Italia ya no es rival

SÁBADO 6 NOVIEMBRE 2010
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LO DICE MARCA M
DESDE MI TRIBUNA
MARCA
POR
GRUPO UNIDAD EDITORIAL
CARMEN POSADAS
DIRECTOR GENERAL EDITORIAL
PEDRO J. RAMÍREZ
DIRECTOR:
EDUARDO INDA
PRESIDENTA
CARMEN IGLESIAS
CONSEJERO DELEGADO
ANTONIO FERNÁNDEZ-GALIANO
Italia ya no es rival
Nunca un empate había sido
tan celebrado. A pesar de que
se había tirado por la borda el
buen trabajo hecho en la primera parte, a pesar de la cara
de pocos amigos de Casillas
tras el partido, el zapatazo de
Pedro León entre las piernas
de Abbiati arrancó una losa
del pecho a toda la afición merengue. No había más que ver
a Mourinho correr como un
colegial por la banda, aunque
en este caso me quedo con la
duda de si al portugués le
preocupaba más ver contaminada su impecable hoja de servicios después de haberse pegado la sobrada de llegar recordando su triplete al público
de San Siro.
Sin embargo, lo extraño es
que en esta ocasión muchos
aficionados de otros equipos
españoles también se alegraron de ver las caras
que se le quedaban a Pirlo, Gattuso y compañía
con el jarro de agua fría que les había caído en el
último minuto. Y es que los italianos son nuestras
particulares bestias negras, los que terminan por
arruinarnos la fiesta a base de marrullerías y malas
artes variadas. Este tipo de animadversiones son
habituales en el deporte. Por ejemplo, Argentina y
Brasil tienen infinidad de cuentas pendientes e Inglaterra y Alemania reviven sus conflictos bélicos
sobre los terrenos de juego. Contra el eterno rival
hay que ganar como sea, cueste lo que cueste.
Curiosamente, esta enemistad deportiva no trasciende a nuestra vida cotidiana. Incluso podemos
decir que a los españoles les caen muy bien los italianos. Sintonizamos con su amor a la vida, su simpatía y su carácter mediterráneo. A nosotras siempre nos volvieron locas Marcello Mastroianni, Vittorio Gassman o Eros Ramazzotti, mientras que
Sophia Loren, Claudia Cardinale o Mónica Bellucci pueblan los sueños de nuestros hombres. Y
tenemos una pizzería en cada esquina.
Eso sí, cuando llega una
competición queremos acabar con ellos, destruirlos, machacarlos. Lo malo es que los
transalpinos suelen ser más
listos que nosotros. “Compiten mejor”, como dicen los entendidos. Ganaron un Mundial en nuestra propia casa,
mientras Sandro Pertini rompía el protocolo en el palco. El
Milan machacó al Madrid de
La Quinta y al Dream Team
de Cruyff, pero lo peor vendría en el Mundial de Estados
Unidos, con el infame codazo
de Tassotti a Luis Enrique.
En otros deportes la cosa
no nos iba mejor y Meneghin
y sus chicos nos aguaban la
fiesta un campeonato sí y otro
también. Por este motivo,
siempre estaremos agradecidos a Casillas. Con él, no sólo nos olvidamos de la maldición de cuartos sino
que hundimos al eterno rival que, encima, venía de
ganar un Mundial. De golpe nos sacudimos los
complejos y, en plena Edad de Oro del deporte español, los italianos ya no son rival para nosotros ni
en fútbol ni en baloncesto, donde prácticamente
han desaparecido del planeta, ni en casi nada.
Hasta Valentino Rossi ha tenido que tragarse el
sapo de ver a su compañero Lorenzo colgarse los
laureles de MotoGP. Por si fuera poco, un español
está a punto de coronarse campeón mundial de
Fórmula 1 con Ferrari, algo que no consigue ningún italiano desde Alberto Ascari en, ni más ni
menos, 1953.
SIN EMBARGO... Sin embargo, cuando tenemos
que enfrentarnos con un equipo italiano siempre
sentimos un cosquilleo en la boca del estomago.
¿Nos volverán a hacer la puñeta? ¿Vencerá el odiado catenaccio?, pensamos mientras nos comemos
un plato de pasta cubierto de delicioso queso parmesano. Che será, será, como decía la canción.
TRIBUNA MARCA
POR
GABRIEL MASFURROLL
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y Carlos Carpio
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Redacción: Avenida de San Luis, 25-27, 1ª planta - 28033 Madrid
La LFP quiere poner
precio al Derecho
a la Información
La Libertad de Información es un derecho fundamental de todos los ciudadanos que residen en España. Así lo establece la
Constitución Española, que, en su artículo 20, deja bien claro
que “no puede restringirse mediante ningún tipo de censura
previa” y que sus únicos límites son “el derecho al honor, a la
intimidad, a la propia imagen y a la protección de la juventud y
de la infancia”. La decisión de la Liga de Fútbol Profesional
(LFP) de empezar a cobrar a las emisoras de radio por cubrir
los partidos supone, por tanto, un atentado grave, frontal y directo contra un derecho reconocido en la Carta Magna.
El organismo que preside José Luis Astiazarán pretende ponerle precio a un derecho fundamental de todos los españoles
y eso es, sencillamente, inaceptable. La Liga no puede en absoluto justificarse aduciendo el ejemplo de las televisiones. Éstas
pagan por retransmitir en exclsuvidad un evento deportivo.
Pero ése no es el caso que se está planteando ahora. La LFP no
contempla la posibilidad de vender los derechos de retransmisión radiofónica a una sola cadena, sino que pretende que todas las radios paguen por ejercer la misma labor que desempeñaban hasta ahora, es decir, garantizar el Derecho a la Información de los ciudadanos.
Con esta medida, la Liga demuestra un profundo desconocimiento del marco jurídico español y, lo que es aún más preocupante, una ignorancia absoluta de su negocio. Y es que está
yendo contra la Constitución pero también contra sus propios
intereses. La radio ha tenido, tiene y tendrá un papel fundamental en el desarrollo del fútbol en España. Un rol, por cierto,
que ni la TDT ni Internet ni ninguno de los nuevos soportes ha
sido capaz de arrebatarle. Los programas del domingo por la
tarde son una de las señas de identidad más arraigadas
de este país. ¿Qué sería de la Liga sin ellos? Ésa es la
pregunta que debería hacerse Astiazarán.
M
MIS BREVERÍAS
POR
JORGE QUIROGA
La medicina y el deporte
La gran semana de Alonso
Hace unos 30 años inicié mi carrera en el sector hospitalario.
Probablemente fue debido a mi
pasado como deportista de alta
competición y por haber tenido a
mi lado, durante mi época en la
Residencia Blume, a excelentes
pioneros en medicina deportiva,
como los doctores Balius, Bestit,
Galilea, Serra Grima...
Hace una semana Guardiola
agradecía públicamente a todos
los médicos, rehabilitadores, fisioterapeutas y recuperadores el
magnífico trabajo realizado con
Xavi. A lo largo de mi periplo profesional me he encontrado con
Al Mundial de Fórmula 1 le quedan como mucho 9 días de vida. Si Brasil no dicta sentencia este fin de semana, lo hará
Abu Dhabi el que viene. En todo caso, Fernando Alonso está
ante su semana grande, en la que puede lograr —y yo creo
que lo hará en Interlagos mañana domingo— su tercera corona como campeón del mundo.
Si Alonso estropea el deseo de Bernie Ecclestone de que
ganen Vettel o Webber, abandonará el selecto club de los
bicampeones, donde ha estado en compañía de pilotos como
Mika Hakkinen, Emerson Fittipaldi, Jim Clark, Graham
Hill o Alberto Ascari, para engrosar el de los tricampeones
junto a Jack Brabham, Jackie Stewart, Niki Lauda, Nelson
Piquet y Ayrton Senna. Todos ellos leyendas de la F1, igual
que algún día será considerado el asturiano.
Que es el mejor piloto de la parrilla, Alonso lo ha dejado
claro con su remontada. Sólo le queda demostrar ahora que
no sólo es el mejor, sino el campeón.
fantásticos médicos que han permitido el progreso del deporte.
Desde Mikel Sánchez, descubridor con Anitua de los factores de
crecimiento, pasando por los doctores Ripoll y De Prado, a los que,
desde Murcia, tantos pies de futbolistas les están agradecidos. Xavier Mir, el dios de los motoristas,
así como Enric Cáceres, el catedrático de la espalda y asesor del
Barça. Ángel Villamor, por cuyas
manos pasan no sólo deportistas
sino también los mejores toreros
en la capital; Monllau, para quien
las rodillas no tienen secretos; Nacho Ginebreda y su maestro, ge-
nio de genios, en la cirugía ortopédica, José María Vilarrubias; el
sabio Guillén; el catalán internacional Ramón Cugat; Rafa Arriaza desde su Coruña natal y Ángel
Ruiz Cotorro, en quien más del
70% de los tenistas del top ten
mundial depositan su confianza.
Gracias a ellos y a muchos más
que me dejo por falta de espacio.
Trabajando con los entrenadores
y sus staffs, han mejorado las prestaciones del deporte y permiten
que el resto de mortales lo practiquemos con más seguridad, eficiencia, añadiendo valor a nuestra
calidad de vida.