Actas N de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre COMERCIO Y DESARROLLO Ginebra, 23 de marzo — 16 de junio de 1964 Volumen II EXPOSICIONES SOBRE POLITICA EDITORIAL SUDAMERICANA Publicado en colaboración con NACIONES UNIDAS INDICE a Parte tercera REALISMO Y RENOVACIÓN ?áZina Capitulo A. B. LA ESTRANGULACIÓN EXTERIOR DEL DESARROLLO E L POTENCIAL D E LOS GRANDES PAÍSES F R E N T E A LOS REQUERIMIENTOS DEL 1. 2. 3. 4. 5. C. D. DESARROLLO 66 Ritmos de crecimiento en países desarrollados y en desarrollo. . . . Las reservas monetarias internacionales La política comercial y financiera de los países claves El papel dinámico del oro Los recursos del desarme F. 66 66 67 67 68 LA RESPONSABILIDAD DE LOS PAÍSES EN DESARROLLO 68 1. 2. 3. 68 69 70 Las transformaciones internas que exige el desarrollo La industrialización y el crecimiento demográfico La planificación del desarrollo y la cooperación internacional . . . . E L CONCIERTO DE MEDIDAS COMERCIALES 1. Metas de importación 2. Preferencias industriales 3. Preferencias existentes 4. Carácter de las metas 5. Convenios sobre productos 6. Financiamiento compensatorio 7. Reajuste de la deuda exterior 8. Transportes marítimos y seguros 9. Agrupaciones entre países en desarrollo 10. Las reglas del GATT 11. Reducción de aranceles excesivos 12. Diferencias entre los países en desarrollo E. 65 71 71 71 71 72 72 72 73 73 73 73 73 73 CARÁCTER Y ADAPTABILIDAD DE LA POLÍTICA DE COOPERACIÓN INTERNACIONAL 73 NUEVOS PROBLEMAS Y NUEVAS ACTITUDES 75 DISCURSOS INAUGURALES Discurso pronunciado por: Sr. Ludwig von Moos, Presidente de la Confederación Suiza U Thant, Secretario General de las Naciones Unidas S.E. Sr. A. M. Kaissouni, Presidente de la Conferencia Sr. Raúl Prebisch, Secretario General de la Conferencia 79 81 84 89 EXPOSICIONES SOBRE POLITICA HECHAS AL INAUGURARSE LA CONFERENCIA Exposición hecha por: S.E. Sr. Mohammad Sarwar Ornar (Afganistán) S.E. Sr. Kiço Ngjela (Albania) S.E. Sr. Georges Bresson (Alto Volta) S.E. Sr. Abid M. S. Sheikh (Arabia Saudita) S.E. Sr. Bachir Boumaza (Argelia) S.E. Sr. Eugenio Blanco (Argentina) M.H. Sr. J. McEwen (Australia) S.E. Sr. Bruno Kreiski (Austria) S.E. Sr. Maurice Brasseur (Bélgica) 97 102 108 110 112 120 123 126 128 DISCURSO PRONUNCIADO POR EL Sr. RAUL PREBISCH, SECRETARIO GENERAL DE LA CONFERENCIA DE LAS NACIONES UNIDAS SOBRE COMERCIO Y DESARROLLO, en la tercera sesión plenária, celebrada el 24 de marzo de 1964 [Texto original: español] Los países en desarrollo tienen que asimilar rápidamente una técnica productiva que ha sido objeto de una larga evolución y adaptación en los países industrializados. Si bien es cierto que los primeros tienen la ventaja innegable de encontrar a su disposición el enorme potencial de la técnica contemporánea, no es menos cierto que para asimilarla se encuentran con problemas de una magnitud y una dimensión que, desde luego, no se presentó en el desenvolvimiento gradual de la tecnología en los países ahora avanzados. Reflexionemos en un hecho fundamental. La técnica moderna requiere un altísimo capital por hombre, y los países en desarrollo tienen un ingreso muy bajo por habitante, que hace en extremo difícil que puedan acumular rápidamente el capital necesario por sus propios medios. Por lo demás, los países en desarrollo tienen un ritmo extraordinario de crecimiento demográfico, que no tuvieron los países ahora avanzados. Esta Conferencia tiene como punto de partida un claro concepto político que no parecería discutirse más: el de que los países prósperos del mundo no debieran desentenderse de los problemas de la periferia de la economía mundial, donde las dos terceras partes de la población del universo viven en condiciones muy precarias. Pero hay una distancia considerable entre el reconocimiento de este concepto y su traducción en una vigorosa política de cooperación internacional para lograr el rápido desarrollo de esa vastísima parte del mundo. Nunca como hasta ahora se ha tenido, gracias al enorme potencial de la técnica contemporánea, la posibilidad de resolver rápidamente el problema de la miseria y de sus males inherentes en los países en desarrollo, y, sin embargo, nunca como ahora se habían presentado en tan vasta escala tensiones tan inquietantes como las que trastornan al mundo en desarrollo. Vienen a esta Conferencia los países en desarrollo para lograr una política que les permita acelerar su tasa de crecimiento económico y social y para hacer presente la necesidad ineludible de un cambio fundamental en la política de cooperación internacional, la cual tiene que sustentarse sobre la realidad. En la evolución de los grandes centros industriales se resolvió en primer término el problema de la acumulación de capital y, mucho después, se afrontó la redistribución del ingreso. Por el contrario, en los países en desarrollo, ambas exigencias se plantean en forma simultánea y hay que hacerles frente ineludiblemente para que los frutos del desarrollo económico lleguen en proporción cada vez mayor a las masas populares. La acumulación de los ingentes capitales requeridos tiene que hacerse en condiciones muy adversas de la economía internacional y está encontrando, además de numerosos obstáculos internos, formidables obstáculos externos, que deberán ser estudiados y allanados por esta Conferencia. ¿Cuáles son los obstáculos externos? Las importaciones de bienes de capital y de otra clase que requieren los países en desarrollo exceden considerablemente lo que ellos pueden financiar en este momento con el producto de sus exportaciones. Esta "brecha comercial" (trade gap), como se ha dado en llamarla, tiende a acentuarse en general cuanto más intenso es el ritmo de desarrollo. Para Acaso la debilidad intrínseca de la construcción institucional de la posguerra — elaborada en Bretton Woods y La Habana — radica en no haber reconocido plenamente esa realidad, es decir, las diferencias fundamentales que existen entre los centros industriales y la periferia de la economía mundial. Es esto lo que habrá que corregir en esta Conferencia. En los países industriales la técnica ha traído consigo y exige grandes transformaciones de la estructura económica y social. Esas transformaciones tienen que realizarse también, en una forma o en otra, en los países en desarrollo para que la penetración de la técnica contemporánea eleve con celeridad el nivel de vida de la población. La construcción de Bretton Woods y La Habana, que supone implícitamente que todos los países tienen una estructura económica y social homogénea, pretende aplicar reglas y principios comunes a lo que es fundamentalmente diferente. 89 90 DISCURSOS INAUGURALES que las dos terceras partes de la población mundial a la que me referí anteriormente puedan alcanzar la tasa mínima de 5 por 100 de aumento anual del ingreso establecida en el Decenio de las Naciones Unidas para el Desarrollo, se ha calculado que sería necesario que hacia 1970 importen 20.000 millones de dólares más de lo que les proporcionarían los recursos procedentes de sus exportaciones, si es que siguen prevaleciendo las tendencias del decenio precedente y no continúa empeorando la relación de precios del intercambio. No es éste un pronóstico. Es una mera proyección que supone la continuación de ciertas tendencias y no se la debe tomar como la expresión mecánica de un fenómeno. Es un orden de la magnitud que tendría este fenómeno de no corregirse los factores que actúan sobre él. Hay quienes son tan prudentes que no aceptan cifras de este tipo porque no las consideran exactas; son aquellos que no se percatan de que llueve porque no pueden medir en un preciso momento la cantidad de lluvia que cae. La "brecha comercial" de 20.000 millones de dólares en importaciones que deben hacer los países en desarrollo para acelerar su crecimiento significa, por otra parte, que hay 20.000 millones de dólares de bienes de capital que los países industrializados podrían hacer a la periferia de la economía mundial, pero que no podrán realizarse si no se resuelve este problema. A propósito, suele hablarse del sacrificio que los países industriales tendrían que hacer para ayudar a los países en desarrollo a cerrar esa brecha comercial. El sacrificio lo tendrán, por el contrario, si no se deciden a hacerlo, pues sus industrias perderán tan promisorias posibilidades de exportación. ¿Por qué estamos en presencia de este fenómeno de la "brecha comercial", que es la consecuencia de una tendencia persistente hacia el desequilibrio exterior de los países en desarrollo ? ¿ Por qué razón se ha presentado en los últimos treinta años este fenómeno que no habíamos conocido en la historia económica del siglo pasado ni en los primeros decenios del siglo XX? Hay un principio universal y muy simple que opera en todas las latitudes, cualquiera que sea el sistema económico y social imperante. Se puede resumir en los siguientes términos: a medida que crece el ingreso por habitante debido al progreso técnico, la demanda de productos primarios aumenta con mucha menor intensidad que la demanda de bienes industriales. Este es un fenómeno conocido e irreversible que se acentúa con el desenvolvimiento de la producción de sintéticos que van sustituyendo a las materias primas naturales en virtud del avance tecnológico. Pero este principio universal se manifiesta en forma muy distinta en los países industriales y en los países de pro- ducción primaria. En efecto, los artículos que tienen una demanda de lento crecimiento son, precisamente, los que exportan los países en desarrollo. Por el contrario, los productos sobre los cuales recae una demanda acelerada, son los que ellos importan. Por ello es que el fenómeno del desequilibrio persistente se presenta en los países en desarrollo, en tanto que en los industrializados sucede lo contrario. En los últimos hay una tendencia hacia el exceso de exportaciones industriales con respecto a las importaciones de productos primarios. Y es ésta otra comprobación de que no podemos considerar el mundo económico como un mundo homogéneo. Es un hecho bien sabido — y ahora los centros industriales lo comprenden, porque lo están sintiendo en su economía — que la producción primaria, por su propia naturaleza, no se ajusta rápidamente a ese lento crecimiento de la demanda y tiende a crecer más allá de lo que sería necesario para que sus precios se mantengan estables en relación con los de los productos industriales. Existen obstáculos económicos y sociales que impiden el rápido ajuste de la producción primaria, sobre todo cuando hay grandes aumentos de productividad debidos al progreso técnico en este sector. Por efecto del juego de las fuerzas del mercado, los precios de los productos primarios tienden a envilecerse por comparación con los de los productos manufacturados. Pero este fenómeno se circunscribe en los países industriales al ámbito interno de la economía. Se trata entonces de una mera redistribución de ingresos dentro del país, que se puede atacar por medidas internas, como sucede en la realidad. En cambio, el mismo fenómeno, cuando se produce en los países en desarrollo, se manifiesta en una transferencia de ingresos hacia los países industriales, o sea, un fenómeno de redistribución regresiva del ingreso, que constituye una pérdida que sólo la cooperación de estos países podría remediar. Esta es otra prueba de las diferencias fundamentales que existen en el mundo. He tenido el honor de someter a la consideración de los gobiernos representados en esta Conferencia un informe en que — además de hacer el diagnóstico de los problemas que interesan al mundo en desarrollo — he procurado esbozar algunas soluciones. Es muy natural que quien lleva años observando estos problemas e interesándose por ellos no haya podido evitar totalmente en ese documento ciertos elementos subjetivos. Sin embargo, debo decir que hice todo lo posible por eliminar del informe tales elementos de carácter personal. Si he viajado por los cinco continentes antes de redactarlo, si he conversado y discutido con grupos selectos de altos funcionarios, si he consultado expertos de reconocida competencia, ha sido para encon- SR. RAÚL PREBISCH, SECRETARIO GENERAL DE LA CONFERENCIA trar comunes denominadores y condensar una serie de ideas que están en efervescencia en el mundo en desarrollo. Por eso, el informe contiene lo que, a mi juicio, constituye un "mínimo asequible", es decir, lo absolutamente indispensable para atacar el problema del desequilibrio persistente del intercambio y lograr la condición externa esencial para acelerar la tasa de crecimiento. Dentro del concepto de "mínimo", he propuesto una serie de fórmulas, teniendo en cuenta que la tasa del 5 por 100 fijada por la Asamblea General de las Naciones Unidas como objetivo para el crecimiento de la periferia hasta el año 1970, es una tasa muy modesta, que será necesario superar tan pronto como se hayan creado las condiciones necesarias para aumentarla. Por lo tanto, las medidas propuestas pueden considerarse razonables y al mismo tiempo modestas y moderadas. Dije un "mínimo asequible", asequible porque, si bien es cierto que algunas de esas proposiciones encuentran naturales resistencias, no es menos cierto que ellas van desvaneciéndose poco a poco. Hay ciertas formas de pensar prevalecientes que, sin duda alguna, irán cambiando. Se allanará así el camino para que estas u otras proposiciones se puedan estudiar constructivamente. Si, en lugar de tratar de reflejar los comunes denominadores que conducen a este "mínimo asequible", hubiera dejado libre expresión a lo que personalmente desearía como un economista del mundo en desarrollo, habría ido bastante más lejos. En materia de productos primarios, por ejemplo, no hubiera vacilado en abogar por metas más ambiciosas y por contratos a largo plazo, que den estabilidad al mercado de los productos primarios. Por lo que hace a las preferencias industriales, posiblemente no me hubiera esforzado por encontrar una fórmula prudente como la cristalizada en la cuota propuesta, la cual tiene como finalidad demostrar a los países industriales que las importaciones de manufacturas de los países periféricos — como se explica en el informe — no constituirían, en el mejor de los casos, más del 4 ó 5 por 100 del incremento del consumo industrial entre el momento actual y el año 1970. Hubiera podido prescindir de esa cuota, pero creo que en las circunstancias actuales es conveniente dar la seguridad de que no habrá una irrupción violenta de productos industriales en los mercados de los países desarrollados. Creo que también en materia financiera ha habido en el informe una característica de moderación, porque bien pudiera haber demostrado una simpatía más marcada hacia las ideas que están surgiendo y prosperando en medios intelectualmente muy serios de los países desarrollados. Esas ideas llegan a con- 91 siderar la posibilidad de crear recursos adicionales de carácter internacional sobre la base de las reservas monetarias existentes y encaminar esos recursos, con una amplitud que no tienen actualmente, hacia los países en desarrollo, por medio de los canales existentes, el Banco Internacional, por ejemplo. De este modo se contribuiría también al mejor aprovechamiento de los factores productivos en los países industriales y a su más rápido ritmo de crecimiento, especialmente en aquellos casos importantes en que existe capacidad ociosa en la economía. En fin, creo que se hubiera podido ir más lejos en el punto referente a la creación de una organización internacional para el comercio. Después de muchas discusiones, se ha propuesto una fórmula moderada y aceptable. Pero en mi fuero interno — y no tengo reticencia en decirlo — creo que alguna vez habrá que llegar a una organización internacional de mayor envergadura, con algunas facultades supranacionales que por ahora no parecerían tener general aceptación. Por ello se ha presentado una fórmula que es viable actualmente y que permitirá realizar una evolución progresiva hacia fórmulas más avanzadas. El "mínimo asequible" a que me he referido anteriormente podría resumirse en seis puntos principales: Primero, mejorar el acceso de los productos primarios a los mercados de los grandes centros industriales, asegurándoles una participación razonable en el crecimiento de su consumo. Segundo, elevar y estabilizar el poder de compra de los ingresos de exportación de los países en desarrollo, ya sea por convenios de productos que traten de actuar sobre los precios, o mediante un mecanismo de financiamiento compensatorio, que podría en muchos casos llegar a ser más eficaz que el mero ajuste de precios, sobre todo para aquellos productos en que no sería aconsejable actuar sobre los precios, por las razones que explico en el informe. Respecto delfinanciamientocompensatorio a largo plazo, desearía hacer una aclaración. En algunos comentarios acerca del informe se me atribuye la idea de que el financiamiento compensatorio tiene que ser automático. Me excuso si por falta de claridad se ha producido esa interpretación. Considero que el financiamiento compensatorio tiene que otorgarse a los países en desarrollo dentro de una idea de planificación y una vez que se haya definido cuál es el perjuicio y la magnitud del perjuicio que un país determinado sufre a causa del deterioro de la relación de precios del intercambio. Por lo tanto, no he propuesto un procedimiento automático, ni podría haberlo hecho quien tiene una idea muy seria de lo que es el financiamiento del desarrollo y de la necesidad de ajustado a un plan seriamente elaborado. 92 DISCURSOS INAUGURALES Por otro lado, creo indispensable — y así lo manifiesto en el informe — que ese financiamiento compensatorio se otorgue, junto con otros recursos financieros internacionales, a fin de ayudar a los países en desarrollo a realizar las transformaciones estructurales de su economía que son indispensables para corregir la debilidad congénita que conduce a esa persistente tendencia hacia el deterioro de la relación de precios. Asimismo, considero indispensable que tanto las medidas regulatorias de los precios de los productos primarios como las medidas de financiamiento compensatorio vayan vinculadas al problema de acceso a los mercados, pues elevar el precio de estos productos, si simultáneamente siguen decreciendo las importaciones de ellos, no tendría ningún alcance práctico o sólo lo tendría muy limitado. El tercer género de medidas se refiere a la exportación de productos industriales de los países en desarrollo. Se aborda tanto el problema de las restricciones que ahora entorpecen la expansión normal de esas exportaciones, como la necesidad de una política preferencial para el resto de las manufacturas, por un plazo limitado, salvo una lista razonable de excepciones. Así se ayudaría a las industrias incipientes de los países en desarrollo a ganar los mercados exteriores, lo que es fundamental para contribuir a la corrección de la tendencia persistente al desequilibrio. El cuarto punto se refiere a la sustitución de importaciones. No todo el desequilibrio virtual del intercambio ha de corregirse por conducto de mayores exportaciones o mejores precios. Los países en desarrollo tienen que continuar sustituyendo importaciones, pero, en lo posible, debieran nacerlo mediante agrupaciones de países que permitan realizar este proceso en una forma más racional que la presente. La quinta medida se refiere al comercio con los países socialistas, mediante convenios a largo término para aprovechar el gran potencial de importación que estos países han ido formando en razón de la tasa actual de su crecimiento económico. Este problema tal vez no pueda resolverse por el momento al margen de los convenios bilaterales, pero existe la esperanza de que la ampliación del comercio de los países socialistas con el resto del mundo vaya creando las condiciones propicias para pasar del bilatéralisme al multilatéralisme, porque no se concibe la compensación multilateral si el comercio se limita a escasos artículos y a pocos países. Cuanto más crece el número de países y más se extiende el ámbito de acción del comercio, más favorables son las condiciones para que se pueda evolucionar hacia el comercio multilateral, y ello es de desear, en vista de los inconvenientes tan conocidos del sistema bilateral. El sexto punto, relativo a los "invisibles", concierne a la necesidad de aliviar los servicios de la deuda externa mediante reajustes de plazos, necesidad que se manifiesta con carácter de urgencia en numerosos países. También se refiere a la adopción de medidas en materia de fletes y seguros para contribuir al mejoramiento de la balanza de pagos y a la corrección de la tendencia hacia el desequilibrio. Para justificar las medidas indicadas anteriormente no hay más que volver la vista hacia atrás y ver que lo que se ha hecho en materia comercial, lejos de corregir la tendencia existente al desequilibrio, la ha acentuado. La ha acentuado tanto por la política proteccionista de países industriales como por la falta de una política de promoción de las exportaciones industriales en los países en desarrollo, que ha llevado a su industrialización en una serie de compartimientos estancos. Ello se debe en gran parte a que la industrialización de estos países ha comenzado en aquella época de desintegración de la economía mundial que fue la gran depresión de los años treinta. Los centros industriales han superado ese fenómeno de desintegración, pero sus consecuencias subsisten en los países en desarrollo, y cuando algunos de los últimos hicieron el esfuerzo de buscar mercados exteriores para sus exportaciones industriales, tuvieron que detenerse debido a las medidas restrictivas aplicadas por países industriales. Donde sí ha habido una visión positiva de este problema ha sido en materia financiera. Tenemos que reconocer que se ha hecho un esfuerzo serio para aumentar los recursos de los países en desarrollo en virtud de iniciativas que han surgido en las Naciones Unidas. No hay más que recordar que hacia 1950 los países industriales dedicaban apenas el 0,3 por 100 de su ingreso global a transferir recursos a los países en desarrollo, en tanto que en el año 1962 esa cifra había subido a 0,7 por 100. Pero esto no debiera ser motivo de gran complacencia, porque al mismo tiempo el deterioro de la relación de precios ha ido disipando el efecto benéfico de esos recursos financieros, a tal punto que, si de la cifra de las transferencias financieras que recibieron los países en desarrollo en 1962, deducimos las pérdidas por efecto de la relación desfavorable de precios, nos encontramos con un hecho que nos deja perplejos: la proporción de recursos que los países industriales transfirieron a la periferia de la economía mundial en ese año queda en 0,3 por 100, o sea igual que en el año de partida, 1950. Esta situación tan grave depende, por cierto, del punto de partida que se tome para calcular la relación de precios. Si en 1950 se juzgaba que los recursos financieros transferidos a los países en desarrollo eran francamente insuficientes y que había que acrecentarlos, el aumento registrado ha sido pura- SR. R A Ú L PREBISCH, SECRETARIO GENERAL DE LA CONFERENCIA mente nominal. Los recursos netos a disposición de los países en desarrollo no sólo no han aumentado sino que ha habido un retroceso por comparación con el ingreso de los países industriales*. Este hecho no podría negarse aunque se alegara que la relación de precios de hoy es superior a la de hace cien años, o se adujera que si los precios industriales han subido en relación con los primarios ello se debe a mejoras en la calidad. En el año 1962, todas las transferencias de capital a los países en desarrollo alcanzaron a 6 600 millones de dólares; las pérdidas de ingresos en virtud del deterioro de la relación de precios en ese mismo año de 1962, en comparación con 1950, fueron de 3 600 millones de dólares, o sea que quedó un saldo de 3 000 millones de dólares como resultado de estos movimientos. Por otro lado, ha habido un aumento notable de los servicios de intereses y dividendos originados por el capital transferido. No se puede decir que estos pagos constituyan por sí mismos una carga desproporcionada. No lo serían si hubieran aumentado con celeridad las exportaciones, como sucedía en otros tiempos. Pero como esto no ha ocurrido, dichos pagos contribuyen a acentuar los rasgos desconcertantes del proceso. Pues bien, del saldo de 3 000 millones de dólares que quedó en 1962 después de deducido el efecto del deterioro de la relación de precios, hay que restar 2 600 millones que corresponden a los servicios de intereses y dividendos pagados al exterior ese mismo año, o sea el saldo neto es de apenas 400 millones de dólares. Este es un fenómeno sumamente serio. Se ha desvanecido el efecto benéfico de la política de aumento de los recursos puestos a disposición de los países en desarrollo. Desearía preguntar al Sr. Woods, el eminente Presidente del Banco Internacional, que demuestra tener una visión muy amplia y constructiva de estos problemas, si tiene confianza en que su política de préstamos — la esclarecida política de préstamos que sigue en estos momentos — podría sustentarse sólidamente sobre esa base, si podría estar comprometida continuamente por un fenómeno de deterioro, si ve con tranquilidad que lo que él hace con la mano lo borran con el codo las fuerzas del mercado internacional. Suele preguntárseme con cierta insistencia si el alza reciente de algunos precios de productos primarios no significa que la tendencia al deterioro ha comenzado a invertirse. No sabría decirlo. La misma pregunta se me hizo hace algunos años frente a corrientes de alza que resultaron ser fugaces. No quisiera hacer pronósticos como los hacía cuando tenía veinte años. Sólo puedo decir que no advierto * Desde luego, la incidencia de estos hechos difiere según los países; y hay casos como el de Australia, que transfiere recursos a los países en desarrollo y experimenta a la vez pérdida» por el deterioro de la relación de precios. 93 en el horizonte económico factores de mejora persistente en la relación de precios en general. Y si la técnica penetra más a fondo en el campo de la producción primaria de los países en desarrollo, y con ello aumenta la productividad, como es indispensable hacerlo, la tendencia al deterioro podría acentuarse. Como quiera que fuere, la previsión más elemental aconseja tomar medidas para evitar que la excelente política de ayuda financiera que se ha ido desarrollando se vea perjudicada por el juego de las fuerzas del mercado. Aparte de la significación intrínseca de las metas cuantitativas de dar contenido concreto a una política, ellas van a permitir — si se acepta la idea de sucesivas conferencias y de un comité permanente — seguir el curso de los acontecimientos económicos y sociales, ver hasta qué punto nos acercamos o nos alejamos de las metas, y lograr que nuevas medidas refuercen las anteriores, si no se han logrado los resultados apetecidos. Pero las medidas no deben circunscribirse a los países industriales importadores. Es absolutamente necesario que el examen periódico de la política económica internacional se haga también con respecto a la política que siguen los países en desarrollo. ¿ Están aprovechando las ventajas que puedan derivarse de esta Conferencia? ¿Están tomando todas las medidas necesarias para que esas ventajas puedan conducir a los objetivos que se persiguen? Por otro lado, hay un aspecto de la fijación de metas que podría resolver pragmáticamente el siguiente problema que tanto ha discutido el Comité Preparatorio de esta Conferencia y que se ha debatido en artículos publicados sobre estas materias. ¿Cómo podrían los países socialistas aplicar medidas equivalentes a las reducciones o eliminaciones aduaneras y de impuestos internos que puedan acordar los países desarrollados de iniciativa privada para favorecer las exportaciones de los países en desarrollo? Ni la tarifa arancelaria ni el sistema de precios internos tienen la misma significación en los países socialistas que en los de iniciativa privada. Y tal vez la mejor forma de equiparar estas diferencias sería el establecimiento de metas de importación. Unos y otros grupos de países fijarían metas a alcanzar gradualmente en un cierto número de años, de acuerdo con su propio sistema económico y social. Los países de iniciativa privada lo harían mediante cuotas de acceso o participación, o compromisos de compra en el consumo, rebajas de los precios de sostén, rebaja o eliminación de aranceles y medidas técnicas y financieras y de promoción; y los países socialistas mediante contratos a largo plazo y medidas de promoción ajustadas a su propio sistema. He ahí el común denominador que permitirá encontrar 94 DISCURSOS INAUGURALES solución a problemas que de otro modo sería muy difícil resolver. Termino ahora mi exposición. Cuando el Secretario General de las Naciones Unidas me ofreció esta responsabilidad en la Conferencia, alejándome momentáneamente de la que tengo en el campo regional también en el seno de las Naciones Unidas, no vacilé en aceptar su invitación. Y confieso que no me hice un cuadro de probabilidades. No quise pensar en los factores favorables o desfavorables que pudieran existir para el éxito de la Conferencia. Mi actitud fue la de reconocer que se presentaba una magnífica oportunidad para que los países de la periferia vinieran al centro a exponer con clara objetividad los problemas que estorban su desarrollo económico. Lo hice con la profunda convicción de que hay ciertas ideas fundamentales que tendrán tarde o temprano, y más bien temprano que tarde, que ¡penetrar para lograr una transformación fundamental en la política económica internacional, si es que los países industrializados no son indiferentes a la suerte del resto del mundo. Creo, sin reticencias, que es ésta una oportunidad histórica. En la región a que pertenezco, se tuvo hace diez años la gran oportunidad de lograr un cambio fundamental en la política de cooperación internacional y se malogró con graves consecuencias que hacen hoy mucho más difícil llevar a cabo lo que pudo entonces realizarse. No quisiera que esta oportunidad se malogre para el mundo en desarrollo, ni imaginar la serie de acontecimientos que de ello se derivarían. Creo que todos debemos esforzarnos por reconocer la importancia de este momento y comprender que el mundo en desarrollo espera de los países industrializados que se le permita ejercitar su esfuerzo en el plano internacional. Se ha preconizado, se sigue preconizando la idea fundamentalmente sana de que los países tienen que desarrollarse por su propio esfuerzo, pero ese esfuerzo tiene que poder manifestarse con mayores exportaciones, única forma en que puede manifestarse en el mundo económico internacional. De ahí la necesidad de una política de expansión persistente y acelerada de las exportaciones que permita, a su vez, acelerar el desarrollo de estos países. Se va a iniciar ahora un diálogo fecundo y convendría concentrar nuestra atención en los asuntos fundamentales, evitando problemas adyacentes que pudieran desviar la atención de lo que interesa esencialmente a los países en desarrollo. Y permítaseme decir algunas palabras sobre cómo los hombres de la periferia vemos estos problemas en el momento actual. Creemos que no hay que forzar a nuestros países a desarrollarse hacia dentro porque no pueden hacerlo hacia afuera por la falta de una adecuada política internacional. Estimamos también que no pueden tomarse en consideración recomendaciones que tiendan a la compresión del consumo popular para aumentar la capitalización en vista de la falta de suficientes recursos del exterior o porque esos recursos se desvanecen por efecto de la relación de precios del intercambio. Creo que forzar a los países a desarrollarse hacia dentro tendría profundas consecuencias no solamente en el campo económico y social, sino también en el campo político. Pero no quisiera, señor Presidente, levantar mi índice para señalar palabras fatídicas en los muros de este Palacio. Por el contrario, deseo insistir sobre la gran oportunidad que se nos presenta para resolver problemas fundamentales del mundo en desarrollo. Sería trágico que esta oportunidad, magnificada por el enorme potencial de la técnica contemporánea, se vaya a malograr. Tenemos que aprender a manejar ese potencial y a actuar sobre las fuerzas de la técnica y la economía, así como las de la historia, para encauzar la profunda fuerza emocional que se está acumulando en los países en desarrollo. Tienen ellos una enorme tarea que realizar. No sólo necesitan resolver sus problemas económicos; pueden dar una gran contribución, porque tienen un concepto de la vida y de los valores humanos que les va a permitir, sin duda alguna, participar decisivamente en la solución del problema fundamental de hacer compatibles la técnica y el espíritu. Tienen esos países un concepto propio de la vida y los valores humanos; y en muchos de ellos es muy honda la huella de culturas milenarias. Podría ser muy importante su contribución para que en este afán en que nos encontramos de dominar las fuerzas de la economía, el hombre no se subordine a las exigencias de la técnica y del proceso económico, sino que se emancipe de la necesidad económica, de la miseria y de sus males inherentes para exaltar su vida y lograr una plenitud que hasta ahora en esos países se ha circunscrito históricamente a pequeñas minorías.