TEMA 5: OBJETIVOS DE LOS NUEVOS PROGRAMAS: LAS NECESIDADES VITALES DE LOS USUARIOS ALVAREZ ROJO, V. Y GARCIA PASTOR, C. (1997): Orientación vocacional de jóvenes con necesidades especiales. EOS. Madrid. págs. 79-95. CAPÍTULO II LA TRANSICIÓN A LA VIDA ADULTA: PROPUESTAS ALTERNATIVAS DE INTER VENCIÓN La orientación vocacional de los alumnos con necesidades especiales persigue una finalidad indiscutida: la inserción fáctica y satisfactoria de la persona en el mundo adulto. Su consecución va a exigir al sujeto el hacer frente a diferentes transiciones que, como hemos visto, es uno de los conceptos fundamentales del enfoque ecológico. En nuestra revisión de las aproximaciones teóricas a la orientación vocacional de alumnos con n.e. hemos tenido que tomar decisiones, decantándonos por aquellos modelos que consideramos capaces de incluir una filosofía integradora y distanciándonos de aquellos otros basados en un enfoque centrado en la deficiencia. Nos corresponde ahora enfrentamos a otro tipo de decisiones relacionadas con el modo en que la propuesta teórica elegida puede traducirse en la práctica en una respuesta apropiada a las necesidades de los usuarios potenciales de un programa de transición. Esto nos lleva a una revisión importante de los procedimientos al uso que trata de evitar en todo momento el riesgo siempre presente de «meter vino nuevo en odres viejos» (Reyno1ds, 1989). Los estudios que evalúan la efectividad de la educación secundaria para Jóvenes con necesidades especiales, han puesto de manifiesto su ineficacia para responder a las exigencias de una vida adulta independiente. Según Blackorby y Edgar (199 l), éste es un aspecto importante del problema, pero no lo es menor aquél que se refiere al grado en que los alumnos completan los programas de educación secundaria: una considerable proporción de ellos abandona dichos programas sin ninguna acreditación académica o profesional. No se trata, por tanto, de esperar que los alumnos fallen en secundaria sino de estudiar la forma en que pueden completar sus programas para planificar estrategias encaminadas a la prevención de estos problemas. Estas y otras grandes disfunciones de la educación han dado como consecuencia que la reforma de la escuela se haya convertido en una idea dominante en la educación contemporánea. Audette y Algozzine (1992), refiriéndose a la situación en USA, consideran que los movimientos reformistas que se están dando en la educación ponen de manifiesto la preocupación existente por ajustar el sistema educativo a las necesidades de los alumnos, es decir, por conseguir una educación apropiada: "lo que suceda en los próximos años como resultado de este movimiento para mejorar nuestras escuelas puede determinar, de hecho, lo que es una educación 'apropiada' y si los alumnos con necesidades 1 especiales serán 'adecuadamente' educados en el siglo próximo». Si el reto de los años noventa ha sido demostrar que las clases ordinarias son os lugares más apropiados para educar a la gran mayoría de los alumnos, ahora los esfuerzos de reforma deben reconceptualizar los propósitos y funciones de las escuelas en términos de calidad. La demanda de calidad no es sólo un objetivo de la propia educación, sino una demanda social a unos niveles muy pragmáticos que debe ponerse en relación con las nuevas condiciones del mercado laboral. Efectivamente, en épocas de crisis, como la actual, caracterizado por un alto porcentaje de trabajadores desempleados, se hace patente el desajuste entre la oferta y la demanda en el mercado laboral. La formación de muchos trabajadores no responden a las exigencias de los puestos de trabajo disponibles y esto, en parte, por una insuficiente o inadecuada formación. Los sistemas educativos se han mostrado muy poco flexibles a las necesidades de cambios exigidas por una sociedad que evoluciona a un ritmo cada vez mayor; y si antes el desajuste en la formación de los futuros trabajadores se hacía patente en la educación postsecundaria, ahora nos encontramos con un número alarmante de abandonos en la propia educación secundaria. Este número es más elevado entre los alumnos con necesidades especiales, un estudio longitudinal realizado por Levin, Zigmon y Birch (1985) demostró que 24 de 52 alumnos (47%) dejaban la escuela antes del final; Zigmon y Thorriton (1985) en un estudio sobre 105 alumnos encontraron un abandono del 33 %; Hasazi encontró un porcentaje del 34 %; igualmente el trabajo de Blackorby y Edgard (199 1) califica de alarmante el alto porcentaje de alumnos con necesidades especiales que abandona la escolaridad. Baste decir que sólo consiguen completar la secundaria un 15%, y algo que resulta igualmente alarmante es la falta de claridad, e incluso la desinformación, de todo lo referente a estos hechos. Una explicación verosímil puede ser la de que los fallos de la escuela son más amplios de lo. que generalmente pensamos y no se refieren sólo a un desajuste entre las necesidades del mercado laboral y la formación que se imparte sino también a un desajuste entre los objetivos de la educación y la preparación necesaria en el momento actual para la participación política y social de los alumnos como futuros ciudadanos. A este respecto Spring (199 1) entiende que los fallos de la escuela en USA pueden localizarse en tres dimensiones: a) Política: fallo en la preparación de un electorado informado b) Social: fallos en la preparación de los niños para ser «buenos ciudadanos". c) Económica: fallos en la preparación de buenos trabajadores. Estos análisis nos ayudan a comprender que el problema al que nos enfrentamos con respecto a la formación de alumnos con n.e.e. no se puede cifrar solo en la adecuación de su formación a las exigencias de un puesto de trabajo sino, en un sentido más general, debe referirse a la adquisición de lo que hoy se considera el status de adulto. Efectivamente, los jóvenes con n.e. que salen de la escuela no solo están en desventaja por su falta de preparación laboral sino que además están en desventaja porque no han aprendido a defender sus derechos ni a utilizar los servicios de la comunidad. 2 En la misma línea de lo apuntado por Audette y Algozzine (1992), aunque en educación especial los problemas se han planteado de un modo paralelo a los de la educación general, los fallos y las necesidades a cubrir son los mismos. Así podemos concluir con estos autores que, como viene ocurriendo sistemáticamente con las estrategias e intervenciones específicas recomendadas para la educación de alumnos con n.e., cuando éstas son efectivas son recomendables igualmente para todos los alumnos; es decir, que como señala Marston (1987) «la buena enseñanza es buena enseñanza». Esto nos remite al concepto de calidad de enseñanza que está basado sobre la premisa de que la calidad de los productos y de los servicios se define por su capacidad de ajustarse a las necesidades de los usuarios. En consecuencia, lo que la educación necesita en estos momentos es una oferta de programas y servicios lo suficientemente flexible como para adaptarse a las necesidades cambiantes de los usuarios potenciales; sólo entonces podría hablarse en términos de calidad, tanto del servicio como de la actividad que desarrollan los profesionales que los atienden. Así para Audette y Algozzine el compromiso absoluto con la calidad deberá percibirse por los educadores y por otros líderes de la comunidad como la base para una verdadera reforma de la escuela. Para ello será necesario tener el claro y firme propósito de responder, no a los requerimientos de los objetivos a corto, medio y largo plazo de programas fragmentados y proyectos que se acumulan unos sobre otros, sino a necesidades que hagan referencia a proyectos vitales. Con frecuencia los programas educativos tienen como o1jetivo preparar al alumno para la vida; sin embargo, se desarrollan fragmentados en diferentes etapas que llegan a tener un significado por sí mismas olvidando esos objetivos vitales a los que siempre deberían hacer referencia. Muchas veces la meta educativa de una etapa se cifra en preparar al alumno para la etapa siguiente; se entiende que existe una equivalencia entre la consecución de los objetivos terminales de una y las exigencias del programa siguiente; pero esto es sólo una situación ideal que se traduce en desajustes en la práctica, porque lo que realmente se consigue es un alejamiento entre objetivos académicos y objetivos vitales. Por eso, a pesar de que se insiste en que los programas de formación incluyan cada vez más prácticas, la aplicación de lo aprendido a situaciones de la vida real no resulta fácil y requiere con frecuencia de un período de adaptación en el que se han de desarrollar rutinas para la aplicación de lo aprendido e incluso, a veces, el aprendizaje de nuevas habilidades. Esta situación es particularmente importante en el caso de sujetos con n.e. De ahí que sea necesario contemplar una etapa de transición entre lo que es el final de la formación y el inicio de una vida adulta independiente. Como señalábamos en otro lugar (Álvarez y García, 1997) ' la transición hacia la vida adulta independiente es un proceso dilatado en el tiempo durante el cual el joven adquiere progresivamente el bagaje conductual y los roles del adulto en diferentes contextos: como trabajador, como ciudadano, como miembro de una pareja o padre de una familia, etc. La integración social del adulto, sin embargo, está fuertemente condicionada en nuestra sociedad por su inserción en el mundo del trabajo mediante la consecución de un empleo u ocupación remunerada que le permita ser independiente económicamente. Esta situación, unida al hecho de la escasez de puestos de trabajo en las actuales coyunturas económicas y a la discriminación frente al empleo que sufren las personas con discapacidades, han tenido importantes consecuencias para la acción orientadora, de tal forma que la práctica totalidad 3 de los programas de transición que se publican dirigen la mayor parte de sus propuestas a la consecución de esa meta de inserción laboral. Por ello, la transición de la escuela al trabajo se ha configurado como una de las etapas fundamentales en la educación vocacional de personas con n.e. (Humes y otros,, 1989). «La transición de la escuela a la vida laboral es un proceso orientado que se acompaña con una amplia serie de servicios y experiencias que se dirigen al empleo» (Will, 1984:2). La transición implica una preparación para un cambio en el ambiente y un cambio en el rol vital. Las características y requerimientos del futuro ambiente deben s la decisión sobre opciones y planes para una transición óptima (Szymanski y King., 1988). Los servicios de transición deben centrarse en conseguir la independencia, autodeterminación y participación productiva en la sociedad de personas con n.e. Como elementos críticos de la transición Wehman (1990) ha considerado los siguientes: - Factores locales. - Elecciones del alumno. - Necesidad de compartir recursos. - Necesidad de orientadores vocacionales en las escuelas. - Relaciones entre escuelas y empresas. El proceso de planificación de la transición debe tener lugar en un período de tiempo determinado, operando a dos niveles: el primero es el proceso de decisión e instrucción, un nivel de cliente; el segundo es la planificación a nivel de servicio. Una transición efectiva a menudo implica una coordinación de esfuerzos de la escuela y las agencias de la comunidad. La transición incluye la escuela secundaria y postsecundaria y los servicios de adultos, y los años iniciales de empleo. Efectivamente, el concepto de transición, como el de «career education», requiere una coordinación interdisciplinaria en la escuela y los servicios de empleo, as! como la implicación de los padres (Brolin y Gysbers, 1989). Para Edgar (1988) y Moon y otros (1990) un modo de conceptualizar la transición de la escuelaa la vida adulta independiente es contemplarla como: a) un proceso de colaboración que implica una cuidadosa planificación de actividades entre alumnos, familia y profesionales de diferentes servicios. b) que conformen un curriculum funcional que englobe la formación profesional basada en la comunidad. c) enfocado a la consecución de un puesto de trabajo. Los programas de transición a desarrollar desde las instituciones educativas deben planificarse, pues, teniendo en cuenta los siguientes elementos: 4 - La relación entre la persona con discapacidades y su familia con el programa y sus gestores ha de ser de colaboración y no de subordinación. Se han de tener en cuenta, pues, prioritariamente las opciones y expectativas de aquéllos en la configuración del programa. -El empleo y la consecución de un puesto de trabajo ha de ser la meta fundamental de los programas de transición. - La consecución de logros académicos no debe imponerse a la adquisición de habilidades de vida en los contextos naturales de actuación del individuo. - La implicación de la familia y los amigos en los programas de transición ha de ser un elemento imprescindible para la planificación de los mismos. - Los programas han de concretarse en planes individualizados de transición (formalizados y escritos) para cada persona o alumno con discapacidades que incluyan metas y objetivos, tiempos y personas y organismos responsables. 1.- OBJETIVOS DE LOS NUEVOS PROGRAMAS: LAS NECESIDA', DES VITALES DE LOS USUARIOS Conscientes de tal situación, la visión crítica que ofrecen los modelos alternativos con respecto a cualquier tipo de intervención «rehabilitadora» o «compensadora» pretende responder a las necesidades de los usuarios, entendiéndolas como «necesidades vitales», en un afán de clarificar sus propósitos y de no desligar en ningún momento los fines de los medios. Si la meta que se proponen es conseguir que los propios jóvenes sean capaces de llegara construir sus propios proyectos vitales, cada conocimiento o habilidad que se incluya en un programa de transición debe constituir un fin en sí mismo con un significado en la vida presente y futura del sujeto. En este contexto las habilidades y técnicas pasan a tener un papel subsidiario y sirven para que los educadores amplíen su conocimiento del significado y para que sus habilidades provoquen experiencias educativas enriquecedoras (Iano, 1990). Estos planteamientos se enfrentan a la consideración de los tópicos que se han asociado a los objetivos de los programas que tradicionalmente se han organizado como respuesta a las necesidades de adaptación social de los sujetos con diferentes handicaps. Algunos de ellos se ha desarrollado paralelamente a las definiciones de determinadas categorías de deficiencias, siendo el caso más representativo el de la categoría de retraso mental. Efectivamente, la definición de las categorías de deficiencia tuvieron que incorporar paulatinamente aspectos del comportamiento de los sujetos utilizando los parámetros de la adaptación social, ya que el tradicional concepto de grado de déficit no se correspondía con el grado de adaptación social. Esta evidencia que está reconocida en el nuevo concepto de necesidad educativa especial - las necesidades educativas no se corresponden con el grado de deficiencia, sino con la situación actual del sujeto en relación con las exigencias del medio - encuentra resistencia en aquellos sectores de investigación e intervención que siguen trabajando en programas categóricos. 5 Lo cierto es que los programas categóricos - los destinados a satisfacer las necesidades de los sujetos incluidos en las diferentes categorías de deficiencias- han tenido que ir incorporando dimensiones que paradójicamente contemplan cada vez más aspectos comunes (no diferentes) a otras categorías y a programas no específicos. Ocurre esto con los programas destinados a la mejora de las llamadas «habilidades adaptativas», «comportamiento adaptativo», «competencia social», «responsabilidad social», etc. Estas expresiones han sido utilizadas por la American Association on Mental Retardation como parte de lo que se define o se considera una conducta adaptada, constructo que esta Asociación empieza a manejar ya en la década de los sesenta: «El retraso mental está relacionado con un funcionamiento intelectual general por debajo de la media, que se origina en el período del desarrollo y se asocia a deficiencias en el comportamiento adaptativo»; la definición dada en los setenta se refiere igualmente a «deficiencias en la conducta adaptativa», aspecto en el que se insiste más tarde, considerándose cierta independencia entre el nivel de inteligencia y el comportamiento adaptativo, por lo que se insta a una evaluación de este último. El déficit en la conducta adaptativa se refiere a la calidad del funcionamiento diario afrontando las demandas ambientales. Como ya indicábamos, el déficit en la adaptación se refiere a madurez, aprendizaje, independencia personal y responsabilidad social, incluso más, cada vez se pone mayor énfasis en estas «habilidades de adaptación». Por eso, no es extraño que todos los programas dirigidos a personas con retraso mental hayan incluido una intervención en este tipo de habilidades, a veces de modo reiterativo e innecesario, respondiendo más a la propia categorización del retraso que a las necesidades del niño o joven. Pero, además, ese modelo de definición seguido en el retraso mental se ha extendido a otras categorías de deficiencia, de tal modo que se han valorado independientemente el grado de deficiencia y el grado de adaptación social y se han incorporado a los programas formativos los programas de habilidades sociales. Así, por una generalización del planteamiento desarrollado en el ámbito del retraso mental, se ha llegado a considerar la deficiencia en términos absolutos, caracterizándose a cualquier «deficiente» (retrasado mental o no) como «inhábil» o «incompetente» en esta dimensión adaptativa, es decir, en su capacidad de adaptación a la vida social. Si tenemos en cuenta que estos conceptos se fraguan mientras se mantiene a los «deficientes» en un sistema de educación no integrado, resulta del todo paradójico que la preocupación por desarrollar habilidades sociales en programas específicos se lleve a cabo de un modo paralelo a la preocupación por proporcionar oportunidades de aprender en ambientes normalizados. Resulta paradójico porque el punto de partida parece ser el mismo, es decir, que la conducta adaptada parece depender de las oportunidades para aprender a adaptarse; sin embargo, los ambientes específicos son poco propicios para que estos aprendizajes se lleven a cabo. De ahí que en este campo se deba diferenciar, como en general en toda respuesta educativa a las diferencias individuales, entre los partidarios de una educación que asuma las diferencias y responda educativamente desde la normalización, diversificando la respuesta; y aquellos otros que conciben una educación 6 diferenciada como la única opción para ofrecer una respuesta educativa adecuada. Estos últimos apoyan unos planteamientos teóricos centrados en las características del sujeto y en el modo en que le afecta su deficiencia, en detrimento de la consideración de cómo les pueden afectar la falta de oportunidades educativas, de una educación normalizada o de un medio no restrictivo. Las definiciones más actuales de retraso mental están manejando el concepto de «habilidades adaptativas» en lugar de «comportamiento adaptativo», en un intento de clarificar y superar los problemas conceptuales y metodológicos derivados de éste. Esta nueva concepción del retraso mental influirá de modo definitivo en la configuración de nuevos servicios y prestaciones y, de este modo, dado que el diagnóstico del retraso mental descansa en la evaluación de habilidades adaptativas, éstas serán un criterio definitivo para determinar los servicios necesarios (Verdugo, 1994). Las habilidades adaptativas se componen a su vez de muchas competencias. A título de ejemplo aludimos a las habilidades adaptativas descritas por Ford y otros (Cfr. Verdugo, 1994): - Habilidades de comunicación - Habilidades de autocuidado - Habilidades de vida en el hogar - Habilidades de interacción social - Habilidades relacionadas con la vida en la comunidad - Autodirección - Salud y seguridad - Académicas funcionales - Ocio Y tiempo libre - Trabajo Figura 2. l.: Habilidades adaptativa, según Ford y otros. Afortunadamente, además de estas dimensiones centradas en el sujeto, en las nuevas concepciones del retraso mental se reconocen los factores ambientales que aumentan la sensación de bienestar y estabilidad de la persona (Figura 2.2.). ÁREA DE LA VIDA FACTOR SUGERENCIAS PARA MAXIMIZAR EL FACTOR 7 FíSICA Salud Estado Nutrición MATERIAL Hogar Posesiones Ingresos SOCIAL Presencia de la comunidad COGNITIVA Desarrollo cognitivo - Salvaguardar la salud y el estado físico de la persona - Asegurar unos adecuados servicios médicos, oftalmológicos, estomatológicos, de terapia física y nutricionales. - Permitir la posesión y control de las pertenencias materiales personales. - Maximizar la cantidad de ingresos disponible que está bajo el control de la persona. - Salvaguardar y promover la calidad física del hogar. - Promover la calidad y la cantidad de las posesiones de la persona. - Promover el acceso a la comunidad (tiendas, ocio y servicios educativos). - Fomentar la existencia de un amplio número de amigos, miembros de la familia, colegas e iguales. - Permitir elecciones sobre el hogar, actividades y posesiones. - Desarrollar habilidades básicas de comunicación, capacidades, autoayuda, y habilidades sociales y de ocio. - Proporcionar estimulación, educación y entornos enriquecedores. - Enseñar habilidades de toma de decisiones. - Desarrollar competencia y capacidad para elegir Y tomar decisiones. Figura 2.2.: Factores ambientales que aumentan la sensación de bienestar y de estabilidad de una persona (Verdugo, 1994). Las definiciones actuales de comportamiento adaptado, conducta adaptativa o persona con habilidades adaptativas, según Bruininks y McGrew (1993), parecen incluir variables contextuales tales como: - Los criterios de desarrollo indican que las expectativas de conducta adaptada cambian en función de la edad. * En las primeras etapas de la infancia se enfatiza sobre las conductas sensoriomotrices, las habilidades de autoayuda y la socialización 8 * Durante la segunda infancia y primera etapa de la adolescencia, las definiciones de conducta adaptada se amplían e incluyen la aplicación de habilidades académicas a la vida diaria, la aplicación del juicio y razonamiento a situaciones del entorno y las habilidades para las relaciones interpersonales. * En la adolescencia y vida adulta se enfatiza la importancia de la adaptación a la comunidad y habilidades y responsabilidades profesionales. - Las influencias culturales y del entorno adaptada debe considerarse en relación al contexto indican que la conducta - Ciertos ámbitos generales deben incluirse en cualquier definición (por ejemplo, independencia, responsabilidad social, etc.). Aunque las investigaciones se han centrado, en principio, en sujetos con retraso mental, el constructo de conducta adapatada se ha considerado fundamental para la intervención en determinados programas formativos, de manera especial en aquellos referidos a las etapas de transición. Weatherman (1993) señala que podemos imaginar el tránsito como un puente desde la segur la estructura de una situación conocida a las oportunidades y riesgos con que uno se enfrenta a una nueva situación. De este modo entiende «la planificación del tránsito como un aspecto esencial de una vida satisfactoria para todas las personas, en especial de aquellas que tienen problemas físicos, mentales o emocionales». El tránsito se produce entre diferentes etapas o situaciones de nuestra vida, de la etapa preescolar a la escolar, de la infancia a la adolescencia, de la adolescencia a la mayoría de edad, de la mayoría de edad a la madurez, de la madurez a la vejez. En cada etapa se desarrollan roles diferentes que nos exigen determinadas formas de actuar; es decir, nuestras habilidades deben estar evolucionando constantemente en una interacción dinámica con las exigencias de cada situación. Esta idea se enfrenta al proceso de desarrollo lo entendido corno una serie de estadios concretos que requieren el dominio de una destreza antes de que se intente dominar otra. A pesar de los esfuerzos realizados en este ámbito de investigación por incluir variables más complejas dentro de los tópicos definidos como adaptación, comportamiento adaptado o conducta adaptativa, los programas derivados de estas concepciones se vienen cuestionando en relación a los fines que hoy se entiende que deben tener las intervenciones educativas dirigidas a la inserción sociolaboral de personas con n.e. A este respecto algunos trabajos pueden servirnos de referencia para ilustrar tal situación. Por ejemplo, Ward, Thorrison y Ridell (1994) han señalado cuatro fuentes de problemas de estos programas: - Los jóvenes con n.e. consideran que necesitan ayuda, pero no la clase de ayuda «especial» que suelen recibir, que consideran en ocasiones innecesaria y embarazosa. Su mayor aspiración es sentirse tratados corno los demás. - Losj óvenes consideran que con demasiada frecuencia esa ayudase centra en el desarrollo de habilidades de autocuidado y habilidades sociales, pretendiendo promocionar la autoestima y la independencia, pero resultan innecesariamente repetítivos. 9 - Las familias de estos jóvenes consideran que en los servicios actuales las áreas de intervención están pobremente desarrolladas o son inexistentes, es decir, que no siempre los programas están respaldados por unos servicios de transición que promuevan la inserción sociolaboral. «Después de los dieciséis años nadie quiere saber nada. No hay nada para nosotros. Siento decir esto, pero es verdaderamente horrible, atroz, Y conozco otros padres de deficientes adultos que están de acuerdo conmigo ... » El seguimiento de 11 jóvenes en situación de transición realizado en esta investigación revela que, a pesar de que todos muestran deseos de tener una vida independiente, la mayoría siguen viviendo con sus padres, y solamente dos han conseguido ese objetivo. Por lo tanto, las conclusiones del estudio indican que las posibilidades de los jóvenes con n.e. para conseguir un empleo y una vida adulta independiente son muy limitadas. Como consecuencia los autores antes citados han revisado las que podrían ser consideradas como variables más importantes atener en cuenta en los programas de transición (Figura 2.3 ).). Como podemos observar estas variables son: - Empleo, considerada de una importancia máxima en todos los estudios (se une a autosuficiencia económica en alguno de ellos), - Educación Post-secundaria. - Vida independiente, independencia personal, entendiendo por ello la capacidad para vivir de modo autónomo fuera de la casa de los padres. - Roles familiares, roles sociales, - Socialización, interacción social, competencia social. FALTA PAG. 92 Figura 2.3.: Variables consideradas en las definiciones de status adulto (Ward y otros, 1994). A tenor de estas propuestas puede constatarse una evolución cualitativa estimable: frente a los tópicos anteriores de adaptación, conducta adaptada, etc., las tendencias actuales se asocian a variables del "status adulto ", caracterizado fundamentalmente por la posibilidad de mantener una vida independiente. Para Nosek (1992) una revisión de la literatura revela seis constructos nombrados como independencia: 1. Independencia en el contexto de la edad preescolar y de la infancia. 2. Independencia como carácter psicológico. 10 3. Independencia como medida del status social individual. 4. Independencia en conexión con habilidades funcionales individuales. 5. Independencia en el sentido conductual. 6. Independencia como una fundamentación para formular los objetivos de los programas de los servicios humanos y para la evaluación de los resultados de esos programas. Una conclusión importante que debe derivarse del análisis de estos tópicos es precisamente la consideración de la independencia desde puntos de referencias más complejos que los contemplados por la perspectiva tradicional basada sobre lo psicológico. Las consecuencias para la acción formativa y orientadora de estas perspectivas divergentes son evidentes. Cronin (1996) haciendo una revisión de las habilidades que, según diferentes autores, deben contemplar los curricula dirigidos a los alumnos con n.e., con objeto de prepararles para una vida adulta independiente, ha encontrado las que aparecen en la Figura 2.4. Abundando en idéntica concepción de la independencia que comporta la vida adulta, Field (1996),ha desarrollado el concepto de 'capacidad de autodeterminación' que implica la capacidad de un sujeto en un contexto dado para estar al día sobre lo que ocurre, expresar sus necesidades y deseos, ser creativo, defenderse y reivindicar.... conforme al modelo que se halla representado en la Figura 2.5. FALTA PÁG. 94 Figura 2.4.: Terminología relacionada con las habilidades para la vida (Cronin, 1996, adaptado) FALTA PÁG. 95 Figura 2.5.: Capacidad de autodeterminación (Field, 1996) 11