para vivir conSergio Andrade - El

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IDENTIDAD / Domingo 18 de enero de 2015
El espacio del Amo en Gloria:
para vivir con Sergio Andrade
Aunque Gloria es una cinta proteica que narra simultáneamente una serie de inicios: el de una cantante, el de una compositora, el de una
historia de amor, historias de sevicia, el de un Amo que evoluciona a través de un harem de preadolescentes, el de la vida en la cárcel…
Gloria es la historia de la caída de ese Amo que de descalificador y castigador, termina en silla de ruedas, diagnosticado con cáncer de
columna y finalmente con síndrome de Guillain-Barré.
Por Antonio Marquet
Más que la biografía de la intérprete y
compositora, Gloria (2014) es la historia
del infierno llamado Sergio Andrade
desde el punto de vista de Gloria Trevi
que cayó en su telaraña: la autora de
“Amor cavernícola”, “Dr. Psiquiatra”, “La
papa sin catsup”, “Pelo suelto”, “Con los
ojos cerrados”, “Mañana”, “Soledad”…
necesitará tres décadas para liberarse de
él. Pagará con la prisión, golpes, humillaciones, con la vida misma de su hija,
con una fortuna que le roba el managerexplotador; con un contrato-juramento
roto, de sumisión sexual con vigencia
de 99 años, firmado en una servilleta: el
recuento de los daños es incalculable.
“Una falla y te olvidas de tener destino”, sentencia el Amo Andrade a
Gloria Trevi en el momento de salir
al escenario de Siempre en domingo,
el programa musical de TV con Raúl
Velasco que la lanzará al estrellato con
“Dr. Psiquiatra”. Para Andrade, que
había hecho a Lucerito, Crystal y Yuri,
no hay medias tintas: es el éxito o el
fracaso. Además de ridícula y abusiva,
la frase es poderosamente efectiva (en
el alma enamorada que admira hasta el
endiosamiento a su explotador). Es esa
vehemencia, ese tipo de contundencia
la que seduce a Trevi. Andrade utiliza
la lógica del todo o nada: “Te haces una
estrella o te haces cenizas.”
Este es el grado de exigencia y terrorismo que aplicaba Andrade a sus pupilas.
Esas frases absolutas que no temen al
ridículo, empleaba con las adolescentes
que no deseaban otra cosa de un Amo
todopoderoso que las hiciera famosas
y las convirtiera en estrellas de TV. Si
era capaz de esa seguridad, entonces no
había duda de que podía introducirlas
al mundo de la fama, único con lo que
pueden soñar esas adolescentes sin otra
educación que la inmersión vital en la
TV. Rodeado de esas pupilas hambrientas de celebridad, dispuestas a la sumisión absoluta, solo faltaba comenzar
a escribir la historia del abuso, de la
ignominia, o de lo que se le antojara a
ese pedófilo perverso.
A pesar de ello, Sergio Andrade es
la fuente de inspiración de Gloria; el
destinatario de todas las canciones que
escribe, según la cinta. No sería desatinado tomar este dato para trazar el perfil
anímico de cada una de las canciones de
Gloria Trevi.
Gloria es también la historia de los
errores de Andrade. El éxito, más allá de
las fórmulas banales de Andrade, estaba
justamente donde no lo veía el Amo. No
era sometiéndose al entrevistador sino
provocándolo como Gloria triunfaría en
la televisión y en la radio; Trevi violó
cada una de las detalladas instrucciones
para el éxito convencional. Gloria no
sólo se complació en hacer lo contrario,
sino en hacerlo a fondo, en un grado
inédito. De tal forma que provoca la ira
del Amo, al que deja en evidencia: ante
tan abierta exhibición de desobediencia, Andrade no acierta sino a abofetearla y humillarla. Andrade, el castigador
que escarmienta a todas por la falta de
una, repartiendo correctivos, es la única
forma de generosidad que conoce.
¿Por qué una compositora
e intérprete tan talentosa, rebelde,
trasgresora, cae en sumisión tan profunda y por un lapso prolongado? ¿Por
qué se niega a salir de ella, aunque
Andrade es un infierno? ¿Por qué cree
Gloria que Sergio le lee el pensamiento
y que no tiene un espacio que no pueda
violar su explotador? No hay respuesta.
Es el amor, con los ojos cerrados, como
sumisión y pasión contra sí. De todas
formas, esa subordinación se transforma en rebeldía inspiradora del canto
de Gloria: además de la mansa, está la
poderosa garra del talento. La insurrección de Trevi es en primer lugar contra
el Amo con el que vive y al que reverencia: parecería que no hay público que
no esté compuesto exclusivamente por
Sergio Andrade.
Desde el primer contacto, la estructura de la relación Trevi-Andrade era
clara: después de haberla usado sexualmente al lado del piano, Andrade exhibe
a Gloria con Mary Boquitas. La coloca
como ejemplo de indignidad: uno no
debe confiar en nadie. La exhibe, además,
para crear cizaña y resentimiento entre
ellas. De esta forma, todas serán fieles
al Amo (su único lazo emocional) y se
batirán entre ellas. Destruida la solidaridad, serán mejor explotadas y ellas
mismas se volverán cómplices eficaces
del explotador…
Refiero este inicio para no señalar
el prolongado tiempo de espera (doce
horas, según la entrevista de Berman)
para la audición que impuso a Gloria
y la masiva descalificación antes de
que María de los Ángeles Treviño Ruiz
muestre su talento. Como rutina, el Amo
sepulta al sujeto antes de permitirle balbucear cualquier cosa; las calla a bofetadas, impone castigos humillantes (lavar
las letrinas, baños de hielo, convertir el
clóset en apando, inanición, vigilancia
estrecha), las somete a interrogatorios,
les roba, las desnuda (como preámbulo) y luego las convierte en obedientes
celadoras de las demás: aunque no es
exhaustivo, el catálogo de vejaciones
tampoco es pequeño y está bien estructurado.
Aunque Gloria es una cinta proteica
que narra simultáneamente una serie
de inicios: el de una cantante, el de una
compositora, el de una historia de amor,
historias de sevicia, el de un Amo que
evoluciona a través de un harem de preadolescentes, el de la vida en la cárcel…
Gloria es la historia de la caída de ese
Amo que de descalificador y castigador,
termina en silla de ruedas, diagnosticado
con cáncer de columna y finalmente con
síndrome de Guillain-Barré. Andrade
supo descalificar a fondo: “suenan
como camiones que chocan”, dice a las
coristas; “eres primitiva”, dice a la compositora… fue el Amo iracundo que solo
repartió castigos (y comida chatarra);
que abusó y gozó de todas sometiéndolas con la fantasía de una fama que sólo
llegó en la nota roja. En su megalomanía,
afirmaba que no somos gente chiquita
para someternos a sus reglas chiquitas.
Fue el Amo que despreció al mundo
(“En este país no existe la gente; en este
país solo existen los borregos”). Por lo
mismo, nunca calibró la magnitud de las
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