EL ABORDAJE INTERDISCIPLINARIO DE LOS TRASTORNOS EN LA CONDUCTA ALIMENTARIA UN MODELO DE TRATAMIENTO INSTITUCIONAL INTEGRADO Publicado en Revista de Asociación Médica Argentina. Vol. 114, Número 1 de 2001. Dr. Eduardo Chandler La reciente aparición en Occidente y con un carácter que podríamos considerar epidémico de los diversos trastornos en la conducta alimentaria, como expresiones de perturbaciones psiquiátricas profundas desplegadas en el escenario de la alimentación y en el ámbito del comer, planteó la necesidad de ofrecer una respuesta terapéutica eficaz, así como de crear procedimientos de carácter preventivo destinados a la población adolescente temprana, a sus familias y a la sociedad en su conjunto. En esta respuesta ocupa un epicentro privilegiado la psicoterapia, difícil arte en el cual el vínculo humano suele sellar, aún mediante pequeños detalles, el destino de un paciente y donde la relación cotidiana suele estar signada, ya desde el comienzo, por el doble estigma de la difícil comunicación y la fragilidad. Es nuestro objetivo en esta presentación –que es solamente una apretada síntesis de la tarea que estamos desarrollando en el Departamento de Salud Mental del Hospital de Clínicas de la Universidad de Buenos Aires, reflexionar acerca de la integración posible entre los distintos enfoques asistenciales los que, aplicados por separado, resultan insuficientes pero que, en una articulación complementaria y armónica, pueden llenar ese vacío inicial en la contención que estas pacientes y sus familias suelen sufrir cuando el tratamiento se encara solamente desde una disciplina aislada. Es contundente el hecho señalado por distintos autores de que, con la multiplicidad de tratamientos simultáneos, la mayoría de las enfermas se recupera. Medico Psiquiatra Miembro del Programa de Trastornos Alimentarios del Departamento de Salud Mental del Hospital de Clínicas de la Universidad de Buenos Aires. Miembro Adherente de la Asociación Psicoanalítica de Buenos Aires. Miembro Titular de la Academia de Trastornos Alimentarios de los Estados Unidos e-mail: [email protected] 1 En el comienzo del tratamiento -que es cuando los síntomas suelen estar fuera de control y el caos familiar arrecia- nos encontramos en una situación de riesgo en lo que respecta tanto a la continuidad de la terapia como al futuro mismo de la persona enferma. Considerando a los TCA como síndromes que sufren ciertas personas centradas en un carrefour bio-psico-socio-familiar particularmente disfuncional son, por lo tanto, cuatro los pilares de apoyo en los que se fundamentan estos trastornos. El siguiente esquema intenta graficar lo antedicho, señalando además cuál es la respuesta terapéutica indicada para cada factor etiológico en juego: Son de dos tipos, diametralmente opuestos, los enfoques asistenciales que aún se ven en nuestro medio y ambos –como ya hemos enfatizado- se tornan insuficientes para tratar a las pacientes de las que aquí nos ocupamos, cuando son utilizados como único recurso para abordar la enfermedad en su etapa inicial. Nos referimos a la terapia cognitivo – conductual en cierta versión “sado - conductista”, (según la feliz expresión que leímos una vez) y al abordaje psicoanalítico individual tal y como ha sido clásicamente concebido. En cambio, consideramos que la integración adecuada de diversas técnicas psicoterapéuticas, junto con los aportes procedentes de otras disciplinas convocadas por 2 la naturaleza del mal que intentamos aliviar, puede ofrecer una alternativa de múltiples posibilidades que beneficien a la paciente desde un primer momento, sin dejar brechas de vacío en el apoyo que tan claramente demandan (más allá de la autónoma autosuficiencia de la que hacen alarde tantas veces nuestras pacientes anoréxicas y en la que nunca debemos creer). Proponemos entonces el siguiente esquema de abordaje terapéutico integrado para los trastornos en la conducta alimentaria, siendo tal vez el Hospital de Día el marco más eficaz para llevarlo a cabo debido a la contención que ofrece, contribuyendo a la vez a crear un ambiente integrador tanto para el grupo de pacientes como para los terapeutas. Apenas confirmado el diagnóstico, en un proceso de estudio nunca demasiado prolongado dado que el reconocimiento y clasificación de estos trastornos es una tarea relativamente sencilla de realizar, deberán comenzar simultáneamente –y en este concierto radica la contundencia del tratamiento- los diversos componentes de la modalidad terapéutica propuesta. La Psicoterapia Individual Focalizada que, realizada por un profesional especializado, se ocupará del trastorno de la personalidad subyacente al síndrome alimentario, trastorno que constituye la base psicopatológica personal que conforma –como ya hemos señalado- uno de los cuatro pilares de apoyo de los trastornos en la conducta alimentaria. 3 Con la Psicoterapia Individual Focalizada centraremos la tarea en aquellos sectores de la personalidad involucrados en la producción de los síntomas actuales. Cabe considerar que no focalizamos los síntomas en sí mismos por dos razones: 1. Los síntomas están siendo atendidos por los otros componentes del abanico teraputico desplegado de manera simultánea a la psicoterapia focal. 2. Puede convenir no prestarles tanta atención a dichos síntomas, por el eventual incremento del beneficio secundario que ellos ya generan. Lo que sí privilegiamos en este abordaje individual es la comprensión de esos síntomas, es decir, centraremos nuestra atención en sus raíces históricas y en sus con-causas actuales. El objetivo a mediano plazo (que en nuestro modelo es de hasta 18 meses), es conocer los psicodinamismos causantes de los síntomas, lo que permite iniciar un proceso abierto a progresos ulteriores, hecho posible mediante el aumento de la capacidad de un Yo que se encuentra perturbado en su funcionamiento. Trabajamos con dos sesiones semanales durante los primeros seis meses, una sesión semanal durante los seis meses siguientes, una sesión quincenal durante otros tres meses y una sesión mensual, de seguimiento, durante tres meses más. La Psicoterapia Focal tiene diversas indicaciones específicas que son clásicamente conocidas y de las cuales destacamos aquí las siguientes: 1. la habitual falta de inters de la paciente en comprometerse –al menos en el momento de la consulta- en un tratamiento más ambicioso en lo que a autoconocerse se refiere, y 2. que no siempre -dada la patología de base- es aconsejable -al menos ad-initioforzar la tarea en una persona que va a colaborar con marcada ambivalencia y cuya capacidad de introspección está saboteada por la expresión somática de sus conflictos en síntomas a la vez dramáticos y urgentes. 4 El profesional que la realiza no se ocupará de otros aspectos del tratamiento, pero sí deberá estar, al igual que los demás miembros del equipo interdisciplinario, en constante comunicación y puesta al día con ellos. Al mismo tiempo, el Estudio y Asesoramiento Nutricional brindará los elementos que permitirán conocer y tratar las variables bio-médicas alteradas. Como destaca la Dra. María E. Della Valle , estrecha colaboradora nuestra, la paciente anoréxica es llevada a la consulta por su desnutrición –a veces de avanzado grado- y la paciente bulímica consulta, muchas veces espontáneamente (en especial cuanto mayor es su edad) por su descontrol alimentario. En ambas patologías se observa una alteración del patrón alimentario normal, al cual no quieren -ni pueden- retornar las anoréxicas y no pueden hacerlo las bulímicas. Los objetivos del tratamiento nutricional son: A) En la Anorexia Nerviosa: - Detección de la pérdida y recuperación de peso. - Corrección del déficit calórico, vitamínico y mineral. - Establecimiento de un patrón alimentario normal. (suficiente, completo, armónico y adecuado) - Tratamiento de las complicaciones físicas B) En la Bulimia Nerviosa: - Remisión de los síntomas (ayuno – atracón – purgas) - Establecer un patrón alimentario normal (suficiente, completo, armónico y adecuado) respetando los horarios de las comidas. - Tratar las complicaciones físicas. Previamente, se evalúa el estado nutricional en el que se encuentran y el grado de compromiso somático que presentan y luego se inicia el tratamiento correspondiente, en forma ambulatoria ó en internación. Jefa de Consultorios Externos de la División Nutrición del Departamento de Medicina del Hospital de Clínicas de la Universidad de Buenos Aires. 5 Es un aspecto cognitivo – conductual importante, incluir en la parte del tratamiento vinculada a la alimentación en sí, la realización de salidas grupales para comprar los alimentos, los que luego serán cocinados por las pacientes y consumidos durante las comidas en compañía y bajo la supervisión de miembros del equipo (Nutricionista y Psicólogo). Nuevamente se destaca aquí la conveniencia de realizar este tratamiento integrado, en el marco del Hospital de Día. La duración del componente clínico – nutricional del tratamiento es, en nuestra experiencia, de aproximadamente un año, como tiempo promedio. El control de la evolución nutricional se realiza una vez por semana durante tres meses, cada 15 días durante los siguientes cuatro meses y luego mensualmente, hasta completar el año. Otro de los elementos claves que también se pone en acción desde el comienzo del proceso terapéutico es el Farmacológico, tanto el relacionado con los aspectos clínico – nutricionales generales, como el Psicofarmacológico propiamente dicho, la descripción de cuyos detalles excede en demasía la finalidad de esta breve comunicación pero que constituye un recurso fundamental, especialmente en lo que se refiere a los fármacos antidepresivos en sus generaciones más modernas. ¹` ² Resumidamente, diremos que dada la bipolaridad Anorexia Restrictiva – Bulimia Nerviosa, trastornos que delimitan un arco nosológico complejo integrado por el grupo de Trastornos No Especificados, podemos trazar un panorama psico – farmacológico determinado para cada una de estas patologías, pero aún así de precisión relativa – obviamente “no hay enfermedades sino enfermos”- pues no ha sido desarrollado aún (si es que tal logro puede ser considerado como posible) el fármaco “anti-anoréxico” ó “anti-bulímico” absoluto, es decir que cure, actuando a nivel de su base etiológica a estos trastornos, multifactorialmente determinados. Dada esta naturaleza particular - podríamos decir refractaria - de los TCA a la terapéutica biológica, se han ensayado para su tratamiento virtualmente todos los psicofármacos conocidos y se prueban, asimismo, los que son constantemente 6 desarrollados, llegándose a la conclusión de que, por el momento, poco puede esperarse de los psicofármacos en cuanto a su eficacia y especificidad para colaborar en el tratamiento de la anorexia nerviosa, no siendo, en cambio, tan decepcionantes los resultados en la bulimia nerviosa, en la cual específicamente los antidepresivos inhibidores selectivos de la recaptación de Serotonina (IRSS) son un recurso útil, por lo menos en lo inmediato. Por otra parte y aunque el trabajo Psicoeducacional ³ con las familias de los pacientes psiquiátricos, ha sido una práctica relativamente extendida en trastornos tales como las psicosis, este útil recurso complementario no se había ensayado, hasta hace pocos años, en familias de pacientes que padecen trastornos en la conducta alimentaria. Una serie de factores contribuyeron a indicarnos que existía la necesidad de crear un espacio asistencial en una órbita intermedia entre el tratamiento individual de la paciente y su familia, y tal vez los factores precipitantes fueron, principalmente, la frustración y la desesperación que observábamos, especialmente en los padres quienes, sin presentar necesariamente una patología propia como pareja requerían, a las claras, información sobre la naturaleza y características del trastorno que sufrían sus hijas, así como esclarecimiento acerca de su propio papel tanto en lo concerniente a la aparición del mismo, como en el proceso de tratamiento y recuperación global (social, familiar y escolar) que estaba teniendo lugar. Enviados a psicoterapia familiar llegaban, con frecuencia, confundidos, desinformados o malinformados y sin saber bien porqué habían sido enviados ahí, ni qué les podría aportar el concurrir. Además llegaban defendidos, muchos de ellos, anticipando la temida culpabilización por la enfermedad que sufría su hija. Implementamos entonces, inspirados en un modelo canadiense, los grupos multifamiliares los que, afortunadamente, en la actualidad ya son un complemento más – diríamos privilegiado- en el marco de los tratamientos polimodales de los TCA. De estos grupos multifamiliares (GMF), que en gran cantidad de casos resultan de efectividad suficiente para contener y resolver emergencias familiares focales así como para prevenir posibles complicaciones en la dinámica vincular, vemos surgir en forma natural a dos subindicaciones de gran utilidad que son la Psicoterapia Familiar 7 propiamente dicha y la Psicoterapia Vincular entre la paciente y alguno de sus familiares en especial -en nuestra experiencia la madre-. Ambas indicaciones suelen tornarse claras hacia el tercer o cuarto mes de concurrencia de la familia al GMF. La Psicoterapia Familiar trata a la familia en conflicto debido al Trastorno en la Conducta Alimentaria que sufre uno de sus miembros. Esta familia es abordada por el terapeuta a modo de un grupo, del que se intentará conocer sus psicodinamismos y modos de interrelación, buscando resolver las reacciones anormales entre sus miembros, sin atender a ninguno en especial. En la Terapia Vincular se abordan las dificultades de mutua relación entre la paciente y un miembro especial de su entorno familiar habitual, por lo general su madre. El vínculo disfuncional entre ambas es abonado por las dificultades psicopatológicas personales de cada miembro del par a las que, a la vez, intensifica y perpetúa. Ya sea mientras esperan ser incluidas en el esquema terapéutico propiamente dicho ó como parte integrante del mismo, las pacientes que consultan por un Trastorno en la Conducta Alimentaria participan de un grupo psicoeducativo (“psicoeducacional” es la traducción literal del inglés), al que abreviamos con la sigla GPE. El GPE consiste en unos seis a diez encuentros de una hora y media de duración cada uno y frecuencia semanal, que reúnen a unas 40 a 50 personas con varios miembros del equipo quienes, en forma sucesiva o de a pares, van administrándoles información con el inestimable apoyo de material didáctico visual como diapositivas, láminas, etc. La finalidad de estas reuniones es corregir creencias erróneas respecto de temas centrales relacionados con los trastornos alimentarios y debidas a la información equivocada, insuficiente, o bien a la desinformación lisa y llana que estas personas tienen. Se trata de reseñar con suficiente detalle las características de los trastornos alimentarios y de cuáles son los métodos probadamente útiles para resolverlos. 8 Se les divide el trastorno alimentario en un aspecto referido a las conductas en sí mismas y otro referido a la actitud general –posición psicológica- que sustenta y promueve la persona enferma. Se intenta favorecer el que la paciente se haga cargo activamente del tratamiento que ya comenzó o que está por realizar, lo cual provee –especialmente en las pacientes bulímicas y en quienes padecen diversos cuadros donde juega un papel destacado el descontrol- la sensación de que ellas mismas poseen el recurso para controlar su trastorno. Tanto en el GPE como en todos los pasos de este modelo de tratamiento multimodal, el mensaje que la paciente recibe es siempre el mismo: ella es una pieza clave en el proceso que ha encarado. Los profesionales deben conocer muy bien los trastornos en la conducta alimentaria, estar adecuadamente entrenados, tener una actitud firme, empática y no crítica y ser hábiles para evitar confrontaciones con las convicciones que las pacientes tienen acerca de su silueta y su peso, entre otros temas. En el curso de las reuniones se revisan los siguientes tópicos: 1. La naturaleza multideterminada de los TCA. 2. Las complicaciones médicas y los efectos dañinos de vómitos, laxantes y diuréticos sobre los distintos órganos y sus funciones. (Esto echa luz a una cantidad de sensaciones molestas que ellas ya sufren y de las que no siempre asocian adecuadamente la causa). 3. La inutilidad de esos métodos purgativos en cuanto a lograr el efecto buscado. 4. La teoría del “Set Point”, que hace una referencia científica explicativa de que la regulación del peso corporal normal –al igual que la silueta- no depende básicamente de cuánto se coma y mucho menos de la voluntad, sino que están genéticamente determinados. Se les explica lo atinente a la 9 adaptación metabólica al hábito de dietar y la conexión entre hacer dieta y el sufrir atracones compensatorios luego. 5. La información nutricional básica y la desestimación de las dietas inconsultas. 6. La enorme presión social y cultural que sufre la mujer occidental actual, el inicuo ideal de delgadez colectiva y estereotipada, cómo devino este ideal a través del siglo, la publicidad , los medios y la cruel presión entre pares -tan frecuentemente desatendida como factor causal, especialmente en las enfermas más jóvenes-. Aún la exposición puramente didáctica a estos temas estimula el pensamiento y biendispone a las participantes del grupo para las otras etapas del tratamiento. 7. La prevención de recaídas, momento oportuno para acentuar el hecho de que el tratamiento es un proceso y que –como tal- lleva tiempo. Se les dirá que –una vez lograda la recuperación- pueden ocurrir recaídas que bien pueden ser hechos aislados y que, siendo el descontrol alimentario un mecanismo que guarda relación con la descarga de tensiones (aunque así dicho suene inadecuadamente simple) puede, por cierto tiempo, seguir funcionando como tal. Esto no implica que luego de ese desliz, la paciente puede reordenar rápidamente su conducta llevándola al nivel de progreso que tenía antes del descontrol puntualmente sufrido. Se les ayuda a diseñar distintas estrategias para recuperar el control sobre su conducta alimentaria, a reconocer anticipadamente situaciones de riesgo y cómo evitar exponerse a ellas. En realidad se trata aquí de ofrecer nociones introductorias en relación con estas estrategias (que, no obstante ser generales, pueden servir muy bien a muchas participantes) pues es en el marco de la terapia cognitivo conductual (TCC) donde estas estrategias se ven en profundidad ofreciendo, dado que los grupos son sensiblemente más reducidos, estrategias particulares para aquellas pacientes que puedan requerirlas. 10 En distintas publicaciones 4 se da cuenta de que aproximadamente el 21% de las pacientes mejora francamente con la intervención psicoeducacional, no obstante no es el objetivo del grupo psicoeducacional el control de los síntomas de quienes lo integran, sino fomentar en ellas una actitud colaboradora que, apoyada en un cierto reconocimiento de que algunas de sus previas expectativas respecto de su peso y silueta no eran lógicas (realistas), influirá en la creación de una alianza de trabajo sólida, elemento necesario para continuar con éxito el proceso terapéutico en curso. El GPE puede combinarse – y en el abordaje que aquí proponemos lo está- tanto con psicoterapias grupales como individuales, ya sea administradas en forma simultánea o sucesiva, prefiriéndose la secuencia a la simultaneidad, por considerarse este modo más eficaz (stepped models). Nosotros pensamos que la simultaneidad tiene el valor de “bombardear” a la enfermedad desde múltiples ángulos. Las mejorías tempranas que el GPE permite pueden estimular el disparo de una espiral ascendente de cambios favorables que posibilitan en la paciente una también creciente valoración de sí misma, producto del esfuerzo y el compromiso que ellas notan que han podido lograr. En lo referente a las Emergencias, la contención de aquellas que puedan presentarse, abarca tanto los aspectos clínico – nutricionales como los psiquiátricos, estando ambos relacionados de diferentes formas. En el aspecto somático se destaca naturalmente la amenaza de que se presenten crisis de agravamiento del estado biológico de aquellas pacientes que recibimos ya con un grado de desnutrición avanzado y en curso de empeoramiento. Esto último suele relacionarse con la imposibilidad de aceptar la alimentación requerida y es aquí donde se articulan la intervención psiquiátrica y psicoteraputica urgente. Por otra parte, la emergencia psiquiátrica que debemos esperar que se presente, toda vez que el estado mental reconozca un compromiso suficientemente grave, es el intento de suicidio, dato histórico que siempre debe ser cuidadosamente explorado en todo examen psicosemiológico. Dentro de los Trastornos de la Conducta Alimentaria, es en aquellas bulímicas en quienes subyacen trastornos severos de personalidad, o un trastorno límite mismo, donde solemos ver esta complicación. 11 Tal como se aprecia en nuestro esquema ofrecido aquí, las emergencias, en general, tienden a ir perdiendo presencia en la medida en que el tratamiento va avanzando. Usualmente el alivio de la presión que las emergencias significan, se nota francamente más allá del sexto mes de tratamiento. La Psicoterapia Grupal es una alternativa asistencial que resulta notablemente movilizadora de la paciente y que puede realizarse como sustituto de la psicoterapia focal individual cuando, por alguna razón, ésta no sea lo posible o lo adecuado a implementar de entrada o, en algún caso, como complemento de la misma (Terapia Combinada) *. Siempre será realizada –al igual que todos los demás componentes de este tratamiento interdisciplinario- por un profesional diferente del que se ocupa de la psicoterapia individual. Se cuidará la selección de las pacientes -en el sentido de promover la homogeneidad del grupo- y las características de la terapia serán la abreacción y la reflexión acerca de las relaciones intra y extragrupales así como la exploración de las situaciones de la vida pasada y sus vínculos con el presente. En nuestra práctica clínica institucional, hemos implementado la tecnica grupal en pacientes que sufren Trastornos en la Conducta Alimentaria y hemos descripto nuestra experiencia en otra publicación 5. Decíamos allí lo siguiente: “El tratamiento se divide en dos etapas: la primera, o de “sensibilización”, es en la cual se intenta promover la elaboración psíquica del lenguaje corporal. Aquí se iniciará, en gran cantidad de casos (diríamos que en la inmensa mayoría) la ardua tarea de relacionar, con un criterio causal, las dificultades de la conducta alimentaria con los contenidos emocionales de la paciente. Asimismo, buscaremos puntualizar que el conflicto con la imagen que tiene de su cuerpo, se relaciona con la dificultad, mucho más profunda, de no aceptación de sí misma, por lo menos en ciertos aspectos esenciales que hacen a su persona. Del mismo modo, su conflicto con el comer –y con la comida- condensa, diríamos, a las dificultades sufridas en su relación con el mundo 12 (temprano y reciente), dificultades que terminaron con el repliegue sobre sí de la persona. Este conflicto es la resonancia sintomática de un mundo interno carente de sentido vital, poblado de un doloroso vacío y de una inefable ausencia de continuidad existencial. La tarea de gestar una comunicación intragrupo, difícil y hermosa a la vez, depende de que se establezcan los necesarios hilos precursores en lo que a emociones se refiere. Solo ésto permite que aparezca y se aferre el sentimiento de pertenencia identificatoria, esencial en tanto que la relación que cada integrante tiene en su interioridad, es la misma que logra establecer con su medio. Vamos viendo crecer, si nuestros objetivos parciales logran consolidarse, una conciencia de sufrimiento mental debajo del deslumbrante ropaje del comer enfermizo. En la Segunda etapa terapéutica, así específicamente denominada, contamos con pacientes que han logrado establecer ya una aceptable visión interna de sus conflictos y a la elaboración más plena de los mismos nos dedicamos, en el marco necesario que presta una cierta conciencia de enfermedad psíquica y la demanda terapéutica que corresponde, entonces, esperar. Es requisito, en todo momento, que el grupo no sea utilizado por algunas pacientes como escenario para sus pasajes al acto. Con el fin de prever el “acting” ponemos especial cuidado en la selección previa de sus integrantes, pilar semiológico de nuestros esfuerzos terapéuticos. Se irá produciendo, entonces, en forma paulatina, la elaboración de los conflictos que eran latentes al principio, escondidos tras los síntomas, y que a través de la primera etapa se tornaron manifiestos, ya en el área de la mente. Estaremos atentos, entonces, a los sentimientos que puedan surgir de la toma de conciencia de lo psíquico que acontece, de lo cual resulta, con frecuencia regular, una tendencia a repetir, en la escena grupal, los conflictos individuales subyacentes. Es aquí donde intentamos trabajar las instancias defensivas en grupo, que son las responsables de la cristalización de los roles de cada integrante del grupo. Si tenemos éxito, podemos ver cómo se va conquistando * Por “Terapia Combinada”, entendemos aquella donde la paciente recibe tratamiento individual y grupal al mismo tiempo, con distintos terapeutas 13 un funcionamiento más plástico en detrimento de la estereotipada rigidez vincular previa” . Entre las otras intervenciones concurrentes, reconocemos de gran utilidad y reciente inclusión entre las opciones asistenciales modernas, a las Terapias Corporales y las Terapias a través del Arte 6. Esta actividad consiste en una cantidad limitada de sesiones de una hora y media de duración y con una frecuencia de una vez por semana, en las cuales las pacientes revisan la historia de su imagen corporal, reflexionan acerca de cómo desarrollar actitudes de cuidado hacia su cuerpo, e intentan lograr una mejor conexión con él. El trabajo es planteado aquí a partir del cuerpo y a través de él, dado que las pacientes que nos ocupan sostienen la convicción de que su sufrimiento se debe exclusivamente a lo inadecuado de su silueta y su peso, ó sea a fenómenos de la órbita de lo corporal. Buscamos así acceder a la imagen corporal, es decir a la imagen inconsciente que la paciente tiene de su cuerpo, trabajando con el esquema corporal el que –posibilitado su acceso a la conciencia- es lo que la interpreta y le da objetividad, rescatándola de su condición de fantasía no comunicable. El esquema corporal es de orden colectivo en la especie y la representa en forma específica a través del contexto espacial y temporal cambiante. La imagen corporal, en cambio, es de orden individual y se relaciona con la historia personal de cada sujeto. Esta forma de tratamiento complementario, reconoce una inspiración cognitiva y se propone: 1. sostener la aceptación de un peso realista y de una forma reglada de comer, 2. contribuir a mejorar la satisfacción con su imagen corporal y la autoestima de la paciente. Se utilizan diferentes recursos, en los cuales el cuerpo tiene diverso grado de protagonismo. Podemos citar entre estas prácticas a la expresión corporal, el dibujo, la pintura, la escritura, el trabajo artístico con diversos objetos, la música, etc. Los elementos involucrados, denominados “objetos mediadores”, intervienen entre la paciente y la imagen inconsciente que ella tiene de su cuerpo. 14 En el dibujo, por ejemplo, el “mapa” corporal define formas y fronteras, espacio interno y espacio externo, la silueta y sus deformaciones, las zonas que han cobrado extraordinaria importancia respecto de aquellas que la han perdido, etc. En el modelado en masilla, por otra parte, sorprende y resulta a la vez sugestivo el que las figuras que las pacientes producen muestran, con notable frecuencia, huecos en su interior... En estrecha relación con la tarea psicoeducacional que las pacientes realizan de distinta manera en cada una de las actividades de este modelo institucional integrado, también se hace lugar en la terapia a través del arte y del cuerpo, a temas vinculados con aspectos socio-culturales en torno al peso corporal y la silueta femenina actual. Al ser la actividad de orden grupal, el intercambio que esto permite facilita la tarea misma y la enriquece. Se avanza desde lo individual a lo grupal para luego, a partir de los contenidos revelados en el seno del grupo, enriquecer los respectivos tratamientos individuales, tanto los que se encuentran en curso como sus futuras profundizaciones. El indudable valor proyectivo de estas expresiones artísticas constituye un recurso útil para ser utilizado en el tratamiento psicoterapéutico de las pacientes. Además, la valoración de sus producciones por parte del grupo estimula el reforzamiento de la autoestima de sus miembros. Todas estas técnicas acceden al afecto escondido mediante vías pre-verbales que alcanzan las criptas profundas donde yace el dolor de estas personas y pueden, estas terapias que involucran al cuerpo y a las expresiones artísticas, constituir una forma de concientización e integración de niveles cognitivo, afectivo y motriz, a modo de preparación de la paciente para ulteriores psicoterapias verbales. Hemos dejado -ex profeso- para el final la referencia a una forma de tratamiento que comienza - como todas las que hemos mencionado hasta aquí- en el momento mismo de consolidarse el diagnóstico del trastorno alimentario y que se extiende por unos seis meses aproximadamente. 15 Nos referimos a la Terapia Cognitivo – Conductual (TCC), de la cual durante el primer momento se acentuará el componente conductual, el que irá cediendo el sitio preferencial al componente cognitivo, en la medida en que su desarrollo va teniendo lugar. Esta forma de psicoterapia, especialmente pensada para las patologías con descontrol alimentario y realizada preferentemente en grupo, basa su éxito en el hecho de que brinda prontamente un recurso eficaz contra la angustia y la ansiedad debidas al descontrol que estas pacientes sufren. Ellas suelen recibir con agrado el énfasis inicial puesto en recuperar un cierto control sobre el caos reinante en su conducta alimentaria. De hecho, el tratamiento es abandonado por muy pocas pacientes -al comienzo por lo menos- y solamente son resistentes a él aquellas personas gravemente perturbadas en su personalidad, con multiplicidad de impulsos y conductas antisociales marcadas, en las cuales la sintomatología alimentaria constituye un epifenómeno más en el desconcierto existencial general que sufren. Estas personas pueden declamar deseos de cambio pero no suelen, dichas intenciones, ser acompañadas por las conductas correspondientes, en el sentido de colaborar con el método que les es indicado. Siguiendo a Christopher Fairburn 7, podemos distinguir tres etapas en la TCC, cada una de las cuales contiene diversos elementos, diseñados para atender sendos aspectos específicos. En la primera etapa, el acento principal está puesto en establecer un cierto grado de control sobre el comer y las técnicas empleadas son en gran medida conductuales. En la segunda etapa, el tratamiento es más de orden cognitivo, con el acento puesto en identificar y modificar pensamientos, creencias, mitos y valoraciones distorsionadas, elementos que son sorprendentemente poderosos en estas personas. En la tercera y última etapa, el foco está puesto en el mantenimiento del cambio logrado en los síntomas en juego. Todo lo hasta aquí dicho, en el sentido de enfatizar la importancia de un tratamiento inicial interdisciplinario e integrado, apunta al logro de un alivio sintomático lo más acelerado y efectivo posible, pero afianzando y profundizando al mismo tiempo, tanto 16 como se pueda, la conciencia del carácter psíquico del trastorno que la paciente sufre, liberando así, poco a poco, al escenario montado en el ámbito de la comida y el comer, de un protagonismo que no le pertenece. Es esencial y está demás decirlo, que en todos los procedimientos que simultáneamente se van desarrollando con epicentro en la paciente y su familia, la relación humana cooperacional y empática constituye el eje privilegiado donde la confianza y el respeto entre los profesionales y la paciente son la herramienta necesaria para desarticular hábitos, creencias y sistemas valorativos anormales que tienen tanta vigencia en el ámbito de la silueta y el peso, parámetros a los que la enfermedad ha reducido la existencia de la persona. Logrado el clima de comunicación necesario se favorecerá el establecimiento del diálogo terapéutico y la investidura de una vida psíquica mejor, poblada ahora de contenidos que pueden ser tolerados por la persona. Es así como quedará abierto el camino hacia una psicoterapia cada vez más profunda –aguas conocidas para el psicoanalista- la que podrá mejorar el pronóstico a largo plazo. Referencias Bibliográficas 1. 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E.; Rovira, B.L ,: “Psicoterapia grupal en pacientes con Trastornos en la Conducta Alimentaria”. Publicado en la Revista de las 2 Jornadas de Intercambio y Reflexión sobre distintos abordajes en el tratamiento de trastornos de la conducta alimentaria. Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. Año 1996. 6. Sáez, G.; Cosentino, S.; Morillas, S.; Cambiagui, S.; Conte, G.; Petrochelli, L.; Seijo, D.: “Aportes de una experiencia de terapia corporal en Trastornos de la Conducta Alimentaria”. Trabajo presentado en el Tercer Encuentro de Especialistas en Trastornos de Alimentación, organizado por la Red Argentina Interdisciplinaria de Conducta Alimentaria (R.A.I.C.A). Bariloche, Argentina, 14 -16 de Septiembre de 2000. 7. Fairburn, C.G.: “A cognitive behavioral approach to the management of bulimia”. Psychological Medicine (1981). 18