Exclusión de la fidelidad en la doctrina y jurisprudencia canónicas _____________ VII. C. Panizo. Nulidad de matrimonio (grave defecto de discreción de juicio. incapacidad de asumir—cumplir esenciales obligaciones conyugales. exclusión de la fidelidad). Sentencia de 1 de junio de 2003 del Tribunal de la Rota de Nunciatura Apostólica de España Siendo S. Pontífice de la Iglesia Católica S. Santidad del Papa Juan Pablo II y Nuncio Apostólico en España el Excmo. Y Rvdmo. Mons. D. Manuel Monteiro de Castro; En la Sala de Audiencias del Tribunal de la Rota de la Nunciatura en España, reunido el Turno judicial designado para conocer y resolver esta causa y formado por los Rvdmos. Mons. Santiago Panizo Orallo como Juez—Ponente; y los Mons. Feliciano Gil de las Heras –decano del Tribunal— y Mariano García López, como Conjueces; En la CAUSA DE NULIDAD DE MATRIMONIO, instada ante el Tribunal Eclesiástico de... por Don XXX como parte actora, legítimamente representado por... y asistido de...; siendo parte conventa la esposa del mismo Doña XXX, legítimamente representada en esta instancia por..., asistida de...: Tramitándose la causa en la actual instancia por: GRAVE DEFECTO DE DISCRECIÓN DE JUICIO Y/O INCAPACIDAD DE ASUMIR—CUMPLIR ESENCIALES OBLIGACIONES CONYUGALES POR PARTE DE ALGUNO DE ESTOS ESPOSOS O DE AMBOS CONJUNTAMENTE; y –para ser tratado como en primera instancia— por el capítulo de EXCLUSIÓN DE LA 632 ______________________________________________________ Mª Rosa García Vilardell FILDELIDAD POR PARTE DEL ESPOSO ACTOR. Interviniendo en la causa como Defensor del vínculo el de N. Tribunal Mons. D...; PRONUNCIARON LA SIGUIENTE SENTENCIA DEFINITIVA EN ESTE SEGUNDO GRADO DE JURISDICCIÓN. I. LOS HECHOS DE LA CAUSA. 1. Don XXX y Doña XXX contrajeron entre sí matrimonio canónico en la parroquia de..., de la ciudad y diócesis de..., el ... de 1962. Del mismo nacieron dos hijas. 2. El marido interpuso la demanda de nulidad de su matrimonio ante el Tribunal Eclesiástico de... el 27 de febrero de 1997. En esta demanda se exponen –sustancialmente— estos datos de hechos: a) El primer encuentro de los futuros esposos se produjo, como era normal para un caso como el presente, en... La mujer contaba trece años y él 25. La mujer estudiaba interna en un colegio de... Él buscaba la fama para salir de la miseria y prestar acomodo a los suyos en una vida más confortable: “hay –se dice— un egocentrismo del triunfo profesional, que lo inunda todo y lo dirige todo en su vida”. Cuando se encuentran los dos por primera vez, ella era la niña bien, hija de padres notables, rodeada de mimos en casa y con bienestar material en el colegio ...; el 633 Exclusión de la fidelidad en la doctrina y jurisprudencia canónicas _____________ actor, por su parte, era ya entonces un profesional consagrado y con buen futuro a la vista. En el “ambiente fácil para emotividades” del lugar en donde se produce el primer encuentro, “él encandila a la niña” de trece años: nacen en ella entusiasmo y enamoramiento románticos “sobre la base inmadura de unos sentimientos casi infantiles” en su práctica impubertad psíquica. En dicho lugar, ya ella le hace prometer a él que le mandará cartas al colegio; pero “... él se olvida del encuentro con la niña que tenía once años menos que él”. Las anunciadas cartas nunca llegaron a ese destino prometido. b) Al año siguiente, el encuentro se reproduce –y también en... para que “continuaran los espejismos”. La mujer, ya entonces en otro colegio de..., se prepara [...]. Se besan los dos por primera vez y ya llegan cartas y llamadas de él, aunque el noviazgo formal no se haya instaurado todavía. c) La demanda –en este punto— anticipa ciertas claves de los fondos últimos de asiento de la “pretendida” por el actor nulidad del matrimonio de ambos y por los cuales el mismo habría resultado imposible: se habría tratado de “dos personalidades” caracterizadas por un cerramiento en sí mismas, ancladas sus vidas en él y sin “referencia” de ninguno de los dos a la “otra parte” “como persona en sí y por sí autónoma”: cada parte –se indica— marcha aferrada a su propio “yo” con presencia de barreras y cierres de comunicación “dual” al “tú” del otro y, sin olvidarse del dinamismo de un “super—yo” fuerte y marcado en cada parte, en los dos casos, con presencia de un “convencionalismo social del éxito de masas”: se anota que estas realidades del “hacerse” de ambos presidirían la suerte futura, negativa, de 634 ______________________________________________________ Mª Rosa García Vilardell este matrimonio. d) Las vidas de los dos siguen cruzándose, pero con dinamismos hechos de intencionalidades contrapuestas: la muchacha, programada por sus padres para el éxito [...] nota el primer choque en sus relaciones con él: es ya un profesional consagrado y trata de actuar como tal: ella no puede ni debe seguir con su carrera porque en su cielo ha de seguir adelante con él, “tiene que renunciar a esa programación que le han dado en su casa”. Se anota en la demanda que este problema de raíz se convierte insensiblemente en problema de “choque” y siembra y hace germinar en la mujer la simiente de un rechazo de él “en cuanto dominador de sus destinos”. A pesar de todo, se precipitan los acontecimientos: ella dice a sus padres que no quiere aprovechar la oportunidad profesional que le había sido brindado, porque desea casarse con él y él se lo prohíbe. En su casa de ella, se refuerzan y multiplican los controles para que ambos no sigan viéndose. Y entra en liza la emulación de quién o quienes pueden más: si la hija empeñada en seguir con él o los padres empecinados en impedirlo; se añaden amenazas de ella de irse de casa; se producen consultas sobre ello a instancias eclesiales. Al final, se va a llegar a la boda sin casi noviazgo y sin conocerse mutuamente, pero ella ha ganado esa “guerra doméstica” frente a sus padres y logrado su ambición de ser la esposa de él: se juntan estos dos mundos, el de él profesional con sus 28 años entonces, con sus caprichos y ambiciones cumplidos desde que tiene fama y dinero, y el de la adolescente de 17 años hecha a la medida y sombra de sus padres que la habían programado. Y la anotación—comentario que se hace en la demanda es: él se ha impuesto, pero sólo de momento, porque “las imposiciones en 635 Exclusión de la fidelidad en la doctrina y jurisprudencia canónicas _____________ relaciones que deben ser de amor son malas, porque demuestran que no hay verdadero amor, sino el narcisismo de quien puede imponerse”. e) El matrimonio celebrado entre los dos –se comenta en la demanda— lleva en su fondo incubada la dialéctica de la “acción—reacción”: un real y efectivo narcisismo egocentrista en la personalidad del esposo (ha pasado de la “nada” del frío, del hambre y las carencias al “todo”) que le lleva a conducir sus relaciones con la mujer en una ostensible “hipervaloración del yo”; y la reacción de ella, del mismo signo, que se va concibiendo en “cinco años, en que a regañadientes tolera el `super—yo´ del marido hasta “responderle con un mismo signo de recuperación de su propia hipervaloración y de su propio narcisismo”. De hecho, ya casados y en plena luna de miel, tras días en... y en estancia en... donde se han trasladado los esposos por exigencias de la profesión del actor, estalla ya la “primera tormenta intraconyugal”: todo porque ya se han puesto a caminar el narcisismo y la inmadurez afectiva, el engreimiento de él que se siente con derecho a disfrutar la vida con sus compañeros y la frustración de la mujer que empieza a ver la profesión de su marido como algo “sórdido” para ella. Una silla estampada en el suelo por la mujer en un momento dado y el mal augurio de una amiga de ella que le espeta un “no te veo casada por mucho tiempo”. f) Se instala el matrimonio en...; en 1964 nace la primera hija y vienen ya depresiones “post partum” de la mujer, cada vez con una mayor sensación de soledad frente al mundo de él: juergas y ausencia de relación esposo—esposa. 636 ______________________________________________________ Mª Rosa García Vilardell g) La antes aludida “reacción” de la mujer se está incubando y estalla con ocasión del nacimiento de la segunda hija: él está en “su vida” y ella ha de acudir sola a la clínica: él va a ver a su hija por la tarde para volverse con sus amigos a celebrarlo. Tres meses más tarde, en octubre del 67, con ocasión del bautizo de la niña, él monta una gran fiesta para 800 invitados en un hotel...; él se divierte con sus amigos sin echar cuenta de su esposa, la cual –ese día— hace a su madre esta confesión: “Ésto se ha terminado; no me voy de casa para no perder mis derechos y mis hijas, pero yo empiezo a contar ya”: ese día, ella regresa a casa sola y con las dos hijas, mientras él solo hace acto de presencia a los dos días. h) Ella le paga con la misma moneda de él: busca su propio lugar al margen del de su marido [...]. El comentario de la demanda es: entran con ello en esencia “el narcisismo y la hipervaloración para lo que fue programada antes de que él entrara en su vida”: en aquel verano de 1970, el “intento” de su matrimonio “está desmoronado”: lo está –se dice— porque había sido construido sobre dos inmadureces afectivas”, sobre la “arena” de dos “yo” replegados del todo hacia sí mismos. Cada uno de los dos en su propio mundo; son “dos narcisismos satisfechos” que giran en órbitas diferentes; cuatro años más en “vidas paralelas” y sin relaciones ni afectivas ni de intimidad, con la separación apuntándoles inexorablemente, hasta que en el año 1979 se producen, primero, la sentencia de separación legal y, más tarde, el divorcio. i) Al final, la demanda se extiende en un comentario a ese lema del derecho de la Iglesia: “la salvación de las almas, supre- 637 Exclusión de la fidelidad en la doctrina y jurisprudencia canónicas _____________ ma ley”, con alegatos de poesía dramática a favor de la obtención de la nulidad del matrimonio enhebrados al filo del temblor de su espíritu por el deseo de ponerse en paz con su propia conciencia. Y los alegatos llegan hasta ver ese mismo deseo de paz de la conciencia en las apetencias de la mujer demandada. 3. ESTA DEMANDA fue admitida por el Tribunal Eclesiástico de ... el 4 de marzo de 1997. Legítimamente citada la esposa, la misma contestó a la demanda el 18 de marzo de dicho año 1997, mostrando decidida oposición a la misma y ofreciendo en su escrito toda una serie de precisiones y matizaciones respecto del contenido de la demanda. FUE FIJADO EL OBJETO LITIGIOSO (Dubio en la técnica procesal canónica) el 7 de abril de 1997 por: GRAVE DEFECTO DE DISCRECIÓN DE JUICIO E INCAPACIDAD PARA ASUMIR LAS ESENCIALES OBLIGACIONES CONYUGALES POR PARTE DE ALGUNO DE LOS DOS ESPOSOS. Tramitada la causa de acuerdo con el Derecho, el Tribunal de la primera instancia dictó sentencia el 14 de enero de 1998 denegando, al pleno, la declaración de la nulidad pedida por el actor; siendo apelada esa sentencia por el mismo el 4 de febrero de 1998. Los autos fueron pasados a Nuestro Tribunal para los efectos procesales pertinentes. 4. ANTE NUESTRO TRIBUNAL, fue primero proseguida la apelación el 6 de marzo de 1998 (con indicaciones varias de apo- 638 ______________________________________________________ Mª Rosa García Vilardell yo a fundamentos del recurso). Designado el Turno judicial correspondiente, se tuvo la primera sesión el 20 de abril de 1998 y se fijó, el 20 de mayo siguiente, el nuevo Dubio para la segunda instancia por los mismos capítulos desestimados en la anterior sentencia: el de grave defecto de discreción del juicio y el de incapacidad para asumir las esenciales obligaciones conyugales por parte de alguno de los esposos. Se propusieron en esta segunda instancia nuevas pruebas y –practicadas las mismas en la forma determinada por el Tribunal— se procedió a la publicación de actas y pruebas el 28 de junio de 1999; concluyéndose la causa el 11 de octubre del mismo año. Formuladas Alegaciones por ambas partes con réplica igualmente mutua a las mismas, la Defensa del vínculo ofreció sus Observaciones el 5 de noviembre de 1999, siendo las mismas a su vez replicadas por las partes; los autos fueron pasados a los Rvdmos. Sres. Jueces para voto y sentencia el 17 de enero de 2000. 5. Estando ya del todo tramitada la causa en segunda instancia, como se anota, con nuevas pruebas practicadas en ella y remitidos los autos a los Rvdmos. Jueces para sentencia (17 de enero de 2000), a instancia de la parte actora y por medio de escrito de 2 de febrero de 2000, fue presentada y posteriormente admitida por el Tribunal (decreto de fecha 24 de febrero de 2000) ampliación del Dubio al capítulo de EXCLUSIÓN DE LA FIDELI- 639 Exclusión de la fidelidad en la doctrina y jurisprudencia canónicas _____________ DAD por parte del esposo actor. Realizados los pertinentes trámites procesales del caso, con nueva proposición y práctica de pruebas incluidas, el 23 de abril de 2002 los autos fueron de nuevo pasados a los Rvdmos. Jueces para estudio, voto y sentencia. Por jubilación del Ponente de esta causa el 11 de enero de 2003, fue nombrado nuevo Ponente –el 21 de marzo de 2003— el actual, que era Juez de Turno en la misma causa. II. FUNDAMENTOS JURÍDICOS. 6. Son de aplicación a este supuesto las siguientes normas canónicas: — por una parte, el canon 1.095, en sus dos párrafos segundo y tercero: es decir, la figura de la “incapacidad psíquica” en su calidad de óbice radical a la validez tanto del consentimiento como del matrimonio, en planos subjetivos (de un grave defecto de discernimiento) y objetivos (de real y efectiva imposibilidad para asumir—cumplir esenciales obligaciones conyugales); — por otra, el canon 1101, párrafo dos, del vigente Código de Derecho Canónico, juntamente con el canon 1056, en que se proclama la unidad –con su derivación natural, la fidelidad— como propiedad esencial del matrimonio. — y en tercer lugar, ha de plantearse (puesto que la esposa demandada formuló en su momento queja frente a la decisión de ampliar el objeto del litigio estando ya los autos y la causa para sentencia) la cuestión procesal de la ampliación del objeto litigioso en el curso del procedimiento, con las circunstancias en que 640 ______________________________________________________ Mª Rosa García Vilardell ello puede tener lugar y aplicación de la correspondiente doctrina al caso presente (cánones, especialmente, 1683 y 1514). PRIMERO. La “incapacidad psicológica” para el consentimiento conyugal y el matrimonio. 1) “Incapacidad psíquica” para consentir conyugalmente. Obrar humano y carencias o limitaciones en el mismo. Todo el derecho, e igualmente la total actividad jurídica, se halla constituido en función de la persona humana, como ya intuyera el Jurisconsulto romano HERMOGENIANO al referirse al “estado de la persona” en su calidad de la primera y la más natural premisa de un orden jurídico bien reglado (Digesto, 1.5). La llamada a ser persona con el reto de llegar a serlo y esa pregunta –siempre a flor de labios en el orden de los valores— de qué cosa es el hombre (para poder encontrarse consigo mismo en su interior y en la relación con “otros”) impregnan –por elementales prioridades de lógica— todas las raíces, los fundamentos y las proyecciones de la juricidad, cualesquiera que sean los intereses humanos en juego: qué es el hombre, qué puede o debe hacer con su vida, a qué aspira, qué caminos ha de recorrer para llegar a ser lo que debe ser y con qué posibilidades, etc. en todos sus planos vitales: de lo físico—material, de lo biológico— psicológico, de lo moral y ético, de lo cultural o en lo social, de lo espiritual inclusive...son cuestiones de siempre sin respuestas a gusto de todos nunca. Todos estos sustratos (antropológicos) han de ser, por lo 641 Exclusión de la fidelidad en la doctrina y jurisprudencia canónicas _____________ antes señalado, premisa ineludible ante cualesquiera construcciones jurídicas sobre el ser o el existir de los hombres, sobre sus opciones fundamentales de vida o sobre las diferentes formas o modalidades de su convivencia interhumana, que es la que verdaderamente puede plasmarse en estructuras de juridicidad. El viejo axioma de “hominum causa omne ius constitutum est” del Digesto (D. 1. 5. 2), impone referencias personalistas, más o menos directas e inmediatas, en todos los institutos jurídicos; y cauces necesarios de conexiones estrechas entre juridicidad y antropología. Este principio general de interacción necesaria de ambas categorías de ciencias del hombre vendrá en cada caso y circunstancia plasmado en forma de concretas condiciones de calidad, de proporción, de referencias y precisiones normativas a unas, en cada momento y supuesto, determinadas concepciones del hombre y de la vida, de formas de cultura y, en el pensamiento cristiano, de ineludibles exigencias de respeto a las marcas impresas por Dios y la naturaleza en la condición humana y a las que no debiera sustraerse ninguna ordenación jurídica que se precie de humanista en el sentido más entero de la palabra. Para que el “homo iuridicus” (sujeto de derechos y obligaciones por su calidad de persona) pueda rubricar su propia vida o actividad humano—jurídica con títulos de verdadera autenticidad, necesita “estar al corriente” en el uso y el ejercicio de su condición específica de hombre, la que realmente cuenta para que el ser humano pueda con verdad titularse “dueño y señor de sí mismo y de sus actos”. Ello se produce siempre y en cuanto el hombre, al obrar, actúa sus “potencialidades” “per rationem et 642 ______________________________________________________ Mª Rosa García Vilardell voluntatem”, procediendo el acto de las raíces interiores de uno mismo: “a voluntate cum cognitione finis” (en condensadas frases felices de SANTO TOMÁS (cfr. por ejemplo summa theologica, I.II, q. 1, art. 1; I—II, q. 6, art. 1): es sencillamente la racionalidad presidiendo y liderando la existencia humana en los distintos ámbitos de su proyección y desarrollo vitales. Las carencias, limitaciones o insuficiencias radicales en cuanto al uso y ejercicio –el proporcionado siempre al valor de los actos— de las potencias del espíritu, al incluirse en ellas verdaderas “claudicaciones” o “rupturas” en la normalidad de ser hombre, pueden representar –por imperativos de naturaleza— verdaderas “caídas” de la operatividad humana, con una más que posible secuela de tipo jurídico: la de una “ineptitud de la persona” en ese campo del acto que se haya de poner. A esta condición carencial de la persona en su vida de relación social (que es –como decimos— la que se cultiva con el orden jurídico) se le denomina “incapacidad” siendo su contrario –la “capacidad”— el estado natural y corriente de “idoneidad” o “aptitud” para adquirir, tener–retener o ejercitar derechos con las consiguientes y correspondientes obligaciones anexas. Desde Roma y sus normas de derecho, estas cuestiones de “capacidad—incapacidad” entrañan –como hemos apuntado ya con frase de SANTO TOMÁS— alusiones directas e ineludibles a la necesidad de inteligencia y voluntad para que los actos de las personas tengan sentido humano y efectividad jurídica: las dos cosas enlazadas y precisas para la vigencia efectiva de una vida de relación social normal y con valor. 643 Exclusión de la fidelidad en la doctrina y jurisprudencia canónicas _____________ La “aptitud radical” de la persona para participar en la vida jurídica en cualquiera de sus escenarios –lo conyugal en su conjunto es uno de ellas (y trascendente además en grado máximo)— es tomada por los ordenamientos como infraestructura de apoyo primario del despliegue o ejecutoria de todas las “potencialidades” de la persona. Forma parte, sin duda, de las mismas raíces del desarrollo humano. El reto inviolable de ser persona tiene una de sus metas o apuestas en poder conjugar las energías psíquicas necesarias para la inserción efectiva del sujeto dentro de un orden de valores, en nuestro caso los conyugales, con la vocación conyugal y las posibilidades conyugales de ese mismo sujeto. Concretamente, una “incapacidad” para el consentimiento y el matrimonio –de raíz psíquica particularmente en la fórmula legal hoy vigente en las leyes matrimoniales canónicas—, con sus distintas formas y ámbitos, es recogida –o mejor reconocida simplemente por tratarse de ordenaciones legales de base natural— en esos tres párrafos del canon 1.095, que dicen literalmente: “Son incapaces de contraer matrimonio: —quienes carecen suficiente uso de razón; —quienes tiene un grave defecto de discreción del juicio acerca de los derechos y deberes esenciales del matrimonio, que mutuamente se han de dar y aceptar; 644 ______________________________________________________ Mª Rosa García Vilardell —quienes no pueden asumir las obligaciones esenciales del matrimonio por causas de naturaleza psíquica”. Es ésta una norma eclesial asentada en las vetas más profundas, y por ello más humanas, por las que discurren las aguas más puras o auténticas de lo realmente específico de los seres humanos: las de las posibilidades de cubrir con acierto el encargo humano—divino de ser y llegar a ser cada hombre lo que “debe ser” en el proyecto innato de una vocación. Por eso, la “incapacidad psíquica” para el consentimiento y el matrimonio es el cliché negativo del “ius connubii”; una especie de veto que los caprichos de la naturaleza levantan a veces en los caminos del “homo coniugalis”. 2) Algunas cuestiones de la “gama jurídica” de una nulidad conyugal por “incapacidad psíquica” de un contrayente. TRATANDO más en concreto CUESTIONES EN MATERIA DE “INCAPACIDAD PSÍQUICA CONYUGAL” –y a la luz del mérito de la presente causa—, ESTE TRIBUNAL SE PERMITE ALGUNAS ANOTACIONES dentro de la gama jurídica del asunto o materia de la “incapacidad psicológica” para consentir: a. Típicamente, cuando se habla de capacidad—incapacidad “psíquica” para contraer matrimonio, las referencias más directas se cifran peculiarmente en el cuadro de las aptitudes 645 Exclusión de la fidelidad en la doctrina y jurisprudencia canónicas _____________ –o no— para el consentimiento: ello ha de ser así por la estrechísima relación que ha de mediar –estructural y existencialmente— entre el matrimonio—realidad consumada e íntima de existencia de las personas humanas sexológicamente categorizadas y el consentimiento—realidad gestante de lo anterior al ser activadora de las –prácticamente casi totales— posibilidades de ese “consumarse” de dos vidas separadas en la otra realidad de un “consorcio integrado” –estructural y funcionalmente— de vida común. Una incapacidad conyugal, por tanto, cualquiera que sea o como quiera que se titule, por la naturaleza misma de las cosas, “per habitudinem ad consensum coniugalem dimettiri debet” (como señala la sentencia c. Serrano, de fecha 7 de junio de 1996 SRRD., vol. LXXXVIII, 1996, pags. 446—448), es lo que se deduce del texto mismo del canon 1.095, sistemáticamente ubicado en la materia del consentimiento matrimonial y establecido por primera vez en los ordenamientos eclesiales con esta única razón de ser: la de mostrar las vías o planos en que la persona, por buena voluntad que tenga no podría “perficere consensum” para un verdadero y válido matrimonio, no tanto en la teoría de unas construcciones metafísicas de lo conyugal, como en esa otra perspectiva más real y práctica de calibrar el tono y la sustancia de las incapacidades al trasluz de las efectivas posibilidades de la persona contrayente ante el compromiso y la responsabilidad de unas obligaciones—oficios conyugales. Al respecto, es significativo del sentido y alcances de la norma de los dos párrafos 2º y 3º del canon 1095 el que se patentice correspondencia entre la respectiva figura de “incapacidad” y los “essentialia matrimonii iura et oficia”. 646 ______________________________________________________ Mª Rosa García Vilardell Con ello, se produce un adelanto al posibilitarse claves de medida de una capacidad—incapacidad consensual: no sólo la incapacidad ha de alienarse primariamente al paso del consentimiento, sino que ese paso y correspondencia reciben su peso y su medida –en valoraciones procesales del juez— de su “respectus” a la “habitudo” del contrayente (y mejor de cada contrayente) ante el cuadro variado y complejo de las obligaciones y oficios conyugales más típicos del matrimonio y mejor calificadores de sus esencias (vínculo, propiedades esenciales, tendencias naturales, principio del consentimiento principalmente). b. La elementalidad de la cláusula de la “carencia del uso de la razón” (nro. 1 del canon 1095) (sin normas anteriores explícitas de ninguna clase, se tuvo siempre por “incapaces para contraer” a los “amentes—dementes”) adquiere ya unas mayores precisiones normativas en los “supuestos” de los párrafos 2º y 3º del canon: la necesidad de un determinado “discernimiento” presenta un mayor nivel de exigencia intencional que la mera carencia de la razón; y la disponibilidad vigorosa de la persona para “hacerse cargo”, asumiendo y cumpliendo, pudiendo responsabilizarse –en una palabra— como persona conyugal, del cuadro completo –una sola que faltara se quebraría fatalmente la capacidad— de las “esenciales obligaciones conyugales”. c. También trascendente nota de las diferencias y correlaciones entre esos tres planos de la incapacidad conyugal presentados en esa misma sentencia c. Serrano es la que viene mostrada por estas palabras de la sentencia: “Animadversio... quod ratio stricte habeatur de actu quo 647 Exclusión de la fidelidad en la doctrina y jurisprudencia canónicas _____________ matrimonium conficitur praesertim valet cum quaestio venit de iisdem nn. 1—2 citatae legis. Nam assumptio iurium et officiorum in protacto tempore ponenda est et simili modo haec eadem iura et official essentialia matrimonio per tractum successivum sunt et intelliguntur; non ita usus rationis vel gravis defectus discretionis iudicii. Quorum vis et ambitus, quae matrimonium irritare valeant, tota quanta in ipsomet consentiendi actu spectantur. Et sicut qui habitualiter capax, non tamen sibi compos – ex ebrietate, v.gr. vel ex transeúnte mentis obnubilatione ope pharmaci – in emittendo consensum, iure meritoque semper habitus est et habebitur ad matrimonium inhabilis, ita ni fallor qui usu sufficientis discretionis iudicii déficit in consentiendo, quidquid est de habituali ipsius psychica constitutione, impar ad nubendum censendus est (cf. J. M. Serrano Ruiz, La consideración existencial del matrimonio en las causas canónicas de nulidad por incapacidad psíquica, in Angelicum, 68(1991), pp. 33—63 et 173—230; cf. Etiam UNAM coram infrascripto Ponente diei 29 octobris 1987, SDR., vol. LXXIX, pp. 573—589). Necessaria haec et semper cogens attentio ad actum desumitur etiam ex verbis quibus Concilium Vaticanum II describit ortum foederis coniugalis, sua sibi proprissima natura peculiariter exsurgentis ex “irrevocabili consensu personali... actu humano quo cónyuges sese mutuo tradunt et accipiunt” (Const. Past. Gaudium et spes, n. 48); sicut et can. 1057 asserit consensum seu actum voluntatis esse causam efficientem et necessariam matrimonii. Quibus citatis auctoritatibus satis superque innuitur implicita saltem praegnans indoles consensus coniugalis. 648 ______________________________________________________ Mª Rosa García Vilardell Si autem respectus ad actum adeo premit constitutionem coniugii, conclusio est quod mayores partes tribuendae sint in analysi capacitatis ad circumstantias temporis et personarum in quibus agens nactus est agüere. Quare non modum ex eo quod iuxta dicta doctorum in arte medicali, non dantur abnormitates sed abnormes, verum etiam quia persona spectata in agendo – in casu, in nubendo – non solum in suiipsius psychica indole vel structura seorsim sumpta aestimanda est, sedulo considerandus venit actus eiusque adiuncta omnia. Et hoc quidem etiam cum iure asseratur “una vera incapacitó é ipotizzabile solo in presenza di una seria forma di anomalia che, comunque si voglia definire, deve intaccare sostanzialmente le capacitó di intendere e/o di volere” (loannes Paulus II, Allocutio ad Rotae Romanae Auditores coram admissos, AAS, vol. LXXIX, p. 1457, n. 7): nam eo praecise quod capacitas sit ad intentionem et/aut volitionem (scil. Matrimonii) eadem capacitas una cum intentione et volitione determinate perpendi debet. De qua profundiore et implexa synthesi, sicut de ómnibus eiusdem consectariis, perspicue docemur a magistro Wojtyla in bene noto opere (cf. K. WOJTYLA, Persona e atto, ed. it., Libreria Editrice Vaticana, 1982”). Los actos de la persona (“acciones sunt suppositorum”) exigen ser mirados –para su análisis, crítica, valoraciones e interpretación de sus alcances— a bordo de la persona en su ser –su “yo” más profundo y biotípico— y en sus “circunstancias”, esas que han ido eventualmente amoldando el “yo radical” hasta plasmarlo en la “persona de carne y hueso” que acude a casarse con todas la carga de su realidad plena y total, pero la suya. d. Es o parece claro, antropológicamente, que el individuo 649 Exclusión de la fidelidad en la doctrina y jurisprudencia canónicas _____________ racional –el hombre— es sujeto único de operaciones vitales humanas. Al “yo profundo” de cada hombre, biotipo de sustentación de cuanto en el hombre es realidad de hombre, se superponen capas que se van formando por la interacción de esos “componentes de base” de cada ser humano con la circunstanciada heterogeneidad de cada existencia viva. Quiere con ello decirse, en ese individuo “integrado” que es cada hombre, los rasgos concretos y diferenciados de personalidad se implantan en un todo que, siendo estructuralmente inmovible, se transforma y convierte funcionalmente en un centro unitario de operaciones, que se determinan e interconectan recíprocamente. Se hace con todo patente que, si entre esos rasgos y productos de la personalidad predominan las “armonías”, el sujeto titular y soporte se presenta como “armónico”; mientras que, si en ese conjunto predominaran las disociaciones, inadaptaciones o las perturbaciones, el signo sería el contrario, de una verdadera disarmonía psíquica, bien se tratara de disarmonías del fondo estructural o bien de esos actos de comportamiento, a través de los que el fondo se muestra operativamente a los ojos de los demás. Así es puesto de relieve por estas palabras de la antes referida sentencia c. Serrano: “Exinde tamen nemo debet esse qui dicta scientificam qualificationem “psyche” personae seu definitionem illius quae ipsius sit abnormitas vel anomalia structu- 650 ______________________________________________________ Mª Rosa García Vilardell ralis magno et etiam máximo valore carere. Quia agitur de probando gravi defectu discretionis iudicii et argumenta desumpta ex structura psychica, sicut deductiones a causa ad effectum, indubium et quandoque etiam necessarium pondus acquirunt. Scitur enim quod “operare sequitur esse”; et haud raro sola abnormitas personalitatis subiecti adeo clare ostenditur a norma deflectens ut minus necesse sit ad adiuncta mentem convertere, cum tam sauciata radix non possit nisi fructus infirmos producere. At insimul etiam certum esse potest quod adiuncta aggravent – sicut et minuant – id quod natura ponit. In quacumque tamen specie adiuncta saltem concurrent at melius exstricandum totum negotium in casu cíngulo iuducis examini subiecto. Quae praecedunt maxime prae oculis habenda sunt ubicunque periti non valent constabilire exsistentiam alicuius infirmitatis ex sese secum ferentis insufficientem discretionem iudicii ad nubendum. Et nihilominus quomodocumque dignoscunt aliqualem personae psychicam peculiaritatem (psychopathicam vel, uti aiunt, “borderline”) quae praecise in nubendo devenisset gravis defectus discretionis iudicii, defectus libertatis internae, inmaturitas... et alia huiusmodi quae possent validitatem alicuius determinati matrimonii inficere” (sentencia c. Serrano, de 7 de junio de 1996 SRRD; vol. LXXXVIII, 1.996, pags. 446—448). Algunas ideas más se pudieran añadir en comentario a posicionamientos—intuiciones de la sentencia del tribunal de la primera instancia sobre esta materia que tratamos. Tan sólo diríamos que las verdaderas incapacidades para la vida conyugal sólo pueden “fijarse” a partir de la línea divisoria entre la mesura y la desmesura, entre el orden aunque sea 651 Exclusión de la fidelidad en la doctrina y jurisprudencia canónicas _____________ relativo y el desorden grave y de fondo, entre lo prescindible para el valor de los actos (en lo único en que se quedan las pretensiones del derecho) y el ideal de mayores o menores perfecciones por despliegues de nota en las virtualidades de su dinamismo. Pretender que la incomodidad, la mera dificultad o el simple fracaso de una convivencia de los esposos pueden llamarse a verdaderas equivalencias de “incapacidad” entraña grave desconocimiento tanto de lo que es jurídicamente una incapacidad como de que el matrimonio es reto parcial del reto mayúsculo de ser persona. Si en un mundo roto, como defendiera G. MARCEL, es posible ser persona, en un mundo de instituciones en crisis, como la de los matrimonios hoy, rebajar el listón de las exigencias de verdad en materia de incapacidad conyugal y pretender nominar como incapacidad lo que no es otra cosa que necesidad de lucha, entrega y esfuerzo o sencillamente meros cambios o accidentes en el destino del amor de la primera hora son modalidades al uso de ese relativismo individualista que corta a la medida de cada voluntad lo que no es cosa de la voluntad, sino ley imperturbable de la naturaleza. Son ideas al filo de las pretensiones de la presente causa. Son ideas que el Papa Juan Pablo II, en sus Discursos a la Rota Romana, de los años 1987 y 1988, quiso salvaguardar del cierzo de las actuales rebajas y saldos en materia de nulidades conyugales por “incapacidad psíquica”. 652 ______________________________________________________ Mª Rosa García Vilardell SEGUNDO. El rechazo de la fidelidad conyugal (canon 1101) 1)Exclusión de la fidelidad I. El vigente Código de Derecho Canónico en el canon 1101, 2, reconoce la invalidez del matrimonio en los casos en que el contrayente, por medio de un acto positivo y formal de su voluntad, excluye alguna de las propiedades o elementos esenciales del mismo: Uno de esos componentes que en el matrimonio han de asentarse por necesidad para que haya concepto y realidad de matrimonio es, a tenor del canon 1056, la “fides”, que es: el salvoconducto de la seguridad en la entrega mutua; el compromiso de amor superando la barrera del tiempo; crédito mutuo que se intercambian y se juran los esposos cuando se fían uno del otro; unidad—fidelidad conyugales; esa “fides” que es una de las caras del amor conyugal haciendo frente a las cortapisas del tiempo. La ley de la “fides” es una de las leyes sagradas de los matrimonios. 2. La unidad—exclusividad en el matrimonio, al ser –en la concepción canónica— propiedad esencial del mismo y, por tanto, cualidad inseparable de la misma sustancia conyugal (citado canon 1056), implica, sobre todo y primordialmente, un natural exclusivismo mutuo en los intercambios de los dos esposos de todo lo conyugable de los mismos y respecto de las exigencias de comunión íntima cerrada en la relación interpersonal conyugal. 653 Exclusión de la fidelidad en la doctrina y jurisprudencia canónicas _____________ A una tal unidad—exclusividad se opondrían radicalmente: decisiones o actitudes de infidelidad, de alma o de cuerpo, como la de reservarse, a pesar de las vinculaciones matrimoniales, el derecho a mantener trato de intimidad –sexual principalmente— con persona distinta del cónyuge o a contraer matrimonio con otro manteniéndose el anterior vínculo o a compartir la vida o proyecciones conyugales del ser humano, en la medida que sea, con otro. b. La “unidad—fidelidad” conyugal es entendida por la Iglesia, desde sus orígenes, como uno de los “bienes” más propios y representativos del matrimonio: así lo señala por ejemplo, SAN AGUSTÍN, en su monografía De bono coniugii, al decir que “en el cumplimiento exacto de los deberes que la unión conyugal impone a los esposos, se deben éstos mutua y constante fidelidad... El apóstol San Pablo atribuye a esta mutua fidelidad una importancia jurídica tan decisiva que la denomina “potestad” cuando escribe: “porque la mujer maridada no es dueña de su cuerpo, sino que lo es el esposo. Y así mismo el marido no es dueño de su cuerpo sino que lo es la mujer” (Del bien del matrimonio, cap. IV.4, BAC Madrid 1.954, pag. 49). Y en sus bases de fundamentación, a parte de las fundadas en las naturales esencias de lo conyugal, viene a coincidir con la “buena ley” que se han de tener las personas especialmente cuando se conyugan en un mutuo empeño, denotando ese “juego limpio” de lealtad que las promesas serias imponen. En el matrimonio, la fidelidad significa exclusividad y ex- 654 ______________________________________________________ Mª Rosa García Vilardell clusión de otros en el “darse conyugal” de los esposos. c. Estrechamente conectado el “bien de la fidelidad” con el amor conyugal, se hace incuestionable que la fidelidad es una secuencia lógica y natural de su consentimiento; es esa flor del amor que los esposos se ponen en el ojal con el sí de su consentir en ser marido y mujer, por cuanto el sentimiento del amor en su concepto más elemental incluye tendencias naturales de posesividad excluyente respecto de la persona que es amada (sin llegarse a la desmesura de una posesividad de ansiedad, que sería patología o novela rosa). No hay duda: una de las esenciales y más limpias características del amor es, sin duda “la exclusividad” en razón al sujeto amado. Lo enseñan así los mejores pensadores del amor (cfr. G. MARAÑÓN, Vocación y Ética, en Obras completas, Espasa Calpe, Madrid, 1977, vol. IX, pag. 328). La Iglesia lo hace igualmente: en la Encíclica “Casti connubi”, por boca del Papa Pío XI (de 31 de diciembre de 1931), declara que, entre los bienes del matrimonio, está el de la “fe conyugal”; es decir, “la fidelidad mutua de los esposos en relación con su contrato matrimonial, por virtud de la cual todo aquello que por exigencias de la ley divina mantiene una referencia exclusiva al “otro conyugal” ni puede al mismo serle sustraído ni concedido a una tercera persona”. Y así mismo esta exigencia de la “fidelidad” se proclama por el Conc. Vaticano II, en la Const. “Gaudium et spes”, nro. 48, como algo propio y derivado esencialmente de la mutua unión 655 Exclusión de la fidelidad en la doctrina y jurisprudencia canónicas _____________ de los esposos que se hacen el uno al otro donación recíproca de sus personas. d. La “fidelidad” no sólo es una consecuencia natural de la donación personal basada en el amor mutuo, sino que la misma se constituye en verdadera obligación, cuyo contenido se extiende desde “darse la fe” de manera definitiva hasta aceptar el compromiso de observar esa promesa “de fe”. Esta obligación forma parte de la sustancia conyugal, de tal forma que si alguno de los contrayentes impidiera positivamente o se opusiera a que un tal deber entrara en su consentimiento –o por rechazo de la fidelidad como obligación conyugal o por denegación del “ius” a la misma—, el matrimonio carecería de subsistencia como tal matrimonio. Tal y como se señala en una sent. C. Stankiewicz, de 26 de marzo de 1990 (SRRD, 82, 1.990, pag. 229), “la fe conyugal entra a título de justicia en la relación de mutua participación de los esposos; y por exigencias de justicia los dos se hacen deudores el uno para con el otro en la comunión profunda de vida y de amor conyugal; y precisamente porque todo ello se convierte no sólo en obligación sino en obligación de justicia, esta comunión de amor conyugal se hace una comunión propiamente dual”. e. En cuanto a la extensión de esta obligación de “fidelidad” mutua, suele decirse que la misma se puede considerar en dos perspectivas: una externa y otra interior. El hecho externo de observar fidelidad o de no quebrantar exclusividad del vínculo con actuaciones contrarias a la misma 656 ______________________________________________________ Mª Rosa García Vilardell en muchos casos se considera como el aspecto jurídicamente exigible. La perspectiva de la fidelidad interior, en cuanto contiene rechazo de todo sentimiento afectivo o sexual, aún cuando sólo tenga contenido intencional, hacia una tercera persona fuera del matrimonio, presenta una mucho mayor coherencia con las exigencias de la verdadera fidelidad, que debería ser siempre una fidelidad del corazón antes que una fidelidad de gestos o de cumplimientos retóricos. Esta fidelidad interior es realmente la que se erige en elemento primordial de sustentación del edificio de la unidad matrimonial. f. Ahora bien, ¿un rechazo positivo de esta “fidelidad interior” del corazón podría comprometer la validez del matrimonio?. Entendemos que, en el supuesto de que la misma se pudiera demostrar en el fuero externo, esa “fidelidad interior” no sólo no puede ser desdeñada como si fuera algo secundario en el plano de la juridicidad conyugal, sino que debe ser contemplada como ingrediente sustancial de un matrimonio normal. Y lo afirmamos por varias razones: en primer lugar, porque situar reductivamente la obligación de la fidelidad en un plano exterior de puro “cumplimiento” equivaldría a minusvalorar en su misma sustancia esa obligación; en segundo lugar, la fidelidad en cuanto fruto y consecuencia del amor conyugal requiere, como requiere el amor verdadero, verdad, autenticidad y sinceridad en el compromiso. Y eso no se daría si la fidelidad conyugal pudiera salvarse en su concepto con la mera observancia externa. Y además una fidelidad formal y puramente exterior nunca 657 Exclusión de la fidelidad en la doctrina y jurisprudencia canónicas _____________ podría casarse bien con la “totalidad” de la entrega que supone la expresión definitoria del matrimonio: “consorcio de toda la vida”, del can. 1.055. La donación que implica un matrimonio verdadero tiene que ser una donación de cuerpo y de espíritu, una donación profunda verdadera y total de todo lo que lleva consigo esencialmente la unión conyugal. El problema podría ser, insistimos, un problema de prueba, pero a nuestro juicio nunca debería ser un problema conceptual. g. El rechazo de la “fe conyugal” podría presentarse bajo variadas modalidades. Podría presentarse en forma de “reserva” formal respecto de esta propiedad del matrimonio; podría actuarse la exclusión en forma de actitud favorable a la libertad de actuar en este terreno según el capricho del momento o el aprovechamiento de las circunstancias favorables a la infidelidad; o incluso podrían darse casos de rechazo cuando, al lado del compromiso conyugal, se mantienen otros compromisos para con otras personas con las que se sostienen relaciones o perduran adulterios sin solución de continuidad respecto de la celebración del matrimonio. Realmente uno de los supuestos en los que la Jurisprudencia de la Rota admite claramente rechazo de la fidelidad sería aquel en el que el contrayente, antes de su matrimonio, decide no romper un comportamiento licencioso establecido con anterioridad y persistente una vez celebrada la boda (cfr. sent. c. Ewers, de 10 de febrero de 1973, SRRD., 65, 1.973, pags. 88—89). Y no creemos que, para admitirse el rechazo, la persistencia en ese comportamiento deba tener referencia a una misma persona con la que se mantenía el mismo antes de contraer; sino que la persistencia del comportamiento en sí estaría forzando la presunción de que esa persona no quiso realmente 658 ______________________________________________________ Mª Rosa García Vilardell una entrega verdadera, sincera y completa a su cónyuge. 2) Modos específicos de rechazo de la unidad—fidelidad Finalmente, y en cuanto a formas o modos de rechazo de la fidelidad con proyecciones jurídicas eficientes de invalidez del consentimiento matrimonial, se han de diferenciar dos específicos modos: —el modo explícito del formal, positivo y expresivamente tangible repudio de la radicalidad en cuanto al compromiso de la entrega de la “persona conyugal” al “otro”; y —todas las posibles formas de efectivo rechazo pero de signo o contenido implícito, porque resulte su sustancia de ir las exclusiones implicadas en actitudes o en hechos, de los cuales la infidelidad sea algo más que un fallo o mal momento de la persona y de las cuales, con presuntivo legítimo fundamento, se pueda racionalmente considerar remetida una verdadera entrega de la persona comprometida por su matrimonio a otra persona distinta de la que es “objeto” formal de su consentimiento conyugal. a. Se puede, por ello, indicar que el rechazo de la fidelidad puede realizarse lo mismo por vía de exclusión explícita que implícita. Siempre que, por la forma de obrar o de manifestarse una persona, por las palabras utilizadas o por las circunstancias 659 Exclusión de la fidelidad en la doctrina y jurisprudencia canónicas _____________ concurrentes, por el tenor habitual de un comportamiento licencioso y cuando se trate de hechos ciertos o claros e inequívocos, podría considerarse rechazada positivamente la fidelidad. Aún cuando las palabras puedan mostrar –y normalmente así se presume que ocurre— el verdadero estado del espíritu y la verdad de los sentimientos y actitudes, sin embargo es más cierto que los hechos y la conducta de las personas son más reveladores de la verdad que las palabras o los gestos. Suele decirse con toda razón que las obras interpelan con mucha mayor fuerza que las palabras, de las que se dice son “aire” y “flatus vocis” y que “se las lleva el viento” (cfr. sents. c. Palestro, de 16 de mayo de 1.990, nro. 8; o c. Fiore, de 16 de abril de 1988, SRRD., 82, 1990, pags. 369 y 373). b. Es efectivamente idea digna de nota en el caso, y que realmente forma parte del acervo o núcleo de los criterios probatorios de base. Ese axioma de que “los hechos interpelan siempre con mayor fuerza que las palabras”. La fuerza elemental del dicho surge del peso específico humano mayor de las obras sobre las palabras de la persona: la obra expresa mejor lo que el ser humano es y puede que el “flatus” o aire de las palabras. El dicho sirve especialmente como criterio probatorio en materia procesal y más cuando las palabras no pueden eludir el fondo de “interés personal” que late siempre, aunque no se quiera, en las pretensiones judiciales de los actores. 660 ______________________________________________________ Mª Rosa García Vilardell c. Hemos de anotar finalmente que, en la mayor parte de los casos de nulidad por simulación y al tratarse de internas y muy personales determinaciones del voluntario de tan difícil demostración en foros judiciales, la prueba se construye por los jueces preferencialmente, por la propia dinámica de las realidades, por vías de llegada indirecta al sentir verdadero de las personas; es decir, mucho más a partir de indicios fuertes y poderosos, que fuerzan presunciones, que a partir de unas pruebas directamente vinculadoras, por lo antes dicho de que las obras y la conducta dentro de unas circunstancias elocuentes interpelan al juez con mucha más fuerza que las declaraciones de los propios interesados o de los testigos. Vale en todos estos casos de complejas, difíciles y casi siempre imprecisas demostraciones con apoyo preferente en indicios más o menos seguros y elocuentes, esa máxima de la destreza y el olfato jurídico de los jueces al analizar y valorar las pruebas en estos casos: “certo, in tali casi, il giudice debe essere veramente bravo e ricco di esperienza oltre che il senso pastorale”: así se manifestaba el Cardenal P. FELICI en su disertación Formalitates iuridicae et aestimatio probationum in processo canonico, en Communicationes, 1977, pag. 182. Y es ella una buena regla si quien la usa lo sabe hacer con la mesura y el equilibrio de quienes han visto pasar muchas aguas por los puentes de estos singulares procesos simulatorios: el instinto puede convertir en asequible a unas buenas percepciones del juez las peculiaridades de una técnica probatoria tan fina como la que se precisa para valorar indicios. 661 Exclusión de la fidelidad en la doctrina y jurisprudencia canónicas _____________ d. El indicio, en el orden procesal, no puede dejar de considerarse una de las ideas o conceptos más ambivalentes e incluso confusos del orden probatorio. Históricamente, la teoría o mejor teorías sobre los indicios, se han complicado mucho por el encuentro del concepto de indicio con el concepto de presunción, muy conexo y en ocasiones mezclado con el primero. Sobre los indicios hay que decir, con brevedad: 1) El concepto más usual de “indicio” se centra en señalar que el mismo es –en su calidad estática de signo, señal de o huella de otra realidad distinta de la del mismo— “la cosa, el suceso o el hecho conocido del cual se infiere otra cosa, otro suceso o hecho desconocido (cfr. L. MUÑOZ SABATE, Técnica probatoria, Barcelona 1973, pag. 248). Esta naturaleza o realidad estática de los indicios marca una gran distancia de los mismos con las presunciones que, de suyo, son formas lógicas de pensar con apoyo en el indicio o en otros factores o hechos—base similares. 2) En buena técnica probatoria y dentro de planos estrictamente procesales, el indicio en su estructura interna es procesalmente, una realidad de suyo neutral; ni buena ni mala de suyo; ni positiva ni negativa tampoco. Lo bueno y lo malo del indicio –siempre en términos de 662 ______________________________________________________ Mª Rosa García Vilardell probanza procesal— deriva y se corresponde con la estructura de razonamiento que en cada caso particular, de acuerdo con las reglas de valoración de pruebas, pueda y deba derivarse o establecerse sobre la base del mismo. El enlace preciso, directo y acorde con el mérito de la causa (ha de configurarse una relación de la premisa menor del silogismo (el hecho indiciario—hecho demostrado) con la premisa mayor (máxima de experiencia o base presuntiva) de las dos cosas según las reglas del criterio humano ha de estar sin duda en la base de la dinámica de la construcción de presunciones probatorias a partir de indicios; que es lo que, en el can. 1.586, se exige en definitiva para la legitimidad de la construcción por el juez de pruebas presuntivas judiciales. No queda por tanto, por entero y en todo, a la libre determinación de los jueces una elaboración de presunciones a partir de indicios, sino que en esta materia el orden procesal canónico se orienta hacia la línea de la prueba legal, a tenor del citado canon. TERCERO. La ampliación del objeto litigioso en el curso del procedimiento. En esta causa y en la segunda instancia de la misma, se produjo un poco menos que insólito caso de ampliación del objeto litigioso, cuyo supuesto circunstanciado es el siguiente: a. Ultimada la tramitación de la causa con las nuevas pruebas propuestas y aceptadas para esa segunda instancia (la última de ellas la pericia psiquiátrica sobre los dos esposos), el 663 Exclusión de la fidelidad en la doctrina y jurisprudencia canónicas _____________ 28 de junio de 1999 fueron publicadas las pruebas y actas totales de la causa con plazo concedido para posibles deducciones en dicho trámite. Anotándose por el Tribunal el 11 de octubre de ese mismo año que ninguna de las partes dedujo nada en ese trámite, en la misma fecha fue decretada la conclusión de la causa con apertura del periodo de alegaciones de plazos para ello: las dos partes presentan en la causa sus alegaciones y defensas así como réplica a las de contrario. Fueron pasados los autos a la Defensa del vínculo de Nuestro Tribunal para Observaciones finales, que fueron emitidas el 5 de noviembre de 1999. Las dos partes presentaron sus contestaciones a dicho escrito del Sr. Defensor y el 17 de enero de 2000 se dispuso el pase de los autos a los Rvdmos. Sres. Jueces para estudio y sentencia definitiva. b. Los sucesos que seguidamente se produjeron en el desarrollo de la causa e instancia fueron éstos: —El 31 de enero de 2000, el actor –en documento notarial—Escritura de poder general para pleitos— “confiere poder tan suficiente como en derecho se requiera a favor de los Procuradores de los Tribunales de ...: D... y, para cuando no sea preceptiva la intervención de Procurador, a favor del Letrado D...” (f. 141 vlto. 2ª inst.). 664 ______________________________________________________ Mª Rosa García Vilardell —Por escrito de la misma fecha –entrado en el Tribunal el 2 de febrero de 2000—, el referido Procurador (su firma no aparece en el documento a pesar de encabezarlo él mismo), en nombre y representación del actor “y bajo la dirección jurídica del Letrado” en cuestión, pidió que en segunda instancia “se admita para tratarlo como en primera instancia, a tenor del canon 1414 el nuevo capítulo de exclusión del “bonum fidei” por parte del esposo”, añadiéndose a esta petición que “después de una larga entrevista con el actor... en la que me manifestó con toda seriedad que, al casarse con la demandada no había querido obligarse a serle fiel y leídos detenidamente los autos y cerciorado de sus distintas y frecuentes relaciones con señoras, antes y después del matrimonio y dado el ambiente en el que se movía, me extrañó que no se hubiera solicitado la nulidad por el capítulo de exclusión “bonum fidei” por parte del esposo”. —El 8 de febrero de 2000 se acepta por el Tribunal el “mandato” otorgado al referido Sr. Letrado y se da traslado del mismo a la parte demandada para contestarlo, solicitándose también informe al respecto de la Defensa del vínculo. —Por escrito de 15 de febrero de 2000, la parte demandada se opuso a la ampliación solicitada del Dubio; por su parte, la Defensa del vínculo –en líneas de fecha 22—II—2000— “entiende que a lugar a la ampliación del Dubio al capítulo que ahora se presenta”. c. El Tribunal, por amplio Decreto de fecha 24 de febrero de 2000, admitió el nuevo capítulo de nulidad pedido por la parte actora para ser tramitado como en primera instancia: exclu- 665 Exclusión de la fidelidad en la doctrina y jurisprudencia canónicas _____________ sión de la fidelidad por parte del esposo. Abierto de nuevo el período probatorio; propuestas nuevas pruebas por ambas partes; practicadas las que fueron admitidas por el Tribunal, el 21 de enero de 2002 se produjo la publicación de las mismas, concluyéndose la causa el 11 de febrero de 2002. Hechas alegaciones y réplicas por ambas partes, fueron los autos pasados por dos veces a la Defensa del vínculo al no haberse pronunciado en su primer informe de 14 de marzo de 2002 sobre el capítulo nuevo de la exclusión de la fidelidad. Antes de ese segundo Informe, el 21 de marzo de 2002, los autos habían sido pasados a los Rvdmos. Jueces para estudio y sentencia definitiva. Pero el Tribunal –advertido sin duda de esa falta de pronunciamiento precisamente sobre el capítulo objeto de la ampliación del Dubio (ya lo había hecho constar la parte demandada en sus alegaciones al respecto)— pasa de nuevo los autos al Sr. Defensor el 4 de abril de 2002, el cual en nuevo Informe de 9 de abril de ese mismo año manifiesta que, “de las declaraciones y testimonios hay prueba que constata en el esposo una mentalidad y unos hechos contrarios (sic) que hacen muy probable la referida exclusión del bien de la fidelidad”. Hay nueva contestación de la parte demandada a este Informe de la Defensa del vínculo y el 23 de abril de 2002 –una vez más en la instancia— los autos fueron pasados a los Rvdmos. Jueces para estudio y sentencia definitiva. Jubilado –y sin haberse redactado la sentencia— el Ponente en fecha de 11 de enero de 2003, el 21 de marzo de 2003 fue 666 ______________________________________________________ Mª Rosa García Vilardell nombrado nuevo Ponente uno de los jueces del Turno y un nuevo juez del Turno en sustitución del ahora designado Ponente. ESTE “ITER” PROCESAL, tan accidentado cuando menos, nos lleva a varias observaciones en relación especialmente con esta ampliación del objeto litigioso, cuando ya los autos, pruebas y causa habían sido pasados a los Rvdmos. Jueces para estudio y sentencia. NUESTRAS CONSIDERACIONES SON ÉSTAS: a) Hemos de adelantar a cuanto sigue que reconocemos “la estricta legalidad” –lo hace también la parte demandada— con que se pronuncia el Tribunal en el Decreto de admisión del nuevo capítulo, de fecha 24 de febrero de 2000. b) A esa reconocida “estricta legalidad” de la ampliación del objeto litigioso en las circunstancias procesales en que se produjo por el Decreto en cuestión, este nuevo Tribunal añade, sin embargo, estas otras consideraciones: 1) La ampliación de la demanda con añadidos de nuevo o nuevos capítulos al objeto litigioso es realidad procesal corriente en los ordenamientos bajo determinadas condiciones de reserva siempre, puesto que –con la “litiscontestación”— se ha de entender que esa “criba” dialéctica derivada del contraste de las mutuas alegaciones y peticiones de las partes, en que consiste realmente la “litiscontestación”, ha dejado definitivamente claras y fijadas de lleno las posiciones de las dos partes en la causa (cfr. LEGA—BARTOCETTI, Commentarius in iudicia eclesiásti667 Exclusión de la fidelidad en la doctrina y jurisprudencia canónicas _____________ ca, Romae 1.950, vol. II, pags. 560—561). La causa con ello ha llegado a un “estado” fijo y normalmente cerrado. Consecuencia jurídica natural de lo anterior es que las innovaciones en cuanto al objeto litigioso (mutaciones, adiciones, cambios y ampliaciones de demanda y objeto litigioso), por razones de pura lógica, han de tener sentido y alcances jurídicamente restrictivos, por ese peligro que enuncia el propio LEGA— BARTOCETTI (ob. cit., pag. 554) cuando alude al deber de los jueces de “non indulgere fraudibus”, con la obligación concurrente de “impertinentes petitiones reiicere”, cuando se observen síntomas de interés en “res implicare et in longum protrahere”: unos peligros que, como se podrá observar por ulteriores valoraciones de esta misma sentencia, no pueden considerarse ajenos o lejanos en esta causa. 2) Se ha señalado que lo natural es que, oídas y contrastadas en la “litiscontestación” las posiciones de las partes en causa, los alegatos y contra—alegatos, las pretensiones y negaciones de los litigantes, el contencioso se configure de manera definitiva y el buen orden procesal imponga el paso a paso del “curso” previsto por esa fijación de posiciones según el desarrollo legal marcado para las mismas. 3) Que ese no sea el curso real de las cosas en un proceso determinado es posibilidad que bien puede ampararse en razones de justicia siempre que principios como el de “economía procesal” o el de la conexión de causas y acciones –principalmente— lo puedan exigir. 668 ______________________________________________________ Mª Rosa García Vilardell Aún entonces, cobran vida –a favor del “sensus exceptionis” de las aludidas “posibilidades de cambio”— esas señaladas cautelas de LEGA—BARTOCETTI con los marcados peligros de que esas “ampliaciones” se intenten o para desmesurar la duración del proceso o para ensayos sin fin de vías nuevas de nulidad a medida que las ensayadas anteriormente se ven cerradas por el peso de las pruebas ya practicadas. De todos modos, el recto orden de las cosas impone su ley y ese principio de la “preclusión” que pone en el proceso cada cosa, cada trámite y cada diligencia en su sitio (esta función de orden aunque sea una “formalidad”, sirve mucho a la racionalidad y la eficacia en la rectitud de administrar justicia) puede hacer sospechosas a estas peticiones de ampliación de los peligros indicados y que por los jueces deben evitarse ciertas peticiones extemporáneas de ampliaciones de demanda—título nuevo de nulidad. 4) Nos parece que el fundamento (y una de las razones de su imperiosidad procesal) de la “publicación de la causa” tiene una de sus motivaciones procesales, además de otras, en esa posibilidad de ampliar el Dubio cuando de los resultados probatorios así se dedujere con base objetiva. Es natural que, si con las pruebas practicadas –y la publicación las pone a la vista de las partes— se aprecian vías de probable nulidad distintas de las “fijadas” en el Dubio, la economía procesal –en causas y títulos compatibles— permita utilizar ese momento (y no otro posterior, porque la “conclusión de la causa” hace de cierre y pone fin a las alegaciones de pretensión y prueba) para orientar la causa por esa o esas nuevas vías de nulidad. 669 Exclusión de la fidelidad en la doctrina y jurisprudencia canónicas _____________ El momento natural –dentro de la instancia— para esas ampliaciones del objeto litigioso es o anterior o coetáneo a la publicación de las pruebas; o a lo sumo, a las alegaciones y defensas de la parte quien, al valorar las pruebas propias y de contrario, puede tener razón para pedir ese giro nuevo de la causa dentro de la instancia. Pasados estos trámites o momentos procesales sin iniciativas de ampliación, realmente el suceso instructorio de la causa estaría ya clausurado. Incluso a partir de ello, habrían de entenderse más agravadas todavía si cabe las reservas de excepción frente a las ampliaciones. Incluso, las reservas resultarían más apremiantes –con mayor resistencia judicial a admitirlas— si, ultimada ya del todo la tramitación de la causa “ante sententiam”, y precisamente para dictarla, los autos hubieran sido ya pasados a los jueces para pronunciarse definitivamente por medio de la sentencia. Ya no se trataría de una iniciativa “para mejor proveer” del propio tribunal en aras del “favor iustitiae”. El que un “sorprendente” cambio de Letrado en momento tan avanzado de la causa (los autos fueron pasados a los jueces para pronunciamiento de sentencia el 17 de enero de 2000 y el 31 de ese mismo mes es otorgado por el actor poder—comisión al nuevo Letrado, sin que aparezcan en causa vestigios de apoyo a ese cambio en la dirección letrada) se salde –en escrito de la misma fecha del poder notarial— con la “extrañeza” de no haberse pedido antes la ampliación al nuevo capítulo y unas razones más que nada “espaciosas” o “engañosas” del nuevo Letrado se 670 ______________________________________________________ Mª Rosa García Vilardell hace objetivamente más que sospechoso de la vigencia en el caso de alguna de las indicadas “reservas” de LEGA—BARTOCETTI frente a determinadas peticiones de ampliación del Dubio. 5) Entre los Romanos –con esa institución de sabiduría práctica que los caracterizaba en sus percepciones del buen sentido en la administración de la justicia— tenía vigencia esa famosísima cláusula que aparece formulada en el Tratado De officiis de CICERÓN “Summum ius, summa iniuria” que el mismo refiere en alguno de sus Discursos (Caec. 65) a la práctica judicial y que –a partir del Medievo— daría lugar a otras máximas de derivación con insistencia en lo negativo de aplicaciones demasiado formales y estrictas del derecho como la de “Noli esse iustus nimis” (que viene a decir que, hasta en la justicia, la desmesura puede ser un vicio) (cfr. Tópica. Principios de Derecho y Máximas jurídicas latinas, Pontevedra, 2.001, 986, pags. 331—333). Los excesos y artificios en extremar y estirar hasta el límite la regla de lo justo puede fácilmente degenerar en injusticia; y quizá no porque se atente contra la ley, sino porque esas intervenciones de legalidad ponen al descubierto intereses que no son los de una verdadera justicia, sino oportunismos de letrados poco escrupulosos en esa su tarea funcional primaria: la de cooperar con el tribunal en el encuentro más rápido y equitativo con la justicia. 6) Como dijera el Papa Pablo VI, en su Discurso a la Rota Romana del año 1971, “no es la ley por la ley ni el juicio por el juicio; sino que son la ley y el juicio al servicio de la verdad y de la justicia” verdaderas virtudes de los jueces; y en particular de 671 Exclusión de la fidelidad en la doctrina y jurisprudencia canónicas _____________ los jueces eclesiásticos (cfr. A. LIZARRAGA ARTOLA, Discursos pontificios a la Rota Romana, Pamplona, 2001, pag. 65). Ciertas sutilezas del Derecho no son el Derecho (“ápices iuris non sunt iura”), como es deducible de enseñanzas del jurisconsulto ULPIANO (D. 17.1.29.4), para quien –y es vieja la “praxis”— no resulta “congruente” discutir de sutilezas jurídicas con olvido de la cuestión de fondo debatida: “non congruit de apicibus iuris disputare, sed de hoc tantum: debitor fuerit necne” (la palabra “apex” en ULPIANO reviste sentido y alcances de “quisquillas jurídicas”). 7) En materia de justicia, la “equidad tiene luz propia” y “lucet ipsa per se”. Con estos epítetos habla de la equidad CICERÓN en su tratado De officiis (1, 30) como de la regla de oro que nos pide no hacer nada cuando dudamos acerca de si lo que hemos de hacer es equitativo o no, pues aequitas lucet ipsa per se, dubitatio cogitationem significat iniuriae (= pues la aequitas brilla por sí misma, mientras que la duda muestra el temor de que pueda haber injusticia). La equidad, pues, se reconoce fácilmente. La aequitas es uno de los elementos esenciales del sistema jurídico romano. No conservamos ninguna definición en los juristas, pero Cicerón, buen conocedor de la ley y de la filosofía jurídica, en Top. 31, divide el derecho en tres partes: lex, mos y aequitas (= ley, costumbre y equidad). De acuerdo con ello, la ley (o en su caso la costumbre) no es todo el derecho. Sólo la ley (o en su caso la costumbre) acompañada de la equidad constituye de verdad el derecho (cfr. Tópica, cit. pag. 60, nro. 41). En las fuentes romanas –del Digesto especialmente— se 672 ______________________________________________________ Mª Rosa García Vilardell hace mención frecuente de la “equidad” y los caracteres y calificaciones que se le atribuyen en la vida del derecho forman un complejo cuadro, del que pueden destacarse como más apropiadas al caso éstos: la equidad es justicia natural; la equidad está por encima del derecho y de las formalidades del derecho; el derecho puede fallar donde la equidad acierta; el recurso a la equidad es servicio de la libertad de los jueces; no se exige el cumplimiento de obligaciones a quienes, sin culpa, no pueden cumplirlas—, etc. (cfr. Tópica, cit., pags. 60 ss.). 8) De la necesaria presencia de la equidad en los caminos de la administración general de la justicia y de la justicia eclesial especialmente han hablado con frecuencia y profusión los últimos Papas en sus anuales Discursos a la Rota Romana. Lo hizo casi monográficamente PABLO VI en el Discurso del año 1973. Ideas matrices de este Discurso fueron, por ejemplo, éstas: “La equidad canónica confiere al Derecho de la Iglesia su fisonomía propia, que está en su carácter pastoral” (1973, nro. 8): el recurso a la equidad en el plano de la aplicación de las leyes es obligado para que la ley no se desvirtúe en sus tendencias institucionales. “La vida social impone las determinaciones de la ley humana”; “sus normas, inevitablemente generales y abstractas, no pueden prever las circunstancias concretas, a las que la ley debe aplicarse”; “frente a este real problema, el Derecho ha tratado de 673 Exclusión de la fidelidad en la doctrina y jurisprudencia canónicas _____________ enmendar, rectificar y hasta corregir el rigor del derecho”; “una tal tarea se realiza por obra de la equidad que encarna de esta forma las aspiraciones humanas por una justicia mejor” (1973, nro. 10). Esta equidad de buen tino en el Derecho de la Iglesia “es norma para su aplicación”; “la presencia de la equidad, como elemento humano correctivo y factor de equilibrio en el proceso mental que ha de conducir al juez a dictar la sentencia, se halla, aunque tal vez con diferentes denominaciones, en las Decretales y en toda la historia del Derecho Canónico” (1973, nro. 11). Esta equidad es “justicia superior” en abono de fines superiores; ella “suaviza” o “agrava” según los casos pero tratando siempre de evitar ese “summum ius” que, al extremar los posibilismos legales, corre el riesgo de degenerar en verdadera “summa iniuria” en la recta justicia (1973, nro. 13). Esta equidad se distingue del derecho positivo precisamente porque sirve para amoldarlo a la realidad concreta y circunstanciada que ese derecho no podría atender sin el uso de la equidad. Y entre los males que el uso de la equidad está llamado a evitar se incluye el de impedir el excesivo peso de los formalismos o “la rigidez de la expresión técnica” del derecho positivo: una cosa es en realidad que esa “expresión” permita ampliaciones del objeto litigioso hasta el momento de dictarse la sentencia y otra bien distinta, el que puedan darse circunstancias que, en aras de motivaciones fácilmente presumibles, hagan difícilmente aceptable en justicia y equidad tal ampliación. Las “exigencias de la situación” –aludidas en ese Discurso como puerta tendida al uso de la equidad— pueden llevar a esas 674 ______________________________________________________ Mª Rosa García Vilardell dos posibilidades—obligaciones en el juez: “aplicar la ley con mayor severidad” o “aplicar el derecho de forma más humana y comprensiva” (1973, nro. 18). Los jueces eclesiásticos están llamados y hasta obligados, “servatis servandis”, a “administrar justicia con equidad canónica”. Y esta regla ha de ser compaginable con esta otra de que el uso de la equidad o la equidad misma “no sea forzada más de lo equitativo para que no estimule a descuidar las normas”, lo que de ese modo podría ser fuente de arbitrariedades, perjudicial y causa de incertidumbres e inseguridades (cfr. F. ROBERTI, De processibus, pag. 99) (1973, nro. 18). La excusa de lo equitativo no puede ser suficiente para dejar de ver “en el consentimiento matrimonial” la exigencia de un respeto casi sagrado a los fueros de la verdad; esa sacralidad del respeto a la verdad objetiva nunca podrá ser doblegado “para sanar penosas situaciones” si con ello se pusieran en entredicho las verdades reveladas o los datos de la fe; o si se perdiera de vista en ese consentimiento “aquel contrato de fidelidad y aquel signo de unión que, en la voluntad humana, constituye la primera flor del amor” (1.973, nro. 24). EN CONSECUENCIA, y a pesar de esa “estricta legalidad” posiblemente salvable en la admisión de la ampliación del objeto litigioso llevando ya la causa días en manos de los jueces para decidir el sentido de la sentencia, el criterio de este Tribunal es el deducible de los anteriormente expuestos y razonados: no es equitativa ni razonable, aunque pueda ser legal, una tal ampliación porque, en una buena parte, esas razones de economía 675 Exclusión de la fidelidad en la doctrina y jurisprudencia canónicas _____________ procesal mueren a manos de la dinámica misma del momento de la ampliación, que obliga –una vez admitida— a retornar la tramitación correspondiente a fases procesales muy regresivas de la causa, como se ha hecho patente en la actual instancia. Decaída la “ratio iuris”, lógico es que también decaiga la misma aplicación de la norma que hipotéticamente la permite. III. ALGUNAS REFERENCIAS PSICOLÓGICO—PSIQUIÁTRICAS DE APLICACIÓN A ESTA CAUSA: “inmadurez psico— afectiva” y “narcisismo” – Trastorno de Personalidad narcisista. PRIMERO. Inmadurez psico—afectiva. La inmadurez psico—afectiva grave como posible factor de incapacidad para la emisión normal del acto psicológico de consentir conyugalmente. I. Este tema concreto de la “inmadurez psico—afectiva”, en su calidad de obstáculo para la validez o normalidad del consentimiento matrimonial, ha ido recibiendo, a partir del año 1967 y concretamente de las dos señeras sentencias c. Lefebvre, de fechas 6 y 8 de julio de 1967 (SRRD., vol. LIX, pags. 555 y 563 ss.), sucesivas aportaciones doctrinales y jurisprudenciales, que han contribuido a formar un estado muy completo de doctrina en la materia, que –siendo claro en determinados aspectos de la misma— dista todavía de ser unívoco, claro y seguro en otros. Puede por eso hablarse de materia recurrente en las causas de nulidad conyugal, pero a la vez puede hablarse aún de grandes sombras e incertidumbres en el desarrollo de algunas cuestiones: 676 ______________________________________________________ Mª Rosa García Vilardell como las relativas al concepto de “inmadurez”, al encaje sistemático de la precariedad afectiva grave en el cuadro de las líneas de incapacidad del canon 1095, a la relevancia –por ejemplo— de la “inmadurez” llamada “situacional” o debida a estados puntuales de crisis afectivas en este plano de las incapacidades psíquicas o al valor atribuible a los estudios técnicos (pericias psicológicas o psiquiátricas oficiales) sobre la normalidad o no afectiva del contrayente en momentos, cronológicamente muy pasados casi siempre, de la vida de la persona analizada (cfr. L´immaturità psico— affettiva nella Giurisprudenza della Rota Romana, a cura di P.A. BONNET e C. GULLO, Librería Editrice Vaticana, 1990, IX). 1) La misma palabra “inmadurez”, ya en la enorme variedad de sus acepciones –o quizá mejor proyecciones posibles— (madurez—inmadurez corpórea; espiritual; intelectiva; psico— afectiva; sexual; etc), presenta una polivalencia tal en esas sus diferentes y hasta contrastantes proyecciones que en su concepto, en sus caracteres, en sus perfiles cuantitativos o cualitativos, en todo realmente, se convierte en uno de los grandes tópicos, o retos tal vez mejor, de la antropología moderna. Si ya el concepto genérico de madurez—inmadurez se hace por demás esquivo y difícil de precisar, la dificultad se agrava al mero intento de trazar contornos y líneas divisorias o diferenciales entre un desarrollo de menos a más pero normal de la persona en proceso natural de evolución y una verdadera “anormalidad de la persona por inmadurez” de la misma. Y el problema se agrava incluso cuando el objeto de la discusión se coloca en ese campo de Marte de la afectividad y de sus 677 Exclusión de la fidelidad en la doctrina y jurisprudencia canónicas _____________ retrasos o involuciones, siendo ello –como señalan los psiquiatras (cfr. por ejemplo E. ROJAS, El laberinto de la afectividad, Madrid, 1999, pag. 12)— “una tarea casi imposible teniendo en cuenta lo proteiforme y difuso de los contenidos”. Al respecto bien indica el P. GEMELLI que “vi è grande disaccoro tra gli psicologi a riguardo deglo stati affettivi: non vi è acordó sull´uso e sul significato dei termini fondamentali; non vi è acordó sulla classificazione; non vi è acordó nel determinare i caratteri differenciali dei singoli stati affettivi, nè meno grave è la mancanza di acordó nel dare raggione dei macanismi di loro produzione” (cfr. COLAGGIOVANNI, E., Immaturità: per un approccio interdisciplinare alla comprensione ed applicazione del can. 1095, nro. 2 y nro. 3, en Monitor Eccles., 1988, pag. 356). 2) La madurez—inmadurez afectivas –en las obligadas referencias de su concepto— han de mantenerse, como es natural, en una directa correlación con el estado, desarrollo y desviaciones de la “afectividad” de la persona humana. La “tectónica de la persona” –como anota PH. LERSCH— tiene uno de sus escenarios (con hechos y realidades fundamentales para la vida anímica humana) en esa esfera profunda de la personalidad, a la que pertenecen esos procesos y estados anímicos que suelen tomar nombre de “emociones, movimientos afectivos, sentimientos y estados de ánimo y también los deseos, los instintos y las tendencias” (cfr. Philip LERSCH, La estructura de la personalidad, Scientia Barcelona, 1974, pags. 80 ss.). Viene situado ese plano por debajo de las iniciativas y vi- 678 ______________________________________________________ Mª Rosa García Vilardell vencias del Yo consciente: las que se hallan en nuestra conciencia en forma de verdaderos “estados de conciencia” al emanar en forma regulada y dirigida por nuestro Yo personal. En cambio, ese “otro mundo” subterráneo de los apetitos y tendencias, de las distintas vivencias afectivas, de los temples emocionales tiene todo él la virtud de hacerse presente en la vida anímica humana sin permiso del pensamiento y de la voluntad consciente y rectora. Aunque se trate de realidades humanas que puedan ser –llegado el caso— “reprimidas” o “dirigidas” por el mundo superior, no se halla en poder de ese mismo mundo el provocarlas. Nacen y brotan a pesar de la supraestructura personal y lo hacen en ocasiones como excrecencias de los “fondos endotímicos” de la personalidad, cuyas directrices se mueven en líneas o planos distintos de los abiertos a los planos de la vida consciente. En esa especie de “anarquía” vital en que se mueven estas inclinaciones y tendencias radican buena parte de las dificultades de análisis y sobre todo valoración de estos casi siempre complicados fenómenos y movimientos de la vida anímica, que –no por ser “bajeros” en nosotros— dejan de tener una gran influencia en el sentido y orientación generales de una vida. 3) Es –o parece al menos— claro que estos dos mundos de la “afectividad” junto con el de la “inteligencia” entrañan referencias insignes a dos de las líneas primarias de las “funciones de la vida anímica humana” y también quizá de las más representativas en todo cuanto atañe a la conformación y la calidad de los comportamientos del hombre. En el predominio, en la calidad y sobre todo en la vitali- 679 Exclusión de la fidelidad en la doctrina y jurisprudencia canónicas _____________ dad y fuerza de estas dos funciones, además, radican estilos y patrones de conducta especialmente significativos del carácter predominante, de la condición de las personas y del sentido que las mismas tratan de dar a su vida o dan de hecho con independencia de unas actitudes conscientes y libres. No son ellas por cierto las únicas expresiones del psiquismo humano, pero con la ciencia psiquiátrica actual se puede afirmar que las demás funciones, aunque se presenten individualizadas también y al menos a efectos didácticos, de alguna manera se hallan solapadas y de alguna manera entremetidas en esas dos grandes y primarias parcelas de la actividad anímica de los seres humanos. 4) Volviendo al campo siempre importante de los conceptos, se ha de señalar en primer término que no es fácil ofrecer una definición precisa de la afectividad, de sentido unívoco y para todos convincente. POROT, por ejemplo, señala que bajo estas palabras o término se engloba y reúne “l´ensemble des réactions psychiques de l´individu devant les situations ocasiones par la vie: soit contacts avec le monde exterieur, soit modifications intérieures de l´organisme. Beaucoup plus qu´un domaine, la vie affective est un aspect fondamental de la vie psychique absolument indissociable de la vie instinctive d´une part, de la pensée et de l´activité d´autre part. D´où la frequence des expressions “instintivo— affectif”, “ideo—affectif”. En este “mezclado” terreno se instalan hechos de la vida anímica tan representativos como el ancho campo de los afectos, de los sentimientos, de las emociones, de las pasiones, de los tonos afectivos, etc. (Manuel alphabetique de 680 ______________________________________________________ Mª Rosa García Vilardell Psychiatrie, París, 1975, pags. 20—21 v. “Affectivité—affects”). A pesar, sin embargo, de esas tan distintas como posibles proyecciones de la madurez—inmadurez con este calificativo de “afectiva”, y admitiendo que “una persona puede ser madura en uno de sus aspectos o espacios e inmadura en otros”, la verdad es que la auténtica madurez actúa como por vasos comunicantes e interpela para crear en la persona “total” una funcionalidad con verdadero equilibrio entre las distintas dimensiones del crecimiento personal (GARCÍA—MONGE, J.A., Palabra e inmadurez en la psicoterapia humanista, en Miscelánea Comillas, vol. 57, nro. 110, 1999, pag. 122). Es precisamente por esa interconexión de las diferentes parcelas del psiquismo o vida anímica del ser humano que se puede afirmar que, aunque la inmadurez afectiva contenga una “individualidad propia dentro del complejo campo de las inmadureces de la persona” y su cuadro de trastornos sea diferente y no en todo asimilable al cuadro de trastornos de otra índole, sin embargo los varios tipos de inmadurez “pueden coexistir” y con frecuencia se ensamblan unos con otros y se interconectan de forma tal que un inmaduro afectivo muestre con frecuencia síntomas de inmadurez en el plano de lo intelectivo o de lo volitivo, de lo sexual o del ancho mundo de las relaciones interpersonales (cfr. S. PANIZO, La inmadurez de la persona y el matrimonio, Salamanca, 1996, pags. 86 ss.). Se hace importante anotar con EY—BERNERD—BRISSET (Tratado de psiquiatría, Barcelona, 1975, pags. 557—558), a este mismo respecto, que “los trastornos de la afectividad y los 681 Exclusión de la fidelidad en la doctrina y jurisprudencia canónicas _____________ retrasos neuróticos pesan sobre el futuro del débil mental tan intensamente como el déficit de inteligencia”. Esta inmadurez afectiva, capaz muy bien de quebrantar seriamente la normalidad del sujeto, con alteraciones y deficiencias de gravedad equiparable a las que son capaces de producir otras inmadureces, de ordinario “no suele provocar catástrofes de salud como las que provoca por ejemplo la inmadurez mental” con posibilidades de llegadas a verdaderas y profundas demenciaciones. Ha de advertirse, de todos modos, que no sólo en los casos extremos de “catástrofes mentales” puede faltar el mínimo exigible para consentir. Así parece descubrirse al hablarse por la Jurisprudencia de las “exigencias” para una mínima normalidad del consentimiento y proclamarse la necesidad para ello de una “certa harmonia variarum structurarum ipsius personalitatis”. Una armonía tan “delicada” que puede romperse y destruirse de muchas maneras, entre las que pueden contarse perturbaciones del campo de los afectos: “constitutiva quadam instabilitate, suggestionabilitate, mutabilitate affectionis, catatimia, incapacitate tolerandi minimas frustrationes, dummodo gradum attingant qui rectum processum volitionis impediunt; immo etiam interveniunt ineptiae, quarum E. BLEULER extollit momentum asserens: “Sie sind deie einzigen der Psichopathen, bei denen nicht offensichtlich die Affekivität allein oder hauptsichtlich gestört ist, sondern auch der Gedankengang” (Lehrbuch der Psychiatre, Berlín, 1960, pag. 501)” (de la sentencia c. Lefebvre, de 8 de julio de 1967, SRRD., vol. LIX, pag. 563). 682 ______________________________________________________ Mª Rosa García Vilardell 5) Como decimos en nuestro anotado trabajo, “una inmadurez afectiva puede, sin caerse –por necesidad— en una falta de discreción de juicio (que también puede reciclarse en eso), determinar por sí sola una incapacidad de asumir las obligaciones conyugales” (cit., pag. 89). Debe admitirse esa polivalencia de relevancia jurídica de este tipo de inmadurez y con ello la posibilidad de que un verdadero y grave trastorno por inmadurez afectiva sea capaz de privar a la persona hasta de las posibilidades de emitir con normalidad el acto psicológico de consentir conyugalmente, llevándola a los espacios jurídicos de la falta de discreción de juicio. Y ello sería debido, en el fondo, al deterioro que la sustancial inestabilidad personal del sujeto inmaduro afectivo introduce en los mecanismos de ponderación de la realidad, sin posibilidades prácticas de medir el valor de los compromisos y los alcances de los mismos: las anomalías afectivas con preponderancia excesiva y hasta patológica de las reacciones emocionales e impulsivas sobre el rectorado de la razón y de la voluntad son capaces, como es lógico, de impedir la necesaria clarividencia de la razón, el justiprecio de la deliberación y la capacidad de organización por parte de la voluntad. “Se non solo l´immaturità psicológica, ma anche quella psico—affettiva viene presa in considerazione la ragione è in ciò che una “insuficiente maturazione affettiva (si risolve in) una insuficiente intencionalita ex parte voluntatis” giacché il “processus volitionis veto in sphera volitionis evolvitur”. Esiste quindi una stretta correlazione fra affettività el volontà” (cfr. sents. c. Pinto, 26 de junio 1969, nro. 25; c. Agustoni, de 5 de julio de 1983, nro. 4; cfr. para mayor amplitud Studi Giuridici, XXIII, “L´immaturità psico—affettiva nella giurisprudenza della Rota 683 Exclusión de la fidelidad en la doctrina y jurisprudencia canónicas _____________ Romana”, Città del Vaticano, 1990, pags. 100 ss.; o Nevrosi e personalità psichopatiche in rapporto al consenso matrimoniale, de M. F. POMPEDDA, en Perturbación psichiche e consenso matrimoniale nel Diritto Canonico, Roma, 1976, pag. 58). De hecho durante un tiempo predominó el criterio de la conexión de la inmadurez psico—afectiva con la “falta de discreción de juicio”. 6) Hoy –por tanto— y no pudiéndose ignorar que “la inmadurez de los mecanismos de control de la vida emotiva e impulsiva representa una incidencia considerable en cuanto la misma puede obstaculizar seriamente el proceso intelectual en orden a una elección que sea fruto de una decisión consciente y libre..., hay que reconocer también que, con independencia de esa inflexión sobre el proceso formal del acto voluntario, la inmadurez afectiva, en sí misma, puede disminuir, anular incluso, las posibilidades radicales de asumir con eficacia y de cumplir las obligaciones esenciales del matrimonio” (cfr. S. PANIZO, cit., pags. 92—100 y especialmente pag. 99). En este sentido cabe admitir la estrecha conexión posible de una grave inmadurez afectiva con los supuestos del can. 1095— 2º, pero sin olvidar así mismo posibilidades fundadas de incapacidades derivadas de ella a tenor del párr. 3 del mismo canon. 7) En relación concretamente con esta inmadurez afectiva y especialmente con la verificación en ella de la gravedad requerida para poder constituirse la misma en raíz y fuente de una verdadera incapacidad conyugal, se suelen repetir de manera constante palabras acuñadas y recogidas en célebre frase de las dichas pioneras sentencias c. Lefebvre, de 6 y 8 de julio de 1967, en las cua- 684 ______________________________________________________ Mª Rosa García Vilardell les por una parte se indica que la inmadurez afectiva “raras veces” puede considerarse “grave” (“est signum cuiusdam perturbationis rarius adeo gravioris”), aunque añadiéndose de inmediato que son posibles casos en que tal tipo de inmadurez alcance cotas de gravedad nada desdeñables, con unas consecuencias en tales supuestos de grave perturbación de la vida psíquica: “gradum attingit non spernendum”, se dice en las sentencias referidas. No creemos que el sentido genuino de las anteriores frases haya consistido en dejar sentado que las inmadureces de signo afectivo hayan de situarse por principio en planos de menor gravedad –y por tanto relevancia— que las inmadureces –por ejemplo— del juicio o de la libertad. La maduración de las personas muestra un camino de desarrollo con un recorrido progresivo que lleva de la inmadurez natural de la infancia o de la primera adolescencia hasta un grado de maduración nunca perfecto pero sí suficiente para un actuar humano normal dentro de esa proporcionalidad conexa con la entidad y trascendencia del acto que se realiza. Cuando ese nivel mínimo y proporcionado, o mínimo habida cuenta de esa necesidad de proporcionalidad en la maduración, no se haya logrado, bien se trate de una “inmaturitas iudicii”, bien se trate de una “inmaturitas libertatis”, bien se trate de una “inmaturitas affectuum”, esa inmadurez, cualquiera que sea o como quiera que se llame, será inexcusablemente determinante de incapacidad psíquica para el matrimonio. Y en este sentido nos parece que lo de “signum perturba- 685 Exclusión de la fidelidad en la doctrina y jurisprudencia canónicas _____________ tionis rarius adeo gravioris” no debería considerarse propio en exclusiva o típico de las inmadureces afectivas sino de cualquier forma de inmadurez. 8) La persona, que, para responder al sentido radical de la palabra, al madurar persigue siempre el logro de una verdadera unidad “integrada” o “totalidad unificada”, orienta sus naturales tendencias hacia la maduración, de una manera conjunta, en los tres planos más calificados de la madurez psíquica: el del raciocinio (conocimiento—razón—juicio); el de la voluntad (ponderación—motivación—elección libre); y el de la afectividad (el equilibrio dinámico en ese variopinto mundo de los afectos, de las emociones, de los impulsos, de los sentimientos y pasiones humanas). Y no nos parece que haya razones serias para desligar este proceso de maduración y escindirlo en su desarrollo de manera –tal como parece sugerir la dicha frase jurisprudencial— que la maduración afectiva de la persona sea por principio más fácil de lograr y alcanzar que otros tipos de maduraciones psíquicas; más bien parecería lo contrario: que la madurez afectiva, implicada en el ancho, complejo y laberíntico terreno de los afectos, sea más difícil de obtener y lograr que otras maduraciones menos complicadas existencialmente. Partiendo de la base de que la incapacidad no se presume ni debe ser afirmada más que dentro de comprobadas y graves condiciones de anormalidad en el desarrollo humano y de que una incapacidad se diferencia cualitativa y cuantitativamente de la dificultad superable con un esfuerzo normal (y no de la 686 ______________________________________________________ Mª Rosa García Vilardell que sea no superable con tal esfuerzo) no se debiera entrar en el terreno teóricamente espinoso y prácticamente insoluble de si un tipo de inmadurez es más raro o más difícil de alcanzar que otro u otros; sino que, partiendo del principio de que para que una inmadurez psicológica, la que sea, se erija en causa o raíz de capacidad—incapacidad—nulidad, se requiere inexcusablemente la nota en ella de una gravedad y de unos caracteres inflexibles, desadaptativos y funcionalmente incapacitadores, se debe atender por el juez canónico no tanto a la estructura ontológico—psicológica pero teórica de cada uno de los tipos de inmadurez cuanto a que en el caso concreto la inmadurez de que se trate en el supuesto contemplado sea realmente grave, inflexible, desadaptativa e incapacitante; sin echar por delante, por principio y apriorísticamente, la mayor o menor posibilidad de alcanzar gravedad en unas inmadureces sobre otras. Entendemos que, en este sentido y con estos alcances, deberán entenderse las citadas frases de esas sentencias c. Lefebvre tan repetidas y tan utilizadas en ocasiones para dificultar o impedir incluso la aceptación de la inmadurez afectiva como raíz de verdaderas incapacidades psicológicas. Si se demostrara que existe gravedad de la inmadurez en el momento del matrimonio y que en ella y en el caso concreto que se analiza o plantea se dieron esos caracteres de gravedad, inflexibilidad y desadaptación personal habría que concluir una verdadera incapacidad del contrayente para el matrimonio por la vía más adecuada del canon 1095 en sus párrafos 2º y 3º. Otra cosa muy distinta sería hacer del tema tan socorrido 687 Exclusión de la fidelidad en la doctrina y jurisprudencia canónicas _____________ de la inmadurez de la persona una especie de cajón de sastre del que se sacan por capricho y sin rigor científico—psiquiátrico alguno inmadureces afectivas o de otro tipo, que pueden serlo, pero sin esa nota ineludible de la comprobada gravedad equivalente a inflexibilidad, ineptitud, inadaptación del sujeto para una mínima normalidad conyugal, que debe en todo caso ser atribuible a las condiciones mismas de las anomalías y nunca al descuido, la mala voluntad, la incuria o desidia del propio contrayente. 9) Sirvan estas ideas para centrar jurídicamente este tema de la inmadurez psico—afectiva, evitando o tratando de evitar ese múltiple escollo: de negar la incapacidad de la persona cuando la inmadurez grave aparece comprobada en el proceso; o de afirmarla cuando gratis se presume gravemente inmaduro algo que no es otra cosa que leve e intrascendente inmadurez; o también de recurrir al tópico de la inmadurez cuando no hay a mano otro título para la nulidad. 10) Y en esto recala esa distinción acuñada por el Papa Juan Pablo II en el Discurso a la Rota de 1987, en el que pide a los jueces eclesiásticos cautela y seriedad al tocar estas cuestiones, porque a veces “se termina por confundir una madurez psíquica que sería el punto de llegada del desarrollo humano con la madurez canónica que es en cambio el punto mínimo de partida para la validez del matrimonio” (cfr. Revista “Ecclesia”, nro. 2.308, de 28—II—1987, pag. 29, nro. 5). El diálogo interdisciplinar bien asentado en los principios y campos del actuar de cada ciencia será clave para discernir las medidas válidas de la exigible mínimamente ante la determina- 688 ______________________________________________________ Mª Rosa García Vilardell ción de la validez o no del consentimiento matrimonial. TODAS ESTAS ANTERIORES IDEAS sobre madurez—inmadurez afectiva las vamos a completar en el caso con otras derivadas tanto de la Doctrina como de las precisiones de la reciente Jurisprudencia rotal, cada vez más abierta a una concepción de la persona como un “todo integrado” en ese terreno más ontológico de la “estructura” de la personalidad, pero también en el de la “funcionalidad” de los diferentes “estratos” de la misma. Ello es más que importante en una materia como la conyugal, en la que se hace necesario compaginar cuidadosamente y por un lado el derecho de la persona a que su matrimonio sea declarado nulo cuando efectivamente lo es pero no en otros casos, con las fuertes exigencias institucionales de una realidad humana como ésta, que –por voluntad de Dios y unas ostensibles consonancias naturales— es entendida como una e indisoluble por la Iglesia una vez nacida en validez. II. ALGUNOS COMPLEMENTOS DE DOCTRINA JURISPRUDENCIAL SOBRE LA MADUREZ—LA INMADUREZ AFECTIVA, en planos como los que en esta causa se contemplan, vienen expuestos, por ejemplo, en una sentencia c. Colaggiovanni, de 20 de marzo de 1991 (SRRD., vol. 83, 1991, pags. 175—177). ANOTAMOS seguidamente varias claves e indicadores: Entre las cosas –se señala— que pueden llegar a impedir, y lograr a veces impedir de hecho, el “asumir” en mínima normalidad las esenciales obligaciones conyugales “ponenda erit 689 Exclusión de la fidelidad en la doctrina y jurisprudencia canónicas _____________ gravis immaturitas psychica in narcisismo” (cfr. BOB SANSÓN, Narcissi stic Personality Disorder, possible effects on the validity of marital consent, in Monitor Ecclesiasticus, III, 1989, pp. 405—424 et IV, 1989, pp. 541—582). Se insiste como en toda clase de raíces o bases de arraigo de una verdadera incapacidad psíquica han de tenerse en cuenta lo mismo los perfiles de las ciencias psicológicas o psiquiátricas que los del derecho. En todos los supuestos de planteamientos de presencia de alteraciones del psiquismo que contienen indicadores de inmadurez (en prácticamente todos los trastornos del psiquismo laten precariedades en el desarrollo personal) deben atenderse imperativos de pureza metodológica de cada ciencia o técnica: “alia enim est maturitas psychica, sensu generali et latissimo, alia maturitas canonica quae requiritur ad validum consensun praestandum”. Cuando las dos nociones con sus enlaces y dimensiones se olvidan o soslayan el término del raciocinio judicial es el preconizado por el Papa en ese Discurso a la Rota del año 1987: la confusión metodológica, de modo que “la maturitá psichica che sarebbe il punto di arrivo dello sviluppo umano, con la maturitá canonica, che é invece il punto minimo di partenza per la validitá del matrimonio” (cfr. Monitor Ecclesiasticus, I—II, 1987, p. 174 sub n. 7 Allocutionis Pontificiae). El principio de todo, para entenderse en humano y lo mismo judicialmente, se halla en dar a las cosas y realidades el verdadero sentido y sus auténticos alcances: “Non est dificultas, verum incapacitas praestandi consensum atque ideo constabiliendi communitatem vitae et amoris quae consideratur sub n. 3 canonis 1095”. 690 ______________________________________________________ Mª Rosa García Vilardell Sumamente conexa en estas causas por incapacidad psíquica con la figura del juez se halla la del técnico venido al juicio para prestar nombres y apoyo pericial a la formación de convicciones en el juez sobre el mérito de la causa. Y para evitar males de las propias personas encausadas, se aleccionan criterios de valoración a tono con las exigencias y virtualidades de cada ciencia: “Mentre per il psicólogo o psichiatra ogni forma di sicopatología puó sembrare contraría alla normalità, per il canonista, che si ispira alla visione integrale dell persona, il concetto di normalita e cioè della normale condizione umana in questo mondo comprende anche moderate forme di difficoltà psicologiche” (cfr. el Discurso a la Rota Romana, del año 1988 (L´Osservatore Romano, 25—26 gennaio 1988, p. 4). LAS CONCLUSIONES –a los efectos de unas valoraciones probatorias correctas— son lógicas y numerosas: a) Una incapacidad impera ineptitudes radicales para prestar las esencias mismas del acto, sin las cuales el mismo se hace de imposible vigencia como tal acto. De este modo se anota que “incapacitatem non respicere elementa accidentalia vitae cuoniugalis, prout felicem modum ducendi communionem vitae, perfectam harmoniam Inter. Partes, demptis ideo diversitate caracterum, indolis, educaionis, vitae perspectivae, sensibilitate uniuscuiusque, gradu peculiaris amoris, etc.”. b) La “incapacidad psíquica” para contraer matrimonio ha de tener una naturaleza, un momento de existencia o presencia en el contrayente y una calificación de verdadera incapacidad desde el punto de vista jurídico. Más que ver en ella un tipo 691 Exclusión de la fidelidad en la doctrina y jurisprudencia canónicas _____________ de “impotencia moral” que sería poco expresivo en buena sistemática jurídica, la naturaleza de estas incapacidades se integra en la estructura misma del consentimiento en calidad de ausencia—defecto del mismo: sin capacidad para ello, el acto se hace por completo inexistente (verdadero defecto por tanto de consentimiento). Por otro lado, el momento de existencia de la incapacidad ha de ser el momento de la prestación del consentimiento: es la propia dinámica consensual la que exige que, en el momento de dar el sí haya en quien o quienes lo dan, posibilidad radical (eso es la capacidad) para “hacerse cargo personalmente” de los compromisos que con ese sí se empeñan. Por eso se indica que “incapacitatem debere esse praesentem in actu praestationis consensus seu assumptionis obligationum essentialium matrimonii. Legitur in una coram Di Felice: “Quaestio facta est, an incapacitas assumendi obligationes essentiales matrimonii ob incapacitatem easdem adimplendi sub nomine ompotentiae moralis recensenda esset (cfr. Communicationes, 1971 vol. III, n. 1, p. 77). Cum vero incapacitas adimplendi onera coniugalia ob graves defectus psychicos in incapacitatem tradendi obiectum consensus ideoque ipsum consensum praestandi redundet, eadem recensenda videtur Inter. Defectus consensos” (diei 12 ianuarii 1974, ARRT Dec., vol. LXVI p. 2, n. 2)”. c) Hay sin duda un punto neurálgico en materia de crisis conyugales definitivas: la ruina conyugal se hace plena, total e irreversible; afecta a cuanto de vital y sustancial en el matrimonio se necesita para poder llamarse con verdad matrimonio; esa ruina total es subsiguiente al matrimonio y obedece a causas y razones que se constituyen y muestran después del consentimiento. En estas conjuntas hipótesis, la misma lógica derivada 692 ______________________________________________________ Mª Rosa García Vilardell de la propia dinámica de la vida humana impone pensar en raíces del naufragio conyugal en razones de la crisis hipotéticamente distintas de las derivables de una psicopatología. No todas las irreversibles crisis conyugales vienen causadas por inmadurez o por alteraciones del psiquismo: muchas de las crisis advienen por causas en nada y para nada referibles a problemas psíquicos de la persona. Son secuencias del uso –lo de bueno o malo es ya otra cuestión— de la libertad humana, que lleva a decidirse ahora, y por la fuerza o peso de circunstancias que no tienen nada que ver con el origen del matrimonio, por caminos de vida distintos de los ensayados con el primer consentimiento. En estos casos, las bendiciones de la Iglesia no son posibles para romper lo que Dios, con ayuda de la voluntad humana, unió aquel día y para siempre si entonces no se dieron raíces justas de incapacidad o defecto de consentimiento. Lo anota con claridad esa referida sentencia: “Si ideonaufragium etsi in essentialibus verificatum fuerit post matrimonium et ex causis quae post nuptias verificatae sunt, tunc, admonet Summus Pontifex in citata Allocutione diei 25 ianuarii 1988, “si dovranno altresi prendere in considerazione tutte le ipotesi di spiegazione del fallimento del matrimonio, di cui si chiede la dichiarazione di nullitá e no solo quella derivante dallasicopatología”. Et iam ad principia theologica sese appellaverat in Allocuzione anni 1987: “Nel campo del matrimonio ciò comporta che la realizzazione del significato dell´unione coniugale, mediante il dono reciproco degli sposi, diventa possibile solo attraverso un continuo sforzo che include anche rinuncia e sacrificio”, unde, concludit Summus Pontifex, “il fallimento dell´unione coniugale... non é mai una prova per dimostrare tale incapacità dei contraenti, i quali possono aver trascurato, o usato male, i mezzi sia naturali che soprannaturali 693 Exclusión de la fidelidad en la doctrina y jurisprudencia canónicas _____________ a loro disposizione, oppure non aver accettato i limiti inevitabili ed i pesi della vita coniugale che non intaccano la sostanziale libertà umana, sia, infine per deficienze di ordine morale (n. 7 in Monitor Ecclesiasticus, 1—II, 1988, p. 165s.)”. d) Aún cabe pensar otro punto neurálgico en la materia: el de la posible reconducción de realidades que operan postconyugalmente (una hipótesis frecuente es la del “cruce” de otra persona en la vida e interés de uno de los esposos o de ambos a veces) a causas y raíces conexas con el origen del matrimonio por el consentimiento. La propia psicología de la persona es dinámica; se va constituyendo al paso de la vida y de las circunstancias que la van conformando en el día a día de su decurso vital; los seres humanos son de condición falible y los errores –los de cálculo y en general todos— forman parte de nuestro devenir; ante nuevas circunstancias, la persona se replantea su existencia y cambia y reivindica incluso su derecho a cambiar. Y en esas situaciones, del todo reales siempre y ahora, se cuestiona esto, como anota la Jurisprudencia: si las realidades, circunstancias, vivencias, opciones, etc. surgidas en los cónyuges después de su matrimonio puedan de algún modo reconducirse a ese momento puntual del consentimiento inicial hasta el punto de poderlos apreciar en justicia como causas verdaderas de esos cambios llegados a veces con distancia de muchos años. Es menester volver a insistir en las raíces de las crisis conyugales y en la diversidad de su naturaleza: la psicología humana es dinámica sin duda, pero lo es más y más cambiante la voluntad del hombre. No todo lo que cambia o se modifica en el hombre obedece a razones psíquicas 694 ______________________________________________________ Mª Rosa García Vilardell y tampoco esa dinámica de la psicología humana en evolución y sobre todo adaptación al paso y peso de las circunstancias rompe sustancialmente los moldes de la personalidad hasta vaciarlos en otros por completo diversos; ni esa dinámica es capaz de quebrar del todo el libre albedrío de seres humanos normales. A pesar de ciertas concepciones con vigencia en muchos acerca de la libertad humana, a nadie con buen sentido de la dignidad humana se le puede ocultar que los “condicionamientos”, siendo muchos en la vida de cada hombre, no son ni tan pequeños que se puedan entonar cantos de gloria a favor de nuestra plena y absoluta libertad, pero casi nunca son tan grandes que maten del todo las posibilidades de vigencia de una libertad personal suficiente para que el ser humano pueda llamarse dueño y señor de sí mismo y de sus actos. Al tratar estas cuestiones reales de estos aludidos matrimonios en crisis, no parece admisible en absoluto hacer sin más atribuciones de la crisis o del fracaso a vicios psicológicos encubiertos o en estado de latencia, porque normalmente no es así; siendo verdad más bien –sobre todo en cónyuges que han vivido tiempos de normalidad— que son otras las razones de los cambios sentimentales, y no de vicios graves psicológicos precisamente, las de índole voluntaria o moral especialmente: a ellas han de anudarse muchas de las crisis que se pretende resolver por la vía —en tales casos artificial— de la nulidad. Y en cuanto a las tan traídas y llevadas, y muy poco precisas porque no se quiere o no conviene, “incompatibilidades de temperamentos o caracteres”, las palabras de la sentencia suenan a sentido común y sentido exacto de una sana filosofía de la persona humana. Otra cosa es puertas abiertas a corto plazo a esa infausta premonición de Un mundo feliz de A. HUXLEY, cuando –hablando 695 Exclusión de la fidelidad en la doctrina y jurisprudencia canónicas _____________ en el Prólogo mismo de esa nueva revolución para ese nuevo mundo feliz— y anotando que “ya hay algunas ciudades americanas en las cuales el número de divorcios iguala al número de bodas”, se hace esta horripilante profecía: “dentro de pocos años, sin duda alguna, las licencias de matrimonio se expenderán como las licencias para perros, con validez solo para un período de doce meses, y sin ninguna ley que impida cambiar de perro o tener más de un animal a la vez” (Un mundo feliz, Plaza y Janés Barcelona, 1999, pag. 17). De este modo y sobre las ideas anteriores se expresa la sentencia referida. “Neque obliviscendum est quod psychologia humana dynamice evolvitur atque ideo eventus psycho—sociales postmatrimoniales possunt influere in mutuam aptitudinem acceptationis et donationis suiipsius partium. “quibus principiis attentis, perpendi potest, utrum res paractae a coniugibus post matrimonium demonstrent vitia gravia psychologica antenuptialia, quibus ídem prohibeantur onera cniugalia adimplere an potius meras violationes onerum susceptorum, responsabiliter, seu scienter et volenter, positas” (coram Di Felice, sent. cit. p. 3). Quapropter, distinctis vitiis psichologicis a vitiis morum, attentio peculiaris dirigi debet ad dicernendas causas interpersonales quae ad naufragium coniugale duxerunt. Etenim naufragium in communione vitae at amoris, potissimum oriri poterit ex conflictuali personalitate, quae latens 696 ______________________________________________________ Mª Rosa García Vilardell erat ante matrimonium, et patens deinde facta est. Sed simplex diversitas indolis, educationis, proiectonis propiae vitae in futurum non obstant oneribus essentialibus matrimonialibus: fieri “una caro” non implicat annihilationem duarum personalitatum ita ut exurgat tertium quid novum et indistinctum, neque quod personalitas unius resolvatur in aliam. Addatur autem frigescentia amoris et deinde non raro quaestus compensationis psychoaffectivae vel etiam psycosexualis, cum consequenti infidelitate ab una alterave parte vel ab utraque. Leves autem indolis vitiositates, voluntatis fragilitates tantummodo plenam ac perfectam consuetudinem vitae coniugalis impedire poterunt, quae tamen gratia Dei, cooperante voluntate utriusque parties perfici poterit. Ideo “Iudicium ferre de matrimonii validitate non est competentia peritorum, sed iudicis, quia est quaestio iuridica, non psychiatrica” (coram Pinto, diei 28 aprilis 1977, in una Ianuen.)” e) Otras referencias, muy razonables también de la citada sentencia, las presentamos tal como aparecen en la misma, al formar ahora mismo parte de los criterios canónicos en vigor para este tipo de causas de nulidad conyugal: “Breviter ideo: “a) Il concetto di normalita psicologica non richiede si attui tutta la potenzialitá del rapporto a due: vige in esso la legge dell´economia dell´essenziale con posibilita di tendere a valori e non di economia soltanto dell´esistente e del realizzato. In scienze sociologiche si distingue in modello ideale dal modello reale; 697 Exclusión de la fidelidad en la doctrina y jurisprudencia canónicas _____________ b) Il concetto di normalita include anche la legge del peccato e della lotta... Di qui segue la responsabilitá dei contraenti perché le difficoltá inerenti alla stessa vita a due siano superate; c) Di qui la necesita di distinguere le gravi forme di sicopatología da quelle leggere: le prime rendono impossibile, le altre rendono più difficoltoso l´adempimento degli obblighi essenziali del matrimonio. A tale scopo, non basta la enumerazione di comportamenti devianti dalla norma statistica o dei sintomi, bisogna che l´analisi si spinga alla valutazione delle cause e dei processi sottostanti. Solo allora se ne potranno dedurre categorie canonistiche (E. Colagiovanni, Contributi giurisprudenziali innovativi nelle sentenze “selectae” coram Angelo Di Felice, in Monitor Ecclesiasticus, 1—II, 1988, pp. 199—200). “Attamen, ubi agatur de vera incapacitate constituendi ipsum nucleum communionis vitae et amoris, tunc, prae oculis habita connaturali tendentia hominis non solum ad relationes sociales normales instaurandas, sed etiam ad specialissimas obligationes matrimoniales per consensum mutuo assumendas, inquirendae erunt causae naturae psychicae, non quidem genericae et normales, sed anormales et abnormes talis incapacitatis. Etsi enim verbalizatio numeri tertii 1095 dicat “ob causas naturae psychicae”, reapse illae causae debent (esse) indolis pathologicae, uti iurisprudentia Nostri Fori semper intellexit, secus redactio canonis tam late pateret ut compreheret quidquid ab homine procedit, sive ex sua complexione physio—psychica sive 698 ______________________________________________________ Mª Rosa García Vilardell ex interioratione in suo processu socializationis”. COMO COMPLEMENTO DE ESTAS ANTERIORES IDEAS ACERCA DE LA INMADUREZ AFECTIVA Y DE SUS REFLEJOS SOBRE LA INCAPACIDAD PSÍQUICA DE LAS PERSONAS PARA EL CONSENTIMIENTO MATRIMONONIAL, NOS PERMITIMOS REPRODUCIR ALGUNAS PÁGINAS, al respecto, de Nuestro libro titulado La inmadurez de la persona y el matrimonio (Salamanca, 1986, pags. 86 ss.). “La inmadurez afectiva bajo puntos de vista psicológicos Si los de “afectividad” y de “inmadurez” son conceptos, como ya hemos anunciado, sumamente esquivos y muy difíciles de recoger dentro de una descripción precisa, habremos de comenzar anticipando que la idea de inmadurez afectiva arrastra consigo las mismas o aún mayores dificultades de conceptuación y análisis. Como señala GEMELLI (78 Cfr. COLAGIOVANNI, E., Immaturitá: per un approccio interdisciplinare alla comprensione ed applicazione del can. 1095, nro. 2 e nro. 3, en Monitor Ecclesiasticus, 1988, pag. 356)” vi é grande disaccordo tra gli psicologi a riguardo deglo stati affettivi: non vi é acordó sull´uso e sul significato dei termini fondamentali; non vi á acordó sulla classificazione; non vi é acordó nel determinare i caratteri differenziali dei singoli stati affetivi, né meno grave é la mancanza di acordó nel dare ragione dei mecanismi di loro produzione”. Estas divergencias, sin embargo, no impiden que, si nos asomamos al terreno de la psiquiatría, podamos encontrar algunas puntualizaciones que tal vez puedan servir a nuestro intento de precisar lo más y mejor posible este concepto. 699 Exclusión de la fidelidad en la doctrina y jurisprudencia canónicas _____________ En primer lugar, la inmadurez afectiva es considerada como una individualidad específica dentro del complejo campo de las inmadureces de la persona, entendiéndose que este tipo de inmadurez contiene un cuadro de trastornos no asimilable, aunque no se puedan negar mutuas interconexiones, con el cuadro de los trastornos intelectivos e incluso volitivos. Se señala así mismo que varios tipos de inmadurez —intelectiva, volitiva o afectiva— pueden coexistir y producirse a la vez dentro de la misma persona. EY—BERNARD—BRISSET (EY—BERNARD—BRISSET, Tratado de Psiquiatría, cit., pags. 557—558), refiriéndose concretamente a la debilidad mental, precisa que en este tipo de retraso, “al lado de los trastornos intelectuales propiamente dichos, hay que reservar un lugar importante para los retrasos afectivos, en los que los trastornos de la afectividad y los retrasos neuróticos pesan sobre el futuro del débil mental tan intensamente como el déficit de inteligencia”. Sobre estos retrasos afectivos (inmadurez) confirma el mismo autor que son “casi tan importantes como los trastornos intelectuales en la desadaptación social del débil”. Y considera como principales síntomas de esta inmadurez afectiva los siguientes: exagerada fijación en las imágenes parentales; necesidad de protección; falta de autonomía; limitación y centralización del interés en la propia persona (narcisismo y egoísmo) o en el estrecho campo de sus actividades y de sus pequeños provechos; un egoísmo muy particular hecho de susceptibilidades, de vanidad y de terquedad. 700 ______________________________________________________ Mª Rosa García Vilardell Esta conjunción de la inmadurez afectiva con la inmadurez mental provoca, como señala el mismo autor, el que en esta clase de inmaduros exista “una mayor dificultad, a veces una absoluta incapacidad, para solucionar sus conflictos”; abriéndose entonces la persona a soluciones falsas o fallidas “que se asemejan a los mecanismos de defensa neuróticos: descarga brutal de su tensión emocional facilitada por su inestabilidad instintoafectiva, tensión agresiva y rígida (inhibición, oposición, terquedad, desafío, desinterés); mecanismos de compensación torpes (mitomanía, robo, delincuencia)”. A menudo también puede ocurrir que los trastornos del equilibrio psicoafectivo del débil fijen “su conciencia moral en un estado premoral”. Y la importancia clínica de los trastornos afectivos puede llegar a ser tan grande como la de los trastornos intelectuales que padece y ello en orden a la incidencia en la desadaptación social del débil. La inmadurez afectiva, por tanto, se presenta como un trastorno dotado de una individualidad propia, con síntomas característicos y con una proyección sobre la persona en soledad o en asociación con otros trastornos. Y su influencia negativa sobre la personalidad puede provocar alteraciones y deficiencias de gravedad parangonable a las que producen otras inmadureces, aunque de ordinario la sola inmadurez afectiva no suele provocar catástrofes de salud como las que provoca por ejemplo la inmadurez mental. Esta misma individualidad y autonomía del trastorno afectivo la consignan también otros autores. POROT (POROT, A., Manuel alphabetique de Psychiatrie, 701 Exclusión de la fidelidad en la doctrina y jurisprudencia canónicas _____________ París, 1975, pags. 74—75) por ejemplo, hablando de la “arriération affective”, de alguna manera la desconecta del retardo mental, confiriendo a la figura una autonomía por demás interesante desde ángulos jurídico—canónicos, ya que los planteamientos de nulidades por inmadurez afectiva suelen plantearse ya con relativa frecuencia ante nuestros tribunales eclesiásticos. La inmadurez afectiva puede, sin duda, combinarse y venir asociada a la inmadurez de juicio, dando lugar a una “falta de discreción”. Pero también puede ocurrir que esa inmadurez se decante por sí misma, determinando dificultades o incluso hasta imposibilidad de asumir obligaciones esenciales del matrimonio. Dicho autor señala: “alors que l´arrieré mental (comme le debile d´esprit) est un infantile de l´ensemble du psychisme (consideré principalement au point de vue du niveau intellectuel), l´arrieré affectif est un individu mormalement intelligent, parfois méme tres doné intellectuellement, mais dont l´évolution affective, c´est—á—dire, la maturation des instints, sentiments et émotions est resteé plus o moins incompléte”. Desde puntos de vista psicoanalíticos, esta inmadurez afectiva explica “la fixation á l´enfance de certains individus, sous la forme de persístanse d´attitudes infantiles á l´égard des parents et, comme corollaire, de la sexualité infantile, c´est—á—dire, non pervenue au stade genital adulte. Elle a été ensuite élargie et étendue á tous les anormaux et malades chex lesquels on décéle une inmmaturation affective, sour la forme d´un fort egocentrisme avec possesivité de sentiments; le sujet, n´etant pas. parvenu au stade de l´altruisme, de l´oblativité, qui caracctérise l´amour des sujets adultes normaux”. Y añade la indicación de que la noción de la inmadurez afectiva es en estos momentos algo comúnmen- 702 ______________________________________________________ Mª Rosa García Vilardell te admitido en Psiquiatría, aunque este término no denota por lo general una situación irreversible: “le terme ne doit pas suggérer, par analogie avec certains infantilismes corporeis, l´idée d´un átat définitif: un individu arrieré affectivement peut –comme cela se produit manifestement chez les sujets jeunes— par une thérapeutique convenable, psychothérapie notamment retrouver la capacité de maturation de son instinctivité”. Esta idea de superación y de reversibilidad de estos tipos de inmadurez presenta así mismo aplicaciones prácticas de cierta trascendencia a la hora de valorar su incidencia sobre los matrimonios; y ello no precisamente por razones de trascendencia jurídica de la perpetuidad o no perpetuidad, sino más bien porque, una reversibilidad fácil de la inmadurez podría apoyar el criterio de la levedad de la misma. AJURIAGUERRA (AJURIAGUERRA, J. de, Manuel de Psychiatrie de l´enfant, París, 1970, pags. 163—164) ofrece por su parte una buena exposición de la inmadurez afectiva con pensamientos como éstos: — La inmadurez afectiva connota idea de relatividad: “ne peut éter envisagée que par rapport á un áge determine”. Un ejemplo puede demostrar esta afirmación: un niño a los diez años puede ser inmaduro, pero no anormal; en cambio, un hombre a los veinticinco años con una afectividad anclada en los diez años es, además de inmaduro, un verdadero anormal. — Los aspectos que se consideran para valorar una inmadurez afectiva pueden venir expresados con estos binomios: dependencia—independencia; seguridad—inseguridad; posibili- 703 Exclusión de la fidelidad en la doctrina y jurisprudencia canónicas _____________ dad o no de inhibir las reacciones emocionales; posibilidad o no de aportar juicios intelectuales y no afectivos; posibilidad o no de autonomía en el comportamiento. — La inmadurez afectiva puede comportar (en el caso de que el desarrollo intelectual permanezca intacto) una discordancia entre el fin perseguido conscientemente y la conducta impuesta por las apetencias inconscientes (discordancia que denomina “esquizonoia”): sería el querer y no poder; sería aquello de “video meliora proboque, deteriora sequor”; sería en definitiva la clave de que una inmadurez afectiva puede, sin caerse en una falta de discreción de juicio, que también puede reciclarse en esto, determinar por sí sola una incapacidad de asumir las obligaciones conyugales. Podemos resumir todo lo anterior y señalar que, psicológicamente hablando, la inmadurez afectiva implica, en general, falta de dominio sobre uno mismo; falta de capacidad oblativa y de entrega en las relaciones interpersonales; falta de control en la emotividad; ausencia de equilibrio en la vida y en los mecanismos psíquicos (Cfr. N. PICARD, L´immaturité et le consentement matrimonial, cit., pag. 58). En una palabra: esta inmadurez es muestra de una verdadera desorganización de la personalidad en el plano de los afectos, pero que puede interaccionarse y repercutir negativamente sobre todo el conjunto de la personalidad humana. La inmadurez afectiva desde el ángulo matrimonial canónico. Una afectividad madura se hace elemento integrador de 704 ______________________________________________________ Mª Rosa García Vilardell una personalidad normal. Tal afectividad lleva a las demás potencias el sosiego y la armonía necesarios para un comportamiento equilibrado. Por eso mismo, en condiciones de normalidad, su influencia sobre otros campos del psiquismo no tiene por qué alterar el correcto funcionamiento de las demás potencias espirituales. Una afectividad madura, aunque deje sentir su influjo sobre las distintas fases de la elección (motivación, deliberación, decisión y realización), no sólo no afecta negativamente a su desarrollo, sino que en condiciones normales lo favorece y potencia. Solo cuando exista un disturbio más o menos grave en la afectividad y se produzca una indebida preponderancia de la misma sobre los procesos espirituales del hombre, se pueden generar hipótesis de perturbaciones graves a nivel de inteligencia (convirtiéndose entonces la inmadurez afectiva en base de una falta de discreción de juicio) o a nivel de voluntad (con el bloqueo de la libre elección y del proceso voluntario, con lo que se llegaría a una falta de libertad interna) o incluso a nivel de la totalidad de la persona, que se ve alejada de las mismas posibilidades de constitución del “consorcio de toda la vida conyugal”, en que consiste el matrimonio (lo que sería base de una incapacidad de asumir o de cumplir las obligaciones esenciales del matrimonio) (Cfr. COLAGIOVANNI, E., Immaturitá: approccio interdisciplinare..., cit. pag. 357: a queste quattro convergence degli psicologi corrispondono altrettante conergence dei giuristi e della giurisprudenza: 1) l´affettivitá e parte integrante della personalitá normale e quindi di per sé sotto il suo influsso le facoltá superiora (intelligenza e volontá) rimangono libere; 2) l´affettivitá puó rinforzare la 705 Exclusión de la fidelidad en la doctrina y jurisprudencia canónicas _____________ scelta et influere sui quattro tempi o stadi della scelta stessa: motivazione, deliberazione, decisione, realizzacione, dando rilevanza tonalitá ed appetibilitá o dissappetibilitá al contenuto della scelta, ma in condizioni normal non distorgno l´oggetto stesso della scelta; 3) se si verifica disarmonia, preponderanza dell´affettivitá sui processi intellettivi—volitivi, la ipotesi di turbamento grave puó porsi a livelo dell´intelligenza (alcune sentenze riportano la immturitá affettiva al difetto discretionis iudicii), della volontá (bloccante la scelta) o, pié comunemente della persona totale e quindi compromettendo non tanto (o non soltando) il consenso, causa eficiente del matrimonio (matrimonio statu nascenti), ma la capacità della persona ad assumere gli onera matrimonialia”). Estas ideas nos llevan a una consideración importante: la de que el mundo afectivo de las personas se inmiscuye con cierta frecuencia en las coordenadas de la conyugalidad, afectándolas positiva o negativamente. Cuando la afectación sea positiva, esa afectividad se revelará como factor potenciador de las posibilidades conyugales; cuando, por el contrario, la afectación sea negativa, su influjo aumentará el caldo de cultivo de las malformaciones o perturbaciones del psiquismo, al convertirse en factor distorsionador de la personalidad o la afectividad por sí sola o en combinación con otros factores distorsionantes. Condiciones para que una inmadurez afectiva impida por sí misma la validez del matrimonio. 1. Ante todo, esa inmadurez afectiva tiene que ser grave y profunda. 706 ______________________________________________________ Mª Rosa García Vilardell En su ya mencionado Discurso de la Rota Romana, de 5 de febrero de 1987 (nro. 7), el Papa Juan Pablo II establece que “solamente la incapacidad y no ya la dificultad para prestar el consentimiento y para realizar una verdadera comunidad de vida y de amor hace nulo el matrimonio”; añadiéndose que “una verdadera incapacidad puede ser admitida en hipótesis solo en presencia de una seria forma de anomalía que, de cualquier modo que se llame, cercene sustancialmente las capacidades de entender y/o de querer del contrayente”. Las palabras del Papa parten del supuesto de que solamente una imposibilidad, al menos moral, y no una pura y simple dificultad fácilmente superable constituye base para hablar de incapacidad y por tanto de posibilidad de nulidad de matrimonio. Y ello es normal y natural si nos concienciamos del significado jurídico de la palabra “incapacidad” que es simplemente “carencia” de posibilidades de actuación en algún orden de la vida. En las citadas sentencias c. Lefebvre, de 6 y 8 de julio de 1967, a propósito de la gravedad de la inmadurez afectiva, se enuncian dos cosas dignas de nota: por un lado, y en términos generales, se dice que ese tipo de inmadurez raras veces es grave: “est signum cuiusdam perturbationis rarius adeo gravioris”; por otro lado y excepcionalmente pueden darse casos en que tal inmadurez alcance cotas de gravedad nada desdeñable, con unas consecuencias, por tanto, de grave perturbación de la vida psíquica: “gradum attingit non spernendum”. La conclusión es clara: no cualquier clase o tipo de inmadurez afectiva podrá determinar una incapacidad para el matrimonio, sino solamente aquella que sea grave y profunda y afecte decisivamente a la personalidad del contrayente, alterándola seriamente. 707 Exclusión de la fidelidad en la doctrina y jurisprudencia canónicas _____________ En una sentencia c. Davino, de 19 de febrero de 1981 (Cfr. C. TRICERRI, La piú recente giurisprudenza della Rota in tema di incapacitó a prestare un valido consenso, en Monitor Ecclesiasticus, 1983, III, pag. 370), se pone en guardia ante los supuestos de nulidad matrimonial por inmadurez afectiva, indicándose que la misma únicamente podrá ser tenida en cuenta cuando sea “algo grave que haga imposible la relación interpersonal”. Y en una sentencia c. Serrano, de 18 de noviembre de 1977 (c. Serrano, de 18 de noviembre de 1977, en Ephemerides Iuris Canonici, 1978, nros. 3—4, pags. 349 ss.), se advierte que, para considerar a un sujeto como inmaduro para el matrimonio, no es suficiente demostrar que “infirma vel imminuta laborasse habilitate ad communionem stabiliendam cum comparte ex futili quadam ratione, sicut nec satis est demonstrare debilem intellectum vel hebetem voluntatem”. Deben ser comprobadas deficiencias que revelen una radical incapacidad. También esta sentencia, como se aprecia, permite entrever con claridad la autonomía de la inmadurez afectiva, al mismo tiempo que resalta la necesidad de gravedad en la misma para ser causa válida de nulidad matrimonial. En este mismo sentido de exigir gravedad en la inmadurez se orienta la Doctrina. Según N. PICARD (N. PICARD, L´immaturité et le consentement matrimonial... cir., pag. 39), ha de hacerse una distinción: hay tipos de inmadurez afectiva que no son otra cosa que meros desajustes del carácter, que impiden, tal vez indefinidamente, el que esa persona logre un encaje pleno y perfecto consigo misma 708 ______________________________________________________ Mª Rosa García Vilardell y con su entorno. Esta situación o condición puede, sin duda, originar problemas, dificultades, crisis en los matrimonios; puede llevar incluso a la ruptura de la convivencia. Pero, al no verse afectado el psiquismo en profundidad y en gravedad auténticas, dichas situaciones carecen de virtualidad para comprometer la suerte radical de los matrimonios. Por el contrario, existen otros tipos de inmadurez afectiva realmente cualificados, en cuanto que patentizan un desequilibrio profundo de la personalidad y son expresión de constituciones personales o patológicas gravemente anómalas: constituciones de tipo paranoico, psiconeurótico, sociopático o psicopático, desadaptado o inadecuado, etc. Por tanto, y en una línea práctica, se puede afirmar, jurídicamente hablando, que la mera comprobación en sí de la presencia en el contrayente de una inmadurez afectiva no constituye de suyo una presunción de verdadera incapacidad de la persona para el matrimonio. Habrá que demostrar que esa inmadurez, por su profundidad o gravedad, impidió o la suficiente discreción de juicio o la posibilidad de asumir las obligaciones esenciales del matrimonio. Otra cuestión nos podemos plantear en este punto y es la de saber si el hecho contrastado del fracaso, incluso irreductible de la vida conyugal puede aducirse como expresión de una inmadurez de quien fracasa o como elemento de prueba o demostración de una incapacidad de las personas que han fracasado. Volviendo al citado Discurso del Papa a la Rota, de 5 de febrero de 1987 (nro. 7), el mismo hace constar que “la quiebra de la unión conyugal jamás puede ser en sí misma una prue- 709 Exclusión de la fidelidad en la doctrina y jurisprudencia canónicas _____________ ba de la incapacidad de los contrayentes, porque los mismos pueden haber olvidado o usado mal los medios tanto naturales como sobrenaturales a su disposición o bien no haber aceptado las limitaciones inevitables de la vida conyugal, bien por bloqueos de naturaleza inconsciente o por leves patologías que no cercenan la potencial libertad humana o por deficiencias de orden moral”. Nos sitúa esta cuestión, como cabe deducir por estas palabras del Papa, ante la distinción entre los “vitia forum” y los “vitia psicológica”; entre la culpa moral que se origina por el mal uso de la libertad humana y que depende del libre albedrío de las personas y que puede constituir base de una quiebra de la convivencia y las situaciones de verdaderas alteraciones graves del psiquismo que provocan, sin culpa moral de nadie, una inmadurez con la consiguiente incapacidad. Cuando el fracaso convivencial es debido a culpa de los propios contrayentes que por su desidia o por su descuido o por sus defectos morales no han puesto los medios para preservar su vida conyugal de los peligros, en modo alguno se puede hablar de que tal fracaso preste base para la nulidad. La necesidad del esfuerzo y del combate personal del hombre para superar sus dificultades la expresó magistralmente el Papa Pío XII en un discurso del año 1953 en el que decía literalmente lo siguiente: “no es posible, cuando se estudia la relación entre el yo y los dinamismos que lo componen conceder sin reserva, teóricamente, la autonomía del hombre, es decir, de su alma, y al mismo tiempo añadir que, en la realidad de la vida, este principio teórico parece fracasado o, por lo menos, está reducido a la mínima ex- 710 ______________________________________________________ Mª Rosa García Vilardell presión. En la realidad de la vida —se dice— le queda al hombre siempre la libertad de prestar su asentimiento interno a lo que ejecuta, pero no ya la libertad de ejecutarlo. La autonomía de la libre voluntad se sustituye con la heteronomía del dinamismo instintivo. El Creador no ha formado así al hombre. El pecado original no le ha quitado la posibilidad y hasta la obligación de gobernarse a sí mismo por medio del alma. No se pretenderá que las perturbaciones psíquicas y las enfermedades que impiden el funcionamiento normal del psiquismo sean la nota habitual. El combate moral para permanecer sobre el recto camino no prueba la imposibilidad de seguirlo y no autoriza a retroceder” (Pío XII, Personalidad y conciencia. Psicoterapia y Psicología clínica. Discurso al V Congreso de Psicoterapia y Psicología clínica, de 15 de abril de 1953, en Encíclicas y Documentos pontificios, Trad. de P. Galindo, Madrid, 1955, pags. 1.457—1.458). Por el contrario, cuando ese fracaso no está en función de la mala voluntad de los contrayentes, sino que deriva de alteraciones del psiquismo, graves y profundas, que imposibilitan para la vivencia de la vida conyugal, en esos casos y sólo en ellos se podría afirmar que el fracaso, sin ser causa de la nulidad del matrimonio, es verdaderamente la expresión de la imposibilidad de convivencia. Abundando en la misma idea y como se indica en una sentencia c. di Felice, de 12 de enero de 1974 (“Discernere oportet vitia morum a certis inemendabilibus vitiis psychologicis: vitia morum a libero arbitrio pendentia corrigere horno potest lumine rationis et auxilio gratiae Dei, exercendo quod praescriptis divinarum legum est consentaneum... Quibus principiis atten- 711 Exclusión de la fidelidad en la doctrina y jurisprudencia canónicas _____________ tis perpendi potest utrum res peractae a coniugibus post matrimonium demonstrent vicia gravia psychologica antenuptialia quibus ídem prohibeantur onera coniugalia adimplere, an potius meras violationes onerum susceptorum, responsahiliter seu scienter et volenter positas... Non autem licet pravas violationes onerum coniugalium ab iisdem patratas semper tribuere vitiis psychosexualibus vei psychologicis et denegare eorumdem responsabilitatem” (SRRD., vol. LXVI, 1963, pags. 3—4), hay que distinguir los “vitia morum” de las perturbaciones psicológicas radicalmente imposibles de enmendar. Los primeros son cosas dependientes del libre albedrío de los cónyuges, mientras que los segundos se adscriben a la propia condición del psiquismo humano. Y por ello no es lícito atribuir siempre las violaciones de las obligaciones conyugales, que son de la propia responsabilidad de los cónyuges, a problemas psíquicos independientes de su voluntad. Habrá que averiguar por tanto si la conducta de los cónyuges después del matrimonio demuestra la existencia de graves defectos psicológicos antenupciales que impiden la misma posibilidad de asumir—cumplir las obligaciones o se trata solamente de simples violaciones de los deberes conyugales achacables tan sólo a mala voluntad o a falta de responsabilidad. Por ello, hay que concluir que, antes de valorar un fracaso conyugal, habrá que determinar bien sus raíces y causas. El fracaso conyugal, que puede obedecer a razones distintas de una incapacidad, podrá ser en ocasiones un indicio de presencia en el cónyuge de una anomalía de personalidad grave. Pero el indicio no es prueba sino únicamente comienzo de prueba. Y pasar de ahí constituye una osadía probatoria. 712 ______________________________________________________ Mª Rosa García Vilardell En consecuencia, y para rematar este punto, hemos de decir lo siguiente: para dilucidar el tema de la gravedad de la inmadurez afectiva, hay que señalar que nos encontramos verdaderamente ante una cuestión de hecho”, soluble únicamente a través y por medio de las pruebas pertinentes. Y se debe anotar bien que ninguna alteración o inmadurez leve de la personalidad puede determinar una verdadera incapacidad y, por tanto, la declaración de la nulidad de un matrimonio. Insistimos en que “incapacidad” técnicamente y en el plano jurídico equivale a imposibilidad física o moral de consentimiento, tanto en el plano formal—subjetivo, como en el plano del objeto. Hay que concluir, por todo ello, que las alteraciones de la afectividad del contrayente solo pueden considerarse graves cuando por sí mismas impiden radicalmente y no sólo dificultan la integración y la comunicación interpersonal de los cónyuges”. SEGUNDO. El “narcisismo” y el Trastorno narcisista de la Personalidad. NARCISISMO: normalidad—desmesura— patología. Las condiciones para ser “Trastorno de Personalidad”. 1) El “narcisismo” –desde sus viejas raíces en el mito griego del ser que “se enamora de sí mismo” cuando ve su propia imagen reflejada en las aguas cristalinas de una fuente— puede ser llamado, en su dimensión anormal, “la enfermedad del amor propio”; una desmesura realmente en uno de los cualificados indicadores de la madurez: la autoestima. 713 Exclusión de la fidelidad en la doctrina y jurisprudencia canónicas _____________ La estima equilibrada de uno mismo entra de lleno en el “hacerse a sí mismo”, ese vital quehacer en el que consiste el redactar cada ser humano la “novela” de la personal existencia. La “necesidad vital” de la propia estima, siempre y cuando no degenere en afanes desmedidos o ansias ciegas de notoriedad, entra de lleno en el desarrollo de la persona como un factor realmente constructivo. Esa positiva “estima” de sí evoca el término “autoestima” con sentido psicológico centrado en la “consideración del yo individual como un yo personal”. Se trata de una “vivencia”, las más de las veces equilibrada, que se revela en multitud de exponentes: como la construcción de caminos personales en la vida, como la experiencia de la libertad y autonomía en el moverse por esos caminos o como el “ojo avizor” para descubrir lo que en cada momento la persona debe hacer para dar y hasta llenar de sentido la existencia (cfr. sobre estas ideas acerca de la “estima—autoestima” humanas, A—R. FERNÁNDEZ GONZÁLEZ, Introducción a la edición del Teatro crítico universal del P. B.J. FEIJOO, Cátedra Madrid, 2002, pags. 19—20). Este “amor de sí mismo”, —uno de los más naturales amores y mecanismo, a la vez, de salvaguarda y defensa de valores primarios de la personalidad— se desgaja, sin embargo, y aleja de la normalidad tan pronto como se cuida de convertir leves ofensas contra la estima de uno en devastadores atentados contra la propia condición y dignidad. Distingue, por eso mismo, la Psiquiatría moderna entre un 714 ______________________________________________________ Mª Rosa García Vilardell “narcisismo sano” y “saludable” y un “narcisismo patológico”; entre una “autoestima” que, en mesura, forma indudablemente parte del acervo de los valores éticos de la persona y forma parte decisiva en el proceso del desarrollo o la maduración del ser porque, al conocerse por uno mismo las propias “potencialidades humanas”, el hecho de canalizarlas hacia el “ajuste de la propia y personal vocación de cada uno” (en eso consiste realmente la madurez de la persona) y ese otro negativo dar culto de idolatría al propio “Yo” entronizando en el cuadro de los valores el sartriano y horrendo “l´enfer ce sont les autres”; entre una conciencia saludable de uno mismo, que es tan sólo y cuando adquiere carácter y sentido “coexistencial” en cuanto necesariamente implica relaciones de coexistencia con cosas y de convivencia con “otros”, y una “conciencia del vacío” cerrada a todo carácter genitivo, dativo y coexistencial de la vida (cfr. P. LAÍN ENTRALGO, Teoría y realidad del otro, Selecta de Revista de Occidente, Madrid, 1968, vol. II, pags. 39 ss.). Una existencia personal –estructural y funcionalmente, de hecho, abierta a “los otros”— se halla en la línea de arranque de cualesquiera relaciones interhumanas o de “encuentro interpersonal”; y esa “apertura” con sus raíces en el pensar—sentir—querer una “empresa” de la que formen parte “los otros” o un “otro” determinado en aras del obligado “hacerse uno mismo” con las personales “potencialidades” de cada ser humano (vocación) es, por necesidad, un “tendere—in”, una “impulsión” consciente y libremente orientada hacia un fin vital, que –al envolver una real posibilidad de haberse de contar con “los otros”— incluye, con la lógica de las cerezas prendidas unas en otras, un “existir activo y orientado, un in—tencional existir ‘para’ los otros; en definiti- 715 Exclusión de la fidelidad en la doctrina y jurisprudencia canónicas _____________ va, un con—vivir” (cfr. P. LÍAN ENTRALGO, cit., pag. 41). Todas las raíces de “lo conyugal” interhumano beben su savia en esta realidad del hombre en sí vuelto hacia los “otros”. Esas raíces dejan de tener savia cuando el narcisismo desmesurado ciega los canales de alimentación de esas naturales “tendencias altruistas”. 2) Aunque se reconoce que “una certa quantità di amor propio è non solo normale ma anche auspicabile” (cfr. Glen O. GABBARD, Psichatria psicdinamica. Nuova edizione basata sul DSM—IV, r. Cortina Editore, Milano, 1995, pags. 467 ss.), también admite la Psiquiatría moderna la dificultad –como en todo lo anómalo humano— de trazar divisorias netas y definidas entre los perfiles de un narcisismo sano y los del patológico; o de poder fijar con la exactitud propia de una buena técnica depurada “dove il narcisismo sano si trasmuta in narcisismo patológico”. De hecho, manifestaciones de buena y constructiva “autoestima” pueden combinarse y mezclarse –hasta en el mismo individuo— con la “desmesura” de inaceptables egocentrismos próximos o incluso dentro ya de una verdadera “patología”. De hecho también se reconoce la innegable “relatividad” de las fijaciones patológicas en esta materia, ya que un “acicalarse” por ejemplo de un joven durante una hora de “atusarse” sus cabellos puede ser algo tan normal como anormal podría ser eso mismo en una persona de cincuenta años (cfr. G. O. GABBARD, cit., pag. 467—468). 716 ______________________________________________________ Mª Rosa García Vilardell El mismo Autor apunta el innegable hecho de hallarse nuestra sociedad inmersa en la vivencia activa de una cultura narcisística, con puntos de alimentación y apoyo en unos “mass media” que rinden culto a la imagen mucho más que a los fondos y sustancia de la realidad; una cultura que es consumista de bienes materiales mucho más que de valores espirituales como claves de bienestar y de felicidad; en que el “miedo a envejecer”, por ejemplo, dispara hacia arriba la cuenta de resultados de gimnasios y de fisioterapeutas, o que en las “emulaciones” de hoy se concretan invariablemente en ídolos de musculaturas envidiables más que en ejemplos del “deber ser” en cualquiera de los órdenes de la vida. Y añade el mismo Autor estas otras ideas en apoyo de esa dificultad de –en estos momentos— fijar como indicadores de verdaderas patologías narcisistas modos de obrar que o no son otra cosa que expresiones normales y equilibradas incluso de buena “autoestima” o son tan solo muestras de una “moda social” dentro de la cultura moderna. “Uno dei criteri diagnostici chiave d el disturbo di personalitá narcisistico, lo sfruttamento interpersonale, é fortemente adattativo nella nostra societá. Di fatto, la struttura stessa del nostro sistema economico é fondata sul recompensare coloro che sono capaci di convincere gli altri ad acquistare un prodotto (Maccoby, 1976; Person, 1986). Nel mondo aziendale, “produrre” é diventato piú importante rispetto a valore come impegno, lealtá, integritá e calore interpersonale. Allenatori di squadre sportive possono soprassedere a trattamenti offensivi da parte dei loro atleti finché essi continuano a portare a casa vittorie. La vittoria fa perdonare ogni cosa”. 717 Exclusión de la fidelidad en la doctrina y jurisprudencia canónicas _____________ Por ello, ha de reconocerse que se acrecen las dificultades para un diagnóstico diferencial, muchas veces imposible en cuanto al acierto del mismo: “Dato questo ambiente culturale, é spesso problemático determinare quali tratti indichino un disturbo di personalitá narcisistico e quali tratti siano dei semplici adattamenti culturali. Inoltre, la differenza tra una sana stima di sé e una stima di sé artificialmente gonfiata é spesso ambigua” (ob. Cit., pag. 468). 3) La cuestión central en el caso del “narcisismo”, ante tamaña mezcolanza de tan posibles como inciertos factores de indicaciones hipotéticamente narcisistas, estribará en intentar fijar algunos criterios que, con carácter definitivo, puedan utilizarse a la hora de deslindar el terreno de un narcisismo normal, equilibrado y sano frente a otro que deba calificarse de patológico. Con sentido y alcances de meras aproximaciones, el propio G. O. GABBARD anota estas muy aprovechables indicaciones, con aplicaciones posibles –y muy concretas también—, a este nuestro campo de la calidad altruista y dativa de las relaciones interpersonales conyugales. En modos negativos y positivos, el citado Autor recorre caminos lisos con pretensiones –muchas de ellas efectivamente elocuentes— de clarificar las lindes entre lo que, en esta materia, ha de considerarse patológico y lo que no lo es en ninguna forma: “I criteri della salute mentale consacrati dal tempo – amare e lavorare – sono soltanto parcialmente utili nel rispondere a questa domanda. La storia professionale di un individuo puó 718 ______________________________________________________ Mª Rosa García Vilardell aiutare molto poco a fare tale distinzione. Individui narcisisti fortemente disturbati possono avere un suceso straordinario in certe professioni, come negli affari, nelle arti, nella política, nel mondo dallo spettacolo, nell´atletica, nel campo dell´evangelismo (Gabbard, 1983; Rinsley, 1985, 1989). In certi casi, tuttavia, la patología narcisistica si puó riflettere nella superficialità di un interesse professionale (Kernberg, 1970), come se il suceso e l´applauso fossero più importanti rispetto alla competenza specifica nel campo stesso. Le forme patologiche del narcisismo sono piú fácilmente identificate tramite la qualità delle relazioni del soggetto. Una tragedia che aflige queste persone è la loro incapacità di amare. Delle sane relazioni interpersonali possono essere riconosciute in base a carta qualità come l´empatia e la preoccupazione per i sentimenti dell´altro, un genuino interesse per le idee degli altri, la capacità di tollerare l´ambivalenza nelle relazioni di lunga durata senza pervenire a una rinuncia, e la capacitá di riconoscere il proprio contributo nei conflitti interpersonali. Gli individui le cui relazioni siano caratterizzate da queste qualitá possono servirsi a volte degli altri per gratificare i propri bisogni, ma questa tendenza si verifica nel piú ampio contesto di relazioni interpersonali connotate da sensibilitá piuttosto che essere uno stile pervasivo di trattare gli altri. D´altra parte, l´individuo con un disturbo narcisistico di personalitá si acosta agli altri trattandoli come oggetti da usare e da abbandonare secondo i bisogni narcisistici, incurante dei loro sentimenti. Gil altri non sopo vissuti come persone che hanno un´esistenza separata o bisogni propri. Il soggetto con disturbo narcisistico di personalitá spesso interrompe una relazione dopo un breve periodo di tempo, di solito 719 Exclusión de la fidelidad en la doctrina y jurisprudencia canónicas _____________ quando l´altro comincia a porre richieste emergente dai propri bisogni. L´aspetto più importante é che tali relazioni chiaramente non “lavorano” nei termini della capacità del narcisista di mantenere il propio sentimento di autostima (Storolow, 1975)” (cfr. ob. cit., pag. 469). 4) En el DSM—IV—TR (cfr. Masson Barcelona, 2001, pag. 803), los criterios para el diagnóstico de F60.8 (del CIE 10), Trastorno narcisista de la personalidad [301.81] (cinco o más “items” para el posible diagnóstico) y en la muestra de ese patrón general de grandiosidad (en la imaginación o en el comportamiento), esa necesidad de admiración y la ostensible falta de empatía, que empiezan al principio de la edad adulta se da en diversos contextos y con entrada de algunos o todos estos caracteres y distintivos: “(1) Tiene un grandioso sentido de auto—importancia (p. ej., exagera los logros y capacidades, espera ser reconocido como superior, sin unos logros proporcionados) (2) Está preocupado por fantasías de éxito ilimitado, poder, brillantez, belleza o amor imaginarios (3) Cree que es “especial” y único y que sólo puede ser comprendido por, o sólo puede relacionarse con otras personas (o instituciones) que son especiales o de alto status (4) Exige una admiración excesiva 720 ______________________________________________________ Mª Rosa García Vilardell (5) Es muy pretencioso, por ejemplo, expectativas irrazonables de recibir un trato de favor especial o de que se cumplan automáticamente sus expectativas (6) Es interpersonalmente explotador, por ejemplo, saca provecho de los demás para alcanzar sus propias metas (7) Carece de empatía: es reacio a reconocer o identificarse con los sentimientos y necesidades de los demás (8) Frecuentemente envidia a los demás o cree que los demás le envidian a él (9) Presenta comportamientos o actitudes arrogantes o soberbios” 5) Son, como se aprecia, los patrones fundamentales que constituyen las líneas medulares del Trastorno narcisista de la personalidad cosas como la emotividad excesiva con demanda de atención prevalente a favor del egocentrismo del paciente; la grandiosidad, necesidad de admiración y falta de empatía sobre todo con los demás; una consiguiente actitud sistemática de desprecio, objetivación y violación de los derechos de las personas. Con ellos, y en estados de verdadero y grave narcisismo patológico, no se hace difícil concluir incidencias negativas sobre las mismas posibilidades de conyugalidad normal de las personas, tanto en el plano de la emisión del consentimiento, como en el de poder asumir llevando a efecto el haz –en todo o en par- 721 Exclusión de la fidelidad en la doctrina y jurisprudencia canónicas _____________ cialidad— de las esenciales obligaciones conyugales. Ello se hace perfectamente deducible de las anteriores anotaciones sobre los caracteres definitorios en grado máximo de las condiciones patológicamente narcisistas de la personalidad. III. APLICACIÓN DEL DERECHO A LOS HECHOS. 7. En esta causa de nulidad conyugal por “incapacidad psíquica” –en el momento de contraer— de los dos esposos, para el consentimiento y el matrimonio: por grave defecto de discreción del juicio e incapacidad para asumir—cumplir las esenciales obligaciones conyugales; y también por exclusión positiva de la fidelidad conyugal por parte únicamente del esposo actor (este capítulo para ser juzgado como en primera instancia, de acuerdo con el canon 1.683), los infrascritos Auditores del Turno judicial, después de haber analizado y valorado –de acuerdo con los criterios legales canónicos de aprecio de pruebas y las reglas ordinarias de la sana crítica— los resultados de los medios probatorios actuados y practicados en la presente causa, han estimado y juzgado que de los mismos no cabe deducir racionalmente, según nuestro juicio y con certeza moral, argumento suficiente a favor de una verdadera demostración en este caso de la nulidad del matrimonio en cuestión por ninguno de los capítulos invocados y contenidos en el objeto litigioso de la misma: es decir, ni por la incapacidad psíquica de alguno de estos esposos, o por grave defecto de discreción del juicio o por imposibilidad de ambos o de alguno de ellos para asumir—cumplir las esenciales obligaciones conyugales: todo ello a tenor del canon 1.095—2º y 3º; ni tampoco –juzgando en primer grado de jurisdicción— por exclusión o rechazo positivo de la prole por parte del marido 722 ______________________________________________________ Mª Rosa García Vilardell actor. Y en consecuencia, deciden no declarar la nulidad del referido matrimonio, respondiéndose negativamente a todas las pretensiones del marido actor en la causa. LAS RAZONES Y MOTIVACIONES DE APOYO A TAL RESOLUCIÓN SE CONCRETAN EN ESTAS ANOTACIONES Y VALORACIONES CRÍTICAS: I. Dos líneas o cauces de prueba son de ordinario precisos en estas causas de nulidad conyugal por “incapacidad psíquica” del contrayente, para que el juez o tribunal puedan disponer de elementos de juicio suficientes para llegar a convicciones seguras y ciertas sobre la verificación en la persona, al emitirse el consentimiento, de presencia eficaz de raíces –inflexibles, desadaptativas y funcionalmente incapacitadoras— de unas verdaderas imposibilidades personales, o para una emisión psicológica normal del consentimiento o para poder asumir—cumplir esenciales obligaciones conyugales. Estos cauces probatorios son, de un lado, —El basado y apoyado en datos de experiencia sobre el comportamiento del presunto incapaz en todo el “iter” de las relaciones interpersonales, lo que es de ordinario llevado al proceso por medio de las pruebas llamadas morales (declaraciones judiciales de los esposos y prueba testifical) 723 Exclusión de la fidelidad en la doctrina y jurisprudencia canónicas _____________ —Y –de otro— el técnico, derivado del estudio científico (generalmente psicológico y psiquiátrico) de las condiciones reales del psiquismo—personalidad del presunto incapaz en el momento de contraer su matrimonio. Estas dos líneas de prueba se han llevado a cabo en las dos instancias de la presente causa; y en ambas, los resultados probatorios, a juicio de este Tribunal, y siguiendo los criterios valorativos de la sentencia anterior, han sido insuficientes para llegarse a certeza moral sobre incapacidad de alguno de estos dos esposos para el consentimiento y el matrimonio, de acuerdo con la norma concreta del canon 1.095, 2 y 3 del vigente Código de Derecho Canónico. Este Tribunal, en línea analítico—valorativa de las actas de la causa y muy especialmente de los resultados de las pruebas practicadas en ella, conjuntando esos dos aspectos de análisis y de valoración, se permite las siguientes anotaciones. II. RESUMEN ANTICIPADO DEL CRITERIO FINAL DEL TRIBUNAL Estudiados, analizados y valorados los autos, con las pruebas practicadas en las dos instancias de la causa y en cuanto a todos los capítulos del Dubio, este Tribunal llega a estas conclusiones, sintéticamente anticipadas: 1. En cuanto al grave defecto de discreción del juicio y la incapacidad para asumir las esenciales obligaciones conyugales por parte de alguno de los dos esposos 724 ______________________________________________________ Mª Rosa García Vilardell Nuestro criterio es del todo contrario a la verificación en el caso de estos capítulos de nulidad, de cualquiera de ellos, en alguno de estos cónyuges, individual o conjuntamente considerados: —ni de las pruebas personal—morales (declaraciones judiciales de las dos partes, intensa prueba testifical de personas realmente conocedoras de las dos personas litigantes e incluso prueba documental en el caso poco o nada atinente al mérito) ni tampoco de las más relevantes en estos supuestos pruebas periciales nos parece mínimamente derivable, Ni el que los esposos –personas normales, aún dentro de los condicionantes personales y sociales derivados por lógica natural de sus respectivas profesiones fueran incapaces de percibir—criticar—valorar el significado del matrimonio en general y para sus vidas; Ni tampoco el que ambos o alguno de ellos –por iguales condiciones de normalidad de los mismos— carecieran de reales posibilidades de asumir—cumplir las fundamentales obligaciones conyugales. La razón de mayor fondo deriva, en línea de remate probatorio, de las pruebas técnicas, la segunda de las cuales, la realizada sobre los esposos por el Dr... en la segunda instancia de esta causa, es del todo concluyente dentro de una clara coherencia y armonía de sus resultados con el contenido de las restantes pruebas: 725 Exclusión de la fidelidad en la doctrina y jurisprudencia canónicas _____________ —En una buena pericia sobre el marido, con abundancia de referencias de índole fáctico y de ciencia y técnica psiquiátrica, con un contraste acertado entre las dos enunciadas líneas de prueba, el perito no encuentra justificación alguna para mantener un criterio favorable a la presencia en el esposo y en el momento de su matrimonio de raíces psicopatológicas graves o de ocasionales situaciones de anormalidad psíquica, que pudieran haber sido determinantes de incapacidad del marido ni para la emisión psicológica del consentimiento en mínimas condiciones de regularidad ni para poder asumir, mínimamente al menos, las esenciales obligaciones que el matrimonio conlleva (cfr. ff. 93 ss. 2ª inst.) —Y eso mismo es también deducible de esa vía probatoria respecto de la mujer demandada (ff. 95 ss.). Las perturbaciones de personalidad hipotéticamente expresivas de anormalidad psíquica en estas personas no pasarían de ser simples variaciones o simples desequilibrios cuantitativos, nunca cualitativos y con verdadera dureza de invalidar conductas, dentro del vasto espectro de la normalidad. 2. En cuanto a la exclusión de la fidelidad por parte del marido, el mismo Tribunal, a la vista del suplemento de prueba practicado una vez admitido el nuevo capítulo, no encuentra en estas pruebas algo que permita seriamente ir más allá de un hipotético quebranto efectivo, sin más, de la fidelidad conyugal, sin que en ningún caso se puedan comprobar actitudes –previas 726 ______________________________________________________ Mª Rosa García Vilardell al matrimonio, explícitas o implícitas— de exclusión formal y positiva de la misma; ni se puede aventurar racionalmente a partir de las pruebas un rechazo formal y expreso de esa fidelidad que forma parte de la entrega mutua esponsal; ni la conducta sentimental del esposo, antes o después de celebrado el matrimonio pero con posibilidad de referencia al momento de la celebración, permite deducciones de buena lógica que permitan una ilazón entre el comportamiento y la voluntad interior, que pudiera favorecer seriamente una conclusión presuntiva de rechazo de esa virtud conyugal. III. ANOTACIONES—VALORACIONES CRÍTICAS, MÁS COMPLETAS Y DETALLADAS, DE LAS PRUEBAS DE LA CAUSA EN ORDEN A LA DEMOSTRACIÓN O NO DEL MÉRITO DE LA MISMA Primero. Realmente, en un procedimiento judicial, ni la demanda o la contestación de la misma ni, en general, los elementos de mera alegación de la causa han de considerarse, en sentido estricto, pruebas; son más bien objetivos de prueba, pretensiones con expectativa de prueba y que, en buena técnica procesal, se reducen a casi nada probatoriamente hablando. Siendo esto así, ello no quiere decir sin embargo que dichos elementos de alegación u otros contenidos de las actas no puedan, llegado el caso, revestir o mostrar poderes indiciarios que puedan servir como criterios de apoyo a la valoración propiamente dicha de las pruebas. Por ello, nos proponemos –antes de otra cosa— echar una 727 Exclusión de la fidelidad en la doctrina y jurisprudencia canónicas _____________ mirada crítica a esos dos elementos de primaria alegación como son la demanda del actor y la contestación a la misma por parte de la esposa demandada. Hecho ello, se analizarán y valorarán las restantes pruebas de la causa en esas dos vertientes de lo personal—moral (declaraciones judiciales de los dos esposos y prueba testifical) y de lo técnico (pruebas periciales). Segundo. Breve referencia valorativa de la demanda del actor y de la contestación a la misma por la parte demandada. Miradas a vuelo de ave, la demanda del actor y la contestación a la misma de la esposa demandada forman un cuadro en anverso y reverso: un anverso de utopía ... y un reverso de realismo de a pié. La poesía es sin duda creación a partir de miradas interiores a la realidad que se quisiera de las cosas: esos dos presuntos “narcisismos” –con relieves freudianos de “yo” y “super—yo”— encajan bien sin duda en moldes de novela rosa, en voluntarismos de estereotipo cultivado, pero la frialdad de un proceso judicial y la eficacia o no de unos medios de prueba procesal son otra cosa distinta: ni los narcisismos, y menos con las calidades que en la demanda se les atribuyen, son normales y corrientes, aunque sí deba ser normal la autoestima de cada persona hacia sí misma, sin que por ello el narcisismo asome; ni el otro punto de apoyo de las pretensiones en el caso y por parte del actor, la inmadurez afectiva de ambos, con que al parecer fueron llevados 728 ______________________________________________________ Mª Rosa García Vilardell hasta el altar, tiene de ordinario mucho que ver con personas, una de las cuales ha decidido verse en un determinado mundo para construirse y salir adelante (la inmadurez, toda inmadurez, se cura con la brega diaria de la vida); y la otra –aunque haya podido ser “niña bien”— se ha curtido en internados que, aún en la hipótesis de ser jaulas de oro, son jaulas a pesar de todo y curten también para la vida y de qué manera. Frente a la pintura rosa de esta mutua realidad y relaciones de la demanda, se levanta con mayor realismo y fuerza la contestación de la esposa, aligerando sensiblemente el tono de esos voluntarismos y poniendo en acto la seriedad y frialdad de las cifras y de datos más objetivos: se casan estos esposos en el año 1962; una vida con altibajos como todas, pero normal, de ambos hasta que, en 1979, él conoce, entabla relaciones, se pone a vivir con otra y se separa de su mujer, llegándose a la separación y el divorcio; 18 años de vida estable con esa mujer hasta que entabla relaciones con una tercera, con la que se trata de contraer matrimonio por la Iglesia y para ello se demanda esta nulidad. Los avales de realismo están, a simple vista repetimos, más a favor de los datos objetivos que de la novela rosa; y más si tomamos, aunque solo sea como indicio, el último tramo de la demanda, en que se muestran en su fondo las auténticas motivaciones de esta petición de nulidad y que anteriormente resumíamos así: al final, la demanda se extiende en un comentario a ese lema del derecho de la Iglesia: “la salvación de las almas, suprema ley”, con alegatos de poesía dramática a favor de la obtención de la nulidad del matrimonio enhebrados al filo del tem- 729 Exclusión de la fidelidad en la doctrina y jurisprudencia canónicas _____________ blor de su espíritu por el deseo de ponerse en paz con su propia conciencia. Y los alegatos llegan hasta ver ese mismo deseo de paz de la conciencia en las apetencias de la mujer demandada. A tales alegatos y posicionamientos, no infrecuentes en muchos hoy día, han de recordarse las enseñanzas del Papa Juan Pablo II, en su Discurso a la Rota Romana del año 1990, en el que se hacen significativas consideraciones de contraste entre equidad, justicia y derecho y se vierte luz muy orientadora sobre esos voluntarismos en materia de nulidades conyugales que pretenden aunar la justicia y los intereses o deseos, por bienintencionados que resulten. Reproducimos algunos párrafos de ese Discurso pontificio: “El Concilio no dejó de sacar muchas consecuencias operativas de este carácter pastoral del Derecho Canónico, estableciendo medidas concretas encaminadas a hacer que las leyes y las instituciones canónicas sean cada vez más adecuadas al bien de las almas (cfr. por ejemplo, el Decreto CD, passim). En esta perspectiva es oportuno detenerse a reflexionar sobre un equívoco, tal vez comprensible pero no por ésto menos dañoso, que por desgracia condiciona con frecuencia la visión de la pastoralidad del derecho eclesial. Tal distorsión consiste en atribuir alcance e intenciones pastorales únicamente a aquellos aspectos de moderación y de humanidad que se pueden relacionar inmediatamente con la aequitas canónica; es decir, consiste en sostener que sólo las excepciones a las leyes, el evitar el recurso a los procesos y a las sanciones canónicas, y el reducir las 730 ______________________________________________________ Mª Rosa García Vilardell formalidades jurídicas, tienen de verdad importancia pastoral. Se olvida así que también la justicia y el estricto derecho –y, por consiguiente, las normas generales, los procesos, las sanciones y las demás manifestaciones típicas de la juridicidad, siempre que resulten necesarias— son exigidas en la Iglesia para el bien de las almas y son, por tanto, realidades intrínsecamente pastorales. La dimensión jurídica y la pastoral están inseparablemente unidas en la Iglesia peregrina sobre esta tierra. Ante todo, existe armonía entre ellas, que deriva de la finalidad común: la salvación de las almas. Pero hay más. En efecto, la actividad jurídico—canónica es por su naturaleza pastoral: constituye una peculiar participación en la misión de Cristo Pastor, y consiste en actualizar el orden de justicia intraeclesial querido por el mismo Cristo. A su vez, la actividad pastoral, aún superando con mucho los meros aspectos jurídicos, comporta siempre una dimensión de justicia. En efecto, no sería posible guiar a las almas hacia el Reino de los cielos si se prescindiese de aquel mínimo de caridad y de prudencia que consiste en el esfuerzo por hacer observar fielmente la ley y los derechos de todos en la Iglesia. De ahí se sigue que toda contraposición entre pastoralidad y juridicidad es desviadora. No es verdad que, para ser más pastoral, el derecho deba hacerse menos jurídico. No cabe duda de que hay que tener presentes, y aplicarlas muchas manifestaciones de aquella flexibilidad que precisamente por razones pastorales, siempre ha caracterizado al Derecho Canónico. Ahora bien, es preciso respetar también las exigencias de la justicia que pueden ser superadas por aquella flexibilidad, pero nunca negadas. La verdadera justicia en la Iglesia, animada por la caridad 731 Exclusión de la fidelidad en la doctrina y jurisprudencia canónicas _____________ y suavizada por la equidad, merece siempre el adjetivo calificativo de pastoral. No puede existir un ejercicio de auténtica caridad pastoral que no tenga en cuenta ante todo la justicia pastoral. Por tanto, es preciso tratar de comprender mejor la armonía entre justicia y misericordia, tema tan querido por la tradición tanto teológica como canónica. “Juste iudicans misericordiam cum iustitia servat”, rezaba una rúbrica del Decreto del Maestro Graciano (D. 45, c. 10). Y santo Tomás de Aquino, después de haber explicado que la misericordia divina, al perdonar las ofensas de los hombres, no actúa contra la justicia sino más bien por encima de ella, concluía: “Ex quo patet quod misericordia non tollit iustitiam, sed est quaedam iustitiae plenitudo” (Summa Theologiae, I, q. 21, art. 3, ad 2). Convencida de eso, la autoridad eclesiástica trata de conformar su propia acción, incluso al estudiar las causas sobre la validez del vínculo matrimonial, a los principios de la justicia y de la misericordia. Por ello, toma nota, por una parte, de las grandes dificultades en que se mueven las personas y las familias implicadas en situaciones de infeliz convivencia conyugal, y reconoce su derecho a ser objeto de una particular solicitud pastoral. Pero, por otra, no olvida el derecho, que tienen también ellas, de no ser engañadas con una sentencia de nulidad que esté en contraste con la existencia de un verdadero matrimonio. Esa injusta declaración de nulidad matrimonial no encontraría ningún legítimo aval en el recurso a la caridad y a la misericordia, pues éstas no pueden prescindir de las exigencias de la verdad. Un matrimonio válido, aunque marca- 732 ______________________________________________________ Mª Rosa García Vilardell do por graves dificultades, no podría ser considerado inválido salvo haciendo violencia a la verdad y minando de ese modo el único fundamento sólido sobre el que puede sostenerse la vida personal, conyugal y social. El juez, por tanto, debe siempre cuidarse del peligro de una malentendida compasión que degeneraría en sentimentalismo, sólo aparentemente pastoral. Los caminos que se apartan de la justicia y de la verdad acaban por contribuir a alejar de Dios a las personas, obteniendo el resultado opuesto al que en buena fe buscaban. Por el contrario, la obra de defensa de una válida unión matrimonial representa la tutela de un don irrevocable de Dios a los cónyuges, a sus hijos, a la Iglesia, y a la sociedad civil. Solamente dentro del respeto a este don es posible encontrar la felicidad eterna y su anticipación en el tiempo, concedida a quienes, con la gracia de Dios, se identifican con su voluntad, siempre benigna aunque a veces pueda parecer exigente. Entonces es preciso tener presente que el Señor Jesús no dudó en hablar de un “yugo”, invitándonos a tomarlo y consolándonos con esta misericordiosa afirmación: “Porque mi yugo es suave y mi carga ligera” (Mt. 11.30)”. El espíritu de verdad –jurídica o no jurídica, que la verdad es una aunque se la llame con distintos nombres— de los anteriores pensamientos prestan ya mucha luz a los solos planteamientos de la presente causa, con las anotadas incidencias de la misma, tal como las correlativas formulaciones se presentan en la demanda y en la contestación a la misma por parte demandada. 733 Exclusión de la fidelidad en la doctrina y jurisprudencia canónicas _____________ Tercero. Análisis y valoración de los distintos ramos de prueba de la presente causa. 1. En esta causa, las pruebas practicadas han sido: —Declaraciones judiciales de los dos esposos (más de una en distintos momentos y circunstancias de la causa) —Prueba testifical, también propuesta por ambos cónyuges, con declaraciones de once testigos en la primera instancia y tres en la segunda (respecto del objeto litigioso inicial) y cuatro en la segunda instancia, una vez admitido el nuevo capítulo de rechazo de la fidelidad conyugal por parte del esposo —Prueba documental, muy diversa, gráfica y manuscrita, con algún documento notarial y toda ella, por lo general, de escasa referencia al mérito central de la causa —Y prueba pericial de psicólogo (en la primera instancia) y de psiquiatra (en la segunda), llevadas a cabo sobre los dos cónyuges, con exploración directa y personal de los mismos por los propios peritos designados judicialmente. 2. Análisis y contraste valorativo de las pruebas de la causa. A. Estudio analítico y crítico—valorativo de las pruebas periciales. 734 ______________________________________________________ Mª Rosa García Vilardell En causas de nulidad conyugal como las fundadas en “incapacidad psíquica” del contrayente a consecuencia de raíces imbricadas en alteraciones del psiquismo personal y con proyecciones graves y negativas sobre el valor mismo de su consentimiento a causa de caracteres inflexibles, desadaptativos, desestructuradores de la normalidad y funcionalmente incapacitantes, se hace patente como los estudios técnicos de la personalidad de los esposos en el momento del consentir se erigen en portavoces, los más autorizados, de buenos elementos de juicio para crear en los jueces las convicciones correctas sobre los alegatos de parte a favor de esa pretendida incapacidad para el consentimiento y el matrimonio. Ello hace que, en este examen valorativo de las pruebas de la causa en materia de las incapacidades de los esposos fijadas en el Dubio, el comienzo se centre en las dos pericias realizadas sobre ambos cónyuges, una en cada instancia. a. En cuanto a la pericia psicológica de la primera instancia Hechos análisis y profundización crítica de la pericia de la primera instancia y contando con que el perito ha llevado a cabo sus pericias con estudio directo de la personalidad de los dos esposos y con cuenta de las restantes pruebas de la causa, este Tribunal no tiene inconveniente alguno en aceptar la conclusión siguiente contenida en la sentencia de la primera instancia: “En consecuencia, a la vista del informe pericial, no consta que ninguno de los esposos padeciese incapacidad discretiva o asunti- 735 Exclusión de la fidelidad en la doctrina y jurisprudencia canónicas _____________ va en el momento de contraer matrimonio. El hecho de que hayan existido problemas en su relación interpersonal y el hecho de que por falta de esfuerzo y de pedir la ayuda ordinaria y proporcionada no los hayan superado no significa que sean incapaces de contraer matrimonio, puesto que la capacidad consensual no se identifica con un grado de madurez ideal, donde no quepa la existencia de ningún problema, desavenencia o discusión entre los cónyuges –grado que, por otra parte, la generalidad de las personas, estando llamadas al matrimonio, no suelen alcanzar—, sino con el grado mínimo de madurez que supone ausencia de anomalías psíquicas en la personalidad de los contrayentes, grado que es compatible con la existencia de otros factores –también de tipo psíquico— que puedan hacer más o menos difícil la relación conyugal y puedan exigir más o menos esfuerzo para ser superados” (cfr. 276 1ª inst.). Suele decirse en hermenéutica que, cuando las palabras son claras –y sobre todo cuando las mismas cuentan con apoyos en razones serias—, no necesitan de interpretación alguna. La parte actora, en sus Alegaciones sobre la pericia en cuestión, sigue haciendo alardes voluntaristas. Anota que “para hacer un disparate, no es necesario que una persona padezca alguna anomalía psíquica”; y que “el dictamen del psicólogo, siendo acertado en lo que ha investido (sic), es manco para el mérito total de la causa presente por lo que, más allá del campo observado, en él queda por investigar” (ff. 223 y 223 vlto. 1ª inst.). 736 ______________________________________________________ Mª Rosa García Vilardell Y el Letrado de la parte –después de anotar doctrina de uso aceptable en materia de incapacidades psíquicas— centra sus –para nosotros— deformados o irregulares criterios jurídico—canónicos en la materia con estas frases de las Alegaciones en cuestión: “Decimos que la cuestión a dilucidar aquí no es que ni el Sr. XXX ni la Sra. XXX tengan trastornos de personalidad o anomalías psíquicas (en el sentido de CIE 10 de la OMS, o de la DSM IV), cosa que nunca hemos afirmado, ni por asomo; sino que, a pesar de no darse tales supuestos, sí se da, en ambos conjuntamente, esa “carencia de voluntad estimativa del matrimonio a niveles personales”, que los volvió por ello “incapaces a niveles de juicio práctico” para asumir un válido matrimonio, como decía Panizo, no dándose por ello en los mismos esa “intención (contractual) verdadera no solo en la mente del sujeto sino en el orden real, de que hablaba Serrano” (cfr. ff. 224 y 224 vlto. 1ª inst.). BASTARÍA, para desautorizar estos planteamientos con recordar que, en esta causa y materias del Dubio de la primera instancia, nos hallamos con planteamientos de nulidad por “incapacidad” y no por cosas que puedan depender de alguna manera, de una u otra forma, de la voluntad consciente de las personas; y con reproducir meramente esta muy clara frase del Papa Juan Pablo II en su memorable Discurso a la Rota Romana sobre las nulidades conyugales por incapacidad psíquica, de febrero de 1987, en la que deja muy bien sentado algo que, para un jurista, no puede tener duda: “Una vera incapacità è ipotizzabile solo in presenza di una seria forma di anomalia che, comunque si voglia definire, debe intaccare sostanzialmente le capacità di intendere e/o di volere del contraente” (nro. 7 del Discurso). 737 Exclusión de la fidelidad en la doctrina y jurisprudencia canónicas _____________ Con todos los respetos para la parte, lo que en esta causa centralmente se discute es no otra cosa que la de si estos esposos, al contraer, eran “incapaces” para el consentimiento y el matrimonio; y el concepto jurídico de incapacidad en materia conyugal ha de corresponderse con “causas de naturaleza psíquica”, lo que en la realidad se conecta con situaciones de verdadera anormalidad o presencia de anomalías psíquicas graves. El juego del “disparate” usado por la parte actora, cuando en buena lengua española “disparatar” significa “decir o hacer cosas fuera de razón y regla”, aunque a veces pueda quedarse en una simple “ocurrencia” o “demasía” ocasional, no sirve de medida en el caso, porque de ordinario “una persona que haya incorporado a su criteriología práctica el disparate” puede que no sea –como dice la parte— un “perturbado mental” en sentido estricto, pero será sin duda un anormal que anda por fuera de las reglas de la convivencia social ordinaria. INSISTIMOS: cuando la pericia psicológica de la primera instancia –con buen método y criterio y elementos aceptables de juicio— concluye que, ninguno de estos esposos, al celebrarse el matrimonio, padecía trastornos de personalidad o anomalías psíquicas de ninguna clase o género, se niega razón a cualesquiera pretensiones de incapacidad consensual—conyugal en cualquiera de estos cónyuges. b. Las dos pericias psiquiátricas sobre los dos esposos –efectuadas en la segunda instancia— no muestran mejores pronósticos conclusivos que la anterior pericia. 738 ______________________________________________________ Mª Rosa García Vilardell El núcleo de las conclusiones finales del perito son las siguientes: 1) En cuanto a las condiciones del esposo en el momento de celebrarse el matrimonio, los señalamientos periciales, como cristalizaciones finales de razonados análisis con apoyo en pruebas psicológicas y estudio del contenido de las restantes pruebas de la causa (la personal—moral sobre todo), es como sigue: “1. No encuentro justificación alguna para afirmar que, el esposo, en el momento de contraer, presentara algún déficit de madurez, de desarrollo o algún trastorno reactivo o anomalía psíquica, ni ningún otro género de alteración de la personalidad, que afectase a su persona de forma negativa limitando o anulando sus normales capacidades psicofísicas, cognitivas y emocionales. 2. Es evidente una carencia económica y cultural en la infancia, pero igual de evidente es que no sufrió carencia afectiva de ningún tipo. Esto ha influido en la adquisición de conocimientos académicos, retrasándola en relación a la de otros jóvenes de su edad. Pero en ningún sentido esta situación puede considerarse una educación inadecuada que haya originado una singularidad de carácter en sentido negativo. Ha sido una dificultad socio—económica, brillantemente, superada en la realización de sus aptitudes, en la elección de su carrera profesional. Considero que estas circunstancias no han influido en sus facultades decisorias al contraer matrimonio, ni son suficientes para entender el fracaso matrimonial. 739 Exclusión de la fidelidad en la doctrina y jurisprudencia canónicas _____________ 3. Yo, con los conocimientos adquiridos en el estudio realizado para esta pericia, no puedo afirmar que, en el momento de contraer, existiera ninguna grave alteración de índole psíquica que afectase a su discreción de juicio o a su libertad. 4. Mi criterio, es que no. Que ninguna peculiar manera de ser condicionó su inteligencia ni su voluntad llevándole a una decisión incoherente. 5. Mi opinión es que sí que se daba en él la discreción de juicio y la madurez afectiva suficientes para valorar las obligaciones del matrimonio, y, en consecuencia, para poder aceptarlas consciente y libremente. 6. De los estudios realizados no se deduce nada que haga dudar de su capacidad psicofísica para asumir y cumplir las obligaciones conyugales. 7. Considero que no existe tal incapacidad, por causa psíquica. 8. No considero extrañas a sus respectivas profesiones las pautas de conducta descritas por ambos esposos, en cuanto a la ambición de libertad y la valoración de la fidelidad, pero sí que considero que estos extremos, la fidelidad y la libertad, querida para sí pero no para el otro, independientemente, incluso, de los deseos de éste, han tenido importancia en el final de la relación matrimonial. Me refiero solo a esto, pues ni la sexualidad de la esposa ni su conducta frente al consumo de alcohol, considero que sean pautas anómalas de conducta, como he dicho en la 740 ______________________________________________________ Mª Rosa García Vilardell parte que se refiere a la exploración de la misma. 9. En el apartado correspondiente a la exploración y descripción de los rasgos de personalidad, se describe la del peritado haciendo hincapié en que es una manera de ser, una tendencia a determinadas formas de conducta, una mayor facilidad para determinadas respuestas, pero no una fatal e inevitable condición insuperable. Puede hacer más comprensible su manera de actuar, pero no es causa de incapacidad para obrar de otra forma” (cfr. ff. 93—94 2ª inst.). 2) En lo referente a la mujer demandada, los criterios conclusivos periciales son éstos, en respuesta puntualizada a las cuestiones planteadas para la pericia por la Defensa del vínculo del Tribunal: La esposa presenta en su modo de ser una 1. “personalidad Emotiva, Activa, Secundaria, lo que se entiende en caracterología un Carácter Apasionado. Pero esto en ella no alcanza las cualificaciones que permitan considerarlo como una verdadera Psicopatía, como un Trastorno de la Personalidad; es, simplemente una manera de ser, una disposición del temperamento a determinada forma de actuación, a determinados valores. No es un fatal modo de ser que condicione siempre, ineludiblemente la forma de comportarse. Por otra parte no implica ningún tipo de déficit, trastorno o anomalía, ni afecta de manera fundamental a sus capacidades cognitivas o volitivas. Estos rasgos estarían presentes en el momento de contraer, porque los rasgos que definen la personalidad son perdurables, con las modifi- 741 Exclusión de la fidelidad en la doctrina y jurisprudencia canónicas _____________ caciones que la experiencia biográfica pueda incorporar (conserva íntegra la capacidad de aprender con la experiencia), a lo largo de toda la vida, desde la adolescencia hasta la ancianidad, cuando se modifican más, se atenúan o agravan selectivamente. 2. No se puede afirmar lo que enuncia la cuestión planteada. Mi convicción, después del estudio realizado, es que no presentaba, en el momento de contraer, alteración alguna de la índole a que se refiere la cuestión, que afectase a sus facultades decisorias. No se han observado carencias afectivas o educacionales importantes. 3. En igual sentido me defino sobre lo planteado en esta cuestión: mi convicción, después del estudio realizado, es que ninguna circunstancia anómala afectó gravemente a su discreción o libertad de decisión, en el momento de contraer. 4. Su manera de ser propia no es anómala ni desadaptativa; no considero, por lo tanto, que se pueda afirmar que haya influido, perturbándolas, en su conducta, su inteligencia o su voluntad, haciendo incoherente su decisión de contraer. 5. Mi opinión es que sí que se daba en la periciada y en el momento de contraer suficiente madurez afectiva y discreción de juicio para valorar las obligaciones del matrimonio y hacerlo consciente y libremente. 6. Considero a la periciada psíquica y físicamente sana, intelectualmente normal y sin desviación psicopática de la conducta, por lo cual sí que la considero capaz de asumir y cumplir 742 ______________________________________________________ Mª Rosa García Vilardell las obligaciones conyugales. 7. Está contestada. No considero la existencia de una incapacidad; pero evidentemente la dificultad o la facilidad para cumplir las obligaciones conyugales, está en función de los rasgos de carácter del otro cónyuge, de la concordancia o complementariedad de ambas personalidades. 8. Por lo que respecta a la esposa pienso que su temperamento apasionado pudo influir en sus exigencias, en la intolerancia hacia alguna manera de conducirse el esposo, en la forma de exigir su propia realización mediante la actuación profesional; pero en ninguna manera puedo considerar esto como una manera extraña de conducirse. Si la pregunta se refiere a las alegaciones hechas en la causa sobre la conducta sexual y las pautas de consumo de alcohol de la esposa, mi opinión es que no son conductas o pulsiones probadas en las diligencias ni comprobadas en la exploración” (cfr. ff. 95 y 97 2ª inst.). 3) No se hacen precisas, creemos, excesivas anotaciones crítico valorativas sobre estas pericias psiquiátricas de esposo y esposa. A parte de la prácticamente plena coincidencia conclusiva en las dos pruebas periciales obrantes en autos de primera y segunda instancia de la causa, esta segunda pericia –en las partes de la misma y tanto en lo referente al esposo como a la mujer— presta una sensación palpable, muy justificada, con apoyos en la técnica más actual, de ser el resultado de un estudio serio, concienzudo, responsable y pleno de argumentos y razones a 743 Exclusión de la fidelidad en la doctrina y jurisprudencia canónicas _____________ favor de la total inexistencia en alguno de estos esposos, en el momento de su matrimonio, de bases o raíces de una verdadera incapacidad para prestar el consentimiento por acto humano proporcionado al matrimonio o para poder asumir—cumplir con mínima normalidad las esenciales obligaciones conyugales. La razón básica deriva, en línea de remate probatorio, de las pruebas técnicas de esta causa, la segunda de las cuales –la realizada en esta segunda instancia— sobre los dos esposos por el Dr. ..., es del todo concluyente dentro de una clara coherencia y armonía de sus resultados con el contenido de las restantes pruebas: —En una buena pericia sobre el marido, con abundancia de referencias de índole fáctica y de ciencia psiquiátrica, con un contraste acertado y coherente entre, por un lado, los resultados de las directas investigaciones del experto sobre la personalidad del actor tal cual es ahora y tal como puede científicamente presumirse que hubo de ser al casarse; y, por otro, los datos de mayor relieve y mérito de la causa dados a luz procesal por los dos esposos y los testigos principalmente, el Dr. no encuentra justificación seria de ninguna clase para mantener un criterio favorable a la incapacidad del marido, ni para la emisión psicológica del consentimiento en condiciones normales, ni para poder asumir mínimamente las esenciales obligaciones que el matrimonio conlleva (cfr. ff. 93 ss. 2ª inst.) —Eso mismo sostiene el perito, como se ha visto también en las anotadas conclusiones finales, respecto de la mujer demandada (ff. 95 ss. 2ªinst.) EN UNA PALABRA, los rasgos de personalidad de ambos 744 ______________________________________________________ Mª Rosa García Vilardell cónyuges hipotéticamente relacionables con esas pretendidas incapacidades no constituyen síntomas verdaderos de auténticas anomalías psíquicas; y los mismos no pasarían de ser meros o simples desequilibrios, variaciones cuantitativas únicamente dentro del amplio espectro de la normalidad estadística. Siguiendo el criterio técnico de las pericias, no pueden ser los mismos entendidos y admitidos, por tanto, como patrones de conducta estrictamente anormal en virtud de caracteres inflexibles en alguno de los esposos, desadaptativos o funcionalmente incapacitantes. POR TODO LO CUAL, ENTIENDE ESTE TRIBUNAL que estas pruebas técnicas, fundamentales en la parte inicial de los planteamientos de la causa, en virtud de sus resultados coincidentes y claros y de su perfecta coherencia con resultados mayoritarios y poderosos de las demás pruebas y en concordancia con las anotaciones jurídicas y psiquiátricas referibles al caso, como se ha señalado en la parte “in iure” de esta misma sentencia, IMPIDEN admitir como científicamente comprobadas bases de seriedad y fundamento suficientes a favor de una verdadera demostración en el caso de incapacidad conyugal de cualquiera de estos dos esposos, o por grave defecto de discreción del juicio o por imposibilidad de asumir—cumplir esenciales obligaciones conyugales, a tenor del canon 1.095—2º y 3º. 4) El subsidio probatorio formado por las restantes pruebas de la causa, que ha servido a los dos peritos de las dos instancias para elaborar sus tareas periciales, abona con mayor fuerza y medida todavía el insuficiente valor que reconocemos y 745 Exclusión de la fidelidad en la doctrina y jurisprudencia canónicas _____________ la exactitud de las conclusiones derivadas, como vamos a comprobar en la siguiente referencia breve a esas otras pruebas. B. Breve referencia crítico—valorativa a las declaraciones judiciales de las dos partes en causa. 1) En sus declaraciones judiciales –una en cada instancia— el marido presenta dos enfoques bastante diferentes de su conciencia y experiencia de la realidad ante y post— conyugal; y el análisis—examen de las mismas permite estas consideraciones: Ha de resaltarse, ante todo, cómo en estas declaraciones se perciben a simple vista versiones tan distintas de la misma realidad de las relaciones de estos cónyuges que ambas –a la vez y conjuntamente— se hacen casi inconciliables. Esto no obstante, también en ellas se contienen bases correctas para determinadas conclusiones sobre el mérito de la causa, como vamos a ver. En un tercer plano de contenidos, ciertos alegatos contra la esposa –serios por supuesto—, al no encontrar apoyo demostrativo alguno o suficiente al menos, perjudican probatoriamente a quien los formula. Yendo por partes y en forma breve y ejemplativa, ANOTAMOS: —En la primera instancia, el actor habla de que la de- 746 ______________________________________________________ Mª Rosa García Vilardell cisión de casarse fue en ellos y en aquel momento “demasiado superficial y no había amor” (f. 133/5 1ª inst.). Pero, en la misma declaración, él insiste y hace ver lo contrario: se indica reiterativamente –en las dos declaraciones— que la mujer, ante la oposición de los mismos al noviazgo y relaciones con el demandante, “amenazaba a sus padres con fugarse de casa” para irse con él; en la segunda declaración, al volver a insistir en lo mismo, en esa reacción de ella ante la actitud de los padres, no duda en afirmar que “ella estaba tan enamorada que me llegó a decir que, si se oponían, nos marchábamos los dos y ya nos casaría algún cura. Yo estaba tan enamorado que también pensaba lo mismo” (ff. 240—241 2ª inst.). La boda, como se sabe, tuvo lugar en octubre de 1962; pues bien, la esposa aporta a la segunda instancia un documento—carta del actor, fechada en Lima en octubre del año anterior a la boda, cuyo evidente tono amatorio muestra un estado tan normal de las relaciones entre ambos que cualesquiera palabras contrarias se caen solas y por su peso (cfr. ff. 205—217 2ª inst.). Contradicciones o bandazos como éste, de tal tamaño, quitan fuerza sin duda a la seriedad y fondo de verdad de los planteamientos del esposo en su pretensión de la nulidad; muestran más que otra cosa oportunismo interesado en los mismos más que alegatos de verdadera justicia, lo que, por lo demás, se hace muy patente en determinadas precisiones del esposo, al percibirse con claridad en las pretensiones del mismo un deseo poco disimulado de procurarse a costa de lo que sea esa nulidad de matrimonio, que de alguna manera “necesita” para sus planes o intereses personales. 747 Exclusión de la fidelidad en la doctrina y jurisprudencia canónicas _____________ Por ejemplo: —Dice el actor en su declaración judicial primera que, al año de casarse, “ya el matrimonio no funcionaba” (f. 134/8 1ª inst.); pero él mismo, en la segunda declaración (f. 241/7 2ª inst.), no duda en reconocer que la convivencia duró hasta el año 1.977—78 (se casaron en 1962) y que los primeros años de vida en común estuvieron “dentro de unos cauces que podemos llamar normales”. Si por otro lado –como él asegura— “la vida en común era un infierno” (f. 241/7 2ª inst.), se comprende bastante mal esa persistencia en el convivir de dos personas que, por sus profesiones y economía, podían perfectamente prescindir la una de la otra y separarse cuando las cosas comenzaron a ser un infierno. —Se alude, sobre todo en la demanda y más en ella que en las declaraciones judiciales del marido (que debieran ser, en buena lógica jurídica, reflejos fieles de su propia demanda), a dos realidades que vendrían a configurar las bases de radicación de las pretendidas incapacidades de los dos esposos: el narcisismo –patológico se supone— de ambos y la inmadurez psicoafectiva también de los dos. Ambos alegatos de la demanda, que conforman realmente la estructura de la defensa del actor, no encuentran apoyo firme en estas declaraciones del marido: De un lado, no se intuyen siquiera posibilidades de retraso madurativo en una persona con estas dos realidades en su vida y entorno: una familia humilde que brinda afecto y unidad dentro 748 ______________________________________________________ Mª Rosa García Vilardell de sus estrecheces económicas y un aprendizaje de cara a la vida y el futuro vital en una persona, en inicial elevada precariedad de medios, que ha de luchar –y lucha de hecho y con eficacia y fortaleza— para “hacerse” ella misma y abrirse camino en la vida como sucedió al actor; ya en la primera declaración (f. 132 1ª inst.), no duda en verse y describirse a sí mismo el propio actor “como una persona muy normal y natural, de un carácter fuerte”. Realizarse a uno mismo desde la embrionaria potencialidad del ser humano, alcanzando las metas y fines que se proponen en una vida es sin duda una verdadera escuela de madurez y de las mejor acreditadas que existen; y el jugársela, en aras de esa finalidad, entraña poner el peso de los compromisos por encima del de los sentimientos, lo que igualmente presta buenas ayudas y servicios a la conquista –incluso precoz— de una buena madurez y realismo personales. Ante determinadas situaciones sólo puede ponerse o un loco de atar o un cuerdo serio y responsable: el actor –por lo que se ve en estos autos— tiene muchísimo más de lo segundo que de lo primero. Y lo de la esposa –en su propio clima vital— contiene casi los mismos ingredientes: es la “niña bien” sin duda; quizá estuviera “programada”, como se dice, por sus padres para un futuro muy concreto y socialmente brillante de vida; pero la verdad que resulta de los autos de la causa es que la educación que se le brinda en internados (los internados, aunque sean jaulas de postín, no dejan de ser jaulas que incomodan, pero ahorman la personalidad) y el cercano seguimiento de esa formación y relaciones por parte de sus padres sirven apoyos claros a buenos caminos y metas de buen desarrollo personal. 749 Exclusión de la fidelidad en la doctrina y jurisprudencia canónicas _____________ De otro lado, tampoco ese “desenfocado narcisismo” que se quiere dar como supuesto en la demanda, que se andaría instalado en los dos cónyuges y que habría sido fuente de emulaciones y dialéctica interpersonal, puede, a la vista de estas declaraciones, verse o ser otra cosa que la normal “autoestima” propia de personas que tienen derecho a sentirse “orgullosas” de lo que han hecho en su vida, al haber sabido construirse a sí mismas de acuerdo con sus posibilidades; autoestima que constituye, además, uno de los indicadores elocuentes de la madurez. Así se aprecia por los datos de las psico—biografías de los dos. Lo demás, todo eso que se alega y admite incluso como “negatividades” de las convivencias, cualesquiera que sean ellas, forma parte normal integrante del “ambiente” profesional o de la “peripecia” vital y circunstanciada de cada ser humano y a ello realmente no se le puede aplicar, en sana crítica y juicio, otros sentidos y alcances que el de ser parte de la dicha “peripecia vital ordinaria”, en todo acorde con la normalidad estadística de las cosas; y no puede, por eso mismo, ser alegable ni admisible como si se tratara de deficiencias dignas de insertarse en un mapa de insuficiencias psíquicas personales inflexibles o funcionalmente incapacitantes. Esos problemas que entre ellos se anotan –aún siendo ciertos— no pasan de ser “anécdotas” sin verdadero encaje patógeno en unas personalidades gravemente deterioradas. —Y en último término, se ha de señalar que esos sus alegatos contra la esposa, muy serios por supuesto y hasta infamantes algunos de ellos (como alcoholismo y bebida, pastillas –nolotil— y hasta relaciones sospechosas con mujeres— y que 750 ______________________________________________________ Mª Rosa García Vilardell no encuentran prueba ni demostración válida en los autos, perjudican a quien los formula más que al destinatario y mejor hubiera sido que no se hubiesen insinuado siquiera si se carece de posibilidades de demostración: son –hasta tanto se demuestren— verdaderas insidias, impropias de quien las propala en una causa judicial. ESTAS SOLAS INDICACIONES CRÍTICAS sobre las declaraciones judiciales del esposo actor permiten a este Tribunal concluir que, de sus contenidos, no es derivable con razón y lógica ningún tipo de apoyo serio, válido y probatoriamente eficaz a favor de esas pretendidas incapacidades de alguno de los dos esposos, en base al can. 1.095, parr. 2—3. 2) En cuanto a las declaraciones judiciales de la esposa demandada, un somero análisis de las mismas permite y da lugar y pié a estas simples anotaciones: —En las declaraciones de la esposa se percibe con claridad un antes y un después en las relaciones de estos esposos: un “antes” que la esposa llegara a la convicción de realidad o existencia de relaciones extramatrimoniales estables del actor con una mujer, lo que ocurre hacia 1978 (unos catorce—quince años después del casamiento): en ese tiempo, no se puede hablar de otra cosa que de normalidad, e incluso de la relativa felicidad de los matrimonios bien avenidos, en sus relaciones; y un “después”, a partir de ese descubrimiento, con certeza, de la mujer y el plante de la misma al actor con el “esto se ha terminado”: entonces fue cuando las tensiones se agudizaron (lo anterior entraba sin duda en parámetros de normalidad estadística) y la 751 Exclusión de la fidelidad en la doctrina y jurisprudencia canónicas _____________ dinámica de la ruptura se hizo ya prácticamente irreversible. —En la declaración de la segunda instancia, prácticamente se repite por ella en sustancia el mismo esquema de las relaciones de ambos: personas normales, elogios para la condición y modos del actor, género de vida acorde con la profesión y gustos de cada uno pero sin que nada desentone especialmente y el “antes” y el “después” ya antes aludido: “en el año 1977 –15 años casados— empecé a notar una lejanía hacia mí, que luego confirmé que se debía a un enamoramiento de otra mujer”: esta realidad fue realmente el detonante efectivo de la separación que culmina en enero de 1979 con la escritura de liquidación de la sociedad de gananciales: “después ya nunca hemos vivido juntos”. Ella insiste en marcar bien esos dos espacios en las relaciones: “hasta que sucedió lo indicado anteriormente, él demostraba con palabras y con obras que estaba enamorado de mí”. —En cuanto a las indicaciones que la mujer hace en la última parte de su segunda declaración (cfr. ff. 76—77 2ª inst.) en relación con esas “invectivas” del marido frente a ella (desviaciones sexuales; exceso de bebida y mezclas de “nolotil con barbitúricos”) –a parte de calificarlo todo de calumnias—, da otra explicación de ello: “presumo que será porque entiende que, con ello, se podría abrir una vía a la declaración de nulidad”: es presunción factible sin duda dentro de la dinámica y de las también presumibles motivaciones reales de esta pretensión de nulidad. —Todo lo demás que la mujer expone tanto en las declaraciones como en su escrito firmado por ella con sus puntualizaciones y aclaraciones a esas acusaciones del marido (ff. 78—81 752 ______________________________________________________ Mª Rosa García Vilardell 2ª inst.) se reconduce de alguna manera a esa sustancia de lo declarado por ella, en el sentido global antes anotado. CON ELLO, también este Tribunal concluye la ausencia de bases –serias y válidas— en estas declaraciones de la esposa demandada que sirvan de apoyos auténticos a una demostración de incapacidad de alguno de estos esposos para el consentimiento y el matrimonio. EN CONSECUENCIA GENERAL DE TODO ELLO, este Tribunal se considera en condiciones de concluir que, de las declaraciones judiciales de estos dos esposos en esta causa, no es deducible, ni en vía de leves indicios siquiera, una base seria de apoyo a pretensiones de nulidad conyugal fundadas en pretendidas incapacidades psicológicas de alguno de estos esposos. C. Referencia breve a las testificaciones de la causa y en relación con las supuestas incapacidades conyugales de alguno de los esposos. Algo parecido a lo antes sintetizado y concluido se puede anotar respecto del contenido y resultados de la abundante prueba testifical de esta causa, toda ella calcada en esas declaraciones antedichas de los esposos y orientada toda ella también en el sentido de los posicionamientos en esta causa de quien propone a esos testigos (vid. ff. 144—198 1ª inst. y 82—89 2ª inst.), pero en general toda ella –sin especiales distingos— mantenida en casi una total coherencia con esa línea de normalidad en la vida y sentimientos mutuos de estos esposos hasta que se quiebra la relación con ese trato estable del actor con otra mujer. 753 Exclusión de la fidelidad en la doctrina y jurisprudencia canónicas _____________ NO SON DEDUCIBLES, tampoco, de esta prueba argumentos dignos de nota o serios en aval –ni mínimo siquiera— a favor de raíces o bases de una auténtica y verdadera incapacidad de estos dos esposos o de cualquiera de ellos para el consentimiento y el matrimonio. Cuarto. La consecuencia de todo lo anteriormente expuesto y razonado, por lo mismo, no puede ser otra que la de concluir, como se hace, en contra totalmente de las pretensiones de la parte actora en esta causa; no demostrándose a juicio de este Tribunal y, en consecuencia, no declarándose por tanto la nulidad pedida del matrimonio en el caso por ningún tipo de incapacidad, del marido actor o de la mujer demandada, de las contenidas en los párrafos 2º y 3º del canon 1.095. Quinto. EN CUANTO A LA EXCLUSIÓN DE LA FIDELIDAD CONYUGAL POR PARTE DEL MARIDO ACTOR. Realmente, con el contraste crítico de la parte jurídica de esta sentencia relativa al rechazo de la fidelidad y lo anteriormente anotado y asumido por este Tribunal respecto de la verdad de las relaciones de los esposos hasta su separación definitiva sería suficiente concluir una carencia de base argumental seria a favor de una verdadera exclusión o rechazo –positivo y formal, explícito e incluso implícito— del derecho—obligación a la fidelidad en su matrimonio por parte del esposo actor. Bastaría, por otro lado, la lectura –con su trasfondo vital— de esa carta –probatoriamente indubitada— dirigida por el actor desde ... a la demandada un año exactamente antes del 754 ______________________________________________________ Mª Rosa García Vilardell casamiento, para despejar todas las dudas en la materia: ese enamoramiento profundo que la carta delata y que en su realidad es más fuerte que todas las palabras y alegatos posteriores porque son hechos del propio marido y no “flatus vocis”, aire en una palabra –bastante más que flirteo de salón o de ocasión— y cuya alta calidad los dos esposos sin duda proclaman como realidad de la vida de ambos, de las realciones de ambos, y de la historia conyugal de ambos desvanece al máximo y echa por tierra hasta casi la posibilidad misma de reservas voluntarias del marido frente a los deberes de fidelidad a la mujer: no encaja ello de ninguna forma en ese prototipo de personalidad que el marido obtiene de las pruebas, especialmente de los varios testigos –amigos de los dos— que lo describen con trazos de persona naturalmente honrada, sin doblez, amante de la mujer hasta que su amor –en un momento dado de la historia conyugal y en larga lejanía de la boda— cambia sencillamente de destinatario. Y si lo anterior fuera poco, esta frase gráfica como ella sola de uno de los testigos mejor conocedores del sentimiento íntimo del actor hacia su esposa: “no hay ninguna mujer que saque a XXX de su convivencia con XXX” referida a los tiempos anteriores a la separación (f. 194 1ª inst.) (la caja de resonancia que es una peluquería de caballeros en el centro de Sevilla apresta el valor y la verdad de la frase) se bastaría para cercenar de raíz cualquier actitud interior de reserva en materia de fidelidad en las relaciones con la esposa: la psico—historia de este matrimonio –tal como se ha mostrado una y otra vez con anterioridad— excluye con su lógica hasta las posibilidades de ello; cualesquiera que hubieran podido ser los tratos del demandante 755 Exclusión de la fidelidad en la doctrina y jurisprudencia canónicas _____________ con mujeres, que son perfectamente compatibles con la promesa de fidelidad y que en nada cuadran en este caso con los supuestos de vías implícitas de exclusión. Esto, que podía ser suficiente, lo vamos a completar con otras razones derivadas de los autos y pruebas de la causa en realción con este tema extemporáneo en la causa. a. Ya el escrito del Letrado del esposo –entrado en Nuestro Tribunal el 2 de febrero de 2000— adolece ostensiblemente de falta de seriedad: si el párrafo dos del mismo (f. 138 2ª inst.), en que se circunstancia la salida a escena del nuevo capítulo, es de una superficialidad pasmante, los testimonios que se reproducen en la página siguiente o están desencajados y sacados de contexto o no dicen nada o poco con lo que –jurídicamente, en el Derecho de la Iglesia— ha de entenderse como una verdadera exclusión de elementos esenciales del matrimonio. Situar las realidades y las cosas en su sitio es de sabios letrados; cuando se las saca de lugar y lo sucedido quince años después de la boda se pretende reconducir al momento del consentimiento, que es cuando se han de demostrar existentes las reservas simulatorias, lo que se demuestra es poca ética profesional; el que una persona con sus amigos, ande de juerga un día y otro puede que forme parte del guión de la profesión, pero sin salirse de ello ni contener sin más intencionalidades diferentes: ni el psiquiatra que estudia a los esposos en la segunda instancia llega a ver pautas de conducta fuera de lo normal en los respectivos géneros de vida de estos esposos. La flojedad argumental del referido escrito obsta ella mis- 756 ______________________________________________________ Mª Rosa García Vilardell ma a esa pretensión de demostrar el rechazo de la fidelidad conyugal por parte del marido actor. b. Suele hablarse, en buena técnica probatoria, del peligro de las “segundas partes” en materia de pruebas y cuando ya son conocidos los resultados de pruebas anteriores. La natural “mimetización” del interesado ante unos intereses que ve en peligro judicial impone a veces forzar la máquina de las declaraciones, dejando con ello flancos débiles al descubierto: eso nos parece que sucede con la segunda declaración del esposo con su punto central de la hipotética exclusión de la fidelidad: —Si lo que afirma el marido en diferentes momentos de esa segunda declaración fuera exacto, habría tenido reflejos más vivos en la demanda y en la primera declaración y las justificaciones con que el marido, en ese segundo momento, trata de salvar las distancias no logran su objetivo, porque es demasiada la distancia entre la realidad pintada en la anterior instancia y la que se trae a la segunda prendida con alfileres de poca punta; —Si lo que dicen los testigos que hablan ya en el ramo de prueba de la exclusión fuera de verdad lo que realmente sucedió o respondiera a verdad, habría tenido sin duda reflejos mejores que los que el referido escrito del marido presenta al proponer el nuevo capítulo; —Si uno de los nuevos testigos lleva las cosas al extremo de decir textualmente que el marido “era incapaz de guardar la fidelidad” y para ello da razones tan impresentables e irreales 757 Exclusión de la fidelidad en la doctrina y jurisprudencia canónicas _____________ como que “todo eso lo basábamos en la vida a que se había acostumbrado y a la ninguna formación cultural, religiosa y humana” del actor, con el añadido de que “incluso escribía muy mal”, habría que concluir que la lógica del Derecho es bastante deficiente, porque la incapacidad para guardar la fidelidad cabe dentro de la simulación (y los peritos, como se ha comprobado, no admiten ninguna clase de incapacidad en el esposo), ni es razonable en absoluto cargar a gente humilde, sin instrucción ni letras –por principio— con el sambenito de tendencias naturales a la infidelidad con la esposa; —El que diga otro testigo que “en la cabeza de él no entraba el matrimonio” con otras gratuidades por el estilo para justificar estas pretensiones (f. 249 2ª inst.)... no hace otra cosa que falsear la realidad a fondo, tal como la misma aparece en los demás autos de esta causa; —Otra de los testigos (al contestar la 6ª pregunta, f. 251) lo que hace es negar simplemente reservas a la fidelidad en el marido y en el momento del matrimonio; —Y el testimonio final de este ramo de prueba contiene estas frases que sirven para coronar todo lo antes dicho sobre insuficiencia probatoria de nada en esta causa: “Ellos decidieron el matrimonio de forma totalmente libre. XXX no tenía mucha cultura y era un hombre muy religioso. Yo sé por conversaciones con él que él quería casarse por la Iglesia y aceptando de verdad el matrimonio. Era un enamoramiento tan grande el de los dos que considero totalmente imposible que XXX pensara, al mismo tiempo, ser infiel. Además, XXX era una gran persona, religioso 758 ______________________________________________________ Mª Rosa García Vilardell y de sólidos principios y así me lo ha demostrado siempre que me he relacionado con él. La amistad que nos une es muy grande” (f. 255 2ª inst.): palabras así no necesitan glosa alguna. c) Por obligación, y sin ganas por supuesto, hemos de hacer referencia al pronunciamiento de la Defensa del vínculo de N. Tribunal sobre este capítulo añadido. Dice textualmente y solo: “con referencia al nuevo capítulo que se ha alegado en esta instancia y al que, por inadvertencia, no hizo referencia ni análisis en sus Observaciones de 14 de marzo de 2002, manifiesta que de las declaraciones y testimonios hay prueba que constata en el esposo una mentalidad y unos hechos contrarios que hacen muy probable la referida exclusión del bien de la fidelidad” (cfr. f. 315 2ª inst.). Como la referencia ahora sí se hace, pero los análisis, y menos las valoraciones de las pruebas se omiten, este Tribunal se abstiene de comentario alguno a este dictamen, que no cuadra nada con el “munus” de la Defensa del vínculo. LA CONSECUENCIA DE ELLO HA DE SER, por tanto, ESTA: TAMPOCO SE DEMUESTRA con certeza una verdadera exclusión de la fidelidad por parte del marido en este caso y en el momento de la emisión de su consentimiento, que es cuando han de producirse las reservas simulatorias, a tenor del can. 1.101. 759 Exclusión de la fidelidad en la doctrina y jurisprudencia canónicas _____________ PARTE DISPOSITIVA Por todo lo anteriormente expuesto y motivado; Atendidos el Derecho y las pruebas que se han practicado acerca de los hechos de base alegados; Visto el Informe de la Defensa del vínculo de N. Tribunal e invocando a Dios en aras de la verdad y de la justicia; Definitivamente juzgando; SENTENCIAMOS: PRIMERO. NO DECLARAMOS la nulidad del matrimonio de Don XXX y Doña XXX POR DEFECTO DE CONSENTIMIENTO EN ALGUNO O EN AMBOS CÓNYUGES A CAUSA: —NI DE GRAVE DEFECTO DE DISCRECIÓN DEL JUICIO —NI DE INCAPACIDAD PARA ASUMIR—CUMPLIR LAS ESENCIALES OBLIGACIONES CONYUGALES, todo ello a tenor del canon 1.095, párrafos 2 y 3; CONFIRMANDO CON ELLO EN CONSECUENCIA LA ANTERIOR SENTENCIA DICTADA EN ESTA MISMA CAUSA POR EL TRIBUNAL ECLESIÁSTICO DE... SEGUNDO. Juzgando en primera instancia, NO DECLA- 760 ______________________________________________________ Mª Rosa García Vilardell RAMOS LA NULIDAD DEL MISMO MATRIMONIO DE LOS CÓNYUGES EN CUESTIÓN POR EXCLUSIÓN DE LA FIDELIDAD CONYUGAL POR PARTE DEL MARIDO ACTOR. Las expensas debidas al Tribunal serán de cuenta en este caso de las dos partes en causa. ASÍ LO SENTENCIAMOS Y mandamos a los Oficiales de Nuestro Tribunal, a quienes corresponda, que publiquen y en forma notifiquen esta sentencia y, de conformidad con el Derecho y en caso de formularse apelaciones frente a la parte aún apelable de la misma u otros remedios jurídicos a disposición de las partes de acuerdo con las leyes canónicas en vigor, ejecuten de ella o hagan que sea debidamente ejecutado lo que es ya ejecutable al ser firme y ejecutorio; y pasen, llegado el caso, los autos al Tribunal superior a los efectos jurídicos y procesales pertinentes. Dado en Madrid, a uno de junio de 2003. 761