La Delincuencia de menores: un problema del - unesdoc

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la delincuencia
de menores
un problema
del
mundo moderno
Por
William C. Kvaraceus
unesco
La
delincuencia de menores
un problema del mundo moderno
Publicado en 1964 por la
Organización de las Naciones Unidas para la Educación
la Ciencia y la Cultura
Place de Fontenoy, Paris-7e
Impreso por Imprimerie M a m e à Tours
0 Unesco 1964 MC. 64/D.SS/S
Prefacio
L a presente obra ha sido preparada de acuerdo con el programa
de estudios de la Unesco relativo a los problemas que trae consigo
la inadaptación social de los jóvenes. C o m o es evidente, tales
problemas, así como los fenómenos de la delincuencia juvenil,
suelen preocupar e inquietar a padres, educadores y responsables
de instituciones y organizaciones juveniles. Por ello se ha estim a d o oportuno cooperar con ellos en el sentido de examinar
con toda objetividad y de explicar tan claramente como sea
posible la conducta anormal y las actitudes agresivas de ciertos
jóvenes.
L a tarea fue confiada al señor W.Kvaraceus, quien ha ocupado
en la Secretaría de la Unesco el cargo de especialista en los problemas de la inadaptación social de los jóvenes. EI autor ha sido
además profesor de la Universidad de Boston y en la actualidad
es director de estudios sobre la juventud en el Lincoln Filene
Center, de la Universidad Tufts, en los Estados Unidos. EI señor
Kvaraceus ha publicado varios trabajos, entre los cuales se
cuentan Juvenile delinquency and the school y The community and
the delinquent, de manera que las ideas aquí expuestas y la interpretación de los hechos apuntados se fundan consecuentemente
en una vasta y minuciosa experiencia. Con todo, conviene observar
que se trata de puntos de vista estrictamente personales.
Por último, nos complace indicar el hecho de que el autor de
esta obra ha contado con la cooperación de la Sección de Defensa
Social de la Organización de las Naciones Unidas.
Indice
Capítulo primero.
-¿Qué es un delincuente menor de edad?
Variaciones sobre el tema
L a inclinación a la violencia
El delincuente denunciado
Las llamadas<< causasD
Cada ser es diferente
16
18
21
23
27
Capítulo segundo. -Por qué existe la delincuencia
Un gran número de teorías
L a necesidad de cariño
L a búsqueda de la identidad
El mundo exterior
Ansiedades de la adolescencia
38
43
46
50
52
Capítulo tercero. -Lo que puede hacer la comunidad
Prevención y tratamiento
L a función de la escuela
U n a mayor variedad de enseñanzas
Ayuda a la familia
Investigación de las causas
Castigo o remisión condicional
de la pena con régimen de
prueba
L a policía
El mundo real del trabajo
Tratamiento individual para
los menores con problemas
graves
61
63
66
72
77
79
83
87
89
Capítulo cuarto.
-Nuevas concepciones
Cooperación del delincuente
Necesidad de la investigación
Los menores en peligro
95
97
99
Introducción
Pese a los grandes adelantos tecnológicos visibles hoy en todos los
países, los procedimientos de ayuda a los niños y adolescentes
para que lleguen a ser adultos cabales siguen constituyendo para
los padres y las personas que se ocupan de los jóvenes un problema
por resolver.
Si se observan los concienzudos esfuerzos de los profesionales
-maestros, trabajadores sociales, jueces, psicólogos, sociólogos,
psiquiatras- que tratan de hallar medios para prevenir y evitar
la mala conducta de los jóvenes, se ve con claridad que esos profesionales no pueden resolver ni circunscribir por sí solos el
problema de la delincuencia. En esa tarea deben participar cada
ciudadano y cada padre. Y tenemos que interesar a la propia
juventud en la solución de lo que fundamentalmente es un problema de jóvenes.
L a presente obra se ha preparado con destino a los padres, las
personas interesadas en el problema, y los jóvenes próximos a la
edad adulta, que deseen comprender y ayudar a los menores cuya
conducta haya llamado la atención de las autoridades oficiales.
N o ofrece una serie de recetas para la prevención o la reeducación
del delincuente, pero señala la necesidad de definir y diferenciar
al delincuente y examina los criterios que pueden adoptarse para
ayudar a distintos tipos de jóvenes delincuentes. En general, esos
criterios se orientan en el sentido de la causa, el diagnóstico y la
rehabilitación.
Al preparar la presente publicación, se tropezó con dos difi-
9
Introducción
cultades importantes :primero, las desigualdades existentes en
recursos pedagógicos y en programas tanto para la educación
c o m o para el bienestar de la infancia entre los países desarrollados
y los que se hallan en vías de desarrollo, cada uno de ellos con sus
tradiciones culturales únicas en distintas etapas de preparación ;
segundo, la escasez de trabajos de investigación y de prácticas
de eficacia comprobada para la prevención y represión de la
conducta delictiva en todas partes del m u n d o no permite llegar
a soluciones absolutas. En esta breve publicación no podía superarse ninguno de esos dos problemas. Por ello, es inútil hablar de
la necesidad de establecer aulas de un número reducido de alumnos
cuando existen muchas regiones en el m u n d o donde no hay
escuelas, o solicitar establecimientos clínicos y de diagnóstico en
zonas en que no existe la posibilidad de hacer trabajo de casos, o
no se cuenta con servicios psicológicos y psiquiátricos. Al propio
tiempo, esta publicación refleja la abundancia relativa de bibliografía científica sobre la delincuencia en el m u n d o occidental y en
especial en los Estados Unidos de América.
L a presente obra mira también hacia el futuro, y reconoce lo
incompleto y poco válido de muchas de las teorías y prácticas
que caracterizan los esfuerzos actuales para prevenir o corregir
la mala conducta de la juventud. Todos los países necesitan
definir con m á s precisión, el concepto de cc niño delincuente».
Tienen que reexaminar el marco teórico de referencia en el que se
insertan sus actividades en materia de prevención y control.
Necesitan constantemente evaluar y reevaluar sus planes y
programas de ayuda a los delincuentes menores de edad. D e no
ser así, el aplicar a la juventud extraviada medidas inoportunas
o incluso perjudiciales, puede traducirse en malgaste de energías
o de vidas.
Esperamos que este pequeño volumen pueda estimular el
pensamiento y la acción en ese sentido, en muchas partes del
mundo, de los padres y de las personas que trabajen en estrecha
10
Introducción
colaboración con los funcionarios encargados del bienestar de la
infancia.
H e tenido la fortuna de contar con la ayuda de Gloria Emerson
para las tareas de investigación y de redacción del presente volum e n ; su infatigable celo para reunir, ordenar y presentar los
materiales ha hecho que este trabajo sea una obra de colaboración.
W.C. K.
11
Capítulo primero
¿
*Qué es un delincuente
menor de edad?
¿Qué es un delincuente menor de edad?
Esta pregunta preocupa a muchas personas ; buscan una
contestación, y con frecuencia encuentran una respuesta cruel o
airada. No deja de estar cargada de elementos emotivos y en
muchos casos parece existir el sentimiento de que el delincuente
menor de edad se comporta así con el propósito de molestar,
cuando no de amenazar, a las personas más decentes y educadas.
Esta indignación perturba de tal m o d o que impide detenerse a
reflexionar sobre lo que es un delincuente menor de edad, obsesionados por el relato de lo acaecido. Pero, ¿quién es ese menor?
¿Dónde vive? ¿Cuál es su delito? ¿Cuál es el castigo? ¿Cuál será
su futuro?
Las contestaciones serán evasivas, pero en todo el mundo
existe un número cada vez mayor de adultos que experimentan
la necesidad urgente de averiguar la verdad en cuanto al ser
humano joven marcado. L a inquietante comprobación de que
existe en todo el mundo una delincuencia, que no está en vías de
desaparecer, ha impresionado a muchos entendidos, lo mismo
en Viena que en Lagos, en Nueva York o Calcuta.
H a y varias maneras de soslayar el problema. Puede decirse,
por ejemplo, que la delincuencia de menores no es un fenómeno
nuevo en el mundo. Incluso hay pruebas que datan del año 306
antes de Jesucristo, puesto que y a en la ley de las XII Tablas
existían disposiciones especiales aplicables a los niños que habían
cometido robos. Los romanos reconocieron que la responsabilidad
13
¿ Q u é es un delincuente menor de edad?
por esos delitos era atenuada. También puede señalarse que la
delincuencia de menores no es en m o d o alguno una cosa peculiar
de nuestra generación. Y puestos a la defensiva, muchos pueden
decir que no es patrimonio exclusivo de un país o una cultura.
Pero tales hechos no son de gran consuelo. N o nos ayudan a
enfrentarnos con los problemas ni a medirlos o tratar de resolverlos. Si bien es probable que en muchos países se haya exagerado
o explotado en la prensa o en determinadas películas la amplitud
y depravación de la delincuencia juvenil, no deja de ser cierto
que la delincuencia existe virtualmente hoy día en todos los países
del mundo.
En el informe de las Naciones Unidas, Perspectiva para el
quinquenio 1960-1964,publicado por el Departamento de Asuntos
Económicos y Sociales, se indica :«En el c a m p o del delito y la
delincuencia existe hoy un problema grave y muy extendido,
pero que parece revestir especial gravedad en algunos de los
países m h s desarrollados : la delincuencia de menores. Por una
razón u otra, los diversos servicios que los expertos habían previsto
para prevenir esta delincuencia no han tenido, en general, el
éxito esperado. E s preciso enfocar en forma muy amplia el estudio
de las causas subyacentes y crear nuevos métodos con qué ponerles
remedio.D
Casi todas las lenguas del m u n d o tienen hoy una palabra que
marca a esos jóvenes de muchas naciones cuya conducta o gustos
difieren de la norma suficientemente c o m o para despertar sospechas y aun temores. Son los teddy-boys en Inglaterra, los nozen
en los Países Bajos, los ruggare en Suecia, los blousons noirs en
Francia, los tsotsìs en &rica del Sur, los bodgìes en Australia, los
halbstarlcen en Austria y Alemania, los taì-pau en Taiwan, los
mambo boys o taìyozuku en Japón, los tapkaroschì en Yugoeslavia,
los vìtellonì en Italia, los hoolìgans en Polonia y los stìlìsgyì en
la URSS.
Pero, no tenemos derecho a suponer que todo teddy-boy o todo
14
a ... L a banda de adolescentes que constituye un fenómeno social de la
vida moderna ».
Foto Dominique Roger
« L a conducta de la juventud rara vez se atiene a las pautas formuladas
por los adultos)).
Foto Dominique Roger
¿Qué es un delincuente menor de edad?
blouson noir es un delincuente. Esas denominaciones inducen con
frecuencia al error. Es injusto suponer automáticamente que un
joven a quien le guste la música del rock'n roll o los vestidos
extravagantes está en vías de convertirse en un delincuente, si no
lo es ya. Con excesiva frecuencia, el mundo de los adultos ha
utilizado la palabra cc delincuente)) para manifestar su irritación o
perplejidad ante los gustos de los adolescentes. En realidad,muchos
especialistas en educación y psicología rechazan la expresión
cc joven delincuente)), que se ha utilizado demasiado frecuentemente y con excesiva facilidad para referirse a los jóvenes que,
por cualquier razón, resultan desagradables. El Segundo Congreso
de las Naciones Unidas sobre Prevención del Delito y Tratamiento
del Delincuente,recomendó :<c Sin tratar de formular una definición
modelo de lo que debe entenderse por delincuencia de menores
en cada país, recomienda, u) que el significado de la frase delincuencia de menores se limite lo más posible a las transgresiones
del derecho penal, y b) que no se creen, ni siquiera con el fin de
protección, nuevas formas legales de delito que castiguen las
pequeñas irregularidades o manifestaciones de inadaptación de
los menores, pero por las que no se procesaría a los adultos.)
)
Se hace aquí la prudente sugestión de que no apliquemos las
palabras cc menor delincuente )I sin razón y sin medida. N o debe
considerarse como delincuente a todo menor que infrinja una
regla o cuyo comportamiento resulte molesto. L a conducta de la
juventud rara vez se atiene de modo constante a las pautas formuladas por los adultos,y a lo que éstos esperan de los jóvenes.
En la segunda parte de esa recomendación de las Naciones
Unidas se hace también la sugestión de que no se apliquen las
leyes de tal manera que se castigue a menores que incurran en
pequeñas faltas que cometidas por adultos no serían punibles.
15
¿Qué es un delincuente menor de edad?
Variaciones sobre el tema
¿Cuáles son las infracciones y cuáles las penas? Las diferencias de
país a país sólo indican el grado de división en que se halla el
m u n d o sobre las cuestiones de quién es u n delincuente y quién no
lo es, y de lo que debe hacerse al respecto.U n a forma de delincuencia
ampliamente extendida en El Cairo es la recogida de colillas en
la calle, hecho que en los demás países del m u n d o no constituye
una infracción punible. U n a reciente encuesta realizada en dos
zonas urbanas de la India, Lucknow y Kampur, muestra que en
el orden de frecuencia, el vagabundeo ocupaba el segundo lugar
entre las infracciones cometidas por menores. Hace unos cuantos
años, en H o n g Kong, el número de jóvenes que comparecieron
ante los tribunales llegó a alcanzar la cifra alarmante de 55 000,
el 90 yo de los cuales sólo había cometido infracciones administrativas, tales c o m o la venta ambulante sin licencia. En esos
casos, el observador puede preguntarse si esos actos llamados
delictivos no son sino acciones cometidas por niños abandonados,
insuficientemente alimentados o desesperados.
En Kenia, hace algunos años, la aplicación estricta de las disposiciones sobre el vagabundeo hizo que el número de jóvenes que
comparecieron ante el Tribunal Central de Menores de Nairobi
se elevase a m á s de 3 O00 en un solo año. L a información de que
se dispone sobre Lagos (Nigeria) indica que se considera c o m o
delincuencia toda transgresión de las leyes no escritas del hogar :
la falta de respeto y la desobediencia se consideran c o m o infracciones graves.
V e m o s pues que las cifras de jóvenes acusados de actos delictivos
no bastan y que es necesario conocer además la naturaleza de las
infracciones cometidas y la ley que concretamente violan, así
c o m o la forma en que fueron detenidos e inscritos en los registros
por las autoridades.
H a y muy poco en c o m ú n entre el muchacho que recoge colillas
16
¿Qué es un delincuente menor de edad?
en los arroyos de las calles de El Cairo, el chiquillo de Nigeria que
se rebela contra su familia,el mozalbete norteamericano que hace
uso de una navaja o el europeo que comete un hurto. Las diferencias
entre esos actos son extraordinarias aun cuando todos sus autores
puedan ser calificados de delincuentes.
Sólo puede decirse que la conducta considerada como delictiva
en los diferentes países comprende una variedad tan grande de
actos, desde los más triviales hasta los más graves, que es prácticamente imposible generalizar sobre todas las clases de infracciones. Sólo cabe señalar que se trata de actos cometidos por
muchachos de siete a dieciocho años de edad, según los países.
En la mayor parte de ellos, el límite superior de edad señalado
por la ley para que los delincuentes sean considerados como
menores, oscila entre dieciséis a diecinueve años. En los Estados
Unidos de América, hay diferencias muy notables de Estado a
Estado. En Wyoming, por ejemplo,se considera que un muchacho
es adulto a los diecinueve años, en tanto que a una muchacha
se la considera menor hasta los veintiuno. En otro Estado, Connecticut, el límite superior es la edad de dieciséis años.
La edad mínima en que se tiene a un muchacho por responsable
de sus actos y se le conduce ante cualquier clase de tribunal varía
también de unos países a otros. Por ejemplo, en los Estados
Unidos se fija en los siete años de edad, los diez en Gran Bretaña,
nueve en Israel, doce en Grecia, trece en Francia y Polonia,
catorce en la República Federal de Alemania, Austria, Bélgica,
Checoeslovaquia, Italia, Noruega, Suiza y Yugoeslavia.
Y , por último, las penas establecidas por las leyes así como los
métodos penitenciarios, varían mucho de un país a otro.
En otros tiempos se aceptaban legalmente los castigos corporales
en un gran número de países. H o y todavía pueden ordenarlos
los jueces en Birmania, Ceilán, India (a excepción de la región
de Bombay), Irak, Irán, Tailandia y Pakistán.
Aun cuando adoptemos la más cauta actitud ante las estadísticas
17
¿Qué es un delincuente menor de edad?
de la delincuencia -ya que su alcance y amplitud no pueden
expresarse en una serie de columnas de números- es indudable
que aumenta en todas partes del mundo. Las infracciones son
diversas.V a n desde el hurto, el vandalismo,los daños,las pequeñas
extorsiones y los juegos prohibidos hasta las violencias, la ruíianería, la haraganería,la conducta inmoral o deshonesta,la embriaguez y el uso de estupefacientes.
L a inclinación a la violencia
En casi todas las ciudades del mundo afectadas por el problema,
una de las manifestaciones más visibles de la delincuencia de
menores es la banda de adolescentes que constituye un fenómeno
social de la vida moderna. Pese a las notables diferencias nacionales,
las bandas de muchachos de trece a diecinueve años son grupos,
que no tienen finalidades concretas, de adolescentes desarraigados,
inquietos, sin empleo, cuyo más frecuente lugar de reunión es la
esquina de una calle. Algunas bandas, por ejemplo, varias de
East Los Angeles (California) han cometido homicidios, en tanto
que otras se limitan a imitar o a insultar a los transeuntes.
Pero estas bandas, inofensivas o peligrosas, son un elemento
importante en el cuadro general de la delincuencia de menores.
Si se examina la delincuencia en un contexto mundial, es raro
encontrar adolescentes que caen en la delincuencia como resultado
de una evolución personal peculiar ; es mucho más frecuente ver
grupos de jóvenes que participan en actividades conjuntas,
derivadas de una serie de sentimientos,fidelidadesy reglas comunes
y que tienen así sentido y les procuran satisfacción.
Muchas bandas tienen una organización muy estructurada ;
otras presentan poca cohesión y se desintegran rápidamente. L a
mayor parte de esas bandas cometen frecuentemente actos que
no siempre se traducen en beneficios económicos y, a los ojos de
los demás, su maldad parece gratuita.
18
¿Qué es un delincuente menor de edad?
En
Polonia las bandas de adolescentes han causado daños en
los trenes y han molestado a los pasajeros sin ninguna razón
aparente. En Saskachevan (Canadá), algunos grupos de jóvenes
entraron en varias casas de particulares, en ausencia de los propietarios, y causaron danos en mobiliario de valor, sin tratar de
Ilevarse ningún objeto. En Chiengmai (Tailandia) una banda de
muchachos, que tenían como símbolo un águila blanca tatuada
en sus brazos, encontraba su mayor diversión en atemorizar o
injuriar a los no pertenecientes a la misma, cuando no se dedicaban
a desafiar a una banda rival, contra la que emprendían una
cc guerra ».
En Argentina, ha habido bandas de muchachos que se reunían
en cafés o bares para insultar o humillar a otros clientes o a los
transeuntes ; después de ello se dedicaban algunas veces a causar
daños en algún automóvil en estacionamiento. En los informes
sobre las bandas de los jóvenes de trece a diecinueve años de
Filipinas, se indica el mismo impulso hacia el vandalismo. Varios
jóvenes atravesaron la ciudad de Manila en automóvil y armaron
un escándalo rompiendo cristales de residencias y escaparates de
casas de modas. Durante varias noches esta misma banda tuvo
en jaque a la policía de tres ciudades vecinas que trataba de localizarlos y adivinar dónde darían el próximo golpe.
Sin embargo, algunos menores delincuentes persiguen objetivos
m á s claros. Sus satisfacciones proceden de actos más lucrativos.
Son buenos ejemplos de ello las extorsiones de poca monta. En
Detroit, Michigan, una banda compuesta de quince muchachos
de trece a dieciséis años de edad organizó un chantaje original:
exigir a los niños de la vecindad menores que ellos 5 centavos de
dólar para no molestarles al ir o al volver del cine del barrio.
En un informe de la India se indica que algunas bandas de
jóvenes de uno y otro sexo se dedican, con gran éxito, al contrabando de licores y estupefacientes. En Israel,un juez de menores
estimó que la existencia de grupos de jóvenes dedicados al robo
19
¿Qué es un delincuente menor de edad?
de automóviles es u n cc caso nuevo e importante», y a que la
actuación en banda no había sido frecuente hasta entonces.
Sin embargo, n o debe suponerse que la acción de esas bandas es
constante y que sus componentes son los mismos año tras año.
En cada país su actuación fluctúa algo c o m o las líneas de la fiebre
en una gráfica. Un psicólogo alemán, el Dr. Curt Bondy, observó
que al parecer hay años marcados por explosiones violentas de
las actividades de las bandas y otros de relativa tranquilidad.
En un artículo de The Observer (15 de julio de 1962) se decía:
«En la parte norte de Londres, según informa la policía, las
N bandas 11 no representan sino reuniones de jóvenes aburridos del
mismo barrio en salones de baile y en cafés. N o tienen organización,
no aceptan dirigentes, ni se dan« oficialmenten un título y apenas
si se las conoce con la denominación de cc la banda de Highburyn
o «la banda de Angeln. Pero el peligro es que cualquiera...puede
incitar rápidamente a una banda a revolverse contra cualquier
individuo o grupo que los haya molestado. En ese m o m e n t o las
barras de acero y las navajas aparecen c o m o por arte de magia.))
Pese a lo limitada que es la información sobre la delincuencia
de menores en el mundo, se han podido deducir algunas conclusiones. Ninguna de ellas es alentadora. En u n informe de las
Naciones Unidas preparado por la secretaría se maniiiestal:
«En general, parecería que la violencia es cada vez m á s una
característica de la delincuencia de menores. L a violencia no se
limita forzosamente a los delitos contra las personas, sino que
también ocurre en los delitos contra la propiedad. En algunos
países parece haber aumentado el número de homicidios y de
lesiones, y lo mismo puede decirse en el caso del robo nocturno
y del robo con escalamiento y fractura. Aunque a menudo oculta,
otra manifestación de violencia está tipificada por las actividades
1. Nuevos tipos de delincuencia de menores :su origen,prevención y tratamiento
(Londres, 8 al 20 de agosto de 1960) A/CONF./17/7.
20
¿Qué es un delincuente menor de edad?
delictivas de ciertas pandillas que, mediante oferta de protección
o sin ella, obtienen diversas ventajas, servicios o bienes, por
ejemplo comestibles. Por último,la violencia parece haber aumentado debido al creciente número de actos de vandalismo o daños
graves realizados como venganza o por diversión, o como expresión
de una actitud más o menos rebelde...11
El
delincuente denunciado
En otros tiempos, las tabulaciones de los datos estadísticos
relativos a los antecedentes familiares de los menores delincuentes,
parecían siempre indicar que esos jóvenes procedían de medios
sociales poco acomodados. En una segunda conclusión, establecida
también en ese informe de las Naciones Unidas, se indica que esa
tendencia ha sufrido un gran cambio. H o y día ya no puede
decirse que la delincuencia de menores se limita a un determinado
grupo socio-económico.H a y cada vez más indicacionesdel aumento
del número de adolescentes de clases adineradas que delinquen.
En Francia, la expresión blousons dorés es una referencia un
tanto sarcástica a los delincuentes de las familias más ricas a
diferencia de los blousons noirs.
En un informe sobre hurtos cometidos en grandes almacenes
de Bélgica hay una referencia a esta tema. En é1 se indica cc ...esos
robos se denuncian rara vez a los tribunales, pero los informes
obtenidos en otras fuentes indican que en la mayor parte de los
casos, los cometen niños de unos doce años. D e diez casos,nueve lo
realizan muchachos y con frecuencia grupos, cuyos componentes
se incitan unos a otros a robar por diversión. Los ladrones proceden
de todas las clases sociales y casi siempre se apropian objetos de
escaso valor. En definitiva proceden de casas mejores que las
de otras clases de delincuentes...D
Y ello acentúa todavía más otro aspecto del problema que
examinamos. No podemos preocuparnos sólo de los menores
21
¿Qué es un delincuente menor de edad?
marcados como delincuentes por el hecho de que se les haya
señalado a la atención de los organismos encargados de aplicar
la ley. En todos los países existen también grupos -tales como
los niños ladrones de tiendas de Bélgica- que, por varias razones,
no comparecen ante la policía o las autoridades. En algunos
casos, los protegen sus familias, o la escuela, o bien el perjudicado
prefiere no formular la denuncia pertinente. L a presencia de este
segundo grupo de delincuentes complica el problema.
El primero -los delincuentes conocidos- es comparable a la
parte del témpano que sobresale del agua. Pero el segundo grupo
de delicuentes no registrados, o no contados, es comparable a la
parte sumergida del témpano oculta bajo el agua. En los Estados
Unidos una encuesta reciente dio a conocer que un número relativamente grande de adolescentes reconocía haber cometido actos
graves que, aunque delictivos, no habían sido objeto de ninguna
dilingencia judicial. Se trataba de hijos de familia de las clases
media y alta. En un numero cada vez mayor de estudios de orígenes
distintos de muchas partes del mundo se ha señalado que el
número de los delincuentes N no denunciados II o no incluidos en
las estadísticas, es más importante de lo que se había supuesto,
y que entre ellos existe un porcentaje creciente de jóvenes de
familias económicamente estables. Pero la delincuencia cc no
denunciada n es también un problema que afecta a los grupos
económicamente débiles.
A pesar de las analogías aparentes, la delincuencia de menores
tiene sus propias características particulares en cada región
geográfica y,evidentemente, en cada país. Y entre tantos informes
e interpretaciones, muchas veces contradictorios, sobre la delincuencia de menores, hay una cosa que está clara. Cada delincuente
es un caso único. Ello es así, aun cuando sus actos exteriores sean
semejantes a los cometidos por los demás delincuentes, y aun
cuando poco de lo que diga o haga presente la menor originalidad.
Antes de que se pueda comprender verdaderamente por qué
22
¿Qué es un delincuente menor de edad?
cada delincuente es un caso Unico -y ello es esencial si queremos
ayudarle- tienen que cambiar las actitudes de los adultos hacia
los delincuentes jóvenes. Aun cuando no hubiera m á s razones,
la gran amplitud e intensidad de la delincuencia juvenil debe
forzar a los adultos a examinar sus propios prejuicios y reacciones
ante ella. Rara vez nos preguntamos el por qué de las cosas y,
muchas veces, nos limitarnos a suponer que estamos en posesión
de toda la verdad. Una persona que reconozca francamente que
no tiene la menor idea sobre la razón de existir la delincuencia de
menores constituye la excepción a la regla. Sólo los especialistas,
conscientes de Ilas grandes lagunas y discrepancias existentes en
nuestros conocimientos sobre la conducta humana, muestran un
cierto grado de humildad al tratar de examinar y resolver en parte
este complejo problema. E s verdad que algunos de ellos han
conseguido aislar algunas de las causas de la conducta de determinados menores, pero no todas ; la proporción es muy insuficiente.
Pero ello no impide a las pcrsonas peor informadas aferrarse a su
creencia. No puede criticarse a nadie por el hecho de tener una
opinión personal sobre la delincuencia ; sólo se le puede recordar,
y advertir, que es un problema mucho más complicado de lo que
sospecha.
Las llamadas
K
causas n
En torno al problema de la delincuencia aparece una de las más
ricas colecciones de mitos del siglo XX. La mayor parte de esos
mitos son perjudiciales, ya que hacen creer a un gran número de
personas que tienen mayores conocimientos de los que poseen.
En general, se trata de versiones excesivamente simplificadas de
las causas de la delincuencia.
Son muchos los que creen que la causa de la delincuencia puede
achacarse claramente al cine. Citan esas películas que parecen
glorificar o exaltar la conducta criminal o delictiva. Se supone
23
¿Qué es un delincuente menor de edad?
que los jóvenes que ven esas películas quedan virtualmente
infectados y que cualquier conducta anormal por su parte puede
achacarse a lo por ellos visto -y posiblemente admirado- en un
cine.
Pero las m á s cuidadosas e intensas investigaciones científicas
no han podido establecer el grado de influencia directa de esa
causa ; más aún, es casi imposible tener la seguridad de que esa
influencia directa existe.
En los últimos diez años,se han podido señalar algunas películas
-tales como La furia de vivir (Rebelwithout a cause)- que provocan una gran reacción en muchos de los menores que las ven
por todo el mundo. Esto confirma en sus ideas a quienes sostienen
que las películas incitan activamente a la delincuencia. Pero aún
así, y como sucede en el caso concreto de esa película, pasamos
fácilmente por alto el hecho de que la influencia de la película
puede no ser muy profunda o duradera, y que probablemente
afectará sobre todo a los adolescentes que se sientan ya atraídos
por una conducta irregular.Siempre habrá películas que respondan
a una disposición de ánimo pasajera de cualquier nación, y difícilmente podrá afirmarse que esa película haya creado la disposición
de ánimo o dado origen a los problemas causa después de conflictos.
El propio tema de la influencia del cine sobre los niños y adolescentes es objeto de constante controversia y discusión, pero no
se sabe mucho sobre el particular. H a y pocas pruebas científicas
de que una película, o muchas de ellas,puedan inducir a un menor
a convertirse en delincuente. Podría decirse en términos muy
generales que algunas películas pueden incitar a una acción
delictiva pero que rara vez pueden considerarse como factor causal
de cualquier clase de desviación o de conducta delictiva.
Indudablemente, hay numerosas películas y programas de
televisión que han ejercido cierta influencia perjudicial sobre
determinados niños. Esta influencia incluso puede afectar al
24
¿Qué es un delincuente menor de edad?
menor de un modo inconsciente. Se han hecho muchas críticas
sensatas y válidas sobre el cine, los programas de televisión y las
historietas ilustradas, pero no deja de ser una hipótesis científicamente infundada y demasiado simplista, achacarles porentero
la delincuencia. No puede pensarse que todos los delincuentes
del mundo han estado expuestos a su influencia y han sido modelados por esos factores.
Muchos niños que se sienten solos o desgraciados cualquiera
que sea el motivo, encuentran esparcimiento yendo al cine,
mirando la televisión y leyendo las historietas ilustradas en grado
excesivo. Pero debe decirse que la conducta delictiva se debe a
influencias mucho más profundas, y con frecuencia más sutiles,
que las del cine exclusivamente, o las debidas a mirar constantemente los programas de televisión, o incluso a una biblioteca de
revistas espeluznantes. Esto no supone negar la influencia que
pueden tenir en los niños, que es frecuentemente malsana y les
lleva a vivir fuera de la realidad ; se trata sólo de señalar el hecho
de que ver películas o programas de televisión no es el unico
camino conducente a la delincuencia.
Otro mito muy difundido es el de que las madres que trabajan
fuera del hogar son responsables de la existencia de niños delincuentes. Sin tratar de negar la importancia fundamental de la
relación maternofilial, también a este respecto hay muy pocas
pruebas científicas de que la ausencia de la madre deba entrañar
inevitablemente una conducta delictiva.
Es posible que en muchos casos en que la madre trabaja los
hijos sufran algunas carencias por el hecho de que ella no esté en
el hogar. Pero esto no puede considerarse como una causa de
delincuencia juvenil, cuando hay muchas familias estables y
felices,en las cuales las madres trabajan fuera del hogar sin consecuencias perjudiciales para sus hijos.
Está también muy difundida la creencia de que los hogares
u rotosn son causa de delincuencia de menores o constituyen un
25
¿Qué es un delincuente menor de edad?
porcentaje importante de la misma, pero tampoco existen pruebas
que justsquen el aserto desde un punto de vista general.
L a separación de los padres no favorece a los hijos ya que, a
partir de la infancia, el hijo necesita al padre tanto como a la
madre. Pero la mera presencia «física)> de los padres no es todo.
Los llamados hogares cc rotos >) no son deporsi más perjudiciales
para el desarrollo del niño que las familias donde reinan la discordia
y el maltrato.
No falta quien estima que el origen del problema se halla en los
barrios insalubres. Pero los trabajos de investigación han puesto
de manifiesto que su desaparición, aun cuando sea altamente
recomendable,no constituye por sí sola una solución general para
prevenir o reducir la delincuencia. El agua corriente caliente y
fría, la calefacción central y la pintura reciente de la casa son
deseables, pero no reducen ni previenen la delincuencia. Tampoco
lo logrará un terreno de juegos bien equipado, ya que se necesita
algo más que una cancha de cemento material para producir un
cambio genuino en las actitudes de un niño o de un adolescente
con inclinaciones delictivas.
Algunas personas han llegado a la cruel conclusión de que todos
los delincuentes menores son estúpidos, si no retrasados mentales,
y que su falta de inteligencia explica su conducta. No hay información científica fidedigna que pueda servir de base al principio
de que los menores delincuentes sean en conjunto menos inteligentes que los demás niños o adolescentes.
Es cierto que muchos ninos de familias pobres han tenido
puntuaciones más bajas en algunas pruebas de inteligencia que
los muchachos de otras procedencias. Los educadores han señalado
que ello puede obedecer a que sus aptitudes para leer, su vocabulario y sus conocimientos de cultura general influyen en las pruebas.
E s muy frecuente que una prueba de inteligencia se base en
esos factores a los que se da especial importancia en los hogares
de la clase media.
26
¿Qué es un delincuente menor de edad?
El nino delincuente se encuentra en una situación desventajosa
que no se debe en absoluto ni a una falta ni a una deficiencia
suyas. Muchos delincuentes han resultado ser extremadamente
brillantes cuando se les ha sometido a pruebas adecuadas al medio
de que procedían.
Existe también el mito de que los delincuentes «heredan»
determinadas tendencias que hacen inevitable su conducta antisocial. Los hombres de ciencia han rechazado la teoría de la c< mala
semilla» ya que los niños no pueden heredar una naturaleza
N perversam. A causa de un gran número de factores pueden tener
(y tienen) una adolescencia que les hace desgraciados y desesperados pero no han nacido predestinados a la delincuencia o la
criminalidad.
U n a de las teorías más extendidas por Europa sobre las causas
de la delincuencia fue que la ola de criminalidad se debía a que
los niños habían sufrido las consecuencias de la guerra de 19391945. Pero los estudios a fondo realizados en Inglaterra sobre
esos niños,hoy día adultos jóvenes,demuestran que «la proporción
de su criminalidad no es mayor ni menor que el porcentaje ordinario de delincuencia de menores, quizás porque las circunstancias
de privaciones en que vivieron suscitaron una respuesta muy
positiva de la comunidad en general)).
Cada ser es dqerente
U n a vez desmentidos los mitos y deshechos los equívocos sobre
la delincuencia, las personas normales empiezan a darse cuenta
de que las generalizaciones son inútiles. Explicaciones tales como
la vida en casas miserables, los hogares deshechos, las películas y
las privaciones, no nos ofrecen razones universales y realistas de
la delincuencia. En ocasiones, cada una de ellas puede ser uno de
los múltiples factores que moldean la vida de un niño, pero
27
¿ Q u é es un delincuente menor de edad?
ninguna puede aceptarse c o m o razón general única para los miles
y miles de casos delictivos.
Para empezar a comprender el problema de la delincuencia,
tenemos que darnos cuenta de que los delincuentes hacen cosas
idénticas por móviles m u y distintos y con intenciones muy diferentes. U n a conducta análoga, y al parecer idéntica, puede tener
funciones muy distintas cuando se trata de individuos diferentes.
Para ilustrar esas diferencias -en cuanto a móviles e intenciones
6e refiere- veamos algunos ejemplos de jóvenes cada uno de los
cuales puede ser considerado c o m o delincuente.
U n muchacho norteamericano de quince años, John G., de
Los Angeles, California, era uno de los doce miembros de una
banda callejera denominada cc Los tiburones». La banda tenía
u n código inflexible de principios, valores y normas. Todos sus
componentes habían jurado observar ese código especial y, para
John G.,era el compromiso moral m á s importante y m á s serio de
su vida. El verano pasado, ese muchacho y otros cuatro de la
banda robaron u n automóvil estacionado en la vecindad. A la
m a ñ a n a siguiente, hacia las cuatro de la madrugada, abandonaron
el automóvil a unos dos o tres kms del lugar. Al ser interrogado
en un tribunal de menores, John G. no trató de justificarse, ni
mostró el menor indicio de cc arrepentimiento». En ocasiones
anteriores ya había tenido dificultades por haber roto cristales
y haber cortado con una navaja capotas de automóviles.
Al estudiarse sus antecedentes se vio que el padre y la madre
trabajaban y que el total de sus ingresos era insuficiente. El
alojamiento era m u y exiguo para las cinco personas de la familia.
John G. era m a l alumno, y sus maestros se lamentaban de su
actitud de aburrimiento y menosprecio. En la escuela o fuera de
ella, era rencoroso y agresivo. EI análisis psiquiátrico no descubrió
ninguna perturbación afectiva pronunciada, y su inteligencia era
normal.
Con arreglo a las normas tradicionales, John G.debía ser consi-
28
¿Qué es un delincuente menor de edad?
derado por sus padres de costumbres acrisoladas como la deshonra
de la familia,por la escuela como un fracasado y por la comunidad
c o m o un peligro. Y sin embargo hay una lógica notable en sus
acciones y las más reprobables de este delincuente merecían la
aprobación y el respeto del grupo social m á s admirado por él:
la banda de N Los tiburones». Es muy posible que las actividades
futuras de John G. supongan una amenaza contra alguna norma
establecida por la escuela, la comunidad o la ley, o una clara
violación de la misma, pero é1 mantendrá firme su ánimo con la
admiración de N los tiburones». Su conducta es recta con arreglo
a las normas de la subcultura de la esquina de su propia calle,
aun cuando sea considerada como ilícita por el m u n d o exterior.
Veamos ahora el caso de un muchacho inglés, de trece años de
edad, Basil P.,hijo de una familia acomodada de Londres. Basil
no trabaja bien en la escuela, lo que ocasiona frecuentes disgustos
a su padre, que también estudió en ella y gozó de una buena reputación como alumno. L a dificultad más grave es su carencia de
dotes para leer. En cuanto se le exige un gran eduerzo de lectura,
parece distraído o perezoso. Podría haber pasado inadvertido o
ser considerado simplemente como un alumno poco dotado, si
varios de sus maestros y muchos de sus compañeros de clase no
supieran que Basil se apoderaba con frecuencia de las cosas ajenas.
El muchacho no trató de negarlo. Durante mucho tiempo
había venido hurtando cosas a otros niños, cosas unas veces
valiosas y otras no. Basil no guardaba los objetos hurtados sino
que con frecuencia los regalaba a otros compañeros de clase, lo
que hacía aumentar conscientemente el riesgo de que el primitivo
propietario viera el objeto y lo reivindicara. En una ocasión,
en Londres, un día de fiesta, Basil hurtó tres discos de gramófono
en un almacén de objetos musicales. Declaró que N sentía»haberlos
robado, que no sabía por qué lo hacía y que deseaba no volverlo
a hacer. Sus padres estaban horrorizados, sus maestros se sentían
vejados y algunos de sus compañeros de clase se mostraron dcspre-
29
¿Qué es un delincuente menor de edad?
ciativos. Un examen psiquiátrico reveló que en un nivel simbólico
profundo, los objetos que Basil hurtaba representaban o reemplazaban algo deseado inconscientemente,pero prohibido por alguna
razón o imposible de lograr. Se recomendó que debía recibir ayuda
y tratamiento psiquiátricos, y así se hizo.
¿Debemos considerar a este muchacho como un delincuente
fuera de cuenta? Aun cuando Basil fuere un perturbado emotivo,
éste no era el caso de John G. ¿Puede considerarse todo acto
antisocial como un síntoma neurótico?
Veamos otro caso. Un joven africano de diecisiete años de edad,
Pierre N.,se trasladó desde su aldea enla Costa del Marfil para
tratar de encontrar un trabajo en la ciudad más próxima. Tenía
esperanzas de que se le empleara en un hotel. Pierre N. sabía leer
y escribir, hablaba dos idiomas y era un joven brillante. En la
ciudad fue sorprendido por un empleado cuando trataba de hurtar
una camisa en una tienda. Pierre explicó al juez que su ropa
estaba usada, que no tenía dinero y que esperaba que una camisa
nueva haría una mejor impresión cuando fuera a buscar trabajo.
¿Era Pierre un menor delincuente? D e haber salido bien la
primera vez ¿hubiera continuado robando? ,jConstituyen claramente todos los hurtos cometidos por los adolescentes un acto de
delincuencia?
Las diferencias considerables existentes entre los tres casos
reseñados no constituyen sino una pequeña indicación de los
riesgos que supone englobar todas las transgresiones de los adolescentes bajo la etiqueta de la delincuencia de menores.
No siempre es fácil pronunciarse sobre la cuestión de quién es
un delincuente socializado, quién un joven perturbado emocionalmente y quién ha cometido un solo delito motivado por una
necesidad obvia y patente. Carece de sentido hablar con fines de
diagnóstico de N el delincuente». L a declaración de que un muchacho es un menor delincuente no es lo mismo que el diagnóstico
clinico de que un muchacho es un epiléptico.
30
a El agua corriente caliente y €ría, la calefacción central y la pintura
reciente de la casa... no reducen ni previenen la delincuencia juevnil ».
Foto Dominique Roger
a El
niño a quien sus padres no quieren se siente traicionado o abandonado
Foto Unesco / David Seymour
por ellos ».
¿Qué es un delincuente menor de edad?
En muchos
casos, el acto delictivo corresponde a la satisfacción
de una profunda necesidad personal, en el nivel consciente o en el
inconsciente; debe considerarse que este acto, usualmente una
violación de lo que consideramos conducta conforme a la ley,
representa un síntoma.
EI hecho de faltar a la escuela, violación tanto de las normas
escolares como de las legales, es un ejemplo de conducta sintomática. En un caso determinado, no ir a clase puede considerarse
como un síntoma de la rebelión saludable de un adolescente
normal que falta durante un día. En otro caso, el mismo hecho
puede ser manifestación de la auténtica incapacidad de un niño
para enfrentarse con las temibles dificultades de la vida diaria y
superarlas.
Quizás al darnos cuenta de lo muy poco que sabemos acerca del
origen y de la naturaleza de esos síntomas podamos considerar el
problema de la delincuencia con renovada curiosidad, con nueva
compasión, y sin prejuicios.
31
Capítulo segundo
Por qué existe
la delincuencia
El delincuente menor de edad -que ha inspirado tantos mitos
sobre las causas de su conducta- ha provocado también una
mitología sobre el modo de N curar» la delincuencia. Muchas
gentes estiman que N el aire libre y el sol»,<< una buena paliza o
un N honrado trabajo cotidianoB transformarán al delincuente,
que dejará de ser una persona de carácter hostil y destructivo
convirtiéndose en un ser humano equilibrado y normal. Y son
frecuentes las advertencias de personas bien intencionadas en el
sentido de que los psicólogos y psiquiatras miman y consienten a
los delincuentes cuando lo que éstos necesitan en realidad es un
castigo rápido y severo.
Muchas personas miran con desconfianza a todos los delincuentes
(o incluso a los menores de veinte años, de aspecto un poco extraño
y que sospechan pueden ser delincuentes) c o m o criminales en
potencia, cuyas actividades hay que reprimir o castigar antes de
que tengan la oportunidad de demostrar que lo son. Un buen
ejemplo de esta actitud es una noticia publicada en un periódico
bajo el título: «Por una mala respuesta el juez le condena a
trabajar en la construcción de carreteras.1)
cc W.,
N.D.(UP).Un joven jactancioso,de pantalones ajustados
y pelo cortado en cepillo, empezó hoy a cumplir su condena a
seis meses de trabajo en una carretera por responder mal al juez.
M.J.,veinte años, de W.,
había sido condenado a 25 dólares de
multa, y las costas, en el tribunal superior del juez H.R.por
conducir temerariamente un automóvil. Pero no se limitó a esto.
33
Por
qué existe la delincuencia
> > M efiguro c ó m o fue, no hay m á s que ver sus pantalones ajustados y su pelo cortado en cepillo
dijo el magistrado al imponer
la multa. Continúe así y le pronostico que dentro de cinco años
estará en la cárcel.
>>Cuando el joven fue a pagar su multa, oyó por casualidad
que S., funcionario encargado de la vigilancia en el régimen de
prueba, explicaba al juez la conducta del joven.
1) Sólo quiero que Vd.sepa que no soy un ladrón -interrumpió J.
dirigiéndose al juez. El juez dijo airadamente al secretario del
tribunal:
Cambie la multa por seis meses de trabajo en las
carreteras.
Esta anécdota es u n ejemplo demostrativo de la hostilidad un
tanto ensoberbecida con la que reaccionan muchos adultos -incluso quienes desempeñan funciones de responsabilidad- ante
los jóvenes que les parecen turbulentos.
Ninguna persona, por comprensiva que sea, puede negar que
los actos de los delincuentes son perjudiciales, ni que en muchos
casos provocan la indignación de los demás y perturban la vida
de la comunidad. Muchos ciudadanos respetuosos de la ley
estiman justificado condenar la conducta de delincuentes menores
de edad, y piden vigorosamente que se impongan castigos más
rigurosos. Pueden explicar sus propias actitudes, basándose en
que también ellos tienen que soportar molestias y desengaños
en bien de la comunidad y de la sociedad, en tanto que el menor
delincuente no tiene escrúpulos cuando se trata de satisfacer sus
deseos aunque ello entrane perjuicio para los demás.
Los adultos que razonan de este m o d o no tienen en cuenta el
hecho de que, para ellos,la vida es m u c h o m á s grata y les ofrece m á s
compensaciones si cumplen las leyes y de que, a la larga, el propio
delincuente sufre m á s -mucho más- por su conducta antisocial
que la propia sociedad. Los adultos escandalizados e impacientes
protestan del trato benigno dado a los delincuentes, recomiendan
frecuentemente el método m á s expeditivo y eficaz: una paliza.
-
-
34
Por qué existe la delincuencia
Las palizas dejan insensibles a algunos delincuentes ;en cambio,
provocan en otros encono y rencor. EI dolor físico puede asustar
en ocasiones a un muchacho y puede, en ciertos casos, refrenarlo
durante algún tiempo. Pero rara vez hace a un ser humano m á s
sensato ni más apto para convivir con las gentes que le rodean.
El delincuente tiene que aprender a pechar con las consecuencias
de sus actos y comprender que debe aceptar la responsabilidad
personal de lo que hace en su vida. Pero las amenazas -del
mismo modo que las palizas o las dádivas- no permiten lograr
ese resultado.
En ocasiones, el castigo no hace sino reforzar la inclinación a
la delincuencia. Puede producir un efecto psicológico compulsivo
sobre el muchacho que llega a creer que lo merece y que en esa
forma debe también justificarlo. El filósofo del siglo XVIII JeanJacques Rousseau escribía :
cc Muy pronto, a fuerza de sufrir malos tratos, m e fui haciendo
a ellos;en fin de cuentas,m e parecían una especie de compensación
por el robo, lo que m e daba derecho a seguir robando. En vez de
mirar hacia atrás y ver mi castigo, miraba hacia adelante y veía
la venganza. Estimaba que al pegarme por granuja, m e autorizaban a serlo. M e parecía que el robar y el ser apaleado iban de la
mano y constituían en cierto sentido un estado de cosas, y que si
yo representaba el papel que m e correspondía, podía dejar a mi
a m o la responsabilidad del resto. Con esta certeza empecé a
robar con más tranquilidad que antes diciéndome: En definitiva, ¿qué pasará? ¿ M e pegarán? iBueno! Para eso estoy
hecho. B
Con ocasión de un reciente incidente acaecido en Londres, un
juez absolvió a un maestro acusado de haber maltratado a un
muchacho de trece años de edad. Este había recibido una paliza
y su padre denunció al maestro por malos tratos. El juez estimó
que el maestro había tenido buenas razones para dar una paliza
al muchacho, que cometía constantemente hurtos y que había
35
Por qué existe la delincuencia
sido puesto en libertad condicional, en régimen de prueba por
un tribunal de menores.
Podía haberse enviado de nuevo al muchacho al tribunal de
menores, el cual habría decidido probablemente internarlo en un
establecimiento adecuado. El maestro prefirió dar al muchacho
una nueva oportunidad, evitar esa medida y utilizó el bastón
c o m o procedimiento m á s indulgente.
cc N o dudo de que fuera una buena paliza, dijo el magistrado ;
n o creo que la gustara al muchacho, pero a menos que los golpes
dejen señal, son inútiles.»
L a teoría de que si se aparta a los jóvenes de las esquinas de la
calle y se encauza su exceso de energías se liquidará la delincuencia
es muy vieja. Se supone que ello los mantendrá lo bastante ocupados o los fatigará demasiado para que puedan ser cc malos ». Se h a
sostenido que la delincuencia puede ser consecuencia, en muchos
casos, de que los muchachos no encuentren algo positivo que hacer
para dar salida a sus energías. Incluso se ha sugerido que el
aburrimiento, o aún el temor de aburrirse, motivaban la creación
de algunas bandas callejeras de delincuentes. Es muy tentador
para la comunidad advertida pensar que un terreno de juego y
un material deportivo m á s completo y de mejor calidad constituirán una medida preventiva de resultados definitivos. Pero
m á s de u n especialista h a indicado que la delincuencia en sí
misma puede constituir un m o d o m u y apasionante de recreo, y
que es difícil para la comunidad sustituirla con otra forma de
divertirse igualmente seductora pero más conforme al orden
social. También en este caso, cabe concebir un programa de
prevención m á s amplio y m á s profundo, en el que podrían figurar
campamentos de verano, torneos deportivos locales o una intensificación de la educación física, programas cuyos resultados
deberían evaluarse cuidadosamente, una vez lievados a la práctica.
Está también m u y extendida la creencia de que los campos de
trabajo tendrían un efecto terapéutico m á s rápido sobre todos los
36
Por qué existe la delincuencia
muchachos delincuentes. Son muchas las personas que creen que
las tendencias delictivas se evaporarían simplemente una vez se
diera al joven a un trabajo honrado n al aire libre. Los campos de
trabajo, por el simple hecho de sacar al delincuente de su medio
ambiente, pueden producir en muchos casos un cambio, que no
será necesariamente profundo o permanente.
Nada es más desaIentador en cuanto al problema de la delincuencia de menores -aparte de los trágicos resultados que supone
para los niños y adolescentes interesados- que la falta de soluciones claras e inmediatas. Es indudable que la mayor parte de
las personas cuyas vidas se ven afectadas por esa delincuencia
(aun cuando sea ligeramente) quieren un plan de acción inmediato
y de eficacia a toda prueba. Y son los mismos que con excesiva
frecuencia se aferran a la idea de que la delincuencia de menores
obedece a una sola causa y tiene por ende una sola solución. Ello
nunca es cierto.
Resolver un problema, cualquiera que sea su complejidad,
significa en primer término definirlo, examinarlo, y después
estudiar las diferentes teorías sobre las posibles causas y naturaleza
de la cuestión.Ningún médico aceptará la idea de que deba hacerse
el mismo diagnóstico en el caso de dos pacientes que experimenten
un dolor análogo. Aun cuando los síntomas puedan ser idénticos,
el médico debe averiguar el origen y la causa del sufrimiento antes
de tratar de aliviarlo.
Es en gran parte lo que sucede cuando se trata de comprender
los problemas de los delincuentes. El criterio más práctico es el
de examinar y poner a prueba las teorías ya existentes, a fin de
descubrir el motivo que impulsa a los transgresores de la ley a
comportarse en la forma en que lo hacen.
Pero las teorías son a menudo exposiciones pesadas que chocan
con la posición del hombre medio, el cual desconfía de las ideas y
quiere un asesoramiento inmediato e infalible. En el caso de la
delincuencia de menores, hay una gran riqueza de teorías, una
37
Por qué existe la delincuencia
abundancia casi abrumadora. Ninguna puede presentarse c o m o
plenamente demostrada ni proporcionar la respuesta deñnitiva.
Pero cada teoría, si tenemos la paciencia de penetrarnos de ella,
puede contribuir a darnos una comprensión m á s profunda y un
panorama m á s amplio del problema en su conjunto.
Un
gran número de teorías
Debemos aceptar el hecho de que la conducta del delincuente,
que tiene su origen en una combinación tan amplia de factores,
no puede ser objeto de un tratamiento ni tener remedio mientras
no se comprueben varias teorías cientificas sobre el delincuente
individual. El muchacho debe ser examinado con independencia
de sus cómplices. Deben estudiarse y evaluarse cuidadosamente
su vida en el hogar, sus problemas en la escuela, las relaciones con
sus padres, su personalidad y el concepto que de sí mismo tenga.
Incluso esta clase de investigación meticulosa y cara, no siempre
proporciona una respuesta o resuelve la cuestión de c ó m o ayudarle.
Sin embargo, puede permitir una comprensión m u c h o mayor del
por qué un muchacho elige -con frecuencia inconscientementeel camino de la delincuencia.
Pero, ¿qué son las teorías? ¿ Q u é creen los especialistas en el
estudio de la conducta h u m a n a ?
En el c a m p o del psicoanálisis existen muchas teorías. Con
arreglo a una de ellas, la delincuencia, al igual que cualquier otra
forma de conducta de desafío, obedece a frustraciones graves
sufridas por el nino en su infancia. Otra teoría sostiene que la
delincuencia de menores constituye una manifestación de rebeldía,
de una rebeldía que no es para algo sino contra algo. Un padre
perplejo puede preguntarse, cc ¿ U n a rebeldía contra qué?)) L a
contestación tiene que ser también individual; depende del
muchacho, que puede estar debatiéndose contra lo que inconscientemente estima que es una injustificada falta de cariño por parte
38
Por qué existe la delincuencia
de sus padres. En otros casos, puede encontrarse la respuesta en
situaciones al parecer amenazadoras o, simplemente, en las
terribles dudas que el muchacho experimenta sobre sí mismo.
Debe tenerse presente que esas explicaciones no son sino resúmenes de lo que en realidad son teorías muy complicadas,y nunca
se debe dar por supuesto que todo muchacho antisocial trata de
vengarse, o de encontrar compensación porque no se le ama. Si se
indicara a un delincuente menor de edad con muchas infracciones
en su historial que actúa como lo hace a causa de unos sentimientos
escondidos que él mismo no puede cc identificar», la idea le parecería absurda, si no ridícula. Y es que realmente n o tiene un
conocimiento de sí mismo o de sus propias crisis interiores, o de
lo que ha hecho de él la persona que ha llegado a ser.
Otra teoría sugiere que la delincuencia de menores es quizá
el fracaso de un varón joven en identificarse con lo que en la
terminología profesional se denomina una cc imagen de la autoridad
masculinan, es decir, normalmente el padre, que es, en la vida
del niño, la influencia masculina dominante y constante. Si el
padre ha desaparecido o se encuentra rara vez en el hogar o incluso
si es una figura esfumada o apartada de la vida del niño, ello
puede constituir un daño muy sutil,pero grave para un muchacho
de poca edad. Puede llegar a experimentar una inseguridad muy
profunda respecto de sí mismo como hombre. Esto puede parecer
una preocupación precoz para los adultos, pero es válida para un
muchacho, y esta inquietud ejercerá sobre él una gran influencia.
En algunas familias, el muchacho no carece de una «imagen de
autoridad masculina)), hay un padre cuya influencia se hace sentir.
Pero, ¿qué sucede cuando la madre pone en ridículo al padre y
recuerda constantemente al niño los defectos de aquél? L a mujer
puede ridiculizar al marido en forma sutil, decir brutalmente al
hijo :cc Tu padre es un tipo que no sirve para nada. )
)Cualquiera
que sea el modo en que lo haga, el muchacho llega a comprender
que para ser amado y aceptado debe ser diferente de su padre, el
39
Por qué existe la delincuencia
hombre a quien m á s naturalmente ha de idealizar. Es m á s que
posible que un adolescente en esta situación tenga la misma inseguridad que un niño sin padre.
Los psicólogos y psicoanalistas han concedido una gran importancia a la relación madre-hijo. Está muy extendida la teoría de
que la privación del afecto materno es u n factor de gran importancia en la transformación de un niño en delincuente. Pero en
un reciente estudio del Dr. Roberto G. Andryl hay una prueba
evidente de que la relación del muchacho con su padre puede
tener la misma importancia decisiva sobre su personalidad. Tras
un estudio en el curso del cual sometió a prueba a 18 delincuentes,
el Dr. Andry llegó a la siguiente conclusión: «Por ello, entre los
muchachos, la delincuencia de menores puede considerarse c o m o
u n campo de batalla en que se enfrentan entre sí, personas principalmente del mismo sexo, es decir, el muchacho con su padre, o el
muchacho con las figuras que ejercen la autoridad en la sociedad.
Sin embargo, esta interpretación de los actos delictivos sólo es
pertinente si, al menos en cierta medida, la relación entre el hijo
y la madre es de armonía.))
El Dr.Andry señala que es comprensible que un niño en la edad
del crecimiento «que n o haya estado m u y privado del cariño de
su madre n se estime merecedor de al menos igual afecto de su
padre. Si hay una falta de cariño paterno, Ia estructura de Ia
familia cambia frecuentemente para empeorar. En esos casos
puede verse, por ejemplo, que la madre trata de compensar y
proteger indebidamente al niño frente al padre carente de afecto.
« U n niño que advierte en su padre durante años una actitud
negativa -dice el Dr. Andry- puede ir desarrollando gradualmente no sólo un sentimiento de hostilidad hacia el padre sino
también, en determinado momento, proyectar esa hostilidad
contra el m u n d o que le rodea. Estima el Dr. Andry que algunos
1. Delinquency and parental pathology, 1960.
40
Por qué existe la delincuencia
actos delictivos adquirirían sentido si se interpretasen con arreglo
a ese criterio. Su propio estudio puso de manifiesto que los menores
delincuentes mantenían relaciones menos estrechas, menos satisfactorias, con sus padres que con sus madres.
En un estudio de alumnos del octavo curso, hecho por Yasushi
Watabo para el Instituto de Investigación Científica de la Policía
del Japón, se llegó también a una conclusión que confirma esa
idea. Se comprobó que las relaciones existentes entre los niños
delincuentes o difíciles y sus padres eran notablemente menos
estrechas que las correspondientes a los menores cc normales».
Pero, ¿qué significa el concepto para nosotros a menos estrechas )I? Únicamente que esas relaciones están lejos de ser las ideales.
L a perturbación que afecta a algunos delincuentes puede obedecer
a que sus padres sean excesivamente agresivos,en tanto que con
otros delincuentes puede causarla el que sus padres sean exageradamente poco agresivos. En resumen, por lo general, los delincuentes tienen con sus padres, tanto como con sus madres, relaciones emocionales inadecuadas y tensas.
En un sentido muy amplio, cabe afirmar que todo adolescente
que no esté seguro de sí mismo puede calmar sus inquietudes, o
tratar de calmarlas, adoptando una actitud agresiva. Aquí es
donde podemos sentar uno de los raros principios positivos acerca
de toda conducta delictiva: es notablemente agresiva. §in e m bargo, la agresión no es un acto simple y puede realizarse de
muchos modos distintos: puede ser verbal, puede consistir en
actos destructivos, puede ser sexual. L a agresión puede dirigirse
contra sí mismo, contra el mundo exterior, o contra ambos al
mismo tiempo.
Encontramos un ejemplo sencillo de cómo vencen los jóvenes
sus dudas sobre sii propia masculinidad mediante una conducta
extremamente agresiva -el robo de automóviles- en un informe
de Suecia sobre ese delito :cc ...Aun cuando son raros los casos de
muchachas que se apoderan de automóviles ajenos, las jóvenes
41
Por qué existe la delincuencia
desempeñan un papel importante en muchos de los robos. Es
frecuente oir la siguiente frase :cc Si tuviera un automóvil, m e haría
con una chica. m Al propio tiempo resulta sorprendente la extrem a d a torpeza de tales ladrones de automóviles en sus relaciones
con las muchachas. Muchos de ellos no saben bailar, aun cuando
estén en la «edad del baile». Esto significa no sólo qye no han
aprendido a bailar, sino que no saben c ó m o tratar a las muchachas
y que no tienen la menor confianza en su propia masculinidad.D
Desde luego, no toda conducta agresiva consiste en robar automóviles o destruir cosas. Si se la canaliza en forma constructiva,
la agresividad puede adquirir la forma de actitudes normales y
sanas frente a frustraciones o dudas. El estudiante estimulado por
el espíritu de emulación, el vendedor dinámico, el soldado valeroso,
son todos cc agresivos »,pero son personas socialmente m u y aceptables y la convivencia con ellos es grata. EI delincuente menor
de edad, cuyas agresiones atemorizan a los demás y redundan en
perjuicio de su autor no es aceptable socialmente y la convivencia
con é1 no es grata. Un tipo de conducta agresiva tiene varias
causas básicas ; una de ellas es la inseguridad en las relaciones
con otras personas. Otra es la ansiedad motivada por el sentimiento
de incapacidad para alcanzar los objetivos y atenerse a las pautas
establecidas por otras personas, para regir la vida del niño. Para
un muchacho, los seres m á s poderosos del m u n d o son normalmente sus padres.
Cuando un muchacho se pregunta con honda preocupación,
cuál es su propio valor c o m o ser humano, el hecho de plantearse
el problema puede a veces inutilizarle para entablar relaciones
buenas o duraderas con otras personas. Y si sus padres no le han
querido, aceptado y admitido, ¿cómo puede un niño creer que lo
hará cualquier otra persona? Siempre tendrá la sospecha de que
no puede entablar otra relación ni atreverse a correr el riesgo de
intentarlo. Esta es la clase de temor que en ocasioneslleva a un niño
a adoptar una conducta antisocial. Según otras teorías esas frus-
42
Por qué existe la delincuencia
traciones, al impedir a un niño la posibilidad de lograr establecer
relaciones de confianza normales con otros seres humanos, se
manifiestan a veces en forma de enfermedad fííica o mental y,
con mayor frecuencia, en forma de conducta delictiva o criminal.
L a necesidad de cariño
Casi todos los que han estudiado profesionalmente la conducta
humana y han tratado de analizarla, convienen en que los niños
que creen que no se los quiere ni se los estima pueden sufrir daños
muy graves por esa privación, real o imaginaria de cariño. Ello
es aplicable también a los niños que sienten que el cariño de sus
padres es tornadizo y depende de demasiados factores aleatorios.
Si se dice constantemente a un niño de seis años que si es bueno se
le querrá, ¿no es normal que ese niño crea que ese cariño es algo
condicionado? Si el niño siente una falta de cariño o tiene el sentimiento de que el cariño es una recompensa que se le promete, y
no responde a un sentimiento firme y auténtico, puede experimentar un temor abrumador. Ese temor puede encontrar expresión
en una conducta agresiva basada en la ansiedad, y con ello se
inicia un largo ciclo.
Hablamos tan fácilmente de cc cariño n o cc amor 11 y tendemos a
utilizar la palabra en tantas formas triviales que, con frecuencia,
es difícil revivir la experiencia de la necesidad que de é1 pueda
tener un niño. Toda relación de amor implica un riesgo y la posibilidad de un fracaso. El adulto que se ve repudiado o se siente
frustrado puede a veces reponerse de sus emociones y recuperar
el equilibrio. Un niño no puede hacerlo. Debe reconocerse que hay
padres que no quieren a aus hijos y muchos otros que no pueden
realmente quererlos por su propia incapacidad y confusión emocionales. El niño a quien sus padres no quieren en cuanto persona,
se siente traicionado o abandonado por ellos.
Los niños y adolescentes mal adaptados son por lo general los
43
Por qué existe la delincuencia
que han padecido esos sentimientos. Les falta el valor necesario
para amar a los demás y tener confianza en ellos. El Dr. Lucien
Bovet, asesor en cuestiones de salud mental de la OMS,ha escrito :
cc ...
todas las medidas, consejos, encarcelamiento, psicoterapia, o
cualquier otro procedimiento aplicado a un delincuente tienen un
objetivo c o m ú n ;esta primera finalidad es forjar en el delincuente
una relación emocional estable y segura con alguna persona que
gane su confianza. Cualquiera que sea el camino por el que, en el
caso concreto, haya llegado el sujeto a la delincuencia, encontramos
en los factores conducentes al delito un denominador c o m ú n en
el siguiente círculo vicioso : inseguridad, ansiedad, agresión,
culpa e inseguridad. Del mismo modo, el denominador c o m ú n
de la terapia es el redescubrimiento de la seguridad». Pero eso
significa a menudo ayudar al niño para permitirle trabar relaciones
de confianza y afecto. E s u n proceso largo y delicado ; pero sin
capacidad afectiva n o será nunca posible ninguna satisfacción o
reajuste.
E n ocasiones ni siquiera basta con el cariño verdadero. Cuando
el cabeza de familia, la persona que provee a las necesidades del
hogar y ejerza la autoridad es la madre, puede nacer un sentimiento
de rebelión. Los muchachos en su afán de conducirse c o m o adultos
tienen que desgajarse de ese m u n d o de autoridad femenina y
afirmar sus derechos de hombres, aun cuando ello signifique un
desafío a la madre. Cuando no hay de m o d o permanente u n hombre
en la casa esta emancipación resulta difícil. El muchacho está
sometido a un estado de tensión peculiar. Es posible que, a causa
de esa tensión, trate de hacerse con atributos que simbolizarán
para é1 y para el mundo, una masculinidad indudable. H a y toda
una serie de actividades, e incluso de posesiones, que simbolizan
la masculinidad de un m o d o claro e inequívoco :la habilidad en el
combate, la propiedad de un automóvil o una motocicleta, la
violencia o el sadismo, e incluso un determinado vocabulario.
H a y un m o d o de vestirse. No hay m á s que pensar en el delincuente
44
Por qué existe la delincuencia
menor de edad norteamericano,de quien se ha hecho tanta publicidad, propietario de una motocicleta, y que viste chaqueta negra
de cuero y blue jeans.
En un artículo en que analizaba la delincuencia de menores en
Polonia,A.Z.Jordan decía :cc El primer mandamiento del hooligan
prescribe que el delincuente debe obligar a los demás a someterse,
pero no someterse nunca él mismo. Un muchacho que no pueda
soportar la bebida, que reciba una paliza en una riña, que se ponga
sentimental con una muchacha, que demuestre alguna emoción
en una respuesta, o emplee una «palabra complicadan con toda
seriedad (es decir, que hable sin el sarcasmo convencional de los
adultos con autoridad), es « u n gallina)). El hooligan cree en la
necesidad de mantenerse en pleno vigor físico y vive empleando
la fuerza bruta. Desprecia el sentimentalismo ; su ideal de vida
es la satisfacción de los instintos.11 Esa descripción puede convenir
a muchos menores delincuentes y no sólo a los de un país.
L a adolescencia es un periodo complejo. Son pocos los adultos
comprensivos, que se acuerdan de que también ellos pasaron por
el mismo proceso de desarrollo y en muchos casos tuvieron también, aunque de modo menos visible, fracasos en el empeño de
lograr la madurez. Pero es difícil recordar al cabo de tantos años
la sensación de desamparo sentida muchas veces por un niño.
Un especialista australiano ha dicho con mucha razón que la
adolescencia cc ...es en muchos casos un periodo de emociones
turbulentas en una época en que se necesitan más que nunca el
amor, la tolerancia y la imaginación aunque sea m á s duro que
nunca el aceptarlos sin reserva ».
Un psicoanalista inglés, el Dr. Derek Miller, ha escrito :cc L a
adolescencia es un periodo de inadaptación.Todos los adolescentes
sufren perturbaciones. N Es una opinión controvertible, pero en
la mayor parte de las sociedades, se acepta y se comprende que la
adolescencia es la edad en que el joven forma su propia personalidad, por lo general mediante un conflicto, pleno de sentido, con
45
Por qué
existe la delincuencia
aus padres o la generación m á s adulta. Se ha dicho que la adolescencia es un periodo de hostilidad saludable experimentada por
los jóvenes que, al enfrentarse con las normas y tradiciones de los
adultos, se descubren a sí mismos.
EI delincuente menor de edad n o constituye una excepción en
este punto. EI Dr. Miller indica también que, el delincuente se
plantea en mayor grado que los demás adolescentes, problemas
sobre su propia identidad, su ansiedad es mayor y su hostilidad
m á s vigorosa. L a conducta delictiva puede incluso proporcionarle
una solución.
¿Por qué es así? Sólo podemos recordar que cada ser h u m a n o
responde a sus problemas, conocidos o desconocidos, en forma
peculiar. U n a de ellas es la delincuencia.
La
búsqueda de la identidad
N a d a de este m u n d o preocupa tanto al adolescente c o m o el problema de su propia identidad: c ó m o se ve a sí mismo y c ó m o
estima que el resto del m u n d o lo ve. Es la lucha por el a dominio
del ego». U n psicoanalista norteamericano,el Dr. Erik H.Erikson,
ha dicho :a ...
la conciencia de la identidad significa preocupación
por la diferencia entre la imagen o las imágenes de sí mismo y la
forma en que uno aparece a los ojos de los demás. Se deben a ello
la vanidad y sensibilidad de los adolescentes, así c o m o la aparente
insensibilidad a las sugestiones y la falta de todo sentimiento de
vergiienza frente a las críticas...Los adolescentes, en una ocasión
u otra, durante periodos m á s o menos largos, y con una intensidad
variable, deciden de súbito tratar de ser exactamente lo que
algunas personas de autoridad no quieren que sean... Los jóvenes,
puestos en condiciones extremas, pueden, finalmente, encontrar
un mayor sentido de identidad en apartarse de la comunidad
o en convertirse en delincuentes que en aceptar cualquier otra
cosa que la sociedad pueda ofrecerles».
46
Por qué existe la delincuencia
Incluso una identidad negativa de sí mismo, más de un menor
delincuente habitual se ha caliticado como « u n cero a la izquierda)),
puede ser satisfactoria. Quizá sea también una expresión de rebeldía por parte del joven. Además, un adolescente puede sentir
que es preferible un yo negativo que carecer en absoluto de personalidad, porque tener una personalidad negativa sirve para
desembarazarse si no para extirparlas enteramente, algunas de
las dudas y confusiones experimentadas sobre sí mismo y sobre
cómo lo considera el mundo.
Aceptemos o no el criterio -y no es exclusivamente una teoría
psicoanalítica- de que las relaciones del niño con sus padres
pueden traducirse en ciertos casos en las agresiones que calificamos
como delincuencia,no sirve de gran cosa echar la culpa a la familia.
Los padres que no han sabido educar a sus hijos son en muchos
casos personas que han fracasado y que lo ignoran. Muchas veces,
especialmente en ciertos medios donde existe un alto porcentaje
de hogares cc deshechos», los padres no han decidido conscientemente dejar de ocuparse de sus hijos o malcriarlos. En ocasiones
están demasiado afanados en tratar de garnase la vida, otras
veces son incapaces y no pueden ejercer la debida autoridad,y
con mucha frecuencia ignoran su misión de padres porque no
tienen ningún recuerdo de su propia infancia que les proporcione
un buen ejemplo o incluso una medida de las cosas.
Se ha dicho que los padres que habitan en barrios miserables
no tienen las mismas satisfacciones que las personas de clases
sociales más prósperas. En muchos casos, aparte de las comidas,
apenas tienen casi nada que compartir con sus hijos. Pero, como
dijo un psiquiatra de un hospital de Nueva York al referirse a las
familias de los arrabales, «después de todo, ¿quiénes son esos
padres en los N malos n hogares? gentes pobres y desgraciadas
también)).
Pero no debe deducirse que los padres que peor cumplen sus
deberes sean siempre personas que viven en casas miserables o
47
Por qué existe la delincuencia
en las barriadas demasiado uniformes, recientemente edificadas
para las familias de menos ingresos. L a delincuencia de menores
ha aumentado también en los hogares de la clase media, que son,
en su mayor parte, m á s ricos, y por lo general, m á s tranquilos y
en los que existe una mayor disciplina. Se cree cada vez m á s que
los padres de esos dos grupos tienen m u c h a menos autoridad o
influencia sobre sus hijos que los padres de generaciones anteriores.
D e ello n o se deduce que los padres tengan menos interés por
sus hijos ni que sean demasiado perezosos o indiferentes para
dirigirlos y someterlos a una disciplina. U n a razón posible de la
creciente falta de autoridad es que muchos adultos comprenden
que no pueden tener a los ojos de su progenitura el prestigio que
les permita servir de modelo a sus hijos. Por ejemplo un hombre
nacido hace cuarenta años ha presenciado cambios inimaginables
en su m u n d o ; el futuro reserva a su hijo sorpresastodavía mayores.
Las experiencias y juicios del padre, e incluso sus ideales, no
tienen el mismo sentido ni son tan claros c o m o lo hubieran sido
en tiempos m á s estables y de predicciones m á s fáciles. Nadie
sabe mejor que los adultos, que los ninos no pueden ya considerar
a sus padres c o m o modelos actuales.
En general, los adolescentes quieren y necesitan el ejemplo
paternal, y a sea para imitarlo o para rechazarlo. L a pasividad
de los padres impide a los hijos emularlos o rebelarse contra ellos.
Pocos niños se quejarán de la actitud de tolerancia, cada vez
mayor, de sus padres, pero su conducta refleja muchas veces su
propia confusión interior. No puede decirse que sean preferibles
la madre imperiosa y dominante o el padre tiránico, pero una de
las dificultades con que indudablemente tropiezan hoy día los
adolescentes, es que sus padres no pueden ya proporcionarles
ideales y sentimientos para u n futuro m á s imprevisible que nunca.
Cuando no hay límites claros en una vida infantil, cuando no se
definen nunca las N reglas », cuando ni el padre ni la madre representan un conjunto de valores y de principios de vida, resulta m á s
48
Por qué existe la delincuencia
difícil para el niño descubrir una imagen fidedigna de sí mismo
y fijar normas de conducta.
El inspector de la Dirección de Bienestar de la Infancia de
Copenhague, N.H.Vilien, ha escrito (International Child Welfare
Review, vol. XI):a ... Los padres han fracasado completamente
en el empeño de dar a sus hijos y a los adolescentes una guía
-cualquiera que sea- valedera para su futura existencia. Podría
formularse gráficamente esta idea diciendo que los adolescentes
no se hallan en mejor posición que la de un hombre de una comunidad primitiva que se encontrara trasplantado de repente a una
sociedad muy industrializada. Es fácil imaginar el sentimiento de
desamparo que experimentaría cuando,falto de toda preparación,
quisiera enfrentarse con las innumerables posibilidades de elección.» El Sr. Vilien añadía que debe darse a los niños y a los adolescentes la oportunidad de experimentar el sentimiento de ser
cc alguien1) que cuenta, o que desempeña una cc función» o que
tiene importancia.
Sean cuales fueren su nacionalidad o sus antecedentes, un niño
puede buscar, por desesperación la respuesta a sus problemas en
la delincuencia. Pero la delincuencia no es la conducta inevitable
de todo niño desgraciado que trata de afirmarse. Él mismo puede
compensar sus propios temores y ansiedades mediante una conducta neurótica. Y aunque en ocasiones, la conducta neurótica
y la delincuencia de menores se superpongan,no son idénticas ni
sinónimas.
No cabe diagnosticar la delincuencia de menores pura y simplemente como un desajuste psicológico motivado por perturbaciones
familiares. Sin embargo, éste puede ser uno de los muchos complejos factores que influyen en un niño.
U n o de los más esperanzadores aspectos de la tarea de comprender y ayudar a los delincuentes menores, y también uno de los
que más perplejidad provocan es la existencia de tantas teorías
sobre las fuerzas que impulsan a los niños. No todo cuanto dicen
49
Por gué existe la delincuencia
los especialistas puede servirnos de remedio ; hay teorías que
coinciden, en tanto que otras se contradicen entre sí. Es como si
se nos condujera ante un gran número de ventanas y se nos diera
a elegir entre muchas vistas, todas diferentes y cada una de ellas
limitada. Sólo viendo el problema de la delincuencia en su amplitud,
podemos tener la esperanza de descubrir lo que de otro modo
podría habernos pasado inadvertido. El maestro, el juez de un
tribunal de menores, el antropólogo, el sociólogo, el psicólogo, el
trabajador social, nos proponen cada uno de ellos unaventana
diferente.
El mundo exterior
Hemos analizado las fuerzas interiores que pueden moldear a un
niño de un modo decisivo en los comienzos de su vida, pero existe
también el mundo exterior, que empieza a introducirse en su modo
de pensar y de sentir desde la primera infancia. Aunque la familia
sea el centro de gravedad para el niño, éste nunca es inmune a
lo que le rodea. H a y muchos factores sociales y ambientales que
afectan la vida del niño y dejan en él una huella profunda.
Los sociólogos subrayan que la conducta delictiva debe examinarse siempre a la luz del medio social y cultural del niño en cuestión. Es ésta una consideración que deberemos tener siempre
en cuenta.
Por ejemplo, un muchacho que se desarrolla en una zona pobre
asimila ciertos modos de conducta que considera naturales y normales, en tanto que un niño de clase media aprende los opuestos.
Incluso se ha llegado a afirmar que el niño de los barrios miserables
tiene que seguir una N tradición)). A un niño de clase media se le
debe enseñar a temer las malas notas en la escuela, a no pelearse,
a no emplear palabrotas, a tratar con respeto a sus maestros. Por
el contrario,el niño de los barrios miserables debe evitar las buenas
notas en la escuela, y la amistad con su maestro, que le separarían
50
Por qué existe la delincuencia
de sus compañeros y provocarían posiblemente la cólera de éstos
y lo ridiculizarían. Incluso puede habérsele dicho en casa que ir
a la escuela es perder el tiempo.
Al niño de clase media se le dice a cada momento que concentre
todas sus ambiciones en las buenas notas y se le presiona para
ello,y si tiene fuertes impulsos agresivos los sublimará en muchos
casos alcanzando los objetivos que sus padres y la sociedad tienen
en mayor estima. El niño de los barrios miserables aprende con
excesiva frecuencia que el mejor modo de expresar sus impulsos
agresivos es servirse de los puños, ya que su marco de referencia
es absolutamente distinto.
No puede darse por supuesto que todas las zonas pobres sean
focos de violencia o que el niño no puede vivir en ese medio sin
dar y recibir una gran cantidad de golpes. Lo que demuestran
claramente en muchas investigaciones científicas es que si bien
las zonas pobres no son nunca la causa única y exclusiva de la
delincuencia, pueden crearse en ellas una serie de tradiciones
diversas que resultan incomprensibles para los extraños. Los
valores que el niño adquiere de la estructura social que lo rodea
dirigen su conducta y por muy peligrosos que sean esos valores,
casi constituyen un patrimonio. El niño puede sustituir esos
valores o rechazarlos,pero rara vez es insensible a ellos. Muchos
niños expuestos a las influencias favorables a la delincuencia no se
entregan automáticamente a ese género de vida, pero otros
resultan m á s vulnerables.
L a comunidad es el primer m u n d o con el que se enfrenta el
niño. A medida que va creciendo,puede ver claramente su ámbito.
El niño que vive en un barrio miserable puede en muchos casos
darse cuenta de los límites que la sociedad le ha impuesto y
abrigar cierto resentimiento. Debido a sus orígenes y a las limitaciones de su vida puede convertirse en un ser agresivo porque es
un ser frustrado. Desde el punto de vista del sociólogo, la cc agresividad por frustración)) puede significar que se ha estado
51
Por qué existe la delincuencia
privado de los medios legítimos para lograr los objetivos
deseados.
Esto puede ilustrarse con centenares de casos. Podría ser un
ejemplo el adolescente que sabe que nunca ganará bastante
dinero para comprarse el automóvil que ambiciona. Puede ser
también el muchacho que sabe que le será imposible cursar estudios
universitarios. Incluso aunque no aspire a lograr ese objetivo, el
hecho de saber y sentir que tal cosa sería para él una ambición
totalmente alejada de la realidad provocará su rencor. Pueden
concebirse c o m o ejemplos de este tipo, un joven inmigrante
puertorriqueño en la ciudad de Nueva York, un antiuano en
Londres, o un argelino en París, que quisiera realizar algún sueño
personal determinado para el cual tiene cerrado el camino, por
m u c h o que trabaje para lograrlo, por un m u n d o que lo excluye
y lo oprime. Estas frustraciones originadas por la sociedad,
pueden ser tan perturbadoras c o m o las emocionales provocadas
por una falta de seguridad interior. Los dos tipos de frustraciones,
que tan a m e n u d o conducen a una explosión, pueden reflejarse
en una conducta rebelde y destructiva.
Ansiedades de la ahlescencia
Los sociólogos y los antropólogos, y otros muchos tratadistas,
han definido claramente las dificultades con que se enfrentan los
adolescentes -y en especial los de sexo masculino- en una
sociedad en proceso de cambio, en el m o m e n t o de la transición
en que tienen que dejar de conducirse c o m o niños y empezar a
conducirse c o m o adultos. En la vida moderna, aunque con muchas
diferencias entre las diversas culturas, se da por supuesto que los
hijos deben emanciparse de la autoridad paterna. Pero el m o m e n t o
preciso, así c o m o el m o d o de realizar esa emancipación y su naturaleza, son cada vez más inciertos y pueden ser origen de disputas
52
Por qué existe la delincuencia
o conflictos familiares. Por ejemplo, en Ia vieja India, en China,
en el Japón o en Irlanda,se respetaba hasta la muerte, para bien
o para mal, la autoridad del padre. El fin de la adolescencia del
nino no suponía un cambio en esa autoridad. Había pocos conflictos; los padres tomaban todas las decisiones mientras vivían
y los hijos las acataban.
En algunas sociedades primitivas se marca la transición de la
niñez a la edad adulta mediante los ritos de la pubertad. U n a vez
que un adolescente ha pasado por esa ceremonia,tiene la condición
de hombre. Su vida se ha compuesto de dos partes :antes del rito,
era un niño ; depués de él, es un hombre. Es posible que el muchacho siga en un estado de confusión emocional, pero tiene una idea
bastante clara de lo que se espera de él.
H o y día, aun en las sociedades que antaño especificaban de
modo muy preciso el momento de la transformación del niño en
hombre,no existe una transición tan clara. El papel del adolescente
es ambiguo y confuso. En muchos casos, la raíz de las tensiones
y fermentación de ideas que caracteriza la adolescencia, se halla
en las definiciones de la infancia,de la adolescencia o de la mayoría
de edad que aplica cada cultura. En muchas partes del mundo, la
definición de la mayoría de edad es cada vez menos precisa. Las
imágenes antiguas del hombre como guerrero y protector, iínico
proveedor de alimento y abrigo, y padre infalible, se han ido
esfumando.
No siempre estamos de acuerdo en el significado de la N masculinidad», y por ello es inevitable que muchos niños, camino de la
edad adulta, reflejen nuestras confusiones. Puede haber muchas
contradicciones en las vidas de los adolescentes. Se espera de ellos
que actúen u virilmente» y que desplieguen un número determinado
de características varoniles. Puede suceder también que un joven
que haya llegado a la madurez sexual deba abstenerse de toda
clase de actos con ella relacionados. Sabe que cuantos placeres
sexuales se permita pueden tener consecuenciasaterradoras en sus
53
Por qué existe la delincuencia
relaciones con la familia,y entrañar la desaprobación de la sociedad. Evidentemente, ello no es un dilema universal, sino que
varía, segiín la familia, el medio y la cultura, pero constituye un
ejemplo válido de un problema que el adolescente debe resolver
en muchos casos por sí mismo y en la forma que le sea
posible.
Existen muchas ambivalencias en la vida diaria del adolescente.
Son demasiado frecuentes las discrepancias entre lo que los
adultos le dicen que haga y lo que el muchacho ve hacer. En ocasiones, puede ser castigado o amenazado por decir una mentira.
Pero al propio tiempo ve con toda claridad que sus padres incurren
también en mentiras, en ocasiones jactándose de ello,como cuando
se trata de evitar el pago de impuestos o de multas de tráfico.
Por ello, el niño puede llegar a creer en muchos casos que el bien
y el mal no existen realmente, pero que hay una gran diferencia
entre lo que pueden hacer los adultos y los niños.
Otros sociólogos, antropólogos y educadores han achacado un
gran número de problemas complejos de la conducta humana a la
intensa industrialización y al desarrollo de las grandes ciudades,
o urbanización que es su consecuencia. Las gentes que habitan
en las grandes ciudades tienen una gran libertad. Sus vidas se
divorcian de los valores tradicionales y de las pautas familiares
que moldeaban su existencia. En muchos casos, no conocen a
nadie,se encuentran solos y han perdido los vinettlos qae les unían
a la sociedad familiar, más pequeña, de la que proceden.
L a palabra cc anomían condición que definió por primera vez el
sociólogo francés Emile Durkheim, significa sencillamente sin
normas », y hace referencia a la quiebra del orden tradicional,a la
carencia de íc normas» y reglas basadas en la autoridad del pasado.
Se ha interpretado también como significativa del dilema particular que se plantea cuando las gentes creen que debería haber
una orientación que no existe o cuando una persona tiene que
enfrentarse con deberes contradictorios, imposibles de cumplir
54
«Los valores que
el niño adquiere de la estructura social que lo rodea
dirigen su conducta y... casi constituyen su patrimonio ».
Foto Dominique Roger
cc Si la naturaleza de la infracción lo justifica... se interna preventivamente al
delincuente en un centro adecuado ... Muchos centros se asemejan a las
cárceles ».
Foto Unesco David Seymour
I
cc Existen grandes diferencias no ya entre las diversas naciones, sino
muchas veces entre tribunales del m i s m o país o provincia ».
Foto USIS
cc No basta con que la comunidad desee encontrarles trabajo -cualquier
trabajo- con el fin exclusivo de que no creen problemas)).
Foto Unesco David Seymour
Por qué existe la delincuencia
simultáneamente. Muy a menudo las personas que se trasladan a
una gran ciudad, e incluso las que han habitado en ella durante
largo tiempo,tienen la sensación de estar viviendo en una especie
de limbo. En ocasiones, los recién llegados a una ciudad se dan
cuenta de que se hallan en una nueva cultura, confusa e informe,
que les obliga a cambiar radicalmente o a formar un apretado
núcleo, expuesto a que se le considere como una minoría indeseable,con el consiguiente riesgo de hostilidad e incluso de ataques.
El adolescente es particularmente vulnerable a la anomia y en
muchos casos, la banda juvenil es un consuelo, una solución y
un escape.L a banda ofrece al menos un sentimientode integración a
un grupo y a un conjunto de valores que no encuentra en otra
parte.
Además de la anomia, se ha señalado muchas veces que una
sociedad industrializada, como contrapartida de sus evidentes
ventajas, entraña para nuestras vidas azares que, en muchos
casos,no sospechamosni percibimos. Los sociólogos se han ocupado
repetidamente del tipo de trabajo que absorbe años de vida de un
hombre cuya labor consiste exclusivamente en apretar botones
y manejar palancas o interruptores durante toda la jornada. L a
cadena de montaje, incluso en unaversión en miniatura,n o ofrece al
hombre un goce o la sensación de un aporte personal a su tarea.El
operario no se siente investido de una misión,ni tiene la satisfacción
de crear algo, ni el orgullo artesanal del trabajo bien acabado, ni
ve la finalidad social que puede lograrse como resultado de su
esfuerzo. Un labrador,un ebanista o un sastre no pueden envidiarle.
Para un adolescente quc no ve otro porvenir sino muchos años
de esta especie de monotonía, la delincuencia representa muchas
veces la mejor y más emocionante forma de protesta contra un
futuro inaceptable y triste. El muchacho que siente de este m o d o
puede llegar a creer que la educación no le ofrece la posibilidad
de prepararse para una vida m á s auténtica o m á s cargada de
sentido. Pero la educación académica tradicional es hoy día
55
Por qué existe la delincuencia
para muchos alumnos de todas partes del mundo, una cosa abstracta y sin sentido.
U n sociólogo1 ha definido ese sentimiento en estos términos:
íc .
..H o y día cuando casi todo el m u n d o recibe la enseñanza académica, prevista en los planes de estudios oficiales, la relación entre
la escuela y el trabajo es, en el mejor de los casos, m u y indirecta y,
en el peor, completamente incomprensible. ¿Qué tienen que ver
el álgebra, la historia y las lenguas muertas con el trabajo en una
cadena de montaje, con el de un vendedor, o con las labores de
una mujer en su casa?»
Algunos niños comprenden que la escuela puede capacitarles
en muchos sentidos, que les ayudará en sus futuros trabajos, pero hay otros que no pueden encontrarle ningún significado.
Con frecuencia, la creación de ciudades puede, en determinados
aspectos, hacer más soportable la vida para muchas personas
aun cuando las someta a algunas privaciones en otros. U n ejemplo
representativo de lo que puede suceder cuando se priva de repente
a los seres de sus tradiciones se describe en un informe de la República Sudafricana en el que se indica :N U n importante factor de la
cc conducta delictiva» es el conflicto de culturas. Esta discontinuidad aparece en el traslado de centenares de miles de bantúes
desde los a veld », las reservas de autóctonos, y desde otras partes
de Africa del Sur a las ciudades, donde el individuo se ve rodeado
por una nueva serie de vínculos físicos y personales. Se produce
para él una quiebra de los controles primitivos como consecuencia
del corte de los vínculos con la vida tribal, del ingreso en la economía monetaria, de la movilidad acelerada, del carácter anónimo
de la persona y de la necesidad de hacer algo en las horas libres.
No acostumbrado a tomar decisiones complejas, el africano se
1. Barlay, cc Sociological Observations on Modern Juvenile Delinquency », en
Recht der Jugend, Darmstadt, marzo de 1960.
56
Por qué existe la delincuencia
pierde en el laberinto de la superestructura jurídica y comete
algunas infracciones. N
Al romperse los valores y tradiciones normales sin posibilidad
de sustituirlos rápidamente, y mucho menos de reemplazarlos,
son a menudo los adolescentes quienes experimentan m á s dificultades. Se ha dicho que el problema social de una generación
constituye un problema psicológico para la siguiente. En
Japón1 los taiyosuku no son los hijos de refugiados o de gente muy
pobre,no se han visto desplazados físicamente ni se les han exigido
los violentos reajustes con que deben enfrentarse muchos africanos.
Pero su conducta demuestra el grado en que también ellos son
víctimas del cambio. Los muchachos de las clases más ricas creen
muchas veces que la vida no tiene mucho sentido ni finalidad,
aparte de los placeres efímeros, impulsivos y, en muchos casos,
prohibidos. C o m o muchos de los europeos o americanos de su
misma edad viven pensando sólo en el momento presente.
Un posible factor de su conducta es la historia del Japón desde
el fin de la segunda guerra. Es un país que ha absorbido con tanta
velocidad, tal mezcla de ideas y costumbres occidentales, que las
normas tradicionales de conducta, veneradas y estables, se han
visto amenazadas y en muchas familias,se han visto descartadas,
no siempre voluntariamente. C o m o ha habido en el Japón un
trastorno tan extraordinario -y de naturaleza muy compleja- la
delincuencia de menores puede ser una de las consecuencias del
mismo, puesto que el fenómeno no se hallaba extendido en la
época anterior. En las sociedades en vías de modernizaciôn, es
en muchos casos el ritmo -el grado de aceleración- lo que debe
considerarse, más que los cambios per se.
H a y muchas conclusiones que deducir de la comprensión y
1. Véase Prevención de los tipos de delincuencia que son consecuencia de los
cambios sociales... (Informe del Segundo Congreso de las Naciones Unidas
sobre Prevención del Delito y Tratamiento del Delincuente, Londres,
8 a 19 de agosto de 1960).
57
Por qué existe la delincuencia
apreciación de las opiniones de los especialistas sobre la delincuencia de menores. U n a de ellas debe recordarse siempre: L a
delincuencia no es u n solo tipo de conducta, sino que comprende
muchas clases de comportamiento. Esa delincuencia no tiene una
causa única, sino que se debe a un conjunto de factores entrelazados
en la vida del nino, que pueden traducirse en conducta delictiva.
H a y casos en que diferentes factores pueden llevar a la misma
clase de conducta delictiva, pero por otro lado, diferentes clases
de conducta delictiva provienen frecuentemente de las mismas
causas.
58
Capítulo tercero
Lo que puede hacer
la comunidad
Cuando recientemente se preguntó a un especialista francés en
trabajo social qué actitud consideraba como m á s acertada frente
al problema de la delincuencia de menores, contestó: «La capacidad de aceptar los fracasos -y de seguir decididamente hacia
adelante. n No debemos engañarnos pensando que existen soluciones a corto plazo, rápidas o fáciles. L a conducta delictiva no es
una enfermedad que afecte a un niño en 24 horas, como lo hace
un virus. En el capítulo anterior se ha señalado qué conjunto tan
complejo y profundo pueden formar algunas de las motivaciones
de la delincuencia de menores. Puesto que un nino no se convierte
en delincuente bajo un acicate momentáneo, sino como resultado de
una larga e intrincada serie de reacciones,ningún plan realista para
acudir en ayuda de ese niño podrá ser cosa fácil. Cualquierpersona
-o comunidad- que espere modificar un problema de delincuencia
dado debe aceptar el hecho de que se trata de un proceso
largo y pue merece mucha reflexión, y que con frecuencia supone
muchas dilaciones y es descorazonador. Exige también mucho
dinero, tiempo y trabajo. Sin embargo, apenas es necesario decir
que los resultados de la delincuencia son dos veces m á s costosos.
D e todo cuanto sabemos acerca de los delincuentes y de la
delincuencia no podemos obtener una fórmula o receta preventiva
que sea una garantía de tranquilidad. Lo que se deduce claramente
de los muchos estudios, informes y encuestas realizados es que la
conducta delictiva tiene que ser una preocupación de toda la
sociedad, y no ser considerada como un problema que puede
59
L o que puede hacer la comunidad
combatirse en las escuelas locales, tribunales, iglesias u organizaciones profesionales. Los ciudadanos tienen que considerar ese
problema c o m o suyo, aun cuando sus propios hijos no tengan, ni
remotamente, nada que ver con él. Pero en muchas grandes
ciudades del mundo, la propia palabra comunidad es una burla
y carece de significado real, los centros urbanos no son comunidades
en el verdadero sentido de la palabra. Por ello, en ese caso precisamente, debe empezarse en el nivel mismo en que se produce la
delincuencia, en la manzana de casas, en la vecindad, en un distrito. H a y que superar la carencia de una comunidad, palabra
que implica una mutua asociación de intereses.
¿Por qué es tan importante que la propia colectividad se
interese tan profundamente en la prevención de la delincuencia
y la lucha contra ella? L a contestación es que un extraño, por
m u y sensible o inteligente que sea, no puede lograr tanto c o m o
las personas próximas que, colectivamente, quieran mejorar la
situación. Es de sentido c o m ú n el axioma según el cual, cuanto
mejor sea la comunidad, en todos sus aspectos, menor será la
probabilidad de cualquier forma de delincuencia. Quizá sólo las
gentes m á s relacionadas puedan evaluar honradamente su fuerza,
conocer sus debilidades y realizar las mejoras requeridas. Las
necesidades en materia de sanidad, los problemas de la vivienda,
la situación escolar, los recursos físicos y las posibilidades de recreo
de toda comunidad son factores locales que pueden influir en la
delincuencia. Rara vez son esas las solas causas, pero el hecho de
que sean inferiores o superiores a lo normal, puede agravar o
disminuir las tendencias delictivas. Por ejemplo, aun cuando la
idea de que la delincuencia se debe directamente a la vida en
barrios miserables sea un mito, puede decirse que u n niño tiene
una mayor oportunidad de no ser delincuente si su familia reside
en una morada agradable y no tiene que sufrir la tirantez y depresión derivadas del hecho de vivir en habitaciones tristes y
atestadas de gente.
60
Lo
que puede hacer la comunidad
Prevención y tratamiento
Es difícil que un puñado de personas que habiten en la misma
vecindad puedan emprender con éxito un programa de prevención.
Tienen que contar con la colaboración del mayor número de
personas posible, de grupos de todas las profesiones, y tienen
que tratar de obtener y lograr el apoyo m á s amplio y sincero
para el plan. Siempre será necesaria la ayuda esclarecida y científica, de los especialistas, pero ningún programa de prevención
logrará éxito si sólo son ellos quienes lo inspiren y dirijan. El
impulso debe proceder de la comunidad, que sólo lo dará cuando
la delincuencia constituya un problema que importe mucho a
muchas personas. N o sólo deben participar en él los adultos, sino
también los jóvenes, e incluso los propios delincuentes,en cuantas
formas sea posible, y en cada etapa de la empresa.
No sirve de nada aconsejar a una comunidad interesada en el
problema de la delincuencia que adopte un programa cc práctico D
de prevención. Es obvio que los interesados tratarán de obrar
con eficacia. En ocasiones, puede impedírselo un enfoque excesivamente emotivo. U n a actitud sentimental, pseudo-maternal,
puede ser tan contraproducente como una reacción rigurosa y
punitiva. Después de todo, los menores delincuentes no son elementos extraños a la humanidad ni están separados de ella. Ni
aún el más empedernido puede delinquir en cada minuto del día.
H a y momentos en que come y habla, piensa y duerme como
cualquier muchacho de su edad. Si podemos considerar a los
delincuentes con calma y con cierta objetividad, como seres
humanos que necesitan ayuda (por mucho que se resistan a ella,
o por mucho que descorazonen a quienes quieren ayudarles),
entonces se habrá logrado una actitud llena de posibilidades.
Por desgracia, los intentos más decididos y bien intencionados
de reducir la delincuencia pueden fracasar por falta de dos elementos esenciales : medios económicos y conocimientos. Todo
61
Lo
que puede hacer la comunidad
plan tiene que basarse desde el principio en u n marco de referencia,
teóricamente válido sobre los factores causales de la delincuencia.
L a comunidad debe disponer de todos los datos necesarios sobre
la situación de la juventud local, y contar con referencias personales sobre un niño determinado que muestre una tendencia
hacia la delincuencia o que haya infringido ya la ley.
Si faltan esos datos concretos y hay que operar con un presupuesto insuficiente, los esfuerzos realizados por la comunidad para
luchar contra la delincuencia y prevenirla pueden estar abocados
al fracaso. Medidas tales c o m o la retirada de menores de la calle
a una hora determinada, la prohibición de ciertas películas a los
menores, o la clausura de un salón de baile, ni tienen nada que ver
con el verdadero problema y, en su mayor parte, sirven de muy
poco.
Emprender u n plan -sobre todo emprenderlo sin otro propósito
que el de hacer algo- puede ser un comienzo poco acertado. Un
grupo o una colectividad tiene que conocer sus propias debilidades
y características antes de poder abrigar la esperanza de comprender
al delincuente. L a comunidad debe formular sus programas en
función de sus propios problemas, y no copiando servilmente los
planes de cualquier otra. Un plan de acción ha de tener objetivos
razonables y prácticos. El primer paso consiste en reconocer que
es necesario contar con datos reales de muchas clases distintas, y
en obtener después esa información. El segundo paso consiste en
darse cuenta de que un programa encaminado a lograr la comprensión y el apoyo públicos no se desarrolla casual o accidentalmente.
Sólo puede obtenerse una acción efectiva mediante el estudio
sistemático, el planeamiento y la organización en los que participen
todos, o la mayor parte, de los miembros de la comunidad.
No se trata de un acto único de prevención; por el contrario,
la comunidad puede realizar muchos cambios, enderezados a
dicho fin.Al hablar de prevención, palabra atractiva pero ilusoria,
se nos presentan, fundamentalmente, dos posibilidades principales.
62
cc Debiera existir una escuela que contara con programas importantes de
formación profesional al alcance de toda familia de la ciudad ».
Foto Unesco
P. Almnsy
Lo que puede hacer la comunidad
U n a de ellas consiste en tratar de hacer frente a todas las condiciones ambientales que se estime contribuyen a la delincuencia ;
la segunda es tratar de proporcionar servicios preventivos especiales para determinados niños o grupos de niños, tales como
tratamiento psiquiátrico o psicopedagógico, o trabajo de casos.
Se ha sostenido que puede reducirse la delincuencia mejorando
todos los aspectos de la vida rclativos al desarrollo de la personalidad de los niños, y extendiendo y mejorando todos los servicios
destinados a la infancia.
Sabemos que hay muchos factores que afectan decisivamente
al crecimiento, al desarrollo y a la conducta definitiva del niño.
Entre ellas, se cuentan el hogar, la escuela, la iglesia y las organizaciones religiosas, los servicios de sanidad y de asistencia social
y las organizaciones recreativas destinadas a los jóvenes.
La función de
la escuela
U n o de los factores m á s importantes,si nos limitamos a considerar
el número de años durante el cual ejerce una influencia sobre el
niño, es la escuela. N o puede resolver por sí sola el problema de la
delincuencia, ni tratar siquiera de prevenirlo acometiéndolo con
sus propias fuerzas exclusivamente. Sin embargo, en todo programa comunitario bien planeado, hay que considerar siempre
como crucial la función de la escuela. Cuanto podamos esperar
de ella en lo que se refiere a este problema debe basarse en un
razonamiento juicioso, no en fantasías inspiradas en nuestros
buenos deseos. Lo que exactamente pueda lograrse dentro de cada
aula depende también a menudo del tipo de apoyo que la colectividad decida proporcionar. Se ha indicado que los niños ingresados en la escuela entre los cinco y los siete años de edad tienen
más oportunidad de beneficiarse de los esfuerzos para prevenir la
delincuencia. Pero, aunque sean mayores de esa edad, se puede
influir en ellos, y en muchos casos se les puede ayudar. El maestro,
63
L o que puede hacer la comunidad
cuya preparación le ha enseñado a observar, está en condiciones
de conocer al niño y después de observarlo durante un cierto
periodo de tiempo, puede el maestro descubrir signos evidentes o
incipientes de problemas personales o sociales que afecten a ese
alumno, proporcionándole ayuda y consuelo en alguna forma. L a
ayuda puede tener otros orígenes y cuando se dispense, la escuela
debe establecer una ficha relativa al sujeto de que se trate en la
que figuren todos los antecedentes, y que pueda ser consultada
en caso necesario.
Junto con el hogar, la escuela proporciona a todos los niños
la experiencia básica de aprendizaje de la vida. Es evidente que
la escuela no puede compensar por entero la falta de un hogar
normal o de padres inteligentes y cariñosos. Pero puede hacer
m u c h o para que el niño comprenda sus propios valores fundamentales, y aprenda a desarrollarlos. Es de esperar que u n adolescente
que asista a una buena escuela, llegue a ser un adulto apto y capaz.
Es esto, precisamente, lo que no sucede en el caso de un menor
delincuente. Los archivos de u n gran número de escuelas ponen
de manifiesto, con una reiteración que llega a la monotonía, que
esos adolescentes se habitúan al fracaso y a la inferioridad en sus
años escolares. Por ello, el problema que debe preocupar a la
comunidad y a la escuela es averiguar por qué fracasan los niños.
L a pregunta no tiene nada de sencilla y n o es fácil contestarla.
Las razones del fracaso de u n niño no siempre se perciben de
inmediato, y varían para cada uno de los alumnos. El maestro
tropieza frecuentemente con dificultades de orden práctico para
descubrirlas: n o siempre puede visitar el hogar del niño, n o es
psicólogo, ni especialista en sanidad o en trabajo de casos, se
debe a todos sus alumnos, no sólo a los peores y n o dispone del
tiempo necesario.
Tanto la comunidad c o m o la escuela deben comprender que,
en principio, se necesita personal especializado profesionalmente
para reforzar y aumentar la labor del maestro con sus alumnos.
64
Lo
que puede hacer la comunidad
Empleando oportuna e inteligentemente los servicios auxiliares,
la escuela puede ayudar en muchos casos a un niño y evitar que
fracase. El maestro que visite un hogar y que pueda establecer
una estrecha relación con los padres de un niño, el trabajador
social de la escuela, el consejero en cuestiones de adaptación
escolar, o el personal especializado en problemas psiquiátricos
cuentan con la preparación necesaria para apreciar y aliviar los
estados de tensión que a menudo contribuyen al fracaso de un
alumno en clase.
El Comisario de Educación de un país ha bosquejado un amplio
programa de cuatro puntos, que puede permitir a muchas escuelas
ayudar a resolver los problemas de los menores delincuentes:
1. Clases de pocos alumnos para que los maestros puedan dedicar
la atención debida a cada uno de ellos.
2. Formar y nombrar maestros que hayan demostrado sus aptitudes para trabajar de un modo constructivo con sus alumnos.
3. Proporcionar personal especializado que ayude al maestro a
resolver problemas especiales dentro de la escuela, y establecer
servicios clínicos, médicos, psicológicos y sociales, para los
niños que necesiten cuidados que rebasan el marco escolar.
4. Conseguir el apoyo de los padres y unificar los esfuerzos de
éstos y del personal docente para planear y respaldar un programa escolar destinado a resolver el problema de la delincuencia.
Por admirables que sean esas sugestiones,no habrá un director
de escuela o un inspector escolar que encuentre en ellas nada
notablemente original. N o necesitan que se les recuerde que las
clases recargadas de alumnos constituyen un inconveniente tanto
para el maestro como para los educandos. Pocas escuelas rechazarían los servicios de una enfermera,de un especialista en ciencias
sociales o de un psicólogo si su presupuesto les permitiera pagar
tales servicios. Señalar las deficiencias de las escuelas rara vez
nos indica el modo de ponerles remedio. Lo que se necesita es
65
Lo
que puede hacer la comunidad
m á s dinero y, en muchas ciudades del mundo, el problema m á s
urgente es la falta de clases, libros y pupitres, así c o m o la de
maestros competentes.
Pero, el programa de cuatro puntos propuesto por ese Comisario
de Educación puede ser un útil recordatorio de los objetivos a
lograr. Para que una ciudad o una comunidad se sienta satisfecha
no basta con que haya u n gran número de establecimientos de
enseñanza primaria o secundaria. L a mera existencia de edificios
y de u n número adecuado de maestros y profesores significa poco
en sí. El único criterio utilizable es el señalado por los adelantos de
los alumnos.
Una mayor variedad de enseñanzas
Muchos educadores han expresado la opinión de que en las escuelas
se atienen a un plan de estudios excesivamente rígido sin si@cado o valor para cada alumno. Después de todo -dicenlas
buenas escuelas reciben alumnos que son y a completamente
distintos unos de otros, y deben capacitar a cada uno de ellos para
desarrollarse con arreglo a sus aptitudes. U n plan de estudios
académico y orientado en una sola dirección, que resulta agotador
e inútil, concebido para eliminar a los alumnos que no se preparan
para la enseñanza superior, no da la igualdad de oportunidades
a todos los adolescentes,c o m o consecuencia de un enfoque centrado
exclusivamente en el prestigio de los estudios tradicionales, en
gran parte teóricos.
En u n informe de un Comité Asesor de Expertos en materia
de Prevención del Delito y el Tratamiento de los Delincuentes
(Naciones Unidas), se declara que, dada la gran variedad de las
capacidades, intereses y aptitudes personales de la población
escolar, el personal docente necesita fomentar servicios escolares
de carácter más vario y general y que atiendan m á s apropiadamente las diferentes necesidades de los alumnos y de la sociedad.
66
Lo que puede hacer la comunidad
A los alumnos se les estimulará a que trabajen con arreglo a sus
propias posibilidades en vez de forzarlos continuamente a competir
con los alumnos m á s brillantes de la clase. Debe haber escuelas
distintas unas de otras a fin de atender las necesidades, aptitudes
y capacidades diferentes, y todo plan eficaz de estudios debe
tener en cuenta las condiciones sociales y económicas generales
y especiales de la comunidad local.
Si convenimos en que el niño capaz de llegar a ser un buen
mecánico no debe ser considerado como un ser humano inferior al
que se interese en la medicina, debemos reconocer también que
una escuela ha de estar organizada de m o d o que permita a ambos
beneficiarse de ella. Hacer pasar a todos los alumnos por un solo
molde académico, induce a muchos niños vulnerables a la delincuencia, a aproximarse mucho más a ella. Lo que las autoridades
y la comunidad pueden y deben estudiar es el establecimiento de
distintos tipos de servicios escolares con destino a los niños impedidos de seguir la educación ordinaria, o a los alumnos, que por
cualquier clase de razones, no puedan recibir enseñanza en una
clase corriente.
Algunas ciudades importantes han tratado de lograr, entre
otros objetivos, el de reducir los problemas que les planteaba la
delincuencia, mediante el establecimiento de escuelas secundarias
profesionales o técnicas, y de programas continuados de trabajo
y estudio. Los programas de esas escuelas están vinculados en
forma realista a la situación del empleo y a las exigencias de los
sistemas de aprendizaje en diversas ramas. En su obra, Slums and
suburbs, el Dr.James B. Conant escribe entre otras observaciones
sobre los problemas educativos en Estados Unidos :N A mi modo
de ver, debiera existir una escuela que contara con programas
importantesde formación profesional para muchachos al alcance de
toda família de la ciudad. Convendría que esas escuelas estuvieran
situadas de m o d o que una o varias de ellas se hallaran en la zona
en que sea más elevada la demanda de cursos de carácter práctico.
67
Lo
que puede hacer la comunidad
» U n excelente ejemplo de ubicación acertada de una nueva
escuela secundaria de formación profesional es la Dunbar Vocational High School de Chicago. Situada en una barriada miserable,
que se está renovando, esa escuela y sus programas están especialmente concebidos para la formación profesional de los alumnos.
No se ha roto apenas un cristal de ventana desde la inauguración
de la Escuela Dunbar, pese a que el vandalismo es uno de los
problemas m á s importantes de las escuelas en muchos barrios
miserables. En una de mis visitas a ese establecimiento, descubrí
que la mayor parte de sus alumnos eran negros. Aprendían oficios
diversos, tales c o m o reparación del calzado, albañilería, carpintería, ebanistería, mecánica del automóvil y mecánica de aviación.
L a motivación es buena y los estudiantes se sienten evidentemente
orgullosos de su trabajo. Académicamente, el programa tiene un
nivel elevado, lo bastante alto para que si un diplomado en la
Escuela desea ingresar en la enseñanza superior pueda hacerlo. 1)
No todas las comunidades se verán en la necesidad de crear
una escuela secundaria de formación profesional ni todas tendrán
los medios para ello, pero existen otras posibilidades. Algunas
escuelas han adoptado el sistema de clases facultativas durante
la semana, es decir, que los alumnos que lo deseen siguen cursos
de formación profesional, de lenguas extranjeras o de repaso.
En otros lugares, las escuelas y las industrias locales han establecido programas combinados de trabajo y estudios para adolescentes seleccionados.
AI tratar de relacionar los problemas de los delincuentes con sus
problemas escolares, otros educadores afirmaron que la dificultad
en la lectura es con frecuencia un factor importante en la conducta
de los delincuentes. Evidentemente, el nino que n o puede leer
con facilidad, se verá enfrentado con una tal rápida sucesión de
estados de tensión y frustraciones de toda especie que no es sorprendente que la escuela se convierta en u n lugar temible o despreciable. Los actos de vandalismo contra los bienes de la escuela
68
Lo
que puede hacer la comunidad
constituyen una protesta y la huida,la única solución. Esos alumnos faltarán a clase o abandonarán la escuela al llegar a la edad
fijada como límite mínimo de escolaridad. Con excesiva frecuencia,
la escuela no trata de descubrir la razón de esta incapacidad para
la lectura, o no puede hacerlo. A veces, obedece a una vista deficiente,pero con frecuencia se debe a la falta de costumbre de leer
fuera de la clase, o a una combinación de actitudes emocionales
hacia la lectura.
Si el maestro no puede determinar las razones -y en muchos
casos esas razones provienen del hogar del alumno- puede
haber necesidad de recurrir a un maestro o a un consejero escolar
que visite el domicilio del alumno. No se averiguará nada si no se
examinan, muy detenidamente, los antecedentes familiares del
niño, su salud, su inteligencia y sus propios problemas personales.
Si el plan de estudios de la escuela es realista, se podrá hacer frente
a la situación, pero lo primero a conseguir es que el niño quiera
mejorar. Un alumno humillado con excesiva frecuencia no realizará nunca el esfuerzo necesario. L a escuela que expulsa a un
niño, o le hace repetir el mismo curso año tras año, le obliga, en
cierto modo, a salir de ella cuando está menos preparado para
luchar por la vida. Si una escuela tiene que rechazar a un alumno,
no se omitirá esfuerzo para que pueda recibir otra ayuda por algún
órgano o institución de la comunidad.
H a y necesidad de revisar a fondo las normas de paso a una
clase superior, graduación, disciplina y resolución de casos de
falta de asistencia a clase. Debe estimularse a los maestros a que
sigan cursos de paidología y a la comunidad a que tenga al
maestro informado de los servicios,organizaciones o instituciones
útiles en la solución de problemas de índole escolar.
En muchas ciudades del mundo, el problema de la delincuencia
de menores y la función de la escuela, se ven eclipsados por consideraciones más urgentes. En algunos países el problema no es el
de mejorar las escuelas, sino el de crearlas. ¿Cómo sugerir a un
69
Lo
que puede hacer la comunidad
maestro de Saigon, de Karachi, o de L o m é -que tienen que hacer
frente a una grave carencia de libros de texto- que toda escuela
necesita los servicios de un trabajador social? Y parecería una
broma de mal gusto decir a un maestro de Asia o de Africa que
debe ocuparse de los problemas emocionales del niño, cuando la
mayoría del magisterio inicia cada mañana la clase sabiendo que
muchos de sus alumnos están enfermos y subalimentados.
Y sin embargo, aun reconociendo la urgente necesidad de
escuelas y de maestros en más de la mitad de los países del mundo,
el objetivo final de cualquier nación, privilegiada o pobre, no
puede limitarse a remediar esas deficiencias. En muchos países
que luchan denonadadamente para reducir el coeficiente del analfabetismo, hay escuelas de muy escasa eficacia. Es muy trágico
que haya más de cien millones de niños privados del derecho a la
educación, pero no es menos deprimente saber que en muchas
escuelas no se logra hacer sentir a sus alumnos el interés personal
de la educación. Esas escuelas trabajan con ahinco, pero el rendimiento de la enseñanza, si no su calidad es insuficiente. Y si bien
hay un gran número de niños en el mundo que anhelan recibir
una educación, es muy difícil negar que existe también un gran
número que no la quiere para nada. Gran parte de esos niños,
que tienen miedo a la escuela, llegan a verse implicados en algún
acto delictivo.
En Turquía, la tasa de la delincuencia es relativamente baja
si se le compara con países de economía más desarrollada. Las
estadísticas prueban que esa proporción aumentará con el desarrollo económico del país. En ese caso, la escuela puede hacer mucho
para prevenir ese aumento en espiral de la delincuencia si desde
ahora se evalúa cuidadosamente su eficacia. Un psicólogo turco1
ha indicado que existe un alto índice de alumnos de segunda
enseñanza que fracasan cada año, aun cuando se les permite
1. Ibrahim Yurt, Test ve Arastirma Buroso, Ankara.
70
L o que puede hacer la comunidad
examinarse de nuevo antes de que la pérdida de cursos sea irrevocable.
En un informe publicado en Israel1 se confirma la tendencia
del menor delincuente a la deserción escolar o a la asistencia
irregular. En otro informe de una reunión de expertos2 se señaló
que la asistencia irregular a la escuela obedece a cuatro clases
distintas de factores. L a primera razón es una organización escolar
defectuosa (excesivo numero de alumnos, clases alternas, plan de
estudios mal adaptado). Constituyen el segundo motivo las
cualidades personales del niño (discrepancia entre la clase y la
edad del alumno, perturbaciones psicológicas, retraso mental).
C o m o tercera razón los elementos dimanantes de la personalidad
de los padres, tales como falta de comprensión y actitud hostil
hacia la escuela y vigilancia insuficiente del nino. El motivo citado
en Último lugar eran los factores ambientales fuera de la familia,
tal C Q ~ eOl fuerte contraste entre la situación económica y cultural
en el hogar y los numerosos estímulos ofrecidos por el medio
exterior, por ejemplo, el cine.
L a máxima contribución que puede hacer una escuela a la
prevención de la delincuencia y la lucha contra la misma es su
propio mejoramiento. N o puede lograrlo por sí sola. Idealmente,
la escuela debe tener vínculos con los servicios de sanidad, asistencia social y recreo, ya que incluso si un maestro sabe que un
niño está enfermo o necesita lentes,no puede procurarle medicinas
y un par de gafas en lugar de la familia. Si un maestro averigua
que un niño tiene problemas emocionales que lo perturban, sólo
puede recomendarle que vaya a alguna institución donde le ayuden.
Si un adolescente no tiene adonde ir ni nada que hacer, excepto
pasar el tiempo en la esquina de la calle, el maestro, por abnegado
1. Review of research O R adolescence in Israel, por Michael Chen, Henrietta
Szold Institute, Jerusalén.
2. Documento de trabajo para la Reunión de Expertos sobre la Psicología
de los Adolescentes, Unesco, 1962.
71
L o que puede hacer la comunidad
que sea y por m u c h o que le preocupen esos problemas, no puede
crear por sí solo un m u n d o mejor una vez que el alumno sale de
la clase.
Si en una comunidad no existen servicios de sanidad, asistencia
social o recreo, es muy difícil que la escuela pueda remediar esa
deficiencia. En el mejor de los casos, puede señalar a las autoridades
locales o nacionales la ausencia de los mismos y formular sugestiones adecuadas. Y en un alarde de esperanza, la escuela puede
tratar de convencer de esas necesidades a los padres, a los alumnos,
y a la comunidad en su conjunto, aun cuando no dispongan de
medios propios para satisfacerlas.
Ayuda a la familia
Muchas de las perturbaciones observadas en los menores delincuentes obedecen a las transformaciones de la vida familiar que,
a su vez, no hacen sino reflejar cambios m á s profundos en la
sociedad. El problema de lograr u n mejoramiento general en la
vida del hogar parece ser a primera vista tan amplio y delicado,
que la mayoría de las personas preocupadas por é1 no saben c ó m o
abordarlo. Del mismo m o d o que queremos que los niños gocen de
buena salud, deseamos que sus padres den pruebas de bondad,
madurez y cariño. Rara vez es esa la realidad. En términos de la
lucha contra la delincuencia, la mejor solución es prever dos etapas.
En la primera, se tratará de ayudar a los padres a ser m á s
razonables y m á s eficaces. En la segunda, se tratará de desarrollar
en los menores los hábitos, las aptitudes, la comprensión y las
tendencias que harán de ellos unos padres mejores para la próxima
generación. L a escuela, las iglesias y las organizaciones de juventud,
operando conjuntamente, pueden lograr ese resultado.
Es frecuente que, por una multitud de razones, los delincuentes
no tengan con sus padres unas relaciones satisfactorias o de confianza mutua. Rara vez pueden hablar de ningún problema con u n
72
Lo que
puede hacer la comunidad
familiar adulto. No se les incita a compartir sus propias vidas o
emociones con sus familias y esta circunstancia,por sí sola, constituye una restricción que es perjudicial para el niño. Todo programa de educación o de asesoramiento que la comunidad ponga
a disposición de los padres, con tal de que se presente en forma
inteligente, puede motivar cambios decisivos.
L a fórmula íí educación de los padres D puede significar muchas
cosas. No siempre es conveniente decir abiertamente a una madre
que sea mejor madre, pero en ocasiones, si se la libera de sus
preocupaciones económicas o de salud, se encuentra con m á s
posibilidades de atender a sus hijos y dedicarse a ellos. En términos
muy generales,puede decirse que la educación de los padres supone
no sólo comprender la conducta de los niños sino el proceso de la
constitución de un hogar, de la vida de familia y de la personal.
Es comprensible que la mayor parte de los padres se muestren
escandalizados e inquietos ante un delito cometido por uno de sus
hijos. Les es imposible reconocer, incluso sin testigos, que la
conducta antisocial del menor puede obedecer a los errores que
ellos han cometido en la educación de su hijo. Aveces se encuentran
auténticamente perplejos ante las acciones del niño y, en otros
casos,hacen esfuerzos desesperadospara achacar la responsabilidad
a los demás.
C. Mik, psiquiatra de Groninga, Holanda, indica que los padres
pueden manifestar frecuentemente sentimientos agresivos y
defensivos,al ser visitados por autoridades o trabajadores sociales
especializados en los problemas de la juventud, con motivo de
actos realizados por sus hijos. En un artículo1 manifestó: « L a
actitud de moralista de un funcionario de vigilancia de la condena
condicionalpuede llevar a resultados que a primera vista parezcan
decisivos y fecundos,pero en el fondo no resuelve los problemas y,
1. Boletín trimestral de educación de adultos y de jóvenes,vol. XV, no 1, Paris,
Unesco, 1963.
73
Lo
que puede hacer Ia comunidad
salvo en casos especiales, produce únicamente relaciones supediciales y soluciones transitorias. U n a vez ganada la confianza de
los padres, comienza un periodo de trabajo laborioso y delicado.
Los padres deben aprender a ver en su8 hijos delincuentes, no
seres inútiles, ni simplemente malos, sino niños con problemas y
con una gran penuria interior. Esto puede ser difícil, ya que su
aceptación significa que los padres han de tomar sobre sí mismos
una parte de la responsabilidad. Tienen que aprender también
que el castigo carece de significado, y no hace m á s que agravar
el sentimiento de desolación del niño (lo que en m o d o alguno
implica que no haya de castigarse nunca a los niños o que en
algunos casos no sea necesario aplicar medidas disciplinarias). n
En muchos casos, los propios padres de los niños m á s expuestos
a la delincuencia tienen m u y pocas nociones de lo que significa
ser miembro de una comunidad y pertenecer a una organización.
Pueden acoger con suspicacia o con desdén, la menor indicación
o pueden reaccionar desfavorablemente ante la visita de un extraño
que quiere darles consejos sobre sus problemas familiares. E n
algunos estudios, se h a indicado que cuanto m á s bajos son los
ingresos de una persona, su situación social y su educación, menos
probable es su participación en cualquier grupo de la comunidad.
Es m u y frecuente que la hostilidad pueda superarse si se acude
a los padres de un barrio pobre, n o con una actitud condescendiente
o de reproche, sino invitándoles a contribuir en algo a la vida de
la colectividad. Cuanto mayor sea el número de adultos de todas
las procedencias participantes en actividades de cualquier clase a
cargo de organismos de carácter duradero y estable (iglesias,
ayuda mutua, asociaciones recreativas, organizaciones patrióticas
o políticas), m á s fácil será dirigirse a los interesados c o m o padres,
y m á s posibilidad habrá de influir sobre ellos. Cuando la comunidad
está m á s integrada, cuando las personas sienten que ae comparten
sus proyectos y problemas, m á s oportunidades hay de que los
niños sean los primeros en beneficiarse de esa situación.
74
Lo
que puede hacer la comunidad
Cualquier actividad o recreo, incluso los de menos importancia,
que suponga la colaboración de padres e hijos, es de una gran
eficacia para estrechar los lazos de la f a d a y de la comunidad.
Algunas ciudades han establecido centros de barriada en que se
realizan actividades educativas no oficiales. Entre esas actividades
figuran los debates colectivos de jefes de familia. En esos centros
de barriada se puede encontrar a personas de todos los orígenes
con una disposición natural para el liderazgo en diversas esferas y
hacerlas participar en distintos comités y en actividades recreativas.
L a premisa fundamental de todo programa de educación es que
debe educarse a los ciudadanos para que se ayuden a sí mismos.
Tanto si una comunidad decide conceder la mayor importancia
al cambio de las condiciones de ambiente estimadas como causas
de delincuencia (casas pobres o clases con un número excesivo
de alumnos) como si decide proporcionar servicios concretos para
la infancia a fin de que los niños tengan una personalidad más
sana, no pueden esperarse buenos resultados si no se establece
un programa verdaderamente cooperativo.
N o debe olvidarse el ejemplo del Estado de Nueva York, donde
se puso de manifiesto que la desaparición de ciertas zonas miserables tuvo muy pocas consecuencias en la prevención de la delincuencia porque no basta con el traslado de unas familias a viviendas
mayores, de mejor apariencia y más agradables. A no ser que se
prepare y eduque a las familias de los barrios miserables para vivir
en sus nuevos hogares no podrá producirse un cambio beneficioso.
Y cuando las personas que ya residen en la barriada a la que se
trasladan los recién venidos no están preparadas para recibirlos
y acogerlos, pueden surgir desavenencias y conflictos. Ello es
particularmente cierto cuando las personas que se trasladan a
viviendas construidas con fondos públicos pertenecen a una
75
Lo
que puede hacer la comunidad
minoría racial. Con frecuencia se olvida que en ocasiones debe
enseñarse a esas personas a aprovechar las ventajas de los cambios
habidos en sus vidas.
Existen pocos datos cientíiìcos para demostrar la eficacia
exacta de los sistemas de prevención. Si entendemos por prevención
cc tanto impedir la conducta delictiva c o m o reducir su frecuencia
y su gravedad sólo contamos con algunos indicios para orientarnos en determinadas direcciones. EI propio concepto de aprevención de la delincuencia» es todavía vago y de carácter experimental.
En un informe redactado por u n Comité Asesor de Expertos
en materia de Prevención del Delito y el Tratamiento de los
Delincuentes (Naciones Unidas) se subraya que carecería de
sentido pensar en aplicar un programa de prevención sin tener
primero la seguridad de que :el programa tendrá un financiamiento
continuo; se cuenta con suficiente personal capacitado; se dispone
de medios para comprobar la eficacia de la acción ; se informa a
la opinión pública de las razones de esas actividades a fin de
lograr la colaboración de toda la comunidad.
U n municipio puede encontrar u n sistema de evaluación adecuado
para u n programa de carácter preventivo. Generalmente implica
gastos suplementarios, ya que un registro científico y cuidadoso no puede encomendarse a personal voluntario ni realizarse
esporádicamente,y sin ese registro,no se puede averiguar la eficacia
de u n plan de acción preventiva. L a razón principal pue nos impide
prevenir la delincuencia de un m o d o m á s positivo es que actualmente
n o podemos predecir con seguridad qué niños terminarán en delincuentes ni saber por qué. En estos últimos años se ha prestado una
atención cada vez mayor a muchos estudios internacionales que
han tratado de hallar un instrumento que permita la predicción. Si
fuese factible descubrir por anticipado quiénes pueden ser los
futuros delincuentes, se simplificaría en extremo el problema de la
prevención. Por el momento, sólo podemos presumir que existen
76
Lo
que puede hacer la comunidad
ciertos factores que acompaíian a la delincuencia y que incluso
pueden agravarla, pero que no son sus únicas y exclusivas causas.
No se podrá prevenir nunca de m o d o eficaz la delincuencia si
no se tiene un mayor conocimiento de sus causas y no se cuenta
con métodos m á s exactos para medir el éxito de los diversos sistemas de tratamiento empleados. H o y parece haberse reconocido
internacionalmente que en esta materia, así como en el campo
científico y de la tecnología,es esencial una labor de investigación
original y audaz.
Investigación de las causas
Donde exista la posibilidad, la investigación y los programas de
mejoramiento previstos, deben entrañar medios de evaluación
que permitan la mayor objetividad posible. Para que las pruebas
científicas tengan valor incontrovertible, es preciso que los criterios y sistemas de cálculo, medida y evaluación sean claros y
rigurosos. Los trabajos de investigación individuales o de instituciones deben comprobarse continuamente, contrastándolos con
los hechos.
U n a vez que el muchacho ha adquirido los habitos de delincuencia, se requiere toda nuestra comprensión, ayuda y paciencia
para modificarlos. C o m o sucede en el caso de la prevención, la
lucha contra la delincuencia y la rehabilitación de un menor
delincuente se inicia a menudo en el seno de la comunidad.
En los países muy industrializados, muchas ciudades disponen
de diversos servicios de ayuda y protección a la infancia y la
adolescencia :escuelas, iglesias, centros médicos y clínicas, organizaciones de asistencia a las familias, servicios sociales, campos
de juego e instalaciones de recreo. En algunos países, sobre todo
en los prósperos, se cuenta con servicios especializados que pueden
contribuir a la soluciónde «problemasN de los adolescentes.Figuran
entre ellos los tribunales de menores y sus servicios de remisión
77
Lo que puede hacer la comunidad
condicional de la pena con régimen de prueba, las divisiones de
policía de menores, las clínicas de orientación psicológica de la
infancia, los centros de internamiento, las clases especiales para
los retrasados mentales, los servicios de asesoramiento, las visitas
de maestros a los hogares de los alumnos y servicios de terapia de
grupo. En las grandes capitales y en las zonas metropolitanas,
puede haber organizaciones e instituciones de ayuda a los niños y
adolescentes, tanto delincuentes como no delincuentes. En las
pequeñas localidades y en las zonas rurales, esos servicios pueden
estar reducidos simplemente a un sacerdote, pastor o rabino, un
médico, un juez, y la policía.
Los servicios son rara vez el resultado de una previsión y planeamiento generales. En muchos casos funcionan todos ellos como
islotes separados que pierden su eficacia por la gran separación
existente entre ellos. Uno de los problemas más urgentes de todo
programa comunitario que intente prevenir la delincuencia -por
no hablar de la lucha contra la misma- consiste en saber cuáles
son esos servicios, cómo funcionan, cómo pueden mejorarse, caso
de ser necesario, y cómo pueden trabajar en conjunto del modo
más eficaz. Por ejemplo, es desalentador para un especialista en el
trabajo de casos empeñado en ayudar a un delincuente, el hecho
de que su maestro, el policía de la esquina y las gentes de la vecindad contrarrestan sus esfuerzos,sobre todo cuando la miseria de la
familia complica el problema, y el especialista no puede lograr
que el menor reciba el tratamiento necesario. Tiene que haber
continuidad y un mayor grado de coordinaciónentre los servicios,
una cooperación estrecha entre los organismos públicos y privados,
para que su existencia tenga un sentido. No hay ninguna esperanza para el delincuente a menos que los servicios de orientación
personal, los psicólogos, los psiquiatras y los trabajadores sociales
puedan Ilegar fácil y rápidamente al nino en cuestión por medio de
la escuela y de la comunidad. Esto parece un ideal utópico, pero
muchas veces no es el costo lo que nos impide alcanzarlo, sino
78
<< No debía abaiidonársele nunca cuando se encuentra en peligro, y cuando
m á s necesita una m a n o que le ayude ».
Foto Cineseo 1 Dominique Roger
Lo
que puede hacer la comunidad
la falta de una comprensión clara de Io que se necesita, de cuanto
se dispone y del modo de obtenerlo.
Castigo o remisión condicional de la pena con régimen de prueba
Si la naturaleza de la infracción lo justifica, en muchos casos se
interna preventivamente al delincuente en un centro adecuado,
hasta que el tribunal se pronuncie sobre el caso. Esto puede
significar días o semanas. EI castigo se inicia en muchos centros
de internamiento preventivo, que se asemejan a las cárceles,y los
N internadosB traban conocimiento con la experiencia de la vida
carcelaria. Otros menores delincuentes de muchas partes del
m u n d o se ven confinados en una cárcel del lugar, se les juzga y
sentencia en el mismo local que a los delincuentes adultos.Algunos
menores delincuentes excepcionalmente afortunados pueden verse
sometidos a un tribunal que cuente con diversos servicios cspeciales: un centro de internamiento bien instalado y una buena
plantilla de especialistas,servicios clínicos para el estudio del niño
y personal bien preparado para el sistema de remisión condicional
de la pena con régimen de prueba, y que mantenga un enlace
efectivo con otros organismos de ayuda a la infancia. Pero los
contrastes son enormes. Existen grandes diferencias no ya entre
las diversas naciones, sino muchas veces entre tribunales del
mismo país o provincia.
EI establecimiento de tribunales especiales para menores, con
jueces adecuadamente preparados y una legislación y prácticas
apropiados es alentador. Muchos estudios, experimentos e investigaciones han probado las ventajas que representa el hecho de que
el menor delincuente comparezca antetribunalesespeciales,y de que
se le someta a tratamiento en instituciones adecuadas. En los últimos cincuenta años,los tribunales de menores y el sistema de remisión condicionalde la pena con régimen de prueba se han extendido
en muchos países de Europa, y cuentan entre las más importantes
79
L o que puede hacer la comunidad
medidas de tratamiento y de rehabilitación del menor delincuente.
L a remisión condicional de la pena con régimen de prueba se ha
definido c o m o :cc u n procedimiento destinado a delincuentes seleccionados especialmente...y que consiste en la suspensión condicional de la pena quedando el delincuente bajo una vigilancia
personal, a la vez que se le da un cc tratamiento)) o una orientación
personal ».
Las definiciones de lo que constituye exactamente la cc vigilancia
personal», así c o m o la orientación y el cc tratamiento1) varían
tanto de unos países a otros c o m o la definición de menor delincuente.
L a vigilancia en régimen de prueba se h a generalizado en formas
muy diversas en muchos países. Los informes parecen indicar
que, aun cuando no hay resultados claros que puedan medirse
estadísticamente, constituye una medida efectiva de prevención
y de lucha contra la delincuencia.
U n a de las ventajas de la libertad condicional con régimen de
prueba es que da m á s importancia a la reeducación del delincuente
que a su castigo. Implica que, a juicio de un magistrado, o de
cualquier otra autoridad judicial competente, n o es de temer una
conducta delictiva en lo futuro si se establece una vigilancia
preventiva.
En un informe de las Naciones Unidas, « L a prevención de la
delincuencia de menores en determinados países de Europa»,
se indica que muchos países, carentes de medios económicos, han
tenido que utilizar c o m o encargados de la vigilancia en el régimen
de prueba a personas sin formación especial que se ofrecen voluntariamente a realizar la tarea. Los resultados son desiguales.
El informe sobre Grecia, país donde el servicio está íntegramente
a cargo de trabajadores voluntarios que han organizado sociedades
semioficiales de protección a la infancia indica que la remisión
condicional de la pena con régimen de prueba, aun cuando los
tribunales n o la aplican todavía con m u c h a frecuencia h a dado
80
Lo
que puede hacer la comunidad
ya muy buenos resultados. L a carencia de medios económicos
ha surtido un curioso buen efecto. C o m o los encargados de la
vigilancia no cuentan por lo general con facilidades para recibir
a los interesados en sus oficinas, visitan regularmente el domicilio
del sometido a régimen de prueba. D e ello resulta que esos voluntarios no sólo están en estrecha relación con el nifío, sino también
con sus familias y los vecinos. Se estima que la relación personal
y frecuente, y la influencia de esos agentes voluntarios tiene gran
importancia.
D o s tareas principales incumben al personal encargado de la
vigilancia en el régimen de prueba. Primero,deben reunir y estudiar
cuidadosamente toda la información pertinente acerca del menor
delincuente y de su medio, ya que el tribunal necesita esos datos
para tratar de comprender el significado de la conducta del niño.
Segundo, ese personal debe estar capacitado para orientar y
dirigir al menor durante el periodo de prueba, utilizando para ello
todas las técnicas de tratamiento de que disponga así como las
que pueda ofrecer la comunidad. Como el tribunal de menores
recibe del funcionario encargado del régimen de prueba los datos
pertinentes sobre el delincuente y como esos funcionarios llevan
a la práctica el programa de tratamiento, no es exagerado decir
que deben tener una preparación especial.
En la mayoría de los casos, es el propio juez quien determina
la duración del periodo de prueba. El Dr. Dorek Miller, al señalar
las imperfecciones del régimen indica :cc Si la misión del funcionario
encargado de la vigdancia en el régimen de prueba consiste en
ayudar a un ser humano a adquirir mayor madurez, los tribunales
no pueden determinar el plazo necesario para ello.» A su juicio
es extremadamente improbable que la decisión de un magistrado
que fija la duración del régimen de prueba de un muchacho o una
muchacha, tenga una base racional para pronunciarse. Ni el juez
m á s prudente puede predecir si deben ser cinco semanas, cinco
meses o cinco años.
81
Lo
que puede hacer la comunidad
E n algunos países, sobre todo en los escandinavos, los organismos
administrativos, tales c o m o el consejo de protección a la infancia,
han asumido, en lugar de los tribunales de menores o de adultos,
las facultades de juzgar a los menores y decidir los tratamientos
oportunos. L a aplicación del régimen de prueba por los tribunales
de menores o esos organismos administrativos difiere tanto de
unos países a otros que no cabe deducir conclusiones definitivas
sobre cuál sea el sistema m á s beneficioso.
Lo que debe hacer la comunidad cuando tiene interés por llevar
a cabo un programa de lucha contra la delincuencia es averiguar
la forma en que se trata a los menores delincuentes ante el
tribunal, ante qué tribunales comparecen, cuál es la preparación
de los funcionarios encargados del régimen de prueba y qué
organizaciones colaboran en la aplicación. Cuando un funcionario encargado de la vigilancia en el régimen de prueba tiene
demasiado trabajo, puede darse por seguro que los adolescentes
m á s necesitados de su atención se verán privados de un medio
muy importante de ayuda. Se ha sugerido que no se asignen a
un solo funcionario encargado del régimen de prueba m á s de
cincuenta adolescentes al año.
E n las conclusiones en este informe de las Naciones Unidas se
señala que a parece no existir ninguna duda de que, para funcionar
en forma satisfactoria, el sistema de libertad condicional con
régimen de prueba requiere funcionarios profesionales. Sólo personas dotadas de las aptitudes necesarias y de una formación tanto
teórica c o m o práctica pueden dar a esta importante medida
preventiva la estabilidad y la eficacia necesarias)).
Pero en el mismo informe se reconoce la utilidad del personal
voluntario, no tanto c o m o funcionarios del régimen de prueba,
sino c o m o personas que pueden ayudar a estos últimos, sirviéndoles
de vínculo importante con la comunidad por medio de organizaciones privadas y de círculos juveniles. H a y todavía m u c h o campo
para los trabajos de carácter voluntario, pero es m á s eficaz que
82
Lo
que puede hacer la comunidad
asuma las funciones de encargado del régimen de prueba alguien
que cuente con las debidas calificaciones.
En algunos países, los servicios encargados de la aplicación de
la remisión condicional de la pena con régimen de prueba vigilan
al adolescente una vez salido de una institución; tal situación
recibe las denominaciones de servicios de cc asistencia post-institucionaln o cc régimen de libertad vigiladan.
La policia
En ocasiones, los posibles sistemas de prevención, lucha contra la
delincuencia e incluso rehabilitación tienden a superponerse, y a
que en la técnica eficaz puede estar relacionada en muchos casos
con los tres aspectos de la delincuencia. Esto es cierto,por ejemplo,
cuando examinamos las funciones de la policía. L a labor respecto
de la juventud es un aspecto importante del trabajo policial, pero
sólo constituye una pequeña parte de una función más amplia y
compleja. Algunos jefes de policía han protestado frecuentemente
por el hecho de que muchos especialistasen cuestionesdela juventud
hablan y actúan como si los agentes no tuvieran m á s funciones o
responsabilidades que las relacionadas con los jóvenes. Y sin
embargo, es difícil exagerar la importancia de los vigilantes de la
autoridad en una colectividad con delincuencia de menores, y a
que en muchos casos, la policía es el primer contacto oficial entre
el menor delincuente y la ley. EI funcionario o policía especializado
en cuestiones de menores es quien más frecuentemente debe
decidir si se deja en libertad al menor después de reprenderle, o si
se le hace comparecer ante un tribunal de menores o cualquier
otro organismo establecido para ocuparse de ellos. Además vigila
los lugares donde se reúnen los menores para jugar o divertirse
-salas de baile, salones de cine, parques públicos, las esquinas
de las calles. L a comprensión de la delincuencia por el policía
puede medirse claramente por su actitud ante los menores delin-
a3
L o que puede hacer la comunidad
cuentes, que no debe ser excesivamente rigurosa ni, claro está,
demasiado negligente.
U n a comunidad no tiene muchas posibilidades de modificar
la personalidad de un agente a su servicio. En el mejor de los
casos, sólo puede pedir que se le envíen más policías si el distrito
es particularmente peligroso. Pero, no es imposible que un comité
de ciudadanos pida que se destine a un determinado puesto a
alguien especialmente preparado para ocuparse de los menores,
o que se cree una oficina auxiliar especializada en menores en la
Comisaria central.
En algunos países, la evolución de la labor policial ha dado
lugar a formas de acción de naturaleza preventiva más definidas.
En Copenhague, la policía tiene a su cargo cuatro círculos recreativos para muchachos de diez a dieciséis años de edad, de los
barrios pobres de la capital y faltos de una vigilancia adecuada
en sus hogares. También ha organizado y sostenido, un club para
jóvenes de más de dieciocho años de edad. Todos estos círculos
se dedican al deporte y a la gimnasia.
En Liverpool, funciona desde 1949 un programa conocido con
la denominación de c< The Liverpool City Police Juvenile Liaison
Scheme D.
Su objeto es ocuparse de los menores de diecisiete años de edad
que dan pruebas de ciertas anormalidades de comportamiento o
que han cometido ya pequeñas faltas. Por los trámites normales,
la policía encomienda a los muchachos al cc oficial de enlace con la
juventud». Después de celebrar una entrevista con el menor en
cuestión, los funcionarios de policía tratan de obtener la cooperación de la familia y de la escuela del menor. Posteriormente,
acuden a los servicios oficiales o privados competentes: círculos
juveniles, funcionarios encargados de la libertad condicional
en régimen de prueba, servicios sociales escolares, servicios de
asistencia a las familias, con el €in de obtener la ayuda y los refuerzos convenientes.
84
Lo
que puede hacer la comunidad
ElN oficial de enlace con la juventud N visita con frecuencia a los
niños y a sus padres. Trata de aconsejarlos y de ayudarlos de
varias maneras. El interés principal del plan de Liverpool es la
mejora de las relaciones entre la policía y el conjunto de la población. Merced a él, los funcionarios de policía dejan de ser considerados exclusivamente como los temibles agentes encargados de
aplicar la ley,y aparecen investidos de la función de proteger a los
niños y aconsejar a los padres. Se ha sostenido que este pIan especial contribuyó a disminuir las cifras de la delincuencia de menores
en Liverpool, ciudad que tenía el triste privilegio de ser la de
mayor coeficiente en Inglaterra.
Otro programa de formación policial, que se destina no sólo a
desviar a los menores de la delincuencia sino a hacer frente a ésta
y a ayudar al delincuente personalmente, es la proporcionada
por los Delinquency Control Institutes de la Universidad de
California del Sur, Estados Unidos de América. Esas instituciones
se sostienen con las subvenciones concedidas por varias organizaciones interesadas en la juventud y en el bien común. L a matrícula
en esos institutos está abierta a los oficiales de policía de cualquier
parte de los Estados Unidos que soliciten becas para estudiar en
ellos. El programa de formación dura doce semanas, ylas clases
proporcionan una excelente preparación para la labor con menores.
Cuando esos oficiales se reintegran a sus destinos, están mejor
preparados para comprender las razones latentes en la conducta
delictiva, utilizar los varios organismos de tratamiento con mayor
eficacia, participar en un programa comunitario de prevención
de delincuencia, comprender la legislación en que se basa su trabajo, llevar a cabo un programa positivo de relaciones con el
público y trabajar en el logro de una mayor seguridad pública.
Los funcionarios de policía que consideran a los menores delincuentes -o a los niños y adolescentes inclinados a una conducta
delictiva- como semilla de criminales y que estiman que el tribunal de menores,la oficina de libertad condicional en régimen de
85
Lo
que puede hacer la comunidad
prueba y la clínica de orientación de la infancia, no son sino
formas necias de mimar a los delincuentes, impiden a menudo una
prevención más eficaz de la enfermedad y una lucha más decisiva
contra ella. A no ser que se superen esas actitudes -lo que nunca
es fácil de lograr- la policía puede crear en ocasiones más problemas de los que es capaz de resolver cuando se ocupa de los
menores delincuentes; ello es tanto más cierto cuando en el
trato impera la rudeza y un criterio vindicativo.
En muchos casos una oficina o división especial del departamento de policía, ocupada concretamente de la ayuda a la juventud, puede realizar una gran labor. U n a oficina de ayuda a la
juventud se encarga por lo general de todos los casos de menores
detenidos. El personal de la oficina interroga al menor y al denunciante, hace las notificaciones oportunas a la familia, toma las
disposiciones convenientes para su internamiento cuando es
necesario, expide la documentación legal requerida para el tribunal
de menores, mantiene la relación con la escuela del nino o con
otros organismos sociales,tales como las oficinas de condena condicional con régimen de prueba y las clínicas de la comunidad.
Ese personal puede también realizar investigacionesrelacionadas
con los problemas de la juventud local ;puede asimismo participar
intensamente en el cumplimiento de las leyes de trabajo relativas
a la infancia, vigilar a los niños dedicados a la venta ambulante,
así como los lugares de la localidad peligrosos, favorables a la
conducta delictiva. Esto no supone en modo alguno que si se
envía a un policía a un salón de baile, por ejemplo, desaparezca
la delincuencia de la vecindad. L a presencia de un agente sólo
permite conseguir que no se cometan actos delictivos en ese
momento y en ese lugar determinados. Pero un policía observador
puede siempre advertir o aconsejar a la comunidad acerca de esos
lugares y ayudar a encontrar una solución. C o m o ya he indicado
anteriormente,el cierre de los salones de baile o la prohibición de
determinadas películas no hace que un delincuente cambie de
86
Lo
que puede hacer la comunidad
conductapor mucho tiempo. Sise le prohibe una zona determinada,
tiene suficientes recursos para encontrar otra.
Cuando una sociedad se enfrenta con la lucha contra la delincuencia de menores,o trata de prevenirla tiene que estudiar cuidadosamente, y con criterio realista, lo que puede ofrecer a quienes
espera ayudar. Muy a menudo, se puede ofrecer muy poco o nada.
H e aquí un ejemplo que ilustra esa situación. Si varios muchachos abandonan la escuela en una vecindad que tenga un alto
índice de delincuencia, la mayor parte de sus habitantes deseará
que encuentren trabajo en vez de haraganear por las esquinas.
Pero, no basta con que la comunidad desee encontrarles trabajo
-cualquier trabajo- con el fin exclusivo de que no creen problemas. Lo que en muchos casos debe hacerse con los menores
propensos a la conducta delictiva, es dotarlos de una mayor
capacidad de empleo, además de crear nuevas oportunidades de
trabajo para ellos e informarles de las existentes.
N o basta con ayudar a uno de esos menores a encontrar cualquier
trabajo,porque es poco probable que cambie de conducta pese a la
paga semanal. Además, siempre es muy posible que su empleador
lo encuentre perezoso, que el trabajo le aburra,el sueldo le parezca
demasiado pequeño o el futuro excesivamente estrecho.
El
mundo real del trabajo
Los menores pertenecientes a las clases pobres sufren con mucha
frecuencia la desventaja de la falta de información sobre los
empleos,de contactosprofesionales, o de ideas sobre lo que podrían
hacer. EI muchacho cuyo padre trabaja como obrero no calificado,
rara vez puede recibir de él la orientación, consejos e información
sobre lo que debe hacer para lograr una vida mejor.
El adolescente que no tenga un título de enseñanza secundaria,
o una formación profesional,o no tenga ningunaidea de lo que le gustaría hacer,consideracontristezay sin muchas esperanzasla perspec-
87
Lo
que puede hacer la comunidad
tiva del empleo. En un informe de una fundación norteamericana
sobre la deserción escolar y el empleo de los menores, se indicaba
que el 75 por ciento de los jóvenes de las zonas miserables de las
grandes ciudades de los Estados Unidos de América acuden al
mercado del trabajo sin un diploma de enseñanza secundaria.
Puede predecirse que muy pocos de esos menores, con su
educación y formación limitadas, no tendrán nunca la oportunidad de ir m u c h o m á s allá del nivel de trabajo de su primer
empleo.
U n a posible solución, especialmente en los barrios m á s pobres,
es que la comunidad organice centros de empleo para la juventud,
cuya función sea ayudar a los menores a ingresar en el m u n d o
del trabajo. Tales centros podrían ofrecer orientación y asesoramiento, servicios de colocación y encaminar a los menores hacia
un programa de formación. El objetivo sería dotar al muchacho
de una mayor capacidad de empleo mejorando sus aptitudes
sociales, académicas y profesionales.
Muchos jóvenes especialmente propensos a la conducta delictiva
muestran muy poca preocupación o curiosidad respecto de sus
futuras profesiones. A m e n u d o adoptan una actitud cínica. Se ha
sugerido que se les deberia facilitar el conocimiento de adultos
a los que pudieran tomar c o m o modelo. Esto puede querer decir
un hombre de negocios, u n bombero, un constructor o a cualquier
persona que pudiera inspirarles el menor destello de interés o de
respeto a causa de sus actividades.
No basta con limitarse a mostrar a un adolescente el puente
que puede cruzar. H a y que guiarle y asegurarle que al otro lado
estará m u c h o mejor. Ello es válido tanto para los menores predelincuentes c o m o para los delincuentes recalcitrantes. El centro
de empleo de menores, necesitará la ayuda de muchos otros servicios y personas para hacer a los jóvenes m á s aptos para los diversos
trabajos. Lo m á s difícil de todo es romper las pautas de derrota
de sí mismos que caracteriza a muchos adolescentes quienes,
88
Lo que puede hacer la comunidad
desesperados ante la falta de éxito, parecen habituarse al fracaso
y a que se les rechace. El fracaso,al menos, les es familiar.
Tratamiento individual para los menores con problemas graves
En los países muy desarrollados,la comunidad que trata de superar
los problemas individuales de un delincuente sin disponer de los
recursos de una clínica psicopedagógica próxima y fácilmente
asequible, tiene que limitar severamente sus propios programas
y a veces desistir de ellos. L a clínica psicopedagógica se ocupa del
estudio,el diagnóstico y el tratamiento de los niños con problemas
graves. Su finalidad general consiste en estudiar las necesidades
mentales, emocionales físicas y sociales del menor, a fin de determinar los factores, personales y ambientales, causantes de las
dificultades del niño.
Los niños pueden ser enviados a una de esas clínicas por su
escuela, un tribunal,su familia,o un trabajador social. El personal
de esas clínicas, especializado en psiquiatría, psicología y trabajo
social, puede realizar diversas funciones de gran importancia.
Debe determinar la naturaleza de los problemas del menor y
explicar la situación a quienes hayan de cooperar en el programa
de tratamiento. Puede enviar a los niños, previo diagnóstico y
estudio, a otras instituciones de asistencia de la comunidad, darles
tratamiento psiquiátrico o psicoterápico, proporcionar servicios
de asesoramiento a otros órganos de la comunidad, y difundir
información relativa al descubrimiento precoz de los síntomas de
dificultades de personalidad que llevan a la conducta delictiva.
En principio, la plantilla mínima de una clínica de esa naturaleza
debe constar de un psiquiatra, un psicólogo y un trabajador social,
especializado en el aspecto psiquiátrico.
Los versados en la materia, al recomendar el establecimiento
de clínicas psicopedagógicas, subrayan la importancia de la principal función que puede realizar una clínica de este tipo :el estudio
89
Lo
que puede hacer la comunidad
del caso del menor delincuente, o predelincuente. Este método
es un procedimiento dinámico y fluído, adecuado para comprender
la conducta única del individuo. Trata de tener en cuenta todos
los factores interiores y exteriores, pasados y presentes que pueden
guardar relación con la conducta inadaptada del menor. Un estudio
de casos es m á s que una compilación de datos sobre una persona
determinada ; es m á s que una historia individual.
En un programa comunitario sistemático, pueden efectuarse
estudios de casos con respecto a tres clases de delincuentes:
u) los menores que mediante trámite oficial caen dentro de la
competencia del tribunal ; b) los menores que están en manos de
varios organismos que se ocupan de los problemas de la juventud ;
c) los menores que dan signos de ser delincuentes en potencia o
que están rodeados por un medio o factores sociales que amenazan
su desarrollo y su bienestar general.
Todos los estudios implican una compleja investigación en el
hogar y en la familia del delincuente, pero el método de estudio de
casos permite descubrir además los numerosos factoresrelacionados
de un m o d o importante con la mala conducta, y que en definitiva
pueden sintetizarse y analizarse a la luz de un conjunto de principios científicamente sólido.
Basándose en esos estudios de casos, se formula una hipótesis
sobre los elementos de la delincuencia. Esa hipótesis puede, a su
vez, permitir que se prescriba un tratamiento individual.
Para ayudar a un menor delincuente no basta con identificarlo
c o m o tal y proporcionarle u n rápido tratamiento a de primeros
auxilios)), con la esperanza de apartarle o desviarle de sus costumbres ya adquiridas. Debemos preguntarnos en primer término
por qué se conduce c o m o lo hace, y estar dispuestos después a
ofrecerle posibilidades más satisfactorias.
En resumen: dondequiera que exista la decidida voluntad de
ayudar al menor delincuente, firmemente ligada a un sólido conocimiento del significado y consecuencias del acto delictivo, surgirá
90
Lo
que puede hacer la comunidad
un sistema prometedor para la lucha contra la delincuencia y la
prevención de la misma.
Y es de capital importancia, si se quiere que las disposiciones
tomadas surtan un efecto preventivo general, que el grupo de
personas interesadas se sienta identificado con el programa y
comprometido a hacer todo lo posible para asegurar su éxito.
91
Capítulo cuarto
Nuevas
concepciones
H o y más que nunca hay muchas personas bien intencionadas que
se lamentan de la existencia de la delincuencia de menores. L a
corta edad de éstos, dicen, no excusa los actos, ni justifica la protección de quienes los cometen. La idea de que la delincuencia
tiene también algunos aspectos Útiles las escandaliza. Pero vale
la pena examinar qué aspectos positivos puede tener la delincuencia de menores. En una publicación de la Organización Mundial de la Salud,[< Tendencias actuales de la delincuencia juvenil»,
el Dr.T. C. N. Gibbens dice:
<c Según una opinion muy generalizada,en una sociedad u buena
y sana» no debería haber delincuencia. Sin duda alguna éste
sería el ideal ;no obstante, mientras los padres sean tan inestables
y los jóvenes tan inclinados a nuevas experiencias como en la
actualidad, resulta dudoso que la eliminación de la delincuencia,
aun en el caso de ser posible,fuera realmente deseable.H a y muchos
indicios de que la delincuencia es un trastorno con un pronóstico
relativamentebueno y que puede constituir una válvula importante
de seguridad.» El autor cita un estudio, acerca de los niños internados en un establecimiento adecuado en Inglaterra, del que se
desprende que los delincuentes evolucionaban por lo general
de modo satisfactorio, mientras que los niños neuróticos seguían
siéndolo algunos años después. Y el Dr. Gibbens añade: «Desde
el punto de vista, m á s amplio, de la salud mental, puede discutirse
la posibilidad de que, si se elimina la delincuencia en el estado
93
Nuevas concepciones
actual de la sociedad, surjan c o m o consecuencia trastornos de
tratamiento m á s difícil. H
EI Dr. Lucien Bovet1 subraya que el concepto de delincuente
juvenil incluye u n gran número de tipos variados y distintos.
Subraya también que muchos menores, considerados c o m o delincuentes por la ley, no muestran en realidad ningún rasgo psicológico muy distinto de otros jóvenes cc normales)), y por consiguiente
no deben ser considerados c o m o casos patológicos. Añade el Dr.Bovet :cc Estos jóvenes delincuentes son los que presentan el mejor
pronóstico social y, frecuentemente, después de u n solo acto
delictivo o de un breve periodo delictivo vuelven a ocupar su
lugar en la sociedad c o m o individuos normales y estables.>)
Esto debiera alentarnos a no hacer de la delincuencia un melodrama sin h.Con excesiva frecuencia, los adultos a quienes el
delito ofrece satisfacciones inconscientes, tienden a reaccionar
exageradamente ante el m á s ligero movimiento de un delincuente.
Para algunos adultos, el hecho de leer o de oir hablar de la delincuencia entraña cierto alivio emocional; para otros, el menor
delincuente se convierte en el blanco ideal sobre el que proyectar
SUS frustraciones o su agresividad personales. Desde el m o m e n t o
en que cc obra mal)), sirve admirablemente c o m o imagen que la
u gente de bien)) puede odiar, criticar o despreciar.
Otro de los m á s positivos aspectos de la delincuencia es que
puede servir para advertir a la sociedad y para que ésta adquiera
conciencia de que hay algo que no marcha bien, ya sea en el
propio niño, en el medio en que se educa, o tal vez en ambos. No
puede afirmarse que esa conciencia del hecho se traduzca en la
c salvaciónn del nino, pero puede mover en muchos casos a que se
le proporcione ayuda. L a conducta delictiva es en muchos casos
un indicio de que el nino trata de luchar a brazo partido con sus
propios problemas en la mejor o en la única forma que conoce.
1. Aspectos psiquiátricos de la delincuencia juvenil, OMS, 1950.
94
Nuevas concepciones
Es frecuente que pueda decirse que el niño descubre la realidad
por medio de su acto irregular. Por desgracia, las soluciones que
encuentra chocan con los valores y reglas de los adultos. L a delincuencia puede tener su utilidad si se interpreta como indicación
de que el menor necesita ayuda.
Cooperación
del delincuente
A
la larga, sólo el delincuente puede resolver sus problemas.
Los demás no podemos sino ofrecerle ayuda y orientaciones
nuevas para compensar las presiones que le han hecho caer en la
delincuencia. En otros tiempos, muchos organismos dedicados a
ayudar al delincuente lo estimulaban a adoptar una actitud pasiva.
Los especialistas en ciencias sociales tendían a darle consejos
morales, amonestarlo, amenazarlo, estudiarlo, volverlo a colocar
en la sociedad y someterlo a tratamiento. Por fortuna, hoy día,
se tiende en muchas partes del mundo a estimular al delincuente
a que desempeñe un papel mucho más activo y decisivo en su
rehabilitación.
Esto requiere mucha inteligencia y mucha paciencia. No hay
medidas mágicas para lograrlo. En muchos casos, el delincuente
se negará a colaborar y no se prestará a ayudarse a sí mismo. El
lograr su cooperación puede implicar un sin fin de cosas. H e aquí
un ejemplo muy sencillo de un procedimiento que se ha utilizado
para lograr esa cooperación. A propuesta de un equipo de especialistas, se dividió en tres grupos, con arreglo a su edad, a 34 delincuentes que anteriormente habían formado parte de bandas. Se
di6 a cada grupo una chaqueta distinta para diferenciarlos unos
de otros. Se estimuló a los miembros de cada grupo a proponer, o a
examinar con un consejero adulto, algunas actividades que podría
emprender. Se despertó un sentimiento de emulación entre los
tres grupos.
Durante dos meses, cada grupo puso en práctica un programa
95
Nuevas concepciones
determinado. U n grupo se afanó en limpiar un solar desocupado
para utilizarlo c o m o c a m p o de juegos. Otro grupo se encargó de
un puesto de tiro al blanco con flechas y de un quiosco de refrescos
en verbena benéfica, a fin de r e w dinero para hacer camping
durante el verano. EI tercer grupo se dedicó a pintar de nuevo un
ala de un hospital local; el dinero ganado fue ingresado en un
fondo común. Los tres grupos tenían un gran espíritu de cuerpo ;
se estimularon las realizaciones colectivas e individuales ; varias
instituciones locales, tales c o m o la Cámara de Comercio, les felicitaron por el éxito de los programas que suponían u n beneficio
efectivo para toda la comunidad. Se c o f i ó a cada jefe de grupo
la responsabilidad de velar por que cada proyecto se realizara
dentro de un plazo determinado.
El objetivo perseguido con esas actividades no es que los locales
de Ia comunidad estén m á s limpios, más brillantes o mejor pintados, ni convertir a cada delincuente en un modelo de virtudes
cívicas. Lo que se persigue es mostrar a los menores delincuentes
que la aceptación de las normas sociales no es necesariamente u n
bochorno, que hay actividades m á s satisfactorias que las delictivas ;y que son capaces de elegir por sí mismos objetivos socialmente aceptables -y de lograr realizarlos.
Al tratar de conseguir que el delincuente coopere en su propia
reeducación, debe recordarse que es un ser h u m a n o que está
demasiado habituado al fracaso ; pocos miembros de nuestra
sociedad se enfrentan con las duras realidades de verse rechazado
con la frecuencia con que se ve el menor delincuente. Por elio
debe tomarse la precaución de no vincularlo a un plan para adultos
o fijar objetivos tan difíciles que pueda caer de nuevo en otro
fracaso. Bajo la orientación de un adulto, se debe estimular a los
interesados y darles la m á s amplia posibilidad de seleccionar y
perfilar sus propios proyectos. T a m p o c o deben estar tan protegidos y vigilados que no se les permita cometer errores de juicio.
T o d a comunidad puede tratar de despertar el interés de los
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Nuevas concepciones
jóvenes por actividades físicas (marcha, boxeo, judo), recreativas,
educativas, culturales o profesionales y lograr que participen en
ellas.
En muchos casos, los propios delincuentes pueden encargarse,
en una serie de aspectos, de otros delincuentes. En una escuela
secundaria de muchachos de Estados Unidos con un gran índice
de alumnos delincuentes, un auténtico gobierno de alumnos,
compuesto por muchos de los adolescentes más revoltosos, pudo
fijar unas normas y establecer un orden que los maestros no habían
logrado obtener. Un consejo ejecutivo de alumnos hacía aplicar
las reglas de conducta en los pasillos, en el recreo y en los terrenos
de la escuela. Se crearon clubs de estudiantes que despertaron
gran interés y a los que acudían muchos de ellos. Casi de modo
inconsciente,los a enredadoresB empezaron a m o a c a r los valores
básicos de sus contemporáneos y a enseñar nuevas cc normas ».
Cuando se enseña o se estimula a muchos adolescentes -delincuentes o no a integrarse en la vida de la comunidad,seles enseña
en muchos casos a comprender y dirigir mejor sus vidas.
-
Necesidad de la investigación
U n a de las razones más obvias de nuestra preocupación por la
delincuencia de menores es el temor de que lleguen a ser criminales
adultos. Se ha señalado en un país que gran parte de la población
penal había empezado su carrera delictiva antes de los trece años
de edad. L a delincuencia de menores puede ser el preludio de una
vida dedicada al delito. Por ello debemos mirar a la vez en dos
sentidos distintos :acción inmediata y ayuda a los actuales delincuentes, sin olvidar, como se hace a menudo, el largo camino de la
investigación encaminada a establecer métodos válidos para
descubrir y ayudar a los menores cuyo comportamiento puede
llevarles a la delincuencia y a la vez necesitamos tratar de saber
porqué determinados niños se hallan inclinados a ella.
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Nuevas concepciones
Este trabajo de investigación parece excluir a los profanos en la
materia. Debe ser realizado e interpretado por profesionales. Pero
ello no impide a nadie el estudiar la materia por cuenta propia.
Nuestros conocimientos sobre la delincuencia se limitan en muchos
casos a lo que leemos apresuradamente en los periódicos o vemos
en las películas, en las que, el delincuente aparece, con lamentable
frecuencia, bajo el aspecto estereotipado del N malo 11 en un argumento sin ninguna calidad.
H a y u n gran número de publicaciones accesibles al lector medio.
Los bibliotecarios no deben ser los únicos que busquen y localicen
las fuentes de información. Las Naciones Unidas y la Unesco
pueden también prestar gran ayuda ;lo m i s m o puede decirse de la
Organización Mundial de la Salud. En muchos países, se puede
obtener documentación en los organismos y oficinas gubernamentales p e se ocupen de la juventud.
Los delincuentes de un país, de una ciudad, o incluso de una
calle, pertenecen a tipos extremadamente variados e incluso Unicos,
c o m o cualquier otro sector de la humanidad. L a lectura de u n
libro o de un artículo no nos dará la seguridad de resolver sus
problemas. Pero si finalmente nos sentimos dispuestos a juzgarles
algo menos sumariamente, se habrá obtenido y a un buen resultado.
L a lectura puede revelarnos las posibilidades de acción de las
personas comunes y corrientes.
U n a buena biblioteca local dispone, sin duda, de obras sobre
psicología y sobre delincuencia, y la lectura de trabajos sobre la
conducta de los menores puede dar m u y buenas ideas. Esto puede
llevar a u n grupo de a m a s de casa a darse cuenta de la necesidad
de establecer un curso para madres jóvenes sobre la educación
de sus hijos o a crear una chica de consulta prematrimonial, o a
establecer mejores planes de estudios escolares. Evidentemente,
esas actividades no tendrán resultados inmediatos, pero pueden
ayudar a la larga a reducir la delincuencia.
N o debemos limitarnos a fomentar las investigaciones a largo
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Nuevas concepciones
plazo de los especialistas de la conducta en las esferas de la sociología, la psiquiatría y la pedagogía, sino también informarnos,
mirar hacia el futuro, y hacer en el presente cuanto podamos
para reducir la delincuencia en nuestra ciudad, pueblo o ba-
rrio.
Los menores en peligro
Muchos padres convendrán en que,en el proceso de su desarrollo,
casi todos los niños cometen actos aislados en ocasiones inconscientemente y a veces con un grado de premeditación- que, con
arreglo a la letra de la ley debieran calificarse como delictivos.
Pero, a menos que la conducta se convierta en habitual o característica, no se considera al menor como delincuente.
Los actos del menor delincuente no tienen, en muchos casos,
nada de infantil, y,en ocasiones,son muy análogos a los cometidos
por un adulto. Ello hace más difícil nuestro perdón o incluso
nuestra comprensión. Es más probable que deseemos verle apagar B
por su delito y pedir que se le aísle del resto de la sociedad. A
nuestro parecer, esos niños han dejado de serlo al convertirse en
delincuentes.
Pero aún en casos como esos, deben respetarse escrupulosamente
la dignidad y el valor de un niño o de un adolescente. Nuestro
propio juicio sobre su delito se ve falseado en ocasiones por alguna
espectacular denuncia realizada en la prensa. Pero ni nuestra
indignación ni nuestra sensiblería sirven de nada al delincuente.
Lo que necesita sobre todo es lograr lo que muchos adultos no
alcanzaron nunca: saber lo que es y lo que podría ser contar
con ayuda.
Si los adultos no pueden cambiar, es probable que haya siempre
menores delincuentes. Para ayudarles, tenemos que comprender
mejor nuestras propias vidas y nuestros propios problemas.
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Nuevas concepciones
EI esfuerzo vale la pena, ya que cualesquiera que sean los defectos de un adolescente y las infracciones que haya cometido,
no debe abandonársele nunca cuando se encuentra en peligro, y
cuando más necesita una m a n o que le ayude.
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