CARTA COL-LECTIVA "A LA OPINIÓN PÚBLICA DE LA IGLESIA" Son les pagines 112-124 d'aquest (libre, l'autor del qual és en Josep Ricart i Oller, publicat per EDITORA PEDAGÓGICA DEL VALLES (Terrassa). Any 1979 El verdadero autor de este libro es una comunidad cristiana obrera que, a través de muchas dificultades -como narra la crónica- llegó a vivir ambos elementos, lo cristiano y lo obrero, en una experiencia unitaria, no exenta de tensiones, donde lo sustantivo era la fe en Jesucristo, sin renunciar a su conciencia de clase. LA CARTA MAGNA Aquellos años arreciaban los ataques verbales, pero sobre todo escritos, de personas que no entendían nuestra línea pastoral. Daba la rara coincidencia que, muchos de ellos, eran gente adicta al Régimen, (funcionarios de Ayuntamiento, vieja guardia, guardias civiles retirados...). Ni ahora, cuando la tempestad parece que ha amainado, queremos erigirnos en jueces de su fe y de su conducta. Pero no podemos tampoco callar los sufrimientos que sus ataques nos produjeron y la confusión que sus conductas crearon a nuestro alrededor. Más bien, a fuer de sinceros, hemos de señalar que eran ellos quienes, desde el anonimato (en algún caso alguien tuvo el valor y la sinceridad de dar la cara), no sólo discrepaban manifestando su punto de vista, sino que nos atribuían intenciones absolutamente falsas. Este es un ejemplo, caligrafiado al pie de una hoja: 113 «Comisiones Obreras de Terrassa o del diablo, y señores curas anticristianos: Unas letras para desmentir cuanto contiene esta hoja (una hoja de calle, con una llamada a la acción ante el Consejo de Burgos, y que una mano secreta depositó en el buzón de la parroquia). Si 30.000 personas han colaborado en las huelgas, un 80 por ciento han sido obligadas, y si los comerciantes han colaborado cerrando tiendas, ha sido bajo las amenazas de apedrear las mismas; si en la Magdalena hicieron huelga, fué porque el turno de la noche les impidió que trabajaran; ellos ya habían ganado su jornada y han de saber que la caridad y la justicia ha de empezar por uno mismo. En Las Arenas un padre de familia se disponía a hacer volver a los que iban a trabajar y volvió a un grupo de chicas vecinas; unos minutos más tarde, otro grupo en que iban sus hijas no las hizo volver. Es ésta la táctica de los comunistas: la justicia para los demás. Las comisiones juveniles (la hoja iba firmada por la Juventud Comunista) necesitan mucho dinero para derrocharlo. Chicos y chicas abandonan la casa paterna en cuanto el padre se opone a sus deseos y... ahí los tiene, se pasan toda la noche en el Club, bebiendo y haciendo gamberradas y cuando están borrachos perdidos, ellos y ellas meten fuego a la Iglesia y, mientras, ellos se divierten viendo las llamas. Señores sacerdotes, de todo esto sois responsables ante Dios y ante el mundo; y después todo son críticas a Franco y su gobierno y el día que falte, la sangre.correrá como los años'36. Si hubieran vivido una guerra de hambre y de miseria, tal vez no pensarían así» (80). Empezamos con mal pie los años 70. La policía y otras personas que no nos tenían ninguna simpatía estaban convencidos -sobre todo desde la huelga de AEG- de que la parroquia era el cerebro gris de toda la subversión, la imprenta de todas las octavillas y la administración del oro de Moscú que financiaba todas las huelgas. Cómo les íbamos a convencer de que nos movíamos exclusivamente por motivos evangélicos v misioneros -éramos una avanzadilla tímida y vergonzante de la Iglesia que se adentraba en el mundo obrero con seriedad y sinceridad para ver de alumbrar la Iglesia de los pobres- al acoger en los locales parroquiales a los obreros, perseguidos por la policía, al asistirles económicamente en las colectas, para los parados, al amparar, en resumen, sus derechos de reunión, expresión y huelga que la Iglesia, en sus declaraciones oficiales tan ampulosamente reco- 116 Mn. Llauradó, íntimo amigo de la policía y animador de los que van en contra de una nueva iglesia, dice: «Si el club juvenil no estuviese en la parroquia, no pasarían estas cosas». D i c i e m b r e (día 14).- A S A L T O A M A N O A R M A D A DE LA IGLESIA Y DEPENDENCIAS P A R R O Q U I A L E S . A las 20,30 horas, 19 «jeeps» de la policía armada y de la guardia civil, están frente a todo lo largo de la fachada de la iglesia y dependencias parroquiales de Can Anglada, mientras 4 «jeeps» más rodean la parte de atrás, junto a la tapia. Bajan de los «jeeps» unos 153 números y mientras unos acordonaban todo el solar propiedad de la parroquia, otros entraron con metralletas en mano a las dependencias parroquiales. Los de detrás de la tapia, subiendo encima de los «jeeps», saltaron la tapia invadiendo los patios y campos de juego del colegio, forzando sus puertas. Los de delante, entraron al patio lateral por la reja, de repente y haciendo sonar los cerrojos de las armas entraron donde había una dependencia con 8 jóvenes que estaban hablando alrededor de una estufa. Los guardias les apalearon con las porras y las armas, los maltrataron con malas palabras, preguntándoles dónde tenían las bombas y las armas y qué precio les pagaban los curas. Los esposaron y se los llevaron a la comisaría, apuntándoles los unos con los cañones de las armas apuntalados en la espalda, y los otros en la nuca o en el cuello. Otro grupo de guardias, forzando y golpeando la puerta de entrada del despacho parroquial y de la iglesia, insultaban gritando, con malas palabras y groseramente, a los curas Garrit y Daura que, con una docena de jóvenes, se encerraron cuando vieron las malas intenciones de la policía. Los guardias decían que dispararían sus armas y hacían ruido con los cerrojos de sus armas, añadiendo de palabra que quemarían a todos los que había dentro de la iglesia y esto sería peor que el año 36. Mientras tanto, otros guardias subieron al tejado y al campanario de la Iglesia, sin que ninguno se explique cómo pudieron subir. Esta operación conjunta policía-guardia civil contra la Iglesia y las dependencias de Can Anglada, acabó a las 22,30, sin que pasara nada más. 117 Cabe señalar: 1. - La presencia, delante de la puerta de la Iglesia, hablando con la policía, del señor «de cabeza blanca», de oficio barbero, inseparable de Llauradó, dentro de esta operación. 2. La presencia de Llaurador en una de las esquinas de la Iglesia, al principio de esta operación. 3. La conversación de M n . Llaurador y el barbero con la policía secreta, el día anterior, día 13, junto a la Iglesia. 4. - La amenaza a la parroquia de San Lorenzo, por teléfono, el día 13, diciéndoles que había pegado fuego a San Cristóbal, y que se preparasen. 5. - La entrada de la policía armada con metralletas, y todos los instrumentos de guerra en la Iglesia de San Lázaro (Hospital), a las 8,30 de la noche del día 14. 6. - Cabe añadir que, al comenzar el asalto a mano armada, tres guardias civiles se dirigieron al despacho y sin subir los cuatro escaleras del porche, obligaron a M n . Garrit y Daura, que se encontraban bajo el porche, a ponerse las manos arriba y de cara a la pared. Ellos se negaron y los guardias,-quitando los seguros de sus armas, dijeron que dispararían, momento éste, cuando un oficial dijo que esperasen, que los sacerdotes aprovecharon para encerrarse, con una docena de jóvenes. A través de los vidrios rotos por el fuego y que ellos acabaron de romper, los guardias gritaban: «Hijos de puta, arderéis como en el 36 con la Iglesia y todo». «Abriremos la puerta a tiros», «¿Dónde tenéis la gasolina?, «cabrones»... y otras palabras y expresiones que se harían interminables. M a r t e s , día 25. Atentado a M n . Rofes por el jefe de personal de Laver Schappe, con una navaja. Amenazas por teléfono a Mn. Daura diciéndole que lo abrirían en canal. Miércoles, día 16. 11 horas. Entra la señora de la limpieza. Ve una puerta quemada y escombros. Se asusta. Más tarde van el sacristán y M n . Llaurador. A las 13 horas se presenta M n . Garrit. Una carga explosiva sobre la pared de la sacristía, le había hecho casi caer con un gran agujero en el centro. Con líquido inflamable se había prendido fuego al resto de la sacristía. Todas las dependencias quedaron ennegrecidas, con el Crucifijo, menos el interior de la Iglesia. Una silla y un banco habían 118 sido colocados en posición para quemar, aislados de la pared. Llega el prior. También la policía armada y la secreta. La secreta dice que esto lo habían hecho los enemigos de la Iglesia. Mn. Llaurador no se define, pero dice que «los jóvenes no vayan al club, porque hay peligro». A las 10 de la noche, como cada miércoles, reunión de comunidad. Tres «jeeps» de la policía con casco, se presentan y se sitúan ante el despacho. Piden la documentación de los que había y de los que iban, toman carnets de identidad, las matrículas de los vehículos parados y a otros los hacen volver a «casa a dormir». Convidan a los más jóvenes a matar a los curas y que no se presenten más, ni dentro ni por los alrededores de la Iglesia. Sale un matrimonio y lo registran de pies a cabeza. A él le hacen que se quite la gabardina y la americana; a ella, le hacen que se quite el abrigo, le hacen desabrochar el vestido, mirándole hasta en los sostenes. A ambos les hacen descalzar y la policía sacude hasta el polvo de los zapatos. Jueves, día 17. Todo estaba cerrado. Se había hecho así, para que no hubiese motivos de nada y para, siendo un día que había habido manifestación, no dar ningún motivo que justificase la intervención de la policía. Con todo, aún vinieron 7 «jeeps» y un autocar de la guardia civil. Salieron de repente de los coches, plantándose delante de la puerta del despacho parroquial. Cuando vieron que todo estaba cerrado, fueron a los bares de la plaza, de donde se llevaron a los jóvenes. Jóvenes que eran del club de la parroquia y a los que maltrataron. A uno de ellos lo apuñearon de mala manera hasta dejarlo extendido en el suelo. A todos les preguntaban quién había quemado y tirado la bomba en la Iglesia. Mientras tanto Mn. Garrit recibe una citación judicial urgente «por desacato a la autoridad», referente a una homilía y se le piden 6 meses de cárcel y 50.000 ptas. La orden del Obispado, que prohibe todo juicio por una homilía, es esquivada por la policía, y olvidada por el mismo Obispado. Viernes y sábado, días 18 y 19.- Continúan las detenciones y molestias de ir a retirar los carnets al día siguiente, mientras repiten a todos que no vayan a Can Anglada y que maten a los curas. El viernes, día 18, en el Sindicato y al acabar una reunión de 119 «representantes» se habla y discute cómo se ha de acabar con Can Anglada y sus curas, menos Mn. Llaurador. El mismo día, Mn. Garrit, recibe la visita de un señor que le propone que deje Can Anglada y que se vaya a Vallbona, de lo contrario peligra su vida, ya que todo esto no era más que el principio. • • • • • • • • Estos son los hechos. Su gravedad nos obliga a romper el silencio con que los hemos sobrellevado para invitaros a hacer juntos una reflexión de fe. No queremos gloriarnos -como nos dice San Pablo- sino en la cruz de Cristo, perseguido y ajusticiado porque hizo suya la causa de los pobres y oprimidos; pero si conviene -y creemos que quizás ha llegado el momento- nos gloriaremos de nuestra condición a la que hemos llegado por la fe en la Palabra que nos ha llamado y nos hace avanzar, después de haber dejado toda seguridad mundana, sin saber a dónde nos llevará. Somos un grupo de sacerdotes -los amigos nos conocéis muy bien- que intentamos hace siete años, como varios otros en la diócesis, vivir con los pobres, con los que sufren la opresión y la discriminación más injustas de una sociedad oficialmente católica. Nuestro compromiso nos ha hecho avanzar gracias al mundo obrero que nos ha exigido mucho. No eran suficientes las palabras por muy sinceras y bien intencionadas. Nuestra voluntad de ser como los pobres se ha ¡do concretando en una connaturalización total, aunque estemos muy lejos de conseguirla. De entrada, renunciamos -como muchos otros- a la paga del Estado y a todos los aranceles. Nuestro trabajo de peón es, desde hace años, el único medio de subsistencia. No disponemos de otra cosa más que lo que un hombre solo necesita para vivir con austeridad y que, a menudo, alcanzamos gracias a la mutua ayuda. El trabajo manual nos ha ido mentalizando según todos los valores que hemos descubierto en el mundo obrero, tan cerrado a extraños y a quienes sienten tan sólo compasión desde su posición económica y culturalmente instalada. Así hemos ¡do descubriendo las condiciones y el sentido de una lucha que ya nadie podrá detener. Este mismo mundo opri- 120 mido nos ha descubierto también -a todos- con mayor profundidad, el sentido del Evangelio y de nuestra fe como una fuerza que debe integrarse a la misma fuerza liberadora de este mundo que lucha por su dignidad y por sus más elementales derechos. Comprendimos también -porque lo sufrimos en nuestra propia carne- que la buena noticia «de anunciar a los pobres un mensaje de alegría, de proclamar la libertad a los cautivos y la vista a los ciegos, para dar la libertad a los oprimidos y procla-. mar un año de gracia del Señor (Lucas 4, 18-19) aún no ha sido anunciada de verdad, y, como el Maestro, estamos dispuestos a dar la vida para que lo sea. Sabíamos de sobra que nuestro estilo de vida no podía dejar indiferente a nadie. Sólo nos movía, y nos mueve, la liberación de los pobres, el despertar su alegría y su esperanza; pero esto suponía, al mismo tiempo, la reacción de los poderosos. No hemos provocado el odio ni la violencia. Ellos los han hecho caer sobre nosotros, y sobre muchas personas inocentes. Y esto aún nos duele más. El olvido con que querían al principio apagar el espíritu, se ha ¡do transformando en una premeditada e implacable voluntad de destruir esta semilla antes de nacer. Hace unos años era Agustín, ahora se quiere eliminar ya todo el equipo. Ellos son suficientemente fuertes humanamente para destruirnos, «porque los hijos de este mundo son más prudentes que ios hijos de la luz» (Lucas, 16,8). Empresarios, policía, autoridades, sindicato y estamentos del régimen (falangistas, vieja guardia...) planean nuestra desaparición. Se nos niega el derecho a trabajar en fábrica, se queman nuestras iglesias, se nos calumnia y difama públicamente, recibimos amenazas por teléfono, atentan contra nuestra vida y esperamos nuevos ataques violentos, detenciones y un clima de creciente terrorismo a nuestro alrededor. No decimos todo esto por ostentación ni por complejo de heroísmo. Es mucho más todo lo que ha padecido y padece el mundo obrero, y sin ninguna posibilidad de defensa. A nosotros, por lo menos, al pertenecer a la estructura eclesiástica, nos toca con mayor suavidad. Hemos de añadir, además, un sufrimiento que nos destroza y nos amenaza más profundamente: la misma actitud de destrucción que proviene de nuestros obispos. Una larga historia de actuaciones represivas y vergonzosas han intentado acallar 121 nuestra voz y bloquear nuestro camino. De hecho, se nos ha desautorizado por todos los medios -a veces a un nivel que no llega a ser ni tan sólo humano- a fin de que nuestra lucha y nuestro esfuerzo desaparezcan. Como máximo, tan sólo hemos encontrado el doloroso silencio de quien, mientras calla, aprueba la acción violenta de los otros. Cuando, la semana pasada, nos encontrábamos en peligro inminente, el obispo no nos pudo recibir porque estaba ocupado hablando de las zonas geográficas de la diócesis. Lo mismo ocurrió en la reunión arciprestal, a la hora de exponer los hechos: todo el mundo tenía prisa. Toda esta inhibición demuestra con suficiente claridad la complicidad de la Jerarquía con las fuerzas del orden. Y nuestra perplejidad aumenta cuando comprobamos que los ataques y las violencias provienen de gente «super-católica», incondicional de esta" jerarquía, a quienes habríamos querido desafiar muchas veces, mirando únicamente las cuentas corrientes que cada uno de ellos tiene en los bancos o en las Cajas de Ahorro. Por todo esto, NOS ENCONTRAMOS YA AL LIMITE DE NUESTRAS FUERZAS. El 28 de Noviembre del 68, escribíamos a Mn. Torrella, después de su nombramiento: «Nos duele ver que, desde la supresión de los sacerdotes obreros en Francia hasta ahora, todo el que auténticamente se acerca a este mundo obrero y es aceptado, tarde o temprano es rechazado. Los que ya llevamos varios años metidos en el mundo obrero -militantes, trabajo, otros contactos...- te podemos asegurar que siempre nos hemos sentido marginados, nunca se nos ha tenido en cuenta y siempre se ha cernido sobre nosotros la sospecha y la amenaza -Gobierno e Iglesia unidos-. Nunca se nos ha dicho una palabra de aliento, siempre una palabra que nos frena». Ahora, después de dos años, los hechos nos lo han confirmado. Pero, como que, hasta ahora, únicamente nos ha movido la fe en Cristo y en la liberación de los pobres, sin ningún interés ni egoísmo, en nombre de esta misma fe queremos haceros llegar esta carta como una llamada, como una última esperanza, como un testamento de lo más íntimo que se ha hecho vida nuestra a lo largo de estos años, como un testimonio molesto, incluso incordiante de la voz de los pobres, porque de ahora en adelante ya ni valdrá quizás casi la pena de escribir nada más. A VOSOTROS, QUE SOIS NUESTROS PASTORES, escogí- 122 dos como guía y fortaleza de la fe del pueblo de Dios, sólo os podemos decir -sin resentimientos ni odios, pero también sin ninguna esperanza- que cargamos a vuestra conciencia nuestra situación. Vosotros responderéis ante Dios y la Historia de estos momentos, en que se juega el futuro de la Iglesia y de la fe en el mundo. Desde vuestro silencio, vuestro autoritarismo gélido y poderoso y vuestro compromiso con los prepotentes (que cuando les convenga pedirán vuestra cabeza -«Obispos comunistas al paredón», como decía una de las pancartas de la manifestación de Barcelona-), queremos que os llegue nuestra voz -que quizás ya se apaga- y que es tan sólo el eco del grito de justicia y libertad del mundo oprimido, que quizás ya nunca llegará a creer en el Evangelio. Y, cuando vuestro olvido y vuestra incomprensión lleguen a hacernos desaparecer, podréis estar satisfechos de haber cumplido las palabras del Evangelio: «Os expulsarán de las sinagogas, e incluso llegará la hora en que todo el que os mate, piensfe que da culto a Dios» (Juan 16,2). Así habrá fracasado -¿una vez más?- el intento de una Iglesia de los pobres, y los poderosos podrán seguir respirando tranquilos, mientras se «lamentarán» de que hemos perdido la fe. A VOSOTROS QUE SOIS NUESTROS HERMANOS MAS CERCANOS AL SACERDOCIO, con quienes hemos compartido tantas horas de reflexión, de entusiasmo en la lucha y de alegría en el testimonio que queremos llevar al mundo oprimido, os pedimos con esperanza todavía vuestra ayuda. Somos los mismos que siempre habéis conocido. Comprended nuestro dolor y nuestro tono desesperado. Os pedimos que reviséis nuestra común responsabilidad en la tarea que un día emprendimos y que nos deis un gesto eficaz de solidaridad en nuestra situación límite. A TODAS LAS COMUNIDADES, pensad si todos estos hechos no amenazan también vuestra existencia. Preguntaros si, en este clima, se puede anunciar la buena nueva del Evangelio. No queremos imponer un sólo camino de fidelidad y de lucha para anunciar libre y claramente el Evangelio a los hermanos; pero sí que os pedimos también un esfuerzo de reflexión y de comprensión para el momento nuestro que, con sinceridad, os hemos expuesto. Y, si podéis, dadnos también una ayuda concreta para que encontremos el sentido y la esperanza del camino que nunca quisiéramos abandonar. 123 Una última palabra: no estamos amargados. Si es preciso dar nuestra vida para que vaya creciendo la semilla de la Iglesia de los pobres, desde ahora lo aceptamos con alegría. Por ello, os podemos asegurar que nadie jamás podrá quitarnos esta profunda alegría -nacida en Belén- que querríamos compartir con todos vosotros, hermanos, porque «¿quién nos separará del amor de Cristo?, ¿la tribulación?, ¿la angustia?, ¿la espada? ¿la persecución?, ¿el hambre?, ¿la desnudez?, ¿los peligros?, como dice la Escritura: «Por tu causa somos muertos todo el día; tratados como ovejas destinadas al matadero». Pero en todo esto salimos vencedores, gracias a aquél que nos amó. Pues ESTAMOS SEGUROS de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles, ni los principados, ni lo presente ni lo futuro, ni la altura ni la profundidad, ni otra criatura alguna podrá separarnos del amor de Dios, manifestado en Cristo Jesús, Señor nuestro». (A los Romanos, 8, 35-39). Terrassa, Navidad de 1970 Esteban ASCACIBAR, Sch. P. Agustín DAURA. Joaquín GARRIT. Alejandro GARCIA DURAN. Manuel MARCET, S.J. José RICART, S.J. Juan ROFES. Damián SANCHEZ-BUSTAMANTE. Ignacio SALVAT, S.J. Miguel SUÑOL, S.J. Mn. Batlles se hizo eco enseguida, en una carta dirigida a todos los sacerdotes de su Vicaría episcopal. A la vuelta del año nuevo, nos llegó una citación colectiva por presunto delito de propaganda ilegal. Tuvimos, pues, que lanzar una llamada urgente a D. Marcelo (82) y, en posterior entrevista, le expusimos nuestra valoración: a) El poder civil quiere juzgar un conflicto intraeclesial: nuestra postura radical que no es compartida por otros sectores de la Iglesia. b) Existe una conspiración que desea eliminar nuestra presencia eclesial, porque no conviene a sus intereses creados. c) Debemos acogernos al privilegio del concordato en todo 124 aquello que garantiza nuestra libertad intraeclesial, privilegio que, mientras no sea derecho normal de todo ciudadano, hemos de poner al servicio del pueblo (83). D. Marcelo accedió, aunque sin gran convencimiento. €1 Boletín CRISTIANOS SOLIDARIOS DE ESPAÑA (intento de coordinar las comunidades de base entonces), de Junio del 70 lanzaba esta consigna: «El lema cordial de todos es hoy más que nunca: no cansarnos, no cansarnos hasta que no se cansen de querer cansarnos los que ya tienen el alma cansada. Miguel Hernández, «solidario» como pocos hasta la muerte,Jo cantó en uno de sus mejores poemas dedicados al pueblo de España: Yugos os quieren poner gentes de la hierba mala, yugos que habréis de dejar, roaos sobre sus espaldas. Crepúsculo de los bueyes, está despuntando el alba. X ¡a no 10, lio rga sgo :níyá ina ad. Saltes tita cer vamcnt sobre l'agilitat del sistema labo-' ral i reduint les potencialitats de la inversió del capital, limitant així les perspectives de la sortida de la crisi. Mentre, també és cert que reivindicacions del eos laboral han repres¿htat aspectes purament corporativistes. i gremials de difícil justificació. Generalment aquests parteixen de coMectius de trcballadors privilegiáis, d'elevat nivell salarial o, mes comunament, d'alt nivell de seguretat al seu lloc de treball. Aquests coMectius presenten reivindicacions que ja voldricn molts altrcs teñir Poportunitat de plantejar-se. Quan les normes laboráis apunten cap a una mobilitat dins de les emprcses i la mobilitat geográfica, que uns pocs trcballadors de Joan XXIII reivindiquin immobilitats deis scus llocs de treball, dins del mateix hospital, entra en contradicció amb la mes elemental racionalitat. La mobilitat dins del propi centre, quan és un hospital, vol dir que el personal assistencial es distribueix segons les carregues de treball, és a dir, la feina. Si a una área d'hospitalització teñen molla feina, cal que cls que cstiguin menys ocupats puguin fer-sc carree de l'excés de treball. Mal ús faríem deis recursos públics que tots paguem per la sanitat si no intcntem repartir el personal segons la feina i no segons uns destins inamovibles. Pero si es pregunta ais vaguistes, no sembla que aquesta mobilitat siguí el problema. De 1.134 trcballadors els canvis han afectat a 15 i , d'ells, tots menys 3 ja hi estaven d'acord amb cls canvis. A les asscmblccs es parla de l'augmcnt de prcus de la cafeteria, d'una suposada privatització —«verbo horribilis»— i d'altrcs qüestions que no foren incloscs a la (aula rcivindicativa de la vaga d'una manera definida. • Les actuacions contractuals d'un cen.tre com l'hospital son publiqu.es, es regeixen per concursos públics i son habitualmcnt i conscienciosa intervingudcs peí Departament d'Economia i Financcs de la Gcncralitat. Com és lógic, sempre es compra o es contracta, en igualtat de condicions, el millor preu que acostuma a ser el mes baix. Els diners son de tots i una bona gestió comporta una optimització deis sempre magres recursos. Indcfinidamcnt indefinits hom contempla la indefinició de la vaga indefinida com una mala pega al tclcr. Indefinida en el plantcjamcnt, en el temps i en el contingut. Indefinida i , sembla que també, indefensable.