Tema 5 - Universidad de Granada

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Tema
5:
PERSONA Y PERSONALIDAD: CONCEPTO DE
PERSONA. PERSONA Y EDUCACIÓN. EL SUJETO DE
LA EDUCACIÓN
1. EL CONCEPTO DE PERSONA.
1.1. Significados históricos
2. CONCEPTOS AFINES
3. PERSONA Y EDUCACIÓN
4. LA PERSONA, SUJETO DE EDUCACIÓN
5. LOS RASGOS ESPECÍFICOS DE LA PERSONA Y SUS
CONNOTACIONES EDUCATIVAS
5.1. La persona humana es singular
5.2. La persona humana es autónoma
5.3. La persona humana es apertura
5.4. La persona humana es unitaria
6. EL PERSONALISMO COMO MOVIMIENTO FILOSÓFICOPEDAGÓGICO
6.1. La dignidad personal del hombre, fundamento de su educación
6.2. La persona, realidad integral condicionada por una situación
social
6.3. El personalismo como superación del individualismo y del
colectivismo
6.4. El proceso de la personalización, fin de la actividad educadora
7. CARACTERÍSTICAS PEDAGÓGICAS DE LA EDUCACIÓN
PERSONALIZADA
8. RESUMEN
Facultad de Educación y Humanidades de Melilla
Antonio Guevara Martínez
Filosofía de la Educación 2008/09
Tema 5: PERSONA Y PERSONALIDAD: CONCEPTO DE PERSONA.
PERSONA Y EDUCACIÓN. EL SUJETO DE LA EDUCACIÓN
1. EL CONCEPTO DE PERSONA.
Tanto en el lenguaje filosófico como en el popular son de
frecuente uso los términos persona, sujeto, individuo, personalidad, personaje,
etc. Clarificar y poner orden en el lenguaje, delimitando vocablos y concepto,
es tarea primordial de la filosofía; para algunos, incluso, objeto único del
filósofo frente al quehacer científico: «La ciencia debiera definirse como la
búsqueda de la verdad y la filosofía corno búsqueda del significado» (Schilick,
1974). Analizar el concepto de persona y limitarlo de otros semánticamente
afines es nuestro objetivo.
1.1. Significados históricos
De la persona, a través de los siglos, se han dado múltiples
definiciones. Parece, pues, lógico, y hasta obligado, remontarnos a los orígenes
e iniciar desde la historia el alumbramiento de este concepto.
El vocablo español «persona» es transcripción literal del latino
«persona» correspondiente a la voz griega «prósopon» que significo
«mascara». Se trataba de la máscara o careta que cubría el rostro del actor
según el papel que desempeñaba en el teatro. La función de la mascara la
expresa BOECIO (en el siglo V) del siguiente modo:
«El nombre de persona parece haberse tomado de aquellas que
en las comedias y tragedias representaban hombre; pues persona viene
de «personar», porque debido a la concavidad, necesariamente se hacia
más intenso el sonido. Los griegos llamaron a estas personas «prósopa»,
por lo que se ponen sobre la cara y ante los ojos para ocultar el rostro»
(«De duabus naturi, et una persona Christi».
De acuerdo con estos orígenes, posteriormente, la persona pasó a
significar imagen, figura, actor, personaje, etc., siempre con referencia al ser
humano, en el que unas veces se acentúa su dignidad, otras su oposición a las
cosas, o bien se distingue por el «substrato» o «supuesto» frente a la exterioridad.
El Cristianismo, desde la necesidad de explicar la Encarnación:
Dios se hace persona humana; la Trinidad: un Dios y tres personas distintas;
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las dos naturalezas y una sola persona de Cristo, etc., adoptó el término
«hypóstasis» (base, fundamento, lo que está debajo, substrato) para definir el
concepto de persona. Este nuevo término, por su significado de «soporte»,
«substrato» o «subsistencia» expresaba mejor el carácter sustancial del ser
personal, frente a la apariencia no sustancial, o a algo sobrepuesto a la
individualidad de «prosopón» o máscara. De este modo, la persona existe en y
por si misma separada de las demás.
No obstante, las notas comunes a toda persona, el cristianismo
hizo una separación radical entre la persona de Dios v la persona humana.
Dejando para la reflexión teológica el concepto de persona o
personas en Dios, nos interesa resaltar los elementos fundamentales que el
cristianismo aportó a la concepción de la persona humana, por su novedad en
aquel momento y por su vigencia actual en muchos millones de seres humanos.
En síntesis, el pensamiento cristiano sostiene que la persona:
1) Es creada de la nada («ex nihilo») a imagen y semejanza de
Dios, y, en consecuencia, superior en dignidad al resto de los seres. Tal
dignidad se hizo aún mayoral ser elevado el hombre a la categoría de hijo de
Dios.
2) Es un ser individual dotado de inteligencia y voluntad, con
posibilidad de «dominar» lo no semejante a él, así como sus propias pasiones o
desórdenes, consecuencia del pecado original.
3) La libertad, constitutivo básico de la persona, le posibilita la
elección permanente entre el bien y el mal, lejos de todo determinismo. Acepta
como valores inamovibles el mensaje de la Revelación, por lo que su libertad
no es absoluta.
4) Desde su individualidad, está llamada a formar parte de una
comunidad o sociedad regida por el compromiso del amor.
5) Su destino es un destino eterno, es inmortal.
6) La persona de Cristo es el modelo de imitación, punto de
referencia permanente para la conducta humana. Hacerse más persona es
hacerse más parecido a Aquel da quien somos imagen y semejanza. Fuera de
toda «alienación», la dependencia y relación con Dios ennoblece y es «gracia»
de participación en la perfección divina.
El cristianismo, pues, partiendo de la imagen de «prósopon», llenó
ésta de contenido resaltando en la persona su dignidad, subsistencia, apertura
inteligencia, libertad y dependencia.
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Uno de los autores más influyentes en la historia de la noción de
persona fue BOECIO (470-525); su famosa definición sirvió de base a muchos
filósofos cristianos para explicar los datos de la Revelación, e incluso Sto
Tomas la transcribe y adopta totalmente. Durante toda la Edad Media se hizo
clásica la definición boeciana: «La persona es substancia individual de
naturaleza racional». En sus mismos términos: «Persona est rationalis naturae
individua susbstantia» («De duabus naturis et una persona Christi».
El análisis de las palabras de la definición nos lleva a relacionar y
distinguir los conceptos de individuo y persona. Según el sentido aristotélico
que Boecio otorga a su definición, sustancia individual es una realidad indivisa
en sí misma y dividida de las demás. Es «sustancia», es decir, un ser
consistente, que existe por derecho propio; «individual»: completo o perfecto
en mismo («indivisum in se») y, diverso de todos los demás («divisurn ab
alio»). La «naturaleza», o lo común a muchos seres, se determina
específicamente el adjetivo «racional», para mostrar que se trata de una
sustancia individual del orden de las sustancias racionales.
La distinción entre individuo y persona se justifica por la
diferencia en lo más y menos universal. No todo individuo es, a su vez,
persona. «El concepto de persona es menos universal que el del individuo
subsistente», por añadirle una nota, la «naturaleza racional» que lo determina y
contrae».
Muchos autores modernos se han servido de elementos
psicológicos y éticos, además de metafísicos, para conceptualizar la persona y
diferenciarla individuo. Ferrater Mora (1984) establece al efecto las siguientes
relaciones v diferencias:
«El término individuo se aplica a una entidad cuya unidad,
aunque compleja, es definible negativamente: algo o alguien es
individuo cuando no es otro individuo. El término persona se aplica a
una entidad cuya unidad es definible positivamente y, además, con
elementos procedentes de si misma. El individuo (si se trata del ser
humano) es una entidad psicofísica; la persona es una entidad
fundada, desde luego, en una realidad psicofísica, pero no reductible,
o no reducible enteramente, a ella. El individuo está determinado en
su ser; la persona es libre y aún consiste en ser tal»
A partir de Descarte (1596-1650) se acentúa el carácter relacional
de la persona como conciencia, autorrelación v heterorrelación y, con ello, la
importancia de «lo ético» en su constitución. La persona, así, se destaca por su
valor y dignidad en la moderna reflexión ilustrada sobre el hombre fuertemente
secularizado. En este contexto es de especial relieve la aportación (1724-1804),
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para quien la persona humana es un fin en sí misma frente a los demás seres
que tiene únicamente valor de medios. En su obra «Fundamentación de la
metafísica de las costumbres» expresa del siguiente modo el carácter absoluto
y la dignidad inherente al ser humano:
«Los seres irracionales tienen un valor meramente relativo,
como medios, por eso se llaman "cosas"; en cambio los seres racionales
llámense personas porque su naturaleza los distingue ya como fines en si
mismos, es decir, corno algo que no puede ser usado meramente como
medio, y por tanto, limita en este sentido todo capricho».
De esta concepción se deriva el principio práctico o imperativo
categórico: «Obra de tal modo que uses a la humanidad, tanto en tu persona
como, en la persona de cualquier otro, siempre como fin al mismo tiempo y
nunca solamente como medio» (Kant, 1980).
La persona es así un «alguien» frente a otros «alguien» digna de
respeto tanto consideraba como persona individual que como humanidad. El
ser humano podrá ser maltratado y despreciado, pero ninguna
instrumentalización humana podrá suprimir su dignidad de ser capaz de una
actuación moral.
Distinta visión mantienen sobre e! tema Hegel (1770-1831) y, su
heredero, el marxismo. Uno y otro, aunque si un concepto de persona definido
abierta y declaradamente, coinciden en alejarse de la sustancialidad individual
de la misma. Para Hegel, la persona es disuelta en el Absoluto, es nada porque,
el Absoluto lo es todo. En el marxismo, la persona está constituida, o esencialmente condicionada, por relaciones de producción y de trabajo, pues en
éstas satisface sus necesidades al entrar en contacto con la naturaleza y con los
hombres El ser singular perece ante lo colectivo; la persona, en consecuencia,
es lo que la colectividad le deja ser o quiere que sea.
Frente a este colectivismo v contra todo individualismo, se alza la
doctrina que sostiene el valor supremo o primado ontológico, ético y social de
la persona o personalismo. Las discrepancias entre los distintos autores al
acentuar unos el carácter trascendente de la persona, otros su estructura
dinámica, o bien los aspectos éticos o prácticos, hace más adecuado el uso de
plural: personalismos. En todo caso, la defensa absoluta de la persona humana
contra todo reduccionismo materialista, idealista o intelectualista es
denominador común a buena parte de ellos.
«Entre las doctrinas (personalistas) más completas cabe destacar la
de Emmanuel Mounier». Para éste, personalismo es «toda doctrina y toda
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civilización que afirma el primado de la persona sobre la necesidades
materiales y sobre los mecanismos colectivos que sustentan su desarrollo».
Esta primacía y defensa de la persona en modo alguno significa
una defensa a ultranza del individuo, pues este se hace persona en la
comunidad. El deber de la comunidad, por tanto, es buscar el bien de la
persona; así como el deber de la persona es sacrificar su individualidad en
favor de la verdadera comunidad. Esta, si es auténtica comunidad personalista,
humaniza a la persona.
“Es imposible fundar la comunidad, en el orden ético-jurídicoeconómico, esquivando la persona, aunque fuese sobre pretendidos
valores humanos. Reservamos, pues, el nombre de comunidad a la única
comunidad personalista, la que es mas que simbólicamente, una persona
de personas”.
La complejidad de la persona, de la comunidad v las relaciones
entre ambas, hace difícil delimitar o definir la persona. Esta, según Mounier,
no es susceptible de definición. Ello, sin embargo, no impide asignarle una
serie de características significativas de su concepción:
«Una persona es un ser espiritual constituido como tal por una
forma de subsistencia y de independencia de su ser; mantiene esta
subsistencia mediante su adhesión a una jerarquía de valores libremente
adoptados, asimilados y vívidos en un compromiso responsable y en
una constante conversión; unifica así toda actividad en la libertad y
desarrolla, por añadidura, a impulsos de actos creadores, la singularidad
de su vacación».
Los rasgos definitorios de la persona, y en consecuencia su
dignidad, quedan de este modo especificados en: espiritualidad, independencia,
comunicación, libertad, adhesión a una jerarquía de valores, compromiso
responsable y conversión. Hasta aquí, algunos conceptos complementarios, y
quizás por ello representativos, de lo mucho que se ha reflexionado y escrito
sobre la persona. Y como conocer algo es también delimitarlo de los conceptos
afines, se hace necesario, o al menos conveniente, definir tales límites para no
caer en la ambigüedad o confusión.
2. CONCEPTOS AFINES
Recogiendo las notas más representativas de lo anteriormente
expuesto, podemos definir la persona como ser subsistente de valor absoluto,
dotado de conciencia y dominio de sí, y abierto a sus semejantes. El individuo,
como ya se indicó, es un concepto más amplio que el de persona al estar esta
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determinada por la racionalidad y valor absoluto. Toda persona es individuo,
pero no todo individuo es persona. El individuo (del latín « indivíduum») es
una entidad singular e irrepetible que no puede ser dividida salvo dejar de ser
tal entidad.
Sujeto literalmente (del latín «subjectum») significa «puesto
debajo», es decir, subyacente, y, por tanto, vinculado a substancia. De este
término, como hace constar Pinillos (1983), cabe distinguir dos líneas
conceptuales básicas: Una primera acepción lógico-gramatical, en la que el
sujeto es aquello de lo que se habla o predican atributos, el argumento o tema
del discurso. En este contexto, es posible distinguir un sujeto lógico (aquello
de lo que se predican propiedades) y un sujeto ontológico (substrato real
poseedor de todos los atributos del ser). Para Kant, el verdadero sujeto es lo
que permanece en los seres una vez despojados de sus accidentes.
La segunda acepción gnoseológica concibe el sujeto como
conciencia humana en oposición al objeto e incluso asimisma, en cuanto puede
ser objeto de autoconocimíento. El pensamiento racionalista moderno es afín a
concepción, el «cogito» determina la actividad cognoscitiva en virtud cual lo
real se hace objetualmente manifiesto para el sujeto cognoscente.
En la primera acepción el sujeta es un concepto más amplio que
persona por cuanto se dice de cualquier ser; en la segunda, en cuanto ciencia
humana, se refiere exclusivamente a una dimensión de la persona. En ningún
caso, pues, cabe identificar sin más sujeto y persona. Es importante recordar al
respecto que en psicología, sujeto es cualquier individuo, humano o no, que es
objeto de observación o experimentación.
Tampoco cabe identificación entre persona y personalidad. La
persona es la raíz y fundamento de la personalidad; ésta es su expresión o
manifestación, o lo que es lo mismo, la totalidad de los rasgos que caracterizan
a la individualidad de la persona. De aquí que no pueda existir personalidad sin
persona, que cada persona tenga su personalidad propia y que ésta cambie con
el tiempo. «El hombre es persona en un sentido radical tan solo. Lo es ya, pero
no puede serlo sino realizando una personalidad».
Persona y personalidad se relacionan y distinguen como el ser y el
movimiento o lo estático y lo dinámico, por lo que es posible hablar de
persona-raíz v una persona-término. Se trata de la historia que va desde el
nacimiento hasta la muerte del ser humano. Entre uno y otro punto, entre la
persona-raíz y la persona-término, se desarrolla el proceso que llama
personalidad.
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En estrecha vinculación a personalidad se encuentra el concepto
de Personalización, o proceso mediante el cual la persona desarrolla todas sus
potencialidades. Tal acción conlleva características propias que le definen: la
individualización o diferenciación de los demás, interiorización o
identificación consigo mismo, integración o unidad interna y
autodeterminación o compromiso personal.
En síntesis, pues, el ser humano es persona, se hace persona
(personalización), y se manifiesta persona (personalidad).
3. PERSONA Y EDUCACIÓN
Desde la educación, la persona es un ser inacabado en todo sus
aspectos o dimensiones (Sacristán, 1982). Desde tal estado tiende a su
acabamiento en búsqueda de plenitud; no es un ser «factum», sino
«faciendum». «Por eso el hombre es siempre el mismo pero nunca es lo
mismo: por razón de su personalidad es siempre distinto».
El fundamento de la educación radica en esta identidad persistente
de: la persona, que se hace distintas en la personalidad, mediante el proceso de
personalización. Porque existe la persona, se da en ella y solo en ella la
educación; porque la persona es siempre inacabada, la educación es
inconclusa; porque la personalización es un proceso continuo, la educación es
un quehacer o tarea permanente. Persona y educación son, en definitiva,
inseparables siempre que el ser humano, al hacerse, opte por lo bueno y valioso
ante la pluralidad de posibilidades que se le ofrecen. Aquí radica el problema
de la persona y de la educación. «Hacerse persona es búsqueda (...) Toda queda
es problemática cuando lo que se busca es enigmático».
El animal no decide entre enigmas y problemas, pues en su
comportamiento «va desarrollando su vida biológica, dentro de los límites
prefabricados por su estructura orgánica». El hombre, sin embargo, es un ser
de tensiones porque es teleológico, y de decisiones porque es abierto e
indeterminado. Esta apertura de indeterminación le hacen problemático al
verse forzado a elegir, y, a veces, sin certeza absoluta, ya que en tundo de toda
decisión se encuentra siempre actuante el mundo de los valores «acientífico» y
«arracional». La gravedad de tales decisiones se acentúa aún más por cuanto al
elegir, la persona se va haciendo, construyendo su personalidad. «Se elige uno
mismo entre muchos posibles sí mismos» (Ortega, 1952).
El ser acabado, fijo, determinado, cerrado, o dependiente
absolutamente de otro, nada puede elegir puesto que está completo o todo le
viene dado; en consecuencia, nada tiene que ver, al carecer de libertad, con la
persona y, por lo mismo, con la educación. Esta es posible, necesaria y urgente
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sólo en el ser humano por su inacabamiento, indeterminación, apertura y
autonomía, o, como afirma el profesor Escámez (1981), porque «el hombre, a
la vista de su constitución psicofísica, se nos muestra como especialista Je la
no especialización».
El interrogante hacia dónde se encamina la indeterminación, o
falta de especialización de la persona, nos sitúa ante la problemática
teleológica de a educación, en cuyo fundamento reside el concepto mismo de
persona. Boecio, el cristianismo, marxismo o personalismo difieren sobre
«qué» y «para qué» de la educación porque difieren sobre el concepto de
persona. A más distanciamiento sobre la persona, más enfrentamiento sobre la
educación.
Al delimitar la persona, recogiendo diversos aspectos históricos
sobre la misma, decíamos que es posible definirla, lejos de todo
reduccionismo, como «un ser subsistente de valor absoluto, dotado de
conciencia v dominio de sí, v abierto a sus semejantes». A este concepto de
persona, el calificativo de «personalizada» parece el más adecuado en orden a
la finalidad de su perfeccionamiento.
Hoy, entendemos por educación personalizada aquella que centra
toda su actividad en el armónico desenvolvimiento de la personalidad, es decir,
en actualizar todas sus potencialidades que conlleva el proceso de
personalización. De esto modo, lo individual y lo social, lo fisiológico y lo
psicológico..., todas las «energías» de las persona quedan integradas en un
desarrollo perfectivo cuyas notas orientadoras son: la singularidad-creatividad,
la autonomía-libertad y la apertura-comunicación (García Hoz, 1975).
El término «integral» nos manifiesta esta misma necesidad de
educar todas las dimensiones del hombre desde su unidad. «La educación
personalizada se nos presenta así como una educación integral (...) en la
significación profunda, como enriquecimiento y unificación del ser y la vida
humana» (García Hoz, 1975).
Integro es aquello que no carece de ninguna de sus partes, que está
todo completo. No se trata, sin embargo, de una yuxtaposición o suma
cuantitativa de sus partes, sino más bien de una integración e interrelación de
las mimas, pues la educación se realiza en la persona y ésta es un todo en el
desarrollo de la personalidad. En este sentido escribe Mantovani (1966):
« No se realiza la personalidad con el cultivo, por más
cuidadoso que, sea, de un sólo lado del ser humano. La educación debe
dirigirse hacia la organización dinámica, individual y su total
integración. Representa al individuo formado en todos los aspectos de
su ser y en todos los sectores de la vida y de la cultura.»
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Cuando la educación se aleja de este sentido totalizador e
integrador, no, encontramos ante la carencia, parcialidad o desarrollo
unilateral, situaciones atentatorias contra la unidad y armonía de la persona. Es
lógico, pues que a nivel nacional e internacional (Declaración Universal de los
Derecho> Humanos, art. 26,2; Constitución Española, art. 27,2 y LODE, art.
2.°), al legislar sobre educación, exista acuerdo unánime al afirmar que la
educación tiene por objeto y finalidad el pleno desarrollo de la personalidad
humana.
4. LA PERSONA, SUJETO DE EDUCACIÓN
El sujeto real de la educación no es el hombre abstracto, universal
y en un medio sociocultural indeterminado, sino todos y cada uno de los
hombres concretos, desde su propia y específica identidad, con las características y posibilidades de su peculiar existencia en una situación social y
cultural determinada.
Entre las diversas teorías filosóficas sobre el hombre, una de las
de más arraigo y tradición es la que considera al hombre como persona.
La persona humana, cada persona, sería para esta teoría el sujeto y
el objeto, el destinatario de todo proceso orientado a su transformación.
Es famosa la definición de la persona dada por Boecio (en el siglo
v) como «sustancia individual de naturaleza racional». En ella se destaca la
estructura unitaria ontológica de la persona. La persona es una «sustancia», es
decir, es «soporte», «sustrato», «subsistencia» individual, que existe en sí y por
sí misma, tiene una «in-sistencia», frente a la multiplicidad que representan los
demás; y es de «naturaleza racional», pues frente al mecanicismo de la
naturaleza y de las cosas, la persona está dotada, además de subsistencia, de
conciencia, inteligencia, apertura a sus semejantes y libertad.
Interesa destacar en el concepto de persona esa doble perspectiva,
la esencialista, que considera a la persona entendida básicamente como
«sustancia» individual, y la dinámica que la concibe como una naturaleza
racional abierta, como un centro dinámico de los propios actos, en continua
realización, permanentemente actuante, inacabada.
Zubiri ha expresado la doble consideración estática y dinámica de
la persona en dos términos, personalidad y personeidad. Lo sustancial, lo
constitutivo del hombre es la personeidad: cada uno es lo que es; un ser
subsistente. de valor absoluto. Mas la persona es una realidad que está por
hacer. La personalidad es lo que cada uno se va forjando a lo largo de la vida;
mientras la «personeidad» es estable, se posee desde la concepción y no
cambia, la «personalidad» es variable, se va realizando, autorrealizando en la
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relación personal con sus semejantes; la «personalidad» no se es, se tiene. La
formación personal de la sustantividad humana es la «personalidad». La
persona es primariamente subsistencia, sustancia. «personeidad», que como
centro dinámico de los propios actos, llega a ser. a transformarse mediante la
educación, en «personalidad». «El hacerse cada vez más persona o una persona
más perfecta es, por tanto, el fin de la educación humana, que podemos
expresar por el término "personalización". El llegar a ser es una consecuencia o
manifestación del ser. «El hombre es una realidad personal, psicofísica y
biocultural, abierta al mundo y a sí mismo, que por su conducta va expresando,
inventando y definiendo dialécticamente, interpersonal y socialmente,
arriesgadamente, su propio modo de ser o personalidad».
El hombre es persona esencialmente, una realidad subsistente con
unas características esenciales, propias, que permiten al hombre la apertura a
los demás y obrar libremente realizándose como persona a través de sus actos.
La persona, dice Quiles al «estar en-sí» es:
- Un «ser en-sí», o un ser con capacidad de afirmarse a sí mismo
(autoconciencia).
- Un ser «dueño de sí mismo» o de ser sí mismo (capacidad de
autocontrol).
- Un ser que «actúa desde sí mismo» o por sí mismo (capacidad
de decisión).
La finalidad última de la persona es la plena realización de «ser en
sí». a través del ejercicio de la autoconciencia. el autocontrol y la autodecisión
5. LOS RASGOS ESPECÍFICOS
CONNOTACIONES EDUCATIVAS
DE
LA
PERSONA
Y
SUS
Diversas notas cabe destacar en la persona, como sujeto de educación, que indudablemente tienen su proyección pedagógica como rasgos
fundamentales de su educación. Las más relevantes, desde este punto de vista,
son:
5.1. La persona humana es singular
Uno de los rasgos específicos de la persona es su singularidad;
cada persona es única, irrepetible, irremplazable, con unas características
propias que la diferencian de los demás. Intereses, actitudes, capacidades,
potencialidades, necesidades, situaciones y circunstancias de vida. son únicas
en la persona, diferentes de las demás. La persona, cada persona, tiene su
propia realidad. «Alguien es persona no sólo porque puede decir "yo soy yo
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mismo", sino en definitiva porque puede decir "yo soy mío"...; antes de toda
vivencia de "mi mismo", yo soy mi propia realidad. Soy una realidad que "me"
es propia, que me pertenece, sin que pueda dejar de pertenecerme»', la
singularidad tiene su manifestación más clara en la creatividad y en la
originalidad.
Por esta dimensión única, creativa, inabarcable, fuente de
posibilidades, abierta a la indeterminación de la persona, que rechaza toda
determinación prefijada y alineada, cabe destacar, según Laín, unas consecuencias de interés: la inaccesibilidad (la persona es constitutiva mente inaccesible),
el inacabamiento (la persona está siempre inacabada, proyectada hacia el
futuro, abierta a múltiples posibilidades), la innumerabilidad (o imposibilidad
de reducción a número, a cosa, a estadística) y la no susceptibilidad de
cuantificación (o de mensuración comparativa, ninguna persona es más o
menos que otra).
5.2. La persona humana es autónoma
La autonomía es otra dimensión de la persona humana. Autonomía
es la capacidad de la persona de dirigirse a sí misma, de ser creadora de si
misma, de tener la posibilidad de ser protagonista, de asumir un compromiso
libre y personal previa la capacidad de reflexión sobre sí mismo y el mundo
que le rodea. Sólo a partir de la reflexión y de la realidad que <circunda puede
la persona decidirse, forjar su proyecto de vida en una situación. «Mediante su
autonomía y libertad, empleadas responsablemente, se "autocrea" y se
"autorrealiza" el hombre a la par que “recrea “y "conserva" el cosmos... De ahí
la excepcional importancia que la autonomía humana, el libre albedrío debe
jugar en la educación personalizada. En el ejercicio acertado de su libertad se
juega la persona su ser hombre».
5.3. La persona humana es apertura
La persona por naturaleza es un ser abierto a los demás, a la
realidad y al mundo que le rodea. «La persona es futuriza, no está nunca
"dada", no es sólo real, es programática o proyectiva, está viniendo a su ser, es
un "ir a estar" o un disponerse a ser». Es decir, la persona, porque está dotada
de inteligencia y libertad, proyecta, crea, decide, se abre a la realidad, mira al
futuro. La persona no es un ser desolado, encerrado en sí mismo, necesita
abrirse, transcender. El hombre se realiza mejor cuanto más sale de sí,
transciende su propio ser. El origen de la educación puede explicarse
precisamente por esa cualidad de la persona, por su deseo profundo de
transcenderse, de salir de sí para conocer la verdad y conformarse con ella.
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Y esa apertura se realiza en una triple perspectiva: en relación al
hombre y a las cosas (el hombre es un «ser en el mundo», decía Heidegger), en
relación a los otros (a las demás personas humanas, el hombre es un «ser con»
los demás –Heidegger; «vivir es convivir», decía Ortega), y en relación al
absoluto, al ser trascendental («religación, que llama Zubiri). En cuanto a la
apertura a los demás, el «ser con», supone comunión y comunicación. «La
persona es esencialmente comunicación y referencia a otros. Su experiencia
básica es la comunicación. Existir es co-existir, es existir con los demás. No
sólo se vive, se convive. El individuo o in-diviso, pasa a ser persona cuando
supera la dialéctica del yo -egoísmo, aislamiento- y se convierte en «nosotros»,
comunidad o comunión de personas».
Los otros son necesarios para el desarrollo y existencia personal,
<<El hombre sólo llega a su pleno desarrollo espiritual y personal dentro de la
comunión humana. Sólo en la comunión, en la convivencia y cooperación con
el otro llega el hombre a la plena mismidad>>.
En cuanto a la relación con el Absoluto o apertura al Ser
trascendental, ese Ser está también presente en la raíz misma del ser personal,
trasciende a la relación con los demás.
5.4. La persona humana es unitaria
La persona humana se nos ofrece, por un lado, como una realidad
múltiple, compleja, polifacética, con una capacidad de reflexión, de volición,
de afectividad, de libertad, de relación con los demás...; y, al mismo tiempo,
unitaria en la multiplicidad de elementos, capacidades, funciones, actividades o
comportamientos. La persona es una unidad integral, dinámica, de la que
aquellos aspectos, capacidades o funciones sólo pueden considerarse
teóricamente separados a partir de la unidad en la que alcanzan sentido y plena
significación. Es a la unidad de la persona como totalidad integrada a quien
corresponde toda esa variedad, y multiplicidad de funciones, y la que da
sentido de continuidad, estabilidad y diferenciación a esas funciones. Toda la
persona es la que percibe, siente, vive, padece, comprende, ama, se proyecta,
espera o anhela. «La persona, dice Max Scheler, es la concreta, esencial y
entitativa unidad de actos de la más diversa esencia. La persona como unidad
concreta de actos es una estructura funcional. Un conjunto de actos en unidad
estructural. Cada uno de los actos dice relación a la totalidad de la persona, y
no tienen sentido si no están engarzados en la unidad personal. La persona es
una unidad y totalidad de actos funcionalmente estructurada».
La propia experiencia personal nos advierte de esa unidad
integrada, peculiar y compleja, diferenciada, no compuesta de partes en
conflicto o aisladas.
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6. EL PERSONALISMO
PEDAGÓGICO
Antonio Guevara Martínez
COMO
Filosofía de la Educación 2008/09
MOVIMIENTO
FILOSÓFICO-
El personalismo representa una constante en el pensamiento
filosófico-pedagógico y en la experiencia educativa de larga tradición histórica
en el que se alinean autores y tendencias diversas. No obstante hay una base
común en todo personalismo y es la consideración de la persona como centro
que aglutina sus ideas sobre la educación. Por eso dice uno de sus
representantes más cualificados: «Llamamos personalismo a toda doctrina y a
toda civilización que afirma el primado de la persona humana sobre las
necesidades materiales y sobre los mecanismos colectivos que sustentan su
desarrollo»`. Lo que importa es el individuo considerado como persona en su
realidad integral, centro de actividad, sujeto de valores, con un destino y
finalidad, y unos ideales educativos en función de los atributos de la dignidad y
primacía ontológica, ética y social de la persona en el universo.
Podríamos considerar como características generales comunes a
todos los movimientos personalistas existentes, las siguientes:
6.1. La dignidad personal del hombre, fundamento de su educación
El personalismo se presenta opuesto al impersonalismo y parte del
primado de la persona como fundamento de la educación. «El personalisrno
coloca un valor espiritual, la persona, receptáculo o raíz del conjunto de los
demás, en el corazón mismo de la realidad humana ».
6.2. La persona, realidad integral condicionada por una situación social
Como realidad integral unitaria que es el hombre, la educación
fundada sobre la persona ha de ser también integral, comprensiva del hombre
como totalidad en todas sus dimensiones esenciales y manifestaciones de su
existencia ante la vida.
«Una educación fundada sobre la persona... no podrá ser más que
total. Interesa el hombre en su totalidad, en toda su concepción y en toda su
actitud ante la vida»'. Al personalismo le interesa el hombre en todas sus
dimensiones (individual, social, temporal y trascendental) pero en su inmersión
en una situación social concreta, en un momento histórico dado, que no le
determina, pero sí le condiciona en el ejercicio de su libertad y en la
realización de su proyecto personal de vida. «La libertad del hombre es la
libertad de una persona y de esta persona, constituida y situada en si misma de
determinada manera, en el mundo y ante los valores. Esto implica que está por
regla general estrechamente condicionada y limitada por nuestra situación
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concreta. Ser libre es, en primer lugar, aceptar esta condición para apoyarse en
ella». El personalismo prima a la persona singular y concreta frente a los
conceptos teóricos, universalistas y abstractos.
6.3. El personalismo como superación del individualismo y del
colectivismo
Desde la perspectiva de una educación integral, el personalismo
concibe la educación al servicio del individuo y de la sociedad. Ni colectivismos en los que el hombre queda reducido a un mero resultado pasivo de la
colectividad y diluido en ésta, ni individualismos que aíslan y marginan al
individuo de la realidad social.
6.4. El proceso de la personalización, fin de la actividad educadora
Que la persona realice, ponga en acto sus potencialidades
personales, e intente ser cada vez más persona, una persona más perfecta, más
íntegra en sus dimensiones esenciales, es el fin de la educación humana que
podemos llamar personalización. Toda verdadera educación es un proceso de
personalización, el cual esencialmente requiere, dada la naturaleza racional del
hombre, el desarrollo en el educando de una triple capacidad de acción:

De reflexión o de toma de conciencia de sí mismo; que el educando
«esté en sí mismo», actúe desde sí mismo y siendo consciente de sí
mismo, lo que es garantía de objetividad en la percepción de
situaciones y en la adquisición de compromisos y responsabilidades.

De autocontrol de impulsos, e inclinaciones, como condición de
actuación consciente de sí mismo.

De autodeterminación o de adopción de decisiones en libertad, con
plenitud de conciencia, desde el conocimiento y control de sí mismo
personal como fundamento del compromiso y de la
autorresponsabilidad. Ello es consecuencia de la esencia de la
naturaleza personal, subsistente, permanente, singular, unificadora
de actos, capaz de decidir sobre el propio ser y las cosas en libertad
y responsabilidad. La reflexión y el uso responsable de la libertad o
capacidad de autodeterminación son factores determinantes en el
proceso de personalización.
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7. CARACTERÍSTICAS
PERSONALIZADA
Antonio Guevara Martínez
PEDAGÓGICAS
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DE
LA
EDUCACIÓN
De acuerdo con esas constantes del pensamiento filosóficopedagógico del personalismo, la educación personalizada recoge en sus presupuestos estas características como exigencias de toda auténtica educación.

La persona, cada persona, con su capacidad de reflexión y de
autonomía o autodeterminación, libre y responsable, es el sujeto de
educación y el eje en torno al cual ha de girar todo proceso
pedagógico. Desde esta perspectiva, la educación es sencillamente
autoeducación, un proceso de ayuda, interpersonal, dialógica, desde
situaciones diferentes para que el educando, en el uso responsable
de la libertad y de la autonomía de su dignidad personal, descubra,
interiorice y realice, desde su propia experiencia, los valores que le
permitan desarrollar, de forma responsable y creadora, su propio
proyecto personal de vida.

La educación personalizada se sustenta en una serie de principios,
derivados del concepto de persona, de su naturaleza y características
esenciales, que orientan la dinámica interna del proceso educativo.
Teniendo en cuenta que la persona como totalidad es capaz de
integrar todas capacidades y energías que intervienen en su
desarrollo, cada uno de esos principios no puede ser extensivo y
explicado de modo unilateral, prescindiendo de los demás, sino que
todos han de concurrir a la formación del hombre en su totalidad.
8. RESUMEN
El sujeto real de la educación es la persona, cada persona con su
propia y específica identidad, con las características y posibilidades de su
peculiar existencia en una situación social y cultural determinadas.
En el concepto de persona cabe destacar una doble perspectiva de
gran trascendencia en el proceso educador: la esencialista, que considera a la
persona como «sustancia» individual, única, irrepetible; y la dinámica, que la
concibe como naturaleza racional, abierta al ser y centro dinámico de sus
propios actos, en continua realización, permanentemente actuante e inacabada.
De esa doble perspectiva de la persona, cabe destacar una serie de
connotaciones pedagógicas; las más relevantes son:
– La persona humana es singular.
– La persona humana es autónoma en sus actos.
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– La persona humana está abierta a la relación con los demás,
con las cosas y con el mundo trascendental.
– La persona humana es unitaria, integrada, no compuesta de
partes en conflicto o aisladas.
Un movimiento pedagógico que representa una constante en el
pensamiento filosófico-pedagógico, de creciente actualidad, y que considera la
persona como centro que aglutina sus ideas sobre la educación, es el
personalismo. Son características de este movimiento, en la variedad de sus
manifestaciones.
– La dignidad de la persona es el fundamento de la educación
integral condicionada por una situación determinada.
– El personalismo se presenta como una superación del
individualismo y del colectivismo pedagógico.
– El proceso de personalización es el fin de toda actividad
educadora.
La educación personalizada se sustenta en una serie de principios,
derivados del concepto de persona que orientan toda la dinámica interna del
proceso educativo y que serán examinados en las fotocopias que se acompañan
al tema “Principios educativos derivados del concepto de persona” de Rogelio
Medina Rubio”.
Actividad práctica nº 5
Fecha de entrega: antes del 15 de mayo.
Resumen del capítulo “Principios educativos derivados del concepto de
persona” de Rogelio Medina Rubio”, extensión máxima de 10 folios.
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