CARTA COL-LECTIVA "A LA OPINIÓN PÚBLICA DE LA IGLESIA

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CARTA COL-LECTIVA
"A LA OPINIÓN PÚBLICA DE LA IGLESIA"
Son les pagines 112-124 d'aquest (libre,
l'autor del qual és en Josep Ricart i Oller,
publicat per EDITORA PEDAGÓGICA DEL
VALLES (Terrassa). Any 1979
El verdadero autor de este libro es una
comunidad cristiana obrera que, a
través de muchas dificultades -como
narra la crónica- llegó a vivir ambos
elementos, lo cristiano y lo obrero, en
una experiencia unitaria, no exenta de
tensiones, donde lo sustantivo era la fe
en Jesucristo, sin renunciar a su
conciencia de clase.
LA CARTA
MAGNA
Aquellos años arreciaban los ataques verbales, pero sobre
todo escritos, de personas que no entendían nuestra línea pastoral. Daba la rara coincidencia que, muchos de ellos, eran
gente adicta al Régimen, (funcionarios de Ayuntamiento, vieja
guardia, guardias civiles retirados...). Ni ahora, cuando la
tempestad parece que ha amainado, queremos erigirnos en
jueces de su fe y de su conducta. Pero no podemos tampoco
callar los sufrimientos que sus ataques nos produjeron y la confusión que sus conductas crearon a nuestro alrededor. Más
bien, a fuer de sinceros, hemos de señalar que eran ellos
quienes, desde el anonimato (en algún caso alguien tuvo el
valor y la sinceridad de dar la cara), no sólo discrepaban manifestando su punto de vista, sino que nos atribuían intenciones
absolutamente falsas. Este es un ejemplo, caligrafiado al pie de
una hoja:
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«Comisiones Obreras de Terrassa o del diablo, y señores curas
anticristianos: Unas letras para desmentir cuanto contiene esta
hoja (una hoja de calle, con una llamada a la acción ante el
Consejo de Burgos, y que una mano secreta depositó en el
buzón de la parroquia). Si 30.000 personas han colaborado en
las huelgas, un 80 por ciento han sido obligadas, y si los comerciantes han colaborado cerrando tiendas, ha sido bajo las
amenazas de apedrear las mismas; si en la Magdalena hicieron
huelga, fué porque el turno de la noche les impidió que trabajaran; ellos ya habían ganado su jornada y han de saber que la
caridad y la justicia ha de empezar por uno mismo. En Las
Arenas un padre de familia se disponía a hacer volver a los que
iban a trabajar y volvió a un grupo de chicas vecinas; unos
minutos más tarde, otro grupo en que iban sus hijas no las hizo
volver. Es ésta la táctica de los comunistas: la justicia para los
demás. Las comisiones juveniles (la hoja iba firmada por la
Juventud Comunista) necesitan mucho dinero para derrocharlo.
Chicos y chicas abandonan la casa paterna en cuanto el padre
se opone a sus deseos y... ahí los tiene, se pasan toda la noche
en el Club, bebiendo y haciendo gamberradas y cuando están
borrachos perdidos, ellos y ellas meten fuego a la Iglesia y,
mientras, ellos se divierten viendo las llamas. Señores sacerdotes, de todo esto sois responsables ante Dios y ante el
mundo; y después todo son críticas a Franco y su gobierno y el
día que falte, la sangre.correrá como los años'36. Si hubieran
vivido una guerra de hambre y de miseria, tal vez no pensarían
así» (80).
Empezamos con mal pie los años 70. La policía y otras personas que no nos tenían ninguna simpatía estaban convencidos
-sobre todo desde la huelga de AEG- de que la parroquia era el
cerebro gris de toda la subversión, la imprenta de todas las
octavillas y la administración del oro de Moscú que financiaba
todas las huelgas. Cómo les íbamos a convencer de que nos
movíamos exclusivamente por motivos evangélicos v misioneros
-éramos una avanzadilla tímida y vergonzante de la Iglesia que
se adentraba en el mundo obrero con seriedad y sinceridad para
ver de alumbrar la Iglesia de los pobres- al acoger en los locales
parroquiales a los obreros, perseguidos por la policía, al asistirles
económicamente en las colectas, para los parados, al amparar,
en resumen, sus derechos de reunión, expresión y huelga que la
Iglesia, en sus declaraciones oficiales tan ampulosamente reco-
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Mn. Llauradó, íntimo amigo de la policía y animador de los
que van en contra de una nueva iglesia, dice: «Si el club juvenil
no estuviese en la parroquia, no pasarían estas cosas».
D i c i e m b r e (día 14).- A S A L T O A M A N O A R M A D A DE LA
IGLESIA Y DEPENDENCIAS P A R R O Q U I A L E S . A las 20,30
horas, 19 «jeeps» de la policía armada y de la guardia civil,
están frente a todo lo largo de la fachada de la iglesia y dependencias parroquiales de Can Anglada, mientras 4 «jeeps» más
rodean la parte de atrás, junto a la tapia.
Bajan de los «jeeps» unos 153 números y mientras unos acordonaban todo el solar propiedad de la parroquia, otros entraron
con metralletas en mano a las dependencias parroquiales.
Los de detrás de la tapia, subiendo encima de los «jeeps»,
saltaron la tapia invadiendo los patios y campos de juego del
colegio, forzando sus puertas.
Los de delante, entraron al patio lateral por la reja, de repente
y haciendo sonar los cerrojos de las armas entraron donde había
una dependencia con 8 jóvenes que estaban hablando alrededor
de una estufa. Los guardias les apalearon con las porras y las
armas, los maltrataron con malas palabras, preguntándoles
dónde tenían las bombas y las armas y qué precio les pagaban
los curas. Los esposaron y se los llevaron a la comisaría, apuntándoles los unos con los cañones de las armas apuntalados en
la espalda, y los otros en la nuca o en el cuello.
Otro grupo de guardias, forzando y golpeando la puerta de
entrada del despacho parroquial y de la iglesia, insultaban
gritando, con malas palabras y groseramente, a los curas Garrit
y Daura que, con una docena de jóvenes, se encerraron cuando
vieron las malas intenciones de la policía. Los guardias decían
que dispararían sus armas y hacían ruido con los cerrojos de sus
armas, añadiendo de palabra que quemarían a todos los que
había dentro de la iglesia y esto sería peor que el año 36.
Mientras tanto, otros guardias subieron al tejado y al campanario de la Iglesia, sin que ninguno se explique cómo pudieron
subir.
Esta operación conjunta policía-guardia civil contra la Iglesia y
las dependencias de Can Anglada, acabó a las 22,30, sin que
pasara nada más.
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Cabe señalar:
1. - La presencia, delante de la puerta de la Iglesia, hablando
con la policía, del señor «de cabeza blanca», de oficio barbero,
inseparable de Llauradó, dentro de esta operación.
2. La presencia de Llaurador en una de las esquinas de la
Iglesia, al principio de esta operación.
3. La conversación de M n . Llaurador y el barbero con la policía secreta, el día anterior, día 13, junto a la Iglesia.
4. - La amenaza a la parroquia de San Lorenzo, por teléfono,
el día 13, diciéndoles que había pegado fuego a San Cristóbal, y
que se preparasen.
5. - La entrada de la policía armada con metralletas, y todos
los instrumentos de guerra en la Iglesia de San Lázaro
(Hospital), a las 8,30 de la noche del día 14.
6. - Cabe añadir que, al comenzar el asalto a mano armada,
tres guardias civiles se dirigieron al despacho y sin subir los
cuatro escaleras del porche, obligaron a M n . Garrit y Daura, que
se encontraban bajo el porche, a ponerse las manos arriba y de
cara a la pared. Ellos se negaron y los guardias,-quitando los
seguros de sus armas, dijeron que dispararían, momento éste,
cuando un oficial dijo que esperasen, que los sacerdotes aprovecharon para encerrarse, con una docena de jóvenes.
A través de los vidrios rotos por el fuego y que ellos acabaron
de romper, los guardias gritaban: «Hijos de puta, arderéis como
en el 36 con la Iglesia y todo». «Abriremos la puerta a tiros»,
«¿Dónde tenéis la gasolina?, «cabrones»... y otras palabras y
expresiones que se harían interminables.
M a r t e s , día 25. Atentado a M n . Rofes por el jefe de personal
de Laver Schappe, con una navaja. Amenazas por teléfono a
Mn. Daura diciéndole que lo abrirían en canal.
Miércoles, día 16. 11 horas. Entra la señora de la limpieza.
Ve una puerta quemada y escombros. Se asusta. Más tarde van
el sacristán y M n . Llaurador. A las 13 horas se presenta M n .
Garrit.
Una carga explosiva sobre la pared de la sacristía, le había
hecho casi caer con un gran agujero en el centro. Con líquido
inflamable se había prendido fuego al resto de la sacristía.
Todas las dependencias quedaron ennegrecidas, con el Crucifijo, menos el interior de la Iglesia. Una silla y un banco habían
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sido colocados en posición para quemar, aislados de la pared.
Llega el prior. También la policía armada y la secreta. La
secreta dice que esto lo habían hecho los enemigos de la Iglesia. Mn. Llaurador no se define, pero dice que «los jóvenes no
vayan al club, porque hay peligro».
A las 10 de la noche, como cada miércoles, reunión de comunidad. Tres «jeeps» de la policía con casco, se presentan y se
sitúan ante el despacho. Piden la documentación de los que
había y de los que iban, toman carnets de identidad, las
matrículas de los vehículos parados y a otros los hacen volver a
«casa a dormir». Convidan a los más jóvenes a matar a los
curas y que no se presenten más, ni dentro ni por los alrededores de la Iglesia. Sale un matrimonio y lo registran de pies a
cabeza. A él le hacen que se quite la gabardina y la americana;
a ella, le hacen que se quite el abrigo, le hacen desabrochar el
vestido, mirándole hasta en los sostenes. A ambos les hacen
descalzar y la policía sacude hasta el polvo de los zapatos.
Jueves, día 17. Todo estaba cerrado. Se había hecho así,
para que no hubiese motivos de nada y para, siendo un día que
había habido manifestación, no dar ningún motivo que justificase la intervención de la policía.
Con todo, aún vinieron 7 «jeeps» y un autocar de la guardia
civil. Salieron de repente de los coches, plantándose delante de
la puerta del despacho parroquial. Cuando vieron que todo estaba cerrado, fueron a los bares de la plaza, de donde se llevaron
a los jóvenes. Jóvenes que eran del club de la parroquia y a los
que maltrataron. A uno de ellos lo apuñearon de mala manera
hasta dejarlo extendido en el suelo. A todos les preguntaban
quién había quemado y tirado la bomba en la Iglesia.
Mientras tanto Mn. Garrit recibe una citación judicial urgente
«por desacato a la autoridad», referente a una homilía y se le
piden 6 meses de cárcel y 50.000 ptas. La orden del Obispado,
que prohibe todo juicio por una homilía, es esquivada por la
policía, y olvidada por el mismo Obispado.
Viernes y sábado, días 18 y 19.- Continúan las detenciones
y molestias de ir a retirar los carnets al día siguiente, mientras
repiten a todos que no vayan a Can Anglada y que maten a los
curas.
El viernes, día 18, en el Sindicato y al acabar una reunión de
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«representantes» se habla y discute cómo se ha de acabar con
Can Anglada y sus curas, menos Mn. Llaurador.
El mismo día, Mn. Garrit, recibe la visita de un señor que le
propone que deje Can Anglada y que se vaya a Vallbona, de lo
contrario peligra su vida, ya que todo esto no era más que el
principio.
•
• • • • • • •
Estos son los hechos. Su gravedad nos obliga a romper el
silencio con que los hemos sobrellevado para invitaros a hacer
juntos una reflexión de fe.
No queremos gloriarnos -como nos dice San Pablo- sino en la
cruz de Cristo, perseguido y ajusticiado porque hizo suya la
causa de los pobres y oprimidos; pero si conviene -y creemos
que quizás ha llegado el momento- nos gloriaremos de nuestra
condición a la que hemos llegado por la fe en la Palabra que
nos ha llamado y nos hace avanzar, después de haber dejado
toda seguridad mundana, sin saber a dónde nos llevará.
Somos un grupo de sacerdotes -los amigos nos conocéis muy
bien- que intentamos hace siete años, como varios otros en la
diócesis, vivir con los pobres, con los que sufren la opresión y la
discriminación más injustas de una sociedad oficialmente católica.
Nuestro compromiso nos ha hecho avanzar gracias al mundo
obrero que nos ha exigido mucho. No eran suficientes las palabras por muy sinceras y bien intencionadas. Nuestra voluntad
de ser como los pobres se ha ¡do concretando en una connaturalización total, aunque estemos muy lejos de conseguirla.
De entrada, renunciamos -como muchos otros- a la paga del
Estado y a todos los aranceles. Nuestro trabajo de peón es,
desde hace años, el único medio de subsistencia. No disponemos de otra cosa más que lo que un hombre solo necesita
para vivir con austeridad y que, a menudo, alcanzamos gracias
a la mutua ayuda.
El trabajo manual nos ha ido mentalizando según todos los
valores que hemos descubierto en el mundo obrero, tan cerrado
a extraños y a quienes sienten tan sólo compasión desde su
posición económica y culturalmente instalada.
Así hemos ¡do descubriendo las condiciones y el sentido de
una lucha que ya nadie podrá detener. Este mismo mundo opri-
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mido nos ha descubierto también -a todos- con mayor profundidad, el sentido del Evangelio y de nuestra fe como una fuerza
que debe integrarse a la misma fuerza liberadora de este mundo
que lucha por su dignidad y por sus más elementales derechos.
Comprendimos también -porque lo sufrimos en nuestra propia
carne- que la buena noticia «de anunciar a los pobres un
mensaje de alegría, de proclamar la libertad a los cautivos y la
vista a los ciegos, para dar la libertad a los oprimidos y procla-.
mar un año de gracia del Señor (Lucas 4, 18-19) aún no ha sido
anunciada de verdad, y, como el Maestro, estamos dispuestos a
dar la vida para que lo sea.
Sabíamos de sobra que nuestro estilo de vida no podía dejar
indiferente a nadie. Sólo nos movía, y nos mueve, la liberación
de los pobres, el despertar su alegría y su esperanza; pero esto
suponía, al mismo tiempo, la reacción de los poderosos. No
hemos provocado el odio ni la violencia. Ellos los han hecho
caer sobre nosotros, y sobre muchas personas inocentes. Y esto
aún nos duele más. El olvido con que querían al principio apagar
el espíritu, se ha ¡do transformando en una premeditada e
implacable voluntad de destruir esta semilla antes de nacer.
Hace unos años era Agustín, ahora se quiere eliminar ya todo el
equipo.
Ellos son suficientemente fuertes humanamente para destruirnos, «porque los hijos de este mundo son más prudentes que
ios hijos de la luz» (Lucas, 16,8). Empresarios, policía, autoridades, sindicato y estamentos del régimen (falangistas, vieja
guardia...) planean nuestra desaparición. Se nos niega el
derecho a trabajar en fábrica, se queman nuestras iglesias, se
nos calumnia y difama públicamente, recibimos amenazas por
teléfono, atentan contra nuestra vida y esperamos nuevos ataques violentos, detenciones y un clima de creciente terrorismo a
nuestro alrededor. No decimos todo esto por ostentación ni
por complejo de heroísmo. Es mucho más todo lo que ha padecido y padece el mundo obrero, y sin ninguna posibilidad de
defensa. A nosotros, por lo menos, al pertenecer a la estructura
eclesiástica, nos toca con mayor suavidad.
Hemos de añadir, además, un sufrimiento que nos destroza y
nos amenaza más profundamente: la misma actitud de destrucción que proviene de nuestros obispos. Una larga historia de
actuaciones represivas y vergonzosas han intentado acallar
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nuestra voz y bloquear nuestro camino. De hecho, se nos ha
desautorizado por todos los medios -a veces a un nivel que no
llega a ser ni tan sólo humano- a fin de que nuestra lucha y
nuestro esfuerzo desaparezcan. Como máximo, tan sólo hemos
encontrado el doloroso silencio de quien, mientras calla,
aprueba la acción violenta de los otros.
Cuando, la semana pasada, nos encontrábamos en peligro
inminente, el obispo no nos pudo recibir porque estaba ocupado
hablando de las zonas geográficas de la diócesis. Lo mismo
ocurrió en la reunión arciprestal, a la hora de exponer los
hechos: todo el mundo tenía prisa.
Toda esta inhibición demuestra con suficiente claridad la
complicidad de la Jerarquía con las fuerzas del orden. Y nuestra
perplejidad aumenta cuando comprobamos que los ataques y las
violencias provienen de gente «super-católica», incondicional de
esta" jerarquía, a quienes habríamos querido desafiar muchas
veces, mirando únicamente las cuentas corrientes que cada uno
de ellos tiene en los bancos o en las Cajas de Ahorro.
Por todo esto, NOS ENCONTRAMOS YA AL LIMITE DE
NUESTRAS FUERZAS. El 28 de Noviembre del 68, escribíamos
a Mn. Torrella, después de su nombramiento: «Nos duele ver
que, desde la supresión de los sacerdotes obreros en Francia
hasta ahora, todo el que auténticamente se acerca a este
mundo obrero y es aceptado, tarde o temprano es rechazado.
Los que ya llevamos varios años metidos en el mundo obrero
-militantes, trabajo, otros contactos...- te podemos asegurar que
siempre nos hemos sentido marginados, nunca se nos ha tenido
en cuenta y siempre se ha cernido sobre nosotros la sospecha y
la amenaza -Gobierno e Iglesia unidos-. Nunca se nos ha dicho
una palabra de aliento, siempre una palabra que nos frena».
Ahora, después de dos años, los hechos nos lo han confirmado.
Pero, como que, hasta ahora, únicamente nos ha movido la
fe en Cristo y en la liberación de los pobres, sin ningún interés
ni egoísmo, en nombre de esta misma fe queremos haceros
llegar esta carta como una llamada, como una última esperanza,
como un testamento de lo más íntimo que se ha hecho vida
nuestra a lo largo de estos años, como un testimonio molesto,
incluso incordiante de la voz de los pobres, porque de ahora en
adelante ya ni valdrá quizás casi la pena de escribir nada más.
A VOSOTROS, QUE SOIS NUESTROS PASTORES, escogí-
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dos como guía y fortaleza de la fe del pueblo de Dios, sólo os
podemos decir -sin resentimientos ni odios, pero también sin
ninguna esperanza- que cargamos a vuestra conciencia nuestra
situación. Vosotros responderéis ante Dios y la Historia de estos
momentos, en que se juega el futuro de la Iglesia y de la fe en
el mundo. Desde vuestro silencio, vuestro autoritarismo gélido y
poderoso y vuestro compromiso con los prepotentes (que
cuando les convenga pedirán vuestra cabeza -«Obispos comunistas al paredón», como decía una de las pancartas de la
manifestación de Barcelona-), queremos que os llegue nuestra
voz -que quizás ya se apaga- y que es tan sólo el eco del grito
de justicia y libertad del mundo oprimido, que quizás ya nunca
llegará a creer en el Evangelio. Y, cuando vuestro olvido y vuestra incomprensión lleguen a hacernos desaparecer, podréis estar
satisfechos de haber cumplido las palabras del Evangelio: «Os
expulsarán de las sinagogas, e incluso llegará la hora en que
todo el que os mate, piensfe que da culto a Dios» (Juan 16,2).
Así habrá fracasado -¿una vez más?- el intento de una Iglesia de
los pobres, y los poderosos podrán seguir respirando tranquilos,
mientras se «lamentarán» de que hemos perdido la fe.
A VOSOTROS QUE SOIS NUESTROS HERMANOS MAS
CERCANOS AL SACERDOCIO, con quienes hemos compartido
tantas horas de reflexión, de entusiasmo en la lucha y de alegría
en el testimonio que queremos llevar al mundo oprimido, os
pedimos con esperanza todavía vuestra ayuda. Somos los
mismos que siempre habéis conocido. Comprended nuestro
dolor y nuestro tono desesperado. Os pedimos que reviséis
nuestra común responsabilidad en la tarea que un día emprendimos y que nos deis un gesto eficaz de solidaridad en nuestra
situación límite.
A TODAS LAS COMUNIDADES, pensad si todos estos
hechos no amenazan también vuestra existencia. Preguntaros si,
en este clima, se puede anunciar la buena nueva del Evangelio.
No queremos imponer un sólo camino de fidelidad y de lucha
para anunciar libre y claramente el Evangelio a los hermanos;
pero sí que os pedimos también un esfuerzo de reflexión y de
comprensión para el momento nuestro que, con sinceridad, os
hemos expuesto. Y, si podéis, dadnos también una ayuda
concreta para que encontremos el sentido y la esperanza del
camino que nunca quisiéramos abandonar.
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Una última palabra: no estamos amargados. Si es preciso dar
nuestra vida para que vaya creciendo la semilla de la Iglesia de
los pobres, desde ahora lo aceptamos con alegría. Por ello, os
podemos asegurar que nadie jamás podrá quitarnos esta profunda alegría -nacida en Belén- que querríamos compartir con
todos vosotros, hermanos, porque «¿quién nos separará del
amor de Cristo?, ¿la tribulación?, ¿la angustia?, ¿la espada?
¿la persecución?, ¿el hambre?, ¿la desnudez?, ¿los peligros?,
como dice la Escritura: «Por tu causa somos muertos todo el
día; tratados como ovejas destinadas al matadero». Pero en todo esto salimos vencedores, gracias a aquél que nos amó. Pues
ESTAMOS SEGUROS de que ni la muerte ni la vida, ni los
ángeles, ni los principados, ni lo presente ni lo futuro, ni la
altura ni la profundidad, ni otra criatura alguna podrá separarnos
del amor de Dios, manifestado en Cristo Jesús, Señor nuestro».
(A los Romanos, 8, 35-39).
Terrassa, Navidad de 1970
Esteban ASCACIBAR, Sch. P.
Agustín DAURA.
Joaquín GARRIT.
Alejandro GARCIA DURAN.
Manuel MARCET, S.J.
José RICART, S.J.
Juan ROFES.
Damián SANCHEZ-BUSTAMANTE.
Ignacio SALVAT, S.J.
Miguel SUÑOL, S.J.
Mn. Batlles se hizo eco enseguida, en una carta dirigida a
todos los sacerdotes de su Vicaría episcopal.
A la vuelta del año nuevo, nos llegó una citación colectiva por
presunto delito de propaganda ilegal. Tuvimos, pues, que lanzar
una llamada urgente a D. Marcelo (82) y, en posterior entrevista, le expusimos nuestra valoración:
a) El poder civil quiere juzgar un conflicto intraeclesial:
nuestra postura radical que no es compartida por otros sectores
de la Iglesia.
b) Existe una conspiración que desea eliminar nuestra presencia eclesial, porque no conviene a sus intereses creados.
c) Debemos acogernos al privilegio del concordato en todo
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aquello que garantiza nuestra libertad intraeclesial, privilegio
que, mientras no sea derecho normal de todo ciudadano, hemos
de poner al servicio del pueblo (83).
D. Marcelo accedió, aunque sin gran convencimiento.
€1 Boletín CRISTIANOS SOLIDARIOS DE ESPAÑA (intento
de coordinar las comunidades de base entonces), de Junio del
70 lanzaba esta consigna: «El lema cordial de todos es hoy más
que nunca: no cansarnos, no cansarnos hasta que no se cansen
de querer cansarnos los que ya tienen el alma cansada. Miguel
Hernández, «solidario» como pocos hasta la muerte,Jo cantó en
uno de sus mejores poemas dedicados al pueblo de España:
Yugos os quieren poner
gentes de la hierba mala,
yugos que habréis de dejar,
roaos sobre sus espaldas.
Crepúsculo de los bueyes,
está despuntando el alba.
X
¡a
no
10,
lio
rga
sgo
:níyá
ina
ad.
Saltes
tita
cer
vamcnt sobre l'agilitat del sistema labo-'
ral i reduint les potencialitats de la
inversió del capital, limitant així les
perspectives de la sortida de la crisi.
Mentre, també és cert que reivindicacions del eos laboral han repres¿htat aspectes purament corporativistes. i gremials de difícil justificació.
Generalment aquests parteixen de
coMectius de trcballadors privilegiáis,
d'elevat nivell salarial o, mes comunament, d'alt nivell de seguretat al seu
lloc de treball. Aquests coMectius presenten reivindicacions que ja voldricn
molts altrcs teñir Poportunitat de
plantejar-se.
Quan les normes laboráis apunten
cap a una mobilitat dins de les emprcses i la mobilitat geográfica, que uns
pocs trcballadors de Joan XXIII reivindiquin immobilitats deis scus llocs
de treball, dins del mateix hospital,
entra en contradicció amb la mes elemental racionalitat.
La mobilitat dins del propi centre,
quan és un hospital, vol dir que el
personal assistencial es distribueix
segons les carregues de treball, és a
dir, la feina. Si a una área d'hospitalització teñen molla feina, cal que
cls que cstiguin menys ocupats puguin
fer-sc carree de l'excés de treball.
Mal ús faríem deis recursos públics
que tots paguem per la sanitat si no
intcntem repartir el personal segons la
feina i no segons uns destins inamovibles. Pero si es pregunta ais vaguistes,
no sembla que aquesta mobilitat siguí
el problema. De 1.134 trcballadors els
canvis han afectat a 15 i , d'ells, tots
menys 3 ja hi estaven d'acord amb cls
canvis. A les asscmblccs es parla de
l'augmcnt de prcus de la cafeteria, d'una suposada privatització —«verbo
horribilis»— i d'altrcs qüestions que no
foren incloscs a la (aula rcivindicativa
de la vaga d'una manera definida.
• Les actuacions contractuals d'un cen.tre com l'hospital son publiqu.es, es
regeixen per concursos públics i son
habitualmcnt i conscienciosa intervingudcs peí Departament d'Economia i
Financcs de la Gcncralitat. Com és
lógic, sempre es compra o es contracta,
en igualtat de condicions, el millor preu
que acostuma a ser el mes baix. Els
diners son de tots i una bona gestió
comporta una optimització deis sempre
magres recursos.
Indcfinidamcnt indefinits hom contempla la indefinició de la vaga indefinida com una mala pega al tclcr. Indefinida en el plantcjamcnt, en el temps
i en el contingut. Indefinida i , sembla
que també, indefensable.
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