SEA 42 16/10/07 11:48 Página 1 h t t p ://SEA.AM.UB.ES El Sol tiene casi 5.000 millones de años y se encuentra en la mitad de su vida. Al igual que las demás estrellas, el Sol se formó a partir de gas y polvo como el que vemos iluminado en la nebulosa de Orión en la imagen de fondo. La nebulosa de Orión está situada a unos 1.500 años luz de la Tierra y la encontramos en la espada de la constelación de Orión. En esta nebulosa se han estado formando estrellas durante los últimos millones de años. La luz de las estrellas más brillantes ilumina las grandes cantidades de gas y polvo que aún quedan en la región y que quizá todavía puedan dar lugar a más estrellas. Los vientos estelares que acompañan a este proceso de formación irán disipando el gas y el polvo que no se consuman y después de varias decenas de millones de años apenas quedarán restos de la nube, como ocurre actualmente en el cúmulo Roslund 4, situado en la constelación del Cisne. En Roslund 4, a pesar de contar ya con 16 millones de El cúmulo estelar joven Roslund 4. Imagen obtenida con años, las estrellas que tienen una masa similar al Sol todavía no el telescopio de 1.5 m del Observatorio de Sierra Nevada (Instituto de Astrofísica de Andalucía, CSIC). son estrellas propiamente dichas porque su principal fuente de energía sigue siendo la contracción gravitatoria y no la fusión del hidrógeno de su interior (como ocurre en el Sol). Tendrán que transcurrir todavía otros 40 millones de años antes de que comience esa fusión. Durante su etapa de formación una estrella como el Sol muestra notables variaciones de brillo y esas variaciones afectan a la cohorte de planetas que muy probablemente se esté formando a su alrededor. La evolución de la Tierra también estuvo influida por los cambios que sufrió el Sol en sus primeros millones de años. En particular es posible que la evolución de la atmósfera terrestre primaria estuviese afectada por la elevada emisión ultravioleta del Sol cuando éste tenía unas decenas de millones de años o menos. La actividad del Sol y su velocidad de rotación, que están íntimamente ligadas, se han ido reduciendo en sus casi 5.000 millones de años de existencia. La tasa de fenómenos asociados a esta actividad (manchas solares, fulguraciones, protuberancias, etc.) ha ido disminuyendo y en la actualidad vemos un Sol tranquilo, con unas variaciones del brillo por debajo del 1% y una actividad que sólo en ocasiones, o en ciertos períodos, nos ha afectado a nosotros. Uno de estos períodos fue el denominado Mínimo de Maunder, durante el cual el número de manchas solares llegó a reducirse en un factor 1.000, y coincidió con un descenso de las temperaturas de casi 1ºC en el hemisferio norte (y quizá también en el sur). En cuanto a los acontencimientos puntuales nos referimos, por ejemplo, a las fulguraciones, algunas de las cuales han llegado a ser muy intensas, como la del 10 de marzo de 1989, que dos días después causó una tormenta geomagnética que provocó daños en instalaciones eléctricas, o la del 28 de octubre de 2003, que originó espectaculares auroras polares visibles desde latitudes inusualmente bajas. El efecto que hoy en día tienen estos fenómeno nos permite hacernos una idea de lo distinta que debió de ser la vida en la Tierra cuando la actividad solar era más intensa. Matilde FERNÁNDEZ Instituto de Astrofísica de Andalucía, CSIC Espacio coordinado por la SOCIEDAD ESPAÑOLA DE ASTRONOMÍA HTTP://SEA.AM.UB.ES Imagen de fondo: © NASA-ESA-STScI EL PASADO DEL SOL