La locatio operis consistía en el cumplimiento, por parte del

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OBLIGACIONES
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La locatio operis consistía en el cumplimiento, por parte del arrendatario con
trabajo propio o ajeno, de una obra determinada sobre la cosa del arrendador.
El concepto de obra era muy amplio y podía consistir en la transformación,
manipulación, restauración, limpieza, custodia, transporte de la cosa y, aún en la
instrucción de un esclavo. Si la cosa hubiera sido del arrendatario, en lugar del
arrendamiento había compraventa; por ello no se daba en la construcción de un
edificio, en la cual los materiales podían ser puestos por el arrendatario y el suelo
por el arrendador de la obra.
El arrendatario estaba obligado a realizar la obra convenida según el contrato y
si éste o la naturaleza de la obra lo permitía, podía realizarla a través de otros o
subarrendarla. La obra debía ser hecha en el tiempo fijado o necesario y en el
lugar establecido.
El arrendatario respondía solo de la culpa y a veces de la custodia. El arrendador
estaba obligado a pagar la contraprestación una vez realizado el trabajo, salvo
que hubiera sido convenido de otra forma. El contrato se extinguía con la ejecución
de la obra y por la muerte del arrendatario tan solo si había sido determinado en
consideración a su calidad personal.
El arrendamiento era un contrato bilateral del cual nacían obligaciones para ambas
partes y así, pues, originaba, dos acciones distintas: la actio locati, que correspondía
al arrendor contra el arrendamiento y la actio conducti que correspondía al
arrendatario contra el arrendador para la regulación, ambas, de toda pretensión
derivada de la relación creada.
El transporte marítimo. Refiriéndonos a la locatio operis, el transporte marítimo
se ubicaba en este contrato.
Una aplicación particular de estas acciones es realizada por la jurisprudencia
con respecto a la regulación de las averías consiguientes en el transporte marítimo,
que era uno de los tantos casos de la locatio operis. Partiendo del complejo de
normas consuetudinarias del derecho marítimo mediterráneo que toma el nombre
de lex rhodia de iactu y que regulaba la indemnización correspondiente a los
propietarios de las mercancías arrojadas al mar para aligerar y llevar a cabo el
salvamento de la nave, se concede a ellos la actio locati contra el armador y a
éste la actio conducti contra los propietarios de las mercancías salvadas, para
que contribuyesen en una participación proporcional, al daño derivado del
abandono y hecho en interés común.
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