Reseñas 107 VALDIVIESO GONZÁLEZ, E. e ILLÁN MARTÍN, M., Miguel Mañara. Espiritualidad y arte en el barroco sevillano (1627-1679), Sevilla, Hermandad de la Santa Caridad, 2010. 292 pp. ISBN: 978-84-613-9270-4 Ramón Pérez de Castro (Universidad de Valladolid) Hace unas pocas semanas se ha clausurado en el hospital sevillano de la Santa Caridad la exposición Miguel Mañara. Espiritualidad y arte en el barroco sevillano (1627-1679), motivo por el cual se ha editado un libro homónimo que recoge el catálogo de las piezas expuestas así como varios estudios introductorios. Ambos, comisariados y coordinados por los profesores Enrique Valdivieso y Magdalena Illán Martín, abordan la figura y espiritualidad de este ilustre sevillano, especialmente a través de su vinculación con la Hermandad de la Caridad. En el primero de los estudios introductorios, Jaime García Bernal retrata en gruesas pinceladas la Sevilla en la que vivió Miguel Mañara. La descripción de las circunstancias históricas y sociales de la capital hispalense en los dos cuartos centrales del siglo XVII sirve para definir con más precisión al personaje, pues ese ambiente marcó drásticamente su existencia. Se trata de un periodo de crisis, de “una Sevilla opulenta y miserable” que se agita entre las fastuosas conmemoraciones y la indigencia más absoluta, entre el comercio de Indias y los asfixiantes donativos a la corona. Las duras circunstancias económicas, sanitarias y sociales favorecieron la aparición de personalidades como Mañara, un laico piadoso de profundas convicciones morales y religiosas, empeñado en paliar la situación de los desarrapados. El autor describe la situación de la beneficencia y los hospitales sevillanos, el cambio hacia una asistencia más racional y el papel jugado en todo ello por Mañara a través de la Santa Caridad. Enfocando el objetivo hacia esta institución, Antonio J. Santos Márquez, relata su fundación y desarrollo desde finales de la Edad Media, que tenía como objetivos iniciales los de dar entierro a pobres y ajusticiados y asistir a enfermos accidentados en las labores marineras del tráfico de Indias. Compuesta por miembros de la clase media y alta, a pesar de su declive en las primeras décadas del XVII, volvió a resurgir a partir de 1640. Ese periodo coincide con la construcción de un nuevo templo, con su reorganización y con la OGIGIA 8 (2010), 107-110 ISSN: 1887-3731 Ogigia. Revista electrónica de estudios hispánicos 108 llegada de Miguel Mañara. Este noble, reconvertido en un hombre ascético y piadoso, tomó las riendas de la Hermandad y la condujo por la senda que él mismo propone en su Discurso de la Verdad (1671): el “rechazo de las glorias mundanas y de todo lo material para ponerlo al servicio de los más necesitados”, logrando así la salvación del alma. Además amplió sus fines caritativos con la creación del hospital anejo, ampliado inmediatamente. Mañara fue también el impulsor de la nueva iglesia de San Jorge donde desplegó un rico y conocido programa iconográfico que reflejaba su ideario, que muy pronto se extendió por otras muchas fundaciones andaluzas. Lina Malo Lara traza el perfil biográfico de Miguel Mañara “un hombre que encarnó a la perfección, desde una perspectiva social, espiritual, literaria y artística, múltiples aspectos del Barroco en Sevilla”, de ahí que ya en el mismo año de su fallecimiento (en olor de santidad) se imprimiera una primera biografía. Desde entonces muchos autores se han acercado a este tema, bien desde el rigor histórico o bien desde una visión romántica (que veía en el joven Don Miguel Mañara al Don Juan de El Burlador de Sevilla), hasta llegar a la reciente obra de O. Piveteau El Burlador y el Santo: Don Miguel Mañara frente al mito de Don Juan (Sevilla, 2007). Mañara había nacido en el seno de una noble familia italiana de comerciantes y en 1648 casó con Jerónima Carrillo de Mendoza, miembro de otro importante linaje. Se le había formado como heredero de un importante mayorazgo con responsabilidades públicas (en el gobierno de la ciudad y otras instituciones hispalenses), sobre todo tras el fallecimiento del resto de sus hermanos mayores. El inesperado fallecimiento de su esposa en 1661, sin lograr descendencia, cambiaría drásticamente a Don Miguel, que a partir de entonces centró su atención en los necesitados y en el rechazo de lo mundano, como bienes fútiles y perecederos. Esta nueva ocupación la practicó a través de la Santa Hermandad. Sus meditaciones sobre la vida, el mundo y la muerte, “polvo y ceniza, corrupción y gusanos, sepulcro y olvido” fueron plasmadas en obras de arte por él promovidas y ejecutadas por artistas de renombre como Valdés Leal, Murillo o Pedro Roldán. Don Miguel abandonó su palacio y se instaló en unas sencillas dependencias del Hospital, donde pudo desatarse de las ligaduras terrenales en mayo de 1679. Toda Sevilla, la de terciopelos y harapos, acudió a venerar su cuerpo “tendido en el suelo sin ataúd sobre una cruz de ceniza, descalzo de pie y pierna”, que fue sepultado bajo el riguroso lema “aquí yacen los huesos y cenizas del peor hombre que ha habido en el mundo”. De todo aquel mundo y del ímpetu de Mañara hay una huella material bien visible: el edificio de la iglesia y Hospital de la Caridad, cuyo proceso constructivo analiza OGIGIA 8 (2010), 107-110 ISSN: 1887-3731 Reseñas 109 Fernando Cruz Isidoro. El capítulo recoge la transformación de la primitiva capilla por el arquitecto Pedro Sánchez Falconete a partir de 1645, una obra ralentizada por problemas económicos y que se concluyó definitivamente gracias al esfuerzo de Mañara (tras su ingreso en la hermandad en 1662). Al mismo se debe la construcción del Hospital anejo, necesario para desarrollar su labor asistencial (a partir de 1673), con tres grandes salas paralelas que ocupan parte de las Atarazanas reales. Enrique Valdivieso aborda la influencia de Miguel Mañara y su espiritualidad en la obra de Murillo, artista que está “recuperando su ajustada valoración” en estos últimos años a través de diversas publicaciones y exposiciones (entre la que destaca la magnífica El joven Murillo celebrada en Bilbao y Sevilla el presente año). Valdivieso relata la sintonía entre la sociedad sevillana y las pinturas de Murillo. El artista reflejó ese difícil mundo en sus obras “pobladas de personajes capaces de comprender las tribulaciones espirituales y los problemas materiales de su época”. La ternura, benevolencia, fraternidad y compasión que emanan las obras de este pintor se interpretan a través de su contexto, el mismo en el que surge la figura de Mañara; un mismo ambiente poblado de mendigos y tullidos que anhelan la presencia de santos auxiliadores. La muestra más evidente es la participación de Murillo en la decoración de la nueva iglesia del Hospital de la Santa Caridad, llevando a cabo seis lienzos de temática religiosa que en realidad encarnan a las obras de Misericordia (dentro del programa iconográfico ideado por Mañara y que hoy se reparten por diversos museos internacionales) además de oros dos lienzos para los altares laterales. Por último, Magdalena Illán profundiza en la trascendencia espiritual de Miguel Mañara, pero sobre todo en la influencia de su figura y los procesos iniciados para su beatificación desde el siglo XVII hasta nuestros días. El resto de la publicación recoge el catálogo de las piezas expuestas, la gran mayoría procedente del propio Hospital sevillano. Muchas fueron propiedad personal de Mañara o directamente vinculadas a él, como su espada, sus cubiertos, la mascarilla funeraria, una copia de su testamento (en el que se describe como “ceniza y polvo, pecador desdichado”), varios retratos, etc. Otras son un reflejo de la historia de esta institución caritativa. Los siguientes capítulos recogen piezas relacionadas con la espiritualidad barroca de Mañara: la muerte, el desprecio del mundo (a través de una serie de interesantes vanitas), las obras de misericordia, el sacrificio (con diferentes representaciones de la Pasión de Cristo, piezas eucarísticas y de otros santos) y la Salvación Eterna. OGIGIA 8 (2010), 107-110 ISSN: 1887-3731 Ogigia. Revista electrónica de estudios hispánicos 110 Se pueden destacar algunas piezas, como la talla de la Virgen del Rosario realizada por Juan de Valdés Leal y que ejemplifica la labor escultórica de este reconocido pintor. Otros lienzos de este mismo artista (que también fue miembro de la institución) han formado parte de la exposición, como el barroco Miguel Mañara leyendo la regla de la Santa Caridad. Igualmente se pueden citar el Crucificado de Zurbarán o una bella escultura gótica de la Virgen con el Niño de procedencia flamenca. OGIGIA 8 (2010), 107-110 ISSN: 1887-3731