IDENTIDADES ETNICAS, RELIGIOSAS Y LOCALES EN LA

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IDENTIDADES ETNICAS, RELIGIOSAS Y LOCALES EN LA
INDEPENDENCIA DE COLOMBIA Y MÉXICO
Miguel Ángel Urrego
Instituto de Investigaciones Históricas
Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo
La independencia en países como México fue posible por la reivindicación que
hicieron los criollos del pasado indígena, por la identificación con la grandeza
de la cultura de un ”México” que supuestamente existía antes del dominio
colonial. En segundo lugar, porque la religiosidad popular justificó la ruptura
de los vínculos con España y el uso de la violencia -de la guerra- para el logro
de la autonomía.
En el caso colombiano no existieron comunidades indígenas que hubiesen
construido monumentos importantes –pirámides, palacios- que facilitaran a la
población la identificación rápida con un pasado, real o imaginario. Es cierto
que algunas comunidades desarrollaron elaboradas técnicas para el trabajo del
oro, pero la difícil geografía nacional y las grandes diferencias entre las culturas
de la selva y los andes las aisló. Por otra parte, al momento de la llegada de los
españoles no había concluido el proceso de centralización en torno al poder de
una comunidad –los muiscas por ejemplo- que facilitara la expansión y la
unificación como, guardando las proporciones, lo habían logrado los incas. Por
su parte las elites locales, los criollos, no inventaron nada con respecto a las
comunidades indígenas prehispánicas, de manera que no emplearon, como en
México, el pasado como argumento para la lucha por la independencia.
El pueblo y las elites que se levantaron en la Nueva Granada no lo hicieron en
nombre de la preservación de una identidad religiosa o cultural o debido a la
existencia de una identidad incluyente. Aunque los sacerdotes evidentemente
participaron en los bandos en conflicto y aunque la alta jerarquía eclesiástica
excomulgó a disidentes -como Simón Bolívar- o a los mestizos que se habían
levantado con el Movimiento de los Comuneros, no existió religiosidad popular
en la guerra de independencia de Colombia.
Esto se debe a que a diferencia de México carecimos de un culto religioso que
integrara a los habitantes. Los que reconocemos o practicamos hoy día fueron
tardíos, del siglo XIX, como la consagración del país al Sagrado Corazón, el
culto a la Virgen o al Divino Niño se hicieron nacionales también tardíamente.
En México, por el contrario, fueron los sacerdotes Miguel Hidalgo y José María
Morelos los que dirigieron la guerra; se erigieron en líderes de las masas
campesinas e indígenas; crearon una legitimidad a sus acciones, a pesar de que
significaban el uso de la violencia; y, por éstos hechos, fueron ejecutados.
Pero lo más importante fue que la Virgen de Guadalupe, y de manera general la
religiosidad popular, se constituyó en actor del conflicto y en fuente de
formación del Estado nacional mexicano. Quienes plantearon por primera vez
la necesidad de la independencia señalaron que el culto a la Virgen era anterior
a la colonización española, pues su aparición al indio Juan Diego se presentó el
día 12 de diciembre de 1531. Señalaron, además, que existían símbolos de la
cultura cristina, la cruz por ejemplo, en culturas mesoamericanas. Es decir la
Virgen no fue traída por los españoles y, por tanto, la colonización, que se
justificó en la evangelización, era ilegítima.
Si tenemos en cuenta estos dos elementos, la participación de sacerdotes en la
dirección de la guerra y la presencia de la Virgen de Guadalupe en la
justificación de la independencia, comprenderemos fácilmente el hecho que en
los campos de batalla las banderas de los insurrectos fuesen blancas y azules –
los colores de la Virgen- y que gritaran consignas como la siguiente: "Viva la
Virgen de Guadalupe, muerte al mal gobierno, abajo los gachupines
(españoles)".
Por supuesto, los pronunciamientos de cabildos, como el de Santa Fe de Bogotá
durante el 20 de julio de 1810, tuvieron manifestaciones de fidelidad a la Iglesia
católica, apostólica y romana. Por supuesto, el llamado de los sacerdotes o
algunos empleos del culto católico debieron ser empleados en la movilización
de mestizos. Es decir, debieron haber existido oraciones, rezos, plegarias para
santificar armas, etc. No obstante, lo que nos interesa resaltar es, desde la
perspectiva comparativa con procesos de la guerra de la independencia en otros
países del continente, que lo religioso no fue un factor determinante en la
confrontación de los bandos patriotas o realistas.
El tipo de identidad más consolidada al momento de la independencia de la
Nueva Granada fue la que se construyó en torno a la ciudad, y éstas se
diferenciaron debido a la manera cómo se caracterizó: el poder de sus elites; la
población indígena o esclava; el tipo de producto que se explotaba; las
condiciones geográficas o la forma cómo se integraba a Santa Fe de Bogota y al
imperio; la importancia de sus instituciones educativas; etcétera.
De allí la existencia de diferencia de proyectos durante las protestas de los
cabildos y la consolidación de dos opciones: independencia o fidelidad a
España. La formulación de tales propósitos se manifestó en fuertes diferencias
entre las ciudades y, por ello, encontramos guerras entre ciudades: Cartagena
versus Santa Marta, una independentista y la otra realista.
En esencia, la guerra de independencia en Colombia se hizo sin recurrir a la
elaboración de mitos políticos sobre el pasado indígena y sin el empleo de la
religiosidad popular, en otras palabras fue laica. Los sacerdotes o los indígenas
son casi inexistentes en el panteón de los héroes nacionales o en los textos de
historia patria, por el contrario pululan los generales.
Las implicaciones de estos hechos en la conformación del Estado nacional
fueron muy muchas y muy importantes. Aunque la guerra se ganó, la
independencia no eliminó las diferencias entre las ciudades y las regiones que
se habían manifestado en la conflagración que estalló entre las provincias
durante la Patria Boba, además éstas revivieron en la larga lucha entre
federalistas y centralistas a lo largo del siglo XIX. Por otra parte, la formación de
una república solo se entendió como el territorio del altiplano, el mundo
andino, por ello se perdió tan fácilmente Panamá, pues las elites bogotanas no
consideraban el istmo un territorio importante.
La religión se hizo un aspecto determinante, especialmente desde el punto de
vista de la institución, en un largo proceso que fue paralelo a la lucha de los
partidos políticos, a las guerras civiles y a las constituciones del siglo XIX. Su
consolidación se alcanzó con el movimiento de la Regeneración y, en general
con la Hgemonía Conservadora, toda vez que la constitución de 1886 –que
vinculó la ciudadanía con el catolicismo-; el Concordato firmado en el 1887 –
que le otorgó a la Iglesia derecho a intervenir en la educación-; y la política de
misiones, la conceción a diversas comunidades religiosas el privilegio de
administrar, educar y evanagelizar a los grupos indígenas, evidenciaron que la
jerarquía eclesiástica y el conservatismo habían impuesto un principio: la Iglesia
es el elemento fundamental de cohesión de las sociedades.
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