J.M. Quintana: El lenguaje representativo y expresión del arte.

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UNIVERSITAT DE BARCELONA
XXII SEMINARIO INTERUNIVERSITARIO DE TEORÍA DE LA
EDUCACIÓN "OTROS LENGUAJES EN EDUCACIÓN"
Sitges. Noviembre de 2003
ADDENDA
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regulaciones nacionales e internacionales.
El lenguaje representativo y expresivo del arte. José María Quintana Cabanas
Addenda a la II ponencia: “Los Lenguajes de las artes: escenas y escenarios en educación.”
El lenguaje representativo y expresivo del arte
José María Quintana Cabanas, U.N.E.D.
[email protected]
RESUMEN
A menudo se ha asignado al arte la función de representar la naturaleza; en este sentido el arte
funciona como un lenguaje descriptivo. El arte como expresión subjetiva tiene ya otra función, pero
sigue siendo un lenguaje. Pese a teorías unilaterales sobre el arte, cabe reconocerle este “doble”
lenguaje, con lo cual queda fuera de duda que el arte ejerce una función general de “comunicación”.
El arte cumple con una función de representación (objetiva) de la realidad y con una
función de expresión (subjetiva) del artista. Es la antinomia del arte como “copia de la
naturaleza” o del arte como “creación” personal del artista. Sin duda el arte puede y debe ser
ambas cosas a la vez, pero, distinguiendo una de otra, cabe hablar de varios “lenguajes” del
arte. Veamos los principales.
El arte como representación
Muy habitual es concebir el arte como expresión, o al menos como bastante expresivo.
Pensamos que le es propia también una dimensión cognitiva o representativa. Entender el arte
como imitación lleva ya a considerar ese carácter cognoscitivo suyo; y se lo atribuyen de un
modo exclusivo aquellos que niegan el talante expresivo del arte, como Stravinski, para quien
la música es, por su misma esencia, impotente para expresar nada (“ni un sentimiento, ni una
actitud, ni un estado psicológico”); ve la música como organización del tiempo y una
actividad fabril y artesana con aspectos constructivos. Igualmente para E. Hanslick la música
es incapaz de expresar nada, siendo a lo sumo un factor de excitación o depresión; la música
no tiene significado alguno, pues se reduce a meras “formas que se mueven tonalmente”...
Para Proudhon y el socialismo el arte no es un órgano de expresión sino un medio de
ayudar a la sociedad a realizar sus fines colectivos; de modo que el artista ha de sacrificar su
gusto y su personalidad al grupo al cual pertenece y debe servir. Con esto el arte debe ser hijo
no de la pasión, sino de la lucidez, y en este sentido el tipo de arte más adecuado es el realista.
No en vano en la URSS, en 1920, los hermanos Plevsner publicaron el Manifiesto Realista,
que definía la estética oficial del Estado comunista.
El realismo es la forma más genuina que adopta la función representativa del arte.
Modernamente fue iniciado con Giotto, al hacer los primeros ensayos de perspectiva. Así
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comenzó el Renacimiento, que gustaba de reproducir los modelos del natural; esta tendencia
realista queda bien mostrada, por ejemplo, en Rafael Santi (padre), cuando en el retrato de una
persona le pone una mosca en la piel.
La manifestación más fuerte del arte como representación es el naturalismo, que en
literatura domina toda la segunda mitad del s. XIX y representa una reacción contra el
Romanticismo (que es expresivo). Dice R. de Candé (1981: II, 22) que “lo que se acostumbra
llamar naturalismo, por contraposición al realismo, no pasa de ser un realismo malo, con
pretensiones científicas, esto es, un realismo artísticamente deficiente”.
Lo representativo del arte tiene también sus recovecos. Y así, el “dibujo analítico” que
W. Kandinsky enseñaba en sus cursos de la Bauhaus no pretendía reproducir lo visible de los
objetos, sino el descubrimiento de las fuerzas o tensiones existentes en esos objetos,
reconstruyéndolas para poder observar y reproducir las relaciones. Se quería tener una visión
interna de las cosas, y una visión dinámica o tensional de las mismas.
Hay obras plásticas que tienen un alto grado de iconicidad, de tal modo que, viéndolas,
el espectador percibe claramente cuál era el pensamiento del autor; tal es lo que acontece, por
ej., ante el cuadro “La revolución de Julio”, de Delacroix. Pero hay otras obras, como el
“Guernica”, de Picasso, cuyo significado difícilmente descifraríamos si no nos fuera
explicado. De ahí que los artistas de la Bauhaus (atentos a la responsabilidad social del arte)
se preguntaran si había que reconocer valor a la pintura no o poco figurativa.
El arte como expresión
La expresión consiste en que un individuo (persona o animal) exterioriza sus vivencias
interiores, con lo cual se libera de ellas. Esta acción obedece a un impulso natural, de modo
que es más bien placentera. Todas las personas son expresivas, pero en un grado mayor o
menor (es una cuestión de temperamento); las más expresivas se manifiestan con mayor
frecuencia, facilidad e intensidad. La expresión puede hacerse por muchos medios: por la voz
(grito, palabra, entonación), por el gesto, el movimiento del cuerpo, la mirada, etc. La
expresión tiene una dimensión emocional, más o menos fuerte; a menudo actúa como forma
de descarga emocional.
El arte es también un medio expresivo, siéndole propias todas esas características de la
expresión que hemos estado mencionando. A veces se pone en marcha por necesidad de
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expresión; otras, simplemente, al ejecutarse expresa algo, o el sujeto se expresa de algún
modo.
Tan esencial es en el arte la expresión, que algunos llegan a mirarlo como simple
expresión, y a definirlo por la mera expresión. Esta es precisamente la tendencia actual en
muchos sectores; los mismos que proclaman la irracionalidad del arte, ya que la expresión, en
su vertiente emocional (que es la más evidente, operante e interesante), es de tipo irracional
(conciertos y baile de rock, pintura dadá, happenings, pintura automática, narco-arte, action
painting, etc).
B. Croce identifica el arte con la expresión. Para él la belleza no pertenece a las cosas,
sino a la expresión; la belleza no es objetiva, sino subjetiva; no es bella la naturaleza ni es
bello el arte en sí, sino que el arte es bello porque es instrumento de la expresión imaginativa.
Ahora bien, Croce habla desde supuestos metafísicos que aquí poco interesan. Aquí cuenta lo
psicológico del arte, tal como lo entendía el romanticismo en su concepción del arte
expresivo, que lo es por ser hijo del impulso emocional; para los románticos el objeto esencial
del arte es la manifestación del sentimiento individual del artista.
Para la concepción clásica del arte la expresión es medio, y todas las obras llevan el
sello de la personalidad del artista que las ha creado. Para la concepción estética romántica y
actual, en cambio, la expresión es fin en sí misma. En esto se distinguiría el arte de la
comunicación: pues, según R.G. Collingwood, mientras que la comunicación es una actividad
sujeta a propósitos y a técnicas, el arte es una actividad expresiva del propio sujeto. El arte no
tiene por qué expresar algo; basta con que, por él, el sujeto se exprese.
El arte como comunicación
La expresión a menudo es comunicativa. Por otra parte, la comunicación humana suele
hacerse casi siempre (como no sea la comunicación mecánica, oficial o impersonal) en una
forma más o menos expresiva. Y con esto el arte tiene posibilidades de constituir un modo de
comunicación.
Al menos, es normal y usual el atribuirle tal carácter. El arte se presta a ser vía de
comunicación: puede utilizarse como vía de publicidad y de persuasión (de esto sabe el arte
socialista); pues, según León Tolstoi, de igual manera que el hombre por la palabra transmite
sus pensamientos a los demás, por el arte les transmite sus sentimientos y emociones. Para
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dicho autor el signo infalible del arte es su poder de contagio; el grado de este contagio
constituye la única medida de la excelencia del arte.
Pero aparte de esta posibilidad del arte de actuar como vehículo de comunicación
externa, parece que tiene ya esencialmente, en sí mismo, un carácter comunicativo. El arte no
sólo comunica, sino que es comunicación. A menudo se ha dicho que la idea que tiene el
artista en la inspiración, y que plasma en la ejecución de la obra, es captada por el espectador
en la contemplación de la misma. Según A. López Quintás (1977: 351), “el arte, como modo
potenciado de expresión humana, es de por sí dialógico y necesita la ventana de la exposición,
el museo y el concierto para desplegar toda su capacidad de interrelación”.
La comunicación verbal es precisa; la comunicación emocional, ya no tanto; la
artística, menos aun. Cabría decir que lo que produce el arte es sugestión, más que
comunicación. Por eso escribe R. de Candé (1981: I, 12) que “entre los que emiten la música
y los que la reciben se establece una comunicación singular, en la medida en que los segundos
perciben un orden específico, un sentido, querido por los primeros. Pero es un sistema de
comunicaciones no referencial: el sentido de la música le es inmanente”.
Doble carácter representativo y expresivo del arte
Cabe distinguir dos clases de lenguaje: el racional y el emocional. En realidad no se
trata de dos lenguajes distintos sino, más bien, de un solo lenguaje, que tiene dos aspectos
diversos: el primero es aquello del lenguaje que podría escribirse (mensaje objetivo); el
segundo, en cambio (constituido por la entonación, la expresión del rostro, la gesticulación y
demás indicaciones del ánimo subjetivo de quien habla), no tiene apenas traducción
semiótica.
De modo parecido, el arte también engloba dos aspectos (que son los mismos del
lenguaje): es expresión, pero no sólo expresión; también es idea. Más lo uno que lo otro,
según los casos. Lo que se expresa es la vivencia, siendo el lenguaje lógico incapaz de
traducirla; el arte, en cambio, puede hacerlo, y para eso está... Según Th. Munro el arte tiene
dos aspectos, y en su aspecto afectivo la misión del arte es expresar el yo.
J.J. Winckelmann es partidario de considerar el arte como una síntesis de los dos
elementos a que nos estamos refiriendo. En la práctica, el arte clásico ha conseguido un
perfecto equilibrio entre ambos. Si hay un predominio del elemento ideal tenemos un arte frío,
como es el caso del arte egipcio, del bizantino o del manierista; el predominio de la expresión
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puede dar lugar a un arte atormentado (helenismo) o apasionado (romanticismo). En cambio,
“en el ideal del arte clásico hay la tendencia a juntar la forma acabadamente bella con la más
subida intensidad de expresión de la vida íntima. Así, pues, en el arte clásico vemos
reconciliados el uno con el otro estos dos principios de la creación artística que se repelen
entre sí” (E. Meumann 1947: 78).
El arte como lenguaje simbólico
El símbolo es un medio expresivo, muy apto para la mentalidad primitiva y el
pensamiento mágico. Como tal lo hallamos presente y prodigado no sólo en las obras de arte
popular de todos los tiempos, sino también en el lenguaje vulgar, el pensamiento
subconsciente y, por ende, en los contenidos oníricos.
Se ha dicho que los símbolos propician un método de exploración de ciertas capas de
la realidad que, de otro modo, quedarían opacas al pensamiento racional. Por eso algunos
creen ver en el arte un medio de conocimiento de la realidad profunda de las cosas.
Los símbolos, en arte, asoman por todas partes. El simbolismo del color, por ej., ha
preocupado ya desde Goethe, y Kandinsky nos propone su interpretación de los tres colores
fundamentales: el amarillo –dice-, que es el color terrestre, supone un movimiento hacia lo
corpóreo; el azul, en tanto que color celeste, lleva un movimiento hacia lo espiritual, y el
verde (síntesis de ambos) indica tranquilidad y pasividad. El anaranjado da la sensación de
algo sano, mientras que el violeta recuerda lo enfermizo. El blanco (próximo al amarillo) es
cálido, y el negro (cercano al violeta) es frío.
El simbolismo florece sobre todo en el arte medieval, que constituía un puente entre lo
terreno y lo sobrenatural. La Edad Media cristiana es el período artístico que ha poseído el
número mayor y la máxima complicación de medios convencionales de expresión. Las
representaciones artísticas significaban algo más que el objeto natural representado, y se
buscaba la referencia a un segundo significado. La pintura y la escultura románticas, por ej.,
son simbólicos de punta a cabo. Pero igualmente encontramos simbología en la obra de
Picasso, de Miró o de Rubén Darío.
BIBLIOGRAFÍA
CANDÉ, Ronald de (1981): Historia universal de la música. Aguilar, Mdrid, 2 vols.
LÓPEZ QUINTÁS, Alfonso (1977): Estética de la creatividad. Cátedra, Madrid.
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Addenda a la II ponencia: “Los Lenguajes de las artes: escenas y escenarios en educación.”
MEUMANN, E. (1947): Sistema de Estética. Espasa Calpe (Colecc. Austral), Buenos Aires.
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