Una aproximación integral a los esfuerzos por erradicar la desnutrición infantil: Acciones para reducir la pobreza y la desigualdad de ingreso en Brasil Onaur Ruano Secretario Nacional de Seguridad Alimentaria y Nutricional del Ministerio de Desarrollo La pobreza y la desigualdad económica y social son reconocidas como determinantes en la privación del acceso a los alimentos con regularidad, en cantidad y calidad suficientes, para personas y familias en esas condiciones. Por consiguiente, políticas públicas que lleven a la reducción de la pobreza y de la desigualdad son fundamentales en el conjunto de medidas que contribuyen a la reducción y la erradicación de la mortalidad y desnutrición infantil. En Brasil, a pesar de los avances importantes reconocidos, el hambre y, en particular, la desnutrición infantil, aún representan un desafío que necesita ser superado, sobre todo debido a la falta de acceso a los alimentos, ocasionada por el bajo poder adquisitivo de millones de brasileños. Brasil es una república federativa con una población de 184 millones de personas en un territorio de 8,5 millones de kilómetros cuadrados, distribuidos en 5.564 municipios organizados en 26 estados y el Distrito Federal (IBGE 2007). El Producto Interno Bruto (PIB) es de aproximadamente US$1.2 billones, con un ingreso per cápita de 8.020 dólares anuales (FMI 2006). Desde el punto de vista estructural, la estabilidad económica con el control de la inflación y la recuperación del valor real del sueldo mínimo son factores de extrema importancia para la mantención del poder de compra. Al mismo tiempo estos factores potencian la mejoría del ingreso global de la familia, propiciando el aumento y la ampliación de la variedad de los alimentos consumidos. Desde el punto de vista de la promoción de las políticas públicas, de un modo específico, algunos resultados obtenidos con la implantación de la Estrategia “Hambre Cero” del Gobierno brasileño desde 2003 han contribuido efectivamente al esfuerzo integrado de combate a la desnutrición infantil. 149 Onaur Ruano El ambiente social y económico familiar en el cual viven los niños es un factor importante para evaluar las condiciones de la nutrición infantil. Las condiciones precarias de vida, que llevan al agravamiento de la salud y de la nutrición, están asociadas al bajo ingreso familiar, que determina el limitado poder de compra de los alimentos (Assis et al. 2007), la ausencia de condiciones adecuadas de saneamiento básico (Blakely et al. 2005) y el limitado y desigual acceso a los servicios de salud con capacidad resolutiva (Makinen et al, 2000). Secretario Nacional de Seguridad Alimentaria y Nutricional del Ministerio de Desarrollo Social y Combate al Hambre de Brasil Social y Combate al Hambre de Brasil Datos de 2006 indican la existencia de 36 millones de personas (19,3 por ciento de la población) bajo la línea de pobreza, medida por la referencia de ingreso mensual per cápita familiar inferior a medio sueldo mínimo, es decir, 71 dólares. Si se toma en consideración el ingreso per cápita de hasta un dólar/ día PPA (paridad del poder adquisitivo), la proporción de brasileños que vive en situación de pobreza extrema equivale al 4,2 por ciento de la población. Datos recientes demuestran una mejoría del índice de desarrollo humano brasileño, que ha aumentado a 0,8. La desigualdad, medida por el índice de Gini, ha disminuido a 0,562 (Neri 2007). La situación de la seguridad alimentaria en Brasil fue evaluada en el censo realizado en 2004 por el Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (IBGE). Por primera vez ha sido efectuada, en el ámbito nacional, una Encuesta Nacional de Hogares por Muestreo (PNAD) acerca de la seguridad alimentaria, utilizando la Escala Brasileña de Inseguridad Alimentaria (EBIA). Dicha escala es el resultado de la adaptación y validación de la escala del Departamento de Agricultura de los Estados Unidos (Bickel et al. 2000) y fue validada en Brasil después de algunas adecuaciones (Segall-Corrêa et al. 2004; Pérez Escamilla et al. 2004). El resultado indicó que en el 65,2 por ciento de los cerca de 52 millones de domicilios particulares estimados por la PNAD vivían personas en situación de seguridad alimentaria. Es decir, sus moradores tuvieron acceso, en los noventa días anteriores a la fecha de la encuesta, a los alimentos en cantidad y calidad adecuadas y no sentían que estaban en peligro de sufrir, en el futuro próximo, restricciones en dicho acceso. Por otro lado, en el restante 34,8 por ciento de los domicilios en situación de inseguridad alimentaria, vivían personas en condición de inseguridad alimentaria leve (16 por ciento), moderada (12,3 por ciento) o grave (6,5 por ciento). Es necesario enfatizar que esa situación está, en la forma como ha sido medida, relacionada con la ausencia de recursos de los moradores para la adquisición de alimentos. Los indicadores demuestran que la desnutrición infantil está disminuyendo en Brasil. En 1974-1975, en el grupo de niños con menos de cinco años de edad, 18,4 por ciento tenían bajo peso para su edad. Esta proporción ha disminuido en las décadas siguientes a 7,1 por ciento en 1989, 5,7 por ciento en 1996 y 4,6 por ciento en 2002-2003. En el índice de altura por edad, que expresa las alteraciones acumuladas a lo largo del tiempo en la situación de nutrición y salud de los niños, la tendencia observada, por ejemplo, entre 1975 y 1996, también es a la reducción.1 Del mismo modo, los datos del Sistema de Información de la Atención Básica (SIAB), que involucran cerca de 45 por ciento de la población brasileña del grupo de menor ingreso, indican que la desnutrición, medida según el peso por edad de los niños menores de un año, ha disminuido de un 10,1 por ciento en 1999 a un 2,4 por ciento en 2006, a pesar de la persistencia de diferencias regionales importantes. En el Nordeste, considerada la región más pobre del país, la desnutrición aguda ha disminuido de un 11,5 por ciento en 1999 a un 3,3 por ciento en 2006. En el Sur—la región más desarrollada—se redujo de 6,3 por ciento a un 1,2 por ciento en el mismo período (Presidencia 2007). Este fenómeno es causado sobre todo por la urbanización ocurrida en el período y la adopción de políticas de educación, salud, saneamiento y acceso a los alimentos. 1 150 Brasil ha alcanzado esa reducción gradual y constante en la desnutrición infantil a lo largo de más de dos décadas, pero de forma más pronunciada en años recientes, debido a un conjunto de acciones dirigidas a la mejoría de la calidad de vida y de salud de la población, con prioridad para los más pobres, notablemente en lo que respecta a la reducción de la pobreza y de la desigualdad de ingreso. Desde 2003, con el inicio de la primera administración del Presidente Lula, el combate al hambre, la desnutrición y la pobreza han sido considerados como prioridad del Gobierno, creando la estructura y los mecanismos para alcanzar el objetivo de erradicar ambos problemas. El primer punto positivo de la Estrategia “Hambre Cero” fue priorizar el tema del hambre en la agenda política de Brasil, con repercusiones en el escenario mundial, además de reforzar la participación y la movilización de la sociedad. Así, fue creado el Ministerio Extraordinario de Seguridad Alimentaria y Combate al Hambre (MESA), denominado, desde 2004, Ministerio de Desarrollo Social y Combate al Hambre (MDS). La maduración de las acciones iniciales fue consolidada en el lanzamiento de la Estrategia “Hambre Cero”, como un conjunto de programas y acciones impulsadas por el Gobierno Federal para garantizar el derecho humano a la alimentación adecuada a las personas con dificultades de acceso a los alimentos. Tal estrategia está inserta en la promoción de la seguridad alimentaria y nutricional, buscando la inclusión social y la adquisición de la ciudadanía por la población más vulnerable al hambre (MDS 2005). Actualmente, “Hambre Cero” articula las acciones de 19 Ministerios del Gobierno Federal—además de acciones en los gobiernos de los estados y de los municipios, lo mismo que en la sociedad civil—en cuatro ejes: acceso a la alimentación, generación de ingresos, fortalecimiento de la agricultura familiar y articulación, movilización y control social. Las directrices de la Estrategia “Hambre Cero” posibilitan una acción planeada en la implantación de las políticas con mejores posibilidades de garantizar el acceso a la alimentación, la expansión de la producción y el consumo de alimentos saludables, la generación de trabajo e ingresos, la mejoría de la escolaridad, de las condiciones de salud y del acceso al agua, en la óptica de los derechos de ciudadanía. Los primeros resultados de esas políticas ya pueden ser contabilizados, como por ejemplo, en la reducción de la pobreza extrema en Brasil. Los datos consultados demuestran que entre 1995 hasta 2002, el porcentaje de personas en el grupo de ingresos de hasta 1 dólar por día PPA (paridad del poder de adquisitivo) permaneció prácticamente inalterado, con tasa media de 7,4 por ciento. Sin embargo, entre 2003 y 2006 la reducción de la pobreza extrema fue de un 36 por ciento, disminuyendo de 7,4 por ciento de la población en 2003 a un 4,7 por ciento en 2006. Esta disminución produjo la salida de la miseria de más de 8,4 millones de brasileños, lo mismo que el ascenso a la clase media de 7 millones de personas. 2 Así, Brasil ha alcanzado, en 2006, la Meta 1 de los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM), referente a la reducción de la miseria extrema en un 50 por ciento en 25 años. Entre 1992 y 2006, hubo una reducción acumulada de un 58,5 por ciento. La desigualdad de ingreso per cápita en Brasil, medida por el índice de Gini, se mantuvo entre 0,59 y 0,60 durante el período de estabilidad entre 1995 2001. No hubo durante este tiempo una reducción importante en la desigualdad. El índice de Gini, sin embargo, empezó a disminuir en 2001 y alcanzó, en 2006, el valor de 0,56. Componente importante de la Estrategia “Hambre Cero ” es el Programa “Bolsa Familia” (PBF), un programa de transferencia directa de ingreso con condiciones, que beneficia a familias en situación de pobreza (con ingreso mensual per cápita entre 60 y 120 reales)2 y de pobreza extrema (con ingreso mensual per cápita hasta 60 reales). El PBF tiene el objetivo de garantizar el derecho humano a la alimentación adecuada, promoviendo la seguridad alimentaria y nutricional y contribuyendo a la erradicación de la pobreza extrema. El Programa tiene como base la articulación de tres dimensiones esenciales a la superación del hambre y de la pobreza: 1) La promoción del alivio inmediato de la pobreza, por medio de la transferencia directa de ingreso a la familia; 2) El refuerzo del ejercicio de los derechos sociales básicos en las áreas de salud y educación, por medio del cumplimiento de las condiciones, que contribuye a que las familias rompan el ciclo de la pobreza entre las generaciones; y 3) La coordinación de los programas complementarios, que tienen como objetivo el desarrollo de las familias, de modo que los beneficiarios de “Bolsa Familia” puedan salir de la situación de vulnerabilidad y pobreza. Son ejemplos de programas complementarios: programas de generación de trabajo e ingreso, de alfabetización de adultos, de provisión de registro civil y otros documentos. Cuando ingresa en el PBF, la familia se compromete a cumplir las condiciones del programa en las áreas de salud y educación, que son: mantener los niños y adolescentes en edad escolar en la escuela y cumplir la agenda de cuidados básicos de salud—es decir, el calendario de vacunaciones—para los niños entre menores de seis años y la agenda prenatal y postnatal para las embarazadas y lactantes. El PBF ha ampliado su cobertura nacional de 3,6 millones de familias participantes en 2003 (con inversiones de 570,1 millones de reales en ese año) a 11,1 millones de familias en 2007 (con inversiones de 9,2 mil millones de reales). De acuerdo con la Ley #10.836 del 9 de enero de 2004 y el Decreto #5.749 de 11 de abril de 2006. 151 En 2006 se aplicó una encuesta a los beneficiarios del PBF acerca de las condiciones de seguridad alimentaria y nutricional. El 54 y 58 por ciento de ellos consideró que la cantidad de alimentos consumidos por los niños y por los jóvenes y adultos respectivamente, era suficiente. Entre las familias consultadas, el dinero recibido del programa fue gastado, en primer lugar, en alimentación (76,4 por ciento), seguida de materiales escolares (11,1 por ciento) y ropa y calzado (5,4 por ciento). El trabajo de investigación titulado “Jornada nutricional: un estudio acerca de la situación nutricional de los niños en el semiárido brasileño”, realizado por el Ministerio de Desarrollo Social y Combate al Hambre (MDS), en colaboración con el Ministerio de Salud (MS), durante la segunda etapa de la Campaña Nacional de Vacunaciones de 2005, realizó evaluaciones antropométricas (peso y altura) en 17.544 niños de hasta cinco años de edad, de los cuales 43,8 por ciento formaban parte de familias beneficiarias del Programa “Bolsa Familia”. Para el total de los niños con menos de cinco años de edad, las prevalencias ajustadas indicaron que la participación en el Programa determinó una reducción de casi 30 por ciento en la frecuencia de la desnutrición (de 6,8 por ciento sin el programa a 4,8 por ciento con el Programa). Para los niños entre cero y cinco meses de edad, 152 las prevalencias ajustadas indicaron una virtual ausencia de problema tanto en los niños inscritos como en los no inscritos (2,4 y 2,5 por ciento, respectivamente), lo que mostró consecuencia con una menor vulnerabilidad de ese grupo de edad a la desnutrición, entre otras razones, probablemente debido a los beneficios de la lactancia materna. Todo indica que el mayor beneficio del Programa ha sido para los niños entre seis y 11 meses, en los cuales la reducción de la prevalencia de la desnutrición debida al programa fue de 62,3 por ciento (de 5,3 por ciento a 2,0 por ciento). Los beneficios más modestos fueron observados entre los niños de mayor edad: reducción de la desnutrición de 28,2 por ciento entre los niños de 12 y 35 meses de edad (de 8,5 por ciento a 6,1 por ciento) y reducción de 25,8 por ciento para los niños entre 36 y 59 meses de edad (de 6,2 por ciento a 4,6 por ciento). El menor beneficio del Programa para los niños con más edad podría ser la consecuencia de que parte de ellos pueda no haber logrado aprovechar el beneficio de los primeros dos años de vida, edad en la que la reversión del retardo del crecimiento es factible. Lamentablemente, el desconocimiento con relación al tiempo anterior transcurrido desde que el niño y la familia fueron inscritos en el Programa impide una respuesta más definitiva. 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