2012 - Año de la Familia propuesto para la iglesia en Uruguay La Familia, patrimonio de humanidad. (Adaptación de reflexiones hechas por Don Pascual Chávez en el año 2006 con motivo del Aguinaldo «Familia, cuna de la vida») LOS HIJOS, SÍNTESIS VIVA DEL AMOR EL VALOR DE LOS HIJOS El temor a procrear, la moda de postergar la concepción de los hijos o la renuncia a la procreación son actitudes contrarias a la expresión plena del amor conyugal y llevan consigo un seguro germen de frustración. Estas conductas impiden el pleno desarrollo del amor de los esposos, a quienes Dios confió la misión de transmitir la vida. Aunque la ciencia ofrezca posibilidades alternativas y pueda conseguirse el mismo fin por otros caminos, la ética tiene que ser siempre el criterio inspirador del comportamiento. En la visión cristiana no tiene sentido hablar de modelos que no respeten la originaria dualidad hombre/mujer y la comunicación sexual/afectiva como base fundamental para generar nuevas personas. Sólo el amor mutuo puede ofrecer un clima adecuado para acoger a un nuevo ser humano. La existencia de una nueva vida enriquece la relación familiar. Lejos de ser un factor desequilibrante, es un acontecimiento portador de una más intensa y enriquecedora vida familiar, precursora de responsabilidades compartidas y llamada a consolidar más plenamente el amor. También los hijos ya nacidos tienen que acoger con alegría la nueva vida que brota del amor de sus padres. HAY QUE AMAR A LOS HIJOS El amor es la energía que hace posible la existencia. Todo hijo exige ser acompañado por la familia que lo engendró. La necesita no sólo para alcanzar su desarrollo físico, sino también su maduración intelectual y espiritual. El amor conyugal, por su naturaleza, está ordenado a la procreación y a la educación de los hijos. Por tanto, el papel primario de los padres es educar a los hijos, preocupándose por el sustento y cuidando la calidad humana y cristiana de su desarrollo. Tienen que preguntarse sobre el proyecto de vida que podría ser conveniente para ellos, en una sociedad que mide el éxito y el fracaso según parámetros económicos impuestos por las exigencias de una fría rivalidad. Pero los hijos no son “propiedad exclusiva” de sus padres; ellos también están llamados a ser responsables de sus propias vidas y arquitectos de su propio destino en una sociedad compleja, en la que las relaciones trascienden la familia. Precisamente aquí se dan con frecuencia conflictos que resquebrajan la solidez de las familias. ¿Cómo conciliar el derecho de los hijos a crecer en libertad, con la responsabilidad de los padres de acompañarlos en su proceso de maduración? CAMINAR SOBRE LA CUERDA... Uno de los cuadros más simpáticos de Don Bosco lo presenta como adolescente, haciendo equilibrio sobre una cuerda. Es una imagen modelo: ser padres es como caminar sobre una cuerda, entre la tierra y el cielo, entre la vida cotidiana y los sueños. Representa muy exactamente la tensión y la atención necesarias para no caer, ya que el punto de equilibrio varía continuamente. Los padres tienen que procurar definir qué significa equilibrio y tienen que crearlo constantemente, para sí, para los hijos y para la familia. Sólo de un buen equilibrio educativo puede nacer una persona equilibrada. La educación tiende a dar a los hijos autonomía e identidad: ellos tienen que aprender a vivir “afuera” aunque quedando “dentro” de la familia. El crecimiento exige una combinación de ingredientes que deben ser dosificados con mucha atención para que el equilibrio se mantenga: libertad/límites, confianza/control, necesario/superfluo, actividad/descanso, conexión/separación, complacencia/intransigencia. Los padres deberían saber captar cuándo tienen que ofrecer apoyo y ayuda, y cuándo tienen que dejar que los hijos se las arreglen solos. Cada momento es nuevo y lo que era necesario ayer puede no serlo hoy. En la educación es fundamental la flexibilidad. Descubrir lo que los hijos necesitan exige no imponer nuestra voluntad, acoger sus señales y saber resistir a la tentación de ser invasores, sabihondos y superprotectores. Sin retirarse nunca de sus vidas: ellos necesitan apoyo y guía hasta que estén en condiciones de guiarse por su propia cuenta. NO SE DA LO QUE NO SE TIENE “Caminar sobre la cuerda” exige esfuerzo y atención. Por eso, esos tiernos equilibristas que son los padres, necesitan fuerza interior y solidez de pareja. El premio a este esfuerzo es la armonía de la familia. Los padres son pilares fundamentales para el crecimiento de los hijos: ¿serán pilares de arena o pilares de roca? (Mt 7,24-27). De lo que sean, dependerá en buena parte el futuro. La familia es un núcleo afectivo primordial y educa por su misma existencia: es como el agua para los peces, el aire para las aves o el oxígeno para respirar. Pero antes está la pareja: muchos padres no se preocupan de los hijos porque no se preocupan de sí mismos. Pero la ley de las prioridades es inexorable: tener una buena familia significa ponerla “antes” que el trabajo y la profesión. El vértice de la evangelización es “dar la vida”. La familia tiene que tener un proyecto: hay que decidir antes qué tipo de familia se quiere ser. Y los padres tienen que tener un proyecto para los hijos, ideas sobre cómo y hacia dónde ayudar a desarrollarse, e indicar los caminos posibles para hacerlo. Es difícil que una persona que está creciendo y que todavía conoce poco del mundo, pueda construirse como individuo autónomo si no se le presentan posibilidades y estrategias de conducta, no sólo en relación a sus propias exigencias, sino también en relación a las exigencias de la familia, del grupo, de la comunidad. Y la primera técnica que hay que usar -además de hablar, explicar y ser muy concretos- es ser un modelo a seguir. ¿Qué es lo mejor que te ha transmitido tu familia? ¿Qué le transmitirías a tus hijos como lo más valioso para su vida?