La fisonomía d~ 1{ernán Cortés ante la juventud actual POR El LICENCIADO .Agustin Basave :Jernández del Talle (Reptíblíca de México} ~11~~ ~ VALENCIA EDITORIAL F. DOMENECH, S. A. 1948 La fisonomía de '}{ernán Cortés ante la juvenfttd actual , La fisonomía de 'Rernán Cortés ante la juventud actual Sabemos de una vieja campana del Kremlin que presenta la siguiente inscripción: «(cae del lado que la inclinan)). y como la campana, la juventud también cae del lado que la inclinan. lEs amargo reconocer que la juventud cayó del lado hacia el cual la inclinaron las enseñanzas y los ejemplos del mundo actual. 'Es este un siglo que, enamorado de las ciencias exactas y naturales, quiere aplie ar sus sistemas al estuH dio del ser humano, con un olímpico desdén hacia los valores espirituales. Ese estulto intento de explicar al hombre mecánicamente, es la actitud más falsa y desalentadora cuya consecuencia es que el hombre pierda su fe en el hombre; y peor aún: en Dios. 11ientras no se erija la ética sobre la técnica. ésta sólo podrá servir para labrar la desdicha del ser humano y no su felicidad. La lucha por la éxistencia se ha constituído en una con~ tienda desesperada, donde toda clase de ardides parecen válidos y su crueldad busca alivio en la disipación que enerva. 5 CON EI.l ORGULLO CIFR,ADO E,N EL RESENTIMIENTO PlJDO ~-\,FIRMAR EL EXAI,TADO' SOCIA· LISTA BLANQlTI ~ «(NI DIOS NI AMO). E/sta sola frase es reveladora de todo un cuadro sintomático de la Sociedad Actual. «Ni Dios ni Amo)}, es decir~ odio y lucha de clases, rebeldía absoluta y abismos infranqueables. Con desaliento penetrante y profundo, COI! conocimien~ to pleno del siglo en que vivimos, Oswald Spengler, el gran pensador germano, nos afirma: ({Dihltase en el mundo actual una soledad desértica en el alma. una desconsoladora nivela-ción, sin altos ni bajos, que despierta encono contra la vida de los dotados, de los que han nacido creadores. N o se quie'" re ya ver t no se quiere ya comprender que el trabajo director es el trabajo más duro y que de él, de su logro, depende la propia vida. Se siente sólo que ese trabajo hace feliz 'que llena y enriquece el alma y por eso mismo se le odia.» La cuestión social - ¡ se dice tanto! - es un problema de producción~ ¡ Qué miopía! ¡ Qué simplicidad absurda de concepción! La cuestión social es problema de amor; amor para todos sin distinción de clases. La historia y los hechos nos demuestran Que el capital ni puede prescindir del trabajo, ni el trabajo del capital. ¿ Por qué entonces el eterno y odioso conflicto? ¿ Serán de~ ficiencias y errores del régimen? ¿ Habrá necesidad de cambio? El cambio se impone. ¡ Sí! Pero el cambio del hombre. N ada importa en un país determinado el cambio del régimen mientras el actual ente humano no cambie. En todo ser existen depositadas divinas reminiscencias de amor y bondad, casi siempre empañadas por el egoísmo. la crueldad, el apetito de los bienes terrenos y Jos deseos insaciables de lucro. Imposible desconocer que el hombre moderno está saturádo de eso; pero no se puede descono.. cer tampoco] que el desterrar de las almas odios y egoísmos~ si bien es tarea difícil" no es imposible. Y no incidamos en el torpe y fatal error en que hoy g,ran parte de nuestra juventud idealista y soñadora de utopías~ yace; a saber: ese olímpico desdeño hacia el factor económico y el desarrollo 6 de la técnica en la vida de los pueblos. Por esa ley histórica del péndulo, por explicable y justa reacción hacia un de~ gradante materialismo marxista, la not.a se ha exagerado. Al saber, 10 mismo que a todo lo que amamos, ha de CO~ rresponderle un valor y un sentido óntice final. «E'l saber por el saber) es tan absurdo como (d' art pour l' art» de los estetas. Según Max Sche~er -uno de los nlás geniales exponentes de la f4'ilosofía actual-o} hay tres fines a 108 que el saber puede y debe servir: el (saber .de dominio o de resuHados prácticos») ; el «saber culto» y e1 o:saber de salvación». La historia moderna<1e Occidente ha cultivado sistemáticamente y de modo casi exclusivo. el ~aber de rendimiento orientado hacia la posible modificación práctica del mundo. Ahora bien, las pretendidas ciencias teoréticas ((la sciencie pour la sciencie)) si no sirven para la modificación práctica del mundo y su progreso técnico, si son puramente contemplativas, ocupan un Jugar ilegítimo en el espíritu;. usurpan un sitio que debía corresponder al saber culto o de salvación. Pero es el caso que Occidente y los pueblos que tenemos su cultura nos hemos anquilosado en este estudio de tecno· eracia hueca de fermento espiritual, y ¿un en el supuesto de que las ciencias po~itivas hubiesen Hega.do a la perfección de su proceso, el hombre, como ente que trasciende una mera causalidad vital, como persona humana, podría permanecer absolutamente vacío y aún podría retroceder hasta un estado de barbarie comparado con el cual --como afirma Max Sche1er- todos los pueblos primitivos serían heJenos_ Ha llegado ya la hora en que establezcamos en nuestro mundo individual y colectivo una integración jerárquica de estas direcciones espirituales ~ subordinemos la técnica a nuestra condición de humanos "que nunca 10 somos, sino que 10 vamos siendo, eterno advenimiento en que tenemos los pies en el suelo y la frente a~diendo en infinjtos ... Pero, a su vez, subordinemos nuestra idea humanística del saber culto, superemos un mero existencialismo o vita~ lislno en el que el espíritu se cónforma con serpentear felizmente en la tierra, en la arena y en el1odo y en el que a ve~ 7 ces embriagado uno con este mundo) el espíritu parece taIl ligero; que cree que es el cielo, pero en la realidad, ppcas veces se alza dos metros sobre el suelo. En la integración jerárquica, el rango supremo le corresponde a nuestro lazo religioso, porque en definitiva todo bien, toda belle:la,- toda verdad, de Dios son y a Dios confluyen. La generación actual carece de ideales, de afición por las cosas nobles y desinteresadas del espíritu. Ha cambiado su voluntad, su paciencia y su amoi·al trabajo, por el deseo de poder y de satisfacciones materiales en la existencia. Vive la juventud entregada a la desconfianza; a la críti~ c'a~ a la amargura. Magníficos ideales entronizados en' dis tintos tramos de la Historia quieren ser derrocados en este siglo. para elevar en su lugar un nuevo dios: (el horno eéo~ ft nOmlCUS) .. Se han perdido el impulso patriótico, el culto de los héroes y la admiración por sus enseñanzas, por lo que elIos hicieron y expresaron. Hay en el espíritu de la adolescencia Una fuerza adorme~ cid a bastante- para combatir por una vida de mayor digni~ dad; pero es urgente ,encontrar los estímulos apropiados. Yo encuentro en la fisonomía moral de Hernán Cortés. en su significado actual y eterno, el más poderoso estímulo ia ejemplaridad presente y emblemática más alentadora que la juventud puede esperar, en _medio del cenagoso caso de 1a vida internacional contemporánea" De un hermetismo asceta y castellano que rebasa el re .. cogimiento monacal para embeberse en la alegre viveza de una predicación evangélica !""--generosa y espiritual conlO ninguna- nace la expansión colonizadora. Hupo un tiempo en que a España ya no le bastaban: el gozarse en las aladas torres de sus catedrales. fundar monas terios y constituirse en suprema guía en Teología y ciencia. Soñando y viviendo, cohnada de sí m.isma,. desasose~ado su espíritu· transido de divina ansiedad; estalla y trasvasa su alma entera en . . , el quehacer de un imperio que más que hurnana asplraClon era un eterno menester. ¡ Cruzada y misión más que lnera conquista, porque aún M 8 en los más incapaces de comprenderlo, más era la aventura que el negocio a lo que prestos servían! j No era cuestión de espacio vital sino de ámbito y solera espirituales, como en reyes y teólogos juristas surge el imperio r Sólo ~España ha sido capaz de arriesgar y echar a naufragar el dominio material por sostener el imperio de la religión. Sólo ella renunció 'asqueada a ser una nación «con~ fortable» y se lanzó a conquistar el nlundo para salvar el alma; en resaltante contraste «por quienes creyéndose imperialistas y c.olonizadores, sólo fueron piratas de alto estilo o cónsules mercantiles». Na puede discutirse que ]a intervención lnás importan~ te, la huella más honda que ha tenido E.spaña en la Historia del mundo, es la obra que reali7-ó en nuestra .América ; tanipoco podrá negarse que el más atrayente, interesante y sublin1e episodio de aquella epopeya nacional, fué la con· quista de mi suelo de l\Iléxico. y la gloria de esta conquista] e eu po a un héroe que casi se antoja de legendaria y ática leyenda. No es Hernán (~ortés, hijo de padres excepcionales. Su padre, don l\1artín Cortés, fué sólo un buen burgués que de ilustre tuvo tan sólo los timbres de su aboleng,o de buenos soldados y hábiles negociantes) por 10 demás, en su honrada mediocridad, era devoto y caritativo. Su madre, doña (~a­ talina Pizarra, una buena señora que al decir de Gómara era «muy honesta, religiosa, recia y escasa 1). Los progeni ~ tares -no obstante- estampan honda huella en el carácter de su hijo. De su madre hereda C:ortés la práctica de las virtudes rutinarias. De su padre, la ordenada laboriosidad. En sus antecedentes examinados por la corteza externa) no hay. presagios de grand eza: una infancia enclenque y enfermiza que no pocas veces lo tuvo al borde de la muerte. Dos años en Salamanca estudiando I--eyes, (cfacultad rica y .de honra entre todas las otras)), en que a la postre el burbujeante ánimo del joven estaIla en insatisfacción contra los f:Íos y rígidos libracos de jur~sp,rudencia. De esta época, SIn embargo, va a conservar Cortés un cierto tono de humanista distinguido que le permitirá alternar con gente 9 letrada y salpica: sus pláticas con certeras observaciones y agudezas dichas con garbo y soltura de expresión. Antes de marchar al Nuevo Mundo, trabaja en Valladolid con un notario del cual toma estilo y mañas de escribano; se dedica a galanteos que en alguna ocasión le hacen sufrir un fuerte descalabro físico; y por fin a los diecinueve años sale de España para iniciarse en el ejercicio de la milicia~ No podía satisfacer al genio de (;ortés, la mediocre vida ~agrícola y pastoril...4-- que en (~uba arrastró por cinco años~ Pese él su febril ansia de. riquezas~ el tedio y la desilusión le invadían. A los siete años de su estancia en la isla espafiola~ logra por fin partir con audaz apresura.miento, a las tierras que antt~s habían expedicionado: Hernández de CASrdova )~ Grijalva. ~ Cortés se jugó en una carta toda su fortuna. Puso su alma. enter,a en la empresa, y con imposible , . el10 daba algo . SIqUIera para sonar, por un esplTItu, convenenClero Y' mez~ quino ~omQ el del. «explorador sedentario») de Velázquez, el insensato que en el futuro consagraría su vida para arruinar la de Cortés. La personalidad del conquistador México, sufre una violenta irrupción, un desgajamiento' radical en antes y después, desde que tOma el mando de i~s sei~ naves que habían de llevarle a 1as ignotas tierras en qúe 'su privilegiado sino debía ~umplirse. Surge entonce,s pot entero el multifacético genio del conquistador. \.JÚm-ienzá -a hacer sentir Ja fuerza de su brazo, el valor de su alma y la genial inspiración de su inteligencia. Los relíeves maravillosos de la empresa le brindan al hombre la oportunid 3d de desplegarse en magníficas e increíbles audacias, en derroches de valor sereno v abnegado, en pruebas en que)a prudencia, la habilidad e,¡· qu!sita y la amorosa ternura ~ugestiva l1egan hasta el matiz sutiL .. Habla a sus hombres de la gran empresa que los espera; no siente los enormes gastos que ha hecho, porque sabe que las acciones grandiosas así lo requieren; conÍÍa en Dios primero, pero tiene confianza en su voluntad; les propone por último grandes recompensas envueltas en grandes, esfuerzos. c ic ... • ~ de 10 Pisa el suelo de C:ozumeI, y 10 pisa con firmeza. Re" prende a Pedro de Alvarado por su torpe codicia y en el adoratorio levanta una Cruz y la imagen de una virgen ante la atónita mirada de los indios, que veían a sus ídolos resolverse en astillas. Tenemos ya, pues, el genio del conquistador, revelándose en sus dos caracteres esenciales de general y político. Dejemos a Historia e historiadores con el cuid ado de señalar el cronológico y exacto suceder de acontecimientos, y entresaquemos sólo de su calnpo~ acciones y rasgos que presten contenido vital a la figura de nuestro héroe. Hartos estarnos en lV'Iéxico, de, mentiras respetadas~ Hartos estamos de lloronas intrigas y leyendas neg,ras fomen~ tadas por nuestros explotadores y perpetuadas por ilustres mentirosos. Sólo los estultos o malintencionados pueden creer ,la caterva de mentiras con que carga la espalda de Cortés, un colérico alucinado que se llamó Bartolomé de las Casas~ Sólo inocentes con candor . pueril, podrían también dar crédito invariable a los relatos crédulos o interesados de un apologista incondicional como Cómara. i\.fortunadamente hay., un cronista de indubitable seriedad: Bernal Díaz del Castillo: iusto hasta lo exacto, genial e ingenuo. Dejemos a este soldado que la Providencia mandó a la conquista, para que a la posteridad de ella le diese cuenta; que con su prosa rebosante de frescura" candor y gracia, nos retrate la figura de su Capitán. «Fué -dice- de buena es~ tatura de cuerpo e bien proporcionado e membrudo e la color de la cara tiraba algo a, cenicienta y no muy alegre e si tuviera el rostro más largo mejor le pareciera, y eran los ojos en el mirar algo amorosos e por otra parte g,raves, las barbas tenía algo prietas e pocas e ralas e el cabello, que en aquel tiempo se usaba, de la misma manera que las bar~ bas, e tenía el pecho altu y la espalda de buena manera, e era cenceño e de poca barriga y algo estebado y las piernas e muslos bien sentados, e era buen jinete e diestro de todas armas ansi a pie como a caballo e sabía muy bien menearlas e sobre todo corazón y ánimo que es 10 que hace el caso. En todo lo que mostraba ansí en su precencia como en plática é cúnversací6n e en comer y en vestÍr, en todo daba señales de gran señor. Los vestidos que se ponía erah según el tipo e usanza e no se le daba nada de traer muchas sedas e da· mascos ni rasos, sino llanamente e muy pulido, ni tampoco traía cadenas de oro grandes salvo una cadenita de oro de prima hechura e un joyel con la imagen de Nuestra Señora la Virgen Santa María con su hijo precioso en los brazos e con un letrero en latín en lo que era deN uestra Señora y de la otra parte del joyel a San Juan Bautista con otro letrero, e también traía en el dedo un anillo muy rico 'Con un diamante y en la gorra, que entonces se usaba de terci()pelo~ traía una medal1a e no me acuerdo el rostro, y en la medalla traía figurada la letra dél. Mas después el tiempo andando siempre traía gorra de paño sin medalla. ServÍase ricamente como gran señor con dos maestresalas y mayordomos e muchos pajes e todo el servicio de su casa muy cumplido e grandes vajillas de plata e de oro. Comía bien y bebía una buena taza de vino aguado que cabría un cuartillo, e también cenaba y no era nada regalado ni se le daba nada' por comer manjares delicados Xli costosos, salvo cuando veía que había necesidad que se gastase Q los hubiese menester dar. Era de muy afable condición con todos sus capitanes e compañeros, especialmente con los que pasamos con él de la isla de Cuba la primexa vez, y era latino e oí decir que era bachiller en Leyes, y cuanuo hablaba con letrados o hombres latinos respondía a lo que le decían en latín. Era algo poeta; hacía coplas en metros e en prosas y en 10 que platicaba 10 decía muy apacible y con muy buena retórica; e rezaba por las mañanas en unas Horas e oía misa con devoción. Tenía por su muy abogada a la Virgen María N uestra Señora, la cual todo fiel cristiano la debemos tener por nuestra intercesora y abogada, e también tenía a señor San Pedro e Santiago e al señor San Juan Bautista, y era limosnero. Cuando juraba decía «en mi conciencia» y cuan .. do se enojaba con algún soldado de 108 nuestros sus amigos le decía: « ¡ Oh mal pese a vos!» E cuando estaba muy enojado se le hinchaba una vena de la garganta e otra de la frente. E aún algunas veces, de muy enojado, arrojaba 12 un lamento al cielo; e no decía palahra fea ni injuriosa a ningún capitán ni soldado; e era muy sufrido, porque soldado hubo muy desconsiderado que le decían palabras descomedidas e no le respondían cosa soberbia ni mala y aunque había materia para ello 10 más que les decía «callá) o «id, id con Dios y de aquí adelante ten más miramiento en lo que dijéredes porque os costará caro por ello)). E era muy porfiado, en especial en las cosas de la guerra., E comenzamos a hacer la forta1eza y e1 primero que cavó e sacó tierra en los cimientos fué Cortés~ E siempre en las batallas le vi que entraba juntamente con nosotros. No quiero decir de otras muchas proezas e valentías que vi que hizo nuestro Marqués don Hernando Cortés porque son tantos e de tal manera que no acabaría ~an presto de los relatar. E:ra muy aficionado a juegos de nai pes e de dados e cuando jugaba era muy afable en el juego e decía ciertos remoquetes que suelen decir los que juegan a los dados" E era con demasía dado a mugeres e celoso en guardar sus indias. Era muy cuidosso en todas las conquistas que hacíamos aún de noche e muchas noches rondaba e andaba requiriendo las velas e entraba en los ranchos e aposentos de nuestros soldados e al que hallaba sin armas e estaba descalzos los alpargates le reprendía e les decía que a la oveja ruin le pesa la lana.» En estas páginas de· Bernal, se muestra un Cortés producto «tipo» del linaje de conquistadores, heredero espiritual del Cid y los siglos de la Reconquista. Un hidalgo conquistador obsesionado por la idea de servir a (Dios y a su Rey» hasta llegar a la muerte, un codicioso tremendo de oro y gloria ... (No era sólo un hombre, un soldado, un capitán: era un Estado»), exclama Salvador de 1\1adariaga, atónito ante su grandeza. Su privilegiada visión política le otorga un sitial aparte entre todos los conquistadores que la Historia humana registra. Detalles minuciosos a más de las cosas esenciales eran presa de su siempre vigilante atención. Ni flechas indígenas, ni inhóspitos y crueles parajes ni ruines intrigas de rivales, lograron truncar su maravil1~sa y perseverante actitud mantenida incólume al través de los años. 1.3 En las cumbres del éxÍto Y. en la descensión penosa hasta los umbrales de su muerte, siempre se negó a tirar la lanza y agachar cabeza ante el obstáculo que acometía con valor, con gracia, con buen humor ... y no es exaltar a Hernán Cortés en su inconmensurable grandiosidad, hacer de su vida y su persona una leyenda rosa, tan peligrosa casi como la negra por ser su escalón inmediato anterior, ¡ N o! Cortés no fué un santo ni tuvo la pureza de un San Luis Gonzaga, aunque sí tuvo rasgos de santidad y participó de la acometividad de un San Ignacio de Loyola. Hay en la vida de (Jortés, defectos que si nos son eX-i plictlqles por el tiempo, por las circunstancias y por su espíritu; punea ,podrún llegar a ser justificables. Qué duda cab,e que" en ocasiones, el conquistador lleg6 a tolerar o consumar crueldades jnnecesarias o excesivas. Qué duda cabe también que 'fué agudamen.te codicioso) jugador ~ jeriego y lujurioso ha~it&~1a -<promiscuidfJ~, .corno lo prueba el he.eho de sus relacioneS sexuales con la, Malinche, 'fl la que toma de uno de- süs sóldado§. qu~ fué ~U primer esposo: ~ Puertocarrer<F, para trn;nárl~ desp~és }tt otro ~e sus solda .. dos: Jaramillo, el ~egunQo- y'; rtiJúmb esposo" de la india dulce y sagaz qu~1 ~ fuera inst;timento. y tesofIJ de la conq ui sta. ~ .. ~ -~ j Cuando se entra en-<,(el añálisi~ efe tualidades y defectos de un personaje, se impone una 'valoración suprema que acuse con nitidez el saldo deudor o acreedor. ¿ y qué espectador sensato y desapasionado, se atrevería en el caso del conquistador de la Nueva España, a negar el enorme saldo que en su favor existe? Tan, favorable a Cortés ha resultado este balance, que su poder su~estivo hace con frecuencia a no pocos autores, olvidarse de sus defectos .. El tópico tan traído y llevado de la crueldad del con .. quistador extremeño resulta ya irritante. Tan absurdo es, que a la defensa del héroe hispano, han tenido que salir historiadores extranjeros como el norteamericano Charles F. Lurnmis, quien al respec.to dice: «A pesar de los juicios poco estudiados de algunos historiadores, Corté& no fué un mu- f." -: , conquistador cruel. No tan sólo era un g,enio militar, sino que trataba con mucha clemencia a los indios, y era muy querido de ellos. La llamada carnicería de Cholula, no fué una mancha en su carrera, conlO algunos han pretendido. La verdad, reivindicada al fin por la historia exacta, es como sigue: Los indios 10 habían atraído traidoramente a una trampa, so pretexto de alnistad. Era ya demasiado tar·· de para una retirada, cuando averiguó que los indígenas intentaban atacarle. Y al ver el peligro que corría, no halló más que una escapatoria, esto es, sorprender a los que intentaban sorprenderle; caer sobre ellos antes de que estuviesen listos para caer sobre él; y esto es precisamente lo que hizo. Lo de Cholula es siolplemente el caso del que fué por lana y salió trasquilado.)) Fueron los propios indios, percatados en lo profundo de su ser del bien que se les hacía, quienes pusieron a Cortés el título de «protector») que tan hondamente le conmovería, embargándole en dulce satisfacción. Arbitro benévolo en rencillas e intrigas jndias, jamás entraba con sus desconocidos aborígenes en· combate, sin antes apercibirlos de sus intenciones de paz y predicación' de la verdad revelada de Cristo. De ]a vasta extensión -que comprendía/ el antiguo virreinato de la Nueva España, sólo j-ln_a pequeña parte estaba habitada por pueblos de organización social adelantada. El gran rvlotecuhzoma -mal llamado emperador- era el (ctecuhtli)) (jefe militar) de una de las muchas ciudades «l"enochtitlan)) que descollaba entr-e las demás, por su extraña y poderosa belleza, por la actitud y aptitud guerrera de sus habitantes. l..4a dominación de este soberano azteca, se hacia a base de calnpañas militares ql.le sojuzgaban pueblos aislados para convertirlos en tributarios. rvIotecuhzoma presidía una confederación tripartita de la que formaban parte el señor de Tezcoco y el señor de Tacuba o Tlacopan y la cual te .. -nía tributarios comunes. Entre dichos tributarios existía una gama de matices que iba desde el que conservando su independencia sólo pagaba el tributo, hasta el que estaba por entero sujeto a la dominación azteca. 15 Nunca pudo la maravillosa Tenochtitlan lograr la unifi~ cación territorial homogénea del suelo sojuzgado,.. porque para ello se precisaban elementos desconocidos por Jos indígenas: cuadrúpedos utilizables en el trabajo, en la sus,. tentación y en la guerra; trigo y cereales panificables; reduc~ión del hierro y utilización de la rueda. IEI hambre y las epidemias minaban catastróficamente a las agrupaciones populosas, que con el clima adverso no levantaban suficien-· te cosecha de maíz. Cortés llevó a México todo ]0 que Europa poJ:lía en aquel entonces dar. E;n sus estadios más avanzados, los indígenas no habían podido sobrepasar la era neolítica; y el conquistador de súbito les llevaba la civiliz-ación de España ~la más alta de la época, la más prep-arttda para la incorporación y comprensión de los pueblos sometidos-" ~ En ~1éxico se enseña la Historia Patria falseada. Son los lTIaestros normalistas en su gran mayoría, los que emponzo· ñan a los niños, imbuyéndoles demagógicamente; odio al conquistador, odio a la Madre Patria. N ada tan respetable como un maestro que se consagra con sensatez, discreción y ahinco a su labor. Nada tan execrable, como esos especÍ. . menes de normalistas (de los que por desgracia tenemos en abundancia los lnexicanos) que son, los cultos a Inedias, que no tienen ni la fe del carbonero ni la sabidu·ría del santo o del sabio; y que infatuados con su pseudo-ciencia pretenden resolver desde" el problema jurídico o económico más técnico, hasta la ecuación científica más abstrusa. Sobre ellos pesa la enorme responsabilidad de la propagación y perpetuación de la leyenda negra, que el extranjero fomenta. Nunca he oído enseñar a uno de estos maestrilJos (y se guardan mUt~ho de no hacer~'o), que no había pueblo indí· gena por pequeño que fuese, en donde los españoles no encontraran sangre fresca, miembros despedazados y aún cadáveres enteros de las víctimas a quienes sólo se había arrancado el corazón. «Cada día se sacrificaban delante de nosotros -dice Bernal D'Íaz del (~astiIlo- tres o cuatro o cinco indios, y ofrecían los corazones a sus ídolos, y la sangre pegaban por las paredes, y cortábanles las piernas y 16 brazos y muslos, y los comían como vaca que se trae de las carnicerías de nuestra tierra.)) Hablan los preceptores de la infancia. en las Primarias, de la barbarie del conquistador y com.o por arte de amnesia se olvidan de mencionar a los inmundos sacerdotes aborÍ . . genes, hediondos y embadurnado su cabe110 en la sangre humana de sus víctimas. Tampoco se relat8. a los pequeños alumnos; que Cortés llevó a lVléxico los arrÍmales de tiro y carg¡a, de labranza y de alimentación; por cuya carencia se imposibilitaba la existencia de conglomerados humanos extensos~; el arado y el cereal panificable se extendieron en el territorio de la Nueva España, hasta donde nunca 10 hu~ biera soñado el tiránico poder 'del conquistador indígena; la rueda y la bóveda fué otra de las aportaciones de inestilnable valor; las artes comenzaron a subyugar el espíritu del indígena: la arquitectura invadía y dominaba el espacio, la escultura en sus delicadas formas sustituía los grotescos y reformes ídolos; la pintura en su fase religiosa exaltaba la imaginación, llevándola a la contemplación de 10 bello y de lo santo. «El alfabeto -asevera nuestro gran Carlos Pereyra- dejó sin empleo las torpes representaciones del je-roglífico~ Sobre un país en que se hablaban incontables idiomas y dialectos, imperó una de las lenguas universales. Y, finalmente, arrasado el Teocali, se oyó la palabra de unción que pronunciaba el Santo de la Pobreza, Fray Toribio de Benavente.)) Los aztequistas, que por fortuna van escaseando de más en más, tienen como héroe y abanderado a Cuauhtémoc, al que con inaudita cursilería mencionan a todas horas, aunque por 10 demás del idioma de este señor no sepan ni palabra y en civilización y cultura tengan con él de común lo que se puede casi tener con un chino. . Motecuhzoma y Cuauhtérncc, no fueron vencidos por los centenares de españoles que acompañaban a Cortés, sino por los millares de indios que pusieron todo su esfuerzo v toda su saña. en' la d~strucción de una opresión brutal, que el conqUIstador hlspano, con superlativa audacia, utilizó mediante una serie de alianzas. y 1.7 La sagacidad y habilidad de don He~nando llega a la maestría. Ante escribano, y con toda solemnidad queda de .. clarado justicia mayor y capitán general, desligándose de un Velázquez que no tenía título para conquistar Yl poblar"Con su liberalidad e ingenio, reduce a los descontentos y los gana para su bando. En inteligentes y extensas relaciones se dirige a su señor y pone a la vista de toda la Mon.arquía. y aun de Europa, las pruebas y pormenores su fortuna singular y de su arrojo. «Con ese solo acto de previsión ase~ guró su porvenir y conquistó su. fama.)) Hay un hecho heroico por sí sólo, que bastaría para dar perennidad a la figura de Hernán Cortés: la quema de las naves. Es muy frecuente la comparaci6n entre es'te -acto 'Con el de alguno de los guerreros más ilustres de la antigüedad: Agatocles quemó su flota en Sicilia, Barbarroja quebró siete g,aleotas y fustas para tomar a. Bujía. Orozco y Berra dice que las grandes acciones~ como ésta, no se cO>pian y que cuando alguien la repite es porque está dotado de las virtudes del original. Robertoson no encuentra en la historia ejemplo de un esfuerzo semejant~ de magnanimidad por el que quinientos hombres se encerraron voluntariamente en un país enemigo, lleno de' naciones poderosas y des-conocidas, obstruído ,todo caf!1,inO- de ~~t9"ada y sin otro recurso que su valor y peiseverancta., l' ~ «La destrucción de' las nayes era un éónséjo de la prudencia, pues no sólo impedía la deserción, aumentaba el efectivo y conservaba la morAl del ejército, uniéndolo en un propósito, sino que quitaba esas embarcaciones a Velázquez.) (Carlos pereyra.) , Pero donde la figura del héroe llega a lo sublime, es en su bendito afán de imponer la religión de Cristo. Imaginémonos a Cortés en la negrura de un Teocali nauseabundo. Las deformes caras de Huichilobos y Tezcatepuca presidiendo los ritos de las antropágicas crueldades. Las armas del sacrificio cotidiano a la vista, patentizando la práctica de la guerra florida (Xochiyoayoatl), institución creada con el exclus}vo objeto de dar. alimento a los dioses, que nunca se saciaban. Cortés ve los corazones de aquel día y siente de f8 el hedor de la carne f'resca de los pechos hendidos sobre el «Techcatl». Aú'il no se oreaba la sangre de los cuerpos despellejados que acababan de rodar hasta el patio para que se los descuartizase y se les cociese en las ollas de chile. En aquel instante, el ferviente cristiano con desprecio de conveniencias y peligros, se lanza a acabar con los horrores que le parecen de visión dantesca. Ya lo dijo mi maestro Vasconcelos en Sevilla: «Su figura alcanza la altura de lo sublime, cada vez que encendido de ira santa, de impaciencia heroica, pone en peligro el éxito de su empresa entera para derribar los ídolos de Cempoala, acto que podía haberle privado de una alianza indispensable, o desde 10 alto del TecalH azteca derriba el ídolo máximo, con peligro de provocar una insurrección colectiva incontenible. ¡ Hace falta mucha fe en el triunfo final del espíritu, mucha confianza en el propio destino y también desprecio cabal del éxito para poder adelantar la intención y consumarla antes de ser dueño del poder que hace definitiva una conducta!») No se le puede señalar a Cortés un solo acto de desacato a su fe y a su Igfesia~ ¡ Qué~ grande debió ser el azoramiento de los indios cuando aquel ejército de franciscanos, formados por hombres inermes" descalzos, vestidos con toscos sayales~ comenzaron a andar por tierras mexicanas, y Cortés, el temible «malinche)), mandó barrer los caminos y que los pueblos recibi\esen a los misioneros- con repiques, candelas, cruc.es y flores. Era el acato a un principio superior y así lo comprendieron los indios. El asedió y toma de la ciudad de Tenochtitlan, obra maestra en táctica mi1itar ; el despliegue de audacia y valor en la derrota de Pánfilo de N arváez; la marcha a través de las espesuras tabasqueñas hasta llegar a Coatzacoalcos para someter al rebelde (~ristóbal de Olid, matizadas con hambre y südor y selladas con hazañas que se antojan casi inverosímiles, son proezas que bastarían cualquiera de ellas sola, para dar carta de héroe esforzado a la posteridad. Los últimos años del conquistador de lVléxico están sal;.. picados de intensa y constante amarg,ura. Siendo su vida de acción y pensamiento, quiso su sino que así fuera hasta e1 f1naL Tal vez 1)108, en sus lnexcrutahles desIgnios, le reservó en los humanos el suprenlO dolor de la ingratitud porque así convenía a su alma; quizás la Providencia quiso desengañarlo de falsas felicidades, glorias y vanidades mundanas. No podía 3er un reo el que arribó a su Patria con el fausto de un príncipe oriental. N o podía juzgarse por las leyes y procedimientos ordinarios a un hombre que no era común . El l\1arqués de Oaxaca le pedía a Carlos V, que llamase a todos los consejeros, y que a la luz pública, nn en el secreto de unas cuatro paredes, exáluinaran los hechos para dictar un fallo justo en conciencia. Hombre excepcional, reélamaba un juicio excepcional. Viejo, perseguido en jUlcio de residencia, calumniado y añorante, -su imaginación y su voluntad le transportaban pasando los mares, a otros cielos y otras latitudes. Se veía envuelto en ese lumlnoso cielo de México tan intensamente azul- y de los verdegueantes 'y dorados valles en que las dulces voc.es de. la naturaleza .. le hacían sentirse en comunión con el concierto .divino. Se sentía vagar en medio de la bulliciosa muchedumbre del mercado. Recordaba la refulgente nieve teñida en naranja por los rayos del sol, «los lagos matizados de chinampas --huertos tlotantes- y surcados por canoas trajineras que en infinito número lo recorrían; de los islotes paradisíacos, de las riberas encantadoras y de los blancos caseríos») . .Nllí quería estar y allí quería morir. ¡ El conquistador había sido definitivamente conquistado por su conquista! Un 2 de Diciembre de 1547 se extinguía la vida de un hombre que había vivido en perpetua acción. Dios, condolido, 10 había llamado por fin para que descansara. En su testamento mandó sufragios por su alma y por las de los que con él militaron en la conquista. Diét6 hasta la minucia manera de saldar sus deudas, especialmente las de los criados y servidores. Señaló los regalos y gratificacio .. nes para las personas con las cuales se creía obligado. Deja~ ba tres fundaciones: el Hospital de Nuestra Señora de la Concepción, en México; un monasterio de mujeres de la 20 Concepci6n, en Coyoacaú, y un colegio pata estudiantes de Teología y Derecho Canónico, a fin de que hubiese en la Nueva España sacerdotes doctos que rigiesen las iglesias y doctrinasen a los naturales de la tierra sobre las cosas de la Santa Fe Cat,ólica. Encuadremos áhora la figura de grandeza desmesurada de un Hernán Cortés en este siglo de desdichas humanas, producto de una cultura que constituye una falsificación de la vida y en que el individuo no tiene más remedio que renegar de esta cultura, desnudarse de ella para ponerse de nuevo ante el Universo en c.arne viva y volver a vivir de verdad. Acontece que el adelanto iécnico se ha utilizado para devorar al hombre en los campos de la economía y de la guerra, porque el pensamiento ha perdido el contenido moral que lo arraiga a la comunidad. E'chemos una ojeada en el ámbito del espíritu humano y nos sentiremos conmovidos por su desesperación y su angustia provocadas por el maravilloso desarrollo de la ciencia, que hace ya un siglo cava el alma del hombre hasta dejarla sin contenido. Una rápida ojeada en los sectores de la ciencia nos hará comprender el desastre: el biólogo ve en la vida una lucha por la existencia en la que el triunfo es del mejor adaptado; el fisiólog.o concibe al hombre como un animal cuya conducta la explica por un conjunto de condicionados reflejos, destruyendo así la bella idea nlÍstica de los instintos; el psico-analista, por su parte, nos desalienta al negar el libre albedrío y, como consecuencia, la negación de las mejores virtudes humanas (para él sólo son una serie de mecanismos). El economista aplica la lucha por la existencia a la lucha de clases y únicamenJ:e despierta desbordantes ambiciones de bienes materiales. y nos preguntamos: ¿ Cuál es el sitio dejado al espíritu, al alma del honlbre? Tal parece, que ninguno. L/a engreída ciencia vuelve a repetirse aquella célebre respuesta del sa~ bio Lavoisier al Gran Corso cuando éste le preguntaba: «y dentro de vuestro sistema, ¿ cuál es el sitio correspondiente 21 a Dios en el Universo?» A 10 que el químico, orgul1osamente contestó: «No he tenido necesidad de esa hip·ótesis.» Actualmente en el vacío y en la ausencia de convicciones en que vivimos, ha sentido el hombre, por fortuna, horror a ese vacío y ya retorna con su cansancio y melancolía letal hacia lo eterno, hacia esa esfera autónoma del saber humano que se llama fe ; en una palabra, hacia Dios. y en Dios cifró su vida y puso sus esperanzas Cortés. Para él la acción era la gloria; y desde entonces somos los mexicanos., sobre todo, unos enamorados de 10 vivo,., de 10 ardiente, de lo flameante; que no nos importa tanto el saber de dónde venimos, como el buscar a dónde .vamos,. a la creaci6n de (da raza sintética o cósmica que consume la unidad por el triunfo del amor fecundo y. la superación de 1as esti rpes». Gortés está vinculado con 'España por su origen; pero pertenece a México por su destino. Reconozco en el, al padre de ,la Patria, al padre de nlÍ Patria" :Formó nuestra nacionalidad" unificando un territorio, dándonos una regia tradición y trayendo de la España a Nuestra América niña el rico legado de: el Oro de 1a lengua castellana, la mirra de nuestras costumbres hidalgas, el incienso de nuestra santa Religión Católica. , !vI adrid, 18 Noviembre de 1247 ~ 22