LA VISION DE UN SENADOR Habíamos hecho un acuerdo con el

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LA VISION DE UN SENADOR
RAFAEL PARDO RUEDA
Senador de la República
Habíamos hecho un acuerdo con el doctor Luis Carlos de no
hablar de alternatividad.
Uno de los temas más difíciles cuando se tiene una responsabilidad como la de Luis Carlos Restrepo en este momento, es que
tiene que hacer la ejecución de una política y cumplir con un propósito dentro de la política de Estado con relación a la paz. Tiene
muchas cosas que manejar, tiene muchos temas pendientes, muchos asuntos acerca de los cuales tomar decisiones y llevar adelante y, entonces, lo invitan a foros como éste. Eso me pasaba a mí
también. Y, ahí, aparecen unos señores que no saben qué está pasando, se enteran por la prensa y acaban haciendo una serie de
críticas, usualmente, infundadas a una labor. Es realmente muy difícil hacer un debate sustentado en una política de paz que está en
marcha, porque una política de paz en marcha tiene demasiados
imponderables que se están manejando. Y para el gobierno que la
está manejando su objetivo no es ganar las discusiones ni debates
como este, sino llevar adelante el propósito que tiene. Por eso, este
debate me parece que es muy desigual y muy complicado. Se podría entrar a criticar todos los fundamentos que ha planteado el
doctor Restrepo, desde el primero hasta el último, pero me parece
que no es proporcionado, o sea, no tiene sentido, frente a lo que es
una política que está en desarrollo, hacer un análisis como si no
hubiera un avance y una realidad en el propósito que se tiene.
Yo lo que creo que hay que mirar, en términos de política de paz,
es cómo se entiende el conflicto. No hay una política de paz, o un
proceso de paz, que funcione si no hay una interpretación de por
qué es el conflicto, de cuáles son las razones que lo motivan, cuáles
son las causas que subyacen en el conflicto, los elementos que ha-
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cen que el conflicto se mantenga, o sea, hay que tener una visión
del conflicto para buscar una fórmula o unas opciones para que ese
conflicto se resuelva por la vía de la negociación. Así como se decía
que la guerra es el ejercicio de la política por otros medios, la negociación de paz es buscar que los medios violentos se abandonen y
se dejen de lado. Por tanto, se tiene que tener una idea del conflicto
para tener una idea de como podría ser la paz.
A mi me parece que en eso hay unas deficiencias importantes en
este momento. El conflicto colombiano tiene un sentido político
evidente, pero tiene unos componentes económicos, también,
descomunalmente importantes. En muchas ocasiones, el objetivo
político de la búsqueda del poder (que es el principal objetivo de
los grupos guerrilleros, mientras el objetivo político de los
paramilitares es evitar que los grupos guerrilleros se tomen el poder) se distorsiona y se vuelve más importante el mantenimiento
de un elemento económico para sostener la guerra, o sea, la guerra
se sostiene por las armas, la financiación de la guerra se sostiene
por las armas y las armas permiten, a su vez, obtener financiación
importante para sostener la guerra.
Es un círculo vicioso, realmente vicioso, si tenemos en cuenta
que la coca está ahí metida, es un círculo vicioso en el cual las
armas permiten sostener la financiación del conflicto y el conflicto
se sostiene por esa financiación extraordinaria. Por eso me parece
que el tema de los componentes económicos del conflicto tiene que
mirarse a la luz de un proceso de paz. La guerrilla es un factor de
acumulación de riquezas para la guerra, pero no sólo para la guerra
sino también para el poder político y los paramilitares son un factor de acumulación de riquezas para la guerra contra la guerrilla,
pero también son un factor de acumulación de riquezas, de acumulación de tierras, de acumulación de poder económico en las regiones que me parece que hoy día es demasiado importante para no
tenerlo en cuenta en el conflicto.
Por eso es que el tema del manejo de los recursos me parece que
va mucho más allá de simplemente buscar que se agoten; es una
política adecuada buscar que se agoten los recursos principales del
conflicto como la coca y atacar la coca, obviamente, significa que
hay menos recursos para financiar la guerra. Pero la financiación
de la guerra ha generado una nueva clase socio-económica en el
país. La guerrilla es un poder económico importante en muchas
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regiones, y los paramilitares son un real poder económico y político en muchas regiones. Por eso me parece que un proceso como el
que está planteado es un proceso obviamente indicado y adecuado
en términos de buscar un cese de hostilidades para que haya una
tranquilidad frente a la sociedad. Y después del cese de hostilidades empezar un proceso que puede demorarse mucho tiempo. Hay
que tener mucha paciencia para buscar que eso termine en una
desmovilización de los grupos. Lo que pasa es que creo que hay
una ausencia del tratamiento del componente del poder económico
de los grupos que están haciendo la guerra.
La distribución de tierras en el país (el Incora tenía 30 de estar
tratando de generar un sistema de distribución de tierras más equitativo) en cinco o diez o quince años se volteó con el ingreso de los
narcotraficantes y de los paramilitares en el negocio de acumular
tierras. Eso significa poder político. La tierra en Colombia significa
poder político. En muchas regiones del país la guerrilla tiene control, no sólo sobre los recursos ilegales como la coca sino sobre
recursos legales como pueden ser algunos productos mineros, con
los que se controla el acceso a los mercados.
Creo que una política de paz, hoy, tiene que tener ese elemento
central. Si eso se va o no a negociar, me parece que es una pregunta
muy fundamental. Si no se va a negociar, que es lo que intuyo,
porque así se aprobó en el Congreso, la ley de extinción de dominio, en la que se establece una figura jurídica autónoma del delito:
la extinción de dominio puede aplicarse de manera independiente
de que haya condena contra el que obtuvo ese bien ilícito. Si es así,
como lo establece la ley de extinción de dominio, los aspectos económicos que han financiado el conflicto y que son resultado del
mismo conflicto, ¿no deberían ser parte de una negociación?, o sea,
¿la ley de extinción de dominio es el marco general de acción contra los bienes obtenidos en razón del conflicto? Lo otro es entender
que la ley de extinción de dominio es un instrumento que no es una
parte central de la política del Estado. Entonces hay que buscar
dentro de la negociación de paz la redistribución de los bienes y la
devolución de bienes y propiedades, etc., obtenidos dentro del conflicto. Me parece que este es un elemento que se debe meter dentro
de la política de paz de manera explícita. Los paramilitares son un
factor de poder en muchas regiones del país, o en varias para no
exagerar. Son un factor político y económico en varias regiones.
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Eso tiene que ser parte de la paz. No sé si tiene que ser parte de la
negociación. Es lo que para mí no está claro.
Está también el tema del contenido político de la negociación.
Creo que en eso no hay, tampoco, una claridad suficiente. Si el conflicto es un conflicto por el poder como hemos visto hoy y ayer en
las exposiciones, evidentemente, el poder político tiene que ser parte
de la solución de paz. Puede no ser negociado el poder político,
pero tiene que ser considerado. En mi opinión, el poder político sí
tiene que ser el centro de la negociación con guerrilla y con
paramilitares. Si este es un conflicto por el poder, un conflicto que
tiene ese centro de gravedad en su motivación, evidentemente una
negociación alrededor del poder político tiene que ser el centro de
un diseño de negociación. Y viene un tercer elemento que es el del
perdón, que es la discusión que hemos tenido todos estos días.
El perdón es lo que ha motivado esta discusión y a mi juicio es
una discusión también desproporcionada frente a lo que es el proceso, en general, de negociación. En el Congreso, en los medios de
comunicación estamos discutiendo si es necesario que haya un
perdón judicial para hacer la paz. De ahí se ha pasado a otra premisa y es que sin perdón judicial no se puede hacer la paz. De ahí se
ha pasado a otra premisa y es que quienes no crean en el perdón
son enemigos de la paz; y de ahí, se ha llegado a la conclusión de
que hay que perdonar a todo el mundo para que podamos reconciliarnos y vivir todos en paz.
Yo creo que ninguna de esas premisas es válida en sí misma
porque me parece, en primer lugar, que el perdón no es la esencia
de un proceso de paz. La esencia de un proceso de paz es qué se
negocia y qué se negocia depende de qué se entiende por conflicto
y qué lo motivó. ¿El conflicto es un conflicto por el poder? o ¿es un
conflicto por el control de recursos? ¿Es un conflicto motivado por
la injusticia social? O ¿por la guerra fría en el campo internacional?
Puede haber muchas teorías acerca del conflicto. Creo que el conflicto es un conflicto por el poder y el centro de la negociación del
conflicto es una negociación en la cual esté claro qué es lo que se va
a negociar alrededor del poder político. El perdón es un elemento
secundario. Si no hay una negociación acerca del asunto central
del conflicto, el perdón se vuelve irrelevante. Se puede ser lo más
generoso posible en un perdón judicial, pero si no hay negociación
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central, ese perdón no va a convencer a nadie de que haga la paz.
Eso pasó en el primer proceso de paz que hubo en Colombia con
Belisario Betancur. Lo primero que se hizo, en una política generosa que cambió la manera de entender este conflicto, fue dictar una
amnistía general y automática a todos los que habían cometido delitos políticos hasta el día de la amnistía. Es decir, todos quedaron
perdonados el día no sé que del 1982. O sea, lo primero que se puso
por delante fue el perdón. Nadie se acogió. Lo segundo, el cese de
hostilidades o la tregua. Y el centro de toda la discusión durante los
cuatro años de Betancur y, posteriormente, durante los primeros
meses de Barco, era con relación a la administración de la tregua,
que es un aspecto también parcial de una negociación de paz. Se
puede tener una tregua y no obtener la paz, puede tener paz sin
necesidad de una tregua. Las dos cosas son muy difíciles.
Pero el objetivo no es el cese de hostilidades, ni la tregua. El
objetivo es que se desmonten, se desmovilicen, se desactiven los
grupos que han producido la guerra, que son los grupos armados.
Eso sería el resultado de las negociaciones. Entonces, la discusión
acerca del perdón y la alternatividad me parece que han sacado de
foco el tema general de lo que debe ser una política de paz. El centro de la negociación no es el perdón judicial, el perdón judicial es
una consecuencia secundaria. Ayer, Carlos Franco nos explicó extensamente, hoy el comisionado hizo una explicación acerca de ese
punto en el tema de los paramilitares: que se acabe el
paramilitarismo como fenómeno, que las zonas donde están los
paramilitares sean zonas que queden bajo el control del Estado y
que la gente pueda vivir tranquilamente en esas zonas controladas
por la acción gubernamental y que no se vuelvan otra vez zonas en
las que la población se vuelve el objeto del conflicto. Esos son principios claros que tienen que estar en la negociación. El perdón es
una discusión que no es el centro de un proceso de paz. Obviamente, acerca del perdón hay mucho debate y mucha discusión. Lo hemos visto estos días.
En un proceso de paz lo importante es el futuro y no el pasado. Los
procesos de paz se construyen es hacia el futuro de una sociedad, hacia adelante, no hacia el pasado. El pasado no siempre es buena guía
para un proceso de paz. Por eso me parece que en el estudio del tipo de
perdón jurídico, mirar hacia atrás no necesariamente es un buen ele-
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mento para tomar decisiones hacia adelante. ¿Qué quiero decir con
eso? Cuando se dice, es que a Navarro lo perdonaron y está aquí sentado, eso nos lo han dicho en el Congreso. Me parece que no es un buen
elemento decir cómo a este tipo lo perdonaron, entonces, hay que perdonar a todos. Pero es que el Palacio de Justicia se perdonó y no se
quiere perdonar otro tipo de delitos. Bueno, también me parece que no
es una discusión adecuada porque son elementos que no se han mirado en profundidad. Yo creo que lo que hay que mirar es la sociedad de
hoy no la sociedad de ayer. Lo que fue perdonable ayer, no necesariamente es perdonable hoy. Eso lo hemos visto en los últimos meses en
el Cono Sur, en Argentina, Uruguay y Chile. Hubo guerras internas
muy fuertes y hubo amnistías para los participantes en las guerras
internas, para los miembros del gobierno y de la fuerza pública y para
los miembros de los grupos terroristas. Hubo amnistías que fueron dictadas, incluso, por la vía del referendo o del plebiscito, o sea, fueron
votadas por el pueblo y están siendo echadas para atrás por presión
interna, o sea, 25 después en Argentina no ha habido una reconciliación completa, y el perdón judicial que era la ley de punto final que
pareció tan buena idea a finales de la década de 1980, lo echó para
atrás el Congreso argentino hace exactamente 40 días. Alemania, Francia, España, para no hablar de la Corte Penal Internacional, han presionado de manera reiterada a la justicia argentina y han solicitado en
extradición a personas amnistiadas judicial y legalmente y a otras que
fueron no sólo amnistiadas judicialmente sino bajo amnistías definidas por votación popular, no por congresos autónomos o no autónomos.
Entonces, hay que tomar en cuenta esas consideraciones cuando se está hablando de algo subsidiario de la paz como es el perdón. No es lo principal, es subsidiario, pero se tiene que mirar el
contexto internacional en este momento.
Colombia firmó, por ejemplo, el Tratado de Roma. En éste, el
país hizo la excepción para crímenes de guerra por siete años. No
hizo una excepción para delitos de lesa humanidad en los cuales
hay jurisdicción de la Corte Penal Internacional desde noviembre
del año pasado. Dice el Tratado, en uno de sus artículos, que la
Corte considera caso juzgado y no procesará personas que han sido
juzgadas en las jurisdicciones nacionales, salvo cuando se ha utilizado la justicia para evadir la acción de la Corte Penal Internacional. Me parece, con mucho respeto, que la ley de alternatividad
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penal es eso, un mecanismo para evitar formalmente la jurisdicción de la Corte Penal Internacional. No lo va a lograr porque la
Corte dice que se reserva el derecho a hacer procesamiento o a iniciar procesos sobre personas, en esos casos. Entonces, con la ley de
alternatividad penal me parece que no estamos dando garantías a
los beneficiarios. Empiezo por el final. No estamos dando garantías
a los que van a recibir los beneficios. Esas personas pueden ser
solicitadas por la Corte Penal Internacional, así se hubiera aprobado el proyecto ya, tal como está ya presentado, y hubiera habido
beneficiarios.
Me parece que en un proceso de paz lo mínimo que tiene que
dar el Estado es garantía de los beneficios que otorgue. En el proceso con el M-19, para volver atrás, se otorgó un indulto en 1990, y en
el año 1992 empezaron los procesos y el Congreso aprobó otra Ley
que se llamó en su momento «Reindulto». No fue aplicada, nunca
fue necesario aplicarla, pero era para darles plena garantía a quienes habían sido perdonados por ciertos delitos. Este proyecto de
alternatividad penal no garantiza que no van a pedir en extradición
o no van a ser procesados por la justicia internacional personas que
han recibido estos beneficios. Me parece que ese es un primer punto sobre relacionado con este aspecto.
Los otros ya los hemos discutido, ustedes los conocen, conocen
mi posición, quería aportar en ese sentido. Muchas gracias doctor
Cepeda por el tiempo que me extendió.
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FERNANDO CEPEDA ULLOA
Vamos a invitar al doctor Alfredo Rangel y agradecemos mucho
al doctor Pardo su exposición tan completa.
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