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Idana Beroska Rincón Soto (*)
Óscar Torres Yarzagaray (*)
ABORDAJE EPISTEMOLÓGICO DEL PENSAMIENTO
ECONÓMICO (I)
EPISTEMOLOGICAL APPROACH TO ECONOMIC THOUGHT (I)
Resumen
Desde la escuela de pensamiento fisiócrata hasta otras más modernas, en este caso, la austríaca, las bases
ideológicas de cada enfoque epistemológico dependen notablemente del contexto histórico en que se
desarrollan. Las teorías más modernas se insertan en paradigmas en los que aún nos seguimos moviendo en
gran medida. Por ese motivo, son más difíciles de contextualizar. En este artículo y otros posteriores,
trataremos de descifrar el orden que ocupa cada escuela de pensamiento económico en su ámbito histórico,
geográfico e ideológico. Palabras clave: Escuela fisiócrata, escuela austriaca, epistemología.
Abstract
From Physiocrat school of thought to more modern ones, in this case, the Austrian school, the ideological
basis for each epistemological approach depends strongly on the historical context in which they are
developed. The latter theories are embedded in paradigms in which we mostly work even nowadays. That is
the reason why they are more difficult to contextualize. This article, and other coming next, try to work out
the ordering of each school of economic thought in its historical, geographical and ideological scope.
Keywords: Physiocrat School, Austrian School, Epistemology. JEL: B130, B41
(*) Universidad del Zulia. Facultad de Ciencias Económicas y Sociales. División de Estudios para
Graduados. Doctorado en Ciencias Económicas.
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La escuela fisiócrata
E
l estudio de la escuela fisiócrata dentro del pensamiento histórico económico
conceptualiza la escuela fundamentada en un sistema económico que imperó en el
siglo XVIII donde la tierra, la agricultura constituía la base económica más
importante de las naciones, dada esta primacía surge la escuela fisiócrata con dos de sus mas
influyentes exponentes. De allí precisamente el nombre de fisiócrata, que significa poder de la
naturaleza, solo podía referirse a la producción cuando se daba un aumento de material de
bienes, o como le llamaban los fisiócratas un producto neto. Así, en 1758 Francois Quesnay, el
primer pensador importante en esta escuela, argumenta que “los gastos productivos se emplean
en la agricultura, en los prados, pastizales, bosques, minas, pesca, etc., para perpetuar la riqueza
en granos, bebidas, madera, ganado, materias primas para artículos manufacturados, etc. Los
gastos estériles se hacen en mercancía manufacturadas, alojamiento, vestidos, intereses de
dinero, criados del comercio, productos extranjeros” (Mora Contreras, 1990)
La Fisiocracia dentro del pensamiento económico tiene relevancia por haber sido reconocida
como una escuela de pensamiento económico forjada al abrigo de los principios, doctrina y
sistema económico de Jean Francois Quesnay y sus discípulos, a su vez que la historia del
pensamiento económico se le conoce como su primera escuela lo que epistemológicamente
representa una nueva visión en la forma de concebir la economía como ciencia. En ese sentido,
el estudio del pensamiento fisiócrata se aborda generalmente desde las ideas y el pensamiento
de dos de sus mas importantes representantes Quesnay su precursor y de su discípulo Turgot.
Las ideas de Quesnay, y de los pensadores fisiócratas, respondían básicamente a la convicción
de que las leyes económicas estaban determinadas por el “orden natural” establecido por Dios,
incluso una visión aun muy marcada por el contexto histórico en la que se desarrolla, al igual
que las concepciones de orden natural que pregonaba Smith. Sin embargo, era preciso, en
consecuencia, frente a las tesis mercantilistas, permitir que las actividades económicas
siguieran su curso natural, sin intervención alguna por parte del Estado, de acuerdo con el lema
laissez faire, laissez passer (dejad hacer, dejad pasar), atribuido al propio Quesnay y Jean de
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A mediados del s. XVIII un grupo de intelectuales franceses dirigidos por Quesnay,
proponen por primera vez un esquema coherente del funcionamiento del sistema económico, el
tableau economique. Los fisiócratas consideraban que la riqueza circula entre tres grupos
sociales: la clase productiva (los agricultores), la clase estéril (los artesanos y comerciantes) y
los propietarios (la nobleza, el clero y los funcionarios). El Estado debe mantener este orden
natural mediante tres reglas: el derecho a la propiedad, la libertad económica (el laissez faire,
laissez passer) y la seguridad en el disfrute de esos derechos y libertades. Galbraith, 2000.
En líneas generales la escuela fisiócrata propugnaba que los hechos económicos, como los
objetos y las cosas de orden físico están sometidos a un sistema de "leyes" inflexibles, que son
constatables pero no modificables. Los fisiócratas apoyándose en el orden natural desarrollan
una especie de "física económica" y defendían como postura que la tierra es y era la única
fuente de riqueza, así, únicamente la agricultura desempeña una función multiplicadora,
mientras que las otras actividades humanas no hacen más que transformar los recursos
naturales.
Bajo esas nociones particulares, es que a mediados del siglo XVIII surge en Francia lo que
se ha calificado en la historia del pensamiento económico como su primera escuela: La
Fisiocracia o escuela de los filósofos economistas. “Con los fisiócratas, por primera vez en la
historia del pensamiento económico se enfrenta la epistemología al fenómeno sociológico que
caracteriza a una escuela. Mora Contreras, 1990.
La parte central de la doctrina económica de los fisiócratas corresponde al problema de la
plusvalía o del producto neto''. Los fisiócratas rechazaron la idea mercantilista de la riqueza
como acumulación de dinero en el país (ver Mercantilismo). Consideraban que la única fuente
de riqueza es la naturaleza, con cuyo concurso ­a juicio suyo­ y sólo con él puede crearse el
producto neto. Reducían la plusvalía a un don físico de la naturaleza, creían que la agricultura
es la única rama en que se crea el producto neto.
Como se refirió anteriormente, su maestro y primer pensador, Jean Francois Quesnay,
médico ordinario del rey Luis XV y médico de Madame de Pompadour, tuvo una original
manera de concebir la corrección de los desajustes económicos de la sociedad, relacionándolo a
su ciencia expresaba que “La curación de un paciente que sufre de una enfermedad requiere el
conocimiento de los principios de la fisiología; del mismo modo, la curación de una sociedad
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que sufre enfermedades graves requiere un conocimiento de la fisiología del orden social. Para
Quesnay la base del orden social radica en el orden económico, de modo que para la curación
de las enfermedades de la sociedad, resulta de primera necesidad una compresión de las leyes y
regularidades que gobiernan la vida económica. Galbraith, 2000.
Esa compresión de las leyes que gobernaban el movimiento de la vida económica, Quesnay
la plasmó en su Tableau Economique, donde la actividad económica se concibió como una
especie de círculo o circuito económico. Su punto de partida y su punto de llegada era la
agricultura como única actividad productiva representando una especie de metodología
contable por así decirlo para ese entonces. Aunado a ello, el Tableau Économique de Quesnay
describe un modelo para la economía de las naciones según el cual la sociedad se divide en tres
clases: propietarios de la tierra (aristócratas, alto clero), trabajadores estériles (artesanos,
mercaderes), y trabajadores productivos (agricultores, ganaderos, pescadores). Este modelo
prevé en su momento un flujo de mercancías con un esquema basado en la circulación
sanguínea, puede visualizarse la relación que establece Quesnay entre dos disciplinas del saber.
Al respecto, se trata entonces de un equilibrio económico estacionario, cerrado, en el cual no
existe distinción entre factores productivos y bienes producidos. La importancia de esta obra
radica en que es el primer intento de esquematizar el funcionamiento de un sistema económico,
además, expone algunos de los principios más importantes de la fisiocracia. En torno a Quesnay se creó, pues, una comunidad científica de Economía Política, donde
aparecieron hombres de la talla del Marqués de Mirabeau, Mercier de la Rviere, Le trosne,
Sain­Péravy, Baudeau, Du Pont de nemours, Abeilles y Turgot, su más conspicuo discípulo.
Galbraith, 2000.. La mayoría de los pensadores fisiócratas, plantearon la importancia de
construir modelos de tipo teórico mediante la separación o el aislamiento de una variable de la
economía que resultase valiosa para el análisis y el estudio.
Al igual que los mercantilistas, el interés de los fisiócratas se concentraba en gran medida en
la definición de una estrategia macroeconómica de desarrollo que incluyera políticas
coherentes; sin embargo, la fisiocracia surge como una reacción de tipo intelectual a la común
concepción intervencionista del pensamiento mercantil, y para ahondar más las diferencias,
ellos estudiaban las fuerzas reales que conducen al desarrollo, es decir, estudiaron la creación
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del valor físico y concluyeron que el origen de la riqueza era la agricultura (en últimas, la
misma naturaleza era el foco de riqueza).
Para esto se fijaron que la producción debía ser mayor a la que se necesitaba para pagar los
factores (costos reales) a la sociedad; es decir, se generaba una plusvalía la cual fue
denominada producto neto, que puede ser definido también como el resultado de la
productividad de la naturaleza. Siguiendo este planteamiento aseguraban que los factores sólo
podían crear lo suficiente para pagar los costos de producción, pero que la tierra era diferente
porque era ella quien producía un excedente.
Los fisiócratas asumieron que dada su observación de los mercados, la manufactura era una
actividad estéril, ya que no se veía un gran avance en este sector. Obviamente, esto se debía al
tamaño de la industria de ese entones, lo cual constituye una falla en su análisis, que se deriva
también del mayor interés en la productividad física y no en la productividad del valor,
regresando a la tierra, era la renta la medida del producto neto de la sociedad, ya que era el
precio por el uso de ese recurso creador de riqueza.
El aporte analítico más importante de esta escuela lo introdujo Quesney en su “Tableau
Économique”, donde se muestran tres sectores: Agricultores, Terratenientes y
Artesanos/sirvientes, en una creación intelectual bastante interesante. Así se trataba de
escudriñar en el tema del flujo de los ingresos monetarios entre los sectores de una economía
mostrando la creación y la circulación periódica del llamado producto neto a través del sistema.
Por otro lado, asumen que los individuos buscan maximizar la ganancia y que los precios se
construyen en el mercado, fruto de la misma actividad económica (que desembocó en la
concepción de que la libre competencia genera mejores precios). En cuanto a sus políticas, lo
tributario era de fácil resolución, ya que la carga impositiva debería recaer sobre la tierra. Mora
Contreras, 1990.
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Jean Francois Quesnay. La Agricultura como única actividad económica
productora de riqueza
“…. Todo lo que es desventajoso para la agricultura es perjudicial para la nación y para el
Estado, y todo lo que favorece a la agricultura es beneficioso para el Estado y para la nación”
Tableau Economique (1958) citado por Mora Contreras, 1990. Esta premisa en general concibe
todo el orden y el constructor a lo largo del pensamiento y de las ideas expuestas por Quesnay,
cuya importancia prevalece en la tierra, en la agricultura como modo o medio económico de
trabajo. Contemporáneamente con la divulgación del Ensayo de Cantillon, en 1758 se publicó
en Francia una hoja en Versalles en la imprenta del rey, que contenía un conjunto de cifras
unidas por líneas en zig zag y acompañadas al margen por breves explicaciones, era el Tableau
Economique de Jean Francois Quesnay. Para explicar la conformación de lo que se le manifestó como el hecho económico esencial,
la producción de la riqueza y su distribución, Quesnay, en un encomioso esfuerzo de
abstracción, redujo la nación a tres clases: la clase productiva, la de los propietarios y la clase
estéril. Pues bien, dado el estado predominante agrícola de la Francia prerevolucionaria, a
Quesnay al igual que a Cantillon, la agricultura se le reveló palmariamente como la única
actividad económica cuyo producto contenía un valor superior a la suma de los capitales fijo y
circulante invertidos en su producción, es decir, contenía un producto neto superior a la suma
de los anticipos (avances en francés), según la terminología a la usanza de los fisiócratas.
Galbraith, 2000.
“Que el soberano y la nación no pierdan jamás de vista que la tierra es la única fuente de
riqueza y que la agricultura es la que multiplica. Mora Contreras, 1990. Quesnay no llegó, sin
embargo, a afirmar como lo hizo Cantillon que la sociedad se enriquecía a costa de los
propietarios; antes bien, su posición fue totalmente contraria. Quesnay afirmó, en efecto, que
sólo la clase de los agricultores era la clase productiva y, por lo tanto, la única que, además de
reproducir sus condiciones de producción, producía un excedente neto ­le produit net­ que
servía para pagar el ingreso de los propietarios de las tierras. En ese sentido, la clase productiva era aquella que hacia renacer a través del cultivo de la
tierra las riquezas anuales de la nación; aquella que hace los avances de los gastos para los
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trabajos de la agricultura y la que paga anualmente los ingresos de los propietarios de las
tierras, aquella que era productiva. En consecuencia, los artesanos, comerciantes, transportistas y en general todos aquellos
ciudadanos que estaban dedicados a actividades no agrícolas, que no formaban parte ni de la
clase de los agricultores, ni de la de los propietarios, no subsisten para Quesnay sino a expensas
de la clase productiva. Al respecto, consideraba y preciso “La clase estéril está formada por
todos aquellos ciudadanos ocupados en otros servicios y otros trabajos distintos a los de la
agricultura y cuyos ingresos son pagados por la clase productiva y por la clase de los
propietarios, quienes obtienen sus ingresos de la clase productiva. Galbraith, 2000.
No obstante, una vez que la clase productiva ha pagado el ingreso a los propietarios (le
produit net), esta lo destinaba en parte a comprar una porción de los productos de la clase
productiva y en parte a comprar una porción de las obras de los artesanos, comerciantes, etc.
Ese dinero recibido por la clase estéril se destinaba a su vez para comprar a la clase productiva
los medios de subsistencia necesarios para los agentes que componían esta clase creándose así
un ciclo entre las clases. Es por ello que Quesnay afirmó enfáticamente: se ve que allí no hay más que consumo o
aniquilamiento de producciones y nada de producción y reproducción Galbraith, 2000. De allí,
igualmente que concibe su nombre: clase estéril, es decir, improductiva, no productora de
ingresos netos. La otra porción de las obras de la clase estéril se vendería a la clase productiva
y con ese dinero se comprarían las materias primas necesarias para reponer los avances
consumidos. El ciclo económico o flujo circular, que Quesnay representó a través de la
“fórmula aritmética”, se completaba así y suponiendo que no se atesorase, la reproducción
podía volver a comenzarse idénticamente, sin duda, fueron las primeras abstracciones para
crear posteriormente registros que permitan a las naciones presentar sus cuentas totales.
Asimismo enfatizaba “…se ve que en este caso, cuando la distribución de gastos sigue el
orden descrito…, el ingreso de la clase productiva, incluyendo los avances, es igual a la
totalidad de la reproducción anual; y que el cultivo, la riqueza y la población, permanecen en el
mismo estado, sin crecimiento ni decrecimiento“ Meek, 1975. De acuerdo con la idea expuesta,
los ajustes del modelo de funcionamiento de la economía propuesto por Quesnay, dependen de
que el orden de la distribución de los gastos se mantenga en las proporciones por él sugeridas.
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Los desajustes se producirán siempre que no se observe ese orden y en particular cuando se
cree una forma impositiva diferente a la del produit net y cuando se impida la libertad de
comercio. Ahora bien, Quesnay consideraba que el único ingreso transferido sin contrapartida, sin dar
equivalente alguno, es precisamente el produit net, la renta, el ingreso de los propietarios; sobre
este surgirá justamente una de las principales ambigüedades de las políticas económicas
propuestas en el sistema económico de Quesnay. En efecto, el modelo de reproducción
propuesto en el Tableau descansa sobre una condición explícita: “Que el agricultor no tenga
que pagar directa o indirectamente otras cargas diferentes al ingreso…” al respecto, cita Mora
Contreras, 1990, que la escuela fisiocrática enfatizaba que “Los propietarios, el soberano y toda
la nación tienen un gran interés en que el impuesto se establezca enteramente sobre el ingreso
de las tierras inmediatamente…”. En otras palabras, lo que era una ponderación aparente del
ingreso de los propietarios de la tierra con Quesnay se mueve, primero en su negociación
económica: “La propiedad del suelo es parcialmente confiscada…” y segundo, en una
confirmación de la producción agrícola capitalista. Según Mora Contreras, 1990, en un artículo publicado en la Enciclopedia, en 1757, Quesnay
escribió: “Nosotros no consideramos aquí al agricultor rico como un obrero que trabaja la tierra
él mismo; es un empresario que dirige y pone a valer su empresa por su inteligencia y por sus
riquezas. La agricultura dirigida por ricos agricultores es una profesión muy honesta y muy
lucrativa, reservada a hombres libres con capacidad para hacer los avances de los gastos
considerables que exige el cultivo de la tierra, emplear a los campesinos y procurarles siempre
una ganancia conveniente y segura”. Puede inferirse que Quesnay no sólo se interesó por el comercio interior de la nación,
también dirigió su atención hacia el comercio exterior y en este punto se manifestó contrario a
las ideas expuestas por los mercantilistas “…es suficiente con saber que en el caso de libre
competencia en el comercio exterior no hay más que intercambio de valores iguales, sin
pérdida ni ganancia para nadie”. En todo caso, se pronunció abiertamente a favor de la libertad del comercio exterior porque
de esa manera se garantizaban los mejores precios en el comercio interior de una nación. “El
comercio exterior de una nación siempre debe ser libre, desprovisto de cualquier impedimento
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y exento de cualquier impuesto, porque no es sino a través de la comunicación que él mantiene
entre las naciones, que se puede asegurar constantemente en el comercio interior, el mejor
precio posible de las producciones del territorio…”.
Su estrecho y permanente contacto con los pensadores de La Ilustración y su origen rural,
según Meek, 1975 – le llevaron a interesarse por los problemas económicos de la agricultura y
luego por la economía política, actividad a la que consideraba formando parte fundamental de
su teoría social. En 1758 publicó su obra fundamental en esta disciplina, Le Tableau
Economique (La Tabla Económica), en la cual representaba en forma dramática las relaciones
entre las tres clases que componían la sociedad y los flujos de pagos entre ellas. Quesnay partió de Ias deficiencias de la situación en Francia. Observo sus fallas en la
protección parcialista de la industria y el comercio, y pidió un estímulo igual de la agricultura,
tal como lo había hecho el mercantilismo inglés. La agricultura debía disfrutar también de las
ventajas del librecambio. Los fisiócratas nos recuerdan la doctrina canónica de la Edad Media
en su afirmación exclusiva de los intereses agrícolas; pero la cultura del suelo por aquélla
recomendada (como particularmente agradable a Dios), era la del campesino que se basta a si
mismo, mientras que la fisiocracia se interesaba por el productor agrícola que busca un lucro en
el comercio. Mientras los mercantilistas habían dedicado la máxima atención a las manifestaciones
exteriores del tráfico, conceptuando al dinero y su circulación como el signo de la riqueza, los
fisiócratas buscaron el manantial de la riqueza en el suelo cultivable. Apartando la mirada del
consumo y de la circulación, la dirigieron a la producción y a la distribución. Galbraith, 2000.
La circulación del produit net (renta limpia) de la agricultura, da lugar al circuito de la
economía del tráfico, proceso que Quesnay procuró explicar de un modo gráfico comparándolo
con la circulación de la sangre. La clase mas importante de la población la constituyen, según
él, los terratenientes, quienes sacan del arriendo el produit net, representado en parte como un
don de la Naturaleza, y en parte como rédito de los capitales empleados en las tierras, las
dépenses fonciéres. La misión principal del propietario consiste en In inversión de esos
productos netos, las richesses disponibles, las únicas que se hallan en situación de soportar
impuestos públicos. Núm. 17 (2014)
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Era suficiente con aplicar un impuesto único a los propietarios, en proporción con la medida
de su produit net, ya que todos los demás impuestos, los indirectos, se pagan en última
instancia de los fondos propiedad de los terratenientes, por lo cual es mejor y mas cómodo
aplicar directamente la contribución a esta primera fuente. Pero los propietarios son también los
únicos que, con sus dispendios, mantienen el comercio y la industria. La misma clase de los
labradores depende de los gastos que efectúa la de los terratenientes, la cual consume sus
productos, ora de un modo directo, ora a través de los comerciantes e industriales. Según eso,
en opinión de los fisiócratas, la prosperidad de la economía pública depende del nivel de Ia
renta de la tierra.
La población que nada poseía, la clase de los asalariados, era apreciada ante todo como
consumidora de los productos indígenas. Los precios elevados del trigo debían favorecerla
también, por cuanto acrecentaban las oportunidades de trabajo.
También en lo referente a la teoría demográfica, los fisiócratas ocuparon una posición
francamente opuesta a la de los mercantilistas. Lo que importaba no era el aumento de la
población, sino el incremento de la producción agrícola, por la cual debía regirse la situación de
aquélla. Mientras los mercantilistas veían en la penuria de las masas un estimulo al trabajo,
Quesnay defendía la tesis, adoptada también por Smith, de que la elevación de la clase obrera
trascendía en una incremento de su capacidad productora. Para Quesnay, allí donde estaba implantado el orden natural, no existían altas y bajas; antes
bien, el orden económico racional creaba una situación sólida, capaz de hacer frente a todas las
alternativas, un empire fixe et durable. Quesnay creía ver realizado este "reino ideal", en China.
Galbraith, 2000
Anne Robert Jacques Turgot. El agricultor capitalista como unica fuente de
riqueza
“El agricultor es el único cuyo trabajo produce más allá del salario de su trabajo. Es la única
fuente de toda riqueza” Reflexions sur la formation et la distrbution des richesses, (1766).
Según señala Dupont de Nemours, citado por Galbraith, 2000 uno de los discípulos de
Quesnay, Anne Robert Jacques Turgot redactó sus reflexiones sobre la formación y la
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distribución de riquezas en 1766, para servir de guía instructiva a dos jóvenes orientales que,
habiendo sido educados en Francia, debían regresar a su país de origen. Turgot les habría
encargado a los jóvenes orientales, a cambio de una pensión del Rey, mantener
correspondencia continua con él sobre literatura y ciencias chinas, incluyendo la economía de
ese lejano país. Consideraba en si misma, la obra parece perseguir no obstante, otro objetivo diferente al
didáctico. En efecto, Turgot aboga en esa obra, por la introducción del arrendamiento de la
tierra al agricultor capitalista, como forma superior de cultivo al de la aparecería. Supone
entonces que los agricultores capitalistas, contrariamente a los aparceros y a los propietarios
pobres, abrumados de deudas o negligentes, disponen de suficiente capital acumulado (riquezas
mobiliarias como se les llama) para pagar el arrendamiento de la tierra y para invertir en su
cultivo, es decir, disponen de “anticipos”, según la terminología fisiocrática. Con mayor énfasis que Quesnay, en oposición al mercantilismo, defendió la absoluta
libertad de comercio, convencido de que redundaría en beneficio, ante todo, de la agricultura.
Pero la abolición de la reglamentación del tráfico entonces vigente, no sólo debía procurar al
productor mejor mercado de salida, sino que también iba a permitir al consumidor un mejor
aprovisionamiento.
“Agricultores inteligentes y ricos que sospechaban hasta qué punto un cultivo activo y bien
dirigido ­para el cual no ahorrarían ni trabajo ni gastos­ podría aumentar la fertilidad de la
tierra, juzgaron con razón que ganarían más si el propietario consentía en dejarles durante
cierto tiempo la totalidad de las cosechas, a cambio de pagarles cada año un ingreso constante y
de hacer todos los anticipos necesarios para el cultivo” Guide, 1996. En consecuencia, el
producto agrícola incrementaría y, como Turgot supone que todas las tierras tienen propietario
(párrafo X), aumentaría también la renta de los propietarios, ya que la producción agrícola se
divide en dos partes: “… Una comprende la subsistencia y los beneficios del agricultor, que son la recompensa
de su trabajo y la condición bajo la cual, él se encarga de cultivar el campo del propietario; lo
que queda es esa parte independiente y disponible que la tierra da como pura dávida a aquel
que la cultiva más allá de sus anticipos y del salario de sus esfuerzos y es la parte del
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propietario o el ingreso con el cual éste puede vivir sin trabajar y que lleva donde quiera”
Guide, 1996.
Por dicha postura, Turgot es considerado un fisiócrata riguroso, pero se separa de su
maestro, Quesnay, en cuanto a su línea de pensamiento, en cuanto y en tanto que le atribuye al
trabajo agrícola (y no la agricultura) como motor de la máquina social. “El agricultor conserva
la primicia natural y física de ser el primer motor de toda la máquina social y de su trabajo
dependen sus subsistencia, la riqueza del propietario y el salario de todos los demás trabajos”
Mora Contreras, 1990.
En otras palabras, a pesar de que Turgot se declaró constantemente discípulo de Quesnay, no
fue nunca un incondicional como afirma Baptista citado por Guide, 1996, se mantuvo siempre
apartado de la escuela fisiócrata a la cual, un poco desdeñosamente, calificada como la secta.
En más de un aspecto se separó efectivamente de la Fisiocracia, en particular en sus desarrollos
sobre el trabajo industrial y el interés. Sin embargo, tan pronto como Turgot explica la aparición del capital como acumulación de
valores mobiliarios, considera que esas sumas pueden ser invertidas, no sólo en la agricultura,
sino también en el comercio y en la industria, insinuando esta última actividad como creadora
de beneficios (párrafo LIX y LX) Guide, 1996.
La suerte de los empresarios agrícolas debe ser idéntica a la de los empresarios fabriles,
deben recuperar además del capital, es decir de los anticipos primitivos y anuales: primero, un
beneficio igual al ingreso que hubiesen podido obtener con un capital dado en préstamo a
interés; segundo el salario y el precio de su trabajo, de sus riesgos, de su industria; tercero, de
qué remplazar anualmente el deterioro de los efectos empleados en su empresa, el ganando que
muere, los instrumentos que se desgastan.
De esta manera, lo que era para Quesnay la clase estéril, Turgot la divide en dos grupos: los
capitalistas y los obreros. “Toda la clase ocupada en procurar la inmensa variedad de
productos de la industria para satisfacer las diferentes necesidades de la sociedad, se subdivide
ahora en dos ordenes, por decirlo así: el de los empresarios manufactureros y dueños de
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fábricas, poseedores de grandes capitales, y el de los simples artesanos, que no tienen más
anticipo que su trabajo diario y que no tiene más beneficio que sus salarios“Mora Contreras,
1990. Pero además, Turgot intenta dar una explicación del interés como otro medio de hacer
riqueza cuando explica que “Hay otro medio de ser rico sin trabajar y sin ser propietario de
tierras, del cual no he hablado aún… ese medio consiste en vivir de lo que se llama el ingreso
de su dinero, o del interés que se obtiene del dinero prestado”.
Sostiene entonces que el préstamo con interés es más que un intercambio, similar a
cualquier otro, cuyo precio se fija en el mercado “…el precio con interés no es mas que un
comercio en el cual el prestamista es un hombre que vende el uso de su dinero y el prestatario
un hombre que lo compra... Su precio (el precio del préstamo) se fija al igual que el precio de
todas las mercancías, por el regateo que ocurre entre el vendedor y el comprador por el
equilibrio entre la oferta y la demanda”.
La tasa de interés tiene la importancia capital para Turgot de servir como termómetro de
toda actividad económica, por debajo de la cual ésta cesa ‘’ El interés corriente del dinero
prestado puede ser visto como una especie de termómetro de la abundancia o escasez de
capitales en una nación y de la magnitud de las empresas de cualquier clase que sean…’’ así
como también “Se puede mirar el precio del interés como una especie de nivel bajo el cual
cesa todo trabajo, todo cultivo, toda industria, todo comercio’’ idem. Pensamiento económico de la Escuela Austriaca
«Lo que distingue a la Escuela Austriaca y habrá de
proporcionarle fama inmortal es precisamente el hecho
de haber desarrollado una teoría de la acción
económica y no de la “no acción” o “equilibrio” económico»
(Von Mises, 2001: 70)
La Escuela Austriaca es una escuela de economistas de gran condición que experimentó un
notable resurgir en los últimos 30 años y que actualmente se postula como una de las
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“principales alternativas de futuro para sustituir al paradigma neoclásico­walrasiano” (Huerta
Soto, 2010) hasta ahora dominante en la Ciencia Económica, pero que hoy ha entrado en una
fase de estancamiento por el gran irrealismo de sus supuestos, su carácter estático y su
reduccionismo formal. Por el contrario, la Escuela Austriaca centra su pensamiento económico
producto de la investigación “en el análisis de los procesos dinámicos de cooperación social
que caracterizan al mercado, dando especial relevancia al papel protagonista que juega en los
mismos la función empresarial y las diferentes instituciones que hacen posible la vida en
sociedad”. En agudo contraste con las diferentes versiones del análisis económico que considera que el
mercado se encuentra en un equilibrio aquejado de fallos (neo y post Keynesianos), o carente
de ellos por ser pareto­eficiente (Escuela de Chicago), los cultivadores de la Escuela Austriaca
consideran que ambas versiones del análisis del equilibrio, a pesar de su oposición ideológica,
adolecen de la misma incomprensión sobre el funcionamiento real del mercado, entendido
como un proceso empresarial de creatividad y coordinación que, por definición, nunca puede
alcanzar ningún óptimo de tipo paretiano (Huerta de Soto, 2010), pero que es dinámicamente
eficiente (en el sentido de que impulsa la creatividad y la coordinación) siempre que la
coacción institucional del Estado (intervencionismo y socialismo) no dificulte el ejercicio de la
función empresarial y la libre apropiación de los frutos de su acción creadora (respeto a la
propiedad privada en el marco de un estado de derecho con un gobierno de poderes limitados).
Entre los principales éxitos teóricos y contribuciones de la Escuela Austriaca al avance de la
humanidad, destaca la demostración científica de la imposibilidad de organizar la sociedad en
base a mandatos y reglamentos coactivos (socialismo e intervencionismo). Otro aporte muy
significativo e importante es el constructo de su teoría del capital, del dinero y de los ciclos
económicos. Según esta teoría la concesión expansiva de créditos sin respaldo de un aumento
efectivo del ahorro voluntario, a que da lugar el sistema de banca privilegiada para operar con
un coeficiente de reserva fraccionaria, actualmente en vigor en todo el mundo bajo la
supervisión de los bancos centrales en un entorno de dinero nacionalizado y leyes de curso
forzoso, inexorablemente induce de forma recurrente a un «alargamiento» ficticio e
insostenible de los procesos de inversión productiva (burbuja especulativa que genera graves
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errores de inversión reales), que de esta forma tienden a hacerse desproporcionadamente
intensivos en capital.
Para los pensadores de esta escuela “las crisis, por tanto, no son exógenas, como creen los
teóricos de Chicago y de los «shocks externos» (Kydland y Prescott), ni consustanciales a la
economía de mercado (como piensan los keynesianos y el resto de los teóricos de los fallos del
mercado), sino que surgen por un problema de erróneo diseño institucional (la existencia de
una banca con reservas fraccionarias) que se solucionaría con la privatización del dinero
(patrón­oro puro), la exigencia de un coeficiente de caja del 100 por 100 para los depósitos a la
vista (como en cualquier otro depósito de bien fungible, trigo o aceite por ejemplo) y la
eliminación de los bancos centrales (únicos órganos de planificación en el ámbito monetario
socialista que aún quedan en pie en las economías modernas)” Huerta Soto, 2012.
Por tanto, los teóricos austriacos más influyentes y más destacados como Ludwig von Mises
y Friedrich A. Hayek, fueron los únicos en predecir el advenimiento de la Gran Depresión de
1929 (cuando el propio Keynes y los monetaristas encabezados por Fisher consideraban que se
había entrado en una etapa nueva e irreversible de bonanza económica) como resultado de los
desmanes monetarios y financieros cometidos tras la fundación de la Reserva Federal en 1913
y, especialmente, en los «felices años veinte» del siglo pasado.
Dentro de los destacados aportes de gran relevancia también, ha sido el desarrollo de la
teoría de la función empresarial, entendida como la capacidad del ser humano para darse cuenta
de las oportunidades de ganancia subjetiva que surgen en el entorno, actuando en consecuencia
para aprovecharse de las mismas, y generando así un proceso inagotable de creatividad y
coordinación de desajustes previos que constituye el corazón del orden espontáneo del mercado
(Hayek, Kirzner).
Igualmente destacan la crítica a la indebida aplicación del método de las ciencias naturales y
la física al campo de la economía («cientismo» en la terminología hayekiana), así como al
desarrollo de una metodología apriorístico­deductiva que relaciona adecuadamente el mundo
de la teoría (formal) con el de la historia (empírica). Dentro de las corrientes del pensamientos
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epistemológico, la influencia empirista de los aportes de la escuela austriaca sin duda marcan
una transición en cuanto al método aplicado en las ciencias económicas.
Aluden que “el uso de las matemáticas en economía es rechazado por tratarse de un lenguaje
formal que ha surgido a instancias de las necesidades de la ciencia física y de la lógica formal,
en el que se da el presupuesto de constancia y en el que la creatividad empresarial y el
transcurso del tiempo subjetivo (no «espacializado») brillan por su ausencia: solamente el
lenguaje verbal creado evolutivamente por los seres humanos en su diario quehacer empresarial
se considera adecuado para el análisis científico de las realidades de órdenes espontáneos que
son propios de un mercado que nunca está en equilibrio” Huerta Soto, 2010.
Además, los economistas austriacos consideraron que el campo de la predicción específica
es empresarial y no corresponde al científico de la economía que, como mucho, tan sólo podrá
efectuar «predicciones» de tipo cualitativo o teóricas (pattern predictions en la terminología
hayekiana) referentes a los efectos descoordinadores del intervencionismo económico en
cualquiera de sus facetas, pero sin que los economistas puedan efectuar como científicos de la
economía predicciones aplicables a unas coordenadas de tiempo y lugar determinados.
En suma, el problema económico fundamental, para los economistas de la Escuela
Austriaca, no es de naturaleza técnica ni de maximización de una función objetivo «conocida»
y constante sometida a restricciones también «conocidas» y constantes, sino que, por el
contrario, es estrictamente «económico» (en el sentido austriaco): “surge cuando los fines y los
medios son muchos y compiten entre sí, el conocimiento en cuanto a los mismos no está dado
ni es constante, sino que se encuentra disperso en las mentes de innumerables seres humanos
que continuamente lo están creando y generando ex novo, y, por tanto, ni siquiera se puedan
conocer todas las posibilidades alternativas existentes, ni las que se vayan a crear en el futuro,
ni la intensidad relativa con que se quiere perseguir cada una de ellas”.
Para los teóricos austriacos es especialmente errónea la defensa del libre mercado de la
Escuela de Chicago: un mercado «perfecto», en términos neoclásicos, es una contradicción en
los términos, y el mercado debe defenderse no por ser eficiente, en términos paretianos, sino
porque es un proceso de descubrimiento, creatividad y coordinación que jamás está en
equilibrio, y además carece de alternativas, no pudiendo mejorarse (sino todo lo contrario)
mediante la regulación intervencionista del Estado.
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Antecedentes al pensamiento austriaco
Aunque existe un acuerdo generalizado de que la Escuela Austriaca nace en 1871 con la
publicación del libro de Carl Menger (1840­1921), Principios de Economía Política, en
realidad este autor recoge una tradición del pensamiento de la Europa Continental que se
remonta a los estudios de los teóricos españoles de la Escuela de Salamanca (Siglos XVI­
XVII), por lo que, stricto sensu, la Escuela Austriaca debería denominarse «Escuela Española»
(Huerta de Soto, 2000). Así, los escolásticos del Siglo de Oro articularon los siguientes principios básicos de la
Escuela Austriaca: primero, la teoría subjetiva del valor (Diego de Covarrubias y Leyva);
segundo, el descubrimiento de que son los precios los que determinan los costes y no al revés
(Luis Saravia de la Calle); tercero, la naturaleza dinámica del mercado y la imposibilidad de
alcanzar y conocer los datos del equilibrio (Juan de Lugo y Juan de Salas); cuarto, el concepto
dinámico de competencia, entendida como un proceso de rivalidad entre vendedores (Castillo
de Bovadilla y Luis de Molina); quinto, el redescubrimiento del principio de la preferencia
temporal (Martín de Azpilcueta); sexto, el carácter distorsionador de la inflación sobre la
economía real (Juan de Mariana, Diego de Covarrubias y Martín de Azpilcueta); séptimo, el
análisis crítico de la banca ejercida con reserva fraccionaria (Luis Saravía de la Calle y Martín
de Azpilcueta); octavo, el descubrimiento de que los depósitos bancarios forman parte de la
oferta monetaria (Luis de Molina y Juan de Lugo); noveno, la imposibilidad de organizar la
sociedad mediante mandatos coactivos por falta de información (Juan de Mariana); y décimo,
la tradición liberal de que toda intervención injustificada sobre el mercado viola el derecho
natural (Juan de Mariana, (Huerta de Soto, 2010). Dentro de la generación de economistas austriacos influyentes encabezada por Ludwig von
Mises (1881­1973), sin duda alguna el más importante de todos ellos y al que se deben las
aportaciones teóricas y prácticas más trascendentales de la Escuela (teoría de la imposibilidad
del socialismo, teoría del ciclo económico, teoría de la función empresarial, crítica del
intervencionismo, y sistematización metodológica) y el tratado de economía austriaca más
conocido La acción humana publicado en múltiples ediciones en todos los idiomas. El
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principal discípulo de Mises fue Friedrich A. Hayek (1899­1992), premio Nobel de economía
en 1973, que profundizó en todas las aportaciones de Mises, demolió la teoría económica
keynesiana y fue el principal teórico del orden espontáneo del mercado durante el Siglo XX.
Estas ideas no tocan de lleno a lo que los economistas austriacos consideran que constituye
la crítica fundamental que debe efectuarse a los diferentes criterios de eficiencia propuestos en
el ámbito de la economía del bienestar. Y es que éstos tan sólo se fijan en uno de los dos
aspectos que tiene el concepto de eficiencia económica. Es decir, se centran exclusivamente en
la dimensión estática de la eficiencia económica, en la que se supone, en primer lugar, que los
recursos están dados y no cambian y, en segundo lugar, que el problema económico
fundamental consiste en evitar el despilfarro de los mismos,
Y es que, para la Escuela Austriaca, lo verdaderamente relevante, más que llevar el sistema
hacia la frontera de posibilidades máximas de producción (considerando «dada» la
correspondiente curva), consiste en aplicar sistemáticamente el criterio de eficiencia dinámica,
que es aquél que se fija en la capacidad del sistema para «mover» continuamente hacia la
derecha la curva de posibilidades máximas de producción. De ahí la importancia de completar
y superar los tradicionales criterios estáticos de eficiencia económica con un criterio alternativo
que sea capaz de recoger la dimensión dinámica que tiene todo sistema económico
Por otro lado, la dimensión dinámica que engloba a la dimensión estática de la eficiencia
económica, precisamente, es la misma fuerza de la función empresarial que induce la eficiencia
dinámica, cuando crea y descubre nuevas oportunidades de ganancia, la que logra el máximo
grado de eficiencia estática, que sea humanamente posible en cada momento, al coordinar los
desajustes preexistentes (aunque dado el flujo inacabable de nuevos desajustes nunca pueda
concebirse, como ya hemos indicado, que sea posible alcanzar el óptimo paretiano en una
economía real de mercado y que, por tanto, se elimine totalmente el posible despilfarro de los
recursos existentes).
Consideraciones finales
Dentro de otras características generales y aspectos más resaltantes en el estudio del
pensamiento fisiócrata, bien como se refirió anteriormente, daban el nombre de clase
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productora a la formada por los individuos ocupados en la agricultura. Así definían la industria
como esfera "estéril", y de las personas ocupadas en la industria decían que constituían la clase
estéril, pues a juicio de los fisiócratas en la industria no se crea nueva riqueza. Concebían la
plusvalía como un incremento material de los valores de uso, y no como un incremento del
valor. Dentro del pensamiento económico se le adjudica a los fisiócratas el haber situado el
problema concerniente al origen de la riqueza social en la esfera de la producción material en
lugar de situarlo, como hasta entonces se había hecho, en la esfera de la circulación, con ello
sentaron las bases del análisis de la producción capitalista en su conjunto. No obstante, los fisiócratas fueron partidarios del dominio ilimitado de la propiedad privada,
de la libre competencia y de la libertad de comercio exterior. Lo valioso de su doctrina estriba
en hacer depender de la estructura económica la situación de las clases de la sociedad. Es
asimismo un mérito científico de los fisiócratas el examinar el capital en la forma que adopta
en el proceso de producción, en vez de identificar ­como hacían los mercantilistas­ el capital
con la forma monetaria en que aparece ésta en la esfera de la circulación. De igual manera, los fisiócratas dieron comienzo al análisis científico del capital fijo y del
capital circulante mediante su doctrina de los anticipos iniciales y anuales. Fueron los primeros,
en la historia de las ideas económicas, que intentaron analizar las leyes de la reproducción y de
la distribución del producto social global bajo el capitalismo. Los clásicos del marxismo
estimaron en mucha esa tentativa y la consideraron de alto mérito para su tiempo. El "cuadro
económico" de Quesnay, aunque contenía muchas tesis contradictorias y erróneas, fue el primer
ensayo llevado a cabo para presentar el proceso de la reproducción capitalista en su conjunto“
Guide, 1996.
La fisiocracia, que surgió en Francia a mediados del siglo XVIII, puede con justicia ser
llamada la primera escuela sistemática de pensamiento económico, siendo los primeros en
reflexionar sobre la actividad económica y en explicarla como un todo, es decir como una
disciplina sujeta a determinadas relaciones y leyes. Varios de sus principales exponentes, como
Quesnay y Turgot, opinaban que un pueblo sería más rico y más poderoso cuanta más tierra y
mayor producción agrícola tuviera. El eje de la argumentación fisiocrática afirmaba que las
sociedades están regidas por un orden natural ­leyes naturales­ y que entonces el Estado está
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inhibido de intervenir en ellas. De hecho fisiocracia proviene de una combinación de palabras
griegas que significan “gobierno de la naturaleza”. En consecuencia, a la pregunta del monarca “¿qué debo hacer con la economía?”, le siguió
una respuesta que pasó a la historia: “laissez faire, laissez passer” ­“dejad hacer, dejad pasar”­ .
En síntesis, no hay que hacer nada. Galbraith, 2000. Cualquier acción que realice el Estado
sobre la economía sólo servirá para trabar ese delicado mecanismo de relojería que es la
sociedad, y entonces el remedio será peor que la enfermedad.
En suma, en materia económica, estos pensadores entendían que la única actividad humana
capaz de producir una nueva riqueza, es decir agregar un nuevo valor, era la agricultura
­recordemos que la economía francesa en aquella época era eminentemente agrícola­. Según
ellos, la industria, el comercio, etc. sólo cambiaban las características de los bienes, es decir los
transformaban pero sin agregar nueva riqueza a la sociedad. De allí que, a diferencia de los mercantilistas, no consideraban que el comercio pudiera
favorecer la prosperidad de un país. Por lo tanto, la única clase productiva era la de aquellos
que estaban vinculados al trabajo de la tierra, mientras que los demás sectores eran
considerados “la clase estéril”, ya que no producían riqueza. Por lo tanto, estaban de acuerdo
con que sólo la actividad primaria pagara impuestos, medida que involuntariamente favoreció
el desarrollo industrial. Referencias bibliográficas
DENIS, H. (1970): Historia del pensamiento económico. Ed. Ariel. Barcelona.
GALBRAITH, J. K. (2000): Historia de la economía. Ed. Ariel. Barcelona.
GIDE, C. y RIST, C. (1996): Historia de las Doctrinas Económicas. Editorial Reus. HUERTA DE SOTO, J. (2000): La Escuela Austriaca: mercado y creatividad empresarial, Editorial Síntesis,
Madrid.
HUERTA DE SOTO, J. (2010): La esencia de la escuela austriaca y su concepto de eficiencia dinámica.
Nuevas corrientes de pensamiento económico, Marzo­Abril 2012. N.º 865
MEEK, R. L. (1975): La Fisiocracia. Barcelona, Ed. Ariel. Núm. 17 (2014)
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MORA CONTRERAS, J. (1990): La escuela fisiocrática. Facultad de Ciencias Económicas y Sociales.
Universidad de Los Andes SHIGETO, T. (1945): Sobre los esquemas de la reproducción, en SWEEZY, Paul M. Teoría del Desarrollo
Capitales­ ta. México, F.C.E.
SZENBERG, M. (1994): Grandes economistas de hoy. Debate pensamiento. España.
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