es curioso que esta dificultad práctica, no haya preocupado a los autores. Tanto en nuestro país, como en la mayoría de las naciones que tienen el problema del garaje, provocan situaciones de las más diversas, motivadas por el personal que generalmente está a cargo del garaje. En general habrá un representante del patrón, para atender el garaje. Lo que puede complicar la situación es la ausencia del compromiso del dueño, cuando no está reconocido el poder del empleado para atender el garaje, para representarlo, no entrañando necesariamente la ausencia de toda obligación respecto al cliente, incumbiéndole determinadas tareas y nada más. El problema es cuando el empleado muchas veces se obliga personalmente. La práctica de la propina ha creado —digamos— una especie de remuneración por parte del cliente con el empleado u obrero del garaje, sin conocimiento muchas veces del patrón. Cuando el usuario le da una orden no se sabe si compromete al patrón también y quien será finalmente el encargado de ella y el remunerado, por la suma entregada, ya que prácticamente es el asalariado el que ejecutará el trabajo encomendado y que tomará el dinero a nombre del patrón o en el suyo propio (generalmente) . Esta práctica, mientras el dueño del garaje no la conozca ni haya autorizado, será considerada como ilícita, y contraria a las obligaciones resultantes, para el empleado u obrero de su contrato de trabajo, en virtud del cual, salvo estipulación en contrario, él debe todo su tiempo a su patrón, no obstante que el dueño debe transmitirle las órdenes dadas pur el cliente, sin que el salario pueda transformarse en el sentido económico de la palabra, durante su tiempo de trabajo. El cliente que procede así por contrato directo con el asalariado, ¿no se constituye en cómplice de la violación de una obligación contractual? ¿Y no es responsable entonces, de daños e intereses al dueño? Creemos q,ue se tratará de una situación de injuria a los intereses del patrono provocada por el asalariado que procediera en esa forma. (Art. 159 de la ley 11.729 por tratarse de un caso de desobediencia y falta grave del empleado; Código del Trabajo Anotado, por E. Krotoschin y J. A. F. Ratti, t. 1, pág. 155. Ed. Depalma, Bs. Aires, 1956; y Alfredo J. Ruprecht Contrato de Trabajo, Om«ba, t. 4, pág. 397 y sigs.). En el caso sometido a la Corte de Riom el 12 de enero de 1932, se trataba de la orden de vaciado del radiador dada a un empleado y ejecutada imperfectamente, de tal suerte que el cliente quería cargar al patrón la responsabilidad del estallido del motor por la helada. El fallo hace justicia a esta pretención: "Pero considerando que la invitación'de proceder al vaciado del motor ha sido dada, no a B... que no la ha conocido de ningún modo sino a sus empleados que haciendo esto M . . . ha dado a éstos últimos un mandato particular y completamente personal que no entra en las funciones normales para las cuales B . . . los ha contratado, por consiguiente, la inejecución sólo pone en juego su propia responsabilidad". Se pregunta A. Jack (ob. cit., pág. 674), si la orden dada por el cliente, ¿no entraba en las funciones normales del empleado? No, parece, de acuerdo al género del establecimiento y al costo del garaje (26 francos por mes), que haya habido un número tan grande de empleados y tan especializados que aquellos a quienes se les haya dado las órdenes del vaciado del motor, no hayan podido proceder a hacerlo ellos mismos. Quiere decir entonces, que es más bien el hecho de recibir órdenes del cliente lo que no entra dentro de las atribuciones normales del empleado, de acuerdo al criterio aparente de los consejeros de Riom. Vemos, pues, la imperiosa necesidad de establecer un reglamento o un estatuto que vele por la seguridad y tranquilidad de las partes que intervienen en este contrato, ya que las modalidades y las convenciones que pueden hacerse alrededor del mismo son múltiples, como hemos dicho anteriormente, y no será cuestión que los tribunales entren a juzgar cada situación, pues sin perjuicio de no contar con una jurisprudencia unifi- cada, una Corte de Casación, nos veríamos sometidos a tal incertidumbre, que harían de este contrato tan complejo, una maraña de situaciones imposibles de desentrañar, y creando así una inseguridad propia que generalmente traen aparejados los nuevos problemas jurídicos. Capítulo Cuwto. a) Definición del Contrato de Garaje. Cuando queremos referirnos al contrato de garaje, no invocamos por cierto, el contrato celebrado entre el propietario de un inmueble con el dueño de un local o de un establecimiento destinado a garaje. Pretendemos definir la relación existente entre el usuario que detenta un vehículo (sea o no de su propiedad), y el que se configura con el dueño del establecimiento, es decir con el garajista. Resulta difícil comprender en una definición toda la relación jurídica que se desprende del contrato que pueden formalizar el usuario y el garajista. Su definición por tanto puede resultar compleja, porque dependerá a veces de las circunstancias del caso, para establecer concretamente, cual es la verdadera situación en que se encuentra cada una de las partes, de acuerdo a la naturaleza del contrato que han querido establecer. Para A. Jack (ob. cit., pág. 603), dice que se trata de "Un contrato por el que el propietario del automóvil conviene dejar su vehículo mediante remuneración, en los locales destinados a tal fin, de un garajista profesional, con la condición de poder utilizarle en los momentos que él quiera, durante el tiempo que dure el contrato". Tal vez otros, hagan la crítica de la definición que proponemos más adelante. Nos ocuparemos de comentar en líneas generales esta definición. No compartimos el criterio de A. Jack cuando se limita a ver este tipo de contrato solamente, cuando se entrega o conviene "dejar", un automóvil. Nosotros entendemos como ya lo señalamos antes, que el contrato puede referirse a otros vehículos en general, incluso a acoplados, casas rodantes, etcétera, aun cuando no posean un medio de movilidad propios, sino que son susceptibles de remolcarse por otros vehículos. En una palabra no restringimos el contrato solamente a la presencia de un automóvil. Señalamos antes los caracteres del contrato y dijimos que era bilateral, sinalagmático y consensual. Es decir que el contrato no se perfecciona por la entrega del vehículo, como parecería decirlo A. Jack. Dice esta autora que el contrato se perfecciona con la "entrega" constituye el elemento esencial para la deo cuando se "deja" el vehículo. terminación de la tenencia. Opinamos que el contrato queda perfecb) Relaciones del contrato de Garaje con cionado consensualmente y subsiste aún otros contratos. 1) Con el contrato de locuando el vehículo no se encuentre en el cación de cosas. Es indudable que existe garaje, como sucede por ejemplo, cuando el una diferencia fundamental entre un conusuario sale de vacaciones, o lo envía a re- trato y otro, paraciones por un tiempo más a menos Mientras que el contrato de locación de prudencial. cosas consiste en cuanto dos partes se obliObservamos además, que A. Jack consi- guen recíprocamente la una a conceder el dera que se perfecciona cuando el "propie- uso o goce de una cosa, y la otra a pagar tario" del vehículo (automóvil), conviene por este uso y goce un precio determinado dejarlo. en dinero (art. 1493 del Cód. civ.), el conCreemos que no es necesario que se per- trato de garaje es mucho más complejo, feccione con el propietario del vehículo. Por . porque encierra asimismo, obligaciones tatal motivo hablamos de usuario, quien po- les como la de guarda y custodia por parte drá reunir en él la calidad de propietario del garajista, que no son necesarias —a o no, no siendo esencial que el contrato se veces— pero que caracterizan a este conperfeccione con el dueño del vehículo, sino trato, aun cuando nosotros no las considecon quien realmente lo detenta. ramos como el elemento fundamental, seLa exigencia impuesta por el control po- gún lo expusimos al estudiar la naturaleza licial ó administrativo no puede incidir en jurídica del contrato. ese aspecto, ya que las reglamentaciones La definición del artículo 1493 no nos alexistentes tienden a dejar perfectamente canza a conformar, pues como bien lo seestablecido, quien es el usuario, su domici- ñala Luis M. Rezzónico (ob. cit.. pág. 15), lio, características del vehículo, número de omite señalar el carácter de temporalidad patente, etcétera, pero jamás podrán im- del uso y eoce de la cosa por el locatario pedir que el contrato se perfeccione con como lo señalan casi todos los Códigos. Por quien detente el vehículo, no siendo nece- tal motivo resulta más aceptable el artícusario como repetimos, que lo sea el dueño lo 1015 del Proyecto de Reformas de 1938 propiamente. siguiendo en este punto el Anteproyecto de Hechas estas aclaraciones definimos el Bibiloni: "Habrá locación de cosas, cuando contrato de garaje del siguiente modo: una parte se obligue a ceder el uso y goce de un objeto. t»or tiempo limitado, y la otra "Un contrato en el cual el detentador de un vehículo (sea o no propietario del mismo a pagar por ello un precio cierto en dinero". y cualquiera sea su especie). Conviene con Como señala A. Jack (ob. cit., pág. 652), el garajista mediante una remuneración, en el arrendador de inmuebles no está obligaestacionarlo y sacarlo toda vez que así lo do más que a asegurar a su locatario la podesee, aun cuando no posea un espacio pre- sesión de un local conforme al uso al que ha sido destinado, pero sin diferencia ni fijad.o dentro del recinto del garaje". No hablamos de "garajista profesional", consideración particular hacia los objetos porque entendemos que dentro de la pri- que serán colocados por el tomador del lomera acepción, va incluida la segunda, de cal en el mismo. Por el contrario, en maacuerdo a lo que ya expusimos anterior- teria de garaje, el mueble ubicado en el lomente al referirnos al titular del garaje cal (el automóvil), toma tanta importancia en la intención de las partes y como como actividad específica. Consideramos innecesario que el usuario objeto de sus obligaciones, como el local tenga un espacio prefijado dentro del ga- mismo, porque está esencialmente previsto raje, porque tal requisito es secundario pa- que es este objeto, sólo es él y ningún otro, el ra nuestra posición, pese a que para nues- que será ubicado en el antedicho local y tra Jurisprudencia Criminal, resulte ser el porque la posibilidad para el cliente de reelemento esencial para saber si ha habido tomar su automóvil a su capricho constidespojo .en la usurpación que puede caber, tuye un elemento esencial del contrato. Además debemos señalar que existe por en los casos aue el garajista, expulse al usuario impidiéndole su ingreso al garaje, parte del locador una despreocupación toComo veremos más adelante la fijación tal casi, del destino que se le da a la finca de un espacio constituyó en un principio locada con tal que no se alteren la moral el recaudo esencial para determinar si me- y las buenas costumbres, o se cause daños dia despojo o no en los interdictos que se a la propiedad o a terceros. No ocurre lo deducen por ruptura de estos contratos. mismo con el garajista, que se preocupa Pero la Cámara Civil de la Capital Federal constantemente de la ubicación de los vese inclina a aceptar actualmente, que la hículos, tratando que no se obstruyan las determinación de un espacio prefijado no maniobras de colocación, de modo que el usuario no pueda colocar el vehículo a su antojo y en forma caprichosa, situación que no se presienta en el caso de la locación. Por otra parte, en la locación el locatario puede prohibir el 'ingreso de la propiedad locada, al locador, cosa que no sucede en el caso del garaje. Además la locación no sólo confiere el uso sino también el goce (art. 1493 dfel Oód. civ.), es decir, se refiere al aprovechamiento de los frutos, utilidades, ganancias o provechos de esa cosa, y a "sus productos" (art. 1495). No sucede tal cosa en el contrato de garaje. Pero pese a esta distinción no debe dejar de observarse que puede existir locación sin derecho a ese "goce", de modo que esta diferencia no es esencial a la naturaleza de este contrato. 2) Con el contrato de depósito. Hemos citado anteriormente la opinión de varios autores extranjeros para señalar la proximidad que ven con este contrato. Señala- el garajista y su cliente, no estando el primero más que "parcialmente", obligado a la conservación de la cosa. Por nuestra parte, creemos que no podría legislarse por las normas del depósito, cuando hubiera una limitación tal de responsabilidad por parte del garajista que hicieran disminuirlas o descartarlas por completo, para dar cabida entonces al contrato de arrendamiento de cosas, como sería, por ejemplo, que se dejara un vehículo en un garaje por espacio de seis meses por motivo de que su dueño debe realizar un viaje al extranjero, y se estipularan esas limitaciones de responsabilidad por parte del garajista. 3) Soluciones y explicaciones corrientes mediante las reglas de la locación de cosas o del depósito en función de la responsabilidad. Hemos dicho en otra parte de este trabajo, que el criterio utilitario, reina a veces en el litigio, de modo que la polémica se inclina, cuando se trata de debatir la responsabilidad civil del garajista, hacia un mos que Planiol y Ripert (ob. cit., t. 11, pág. lado o el otro según a quien se defienda. 1170), opinan que en tales casos hay "de- No se trata de una posición habilidosa del pósito" y que son depositarios los consig- abogado, sino que se debe más bien a la natarios o guardianes de los establecimien- complejidad del problema, de naturaleza estos como los garajes colectivos de automó- pecial que muchas veces no es posible enviles, asimilándolos a los guardamuebles, casillarla', como si fuera una mercancía. guardarropas de turistas, etcétera. Entien- . (Véase Responsabilidad Civil del Garajista den que, aun cuando en la mayoría de los y del Usuario). Cuando el magistrado está frente a los casos esos depositarios son retribuidos —lo cual no choca con la tesis clásica de la gra- litigios ocasionados por la falta de restitutuidad esencial del depósito— "no es menos ción del automóvil guardado, destruido por cierto que se han obligado, a título prin- un incendio o desaparecido, o cuando se cipal, a asegurar la guardia, la conserva- trata de resolver una cuestión relacionada ción y la restitución de los objetos que se a su deterioro o al estallido del motor provocado por una acelerada "en frío", o por les hayan confiado, y con tal independencia que se excluye todo arrendamiento de -ser- la congelación del agua en el radiador (como ocurre en los países sometidos a climas vicios". de inviernos muy rigurosos), les ha sido Opina A. Jack (ob. cit., pág. 652), que el garaje en general parece diferir del depó- menester decidir, si el garajista es responsito asalariado, en que él no entraña la sable o no de la falta de devolución del obligación de cumplir, por el garajista, en vehículo, o debía desembolsar su valor, sin consideración al automóvil guardado, todos que el usuario debiera probar su falta y los actos que cumpliría un propietario de determinar si él estaba obligado a la condiligencia normal. La guarda del automó- servación de. ese coche, de asegurar su manvil que él asume, comporta, en efecto, por tenimiento, de forma de evitar su detenuestra definición, obligaciones de vigilan- rioro. Ahora bien, las investigaciones de los cia en vista de evitar la desaparición o la destrucción del vehículo por una causa ex- magistrados les llevaron a concluir que sí traña a la delicadeza de sus órganos. Pero trataba de problemas de responsabilidad en cuanto a diversos cuidados, diversas ve- contractual y era menester encontrar el rificaciones, mantenimiento, etcétera, que contrato o los contratos cuyos efectos y ellos requieren, no son exigidos normalmen- sanciones estuviesen regladas por el Cóte, por la noción de garaje, es decir, de digo civil, y en cuyas condiciones de apli"puesta al abrigo de riesgos exteriores", y cación pudiesen encuadrarse las circunsellos continúan incumbiendo al automovi- tancias del contrato de garaje. Hemos señalado anteriormente que valista salvo convención especial de la que ya hemos hablado. Hay por consiguiente una rios eran los contratos que se aproximan al división de los deberes de un buen padre que estudiamos y esbozamos un esquema de familia en consideración al coche entre donde destacamos: el arrendamiento, el de- pósito, la locación de servicios y algunas veces la obra. En Francia se planteó —antes que en nuestro país—, el mismo problema girando sobre tres contratos: el depósito, el arrendamiento y la locación de obra. O bien uno destaca que se trata del uso de un local ajeno y se ubica en la locación de inmuebles, o de porción de un inmueble. O bien repara uno más particularmente en el hecho de la entrega de una cosa a un tercero para que la guarde, independientemente del hecho de saber en qué lugar será ubicada, y nos colocamos en la situación del depositario. Se puede aún, insistir más todavía sobre el carácter activo del servicio independiente, y en tal caso estaríamos frente al de locación de obra. Señala A. Jack, ob. cit., página 614, que recurrir a estos tres contratos ha sido tanto más natural, cuando que es por sus reglas que se ha apelado para otro caso de garaje de vehículos predecesor cronológicamente del desarrollo y aparición de la circulación del automóvil: Se trata de la guarda de bicicletas, sea en el inmueble locado y habitado por el propietario del vehículo sea en lo de un tercero con quien el ciclista tuviera relación por un tiempo determinado. Se decidía que se trataba de una locación de lugar. El garajista no debía entonces a su cliente más que la posesión o goce del local, sin ninguna obligación para con el objeto —el automóvil— ubicado en ese local, no era responsable de su destrucción o deterioro a menos que tales hechos no resultaren de un vicio del local o de su falta delictual establecida en los términos de los artículos 1382 y siguientes del Código civil francés, de igual modo que el propietario del inmueble no era responsable por los accidentes que pudieren sobrevenir al mobiliario del locatario, salvo el caso de vicios o defectos de la cosa alquilada (art. 1721, parag. 2<?, Cód. civ. francés). Desde entonces, el garajista no era responsable en principio, salvo falta delictual probada o prueba de un vicio del garaje capaz de ocasionar accidentes, desaparición del automóvil, su destrucción en el incendio del garaje, y el estallido del motor por congelación. En el caso de garaje, que se considera como contrario a las hipótesis de locación de obra, es menester decir que el garajista, responsable de la restitución del automóvil que le ha sido confiado, es de pleno derecho responsable de su destrucción o deterioro, liberándose sólo previa prueba de que tales accidentes no le son imputables, que el incendio ha .sido provocado sin su intervención, o que ha tomado las providencias contra la desaparición o la helada. En fin, si se trata de un depósito, las cosas son desde ya menos netas en la apariencia que en la realidad: la certidumbre de las soluciones existe en este caso en los principios sentados en el Código civil, pero los motivos de hesitación y en el hecho la contradicción de las decisiones judiciales aparecen en cuanto se trata de aplicar estas reglas a las hipótesis de responsabilidad del garajista que se presentan ante los tribunales. El principio es que el depositario debe restituir la cosa que le ha sido confiada, salvo el caso de fuerza mayor (art. 1929); pero él debe devolverla en el estado en que se encuentra en el momento de la restitución (art. 1393), salvo que los deterioros provengan de su intervención. El debe, en los términos del artículo 1927 del Código civil francés, aportar en la guarda de la cosa depositada, los mismos cuidados que él prodiga en la guarda de las cosas que son de su propiedad. Es el criterio de la falta apreciada en concreto, con respecto a la conducta habitual y personal del depositario, a los cuidados que prodiga a sus propias cosas, independientemente a toda, apreciación ética de su actitud, criterio evidentemente favorable al depositario. Pero el artículo 1929 del Código civil francés, viene a prevenir las derogaciones a esta regla en múltiples hipótesis, en particular ten el caso de "el depositario" que se ofrece él mismo a recibir el depósito, o bien el de quien ha estipulado un salario por la guarda en depósito. Reservando actualmente la cuestión de saber si tal depósito remunerado constituye un verdadero depósito parece aceptable la ocasión que el caso del garaje profesional parece encuadrar a la vez en las dos hipótesis; el garajista evidentemente se ha ofrecido para recibir automóviles, pese a que su cliente es quien generalmente toma la iniciativa del contrato dirigiéndose al garaje, él se ha ofrecido al menos tácitamente, por cuanto —al margen de toda publicidad especial— ha instalado un local expresamente adecuado al efecto sobre la vía pública. Y el depósito —si de depósito se tratase— está en este caso tan bien remunerado que él constituye el acto normal y esencial de la profesión del garajista. Ahora bien, ¿qué resulta de la responsabilidad del depositario en estas dos hipótesis? El artículo 1928 decide que en caso parecido la disposición del artículo precedente debe ser aplicada con el mayor rigor. Y los autores deducen tradicional y unánimemente, de esos términos asaz vagos, la vuelta al criterio abstracto, más corriente y severo, del buen padre de familia, según la cual lo que se requiere del depositario es una diligencia normal. ¿Qué solución puede deducirse de ese criterio en las hipótesis en las que los litigantes han querido hacer jugar la responsabilidad del garajista? En cuanto al incendio o desaparición del de la cosa depositada la misma diligencia que en las leyes suyas propias (art. 2202)". Desde la construcción del sistema de la jurisprudencia francesa, se encuentran fallas, y tampoco asombra la variación de la jurisprudencia respecto a sus decisiones. Terminan por admitir que el contrato de coches, ellos constituyen, sean caso de fuerza garaje no es absolutamente un depósito, mayor ajenas a la voluntad del depositario, sino un "contrato de naturaleza mixta más sean casos de inimputabilidad, según la cerca del depósito que de la locación de causa del incendio y la existencia o ausen- servicios" a tal punto que es permitido precia de precauciones suficientes contra el guntarse si las próximas decisiones no abanrobo, la prueba de la fuerza mayor o del donarán estas extensiones inadaptadas de carácter de no imputable incumbe, por el instituciones preexistentes por n'o encarar sólo hecho de encontrarnos en materia con- la realidad de las cosas. tractual y de que hay obligación de restiComo señala A. Jack, ob cit., págs. 619 y tuir, al depositario. sgts. es que si las explicaciones mediante la En la mayoría de los casos, el garajista no locación y el depósito parecen desde ya cripodrá producir esta prueba y será respon- ticables en sus efectos, por consecuencia de sable de daños e intereses. la incertidumbre, también de la inexactitud Algo semejante • sucede en nuestro De- de esos efectos, hesitaciones, dificultades, recho. y por consiguiente las críticas se convierten De acuerdo al artículo 2203 del Código aún en más-encontradas cuando se trata de civil. "El depositario no responde de los las condiciones de aplicación de esos conacontecimientos de fuerza mayor o caso tratos. Desde luego, el sistema de la jurisfortuito, sino cuando ha tomado sobre sí prudencia francesa fundándose esenciallos casos fortuitos o de fuerza mayor, o mente sobre la distinción de las hipótesis cuando éstos se han verificado por su cul- del garaje relacionadas con la locación de pa, o cuando se ha constituido en mora de cosas y de las relativas al depósito, es el restituir la cosa depositada". Y la jurispru- criterio de esa diferencia, simple y neta en dencia ha establecido entre otros fallos lo apariencia, que se revela al examen, como siguiente: "El garajista responde por la pér- fugitivo, complejo y variable. Desde entondida del vehículo cuya custodia se le confia- ces, todo el sistema se derrumba o, por lo ra excepto si ésta proviene de un caso for- menos, no se sostiene sino dificultosamente tuito o de fuerza mayor (Cám. Nac. Civ., y con gran esfuerzo, después de añadidos artificiales. sala A, 9-8-954, L. L., t. 76, pág. 588). A primera vista, 'la distinción es fácil: En virtud del artículo 1525 del Código civil nuestro, el locador responde de los vi- habría locación cuando las partes considecios o defectos graves de la cosa arrendada ren principalmente, como objeto de las oblique impidieran el uso de ella, aunque él gaciones del garajista. la posesión de un no los hubiese conocido, o hubiesen sobre- local determinado donde debe ser colocado venido en el curso de la locación, y el loca- el automóvil; depósito, cuando, por el contario podrá pedir la disminución del precio, trario, es la guarda del automóvil la que ha o la rescisión del contrato, salvo si hubiese sido encarada particularmente conservanconocido los vicios o defectos de la cosa. do el garajista la libertad de colocarlo en Lo cierto es que la responsabilidad del la parte del local que quisiera. En el primer caso, si las partes saben amlocador es más amplia ya que de acuerdo al artículo 1526 responde igualmente de los bas que utilidad les debe rendir el local alimpedimentos que se opongan al locatario quilado, este conocimiento no entraña otras para el uso o goce de la cosa arrendada, consecuencias jurídicas que una manera aunque sean por fuerza mayor, o por ac- particular de apreciar los vicios posibles del ciones de terceros, en los límites de sus de- local sin que el arrendador tenga ninguna obligación con respecto a las cosas, ahí rechos. Como señala Luis M. Rezzónico en su obra ubicadas por el locatario. En el sengundo Estudio de los contratos, Edit. Abeledo. 1952, caso, el garajista será obligado a toda la página 36: "las obligaciones y responsabi- vigilancia y a todas las precauciones activas lidades del locatario por la guarda y conser- que comportan la guarda del coche, sin que vación de la cosa son más severas que las la consideración del local donde el coche está ubicado intervenga de otro modo en las del depositario, por lo mismo que éste obra gratuitamente: el locatario responde am- relaciones jurídicas de las partes que como pliamente por falta de conservación o dete- un elemento de esta obligación de vigilanrioros (art. 1561), mientras que el deposita- cia. Señala Jack, que este principio, a pesar rio sólo responde si no pone en la guarda de su enunciado firme se va a revelar in- deciso en sus aplicaciones prácticas. Indecisión inevitable, porque este criterio toma su origen de consideraciones psicológicas, porque su aplicación va a necesitar la búsqueda de la voluntad de las partes. A falta de prueba escrita, para fijar esos elementos con una precisión suficiente —como es el caso más frecuente— debe recurrirse a las presunciones del hombre, es a partir de los hechos, de las circunstancias, que es necesario determinar la intención de las partes; y la indecisión, las divergencias, aparecen, tanto en la selección de los hechos a tomarse en cuenta como base de esta inducción, cuando en el razonamiento mismo que se va a apoyar en esta base. En resumen, estando expuestos los principios arriba indicados, para que el garaje pueda ser considerado como una aplicación de la locación de cosas es necesario establecer que el contrato se refiere a la "posesión o goce de un local determinado" y no comporta obligación alguna del arrendador relativa a la guarda de las cosas eventualmente ubicadas en ese local. O antes bien, las pruebas de esos dos órdenes de consideraciones no deben ser aportadas en justicia al mismo tiempo y por la misma parte. He aquí, como, desde el punto de vista del procedimiento, van a ocurrir las cosas: un automóvil guardado no puede ser restituido por haber resultado destruido en el incendio de un garaje o robado o no puede ser restituido deteriorado; su propietario va a accionar contra el garajista por inejecución de la obligación de restitución, sin haber probado la responsabilidad de ese garajista, en virtud de los principios de la responsabilidad contractual; él establecerá solamente la existencia,. en virtud de las convenciones concluidas, de la obligación de restitución del automóvil en su integridad; más precisamente y en concreto, el cer de manera positiva la existencia a cargo del demandado de las obligaciones constitutivas del depósito. Si no obstante las primeras conclusiones del demandante han sido suficientemente explícitas sobre este punto, el garajista se va a esforzar evidentemente en su defensa, de establecer al mismo tiempo que las condiciones de locación, la ausencia de las condiciones de depósito por ausencia de la obligación de vigilancia del coche. La existencia de las condiciones de la locación va a ser más fácil de establecer sobre todo en cuanto a la especificación de un local-determinado, porque los elementos de prueba simples, derivados de la correspondencia de las partes o simplemente por la constatación por investigación sumaria del lugar en que se guardaba el coche, podrá proveer indicios precisos sobre el punto. Como lo señalamos en otra parte de este trabajo, para nosotros la responsabilidad del garajista no debe tomarse en base a uno y otro contrato solamente. Consideramos que es esencial en la especie hacer regir la responsabilidad por la teoría del riesgo profesional. 4) Relaciones con otros contratos. Las decisiones jurisprudenciales en materia de garaje han acudido a otros contratos nominados: al mandato, a la locación de obras y a la locación de servicios. Así por ejemplo en el fallo registrado de la Cámara Nacional en lo civil de la Cap. Fed., sala "F" (Expte. 46.648) en fallo del 31 de marzo de 1959 (M. Hnos. c/P. J. M., por daños y perjuicios), establece la responsabilidad del garajista por la sustracción del vehículo, y la relación jurídica que vincula a las partes en este juicio emana de un contrato de los llamados complejos o mixtos, que por no tener en el Código civil, una reglamentación especial deben ser incluidos en la categoría de los contratos in- pretenderá la existencia de un contrato de depósito. Es entonces que para su defensa, el garajista va intentar probar que por el contrario se trataba de una locación de cosas y que por lo tanto el no es responsable de tal destrucción o robo. Para establecer bien que se trata de una locación de cosas el va a tratar de demostrar que se trataba del goce o posesión de un local determinado. Pero —opina A. Jack— que no le parece que es necesario imponerle igualmente la obligación de la prueba negativa de la ausencia de obligaciones a la guarda en sí de la cosa; esto será más bien el propietario del automóvil que en respuesta a esta defensa y si no hubiera aportado de una manera suficiente los elementos de tal prueba en su demanda, va a tratar de estable- nominados (art. 1143 del Cód. civ.), y teniendo en cuenta las obligaciones o prestaciones que cada contratante debe cumplir participa de los caracteres de la locación de cosas, del depósito, y de la locación de servicios. También en Francia se ha colocado al contrato que estudiamos en relación a otros contratos, pero la jurisprudencia francesa parece además orientarse hacia el reconocimiento del carácter original del contrato de garaje en relación a otros contratos nominados del Código civil. La sentencia de la Corte de Riom del 12 de enero de 1932 decide que "es un contrato de naturaleza mixta". Los consejeros de la Corte de Riom han sido los primeros en apercibirse de que se trataba de una solución demasiado perezosa la de asimilar el garaje al depósito. Pero no han osado llevar hasta el fin el resultado de sus conclusiones: ellos agregan que se trataba de un contrato "más cercano al depósito que a la locación de servicios", y tratan electivamente de aplicarle las reglas del depósito. Para A. Jack, ob. cit., página 655, el contrato de garaje resulta ser un contrato original, en sus condiciones y eíectos, originalidad que, destaquémoslo bien, no es una creación técnica arbitraria sino que está gobernada por el fin mismo del contrato. "Un contrato inominado, hecho si se quiere de una locación de cosas, y de una locación de obras de alcance muy restringido". ¿Es el contrato de garaje un contrato real? ¿Se perfecciona por la tradición o por el acuerdo de voluntades? A criterio de A. Jack, el contrato se perfecciona por el acuerdo de voluntades —idea que compartimos— sin que sea necesaria la tradición del vehículo para que el mismo subsista, a semejanza del arrendamiento de las cajas de seguridad en los bancos. Los garajistas exigen el pago previo al ingreso del vehículo, y muchas veces por no decir siempre, el contrato subsiste y existe la obligación de abonarlo, aún cuando no se deje al vehículo en el recinto del garaje. A su vez el garajista tiene la obligación de conservar el espacio destinado al vehículo, y no lo utilizará para dárselo a otros usuarios, ni aún en el caso de retardo en la primer guarda del automóvil, de tal suerte que el precio del garaje, le será debido con toda equidad durante tal período aún cuando la tradición no hubiera tenido lugar. Compartimos el criterio de A, Jack, en este sentido, para llegar a la conclusión entonces, que el garaje, no es un contrato real, puesto que está perfeccionado a paitir del acuerdo de voluntades. (Si la tradición fuera indispensable sería necesario decidir que el contrato se desarrolla durante la permanencia del vehículo en el garaje, que las obligaciones recíprocas de las partes se extinguen luego de cada saiida del coche y que un nuevo contrato en las condiciones antiguas se forma tácitamente a cada reingreso del coche. Consideramos que esta Mea es inaceptable. Por tal motivo no compartirnos los fundamentos del falio registrado por la Excrna. Cámara Criminal y Correccional de la Cap. Fed. ("Fallos", t. VI, pág. 429,- cau- sa: García Mejuto), cuando se sostiene que la.3 obligaciones del garajista terminaban —transcurrido el tiempo del contrato— con el retiro de las cesas guardadas por su dueño o persona debidamente autorizada al efecto, y se renuevan cada vez que los vehículos o semovientes vuelven a ser intro- ducidos en el inmueble, por acuerdo expreso o tácito de ambas partes. Entendemos que cuando el usuario pacta con el garajista, no lo hace para estacionar . el vehículo por un par de horas, porque generalmente lo dejará estacionado, • o en una playa destinada a tal efecto. Salvo los casos de garajes de hoteles, residenciales, etcétera, creemos que siempre que se pacta el estacionamiento en un garaje la regla general es para hacerlo con una idea de permanencia indefinida —a veces—, o por un período muy extenso, donde la excepción estará dada por la temporalidad. Además es consabido que la estipulación del precio siempre se pacta por mes, salvo como hemos dicho en lugares de veraneo, playas de estacionamiento, hoteles, etcétera, que por la propia naturaleza del lugar o de la actividad que efectúa cualquiera de las partes contratantes, dará la pauta definitiva sobre la permanencia y plazo del contrato. No cabe duda que el garajista está obligado a recibir el coche cuando lo vuelva a traer el cliente. El dueño del garaje puede ser pasible de una condenación de dañes y perjuicios como consecuencia de tal rechazo, sin poder alegar legítimamente la ausencia de un vinculo jurídico con el usuario. Terminaremos este capítulo señalando, que dadas las características que reviste este contrato- ave posee los matices que ya reseñamos anteriormente es decir participa de la locación de cosas, del depósito, de la locación de servicios y a veces de la locación >de obra (en este orden), unas y otras características no se excluyen entre sí, precisamente por las modalidades que reviste la naturaleza jurídica de este contrato. Por tal motivo frente al depósito, contrato esencialmente real no puede alterarse la esencia del contrato que estudiamos por participar de los caracteres del contrato de locación, de naturaleza consensual. No cabe duda pues que estamos frente a un nuevo contrato cuyos elementos y caracteres hemos señalado. Capítulo quinto Protección jurídica del usuario. Dentro de este capítulo estudiaremos varios casos que se han planteado con motivo del cese en sus actividades por parte del garajista. A menudo nos hemos enfrentado en estos últimos tiempos con la voluntad del propietario de un establecimiento destinado a garaje que lo desea cerrar, o bien para dañe otro destino, o, a fin de demolerlo con e) objeto de edificar en él otro edificio. Ante tal determinación cunde generalmente la preocupación de todos los usuarios que han guardado sus vehículos por espa- cío —en algunos casos— de más de veinte Años. Frente a tal decisión se han preguntado si tienen alguna acción, si existe algún remedio para contrarrestar la expulsión y desocupación —violenta en muchos casos— de sus vehículos, por la voluntad unilateral del garajista. Para nosotros el remedio que hemos aconsejado como solución inmediata, ha sido recurrir a la acción prevista por el interdicto de retener o recobrar la tenencia; prevista en los Códigos procesales de nuestro sito de automóviles, afirmando por lo demás, que no medió violencia ni clandestinidad en los procedimentús de la demandada. En la sentencia se entra a considerar que la procedencia o no de este interdicto depende de acuerdo al articulo 581 del Cód. de proc. de la existencia de dos condiciones: 1) De que el actor haya estado en posesión o tenencia de una cosa y 2) caso de cumplirse el primer requisito, de que fuera despojado con clandestinidad o violencia de esa posesión o tenencia. Siempre entendimos que dicha protección no sólo se funda en el derecho que tiene el usuario y que surge de la ley procesal en concordancia con el Código civil, sino también en resoluciones emanadas de la autoridad competente para reglamentar el funcionamiento de tales establecimientos, y que es materia de nuestro estudio en otro el actor tampoco estuvo en la tenencia que capítulo de este trabajo. Los casos de jurisprudencia que hemos recogido hasta el presente no son muchos, en razón de que el problema es nuevo y se ha agudizado a partir del año 1950 sobre todo en la Capital Federal. a) En el fallo registrado en la revista jurídica La Ley, tomo 65, página 909, 1952, se establece: "No existe el despojo de la •posesión o la tenencia requeridas para que sea viable el interdicto de recobrar, por parte del propietario del coche a quien se le impidió continuar guardándolo en el garage, ya que la relación no es de arrendamiento, sino que acusa predominio del depósito o guarda del vehículo, con la consiguiente inaplicabilidad de las disposiciones de la ley 13581" (Fallo de la Cáni. Nac. civ. sala "B", 23-10-951 en los autos de Pablo Hilario c/ Darkel S. A.). En esta causa se presenta la actora deduciendo interdicto de recobrar la posesión (art. 581 del Cód. Proc Civ.), a fin de que se le ponga en posesión nuevamente de la cochera que tenía alquilada en el' garaje donde guardaba su coche. Sostenía el actor que era locatario de una "cochera" o espacio destinado a colocar su automóvil, existiendo un contrato de locación y que habiendo estado en posesión o tenencia de dicho sitio o "cochera", de la que fue despojado con violencia y clandestinidad, tiene derecho a ejercer .este interdicto. La demandada, si bien reconoce que el actor guardaba su coche en el garaje clausurado, niega la existencia de un contrato de locación, pues no le alquiló determinado lugar o superficie; no teniendo por consiguiente el actor, ni la posesión ni la tenencia de espacio alguno del local. Dice que sólo prestaba un servicio de guarda o depó- Se sostiene que no hubo posesión, y que supone y protege el interdicto. Quedó probado que el actor no tenía "cochera", no existiendo en el garaje por lo demás "cochera", para ningún coche. Quedó demostrado además que "tenía espacio donde guardaba su automóvil, sea un lugar u otro del local, según la hora que llegase"; reconociendo también "que dejaba su automóvil abierto y que, por consiguiente, podría ser puesto en marcha y ubicado por el personal del garaje en el lugar que consideraba oportuno". Si el actor no tenía asignada una "cochera" o "box", dentro del garaje, donde por lo demás, nadie tenía ese derecho, es decir, si no tenía una porción o superficie concreta y determinada: ¿cómo pretender que ejercía la tenencia y menos la posesión de algo?. Lo único que tenía por el pago de una mensualidad, era el derecho a guardar el automóvil dentro de un garaje colectivo, industrial o profesionalmente explotado por su dueño. Y tenía derecho, por supuesto, de que, quien le guardaba su coche, ejerciera un cuidado y vigilancia, ya que quedaba bajo la custodia y responsabilidad del empresario. Aparte de que la tenencia (arts. 2460 y sgts. Cód. civ.) y el propio título de ese capítulo IV supone la existencia de una "cosa", en el sentido del artículo 2311 del Código civil. (Es decir: objeto corporal), siendo de señalar que el interdicto de recobrar también lo supone (el inc. 1<?, art. 581 del Cód. de proc. habla de "tenencia" de la cosa), aparte de eso, tal tenencia "sólo se adquiere por la tradición", o "entrega de la cosa" (art. 2460 cit.). Y está claro que en el local del garaje, ni tenía el actor una cosa —superficie, lugar, sitio espacio cierto y determinado, ni nadie le hizo entrega de aquélla. Agrega el fallo que si para ser tenedor de una cosa hay que tenerla "efectivamente", en su poder (art. 2352, Cód. civ.), o si como dice Salvat "la tenencia... consiste en la detentación material de una cosa" (Derechos reales, Edic. 1927, t. 1, pág. 196, núm. 373), no puede el actor invocar la tenencia de un espacio —por así decir— abstracto, que día a día, o noche a noche, podía cambiar y que —como ya se vio— de hecho cambia continuamente. La sentencia pues, considera que bastaría el rechazo del interdicto por la ausencia de un presupuesto indispensable, como es la tenencia de una cosa. mara: había clara predominancia del depósito y guarda del coche del actor que se entregaba al depositario para disponer de su custodia. b) Distinta es la posición mantenida en el interdicto de recobrar, deducida en un caso análogo al anterior en los autos: "Casella, Arturo c/ Bozzo, Néstor T." tramitado en la ciudad de La Plata, Cám. 2^, C. C., sala !?• en octubre de 1952, registrada en la Revista Jurídica La Ley, tomo 68, pág. 728, año 1952, donde se sienta la siguiente doctrina: "Quien celebra contrato para guardar el automóvil en un garaje, puede ejercitar el interdicto de recobrar. La /alia de determinación concreta de la ubicación del •garaje del automóvil desalojado no obsta el interdicto de recobrar deducido; el último estado es el que fija la tenencia concreta para promover el interdicto". En el caso que analizamos, el propietario del local decide cerrar el establecimiento, luego de haberle hecho entrega del mismo el dueño del fondo de comercio que lo explotaba como garaje. Los dueños de los vehículos ante la prohibición de ingresar al mismo deducen el interdicto de recobrar la posesión. El fallo de !?• instancia hace lugar al mismo, y en 2^ instancia vota en primer término el doctor P. Legón. Comienza a analizar este magistrado, sí realmente existía tenencia o posesión para inclinarse que había tenencia y que se había producido la violencia o clandestinidad prevista en la ley procesal. Estudia la naturaleza del contrato de garaje y lo observa desde dos puntos de vista, nominado único, sea depósito o locación de cosa o/y de servicio; o a la inversa innominado atípico y llega a la conclusión de que en uno y otro hay tenencia. Sostiene en síntesis, Troplong (Du Depot et du Séquestre, tomo 15 de Le droit Civil expliqué, París, 1845, págs. 18 y 22, núm. 23), que cuando en un convenio hay características de varios, es preciso hallar la idea dominante, el fin principal, para encontrar el prevalente; o sea, el que en definitiva, viene a constituirse en el nomenclador de esa convención polivalente. Argumenta: "lo mismo que los filósofos no multiplican las entidades, de igual manera los jurisconsultos deben abstenerse de multiplicar, innecesariamente los contratos". Agrega F. Legón, que con este patrón ideológico, no podemos dejar de ver en ese ésfaleromorfo "contrato de garaje", este temo de elementos convencionales; algo de locación de cosas (a veces también de ser- Por eso no es necesario entrar al análisis del contrato de garaje ni establecer su naturaleza jurídica. En el fallo comentado se sigiíe la doctrina y jurisprudencia francesa y termina diciendo que tampoco existió en este caso locación de inmuebles, no pudiendo por lo demás alegarse la existencia de resoluciones ministeriales, no solamente por ser posteriores a los hechos que motivan esta litis, y de consiguiente, inaplicables, sino también porque debe estarse a las características que de los diversos contratos fija el Código civil o leyes que lo modifiquen y a la verdadera naturaleza jurídica de las relaciones contractuales. El fallo fue recurrido y la Excma Cám. Nac. de Apelaciones en lo civil de la Cap. Fed., confirma la sentencia de 1^ instancia en razón de que no habiendo resultado que hubiere arrendamiento y consecuente tenencia de una determinada fracción del local, sino con clara predominancia depósito o guarda del coche del actor, que se entregaba al depositario para disponer de su custodia, se declara bien decidida la causa, por no ser de aplicación al caso las prescripciones de la ley 13.581, que se invocan en el curso de la misma y para los efectos que se persiguen de recuperación definitiva de las prestaciones a que se daba derecho el contrato denunciado, entre ellas la de continuar disponiendo de ubicación para el automóvil en el referido local (art. 7<? de esa ley). Decía el artículo 7<? de la ley 13.581: "Tampoco podrá ampararse en la prórroga quien se encuentra ocupando un inmueble en virtud de cláusulas accesorias de otro contrato". De las conclusiones de este fallo hemos visto: 1) Que la protección del interdicto no le correspondía en razón de que no tenía asignada una "cochera" o "box" dentro del garaje". 2) Que no tenía la tenencia de una "cosa", otorgada mediante la "tradición" o "entrega" de la cosa. 3) Que no había locación. Pero en nuestra opinión se deja traslucir en este fallo la preocupación por determinar cuál era realmente la voluntad de las partes y la naturaleza del contrato, ya que vicios: cuando se incluye lavado, engrase, considera que "es bueno advertir que en etc.) y cierta dosis de depósito (cuidado del el contrato de garaje las variantes no son vehículo). Se sostiene que el elemento fundamental pocas", y como sostiene el fallo de la Cá- que se destaca es el de locación de- cosa, porque se revela como "¡a genearca de esta ideogenia convencional". Adoctrina Troplong ob. cit. que si quisiéramos configurar depósito multifario en todos los contratos en donde el cuidado de la cosa se encuentra entremezclado, saldría este epiíO'nema ¡qué confusión en la clasificación de las convenciones! La guarda de la cosa es esencial en el depósito (Aubry Rau, Cours, París, 1871, 4?' edic. t. 4, pág. 818, párr. 401), el fin único es el de "recusíodienda". (Paúl Pont, Des Petits Contr-ats, París 1877; del t. 8 de Explicution de Marcada, pág. 187, núm. 384). En la oportunidad del sub lite, lo del cuidado deja de ser esencial para convertirse en accesorio, contingente: en los garajes es lo colectivo lo que incita al también de la unificación del cuidado. Antieconómíco, en grado superlativo, resultaría si cada cual debiera aportar su cuidador Lo interesante del caso que comentamos es que eran los mismos propietarios de los automóviles los que costeaban a los cuidadores, porque el dueño del fondo de comercio, lo había entregado al propietario del inmueble. Otra característica notable que se destaca en el fallo, es la onerosidad de esta convención. En cambio, el depósito resulta pronunciadamente proclive hacia la gratuidad. De la locación de servicios hay muy poco que glosar. Existe siempre. De existir no es lo preponderante. Lo necesario, por ende es él vinculum loci. Por este artículo, la locación de cosa reina y gobierna. Más adelante analiza el fallo de que la circunstancia de no existir "box" o lugar determinante asignado para el vehículo, no quiere decir que no haya locación. Con cochera o sin ella, locación hay; y con ésta la tenencia. Valverde en su obra Tratado de Derecho civil español, Valladolid, Madrid, 1913, tomo 3, página 463, señala que para el Código argentino, en lo referente o locación, no es preciso que la cosa sea determinada. Rotundamente sale la afirmación del artículo 1500: "Aún las cosas indeterminadas". Vélez Sársfield dice en la nota: "puede alquilarse un coche, un caballo, sin determinasr precisamente cuál sea". Pero esto tiene sus límites. En verdad, esta indeterminación (como lo apunta Rezzónico), es nada más que relativa: desaparece en el momento en que tiene lugar la elección. Concluye el fallo —que comentamos— admitiendo que la determinación del sitio cambia y se localiza en cada oportunidad en que se efectúa un desplazamiento. El último estado es el que fija la tenencia concreta para la reclamación, por lo que se invoca: quieta nom moveré. Existe por lo tanto, la necesaria determinación. El estudio realizado en este fallo nos parece sumamente interesante por la solución razonada que a nuestro juicio se analiza por el doctor Legón. c) En el fallo registrado por la Cámara Nacional en lo civil de la Capital Federal, en los autos: "Yavich, Rodolfo y otros c/ Republic S. R. L. s/Interdicto", la sala "D", con el voto de los doctores Cicherc, M. Sánchez Bustamante y A. M. Pleitos, el 23 de diciembre de 1957, resuelve revocar la sentencia de !?• instancia señalando en nuestro criterio el camino correcto que cabe seguir ante la presencia de estos contratos. En el caso que comentamos, los actores, ante la presencia de un cartel puesto en el local, donde guardaban sus vehículos, que anunciaba el próximo cierre del establecimiento, deciden deducir un interdicto de retener. Publicado en Doctrina judicial, t. I, 1958, pág. 134, núms. 1401 y 1402 razón por la cual procedemos a transcribirlo en la parte pertienente: El interdicto de retener constituye una medida de amparo a favor de quien se halla en "actual posesión", y se ha tratado de inquietarlo en ella por actos materiales (art. 574, Cód. de proc. civ.). Protege el hecho de la posesión, cualquiera sea su naturaleza, desde que nadie puede turbarla arbitrariamente( art. 2469, Cód. civ.); por consiguiente, puede ser intentado por el simple tenedor, y, con mayor razón, cuando la tenencia se funda en un título, como sería el contrato de locación (Alsina, t. III, pág. 467 c; Lafaille, Curso de Derechos Reales, 2* edic., t. I, pág. 301). En el sub lite, el interdicto ha sido promovido por loa titulades locatarios del garaje de la calle Corrientes 3647 y la sentencia lo rechaza fundada en que los actores no tienen la posesión strictu sensu, del inmueble, y porque media entre ellos y la demandada una relación contractual que excluye la vía elegida. El apelante, se ha extendido en abundantes consideraciones sobre la naturaleza jurídica del contrato que vincula al propietario de un automóvil con el dueño del garaje donde lo guarda. (V. fallo de esta sala en La Ley, t. 82, pág. 612), cuestión ésta que es ajena al interdicto, toda, vez que el progreso del mismo no se subordina al derecho de tener la cosa o poseerla, sino a la existencia de una relación de hecho entre la cosa y la persona que la ocupa. El interdicto de retener, como el de despojo, se dan también al simple tenedor, porque, como ha sido admitido de antiguo por la Corte Suprema de la Nación, no constituyen acciones típicamente posesorias, sino medidas de carácter policial, encamina- das a prevenir ia violencia y mantener ei orden público, impidiendo que las personas se hagan justicia por mano propia (V. Fernández, t. I, págs. 479 y 487; causas 43.189 y 44.153, resueltas por esta sala el 18 de octubre y el 13 de diciembre del año en curso respectivamente^. De ahí que el poseedor, o el mero tenedor, que hayan sido turbados o desposeídos pueden hacer uso de este remedio procesal, aún contra el mismo propietario, o contra quien invoque derechos sobre la cosa. De acuerdo con los principios expuestos, es evidente que los actores, que ocupan espacios en el garaje de la calle Corrientes 3647, para guardar sus respectivos automóviles, han sido inquietados en esa ocupación, por el anuncio del dueño del garaje de que, a partir de determinada fecha, "dejará de prestar el servicio de cocheras" (Fs. 2/, 48/51, 52/53), en cuanto ese aviso implica la eventual privación del uso de los espacios hasta ahora utilizados. Esto no importa abrir juicio sobre el derecho que puedan o. no tener los actores para continuar ocupando los lugares destinados a sus vehículos a cuyo respecto la demandada tiene abiertas las vías legales pertinentes, estándole vedado solamente, pretender hacerse justicia por sí misma. . Tal ha sido la sentencia de segunda instancia que revocó la de primera instancia cuyas partes pertinentes transcribimos a continuación: La sentencia de V* instancia postula que los accionistas debieron probar: lí>) Los actos pertúrbatenos o turbatorios y 2?) La posesión. Da por probados los actos turbatorios no así la posesión. Se funda en que los actores eran meros tenedores ligados a la contraparte por un contrato de locación o de depósito, que no "hace a este juicio dilucidar la naturaleza del contrato porque en ambos supuestos la solución es la misma, es decir de simples tenedores, que carecen de derecho de intentar por la vía de un interdicto, el mantenimiento de la situación material y jurídica que la motiva...". En esencia, se sostiene que el locatario no está amparado por el régimen de los interdictos, para mantenerse en el uso y goce de la cosa locada, del cual ha sido privado violentamente y manu milita,ri, por el locador, en un acto de "justicia por mano propia". Lo primero que debe resolverse es cual es la naturaleza jurídica del contrato o del vínculo que liga a las partes, porque el resultado final del litigio está vinculado necesariamente a la solución que se dé a este problema. Efectivamente, si hay locación, la procedencia del amparo del interdicto es indiscutible, como es hoy, a la altura de las in- vestigaciones realizadas, perfectamente aceptable y demostrable. Decíamos en la expresión de agravios que el contrato cuyo cumplimiento manu miütari había motivado esta litis, se conoce con el nombre de "contrato de garaje", cuya definición no importaba en ia emergencia, consabidos como son su objeto principal y sus modalidades. El objeto de este contrato es la ocupación, uso y goce de un espacio de un garaje, en el cual el propietario del automotor, guarda su vehículo pagando por este uso y goce, una determinada cantidad de dinero. Modalidades de este. contrato, generalmente son estas: limpieza del vehículo, servicio de nafta, aceite, etcétera. Pueden existir otras modalidades, como es la que no haya un espacio contratado, previamente determinado o individualizado: el dueño del vehículo lo deja en el garaje y el encargado del mismo lo coloca en el espacio que en ese momento tenga libre. Pero, ni ésta ni las otras modalidades modifican la naturaleza jurídica del contrato. Señalábamos que hay en el contrato de garaje, esencialmente un lugar, un local determinado o no, en el cual una persona tiene derecho a ocupar con un coche de su propiedad, por cuya ocupación debe pagar un precio determinado. Hay un inmueble, por cuyo uso y goce, se paga un precio. Asimismo hay dos personas: el dueño del garaje, del inmueble y el dueño del coche, que han contratado, que han celebrado un acto jurídico. ¿Podemos decir que estamos ante un contrato innominado? ¿A qué conclusión arribaríamos? ¿Que el aludido contrato, no tiene nombre en nuestra legislación? El artículo 1143 del Código civil acepta la clasificación: "Los contratos son nominados e innominados según que la ley los designa o no bajo una denominación especial; en la nota puesta al pie de este artículo, por el codificador, éste recuerda la opinión de Pothier, que no acepta la división y la de Duranton que la sostiene. No podemos dejar de consentir la clasificación, ella está impuesta por la ley, y no es tolerable el incumplimiento sino por la fuerza, en un régimen de tiranía y de incultura. Mas, ¿qué aporte nos hace esta clasificación para solucionar la cuestión que hemos enfrentado? Evidentemente ninguno, ni siquiera como punto de referencia. El Código civil, sostiene una norma que jueces y abogados, como auxiliares de la justicia, estamos obligados a acatar. Es el articulo 16 que nos impone la tarea de resolver esta "cuestión civil". Nuestro contrato de garaje, ya tiene nombre, es un viejo contrato que asume hoy nuevas modalidades, que responde a su vez, a nuevos aspectos de la vida social, a nuevas exigencias de la vida colectiva. La empresa del intérprete está señalada por un constante afán de captar las realidades de la sociedad en que vive, infundiendo con ellas vida, a la norma, revitalizándola, haciendo hablar con nueva voz, adaptándola al tiempo en vigencia; tiempo que es elemento capital del Derecho. En el párrafo anterior tratamos de lograr concretar los datos de la experiencia que constituyen el fondo de nuestro contrato y lo que .sobre este fondo ha emergido logrando para la vista común una inaceptable deformación; inaceptable porque para nosotros, esta deformación no existe, ni como imposición de la historia —queremos decir de la vida actuante— ni como concepto de la ciencia. Este fondo, lo repetimos, está constituido por dos personas, una de las cuales, el dueño de un local lo da a la otra en uso y goce y la otra paga por ese uso y goce, un precio determinado dentro del tiempo. ¿No ha sido contemplada esta relación entre estas dos personas por nuestro Código? No podemos vacilar en la contestación, ella está dada primordialmente por el artículo 1493 de este Código. Lo que hemos llamado más arriba deformación, está integrada por nuevas modalidades necesarias para que el contrato llene su función social, pero que apenas si lo logran justificar que se lo considere como una variedad de la locación de cosas. Sólo la superficialidad de unos y el abandono de los juristas de su misión altísima para incursionar en el terreno de la filosofía, ha originado este afán clasificatorio, que llegando al campo de la ciencia ha dividido al Derecho en varias ramas que enfrentan hoy con el sólo argumento de la rutina, los recientes ideales unitivos que fatalmente serán una realidad exitosa dentro de no mucho tiempo. El contrato de locación de cosas ha sido invadido por ese afán .encontrando nuevos elementos de distinción, en simples modalidades desprendidas de los inventos científicos, de la técnica y de nuevos canales de la vida social que no alcanzan para un criterio bien nutrido, a alterar la esencia del viejo contrato y apenas, si lo logran como lo hemos dicho, agregarle ideas, que el genio de los juristas las encauza con toda facilidad en lús tradicionales moldes. Y no es que el jurista sea enemigo de lo nuevo —no podría serlo jamás— nada más que exige para aceptarlo que, él importe facilitar el des- envolvimiento y avance de los anhelos de justicia, y. el desarrollo de las exigencias fundamentales de la vida colectiva. ¿Se satisfacerían estos anhelos y estas exigencias multiplicando hasta el infinito de los contratos, que son el eje de la vida social? Si a cada negocio jurídico nuevo debemos crearle una nueva figura jurídica que lo comprenda, los Códigos estarían sometidos a frecuentes reformas y pronto nos encontraríamos ante una verdadera anarquía producida por la ley misma, que como sabemos es la voz común del orden. Sosteníamos que en el caso estábamos ante un contrato de locación de cosas, con algunas modalidades, que pueden justificar una variedad del mismo, sin acentuación, ni posible repercusión en los elementos esenciales del contrato clásico. La sentencia de 1$ instancia que como dijimos fue revocada, sostiene en este fallo que la locación no está amparada por el interdicto. Consecuencia necesaria: El locador puede desalojar en cualquier momento al locatario y éste no tiene otro amparo que la común acción de incumplimiento de contrato: daños y perjuicios. Y conste que el sentenciante en el caso está frente a un demandado que se ha hecho justicia por sí mismo, por "sus propias manos", según el decir común. El juez resulta aquí aceptando esta justicia privada, dándole el asentimiento del Estado, no obstante ser un acto típicamente contrario al Estado, manifiestamente adverso a principios esenciales de la Constitución y para ser exacto: contrario a la Constitución misma, como estructuración del Estado, el señor juez aparece dando validez a un acto de fuerza. Esto sólo bastaría para anularla o revocarla. Agregábamos que si nuestra función, no fuera otra que la de defender intereses privados, aquí terminaríamos nuestra exposición, pero no. es así, somos auxiliares de la justicia y nos sentimos impulsados por el cumplimiento de las obligaciones que tal cargo importa; de ahí que vamos a tratar de demostrar que el señor juez está equivocado cuando sostiene en su pronunciamiento que la locación de cosas no está amparada por los interdictos. En el Derecho romano, vigente aún en la legislación del mundo occidental, las formas esenciales del derecho de las cosas son: propiedad, posesión, detención y jus in re. A nosotros nos interesa hoy únicamente la detención o mejor dicho la tenencia. La, aproximación local de una persona a una cosa no establece relación jurídica; para que ésta pueda existir es indispensable la voluntad de poseer. Voluntad que existe tanto en la posesión como en la detentación. Cuando esta voluntad es impulsada por el animus domini, hay posesión, cuando no tiene ese impulso, hay detención. En lo que alude a la protección jurídica, la detención, en el antiguo Derecho romano se caracteriza por la ausencia completa de •todo derecho por parte del detentador con respecto del dominus possesionis. Esto es aplicado por Ihering, por la preponderancia de la clase rica sobre la proletaria, permitiendo al poseedor de grandes extensiones facilitar a sus clientes el uso gratuito u oneroso, con la reserva de privarlos de él cuando creyera conveniente; de este modo quedaba el simple tenedor a merced del titular de la posesión, quedaba fuera de la ley, su estado era de completa subordinación. En este derecho el locatario no podía prevalerse de sus derechos contractuales, sosteniendo que el locador estaba obligado a dejar en su poder y mantenerlo en el uso y goce de la misma cosa, pues tal relación en nada menoscaba el poder del dominus possesionis, quien podía, prevalido de este poder expulsar a su voluntad y sin motivo al locatario, y si este se resistía, podía intentar contra él el interdicto uti possideti o unde vi. Luego, según es consabido, Ihering lo señala, los intereses económicos y el progreso del sentimiento jurídico provocaron de consuno la reforma, y en virtud de ella, el locatario quedó protegido por una excepción de dolo y respecto a los terceros por la actio injuriarum. El locatario, ya no está, en ese entonces fuera de la ley. Vamos a dejar sin relacionar las etapas posteriores de esta evolución, lo mismo que el Derecho de la Edad Media y las reformas auspiciadas por el Papa Inocencio III, para entrar directamente a la investigación de nuestro Código, que ha elevado la relación contractual entre locador y locatario a tal categoría que casi se confunde con un Jus in re, con un derecho real, como lo indicara el (Joctor jóse Galiano y lo llevara al doctor, A. Colmo a sostener que el derecho del locatario era netamente un Derecho real. Nuestros tratadistas han llegado ya a la conclusión definitiva de que el detentador, cuando detiene en virtud de una causa jurídica un contrato, que crea un derecho personal a tener la cosa, no se podrá exigir a voluntad la restitución. Este derecho, pues, tiene el amparo innegable del ordenamiento jurídico, de base Constitucional. No creemos oportuno extendernos más sobre el tema. Pensamos que está suficientemente demostrado que el locatario frente al locador o poseedor animus domini, tiene el amparo de los interdictos, que el no puede ser despojado por el titular de la posesión, que no está fuera de la ley como en el antiguo Derecho romano y como lo ha declarado la sentencia en recurso a todas luces incon- firmable. Creemos que el fallo dictado en los autos referidos, se ha inclinado por la buena senda, no por la circunstancia de haberse modificado la sentencia que había resultado adversa en primera instancia, porque sería inmodesto que pretendiéramos hacerlo aquí. Pero es el caso que se consagra en esta forma la tesis que sostenemos en este trabajo. La protección de la tenencia mediante el interdicto cuando media justo título para invocarla. ¿Qué se entiende por "justo título"? Dada la naturaleza de la medida; su faz procesal, cuyo resultado puede ser adverso en una demanda ordinaria. En este campo no puede entrarse a discutir el fondo de la cuestión por tratarse de una materia que debe discutirse en juicio ordinario. Para nosotros, basta tener la tenencia y que haya actos pertúrbatenos que han tenido por finalidad modificar esa tenencia. d) No dejamos entrever que la posición del usuario o locatario de garaje pueda ser confundida. Además de tratarse como ya lo señalamos de un contrato "nuevo", la protección que se pretende interponer ante cualquier acto que tienda a modificar la relación jurídica que une a las partes, procede por vía de interdicto, como acción rápida y eficaz de carácter policial, y que tiende precisamente a evitar las vías de hecho. Las controversias vienen repitiéndose desde antigua data. No entraremos a historiarla porque escaparía a la intención de este trabajo. Me limitaré a comentar el excelente "Manual de Interdictos" del magistrado español don Juan Ríos Sarmiento (Edic. J. M. Bosch, Barcelona, 1858, págs. 105 y sigs.). Relata que la ley de Enjuiciamiento española (De Procedimientos), contiene en el artículo 1651 la siguiente norma: "El interdicto de retener o recobrar procederá cuando el que se halle en la posesión o en la tenencia de una cosa haya sido perturbado en ella por actos que manifiesten la intención de inquietarlo o despojarle, o cuando haya sido ya djespojado de dicha posesión o tenencia". Trae a colación las siguientes sentencias del Tribunal Supremo: I). S. 11 de julio de 1881: "Procede el interdicto, no sólo para recobrar la posesión de las cosas, sino la cuasi posesión de los derechos, pues, resolviéndose en esta clase de juicios sumarisimos cuestiones de orden público, lo mismo se afecta éste privando a uno con violencia o clandestinamente de una cosa corporal que poseía como de un derecho que cuasi poseía". II). S. 3 de abril de 1884: "Con arreglo al artículo 724 de la L. E. C. de 1855 (1655 de la de 1881), el interdicto de recobrar no sólo compete a los que tienen la posesión judicial, sino también a los que se hallan en la «tenencia de la cosa», o lo que es lo mismo, en la simple ocupación actual y corporal de ella, con derecho o sin él, corno claramente lo demuestra el texto de dicho artículo al emplear las palabras «posesión o tenencia», que tienen distinta significación en el lenguaje forense y en el común". III). S. de 23 de junio de 1880: "Que los «Arrendatarios» se defienden per derecho propio cuando proponen interdictos contra aquellos que en vez de acudir a las vías legales, los despojan violentamente de la tenencia de las fincas arrendadas". IV). S., del 21 de noviembre de 1904: "Que con arreglo al artículo 1560 Código civil, el arrendador no está obligado a responder de la perturbación de mero hecho que un tercero causare en el uso de la finca arrendada; pero el arrendatario tendrá acción directa contra el perturbador. . . , que é&ta acción es dimanente de un propio derecho... que establecido que todo poseedor, cuyo carácter tiene el tenedor de la cosa para su disfrute, aunque pertenezca el dominio a otra persona, tiene derecho a ser respetado erí su posesión y si fuese inquietado en ella, deberá ser amparado por los medios que las leyes de procedimientos establecen, vienen estas disposiciones, contenidas en los artículos 446 y 432 del mismo Código y UB31 E. C., a corroborar el sentido del propio derecho sentado en el considerando anterior". También en España, ha provocado muchas discusiones, el problema de saber si el arrendatario puede instar interdicto de retener o recobrar cpntra el dueño de la cosa arrendada. Opina Juan Ríos Sarmiento (ob. cit.), que en el Derecho español vigente, el arrentatario puede ejercer la acción interdictal contra todo perturbador o expoliador. Para exceptuar a alguno de estos es necesario que exista otra disposición legal que lo exceptúe o un motivo jurídico superior a estas disposiciones legales que produzca tal excepción, o una razón interpretativa que nos lleve a entender que alguno de los perturbadores o expoliadores no está comprendido en aquellas disposiciones. Concluye afirmando que muchos autores son de la misma opinión. Aparte de los artículos publicados por Rodríguez Solano y por Gimeno Gamarra en la Revista de Derecho Privado y en la General de Legislación y Jurisprudencia de los que hemos tomado muchos datos, el profesor Prieto Castro (Exposición del Derecho Procesal Civil de España) dice así: No sólo es poseedor para los efectos de la tutela interdictal de que tratamos el que posee a título de dueño, para 'quien la posesión es el signo exterior de su derecho dominical, sino todo poseedor, pues sólo importa el corpus, y por consiguiente el simple ocupante o tenedor actual, el arrendatario, incluso frente a,Y propietario o poseedor mediatos (pues en el interdicto no se ventila el mejor derecho, sino la persistencia o no de una situación), el comodatario, el prendario, el depositario, el anticresista, el usufructuario y el usuario y- en general todo el que tenga o detente una cosa". (Exceptúa a los meros servidores de la posesión, como el administrador, que no es poseedor). Y Manresa, en sus Comentarios al Código Civil: "Por regla general, los interdictos de retener o recobrar pueden establecerse, contra toda persona que realice actos de perturbación o despojo, aunque sea el mismo dueño". Hemos querido señalar algunos párrafos de las ideas expuestas por la doctrina para demostrar que desde antigua data, se admite que esta acción pueda ser intentada por el locatario. En nuestro país nos encontramos aún hoy día con algunos fallos que no la hacen extensiva a estos. De modo que quienes opinan así tampoco entienden que pueda deducirla un usuario de un garaje. Sin embargo, observamos una inclinación favorable a la tesis que sustentamos la que día a día adquiere mayores adeptos. Nos limitaremos a citar a R. L. Fernández en Código de Proc. Civ. Comentado, Bs. Aires, 1955,. pág. 491 —entre otros— quien expresa: "Para nosotros este interdicto, lo mismo que el de retener, puede ser iniciado no sólo por el poseedor animus domini, con posesión jurídica (anual pública, pacífica, continuada no interrumpida), y con sólo posesión actual y momentánea, sino también por el mero tenedor; cuando se intenta recobrar la posesión jurídica perdida, el interdicto, verdadera acción posesoria, se llama de recobrar (el Cód. civ. 2487, la llama «de restitución»); cuando quien la deduce es un poseedor actual y momentáneo o un tenedor, se llama- interdicto de despojo, que no importa una acción posesoria, «sino una disposición de orden público con el objeto de prevenir la violencia y el atentado de hacerse justicia por sí mismo» —de acuerdo con el principio secular: expoüatur ante omnia restituendo, que aceptan todas las legislaciones— como lo ha resuelto la Suprema Corte". (V. pág. 479 y J. A., t. 7, pág. 257; t. 28, pág. 973; t. 48, pág. 320). (Conf.: Caravantes III, pág. 249; Casarino, 392; Castro, III, pág. 131; Ibarguren, 35; Jofré IV, págs. 121 y sigs.; Lafaille I, pág. 260 y 290; Llerena, VII, pág. 267; Machado, 2? Ed. VI, pág. 435; Salvat,.Derechos Reales, I, pág. 291; Segovia N. a su 2492; 1* C. C. J. A., t. 66, pág. 495; L. L., t. 9, pág. 397; t. 15, pág. 124; Cám. Fed., Córdoba, L. L., t. 11, pág. 46; Cám. Ap., Rosario, L. L., t. 15, pág. 420; V. Cálvente, 268; interd., despojo: L. L., t. 11, pág. 283; n. J. A., t. 3, pág. 94). Agreguemos que dentro de la doctrina aceptan nuestra tesis Osear Serantes Peña y Javier Clavell Borras en Código Procesal Civil y Comercial, Edit. R. Depalma, Bs. As., 1957, pág. 334, comentario al artículo 581 del Código de proc., pueden intentarlo: 3) el que celebra contrato para guardar el auto en un garaje (id. L. L., t. 68, pág. 728; J. A., 52-4, pág. 367). e) Volviendo a nuestra jurisprudencia observamos una inclinación favorable tendiente a lograr la protección jurídica aúa a casos semejantes al que planteamos en este trabajo. Se ha resuelto así: "Que el interdicto de despojo contra acto de «justicia», privada es un remedio policial que garantiza el derecho del simple tenedor, lo ha resuelto la Suprema Corte Nacional". "El interdicto de despojo es un remedio policial que es de carácter urgente y sumario, dado en favor de quien se encuentra en posesión de un inmueble, con o sin derecho a tenerla y cualquiera que sea el tiempo de su duración y origen, contra el que por sí y ante si, le turba con violencia o clandestinidad". (Set. 6-944, Cap. Fed., La Plata, set. 8-944. J. A. 1944, 4', pág. 209; J. A. 1944, 4', pág. 509). Una sentencia de desalojo contra el tenedor que no ha sido oído en el juicio respectivo da lugar al interdicto de retener la posesión. He aquí la parte dispositiva del fallo: "La regla de que la notificación de una sentencia de desalojo no puede dar base a un interdicto de retener la posesión, sólo es aplicable cuando se ha dictado contra quien ejercita la tenencia de la finca no cuando se trata de un poseedor". (J. A. 11-842, pág. 638). Y vamos a citar un último caso que confirma nuestra tesis sobre la verdadera naturaleza de la protección de los interdictos y sobre quienes son los que pueden invocar esta protección: "El artículo 581 del Códi- go de procedimientos de la Capital'se refiere al interdicto de recuperar la posesión como a la acción de despojo ya que es aplicable en los supuestos de posesión o tenencia perdidos por tenencia o clandestinidad". (Cám. Nac. de Apel., en lo Civ. de la Capital. Sala "B" set. 7-953; J. A. 11-954, p. 57). Creemos que a medida que la civilización avanza, . los pronunciamientos judiciales deben tender a evitar los actos de justicia por mano propia. f) En el interesante fallo dictado por la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Civil de la Capital Federal. Sala "A", (publicado en J. A. IV-958, pág. 49), se establece: "Es un contrato —el de garaje— innominado. Participa a la vea de algunas características del depósito y de la locación, el que tiene por objeto la guarda de un automóvil en un garaje: por ello, le son aplicables las soluciones inherentes a la locación, en cuanto los hechos las hagan procedentes. Procede el interdicto para recobrar el espacio que los actores tenían contratado para la guarda de su automóvil en el garaje del demandado, si éste les prohibió que lo entraran si no le pagaban la nueva retribución que les exigía". (Autos: "Martorano Dante y otros c/ D'Amico Héctor"). El fallo de 1» Instancia en sus considerandos tiene en cuenta que la prohibición de entrada al garaje fue motivada por el hecho de que los actores no se allanaron a pagar $ 200 mensuales cada uno, por la ocupación del local y guarda del coche, en lugar de las sumas inferiores que hasta entonces abonaban, exigencia dispuesta personalmente por el demandado. Justificado el carácter de locatario invocado por los actores, estima el a-quo que no ha podido el copropietario demandado impedir por su exclusiva voluntad que los actores pudieran seguir utilizando el servicio de ocupación del garaje para la guarda de sus coches, máxime teniendo en cuenta que no se ha alegado falta de pago de alquiler y. demostrado, como está, que el garaje sigue abierto y en funcionamiento, recibiendo normalmente otros automotores. A lo expuesto, cabe agregar, que más injustificada aparece aún la actitud del demandado, si se observa que los propietarios del garaje aparecen infringiendo las disposiciones de la ley 12.830, y sus decretos reglamentarios, en cuanto se relaciona con el alza de precio de las cocheras de garajes, como se pone de manifiesto en el informe corriente al final del sumario ¿djunto expedido por el jefe del Departamento Sumarios; todo lo cual, para el criterio del juzgado hace inaplicable al caso la invocación hecha por el demandado del fallo que se registra en J. A., 11-952, pág. 173. Señala que el artículo 2487 del Código civil y el articulo 551 del Código proc., amparan la situación de los actores, en razón de que está probado que gozaban de la tenencia y derecho de uso del garaje ubicado en la calle citada, a los fines del resguardo de sus respectivos coches por haber mediado una locación cuyos méritos no ha podido modificar por sí solo el demandado, como* lo ha hecho, impidiendo en forma violenta el acceso al garaje. En cuanto al régimen jurídico de la locación de garajes, el juez de 1* instancia comparte la doctrina sustentada en el fallo que se registra en J. A., IV-952, pág. 367, que hace viable en el caso el interdicto deducido. Por este motivo se hace lugar a la demanda deducida y se condena a la parte demandada para que dentro del término de 48 horas restituya a los actores su derecho a la tenencia y uso del garaje en cuestión, para sus respectivos automotores, en las condiciones en que lo ejercitaban hasta la fecha en que les fue impedido el acceso al mismo. (Fallo del doctor Enrique Oiraudy Sec. Lucio L. Meléndez). La Cámara Nacional'en lo Civil confirma el fallo el 29-4-58, sosteniendo sustancíalmente que tratándose de un contrato innominado que participa a la vez de algunas características del depósito y de la locación, le son aplicables subsidiariamente las soluciones inherentes a la segunda de dichas relaciones jurídicas, en cuanto los hechos las hagan asimilables. Que los actores tenían espacios destinados para guardar sus vehículos y han sido inquietados en esa ocupación por el anuncio que se les hiciera en la pizarra y con la posterior prohibición de introducir los vehículos al mencionado garaje, mientras no pagaran la nueva mensualidad que se les exigía y a la cual se opusieron (Sala D Causa 43.883. Dic. 23-957 anotado en Doctrina Judicial, año I, núm. 149). Por las razones expuestas, lo que surge del articulo 581 del Código de procedimientos las aducidas por la Sala D en L. L., t. 82, pág.611 y por sus fundamentos se confirma la sentencia apelada. (Voto de los dostores R. L. Claps y E. Sourrruille). En otro fallo reciente se sustenta la misma doctrina: "La protección que importa el interdicto de retener alcanza a la relación de Derecho en cuya virtud se ha entrado en la simple tenencia de una cosa y tiende a evitar cualquier perturbación en la misma; en consecuencia, debe acordarse a los propietarios de automóviles que guardan estos en un garaje y a quienes se amenaza privarlos de sus cocheras, sin que a tal efecto sea necesario establecer la natura- leza de la relación jurídica que los protege". (Parte dispositiva publicada por Doctrina Judicial 14-7-959, núm. 680. R. 54.269. Viga- no Ricardo y otros c/ La Negra Rey Basadre S. A., 29-IV-959. Juzg. doctor Quiroga Ol- mos See. Santillán. Conf., por la Cám. Nac. en lo Civ. de la Cap. Ped., Sala B). Compulsados los autos temos extractado la parte dispositiva de la sentencia de 2$ Instancia que estableció: "Buenos Aires, junio 29 de 1959 V. y C.: Acciones como la promovida por los actores llevan a recordar una vez más, la voluntad de la ley de prevenir la violencia como medio de lograr la afirmación y efectividad de un derecho, interesada, naturalmente en evitar que las personas se hagan justicia por su propia mano. Lo ha dicho reiteradamente la Corte Suprema de Justicia de la Nación, así como los demás tribunales. Tal como lo ha sostenido la Sala "D" de esta Cámara (Causa 43.883, 23-13-957), la protección que importa el interdicto de retener alcanza a una relación de derecho en cuya virtud se ha entrado en la simple tenencia de una cosa. De ahí que una vess probado el hecho de la perturbación, atribuido al demandado deba acogerse el interdicto (Cód. de proc., arts. 574 y 577) y resolviendo aquel tribunal en situación análoga a la controversia aquí suscitada, toda vez que se trata precisamente del amparo de la posesión o tenencia en lo que habían sido inquietados quienes ocupaban con sus coches espacios en un garaje, acogió la demanda instaurada. Lo similar de la situación de los actores, que se apoyan en las resoluciones ministeriales que citan que son las emanadas del Ministerio de Comercio e Industria (números 1280/56 y 1440/57), resulta del hecho de significar los carteles colocados sobre los surtidores de nafta y en las columnas del garaje, mediante los que se les requería el retiro en breves días de los coches por el inminente cierre o clausura del local, la realización de actos que afectaban derechos por cuyo mantenimiento la ley procesal acuerda el interdicto de retener, en correspondencia con determinadas disposiciones legales de fondo. El derecho invocado al demandar, que las citadas disposiciones contenidas en las resoluciones del ex ministerio de Comercio e Industria, establece en cuanto concretan la prohibición de cesar con la prestación de los servicios, aún en el caso de proponerse los propietarios cerrar sus establecimientos, ya no es conocido en la alzada. Antes bien, al invocar la demanda ahora en su favor otra resolución posterior emanada de la actual Secretaría del Estado de Comercio, que les es favorable, aparece ajus- tado también a dichas actuaciones minis- ría correr la misma suerte que la de los casos resueltos bajo comentario. teriales su derecho en el pleito. No es el caso examinar con precisión Capítulo sexto la relación de derecho que el servicio presResponsabilidad civil del garajista y del tado por el garaje generó con los actores para precisar su verdadera naturaleza jurí- usuario. El criterio utilitario es el que reina dica toda vez que el interdicto resulta pro- generalmente en el litigio. No pretendemos cedente por el hecho de ser válida la ocu- traer nada nuevo cuando hacemos esta pación "autorizada", en el local y de ha- aserción, pero debemos recordarla para el bérselos inquietado por aquellos actos ma- estudio de este capítulo. La polémica se inclina, cuando se trata teriales sostenidos después. Y puesto que el pleito quedó radicado sotare esas bases por- de debatir la responsabilidad civil del garaque la relación procesal establecida entre jista, hacia un lado o el otro, según a quien las partes y aún la sentencia recaída en la se defienda. La vida diaria trae problemas complejos; instancia anterior sólo se ajustó a ellas, corresponde que este tribunal decida dentro, de naturaleza especial y de múltiples facede sus exclusivos términos (Cód. de proc., tas, que muchas veces no es posible encasillarlos como si fuera una mercadería. art. 216). ¿Existe contrato de garaje pero suborniConviene señalarlo muy especialmente porque en fecha posterior a la de la senten- nado a qué condiciones? ¿Cuáles son las cia en recurso habríase resuelto por dicha modalidades y las cláusulas que imperaron Secretaría de Estado autorizar a La Negra durante el transcurso de la contratación? ¿Qué reservas formuló una y otra parte? Rey Basadre S. A. a que proceda a la des¿Qué pruebas se aportan y detalles de toafección del local destinado a garaje, precisamente el de autos, con la condición de da índole que muchas veces ni los propios efectuar allí, ¡as construcciones ampliatorias clientes ponen de manifiesto, y recién surde sus cámaras frigoríficas, depósito de hie- gen en la secuela del juicio? Frente a estos problemas el abogado que lo y dependencias accesorias, finalidad esa juzgada de esencial importancia para la po- patrocina a un litigante, interpreta o trata de interpretar, de acuerdo a sus conviccioblación. y la razón que es lo que en general Para ello la firma demandada habría de nes, prevalece, la idea de justicia que deberá presentar antes de la iniciación de la obra primar definitivamente. los planos de demolición y de la nueva consEnrique Díaz de Guijarro en su excetrucción debidamente aprobados por la lente jurídica: Abogados y autoridad competente. Pero esta situación, Jueces,monografía edit. Abeledo Perrot, Bs. Aires, 1959 en que pretende ampararse y que podría nos recuerda con palabras que reconfortan acaso fundar otra decisión respecto de los el Decálogo del de Ossorio y Gaocupantes de su garaje, es algo ajeno a los llardo (IV PiensaAbogado siempre que tú eres para extremos de hecho y de derecho que fueron el cliente y no el cliente para ti) y el insigpropios de la litis, respecto a los cuales de- ne Couture en sus mandamientos (!•? Estube recaer sentencia en ella. Así se brinda- dia: El Derecho se transforma constantería a los ahora accionistas la oportunidad mente. Si no sigues sus pasos serás cada de actuar y decidirse frente a la novedad o variante de referencia, que a estar a la día un poco menos abogado), para llevarque esa constante evoluactuación cumplida hasta el presente apa- nos yesseñalarnos ciencia y progreso. rece justamente ignorada y omitida en su ción Bajo esta última faz debemos pues obserpresentación en la alzada. var esas ideas cambiantes que día a día La sentencia de !?• instancia es confirma- se traducen en fallos contradictorios a veda por la Excma. Cám. Nac. de Apel. en lo ces y circunstanciales otras, impuestos por Civ. como hemos dicho. mil factores que inciden en su desenvolvi- Los fallos comentados, se inclinan pues, por la tendencia moderna al interpretar la verdadera naturaleza jurídica de la relación mantenida per el usuario con el propietario del garaje (el garajista). Se sientan así las primeras bases de la protección jurídica de este contrato por la vía procesal. Toca ahora debatir el problema por la vía ordinaria, para conocer la opinión de nuestros tribunales. No conocemos ningún caso que se haya promovido hasta el presente, pero en nuestra opinión, el resultado debe- miento. Estas palabras previas, que deseo hacer a manera de introducción de este capítulo, sirven pues para demostrarnos desde distintos ángulos que las posiciones asumidas respecto a la materia que estudiamos, han sido vistas desde diferentes facetas que denotan sin lugar a dudas ciertas contradicciones que obedecen más que a ningún otro factor, a ese complejo contrato que estudiamos. Hemos observado que cuando se trata de calificar la responsabilidad del garajista, por pérdida, sustracción, daño, incendio, etcétera, se ha tratado más bien de encasillar el contrato que analizamos, dándole una faz de contrato innonimado donde primarán los rasgos del contrato de depósito o de locación, según los intereses que persiguen las partes. a) Las fuentes que determinan la responsabilidad y obligación del garajista. En principio, dadas las características del contrato que nos ocupa, nada obsta que las convenciones que rijan a este contrato se efectúen con entera libertad por parte de ambos contratantes (art. 1197, Cód. civ.). Ninguno de los contratantes está en estado de desigualdad. Por tanto no existiría razón para estar "especialmente protegido", por normas de Derecho público. Pero esta afirmación se hace en cuanto a la responsabilidad del garajista, y no en cuanto a esa porción del contrato que se refiere a la locación de cosas, al arrendamiento, porque en cuanto a este último entendemos que nada obsta su regulación por el Derecho público. Aquí nos referimos más bien a las obligaciones y a las responsabilidades de carácter patrimonial que reglan las relaciones con el garajista y en este aspecto, reafirmamos nuestra opinión que nada obsta para que sus relaciones se rijan por el principio general establecido por e! artículo 1197 del Código civil. ("Las convenciones hechas en los contratos forman para las partes una regla a la cual deben someterse como a la ley misma"). Entonces cabe pensar: ¿Por qué recurrir a medios de solución inciertos y casi extralegales, cuando la ley misma determina los límites de la responsabilidad contractual? Si unos rechazan la idea que puedan aplicarse las normas de la locación y otros las del depósito, o las de la locación de servicios, porque no ir entonces directamente a lo que convinieron las partes de común acuerdo? Entendemos que ello no es ningún obstáculo cuando realmente se formalizó un contrato, se celebró una, convención pero siempre por escrito o cuya prueba se obtenga por confesión de las partes cuando no se hubiera hecho por escrito. Y he ahí, que la naturaleza del contrato, su falta de regulación, y una serie de intereses creados (generalmente los del garajista) , impiden llegar a ese paso y todo se resuelve en una convención verbal, donde será dificilísimo averiguar a veces y probar en otras ocasiones, cual fue la convención que se celebró. Entonces es cuando entran a jugar los principios generales del derecho y se acude a los contratos análogos. Pero entendemos que no deben dejarse de lado otros principios que juegan un rol importantísimo dentro de nuestro Código civil. Así por ejemplo el Código, en materia de obligaciones dice en el artículo 574 que: "La obligación de dar, es la que tiene por objeto la entrega de una cosa, mueble o inmueble, con el fin de constituir sobre ella derechos reales, o de transferir solamente el uso o la tenencia o de restituirla a su dueño". Por el artículo 576 del Código civil se establece que: "El deudor de la obligación es responsable al acreedor, de los perjuicios e intereses, por falta de las diligencias necesarias para la entrega de la cosa, en el lugar y tiempo estipulados, o en el lugar y tiempo que el juez designare, cuando no hubiese estipulación expresa". Como señala Eduardo B. Busso Código Civil anotado, t. IV, Ediar S. A., Ps. Aires, 1951, pág. 11: "El dar, o sea la acción de entregar una cosa, no tiene en sí'mismo un sentido preciso ni implica un efecto jurídico peculiar y específico. Los derechos u obligaeion.es que al «dar» deben seguirse, dependen de las condiciones bajo las cuales la dación se haya estipulado. Las obligaciones de dar sirven de medio indistinto para la realización de los varios efectos jurídicos que el artículo señala: a) Para constituir derechos Reales; b) Para transmitir el uso o la tenencia; c) «para restituir una cosa a su dueño»". Sí bien el Código distingue esos tres tipos de obligaciones de dar, no reglamenta sino dos de ellos: el de constituir derechos reales y el de restituir. Si se trata de obligaciones para transferir el uso o la tenencia el codificador se limita a una remisión a los títulos "Del Arrendamiento" y "Del depósito" (art. 600 del Cód. civ.). Cuando se trata de! contrato de garaje, entendemos que estas normas no bastarán para resolver el problema, y creemos que nadie pensará restringir su alcance a las obligaciones de dar o restituir una cosa. La redacción del texto de las disposiciones estudiadas y su remisión a ciertos contratos, establecen que no se trata de la transferencia de la propiedad de una cosa, sino de restituir la misma independientemente de toda coloración jurídica de este acto material. Si la remisión que se hace al contrato de depósito bastara por sí mismo, para reglar la relación entre el usuario y el garajista no habría problemas de ninguna naturaleza. Pero si observamos que debemos aplicar las normas del depósito voluntario resultará que "el depositario está obligado a poner las mismas diligencias en la guarda de la cosa depositada, que en las suyas propias"; o.como dice el Cód. civ. francés en el art. 1928, los cuidados exigidos al deudor de la guarda de la cosa son simplemente los que cumpliría un propietario de diligencia normal, su actitud debe ser la que tendría frente a la cosa, el común de los hombres. No obstante a pesar de que la actitud de un "buen padre de familia", al cuidado de su coche, sea tan fácil de concebir, es necesario saber si se aplica al caso del garajista. Y una vez más debemos ir a la intención de las partes, más o menos expresa, y es la que decidirá definitivamente sobre la aplicación de las disposiciones citadas. La interpretación del contrato que estudiamos no podemos dejarla librada simplemente a estas disposiciones y existen otras dentro del Código civil que también deben tenerse en cuenta. Con las que una vez determinado el objeto y el contenido de las obligaciones del deudor y ante su inejecución, deciden que ésta no conduce a una sanción de pago y daños, y perjuicios, intereses,'etc., cuando ella se debe a una causa ajena que no le es imputable en particular, es decir a un caso de fuerza mayor o caso fortuito. Como señala A. Jack ob. cit., pág. 849, sólo la consideración objetiva de los hechos, será necesaria para determinar cuando habrá verdaderamente un caso fortuito o fuerza mayor, pero no habrá necesidad ni de la voluntad de las partes ni de las costumbres o usos; la convención no intervendrá entonces más que para derogar la regla legal, imponiendo en casos expresos al deudor la responsabilidad de ciertos casos fortuitos, de cuyas consecuencias el derecho común los habría exonerado. En una palabra si se considera como generalmente se ha admitido por nuestra jurisprudencia que rigen al respecto las normas del artículo 2203 del Código civil. ("El depositario no responde de los acontecimientos de fuerza mayor o caso fortuito, sino cuando ha tomado sobre sí los casos fortuitos o de fuerza mayor, o cuando éstos se han verificado por su culpa, o cuando se ha constituido en mora de restituir la cosa depositada"), se abordará a conclusiones como estas: "El garajista responde por la pérdida del vehículo cuya custodia se le confiara, excepto si ésta proviene de un caso fortuito o de fuerza mayor" (Cám. Nac. Civ. sala "A" de la Cap. Fed. 9-8-954, L. L. t. 76, pág. 588). Se llegará pues a la conclusión que el verdadero sentido de la responsabilidad estará .dada por las normas establecidas por el art. 576 del Cód. civ., que bajo la apariencia de la responsabilidad consagrada instituye realmente que es a cargo del deudor la obligación de conservar la cosa hasta el momento de la entrega y de cumplir los actos materiales necesarios para esa entrega. Por tal motivo, señala Eduardo B. Busso (ob. cit., pág. 10), que el artículo 576 no consagra estrictamente una obligación sino que sanciona una responsabilidad. El texto constituye una exposición sintética e innecesaria de principios contenidos en otros artículos que legislan sobre mora y culpa del deudor (arts. 508 y sgts. del Cód. civ.) y sobre tiempo y lugar del pago (arts. 818, 747, 751 y 752)v Y si de acuerdo a estas normas se establece que —salvo convención en contrario— el garajista no es responsable por el daño fortuito ni la fuerza mayor, resulta entonces que salvo el casó que mediara culpa o negligencia de su parte, no responde por casos de incendio, inundación, terremoto, etc., su responsabilidad en sí es limitadísima, porque entonces se reduciría a los casos de robos y/o sustracciones de partes del vehículo, todo lo cual demuestra a nuestro juicio, que no serán suficientes ni esenciales las normas del depósito para regir el contrato de garaje. b) Obligaciones del garajista respecto del usuario del automóvil. El garajista, debe asegurar al usuario, la posibilidad de estacionamiento en el local destinado a tal fin, de retomarlo y volverlo a entrar en todas las oportunidades que le parezca. Debe estar constreñido a la obligación accesoria, de vigilancia del vehículo, para protegerlo de las influencias exteriores ejercidas en el garaje, que pueden causar su deterioración; en cuanto a la vigilancia de sus partes mecánicas y mantenimiento del motor, surgirá de una convención especial al respecto, pero en principio no tiene obligaciones, A. Jack ob. cit., pág. 676, dice que, entre las diversas obligaciones que le son encargadas, al garajista, unas le son encomendadas directa e inmediatamente por la acción misma del garaje ya oue constituyen de alguna forma el contenido —obligación de recibir y mantener el coche y restituirlo a gusto del propietario— de la noción de garaje y las otras son la consecuencia igualmente necesaria, pero indirecta de esta misma noción, siendo Indispensable no a la existencia misma del garaje sino a su buen funcionamiento, como la obligación de pro veer un local adecuado y vigilarlo para proteger el coche contra los peligros externos de deterioración o destrucción. Hay, en suma, dos categorías de obligaciones en relación más o menos directa con la esencia del contrato, que se encuentran en una situación jerárquica comparable, por ejemplo a la obligación recíproca d« trans- íerir la propiedad y de entregar por una parte y de la de garantizar contra vicios y eviccíón, que corresponden al vendedor; o Vimos que la obligación principal del garajista consiste en recibir, guardar y restituir el automóvil que le ha sido confiado. bien, en la locación de cosas, de la obligaEn caso de inejecución de tales obligacioción del arrendador de garantizar el goce nes, ¿será el garajista responsable, es decir, y posesión de la locación por una parte, y la pasible de una condenación de daños y perde efectuar las reparaciones que le corres- juicios a favor de su cliente? La solución pondan y garantizar al locatario contra los no parece compleja, entendemos que no hay problemas que afecten su goce o posesión, más que aplicar los principios generales de por la otra parte. la responsabilidad contractual a saber, preDada la complejidad del contrato resul- sunción que la inejecución es factible, salta difícil determinarlas con precisión. vo prueba necesaria del litigante sobre esEs así como se constata que las obligacio- te punto y salvo prueba contraria del ganes sustancíales del garajista puedejí des- rajista de la fuerza mayor, del caso frocomponerse en tres obligaciones-diferentes, tuito o de otra causa extraña no imputable, cuya ejecución se sucede en el tiempo y que que lo exonere de las consecuencias de esta corresponde a tres faces cronológicas no inejecución. En virtud de estos principios, importando que el acto se repita en forma ¿en qué casos el garajista deberá pagar o constante y cuantas veces lo desee el usua- no daños y perjuicios después de haber falrio: 1) Obligación de recibir el automóvil en tado a sus obligaciones de recibir, guardar el garaje al primer requerimiento del auto- y restituir el coche guardado? movilista. 2) Obligación de restituirlo igualDejemos de lado, la obligación de recibir mente al primer requerimiento. 3) Obliga- el coche en el garaje. Es la que da lugar a ción de conservarlo en el garaje durante el menos dificultades por una parte, porque período intermedio. en realidad, los casos de inejecución, aunEn cuanto a las obligaciones accesorias, que cada día tienden a ser más grandes, son, por una parte, las que se refieren al no tienen la importancia del perjuicio sulocal donde será guardado el coche, que to- frido por la no restitución del vehículo, o ma necesariamente en consideración el pro- a su devolución destruido o deteriorado. El garajista será de pleno derecho responpietario del coche mientras el depositante se preocupa del lugar donde el depositario sable de la falta de recepción del automóvil en el momento en que su cliente lo requieva a colocar el objeto del depósito. Por otra parte, existe una cierta obliga- ra o en la época expresamente fijada en el ción de vigilancia que se restringe a la pro- acuerdo, salvo caso de fuerza mayor, como tección del coche contra los daños exteriores sería el incendio en ciertos casos y condisin acompañarse de la obligación de man- ciones, en el supuesto de una invasión extener los organismos del motor, salvo con- tranjera o cataclismos naturales como una vención en contrario,, mientras que el de- inundación, por ejemplo. Sucede lo mismo en la obligación de guarpositario igualmente el asalariado, debe a la cosa todos los cuidados de un propieta- dar el coche y no dejarlo salir mientras su propietario no lo reclame. rio diligente. Muy frecuentemente, a la inejecución de Cuando no existe un emplazamiento reservado especialmente para el vehículo, el esta obligación de mantener el coche en el garajista puede desplazarlo de un lugar a garaje, se refieren los casos de responsaotro. El Tribunal de Comercio de Bruselas bilidad indirecta del garajista, casos donde en su fallo del 8 de marzo de 1926, ha reco- él deberá reparar el perjuicio sufrido, no nocido la posibilidad para el garajista de por el cliente como consecuencia de una desplazar un coche, luego de la partida de inejecución de las obligaciones derivadas del su propietario, por cuanto lo juzgaba opor- contrato de garaje, sino por terceros víctituno en la administración de su garaje, aún mas de accidentes causados en la conduccuando el automovilista buscaba un lugar ción del automóvil y donde se tratará de a su gusto cada vez que 10 colocaba en el una responsabilidad delictual fundada en garaje. El fallo ha dado por sobreentendido el Código civil y la noción de guarda; o que no existía lugar determinado por con- bien en las disposiciones del mandato o del vención, sino solamente tolerancia y faci- depósito. lidad benévola dadas por el garajista a su Indudablemente, debemos admitir que hacliente. El local afectado por el garajista brá restitución del precio pagado de antepara- la ubicación de los vehículos, debe re- mano si el coche no ha podido ser mantevestir por lo demás caracteres propios a la nido dentro del garaje salvo naturalmente utilización a que se Jo destina, no deberá el caso de fuerza mayor o fortuito. A ello estar expuesto a la humedad, riesgos de los habrá que agregar el reembolso de la difeincendios, y debe estar suficientemente ce- rencia de precio que hubieran cobrado en rrado para impedir el robo de coches. otro garaje, gastos de desplazamiento del coche, diligencias y todo otro daño imprevisto. Pero, la responsabilidad del garajista tendrá poco campo de acción en esta situación bajo su forma autónoma; las sanciones por la obligación de guardar el coche, jugarán al mismo momento y correlativamente con las obligaciones de restituir; porque, a menudo, si el coche no ha permanecido en el garaje, es porque ha sido robado o destruido, entrañando la imposibilidad de devolverlo. En cuanto a la sanción por inejecución de la obligación de devolver el automóvil, todo va a depender del origen de esta inejecución. Se deberán tener en cuenta para ello las obligaciones del garajista y las que no le incumben. Además tendrá que tenerse presente, la convención que pueda existir entre el garajista y el usuario. En principio, el garajista no es responsable cuando el deterioro del vehículo, no provenga de su culpa o negligencia, sino por una simple falta de conservación por ejemplo. También será responsable el garajista de todos los daños y perjuicios que sobrevengan al vehículo, por las destrucciones, o vicios del local donde está instalado, ya sea por influencia de un hecho extemo contra el cual debía estar prevenido, o ya sea del hecho de un tercero que él debía vigilar o que por su negligencia no ha impedido su acción. En este sentido se ha reponsabilizado al garajista: "Cuantío no ha adoptado precauciones contra el robo; caso en que otro cliente del garaje, por su torpeza, ha causado un incendio o bien ocasionado estragos en otro coche, por cuanto el garajista debía vigilar de manera suficiente para evitar tales accidentes" (Cf. Burdeos, 12 de mayo de 1931, Gaz. Pal. 1931, 2-223). Señala A. Jack, que la situación parece por consiguiente que se ha resuelto muy simplemente por la determinación de la causa de no restitución integral y en función de la extensión de las obligaciones del garajista que hemos delimitado precedentemente. Pero esta simplicidad no es más que aparente y nosotros no hemos resuelto automáticamente el problema de la responsabilidad que viene a sancionar la inejecución de las obligaciones así determinadas por el solo hecho de haber procedido a esta determinación. He aquí, en efecto, cuatro órdenes de dificultades persistentes que deben ^resolverse para arribar a una conclusión, si no muy firme, al menos aproximadamente exacta: 19) Dificultades referentes a la prueba de que se está en la fase de la situación contractual que obliga a restituir. 2") Dificultades de división entre la influencia de la falta de conservación y la de otras causas posibles de deterioración del coche de las que debe responder el garajista. 3') Hesitaciones en cuanto a. la determinación de los acontecimientos que constituyen o no casos de fuerza mayor. 4") Hipótesis de falta común del garajista y de su cliente o aún de falta del automovilista, sólo que es el acreedor de la obligación que permanece sin ejecutar. Antes de saber si en tales casos el garajista debe responder de falta de restitución del coche, según la causa de tal falta, es necesario preguntarse si él está obligado a restituir. Pero ¿cómo puede imaginarse uno esta pregunta, si el garaje consiste esencialmente en la guarda de un automóvil por el garajista, si bien han podido intentar asimilarlo al depósito? Es que como hemos visto, el garaje es un contrato permanente, comportando muchas faces, en las cuales produce efectos diferentes respecto a las obligaciones del garajista. Y toda cuestión será precisamente, saber en presencia de un litigio entre el garajista y'su cliente, en qué face nos encontramos; si en aquella en que, habiendo salido el coche, debe recibirlo de vuelta, o en aquella en que estando dentro debe entregarlo. Prácticamente el caso se presentará en el momento en que se reclame la devolución de un coche al garajista, y éste se niegue a. ello, por cuanto el automóvil ya había salido del garaje y no había vuelto a ingresar. No habría necesariamente mala fe por una u otra parte, en el caso que el coche hubiera sido sacado por el chófer en ignorancia del cliente. Si el chófer desapareciera con el coche, podrían presentarse las cuestiones anexas de falta del automovilista que no ha vigilado suficientemente a su empleado o no ha prevenido al garajista de su despido; o bien de falta del garajista que sospechando que el chófer no está más al servicio de su cliente, no ha solicitado aclaraciones. ¿Cuáles son los elementos de prueba a los que podrá recurrir? Generalmente será la declaración testimonial de los empleados del garaje, que pueden por otra parte y con toda facilidad ser considerados como sospechosos. A veces, habrá un registro de entradas y salidas, que servirá a título de presunción, salvo el caso que lleve la firma del interesado. En todo caso, exigir un escrito en esta materia será prácticamente suprimir toda responsabilidad de prueba para aquél a quien ella incunibre. (Es decir, al garajista litigante en la acción de restitución, sosteniendo por vía de excepción que el coche ha salido del garaje por orden del propie- tario en un momento dado, o a su cliente replicando que el había sido devuelto.) En tal caso no entraría en juego la limitación impuesta por los artículos 1192 y 1193 de nuestro Código civil, pero entendemos que no serían aplicables al caso, ante la imposibilidad voluntaria de procurarse la prueba por escrito, y porque tales entradas y salidas del vehículo "no constituyen verdaderas tradiciones o restituciones teniendo un alcance jurídico, sino simples hechos materiales, pudiendo ser probados por todos los medios admisibles. La prueba de salida del coche será bien difícil para el garajista en ausencia de un registro de entradas y salidas o de la redacción de un escrito cualquiera, pero él será responsable de no haber tomado las precauciones en esta materia, porque es él, quien de una manera general, toma la iniciativa y regla los procedimientos de prueba de las estipulaciones y consecuencias del contrato de garaje. Es el estudio de la jurisprudencia francesa una de las fuentes principales de este trabajo. Vemos a través de ella soluciones que denotan la aprehensión de nuevas teorías sobre la responsabilidad, que escapan muchas veces a las soluciones comunes. Uno de esos casos es el siguiente: "El propietario de un coche, deseando venderlo, lo remite a un corredor de ventas de automóviles de ocasión. Este, a raíz de una imprudencia, derriba un ciclista. La víctima demanda al conductor, cuya culpa se establece y al propietario en su calidad de guardián. Se resuelve que el propietario no tenía la guarda del vehículo y se condena al corredor al pago de la indemnización integral. Pero como el condenado era insolvente, la víctima intenta una nueva acción contra el propietario, invocando el artículo 1382 del Código civil. El proyecto, afirma la nueva demanda, incurrió en culpa al confiar el coche a un insolvente no asegurado. La Corte del Colmar (15-4-958), admite que el hecho de confiar un coche a una persona sin verificar su solvencia y la existencia de un seguro, es imprudencia. No contestan los comentaristas esta cuestión a la que alcanzan las modificaciones de los textos nuevos sobre seguro obligatorio; pero admitiendo la existencia de culpa del propietario, ¿tiene ella relación de causalidad suficiente con el daño del que el ciclista reclama reparación? La sentencia admite que el perjuicio "es directo", apoyándose en el siguiente razonamiento: sin duda, la imprudencia del propietario del coche no es la causa directa de las heridas sufridas por el ciclista, pero es la causa directa de la imposibilidad en que se encuentra la víctima de obtener la reparación del conductor (DJA, núm. 142, pág. 4, núm. 9). El razonamiento es ingenioso y ya fue propuesto con anterioridad a las Cámaras reunidas de Casación (S. 1941-1-271), respecto a un coche #0 cerrado con llave, sin que la Alta Corte lo aceptara (D., 1946, J., 117). Eate caso fue publicado en la Revue Trimestrielle de Droit Civil, enero-marzo de 1959, con traducción del doctor Manuel Orus (J. A., 15-7-959). La construcción es realmente original, pero creemos que pudo resolverse en el mismo juicio —si se hubieran previsto las consecuencias del primer pleito— sin necesidad de tener que iniciar otro. El mismo comentarista, refiere el caso extractado y traducido de la Revue Trimestrielle de Droit Civil, abril-junio de 1959 (J. A,, 21-9-959, núm. 254), con comentario de los profesores de la Universidad de París, H. y L. Mazeaud.. En ejecución de un contrato de depósito oneroso, se envía un automóvil a un garaje. El dueño de éste, depositario, no puede devolver el coche en el estado recibido, pues fue robado en el garaje y encontrado después dañado. La Corte de Apelación rehusó tener por comprometida la responsabilidad del dueño del garaje, fundándose en que no se había demostrado falta de vigilancia; y que, aun- que se hubiese probado, no sería la causa del daño, pues el causado al coche sería consecuencia directa de la culpa del ladrón y no del propietario del garaje. El segundo argumento no era serio, pues si bien Casación ha resuelto que la muerte de una persona llevada por delante por un coche robado manejado por el ladrón, no es, en principio, consecuencia directa de la negligencia del guardián del automóvil, negligencia que facilitó el robo (J. A., 1957, t. IV, sec doct., pág. 79, núm. 18 y referencias abundante jurisprudencia y Lalau, Savatier, Mazeaud) ; ¡nunca se resolvió que el daño sufrido por el robado —pérdida o deteriore de su cosa— no fuera la consecuencia Üirecta de la negligencia de la persona encargada de vigilar la cosa! Casación (Civ. 23-12-958) no lo ha señalado, pues se contentó con rechazar el argumento invocado en primer término. El depositario por precio que no puede restituir la cosa depositada en el estado en que se le entregó, debe, para ser exonerado de responsabilidad, probar que el hecho de un tercero que causó daño a la cosa "presentaba para él los caracteres de la fuerza ma- yor". Es entonces el dueño del garaje quien tiene a su cargo la prueba y no el depositante. Los comentaristas señalan cierta ambigüedad en la sentencia cuando la Corte agrega que el dueño del garaje "debía ser declarado responsable respecto al depositante. .. si una falta de vigilancia por su parte había permitido el robo", y se preguntan: ¿No debe considerarse que para la Corte de Casación, el depositario puede liberarse demostrando que no ha habido falta de vigilancia? Tal posición parece difícil de sostener, pues la obligación de restituir la cosa es de resultado, por lo que, a pesar d,e la confusión doctrinaria y jurisprudencial, ia falta de restitución de la cosa depositada obliga al depositario, salvo que pruebe" un acontecimiento de fuerza mayor (J. A., 1957, II sec. doct., pág. 87, núm. 19 y referencias). No estamos de acuerdo con el fallo registrado precedentemente. Para nosotros la responsabilidad del garajista era evidente y BO podía trasladarse la culpa de éste al ladrón que provocó el daño, sin perjuicio del derecho que pudiera ejercer el garajista contra el ladrón por el resultado del litigio que debió interponer el dueño del vehículo en su contra, Por imperio de la teoría del riesgo que hemos aceptado como definitiva para establecer la responsabilidad del garajista, no cabe otra solución que asignarle a éste la responsabilidad del hecho delictual o cuasi delictual imponiéndole asimismo al empresario ia obligación de producir la prueba de descargo, c) Deterioros. La exoneración de las consecuencias de la falta de conservación del coche parece prima -facie no ofrecer dificultades para el garajista, por cuanto hay inejecución de una de sus obligaciones. Pero a veces hay tales deterioros que uno no sabe si son debidos a una falta de conservación del coche o a circunstancias externas de cuyas consecuencias responde el garajista, o que podrían resultar de los dos órdenes de causas, sin que uno pueda determinar entonces cuál es la parte de cada uno. Además, no se puede sostener que poco importa esta proporción, que el daño será siempre imputable al garajista, porque el podría haber adoptado las previsiones posibles que le incumbían y que habrían producido la supresión de las causas exteriores. No es otra cosa que la aplicación indirecta y accesoria de una teoría que ha hecho hablar de ella en materia de responsabilidad delictual; la de la equivalencia de las condiciones necesarias para producir un daño. Es verdad que el propietario del coche tiene la culpa de todo el daño, que no se habría producido si hubiese cuidado suficien- temente el coche. De tal suerte que habrá lugar, no a la responsabilidad completa del garajista en lugar de su exoneración completa, sino a la responsabilidad parcial en virtud de los principios de la responsabilidad común en materia contractual (A. Jack, oto. cit., pág. 700). Es así como el garajista no responde, por ejemplo, por la deterioración de los frenos del automóvil por falta de líquido, o por la falta de aceite en el motor, puestjj que ello incumbe al propietario, salvo convención en contrario. Pero este daño ha podido producirse o bien ser aumentado por un vicio del garaje, en particular por un exceso de humedad. O bien el motor del coche ha estallado por ia congelación de! agua contenida en el radiador, cuyo vaciado se había omitido; pero tal desastre no habría sucedido si la temperatura no hubiese bajado de O" en el interior del garaje; es decir si el garaje hubiera estado bien abrigado por obra de la calefacción y otros medios. Esta complejidad de causas internas y externas de deterioración del coche, como señala A. Jack, no van a hacer desplomarse nuestro sistema. Una visión precisa de las cosas y un análisis riguroso nos permitirán despejar esta contradicción-, el garajista no será responsable en tal caso sino de la causa exterior que viene a acumular sus efec- tos con los de la falta de cuidados siempre que presente el doble carácter dt ser anormal y de poder ser combatida y aniquilada por medio de precauciones que, por las costumbres, le incumben. Asi será, raro, que el garajista responda indirectamente de los desgastes debidos a la ausencia de engrase de los resortes del coche o por su propietario; sólo deberá hacerlo cuando su garaje presente vicios particulares que influyeron en el caso, o bien si expuso el coche en forma anormal a la intemperie, a la humedad; porque el cliente ha debido contar con una humedad e influencias externas normales, de las cuales estaba obligado a prevenirse. En nuestro país, el garajista no seria en principio responsable por el estallido del motor o daños en el mismo provocados por las heladas. Sin embargo, creemos que t¡al responsabilidad existiría si el garajista se hubiera apartado de sus obligaciones, dejando al vehículo en la intemperie, por haberlo corrido cíe su lugar habitual, para dejar salir a otros vehículos, o para ubicarlos mejor, j no lo hubiera puesto nuevamente dentro del recinto del garaje. En países donde el frío llega a muchos grados bajo cero, el problema no es tan fácil. Si bien como principio general el ga- rajista no responde de los daños producidos por la falta de vaciado de agua del radiador, puesto que ninguna obligación lo constriñe a hacerlo, saivo el caso de convenio en tal sentido. Esta falta, podría no ser perjudicial, en el supuesto de establecimientos que posean una temperatura templada. Ahora bien, ¿estaría el garajista obligado a suministrar calefacción a su local para evitar la congelación del agua del radiador? Si el usuario no ha tenido en cuenta esa condición para contratar, si el servicio de calefacción no se suministraba a la época del contrato, si no se convino, o se percibe una remuneración especial por este servicio entendemos que no cabe la responsabilidad del garajista. No puede decirse que el usuario contrató teniendo en mira tal servicio. Ante esa situación, como así también en los casos de garajes de menor importancia, entendemos que será el cliente culpable de no vaciar el radiador, quien deberá soportar las consecuencias, y no podrá ser indemnizado por el garajista, porque no existe ninguna obligación de parte de éste. Sin embargo observamos ei caso fallado por el Tribunal Civil del Sena del 28 de marzo de 1930, donde se trataba de un garaje con servicios de calefacción, que implicaba un suplemento de 30 francos por mes. El Tribunal sin embargo, concluyó en la irresponsabilidad del garajisía en el caso de estallido del motor por caso de helada. Entonces, nos preguntamos, ¿para qué servía la calefacción? El tribunal establece que ¡a calefacción tenía por fin solamente asegurar en el garaje una temperatura agradable durante la jornada, pero no preservar los coches de los efectos de las, heladas durante ¡as crudas noches de invierno; "además, es imposible luchar con la calefacción central, contra temperaturas inferiores o 0a". En nuestra opinión creemos que el fallo es errado, porque consideramos que el usuario tiene en cuenta en el momento de contratar todos los factores que se le ofrecen y subsisten en el garaje, entre ellos están otros servicios semejantes como ser, por ejemplo, la existencia de ascensores para ser utilizados por los usuarios cuando dejan o sacan sus vehículos que les evita subir escaleras de varios pisos; la circunstancia de po-der colocar su vehículo a una distancia prudencial, de otros, de modo que se les permita abrir las puertas sin entorpecer ai vehículo más próximo por la posibilidad de rayarla o causarle cualquier otro daño, etcétera. En el caso que se modificara tal situación indudablemente, ello tendría que ser por una razón atendible y que no diera lugar a motivos de responsabilidad como sería el caso, por ejemplo, de una persona enferma o imposibilitada que -se afectara seriamente mediante la subida de escaleras en lugar del ascensor o de los daños provocados por la aproximación antirreglamentaria de vehículos que puedan afectar a los usuarios. Por tal motivo resulta criticable el caso que hemos comentado anteriormente (J. A., 21-9-959, núm. 264) cuando en la eje. cución de un contrato de depósito oneroso se envía un automóvil a un garaje y el dueño de éste, no puede devolverlo en el estado recibido, pues fue robado en el garaje y encontrado después dañado. La Corte de Apelación rehusó tener por comprometida la responsabilidad del dueño del garaje, fundándose en que no se había demostrado falta de vigilancia; y que, aunque se hubiese probado, no sería la causa del daño, pues el causado al coche seria consecuencia directa de la culpa del ladrón y no del propietario del garaje. Como lo señalamos en otra parte de este trabajo, no aceptamos esta solución, y en principio el dueño del garaje es responsable de tal evento y debió restituir el vehículo en el estado en que lo recibió, salvo que hubiera podido probar para ser exonerado de toda responsabilidad, que el hecho de un tercero que causó el daño a la cosa revestía los caracteres de ,1a fuerza mayor. d) Caso fortuito y fuerza mayor. Según A. Jack, ob. cit., pág. 703, de acuerdo al artículo 1147 del Código civil Francés, el deudor no será condenado al pago de daños y perjuicios e intereses por inejecución de su obligación • si él justifica que esta inejecución proviene de una causa, ajena que no lo puede ser imputada. Y el artículo 1148 prevé expresamente el caso fortuito y la fuerza mayor. Es especialmente a estos dos últimos términos que los intérpretes se refieren particularmente, es en el caso de fuerza mayor que los litigantes tratan -generalmente de establecer como definitivo, pero el artículo 1147 queda como principio general, Los garajistas demandados por la no restitución de un vehículo, han intentado frecuentemente alegar ¡a fuerza mayor. Es el medio de defensa esencial aunque implícito invocado por el garajista de Béxiers para justificar su negativa de restituir el coche a la salida de las corridas de toros. En Francia como en nuestro país, es generalmente el caso de fuerza mayor, lo que los garajistas han invocado generalmente a fin de que los jueces consideren su inejecución en el robo o incendio del automóvil guardado. Y uno trata de comprender su criterio: el robo, el incendio del automóvil guardado son causas —por excelencia— de no restitución del coche; extrañas e inimputables, son accidentes anormales e imprevisibles —aducea los más entusiastas a esta doctrina—, causas externas, humanas o naturales contra las cuales nadie ha podido prevenirse. Sin embargo, los jueces no se han dejado atrapar por esta argumentación tendenciosa: todas las decisiones proclaman a porfía que el incendio y el robo dei coche no constituyen por ellos mismos casos de iuer2a mayor. En efecto, según un análisis doctrinario unánime y que procede directamente de los términos mismos de las dos expresiones precisas, el caso de fuerza mayor presenta la doble característica de constituir un obstáculo absoluto para la ejecución. Y se trataba de un acontecimiento tan previsible que el garajista intentaba alegar que su actitud le estaba dictada por el uso (?) en casos parecidos. En cuanto al robo o incendio del coche, ellos constituyen, por definición, una imposibilidad absoluta de ejecución y pueden, según los casos, haber sido completamente imprevisibles como por el contrario no haber podido realizarse como consecuencia de una falta del garajista. Muchas veces estos acontecimientos no provienen de una causa extraña no imputable, y puede ser combatida por medio de precauciones necesarias que están a cargo del deudor de la obligación. No dudamos que dependerá de las circunstancias y que en definitiva son cuestiones de hecho. El artículo Í148 del Código civil francés es semejante al artículo 513 dei Código civil argentino que dice; "El deudor no será responsable de los daños e intereses que se originen al acreedor por falta de cumplimiento de la obligación, cuando éstos resultaren de caso fortuito o fuerza mayor, a no ser que el deudor hubiera tomado a su cargo las consecuencias del caso fortuito, o éste hubiera, ocurrido por su culpa, o hubiese ya sido aquél constituido en mora, que no fuese motivada por caso fortuito o fuerza mayor". No entramos ai amplio debate que puede dar lugar la interpretación y estudio de este artículo porque no deseamos extendernos en demasía en el problema que dejamos reservado para los tratadistas que han profundizado brillantemente sobre el tema. Recordemos eso sí, que algunos consideran los conceptos de ausencia de culpa y de causa ajena (que imposibilita la ejecución, como conceptos idénticos que necesariamente coinciden en todos ios casos (Savatíer Traite de la Responsabilité Civile, I, núms. 182 y 183). Otros autores, establecen la existencia de una zona intermedia entre la ausencia de culpa y el caso fortuito (Mazeaud, I, núm. 630, ota, cit. y 3. M. López Oiaciregui La fuerza mayor y la orden del Soberano ante la teoría de la responsabilidad civil, J. A., 1944, t. IV, págs. 311 y sgts,), Como señalan los autores nacionales, si bien se está de acuerdo en que la fuerza mayor y el caso fortuito excluyen la culpa y, por consiguiente, ia responsabilidad del deudor, la- dificultad consiste en definir claramente lo que ha de entenderse por tales conceptos. El codificador sólo ha dado una definición del caso fortuito (art. 514), pero ha callado con respecto a la fuerza mayor (excepto la nota al art, 514). Eduardo B. Busso, ob. cit., t. III, págs. 301 y sgts., desarrolla con suficiencia las teorías que distinguen el caso fortuito de la fuerza mayor y a ese trabajo nos remitimos, entre otros, sin dejar de reconocer el mérito de otros autorse que han desarrollado el tema con brillantez, pero que por razones de espacio no podemos citar. La doctrina argentina coincide en que, en principio, los dos términos "caso fortuito" y "fuerza mayor", corresponden a un mismo y único concepto. Sin embargo, los autores más modernos que en sus obras han tenido ya en cuenta las teorías recientes, sobre todo la de Exner y la de la responsabilidad objetiva, llevan a conclusiones intermedias que concillan las nuevas tendencias con el principio básico de nuestro Código, consistente en que no hay responsabilidad sin culpa. La jurisprudencia francesa atribuye a ambas expresiones un sentido análogo y equipara ambas nociones. (Planiol y Ripert, ob. cit., t. II, pág. 231, y Mazeaud, ob. cit., II, núm. 1561). (Con excepción del accidente de trabajo, tanto en nuestro país como en Francia, donde no se admite como causa liberatoria de responsabilidad por parte del empresario). En el caso de robo del automóvil estacionado en el garaje, ¿podrá invocar el garajista en todos los casos que se trata de un hecho fortuito o de causa de fuerza mayor? ¿Podrá invocarlos en los casos que se trate de una causa extraña a él, como por ejemplo cuando emana a veces de una negligencia de un empleado del garaje, sea porque puede producirse por el hecho de un cliente del garaje? En el primer caso la responsabilidad del garajista se impone porque el es responsable por el hecho do un tercero (en materia contractual, como en materia de responsabilidad delictuai) artículos 1112 y conc. del Código civil en concordancia con el artículo 1384 del Código civil francés. ("La obligación del que ha causado un daño se extiende a los daños que causaren ios qua están bajo su dependencia, o por las cosas Cám. Civ. 1», 26-11-943; J. A., 1944-252 Con- de que se sirve, o que tiene a, su cuidado"). tra: Cám. 1* La Plata, 25-3-1940, L. L. 18- En el segundo caso la responsabilidad del garajista existe, a nuestro criterio, porque éi está obligado a vigilar a las personas que circulan en su establecimiento y en razón, de que e! deudor responde ai acreedor del hecho de otro de sus co-contratantes. Si se tratara de Un robo cometido por un verdadero tercero, ej. un ladrón completamente ajeno al garaje, hasta con violencia, o bien de un robo en que el autor permanezca ignorado, el garajista deberá aún, para ser liberado establecer que no ha cometido ninguna falta, que ha tomado todas las precauciones necesarias contra el robo, porque este hecho no es en sí mismo imprevisible; el establecerá, por ejemplo, que ha exigido y recibido justificaciones serias de la persona que viene a reclamar el coche en nombre de su propietario y que no se trata más que de un estafador; y que no ha concebido sospechas o bien tratándose de un verdadero robo, probará que su garaje estaba herméticamente cerrado durante la noche y con cuidador adecuado y lo mismo bien vigilado durante el día, a menos que el género de garaje relativo al coche robado y la disposición del local a él afectado, no vienen, por fuerza de las cosas a limitar su obligación de vigilancia. (A. Jack, ob. cit., pág. 706, cita por ejemplo el caso de maniobras cometidas por el ladrón, que pueden consistir, en la exhibición de un poder falso; o podrá tratarse también del abuso de confianza cometido, por un chófer cuyo patrón no le hubiera prevenido al garajista de desconfiar de él o hubiera omitido notificarle su despido). Relacionado con el tema, y aún cuando los fallos no se refieran en todos los casos a situaciones de garajes, hemos seleccionado la siguiente jurisprudencia: 1) "Para que el principal responda por los daños causados por el dependiente, es menester, según la juprisprudencia que pueda considerarse dominante, que el daño haya sido causado por éste en el ejercicio de sus funciones". Cám. Fed. Tucumán, 1-10-242, S, A., 19431-386; Cám. Nac. en la Civ. "C" 10-10-1951, L. L. 65-66. 2) "Se entiende que ello ocurre siempre que el dependiente actúa dentro de los límites y objeto aparente de las mismas: (C. S. N. 4-11-942) J. A., 1943-1- 443; 3) "Aunque en realidad haya mediado un abuso o una desobediencia a las órdenes recibidas": Cám. de Apel. de Rosario en pleno, 22-3-1955, J. A., 1955-111-26; S. C. Es. As., 15-5-1945, J. A., 1945-11-767; 4) O el hecho constituya un delito de derecho criminal, Cám. Nac. Civ. "C" 24-6-54 L. L., 75-531; 5) "Como cuando el chófer usa el vehículo contrariando una prohibición del principal: 205; 6) U obra en su propio interés: Cám. Civ. !<», 17-12-1930, J. A,, 34-1157; 7) "En cambio se ha responsabilizado al comitente por los hechos dañosos realizados por el subordinado", con ocasión de las tareas encomendadas, considerando que en tal caso ha encontrado en elias el medio para causar el perjuicio: Cám. Paz Letr. 8-7-49, L. L., 57-717: Cám. !?•, La Plata, 7-5-1940, J. A., 71-420; S. T. Sta. Fe, 19-9-47, L. L. 49-712; S. C. Tucumán 2-4-49; L. L., 57-454; 8) "Pero en todo caso, si el hecho dañoso es por completo extraño a la relación de dependencia, el principal no responde; S. C. Bs. As., 7-7-4-, L. L. 27-260. 9) "Se ha resuelto que el dueño de una estación de servi- cio no responde por ios daños ocasionados a un tercero por su dependiente al conducir un automóvil, si éste le fue entregado directamente por su propietario, quien lo autorizó para utilizarlo en asuntos ajenos a sus funciones, en cuyas circunstancias acaeció el accidente": Cám. Civ. 1*. 21-4-1950, L. L., 58-688. 10) "Para que se responda por el hecho ajeno conforme a lo establecido por esta norma, es requisito indispensable que medie una situación de subordinación (Cám. Civ. I*, 6-5-1918, J. A., 1-655). 11) "Que la persona a quien se pretende hacer responsable por el hecho de otra tenga la facultad de dirigir a ésta en el desempeño de sus funciones": Cám. Paz Letr., 26-12-1939, J. A., 69-211; S. C. Bs. As., 7-7-1942, J. A., 1942, II 320. 12) "Es indiferente que los servicios prestados por el autor del daño sean remunerados, que medie un contrato entre ambos o que resulte de un acto de cortesía": (Cám. Civ. 1?, 16-3-1943, J. A., 1943-1-1915). Si bien el contrato de garaje, reviste como ya dijimos un contrato de naturaleza especial, lleva consigo una serie de obligaciones que no son precontractuales muchas veces, sino que no han podido proveerse en el pacto celebrado entre el usuario y el garajista. Por otra parte, no en todos los daños se sabrá a ciencia cierta quién y porqué debe responder de sus ulterioridades. Y en tal sentido nos remitimos al excelente trabajo del doctor Arturo Acuña Anzorena: "La previsibilidad como límite de la obligación de resarcimiento en la responsabilidad extracontractual", publicado en la Revista del Colegio de Abogados de La Plata, año I, tomo I, 1958, página 17, donde expresa que dentro de los múltiples problemas qiie genera la vasta y difícil materia de la responsabilidad extracontractual, está el referente a la medida de la obligación de resarcimiento a cargo del autor del hecho lícito que ha preocupado siempre a los juristas. Las dimensiones de aquella obliga- ción pueden extenderse en profundidad o en extensión, es decir, tanto en lo referente a los daños indemnizables a la víctima directa del evento, cuanto a las personas con derecho a demandar la reparación, sin más ni más, que la obligación del responsable consiste en reparar en todo el daño inferido a quien quiera que lo sufre, muy a menudo podría darse el caso en que la verdadera víctima no sería el lesionado sino el lesionante y no per lo que pudo pesar en él como tortura moral o cargo de conciencia, sino como gravamen patrimonial, que al tener que afrontar tantos requerimientos, podría verse en la pobreza y en la necesidad de requerir se le acuerde beneficio de competencia. Nuestro Código civil, en tres disposiciones resume la doctrina esencial que lo inspira: la de los artículos. 1077 "Todo delito hace nacer la obligación de reparar el perjuicio que por él resultare a otra persona"; artículo 1079: "La obligación de reparar el daño causado por un delito existe, no sólo respecto de aquel a quien el delito ha damnificado dire:tamente, sino respecto de toda persona que por él hubiese sufrido, aunque sea de manera indirecta", y el artículo 1109: "Todo el que ejecuta un hecho que por su culpa o negligencia ocasiona un daño a otro, está obligado a la reparación del perjuicio". La letra de estos textos no indica restricciones de modo que la obligación de resarcimiento no tendría otra medida que la que le señala el acabamiento de las consecuencias del hecho, es decir, que sería ilimitada, porque interminable es la concatenación que existe entre estos dos extremos: hecho y consecuencia. Acuña Anzorena concluye que uno de los medios por los que se puede limitar si no el quantum, sí la extensión de los daños derivados de un acto ilícito, es el que proporciona la previsibilidad y la previsión de sus consecuencias. Desde el momento que en esta materia y de conformidad con la ley civil que nos rige no hay responsabilidad sin culpa, ni culpa sin imputabilidad moral o subjetiva, la extensión del daño debe ser establecida en consideración a la previsibilidad de sus efectos, para lo que es preciso tomar en cuenta !a naturaleza del acto ejecutado, las circunstancias de persona, tiempo y lugar, así como la gravedad de la falta: dolo o culpa forma del Código Civil, Edic, Gmo. Kraft Ltda., t. II, pág. 236, nota a su art. 1385. Y en el caso de daños causados al vehículo estacionado en el garaje por un incendio, ¿hay responsabilidad del gurajista? Es necesario determinar si se conocen las causas o permanecen desconocidas y si se han adoptado todas las precauciones necesarias contra el incendio mediante medidas preventivas de rápida defensa y adecuadas al fin del siniestro. En un establecimiento donde existen depositadas materias inflamables (nafta, aeronafta, etc.),. no seria admisible sostener que un incendio es un acontecimiento fortuito, imprevisible y que en ausencia de las precauciones adecuadas, esta causa extraña es inimputable al garajista. Por eso sostienen H. y L. Mazeaud, ob. cit,, 2^ edic., tomo II, núm. 1576, pág. 452 "decir que un acontecimiento era imprevisible significa que no habría ninguna razón especial de pensar que este acontecimiento se produciría. "Una simple posibilidad vaga de realización no sería suficiente para excluir la im- propiamente dicha. Es lo que resulta de los artículos 901 a 906, interpretados en armonía con los artículos 512 y 513 y lo que responsabilizar, con que se obre con el criterio común suficiente para atribuir el carácter de voluntario al acto, sino que además impone la obligación de corresponder con una mayor atención y obrar con un conocimiento más profundo del acto que se "exige la justicia misma inmanente": la que existe en la conciencia humana, al decir di- Bibiloni en su Anteproyecto de Re- previsibilidad". Y tales obligaciones resultan indudablemente de los artículos 901 y sgts. de nuestro Código civil. Art. 901 Cód. civ.: "Las consecuencias de un hecho que acostumbra suceder, según el curso natural y ordinario de las cosas, se llaman en este Código consecuencias inmediatas. Las consecuencias que resultan solamente de la conexión de un hecho con un acontecimento distinto, se llaman consecuencias mediatas. Las consecuencias mediatas que no puedan proveerse se llaman consecuencias casuales". Art. 902 Cód. civ.: "Las consecuencias inmediatas de los hechos libres son imputables al autor de ellos". Art, 904 Cód. civ.: "Las consecuencias mediatas son también imputables al autor del hecho, cuando las hubiere previsto, y cuando empleando la debida atención y conocimiento de la cosa, haya podido preverlas". Es decir entonces que estas consecuencias han de presentar ese carácter cuando, aunque su producción no ocurra de ordinario, naturalmente o de manera acostumbrada, el sujeto pudo prever que ocurriría empleando la debida atención y conocimiento de la cosa". En este caso la ley no se conforma para realiza, ante la posibilidad de que ese hecho lo interfiera, dando lugar a consecuencias perniciosas que sin ellos rso se hubieran producido, y que si no se observa constituye una conducta culpable en quien no la emplea. Uno de los factores que también han contribuido a sostener que el garajista es responsable del incendio, es la prueba que éste prevé la posibilidad del siniestro, al asegurar contra él. y por los perjuicios que pueda responder ante los dueños de los vehículos que se guardan en el garaje. Es el criterio sustentado por la Corte de Burdeos en el fallo del 22 de mayo de 1931 '(Cae. de Palacio, 1931-2-233), donde se sostiene? que está permitido pensar aún que ia existencia de un seguro contratado por el garajista, en esta materia del problema de la responsabilidad, ha influido en las decisiones jurisprudenciales- decisiones siempre positivas sobre el principio de la responsabilidad en los casos de incendio contra el cual a veces está también asegurado; siempre negativas han resultado en los casos de helada contra la cual no está asegurado ni lo estará sin duda debido a la cláusula de irresponsabilidad, que ha sido impuesta en los reglamentos de garajes. La causa de la existencia del incendio es necesario establecerla con precisión. No habrá mayores dificultades si el siniestro se deba a falta del garajista o de sus dependientes. La Corte de Túnez (junio" 26 de 1958) estima a un proveedor de nafta responsable del incendio ocurrido mientras entregaba el carburante al dueño de un garaje, su cliente. Pero el contrato de provisión tenía una cláusula que lo liberaba de toda responsabilidad. Para descartar esta exoneración convencional, la Corte pone de manifiesto que el incendio se debió a culpa grave del proveedor; y afirma muy exactamente que el contrato no puede descartar una responsabilidad en que se incurra per culpa intencional o grave (Mazeaud y J. A. 1957, secc. doctr., pág. 90, núm. 45, t. II). La Corte agrega, con menos exactitud, que si la cuipa hubiera sido leve, ¡a cláusula hubiera dado lugar a la inversión de la carga de la prueba. Tal opinión, bien que se encuentre en varias decisiones es inexacta: la cláusula de exoneración de responsabilidad, cuando se aplica, libera a su beneficario, aun cuando se demuestre culpa leve. (J. A., 1857, III, Ssc. Doct., pág. §7, núm. 53). (Extracto traducido de la Revue Trimenstrieile de Droít Civil, enero-marzo de 19S9 por el doctor M. Orús, J. A., 15-7-1959, núm. 196). ¿Y si el autor culpable del Incendio resulta ser un tercero? Pues tal hecho de un tercero 'no pue- de exonerar completamente al garajista, si se trata de un cliente del garaje, pues el garajista tiene obligación de vigilarlo. Entendemos que serían causales de exoneración entre otras, en el caso de incendio, la circunstancia de haberse propagado éste desde una casa vecina, o en el caso que provenga de un terremoto, caída de un rayo o una circunstancia semejante. Pero creemos que no podrá invocarse bajo ningún punto de vista el caso fortuito, el hecho presentado ante la Corte de Burdeos y fallado el 13 de mayo de 1931, según ya dijimos por el cual resulta, que en la madrugada del 19 de abril de 1930 siendo las tres de la mañana, M. R.... viene .a tomar su coche del garaje. Ordena al sereno llenar el tanque con nafta y se vuelca parte de ésta sobre el motor y el suelo y en ese Ínterin se le cae la tapa del tanque. A fin de buscarla y dado que no había mucha luz, M. R., instintivamente prende una ceriíla, y tanto el coche como todo el garaje se incendian completamente, por cuanto no alcanzan a sacar el coche envuelto en llamas. El fallo demuestra una serie de faltas cometidas por el garajista por cuanto no habían hecho colocar en el garaje extinguídores de incendio y sobre todo por las gruesas omisiones del empleado que había cometido ya sea por omitir la vigilancia de los actos de M. R., ya sea no iluminado suficientemente el garaje, sea vertiendo con excesiva rapidez ia nafta del tanque; sea por no prender una luz para buscar el tapón, que había caído, sea por no maniobrar adecuadamente el coche para sacarlo afuera cuando comenzaba a incendiarse. Tales exigencias son tal vez severas y fáciles de exponer, pero no resulta así frente a la complejidad de situaciones que se pueden presentar. Hemos dicho anteriormente que el garajista responderá de las deterioraciones del vehículo estacionado en el garaje, ya sean producidos por la torpeza de uno de sus clientes, sea de uno de sus empleados, sea de otro cliente. ¿Es posible limitar esta responsabilidad del garajista? En el fallo de la Cám, Civ. de la Cap Fed., sala "F" en expíe. 16.648 del 31-3-59 en autos: M. Hnos. e/ P. J. M. s/daños y perjuicios", se sienta Ja doctrina que a nuestro juicio es la más correcta: "No excusa la responsabilidad del garajista, la frase asentada en minúsculas letras de imprenta al final de cada uno de dichos realas, ya que por la índole o importancia del contenido de las cláusulas debió se3?HpDtivo de estipulación eicprtí^ entre las partes" (doctrina de los artículos 874, 918 y 919 del Cód. civ.). Es decir que por el artículo 874 se sienta el principio general de que "la renuncia no se presume y la interpretación de los actos que induzca a probarla debe ser restrictiva"; por el artículo 918 se establece que "la expresión tácita de la voluntad resulta de aquellos actos, por los cuales se puede conocer con certidumbre la existencia de la voluntad, en los casos en que no se exija una expresión positiva, o cuando no haya una protesta o declaración expresa contraria"; por último por el articulo 919: "El silencio opuesto a actos, o a una interrogación no es considerado como una manifestación de voluntad, conforme al acto o a la interrogación, sino en los casos en que haya una obligación de explicarse por la ley o por las relaciones de familia, o a causa de una relación entre el silencio actual y las declaraciones precedentes". Ahora bien, puede ocurrir que esa limitación se haga en un convenio por acuerdo mutuo de las partes, es decir, que esa limitación, no estaría dada por la manifestación escrita y unilateral en el recibo de pago, como en el caso que acabamos de referirnos. Opina A. Jack, ob. cit., pág. 710, que sería factible en principio admitir que si se ha pactado la irresponsabilidad del garajista, ya sea en el contrato o en el reglamento del garaje, no habría motivo alguno para admitir tal convención como lícita, puesto que no se trata de una falta grave sino, por el contrario, de su responsabilidad por e'i hecho de otro o por falta de una obligación de simple vigilancia de otfo. Está admitido pensar que en ausencia de tal cláusula el garajista no faltaría a sus obligaciones, luego de haber indemnizado al propietario del coche dañado, volviendo contra el autor del daño y triunfando a menudo en su acción, de tal suerte que la cláusula del reglamento presenta esta ventaja de evitar un circuito de acciones, mientras que la obligación que el prevé igualmente, de una declaración de todo accidente ante el administrador del garaje, debe, si ha sido correctamente observada, preservar suficientemente los intereses de la víctima. ¿Es admisible la culpa concurrente, del usuario y del garajista? ¿En tal caso, puede admitirse la compensación? En principio, creemos que puede admitirse. Pero en este contrato, la colaboración entre el usuario y el garajista y sus dependientes, debe ser más frecuente e íntima que en otros casos, precisamente a causa de preexistir una relación jurídica, la circunstancia de tratarse de un vehículo que posee motores complejos y delicados, el hecho de que sea el dueño del garaje o sus dependientes quienes lo manejen en el in- terior del establecimiento, por la división de las atribuciones y obligaciones en cuanto a su guarda. Existen casos donde la falta del acreedor es tal que absorbe y relega a segundo plano la del deudor, o aún viene a retirar a la inejecución de su obligación su carácter de falta grave. Tal situación se planteará comúnmente en los casos en que el garajista no sea responsable de la falta de restitución del coche o de los desgastes sufridos por el en su garaje, porque esta destrucción o esta deteriorización son debidas a defectos de conservación del coche por su propietario, entonces el mismo no ha faltado a sus obligaciones de vigilancia. O bien, existe el caso de llevarse el coche el chófer del dueño del vehículo, y resulta que éste no le había avisado al dueño del garaje, que no se lo entregue porque lo había despedido. Señala A. Jack, ob. cit., pág. 713, que pueden ocurrir otros casos, como por ejemplo: Un garajista rehusa restituir el coche que le ha sido confiado y que está siempre en su poder en perfecto estado, en tanto su cliente no pague las mensualidades atrasadas. Hay una aplicación del derecho de retención medida de seguridad prevista por ciertos textos, admitida como una institución en ciertos Códigos y que la jurisprudencia francesa aplica en todos los casos en que hay relación contractual entre dos personas con referencia a la posesión de una cosa retenida o al menos debitum cun re junetum. El garajista responde, no solamente a la segunda de estas dos condiciones, sino aún a la primera, y además puede argumentarse, en lo que le concierne, que el artículo 1948 del Código civil francés prevé expresamente el derecho de retención del depositario por pago de lo que se le debe. Jack aplica esta disposición al contrato de garaje, señalando que aún cuando no existe identidad completa con el depósito, al menos, la analogía existente entre el garaje y el depósito y la posibilidad de aplicarlo de manera parcial y luego del examen de sus motivos, las regías del segundo al primero. Luego el garajista, no está en falta por su restitución del automóvil, porque por el contrario es a la actitud del automovilista que debe imputarse la inejecución de esta obligación de restitución. La situación es, por otra parte, un poco especial, por relación a la teoría general de la aplicación, porque la falta del propietario del automóvil consiste entonces, no ya en una falta a una de las obligaciones accesorias a la ejecución de la obligación principal del garajista a su respecto, sino en la inejecución de la propia obligación sustancial de pagar el precio del garaje, mientras áue la inejecución por el garajista es voluntaria y jurídicamente lícita. En otro caso, por el contrario, donde el cliente del garajista no parece haber faltado a sus obligaciones contractuales frente a él, pero se lo considera culpable en su conducta personal en el garaje en cuanto a sus deberes respecto a su vehículo. El caso se presentó ante los Tribunales de Comercio del Sena el 27 de octubre de 1926: se incendió una motocicleta en un garaje mientras se llenaba su tanque de combustible. Parece que el garajista fuera responsable; él no restituye el vehículo que le fuera confiado debido al daño causado por uno de sus empleados en el manejo del surtidor de nafta. Pero en el caso el fallo declaró irresponsable al garajista constatando, en principio, que el motociclista estaba presente en la operación, luego que el incendio no pudo provenir de defectos en el surtidor, sino más bien del exceso de nafta extendido sobre las piezas de la máquina recalentada, por la marcha, en presencia de un tanque lleno hasta el tope. Este caso no se trata exactamente de la responsabilidad del garajista por el hecho del garaje, sino de la responsabilidad como propietario y guardián del surtidor; el motociclista, no había guardado en el garaje anteriormente y no se había detenido en él más que para la compra de combustible. . "Pero en nuestro derecho no existe razón ninguna para acudir al contrato de depósito en el caso de que se quiera ejercer el derecho de retención, por el simple hecho de estar previsto este derecho en l&s normas del depósito. Creemos que este derecho también puede ejercerse, acudiendo a las normas de la locación (arts. 1558, 1585, 1586, 1618, 3883, 3884 y 3885 del Cód. civ.}. Los supuestos planteados en esta materia son múltiples, ¿Y en el caso que un garajista rehusa restituir el coche que le ha sido confiado y que está siempre en su poder en perfecto estado, y en tanto su cliente no le abone las mensualidades atrasadas? El garajista no estaría en falta por su no restitución del automóvil, porque por el contrario es a la actitud del automovilista que debe imputarse la inejecución de esta obligación de restitución, Ante la Corte.de Biom (12 de enero de 1932} se ventiló un caso de sumo interés. El demandante dueño del vehículo se presentó al garaje para buscar su coche y constata que el motor se había roto por haberse helado el agua del radiador. El garajista responde la demanda y la Corte parece admitirlo que el vaciado del radiador, no entra dentro de las obligaciones del garajista. El automovilista alega entonces la existencia de una convención expresa que tenía por fin precisamente crear tal obligación a cargo del garajista; pero por una parte, él había dado tales órdenes sólo a título personal a un empleado del garaje y por otra parte, "está demostrado que el coche poseía un doble sistema de vaciado que no era de uso corriente y que el usuario, no justificó haber señalado su existencia a los empleados, los cuales, se han limitado, como es corriente, a vaciar el radiador lo que en tal caso, no fue suficiente. Hubo pues, falta de colaboración, la falta de la obligación accesoria de facilitar la ejecución de su obligación principal al deudor, de hacerla más fácil y de la mejor manera posible, cometida por el acreedor, quien deberá soportar las consecuencias de la mala ejecución ocasionada por su culpa; en el caso, ineficacia del vaciado del radiador, que constituía la ejecución normal de la obligación estipulada por el garajista, por cuanto eran necesarios cuidados especiales en presencia de las particularidades del coche y que el dueño había omitido prevenir a los empleados del garaje a ,su respecto. Por su relación con el tema que estamos estudiando nos permitimos citar el caso "Mondani, Gaiewski y Cía. Soc. de Resp. Ltda. c/ Blanco, Manuel A. P." de la Cám. Nac. de Comercio de la Cap. Fed., sala "C", publicado en La Ley el 18-10-959 "Corresponde la sustitución pedida por el demandado del derecho de retención —en el caso, sobre un vehículo— que ejerce el actor en virtud del artículo 3939 del Código civil, por el embargo de la suma consignada en autos que cubre con creces el importe reclamado en concepto de arreglos efectuados en el coche. Los gastos que pueda ocasionar el juicio en el que se reclama el importe de los arreglos efectuados en un vehículo, no se encuentran amparados por el derecho de retención, ya que no son debidos por «razón» de la cosa misma (art. 3939, Cód. civ.). Los gastos de garaje, sereno y seguro referentes al vehículo, al que se le efectuaron unos arreglos cuyo importe se reclama, no habiendo sido hechos, en la cosa misma y no teniendo el carácter de necesarios (arts. 3939 y 2466, Cód civ.), no están amparados por el derecho de retención. Dado que al sustituirse el derecho de retención per el embargo, en el caso de la suma consignada que cubre con creces el importe reclamado por los arreglos efectuados al vehículo, la cosa queda desafectada, no corresponde la designación de deposi- tario. Aunque el vehículo haya quedado desafectado al sustituirse eí derecho de retención por el embargo de la suma consignada, dado que de conformidad con lo solicitado por ambas partes el perito mecánico debe examinarlo para que presente un informe respecto a determinadas circunstancias que indica el demandado y acerca dei estado del coche como So solicita el actor; recién concluido ese cometido el oficial de justicia hará efectiva la entrega del coche, no correspondiendo, por tanto, la designación de depositario y la entrega inmediata". Del fallo comentado resulta que se admite implícitamente, que ios gastos de garaje, sereno y seguro referentes al vehículo, al que se le efectuaron arreglos se encontrarían amparados por el derecho de retención, si fueran debidos con motivo de "la cosa misma" (art. 3939 del Cód. civ.). e) Algunos casos de jurisprudencia extranjera. Ya hemos visto a través de este estudio, la señalada inclinación de los tribunales franceses, belgas y suizos a considerar la regulación dei contrato que estudiamos bajo las reglas aplicables ai contrato de depósito principalmente. Es él caso de conocer también cuáles serán las normas aplicables en IQS casos de responsabilidad del garajista o del usuario, En el extracto traducido de La Revue Trímestrielle de Droit Civil, oetubre-diciembre 1956 (J, A., 1957, t. II, pág. 85), se comenta el siguiente caso: "Para reparar un automóvil se utiliza en un garaje un soplete que funciona con acetileno. El tubo de éste explota hiriendo al propietario del coche, quien demanda a los herederos dei dueño dei taller —muerto en la explosión— invocando el artículo 1384. Los herederos responden que es inaplicable tal disposición legal, pues la responsabilidad que incumbe es contractual y no delictua!. Achiramos que el 1384 del Código francés es semejante al artículo 1113 de nuestro Código civil, que dice: "La obligación del que ha causado un daño se extiende a los daños que causaren los que están bajo su dependencia, o por las cosas de que se sirve, o que tiene a su cuidado". El Tribunal de Marsella (junio 12 1956), rehusa admitir tai razonamiento pues, aunque el accidente se produjo en el curso de la ejecución de un contrato, la responsabilidad sólo es contractual "si existe una relación íntima y directa entre el daño y el objeto del contrato", relación, que en el caso, no existía. Vale decir que la responsabilidad sólo es contractual cuando el daño resalta de la inejecución de una obligación nacida del contrato {Revue, 1947, pág. 324, núm. 2 y Mazeaud). Hubo enejecución de la obligación de reparar el coche; pero las heridas del dueño de éste no tenían relación con esa inejecución. Dos cuestiones deben examinarse. Existiría relación de causalidad sí el propietario fuese víctima de un accidente debido a una mala reparación. Pero el tribunal comprobó que no era éste el caso. En cuanto al contenido del contrato, no había en el caso obligación de resultado o de medios en cuanto al dueño del coche, sino en cuanto al coche, en sí; y, por otra parte, la presencia dei dueño en el garaje era necesaria. La seguridad del dueño del coche no estaba garantizada. Es lo que bien subraya la sentencia, cuando dice: "Que el propietario del coche asistía a la operación por el mismo titulo que una persona extraña al contrato". Si bien el dueño de un taller mecánico debe seguridad a toda persona a la que deja entrar en su taller, no contrata con ella; su obligación de seguridad, es pues delictual. En otro caso interesante que tiene íntima relación con la materia que estudiamos se resuelve sobre la obligación contractual de conservación y restitución. El Tribunal de Metz (28-3-1956), ha hecho un análisis minucioso y exacto de las obligaciones que pesan sobre eí dueño de un taller mecánico para automóviles, en cuanto a la conservación y restitución del coche cuya reparación &e le confió. El contrato es de locación de industria y depósito. Las mismas reglas gobiernan la responsabilidad del locador operó, y dei depositario que no cumplen su obligación de restitución y conservación. La sentencia precisa, que la obligación de restitución de la cosa al día convenido de una obligación determinada (o de resultado) ; si el taller no entrega el coche el día convenido, en el estado en que se encuentra debe, para escapar a la responsabilidad, establecer causa extraña. El se comprometió en ese día. En cuanto a la obligación de conservación, el tribunal establece que lo es sólo de prudencia, y diligencia (o de medios); si el taller restituye la cosa el día prometido, pero en mal estado, incumbe al cliente demostrar negligencia o imprudencia. Es lo que resulta del articulo 1927 (depósito) y del 1789 (locación de industria). La obligación de prudencia y diligencia es más o menos estricta según que el depósito sea oneroso o gratuito. En el caso, el cliente afirmaba que el coche le fue entregado con las bielas fundidas y que él lo llevó al taller con esas piezas en buen estado. El tribunal considera que en tal caso la prueba incumbe al cliente-, pero que éste la habla producido (J. A., 1955, IV sece. doct. pág. 131, núm, 19 y referencias). Relacionado también con el tema que estudiamos nos remitimos al interesante caso publicado en La Ley, t. 58, pág. 688 de la Cám, civ. 1* el 21-4-950: "El dueño de una estación de servicio no responde por los daños ocasionados a un tercero por su dependiente al conducir un automóvil, si éste le fue entregado directamente por su propietario, quien lo autorizó para utilizarlo en asuntos ajenos a sus funciones, en cuyas circunstancias acaeció el accidente". Ya hemos dicho que no sólo incurre en responsabilidades el dueño del garaje. También incurre en ellas el usuario o el dueño del vehículo, ya sea porque se afecten las instalaciones del garaje o se causen daños a otros vehículos que se encuentran estacionados en él. En el caso registrado por la jurisprudencia francesa y citado en J. A., 1958, t. III, pág. 68 (Doctrina), se refiere a la responsabilidad del dueño del garaje herido por el estallido de un neumático. Tal accidente es común durante la operación de inflar las gomas. ¿Puede el mecánico demandar al propietario del coche como guardián? El propietario continúa siendo guardián "de ¡a estructura", de la cosa, mientras que el oficial inflador lo es de su "utilización". Si el estallido se debe no a la inflación, sino al neumático, el propietario será responsable como guardia (J. A,, 1957, III sec. doct., pág. 92, núm. 2 4 ) . La cuestión solo se presenta cuando el empleado de la estación de servicio o del garaje fue herido por la cosa misma que estaba encargado de reparar o poner en condiciones. Si. el accidente se debe a otro órgano del coche, el propietario sufre las consecuencias de ser incuestionablemente guardián. Para condenar al propietarjo, la Corte de Montpellier (julio 3 de 1957), tiene cuidado de poner de manifiesto que el empleado fue lesionado no por el estallido del neumático de la rueda que estaba inflando, sino por el de la gemela interior''. En el fallo registrado en J. A., 1958, t. IV, pág, 22 de jurisprudencia extranjera, se cita el caso del Tribunal Federal de Suiza que establece la responsabilidad del dueño del garaje por robo del coche guardado, cuando el propietario de éste deja las llaves en ei mismo. "Un turista llegado par la noche a Lucerna, a la vista dei anuncio de un garaje destinado a la guarda de coches de tijrismo y viajes, albergó durante la noche su automóvil, pagando la locación y dejando por descuido las llaves del motor puesta. Ai día siguiente el auto había desaparecido a consecuencia de un robo. El propietario del coche inició acción contra el garajista en demanda de indemnización por el valor del coche; la accionada expresó que no explotaba un garaje público y que sólo accidentalmente y sin su autorización Jiabía el encargado admitido el rodado del actor". Admitida la acción y dictado fallo a favor de las pretensiones del actor, el Tribunal Federal, en sentencia de junio 23 de 1955 (B. O., 62, II, 1951), confirmó el fallo declarando la responsabilidad del dueño del garaje, rechazando toda culpa del automovilista por haber dejado por inadvertencia las llaves del motor. La primera cuestión estudiada es la de sí la sociedad demandada responde a,l daño, en la misma medida que el tenedor de un harás público conforme al artículo 490 del Código de las obligaciones que dice: "Los propietarios de harás públicas son responsables de todo deterioro, destrucción o sustracción de animales o vehículos, así como de los arneses y otros accesorios depositados o recibido, sea por ellos, sea por su personal, sino probaren que el daño se debió al depositante"... El hecho determinante de la responsabilidad reside en que los locales de que es arrendataria la demanda, se presentan al exterior co-mo un garaje público y que el coche del actor fue aceptado por el empleado de forma tal que debía autorizar aquella impresión. Por consiguiente importa poco dilucidar si se trata o no de la explotación de un garaje público, "correspondiendo a la accionada" sufrir las consecuencias de tal estado de cosas, en virtud de la teorír. que impone que, en el momento do la conclusión del contrato, las partes pueden confiarse a las manifestaciones exteriores de voluntad. Importa poco que la demanda sólo albergase allí sus coches, porque precisamente este hecho de la presencia de rodantes, unidos a la actitud receptora del empleado que admitió el del actor, podía hacer creer a éste último que se trataba de un garaje público explotado comercialmente. No podía, por sí mismo, darse cuenta de si los coches albergados pertenecían exclusivamente a la accionada. Agrega la decisión qns "es inadmisible la excepción interpuesta de que el empleado carecía de las calidades necesarias para concluir un contrato de garaje con el actor; el empleado estaca al servicio del garaje como sereno nocturno y tenía las llaves del garaje. Por tanto, debía aparecer a los ojos de terceros como una persona autorizada a recibir los autos en el garaje. El contrato quedó concluso y liga a ías partes, desde el momento en que el empleado con el cual ha sido concertado, ocupa, a los ojos de terceros, una situación que, conforme al concepto corriente en el mundo de los negocios, le daba facultad y poder para obligar a la otra parte". Por ello la empresa responde de todo el daño sufrido por el demandante, a menos que pruebe que el mismo es debido a propia falta del actor. Es lo que invoca precisamente la demanda, apoyada en el hecho de haber dejado el dueño la llave del motor, lo que permitió la sustracción del coche. Este punto de vista es inadmisible. El actor no tenía en ningún caso la obligación de prevenirse contra un robo. El que deja su coche en un garaje público lo hace esencialmente a fin de ponerlo a seguro contra un empleo abusivo o contra daños causados por el hecho de quedar el rodante a la intemperie. Además, expresa el fajlo, es tan corriente como necesario dejar en los coches albergados en garajes la llave del motor, "porque lo contrario puede ofrecer inconvenientes prácticos para la explotación del mismo garaje, cuando se tratara de poner en movimiento con rapidez los automotores", Por todas estas razones, declara el tribunal que "la propietaria del garaje debe indemnizar al demandante el valor total del coche robado". Rene Demogue, profesor de la Facultad de París, en un estudio hecho en La Revue Trimestrielle de Droit Civil, t. 21, año 1922, pág. 908 refiere el caso del alquiler de un local para introducir un coche: Una sociedad de garajes alquila a una persona un garaje separado que tiene una única entrada por la calle, entrada cuyo locatario sólo tiene la llave. No habiendo contraído la sociedad ningún, compromiso particular frente al locatario para asegurar la guardia y vigilancia del coche introducido, no teniendo medios de acceso, ignorando cuándo el coche está afuera, no es ella responsable si se lo roban (Tribunal de Niza, 1.5 de mayo de 1922, Gaz de Pal., 1922, 2, 55). Es completamente distinto si ios coches se introducen a un garaje colectivo o a un cuarto particular en el interior de un. garaje donde el propietario del garaje ejerce una vigilancia constante En el primer caso hay un alquiler simple, en el segundo un alquiler con cláusulas especiales. Esta decisión hace ana muy justa distinción entre el contrato de alquiler ordinario y aquellos contratos que contengan no sólo un alquiler sino también otras obligaciones accesorias. Hagamos constar que el alquiler de un departamento en una casa donde hay un conserje entra ya en la segunda categoría, debiendo el conserje vigilar las entradas en la casa y de ahí resulta una cierta responsabilidad en caso de robo. (V. sobre la responsabilidad del conserje, Revue, 1915, pág. 184; Baudry y Wahl, locación I, núm. 859.)". Otro caso interesante, es el que comenta Rene Demogue en la Revue Trimestrielle de Droit Civil, París, enero-marzo de 1938, página 139 donde se establece la responsabilidad del hotelero "garajista" en caso de incendio de un coche dejado con las puertas cerradas. Refiere el anotador de un fallo de la Corte de Alejandría del 13 de mayo de 1937, que declaró la responsabilidad de un hotelero, a consecuencia del incendio de un coche dejado en el garaje por uno de sus clientes, con las puertas cerradas. El fuego había cercado el coche; y al parecer por imprudencia de los empleados del hotelero, alcanzó por la nafta desparramada en el suelo, el vehículo del cliente que reclamó la indemnización. El hotelero argüía que el coche estaba frenado y sus puertas cerradas, de suerte que e! salvamento hubiera sido imposible por el hecho del viajero, La Corte desestimó la defensa, declarando , que "corresponde al garajista, si no quiere asumir la responsabilidad de la guarda de un coche cerrado, avisar al cliente, sea por medio de una indicación sobre el recibo entregado, sea llamando la atención al cliente de otra manera". Demogue aprueba la solución, pues el hotelero acepta el depósito tai como se le entrega, si no quiere aceptarlo sino bajo ciertas condiciones debe indicarlo. En nuestra opinión, el fallo nos parece acertado, pero como lo señalamos en otra parte de este trabajo —en especial en el capitulo VIII— la responsabilidad del hotelero, es distinta y se rige por otras normas que las que rigen para el garajista. Tanto en Francia como en nuestro país, los Códigos civiles contienen normas especiales que se refieren a este aspecto, de modo que la responsabilidad la debemos fijar de acuerdo a tales normas. Nuestro Código civil ia establece en los artículos 2230 y 2231, cuando establecen: "El posadero y todos aquellos cuya profesión consiste en dar alojamiento a los viajeros, responden de todo daño o pérdida que sufran los efectos de toda clase introducidos en las posadas, sea por culpa de sus dependientes o de las mismas personas que se alojan en la casa; pero no responden de los daños o hurtos de ios fami- liares o visitantes de los viajeros"... "El posadero responde de los carros y efectos de toda dase que hayan entrado en las depedencias de las posadas,. .".y concuerdan. con los artículos 1953 y 1954 del Código ci- vil francés. En otro aspecto del tema que estudiamos traemos a colación el fallo registrado en la Revue Trimestrielle de Droü Civile (abriljunio de 1958), J. A., t. I, pág. 23, sec. doct.: La Corte Grenoble (7-10-1957) acaba de dar una interpretación muy estricta. La cláusula excluía de la garantía a los "accidentes causados por los vehículos utilizados para el transporte de mercaderías o de pasajeros por título oneroso o afectados a la locación, o sin Chófer. El asegurado era dueño de un garaje. Uno de sus camiones causa un. accidente. La Corte rehusa obligar al asegurador en garantía porque el camión estaba afectado a «na carga de transporte público. Poco, importa, agrega, que en el momento en que el accidente ocurrió el camión estuviera afectado al uso personal del asegurado o no. Los comentaristas critican la decisión, la que no les parece ortodoxa, pues la interpretación para ellos es inexacta", Ya hemos mencionado un juicio del Tribunal del Sena (23 de marzo de 1930), declarando DO responsable a un garajista, por la congelación del agua en el radiador del vehículo del cliente, que provocó su estallido. La Corte de Biom (Gaz. Paz, 1932, t. 1, pág. 671), lia juzgado que hay un contrato de naturaleza mixta, más próximo al depósito que a la locación de servicios ya que fuera de las convenciones o circunstancias particulares que pueden hacer de la cochera una simple locación de espacio, el depositario asalariado no tendría otra obligación que la de velar por la conservación de la cosa en las condiciones fijadas por los artículos 1927 y sgts. del Cód. civ. Este texto habla de "procurar los cuidados". Y -bien., aportar los cuidados, es para un animal, alimentarlo, tomar las precauciones para evitarle enfermedades o accidentes, tornar medidas para curarlo si está enfermo. Por analogía, para una máquina es tomar medidas para que ella no se deteriore por la humedad, la helada, los choques, etc. Nosotros 'creemos por consiguiente que el depósito obliga a tomar precauciones contra la helada. Pero, en este caso, la Corte ha admitido la falta de responsabilidad fundándose en que los avisos invitando a los clientes a vaciar ellos mismos los depósitos de agua, estaban ubicados de modo visible a la entrada del garaje. Esta razón fue decisiva. Pero se presentó una complicación: el cliente había dicho a un empleado del garaje, en ignorancia del dueño de éste, que procediera al vaciado del depósito del coche, habiéndolo hecho éste en forma incompleta. Esto arroja un problema difícil. La Corte ha juzgado que el cliente ha dado al empleado un mandato particular y completamente personal que no entra en las funciones normales que el gara- jista le propusiera y por consiguiente su inejecución no pone en juego más que su sola responsabilidad. "Hay entonces un contrato particular con el empleado. Se puede sostener cuanto más que se trataba por parte del empleo de derogar un contrato concluido entre el cliente y el patrón, que el no tenía poder para hacerlo y que el no era un mandatario teniendo poder, aparentemente, para tal efecto. Pero por otra parte, el empleado ha concluido un contrato en ocasión de sus funciones y lo ha ejecutado mal. El patrón, prácticamente no es responsable, pues es el usuario el que estaba en falta, por haber aceptado al empleado como contratante, sabiendo que hacía un acto contrario al contrato entre cliente y patrón. Hay aquí una particularidad más que inclina a señalar la falta de responsabilidad del dueño del garaje y es la circunstancia que ya hemos señalado, en el sentido de que el coche poseía un doble sistema de vaciado que no era de uso corriente, y el cliente no había señalado este hecho al empleado, quien únicamente había abierto uno de los grifos. Había allí una falta del acreedor que le hacía responsable de sus consecuencias, (V. Demogue, O'blígations, VI, núm. 328 bis; Planiol, Rippert et Esmein, I, núm. 930, Demolombe, XXIV, núm. 602.). El caso que comentamos constituye en realidad un ejemplo de lo que es corriente en los garajes de cualquier ciudad. En efecto, el empresario, el garajista, generalmente está en el garaje unas pocas horas al día y a veces ni concurre como tal en varios días. Todss las tratativas se hacen con un peón, empleado, o limpiador y la costumbre hace que mediante propinas u otras dádivas, se crea una relación especial con el usuario que da lugar a la obtención de una serie de srevicios que son extraños a veces al contrato de garaje. Dentro de esas tratativas se va creando una serie de antecedentes tales como: que en lugar de que el usuario saque personalmente el vehículo del garaje, el empleado lo hace y lo deja preparado en la puerta de acceso (a veces con las llaves puestas), para que el usuario lo lleve de inmediato, sin necesidad de tener que perder tiempo haciendo maniobras que demoran; ¡o mismo ocurre cuando el usuario llega al garaje, en lugar de entrarlo y dejarlo en el lugar correspondiente —si tiene cochera— o bien donde usual mente'lo deja, lo estaciona en la puerta de acceso por la misma razón; en otros casos se prestan servicios que son ajenos al contrato en sí, como el cambio de baterías, cam-' bio de ruedas, cambio de cubiertas, llenado de nafta dentro del establecimiento, etc., pero que en realidad, se trata de actos que no están comprendidos dentro de la contratación usual de garaje, que están al margen del contrato, pero que crea un riesgo y una responsabilidad que debe ser estudiada en cada caso a fin de establecer ante cualquier situación anormal, quién es el responsable defintivo, de la falta que pueda producirse en el caso que sobrevenga un siniestro, o de robo del mismo o de alguno de los instrumentos usuales del vehículo. Capítulo séptimo La responsabilidad civil del garajista. y del usuario vista desde el punto de vista de la doctrina y jurisprudencia nacional. La jurisprudencia de nuestros tribunales, es la que ha impulsado el estudio del contrato de garaje, ya que como lo hemos señalado anteriormente, se trata de un contrato nuevo, cuyo estudio no ha sido encarado en forma profunda por la doctrina nacional. Comenzaremos pues el estudio de este capítulo analizando los siguientes fallos jurisprudenciales, en cuya transcripción, nos hemos limitado muchas veces en referirnos a la parte dispositiva a fin de poder aportar a este trabajo, el mayor número de casos posibles con el fin de contemplarios exhaustivamente. I) En los autos: "Rosenvit, J. c/ Puppo, J. B." (28-8-941), La Ley, tomo 24, página 894 se establece: "1) Es cláusula implícita del depósito de automóviles en un garaje que los coches sólo podrán ser retirados por sus dueños o por las personas debidamente autorizadas. 2} La circunstancia de que el depósito oneroso haya sido considerado por la mayoría de los autores como una locación de servicios no supone que el dueño de un garaje no deba emplear la diligencia de un pater familiae. 3) Siendo la obligación primordial del dueño de un garaje la guarda de los automóviles su responsabilidad queda comprometida cuando estos son dañados en la vía pública por haber sido extraídos por incumplimiento de los deberes de vigilancia que esa guarda comporta. 4) Los daños ocasionados por un empleado que saca un automóvil del garaje, aunque sea en actos extrañes a sus ordinarios servicios, obligan la responsabilidad del.patrón que en tal caso es directa y proviene de no haber inspeccionado como corresponde la salida de los automóviles" (Cárn. Civ. 2^ de la Cap, Fed.). II) En'los autos: "Levaggi c/ Grimaidi Maggiorino" (6-12-933), J. A., t. 44, pág. 683 se determina: 1* Inst.: Considerando: "Las partes están de acuerdo en que el carro y el caballo del actor fueron robados del corralón en donde se guardaban, por perso- nas extrañas. El punto, por consiguiente, a dilucidar es si el demandado era sólo el locador del local, -donde se guardaban, o si corría con el cuidado de los mismos como guardador de ellos. Luego el precio de $ 15 mensuales que el actor pagaba al demandado por el uso del local a los efectos de tener el carro y el caballo; hace presumir que Grimaidi sólo alquilaba el local sin mayor responsabilidad por las sustracciones o perjuicios ocasionados por terceros. La prueba del actor consiste en las declaraciones de les testigos y en las posiciones puestas al demandado y de ellos no surge que éste fuera caballerizo o alquilador de cocheras, cuidando por la mantención de ios animales y cuidado .de los vehículos. Las posiciones de fs. 17 pliego de fs. 16, no dieron resultado a los efectos de demostrar, ni que fuera otra cosa que el locador, ni que pudiera imputarse el hecho a su culpa o negligencia, desde que el corralón se dejaba casi a merced de los que quisieran entrar y no había motivo para sospechar de un delito tampoco, para hacer saber el hecho al actor el que vive cerca del corralón. Se discutía si el demandado era o no un simple locador y si su responsabilidad estaba encuadrada dentro d'el artículo 1118 del Código civil. (Es decir ia que se refiere a los dueños de hoteles, casas públicas de hospedaje y establecimientos públicos, que son responsables del daño causado por sus agentes o empleados en los efectos de ios que habitan en ellas, o cuando tales efectos desapareciesen, aunque prueben que les ha sido imposible impedir el daño). El juez a-quo rechaza la demanda fundado principalmente en lo que dispone el artículo 1528 del Código civil: "El locador no está obligado a garantir al locatario de las vías de hecho de terceros, que no pretendan la propiedad, servidumbre, uso u goce de la cosa. El locatario no tiene acción sino contra los autores de ios hechos, y aunque éstos fuesen insolventes, no tendrá acción contra el locador". Nuestra opinión, es que este artículo en la parte que establece: "ns> está obligado", no quiere decir, que pueda convenirse lo contrario, y no por elío perderá el carácter de locación. No negarnos eso sí que se acercará entonces al contrato de depósito. El citado fallo fue revocado. Transcribiremos las partes fundamentales de la sentencia: E! do:tor Senillosa dijo: "En 102C se demanda al locador del locaí donde ¡^ tenían, por el valor del carrito ue reparto y su caballo, hurtados; se reconocen los hechos, más se niega toda responsabilidad. La sentencia en recurso, previa apertura de la causa a prueba, de que el actor y demandado participan y de producir los respectivos alegatos sobre su mérito rechaza la acción sin costas, ambas partes apelan expresando y contestando agravios que dicen se les infiere. Estoy por su íntegra confirmación, también sin coscas en 1* Instancia dado el resultado de los recursos en tal supuesto (Cód. de proc. art. 221, ap. 2', no siendo entonces el caso del art. 274). No se trata de una cochería, garaje, caballeriza, ni depósito, sujetos a determinado régimen con las consiguientes responsabilidades inherentes al cargo de guardador, ni a otro contrato que no fuese el de locación de un reducido espacio. El local es el de un corralón de maderas donde mediante una módica retribución '($ 15 al mes), se admitían rodados y animales sin encargarse de su cuidado, guarda, limpieza y alimentación sitio de tan fácil acceso y sin vigilancia alguna al que los dueños o sus encargados o peones llevaban o retiraban libremente los vehículos y sus caballo?, sin aviso u orden escrita de ninguna prevención. Es así que ya antes había si tí o robada una yegua y que un buen día unos desconocidos .sustrajeron un carrito y el caballo ctel actor y las guarniciones o arneses de un tercero. Tan pronta como se descubrió el robo, cuando el verdadero dueño fue por ellos y ya no estaban, concurrió el hijo del demandado a. la comisaría de policía de la Sección y formuló la denuncia que instruye el testimonio de fs. 47- cabeza del proceso del sumario. Con esa sola pieza y las posiciones recíprocas prescindiendo aún de la prueba testifical y las disposiciones de los artículos 910, 1107 y 1528, unos que invocan eí demandado y otros que bien aplica el juez, no a otro resultado se llegaría, me parece, que al que arriba la sentencia. En efecto, antes de la madrugada de un día del mes de marzo, corno a las tres, dos sujetos, de los que uno vestía guardapolvo, como los peones de la carnicería inmediata del actor, abriendo casi a la hora habitual el portón mediante un palo que se dejaba afuera para correr la "tranca" interior que tan poco o tan mal la sujetaba e invocando orden o autorización de aquél cuando fueron interrogados, ataron o engancharon el caballo al carro valiéndose de arneses de otro dueño y salieron a la calle sin reparo con él. Más tarde se supo del robo y se denunció; esto es todo y entonces, como ellos digo, corno el a-quo y como el demandado, el patrón del corralón no incurrió en ningún hecho u omisión ilícita no estaba obligado a gestión o diligencia alguna, el acto de los autores o agentes no afecta al locador ante el locatario y tampoco le incumben responsabilidades que para otras personas y otros casos determina el artículo 1118. El doct&r Figucroa Alcorta dijo: "I>os cir- cunstancias destacan desde luego a mi modo de ver la negligencia o falta de precaución con que procedió el hijo del demandado la hora del suceso y el hecho de tratarse de dos sujetos desconocidos según el mismo manifiesta porque en cuanto a lo primero a estar a la declaración, el a.ctor acostumbraba a retirar el carro de cuatro.a cinco de la mañana, sin que el demandado haya probado lo contrario y en lo que respecta a lo segundo de lo manifestado por el mismo testigo mencionado y por Ángel Orefice se comprende que contrariamente a lo afirmado por Virgilio Orimaldi eí actor iba siempre él mismo a buscar su carro o mandaba únicamente a su hijo o a su peón con este objeto, el hijo del demandado obrando pues con una prudencia, elemental debió dar la voz de alarma o consultar el caso con su padre o requerir en fin una ratificación de la supuesta orden de parte del propio Levaggí tanto más cuando el negocio de éste está situado a poco menos de media cuadra del corralón. Si bien se comprende que la guarda y vigilancia de ios carros y caballos estuviera a cargo de sus dueños durante el día, es decir el tiempo normal de trabajo, que con ellos se efectuaba parece ilógico extenderla a las horas de la noche en que el local quedaba ocupado exclusivamente por el demandado y su familia, que revestían en cierto modo la calidad y los deberes de un verdadero depositario a semejanza de lo que ocurre con los posaderos (art, 1120 del Código civil). El módico precio pagado por los locatarios y que correspondía a la naturaleza de la contraprestación tampoco puede influir a mi juicio para determinar una conclusión contraria aún, en el depósito civil gratuito por su esencia, artículo 2182, el depositario regular está obligado a él y a poner en la guarda de la cosa las mismas diligencias que en las suyas propias y «responde de los deterioros de ella sufridos por su culpa, artículo 2202 a contrario sensu. Entiendo por otra parte que el artículo 1528 del Código civil, no es aplicable al caso de autos. Dicho precepto funciona cuando la cosa locada está en poder del locatario que es la situación normal y corriente porque en esa hipótesis es natural que sea éste último quien ejerza la vigilancia de ella y así las vías de hecho de terceros quedar en principio fuera, de la garantía del locador, salvo el caso previsto en el artículo 1529 a que también parece referirse el articulo 1517 pero algo muy distinto sucede cuando lo que se arrienda es un local para la guarda de una cosa determinada y ese local queda en poder y bajo el cuidado del propio locador que es lo que ocurre en el sub-júdice. En las condiciones expuestas aún cuando ga el valor que al vehículo se le atribuye se admita que el principio del artículo 1107 por la actora y el importe de los gastos de del Código civil excluye la aplicación de lo movilidad reclamados y termina solicitando dispuesto en los artículos 1109, 1113 y 1114 el rechazo de la demanda. del mismo Código, lo que en ei caso sería Las partes están acordes en que el autodiscutible por más de un concepto, estimo móvil se encontraba en poder del demanque la responsabilidad del demandado na- dado cuando fue sustraído en virtud de un cería siempre de lo preceptuado por los ar- contrato que podríamos llamar "de garaje", tículos 511, 512, 902 y 1198 y sus conc. de la sobre cuya calificación jurídica discrepan. ley citada. De acuerdo con el contrato de referencia En consecuencia corresponde ea mí opi- el demandado recibía el automóvil del actor nión revocar la sentencia en recurso y deen un garaje, colectivo donde no tenía sigvolver las actuaciones al juzgado de origen nado un recinto especial o "box", quedando a efectos de que éste se pronuncie sobre su las llaves del vehículo en poder del garajismonto de los perjuicios reclamados confor- ta a fin de poder desplazarlo dentro del lome a lo establecido por el tribunal en casos cal según las necesidades del caso, existienanálogos. En la causa "Feldman y Varas do un servicio continuo de vigilancia. (Soc. de Resp. Ltda. e/ Pérez Balsa Ramón", Sostiene el a-quo que parece indiscutible registrada en L. L., t. 76, pág, 588, III), se que en el contrato de garaje lo que se busca establece por la Cámara Nacional de Ape- es principalmente la custodia del vehículo lación en lo Civil Sala "A" de la Capital durante el tiempo que no lo tiene en uso su Federal, en 9 de agosto de 1954: 1) La per- propietario —criterio que no compartisona que por virtud de un contrato de ga- mos—; como ya se ha expuesto al estudiar raje se compromete como garajista a guar- su naturaleza jurídica. Se acude aquí a la dar un automóvil durante el tiempo en que opinión de A. Jack (ob. cit., pág, 679), quien no lo tiene en uso su propietario, responde califica al contrato como innominado, cona éste por la pérdida del vehículo, salvo 'sistente especialmente en guardar el vehículo en su local durante el tiempo que su caso fortuito o de 'fuerza mayor. 2) Los hechos que pueden probarse en propietario desee dejarlo. Tal obligación de 2$ Instancia, si no son nuevos, son aquellos custodia constituye el objeto propio del contrato de depósito (art. 2182 del Cocí, civ.), conducentes con relación a la litis trabada; más, no los que suponen una innovación por lo que sus normas son aplicables a la importante de la misma y que por razones responsabilidad del "garajista", frente al que hacen a la seguridad jurídica aconse- cliente aunque no se le quiera reconocer jan omitir todo pronunciamiento y conside- esta calidad por ser oneroso (art. 16 del Cód. civ.), como se aplican a los otros conrarlos ajenos a la relación procesal. La actora se presenta y expresa que el tratos en que el accipiens, debe restituir la demandado es propietario de un garaje misma idéntica cosa (art, 2185 del Cód. donde su representada guardaba un autp- civ.). móvil, el que fue robado mientras se enSiendo eilo así, el "garajista", responde contraba bajo su custodia, reclama el valor por la pérdida del vehículo, salvo caso fordel vehículo, habiendo su asegurador abo- tuito o de fuerza mayor (art. 2203 del Cód. nado $ 15.000 m/n., reclamando la diferen- civ.), prueba que le incumbe de acuerdo con cia entre ambas cantidades y las de $ 700 los principios generales (J. A., 1949-1, pág. mensuales hasta que se haga efectivo el 91); en e] caso de autos el demandado, no pago de la indemnización correspondiente ha aportado ningún elemento útil en tal en concepto de gastos de movilidad. Pide se sentido; por el contrario, el hechcs de que condene ai demandado al pago de las su- su empleado lo haya sacado a la calle a las mas indicadas con más sus intereses y las 2,30 de la mañana donde lo dejara sin vicostas del juicio. gilancia de ninguna especie, aunque hubiera El demandado contesta la demanda, ne- sacado las llaves del contacto del tablero gando que la actora sea propietaria del del automóvil importa una culpa grave tesVehículo en cuestión, por lo que plantea la timoniada, en el cumplimiento de sus oblidefensa de falta de acción; afirma que sólo gaciones (arts. 511 y 512 del Cód. civ.). mediaba un contrato de "locación de piso", El fallo, una vez fijada la responsabilidad habiéndose procedido en ía emergencia en tíe ia demanda, tiende' a fijar la existenla forma acostumbrada entre las partes, cia de los perjuicios y su monto, rigiéndose pues el actor requería el vehículo en horas esta segunda parte por los principios getempranas, por lo que éste le sacaba a la nerales, por cuyo motivo no nos referirecalle dejando el contacto cerrado, y las llamos a ella. ves en el interior del local, circunstancias El fallo de 2* instancia confirma en toen la que se produjo el robo por lo que no das sus partes el de 1* Instancia, pero no ha mediado de su parte culpa alguna. Nie- se extendió en otras consideraciones ea ra- tratos que llevan implícita o con el aual tiene mayores semejanzas. Es sabido que el dueño del garaje se-oblic/Sánchez y otros", (L. L., t. 82, pág. 611, ga a ceder al cliente el uso de determinala Cám. Nac. de ApeL, en lo Civ. Sala "D" dos espacios para el estacionamiento del de la Cap. Ped., en abril 25 de 1958), sienta automóvil, a cuidar ei mismo, y, generallas .siguientes premisas: i) El depósito de mente a proveer a su limpieza y lavado. Por ,su parte el propietario del vehículo un automotor en un garaje constituye un se obliga a pagar e! precio estipulado, una contrato con fisonomía propia, de los llamados por la doctrina complejas o mixtos, relación jurídica de este tipo participa de pero que por no tener en el Código civil una, los caracteres de la locación de cosas, del reglamentación especial debe ser incluido depósito y de la locación de servicios. Las dos primeras prestaciones constituen la categoría áe ¿os con/míos innominados. 2) Los contratas innominados rigen yen elementas principales del contrato. No sus efectos —en caso de insuficiencia de se produce aquí lo que se ha dado en llamar las estipulaciones de las partes—, por las "absorción", del contrato accesorio por el normas generales relativas a los contratos contrato principal, toda vez que ambas y. además por las particularidades áe] con- prestaciones ocupan el primer plano y retrato que lleva implícito o con el cual tiene gulan en sa integridad la relación jurídica, Y según esté en juego una u otra, la remayores semeianzas, 3) La' obligación de guarda del vehículo y la de conceder el uso lación se regirá por las normas relativas al y goce del lugar destinado a su estaciona- depósito o a la locación de inmuebles. En una palabra, esta parte del fallo dimiento, son igualmente preponderantes en el negocio jurídico- consistente en el depó- siente con nuestra opinión que hemos exsito de un automotor en un garaje: y según puesto al estudiar la naturaleza jurídica esté en juego una u otra, la relación se re- del contrato, señalando que el contrato de girá por las normas relativas al depósito o locación era el principal y a él se encuentra a la locación de inmuebles. 4) La excepción subordinado el depósito. que consagra el artículo 2202 del Código ciEn la especie, se imputa responsabilidad vil al principio de la apreciarían objetiva a los demandados por los daños y desperde la culpa (art. 512), se funda en la idea fectos sufridos por el automóvil mientras de que el depositario presta un servicio permaneció en el garaje de su propiedad, gratuito, pero desde el momento en que esa de manera que la cuestión litigiosa debe circunstancia no concurre debe volverse al ' resolverse por aplicación de las normas reguladoras del contrato de depósito. sistema del derecho común. Agrega el fallo, que la responsabilidad de El actor en el caso, había dejado durante un largo tiempo su vehículo en el garaje a los demandados no es dudosa. En el depócargo de los demandados. Dicho vehículo sito gratuito el depositario debe poner en se encontraba en perfectas condiciones, es- la guarda de la cosa que le ha sido contipulándose además el cuidado y limpieza fiada,, la misma diligencia que habitualtnende dicho vehículo mediante un precio que te se pone en la guarda de la cosa propia se abonaba mensualmente. El actor tuvo (aris. 2182 y 2202 Cód. civ.), esto es, resque ausentarse de la Capital y en el Ínterin ponde por la culpa leve "sin concreto" (nota al art. 512 Cód. civ.}, le está vedado el graraie cambié de dueños. El fallo de 2? Instancia que confirma el servirse de ella (art. 2208 del Cód. civ.). y de 19 es sumamente interesante sobre todo debo restituir "la misma e idéntica cosa", en el 2" aportado, que se refiere al contrato que le ha sido entregada (art. 2210). Ei cumplimiento de estas obligaciones debe que nos preocupa. zón de haberse encontrado el vehículo en el ínterin. IV) En el expediente "Martín Antonio El primer agravio se funda en la naturaleza del contrato, que en la decisión apelada se lo califica de depósito y es para los recurrentes una simple "locación de espacio para el estacionamiento de vehículos". El acto jurídico en cuestión, constituye, a mi juicio un contratí) con fisonomía propia, de ios llamados por la doctrina complejos o mixtos, pero que par no tener en el Códi- go civil una reglamentación especial debe ser incluido- en la categoría de los contratos innominados (art. 1143) y nota, y como tal'regir sus efectos —en caso de insuficiencia di? las estipulaciones de las partes— por las normas generales relativas a los^con- exigirse con mayor brevedad, cuando el depositario percibe remuneración, porque la onerosidad del contrato hace más rigurosa su1 responsabilidad. Es natural exigir mayor diligencia a quien se hace pagar su cuidado que al que lo presta gratuitamente (Rev. L. L., t. 24, pág' 894). (Fallo al cual nos referimos en el apart. I), La excepción que consagra el artículo 2202 al principio de ¡a apreciación objetiva de la culpa (art. 512 del Cód. civ.), se funda en la idea de que el depositario presta un servicio gratuito, pero desde el momento en que esta circunstancia no concurre, debe volverse al sistema del derecho común. Apreciada con arreglo a estos principios la conducta de los demandados, se advierte de inmediato que han incurrido en grave culpa en oí cumplimiento ce sus obligaciones y han faltado a la confianza que <'s de la esencia del centrólo (le depósito. Corno consecuencia, deben responder de los deterioros que la cosa haya sufrido por sus hechos u omisiones culposas «arts. 511 y 552 del Cód. civ.). ya que ante )a imposibilidad de restituir la cosa en el mismo estado en que la recibieron (arts. 2182 y 2210). según se desprende del examen de los perito;; la obligación debe resolverse en daños y perjuicios (art. 505 del Cód. civ.). En el caso que hemos expuesto precedentemente, se trata de una convención de naturaleza muy especial. No es usua) que cri los contratos de este tipo, se deje un vehículo inmovilizado por espacio cíe cerca, de diez años, porque entonces ya no se trata del contrato típico de garaje que nos interesa estudiar, y aún cuando en el fallo no se hace esa diferenciación, cabe hacer resaltar esta circunstancia, porque en éste caso creernos que realmente medió un deposito, o por lo menos, este último contrato es el que ha primado en la relación jurídica. Pero ese depósito pudo llevarse a cabo en manos de cualquiera que tuviera un espacio suficiente como para albergar ei vehículo, de modo que no era necesario que actuara como tal precisamente un garajista, Seguimos sosteniendo que estamos frente u un contrato de naturaleza especial donde prima el elemento o mejor dicho el contrato de locación de cosas, porque aquellos que sostienen que no existo en el contrato de garaje locación de cosas, y si depósito, le exhibiremos como ejemplo este fallo, donde se demuestra que un vehículo permanece par espacio de diez años en un mismo lugar, "Con determinación de espacio", y sin embargo, se trata de un depósito porque además su propietario se había ausentado y no efectuaba los actos de detentación del espacio ni del vehículo, que es tan usual en el contrato especifico de garaje. Una vez más sostenemos que la determinación del espacio predeterminado y fijo juega un rol secundario en el contrato de garaje y no hace a Sa esencia, de esta convención. Y aún no alcanzó tampoco a modificar esa situación la mera circunstancia de que c! propietario dcj garaje había iniciado juicio po¡ "cobro de alquileres", contra el proj;!(;tun<i del vehículo. El ínl!-:> de segunda instancia termina confirmando Ir. sentencia dictada en primera instancia, cor. costas. (Voto del doc- tor Cichero al que adhirieron los doctores M. Sánchez de Bustamante y Acdecl E. Salas). V i En los autos rotulados: "Ages Antonia c/Genijovich Isaac" Oa Cám. Nac. de Paz, Srla IV de la Cap. Fed., en noviembre ñ de 1955 resuelve en el fallo registrado en L. L., t. 81, pág. 282). "Cualquiera sea la calificación que se dé al contrato de garaje, locación o depósito, el dueño del vehículo que desapareció, es el único responsable del hecho, si por comodidad, revelando una noIcria y voluntario, falta de cuidado mínimo, dejó el camión, no e?i el espacio destinado u ese efecto, sino frente al garaje, fuera del alcance del propietario del mismo, a quien pretende res-ponsaliiUzar" En este juicio reclama el actor el pago del precio de diversas mercaderías suministradas al demandado, como asimismo el alquiler de una cochera en el garaje de su propiedad, lo que en total forma el importe de $ 872,50. Al contestarse la demanda reconviene ¡a contraparte por ia cantidad de S 38.500 rn/n., en concepto de resarcimiento por la sustracción de un camión que es el que originó la cuenta precitada, siempre que no se le entregue otro de las mismas características con más la de S 5.000 que representan el valor de los daños y perjuicios ocasionados por ese hecho, acaecido, según se expresa por la negligencia del actor, debiendo cargar éste con la consiguiente responsabilidad. En segunda instancia se considera que los agravios del memorial del demandado no son eficaces, ni en lo que se refieren a la prueba ni tampoco en lo que respecta a la necesidad de calificar el contrato que existió entre las partes, por cuanto las particularidades del caso anotadas revelan una notoria y voluntaria falta de cuidado mínimo que debía observar el demandado, al no guardar el camión en el espacio destinado a ese efecto, admitiendo, por ei contrario, en forma expresa, su imprevisión colocado la cosa objeto fle! contrato, por un acto propio, fuera del alcance de la persona a quien ahora se pretende obligar, conducta ésta que, relacionada con cualquiera de los dos contratos a que se hace referencia, locación o depósito, exime de responsabilidad al demandante. Sin perjuicio de lo que precede y a mayor abundamiento entiendo que dadas las modalidades de las relaciones habidas entre actor y demandado, el contrato celebrado se define como de locación, dado su carácter consensual y oneroso. Refirma tal aserto, en el presente- caso, lo resuelto por las autoridades de aplicación en esta materia, las que encuadran tales convenciones comprendidas en las clisposi- clones de la ley 13,581, El fallo termina por confirmar la sentencia de 1* Instancia. (Voto de los doctores Podestá, Carlomagno y Sagasta). VI) A pesar de que el fallo al que nos vamos a referir, no se refiere a la responsabilidad civil del locador garajista, lo heñios traído a este capitulo, para relacionarlo con el fallo que precede. En los autos: "De Curtis Silvio c/ Menéndez Luis (registrado en G. de P., t. 88, pág. 337), se establece con fecha junio 30 de 1950: 1) La enumeración de distintos supuestos de aplicación de la ley 13.581, efectuada en el artículo 1<? de la misma, luego de referirse en general a locación de inmuebles de propiedad privada, debe entenderse puramente enunciativa, no sólo en mérito a los antecedentes parlamentarios, sino también en razón de la redacción del artículo, pues allí los casos particulares son evidentemente ejemplificaciones del principio general antes enunciado: locación de inmuebles de pro- piedad privada. 2) Los locales destinados a garajes se encuentran comprendidos en el artículo 1<? de la ley 13.581, y por ejide les corresponde la prórroga que determina el articulo 5'' de la misma ley. Nos referiremos con nías amplitud a este fallo al estudiar su relación con la locación urbana. Ya dijimos que el interés público había privado en este fallo. En otra resolución registrada (en G. del F., III-1924, pág. 205), en los autos: "Cattáneo Ermete Valentino c/ De Paoíi Juan", se deja sentado que: "El dueño del garaje en que se guardaba el automóvil robado del mismo, está obligado a resarcir el daño emergente y el lucro cesante a su propietario, en la medida probada v que el juez fije. Las costas de ambas instancias al vencido que resistió el pago de la mayor parte de la indemnización y dado lo exiguo de las partidas de la contrademanda, no desconocidas". No se habla en esta sentencia de la Cámara Civil 1? de la Capital Federal, si se trata de arrendamiento o depósito. Pero lo interesante de este fallo, que confirma en lo principal la sentencia de 1^ Instancia que había sido dictada por el entonces juez doctor M. A. Figueroa, y sólo la revoca parcialmente en cuanto hace a las costas, es qué se admite la doctrina sustentada por t;' ;-uez en el considerado IX de la Senten-.¡a (G. del F. 1-1924, pág. 170) donde se establece: "Que la clasificación de depósito que hace el demandado al contrato celebrado entre él y Cattáneo no corresponde a la naturaleza del mismo, ni son por consiguiente aplicables al caso los artículos 2182 y siguientes, del citado Código, Los recibos de ts 2, 3, y fs. 52 reconocidos por De Paoli establecen que las relaciones entre uno y otro eran de locador y locatario y la suma que- se abonaba en concepto de alquiler. Además el uso y ¡as costumbres tienen establecido que es locación y no otra cosa el convenio para la guarda nocturna de vehículos mediante una suma de dinero, en los locales construidos especialmente a ese fin. La clase de prestaciones que hacen el objeto del contrato es la qua determina su denominación, y cuando una de las partes concede el uso de una cosa y la otra paga por ese uso un precio en dinero, el acto que se celebra es locación, artículo 1492 y su nota Código civil. (La numeración es errónea o ha sido tomada de la antigua numeración ya que debió decir 1493 del Cód. civ.). En cuanto a la responsabilidad del demandado, la funda en la negligencia de su empleado y en lo dispuesto al respecto per el Código civil en sus artículos 1109 y 1113. VIII) Sigue esta doctrina también el fallo registrado en G. del F., t. i, 1924, pág. 154, en los autos; Mihanovich, N. S. A. c/ Cía. Metropolitana de Ómnibus". Se trataba' en el caso de establecer, si la cuestión debía ventilarse en la jurisdicción civil y comercial. En esa oportunidad dijo el doctor Gastón Federico Tobal (Sec. doctor Carlos A. Alcorta); "Que si bien es cierto que una antigua jurisprudencia ha establecido que ¡a locación o sublocación de locales es un acto puramente civil, tal doctrina responde al concepto de que el tráfico de inmuebles no constituye, actos de comercio, pero ella tiene el inconveniente de no comprender situaciones nuevas presentes con el progre- so de los medios de locomoción y transportes que como el alquiler de las cocheras en los garajes se singulariza por características tan netamente comerciales que han permitido la declaración de quiebras de los dueños de garajes. Por ello y de acuerdo con los dispuesto por el art. 3" del Cód. de Ptos. el Proveyente se inhibe de conocer en estos au- tos y ocurra el interesado ante quien corresponde, no obstando a este pronunciamiento la circunstancia, de que en la factura de fs. 5 se han incluido dos partidas correspondientes al precio del arrendamiento, per el alquiler de la administración y del taller pues si bien es cierto que ambas locaciones serian civiles, no es posible considerarlas en estos autos, desde que dado el mentó de ¡as mismas su cobro pertenece a la jurisdicción de la Justicia de Paz". No tenemos antecedentes que el fallo hubiera sido recurrido o nc, pero entendemos que la doctrina expuesta es acertada. IX) La jurisprudencia registrada en G. del P. t. 2, 1925, pág. 386, en los autos: "Vidal, Luís c/ Manghí, Gerardo", no aporta mayores inquietudes con relación a los problemas qxie nos atañe en virtud de que el demandado reconoció: su responsabilidad y no se entró a discutir el aspecto que estudiamos sino el monto. Quedó sentado que; "No habiéndose justijicado el monto de los perjuicios que sufrió el propietario del automóvil que fue robado del garaje en que lo guardaba y de lo que es responsable el dueño de éste, la .suma con que debe indemnizarlos se fijará por juramento esthnatorio". Este fallo del juez, doctor Juan B. Estrada, fue confirmado por la Cámara de Comercio el 3 de marzo de 1925. Es decir entonces que ante la falta de pruebas sobre ei monto del daño, se admite el principio establecido por los arts. 219 y 220 en este tipo de demandas y por aplicación de las normas genéricas vigentes al respecto. Pero resulta aue el principio expresado en los arís. 219 y 220 del Cód. de proced. civ., resultan anticuados. En efe.cto, por el art. 219 del Cód de proc. de la Cap. Fed,, establece: "Cuando la sentencia contenga condenación de frutos, intereses, daños o perjuicios filará su importe en cantidad líquida o establecerá por lo menos las ba.ses sobre que haya de hacerse la liquidación. Sí. por no haber las partes hecho estimación de los frutos intereses, daños o perjuicios, no fuese posible lo uno ni lo otro, se reservarán sus derechas para que en otro juicio se fue su imoortancia"; y ei 220, según el cual: "La sentencia deferirá al juramento del actor la fijación del importe del crédito o perjuicio reclamados, siempre que su existencia estuviese lerralmente comprobada, y no resultase justificado ese Importe, En tal caso, la sentencia determinará la cantidad dentro de la cual se prestará el juramento estimatorio". Al decir de Santiaeo Sentís Melendo en su obra: Teoría y práctica del proceso, ensayos del Derecho procesal, vol. III, pág. 9, Edic. Jurídicas Europa-América, Fs. Aires: ¿Qué enseñanza nos proporcionan estos dos artículos? "A mi juicio la —muy interesante— de que el artículo 71 no puede interpretarse en ei sentido general y absoluto de que !a "designación de la. cosa con toda exactitud", requiera su esr>ecilicación económica: siendo necesario distinguir y clasificar ios diferentes caaos que la realidad puede ofrecer, para relacionarlos con las distintas hipótesis que la ley regula. Este aspecto de nuestro estudio sólo puede resolverse teniendo en cuenta las opiniones de los autores que han estudiado la cuestión". El problema que presentamos sucintamen- te no es tan fácil corno a primera vista parece desprenderse. Los procesalistas que se han ocupado en estos últimos años de la reforma procesal, concibieron una fórmula que en principio se ajusta a las necesidades de la época al recurrir al art. 37 de la ley 14.237- que establece: "La sentencia fijará el importe del crédito o de los perjuicios reclamados, siempre que su existencia esté legalmente comprobada, aunque no resulte justificado sn monto", Mediante la reforma procesal únicamente es aplicable la primera parte de la antieua redacción del art. 219 y el art. 220 del Cód. de pro:, resulta sustituido por la citada disposición. De modo que prácticamente implica la supresión definitiva del "juramento esthnatorio", .. "vale decir, no habrá necesidad de recurrir al juramento del actor para fijar el monto de los perjuicios, ni de iniciar un juicio completamente nuevo. Es el juez el que debe establecer, siempre que se haya acreditado la existencia de un crédito o de un perjuicio reclamado, el monto de ese crédito o perjuicio. Esta disposición se funda en los principios establecidos y estructurados en los arts. 15 y 16 del Código civil, que establecen que los jueces no pueden dejar de fallar ni de juzgar por deficiencia, oscuridad o insuficencia de las leyes. Además, el juez al fijar estimativamente el monto de los perjuicios o dpi crédito reclamado, usa una facultad implícita de juzgar, que ya le han reconocido inclusive los tribunales del país en múltiples resolucio- nes concordantes" (De Paolis en DSS del 25 de agosto de 1953, pág. 567). Por otra parte como señalan Juan E. Coronas, Huso A. Oderigo y F. H. Paya La reforma procesal civil, ley 14.237, edic. Arayú, Ps. Aires, 1954. citando las palabras del senador Juárez "Vale decir que dentro del sistema actual, aun cuando se haya probado la existencia de un crédito, para fijar definitivamente su monto hay que recurrir a un nuevo juicio en el que se haga la estimación del valor de los daños y perjuicios o, en su defecto, diferir al juramento de la parte vendedora el monto de los perjuicios ocasionados". Se han tomado corno base las decisiones de la justicia en esta materia, pues en casos reiterados los jueces han fijado directamente y en forma prudencial, usando de facultades discrecionales o implícitas comprendidas dentro de su función de ¡uzgar, que no puede negárseles (J. A., t. 47, págs. 50 y 71). Nada, obsta para la aplicación de estos principios en cuanto se refieren a las de- mandas de cobro de daños y perjuicios derivados de este contrato, X) La Cám. civ. 2? de la Cap. Fed., en el fallo registrado en ¡G. de] P. t, VI, 1926, pág, 295, confirma en lo principal ei del doctor Argentino O. Barraquero registrado asimismio el 18-7-935, pág. .141 de la .misma colección donde se establece: "La falta de personería no puede fundarse en la falta de acción. El defecto legal no puede aponerse como defensa general. 'No probado que el actor llevó el automóvil al garaje y contrató el arrendamiento del sitio para su guarda debe rechazarse la demanda sobre la restitución del mismo e indemnización de daños y perjuicios, máxime cuando el dominio del automóvil se encuentra inscripto en el registro municipal a nombre de un tercero"'. Be alucie a si tal e'ontrato verbal sería de locación o de depósito o si innominado, y a si daría derecho a retener o no sólo eJ secuestro o embargo y ejecución, que no se han pretendido. Pero en el caso no llegó a determinarse precisamente éste, sino el actor que era el chófer del dueño dei vehículo —el que había fallecido— tenia derecho o no para litigar. En consecuencia, rnás que un problema de fondo, quedó reducido a ana situación procesal. No compartimos el criterio sustentado en ei fallo, ya que entendemos que el usuario del vehículo, aún cuando no acredite la propiedad del mismo, puede demandar, porque él a su vez es responsable ante el propietario de dicho vehículo. Distinta es la posición del que demanda para usufructar luego eri provecho propio .el resultado que obtenga del litigio, en caso de serle favorable. XI) lün la causa "López, Francisco c/ Resta Hnos.", publicada en G. del F., t. I, 1928, pág. 278: "El dueño del garaje es responsable de las cosas que /alten al automóvil que en aquél se guardaba mediante una retribución mensual, aún cuando no tunera cochera ni se le hiciera, servicio de limpieza". Afirma el actor que estando en depósito en un garaje de propiedad tíe ¡os demandados un automóvil de su pertenencia, al" ir a retirarlo, previo pago del importe que aquéllos le cobraran por ese hecho, notó que al coche le faltaba el aparato taxímetro de la marca que indica, que tenía adherido conforme a las disposiciones municipales; que formulado el correspondiente reclamo ante los demandados, éstos le contestaron cera evasivas, por lo que se vio precisado a hacer la denuncia del caso a la autoridad poiicial y obligado a tener sin hacer trabajar su coche durante catorce alas, mientras se verificaban las correspondientes averiguaciones. Imputa la responsabilidad a los demandados, quienes contestaban la demanda, con. negativa general de ios hechos, y en cuanto al derecho critican las citas erró- neas de la contraparte. Sostienen que se trata de una locación y no de un depósito. Las obligaciones del locador —agregan— terminan con la entrega de la cosa a locar, y, como consecuencia, niega la responsabilidad que se imputa a sus representados, y la existencia de los perjuicios reclamados. Aduce ¡as demás consideraciones que com- prende su escrito de contestación, y termina pirtíendo que se rechace la demanda. considera el a-guo que de las propias maüifestaciones de las partes resulta que no h^ri mediado en el caso ni ía obligación -dé guardar gratuitamente la cosa a que alude el art. 2182 del Cód. civ., ni el uso y goce de la habitación que caracterizan los contratos de depósito y de locación indicados por aquellos, y, en consecuencia, no son las disposiciones reía ti vas "a esos contratos las que han de tenerse en cuenta en la solución a dictar. Estos elementos de juicio dejan establecido que los demandados, se obligaron a prestar ai actor ei servicio que representa ia tenencia en el garaje del automóvil de López, y éste a la compensación de ese servicio que representa ía suma mensual de treinta pesos, determinando así que se está en presencia de uno de los actos previstos por el artículo 1623 del mencionado CíJdigo. Una de Jas obligaciones primordiales de los locadores era la de cuidar los bienes introducidos en su garaje por López, y de adoptar las medidas necesarias para evitar su deterioro, destrucción o pérdida por robo o sustracción, pues, lo contrario importaría acordarles una evidente ventaja que nada justifica, y sancionar el absurdo de que no serían responsables, ni aún en el caso de ser sustraídos por ello mismos o personas de ellos dependientes, ei propio automóvil del locatario. No es tampoco dudosa la solución que corresponde dar a la cuestión de si era un deber del locatario individualizar ante e¡ locador los accesorios que llevaba consigo el coche, pero que debe aceptarse en responsabilidad por la pérdida o sustracción, de alguno de ellos. Consecuencia de todo esto, es que corresponde declarar Ja responsabilidad de los demandados, respectó al precio del taxímetro y de las pérdidas del demandante que necesariamente ha. debido producirle la no disposición de su automóvil en condiciones reglamentarias para dedicarlo a su respectiva explotación, porque a esa conclusión llevan la falta de cumplimiento de las obli- gaciones antes mencionadas, la ausencia de pruebas de esa parte que ía excuse de la culpa que el hecho trae consigo y lo que disponen los arts, 511 y 512 del Cód. civ. La sentencia de 2** Inst. es suamente interesante : Entre otras cosas el vocal doctor Sayanea expuso: Que el recurrente sostiene que el caso versa sobre una locación de un local determinado aunque de especie singularísima, donde el dueño del coche guarda su vehículo, y que se trata de locación cié servicios. Contestando la demanda dicha parte manifiesta que el actor llevó su vehículo al garaje de sus manifestaciones obligándose a pagar el alquiler mensual de treinta pesos, sin servicios de limpieza, ni cochera. Y afirma que eso es locación de cosa, y que, por tanto las obligaciones del locador y la responsabilidad del mismo serían las previstas en los artículos 1514 y sgts. del Código civil. Desde luego, es indudable que el dueño del vehículo no se proponía al contratar con el dueño del garaje, sino tener un lugar donde depositar el auto, desde que no quería cochera ni servicio de limpieza, sino tener un lugar donde depositar el vehículo. Y como dicho depósito se hacía por el precio que cobraba el dueño del garaje, no importaba el contrato de depósito, siendo condición esencial de éste su gratuídad (art. 2182). Ni tampoco era un depósito mercantil, aunque una de las partes fuera comerciante, porque no hacía de un acto de comercio (art. 572 del Cód. civ.). Entretanto es indudable que, no ya el fin principal, como dice el doctor Vélez Sárs- iield en su nota al citado artículo 2182, sino el único de la entrega de la cosa era en el caso la guarda del vehículo como hemos visto; pero habiéndose convenido por precio, tal contrato como ese debe clasificarse de locación, calificada de locación de servicos. Así Machado (V. nota al art. 2182. citando a Ulpiano), dice exponiendo sobre el art. 1623: "La locación de servicios se distingue del depósito por el carácter oneroso del primero y de gratuito del segundo; así, cuando una persona entrega a otra un animal para que lo mantenga y lo guarde por un precio estipulado, hay locación y no depósito". En el caso presente el objeto de la entrega era la guarda de la cosa (art. 1514 a 1553). los que habían de competir al dueño del garaje, y que no eran otras que las anexas a la guarda del automóvil objeto del contrato, cuyos efeetos serán juzgados —establece el art. 1623— por las disposiciones sobre las obligaciones de hacer, entre las que cuenta primordiaímente, la de ejecutar el heci. del modo en que fue la intención de las partes, que el hecho se ejecutara (art. 625 del Cód civ.); en el caso en justicia la guarda de la cosa por lo menos debió consistir en cuidar de su integridad: de lo contrario, tanto habría valido para su dueño dejar el vehículo en la vía pública. En definitiva, la sentencia se confirma adhiriendo a este voto los doctores Campos y Casabal. XII) La responsabilidad civil dei garajista, también se extiende a ios daños y perjuicios que se producen en el vehículo mientras se encuentra estacionado en el garaje o cuando es sacado del mismo sin autorización del titular. En los autos: "Pavaro, Orestes e/ Sobóla y Diñeiro", registrado en G del F., setiembre-diciembre de 1950, núra. 200. se establece: "El contrato de locación celebrado entre el lueño del garaje y el propietario de un automóvil, hace al primero civilmente responsable por los daños sufridos como consecuencia de hechos producidos -por sus empleados. El acto notarial de comprobación levantado antes de iniciar el juicio tiene valides como instrumento y en cuanto a su contenido vale como presunción". El actor demanda a los garajistas porque su coche presentaba signos evidentes, en su parte delantera, de haber sido chocado. Como lo hacía habitualmente dejó su coche en dicho garaje con sus llaves correspondientes y en perfecto estado de funcionamiento para ser llevado por personal del mismo a la cochera alquilada sita en el segundo piso. Al ir a retirarlo al día siguiente comprobó que dicho vehículo presentaba signos evidentes de un choque en ia parte delantera —como dijimos— que imposibilitaban su marcha. Como los propietarios se negaron a reconocer los desperfectos causados hizo levantar un acta por medio de escribano y procedió a retirar el coche con intervención del A.C.A. para ser llevado a remolque y fue reparado. Reclama-en la demanda el monto del arreglo y el importe que debe agregarse que constituye el de los días que se vio privado del uso de su automóvil. Funda su derecho en las disposiciones de los arts. 1109, 1113, del Código civil y concordantes. La demandada niega su culpa alegando que cuando el coche fue llevado al segundo piso, hizo unos ruidos raros en el motor y al insistir en el acelerador consiguió que por mal estado del ventilador las paletas de éste se incrustaran en el radiador de! lado interno, quedando en esa forma trabado el funcionamiento del mecanismo. La sentencia de 1* inst. hace lugar a la demanda la que es confirmada, por la sala II de la Excma. Cámara Nacional de Paz. Queremos destacar que en este fallo se ha interpretado: 1) que el contrato que unía a las partes era una locación, y que el hecho de colocar el vehículo en su lugar por los encargados era una.costumbre. 2) En cuanto al acta .levantada por Escribano Público para probar los daños, quedan dudas respecto de su validez, por tratarse de tín acto unilateral que había sido hecho además sin la ingerencia de la contraparte. Siguiendo a Couture, concluye que la ineficacia del instrumento no es absoluta. En el sistema de las pruebas tiene validez en cuanto instrumento y en cuanto a su contenido demostrativo o representativo, vale como una presunción, siempre abierta a la impugnación (Estudios de Derecho procesal. Pruebas en materia civil en concepto de la fe pública, t. II, págs. 108 y sgts.). XIII) En un fallo publicado en La Ley el 19 de agosto de 1959 (t. 95, julio a setiembre 1059), se establece la siguiente conclusión: "La obligación de indemnizar por un cuasidelito está regida por las mismas disposiciones relativas a los delitos del Derecho civil, enre las cuales figura la que establece la solidaridad. En el Derecho positivo argentino no existe solidaridad entre los obligados civilmente por los daños y -perjuicios causadas por un cuasidelito; disidencia del doctor Calatayud. Es responsable el dueño del garaje que incurre en falta de cumplimiento de la, obligación general de vigilancia a su cargo, ya que su actitud hizo —en la especie de autos— posible el proceder de su empleado (sereno del establecimiento), Que dejó sacar sin autorización el coche confiado a su guarda y con el cual los conductores —~menores de edad— cometieron un serio accidente de tránsito. La Compañía Aseguradora, al indemnizar los riesgos cubiertos por ella de acuerdo con las condiciones generales de la póliza respectiva,, subroga al asegurado en todos sus derechos y acciones para repetir de los terceros responsables las sumas que haya pagado en tal concepto, solución ésta que es, por lo demás, la establecida por el artículo 525 del Código de comercio. El fallo pertenece a la Excma. Cám. Na". en lo civ. de la Gap. Fed. (sala "E"), en autos: "España y Río de la Plata (Cía. de Seguros) y oíros c/Portatadino, Juan B. y otros". En este fallo se plantea e] problema de si existe o no responsabilidad solidaria por parte de los ¡nitores de un cuasidelito. Bl vocal preopinante de la solidaridad, doctor C-«Ká!ez siguiendo las enseñanzas de Agirí -,r T:tiende que nada obsta a la exis- tencia de tal solidaridad, pues uno y otro son mutuamente origen y causa de las consecuencias perjuiciales de sus actos culpables respectivos. Ambos sujetos se encuentran totalmente en el evento dañoso (Cíe. "Rodríguez de Rodríguez Escurra c/ Páramo (Soc de Resp. Ltda y otros s/daños y perjuicios", causa 12.570). La obligación de indemnizar por un cuasidelito está regida por las mismas disposiciones relativas a los delitos del Derecho civil, entre las cuales figura la que establece la solidaridad (art. 1081; Cfr. autor cit. Rev. de Jurisprudencia, t. 2, pág. 265). Señala que la responsabilidad solidaria por un mismo cuasidelito se encuentra igualmente aceptada por comentaristas co- mo Segovia, en su Explicación y crítica del Código civil, t. 2, nota 5 al art. 1110; Machado, Exposición del Código civil, comenal art. 1109; Bibiloni, Anteproyecto de reforma al Código, civil, t. 2, pág. 507, al art. 10; De Gásperi, t. 2, pág. 915, y también por la interpretación jurisprudencial, sala "C". causa 2444, "Erario c/ Cía, Argentina de Petróleo", nov. 29 de 1951 y causas núms. 4180, dic de 1952; sala "D", 1423, "Serra de Kurt c/Siano", febr. 27 de 1951; sala "A", 7264, "Ziella, R. c/ Corporación de portes", nov. 9 de 1953 (Rev. La, Ley, t. 72, pág. 646, fallo núm. 34.018); G. del P. dic. 14 de 1953; 27.0.14 "Rodríguez, Humberto c/ Abrea, Juan C.", julio 7 de 1956 (Rev La Ley, t, 82, pág. 719. fallo núm. 38.991): sala "D", 26.676 "Trad c/ Monolit", 5 de agosto de 1956; sala "A", Corte Sup.: Palios, t. 163, págs. 211 y 269; sala "B" "Corporación de Transportes c/Sinner de Hermann", nov. 9 de 1951. Sostiene más adelante que la circunstancia de que el automóvil no, fuera llevado ha- bitualmente al garaje, sino una que otra vez, generalmente de. noche, carece de relevancia por cuanto ello era aceptado por el demandado, lo que involucra su consentimiento que ¡o someten a todas las obligaciones del verdadero depositario, como a ser perseguido por Sos derechos del depositante. Estaba obligado a la guarda y conservación de la cosa, y a restituirla sin deterioros (arts. 2202 y 2210 del Cód. civ.). El doctor Calatayud sostiene la idea contraria, es decir que no existe tal solidaridad. Señala que conforme al régimen del Código civil las fuentes de solidaridad pasiva se reducen exclusivamente a dos: a) la voluntad de las partes expresada en un "título constitutivo" (contrato o testamento) y b) "una disposición de la ley" (arts. 699 y 700). Si bien se menciona también la "decisión judicial que tenga fuerza de cosa juzgada", se ha interpretado con razón por esta. Cámara en fallo plenario que es obligatorio que la sentencia "puede declarar la solidaridad existente en virtud de la voluntad de las partes o de la ley, pero no puede crearla respecto a obligaciones en que no ha sido establecida por una u otra causa" (Autos "Barlaro de Crivelli c/ Barlaro", agosto 31 de 1925, Cfr. D. J., 1958, I, núm. 942). En suma el fundamento estriba en que las sentencias son meramente declaratorias y no creadoras de derechos. • Además, es norma esencial ¡a de que la solidaridad no se presume, es necesario que esté expresada por "términos inequívocos" (art. 701). Esta última exigencia legal no se cumple en el caso de las. cuasidelitos, pues el art. 1081 se refiere únicamente a los delitos. En situaciones de hechos producidos por dolo, o por fuerza y temor, el Código también se refiere a la solidaridad en forma expresa (arts. 935 y 942). Se invoca el artículo 1109. pero una atenta lectura del mismo ("todo el que ejecuta un hecho'O, permite advertir que se está refiriendo a los cuasidelitos que tienen sujeto singular. Calatayud sigue en esta parte a E. Galli (Rey. La Ley, t. 25, pág.381), quien manifiesta con acierto que dicho precepto legal fija la responsabilidad cuando hay un sólo autor que el envío hecho en el párrafo 2° sólo alcanza a las disposiciones sobre delitos, en los que no aparece ningún problema de pluralidad, tales los artículos 1077, 1079 y 1083. Termina agregando que a más del doctor Colombo (Culpa aquüiana; cuasidelitos, pág. 704), están dentro de la postura que mantienen los doctores Salvat (Hechos ilícitos, núm 88, pág. 53); Lafallle (Tratado de las obligaciones, t. 2, núm. 1236 y nota); Colmo (G. del F., t. 83, pág. 121); y Camareta (Responsabilidad extracontractual, tomo 1, núm. 199). En. el fallo que comentamos, el doctor Casaux Alsina adhiere a la opinión del doctor González admitiendo la solidaridad en la responsabilidad por el hecho. El debate, sin embargo, refleja un interés substancia,! y entendemos que no ha quedado totalmente agotado y debe ser materia de un estudio más extenso, para saber si por medio de la sentencia puede crearse o no una nueva fuente de solidaridad, o bien se deben tener en cuenta los intereses de la víctima, o por último si es posible llegar a una conciliación .entre el sistema de solidaridad que consagra el artículo 1109 del Código civil al remitirse implícitamente al contenido del artículo 1081, que establece un régimen de reparación solidaría obligatoria para los autores de un delito y la negativa evidente que surge para la admisión de es- te sistema del pensamiento de Vélez Sársfield expuestos en la nota del art 1021. XIV) Hemos visto anteriormente cuales son las defensas que puede utilizar el 'usuario ante los actos turbatorios del garajista. Señalamos que mediante el interdicto judicial &e evitan las consecuencias de tales actos, y que la deducción de éstos constituía un verdadero derecho del usuario. Toca preguntarnos, si es admisible que en el mismo interdicto puedan reclamarse los daños y perjuicios que pueden irrogar el acto turbatorio. Tomás Jofré en su obra Manual de procedimiento, tomo V, 5^ edición, anotada y puesta al día por el doctor I. Halperín, Es. Aires, 1943, Edic. La Ley, pág. 614, señala que es inadmisible seguir por esta vía, el resarcimiento de gastos o daños (C. N. S., 21 de febrero de 1935, 3. A., t. 49, pág. 162 y cita contra implícitamente, C. S. N. 12 de mayo de 1939, La Ley, t. 14, pág. 919; S. C. Tucumán, 13 de mayo de 1937, disidencia de L. Borda, La Ley, t. 8, pág. 450). Entre otros casos y siempre refiriéndonos al problema que nos atañe señalamos que en los autos "Martonato, Dante y otros c/ D'Amico, Héctor", resuelto por la sala "A" de la Excma. Cám. Nac. de Apel. en lo civil (J. A., 1958, t. IV, pág. 49) es un interdicto de recobrar deducido por los usuarios contra las dueños de un garaje, se- resolvió además de la procedencia del interdicto que "El reclamo por daños y perjuicios contenido en la demanda deberá tramitarse por vía ordinaria, pues no cabe en el procedimiento sumario del interdicto, que, con arreglo a ¡o reiteradamente resuelto, más que una acción constituye un recurso policial, urgente y sumario, dado & favor de quien estaba en posesión o tenencia de una cosa inmueble contra cualquier perturbación violenta o clandestina; norma de orden público, civil y procesal encaminados a restablecer con la mayor celebridad posible el orden perturbado (J. A.f 1953, t. III, página 351). Corrobora este fallo la resolución recaída en la causa "Valentini. Mario A. y otro c/ Mascar», A.", 3-8-959, fallo de la sala "C" de la Excma. Cám. Nac. de ApeJ, en lo Civ. de la Cap. Fed. publicado en Doctrina Judicial del 21-7-959. Se establece que: "La circunstancia de no haberse hecho lugar a la condena de daños y perjuicios reclamados en un interdicto posesorio, por falta de estimación de los mismos, no enerva la aeción del damnificado para reclamarlos es; un juicio posterior". Sin embargo, creemos que nada obsta para que en la sentencia también -e incluyan ios daños y perjuicios derivr-^rts '-- <*stas acciones, siempre que los niisir;^ •> iubie- ran pedido y se probara su existencia aunque no llegara a probarse el monto de los mismos, siempre que la petición estuviera arreglada a derecho (art. 37 de la ley 14.237, 519 y conc. del Cód. de proc. y 583 del Cód. de proc.). No haremos mayores citas ni comentarios a este respecto por tratarse de un problema procesal de indudable valor pero sobre el cual no nos podemos extender so pena de alejarnos del tema. Ocurre también que los daños y perjuicios no sólo pueden reclamarse al garajísta por la responsabilidad de éste. Sucede a veces, casos de choques de vehículos, en los cuales el usuario se ye cornpelido a tener que abonar al garájista la locación mensual para seguir manteniendo su derecho de estacionamiento en el garaje, so pena de que se considere terminado el contrato que los une. ¿Es susceptible de agregarse ese rubro para reclamarlo al responsable del choque? Entendemos que sí. Nada obsta a ello, siguiendo naturalmente las reglas procesales de rigor. En tal sentido ha resuelto la sala "B" de la Excma. Cara. Nac. de Apel. en lo civ. de la Cap. Ped., julio 1? de 1957 (J. A., 1958, t. IV, pág. 5, de síntesis jurisprudencial), que: "Kl lucro cesante comprende no sólo el beneficio líquido dejado de percibir, sino también los gastos que para disponer de ese beneficio deben abonarse independientemente de su producción. En la especie, además de lo que puede producir el colectivo chocado, se condena a pagar los gastos de garaje, sueldos, aportes jubilatorios y administrativos" (i). XV) En el fallo registrado en La Ley (t. 94, abril-junio de 1959) 1675 en los autos: Montero Hnos. c/ Piñeiro, José (Cám. civ. de la Cap. Ped., sala "F", marzo 30 de 1959), se establece: "1. Siendo obligación primordial del dueño de un garaje la guarda de automóviles, es directamente responsable del robo o hurto del vehículo depositado en aquél al no controlar como corresponde la entrada de personas extrañas al establecimiento y la salida de los coches guardados y confiados a su custodia, máxime si omitió cerrar con llave las puertas de la unidad sustraída que era ubicada en las proximidades de una de las puertas de (1) Nos remitimos al fallo publicado en La Ley del 21-8-959, t. 95, julio-setiembre de 1959, en los autos "Rice! Eduardo C. c/Amorín Manuel", número 43.761 de la Cám. Nao. Civ., Sala C, donde se establece: "Procede el pago de los daños y perjuicios al despojado si los mismos íueron oportunamente reclamados y comprobados, ya que forman parte de la condena, de acuerdo con lo que dispone el art. 583 del Cód. de proc. (Con nota de Mario J. Bendersky.) salida, aunque fuere a solicitu de su dueño por razones de comodidad. 2. La relación jurídica que vincula al dueño de un garaje con la persona que deposita en éste su automóvil, emana de un contrato de los llamados complejos o mixtos, que por no tener en el Código civil una reglamentación especial debe ser incluido en la categoría de los contratos innominados que participa de los caracteres de la locación de cosas, del depósito y de la locación de servicios. 3. Estando probada la culpa contractual de la parte demandada —incumplimiento de la obligación de restituir, en el mismo estado en que fue depositado en su garaje, el automóvil del actor—, debe cargar con las pérdidas e intereses sufridos por el damnificado (art. 511 del Cód. civ.). El fallo de 2% instancia que veremos más adelante es sumamente interesante y revoca la sentencia de 1* instancia que pasamos a analizar: El actor demanda al dueño del garaje, por la parte del precio que vale el vehículo y que no estaba cubierto por el seguro que tenía en la Compañía de Seguros que le abonó hasta el 75 por ciento de la póliza. Funda su demanda en los arts 512, 579, 585 y 2202 del Código civil. En los considerandos de la sentencia de 1$ instancia se establece que la relación jurídica entre el dueño del garaje donde se guardaba el automóvil sustraído y el propietario de éste, no encuentra como lo pretende la parte demandada en la emergencia de una locación. Ello en razón de que el dueño del garaje además del estacionamiento del vehículo en el local, tenía a su cargo las funciones de vigilancia del mismo conforme a la prueba producida. Trátase en el caso, de un verdadero contrato de depósito voluntario y regular, en el cual las obligaciones de las partes intervinientes aparecen determinadas por disposiciones legales expresas (Conf. arts. 2190, 2219 del Cód. civ. y 247, 249 y 574 del Cód. com.). En virtud de esta convención el depositario —la demandada en este caso— estaba obligado a poner en la guarda de la cosa —el automotor— las mismas diligencias que en las suyas'propias (Conf. arts. 2202, Cód. civ. y 574 del mismo). Habiéndose acreditado que cuando el vehículo era colocado en el garaje, se retiraban las llaves, se guardaban en el escritorio, no se puede imputar negligencia al demandado, máxime que cuando escuchó ruido del motor, juntamente con el cliente ocasional con el que conversaban, siguieron al vehículo hasta perderlo de vista. El fallo rechaza la demanda por considerar que son inaplicables las disposiciones legales citadas, ya que no medió responsabi- lidad imputable al demandado no habiendp culpa alguna el cumplimiento de sus obligaciones contractuales. El fallo de 2^ instancia revoca la sentencia y sostiene que el que deja en un garaje público un automóvil, io hace esencialmente a fin de ponerlo a buen recaudo y en la confianza de que el depositario ejerciera la guarda y cuidado del mismo conforme a la diligencia que exige la naturaleza de la obligación y que corresponde a las circunstancias de la persona, del tiempo y de lugar, importando la Omisión de cualquiera de es- tos requisitos, incurrir en la noción de culpa que consagra el artículo 512 del Código civil, responsabilidad que debe ser apreciada con mayor severidad cuando, como sucede en el sub-lite, se está frente a un contrato de depósito oneroso (Conf. La Ley, t. 24, pág. 894). Aplica asimismo la doctrina que surge del artículo 2202 del Código civil y la jurisprudencia sentada en el fallo registrado en La Ley, tomo 76, página 588, al cual ya nos hemos referido. Tampoco excusa la responsabilidad del demandado la frase asentada en minúsculas letras de imprenta al final de cada uno de los recibos, ya que la índole o importancia del contenido de la cláusula debió ser motivo de estipulación expresa entre las partes —doctrina de los arts. 874, 918 y 919 del Código civil— ni ei hecho de haber retirado las llaves de contacto del coche, puesto que sólo constituía una de las elementales precauciones por falta de debida vigilancia, ni la circunstancia de haber efectuado uña infructuosa persecución del coche robado. Es de pública notoriedad el reiterado robo de automóviles, ya sea, en la vía pública, o en garajes, que ocurren en nuestra ciudad desde hace varios años, circunstan- cia a tener en cuenta en el cuidado y vigilancia de coches que se le confiaban a su guarda (art. 902 del Cód. civ.) y que aleja la posibilidad de todo amparo en el caso fortuito o fuerza mayor (art. 2203 del Cód. civ.), pues debió prever la eventualidad del hecho ilícito (art. 514 del mismo cuerpo legal). Estando probada la culpa contractual de la parte demandada, incumplimiento de la obligación de restituir el automóvil en el mismo estado en que se lo depositó (art. 2210, Cód. civ.), debe éste cargar con las pérdidas e intereses sufridos por el accionante (art. 511, Cód. civ.). El fallo que comentamos tiene la particularidad de sentar varias premisas importantes que hemos destacado en la transcripción precedente: 1) No admite la limita- ción unilateral de la reponsabilidad por parte del garajista, aún cuando la misma estuviera contenida en letras pequeñas, en el recibo que se otorgaba, al usuario; 2) Admite la responsabilidad del garajista, aún cuando el vehículo fuera dejado en la proximidad de la puerta de entrada a pedido del dueño del mismo; 3) Impone la obligación al garajista de prever el caso fortuito (art. 514), como si hubiera tomado a su cargo las consecuencias del mismo (art. 513). En una paiabra, omitió aquellas diligencias que se imponen al deudor en el cumplimento de la obligación, en atención a la misma. XVI) Hemos observado ya dentro de ia jurisprudencia extranjera algunos fallos referentes a la forma como se regula la responsabilidad, no ya en materia de garajes, sino en los casos en que se deja un vehículo para reparar en un taller mecánico. El contrato esencial que se establece en ese caso constituye una verdadera locación de obra y de servicios, pero las consecuencias que puede traer aparejado el incumplimiento o el apartamiento a tal contrato merece ser observada por la íntima vinculación que tiene con el contrato de garaje. Así en ios autos: "Zeppa Olga O. c/ Irace Anacleto y otro" (de la Cám. Civ. 2* de la Cap. Ped., marzo 8 de 1948, L. L., t. 50, pág. 398): "El patrón es responsable por el acto ilícito del empleado, cometido en abuso de sus funciones en estrecha vinculación con su trabajo aún cuando se cometiere en violación de una orden general del principal. El dueño del taller de reparaciones de automóviles es responsable por el daño causado con ei automóvil que se le entregó para su reparación, aún cuando se cometiera por un empleado suyo en abuso de sus funciones y en violación de una orden general La circunstancia de que el propietario del automóvil dejase las llaves durante las varias horas que iban a durar las operaciones de engrase y lavado, por sí sola no puede considerarse como autorización tácita para sacar el vehículo del taller, por lo que no es responsable per el acto ilícito cometido por el dependiente del talleilata durante el trayecto que hacía coa el fin de entregar el automóvil. La actora inicia acción por daños y perjuicios en virtud de haber sido atropellada por un operario (Leiva), que trabajaba en un taller y estación de servicio cuyo propietario era Paniz.za, en circunstancias en que'el operario llevaba el vehículo a su dueño (Irace). La acción prospera en 1? I«stancia, condenando a PaiiiEza y a Irace en forma solidaria en base a lo dispuesto por los artículos 1113 del Código civil en cuanto establece que la obligación de reparar el daño causado, se extiende a los daños que causaren los que están bajo su dependencia o por las cosas de que se sirve o que tie- ne a su cuidado; y el artículo 1081' del mismo Código, al disponer que la obligación de reparar el daño causado por un delito pesa solidariamente sobre todos los que han participado en él como autores, consejeros o cómplices aunque se trate de un hecho | que no sea penado por el derecho criminal, En 2* Instancia se revoca parcialmente la demanda, condenando solamente a Panizza, j Decía el doctor Perazzo Naón que: "Panizza no sólo resulta responsable como patrón de Lelva, de acuerdo al jus vigilandi y eligendi, sino que también como dueño del taller, es quien tenía la guarda material y jurídica del automóvil dejado por su propietario. Para que éste último resultara responsable sería necesario que Panizza hubiese demostrado su doble afirmación de que a más de tener prohibido a sus empleados que sacaran los autos dejados en el taller, el propietario del automóvil Irace, 1 fue quien le encargó a Leiva que le llevase el automóvil hasta su casa, pues entonces éste último no habría actuado como empleado de Panizza, sino autorizado por Irace. j Lo primero puede darse por acreditado con la prueba de autos, no así lo segundo, desde que no hay prueba de que Irace encargase a Leiva que le llevase el automóvil hasta su casa, fuera de la confesión de Panizza, quien trata de descargar su responsabilidad imputando la culpa a Irace, por lo que no puede considerarse'suficiente. La circunstancia de que dejase las llaves del auto durante las varias horas que iban a durar las operaciones de engrase y lavado, por sí solo no puede considerarse como autorización tácita para sacar el vehículo del taller, sino para facilitar los distintos movimientos o maniobras que fueran necesarios hacer con el coche dentro de aquél. (En este caso no se discute la responsabilidad solidaria por el causi delito debate que comentamos en el apartado XIII de este capítulo). Entendemos que el fallo, no admite la responsabilidad solidaria con independencia de la culpa. Revela de toda responsabilidad al dueño del vehículo por el hecho de considerar que no medió de su parte ninguna omisión o negligencia. XVII) Se llega a análoga conclusión en los autos: "López Bermúdez. Santiago R. y otra c/ Staroswiecki León" (registrado por la Cám. Nac. en lo Civ. de la Cap. Fed. Sala "D" el 17 de diciembre de 1952, publicado en L. L., t. 69, pág. 393), donde se establece: "Cabe eximir de responsabilidad al dueño del coche que lo confió para ser pintado a un chapista, y éste, sin permiso ni autorización lo utiliza y provoca un accidente dañoso. El entregar las llaves del co- che que se lleva a reparación no induce en la especie consentimiento para ¡a conducción en la vía pública, ni negligencia en e! daeño, desde que resulta exigencia habitual de todo taller, a los efectos de desplazar el coche dentro del mismo. La locación de obra encomendada por el dueño del automóvil a un chapista para que éste io pintara, obligaba a su vez subsidiariamente a un depósito de cosa mueble que no da al depositario el uso de ¡a cosa". El mecánico había recibido del dueño el derecho de dirección sobre su vehículo, y en consecuencia éste no puede tener & su cargo los daños causados, sólo responde de las derivados del estado misino.de la cosa. Si se ha elegido un mecánico para su trabajo de reparación y éste se sale de la órbita de sus ocupaciones —como sostiene el fallo de 1? Instancia— produciendo, al apoderarse del coche sin conocimiento del dueño un accidente, la responsabilidad es ajena totalmente al mismo ya que la libre elección del dueño versa sobre la capacidad y aptitud de la persona a quien le confió el trabajo, y no sobre cuestiones extrañas como la de ocupar y manejar el automóvil. Decía el doctor Bargalló en 2^ instancia que "no parece razonable pretender que el dueño se constituya en el taller para verificar si el automóvil es o no usado. N'o hay culpa ÍP, eligendo, pues el demandado no empleó al causante del hecho a las efectos de conducir el automóvil, ni hay tampoco culpa m vigilando, pues no corresponde exigirle una conducta desusada, consistente en montar guardia día y noche al lado del vehículo. No se ha dado en el sufa lite una estricta relación de dependencia, sino un contrato de locación de obra, en el cual y a los efectos del cumplimiento de lo ajustado el empresario actúa con autonomía". (Citas.: Aguiar Hechos y Acto-s Jurídicos, t, 3, pág. 46 y nota; Cammarota, Responsabilidad extracantractual, t. 2, pág. 448; Savatier, Traite de -la responsabfiité titile, t. 1, págs. 297 y 311; Lalou, Traite pratique de la responsabilité civile, pág. 419..y nota; Planiol Bipert, t. 4, núms. 642 y siga.; Demague Obligations, i. 5, núm. 896). Tampoco vale la cita del artículo 1133 (cuando de cualquier cosa inanimada, resultare daño a alguno, su dueño responderá de la indemnización, si no prueba que de su parte no hubo culpa, como en los casos siguientes..."), pues en el momento de producirse el hecho el automóvil no se hallaba bajo la guarda del demandado, ni éste se servía del mismo. El doctor Méndez Chavarria adhiere a las conclusiones del7 voto del doctor Bargaüó y estima a su % ez que la locación de obra encomendada obligaba a su vez subsidia- ñámente a un depósito de cosa mueble, que pietario o peor aún, la roba, es evidente de acuerdo al articulo 2208 cié! Código civil, que ei riesgo no ha sido creado por el dueno da al depositario el uso de la cosa, Es ño, sino por el que la usa en contra de sus cierto que no se ha configurado un "con- instrucciones o por el ladrón". (Voto del trato de depósito", pero la tenencia de la doctor Borda). cosa lo asimila, en cuanto a las obligaciones La demanda se había iniciado contra e¡ ciei guardador por aplicación dei articulo propietario del vehículo, el dueño del ga18 del Código civil, lo que hace justa la so- raje y su dependiente en forma solidaria, en virtud de que el dueño del garaje, señor lución a que se llega, Se coniirma asi la sentencia de 1* ins- Jasé Vázquez había permitido que su depentancia y creernos que el íailo se inclina diente lo usara y en tales circunstancias por ia interpretación correcta y adecúa sus chocó ai coche del actor causándole daños. resultados a la verdadera relación que había La sentencia recurrida hiso lugar a la demediado entre las partes. manda parcialmente condenando al conXVIII) En- otro interesante í'allo (publi- ductor del vehículo agresor y al dueño del cado en la L. L., del 16-11-959 en loa autos: garaje donde el mismo era guardado a sol"Allegri, Aliredo A. c/ Kirsch, Jacoüo y ventar a favor del accionante la indemniotros'1 dictado por la Excma. Cám. Nac. en zación de ¡os daños sufridos por éste. Asilo Civ. de la Cap. Fed., Sala "A"), &e esta- mismo, la sentencia declaró la excención blece: 1) "En las accidentes provocados por de responsabilidad del propietario del veautomóviles se produce un «hecho del hom- hículo con ei que se causó,el daño, rechabre» —regido por el artículo 1109 del Có- zando la demanda a su respecto. digo civil— cuando el daño reconoce su cauEl doctor Llambias al votar en primer sa en una falta imputable al conductor del término1 entendió que no había responsabivehículo; en cambio, se origina un «hecho lidad del propietario del vehículo, porque de ia cosa» —regido per los artículos 1113 Kirsch, guardaba habitualmente su coche en ei garaje de propiedad del demandado José y i 133— cuancio el daíio resulta üe una falla del automotor. 2) Cuando media trans- Vázquez, es decir que se prestaba a aquél el ferencia de ios poderes jurídicos de direc- servicio de guarda y cuidado de automóvición y gobierno sobre la cosa que produce les que brindan quienes se dedican al "neel daño, queda exonerado el propietario de gocio de garaje". En tal situación entendía la. responsabilidad que le incumbe como que por la ejecución del pertinente contraguardián o beneficiario tíe la misma cosa, to, al dejar el dueño del automóvil el vea menos que se pruebe culpa de su parte en hículo en el garaje para su cuidado, ha la elección de la persona que pasó a servir- transferido al dueño del garaje la guarda se de ella o tenerla a su cuidado. 3) Al de- del vehículo y ha quedado exonerado aquél jar el dueño su automóvil en un garaje, .de la consiguiente responsabilidad que ha para su cuidado, transfiere al dueño de ese pasado a gravitar sobre el último aludido, establecimiento la guarda del vehículo y Por ello concluía que el articulo 1113 del queda exonerado de la consiguiente respon- Código civil no es aplicable al demandado sabilidad, la cual pasa a gravitar sobre el Kirsch siendo justa la sentencia en cuanto segundo de ellos. 4) Si el conductor de un desestima la demanda promovida contra él. La responsabilidad del dueño del garaje vehículo ha sido condenado en sede penal su culpabilidad civil debe aceptarse in II- le incumbe al codemandado don José Vázmine. 5) La responsabilidad dei principal quez por ser el principal del causante dipor el hecho de su dependiente es inexcu- recto del daño cuya responsabilidad ha adsable. 6) La responsabilidad de los autores mitido en el apartado anterior. En tales tíe un causidelito no es solidaria. 7) Si co- condiciones ia responsabilidad de Jesús mo ocurre en el caso de autos, existe res- Vázquez se extiende al demandado José ponsabilidad directa dei dependiente que Vázquez, quien responde sin excusa alguna causó el siniestro, e indirecta dei principal, por ei hecho de su dependiente, en los térambas subsisten en su integridad hasta minos del artículo 1113, cláusula 1^ del Cótanto y en la medida que el damnificado digo civil. Con respecto a la responsabilidad del prono haya sido resarcido. 8) En los cuasidelitos, los intereses se deben desde la consti- pietario por los daños ocasionados por un automóvil robado o usado en contra de su tución en mora del deudor. 9) La distinción entre daños causados con la cosa y por la voluntad y por abusn de confianza, decía el doctor Horda que adhería a la opinión del cosa es extraña a nuestro derecho y, en ambas hipótesis, existe una presunción de doctor Llarnbias, según la cual no hay resculpa del guardián y del propietario, jun- ponsabilidad en el caso de autos. Esta conclusión no es incompatible con la doctrina tamente con la de la persona que maneja o conduce dicha cosa. 10) Si un tercero usa de la responsabilidad objetiva del propietala cosa contra la autorización de su pro- rio, doctrina que se asienta sobre el fun- damento del riesgo creado. No puede dudarse que cuando una persona lleva un automóvil a! garaje o a un taller para efectuarle reparaciones* lejos de realizar con ello un acto que crea riesgos para terceros, justamente coloca la cosa en posición de no poder normalmente producir esos perjuicios, Si más tarde un tercero lo usó en contra El dueño del garaje responde, por ejemplo, por los daños sufridos por el vehículo que toma bajo su guarda y llega a ser destruido, v. gr., por incendio. La obligación de incolumidad en relación a la cosa aparece, no sólo en el contrato de depósito propiamente dicho, sino también en las diversas estipulaciones en que él ocurra, como parte de su autorización o peor aún, lo roba, es evidente que el riesgo no ha sido creado por el propietario, sino por el que lo usa en contra de sus instrucciones o por el ladrón. La exención de responsabilidad del propietario en estos casos es de vigencia universal. Repugna al buen sentido responsabilizar al dueño del coche en -estos casos. Se explica así que en numerosos paises se hayan dictado leyes donde expresamente se resuelve el problema de la manera indi- esencial o caso accesorio de la convención, lo que induce, en cada caso, al examen cié la intención de las partes. Sin embargo, nosotros no participamos de esta idea. José de Aguiar Díaz, como muchos juristas, asimila esta responsabilidad del dueño del garaje a la que tienen los posaderos u cada (Ley autríaca del 9-8-1908, art. 1'; Ley alemana del 13-5-1909, art. 7"; Ley federal Suiza d°l 13-3-1922. art. 37; Código polaco de las oblisaciones, art. 157; Ley holandesa del 2R-4-1935: igual principio han adoptado numerosos Estados de la .Unión Americana: Véase "El princinio respovdeat«, superior en la responsabilidad de lo.s automovilistas". The Yole Pnn Journal, New Ha ven Connecticut. vol. 61 núm. 3. marzo de 1953 pá?. 435: es también' este el r>rincipio admiíMo por la Jurisprudencia francesa; Véase Mazeaud, op cít., t. 2 núm. 1178; etc.). Cualquiera sea pues, la doctrina que se adopte comn fundamentó de la responsabilidad pxtracontractual, debe admitirse en estos casos la falta de responsabilidad del propietario. En este aspecto la doctrina expuesta en este fallo coincide a su vez con los principios sostenidos en la jurisprudencia citada anteriormente. C TÍTULO OCTAVO La responfity'hilidid civil del garajista y del usvrtrlo enfocada desde el punto de vista de la doctrina y jurisprudencia nacional Segunda Parte a) La responsabilidad del hotelero en la guardo, d? vehículos. El eminente jurista brasileño José de Apuíar Díaz en su obra Tratado de la Responsabilidfld Civil (Da Responsabilidad Civil, t. I. Edit. José M. Cajica S. A. México 1957, pág. 411, punto 145). cuando se refiere al depósito necesario incidentalrnente toca el tema que nos interesa. Señala pue lo que se advierte en esencia en las obligaciones del depositario es un deber de seguridad sobre la cosa depositada, obligación de resultado que tiene por efecto la presunción de culpa contra él, si no la restituye al término del depósito. hoteleros en virtud de lo que dispone el artículo 1285 del Código civil brasileño en corcordancia al nuestro (arts. 2227 y 2230). Ha llegado el momento de referirnos en especial al caso de los garajes o posadas para destacar la diferencia que existe con el garaje público explotado como establecimiento comercial. No es que pensemos que no exista esa responsabilidad para ambos. Estamos" perfectamente de acuerdo con el citado autor, cuando considera que el dueño del hotel es responsable del robo sufrido por e! viajero que confía su automóvil al garaje del establecimiento (hotel o posada). Pero partimos de una premisa diferente. Esa responsabilidad del hotelero o posadero surge por imperio de la ley y cuando el Código civil se ha querido referir a tal responsabilidad la ha especificado concretamente mediante disposiciones al efecto. En cambio, no se ha referido del mismo modo cuando se trata del garaje como establecimiento comercial, es decir, como materia de este trabajo. Como señala Raymundo M. Salvat (en su obra: Tratado de Derecho Civil Argentino, t. 2. Contratos. Edit. La Ley. Es. Aires 1946, tema 2480), "desde el punto de vista histórico, el depósito en la.s pasadas rio era considerado en el Derecho romano corno un caso de depósito, sino que se daban contra el posadero acciones especíales: una acción de recepto para obligarlo a restituir las cosas entregadas por lo.s viajeros y una acción in factum para hacer efectiva su responsabilidad por pérdidas o deterioros". En las legislaciones antiguas y modernas se le reglamenta, como lo ha hecho nuestro Código civil, como un caso de depósito necesario; en consecuencia contó un contrato, puesto que existe acuerdo de voluntades entre el pasadero y el viajero; el primero ofrece su alojamiento y servicios; el segundo los acepta y el contrato se forma (art. 1137 del Córt. civ. Conf. Juan M. Fariña "Depósito Necesario", Enciclopedia Jurídica OMEBA, Edit. Bibliográfica Argentina, t, VI, pág. 847). Es en virtud del artículo 2230 del Código civil, que el hotelero responde, pues, por los daños o pérdidas que sufran: "los efectos de toda clase". Todo daño, es decir, deterioro, toda pérdida, esto es, su desaparición o destrucción como señala Salvat, quien agrega en el párrafo 2471 "la ley se ha referido aquí a las cosas muebles o valores que los viajeros llevan habitualniente consigo, por ejemplo; ropa, alhajas, dinero, etcétera. Nuestro Código resolviendo una cuestión que ha sido materia de discusión, agrega que el posadero responde también de los carros y efectos de toda clase que hayan entrado en las dependencias de las posadas íart. 2231 del Cód. civ.); asi responde de ios daños o sustracciones de los carros, coche, , automóviles, bicicletas, caballos, arreos para éstos, etcétera". El estudioso José Arias (en su obra Cemtratos Civiles, t. 2, Edit. Cía. Argentina de Editores, Bs, Aires 1939, pág. 365), se preguntaba: "¿Y si, por dificultades materiales, un vehículo debiera permanecer en las adyacencias de la posada, funciona esta responsabilidad? Lisandro Segovia, que ya se había formulado la misma pregunta respondía en la nota al articulo 2231 (El Código Civil de la República Argentina, t. 1. Bs. Aires. Edit. La Facultad, 1933, pág, 639), su ignorancia no sería, por punto general excusable, y su responsabilidad sería la misma. Sin embargo, no es ésa la opinión de Aubry y Rau, ni la de Troplong, ni de la Jurisprudencia francesa, pero sí la de Baudry Lacantinerie y Wahl (~De la Societé du pret du depot, núm. 1791). Sin embargo, acota Segovia: "Si con anuencia del posadero, los efectos quedaran en las adyacencias del establecimiento, donde es costumbre estacionarlas, a causa cíe su considerable volumen o excesivo peso, o por falta de espacio o comodidad de la posada y sus dependencias, no hay duda que el posadero es responsable de la guarda de esos efectos, o como locatario de servicios si recibe precio por esa guarda; pero ni la letra del artículo ni la razón someten al posadero a tan seria responsabilidad en este caso". Agrega José Arias (op, cif), que igual criterio debe aplicarse a las mercaderías que transportan ios vehículos cuando haya imposibilidad de introducirlas al hotel o posada, pero entendemos que tanto en este caso corno en el anterior, es decir, respecto a los vehículos es indispensable que el viajero haya puesto en conocimiento del hotelero o posadero esta circunstancia. Esta norma ya era adoptada por el Derecho romano con respecto a las cosas aún no introducidas en la nave y perecidas en la ribera (Digesto L. IV., tít. IX, ley 3 proemio). Para Segovia, el depósito en posadas no era en realidad otra cosa que un contrato accesorio a la locación de cosas y servicios que se efectúa entre el posadero y el viajero, y es equiparado al depósito necesario solamente en cuanto a la admisión de pruebas, pues aquél (es decir el depósito voluntario) , es más riguroso desde que impone mayores responsabilidades. Sin embargo, la Jurisprudencia francesa, ha admitido que existió imprudencia del pasajero al dejar su maleta en el automóvil (Henri et León Mazeaud, Traite theóñgue et pratique de la responsabilité civile, délictuelle et contractuelle, 3* Edic. Paiis 1938, núm. 162, pág. 211, nota 2 ) . En cambio Henri Lalou (La responsabilité civile, París 1932, 2? eclic., núm. 484, pág. 267), opina que la solución no es justa, porque contractualmente la responsabilidad del hotelero abarca todas las dependencias de su establecimiento. Y en el caso del contrato de garaje típica, es decir, el que nosotros catalogamos como empresa comercial, establecimiento público, ¿puede admitirse la responsabilidad del garajista para e! caso que el usuario del vehículo deje cualquier efecto en el coche, que no se refiera al vehículo en sí? Véase que la pregunta tiene un alcance indefinido, desde el punto de vista de sa extensión. Pero sin embargo, nosotros entendemos que el garajista en ese caso no responde por los efectos que pudieran dejarse en el vehículo, aún cuando fueran accesorios del coche, como- ser un adorno, ventilador, un plumero, un espejo de coche, repuestos para vehículos, etcétera, siempre y cuando dichos objetos, no estuvieran colocados en íorma permanente en el vehículo y como accesorios fijados en el mismo. De lo contrario, el garajista es responsable, no sólo de tales accesorios que permanecen fijados al vehículo, sino también de los elementos que comunmente se dejan en el baúl o en la guantera debidamente cerrada con llave. He ahi otra notable diferencia que deseamos destacar para distinguir la responsabilidad del garajista, de la responsabilidad que cabe al hotelero o posadero. Nuestro Código civil, impone una mayor responsabilidad al dueño del hotel o posadero, desde el momento que por imperio del artículo 2232 del Código civil se establece: "El posadero no se exime de la responsabilidad que se le impone por las leyes de este capítulo, por avisos que ponga anunciando que no responde de los efectos introducidos por los viajeros; y cualquier pacto que so- bre la materia hiciese con ellos para limitar su responsabilidad será de ningún valor' íart. 2232 del Cód, civ.). Ante esta disposición señala Segovia (op. cit.): "Aunque los escritores permiten siempre o en determinadas circunstancias esos pactos para limitar la responsabilidad del posadero (Ver a Pont, núrru. ,542 y sígs., y a Freitas, 2690, núm. 4 ) , consideramos más sabio prohibirlos, tratándose de leyes de orden público, (Ver los arts. 21 y 18). La nulidad del acto prohibido es absoluta e inconfirmable". Pero para ello, deberá especificarse tai voluntad en forma que no dé lugar a ninguna duda. Allí donde haya dudas se interpretará que existe tal responsabilidad por parte del dueño< del establecimiento en base a lo dispuesto por los artículos 874, 917 y 918 del Código civil. El artículo 874 dice: ''La intención de renunciar no se presume, y la interpretación de los actos que induzca a probarla debe ser restrictiva": por el artículo 917 se establece que: "La expresión positiva de la voluntad será considerada cerno tal, cuando Otra cosa se expresaba en Las Partidas que permitían a los "ostaleros, aluergadores" frente a los "caualleros, o mercaderes o otros ornes que van camino", a limitar su responsabilidad en dos casos: "el primero es, si ante que lo reciba le dize, que guarde bien sus cosas que non quiere el ser tenudo de las pechar si se perdieren. El segundo es, si le mostrare, ante que lo recibiesse, arca, o casa e le dize: sí aquí querades estar, me- se manifieste verbalmente, o por escrito, o por otros signos inequívocos con referencia a determinados objetos" y por el articulo 918: "La expresión tácita de la voluntad resulta de aquellos actos, por los cuales se puede conocer con certidumbre la existencia de la voluntad, en los casos en que no se exija una expresión positiva, o cuando no haya una protesta o declaración expresa contraria". ted en esta casa, o en esta arca vuestras cosas: o tomad la ílaue déla, y guardallas .Sin embargo otros Códigos admiten el pacto y la disminución de responsabilidad bien" (Ley 26. tít. VIII Partida 5-?). Expresa José Arias (op. cit., pág. 386), que en el Derecho francés, es posible el por parte del posadero u hotelero; como por ejemplo, el Código Colombiano (Cód, civ. por Jorge Ortega Torres. Edit. Temis, Bogotá, edic. 1955, pág. 860), establece en su pacto de excención de responsabilidad. Pero, ha dicho la Jurisprudencia, subsiste ía responsabilidad aun cuando se coloque un aviso en ¡a habitación del viajero declarando no responder del robo de los objetos que le han sido confiados, porque este anuncio no constituye una convención, sino una declaración unilateral de voluntad, que es conocida por el viajero después que el contrato se ha formado entre él y el hotelero por la recepción de sus efectos (S. 1897-4-5). Un fallo más reciente (Sirey í 917-1-111), interpreta la cláusula de irresponsabilidad del depositario como una inversión del cargo de la prueba. Es curioso que el Derecho romano no admita las cláusulas de responsabilidad del depositario cuando los pasajeros no la consintieran (Digesto Lib. IV. tít, IV Ley 7 proemio). Vemos pues otra diferencia notable con el contrato de garaje. En nuestra opinión puede limitarse en algunos casos,de común acuerdo la responsabilidad del garajista, pero para ello debe mediar ¡a voluntad de ambas partes. No bastará la mera voluntad del garajista, expuesta en un cartel ad-hoc, o bien en una leyenda de un recibo por el pago de la cochera. Creemos que nada obsta a que las partes pacten mediante un convenio privado o bien la manifestación de la voluntad del usuario, expuesta por escrito, en el sentido de que admite que el garajista no se responsabiliza del robo del vehículo o en caso de siniestro. artículo 2271: "Cesará también la responsabilidad del posadero, cuando se ha convenido exonerarla de ella". También admite la disminución de responsabilidad el Código civil uruguayo (Cód. civ. de" la Rep. Oriental del Uruguay por A. R. Abadie Santos, Montevideo, págs. 456, 457): "El posadero no se eximirá de la responsabilidad que le imponen los artículos precedentes, por medio de sus reglamentos, programas o avisos que pusiere, anunciando que no responde de los efectos introducidos en la posada, ni de otro modo alguno que no sea por una convención especial, firmada por las partes". Es decir entonces, que el principio de exención o de limitación de responsabilidad es admitido en ciertos Códigos, como los que hemos citados enunciativamente. Ahora bien, hemos afirmado que para el contrato de garaje sería admisible pactar esa disminución de responsabilidad mientras que para el contrato de hospedaje según nuestro Código civil ello no sería admitido. ¿Qué razón funda esta explicación? Pues que el depósito, o la guarda del vehículo, no es para nosptros lo esencial en el contrato de garaje, sino la locación. En el artículo 2233 de nuestro Código civil se hace una distinción que es necesario destacarla, porque traduce otro de los elementos, que diferencian al contrato de hos- pedaje del contrato de garaje propiamente: "La responsabilidad impuesta a los posa- deros, no se aplica a los administradores de fondas, cafés, casas de baños y otros establecimientos semejantes, ni respecto de los viajeros que entren en las posadas, sin alojarse en ellas". Señala José Arias, ob. cit., que éste artículo recoge un párrafo, que como lo denuncia la nota del Código, se inspira en la que hacen Aubry y Rau al párrafo 406 de la tercera edición, utilizada por Vélez. Es pues, a nuestro juicio, este artículo el que se asemeja a la naturaleza del contrato que estudiarnos. Dice la nota; "Si limitamos al posadero que recibe efectos del viajeros, la responsabilidad impuesta en los artículos anteriores, es porque sólo ios viajeros se ven en la necesidad de llevar consigo a las pesadas las cosas con que viajan. Una persona, por ejemplo, que va a un café, no tiene necesidad de llevar consigo una bolsa de dinero, ni de sacar su reloj y ponerlo en una mesa del café". Lo mismo ocurre, en el contrato de garaie, y por eso dijimos ya que el garajista no es responsable de los efectos que se dejan dentro del vehículo —salvo convención en contrario— y siempre que no se refieran a accesorios fijados permanentemente a los coches, como ser espejos, ventiladores, radios, etc. Es precisamente la nota a este articulo que aclara la cuestión de la diferencia de responsabilidad del hotelero con respecto a la del garajista. Comenta José de Aguíar Dios, ob. cit., tomo I, página 413, que el hospedero tiene que probar para eliminar su responsabilidad, que los hechos dañosos, no podían ser evitados, o lo que es prácticamente una redundancia que ha ocurrido un caso de fuerza mayor, como en las hipótesis de escalamiento, invasión de la casa, robo a mano armada o violencias semejantes (Cód. civ. brasileño, art. 1285). Responde pues entre otras obligaciones "del robo sufrido por el viajero que confía su automóvil ai obraje del hotel". Ricardo Fubíni, ob. cit. Pte. Especial, tema 608, página 369, refiriéndose a las relaciones entre el hotelero y el pasajero establece que las consecuencias jurídicas del incendio no pueden establecerse si no se ponderan exactamente los elementos de que consta esta relación compleja. Y sobre todo, se puede afirmar que existe contradicción entre lo dispuesto por el artículo 1866 del Código civil italiano, donde está sancionada la responsabilidad de los huéspedes y hoteleros "como depositarios de los efectos llevados dentro de sus hoteles por las personas que se alojan en ellos". Si el huésped puede ser considerado como un inquilíno ¿—quién deberá demostrar la naturaleza del siniestro? ¿quién deberá probar que el incendio constituye a su respecto un cas» de fuerza mayor?—. De dónde, si no puede absolutamente afirmarse que se trate de dos casos'de presunción de culpa, ya que la presunción de culpa no existe en las disposiciones que rigen la responsabilidad del hotelero —como no existe tampoco presunción, según la recordamos más arriba, en la hipótesis contemplada en el artículo 1589 (locación)—, la acción promovida por el inquilino estará en base al articulo 1866, subordinada a la prueba de qué el incendio tiene carácter fortuito? Los autores que se plantearan el problema de la responsabilidad del hotelero y del huésped en los casos de incendio, creyeron eliminar toda duda al afirmar que se trata de una doble presunción: presunción a cargo del hotelero en lo que se refiere al daño causado a los efectos introducidos en el hotel por el pasajero y presunción de culpa a careo del pasajero por lo que se refiere a daños ocasionados al inmueble. En base a tal criterio, debería determinarse la medida de la responsabilidad de ambos y de cada uno. Pero, el hotelero debería previamente demostrar que el incendio no tuvo origen en los recintos por él ocupados y que el incendio no es consecuencia de un hecho suyo o de sus dependientes. La solución propuesta podrá, aunque sólo rara vez, ser conforme a la equidad, pero ciertamante, no es jurídica. Con ella se desconoce la razón de ser de la responsabilidad de los hoteleros, responsabilidad de la cual nos hemos ocupado ampliamente en otra oportunidad y que encuentra su fundamento en la naturaleza de la explotación industrial emprendida por el hotelero. Por ello coma nos parece haber ya demostrado para la determinación de los límites y del alcance de la ..obligación que la ley impone al hotelero, es importante tener en cuenta la explotación comercial tal cual fue organizada, por el mismo. Ahora, si por un lado la responsabilidad del hotelero tien» una especial razón de ser; por otro lado, en el caso en examen, faltan los elementos que el legislador tuvo en cuenta al reafirmar en materia de locación esos criterios a los cuales se había inspirado al sancionar la responsabilidad del deudor de cosa cierta. La entrega de la habitación al pasajero no tiene por cierto, el mismo carácter que la entrega de una pieza o de un departamento en una locación normal o simple. En aquélla, el hotelero ofrece con la pieza el "hospedaje", al pasajero, obligándose a realizar todas las prestaciones que el hospedaje mismo implica, principalmente la "custodia a la cual se refiere la institu- ción reglada en los artículos 1866 y siguientes. Ahora bien, resulta por 30 menos extraño concebir tal custodia, únicamente en relación a los efectos introducidos, haciendo abstracción de las habitaciones, y en general, de los lugares donde estos efectos están contenidos. ¿Qué eficacia podría tener- ¿a custodia, si ésta no debiese precisamente, y principalmente, ejercitarse sobre la habitación que el pasajero no debe para nada vigilar porque en el contrato de albergue tal obligación es asumida por el otro contratante? Aquí no se tiene un alojamiento o una casa a la cual el inquilno debe vigilar y con relación a la cual la potestad del locador a este respecto desaparece, habiéndose despojado a favor de aquél del goce en la forma más amplia, por el período de duración del contrato justamente, para atemperar la rigidez de tal concesión, la ley establece especiales obligaciones a cargo del inquilino y la doctrina ha debido adoptar soluciones especiales con relación, especialmente al derecho del locador a poder administrar sabiamente las cosas de su propiedad. Por lo tanto, no debe tratarse de conciliar los dos artículos citados, porque no es el caso de invocar aquí la responsabilidad del inquilino por el incendio, mientras subsiste íntegra la responsabilidad del hotelero, responsabilidad conexa al ejercicio de la explotación industrial y por la cual él percibe bajo la forma de un precio el equivalente del riesgo que corre. Esto naturalmente —y no sería siquiera necesario recordarlo— no hacer venir a menos la responsabilidad del pasajero que haya provocado el incendio, pero será necesario que el hotelero demuestre la culpa de aquél. A raíz de la enorme responsabilidad que cabe pues al hotelero, el Instituto Internacional de Roma para la Unificación del Derecho Privado, tomó la iniciativa de una ley uniforme sobre la responsabilidad de los hoteleros por la pérdida o deterioro de los objetos introducidos por los pasajeros. La ventaja de esa unificación es evidente, como lo han reconocido los especialistas, advirtiendo que ella no atiende solamente a los intereses de los hoteleros, sino que fija una fórmula de equilibrio, entre éstos y los derechos de los viajeros suprimiendo además, una fuente interminable de controversias, testimoniada en numerosos pronunciamientos de los tribunales de Europa. Se observa que la generalidad de las legislaciones, heredando del Derecho romano un criterio inspirado en la desconfianza excesiva en relación a los hoteleras, regula su responsabilidad de forma altamente desfavorable para ellos. La ideas fundamentales del instituto son: a) Limitación de la responsabilidad; b) El rechazo de las normas del depósito necesario por inadecuadas a las condiciones de vida actual, para dar lugar al principio del riesgo profesional, con responsabilidad limitada a determinada suma; c) Responsabilidad ilimitada para ciertos casos en que medie culpa del hotelero; d) Carácter de orden público de la responsabilidad; e) Irresponsabilidad del hotelero, cuando el daño resulta del hecho del pasajero, de personas que lo visitan o lo acompañan, caso fortuito o de fuerza mayor; f ) no incluaón de los restaurantes, cafés, teatros, establecimientos de baños y pensiones familiares; g) .ampliación del concepto de equipaje hacia el de objetos; h) limitación del plazo de responsabilidad que se comprenderá entre el momento de la entrada en el hotel y el momento de la salida de manera que no comprenda el transporte, ni aún el puesto por el hotel a disposición de los viajeros. Vemos pues, que a raíz de las teorías más modernas, se va modificando la idea de que el hospedaje se someta a normas del depósito. ¿Qué decir entonces cuando estudiamos el contrato de garaje? b) La aceptación de la teoría del riesgo. Observamos que corrientemente se trata de encuadrar la responsabilidad del garalista, asimilándola al depositario, invocando a veces las disposiciones relativas a los hoteles y posadas. Creemos que las teorías modernas inciden notoriamente para cambiar esa idea. ¿Qué razones median para que este contrato no se rija más bien por otras teorías más aceptables que condicen más con la vida moderna, sin ajustarse a un ámbito ancestral que no permite la elasticidad, de las normas, so pena de considerar inexistente un contrato? ¿Ño es más aceptable acaso asimilarla a la teoría del riesgo profesional, semejante pues a la que ya rige en materia laboral en. nuestro país? No nos cabe ninguna duda a este respecto. Así como el dueño del vehículo es el que asume el riesgo creado por la cosa que tiene a su servicio por o para su recreación, así también existe esa responsabilidad para el garajista, que lucra con el precio que cobra para permitir el ingreso del vehículo a su establecimiento. Es ni más ni menos como sostiene José de Aguiar Díaz, ob. cit., tomo II, página 35, la adopción de la teoría del riesgo, que las legislaciones en pricipio no acogen. Ante las crecientes dificultades encontradas para aplicar el mero criterio de culpa, ese expediente es más bien semejante a los de presunción de la culpa y de la ampliación del dominio de la responsabilidad, contractual. El poder de dirección no garantiza la viLa obligación de guardar la cosa, consiste gilancia constante, de todos los instantes, en impedir que ella escape al control huma- sobre la cosa, en forma que impida que ella no. Cada vez, por lo tanto, que eso ocurra, el cause daños. La serie de soluciones que se encargado de la guarda falta a su obligación, desdoblan en ese orden de ideas, no admiincurre en culpa. te explicación que no sea fundada en el Cita a Henri y León Mazeaud (profesores "provecho"; el guardián es responsable, no de la Universidad de París), quienes expli- en virtud del ilusorio poder de dirección, can: "No decimos que cada vez que una sino porque sacando provecho de la cosa, cosa causa un daño, hay falta en la guarda; debe, en compensación, soportar los riesgos. decimos sólo: hay falta en la guarda cada El autor toca el punto sensible de la convez que la cosa escapa al control, a la guar- troversia cuando sustenta, con valentía, que da material de aquél sobre quien la ley hace la inspiración de los tribunales, en tales pesar la obligación de guarda, y sábese que cuestiones, se encuentra, si se las analiza, en una cosa puede intervenir en la realización ideas generosas que vacilan en proclamar de un daño sin escapar al control de su debido a un oscuro temor de que se juzguen guardador". Entonces cumple establecer a subversivas. Esta es la pura realidad, como quien incumbe esa obligación de guarda. se ve en las diferentes hipótesis donde apaPor regla general será el propietario. Pero rece la figura del guardián: 1) Propietario: es poco satisfactoria y no proporciona so- es excusado decir que por lo general le lución adecuada, la definición que delimite .compete la guarda de la cosa. Hasta se a él sólo el cuadro de los íesponsables. La presume, en su contra, la obligación, de fórmula general proviene asimismo de Ma- guarda; tanto que le íncumbre probar que zeaud y Mazeaud: "la ley no puede atribuir ha transferido la guarda a terceros, cuando alegue esto en su defensa; 2) Personas la obligación de guarda sino a aquellos que están en condiciones de desempeñarla, co- que usan la cosa sin consentimiento del mo capaces de impedir que la cosa escape propietario: Dos hipótesis principales invoa su control. Es por lo que el guarda, el lucra la especie, en particular respecto a' responsable, es aquel que tiene sobre la accidentes de automóvil: el robo o el uso del vehículo por el dependiente contra la cosa un derecho de dirección; este poder jurídico le permite, y sólo a él, ejercitar o voluntad, o por lo menos a ocultas del prohacer ejercitar por otro, la guarda material pietario. de la cosa; solamente él es capaz de cometer ¿Conservará el propietario, a pesar del rola falta en la guarda". bo, o del uso no autorizado o desobediente, Para nosotros la responsabilidad del gara- la guarda jurídica del vehículo o puede el jista emerge de estas ideas. Por ello hemos ladrón ser considerado el guardián? Numerosa jurisprudencia se pronuncia, catalogado al establecimiento garaje como una empresa, donde su propietario es res- apoyada en autores del mérito de Ripert, ponsable de sus actos y do la explotación Esmein y Savatier, por la segunda alterde tal actividad. La falta de diligencia con- nativa. Pero esa solución presenta un irresistirá pues en dejar de emplear las pre- mediable defecto, ante la noción de guarda cauciones necesarias; practicadas en circuns- aceptada' por la doctrina y jurisprudencia, tancias idénticas por personas del mismo y reducida por Besson y Mazeaud y Mazeaud gremio, de acuerdo a lo que impone la ley, a una verdadera teoría sistemática. En efecto, admitir que el ladrón o el deel uso y las costumbres, sin perjuicio de los pactos o convenios formales que en su eje- pendiente infiel o desobediente pueda ser considerado como guardián, es desconocer la cución se realicen con los usuarios. Su impericia en su arte o profesión equi- distinción esencial entre guarda jurídica valdrá a la negligencia culpable, aunque y guarda material. "El guardador de la cosa, explica Alberto no sea su ejecutor directo. G. Spota, en La Ley, tomo 24, página 254, no Esa impericia puede resultar de varios factores, como ser: si eligió a una persona es el que tiene el poder de hecho sobre ella. inhábil en lugar de escoger una persona El ladrón no lo es, porque para que se conpráctica en realizar los actos necesarios sidere a alguien como guardador, es preciso para cumplir la finalidad que persigue; si que se le reconozca el poder de dirección tenía obligación de impedir actos lesivos o y de vigilancia, derivado de un 'derecho, que puede ser el de propiedad, u otro cualdañosos y no los impidió; si dejó de emplear las precauciones necesarias para la finalidad quiera, capaz de crear ese poder. La noción que destina la empresa (como ser, por ejem- de guarda jurídica se completa con la del plo, extintores contra incendio, baldes, etc.). provecho económico: responde, sin embargo, Jean Libmann no se deja fascinar por las el propietario en cualquier hipótesis". Esta, ideas de los Mazeaud, y sus objecciones por cierto, la tiene aquél, pero eso poco importa a los efectos de la responsabilidad. penetran al fondo del problema. Guarda jurídica no es posible reconocerle, porque ésta deriva del derecho de dirección, y no es concebible un derecho concedido por el robo o por otro acto abusivo. Sin embargo, la Excma. Cámara Nacional en lo civil de la Capital Federal (sala "C", causa 43.155, 14-2-958) publicado en Doctrina Judicial, tomo I, año 1958, página 59, establece: "Demostrado que el automotor causante del accidente había sido sustraído a su propietario antes del hecho, dicho propietario no es responsable por el daño causado por dicho vehículo, por haber perdido la guarda del mismo sin culpa u omisión que le fuese imputable". Es decir que la Cámara civil, en el caso comentado, se inclina por la tendencia citada precedentemente, que no es la seguida por Aguiar Díaz, quien sostiene que en ca- sos semejantes la obligación de guarda sigue a cargo del propietario 3) Uso de la cosa con consentimiento del propietario: a) Por el dependiente: La cuestión de la transferencia es meramente de hecho, distinción que la jurisprudencia francesa, acepta para casos que no son el del chófer asalariado; del dependiente ocasional, del amigo a quien se le presta el coche, etcétera. Pero es inútil ocuparse de la responsabilidad del dependiente por esa vía, toda vez que interviene en el caso la responsabilidad del patrón por el hecho del empleado, siempre y en cualquier caso; b) Por el garajista: se considera transferencia a él la guarda jurídica del vehículo, cuando éste le ha sido confiado, para su arreglo o depósito. Obsérvese que, en cuanto a responsabilidad del garajista, hay aún casos que reclaman solución, como el del alquiler del coche, con o sin chófer o de colocación de chófer sin coche a disposición del cliente. Solución: si el daño resulta del defecto del vehículo la responsabilidad es del propietario; si deriva del hecho de la conducción es del chófer o comitente. Relacionado con el tema que estudiamos, citaremos el fallo registrado en G. del P., año 1948, tomo 194, página 120, autos: "Marsigli, E. c/ Nicolás Bianco y otro", sentencia de la Exorna. Cám. Nac. de Apel. en lo civ. de la Cap. Fed., sala 2^, donde se establece: "No puede considerarse socio a los efectos de responsabilizarlo, por el incendio del automóvil en reparación, a quien, si bien trabajaba en el taller en que el accidente sucedió, era sólo como encargado de pintura en la que tenía participación, y el incendio se produjo al hallarse el coche sufriendo otras reparaciones por un empleado con quien el demandado no tenía relación alguna de derecho". La demanda en cuestión se funda en que el actor encargó el arreglo y pintura del automóvil en un garaje que además tenía un taller para tal fin. El encargado de pintura, no era dueño, ni socio del titular del garaje. En momentos de producirse el incendio el coche estaba sometido a reparaciones y no a pintura. Entiende el a-quo que los empleados obra- ron con desidia al arrojar un balde que contenía nafta creyendo que se trataba de agua. Funda la responsabilidad en los artículos 1113, 1122, 1068 y 1069 del Cód. civ. Establece la sentencia de 1^ instancia, que son responsables tanto el dueño del garaje como el encargado de pintura, porque éste reconoce que en realidad, se trataba de un acto accidental (por cada trabajo en forma independiente le daba al dueño del garaje el 50 por ciento de su producido), (art. 282, Cód. de com.). Admite la responsabilidad de ambos demandados sin perjuicio de que el encargado de la pintura, haga valer los derechos que pudieran corresponderle contra el propietario del garaje, por la participación limitada que tiene en el negocio. Al prestar declaración el causante del accidente admite que estaba ocupado con el soplete efectuando una soldadura autógena de la carrocería, costado interior del vehículo, cuando la llama produjo el incendio. Esta declaración demuestra a juicio del señor camarista, doctor Miguens, que la reparación era ajena a los trabajos de pintura y por tanto considera que el hecho se produjo por un dependiente con el cual no le ligaba ninguna relación de dependencia. Se revoca parcialmente la demanda, y sólo resulta condenado el propietario del garaje (los doctores Maschwitz y Lagos adhirieron a este voto). La aceptación de la teoría del riesgo profesional para fundar la responsabilidad del garajista, tiene sus resistencias, por parte de los sostenedores de la doctrina clásica, quienes aún no se han puesto de acuerdo en realidad, si se trata de una responsabilida contractual o extracontractual, primando naturalmente la primer tendencia. El profesor de la Universidad de Roma, Eduardo Bonasí Benucci, en su obra La Responsabilidad civil, edic. J, M. Bosch, Barcelona, 1958. páginas 7 y sigts., se encarga de aclararnos algunos conceptos que es necesario recordar: "La responsabilidad civil ha sido definida como la obligación de soportar la reacción que el ordenamiento jurídico vincula al hecho dañoso (Carnelutti, Teoría Genérale del Diritto, págs. 263 y sgts., citado por el autor); el daño producido por el incumplimiento de obligaciones da lugar a la responsabilidad contractual, y el derivado de los delitos o cuasi delitos a la responsabilidad extracontractual". La responsabilidad contractual viene de- terminada generalmente por el concurso de dos elementos: a) Preeexistencia de un vínculo entre personas determinadas; b) Producción de un daño que se manifiesta como resultado de la violación de aquel vínculo. Faltando tales requisitos, la obligación de reparar el daño ocasionado a otra persona no puede tener otra fuente que una obligación genérica, válida erga omnes y no sólo hacia un sujeto determinado, configurándose como responsabilidad extracontractual. La carga de la prueba de la culpa en la responsabilidad extracontractual recae generalmente sobre el perjudicado —salvo los casos de responsabilidad presunta—, mientras en la responsabilidad contractual, la culpa siempre se presume en el que incumple la obligación, que es quien deberá probar que el incumplimiento se produjo por causa no imputable al mismo. Hecha esta primera<aclaración pasaremos a referirnos a otro tema que es necesario puntualizar cencretamente. c) El elemento de la custodia. En principio, el responsable no es necesariamente el propietario; sin embargo toda vez que la propiedad de la cosa implica la carga de custodiarla y vigilarla, el propietario se libera de la presunción a su cargo, mediante la demostración de que tal obligación ha sido transferida a un tercero, en este caso, el garajista. Debe, sin embargo, precisarse —como señala E. Bonasí Benucci, ob. cit., pág. 257— qué se entiende por custodia; parece claro que la ley no se refiere a una noción jurídica de la custodia, ni mucho menos, requiere que haya mediado un contrato de depósito o custodia, bastando que se trate de una mera relación de hecho. ¿Es necesario que exista un elemento de utilidad económica? No parece necesario, aunque, desde luego la presencia del requisito de disfrute económico servirá en los casos de duda para individualizar el verdadero guardador de la cosa. La jurisprudencia italiana ha reconocido que la custodia no es la de carácter técnico de base contractual, sino la mera relación de hecho entre el sujeto y la cosa por la que ésta presta su utilidad al primero, que tiene poder de exclusión de las demás personas (Trib. de Ñapóles, 3 de enero 1952, Verrangia c. Rinaldi en Foro Nap. 1952, I, 24). Otras veces ha entendido por custodia no "la detentación material de la cosa, sino la situación jurídica de quienes tienen sobre la misma un poder de dirección" (app. Palermo, 8 de mayo 1950, en Giur. It., 1951, I, 2, 752). En la jurisprudencia argentina se observa la misma inclinación y al fallo ya citado y registrado en Doctrina judicial, 1.1, 1958, pág. 69, donde se establece la irresponsabilidad del dueño del vehículo, que fue hurtado, por los daños producidos a terceros en circunstancias de haber perdido la guarda del vehículo, debemos citar asimismo, el fallo registrado en Doctrina judicial, 1957, julio a setiembre, pág. 180-181 en los autos: "Lataatte, Juan c. v. López, Hnos.", de la cám. Nac. civ. de la Cap. Fed., sala "C", donde se establece: "Aunque la guarda de un automóvil en un taller mecánico mediante una compensación en dinero, configura un contrato de depósito, no permite imputar al depositario que los entregó en las mismas condiciones aparentes, los deterioros no visibles del motor, máxime cuando no se ha probado fehacientemente que los tuviera al tiempo de ser retirado del taller en que se guardó. El guardador ocasional de un automotor, no responde de los perjuicios eventuales sufridos en el motor del vehículo, que no pueden serle imputados a hechos propios, si la custodia no reúne las condiciones de un contrato de garaje". En una palabra, siempre que se trate de determinar en el contrato que estamos estudiando en qué consiste la custodia, veremos que: 1) El usuario transfiere este elemento al garajista, mientras el vehículo sale de la esfera de su poder, hasta que la vuelve a retomar cuando lo retira. 2) Como consecuencia de ello, el deslinde de la responsabilidad se produce ante cualquier evento dañoso, en esa etapa bastando demostrar que el vehículo se encontraba en poder del garajista. 3) Ante la existencia de cualquier hecho anormal que entra dentro de la esfera de responsabilidad del garajista, se invierte el cargo de la prueba, y será éste, quien deberá probar su irresponsabilidad en razón de que el vehículo ha estado bajo su custodia y como consecuencia de la teoría del riesgo profesional —en este caso del empresario—, que es la que debe imponerse definitivamente. Como señala el doctor Francisco Villamil al definir y estudiar el término custodia, en Enciclopedia Jurídica Omeba, tomo V, página 381, edit. Bibliográfica Argentina, Bs. Aires, 1956, en el Derecho romano, por el principio general de custodiam praestare, el deudor respondía por las pérdidas o detrimentos de la cosa ocurridos por su dolo o culpa grave o leve, pero la cláusula expresa custodiam suscipere, extendía la responsabilidad del deudor a ciertos casos fortuitos como hurto o huida de animales o cosas. El derecho moderno, abandonó la cláusula expresa de extensión de la responsabilidad por custodia y simplificó la teoría de la culpa, para apreciar la cual tomó como criterio referirse a la naturaleza de la obligación y a las circunstancias de la persona, tiempo y lugar. Los Códigos sin aludir plenamente a esta institución consagran la custodia como primera de las obligaciones del deudor en todos las contratos y derechos reales por los que entra en tenencia de una cosa ajena. Para referirse a la responsabilidad por custodia, los Códigos y en particular el Código civil argentino, que sigue en este punto al Derecho francés, y en algunos casos las estipulaciones del Fuero Real Español, consagran el principio de la culpa leve en concreto, esto, es, los cuidados que uno verosímilmente hubiese tornado en la conservación de la cosa propia. Por nuestra parte, debemos agregar que este elemento de la custodia, adquiere una fisonomía propia en el contrato de garaje, que en realidad es distinta a la que se establece en las normas que rigen para el contrato de depósito, que son las que más se han aproximado a aquél. Observamos vacilaciones aún dentro de los autores franceses, que asimilan generalmente el contrato de depósito al garaje. En el Tratado de Derecho civil francés, de Planiol y Ripert, tomo XI, edit. Cultura S. A., Habana, 1940, página 462-463, que estos autores siguiendo la doctrina clásica francesa ven en el contrato de garaje un depósito previsto por el artículo 1928 que reduce la responsabilidad del Derecho civil a la del Derecho común, aún cuando el depositario se haya ofrecido para recibir el depósito. Y en nota agrega: "tal es el caso respecto a toda persona que tenga un establecimiento abierto para que el público deposite objetos de determinada categoría como un garaje: Tribunal de Paz, París, abril 2a de 1905, D. 1905 2.191. Sin embargo, vemos la inquietud que les produce el fallo registrado por el Tribunal Sena, marzo 28 de 1930, Pa. 1930 2, 68, donde se establece que el garajista, depositario de un automóvil no está obligado a vaciar el radiador a íin de ampararlo contra la congelación, solución muy discutida —agregan— ya que se trata ahí de un cuidado normal, previsto además por los usos. El elemento de la custodia, no sólo caracteriza al depósito, y creemos que este elemento está configurado en oíros contratos V. G. en el usufructo (art. 2878): "el usufructuario debe usar la cosa como lo haría el dueño de ella y usarla en el destino al cual se encontraba afectada antes del usufructo"; en la anticresis (art. 3258): "el deudor está obligado a cuidar el inmueble y proceder a su conservación". Debe rarlo, si por su culpa o negligencia mueble sufriera algunos detrimentos; comodato resulta aún más notorio repael inen el (art. 2266): "El comodatario está obligado a poner toda diligencia en la conservación de la cosa, y es responsable de todo deterioro que ella sufra por su culpa", incluso en algunos casos responde hasta del caso fortuito (art. 2269). Aún Planiol y Ripert (ob. cit., pág. 455), nos parece que se inclinan por aceptar esta idea para el arrendamiento, y en párrafo 1171 al establecer la distinción entre el depósito y otros contratos señalan que en cuanto al arrendamiento de cosas, éste se asemeja al depósito cuando el arrendatario alquila un espacio para colocar en él objetos muebles cuya guarda quiere asegurar. Cuando se reserva para sí mismo el cuida- do de vigilar esos objetos en el lugar arrendado —se refiere al arrendatario— no hay duda que se trata indiscutiblemente de un arrendamiento y no de un depósito. Pero cuando el que da en arrendamiento el espacio referido, se ocupa de asegurar la guarda de los objetos que se colocan allí, la cuestión es más delicada. Esto se produce, sobre todo en caso de arrendamiento de cajas de seguridad en los bancos y en ciertos arrendamientos de bodegones y sótanos en el mediodía de francia. Se admite generalmente el principio de que existe arrendamiento más bien que el depósito, ya que la obligación de guarda no es más que el accesorio del arrendamiento. De ello resulta la consecuencia práctica de que los acreedores del arrendatario han de poder utilizar el procedimiento de saisie-executicn (A) para el cobro con cargo a los objetos que se hayan dejado en la caja de seguridad o en las bodegas o sótanos, en lugar del de saisie-arret, que se justificaría si se tratase de un depósito. Creemos pues que este temperamento es perfectamente admisible al caso de los garajes y tanto es así que se cita el caso registrado con respecto al arrendamiento de un espacio en un garaje en Rev. Trimestrielle, 1922, pág. 908. En consecuencia, el elemento de la custodia puede aparecer en el arrendamiento y por ende en el contrato de garaje, sin que por ello debamos afirmar que estamos frente a un depósito. El problema de la responsabilidad no es nada nuevo en nuestro país y muchos estudiosos se han preocupado con profundidad acerca de las teorías que fundamentan la misma. Cuando se trata de invocar los preceptos legales que fundan una acción contra el propietario del garaje, se repara, generalmente en las siguientes disposiciones de nuestro Código civil, artículo 511: "El deudor de la obligación es también responsable de los daños e intereses, cuando por culpa propia ha dejado de cumplirla"; artículo 512: "La culpa del deudor en el cumplimiento de la obligación consiste en la omisión de aquellas diligencias que exigiere la naturaleza de la obligación, y que correspondiesen a las circunstancias de las personas, del tiempo y del lugar"; artículo 1109: "Todo el que ejecuta un hecho, que por su culpa o negligencia ocasiona un daño a otro, está obligado a la reparación del perjuicio. Esta obligación es regida por las mismas disposiciones relativas a los delitos del Derecho civil"; artículo 1110: "Puede pedir esta reparación, no sólo el dueño o posedor de la cosa que ha sufrido el daño o sus herederos, sino también el usufructuario, o el usuario, si el daño irrogase perjuicio a su derecho. Puede también pedirlo el que tiene la cosa con la obligación de responder de ella, pero sólo en ausencia del dueño", artículo 1113: "La obligación del que ha causado un daño se extiende a los daños que causaron los que están bajo su dependencia, o por las cosas de que se sirve, o que tiene a su cuidado"; artículo 1133: "Cuando de cualquier cosa inanimada resultare daño a alguno, su dueño responderá de la indemnización, si no prueba que de su parte no hubo culpa, como en los casos siguientes..." y es muy común remitirse luego a las normas del depósito. Naturalmente que es indispensable remitirse a la convención o contrato que rije a las partes, cuando éste realmente exista, no pudiendo derivarse solamente de condiciones impuestas. Una reglamentación que rija las relaciones entre el usuario y el garajista, no sería contraria a la ley ni a las buenas costumbres, como se ha experimentado en Francia. Pero la misma debe contener normas que realmente trasunten una verdadera libertad de contratación y nunca podrán ser la imposición de la voluntad unilateral del garajista. Leonardo A. Colombo en su obra: Culpa Aquiliana, 2^ edic., edit. Tea, Bs. Aires, 1947, página 550 expresa, que la jurisprudencia de nuestros tribunales es bastante contradictoria —agregamos que ila doctrina también—. Entiende que el maestro Salvat ha expuesto en la causa "Caldera Nicastro, F, v/ Burghi, Mario", la verdadera teoría que debe regir la materia. Respecto a la responsabilidad del demandado, ella existe de conformidad a lo establecido por el artículo 1113 in fine del Código civil, una persona responde por las cosas de que se sirve o que tiene a su cuidado. Después, en el capítulo que trata de los daños causados por las cosas inanimadas, el Código agrega: "cuando de cualquier cosa inanimada resultare daño alguno, su dueño responderá de la indemnización, si no prueba que de su parte no hubo culpa" f:art. 1113, 1* parte). Concluye Salvat diciendo que en el caso expresado los actores "tienen a su favor la presunción de responsabilidad que ellas establecen, en tanto no resulte de la prueba demandada, la inexistencia de culpa de su parte". Comenta Colombo, que para el reputado maestro, no era posible separar el artículo 1133 del 1113: su interdependencia es manifiesta, sin que obste a ello la clasificación de hechos producidos "con la cosa" y "por la cosa", clasificación que si para nosotros no deja de tener su punto de verdad, no es suficiente para destruir la armonía que rige no sólo a aquellos dos preceptos, sino a todos los que componen el título respectivo del Código civil, ya que, como aclaramos mas arriba, el artículo 1109 y no el articulo 1113, es el que comprende la primera clase de esos hechos. En síntesis: 1') La jurisprudencia nacional tiende ahora a relacionar íntimamente los artículos 1113 y 1133 del Código civil. 2?) Esa misma jurisprudencia reconoce que dichos artículos admiten oue el presunto responsable puede producir amplia prueba de descargo, sin limitación alguna, salvo en los casos expresamente exceptuados por la ley. Las sentencias que siguen otra orientación son todavía muy escasas, pero no faltan. 3"?) Algunos fallos aplican esos artículos, en lo que atañe a la inversión de la prueba, a casos en que como sucede con la conducción de automotores, el factor humano es esencial y encuadra, por ello, en el artículo 1109. Se pregunta también Leonardo A. Colombo, a qué guarda se refiere el artículo 1113 del Código civil. ¿A la guarda material o a la guarda jurídica? Y en caso que sea esta última, ¿quién es el guardián jurídico de la cosa? Digamos ante todo, que guarda material es aquella que corresponde a toda persona que tenga al objeto bajo su vigilancia física y directa, dejando de existir cuando ese objeto sale de su órbita de acción para pasar a la de un tercero. Así seré responsable de los daños que ocasione un automóvil mientras se halle en mis manos, pero no lo seré si me desprendo de él y lo entrego a otra persona por cualquier causa legal. Cita la opinión de H. Mazeaud que expone su idea magistral de que "guarda jurídica", es la obligación impuesta por la ley de cuidar la cosa, o sea de impedir que ella pueda ocasionar un daño, de donde derivan estas dos consecuencias esenciales: l p ) Es independiente de la guarda material; 2") El guardián se caracteriza, por lo tanto, por su facultad de dirección sobre la cosa, no siéndolo quienes tienen sobre ella un mero poder de facto; de ahí que el ladrón tenga sólo la guarda material, pero no la jurídica, del fruto de la sustracción (En attendent I' arret des chambres réunies garde materielle et garde juridique, crónica en D. H., año 1937, págs. 45 y sgts., citados por L. A. Colombo en ota. cit.). Autores como H. Capitant, en una nota aparecida en el Dalloz, 1956, t. 1, pág. 81, no han vacilado en calificarla de "sutil", y en decir que ha .sido ideada por los intérpretes cediendo a la tentación de hacer construcciones jurídicas sobre una sola palabra. Leonardo A. Colombo, cree que no es posible rehuir tal distinción, traída por Mazeaud porque ella es científicamente exacta y porque de lo contrario, se llegaría a conclusiones inadmisibles. Pero creemos, igualmente, que hay que reducirla a sus justos límites, sin establecer un cartabón invariable que impida a los magistrados cumplir debidamente con sus finalidades positivas. Considera que el Código civil argentino se inclina por el sistema de la guarda jurídica. Sin embargo, nos encontramos diariamente con soluciones jurisprudenciales no sólo nacionales, sino en países corno en Francia, donde los resultados traídos en cada fallo, son tan convincentes adoptando una u otra teoría, que hacen que nos los podamos descartar definitivamente. Ya nos hemos referido al caso registrado en Doctrina Judicial, tomo I, año 1958, pá.gina 69, donde se establece: "demostrado que el automóvil causante del. accidente había sido sustraído a su propietario antes del hecho, dicho propietario no es responsable por el daño causado por dicho vehículo por haber perdido la guarda del mismo sin culpa u omisión que le fuese imputable" (C. 43.155, Spraggon Yriart, A c/ Fernández, Manuel Enrique, Cám. Nac. en lo civ. de la Cap. Fed., sala "C" 14-2-958) ( 2 ) . En el fallo de la Suprema Corte de Buenos Aires, publicado en J. A. del 20-6-959 en los autos Zubiri y Cirigliano c/ Yapur Gura, Jorge se establece: "Los artículos 1113 y 1133 del Código civil, rigen la responsabilidad de diferentes categorías de personas: (2) En el mismo sentido: "La responsabilidad del propietario del vehículo que ocasionó un accidente de tránsito por los daños que de él se han derivado, desaparece si el hecho se produjo después de haberlo entregado a un tercero para su reparación, encontrándose en la imposibilidad de controlar los riesgos creados al ser utilizado, ya que esa responsabilidad no deriva del solo hecho del dominio, sino de la culpa en la vigilancia o custodia del bien". (Conf. Sala E, núm. 58.705, del 23-10-959, "Binaldi Anita María E. c/Labruta Alberto y otro, 11-12-959, Juzg. doctor Herrera, sec. Bouzas, Cám. Nac. Civ. Cap. Fed., publ. en Doctrina Judicial, 26-12-959.) el primero, la del guardián de la cosa, sea o no propietario; el segundo, la del propietario, conserve o no su guarda". El demandado es condenado a abonar al actor una indemnización porque un vehículo de propiedad del primero, produjo un accidente. Sostiene el recurrente que el automóvil de su propiedad, con que se produjo el accidente que dio lugar al juicio, fue retirado subrepticiamente cuando estaba estacionado frente a su domicilio, y que no hubo negligencia en el uso de la cosa, ya que por la razón antedicha se pone en evidencia su falta de responsabilidad civil como propietario del vehículo, al verse imposibilitado de ejercer la guarda del mismo que fundamenta el principio del artículo 1113 ya invocado. Pero no se tiene en cuenta esta afirmación y se sostiene que los artículos 1113 y 1133 C. C. rigen la responsabilidad de diferentes categorías de personas: el primero, la del guardián de la cosa sea o no propietario; el segundo, la del propietario conserve o no su guarda. El fallo se apoya en la doctrina sostenida por Salas: "Para lograr una relativa seguridad de que los daños causados por las cosas sean debidamente resarcidos, para que la regla del derecho no se torne, ilusoria y que la reparación no se haga solamente en el papel, es menester afirmar la responsabilidad del propietario consagrada por la norma legal invocada rechazando las interpretaciones que tienden a reducir al mínimo el alcance de los textos legales cuya redacción permite adaptarlos, sin dificultad, alguna a las necesidades que hacen de las modernas condiciones de vida (La responsabilidad en los daños causados por la cosa, pág. 77). Quiere decir que, a estar a sus dichos, el propietario será responsable aún cuando no tuviera su guarda en el momento que los daños se produjeron, así lo decide la alzada a base de los hechos que analiza en virtud de facultades que le son privativas, siendo irrevisibles ante la instancia extraordinaria, no mediando, quebrantamiento á las leyes de la prueba, no obstante la afirmación del apelante". Nos preguntamos si el mismo resultado se hubiera obtenido en el caso de que el vehículo en lugar de estar estacionado en la acera, se hubiera encontrado en un garaje. Esta pregunta que nos formulamos tiene eco en la jurisprudencia francesa contenida en la Revue Trimestrielie de Droit Civile, abril-junio de 1959, publicada en J. A., 21-9-959, con el comentario de los profesores de la facultad de París H. y L. Mazeaud: "En la ejecución de un contrato de depósito oneroso, se cavia un automóvil a un garaje El dueño de éste, depositario, no puede devolver el coche en el estado recibido, pues íué robado en el garaje, y encontrado después dañado. La Corte de Apelación rehusó tener por comprometida la responsabilidad del dueño del garaje, fundándose en que no se había demostrado falta de vigilancia; y que, aunque se hubiera probado, no sería la causa del daño, pues el causado al coche sería consecuencia directa de la culpa del ladrón y no del propietario del garaje. El segundo argumento no era serio pues si bien Casación ha resuelto que la muerte de una persona llevada por delante por un coche robado manejado por el ladrón, no es en principio, consecuencia directa de la negligencia del guardián del automóvil, negligencia que facilitó el robo... nunca se resolvió que el daño sufrido por el robado —pérdida o deterioro de su cosa— no fuera la consecuencia directa de la negligencia de la persona encargada de vigilar la cosa. Casación (Civ. dic. 23-958), no lo ha señalado, pues se contentó con rechazar el argumento invocado en primer término. El depositario por precio que no puede restituir la cosa depositada en el estado en que se le entregó debe, para ser exonerado de responsabilidad, probar que el hecho de un tercero que causó daño a la cosa "presentaba para él los caracteres de la fuerza mayor". Es entonces el dueño del garaje quien tiene a su cargo la prueba y no el depositante. Los comentaristas señalan cierta ambigüedad en la sentencia, cuando la Corte agrega que el dueño del garaje "debía ser declarado responsable respecto al depositante. .. si una falta de vigilancia por su parte había permitido el «robo», y se preguntan: ¿No debe considerarse que para la Corte de Casación, el depositario puede liberarse demostrando que no ha habido falta de vigilancia? Tal posición parece difícil de sostener pues la obligación de restituir la cosa es de resultado, por lo que, a pesar de la confusión doctrinaria y jurisprudencial, la falta de restitución de la cosa depositada obliga al depositario, salvo que pruebe un acontecimiento de fuerza mayor (J. A., 1957, II sec doct., pági 87, núm. 19 y referencias". Se pregunta Leonardo A. Colombo, ¿a quién debe conceptuarse como guardián jurídico de la cosa? También aquí las opiniones están divididas. Sin detenernos más que en el terreno vernáculo, diremos que hay dos corrientes bien caracterizadas a saber: 1') Para Alfredo Orgaz (La responsabilidad por el hecho de las cosas inanimadas; Córdoba, año 1931), el responsable es el propietario de la cosa. Si ésta se encuentra deficientemente conservada, natural es que su dueño cargue con las consecuencias aunque ella esté en manos de terceras personas que la utilizan en provecho propio. "La circunstancia de estar la cosa en poder de otra persona —sostiene Orgaz— no exime a aquél de ese deber de vigilancia inherente a la propiedad —que es conjunto de deberes tanto como de derechos—, y no lo exime porque al salir la cosa de su poder lo fue sólo de modo material, ya que jurídicamente continúa ella sometida al dominio de su voluniad". Dice Colombo que la posición de este autor no puede admitirse ni generalizarse, porque por un lado el artículo 1133 permite al propietario probar que no hubo culpa de su parte, lo cual no podría ocurrir si se tomase únicamente en cuenta su calidad de dueño para fundamentar la responsabilidad y por otro, el precepto permite esa prueba porque funda tal responsabilidad en la negligencia presunta y no en el dominio efectivo que se ejerce sobre la cosa. 2?) Para Spota en cambio, la guarda jurídica, en virtud del principio Ubi emolumentum ubi onus, corresponde a quien obtiene el principal provecho económico de la cosa, especialmente el propietario. "Ello es así —enseña Spúta— (La responsabilidad por las cosas inanimadas, 3. A., t. 51, pág. 589), porque es él quien tiene corrientemente el poder económico sobre la cosa, o sea la facultad de obtener un provecho de ella, si ese tercero se sirve de la cosa, la responsabilidad consiguiente recae sobre él. La ley contempla a quien tiene el provecho económico de la cosa, a aquel que se sirve de la misma; para esa persona existe el poder de custodia más que para quien detenta la cosa materialmente". Colombo encuentra tres errores; que el Código no hace alusión a los beneficios económicos; que el elemento esencial en que se funda la teoría no siempre aparece unido a la tenencia efectiva de la cosa, pues, por el contrario es frecuente que quien obtenga el provecho rio sea una sola persona; y finalmente que hay numerosos casos en que talles beneficios no existen, razoa que hará dificilísimo determinar a veces, si no es apoyándose en un criterio distinto, quién es e¿ guardián jurídico. Pero admite en honor a la verdad que no carece de atractivas sugerencias. Nos remite asimismo a las interesantes notas de Eduardo B. Busso Responsabilidad indirecta, en Rev. Critica de Jurisprudencia, 1932, pág. 102, nota 10; y Nicolás Halperín Responsabilidad por el daño causado por cosas inanimadas, (L. L., t. 6, pág. 16, sec. dact.) (»). (3) Nos remitimos al interesante trabajo del doctor Lisandro Novillo Sara vía (h.) en La Ley del 19-2-960: "La responsabilidad civil por el depen- diente en la doctrina y jurisprudencia argentina", donde destaca que el Código civil argentino (ar- íué robado en el garaje, y encontrado después dañado. La Corte de Apelación rehusó tener por comprometida la responsabilidad del dueño del garaje, fundándose en que no se había demostrado falta de vigilancia; y que, aunque se hubiera probado, no sería la causa del daño, pues el causado al coche sería consecuencia directa de la culpa del ladrón y no del propietario del garaje. El segundo argumento no era serio pues si bien Casación ha resuelto que la muerte de una persona llevada por delante por un coche robado manejado por el ladrón, no es en principio, consecuencia directa de la negligencia del guardián del automóvil, negligencia que facilitó el robo... nunca se resolvió que el daño sufrido por el robado —pérdida o deterioro de su cosa— no fuera la consecuencia directa de la negligencia de la persona encargada de vigilar la cosa. Casación (Civ. dic. 23-958), no lo ha señalado, pues se contentó con rechazar el argumento invocado en primer término. El depositario por precio que no puede restituir la cosa depositada en el estado en que se le entregó debe, para ser exonerado de responsabilidad, probar que el hecho de un tercero que causó daño a la cosa "presentaba para él los caracteres de la fuerza mayor". Es entonces el dueño del garaje quien tiene a su cargo la prueba y no el depositante. Los comentaristas señalan cierta ambigüedad en la sentencia, cuando la Corte agrega que el dueño del garaje "debía ser declarado responsable respecto al depositante. .. si una falta de vigilancia por su parte había permitido el «robo», y se preguntan: ¿No debe considerarse que para la Corte de Casación, el depositario puede liberarse demostrando que no ha habido falta de vigilancia? Tal posición parece difícil de sostener pues la obligación de restituir la cosa es de resultado, por lo íué, a pesar de la confusión doctrinaria y jurisprudencial, la falta de restitución de la cosa depositada obliga al depositario, salvo que pruebe un acontecimiento de fuerza mayor (J. A., 1957, II sec doct., pági 87, núm. 19 y referencias". Se pregunta Leonardo A. Colombo, ¿a quién debe conceptuarse como guardián jurídico de la cosa? También aquí las opiniones están divididas. Sin detenernos más que en el terreno vernáculo, diremos que hay dos corrientes bien caracterizadas a saber: 1°) Para Alfredo Orgaz (La responsabilidad por el hecho de las cesas inanimadas; Córdoba, año 1931), el responsable es el propietario de la cosa. Si ésta se encuentra deficientemente conservada, natural es que su dueño cargue con las consecuencias aunque ella esté en manos de terceras personas que la utilizan en provecho propio. "La circunstancia de estar la cosa en poder de otra persona —sostiene Orgaz— no exime a aquél de ese deber de vigilancia inherente a la propiedad —que es conjunto de deberes tanto como de derechos—, y no lo exime porque al salir la cesa de su poder lo fue sólo de modo material, ya que jurídicamente continúa ella sometida al dominio, de su voluntad". Dice Colombo que la posición de este autor no puede admitirse ni generalizarse, porque par un lado el artículo 1133 permite al propietario probar que no hubo culpa de su parte, lo cual no podría ocurrir si se tomase únicamente en cuenta su calidad de dueño para fundamentar la responsabilidad y por otro, el precepto permite esa prueba porque funda tal responsabilidad en la negligencia presunta y no. en el dominio efectivo que se ejerce sobre la cosa. 2?) Para Spota en cambio, la guarda jurídica, en virtud del principio Ubi emolumentum ubi onus, corresponde a quien obtiene el principal provecho económico de la cosa, especialmente el propietario. "Ello es así —enseña Spata— (La responsa.bilid.ad por tas cosas inanimadas, J. A., t. 51, pág. 589), porque es él quien tiene corrientemente el poder económico sotare la cosa, o sea la facultad de obtener un provecho de ella, si ese tercero se sirve de la cosa, la responsabilidad consiguiente recae sobre él. La ley contempla a quien tiene el provecho económico de la cosa, a aquel que se sirve de la misma; para esa persona existe el poder de custodia más que para quien detenta la cosa materialmente". Colombo encuentra tres errores; que el Código no hace alusión a los beneficios económicos; que el elemento- esencial en que se funda la teoría no siempre aparece unido a la tenencia efectiva de la cosa, pues, por el contrario es frecuente que quien obtenga el provecho rio sea una sola persona; y finalmente que hay numerosos casos en que talles beneficios no existen, razoa que hará dificilísimo determinar a veces, si no es apoyándose en un criterio distinto, quién es ei guardián jurídico. Pero admite en honor a la verdad que no carece de atractivas sugerencias. Nos remite asimismo a las interesantes notas de Eduardo B. Busso Responsabilidad indirecta, en Rev. Critica de Jurisprudencia, 1932, pág. 102, nota 10; y Nicolás Hal- perín Responsabilidad por el daño causado por cosas inanimadas, (L. L., t. 6, pág. 16, sec. doct.) ( 3 ). (3) Nos remitimos al interesante trabajo del doctor Lisandro Novillo Saravia (h.) en La Ley del 19-2-960: "La responsabilidad civil por el dependiente en la doctrina y jurisprudencia argentina", donde destaca que el Código civil argentino (ar- vigiló el buen estado de la cosa, de modo que ella no causare un perjuicio a otro. Henoch Aguiar en su obra Hechos y Actos Jurídicos. "Hechos Ilícitos"; Bs. Aires, 1936, —parece enrolado en la misma corriente, según nota del doctor Acuña Anzorena—. Dice Aguiar: "el responsable es quién en el momento del daño, tenía la cosa a su cuidado, o sea, su señorío inmediato, y se encontraba, por lo tanto en la posibilidad física y moral de impedirle dañar", "el dueño no solamente mantiene la tenencia real o jurídica de su cosa, sino que siempre se sirve de ella; directamente cuando el mismo por sí o por sus encargados la explota, sacando de ella el beneficio a que tiene derecho; indirectamente por la compensación que recibe de las personas a las cuales la entrega para su explotación". Otros autores como ya hemos visto con criterio opuesto, sostienen que el sujeto responsable es siempre el guardián de la cosa inanimada, que si ordinariamente suele ser su propietario, no es preciso que lo sea, como ocurre cuando transfiere a un tercero la guarda de la cosa, con lo que se interpreta el artículo 1133 en función de la regla general que sienta el artículo 1113. Se inclinan por este sistema, Busso, Halperin y Colombo. Autores como Salas (La responsabilidad por los daños causados por las cosas) y Lafaille sostienen que la responsabilidad sería doble: por el artículo 1113 del guardián de la cosa, sea o no su propietario; por el artículo 1133 del propietario de la cosa aunque no ejercite su guarda. Arturo Acuña Anzorena, en la nota al tema 2892 de la obra citada de Salvat, se inclina por el último de los criterios expuestos. Opina que no es admisible sostener que el artículo 1133 funde la responsabilidad en la propiedad y hace responsable siempre al dueño. Si el propietario en los supuestos de este artículo debe responder de la indemnización cuando de cualquier cosa inanimada resultare daño alguno, no es por su carácter de tal, sino porque te- . niendo la cosa bajo su guarda, o sirviéndose de ella, tiene a la vez la posibilidad, y por ende, la obligación de vigilarla, sea dirigiéndola, sea practicándole aquellas reparaciones necesarias para que no se convierta en fuente de daño; desde el momento que el propietario, por una causa cualquiera, se encuentra en 1^ imposibilidad, jurídica de guardar o vigilar la cosa, desaparece su obligación de reparar el perjuicio que resultare de la misma y pasa entonces a la persona que al tiempo del accidente se sirvió de ella o la tenía a su cuidado. Así, pues, el daño debe relacionarse —como lo afirmó una sentencia de la Corte de Casación de Italia— al propietario como persona y no como simple sujeto del derecho patrimonial sobre bienes, e inculparse en él, no el dominio nudo y abstracto, sino el ejercicio en concreto del poder dominical y la disponibilidad de aquellos. Ahora bien, nos toca preguntarnos si un garaje puede considerarse una cosa inanimada. Nosotros entendemos que sí. Ya Salvat preveía la gran dificultad (ob. cit., pág. 226, tema 2895...); pero ¿qué es lo que debemos entender por cosas inanimadas? ¿Cuándo un daño debe considerarse causado por ellas? He allí los graves problemas que esta materia presenta y sobre los cuales la imprecisión de los textos deja la puerta abierta a toda clase de discusiones y controversias, entre nosotros lo mismo que en el Derecho francés. Salvat sostiene que la responsabilidad por daños provenientes de cosas inanimadas existe tanto para las cosas inmuebles como para las muebles. Antonio Cammarota en su obra (Responsabilidad extracontractual hechos y actos ilícitcs, t. 2. Edit. Depalma, Bs. Aires, 1947, pág. 575), expresa en un análisis de la evolución seguida en el régimen francés que se aplica a los daños originados por los inmuebles y sus accesorios considerados como tales; a las cosas muebles, vinculada la presunción de responsabilidad, a la custodia, guarda, etcétera, de la cosa, pero no a la cosa en sí misma: se asocia el hecho del hombre, que lo presume culpable. Por último, Leonardo A. Colombo (ob. cit., pág. 593), entiende que para nuestro Código civil, cosa inanimada es sinónimo de todo aquello que no sea semoviente. d) Conclusiones. Podemos decir con Andrée Jack (ob. cit., pág. 718) que Iqs resultados a los que arribamos no son en efecto tan simples y firmes como nosotros lo habríamos deseado. He aquí sin embargo, algunas constataciones nuevas muy simples, pero que admitimos como exactas y prácticas, a saber: 1) Que la cuestión de la responsabilidad del garajista actualmente no es más íntegra para el intérprete, por el hevtio de las cláusulas de irresponsabilidad contenidas en el reglamento de garaje y que el juego de principios complicados y contrarios necesarios para arribar a la solución exacta de una hipótesis dada, viene a sustituir una solución unitaria, presentado con algunos inconvenientes de arbitrariedad y de rigidez, grandes ventajas de certeza y simplicidad. 2) El problema para esta autora, no puede .ser claramente presentado y resuelto entre el derecho común del garaje, las obli- paciones que incumben al garajista del sólo hecho de la ubicación del coche en su local, independientemente de toda convención especial de conservación, de mantenimiento, y los efectos propios de una tal convención especial. 3) El contrato de garaje, que es un contrato de naturaleza original, comporta además de efectos de locación de cosas, obligaciones del garajista relativas al coche ubicado en los locales alquilados no exigiendo, al contrario del depósito, todos los cuidados que incumbirían a un propietario diligente respecto a su coche, resultando a cargo del garajista las obligaciones que se expresan en el apartado siguiente. 4) El garajista se compromete a recibir el vehículo en su garaje, a mantenerlo y a restituirlo a requerimiento del usuario; debe ubicarlo en un lugar. apropiado a tal efecto, correspondiendo, en caso necesario, de acuerdo a las exigencias particulares de la convención sobre ese punto, no utilizarlo y protegerlo de las causas exteriores de destrucción o deterioración a su propio organismo (o mejor dicho mecanismo). 5) El garajista será responsable- de falta o insuficiencia de restitución de este coche cuando ella resultara de su falta propia o de la de las personas que están a sus órdenes o aun de causas extrañas a su actividad contra las cuales, no lo había protegido suficientemente, bajo reserva de la influencia de la falta eventualmente cometida por el propietario del coche, en ocasión de esta obligación de restitución de su co-contratante. 6) A fin de obtener una amplia garantía para los usuarios y para el garajista, sería conveniente el se<ruro obligatorio de garaje, con lo cual se evitarían situaciones de verdadero riesgo para el caso de insolvencia del garajista, y por otra parte se evitaría la competencia de precios, con respecto a aquellos que no brindaran esa seguridad. (Algo semejante a lo propugnado por el doctor Héctor Cámara —salvando las distancias— en su trabajo: El seguro obligatorio de automóviles, Edit. Depalma; Bs. Aires, 1943, que se refiere a la responsabilidad civil del automovilista). 7) Creemos que no cabe ninguna duda que se trata de un caso de responsabilidad contractual, las faltas cometidas por los garajistas y por tanto debe recurrirse a los principios análogos legislados en el Código civil. 8) No es aplicable —como ya dijimos— la responsabilidad que le cabe al hotelero o posadero por 10s vehículos y efectos que se dejan en tales establecimientos, porque la legislación especial vigente a ese respecto en el Código civil, es de la naturaleza especifica de este contrato y no con respecto al contrato de garaje. (Arts. 2230 y 2231 del Cód. civ.). 9) Como consecuencia de la adopción de la teoría más moderna consideramos que es aplicable en materia de responsabilidad del garajista la teoría del riesgo y que el cargo de la prueba de su irresponsabilidad, debe asumiría el mismo garajista. 10) En cuanto a la limitación de responsabilidad o disminución o aumento de la misma, por parte del garajista, creemos que ello es susceptible de convención siempre y cuando se formalice en un acto bilateral, libre de toda presión o de imposición de normas contractuales, por escrito y reuniendo los recaudos legales exigidos para la validez de un contrato. 11) Esa limitación de responsabilidades, demuestra una vez más a nuestro juicio, que el contrato que estudiamos no se regla por las normas del depósito, ya que de acuerdo al articulo 2232 del Código civil: "El posadero no se exime de la responsabilidad que se le impone por las leyes de este capítulo, por avisos que ponga anunciando que no responde de los efectos introducidos por los viajeros; y cualquier pacto que sobre la materia hiciese con ellos para limitar su responsabilidad, será de ningún valor". En el contrato de garaje podemos limirnitar esa responsabilidad de común acuerdo. 12) Creemos que en el contrato de garaje, no puede regir la limitación impuesta por el artículo 2201 del Código civil que establece: "El contrato de depósito no puede ser probado por testigos, sino cuando el valor de la cosa depositada no llegare sino hasta doscientos pesos. Si excediese esta suma, y el depósito no constase por escrito, el que es demandado como depositario, es creído sobre su declaración tanto sobre el hecho del depósito como sobre la identidad de la cosa y restitución de ella". Dada la naturaleza del contrato, y la circunstancia muy especial, que a veces el contrato de garaje se concierta verbalmente, entendemos que la prueba de la existencia puede establecerse por "todos los medios admisibles. 13) El contrato de garaje es por naturaleza oneroso, distintamente al de depósito. Por tal motivo no es aplicable en nuestra opinión, la jurisprudencia que sienta el fallo de la Suprema Corte de Bs. Aires del 13-10-1942 (en J. A., IV-1942, pág. 729) que establece: "El depositario gratuito de un automóvil no responde por su pérdida en un incendio, si la vigilancia del local en que se guardaba, junto con otros coches de aquél, fue el día del siniestro la misma de otros momentos, y ocurrido éste, nada pudo salvarse". JURISPRUDENCIA. — La citada en el texto. BIBLIOGRAFÍA. — Abadie Santos, -A. B., Código Civil de la República Oriental del Uruguay, Montevideo. — Acuña Anzorena, A., "La previsibilidad como limite de la obligación de reconocimiento en y t. 2, ed. Italiana. — Gallegos, J. L., "Concepto de la tenencia de inmuebles a través de los fallos de la justicia en lo criminal" en La Ley del 21-12-959. — Goldstein, M., "Detentación", en Enciclopedia Jurídica Omeba, t. 8, pig. 757, Ed. Bibliográíica Argentina. — Gómez, E., Tratado de Derecho penal, t. 4, Ed. Ediar, Bs. AirSs, 1941. — Garó, F. Jn Tratado de las compras ventas comerciales y ma- y sigs. — Aguiar Días, J. de, Tratado de la respon- rítimas, t. 1, Ed. Ediar, Bs. Aires, 1945. — González Trilla, C., La ciudad funcional, pág. 71, Bs. Aires, 1948. — Gorla, G., El contrato, t. 1, Ed. Busch, Barcelona. — Grifíi Ornar, E., y López Me- sabilidad civil (Da responsabilidad civil), t. 1, Ed. dús, C. A., Régimen de las locaciones urbanas, José M. Caj^ca, México, 1957. — Aleonada Aramburú, E. S., Código de comercio anotado, Ed. Arayú, Bs. Aires, 1954. — Alvarez Alonso, S., Arrendamientos urbanos, Ed. AbeJedo-Penot, Bs. Aires, 1957, y "Acerca de los proyectos parlamentarios sobre locaciones urbanas ', en Jkevista del Colegio de Abogados. La Plata, t. 2, pág. 11. — Arecha, W., La empresa comercial, Ed. Depalma, Bs. Aires, 1948. — Arias, J., Contratos civues, t. 2, Ed. Ediar, Bs. Aires, 1939. — Aubiy et Rau, Cours, 4» ed., t. 4, Ed. V. P. de Zavalia, Bs. Aires, 1958. — Greca, A» Régimen legal de la construcción, Ed. V. P. Zava- París, 1871. — Autelo, M., El responsable civil en contrata. — Krotoschin, E., y Ratti, J. A., Código del trabajo anotado, t. 1, pág. 155, Ed. Depalma, Bs. Aires, 1956. — Lalou, H., La responsabiiité civile, 2* ed.. París, 1932. — Legón, L., Tratado de la responsabilidad exlracontractual", en Revista del Colegio de Abogados, La Plata, t. 1, págs. 17 el procedimiento penal, Ed. Jurídica, Bs. Aires, 1934. — Bibüoni, J. A., Anteproyecto de reforma del Código civil, Ed. Gmo. Kraít, Bs. Aires, 1939. — Bielsa, R., Régimen jurídico de policía, Ed. La Ley, Bs. Aires, 19o7. — Bonasi Benucci, E., La responsabilidad civil, Ed. J. M. Bosch, Barcelona, 195S. — Bucich Escobar, I., Buenos Aires cíuaad, Ed. Tor, Bs. Aires, 1936. — Busso, E. B., Código civil anotado, t. 4, Ed. Ediar, Bs. Aires, 1951. — Cabaneüas, G., Diccionario de Derecho usual, t. 1, Ed. Arayú, Bs. Aires, y "Empresa", en Enciclopedia Jurídica Omeba, t. 10, pág. 53. — Cámara, H., El seguro obligatorio de automóviles, Ed. Depalma, Bs. Aires, 1943. — Cammarota, A., Responsabilidad extracontractual. Hectios y actos ilicitos, t. 2, Ed. Depalma, Bs. Aires, 1947. — Carman, C., nota en El Avisador Mercantil, del 3-12-959. — Castillo R. S., Curso de Derecho comercial, 8» ed., t. 1, Bs. Aires, 1956. — Colmo, A., De las obligaciones en general, Ed. J. Menéndez, Bs. Aires, 1928. — Colombo, L. A., Culpa aquiliana, 2» ed., Ed. Tea, Bs. Aires, 1947. — Coiin, A., y Capítant, H., Curso elemental de Derecho civil, t. 2, vol. 2, Madrid, 1942. — Cossio y Corral, A. de, y Rubio y Arcos, C., Tratado de arrendamientos urbanos, Madrid, 1949. — Cossio y Corral, A. de, "El arrendamiento de locales üe iie¿ocíO en Anuario ae Herecno civií. instituto Nacional de Estudios Jurídicos, Madrid, 1949. Campos Urquiza, L. M., Comentario de la obra de Aioerlo K.ein "Urbanismo", en Revista, Jurídica de ia Facultad de Derecho de Bs. Aires, t. IJL, pág. 205, 19o7. — Cuccinota, L'autorimessa, Roma, 1934. — Colom, E., y Marimón, F., Compendio jurídico del accidente de automóvil, ts. 1 y 2, Ed. Bosch, Barcelona, 1933. — Demogue, R., Revue Trimestrielle de Droit Civile, ts. 21, año 1922, pág. 908, y enero-marzo de 1938, pág. 139. — Diaz, E., El Código penal pafa la República Argentina, 5» ed., Ed. La Facultad, Bs. Aires, 1947. — Díaz de Guijarro, E., ¿bogados y jueces, Ed. Abeledo-Perrot, Bs. Aires, 1959. — Enneccerus-KippWolff, Tratado de Derecho civil alemán, t. 2, Ed. Bosch. — Escriche, J., Diccionario razonado de legislación y jurisprudencia. — Fariña, J. M., "Depósito necesario", en Enciclopedia Jurídica Omeba. t. 6, pág. 847, Ed. Bibliográfica Argentina, — Fernández, R. L., Fundamentos de la quiebra, "Tratado teórico.práctico de la quiebra", Bs. Ai- res, 1937, y Código de procedimiento civil comentado, Bs Aires, 1955—Frías Caballero J. Ei proceso ejecutivo del delito 2' ed., Ed. Bibliográfica Argentina, Bs. Aires, 1956. — Fubini, R., El contrato de arrendamiento de cosas,,t. 1, Madrid, 1930, lia, Bs. Aires, 195Ü. — ¿i&i^r.ii, N., "Hespo^Laum- dad por el daño causado por cosas inanimadas". en La Ley, t. 6, pág. 16. — Jack, A., Les obligations et la responsaoiliíé du garagiste, París, 1932. — Josseraud, L., Derecho civil, en especial t. 2, vol. 2, Ed. Bosch; Les mobiles dans les ocies jurídiques de Droit privé, núms. 274 y sigs., y Apercu general des tendeces actuelles de la théorie des los derechos reales en el Código y en la reforma, t. 1, Ed. Abeledo, Bs. Aires, 1940. — Leverato, E., Régimen de emergencia de las locaciones urbanas. Ed. Alfa, Bs. Aiies, 1954. — López Olaciregui, J. M., "La fuerza mayor y el orden del soberano ante la teoría de la responsabilidad civil", en Jurisprudencia Argentina, 1944-IV, págs. 311 y sigs. — Mallo, M. M., Código penal argentino comentado, t. 3, Ed. Bibliográfica Argentina, Bs. Aires, 1951. — Mazeaud Henri et León, Traite théorique et pratique de la responsabiiité civile, délictuelle et contractueuK, o" eu., furis, 19ja. — ¡\íi0ou-e, L. V.. Las ciudades de los Estados Unidos, "Su legislación urbana, sus códigos de edificación", Ed. El Ateneo, Bs. Aires, 1940. — Messineo, F., Manual de Derecho civil y comercial, en espec. t. 5, Ed. Idea, Bs. Aires, 1955. — Moreno., R. (h.), El Código penal y sus antecedentes, t. 5, Ed. Tommasi, Bs. Aires, 1923. — Montdor, E. D., "Ante el problema de la vivienda y los alquileres. Soluciones a través de la legislación francesa", en Jurisprudencia Argentina, 275-959. — Naymark y Cañadas, Diccionario jurídico Forum, Ed. Bibliográfica Argentina, Bs. Aires, 1947. — Novillo Saravia, L. (h.), "La responsabilidad ci- vil por el dependiente en la doctrina y jurisprudencia argentina", en La Ley, t. 97, 19-2-930. — Oderigo, M. A., Código penal anotado, 2? ed., Ed. Ideas, Bs. Aires, 1946. — Orgaz, A., La responsabilidad por el hecho de las cosas inanimadas, Córdoba, 1931, y El daño resarcible, "Actos ilícitos", Ed. Bibliográfica Argentina, Bs. Aires. 1952. — Ortega Torres, J., Código civil colombiano, Ed. Bogotá, 1955. — Parry, A. E., E/ectos de la quiebra y el concurso civil en las obligaciones y en los contratos. Ed. Tea., Bs. Aires, 1950. — Peco, J., Proyecto del Código penal, Bs. Aires, 1941. — Pinto Bouquet, H. M., Código penal concordado, t. 2, Ed. Mor, 1942. — Planiol y Ripert, Tratado práctico de Derecho civil francés, t. 11, 2? parte, Ed. Cultural, La Habana, 1940. — Pont, P., Des petits contrats, París, 1877. — Prado, P. F., Locación urbana y rural, Bs. Aires, J.949. — Rezzónico, L. M., Estudio de los contratos, Ed. V. Abeledo, Bs. Aires, 1952, e Intervención del Estado en la locación urbana, Ed. Abeledo, Bs. Aires, 1951. — Ríos Sarmiento, J., Manual de interdictos, Ed. J. M. Bosch, Barcelona, 1958. — Risolía, M. A., Soberanía y crisis del contrato en nuestra legislación civil, Ed. AbeledoPerrot, Bs. Aires, 1958. — Rivarola, M. A., Tratado de Derecho comercial argentino, Ed. Ediar. Bs. Ai- res, 1938. — Boura Moreno, E. R. H., Derecho penal, "Parte especial". Ed. Perrot, Bs. Aires. 1855. — Rubianes, C. J., "El concepto de «tenencia» en el delito de usurpación", en Jurisprudencia Argentina, 1957-11, sec. doct., pág. 49. — Ruggiero R. de, Instituciones de Derecho civil, trad., t. 2. vol. 1, Ed. Reus. Madrid. — Rupracht, A. J., "Contrato de trabajo", en Omebo, t. 4. pág. 397. — Salvat, R. M., Tratado de Derecho civil argentino, t. 2, "Contratos", Ed. La Ley, Bs, Aires. 1946, y Fuentes de las obligaciones, 2' ed., t. 4, Ed. Tea, Bs. Aires, 1958, actualizada por el doctor A. Acuña Anzorena. — Salas, A-A., Código civil anotado, ts .1 y 2, Ed. Depalma, Bs. Aires; "Responsabilidad por los daños causados por las cosas", en Revista del Colegio de Abogados, Bs. Aires, t. 20, núm. 3, y "Hecho del hombre y hecho de la cosa", en Jurisprudencia Argentina, t. 65. — Saravia, J. M., "El contrato. La crisis de sus postulados clásicos y el Proyecto de Reforma", en Revista del Colegio de Abogados, Bs. Aires, 1940, t. 18, pág. 165. — Satanowsky, I., Derecho intelectual, Ed. Tea, Bs. Aires, 1954. — Satanowsky, M., Tratado de. Derecho comercial, t. 2, Ed. Tea. Bs. Aires, 1957. — Segovla, L., El Có- digo civil de la República Argentina, ts. 1 y 2, Ed. La Facultad. Bs. Aires, 1933. — Savatier, R., Traite de la responsabilité en Droit /roncáis, números 182 y 183, París, 1939. — Scolnl, M., Trans- 'misión de establecimientos comerciales e industriales, 2» ed., Ed. Abeledo, Bs. Aires, 1955. — Serantes Peña, O, y Clavell Borras, J., Código proce- S sal civil y comercial, Ed. Depalma, Bs. Aires. 1957. — Soler, S., Derecho penal argentino, t. 4, Ed. Tea, Bs. Aires, 1953.- — Spota, A. G., "La tendencia Jurisprudencial hacia la presunción de culpa en ma- teria de responsabilidad", en Jurisprudencia Argentina, t. 71; "El guardador de la cosa", en La Ley, t. 24, pág. 254, y "La responsabilidad por las cosas inanimadas", en Jurisprudencia Argentina, t. 51, pág. 589. — Tropion?, M.. Le Droit civil ex- pliqué, núm. 23, t. 15, "Dú dépot et du séquestre". París, 1853. — Ure, E. J.. El delito de apropiación indebida, Ed. Ideas, Bs. Aires, 1947. — Valverde, Tratado de Derecho civil español, Valladolid, 1937. — Villamil, P., "Custodia", en Enciclopedia Jurídica Omebo, t. 5, pág. 381, Ed. Bibliográfica Argentina, Bs. Aires. 1958. — Zavala Rodríguez, C. J., Código de comercio y leyes complementarias, Ed. Depalma, Bs. Aires, 1959. GARAJISTA. Dícese de quien es titular de un establecimiento destinado a garaje y que lo explota como tal. (V. GARAJE [CONTRATO DE].) (E. P.) i g u i e n t e GARANTE. GARANTÍA. (V. FIADOR.) (V. FIANZA.) GARANTÍA DE EVICCION. (V. EvicciÓN.) P á g i n a