CRONICA TRIBUTARIA NUM. 106/2003 (101-128) LA SEPARACIÓN DE LOS PROCEDIMIENTOS TRIBUTARIOS DE COMPROBACIÓN Y SANCIONADOR (Parte IV) (*) II Jornada de Técnica Tributaria Aplicada organizada por el Instituto de Estudios Fiscales y el Consejo para la Defensa del Contribuyente (**) SUMARIO 1. LA SEPARACIÓN DE LOS PROCEDIMIENTOS TRIBUTARIOS DE COMPROBACIÓN Y SANCIONADOR. (B. SESMA SÁNCHEZ). 1.1. Introducción. 1.2. Premisa: la separación entre los procedimientos tributarios de comprobación y sancionador debe mantenerse. 1.3. Posibles soluciones normativas a los problemas que plantea la actual separación de los procedimientos tributarios de comprobación y sancionador. 1.3.1. Aspectos orgánicos. 1.3.2. Forma de iniciación del expediente sancionador. 1.3.3. Plazo de iniciación del procedimiento sancionador tributario. 1.3.4. Cómputo e interrupción de la prescripción de la acción para sancionar infracciones tributarias. 1.3.5. La incorporación formal al procedimiento sancionador de los datos y pruebas obtenidos con ocasión de la instrucción del procedimiento de comprobación tributaria. 1.3.6. La tramitación abreviada del procedimiento sancionador. 1.3.7. Acumulación de recursos contra la liquidación y la sanción. 2. SOBRE LA SEPARACIÓN DEL PROCEDIMIENTO SANCIONADOR Y LOS DE COMPROBACIÓN Y LIQUIDACIÓN TRIBUTARIAS (E. ESEVERRI MARTÍNEZ y G. PÉREZ RODILLA). (*) Las presentes ponencias reflejan los debates doctrinales desarrollados en el seno del Instituto de Estudios Fiscales sobre posibles propuestas teóricas para solucionar las dificultades que presenta la separación de los procedimientos tributarios de comprobación y sancionador, dificultades que han preocupado especialmente al Consejo de Defensa de los Contribuyentes. En este número de la revista aparecen la ponencia de Dª BEGOÑA SESMA SÁNCHEZ junto con la Propuesta definitiva del Consejo de Defensa del Contribuyente. (**) Dicha Jornada tuvo los siguientes coordinadores: D. JOSÉ JUAN FERREIRO LAPATZA (Presidente del Consejo para la Defensa del Contribuyente); D. PEDRO M. HERRERA MOLINA (Vocal Asesor del Instituto de Estudios Fiscales) y D. PABLO CHICO DE LA CÁMARA (Profesor Titular de Derecho Financiero y Tributario Universidad Rey Juan Carlos). – 101 – ESTUDIOS Y NOTAS / CRÓNICA TRIBUTARIA 106-2003 1. LA SEPARACIÓN DE LOS PROCEDIMIENTOS TRIBUTARIOS DE COMPROBACIÓN Y SANCIONADOR Begoña Sesma Sánchez Profesora Titular de Derecho Financiero y Tributario Universidad de Oviedo 1.1. Introducción El presente trabajo constituye la ponencia y propuesta normativa presentada en la segunda sesión de las Jornadas de Técnica Tributaria Aplicada celebradas en el Instituto de Estudios Fiscales, en colaboración con el Consejo para la defensa del contribuyente, el día 29 de noviembre de 2001, con el fin de analizar los problemas que actualmente plantea la separación entre los procedimientos tributarios de comprobación y sancionador establecida preceptivamente, como es sabido, en el artículo 34 de la LDGC. Estas jornadas tomaron como punto de partida dos propuestas sustancialmente divergentes. Una, a favor de una tramitación simultánea de ambos procedimientos tal y como estaba antes de la aprobación de la LDGC y otra, partidaria de mantener la separación e independencia del procedimiento sancionador aunque haciendo hincapié en la necesidad de reformar o solventar, al menos, las siguientes cuestiones: — Momento y forma del acuerdo de apertura de iniciación del procedimiento sancionador. — Conveniencia o no de que ambos procedimientos se instruyan por órganos distintos. — Cómputo e interrupción de la prescripción del procedimiento sancionador. — La incorporación formal al procedimiento sancionador de actuaciones y pruebas obtenidas en el procedimiento de comprobación tributaria. — La llamada tramitación abreviada del procedimiento sancionador. — La posible acumulación de los recursos de revisión cuando se impugnan la liquidación y la sanción tributarias. Las páginas que siguen recogen, de forma sistemática y concisa, algunas de las soluciones y propuestas normativas que, a nuestro juicio, pueden resultar apropiadas para resolver estos problemas. 1.2. Premisa: la separación entre los procedimientos tributarios de comprobación y sancionador debe mantenerse Es cierto que la independencia y separación del procedimiento sancionador tributario respecto del de comprobación está revelando en la práctica más problemas, quizás, que la anterior tramitación simultánea de ambos (1). Sin embargo, volver a la tramitación concurrente no constituye, (1) Así, los citados en la primera de las propuestas utilizadas como «documento de trabajo» de estas jornadas, tales como la complejidad y dilación de los expedientes, los problemas relativos a la interrupción de la prescripción de la acción para sancionar, los efectos de la conformidad del contribuyente, la coordinación de ambos procedimientos (a los efectos, por ejemplo, de la incidencia de una modificación de la cuota regularizada en la propuesta de sanción ya notificada) o las cuestiones relativas a la dificultad de acumular los recursos contra la cuota y contra la sanción así como el riesgo, cuando la acumulación es imposible por razones temporales o de cuantía, de resoluciones contradictorias. – 102 – «II Jornada de Técnica Tributaria Aplicada organizada por el I.E.F y el Consejo...» a nuestro juicio, una solución satisfactoria. Primero, porque la citada tramitación simultánea también planteaba problemas —en su mayoría relacionados con la inadecuada e insuficiente garantía de los derechos de defensa del presunto infractor y con la «judicialización» del procedimiento de comprobación— que propiciaron, de hecho, la independencia y separación del procedimiento sancionador. Retroceder no es, pues, de principio, un remedio adecuado. Segundo, porque la alternativa de una tramitación conjunta de los procedimientos de comprobación y sancionador, a voluntad del contribuyente y formalizada al inicio del procedimiento de inspección es, jurídicamente, insostenible. La renuncia a un expediente administrativo sancionador, separado e independiente del procedimiento de comprobación, que actualmente debe instruirse preceptivamente de oficio a tenor de lo dispuesto en el artículo 34 de la LDGC, no puede configurarse como un derecho subjetivo de los contribuyentes. Los procedimientos administrativos no son renunciables, o existen o no y cuando además se configuran como procedimientos de oficio no puede quedar a voluntad del afectado instar o no su tramitación. La previsión normativa de un procedimiento sancionador independiente, como cualquier otro procedimiento administrativo, constituye una garantía objetiva de interés general para la Administración y para todos los administrados que se establece para asegurar un ejercicio reglado, objetivo y generalizado de la potestad sancionadora administrativa en materia tributaria. El expediente sancionador no se establece únicamente en beneficio del presunto infractor cuya tramitación pueda o no evitar, sino que existe en aras de un interés común superior. Además resulta incongruente «renunciar» al inicio del procedimiento de comprobación a un expediente sancionador «distinto» sin conocer aún el resultado de tal comprobación. De hecho, lo normal será que los indicios de infracción no se deduzcan sino una vez que la comprobación ya se ha avanzado (2). Si lo que se pretende es una tramitación más ágil de ambos procedimientos existen, a nuestro juicio, otras alternativas idóneas para el mismo fin y más correctas desde el punto de vista de la dogmática jurídica. Así, por ejemplo, agilizar la tramitación del expediente cuando el presunto infractor manifieste su conformidad bien con la propuesta de resolución o bien, incluso, con el contenido recogido en el acuerdo de iniciación del expediente (siempre que en él se contengan los elementos esenciales del tipo infractor que se impute y la cuantificación de la correspondiente sanción) o cuando se renuncie expresa o tácitamente al trámite de audiencia. Cualquiera de estas alternativas contribuirían a «agilizar» la completa regularización de la situación tributaria del sujeto sin necesidad de renunciar, de forma incierta y sin las adecuadas garantías, a un expediente sancionador previsible. Tercero, porque además existen razones para mantener la necesaria separación entre los procedimientos tributarios de comprobación y sancionador que, sintéticamente, pueden delimitarse como sigue: La potestad sancionadora del Estado es única, aunque se desarrolle a través del Derecho penal y del Derecho administrativo sancionador. Ello justifica, como ha puesto de relieve nuestro TC en diversas ocasiones, que los principios inspiradores del ius puniendi deban estar presentes en la imposición administrativa de sanciones, aunque sea con «matices» respecto de su aplicación en el ámbito penal. Entre tales principios informadores de la potestad sancionadora se encuentra la tramitación de un procedimiento específico que determine la imputación de un deli- (2) Esto es, ¿cómo es posible configurar como potestativa la renuncia al expediente sancionador al momento de iniciarse el procedimiento de comprobación si el interesado, todavía, no ha sido «acusado» de ninguna infracción tributaria y no conoce los resultados que le depare la comprobación e inspección?. – 103 – ESTUDIOS Y NOTAS / CRÓNICA TRIBUTARIA 106-2003 to o una infracción administrativa a un sujeto y, previa audiencia, acuerde la correspondiente pena o sanción. El «derecho a un proceso público» que el artículo 24 de la CE exige para el ámbito penal se convierte, de forma matizada, en el ámbito administrativo sancionador en el «derecho a un procedimiento» que determine la infracción cometida y su respectiva sanción. Evidentemente nuestro texto constitucional no exige que el procedimiento sancionador tributario sea «independiente» — como no lo hace respecto de otros muchos procedimientos— pero la necesidad de garantizar, aunque sea de forma «matizada» los derechos de defensa del presunto infractor implica, a nuestro juicio, la exigencia de un cauce procedimental específico con esa finalidad principal, ya se llame «expediente» ya se denomine «procedimiento». De lo que se trata, por tanto, es de que exista un conjunto de actuaciones administrativas directa y principalmente encaminadas a determinar la comisión de una infracción tributaria, imputarla a un sujeto y aplicar la sanción correspondiente (3). La independencia y separación de los procedimientos de comprobación y sancionador debe existir para garantizar la respectiva finalidad de uno y otro y la vigencia de sus respectivos principios informa- dores, que no son comunes y que en muchos casos resultan contrapuestos entre sí (v.gr. el derecho de colaborar frente al derecho a no autoincriminarse). La confusión procedimental debilita los derechos de defensa del presunto infractor y, simultáneamente, constituye un obstáculo para el ejercicio de la función comprobadora que, en muchas ocasiones, como se ha puesto de manifiesto reiteradamente, se convierte en un procedimiento «judicializado». También desde la perspectiva del principio de seguridad jurídica, y de su manifestación a través de los principios de claridad y transparencia procedimental y de adecuación al fin, es necesario que la imposición de sanciones tributarias se acuerde a través de un iter procedimental directamente encaminado a determinar la infracción cometida, el sujeto infractor y la respectiva sanción, en el que se respeten adecuadamente los derechos de defensa del imputado sin que confluyan en él otras consideraciones que dificulten u obstaculicen su propia y principal finalidad. En la actualidad, además, no puede desconocerse que el artículo 34 de la LDGC impone preceptivamente la necesidad de tramitar un expediente específico (distinto o independiente, en todo caso) del instruido para la comprobación e in- (3) Lo cual no empece para que, como sucede en el ámbito administrativo sancionador común, en los expedientes o procedimientos sancionadores puedan, accesoriamente, resolverse otras cuestiones como la responsabilidad civil y el eventual derecho a una indemnización. Recientemente el TEDH (asunto J.B. contra Suiza, de 3 de mayo de 2001) ha reafirmado que el CEDH no exige una separación o independencia del procedimiento sancionador respecto del procedimiento de comprobación sino que, independientemente de los medios utilizados por cada Estado, ya sea un único procedimiento o dos, deberán respetarse las garantías señaladas por el citado Convenio cuando el resultado de la actuación administrativa sea una infracción o responsabilidad sancionadora. Según nuestro criterio, esta posición del TEDH no puede erigirse en argumento en contra de la separación del procedimiento sancionador respecto del procedimiento de comprobación porque, en modo alguno, el TEDH se opone a ello. Antes bien, deja libertad a los Estados para que impongan sus respectivas sanciones administrativas en materia tributaria como deseen con la condición de que, en todo caso, si el resultado de un procedimiento es una sanción, en él han de respetarse los derechos de defensa del art. 6 de la Convención. Siendo así, según nuestro criterio, lo que resulta evidente es que los citados derechos de defensa del art. 6 CEDH se garantizan tanto mejor cuanto más específico e independiente sea el procedimiento sancionador respecto del procedimiento de comprobación. De hecho, la tramitación conjunta de ambos no hace sino «contaminar» con derechos de defensa la tramitación del procedimiento de comprobación que, sin embargo, persigue otra finalidad y atiende a otros principios radicalmente distintos a los que informan el procedimiento sancionador. – 104 – «II Jornada de Técnica Tributaria Aplicada organizada por el I.E.F y el Consejo...» vestigación de la situación tributaria del sujeto infractor para la imposición de sanciones tributarias. Esa tramitación independiente de los expedientes sancionadores también deriva del artículo 134 de la LRJAP-PAC que, bajo la rúbrica de «garantía de procedimiento» dispone que el ejercicio de «la potestad sancionadora requerirá procedimiento legal o reglamentariamente establecido» y que «en ningún caso se podrá imponer una sanción sin que se haya tramitado el respectivo procedimiento». Este precepto, en cuanto norma de régimen jurídico informadora de la potestad sancionadora de todas las Administraciones públicas, obliga según nuestro criterio a establecer un cauce procedimental específico para la imposición de sanciones tributarias. La jurisprudencia constitucional ha confirmado además, en diversas ocasiones, la relevancia de la garantía procedimental para la imposición de sanciones tributarias. Así, a título de ejemplo, cuando la ausencia de un adecuado procedimiento sancionador se ha erigido en argumento para declarar inconstitucionales diversos recargos de naturaleza sancionadora. Nuestro TC ha declarado expresamente que la regulación legal de uno de los referidos recargos (en referencia al antiguo recargo del 50 por 100 por ingresos extemporáneos sin requerimiento previo) respetaba las garantías de certeza que se derivan del principio de legalidad penal, pero «no era acorde, sin embargo, con las garantías que se deducen del art. 24.2 CE, pues la norma que lo consagraba no sólo no establecía expresamente que debiera aplicarse respetando dichas garantías sino que el tenor literal de la misma conducía a su aplicación de plano, esto es, sin audiencia previa». En consecuencia nuestro TC ha amparado a los recurrentes porque en la aplicación de plano del citado recargo «no se han respetado las garantías procedimentales propias de los actos de naturaleza sancionadora, infringiendo de este modo el derecho a no padecer indefensión en este tipo de procedimientos y, en consecuencia, el art. 24.2 CE» (4). También en el ámbito de la jurisdicción contencioso administrativa son numerosas las ocasiones en las que los tribunales se han referido a la identidad y especialidad del procedimiento sancionador tributario frente al de comprobación como, por ejemplo, al tiempo de justificar la suspensión automática de las sanciones frente a las cuotas, de anular las sanciones tributarias acordadas sin un previo trámite de audiencia, de afirmar la relevancia de los principios de culpabilidad y proporcionalidad en la fijación de las sanciones, etc. Ahora bien, sin perjuicio de lo anterior, la separación e independencia del procedimiento sancionador tributario frente al de comprobación no debe impedir que, por diversas razones (ámbitos territoriales de aplicación, por ejemplo) y, en particular, por la dependencia cuantitativa de la sanción a imponer respecto de la cuota tributaria comprobada en el caso de infracciones tributarias graves, el procedimiento sancionador tributario presente su propia «singularidad» dentro de los procedimientos administrativos sancionadores. 1.3. Posibles soluciones normativas a los problemas que plantea la actual separación de los procedimientos tributarios de comprobación y sancionador 1.3.1. Aspectos orgánicos A diferencia de lo que sucede con la competencia orgánica para la imposición de sanciones no pecuniarias que en los artículos 81.1 (letras a), b) c)) LGT y 27 del RRST se atribuye a determinados órganos ajenos a las actuaciones comprobadoras en las que, en su caso, pudieron dedu- (4) Vid., STC 93/2001, de 2 de abril, FFJJ 3 y, en el mismo sentido, las SSTC 307/2000, de 18 de diciembre, FFJJ 3 y 4; 312/2000, de 18 de diciembre; 23/2000, de 29 de enero, FFJJ 2 y 3; 25/2000, de 29 de enero, FFJJ 2 y 3 y 26/2001, de 29 de enero, FFJJ 3 y 4, entre otras. – 105 – ESTUDIOS Y NOTAS / CRÓNICA TRIBUTARIA 106-2003 cirse los indicios de la comisión de las infracciones tributarias a las que se asocian, la competencia orgánica para la imposición de sanciones pecuniarias por infracciones graves reside en quien tenga competencia para dictar los correspondientes actos de liquidación provisionales o definitivos (artículos 81.1.e) LGT y art. 26 RRST) y, respecto de las infracciones simples, en quienes desarrollaron las actuaciones en cuyo procedimiento se pusieron de manifiesto los hechos o actuaciones que pudiesen ser constitutivos de infracción tributaria simple (artículo 63 ter.2 in fine RGI). Ello significa, en definitiva, para el caso de infracciones graves deducidas de un procedimiento de inspección, que será el inspector actuario que hubiera practicado la comprobación o investigación o, en su caso, el Inspector-jefe, los órganos competentes para iniciar el expediente sancionador (artículo 63.bis.2 RGI); que, además, la instrucción y tramitación del expediente podrá encomendarse al mismo funcionario, equipo o unidad que hubiera desarrollado la actuación de comprobación o investigación o a otro funcionario, equipo o unidad distinto en función de las necesidades del servicio o de las circunstancias del caso (artículo 63.bis. 3 RGI) (5) y que la resolución del expediente sancionador será competencia del Inspector-jefe (artículo 63.bis. 4 RGI) si bien podrá resolver tácitamente —esto es, no modificando la propuesta de resolución formulada por el instructor— cuando el presunto infractor muestre su conformidad con la propuesta de resolución del expediente y aquel no la rectifique en el plazo de un mes desde que se manifestó dicha conformidad (artículo 63.bis.8 RGI) (6). En otras palabras, el procedimiento sancionador puede ser instruído o tramitado por el mismo órgano que realizó la comprobación, a quien también compete practicar la propuesta de resolución del expediente sancionador que, a su vez, tácitamente podrá ser aceptada sin más como resolución definitiva por el Inspector jefe en determinados casos. No hay, por tanto, diferenciación alguna entre los órganos que comprueban y los que sancionan y, dentro de éstos, la diferencia entre quien instruye y resuelve es irrelevante en la medida en que se establece esa resolución tácita de los expedientes sancionadores. En esta situación, a nuestro juicio, resulta evidente que no se garantiza adecuadamente la objetividad e imparcialidad del órgano sancionador si directamente ha estado implicado en una comprobación inquisitiva de la que deriva el expediente sancionador. Para evitarlo, en el ámbito penal existe la separación entre el órgano instructor y el órgano juzgador, que también ha sido reconocida en el artículo 134.2 LRJAP-PAC cuando establece que «los procedimientos que regulen la potestad sancionadora deberán establecer la debida separación entre la fase instructora y la sancionadora, encomendándola a órganos distintos». Como ha puesto de manifiesto nuestro TC (7), tal diferenciación orgánica tiene, evidentemente, un alcance relativo dentro de la organización administrativa y, por ello, se considera suficiente que venga referida no tanto a órganos como a «unidades orgánicas» dife- (5) Tratándose de infracciones simples deducidas de un procedimiento de inspección, ni siquiera son relevantes las circunstancias del caso o las necesidades del servicio para encomendar la tramitación e instrucción del expediente sancionador a un funcionario distinto del que desarrolló las actuaciones comprobadoras en las que se dedujeron las respectivas infracciones. (6) En el caso de las infracciones simples, en virtud de lo dispuesto en el artículo 81.1.d) LGT y 25 RSST, serán competentes para la imposición (resolución) de las sanciones los directores generales del Ministerio de Hacienda, los directores de departamento de la AEAT y los delegados o administradores de la Agencia así como los delegados del Ministerio de Hacienda en la esfera territorial. Con ello se produce la paradoja, a nuestro juicio, de que son superiores, en rango administrativo, los órganos competentes para imponer sanciones por infracciones tributarias simples que los competentes para imponer sanciones por infracciones tributaria graves. (7) Vid., por todas, la STC 22/1990, de 15 de febrero. – 106 – «II Jornada de Técnica Tributaria Aplicada organizada por el I.E.F y el Consejo...» renciadas de modo que, al menos, quede garantizado que el órgano/ funcionario/ unidad orgánica que ha de sancionar no coincida (ni dependa jerárquicamente) del órgano instructor. Pues bien, según nuestro criterio, tanto por la necesidad de asegurar la imparcialidad objetiva de quien tiene competencia para imponer una sanción y para apreciar la culpabilidad del infractor como por el hecho de que el citado artículo 134.2 LRJAP-PAC puede considerarse, según nuestro criterio, como «norma de régimen jurídico» informadora de la cualquier manifestación de la potestad administrativa sancionadora, el derecho tributario sancionador no puede desconocer la necesidad de una mínima separación orgánica entre quien instruye y quien resuelve en materia sancionadora. Y dado que la instrucción del expediente sancionador puede identificarse en el caso de las infracciones graves con el procedimiento de comprobación e investigación en el que se dedujeron y se atri- buye genéricamente al mismo órgano que desarrolló dicha comprobación, es necesario introducir una modificación que encomiende cada una de estas actuaciones, que corresponden a dos procedimientos distintos, a órganos o unidades orgánicas diferenciadas no vinculadas entre sí por una relación de jerarquía (8). Desde esta perspectiva caben básicamente, a nuestro juicio, dos alternativas, cualquiera de ellas mejor, en todo caso, que la de plantear en sede jurisdiccional la aplicación o no del citado artículo 134.2 LRJAP-PAC o discutir la constitucionalidad de la inexistencia dicha dualidad orgánica en el ámbito tributario, argumentaciones que, a nuestro juicio, no tardarán en plantearse de mantenerse la situación actual (9): O bien exigir que la instrucción y tramitación del expediente sancionador necesariamente se encomiende a funcionarios, unidades o equipos distintos a los que practicaron la comprobación (10), o bien (8) La separación orgánica entre el órgano comprobador y el órgano sancionador, en tanto que necesaria para garantizar la imparcialidad objetiva de éste último también se fundamenta también en la propia jurisprudencia del TEDH que exige las máximas garantías para garantizar el derecho a un juez u órgano sancionador independiente e imparcial establecido en el artículo 6 del Convenio (vid., por todas, STEDH Castillo Algar/España de 28 de octubre de 1998) y viene considerando que dicho precepto también rige cuando se trata de la imposición de sanciones administrativas en el ámbito tributario (por todas, STEDH J.B/ Suiza, de 3 de mayo de 2001). Sobre esta fundamentación a favor de avanzar en la separación orgánica entre el órgano comprobador y el sancionador vid., entre los trabajos más recientes, M.A.CAAMAÑO ANIDO, «Separación de procedimientos —de liquidación y sancionador— sin separación de órganos», Impuestos, nº 15-16, 2000, págs. 1613 y ss. Más moderada es la postura de otros autores, como ESCRIBANO LÓPEZ, para quien «no dejan de ser poderosas las razones que aconsejarían esa dualidad orgánica» y, aunque, «la mera sospecha de contaminación es merma suficiente de la seguridad porque desemboca inevitablemente en desconfianza… esa apreciación empiríca o fenomenológica no puede enturbiar un análisis objetivo de la norma». Por ello, no encuentra razones normativas ni principios constitucionales que funden un reproche de ilegalidad de esta unicidad orgánica contenida en el RRST, vid., «El procedimiento sancionador en la Ley de Derechos y Garantías de los contribuyentes y su desarrollo reglamentario», Estudios Financieros, nº 196, 1999, pág. 15. (9) Sobre todo teniendo en cuenta que dicha dualidad orgánica ya existe parcialmente respecto de sanciones pecuniarias por infracciones simples, de sanciones no pecuniarias e incluso, en determinados supuestos de infracciones tributarias graves por razón de la competencia sancionadora de las Administraciones territoriales respecto de ciertos tributos cedidos. (10) Esta es, de hecho, la forma de proceder en el Departamento de Gestión Tributaria, dado que, de conformidad con lo dispuesto en la Resolución de 24 de junio de 1999, de la Presidencia de la AEAT sobre organización y atribución de funciones en el ámbito de competencias del Departamento de Gestión Tributaria, se reconoce la «autonomía» de la Sección de Procedimiento Sancionador (con competencia para acordar el inicio, instruir y formular la propuesta de resolución de los expedientes sancionadores por infracciones tributarias en vía de gestión tributaria) respecto de las distintas Secciones a las que corresponde la realización de actuaciones de comprobación por los órganos de gestión relativas a cada una de las diferentes figuras impositivas. – 107 – ESTUDIOS Y NOTAS / CRÓNICA TRIBUTARIA 106-2003 crear unidades órgánicas específicas con competencia sancionadora (11). Según nuestro criterio, sin perjuicio de reconocer las dificultades organizativas y presupuestarias que puedan derivarse, resulta más oportuno la segunda de las dos alternativas citadas, la creación de unidades orgánicas específicas (formen o no un Departamento de régimen sancionador tributario independiente) distintas y ajenas a los departamentos de inspección, gestión y recaudación (12). La objetividad e imparcialidad que persigue la separación de órganos no se consigue, según nuestro criterio, mientras los órganos sancionadores hayan intervenido en la comprobación o inspección en la que se dedujeron indicios de la comisión de una infracción tributaria o dependan jerárquicamente del órgano comprobador (Inspector-Jefe). La creación de unidades orgánicas con competencia específica en materia sancionadora asegura, por tanto, un juicio de culpabilidad objetivo, adecuado a las circunstancias del caso, y no «contaminado» por el desarrollo de anteriores actuaciones comprobadoras. 1.3.2. Forma de iniciación del expediente sancionador Con relación a la forma de iniciación del expediente sancionador el problema actual reside en determinar la relevancia conferida a la motivación del acta a que hace referencia el apartado j) del artículo 49.2 del RGI. A tenor del mismo resulta que, «en su caso, se hará constar la ausencia de motivos para proceder a la apertura de procedimiento sancionador, en el supuesto de que, a juicio del actuario, no esté justificada su iniciación». La primera crítica que puede hacerse a este inciso es el hecho de que conciba el expediente sancionador como resultado lógico de toda comprobación ya que, nótese, la motivación en el acta se exige cuando a juicio del actuario no existen motivos para iniciar tal expediente sancionador. Pues bien, se- (11) Según mi criterio, el derecho a la recusación que asiste a todo contribuyente —aunque no se explicite como tal en nuestra normativa tributaria— no constituye una solución satisfactoria a este problema. Y no lo es porque, un abuso de dicho derecho generaría un incremento nada beneficioso de los incidentes de recusación y añadiría, a nuestro juicio, una complejidad y dilación innecesarias al procedimiento sancionador. (12) Este «Departamento de régimen sancionador tributario» o unidad orgánica específica creada para la tramitación de la resolución de expedientes sancionadores debería tener conocimiento del resultado de las comprobaciones practicadas por cualquier órgano de la estructura de la AEAT, sin perjuicio de sus propias facultades comprobadoras de modo que, en su seno, de oficio, por decisión de su titular o previa petición razonada de otros órganos podría acordar la iniciación de los expedientes sancionadores. A estos fines, según mi criterio, debería considerarse expresamente como «petición razonada» de otros órganos la motivación contenida en las actas de Inspección o en cualquier otro documento que acreditara la realización de una comprobación en la que se hubieran deducido indicios de infracciones tributarias. Asimismo, según mi criterio, la ausencia de motivos para la apertura del procedimiento sancionador a juicio del órgano que hubiera practicado la comprobación e investigación no impediría, en su caso, la iniciación del expediente sancionador si así lo acordara de forma motivada el titular de dicha unidad orgánica o departamento sancionador. Aislada de este modo la competencia sancionadora de la comprobadora que constituye, en realidad, la verdadera instrucción del expediente sancionador, no habría mayor inconveniente a nuestro juicio en admitir una resolución tácita del expediente sancionador si, por ejemplo, en el transcurso de un mes desde la notificación de la propuesta de resolución del expediente por el órgano instructor, el órgano competente para resolver no modificara dicha propuesta. Esta solución evitaría también la incoherencia actual que se deriva del mayor rango administrativo de los órganos competentes para la imposición de sanciones por infracciones simples (competencia que actualmente reside en Directores Generales del Ministerio, Delegados de la AEAT, Delegados Especiales, etc.) respecto de los competentes para la imposición de sanciones graves (en principio, cualquiera con funciones liquidadoras). También ayudaría a solventar, en su caso, las competencias concurrentes o compartidas entre distintos órganos respecto de la imposición de sanciones no pecuniarias. – 108 – «II Jornada de Técnica Tributaria Aplicada organizada por el I.E.F y el Consejo...» gún mi criterio, la motivación debe ser preceptiva tanto si no se aprecian motivos o indicios de infracción como si los hay porque lo relevante es, precisamente, conocer si se han deducido pruebas de la comisión de infracciones tributarias y no a la inversa. Además, la ausencia de motivos para iniciar el expediente sancionador reflejada como tal en el acta no debe impedir la iniciación del expediente sancionador si así lo acuerda, de forma motivada el Inspector Jefe. De hecho, debe retenerse que en la actualidad la competencia para iniciar el expediente sancionador tanto compete al actuario que practicó la comprobación como al Inspector Jefe quien no está vinculado por la motivación que conste en el acta (13). Por otra parte, debería precisarse que este extremo (la constancia o no de motivos para iniciar el expediente sancionador) en cuanto contenido del acta debe quedar al margen de la «conformidad» del obligado tributario en el procedimiento de inspección a riesgo de que, por esta vía, nos encontremos con una confesión de culpabilidad anticipada. La intervención del «inspector jefe» plantea también otro problema adicional y es que conforme a lo dispuesto en el artículo 63.bis.2 del RGI parece preceptiva, en todo caso, la autorización del Inspector Jefe para acordar la iniciación del expediente sancionador. De hecho, la citada Instrucción 3/1999, de 4 de noviembre dispone literalmente que «el expediente sancio- nador no podrá iniciarse hasta que no obre en poder del funcionario, equipo o unidad competente para acordar su inicio, la autorización a tal efecto otorgada por el Inspector-jefe correspondiente. Así, cuando se considere procedente la apertura del expediente sancionador, si llegado el momento de inicio del trámite de audiencia correspondiente a la actuación de comprobación o investigación de la situación tributaria del contribuyente, el funcionario o equipo o unidad que hubiera desarrollado la misma no hubiera recibido autorización alguna deberá solicitarlo en dicha fecha». Según mi criterio, la inexistencia de tal autorización preceptiva —que opera de momento como requisito procedimental interno dentro del funcionamiento del Departamento de Inspección— no invalidaría el expediente sancionador por el simple hecho de que, amén de su fácil subsanación, permanece desconocida para el presunto infractor. Esto es, no está previsto que le sea notificada ni como acto aislado ni como contenido en el acuerdo de iniciación del expediente sancionador (14). No creo, por tanto, que dicha autorización se haya configurado como un requisito procedimental imprescindible. Su finalidad responde, simplemente, a la necesidad de controlar los expedientes sancionadores que puedan incoarse y sus circunstancias. Para evitar estos problemas, como indicamos anteriormente, sería más oportuno crear unidades orgánicas específicas con competencia sancionadora en la estructu- (13) Así se deduce de la modificación introducida por el Real Decreto 136/2000, de 4 de febrero, en el apartado 2 del artículo 63 bis del RGI. (14) El artículo 29.2 RRST se limita a señalar como menciones del acuerdo de iniciación las siguientes: a) Identificación de la persona o entidad presuntamente responsable. b) Hechos que motivan la incoación del procedimiento, su posible calificación y las sanciones que pudieran corresponder, incluyendo la cuantificación de las mismas. c) Organo competente para la resolución del expediente. d) Indicación del derecho a formular alegaciones y a la audiencia en el procedimiento así como del momento y plazos para su ejercicio. Con relación al contenido del acuerdo de iniciación del expediente sancionador resulta oportuno sugerir, de paso, que en el mismo se incluya una referencia a la identidad del órgano instructor de dicho expediente y que se introdujera una ligera modificación en el artículo 105.3 de la LGT relativo a la notificación de actos tributarios a fin de abarcar las notificaciones derivadas del procedimiento sancionador que, de momento, no aparecen en él expresamente citadas. – 109 – ESTUDIOS Y NOTAS / CRÓNICA TRIBUTARIA 106-2003 ra de la Administración tributaria que, de oficio, por decisión de su titular o previa petición razonada de otros órganos (consideración que merecería la motivación consignada en un acta de inspección o en cualquier otro documento que acreditara la realización de una comprobación o investigación tributaria) acordaran la iniciación del expediente sancionador. Esta iniciación debería estar, en todo caso, motivada y en particular cuando el órgano que hubiera practicado la comprobación o inspección al presunto infractor no hubiera apreciado motivos para acordar su tramitación. 1.3.3. Plazo de iniciación del procedimiento sancionador tributario El plazo de iniciación del procedimiento sancionador plantea actualmente dos problemas principales, aparte del relativo al cómputo de la prescripción de la acción para sancionar y a su interrupción por actuaciones de comprobación que será tratado posteriormente. El primero consiste en resolver la siguiente cuestión: ¿Pueden simultanearse el procedimiento de comprobación y el sancionador?. Al respecto caben, en la situación normativa actual, dos interpretaciones posibles: 1.ª Sí, porque el artículo 63.bis.2 del RG.I, cuando regula los órganos competentes para iniciar el expediente sancionador, no establece limitación alguna en materia de plazo y alude, de hecho, expresamente, a que su iniciación pueda ordenarse «en cualquier momento del procedimiento de comprobación e investigación». Del apartado 1 del mismo precepto también se deduce la posibilidad de acumular «la iniciación e instrucción» de ambos procedimientos cuando exista identidad en los motivos o circunstancias que determinan la apreciación de la infracción. Además, respecto de las infracciones graves que no derivan de un procedimiento de inspección (por ejemplo, las procedentes de una comprobación abreviada realizada por los órganos de gestión) y, en general, respecto de todas las infracciones simples, nada impide que su respectivo expediente sancionador se tramite o inicie de forma simultánea al procedimiento tributario en el que se aprecian indicios de dichas infracciones. Finalmente a favor de la posible simultaneidad de ambos procedimientos cabría aducir que el hecho de que para calcular las sanciones por infracciones graves sea necesario conocer o comprobar previamente la cuota no impide que, en su caso, el expediente sancionador pueda iniciarse pero su plazo se suspenda hasta conocer dicha cuota. 2.ª No es posible la tramitación simultánea de los procedimientos de comprobación y del sancionador porque cuando el 63.bis 1 del RGI habla de «tantos expedientes como actas» implícitamente está reconociendo la necesidad de que se haya incoado un acta de inspección y se haya calculado previamente una cuota. La necesidad de finalizar el procedimiento de comprobación antes de iniciar el expediente sancionador también está implícita en lo dispuesto en el artículo 49.2. j) RGI cuando dispone que, en las actas de inspección, «en su caso, se hará constar la ausencia de motivos para proceder a la apertura de procedimiento sancionador, en el supuesto de que, a juicio del actuario, no esté justificada su iniciación». Además, dado que las sanciones por infracciones graves dependen de la cuota defraudada no es posible iniciar el expediente sancionador hasta que no se conozca tal cuota. A favor de esta postura podría invocarse, incluso, la argumentación de la reciente STS de 10 de octubre de 2001 que, al analizar el problema de la relevancia penal de la prescripción tributaria entiende que, desde la perspectiva de los derechos de defensa y en particular del principio acusatorio, es necesario que el presunto infractor conozca con cierta precisión qué hecho punible se le imputa y ello, tratándose de delitos (o infracciones graves, para el caso que nos ocupa) que dependen de una determinada cuantía defraudada, no es posible en tanto no haya mediado liquidación administrativa o, cuando menos, se haya determinado la cuota defraudada, lo cual implicaría una comprobación previa y finalizada. – 110 – «II Jornada de Técnica Tributaria Aplicada organizada por el I.E.F y el Consejo...» Según nuestro criterio, teniendo presente la conveniencia de que existan órganos tributarios específicos para la imposición de sanciones tributarias, diferenciados de los órganos comprobadores, una alternativa podría ser la siguiente: el procedimiento sancionador podrá iniciarse en cualquier momento en el que se aprecien indicios de la comisión de una infracción tributaria sin perjuicio de su suspensión temporal cuando, para la imposición de sanciones graves (solo para este caso), sea necesario acreditar previamente la cuota defraudada. Finalizada la comprobación e investigación necesarias para la cuantificación de la cuota defraudada se reanudará el cómputo y la tramitación del procedimiento sancionador (15). A nuestro juicio, como regla general, no puede hacerse depender el inicio del expediente sancionador de la finalización de un procedimiento de comprobación porque ello solamente es «necesario» para la imposición de ciertas sanciones por infracciones graves que dependen previamente de la comprobación de una cuota tributaria determinada. Este requisito de procedibilidad, la previa comprobación y determinación de la cuota, no es necesario, sin embargo, ni para la imposición de sanciones por infracciones simples ni tampoco, incluso, para ciertas infracciones graves (por ejemplo, realizar declaraciones tributarias falsas o incompletas). La regla general, por tanto, debe ser la que permite el inicio del expediente sancionador tributario siempre que se aprecien indicios de la comisión de una infracción tributaria sin perjuicio de que, cuando sea necesario la previa acreditación de la cuota defraudada para la imposición de sanciones por infracciones graves, el expediente sancionador no se inicie en tanto en cuanto no exista esa previa determinación de la cuota defraudada o, en su caso, de haberse iniciado, pueda suspenderse en tanto se comprueba o determina esa cuota. Esta es, por otra parte, la solución seguida en otros ordenamientos, como el alemán a tenor de lo dispuesto en el parágrafo 393.1 de su Ordenanza tributaria y la que rige, de hecho, en nuestro sistema penal cuando el proceso penal se inicia sin una previa liquidación administrativa de la cuota defraudada. Es cierto que en la citada STS de 10 de octubre de 2001, el TS parece inclinarse por la necesidad de una «liquidación provisional» de la deuda tributaria como requisito de procedibilidad del delito fiscal, sin embargo, a nuestro juicio, ello no obsta para que, en caso de existir indicios suficientes de la comisión de una infracción tributaria ( o delito en su caso) aún sin haber agotado la comprobación administrativa ya pueda iniciarse la acción punitiva correspondiente. Según mi criterio, dado que de momento —aunque quizás sea deseable como propuesta normativa de lege ferenda— para dar traslado al Ministerio Fiscal del expediente cuando se aprecien indicios de delito fiscal no es necesario una previa liquidación administrativa en sentido formal, tampoco ésta ha de ser necesaria para la iniciación de un expediente sancionador por infracción tributaria (16). Prueba (15) Tal propuesta normativa implicaría la modificación del art. 63 bis RGI, apartados 1 y 2 en particular así como algunos ajustes en los actuales arts. 63 ter y 64 quater. (16) En efecto, a mi juicio, en la argumentación del TS de la citada Sentencia de 10 de octubre de 2001, el Tribunal alega razones prácticas y jurídicas para considerar que «la liquidación provisional del impuesto es un presupuesto de procedibilidad en el sentido técnico que le da la doctrina» para actuar en la vía penal por delito fiscal. Sin embargo, según mi criterio, como ya han puesto de manifiesto otros autores (vid., J.M.SILVA RODRÍGUEZ, y R.RAGUÉS I VALLES, «La determinación del hecho a efectos de prescripción del delito fiscal», Actualidad Jurídica Aranzadi, nº 507, noviembre 2001, pág. 5) resulta discutible exigir dicho requisito formal (la liquidación provisional) en la medida en que tal acto nunca tiene lugar en el procedimiento tributario de remisión del expediente al Ministerio Fiscal cuando se aprecian indicios de delito y, además, es perfectamente posible que, sin necesidad de que la Administración compruebe y liquide, los órganos judiciales tengan conocimiento de elementos fácticos suficientes para delimitar el objeto del proceso sin necesidad de que, sea requisito previo imprescindible, la previa intervención de la Administración tributaria. – 111 – ESTUDIOS Y NOTAS / CRÓNICA TRIBUTARIA 106-2003 de ello, es que el mismo TS, veinte días después de este fallo, en la Sentencia de 30 de octubre de 2001, aclara que realmente en el proceso penal por delito fiscal «no se requiere propiamente liquidación, ni siquiera provisional de carácter administrativo.. porque tal liquidación corresponderá a los órganos judiciales en fase de enjuiciamiento, los cuales determinarán el alcance de la cuantificación eludida por el acusado…» (fundamento jurídico noveno) (17). En definitiva pues, entiendo que para la iniciación del expediente sancionador, como regla general, no puede exigirse la terminación formal de una comprobación administrativa mediante una liquidación o propuesta de liquidación. Y, por supuesto, mucho menos cabe exigir la existencia de una cuota liquidada firme. Exigir la firmeza de la cuota liquidada para iniciar el expediente sancionador incitaría a la constante litigiosidad o revisión de las liquidaciones a fin de evitar, en su caso, el inicio de expedientes sancionadores y podría utilizarse como argumento a favor de la prescripción de la acción para sancionar (18). El segundo problema que se plantea es que, en la actualidad, salvo para el caso de infracciones graves que deriven de un procedimiento de inspección y para sanciones no pecuniarias, no está previsto un determinado plazo máximo para iniciar el expediente sancionador a salvo del genérico de la prescripción de la acción para sancionar. Esto significa que, para infracciones simples (deducidas de actuaciones de inspección, gestión o recaudación) y graves derivadas de una comprobación abreviada practicada por los órganos de gestión no existe un plazo máximo de inicio del expediente sancionador. Esta situación es criticable, de una parte, por la inseguridad jurídica que implica (por ejemplo, respecto de expedientes sancionadores incoados tres años después de acreditada la comisión de la infracción) y, de otra, por la discriminación que se establece respecto de los infractores «graves» deducidos de un procedimiento de inspección. Exclusiva- (17) La necesidad de aclarar el fallo de la anterior STS de 10 de octubre de 2001 se advierte bien cuando, en esta nueva sentencia, el TS indica literalmente que «en otras palabras, la STS 10.10.2001 se refiere sólo a las ocasiones en que la Agencia Tributaria tenía en su poder los elementos para determinar el impuesto evadido y en los que el Fiscal sólo se ha valido de las liquidaciones provisionales que le proporcionó la Agencia Tributaria», pero la «liquidación provisional» de la Administración no es requisito de procedibilidad exigible cuando «la Agencia Tributaria no tenía en su poder los elementos referentes a la base imponible (real), que sólo fueron puestos de manifiesto por la investigación judicial, y ello impedía notoriamente toda posibilidad de una liquidación provisional». «Ante tal situación —añade el Tribunal— … la determinación del hecho criminal dentro del plazo de prescripción del delito no dependerá de tal actuación administrativa». Sin ánimo de adentrarnos en este momento en la valoración conjunta de estos dos fallos, hay que dejar constancia de la confusión y complejidad de la postura mantenida por el TS. Si en la sentencia de 10 de octubre se argumentaba que «con la caducidad de las facultades de la Administración, establecida sin ningún límite, el legislador no puede haber querido aludir sólo al Poder Ejecutivo» y que «carecería de toda racionalidad jurídica que la ley sólo pretendiera eliminar a un organismo estatal especializado, trasladando sus facultades a otros no especializados que, en la práctica, necesitan de la cooperación del especializado para actuar eficazmente», en la Sentencia del día 30 del mismo mes, señala que «la determinación del hecho criminal dentro del plazo de prescripción del delito no dependerá de tal actuación administrativa». Según mi criterio, hacer depender de la «posesión» por la Agencia Tributaria de los elementos de prueba referentes a la base imponible defraudada para otorgar o no relevancia de la previa liquidación administrativa o al simple ejercicio de las facultades comprobadoras de sus órganos respecto de la iniciación de un proceso penal es un criterio absolutamente incierto e indeterminable, máxime si el TS sigue admitiendo, paradójicamente, que aún cuando la Administración no dispusiera de tales datos, es incongruente criminalizar hechos que carecen de relevancia, o la han perdido por el transcurso del tiempo, fuera del ámbito penal. (18) Por ello, a mi juicio, resulta criticable que en la actualidad, para la imposición de sanciones no pecuniarias, el artículo 29.5 RRST disponga que su respectivo expediente sancionador se realizará «una vez que haya adquirido firmeza la resolución del expediente administrativo del que se derive aquel». – 112 – «II Jornada de Técnica Tributaria Aplicada organizada por el I.E.F y el Consejo...» mente para las infracciones graves que resultan de un procedimiento de inspección, el artículo 49.2.j) inciso final del RGI dispone que si hubieran transcurrido los plazos señalados en los apartados 2 y 4 del artículo 60 del RGI (respecto de las actas de conformidad y disconformidad), esto es, un mes, y «no se hubiera ordenado la iniciación del procedimiento sancionador, el mismo no podrá iniciarse con posterioridad al transcurso de tales plazos, sin perjuicio de lo dispuesto en la Ley General Tributaria en materia de revisión de actos administrativos». Pues bien, a mi juicio, cualquier expediente sancionador debe iniciarse cuando los correspondientes órganos con competencias sancionadoras aprecien indicios de la comisión de una infracción tributaria y, como máximo, en el plazo de un mes después de haber finalizado la comprobación en la que se dedujeron los indicios de la respectiva infracción tributaria. Este plazo máximo de inicio debe existir para evitar que, por ejemplo, finalizada un acta de inspección con descubrimiento de deuda y apreciados indicios de infracción grave, el expediente sancionador no se inicie hasta dos o tres años después. Y este plazo máximo de inicio del ex- pediente sancionado ha de ser común para todo tipo de infracciones tributarias y no sólo para las graves apreciadas por el Departamento de Inspección. De ahí que, según mi criterio, el procedimiento sancionador deberá iniciarse como máximo: En el plazo de un mes desde la finalización del procedimiento de comprobación o liquidación en el que se hayan apreciado indicios de la comisión de una infracción grave para la imposición de su correspondiente sanción (19). Cuando el procedimiento sancionador para la imposición de sanciones graves derive de un procedimiento de comprobación desarrollado por la Inspección de los Tributos, el cómputo del mes se realizará desde el momento en que se entienda producida la liquidación tributaria o se comunique el correspondiente acuerdo de liquidación (20). En el plazo de un mes desde el momento en el que se acredite el incumplimiento del respectivo deber u obligación tributaria para la imposición de sanciones por infracciones simples cuando no sean accesorias de una infracción grave (21). (19) Se incluye una referencia al procedimiento de liquidación para hacer hincapié en los expedientes sancionadores que se deriven de liquidaciones provisionales y comprobaciones abreviadas practicadas por los órganos de gestión tributaria. (20) Inciso que podría sustituir al actual art. 49.2. in fine del RGI y que debe incluirse porque, actualmente, la Instrucción 3/1999, de 4 de noviembre, del Departamento de Inspección de la AEAT, dispone que, «el procedimiento sancionador podrá iniciarse en cualquier momento desde la fecha de incoación de las actas que lo motivan, y hasta transcurrido un mes bien desde la comunicación del correspondiente acuerdo de liquidación, bien desde que se entienda dictada la liquidación tributaria». Tal interpretación administrativa del citado artículo reglamentario 49.2 RGI implica duplicar o ampliar el plazo fijado para el inicio de los expedientes sancionadores. No existe inconveniente, a nuestro juicio, en mantener esta interpretación en la medida en que no supone una demora excesiva respecto de la iniciación de los expedientes sancionadores que se derivan de procedimientos de comprobación. Ahora bien, lo que es indispensable es convertir, cuando menos, en norma reglamentaria dicha interpretación administrativa. De otra parte, la fecha máxima de referencia del citado plazo ha de ser la de la notificación del expediente sancionador al presunto infractor y no otra. En esta línea, se ha pronunciado la reciente STSJ de La Rioja de 10 de abril de 2001 que anuló un expediente sancionador por haber transcurrido un mes desde la incoación del acta hasta la notificación del expediente sancionador, en contra de la interpretación administrativa que pretendía situar el dies ad quem de dicho plazo en la fecha de autorización del Inspector jefe para iniciar el expediente sancionador. (21) Dado que, como regla general, no existe una acreditación documental de la realización de una infracción simple (piénsese, por ejemplo, en las comprobaciones masivas de las declaraciones informativas), pudiera resultar absurdo prefijar un plazo máximo de inicio del correspondiente procedimiento sancionador. Sin embargo, a nuestro juicio, de lo que se trata es de que, al menos en aquellos casos en los que las infracciones simples tienen entidad independiente y resultan acreditadas formalmente en dili– 113 – ESTUDIOS Y NOTAS / CRÓNICA TRIBUTARIA 106-2003 En el plazo de un mes desde la formalización del expediente administrativo del que resulte la procedencia de una sanción no pecuniaria (22). Al hilo de este problema también surgen dudas en la actualidad respecto de la naturaleza de este plazo mensual que, insisto, de momento solamente está previsto para la imposición de sanciones por infracciones graves derivadas de un acta de la Inspección, así como con relación a los efectos derivados del incumplimiento de dicho plazo. Evidentemente, las interpretaciones pueden ser varias: considerar que tal plazo lo es de caducidad de modo que su incumplimiento no impediría la iniciación más tardía del expediente sancionador mientras no hubiera prescrito la facultad de la Administración para sancionar; entender que el incumplimiento de este plazo, cualquiera que sea la naturaleza que se le atribuya, solamente puede actuar como causa de «anulabilidad» del expediente sancionador y, en su caso, de responsabilidad patrimonial del funcionario culpable de tal incumplimiento o concebir, finalmente, en una interpretación literal del artículo 49.2 in fine RGI, que dicho plazo es preclusivo de modo que su incumplimiento implica la imposibilidad absolu- ta de iniciar el expediente sancionador, esto es, que no podrá iniciarse salvo que se acuda al sistema general de revisión de actos (23). Según mi criterio, ésta última ha de ser la interpretación correcta porque si la finalidad de este plazo es evitar dilatar el inicio del expediente sancionador cuando la Administración tributaria ya ha apreciado indicios de la comisión de una infracción, carece de sentido configurarlo como un simple plazo de caducidad. Tal interpretación sería, además, incorrecta jurídicamente en el sentido de que la caducidad es una forma de terminación de los procedimientos y no puede existir cuando dicho procedimiento, el sancionador, todavía no se ha iniciado. Todo lo más, de calificarse como plazo de caducidad habría de precisarse que lo es de la acción para iniciar el expediente y no del propio procedimiento en sí. Debe insistirse, además, en que dicho plazo mensual es el plazo máximo para iniciar el expediente sancionador cuando la infracción tributaria se detecta como consecuencia de un procedimiento de comprobación lo cual no contradice la regla general que se ha expuesto anteriormente según la cual la iniciación del expediente sancionador no precisa de la finalización gencia y no son accesorias de una infracción grave, también se establezca un plazo máximo de inicio del correspondiente procedimiento sancionador (por ejemplo, cuando en el curso de un procedimiento de inspección se desatiende un requerimiento individualizado de información contra una entidad bancaria y dicho incumplimiento se acredita formalmente en diligencia al amparo de lo dispuesto en el artículo 59.4 RGI). En el resto de supuestos, el citado plazo de un mes no tiene mayor trascendencia dado que se vincula simplemente a la comprobación administrativa en la que se acrediten indicios de la comisión de infracciones simples y ello, tratándose de comprobaciones masivas, por ejemplo, no será conocido por el presunto infractor. Con todo, como se expone en el texto, la fijación de este plazo máximo de 1 mes desde que se acredite el incumplimiento de un hecho tipificado como infracción simple pretende especialmente «no discriminar» a los infractores «simples» cuyo incumplimiento se ha acreditado formalmente en una diligencia frente a los «graves» cuyo incumplimiento se ha acreditado formalmente en un acta. (22) Ello supondría la modificación del actual artículo 29.5 RRST que, como se señaló anteriormente, dispone la iniciación del respectivo expediente sancionador para la imposición de una sanción no pecuniaria «una vez que haya adquirido firmeza la resolución del expediente administrativo del que se derive aquel». A nuestro juicio, si para la imposición de sanciones pecuniarias no es necesario la firmeza de la liquidación administrativa de la que, en su caso, derivan, no hay razón para exigirla en este supuesto, máxime teniendo en cuenta los problemas que puede ocasionar en cuanto a la interrupción de la prescripción de la acción para imponer este tipo de sanciones que obligaría a considerarla interrumpida durante todo el tiempo que se invierta en conseguir la «firmeza» del acto. (23) En este sentido, la citada STSJ de La Rioja de 10 de abril de 2001, anuló el correspondiente expediente sancionador por haber transcurrido más de un mes desde la fecha de la incoación del acta hasta la notificación del procedimiento sancionador. – 114 – «II Jornada de Técnica Tributaria Aplicada organizada por el I.E.F y el Consejo...» de un procedimiento de comprobación y es posible siempre que se aprecien indicios de la comisión de una infracción tributaria. Por otra parte, invocar la revisión de actos de los artículos 153 y 154 LGT como único remedio para evitar los efectos que se derivan del incumplimiento de este plazo preclusivo no es, debemos reconocerlo, una solución exenta de problemas. De un lado, por los propios problemas que plantea la revisión de actos tal y como está configurada en dicho preceptos (por ejemplo, respecto de la aplicación de causas de nulidad o anulabilidad previstas en la LRJAP-PAC y no recogidas en ellos) y de otro, porque recientemente se viene interpretando «generosamente» la causa de revisión por anulabilidad del artículo 154.b) LGT relativo a la aportación de nuevas pruebas que acrediten elementos del hecho imponible íntegramente ignorados por la Administración al dictar el acto objeto de la revisión. Tal supuesto podría legitimar, como han reconocido, por ejemplo, la SAN de 17 de julio de 1999 o la Resolución del TEAC de 19 de enero de 2001, que la aparición de hechos o pruebas nuevas (por ejemplo, requerimientos de información o «aparición» de nuevas declaraciones informativas) legitimen la revisión y anulación de una liquidación (o de un acta) y, por esta vía, se abra un nuevo plazo para iniciar el respectivo expediente sancionador. 1.3.4. Cómputo e interrupción de la prescripción de la acción para sancionar infracciones tributarias Como es sabido, la separación de los procedimientos de comprobación y sancionador realizada a través del art. 34 de la LDGC fue determinante para la reivindicación doctrinal de prescripciones independientes, sin conexión alguna, de las fa- cultades administrativas para comprobar y liquidar y para imponer sanciones tributarias (24). La reforma del art. 66.a) LGT introducida por la Ley 14/2000, de 29 de diciembre, de acompañamiento zanjó la cuestión señalando que la acción para sancionar se interrumpiría por la iniciación del respectivo expediente sancionador y también por las acciones típicas que interrumpen la acción para determinar o exigir la deuda tributaria. Esta solución no ha sido bien acogida por varios motivos: porque siendo independientes los procedimientos de comprobación y sancionador, el presunto infractor no «aparece» hasta que se inicia el expediente sancionador de modo que no tiene sentido interrumpir la acción para sancionar por actuaciones administrativas que no persiguen directamente esa finalidad represiva; porque el principio de seguridad jurídica, fundamento de la prescripción, impide reconocer eficacia interruptiva respecto de la acción para sancionar a actuaciones de comprobación e investigación ya que, de ser así, se estaría presuponiendo algo incierto, esto es, que el procedimiento sancionador ya se ha iniciado o cuando menos, que existe la expectativa lógica de que va a nacer como resultado de dicha comprobación y, finalmente, porque debiera aplicarse la regla penal conforme a la cual sólo interrumpe la prescripción del delito la comunicación al presunto infractor de la iniciación de acciones penales o, cuando menos, su equivalente en el ámbito administrativo sancionador establecida en el artículo 132.2 de la LRJAPPAC según el cual «interrumpirá la prescripción la iniciación, con conocimiento del interesado, del procedimiento sancionador» (25). Según mi criterio, con independencia de que sea necesario establecer algún mecanismo adicional para evitar prorrogar en exceso la potestad sancionadora de la (24) Vid., por todos, PONT CLEMENTE, M., «El procedimiento sancionador tributario», Revista Técnica Tributaria, nº 51, 2001, págs. 142 y ss. (25) Algunas de estas críticas pueden verse en PONT CLEMENTE, M., «El procedimiento sancionador», ob.cit., págs. 142 y ss. – 115 – ESTUDIOS Y NOTAS / CRÓNICA TRIBUTARIA 106-2003 Administración tributaria (hasta ocho años teóricos sin contar interrupciones) si se mantiene la eficacia interruptiva de las actuaciones de comprobación respecto de la acción para sancionar, lo que resulta contradictorio es defender simultáneamente que el procedimiento sancionador por infracciones graves no puede iniciarse hasta que no se ha concluido la comprobación e inspección y que, sin embargo, dichas actuaciones comprobadoras no han interrumpido la acción para sancionar. Por ello, según mi criterio, si la sanción depende de la cuota, insisto sólo en el caso de las infracciones graves, como regla general habrá que aceptar que la facultad para comprobar y liquidar también interrumpirá la acción para sancionar (26). Ahora bien, desde esta regla general y en aras de evitar una dilación excesiva de la potestad sancionadora, para asegurar un mínimo de seguridad jurídica y proporcionalidad en las actuaciones de la Administración tributaria, continúa siendo necesario introducir algún mecanismo que reduzca o acorte el tiempo teórico máximo para sancionar. Según mi criterio, se ofrecen varias posibilidades, no exentas de inconvenientes. Así, por ejemplo, confiar en la operatividad y eficacia del plazo máximo de un mes para iniciar el expediente sancionador respecto de infracciones graves deducidas de un procedimiento de comprobación (vía inspección o gestión). Dicho plazo, por su carácter preclusivo, ya implicaría que, finalizado el procedimiento de comprobación y liquidación (en un marco temporal de cuatro años, aunque su duración máxima sea de 24 meses) dentro del mes siguiente debería iniciarse, en su caso y a lo sumo, el expediente sancionador de modo que transcurrido dicho mes ya no sería posible iniciar la facultad sancionadora sin acudir al sistema de revisión de los actos de los artículos 153 y 154 LGT (27). Como, además, el plazo de duración del procedimiento sancionador está actualmente configurado como un plazo de caducidad máximo de seis meses (no interrumpible en principio, a pesar de lo dispuesto en el artículo 36.2 RSST (28)) cuyo (26) Lo cual, según mi criterio, no siempre ocasionará una interrupción de la acción penal ya que, dado el principio de independencia «formal» que se predica de la infracción tributaria y del delito fiscal que parece sostener el TS (vid., fundamento jurídico noveno STS 30 de octubre de 2001), y de sus correspondientes prescripciones, la acción penal solamente se interrumpirá por la denuncia o querella, cuando el Ministerio Fiscal o el juez de instrucción realicen actuaciones que le permitan tener conocimiento formal de la iniciación de diligencias o por remisión del expediente administrativo de la Administración Tributaria al Ministerio Fiscal. Esto es, la simple comprobación administrativa interrumpirá la acción para sancionar por infracción pero no interrumpirá, en su caso, la correspondiente acción penal en tanto no se remita el expediente al Ministerio y se inicien las correspondientes actuaciones penales. (27) En este sentido se pronuncia JUAN LOZANO quien, para evitar un dilación considerable de la consumación de la prescripción de las infracciones, «quizá se podría considerar una solución en la que se conjugara la operatividad del plazo general de prescripción con una norma de efectos preclusivos respecto al inicio del procedimiento para sancionar las infracciones graves determinables a partir de la cuantificación de la base y/o de la deuda. Es decir, con carácter general operaría el plazo de prescripción del cuatro años contado desde la comisión de la infracción, se reconocería virtualidad interruptiva a las actuaciones de comprobación y liquidación respetando la modificación de la Ley 14/2000 pero, para evitar que tras el acta y/o liquidación se disponga de nuevo de cuatro años para iniciar el procedimiento sancionador, tratándose de este tipo de infracciones se articularía un plazo de caducidad de la acción del tiempo que se estime oportuno que garantice la seguridad jurídica. Y ello con independencia de que actúe un órgano gestor o inspector y con independencia también del contenido del acta», vid., JUAN LOZANO, «Mas cuestiones sobre la prescripción en materia tributaria. La modificación del art. 66.1.a) LGT y la pretendida aplicación retroactiva de la reducción del plazo de prescripción a cuatro años», Tribuna Fiscal, 2001, págs. 64 y 65. (28) Al no especificarse en el citado artículo 36 RSST durante cuánto tiempo tales dilaciones pueden «interrumpir», expresión que a mi juicio debe interpretarse además como «suspender» dado que los plazos de caducidad solamente se suspenden, surge otro problema adicional y es determinar si puede ser de aplicación lo previsto en el artículo 132.2 de la LRJAP-PAC. Según mi criterio, dada la especialidad procedimental tributaria —que es patente en materia de plazos, interrupciones, formas de terminación de – 116 – «II Jornada de Técnica Tributaria Aplicada organizada por el I.E.F y el Consejo...» agotamiento, a mi juicio y también a pesar de lo dispuesto en el citado artículo 36.2 RSST, acarrería la caducidad del procedimiento con el fin de evitar «repescas» o «segundas oportunidades» a la Administración (29), por la conjunción de estos dos extremos (un mes máximo para iniciar el expediente sancionador y seis meses para finalizarlo) ya se estaría acortando teóricamente la prescripción de la acción para sancionar. La configuración como plazo de caducidad del plazo de prescripción de la potestad sancionadora, que constituye otra alternativa posible, supondría, a mi juicio, un elemento de distorsión en el régimen actual no sólo por la introducción de un plazo de caducidad del procedimiento sancionador independiente al de prescripción de la acción para comprobar y liquidar sino por la propia discriminación que provocaría respecto de las distintas facultades de la Administración tributaria, esto es, ¿porqué prescribiría la facultad o acción para comprobar y liquidar y, sin embargo, caducaría la acción o facultad para sancionar? Además, en esta solución también habría de precisarse si dicho plazo de caducidad se «interrumpiría» o «suspendería» por un previo procedimiento de comprobación tributaria. Otra solución posible, más adecuada según nuestro criterio, sería considerar que el plazo para imponer sanciones tributarias por infracciones graves podrá suspenderse (no interrumpirse) por cualquier actuación administrativa, realizada con conocimiento formal del sujeto, tendente a la regulariazación, inspección, comprobación, liquidación o recaudación del correspondiente ingreso tributario, reanudándose su cómputo a la finalización de cualesquiera de estas actuaciones. Se trataría, por tanto, de «suspender» o «paralizar» el plazo de prescripción de la acción sancionadora en el caso de que exista una comprobación, liquidación o recaudación de un ingreso tributario al que se asocia una infracción grave. A mi juicio, estaría sería la solución más adecuada porque, además de incluir la primera opción señalada anteriormente (la operatividad y eficacia del plazo máximo de iniciación del expediente sancionador respecto del procedimiento de comprobación) acortaría ya de principio el plazo máximo de la acción sancionadora. La inclusión de un plazo de «suspensión», que no de interrupción, en un plazo de «prescripción» no sería, por lo demás, algo extravagante. El artículo 132.2 LRJAP-PAC reconoce, por ejemplo, que «interrumpirá el plazo de prescripción la iniciación del procedimiento sanciona- los procedimientos— tal precepto no sería de aplicación en el ámbito tributario y ello sin perjuicio de que, desde el punto de vista de la seguridad jurídica, sea defendible de una parte, que la indeterminación del concepto «dilaciones imputables al interesado» no puede asimilarse sin más a cualquier incidente temporal que derive de la propia tramitación del expediente sancionador y, de otra, que desde la perspectiva de la seguridad jurídica no pueden existir dilaciones indefinidas de modo que, demoren «sine die» la suspensión del plazo de seis meses de caducidad del procedimiento sancionador. Sobre esta cuestión vid., SANCHEZ PEDROCHE, «Algunas cuestiones de interés atinentes a los derechos y garantías en el procedimiento sancionador tributario», Estudios Financieros, nº 208, 2000», ob.cit., págs. 93 y ss. y SESMA SÁNCHEZ, «Aspectos críticos de la nueva regulación del procedimiento sancionador tributario», Revista Técnica Tributaria, nº 42, 1998, págs. 137 y ss. (29) La cuestión no es, sin embargo pacífica. Aunque los problemas derivados de la configuración del plazo de seis meses de duración del expediente sancionador como plazo de caducidad, no se han suscitado directamente en estas jornadas, a nuestro juicio sería necesario introducir, al menos, dos modificaciones o aclaraciones al respecto. De una parte, que siendo un plazo de caducidad solamente puede suspenderse y no interrumpirse de modo que la referencia a la «interrupción» de dicho plazo por dilaciones en la tramitación del expediente imputables al interesado debe reconducirse a la figura de la «suspensión». De otra, que dicho plazo de caducidad debe venir referido a la caducidad del procedimiento a fin de evitar, como se indica en el texto, «repescas» o segundas oportunidades contrarias al principio de seguridad jurídica. Sobre esta cuestión vid., SÁNCHEZ PEDROCHE, «Algunas cuestiones de interés atinentes a los derechos y garantías en el procedimiento sancionador tributario», Estudios Financieros, nº 208, 2000, ob.cit., págs. 99 y ss. – 117 – ESTUDIOS Y NOTAS / CRÓNICA TRIBUTARIA 106-2003 dor reanudándose el plazo de prescripción si el expediente sancionador estuviera paralizado más de un mes por causa no imputable al presunto responsable», lo cual significa admitir que los plazos de prescripción en materia sancionadora pueden, no sólo interrumpirse, sino también simplemente suspenderse por determinadas circunstancias. Y una de ellas, según mi criterio, puede ser en el ámbito tributario la realización de actuaciones de comprobación o investigación (30). Junto a este problema sería oportuno, igualmente, recordar la necesidad de resolver la cuestión de la propia prescripción de la acción para exigir las sanciones tributarias ya impuestas y de sus respectivas causas de interrupción (31), así como la conveniencia de elevar a rango legal la causa específica de interrupción establecida en el artículo 36.2 RSST según el cual «sin perjuicio de lo dispuesto en el artículo 66 de la Ley General Tributaria en materia de interrupción de la prescripción, los plazos de prescripción para imponer sanciones no pecuniarias se interrumpirán por cualquier acción administrativa, realizada con conocimiento formal del sujeto pasivo, conducente a imponer las sanciones pecuniarias de las que aquéllas traigan causa» (32). 1.3.5. La incorporación formal al procedimiento sancionador de los datos y pruebas obtenidos con ocasión de la instrucción del procedimiento de comprobación tributaria La incorporación formal y sin restricciones al expediente sancionador de los datos y pruebas autoincriminatorios obtenidos de forma coactiva del presunto infractor durante el desarrollo de un procedimiento de comprobación e investigación que permite el artículo 34.2 LDGC plantea el delicado problema de resolver la tensión que se produce entre el deber de colaborar y el derecho a no autoincriminarse, no confesarse culpable o simplemente el derecho a guardar silencio (33). (30) Aunque en esta propuesta no se detalla, evidentemente, va implícito en ella que las incidencias en cuanto al régimen interruptivo de la acción para comprobar y liquidar afectarían en el mismo sentido al procedimiento sancionador de modo que, por ejemplo, una interrupción nula (por falta de notificación correcta al sujeto, por la simple finalidad dilatoria del acto de interrupción…) no interrumpiría el plazo de la acción para sancionar como tampoco una interrupción injustificada de las actuaciones inspectoras por más de seis meses o por incumplimiento del plazo máximo del procedimiento de inspección. (31) Que actualmente, solo de modo «forzado» al amparo de un concepto amplio de «deuda tributaria», puede reconducirse a la letra b) del artículo 64 LGT. Sobre esta cuestión vid., en particular, ESCRIBANO LOPEZ, «El procedimiento sancionador…», ob.cit., págs. 19 y ss., BLASCO DELGADO, «La prescripción de las sanciones tributarias desde la perspectiva de los principios penales», Estudios Financieros, nº 203, 2000, págs. 142 en adelante y DE MIGUEL CANUTO, La prescripción de las infracciones y sanciones tributarias, Tirant lo Blanch, Valencia, 2000, págs. 47 y ss. (32) Según nuestro criterio, desde la perspectiva de la incidencia del principio de legalidad tributaria en el elemento temporal de la obligación tributaria que supone la regulación de la prescripción y de sus causas de interrupción, esa causa de interrupción que se contempla en el artículo 36.2 RSST referida a la facultad para imponer sanciones no pecuniarias debería tener rango legal, el mismo que tienen las causas de interrupción que regula el artículo 66 de la LGT. (33) Como es sabido, según dicho precepto, «cuando en el procedimiento sancionador vayan a ser tenidos en cuenta datos, pruebas o circunstancias que obren o hayan sido obtenidos en el expediente instruido en las actuaciones de comprobación o investigación de la situación tributaria del sujeto infractor o responsable, aquéllos deberán incorporarse formalmente al expediente sancionador antes del trámite de audiencia correspondiente a este último». La plena intercomunicación del material probatorio se deduce también de lo dispuesto en el art. 63 bis RGIT cuando permite acumular la tramitación de las actas de inspección y de los expedientes sancionadores «cuando exista identidad en los motivos o circunstancias que determinan la apreciación de la infracción». Y en el colmo de la intercomunicación, la regla decimocuarta 2.1.f) de la Instrucción 9/1998, de 1 de abril de la AEAT para la aplicación de la Ley 1/1998, dispone que «si se considerase suficiente la motivación fáctica y jurídica incorporada a las actas, bastará – 118 – «II Jornada de Técnica Tributaria Aplicada organizada por el I.E.F y el Consejo...» Como ya hemos señalado en otro lugar (34), dejando aparte las posturas que no aprecian tensión alguna (35), entre las que lo admiten existen varias soluciones que pueden graduarse en función de la menor o mayor protección que dispensen al derecho a la no autoincriminación. Así, quienes postulan que el derecho a no autoincriminarse se identifica, en realidad, con el derecho a no ser condenado o sancionado con fundamento en la información autoincriminatoria aportada bajo coacción (36), de modo que el deber de colaborar (y las sanciones por su incumplimiento) permanecería intacto durante el procedimiento de comprobación e investigación pero en el procedimiento sancionador no podrían utilizarse, en modo alguno, aquella información (documental o verbal) aportada por el propio sujeto bajo coacción y que resulte autoincriminatoria. Desde esta perspectiva, el citado artículo 34.2 de la LDGC admitiría una interpretación correctora en el sentido de que solamente sería admisible la incorporación al procedimiento sancionador de aquellos datos y documentación que no hubieran sido aportados coactivamente por el sujeto y que resultaran autoincriminatorios (37). También se ha sugerido el mantenimiento de la situación actual, esto es, la exigencia del deber de colaborar durante el procedimiento de comprobación e investigación y el trasvase de sus resultados al expediente sancionador si bien incrementando el alcance del principio de culpabilidad de forma que en el marco del procedimiento sancionador resulte necesario en todo caso acreditar el elemento subjetivo, la imputabilidad y culpabilidad del sujeto en la conducta infractora sin que sea suficiente la mera aportación de datos o informes obtenidos del presunto infractor durante el procedimiento de comprobación (38). Finalmente, existiría una tercera solución partidaria de mantener la vigencia del deber de colaborar durante el procedimiento de comprobación e investigación hasta el momento en que exista el riesgo de autoinculpación —aunque todavía no se haya iniciado formalmente el expediente sancionador—, en cuyo caso, la colaboración ha de cesar (39) y se proseguirán, tanto el procedimiento de comprobación e investigación como el expediente sancionador utilizando proporcionada y adecuadamente otros medios de prueba no au- con que el Inspector-jefe se remita expresamente a la misma, obviando su reproducción» en la resolución del expediente sancionador. (34) Vid., SESMA SÁNCHEZ, La obtención de información tributaria, Aranzadi-AEDAF, Pamplona, 2001, págs. 101 y ss. (35) Así, quienes señalan que «no puede argumentarse que si se declara sobre los hechos ya se están aportando pruebas relativas a la autoinculpación porque entonces la investigación de las infracciones deviene imposible en el ámbito administrativo y debe reconducirse exclusivamente a través de la investigación policial», cfr. DEL PASO BENGOA y JIMÉNEZ JIMÉNEZ, Derechos y garantías del contribuyente. Comentarios a la Ley 1/1998, Ciss, Valencia, 1998, págs. 396, 409 y 415. Para estos autores, pues, es perfectamente posible exigir el deber de colaboración en el procedimiento de comprobación y también la utilización del material probatorio así obtenido en el procedimiento sancionador. (36) Vid., por todos, AGUALLO AVILES y GARCÍA BERRO, «El deber de colaborar con la Administración tributaria y el derecho a no autoincriminarse: un conflicto aparente», en VVAA, El asesor fiscal ante el nuevo siglo, AEDAF, Madrid, 2000, págs. 75 y ss. y ESCRIBANO LÓPEZ, «El procedimiento sancionador…», ob.cit., pág. 12. (37) Vid., AGUALLO AVILES y GARCIA BERRO, «El deber de colaborar…», ob.cit., pág. 107. (38) Vid., por todos, JUAN LOZANO, «Una propuesta para la articulación entre los procedimientos tributarios sancionadores y los desarrollados por los órganos de gestión e inspección en orden a la aplicación de los principios constitucionales», Estudios Financieros, nº 173-174, 1997, pág. 45. (39) Vid., por todos, PALAO TABOADA, «Lo «blando» y lo «duro» del proyecto de Ley de Derechos y Garantías de los contribuyentes», Estudios Financieros, nº 171, 1997, pág. 31 y LAGO MONTERO, «Procedimiento sancionador separado del procedimiento de liquidación tributario. Reflexiones sobre el derecho a no autoinculparse», Impuestos, nº 15-16, 1999, pág. 132. – 119 – ESTUDIOS Y NOTAS / CRÓNICA TRIBUTARIA 106-2003 toincriminatorios (por ejemplo, una estimación indirecta a los efectos de la comprobación y liquidación o un registro domiciliario a los efectos del expediente sancionador). del empleo de cualquier otro medio que permita tener conocimiento de los elementos de prueba suficientes para determinar o comprobar la situación tributaria del obligado. Según mi criterio, ésta última es la que mejor garantiza el derecho a la no autoincriminación. En la práctica, y en cuanto propuesta normativa, podría articularse del siguiente modo: incluyendo, entre los derechos que se mencionan en el artículo 27 de la LDGG, el derecho de los contribuyentes a ser informados al inicio de cualesquiera actuaciones de comprobación e investigación realizadas por los órganos de la Administración tributaria a no aportar (cosa distinta es, soportar) datos, informes o cualesquiera información autoincriminataria que acredite su culpabilidad en la realización de un ilícito tributario (40). A partir de estas dos premisas, según mi criterio, como regla general podrán incorporarse al expediente sancionador todos los datos, pruebas y documentos obtenidos durante el procedimiento de comprobación e inspección sin perjuicio de que, en todo caso, el órgano sancionador quede obligado a probar, mediante pruebas obtenidas lícitamente, la culpabilidad del sujeto infractor (42). Simultáneamente y a fin de evitar que, al amparo de la no autoincriminación se generalice un incumplimiento de los deberes de colaboración, podría establecerse normativamente que cuando la negativa a colaborar de los contribuyentes en la comprobación o investigación de sus obligaciones tributarias por riesgo de autoincriminación, impida determinar el adecuado cumplimiento de las respectivas obligaciones tributarias podrá acordarse, de forma motivada, la aplicación del régimen de estimación indirecta (41) y ello sin perjuicio 1.3.6. La tramitación abreviada del procedimiento sancionador Tal y como actualmente está regulada la «tramitación abreviada» de los expedientes sancionadores en el artículo 34 del RRST —que, por cierto, carece de cobertura legal—, dicha tramitación supone que el órgano correspondiente decide discrecionalmente si posee o no todos los elementos de prueba necesarios que le permitan formular directamente la propuesta de resolución del expediente sancionador, sin necesidad de desarrollar una tramitación completa del dicho expediente. Lo cual significa, en la actualidad, que el presunto infractor no tiene forma alguna (40) Este derecho a no aportar información autoincriminatoria debe entenderse en sentido restrictivo. Como ya ha señalado nuestro TS, el derecho a no autoincriminarse no abarca el derecho a no incluir en las declaraciones de renta ingresos de procedencia ilícita que pudiesen revelar la realización de alguna actividad delictiva (vid., SSTS de 21 de diciembre de 1999 y de 28 de marzo de 2001). Por ello es importante precisar que el derecho a la no autoincriminación viene referido a la prohibición de compulsión para la aportación de elementos de prueba (datos, informes, documentación…) que tengan o puedan tener en el futuro valor incriminatorio contra el así compelido siempre y cuando sean claramente autoincriminatorios. De ahí la importancia de señalar que, según mi criterio, el problema se ciñe al deber de aportar elementos de prueba que acrediten o revelen la comisión culpable de un ilícito tributario, elementos que, además, existen al margen de la voluntad de los imputados. Es evidente que constituye una declaración autoincriminatoria sólo la que acredita la intencionalidad, culpabilidad y prueba de la comisión de un ilícito tributario. (41) Sería oportuno, además, especificar si esa negativa a colaborar en un procedimiento de comprobación e investigación al amparo del derecho a la no autoincriminación sería o no sancionable dada la paradoja de pretender sancionar el ejercicio de un derecho fundamental como éste. (42) Este último extremo se introduce para garantizar, como cláusula de cierre, que, en todo caso, el presunto infractor no puede ser sancionado sobre la base de pruebas suministradas por él mismo bajo coacción y que directamente le autoincriminen. – 120 – «II Jornada de Técnica Tributaria Aplicada organizada por el I.E.F y el Consejo...» de oponerse a dicha tramitación abreviada (43). A pesar de éste y otros defectos, a mi juicio, existen razones para mantener como posibilidad una «tramitación abreviada» de los expedientes sancionadores, como la de cualquier otro procedimiento administrativo. Así, la simple celeridad procesal, la conformidad del sujeto, la escasa entidad de la infracción podrían justificarla. Lo que es indispensable, en todo caso, es que dicha tramitación abreviada esté condicionada por razones objetivas ajenas a la subjetividad del instructor respecto de la posesión o no de todos los elementos de prueba suficientes para resolver ya el expediente. En el supuesto que nos ocupa, el tipo de infracción (simple o grave), la cuantía de la sanción, la inactividad del infractor en la medida en que renuncie a formular alegaciones o su conformidad inmediata con los hechos que se le imputan y la correspondiente sanción al notificársele el acuerdo de iniciación del expediente sancionador podrían ser causas objetivas legitimadoras de una tramitación abreviada. Sin embargo, según mi criterio, las dos causas objetivas que principalmente podrían legitimarla serían o bien la conformidad expresa del sujeto o bien la falta de alegaciones a dicho acto, y ello siempre que en el acto de notificación del expediente sancionador quede constancia de los hechos imputados, pruebas y sanción respectiva. Ambos supuestos actuarían, de este modo, como asentimiento, expreso o tácito, del presunto infractor con los hechos que inicialmente se le imputan y legitimarían una tramitación rápida del expediente sancionador (44). 1.3.7. Acumulación de recursos contra la liquidación y la sanción En tanto que el artículo 34.4 LDGC se limita a señalar la posibilidad de que el acto de imposición de sanción podrá ser objeto de recurso o reclamación independiente sin perjuicio de la acumulación de recursos cuando se haya reclamado asimismo contra la cuota tributaria, el artículo 35.3 del RSST dispone con carácter preceptivo que «no podrá interponerse contra el acto de imposición de sanción recurso o reclamación distinto del que se hubiera interpuesto contra la liquidación de cuota, intereses y recargos». Aunque la finalidad de este precepto reglamentario es evidente: la acumulación pretende evitar que, por razón del distinto órgano que conozca de la reclamación o el simple juego de los plazos y cuantías, existan resoluciones contradictorias de los recursos contra la cuota y su respectiva sanción, lo que no es aceptable es que el precepto reglamentario imponga tal acumulación como obligatoria. Y no lo es porque, de una parte, obligar al contribuyente a utilizar la misma vía de recurso que la empleada al reclamar, en su caso, contra la cuota, atenta contra el derecho a la tutela judicial efectiva en la medida en que recorta o elimina alguna instancia revisora. Además la acumulación no siempre será posible por ra- (43) A ello hay que añadir que la incorporación automática de elementos probatorios que permite el segundo apartado del artículo 34.2 LDGC, en cuanto elementos de prueba suficientes para formular directamente la propuesta de resolución del expediente, permitirá que la tramitación abreviada de los expedientes sancionadores se convierta en regla general. Un análisis detallado y crítico de los problemas que plantea actualmente esta tramitación abreviada del procedimiento sancionador puede verse en S.ANÍBARRO PÉREZ, «La tramitación abreviada del procedimiento sancionador tributario a la luz de la separación de procedimientos de liquidación y de imposición de sanciones», Información Fiscal, nº 33, mayo-junio 1999, págs. 9 y ss. (44) Las otras dos posibles causas, tipo de infracción y cuantía de la sanción, presentan algún inconveniente derivados del hecho de marginar, de principio, ciertas infracciones que aún siendo graves, por ejemplo, pueden ser de escasa entidad o tan evidentes que el sujeto está conforme ya desde el principio con su imputación y la correspondiente sanción. Lo mismo sucede al tiempo de marginar de la tramitación abreviada la imposición de ciertas sanciones por razón de su cuantía dado que la cuantía no siempre es indicativo de la evidencia, relevancia o circunstancias de la infracción cometida. – 121 – ESTUDIOS Y NOTAS / CRÓNICA TRIBUTARIA 106-2003 zones temporales o en atención a las respectivas cuantías de la cuota y de la sanción recurridas. Y cuando así ocurre, se produce, de principio, una mayor litigiosidad y un incremento de los riesgos de fallos contradictorios a raíz de la intervención de distintos órganos revisores. Y ello sin contar los problemas que se generan en otros ámbitos como el de la suspensión o el devengo de intereses (45). Para resolver estas cuestiones, a nuestro juicio, de principio hay que suprimir el inciso final del artículo 35.3 RSST en la medida en que cercena los derechos de defensa del contribuyente infractor. Adicionalmente, según nuestro criterio sería conveniente lo siguiente: Mantener, aunque sea una obviedad recordarlo, el inciso (legal y reglamentario) que reconoce la posibilidad de recurrir o reclamar independientemente contra el acto de imposición de la sanción. Establecer que dicha posibilidad operará «sin perjuicio de su acumulación, de oficio o a instancia del recurrente, con el recurso o reclamación planteados contra la cuota tributaria de la que derive la sanción impuesta». Establecer que «procederá —será obligatoria, por tanto— la acumulación de ambos recursos o reclamaciones siempre que sea el mismo órgano revisor quien tenga conocimiento de ambos recursos o reclamaciones». Establecer también que «la acumulación a instancia del recurrente permitirá a éste interponer la reclamación contra el acto de imposición de la sanción ante el mismo órgano que conozca el recurso o reclamación contra la cuota tributaria», con la precisión adicional de que «podrán acumularse las cuantías de la cuota e intereses de demora y de la respectiva sanción a fin de permitir, en su caso, al recurrente acceder en única o segunda instancia ante el Tribunal Económico Administrativo Central». 2. SOBRE LA SEPARACIÓN DEL PROCEDIMIENTO SANCIONADOR Y LOS DE COMPROBACIÓN Y LIQUIDACIÓN TRIBUTARIAS Ernesto Eseverri Martínez Catedrático de Derecho Financiero y Tributario Universidad de Granada Gerardo Pérez Rodilla Inspector de Hacienda del Estado Agencia Estatal de la Administración Tributaria AL SECRETARIO DE ESTADO DE HACIENDA En este Consejo para la Defensa del Contribuyente se ha venido estudiando la posibilidad de materializar la separación del procedimiento sancionador tributario de los que se instruyen en orden a la comprobación y liquidación de los tributos, advirtiendo las dificultades que encierra y desde una perspectiva posibilista, eleva la siguiente propuesta: (45) Un análisis más detallado de los problemas que suscita esta cuestión puede verse en A. PEREZ MILLA, «Algunas paradojas sobre la impugnación autónoma de las sanciones tributarias a raíz de la Ley 1/1998 y el Real Decreto 1930/1998 sobre procedimiento sancionador», Estudios Financieros, nº 207, junio 2000, págs. 5 y ss. – 122 – «II Jornada de Técnica Tributaria Aplicada organizada por el I.E.F y el Consejo...» MOTIVACIÓN El artículo 34.1 de la Ley de Derechos y Garantías de los Contribuyentes ordenó que la imposición de sanciones tributarias se realizara en expediente distinto o independiente del que se instruye para la comprobación e investigación de la situación tributaria del sujeto pasivo, en que se debe dar audiencia al interesado, haciéndose así eco de los criterios mantenidos en constante doctrina por el Tribunal Constitucional, en el sentido de que los principios inspiradores del ius puniendi del Estado, con ligeros matices, son de aplicación también al ámbito sancionador administrativo; la instrucción separada de ambos procedimientos tributarios es garantía, cuanto menos, de que el sujeto pasivo no tiene, a un tiempo, la consideración de deudor tributario y presunto infractor y de que, por lo mismo, los principios garantes del administrado en el curso de un procedimiento de comprobación tributaria no deben extrapolarse al ámbito de un procedimiento sancionador y viceversa. Ahora bien, de la lectura de los términos de ese precepto cabe deducir que la separación de estos procedimientos no se configura como un mandato taxativo, sino como una posibilidad entre otras más. En efecto, cuando el citado precepto afirma que «la imposición de sanciones tributarias se realizará mediante un expediente distinto o independiente del instruido para la comprobación e investigación de la situación del sujeto infractor....» no está exigiendo la escisión, de facto, de ambos procedimientos, sino apuntando la posibilidad de llevarla a cabo cuando las circunstancias lo permitan. El artículo 34.1 de la Ley de Derechos y Garantías de los Contribuyentes no está ordenando que, en todo caso, esos procedimientos deban ser instruidos de forma separada, sino en expediente distinto, es decir, diferente al que haya servido para incoar el procedimiento de comprobación tributaria, o en expediente independiente, esto es, exento de dependencia de aquel que haya sido utilizado para regularizar la situación tributaria del contribuyente, sin perjuicio, por ejemplo, de que en más de una ocasión, no podrá ser instruido un procedimiento sancionador sin considerar los resultados alcanzados por los órganos de comprobación al regularizar la situación tributaria del contribuyente, como así viene a reconocerlo el artículo 29.3 del Real Decreto 1930/1988, de 11 de septiembre, por el que se desarrolla el régimen sancionador tributario. En suma, creemos acertar en la interpretación del citado artículo 34.1 si decimos que la separación de los procedimientos que en él se propugna, ha de instrumentarse en sentido posibilista, sin que su instrucción de ese modo, suponga la prohibición de actuaciones coordinadas de los órganos de la Administración tributaria. Movidos por esta idea y partiendo de la idea de que la separación de los procedimientos está pensada, básicamente, para los casos en que el sancionador se incoa por la apreciación de una infracción tributaria grave consistente en dejar de ingresar todo o parte de la deuda tributaria, y tomando como referencia el desarrollo normativo reglamentario que se contiene en el Real Decreto 1930/1998, de 11 de septiembre, por el que se regula el régimen sancionador tributario, nuestra propuesta de modificación normativa se dirige a estos puntos que seguidamente detallamos: – 123 – — Momento y forma en que debe adoptarse el acuerdo de apertura e iniciación del procedimiento sancionador. — Conveniencia de que ambos procedimientos se instruyan por órganos distintos. — La incorporación formal al procedimiento sancionador de actuaciones y pruebas obtenidas en el procedimiento de comprobación tributaria. — La llamada tramitación abreviada del procedimiento sancionador. — La acumulación de los recursos de revisión cuando se impugna la liquidación y la sanción tributarias. ESTUDIOS Y NOTAS / CRÓNICA TRIBUTARIA 106-2003 a) Acuerdo de apertura de iniciación del procedimiento sancionador y forma en que debe adoptarse El artículo 49.2, letra j), del Real Decreto 939/1986, de 25 de abril, por el que se regula el Reglamento General de la Inspección de los Tributos, al reseñar el contenido de las actas de la inspección, indica que en ellas se hará constar, en su caso, la ausencia de motivos para proceder a la apertura de procedimiento sancionador, lo que en sentido contrario al de su mandato significa, que si nada se dice expresamente en el acta a propósito de la ausencia de tales motivos, la apertura de un expediente sancionador queda totalmente expedita. Como criterio de seguridad jurídica, entendida como la certeza del Derecho, nos parece que no debía ser la ausencia de motivos la que impidiera la apertura de expediente sancionador —algo, por lo demás, obvio, porque si no hay motivos para sancionar, tampoco existe razón que justifique la apertura de procedimiento sancionador—, sino que debe ser la apreciación de tales motivos o la sospecha de su existencia, la que condicione la incoación de dicho procedimiento. La modificación que se propone a la vigente redacción del artículo 49.2, letra j), del Real Decreto 939/1986, de 25 de abril, lo es en el sentido de que se explicite en el acta si, a juicio del actuario, existen o no, motivos para la apertura de procedimiento sancionador, sin perjuicio de la competencia que en orden al inicio del mismo corresponde al Inspector-Jefe. Asimismo, proponemos la incorporación a la letra de este precepto de lo establecido en la Instrucción 1/1999 del Director del Departamento de Inspección Financiera y Tributaria, modificada por la Instrucción 3/1999, cuando ordena que, en estos casos, el procedimiento sancionador se debe iniciar antes de transcurrido un mes desde que se entiende producido el acto de liquidación para las actas de conformidad o desde que se haya modificado dicha liquidación para las actas de disconformidad. b) La separación orgánica de los procedimientos y dentro del procedimiento sancionador, posible separación entre quien lo acuerda, quien lo instruye y quien lo resuelve Para abordar este punto, debemos diferenciar entre el órgano competente para tomar el acuerdo de iniciar el expediente sancionador; el órgano competente para comenzar su instrucción y el órgano competente para su resolución. El artículo 63 bis, apartado 2, del Reglamento General de la Inspección, tras la nueva redacción que le fuera dada por la Disposición Adicional Primera del Real Decreto 136/2000, de 4 de febrero, no deja lugar a la duda en el sentido de que el órgano competente para acordar el inicio del expediente sancionador es el funcionario, equipo o unidad que hubiere desarrollado las actuaciones de comprobación e investigación, o aquél que sea designado por el Inspector-Jefe, supuesto este último, pensado para aquellos casos en que el actuario hubiere dejado constancia en el acta de la ausencia de motivos para incoar ese expediente sancionador, opinión que al no ser compartida por su superior jerárquico, las ordena, designando al mismo tiempo a un instructor del expediente diferente de quien llevara a cabo las actuaciones de regularización tributaria. Por su parte, el apartado 3 de ese mismo artículo, señala que la tramitación e instrucción de la propuesta de resolución del expediente podrá encomendarse al funcionario, equipo o unidad a que se refiere el apartado anterior, o a otro funcionario, equipo o unidad distinto en función de las necesidades del servicio o de las circunstancias del caso. Finalmente, el apartado 4 del artículo 63 bis, dice que será competente para la resolución del expediente sancionador, el Inspector-Jefe. De la lectura de estos apartados del artículo 63 bis del Reglamento General de la Inspección concluimos que, como regla general, quien acuerda e inicia la instrucción del procedimiento sancionador es el – 124 – «II Jornada de Técnica Tributaria Aplicada organizada por el I.E.F y el Consejo...» actuario que desplegó las actuaciones de comprobación e investigación frente al contribuyente y que, sin perjuicio de ello, cuando lo aconsejen las circunstancias del servicio o las necesidades del caso, puede ser encargado de la instrucción del expediente otro funcionario diferente al actuario o bien, otro equipo o unidad de actuación. De modo también excepcional, el Inspector-Jefe, por iniciativa propia, puede designar como instructor a funcionario diferente del que incoa el acta de inspección cuando éste dejó constancia de que no apreciaba motivos para la apertura de expediente sancionador, opinión que no comparte el Inspector-Jefe. Pues bien, nuestra propuesta en este punto concreto va dirigida a que las situaciones excepcionales de competencia que facultan la instrucción del expediente sancionador por funcionario, equipo o unidad diferente a la que desarrolló las actuaciones de comprobación e investigación, se eleve a la categoría de regla general y como excepción a la misma, se posibilite la intervención del funcionario, equipo o unidad que siguió la comprobación e investigación cerca del contribuyente, de modo tal que salvo casos excepcionales, la instrucción y tramitación de este tipo de expedientes sea llevada a cabo por órgano diferente a quien procedió a regularizar su situación. Creemos que con la separación orgánica entre quien acuerda incoar procedimiento sancionador y quien lo instruye, se daría un paso importante en la consecución de los objetivos marcados por el artículo 34.1 de la Ley de Derechos y Garantías de los Contribuyentes en su llamada a instruir expedientes distintos o independientes. En suma, estamos apelando a la necesidad de que se articulen órganos sancionadores, ad hoc, en el ámbito tributario, como garantía de objetividad e independencia en este orden de actuaciones y que no sean instructores del procedimiento sancionador los mismos órganos administrativos que han incoado el procedimiento de inspección tributaria. c) La incorporación formal al procedimiento sancionador de los datos y pruebas obtenidos con ocasión de la instrucción del procedimiento de comprobación tributaria El artículo 29.3 del Reglamento por el que se desarrolla el procedimiento sancionador establece que cuando en este procedimiento se tomen en cuenta datos, pruebas o circunstancias, que obren o hayan sido obtenidos en el expediente instruido en las actuaciones de comprobación e investigación de la situación del sujeto infractor, aquéllos deberán incorporarse formalmente al expediente sancionador antes del trámite de audiencia, precepto que ha sido objeto de crítica por quienes identifican en él la voluntad administrativa de no doblegarse al mandato legal que aboga por la separación de estos dos procedimientos, y apuntan que de nada sirve la proclamación formal de esa escisión, si a la postre, el que se incoa para sancionar los ilícitos tributarios se basa en las actuaciones desarrolladas por los órganos de comprobación tributaria. Sea cual fuere la postura a adoptar tras la lectura de este precepto, lo cierto es que en el ámbito que nos desenvolvemos, y recordémoslo, cuando se trata de la calificación de infracciones graves consecuencia de la falta de ingreso de la deuda tributaria, no es posible concebir la tramitación del procedimiento sancionador sin tomar en consideración las actuaciones previas desplegadas por el órgano de inspección ocupado de la práctica de la liquidación tributaria que corresponda, por lo que nos hallamos ante un punto donde la confluencia de los dos procedimientos considerados se presenta inevitable. Ahora bien, esa indisoluble concatenación que apreciamos en el desarrollo de ambos procedimientos no significa que, de facto, estemos abogando por el retorno a la simultaneidad de los dos en su sustanciación. Buena prueba de ello la encontramos en el precepto que estamos analizando. Según su tenor literal, la ineludible aportación de los datos obtenidos en el curso de la comprobación tributaria al – 125 – ESTUDIOS Y NOTAS / CRÓNICA TRIBUTARIA 106-2003 desarrollo del procedimiento sancionador, se ha de llevar a cabo de manera formal, lo que equivale a prohibir que al hacerlo se deslice algún juicio de valor sobre el contenido de los datos aportados, de la imputablidad de grado alguno de culpa en la persona de su autor y sobre las consecuencias que, a juicio del actuario, se pudieran derivar en el curso del procedimiento sancionador para el presunto infractor. Este modo de proceder, obliga además, a que sea en esta sede del procedimiento sancionador donde se deba imputar al actor el grado de responsabilidad y de culpabilidad que puede derivar de su conducta, lo que en última instancia, significa que los reproches hacia la acción ilícita tienen su ejercicio en el ámbito de este procedimiento sancionador y no, en el que se ha instruido en la práctica de la liquidación tributaria que corresponda. Estos razonamientos que estarían de más al tratar de cualquier procedimiento sancionador, es necesario matizarlos cuando se trata de su aplicación al ámbito tributario, como consecuencia de la convivencia de ambos a lo largo de los tiempos. Visto desde esta perspectiva y frente a quienes descalifican los términos del artículo 29.3 del Real Decreto 1930/1998, el precepto se nos presenta como una interesante apuesta en la materialización de la división de procedimientos, en el entendimiento de que en la instrucción del que se sigue para la regularización de la situación tributaria del contribuyente no se podrán llevar a cabo juicios de valor a propósito de la presunta imputabilidad de conductas ilícitas porque no es lugar adecuado para llevarlos a cabo, y viceversa, sólo cuando se sustancie el procedimiento sancionador será previsible la imputación de responsabilidades por comisión de ilícitos a su autor lo que se podrá realizar, una vez que sea oído, como lo evidencia que la incorporación formal de datos y pruebas haya de realizarse antes del trámite de audiencia. Por esta misma razón, el obligado tributario no puede invocar principios garantes de su presunción de inocencia sino en el curso del procedimiento seguido para delimitar su responsabilidad punitiva que, desde luego, no ha de ser en el desarrollo del procedimiento de inspección en el que su colaboración con los órganos que están actuando, trae causa del deber constitucional de contribuir, por lo que en el discurrir de aquellas actuaciones de comprobación e investigación no podrán ser invocados principios y garantías que han de operar con eficacia en el orden punitivo, como por ejemplo, el principio de no autoinculpación como excusa o excepción a la aportación de datos con transcendencia tributaria que obran en su poder y son desconocidos por la administración actuante, principios que, de ser invocados, ninguna relevancia tienen para la regularización de la situación tributaria del contribuyente porque con ocasión de ella, no se está imputando ningún ilícito al obligado tributario, sino tan sólo, constatando si su situación tributaria declarada se corresponde con su realidad fiscal. Se puede contra argumentar que de los datos aportados por el contribuyente en el discurrir del procedimiento de inspección puede hacer acopio y uso el órgano sancionador en la instrucción y depuración de sus responsabilidades por los ilícitos que se detecten, pero tales datos, en puridad de términos, ya no son los aportados a la causa por el propio contribuyente, sino que han sido atraídos al desarrollo del procedimiento sancionador por otro órgano de la Administración tributaria con quien se entendió con ocasión de proceder a la regularización de su situación tributaria. Desde esta perspectiva la propuesta que se realiza no pretende la modificación del precepto reglamentario, sino matizar sus términos en el sentido indicado. d) La llamada tramitación abreviada del procedimiento sancionador El artículo 34 del Real Decreto 1930/ 1998 prevé que cuando obren en disposición del órgano sancionador al tiempo de iniciarse el expediente todos los elementos que permitan formular la propuesta de – 126 – «II Jornada de Técnica Tributaria Aplicada organizada por el I.E.F y el Consejo...» imposición de la sanción, ésta se incorporará al acuerdo de iniciación, con puesta de manifiesto del expediente a los interesados para que en el plazo de quince días formulen alegaciones y presenten nuevos elementos de prueba que contradigan el contenido de aquélla, en el entendido de que si no lo hacen así, se dictará resolución conforme a la referida propuesta. Este precepto es el ataque más directo a la separación de procedimientos postulada en el artículo 34 de la Ley de Derechos y Garantías de los Contribuyentes porque, de hecho, posibilita las actuaciones administrativas en contra de su mandato, por lo que es posible cuestionar su legalidad. La instrucción de este procedimiento «abreviado», en la práctica, puede resultar equivalente a la imposición de una sanción de plano, sin valoración de pruebas en el curso de las actuaciones desplegadas por el órgano sancionador y sin razonar los elementos de culpabilidad que pudieran acentuar la conducta ilícita del presunto infractor tributario. Es de suponer que el presunto infractor no estará en disposición de aportar calidad de prueba suficiente como para rebatir las que ya obran en poder de la Administración al hilo del procedimiento de inspección, por lo que la propuesta de resolución sancionadora incorporada al acuerdo de inicio del procedimiento punitivo coincidirá con la resolución definitiva del mismo. Todo ello, nos lleva a la conclusión de que el llamado «procedimiento abreviado», es una modalidad de procedimiento sancionador que no se diferencia del instruido para regularizar la situación tributaria del contribuyente, sino que le sucede en el tiempo sin solución de continuidad, convirtiéndose en una prolongación de aquél con resultado sancionador, donde las garantías del presunto infractor se ven conculcadas porque la fase de alegaciones es un mero testimonio de formalidad en su desarrollo; el órgano que acuerda el inicio del procedimiento para sancionar es el mismo que lo instruye y resuelve; no existe fase instructora propiamente dicha; en suma, la propuesta de resolución sancionadora es coincidente con la resolución de- finitiva, por lo que nos encontramos con una resolución sancionadora sin procedimiento en el que se basa su instrucción. Este dato es suficiente para propugnar su supresión a poco que consideremos que entre las causas de nulidad absoluta de los actos administrativos se encuentra el de aquellos que se dictan prescindiendo del procedimiento establecido para dictar la resolución que corresponda. e) La acumulación de procedimientos cuando se pretende la revisión administrativa de la liquidación tributaria y la sanción El artículo 35.3 del Reglamento para el ejercicio de la potestad sancionadora en el orden tributario, mantiene algo que nos parece ilegal, cuando tras reconocer que el acto de imposición de la sanción puede ser objeto de recurso independiente, ordena que cuando el contribuyente impugne también la cuota tributaria se acumularán ambos recursos o reclamaciones, impidiendo además, que en tales casos se pueda interponer contra el acto de sanción otro recurso o reclamación diferente al que se hubiere deducido frente a la liquidación de la cuota, intereses y recargos, porque con este modo de proceder, se está obligando a la recurribilidad conjunta de dos procedimientos que la Ley de Derechos y Garantías (artículo 34) ordena que transcurran separadamente. Si los procedimientos son distintos, no existe razón alguna para obligar al recurrente a interponerlos conjuntamente. Creemos que el sentido y la finalidad de este precepto quedarían mejor configuradas si, en lugar de mantener con carácter taxativo el deber de recurrir conjuntamente el acto sancionador y el de liquidación tributaria, se declarara su carácter opcional, siendo el contribuyente a quien corresponde tomar esta decisión. PROPUESTA Que por parte de la Secretaría de Estado de Hacienda se procure una propuesta – 127 – ESTUDIOS Y NOTAS / CRÓNICA TRIBUTARIA 106-2003 de modificación de los artículos 49.2, letra j); 63, bis, apartados 2, 3 y 4; y 29.3 del Real Decreto 939/1986 que regula el Reglamento de la Inspección de los Tributos, así como de los artículos 34 y 35.3 del Real Decreto 1930/1998 que desarrolla el Reglamento para el ejercicio de la potestad sancionadora en el orden tributario, en el sentido que se indica seguidamente: a) Para que el artículo 94.2, letra j), del RD 939/1986, determine expresamente que en las actas se hará constar si, a juicio del actuario, concurren o no, los motivos para la apertura de procedimiento sancionador sin perjuicio de la decisión que sobre este extremo corresponda al Inspector-Jefe. En tales casos, el procedimiento sancionador deberá iniciarse en el plazo de un mes desde que se entiende producido el acto de liquidación para las actas de conformidad o desde que se haya notificado dicha liquidación en el caso de actas de disconformidad. b) Para que el artículo 63 bis, apartados 2, 3 y 4, quede redactado en tales términos que disocien el órgano – 128 – que ha instruido el procedimiento de comprobación y liquidación de aquél otro que debe instruir el procedimiento sancionador, siendo competencia del Inspector Jefe la designación del instructor de este último. c) Para que el artículo 29.3 del RD 939/1986 indique expresamente que el acto de incorporación formal al procedimiento sancionador de las actuaciones seguidas en el procedimiento de comprobación y liquidación tributaria, no implicará ningún juicio de valor sobre el grado de imputabilidad de culpa al presunto infractor. d) Para que desaparezca el procedimiento abreviado al que se refiere el artículo 34 del RD 1930/1998, por el que se regula el procedimiento sancionador tributario. e) Para que el artículo 35.3 del RD 1930/1998 prevea la acumulación de recursos frente al acto de liquidación y frente a la sanción tributaria de forma optativa para el contribuyente.