La educación es mucho más que la escuela X Pedro Pontual* El primer contacto que tuve con Paulo Freire fue a través de sus obras Educación como práctica de la libertad y Pedagogía del oprimido a principios de los años 70, cuando iniciaba mis actividades como educador popular. En estas obras descubrí que Paulo Freire planteaba mucho más que un método de alfabetización. En realidad estas obras incluían la propuesta de una filosofía político-pedagógica para una educación liberadora. Mi encuentro personal con él ocurrió por primera vez en ocasión de su regreso del exilio a Brasil, en el inicio de los años 80, con la amnistía a quienes habían sido perseguidos por la dictadura militar. Desde los primeros encuentros me llamó la atención su calidad humana como educador, porque siempre se preocupaba por escuchar al otro antes de pronunciarse. Por esta razón al llegar al aeropuerto declaró ante la prensa: “Vuelvo para reaprender el Brasil”. A mediados de los 80 estuvimos juntos en la creación del Instituto Cajamar con la participación de destacados dirigentes sindicales, populares y políticos, entre ellos nuestro actual presidente de la república Luiz Inácio Lula da Silva. El espacio del INCA fue fundamental como construcción colectiva de conocimientos y herramientas para enfrentar los retos de la reconstrucción democrática del país, en la medida en que reunía a intelectuales progresistas y dirigentes de los nuevos movimientos sociales. Ahí fui testigo del Freire como intelectual orgánico siempre preocupado por la coherencia de sus actitudes como educador. En 1989 Paulo me invitó a seguirle en el gran reto de asumir la responsabilidad de la Secretaría de Educación de la Municipalidad de São Paulo. Creamos juntos el MOVA-SP (Movimiento de Alfabetización de Jóvenes y Adultos de la Ciudad de São Paulo) que fue una asociación entre los movimientos sociales y el gobierno municipal para enfrentar el analfabetismo y hacer realidad el derecho a la educación básica de millares de jóvenes y adultos excluidos del sistema escolar. * Presidente de CEAAL (Consejo de Educación de Adultos de América Latina); vice-presidente del ICAE (International Council for Adult Education); vice-presidente de Ação Educativa y miembro de la coordinación del Instituto Pólis, São Paulo, Brasil. 117 En esta experiencia fui testigo de la profunda creencia de Freire en el rol educativo del Estado y de la sociedad civil, así como de su práctica democrática como gestor público. Ya en la década de 1990, como amigo y en muchas conversaciones en seminarios en la Universidad Católica de São Paulo, compartí con él su indignación por la hegemonía neoliberal y del pensamiento único pero también su profunda esperanza en la construcción del sueño posible de una nueva sociedad fundada en la ciudadanía activa y en la democracia radical. En su última entrevista en abril de 1997, al comentar entusiasmado la marcha del Movimiento Sin Tierra a Brasilia (MST) decía que él soñaba con un país con muchas marchas: la marcha de los “sin escuela”, de las personas sin afecto, de los que no tuvieran amor, de los que fueran impedidos de Ser. Es por todo ello que para mí, además del legado teórico tan amplio, de tantas prácticas de educación liberadora en todo el mundo de las cuales participo activamente, Freire nos ha dejado la fuerza de su trayectoria marcada por la enorme coherencia ética y la calidez humana en sus relaciones como educador y como ser humano. Creo que la contribución más grande de la obra de Freire en mi trayectoria fue justamente que me permitió ampliar mi comprensión del ámbito de las prácticas educativas más allá de la escuela: la percepción de los movimientos sociales, de los partidos, de los gobiernos, de las ciudades y de tantos otros como espacios educativos fue de fundamental importancia para mi práctica como educador y como investigador. Otro aprendizaje que tuve de la convivencia con Freire fue su insistencia de que no se tomasen sus aportes de forma dogmática o acabada y que era importante buscar en otras corrientes de pensamiento elementos complementarios a sus ideas. Por esto creo que la mejor forma de homenajearlo es desde una comprensión crítica y contextualizada de su obra y, sobre todo, reinventarlo en función de los retos de la Humanidad en el siglo XXI y en diálogo con otras contribuciones en el campo de la educación y de otras ciencias. Una anécdota que me gustaría compartir es mi recuerdo de sus clases en la Universidad Católica de São Paulo (PUC-SP). Algunas veces comenzaba su clase diciendo que se había levantado por la mañana “sintiendo el olor de la ciudad de Recife y paladeando las deliciosas comidas pernambucanas”. Esta anécdota expresa una original característica de Freire: su capacidad para combinar su compromiso global con la emancipación sin negar o perder sus raíces brasileñas y nordestinas (Paulo Freire es originario de Recife, en el estado de Pernambuco, situado en la región nordeste de Brasil). 118 PEDRO PONTUAL