Dos Voluntades y La Oración Esta es una de las ocasiones en la que deseo llegar a tu corazón, desde el corazón de Dios, en su gracia, amor y justicia. Por tanto, solicito toda la debida atención al tema, dos voluntades y la oración. Que Dios sea glorificado en la vida de todos nosotros, con este tema. Todos los hijos de Dios, hombres y mujeres, que hemos nacido de Él, sin acepción alguna, tenemos dos voluntades que ejercen sus influencias en nosotros para que las obedezcamos en todo instante de nuestro diario vivir. Estas dos voluntades se oponen entre sí, son enemigas; no tienen ni tendrán jamás armonía alguna entre ellas, pero ambas están siempre presentes dentro de nosotros los hijos de Dios, conviven en nosotros; en cada circunstancia, en cada instante de cada segundo y de cada minuto de las 24 horas de cada día, están siempre presentes, ejerciendo sus influencias. Estas dos voluntades, son: nuestra naturaleza humana y la naturaleza divina. Veamos, todos nosotros llegamos a este mundo con la naturaleza humana pecaminosa, sin embargo, por la Gracia de Dios, un día en nuestra histórica existencia, nacimos de nuevo, nacimos de Dios y desde entonces la naturaleza divina, la naturaleza de Dios, está también dentro de nosotros porque Dios nos ha creado de nuevo en Cristo Jesús y nos ha hecho participantes de su propia naturaleza por medio del Espíritu Santo, que mora en nosotros. Analicemos un poco nuestra situación, conozcamos algo de cada una de estas dos naturalezas, las cuales ejercen sus voluntades en nosotros: Nuestra naturaleza humana, conocida como el ‘viejo hombre’ heredado de Adán, fue crucificada en la cruz del calvario juntamente con Cristo, tal como lo afirma Pablo, en Romanos 6.6-7, NBLH: “Sabemos esto, que nuestro viejo hombre fue crucificado con Cristo, para que nuestro cuerpo de pecado fuera destruido, a fin de que ya no seamos esclavos del pecado; porque el que ha muerto, ha sido libertado del pecado.” No obstante, nuestra naturaleza humana quedó viciada o corrompida por los deseos engañosos, como dice Efesios 4.22: “despojaos del viejo hombre, que está viciado (o corrompido) por los deseos engañosos” La naturaleza humana, viciada y corrompida por los deseos engañosos es carnal y produce muerte espiritual. Es débil y enemiga de Dios, no se sujeta a la Palabra de Dios ni tampoco puede hacerlo; quienes vivimos y actuamos de acuerdo con ella no podemos agradar a Dios, porque sus pensamientos son carnales, según Romanos 8.5-8, NVI: “Los que viven conforme a la naturaleza pecaminosa fijan la mente en los deseos de tal naturaleza; en cambio, los que viven conforme al Espíritu fijan la mente en los deseos del Espíritu. La mentalidad pecaminosa es muerte, mientras que la mentalidad que proviene del Espíritu es vida y paz. La mentalidad pecaminosa es enemiga de Dios, pues no se somete a la ley de Dios, ni es capaz de hacerlo. Los que viven según la naturaleza pecaminosa no pueden agradar a Dios.” Ahora bien, todos nosotros nacimos con esa naturaleza corrompida, estamos acostumbrados a su voluntad, no necesitamos esforzarnos para complacer sus deseos, éstos son propios de ella y solamente fluyen de dentro de nosotros, “Porque de dentro, del corazón de los hombres, salen los malos pensamientos, los adulterios, las fornicaciones, los homicidios, los hurtos, las avaricias, las maldades, el engaño, la lascivia, la envidia, la maledicencia, la soberbia, la insensatez. Todas estas maldades de dentro salen, y contaminan al hombre.” - Esto lo afirmó el Señor Jesucristo, en Marcos 7.21-23. Es por eso que “todo esfuerzo humano”, que no sea en Cristo, como lo dice él, en Juan 15.4-5, RV60: “Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; Luis e Hilda Sánchez - AV-AIEC - [email protected] www.igleavid.org 2 porque separados de mí nada podéis hacer.” Y que, además, no esté bajo la comunión del Espíritu Santo, es incapaz de hacer la voluntad de Dios, agradarlo en todo, en sujeción a Él. Un gran ejemplo de lo que es el fracaso del esfuerzo humano de un cristiano pretendiendo hacer las cosas espirituales y agradar a Dios a su manera, lo presenta Pablo en Romanos 7.15-24, RV60: “Porque lo que hago, no lo entiendo; pues no hago lo que quiero, sino lo que aborrezco, eso hago. Y si lo que no quiero, esto hago, apruebo que la ley es buena. De manera que ya no soy yo quien hace aquello, sino el pecado que mora en mí. Y yo sé que en mí, esto es, en mi carne, no mora el bien; porque el querer el bien está en mí, pero no el hacerlo. Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago. Y si hago lo que no quiero, ya no lo hago yo, sino el pecado que mora en mí. Así que, queriendo yo hacer el bien, hallo esta ley: que el mal está en mí. Porque según el hombre interior, me deleito en la ley de Dios; pero veo otra ley en mis miembros, que se rebela contra la ley de mi mente, y que me lleva cautivo a la ley del pecado que está en mis miembros. ¡Miserable de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte?” Por su parte, Pablo en Gálatas 5.19-21, RV60, nos presenta una lista de algunas obras de la carne o de la naturaleza humana, afirmando: “Y manifiestas son las obras de la carne, que son: adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia, idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, envidias, homicidios, borracheras, orgías, y cosas semejantes a estas; acerca de las cuales os amonesto, como ya os lo he dicho antes, que los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios.” Cuando nosotros vivimos y actuamos en la carne o según los esfuerzos humanos para agradar a Dios, estamos siendo religiosos que honramos a Dios de labios pero no de corazón, como dijo el profeta, en Isaías 29.13, RV60: “Porque este pueblo se acerca a mí con su boca, y con sus labios me honra, Luis e Hilda Sánchez - AV-AIEC - [email protected] www.igleavid.org 3 pero su corazón está lejos de mí, y su temor de mí no es más que un mandamiento de hombres que les ha sido enseñado.” Por todo lo anterior, y mucho más que aún no hemos registrado en el desarrollo de este tema, es que nosotros no podemos ni debemos seguir confiando en nosotros mismos; por eso, el Señor Jesús, dice: “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame. Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí, éste la salvará.” Lucas 9.23-24, RV60. Pero además, La Biblia, dice: “No es con ejército, ni con fuerza, sino con mi Espíritu, ha dicho el Señor, Todopoderoso”, Zacarías 4.6. Si seguimos confiando y dependiendo de nosotros mismos, de nuestra naturaleza humana, que es débil y carnal, nunca podemos llegar a ser hombres y mujeres de la Presencia de Dios, que hagamos siempre su voluntad y le agrademos en todo a Él. Debemos recordar que la naturaleza humana no es amante de la oración, y la oración en el Espíritu, es la que nos lleva a la comunión con Dios. Por eso mismo, el Señor Jesús, luego de su lucha con los deseos de la naturaleza humana, nos dice: “Velad y orad, para que no entréis en tentación; el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil.” – Mateo 26.41. Pablo, por su parte, nos advierte lo siguiente: “Porque vosotros, hermanos, a libertad fuisteis llamados; solamente que no uséis la libertad como ocasión para la carne, sino servíos por amor los unos a los otros. Porque toda la ley en esta sola palabra se cumple: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. Pero si os mordéis y os coméis unos a otros, mirad que también no os consumáis unos a otros. Digo, pues: Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne. Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne; y éstos se oponen entre sí, para que no Luis e Hilda Sánchez - AV-AIEC - [email protected] www.igleavid.org 4 hagáis lo que quisiereis. Pero si sois guiados por el Espíritu, no estáis bajo la ley.” – Gálatas 5.13-18. Pasemos ahora a considerar algo de la naturaleza divina, la naturaleza de Dios, que también está en nosotros, sus hijos. Ella también ejerce su voluntad, y precisamente, el Espíritu Santo está en nosotros para guiarnos a toda la verdad, transformarnos a la Imagen de Cristo, fortalecernos con el Poder de Dios en Cristo Jesús, compadecerse de nuestras debilidades, dirigirnos en la oración, darnos su comunión, su Presencia, su amor, su fruto y sus dones. Observemos lo que dice el apóstol Pablo, acerca de nuestra nueva naturaleza, en relación con la liberación del poder del pecado y de la muerte, en Cristo Jesús, a través del Espíritu Santo, en Romanos 7.25 y 8.1-4, NVI: “¡Gracias a Dios por medio de Jesucristo nuestro Señor! En conclusión, con la mente yo mismo me someto a la ley de Dios, pero mi naturaleza pecaminosa está sujeta a la ley del pecado. Por lo tanto, ya no hay ninguna condenación para los que están unidos a Cristo Jesús, pues por medio de él la ley del Espíritu de vida me ha liberado de la ley del pecado y de la muerte. En efecto, la ley no pudo liberarnos porque la naturaleza pecaminosa anuló su poder; por eso Dios envió a su propio Hijo en condición semejante a nuestra condición de pecadores, para que se ofreciera en sacrificio por el pecado. Así condenó Dios al pecado en la naturaleza humana, a fin de que las justas demandas de la ley se cumplieran en nosotros, que no vivimos según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu.” Esto quiere decir que todos los hijos de Dios estamos llamados a vivir y a obedecer la voluntad del Espíritu Santo, renunciando a nuestra voluntad, como lo dijo el Señor Jesús en Lucas 9.23 y como se plantea claramente en Romanos 8.11-15, en la NVI: Y si el Espíritu de aquel que levantó a Jesús de entre los muertos vive en ustedes, el mismo que levantó a Cristo de entre los muertos también dará vida a sus cuerpos mortales Luis e Hilda Sánchez - AV-AIEC - [email protected] www.igleavid.org 5 por medio de su Espíritu, que vive en ustedes. Por tanto, hermanos, tenemos una obligación, pero no es la de vivir conforme a la naturaleza pecaminosa. Porque si ustedes viven conforme a ella, morirán; pero si por medio del Espíritu dan muerte a los malos hábitos del cuerpo, vivirán. Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios. Y ustedes no recibieron un espíritu que de nuevo los esclavice al miedo, sino el Espíritu que los adopta como hijos y les permite clamar: "¡Abba! ¡Padre!" Además, recordemos cuál es el fruto del Espíritu Santo en nosotros, según Gálatas 5.22-23, RV60: “Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley.” Por eso, vale la pena examinar nuestro diario vivir y actuar, qué hay más en nosotros, de las obras de la carne o del fruto del Espíritu. Eso nos ubica y nos ayuda a reflexionar y a tomar decisiones serias, diarias y constantes, para vivir y actuar como verdaderos hijos de Dios. Hasta este momento hemos observado algo de las voluntades de las dos naturalezas que viven en nosotros. Hemos aprendido que nuestra obligación es vivir y actuar conforme la nueva naturaleza y no según los vicios, deseos o voluntad de la carne, es decir de nosotros. ¿Pero, cómo podemos lograr hacer ésto? Tenemos que reconocer que el Señor Jesús nos dio el máximo ejemplo para no obedecer nuestra naturaleza humana o nuestros esfuerzos, sino la voluntad de Dios. Él lo hizo, lo logró a través de la oración, bajo la dirección del Espíritu Santo. Por esa misma razón nos enseña, “velad y orar, para que no entréis en tentación, pues el espíritu está dispuesto pero la carne es débil.” En días pasados, durante las enseñanzas de los martes en las noches, les enseñé acerca de la ‘oración en la vida de Jesús, el Hijo de Dios’. Aprendimos que Él dependió de la oración en todo momento y la usó como un medio de comunión e intimidad a solas con su Padre. Todos ese material está Luis e Hilda Sánchez - AV-AIEC - [email protected] www.igleavid.org 6 escrito, en audios y videos en la página web de la Iglesia, www.igleavid.org Pero además, Pablo nos enseña algo de vital importancia en relación con la oración dirigida por el Espíritu Santo: “Así mismo, en nuestra debilidad el Espíritu acude a ayudarnos. No sabemos qué pedir, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos que no pueden expresarse con palabras. Y Dios, que examina los corazones, sabe cuál es la intención del Espíritu, porque el Espíritu intercede por los creyentes conforme a la voluntad de Dios.” Romanos 8.26-27. Efesios 6.18, RV60: “orando en todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu, y velando en ello con toda perseverancia y súplica por todos los santos” Judas 1.20-21, RV60: “Pero vosotros, amados, edificándoos sobre vuestra santísima fe, orando en el Espíritu Santo, conservaos en el amor de Dios, esperando la misericordia de nuestro Señor Jesucristo para vida eterna.” Vale la pena prepararnos para la segunda venida de Cristo, por lo cual, recomiendo leer y meditar en 2ª de Pedro 3.11-18. Se hace necesario para todos nosotros, tomar muy en cuenta estas directrices, y reconocer que nuestra vida de oración, debe ser enfocada a la comunión e intimidad con Dios, en Cristo, a través del Espíritu Santo, según las sagradas escrituras, la Palabra de Dios. Termino este tema, compartiendo varios pensamientos extraídos del libro Una cita en el altar, aprendiendo a orar para desarrollar una vida de oración, del Pastor y Maestro Néstor Blanco: “¡Qué triste es que hallamos conceptualizado a la oración sólo como herramienta para ‘conseguir’ cosas y favores de Dios!” “La falta de pasión por la vida de oración está haciendo estragos en la gente de la Iglesia. Nos hemos llenado de actividades y de programas espectaculares que nos Luis e Hilda Sánchez - AV-AIEC - [email protected] www.igleavid.org 7 entretienen como si estuviéramos asistiendo a un circo ‘espiritual’” “Las caídas espirituales, así como las grandes victorias de la vida están relacionadas con la ausencia o presencia de la vida de oración.” “Los fracasos espirituales son parte de la vida humana, y no ocurren por accidente sino por elección.” “La presencia o ausencia de vida de oración en un cristiano va a determinar su crecimiento espiritual” “Nadie que se acerque a Dios permanece igual… lo único que puede evitar el ser transformado es no acercase a Dios… en oración de comunión e intimidad” “La oración es mucho más que hablar con Dios porque es una relación entre Dios y nosotros” De corazón a corazón te pido y te ruego, hagamos de la oración el único medio de comunión e intimidad con Dios, en el nombre de Cristo Jesús, a través del Espíritu Santo, de conformidad con la Palabra y nuestra decisión de fe, humildad y obediencia a su voluntad de santidad, amor, gracia y justicia. Recuerda: tenemos una obligación, pero no es la de vivir conforme a la naturaleza pecaminosa, sino conforme al Espíritu Santo de Dios. Luis e Hilda Sánchez - AV-AIEC - [email protected] www.igleavid.org 8