Origen y desarrollo del castellano y demás lenguas peninsulares España es un país en el que se hablan varias lenguas (plurilingüismo), y, tal y como se reconoce en el artículo 3 de la Constitución española, el español es la lengua oficial de todo el Estado: 1. El castellano es la lengua española oficial del Estado. Todos los españoles tienen el deber de conocerla y el derecho a usarla. 2. Las demás lenguas españolas serán también oficiales en las respectivas Comunidades Autónomas de acuerdo con sus Estatutos. 3. La riqueza de las distintas modalidades lingüísticas de España es un patrimonio cultural que será objeto de especial respeto y protección. La base del español es, fundamentalmente, el castellano enriquecido con el resto de lenguas peninsulares. Además del español, son lenguas cooficiales en sus respectivas comunidades autónomas, las siguientes: el gallego, el vasco, el catalán, el aranés (en el valle de Arán -Cataluña-) y el valenciano (para algunos lingüistas esta lengua procede del catalán, para otros procede directamente del latín). Todas estas lenguas mencionadas se encuentran diversificadas en modalidades diatópicas. Por otra parte, existen otras modalidades lingüísticas que son los llamados dialectos históricos, los cuales no han logrado el estatus de lengua oficial en sus respectivos territorios; se trata del asturiano o asturleonés y el aragonés o navarroaragonés. Ambas modalidades lingüísticas son romances (proceden directamente del latín). Antes de la llegada de los romanos, también en la Península Ibérica se hablaban diversas lenguas. De ellas, la única que se conserva es el vasco. El resto se perdió debido a que el latín se impuso en todo el territorio, tras la conquista y colonización romana (218 a.C., siglo III a. C.). De tal manera que con el latín llegó la primera unificación lingüística casi total de la Península Ibérica (Hispania). El latín que se aprende, tanto en nuestra península como en el resto de territorio conquistados por los romanos, es el llamado latín vulgar, esto es, el latín hablado. Se trata de un latín que, en Hispania, incluye una serie de rasgos procedentes de las lenguas prerromances hispánicas (por efecto del sustrato1 lingüístico), como son: • Rasgos de léxico, que no se rastrean en latín ni en otra lengua conocida contemporánea al latín: adebul, barraca, manteca, perro... • Rasgo fonéticos, como es el vocalismo de cinco unidades (frente a las diez del latín), que es el responsable de nuestras cinco vocales y de la diptongación en castellano (como consecuencia de la adaptación del vocalismo latino a lo que se conocía en la zona donde nace el castellano). Otro rasgo fonético interesante del castellano es la aspiración, y posterior desaparición, de la /f-/ inicial del latín, que deja una marca gráfica, la "h" (aunque no todas las haches del castellano proceden de /f-/ latina). • Rasgos morfológicos, como son los sufijos -asco (peñasco), -arro, -urro, -orro (guijarro, baturro, machorro...) Además, este latín vulgar ya llega a la península con los rasgos dialectales de los soldados y colonizadores latinos. Tras la caída del imperio romano, las lenguas de los pueblos que, posteriormente ocuparon nuestra península, también influyeron y contribuyeron en la formación de las lenguas hispánicas (por superestrato2 lingüístico). Así, los pueblos germánicos que entran y se establecen en el siglo V en la península fueron dejando palabras, sobre todo referentes al campo semántico de la guerra (guerra, heraldo, robar, ganar, guiar) pero también otras como rico, guadaña, jabón, falda... , además de topónimos (Guitiriz, Mondariz) o antropónimos (Rodrigo, Elvira, Álvaro…). Como los visigodos, que es el pueblo germánico que se asienta en mayor número en la Península Ibérica, ya venían muy romanizados (incluso utilizaban el latín para los documentos oficiales), su influencia en el latín hispánico es mínima y, únicamente, en el plano léxico. Pero, debido a las invasiones germánicas la fragmentación del latín es cada vez mayor, es decir, las diferencias dialectales normales en cualquier lengua (y más en una cuyo territorio era tan extenso) se hacen cada vez mayores. Se ha iniciado el camino para el nacimiento de las lenguas romances. Este nacimiento se concreta en la Península Ibérica, sobre todo, en el contexto de la Reconquista: con la invasión árabe (711), cuando algunos núcleos de resistencia no se someten al poder musulmán (galaicos, astures, cántabros, vascos, pirenaicos... Recordemos que la victoria en Covadonga fue en el 718). Desde estos núcleos norteños se inicia la Reconquista que se tradujo en la formación de diversos reinos, y en ruptura definitiva del latín vulgar que da lugar, en estos siglos, a las distintas lenguas romances norteñas. En el resto del territorio peninsular, bajo la presencia de los árabes y de su lengua, el árabe, como vehículo de comunicación oficial y dominante, cualquier manifestación lingüística de dialecto romance queda relegada al ámbito familiar, y además, muy mezclada con el árabe. Es lo que se conoce como mozárabe, la modalidad de base romance, pero plagada de arabismos, que hablan (ya que solo tiene una dimensión oral) los cristianos en los territorios ocupados por los árabes. La presencia árabe en la Península Ibérica tiene, pues, una consecuencia importante (aparte del númeroso léxico de origen árabe que tenemos en los romances peninsulares, no solo en el castellano): que sólo los dialectos latinos del norte (libres de la presencia del elemento árabe) podrán evolucionar hasta convertirse en lenguas. Por su parte, el mozárabe irá desapareciendo, embebida en las jóvenes lenguas romances que se van imponiendo desde el norte, según avanza la Reconquista; aunque deja huellas como son los ya mencionados numerosos arabismos, la mayoría de los cuales entra por vía mozárabe (ojalá, alcachofa, albañil, guarismo, alcantarilla, azucena, hasta, arroz etc.) Hasta hace poco, se consideró que los primeros documentos en primitivo romance hispánico -que no es plenamente castellano sino navarro-aragonés en su variedad riojana, castellano con elementos riojanos y elementos del vasco medieval- eran las glosas emilianenses (que aparecen en San Millán de la Cogolla), en La Rioja, y datan de fines del siglo X o principios del XI; y las glosas silenses, las cuales datan de fines del siglo XI, y aparecen en el monasterio de Sto. Domingo de Silos, en la provincia de Burgos. Sin embargo, hace unos años salieron a la luz otros textos más antiguos, escritos en castellano: son los Cartularios de Valpuesta (Burgos). Las glosas son notas explicativas en el margen de códices escritos en un latín que ya no era bien entendido por los monjes. Los cartularios de Valpuesta llamados «Gótico» y «Galicano» (este último copiado en 1236 y más latinizado), son documentos latinos referentes al Monasterio de Santa María de Valpuesta que abarcan copias de textos fechados desde el año 804 (más antiguos que los Juramentos de Estrasburgo, de 842)hasta el 1200, año a partir del cual aparecerán textos escritos en pleno romance castellano, al igual que sucede con otras lenguas iberorrománicas, que mostrarán sus primeros testimonios de un romance plenamente desarrollado a comienzos del siglo XIII. La diferencia entre unos y otros es que los cartularios no fueron escritos de manera intencionada, es decir, el que los escribió no era, posiblemente, consciente, de que ya no hablaba latín. Las glosas sí fueron escritas con intención: con la intención de aclarar palabras o expresiones latinas que se percibían como difíciles de comprender. La importancia de estos documentos es doble: por una parte constituyen testigos directos del estado del dialecto latino de la época; por otra parte son indicadores de la percepción que los propios hablantes tenían de lo que hablaban (en el caso de las glosas). Unos y otros nos dan noticia, por lo tanto, de algo importante para la historia de la lengua: hacía tiempo que la gente de "a pie" no entendía fácilmente el latín, dado que los propios monjes tenían dificultades; hacía tiempo que el romance hispano ya “campaba a sus anchas”. Como hemos comentado, de estas lenguas romances la que llega a tener más peso es el castellano, y esto es así porque Castilla, desde bien temprano, quedó configurada como el reino más pujante del mundo cristiano hispánico. El resto de lenguas romances (gallego, asturleonés, navarroaragonés y catalán), quedaron relegadas a territorios menos extensos, compartidos, casi siempre con el castellano. Lo mismo ocurrió con el vasco, que no es lengua romance, sino prerromance, pero que comparte muchos rasgos con el castellano (por adstrato3 lingüístico). --------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------1.- Sustrato lingüístico: huella que deja una lengua que desaparece de un territorio en aquella que la hace desaparecer. 2.- Superestrato lingüístico: huella que deja una lengua que no se impone en un territorio sobre aquella que ya está asentada en ese territorio. 3.- Adstrato lingüístico: huella que deja una lengua sobre otra de la que es vecina (influencia por vecindad). • ROMANCES DEL NORTE El gallego proviene del gallego-portugués (o galaico-portugués), lengua medieval fruto de la evolución del latín vulgar en la zona noroccidental de la península Ibérica, concretamente en parte de la antigua provincia romana de Gallaecia (territorio de la Galicia actual, el norte del actual Portugal, Asturias, la actual provincia de León y parte de Zamora). El documento más antiguo escrito en gallego que se conserva, data de 1228, se trata del fuero de Castro Caldelas («Foro do bo burgo do Castro Caldelas») otorgado por el rey Alfonso IX en abril de dicho año a la villa orensana. Durante la Edad Media, el gallego-portugués fue, junto con el occitano (lengua romance de la mitad sur de Francia), la lengua vehicular de la creación poética trovadoresca en toda la Península Ibérica.Tal es la importancia de esta lengua que hasta el rey de Castilla, Alfonso X el Sabio, escribió en gallego-portugués sus Cantigas de Santa María. A finales de la Edad Media, la nobleza castellana mantuvo una importante influencia sobre la gallega, lo que conllevó en la práctica el abandono del gallego en el ámbito público, creándose una situación de diglosia. La influencia del castellano, así como el aislamiento (que en gran medida contribuyó a mantener términos que en portugués pasaron a ser clasificados como arcaísmos), provocó que el gallego fuera distanciándose del portugués, la lengua oficial del reino de Portugal (la separación de las dos ramas -gallego y portugués, se produce en 1139, tras la constitución del reino de Portugal), que conoció además una importante expansión ultramarina. En Galicia se conoce a esta época, que se prolonga hasta finales del siglo XIX, como los séculos escuros (siglos oscuros). A finales del siglo XIX se produce el movimiento literario conocido como Rexurdimento, con el cual, gracias a autores como Rosalía de Castro, Curros Enríquez, Valentín Lamas Carvajal o Eduardo Pondal, se convierte el gallego en lengua literaria, aunque casi exclusivamente utilizada en poesía. A comienzos del siglo XX comienza a ser utilizada en los mítines por los partidos galleguistas. En 1906 se fundó la Real Academia Gallega, institución encargada de la protección y difusión del idioma. En el Estatuto de Autonomía de 1936 el gallego es reconocido como lengua cooficial, junto con el castellano. Sin embargo, tras la guerra civil sigue un período de represión lingüística, que hace que durante los años cuarenta casi toda la literatura gallega se escriba desde el exilio. No obstante, durante los años setenta tiene lugar un importante cambio, y desde 1978 el gallego es reconocido como oficial en Galicia por la Constitución Española y por el Estatuto de Autonomía de 1981. Actualmente, el uso del gallego sobre el español es mayoritario en las áreas rurales, y es menor su uso en las grandes urbes, debido a la influencia del castellano. Si bien es el idioma porcentualmente más hablado de entre los propios de los antiguos reinos españoles, goza de menos reconocimiento social que, por ejemplo, el catalán, que también ha sufrido políticas centralistas represivas durante el franquismo, seguramente porque desde finales de la Edad Media fue identificado por los propios gallegos como la lengua de los campesinos y de las capas bajas de la sociedad. En la práctica, gran parte de los gallegohablantes hablan una variedad poco cuidada del gallego, que introduce numerosos castellanismos léxicos, fonéticos y prosódicos (pronunciación y acentuación). El asturleonés tiene su origen en el latín vulgar, principalmente de las legiones norteafricanas asentadas en Asturica Augusta y en la Legio VI. El asturleonés fue la lengua de la primera monarquía de la Reconquista. A pesar del ímpetu con que los reyes asturianos y leoneses avanzaron hacia el Sur musulmán, pronto la iniciativa política pasó a manos de los castellanos; y en el primer tercio del siglo XIII (con Fernando III el Santo (1230) la influencia del asturleonés en ámbitos políticos descendió notablemente, y se ve sustituido por el castellano, sobre todo en el territorio sur, pues en el norte (núcleo asturiano) se conservó y se conserva con más vitalidad. No obstante, pasó a ser un idioma de uso más bien familiar y rural, ya que de los siguientes siglos tan solo se conservan escrituras públicas, donaciones y documentos menores. A partir del siglo XVII encontramos ya literatura en esta lengua, con autores como Antón de Marirreguera o Josefa Jovellanos (hermana del ilustrado Gaspar Melchor de Jovellanos) y en el siglo XIX también podemos encontrar autores destacados como Xuan María Acebal, Caveda y Nava, Teodoro Cuesta, Pin de Pría o Fernán Coronas. Durante el siglo XX se han ido haciendo esfuerzos importantes para proteger y promover esta lengua; es el caso del trabajo de la academia de la Llingua Asturiana, que trabaja para proporcionar al asturiano la mayoría de herramientas necesarias para garantizar su supervivencia: una gramática, un diccionario y publicaciones periódicas. A esto ayudan una nueva generación de escritores asturianos como pueden ser Berta Piñán, Xuan Bello, Nel Amaro, Milio Rodríguez Cueto, Xurde Álvarez... Actualmente es reconocida como lengua a proteger, promover y difundir en los medios de comunicación y en la enseñanza, pero no como lengua cooficial. El aragonés tiene su origen en el latín vulgar que se formó en los valles pirenaicos aragoneses durante los siglos VII y VIII sobre un fuerte sustrato vascón. La lengua también recibe, en su período medieval, la denominación entre lingüistas de navarroaragonés, por la inicial dependencia aragonesa del Reino de Navarra y su uso en la zona no vascohablante. Con la Reconquista, o expansión del primitivo Reino de Aragón hacia el sur sobre tierras musulmanas, se extiende el idioma por todo el territorio conquistado, siendo los siglos XIII y XIV aquéllos en que abarcaría su mayor extensión. La unión del Reino de Aragón con el Condado de Barcelona (s. XII) en lo que sería la Corona de Aragón supuso una importante influencia mutua entre la lengua aragonesa y la lengua catalana. La Cancillería Real tendría el latín, el catalán y el aragonés por lenguas de uso, y ocasionalmente el occitano. El principal personaje de la lengua aragonesa fue sin duda Juan Fernández de Heredia (s XIV), que escribió un amplio catálogo de obras en aragonés y además tradujo diversas obras del griego al aragonés, por vez primera en la Europa medieval. Con la instauración, en 1412, de la dinastía castellana de los Trastámara en la Corona de Aragón, el castellano se va convirtiendo progresivamente en la lengua de la corte y de la nobleza aragonesa. Las clases altas y los núcleos urbanos serán los primeros focos de castellanización, quedando el aragonés cada vez más relegado a lengua de ámbito rural o doméstico, y a sufrir un desprestigio social progresivo. Los siglos posteriores a los Decretos de Nueva Planta (que suponen una abolición de las instituciones propias) de Felipe V supondrían la implantación casi total de la lengua castellana en Aragón, donde actualmente es el único idioma oficial y la lengua familiar del 95% de los aragoneses. En los años posteriores a la dictadura de Franco, el aragonés contó con una notable revitalización, que llevó a la creación de asociaciones defensoras y promotoras del idioma, a progresivos intentos de estandarización de los dialectos así como de unas normas ortográficas consensuadas-, a una creciente creatividad artística, principalmente literaria, y a una búsqueda de su cooficialidad en varios municipios altoaragoneses. Sin embargo, y a pesar del aumento de estudiantes de aragonés y de gente concienciada con la salvaguarda del idioma, éste sigue contando con muy poca ayuda por parte de las instituciones, y su estado de conservación es cada vez más precario entre sus hablantes nativos. Hoy las hablas aragonesas mejor conservadas se dan en los valles jacetanos de Hecho (Echo) y Ansó, llamado Cheso, en el valle de Gistaín (Chistau), en el valle de Tena, donde mejor se conserva es en Panticosa, conocido como panticuto, y las hablas de la Ribagorza occidental, principalmente en Benasque (Benás). El catalán, que surge en el extremo nororiental de la Península a raíz de la disolución del latín, entre los siglos VIII y X, en los territorios del Imperio Carolingio que formaban los condados de la Marca Hispánica, tuvo una personalidad más fuerte que sus hermanas romances, a pesar de que la historia política de Cataluña estuvo durante la Edad Media bastante subordinada a la de Aragón. En la expansión del reino aragonés hacia el sur (siglo XII), en la que los catalanes desempeñaron un importante papel, estos llevaron su lengua hasta el extremo meridional de la costa levantina (valenciano) y la extendieron a las islas Baleares. En todos estos territorios, con variedades dialectales, se sigue hablando en la actualidad. Es el idioma romance que ha resistido con más tenacidad al impacto de su hermano castellano. La lengua catalana aparece por primera vez en la documentación escrita en la segunda mitad del siglo XII. Se conservan textos catalanes jurídicos, económicos, religiosos e históricos del siglo XII, científico-filosóficos y literarios de los soberanos catalanes, de los tribunales, de los documentos jurídicos y de la comunicación administrativa. El primer texto conocido escrito íntegramente en catalán es la traducción de un pequeño fragmento del Liber iudiciorum, código de leyes visigótico, de la segunda mitad del siglo XII. Desde el siglo XIII el catalán cuenta con su primer gran talento literario universal: Ramon Llull. Es el primer escritor que utiliza el catalán en la prosa literaria como instrumento normal de comunicación y también como herramienta útil en la expresión cultural. En este sentido, Ramon Llull superó la situación lingüística de la época, que era favorable al uso del latín y del provenzal en textos filosóficos o literarios. Durante los siglos XIII y XIV la lengua catalana alcanza su más grande expansión política y geográfica peninsular (se conquistan los reinos de Valencia y Murcia) y mediterránea (se conquista el reino de Mallorca, Sicilia, Cerdeña, Nápoles, Atenes y Neopatria). El catalán se llegó a hablar, aunque de forma desigual, en cinco estados del Mediterráneo donde gobernaban dinastías catalanas y llegó a ser, durante el siglo XIV, una de las lenguas más extendidas y difundidas. El siglo XV ha estado calificado de "siglo de oro" de la literatura catalana, aunque esta etapa dorada se inició ya en el siglo XIV con Bernat Metge. Desde el punto de vista literario, la lengua catalana alcanza momentos de esplendor, con las obras de los escritores Roís de Corella, Jaume Roig, Ausiás March, poeta valenciano, auténtico forjador de la poesía catalana, y el valenciano Joanot Martorell del cual hemos de destacar la novela Tirant lo Blanc, primera novela moderna de la literatura europea. A raíz de la Guerra de Sucesión (1705-1715), Felipe V disuelve todas las instituciones de gobierno que aún existían en Cataluña y hace aplicar las leyes castellanas. El catalán padece diversas etapas de prohibición y también de represión, de manera que la mayor o menor implantación y el uso de la lengua en su propio territorio desde el siglo XVIII ha dependido más de causas políticas que no de razones estrictamente socioculturales. En el siglo XIX comienza una etapa de recuperación económica, cultural y nacional conocida con el nombre de Renaixeça. La lengua catalana vuelve a revivir como vehículo de cultura literaria gracias a los Juegos Florales (certámenes literarios promotores y difusores de una lengua) y a figuras importantes como Jacint Verdaguer, Narcís Oller y Ángel Guimerá. La Renaixença sirvió para tomar conciencia de la falta de unidad en el uso de la lengua (no existía un modelo de lengua común escrita) y de la necesidad de proceder a la elaboración de unas normas ortográficas. La creación del Institut d'Estudis Catalans (1907) permitió la codificación mediante la publicación de las Normes ortográfiques (1913), del Diccionari ortográfic (1917) y de la Gramática catalana de Fabra (1918). Durante el primer tercio del siglo XX Cataluña vive una gran efervescencia política que culmina con la recuperación de un cierto poder político (la Generalitat) durante la década de los años treinta. El catalán recupera el estatus de lengua oficial durante la Segunda República (1931-1939), del cual había estado desposeído desde el siglo XVIII. Pero todo aquel futuro prometedor se rompe a causa de la guerra civil y sus consecuencias. El uso público del catalán fue prohibido, y su uso se limitó al ámbito doméstico y familiar. Desde la recuperación de las instituciones democráticas se promueve un proceso de recuperación del uso del catalán. Además en el valle de Arán se habla aranés, una modalidad del gascón. Este idioma no traspasó las fronteras del valle donde se habla desde la Edad Media. Y por último, no debemos olvidar en este repaso de las lenguas peninsulares, el vasco, única lengua prerromance de Europa; de origen incierto (lo único que se sabe a ciencia cierta es que no pertenece a la gran familia de las lenguas indoeuropeas), se ha mantenido vigente desde tiempos inmemoriales. Es, además, un idioma que ha tenido mucho que ver en la formación del castellano en el que ha influido por adstrato (influencia que una lengua ejerce sobre otra por vecindad). Es posible los territorios en que se hablara el vasco antiguamente hayan ido retrocediendo por la presión inicial de las lenguas indoeuropeas en las edades del Bronce y del Hierro, lo que supuso una primera merma del solar del euskera, que no conseguiría remontar contra el latín en época romana y posteriormente, tras un período de recuperación debido a las repoblaciones de la Reconquista, volvió a retroceder ante el empuje del gascón, el navarro-aragonés, el castellano y el francés hasta quedar restringido a la parte oriental de Vizcaya, al norte de Álava y Navarra, a Guipúzcoa y al País Vasco Francés. Actualmente se encuentra en proceso de recuperación en todo el País Vasco y Navarra. Los textos más antiguos de esta lengua encontrados hasta ahora son varias palabras aparecidas en epitafios del siglo II d. C. en Aquitania. En el municipio navarro de Lerga (Estela de Lerga) se encontró una estela funeraria hispanoromana con antropónimos indígenas, datada en el siglo 1. La información disponible sobre el euskera medieval es bastante escasa y fragmentaria. La mayor parte de la información sobre el euskera medieval proviene del estudio de la toponimia y la antroponimia, además de algunas pocas palabras (como términos jurídicos del Fuero General de Navarra) y algunas frases cortas. El latín y los romances fueron las lenguas del saber, de las minorías cultas y de la administración oficial, tanto civil como eclesiástica. Pero aquellos grupos también debían de conocer la lengua de los criados y siervos. Los escribanos utilizaban el romance para escribir, aunque la lengua de uso cotidiano fuera el euskera. Del siglo XI, existen las glosas halladas en el monasterio de San Millán de la Cogolla situado en La Rioja (donde también se encontraron los primeros escritos en lengua romance), en forma de pequeñas anotaciones de traducciones, las llamadas Glosas Emilianenses, de las cuales la 31 y 42 son frases en euskera. A medida que avanza la Edad Media la información es más abundante, aunque no llegamos a tener textos extensos hasta los siglos XV y XVI. Hasta muy tardíamente los escritores laicos fueron una excepción y la mayoría de las obras publicadas fueron de temática religiosa, limitándose principalmente a traducciones de doctrinas y catecismos, biografías de santos y algunos tratados teológico-filosófico. En la segunda mitad del siglo XIX, la derrota en las Guerras Carlistas y los cambios que se estaban dando en la sociedad originaron cierta preocupación sobre el futuro de la lengua, lo cual motivó la fundación de asociaciones como la Sociedad Euskara de Navarra, la celebración de certámenes literarios y juegos florales y la aparición de las primeras publicaciones en euskera. La lingüística europea comenzó a interesarse por ella y empezó a estudiarse la lengua de manera científica. Floreció la literatura y los folcloristas y musicólogos se interesaron por recuperar la tradición oral. Entre 1848 y 1936, se produjo el llamado euskal pizkundea o renacimiento vasco, con poetas como Nicolás Ormaetxea Orixe, Xabier Lizardi o Esteban Urkiaga Lauaxeta, Sin embargo, la guerra civil y su desenlace pospusieron esa etapa de maduración literaria y social. La identificación del euskera con la vida rural duró hasta el relevo generacional de los años cincuenta y sesenta. Es entonces cuando en un ambiente de efervescencia cultural y política, el euskera empezó a oírse en boca de los jóvenes universitarios y ambientes urbanos. En 1918 se fundó la Sociedad de Estudios Vascos-Eusko lkaskuntza- con el patrocinio de las cuatro diputaciones vasco-navarras y un año después, la Academia de la Lengua Vasca. Actualmente el vasco o euskara es lengua cooficial con el español en las tres provincias del País Vasco (Álava, Vizcaya y Guipúzcoa) y en la Comunidad Foral de Navarra. • EL CASTELLANO El castellano tiene su origen en el latín vulgar del territorio más oriental del reino asturleonés, antigua tierra de las tribus cántabras, autrigonas y várdulas, (las crónicas al referirse en estos primeros caminares de la naciente Castilla dicen Bardulia que ahora llamaremos Castiella). Los habitantes de esta zona, comprendida en las actuales Merindades, valle de Mena, parte sur de las montañas cántabras y valles alaveses próximos, estaban en constante lucha y eran frente de guerra contra las tropas musulmanas. Poco a poco se fueron ampliando los territorios conquistados a los musulmanes y llegó un momento en que, junto a Castilla, había otros territorios comprendidos en su mayor parte en la actual provincia de Burgos, al frente de los cuales había otros condes aparte del de Castilla. Existían así los condes de Castilla, en Lantarón, Cerezo, Álava, Lara y Burgos entre otros. Estos territorios, fueron repoblados con gentes de diversas procedencias, así había cántabros, várdulos, autrigones, vascones, astures, hispano-godos huidos del sur... Con Fernán González, se unifican todos los territorios en un solo condado castellano. El condado de Castilla, a la muerte de Fernán González, comprendió la totalidad de las provincias de Burgos y Vizcaya, la mayor parte de Cantabria y Álava y pequeñas comarcas de las actuales provincias de Guipúzcoa, La Rioja, Soria y Palencia. Así pues, vemos que el castellano, nació en una tierra en la que las condiciones de vida eran un tanto especiales así como también lo era la procedencia de sus habitantes y repobladores. Estas gentes, venidas más allá de las montañas, los foramontanos, estaban en continua lucha contra los musulmanes y contra la vida misma. Desde un principio se mostraron independientes y rebeldes contra el poder centralizador del gobierno Astur. Tras la unificación Castilla y su constitución como reino independiente del reino asturleonés (esto ocurre en el siglo XI), el castellano se extiende, de manera pujante, hacia el sur igual que las conquistas de los castellanos. Así va arrinconando al resto de los romances hispánicos: gallegoportugués, asturleonés, navarroaragonés, catalán. También se fue imponiendo en otros reinos cristianos debido a su potencia política y su nivel cultural, cada vez más fuerte, de manera que los reinos vecinos fueron aceptando paulatinamente la peculiar manera de hablar de los castellanos. Efectivamente, el castellano es, de todas las lenguas romances peninsulares, la más innovadora. Algunos rasgos que la identifican como tal son: • f-/>/h />/Ø)/(es decir, desaparición del fonema /f/inicial latina) • La diptongación de /é/ y/ó/ en /ie/ y/ue/ (finalmente, son estas las variantes que se fijan. • Palatalización de los grupos/-kt-/y/-ult-/(noctem> noche; multum> mucho) • Los grupos iniciales latinos /pl-, cl-, fl-,l palatalizaron y evolucionaron a /ll-/: plorare > llorar, clamare > llamar, flamma > llama. Así pues, a lo largo de los siglos el castellano avanza inexorablemente por todo el territorio peninsular (en forma de cuña invertida, dice Ramón Menéndez Pidal), hasta que en el siglo XV se erige en lengua de todo el reino. Pero antes de ello hay diversos momentos importantes en la historia del castellano. Uno de esos momentos decisivos en el afianzamiento de dicho romance se dio durante el reinado de Alfonso X de Castilla y León, (1252-1284). Si los cantares de gesta (como el de Mio Cid, que data del siglo XI, el primer cantar escrito alrededor de 1200) estaban escritos en esa lengua vulgar -el castellano- y por eso mismo eran populares, podría pensarse que las obras cultas y literarias producidas en la Corte del citado rey deberían ser redactadas en latín, única lengua culta que toda la Europa cristiana había admitido hasta esa época; por eso resultó una verdadera revolución cultural el hecho de que Alfonso X el Sabio decidiese dirigir un buen número de obras de elevada cultura redactadas en un idioma hasta entonces desairado por las personas letradas por considerarlo demasiado prosaico; de la misma manera, convierte el castellano en lengua de los documentos reales (serán escritos en la modalidad del habla de Toledo). Con Alfonso X se produce, además (y como consecuencia de lo dicho anteriormente), la primera normalización del castellano, ya que quedan fijadas las primeras normas ortográficas de este romance. Ello contribuye a la nivelación lingüística oral y escrita, así como al desarrollo de la prosa castellana. Todo ello desembocó en el reconocimiento oficial del castellano que podía alternar desde entonces con el latín, un idioma respetado por todas las personas ilustradas. El castellano medieval da lugar al castellano clásico (siglos XVI a XVII). Durante el siglo XV, período preclásico, los Reyes Católicos contribuyeron a unificar este idioma encargando, en 1492, una gramática de la lengua castellana (la primera) a Elio Antonio de Nebrija; la razón de tal encargo estaba en la colonización de América, recién descubierta. Con este acontecimiento, el castellano sale de las fronteras peninsulares y se extiende enriqueciéndose por el contacto con otras lenguas (por ejemplo, el léxico español se amplió notablemente a partir de estos momentos con los numerosos americanismos que llegaron de las colonias de ultramar: tomate, patata, canoa, tiburón, chocolate, cacique etc). Por otra parte, la imprenta (inventada en 1440) colabora a la uniformidad gráfica, léxica y sintáctica progresiva de la lengua castellana, a la que ya podemos llamar español. Durante los siglos XVI y XVII (siglos de oro), el esplendor literario ayuda a consolidar el sistema fonológico moderno (así, por ejemplo, se reajustan las sibilantes y aparecen los modernos /g/ ("z" y "ce,i") y /χ/ ("j" y "ge,i") en la lengua oral, la h- procedente de /f-/ del latín deja ya de pronunciarse definitivamente, y quedan prácticamente asentados los actuales sistemas vocálicos y consonánticos (al tiempo que se definieron muchas vacilaciones morfosintácticas como, por ejemplo, la vacilación entre los pronombres "nos", "vos" y "nosotros", "vosotros" en la referencia a varios individuos se resuelve a favor de las formas compuestas, que no eran equívocas, pues nunca designaban un individuo singular, mientras que "nos" y "vos" sí lo hacían en usos reverenciales o corteses. La norma lingüística de la época variaba entre la de Toledo, donde estaba la Corte; la de Burgos, cuyos usos lingüísticos se consideraban anticuados; y la de Sevilla, que era la capital del comercio ultramarino. Finalmente, se adoptó como modelo el buen gusto y elegancia de los escritores y gente culta, al margen de su procedencia geográfica. Durante el siglo XVIII se funda la Real Academia Española (en 1713, por iniciativa de Juan Manuel Fernández Pacheco, marqués de Villena, y por orden de Felipe V con la intención de mantener el idioma lo más puro posible, e impedir la entrada de galicismos), y con ella se fijan las normas del idioma en todos los niveles (gracias a la RAE van desapareciendo vacilaciones en la lengua). Se edita el Diccionario de Autoridades, la primera Ortografía y la primera Gramática académicas. Ya podemos hablar de español moderno. En estos siglos (del XVIII a nuestros días) son muchos los préstamos que van entrando en el idioma: italianismos, americanismo, lusismos, galicismos, anglicismos... Otros entraron a lo largo de la historia (como los galicismos que nutrieron los romances hispánicos durante la Edad Media y que llegan a la península por el camino de Santiago, los italianismos abundantes que se ponen de moda durante el Renacimiento, además de los ya mencionados arabismos y los indigenismos americanos). En la actualidad es el inglés la lengua que da lugar a más préstamos, sobre todo en lo que se refiere a términos relacionados con la investigación científica, los medios de comunicación, las nuevas tecnologías y la economía. Pero además, el ámbito del español moderno no se limita solo a la nación española, sino que su extensión es amplia: por casi toda América del Sur (excepto Brasil, en la Guayana y en Belice -aunque en estos dos últimos países, así como en EEUU hay un número importante de hablantes de español), América Central y el sur de América del Norte (México), el Caribe, Guinea Ecuatorial, Sahara occidental (en África; en este último lugar se habla árabe, pero el español es el idioma oficial), Filipinas (no es lengua oficial, pero sí hay hablantes de español como herencia de la época en la que Filipinas fue colonia española) y en comunidades de judíos sefarditas que se encuentran establecidas en diversos países a lo largo del Mediterráneo (como es Turquía). Por otra parte, el español -como no puede ser de otra manera- no es uniforme; no lo es el peninsular y, por supuesto, menos aún lo es el español que hay fuera de las fronteras de nuestro país. Por poner algunos ejemplos (que se desarrollarán en otros temas), dentro del español peninsular hay dos grandes zonas dialectales: la del español septentrional y la del español meridional. Fuera de nuestro país, el español americano (hablando de manera muy general) comparte rasgos comunes con el español meridional (como son el seseo y la relajación de consonantes y vocales en general); el español sefardita es un español que se mantiene casi intacto desde el siglo XVI, apenas ha evolucionado dada su situación de incomunicación con el resto de países de habla hispana; en Guinea Ecuatorial el español es oficial, sí, pero no es muy hablado y está mezclado con otros rasgos. Además, en la configuración del castellano actual intervienen nuevos factores que ejercen una acción niveladora y unificadora de la lengua en todo el ámbito hispanohablante, como son: la extensión de la cultura general y la enseñanza entre las clases más desfavorecidas; el aumento de la producción editorial y periodística; la presencia masiva de la radio, la televisión y los ordenadores; la penetración continua de neologismos científicos, técnicos, deportivos del inglés y del francés (en la última edición (22a) del Diccionario de la Real Academia se ha realizado un gran esfuerzo para incorporar palabras recientes de uso diario en el trabajo y la conversación. Por otra parte, continúa la tendencia de adaptar en lo posible la fonética a la pronunciación. En este sentido van encaminadas las normas de la Academia en su Ortografía (1952, 1959, 1999, 2010). ESQUEMA DE LAS PRINCIPALES ETAPAS DE FORMACIÓN DEL CASTELLANO. • LATÍN VULGAR RASGOS DE SUSTRATO PRERROMANO + RASGOS DIALECTALES DEL LATÍN TRAÍDO POR SOLDADOS Y COLONIZADORES. • ETAPA DE PROTORROMANCE HISPÁNICO: OBSERVACIONES SS.V A VII ETAPA VISIGÓTICA superestrato SS. VII A X-XI ETAPA ÁRABE SS. X-X GLOSAS EMILIANENSES Y SILENSES • SIN DOCUMENTOS ROMANCES (SOLO LATÍN) CARTULARIOS DE VALPUESTA ( S.IX) AÚN NO SE TENÍA CONCIENCIA DE HABLAR UNA LENGUA DIFERENTE AL LATÍN SE TENÍA CONCIENCIA DE QUE EL LATÍN YA NO SE COMPRENDÍA BIEN FORMACIÓN DE LENGUAS ROMANCES EN EL NORTE DE LA PENÍNSULA Y EXTENSIÓN DE LAS MISMAS HACIA EL SUR (SS X-XV) S. XII AFIANZAMIENTO DEFINITIVO DE LOS REINOS CRISTIANOS. MESTER DE JUGLARÍA: PRIMERA ESCUELA POÉTICA EN LENGUA ESPAÑOLA. S.XIII MESTER POR PRIMERA VEZ, SE USAN EL CASTELLANO COMO LENGUA LITERARIA Y DE CULTURA POEMA DEL MÍO CID. DE CLERECÍA (SE EXTIENDE HASTA EL SIGLO SIGUIENTE). PRIMERA NORMALIZACIÓN LINGÜÍSTICA DEL CASTELLANO (ALFONSO X) S. XIV DESARROLLO DE LA PROSA CASTELLANA. S. XV CASTELLANO>ESPAÑOL. PRIMERA GRAMÁTICA DEL ESPAÑOL (NEBRIJA 1492). EL ESPAÑOL SALE DE LAS FRONTERAS DEL PAÍS • SS.XVI Y XVII DON JUAN MANUEL DESARROLLO DE LA LITERATURA CON OBRAS COMO LA CELESTINA ESPAÑOL CLÁSICO SIGLOS DE ORO IMPORTANTE DESARROLLO DE LA LENGUA ESPAÑOLA COMO LENGUA DE CULTURA. EL ESPAÑOL SE IMPONE EN GRAN PARTE DE AMÉRICA Y EUROPA Y SE ENRIQUECE, A SU VEZ, CON NUEVOS VOCABLOS (PRÉSTAMOS) PROVENIENTES DE AMÉRICA SOBRE TODO, PERO TAMBIÉN DE ITALIA Y OTRAS LENGUAS DE EUROPA. NORMA LINGÜÍSTICA POR LA QUE SE OPTA: EL BUEN GUSTO Y ELEGANCIA DE LOS ESCRITORES Y GENTE CULTA, AL MARGEN DE SU PROCEDENCIA GEOGRÁFICA. • SS. XVIII ESPAÑOL MODERNO CREACIÓN DE LA RAE SS. XIX A XXI ESPAÑOL MODERNO PUBLICACIÓN DEL DICCIONARIO DE AUTORIDADES, LA ORTOGRAFÍA Y LA GRAMÁTICA DE LA RAE. SE ENRIQUECE CONTINUAMENTE SON NUMEROSOS PRÉSTAMOS EXTRANJEROS. UNIFORMIDAD ORTOGRÁFICA INFLUENCIA DE LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN.