Lic. Beatriz Kalinsky El delito avanza y la reacción social se hace sentir cada vez con mayor rapidez y tomando formas muy parecidas de quienes han desvirtuado el consenso social acerca de formas pacíficas y solidarias de vida. Pero si bien nadie comete crímenes porque decide de alguna forma hacerlo, el sistema carcelario muestra indicios sobre la crisis que está atravesando. La licenciada en Antropología Social Beatriz Kalinsky, antropóloga-investigadora del CONICET, ha trabajado sobre un tema que despierta interés en la sociedad argentina, debido al incremento de la inseguridad y el incremento del delito: “la pena judicial y sus alternativas en áreas interculturales en la provincia de Neuquén, en la República Argentina. La investigación se realizó en San Martín de los Andes, Junín de los Andes, Zapala, Mariano Moreno, Covunco, Las Lajas, Chos Malal, Tricao Malal y Piedra del Aguila, y en todos los casos se trabajó con el consentimiento informado del detenido y sus familiares. El fenómeno social del delito La sociedad se organiza mediante normas que tienen como única y válida finalidad encontrar formas de regulación de la convivencia que tiendan a lograr y mantener la paz social. De una u otra forma todos pactamos cumplir con las normas regulatorias para tener una estabilidad social a partir de la cual planificar nuestras vidas y concretar objetivos personales y sociales. Algunas personas, por distintas razones no del todo conocidas, se van de ese pacto, generando directa e indirectamente innumerables desequilibrios, al resto de los integrantes de la sociedad. De este modo, es necesario que reaccione de alguna manera frente a quienes no cumplen con los pactos de orden, o desatienden sus responsabilidades como ciudadanos. La sociedad frente al delito La sociedad, aunque presionada por el miedo y el incremento de la delincuencia, no puede guiarse en estos tiempos bajo el signo de la venganza social. Cada vez más lejos de este designio, conocido entre otras denominaciones como “la ley del talión” o “ojo por ojo y diente por diente”, la sociedad promueve ahora la recuperación Página 1 de 9 de sus integrantes que han tomado caminos equivocados. De ahí la necesaria reinserción social de quienes, cumplida la sentencia, deben y pueden legalmente volver a la vida en una comunidad libre. De ahí las garantías constitucionales que se brindan a cualquier integrante de la sociedad: el derecho a la defensa, el debido proceso, posibilidad de tener algún control sobre las pruebas que se van produciendo durante el proceso, tener defensor de oficio si no puede pagar uno particular, la prohibición de ser juzgado por comisiones especiales, no ser juzgado dos veces por el mismo delito, el principio por el que en caso de duda, esta ser tenida en cuenta a favor del imputado, existencia de una ley previa a la comisión del delito, etcétera. Finalmente, el proceso judicial en donde se demuestra el delito cometido y se da una sentencia, que puede ser apelada en varias instancias, y que en el caso de quedar firme, conlleva el cumplimiento de la condena. ¿Cómo son las cárceles argentinas? Las cárceles, sean federales o provinciales, no puedan cumplir con el papel asignado por la Constitución nacional. El retorno de quien ha agotado su pena será cada vez más intolerable para la sociedad, porque esa persona, que se ha descarriado y ha pasado por la experiencia carcelaria para cumplir solo formalmente una sentencia condenatoria, que se quiere funcione como advertencia y asunción de la responsabilidad por el delito cometido, se transformará definitivamente en un miembro indeseable, recriminado, discriminado y finalmente peligroso. Las cárceles, por distintas causas, tampoco cumplen con requisitos imprescindibles: que sean sanas y limpias y que permiten la reinserción de las personas una vez completada la pena. Sobrepobladas, sin presupuesto y con falta de capacitación para la vida en libertad, se han transformado en jaulas que han sido denunciadas una y otra vez como “escuelas del delito”, casi como la peor forma de criminalización de las personas. Es cierto que de allí muchos salen con más condiciones para una vida delictiva que con las que entraron. La condena no es más que el paso del tiempo, un ocio obligatorio que se convierte en un castigo adicional, no contemplado por la Constitución Nacional. Los detenidos dentro de la cárcel son objeto de continuas vejaciones, que repiten y magnifican la violencia como marca constante de sus vidas. Cuando empiezan a pensar en la necesidad de armarse de algunos elementos de contención para la salida en libertad, apenas pueden animarse a la sola idea de estar fuera. Tanto ha sido el esfuerzo puesto en la sobrevivencia dentro de la cárcel, que carecen de resto para proyectar una vida en la comunidad libre. Al mismo tiempo, la familia se va desintegrando paulatinamente; dejan de visitarlo, para después abandonarlo, pues deben continuar con penosos procesos de sobrevivencia. Los hijos se vuelven vulnerables, sin el padre o Página 2 de 9 la madre para guiarlos, quedando a la deriva y de quien pueda prestarles alguna ayuda; toman roles adultos y, careciendo de infancia o adolescencia, llegan incluso a seguir el camino de sus padres. Las esposas no tienen sustento económico y muchas veces se prostituyen, al igual que sus hijas apenas adolescentes, para tener algún ingreso económico y también como forma de sentir que tienen existencia propia y de que alguien, quien sea y como sea, les de alguna importancia. Se denigran, se rompen lazos de parentesco, nadie responde a sus pedidos de auxilio, porque son personas en las que parece no valer la pena ayudar, orientar recursos o incluirlos en programas estatales o de organizaciones no gubernamentales de protección hasta que puedan resolver su situación de extrema escasez. La consecuencia es casi obvia: sus vidas -desordenadas, desvalorizadas, sin orden ni control- no tienen un buen porvenir. Es así como empieza o termina el círculo de la criminalidad del que es, sin duda, difícil salir. Durante el cumplimiento de la pena no se generan formas de reacomodamiento de quien ha quebrantado la ley, no se trabaja caso por caso el cómo y el por qué del delito, ni se generan capacitaciones y destrezas para volver como una persona digna a vivir en libertad, y la sociedad solo promoverá defensas contra quienes vuelven a ella aunque hayan cumplido con sus sentencias, porque se entiende que esa vuelta será para incurrir nuevamente en el círculo de la criminalidad. El delito frente a la sociedad ¿Somos todos iguales ante la ley? ¿Somos todas las personas iguales? El delito ¿debe ser castigado? ¿Merecemos todos el mismo trato? La Constitución Nacional pregona que todos somos iguales ante la ley, garantía que nos da seguridad tanto en el plano jurídico como en el de nuestra vida cotidiana. Cuando se comete un delito recibimos todos por igual la misma pena y debemos de la misma forma reparar el daño causado; todos por igual. Pero no todos somos iguales como personas. Las personas somos diferentes unas de las otras; los grupos y las comunidades también lo son. Página 3 de 9 Nos diferenciamos por nuestras costumbres, formas de vida, hábitos, creencias, organización social e institucional y también por la historia. La diversidad social y cultural es un hecho de la vida que es bienvenido porque de allí surge la riqueza de distintas formas de pensar y encarar la vida y los proyectos, tanto individuales como colectivos. También esta diversidad social y cultural puede ser objeto de muchos prejuicios. Quien habla o se vista de forma distinta, o tiene otras formas de armar sus casas y preparar sus alimentos, o que tiene creencias que desconocemos suelen crear distancia que termina, más de una vez, en miedo a la diferencia. Ese miedo puede acarrear formas violentas de relacionarnos con estas personas que exhiben diferencias. Ninguno de nosotros está exento de tener prejuicios e ideas preconcebidas que no siempre se ajustan a la realidad. El delito es un fenómeno universal que ha estado presente en todas las sociedades y en todos los tiempos. No se sabe bien por qué una persona comete un delito, pero hay muchos equipos de investigación trabajando en este tema, ya sea en forma general o específica (por formas de delinquir, por tipos de delito, por delitos cometidos por hombres y por mujeres, por jóvenes, adultos y niños, por localización, por clases sociales, por situación económica y laboral, etc.) Si bien no hay conclusiones contundentes, se ha avanzado un poco en la índole del delito: ninguna de las variables citadas actúa en forma aislada sino mezcladas de una manera que todavía no es posible distinguir en qué medida influye cada una y en particular en cada caso. Cuando se comete un delito no hay ninguna decisión libre que lleve a considerar que ese delito sea una acción valiosa para la sociedad: se puede delinquir por necesidad y también por elección; se puede delinquir una sola vez en la vida o hacer de ello el estilo de una vida. Hay personas que son más sensibles a inclinarse al delito por su historia personal, por las escasas posibilidades que tienen para elegir otras formas de ganarse la vida, o de arreglar los problemas que aparecen en el curso de una vida. En el acto delictivo se muestra que se ha estrechado el rango de respuestas posibles que puedan considerarse exitosas en la resolución de un conflicto preexistente. Si nos detenemos un momento para repasar el pasado de las personas que cometen delito, al menos aquellos que se hacen en forma individual contra otras personas (es decir, excluyendo los llamados de ‘guante blanco’, generalmente cometidos contra el Estado o formas organizadas como la mafia o el narcotráfico que son de otra extracción totalmente diferente), veremos que se trata de personas que han tenido infancias carentes de afectos básicos para desarrollar una personalidad firme y estable que les permita proyectarse como personas adultas responsables que puedan asumir los deberes que les corresponden como ciudadanos, y cumplir con las tareas que de ellos se esperan. Los detenidos de hoy han sido niños castigados, que no han podido acceder o completar la escuela, que no han tenido posibilidad de Página 4 de 9 preguntarse lo que un adolescente se cuestiona: quién soy, para qué vivo, qué puedo hacer para mejorar mi vida, la de mi familia, la de mi comunidad, etcétera. Ellos han tenido muchas veces que abandonar sus casas muy tempranamente y valerse por sí mismos cuando no estaban en condiciones de hacerlo. Luego no se puede volver para atrás y empezar como si nada hubiera pasado. Deben pagar la deuda con la sociedad para volver a empezar, siempre y cuando haya una segunda oportunidad. Esto, por ahora, es lo que falta. En el caso de las mujeres se sabe que llegan al delito cuando sufren de violencia doméstica, donde no solo ella es castigada sino su bien más preciado, los hijos. Otras veces inducidas por sus esposos o compañeros de vida, sobre todo en el caso de robo y transporte de cantidades pequeñas drogas, pero que la hacen retornar a la cárcel una y otra vez, sin poder despegarse del vínculo, desde luego enfermo, que les impide irse con sus hijos para volver a empezar. Las mujeres encarceladas muchas veces han sido violadas durante su infancia, despreciadas, o desechadas como personas en todo el valor que cualquier persona tiene. Quien ha trabajado con gente privada de la libertad sabe que han sido conductas a las que después no se les puede dar ninguna explicación satisfactoria. Por qué no me fui? Es la pregunta constante en el caso de las mujeres encarceladas, y víctimas de violencia familiar o de relaciones enfermizas con sus esposos o parejas. Por qué hice lo que hice? En el caso de hombres encarcelados e incrédulos de lo que ya no tiene vuelta. El delito no es algo que pase desapercibido en la vida de estas personas, sino que se siente como una rotura en la vida difícil de remontar. Estas personas son también víctimas, casi iguales a sus propias víctimas. Tienen este rasgo que, sin duda, no está presente en otras formas de romper con la ley, como lo son las organizaciones criminales o quien en una posición de poder decide y planifica cómo burlar las normas vigentes. Estas personas actúan muchas veces impulsadas por sentimientos irrefrenables de enojo, exasperación, desdicha creyendo que la violencia es la única forma para solucionar al conflicto que se enfrentan. El delito es siempre un borrón en la propia existencia. A veces, han apelado en más de una ocasión a vías capaces de escucharlos y ayudarlos a superar sus problemas. Esas otras posibilidades no han respondido como debieran, provocando que ellas se vean aún más debilitadas y restringidas en las opciones a su alcance. Entonces se apela a la violencia, como última y dramática forma de hacerse escuchar o, por fin, dar por concluido el problema. Cifras Página 5 de 9 En una encuesta que se hizo entre 1998 y 1999 a 50 detenidos y detenidas, más de la mitad respondió que consideraba haber transgredido la ley a expensas de opiniones previas de operadores jurídicos que supusieron que nadie o casi nadie iba a contestar afirmativamente a esta pregunta. Las causas que adujeron van más allá de los límites de este trabajo. En cuanto a la pregunta de si se consideraban ofensores, las respuestas fueron coherentes en la proporción de que si consideraban que habían roto con la ley, por ende sí lo eran. Las causas, otra vez, por las que habían llegado a esta situación merecen un lugar aparte. Frente a la pregunta de si creían que la cárcel puede corregir el acto cometido, las respuestas fueron variando de acuerdo a la posición que cada uno de quienes respondieron podía haber construido con relación al afuera (guardias, familiares, referencias externas –amigos, ex patrones, etc.) y, lo que pareció más importante, en las relaciones internas. Hay que darse cuenta que unas dependen de las otras, en un entramado complicado y delicado, y en donde un “error” producido incluso involuntariamente, puede hacer caer el débil reconocimiento como persona que cada uno de ellos puede ir consiguiendo. La pregunta, entonces, no tuvo como respuesta ese “NO” rotundo que observadores interesados en los resultados de la encuesta habían predicho. El “sí” o el “no” estuvo surcado de fragmentaciones, momentos de duda, reflexiones internas relacionadas, como dije, con el tipo de vínculos que se habían establecido con las diferentes figuras carcelarias y del afuera, con el tipo de delito, con la satisfacción/insatisfacción de la sentencia o del proceso judicial como un todo, y desde luego con las perspectivas futuras. Si bien considerado como un ambiente en extremo duro, en donde no hay alternatividad de roles sociales –“se es preso y nada más”- lo que resulta atentatorio a la salud mental de cualquier ser humano, hubo matices: “se intercambian opiniones”, “se pueden sacar puntos de vista buenos”, “pago la deuda con la sociedad”, “con esto tengo la consciencia limpia”, “al menos comemos, dormimos y hasta tenemos televisor”, denunciando, así, su ubicación social previa al delito, “estoy haciendo un postgrado”, “aprendí lo que no sabía afuera” -refiriéndose a la frase famosa por su gravedad “escuela del crimen”. Y cuando la respuesta fue un “no” casi siempre quedó amalgamada con algún otro tipo de opinión: es un lugar rígido, no nos brindan posibilidades, es un lugar inhumano, el encierro no arregla nada, “la cárcel no sirve porque me pone loca”, “no sé qué es lo que puedo pagar con la cárcel”, “acá uno qué puede corregirse”, “la cárcel es inmóvil”, “la cárcel te come la cabeza”, “yo soy flojito” entre otras respuestas. La pregunta final fue cómo percibe su retorno a la sociedad: 46 de los 50 entrevistados usaron en algún momento la palabra “miedo”, o alguna parecida. Quienes no la usaron fueron aquellos que se sintieron mal juzgados o creen ser inocentes. Página 6 de 9 De esta forma, se ve que cada uno de los detenidos coexiste en un mismo espacio, pero en situaciones que puedan variar diametralmente. Si bien las etapas de progresividad son importantes para acceder a los beneficios de la ley, dando cierto orden y criterios para ello, no alcanzan a captar la infinidad de matices que significa el estar encarcelado. OBJETIVOS 1. Analizar delitos-tipo regionales con distinta gravedad según el Código Penal: en especial homicidio y homicidio agravada por el vínculo desde la perspectiva de los procesos judiciales y desde la perspectiva de la gente directa e indirectamente vinculada en ellos. 2. Analizar formas alternativa de resolución de conflictos leves de acuerdo a las posibilidades que otorgue o podría otorgar la legislación procesal provincial en materia penal. 3. Analizar la viabilidad regional de alternativas a la pena privativa de la libertad en el caso de conflictos graves para una eventual propuesta de reforma del Código Penal. 4. Replanteo de la dogmática de ejecución de la pena en zonas interculturales: definición de “prisión” como inhibición de la libertad ambulatoria exclusivamente. SINTESIS DE ACTIVIDADES DESARROLLADAS una confluencia de intereses mutuos que facilitó en buena medida no sólo el acceso a la problemática sino a la construcción de la base de datos y las respectivas interpretaciones. Página 7 de 9 Se han reconstruido diferentes puntos de vista –del detenido, sus familiares, oficiales jurídicos, policiales y de algunas instituciones intermedias interesadas en el tema, como asimismo de la Municipalidad de algunas de las localidades citadas y de los Juzgados de Paz respectivos. Por otro lado, se ha indagado en el conflicto de creencias que se establece por la imposición de un derecho penal único, aún cuando la reforma constitucional de 1994 establece que Argentina es un país pluricultural, reconociendo la preexistencia étnica de las poblaciones indígenas, aunque hasta ahora ha quedado en el texto de nuestra Carta Fundamental. Los delitos en que me he concentrado por considerarlos de alta incidencia en estas poblaciones y que, por otra parte muestran diferencias cosmovisionales importantes son: homicidio simple y calificado, infanticidio (figura que fuera eliminada del Código Penal en 1996 y que pasara a ser homicidio calificado por el vínculo justo en el momento en que había dos casos en proceso) y estupro. Metodológicamente, se usaron la observación participante, presencia, a veces como perito de parte, en audiencias orales, entrevistas temáticas en grupos, entrevistas individuales en profundidad e historias de vida. Los puntos centrales han sido: experiencia carcelaria, ámbitos familiares durante esa experiencia y aspectos biográficos y comunitarios. Aparecen por sí mismas las relaciones que mantiene e detenido con los agentes encargados de la seguridad y con los operadores judiciales (defensor, fiscal, jueces, personal administrativo, secretarios, etc.). Se han confrontado versiones con defensores, fiscales y jueces. Ellos han mostrado interés en el desarrollo de esta investigación sobre todo en un momento de una fuerte crisis carcelaria en la región (como en el resto del país), la falta de un servicio penitenciario provincial y la ausencia de una ley de ejecución penal, más allá de las concordancias que todavía no se han llevado a cabo con la ley 24.660 del año 1996. Ellos han asumido la perspectiva antropológica como un enfoque técnico que puede ayudar no sólo a dilucidar el destino de algún detenido en particular (situación de trabajo extra-muros, libertad condicional, libertad asistida, o algún otro beneficio otorgado por la ley).También se ha podido problematizar lo que se refiere a las diferentes semánticas del castigo, la pena y el delito que hay entre las diferentes cosmovisiones que se ponen en juego. Así en la selección de los casos tuvo cabida la opinión de los diferentes protagonistas sobre conceptos como “peligrosidad”, “ruralidad”, “decaimiento emocional o físico”, “criminalización”, de lo que ellos consideraron casos conflictivos. Desde el punto de vista del investigador, la selección de los casos se hizo teniendo en cuenta criterios de accesibilidad, continuidad, gravedad judicial y disponibilidad. Página 8 de 9 Desde el punto de vista de los propios detenidos eligieron la compañía del investigador en vista de que es una forma más de mantenerse visible para el sistema judicial en un contexto donde la escasez económica y la falta de contacto con los códigos y estilos de pensamiento propios del sistema judicial, empuja al detenido hacia el defensor oficial. Del entrecruzamiento de este conjunto de criterios y del acuerdo entre diferentes perspectivas se llegó a la selección de casos estudiados y a las conclusiones que se muestran en los artículos respectivos. La investigación ha logrado definir una forma de intervenir en el problema de la criminalidad, tal como lo hemos planteado en el proyecto de investigación, y en otros previos, sobre la manera en que se discute en la teoría antropológica actual el concepto de “intervención”. Un punto de vista puede ejercer cambios de actitudes, comportamientos y aún en los contenidos semánticos que se den a conceptos claves, en este caso, como el de “seguridad”, “control social”, “peligrosidad”, “culpa”, “castigo justo”, “resarcimiento”, “justicia”, entre otros. En cuanto a los temas propiamente epistemológicos, se trabajó en el ámbito de lo que podría llamarse una “antropología jurídico-penitenciaria” que permite delimitar universos semánticos heterogéneos con más claridad que en otras situaciones. Y que el llamado “conflicto de creencias” toma una envergadura que es desdeñada por los propios actores. Finalmente el proceso de conocimiento ha tomado un rumbo destinado a la posibilidad de adecuar la ejecución de las penas judiciales a los contextos socioculturales regionales. Página 9 de 9