Tribunal: Corte Suprema de Justicia ... civil y penal Autos: Usandivaras Grammático Ana María c. Noacam S.A.

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Tribunal: Corte Suprema de Justicia de la Provincia de Tucumán, sala
civil y penal
Autos: Usandivaras Grammático Ana María c. Noacam S.A.
Fecha: 27/05/2010
Sumario:
El juez a quo al recalificar el rubro solicitado, en aplicación del
art. 34 del Código Procesal Civil y Comercial, no resolvió ultra
petita al otorgar una indemnización por daño emergente al comprador de
un vehículo cuya fecha de entrega no fue cumplida por el vendedor, que
al
accionar
solicitó
erróneamente
el
resarcimiento
que
le
correspondía.
Vocablos: AUTOMOTOR - COMPRAVENTA DE AUTOMOTOR - CUMPLIMIENTO DEL
CONTRATO - DAÑO EMERGENTE - DAÑOS Y PERJUICIOS - PRIVACION DE USO RESPONSABILIDAD CONTRACTUAL - SENTENCIA - ULTRA PETITA
San Miguel de Tucumán, mayo 27 de 2010.
El doctor Antonio Gandur dijo:
1) Viene a conocimiento y resolución de este Tribunal el recurso de
casación interpuesto por el apoderado de la parte demandada contra la
sentencia de fecha 25 de marzo de 2009 dictada por la Sala III de la
Cámara en lo Civil y Comercial Común, que fue concedido por resolución
de fecha 18 de agosto de 2009 (fs. 194).
El recurso cumple con los requisitos de admisibilidad exigidos por los
artículos 748 a 752 CPCC. Se exceptúa de lo expresado al agravio
referido a la imposición de costas, pues como reiteradamente tiene
expresado este Tribunal, remite a la consideración de cuestiones de
hecho y pruebas, inadmisibles en el ámbito revisable del recurso de
casación limitado por el art. 749 CPCC, sin que se advierta que la
sentencia hubiera incurrido en arbitrariedad, en tanto se observa que
la decisión contiene fundamentación que descarta ese supuesto. Por lo
expresado, el recurso en relación a ese agravio es inadmisible, y en
consecuencia debe declarárselo mal concedido parcialmente.
2) El recurrente pide que se casen los puntos I y II de la parte
resolutiva de la sentencia impugnada (fs. 175 vta.). Resalta que en su
demanda la actora reclamó lucro cesante, justificando el daño en que
se vio privada de la posibilidad de transportar mercadería, y que en
consecuencia su empresa no pudo obtener ganancias. Expone que en la
sentencia de primera instancia, en relación al reclamo sobre lucro
cesante, el Juez expresó que la accionante no produjo prueba sobre la
empresa que mencionó, ni sobre contratación de transporte sustituto, y
que
no
había
elementos
para
afirmar
que
el
daño
reclamado
efectivamente existió. El Sentenciante añadió que no se proporcionaron
parámetros para le determinación del monto del perjuicio, por lo cual
ese rubro debía rechazarse.
El impugnante señaló que en la sentencia de alzada, la Cámara expresó
debía confirmarse el rechazo de los daños reclamados en concepto de
lucro, pues aún cuando la actora acompañó facturas de fletes
realizados, no había acreditado la invocada empresa, ni los clientes
con relación a los cuales tuvo que recurrir a terceros para efectuar
los fletes, ni las facturas fueron reconocidas por quienes las
emitieron.
En su recurso de casación el demandado expuso que la sentencia de
primera instancia, al tratar el daño emergente, indicó que por ese
concepto la actora reclamó todos los gastos que debió hacer para
reclamar telefónicamente, por cartas certificadas, cartas documentos y
por
fax,
además
de
fotocopias
para
iniciar
actuaciones
administrativas. Luego de esas consideraciones el Juzgador expresó que
tales gastos existieron, y fijó su monto ($150).
El impugnante señaló que la Cámara expresó que la indemnización de
$150 en concepto de daño emergente debía ser modificada, porque debía
incluirse en ese rubro la privación de uso (que algunos califican como
lucro cesante), por el lapso en que se retrasó la entrega del vehículo
comprado, "resultado de la extrema demora operada para contar con el
vehículo adquirido". Por ello, por el período transcurrido entre el
15/8/2005 hasta el 21/12/2005, el Tribunal fijó en concepto de
indemnización por privación de uso la suma de $6.000.
El recurrente sostiene que la sentencia se contradijo, pues en el
punto 4 de su considerando confirmó el rechazo del lucro cesante, en
el cual está incluido la falta de uso del camión comprado. Sin
embargo, en el punto 5 incluyó como lucro cesante la privación del uso
por el lapso que demoró la entrega del vehículo comprado, bajo la
denominación de daño emergente, sin explicar por qué considera se
configura daño emergente ni dar razón de ello, pese a que se aparta
del criterio sustentado en el párrafo anterior de su sentencia.
Denuncia que no se justificó esa decisión, pues la actora reclamó como
lucro cesante la no utilización o privación del uso del camión, y no
en el rubro daño emergente, como arbitrariamente resolvió la sentencia
de Cámara.
Manifiesta que para que proceda el daño emergente debe acreditarse la
existencia de un perjuicio cierto, razón por la cual resulta
insuficiente la posibilidad abstracta del daño, pues no puede
otorgarse una indemnización sobre la base de suposiciones. Señala que
no se trata de un automóvil para uso particular, o que trabaje como
taxi o remis, sino que se trata de un camión cuyo precio subió
considerablemente desde la compra hasta el momento de la entrega.
Denuncia que la Cámara no fundamentó el motivo por el cual otorgó una
indemnización por privación de uso, y pretendió justificarlo en "la
extrema demora operada en contar con el vehículo adquirido". Señala
que ese rubro está incluido en el lucro cesante reclamado, que fue
rechazado tanto en primera como en segunda instancia. Considera que no
hay ningún justificativo para que la Cámara otorgue una indemnización
de $6.000 por privación del camión que la actora reclamó como lucro
cesante y que la Cámara colocó como daño emergente. Manifiesta que la
sentencia se contradijo, además de que omitió todo fundamento sobre el
monto indemnizatorio. Denuncia falta de motivación pues el Tribunal
omitió explicar en qué pruebas se basa, ni expresó las pautas seguidas
para arribar a ese monto. Manifiesta que se modificó la demanda para
adecuarla a la sentencia que se dictó, con lo cual se agrava aún más
el vicio de la sentencia, lo que la priva de ser un acto
jurisdiccional válido.
Se agravia que la sentencia falló ultra petita, pues en el rubro daño
emergente la actora reclamó la suma de $1.000, y sin dar razón ni
basarse en pruebas, la Cámara otorgó por ese mismo rubro $6.000, por
lo cual incurrió en incongruencia e irrazonabilidad, al infringir las
disposiciones de los artículos 34 y 272 CPCC. Afirma que lo expresado
por las partes en su demanda y contestación son los límites en los
cuales se debe mover el juez para resolver el caso. Denuncia que la
Cámara infringió tales principios, violando el debido proceso.
Los agravios de recurso de casación fueron contestados por la actora
en los términos de su memorial agregado entre fojas 189 a 191.
3) A fin de analizar la cuestión planteada, corresponde analizar los
términos de la demanda, para precisar qué rubros se demandaron. La
pretensión se fundó en el reclamo de daños provocados por el tardío
cumplimiento de un contrato de compraventa de un camión. La Cámara
estableció que la mora por la entrega del vehículo transcurrida entre
el 15/8/2005 hasta el 21/12/2005, hacía procedente la pretensión de
daños por la privación del bien.
De los términos de la demanda se advierte que la actora reclamó el
pago de $15.000 en concepto de resarcimiento por daños, integrado de
la siguiente manera: $9.000 por lucro cesante; $1.000 por daño
emergente, y $5.000 en concepto de daño moral (cfr. fs. 42).
Al fundamentar el lucro cesante, la actora expresó que "deviene
procedente en razón de la pérdida y/o imposibilidad de ganancia
resultante de la extrema demora operada para contar con el vehículo
adquirido, destinado al transporte de mercaderías, objeto principal de
mi empresa, que la misma necesita realizar imperiosamente" (cfr. fs.
42 vta.). A continuación expresó que se vio obligada por tales razones
a contratar otro medio sustituto hasta tanto consiguiera la entrega
del propio, ya que en base a las reiteradas promesas incumplidas de
entrega del camión por parte de NOACAM, asumí obligaciones comerciales
que urgían satisfacer, con los consiguientes trastornos en el
desenvolvimiento del negocio y los mayores costos en mi giro
comercial" (cfr. fs. 42 vta.).
Luego de referirse al daño emergente y a las gestiones que debió
llevar a cabo para obtener la entrega del vehículo, expresó lo
siguiente: "La indisponibilidad del automotor no tan sólo ocasionó
molestias y pérdidas de tiempo, sino también tornó más onerosa mi
actividad de transportista, ya que tuve que recurrir a otros medios de
transporte, afectando mi capacidad laboral y consecuentemente mis
ganancias...". A continuación la demandante expuso su reclamo por daño
moral (cfr. fs. 42 vta. y 43).
De lo expresado, se advierte que bajo la denominación de lucro
cesante, la actora se refirió a dos tipos de daño: al daño por lucro
cesante, configurado por la pérdida y/o imposibilidad de ganancias
según sus propios términos, y al daño por privación de uso,
configurado por la necesidad de acudir a transporte sustituto,
trastornos en el desenvolvimiento del negocio y mayores costos en el
giro comercial, que constituye en realidad un daño emergente.
4) A los efectos de precisar los conceptos de daño por "privación de
uso" y daño por "lucro cesante por privación de uso", preliminarmente
cabe recordar que corresponde distinguir entre la lesión (consistente
en el detrimento al interés en usar del automotor), y sus
consecuencias (patrimoniales o morales); estas últimas son las que
configuran, estrictamente, el daño resarcible. Es que si bien el
perjuicio indemnizable proviene siempre de la lesión a un interés de
la víctima, la lesión no es el daño, sino su causa generadora. Debe
discriminarse, por lo tanto, entre la materia afectada por el hecho, y
la materia sobre la cual versa el resarcimiento, la cual consiste en
un resultado de aquélla. Por tal razón, la privación de uso del
automotor puede ser presupuesto de daños diversos (cfr. Zavala de
González, Matilde en "Resarcimiento de daños vol. 1, Daños a los
automotores", Ed. Hammurabi SRL, edición 1989, Bs. As. páginas 92/3).
En la generalidad de los casos la indisponibilidad del vehículo
produce un daño emergente, lo que se verifica o es presumible porque
el damnificado debe recurrir a medios de transporte sustitutos para
reemplazar la función que desempeñaba el vehículo propio. En ciertas
ocasiones la privación de uso da origen además a un lucro cesante, lo
cual acontece cuando el automotor es un instrumento para llevar a cabo
una actividad productiva, que no ha podido continuar desarrollándose,
con la consiguiente frustración de ganancias. Tanto el daño emergente
como el lucro cesante son perjuicios patrimoniales. Pero el primero
(daño emergente) entraña un empobrecimiento (privación o egreso de
valores patrimoniales), mientras que el segundo, lucro cesante,
representa la pérdida de un enriquecimiento, pues dejan de ingresar
beneficios patrimoniales que se habrían obtenido según el curso
natural de las cosas, de no haber ocurrido el hecho dañoso. Expresa la
autora citada, que en el aspecto conceptual y más allá de las
divergencias terminológicas, la jurisprudencia no ofrece confusión
alguna entre daño emergente y lucro cesante, cualquiera sea el nomen
iuris asignado al primero (suele llamárselo, lisa y llanamente,
privación de uso) (cfr. Zavala de González, M. ob. cit. p. 93).
En principio, cuando debe sustituirse un vehículo por otro u otros
para proseguir desarrollando las tareas que se cumplían con el
faltante, si bien cabe indemnización por los consiguientes gastos
(daño emergente), queda excluido el resarcimiento de un lucro cesante,
en tanto no se afectó la continuidad de la actividad de la víctima
(cfr. ob. cit. p. 99). En supuestos de esa naturaleza, no podrá
alegarse congruentemente un lucro cesante simultáneo con un daño
emergente por privación de uso, pues se alega haber subsanado la falta
del automotor por otras vías de reemplazo para no ver reducida su
fuente de ingresos. Ello así, dejando a salvo que se demuestre que
pese a la sustitución del automotor, se ha perturbado en alguna medida
el normal rendimiento del trabajo de que se trata. En resumen, se
trata
de
dos
perjuicios
diversos
e
indemnizables
de
manera
discriminada, aunque eventualmente conjunta.
En suma, la privación de uso del vehículo puede ser el origen de
diferentes consecuencias resarcibles: de un daño emergente (gastos de
movilidad), de lucro cesante (pérdida de ganancias por la frustración
temporal de una actividad productiva que se desarrollaba con el
automotor), y en casos especiales, de daño moral. La indisponibilidad
del automotor no es una categoría distinta y autónoma de alguna de las
anteriores, sino el soporte o presupuesto de hecho que las genera.
5) El daño emergente se encuentra representado por las erogaciones
requeridas para acudir a transporte sustitutivos. La privación del uso
de un bien tiene como contrapartida la indemnización necesaria para
mantener o restituir la situación de la víctima precedente al hecho
(art. 1083 CC), lo que se traduce en los gastos que implica un uso
similar o equivalente al que se tendría de no estar privado del bien,
en este caso, al que habría tenido la damnificada si hubiera dispuesto
del vehículo. La sola privación del uso de cualquier cosa que debía
estar en el patrimonio, le ocasiona a su titular un daño económico, a
veces positivo, por los desembolsos que debe efectuar para reemplazar
el objeto, y otras veces se hace sentir negativamente, y está
representado por las actividades que debe suspender o dejar de
realizar (cfr. Moisset de Espanés, "Privación del uso de un
automóvil", LA LEY, 1984-C, 51 y ss.).
Expone la Dra. Zavala de González que el enfoque correcto para
determinar la existencia de esa pérdida efectiva debe examinar cuál
era el derecho con que contaba la víctima, y del que fue privada a
raíz del suceso, sin interesar qué proceder ha desplegado ella antes
de ser indemnizada: lo relevante es cuál actuación podría haber
desenvuelto de haber sido resarcida oportunamente (ob. cit. p. 119).
Ese derecho constituye un daño emergente, que debe mensurarse a través
del costo de empleo de medios de traslación que reemplacen la función
del automotor faltante (ob. cit. p. 119).
El daño emergente no nace en todos los casos de la realidad de los
gastos, pero sí de la necesidad de realizarlos para mantener una
situación igual a la que se gozaba antes del suceso. Por ello, no es
irrazonable relacionar de modo constante este perjuicio con los gastos
de movilidad, siempre que se entienda que la deuda indemnizatoria
surge aún cuando la víctima no los ha efectuado (o lo que es lo mismo,
no los prueba), ya que inclusive en esta hipótesis es la entidad de
aquéllos la que define económicamente el daño (cfr. Zavala de
González, ob. cit. 119). Hay un interés menoscabado, de incuestionable
proyección económica: el uso del propio automotor, que forzosamente se
compensa con el valor de un uso similar. La pérdida temporaria de un
interés de significación patrimonial conlleva una repercusión lesiva
emplazable en el daño emergente (sin perjuicio de la posible
producción de un lucro cesante o de daño moral). El damnificado tiene
un derecho de alquilar otro u otros automotores, y el correlativo
derecho a ser indemnizado por dicho motivo. Si a la fecha de hacerse
efectiva la responsabilidad no ha realizado gastos de esa índole, fue
porque no se le adelantó el dinero para ello, y entre tanto, se ha
visto privado de una ventaja mensurable patrimonialmente (valor de uso
del automotor) que debió desde antes serle compensada. El principio de
la reparación integral se vería lesionado si se computase, para
denegar o restringir la indemnización, la circunstancia de no haber
podido la victima afrontar el costo de uso de otro objeto, o la de
haberse visto constreñida a acudir a un uso de inferior significación.
Las dificultades personales del damnificado para enmendar por sí mismo
la lesión sufrida no pueden excluir ni influir en el alcance de la
responsabilidad
del
obligado.
Sobre
todo,
dado
que
aquellas
eventualidades están causadas por una situación de mora de la otra
parte en el cumplimiento de su obligación.
Dentro de este concepto que encuadra el perjuicio referido como daño
emergente, se superan los inconvenientes prácticos para establecer el
monto resarcitorio (sin perjuicio de los matices o problemas
accesorios). En efecto, la apreciación estimativa se simplifica cuando
se indemniza el valor necesario para suplantar el automotor, cuyo
parámetro económico no es si no el costo que implica acudir a otro
medo de transporte. Ese costo es un dato objetivo y reconocible con
notoria certeza, debiendo dejarse de lado el hecho de que no se hayan
practicado o probado los gastos, pues lo decisivo es la conducta que
el afectado tenía derecho a llevar a cabo de haberse entregado el
vehículo en tiempo oportuno.
Reiterando, la lesión consiste en la privación del uso del automotor,
y el daño es el perjuicio efectivo que la lesión genera.
6) El criterio mayoritario estima que la privación de uso configura
por sí sola un daño indemnizable, y que la privación del uso basta
para demostrar el daño, porque en general no se tiene un automotor
sino para utilizarlo. Por ello, la indisponibilidad es indicativo
suficiente de la necesidad de reemplazarlo, salvo demostración en
contrario que debe suministrar el demandado. No cabe identificar en
todos los casos la privación de uso con un daño efectivo, ya que cabe
la eventualidad -excepcional- de que la inactividad del automotor no
ocasione un perjuicio. Este margen de posible no configuración del
daño, a pesar de una lesión aparente desde un punto de vista material,
no debe ser ignorado, en tanto y en cuanto el resarcimiento descarta
los daños hipotéticos o conjeturales, y se asienta en un contexto de
realidad. Debe considerarse que el uso y goce de un bien patrimonial,
y sobre todo cuando éste ostenta significación económica, posee un
contenido pecuniario intrínseco, al margen de las utilidades de esa
índole que pueda suministrar. Ese valor económico de uso, cualesquiera
sean las ventajas indirectas que reporte (productivas o inmateriales),
es claramente aprehensible y cuantificable en el mercado a la hora de
la necesidad de reemplazarlo. Sostiene la autora citada, que "la
privación del uso de un automotor constituye, ‘re ipsa’",
la evidencia de un daño efectivo, salvo prueba en contrario a rendir
por el obligado (ob. cit. p. 125).
Para la configuración del daño debe tenerse en cuenta que existen dos
elementos que dan pautas para la fijación de su extensión: uno de
ellos es la indisponibilidad, y otro el elemento cronológico,
consistente en el tiempo de la privación del uso. A partir de allí
entran a jugar las facultades judiciales para la determinación del
quantum indemnizatorio.
Coincidiendo con lo expuesto, la opinión mayoritaria de la doctrina y
la jurisprudencia interpreta que la sola privación del uso de un
vehículo comporta por sí misma un daño indemnizable (Zavala de
González, ob. cit. p. 127, y numerosa jurisprudencia allí citada;
Moisset de Espanes en "Accidente de Automotores", 2ª edición tomo I
Ediciones Jurídicas Cuyo páginas 155, 401 y ss. y 416 y siguientes).
Ello es así, pues la facultad de uso del automotor implica un valor
funcional y económico, y la necesidad de sustitución onerosa en la
mayoría de los casos. Siempre se verifica un menoscabo valuable
económicamente.
Dado que el obligado se encuentra constreñido a colocar al damnificado
en situación económica equivalente a aquélla en que se encontraría de
no haber sucedido el hecho (art. 1083 CC), es evidente que los gastos
del reemplazo del automotor integran el contenido
del deber
resarcitorio. Ello implica admitir la realidad del daño que importa
per
se
la
indisponibilidad
provisoria
del
automotor,
salvo
demostración de la inexistencia de un interés jurídico de uso, o de
que este interés pudo ser satisfecho sin desmedro alguno. La prueba de
lo excepcional debe correr a cargo de quien así lo esgrime. Por
consiguiente, no es menester ningún esfuerzo probatorio adicional por
parte del actor, debiendo concederse la indemnización pertinente a
partir de aquella sola situación de hecho. De tal manera, no
constituye un impedimento la omisión de poner de relieve cuál era el
destino que se daba al automotor, o la índole de la profesión del
usuario (ob. cit p. 132), particularmente si se considera, como en el
caso de autos, que un camión es un capital de trabajo de significativo
valor.
7) Analizando el caso de autos desde la perspectiva de los conceptos
expresados, se advierte que la actora demandó bajo la denominación de
lucro cesante la suma de $9.000. Invocó como perjuicios la pérdida de
ganancias, y el daño provocado por la necesidad de contratar
transporte sustituto para satisfacer compromisos asumidos, con los
consiguientes trastornos en el desenvolvimiento del negocio y los
mayores costos en su giro comercial (cfr. fs. 42 vta.). Luego, antes
de referirse al daño moral, agregó que "La indisponibilidad del
automotor no tan sólo ocasionó molestias y pérdidas de tiempo, sino
también tornó más onerosa mi actividad de transportista, ya que tuve
que recurrir a otros medios de transporte, afectando mi capacidad
laboral y consecuentemente mis ganancias...".
De lo expresado se advierte que bajo la denominación lucro cesante,
estimado en $9.000, la actora incluyó dos clases de daños: el lucro
cesante, configurado por la pérdida y/o imposibilidad de ganancias
según sus propios términos, y el daño emergente constituido por la
privación de uso, configurado por la necesidad de acudir a transporte
sustituto, trastornos en el desenvolvimiento del negocio y mayores
costos en el giro comercial. Debe recordarse que en el caso en
estudio, la lesión consistió en el detrimento al interés en usar del
automotor, y las consecuencias de esa lesión, que configuran el daño
resarcible, consisten en el lucro cesante y el daño emergente por la
privación del uso. Debe considerarse que si bien el perjuicio
indemnizable proviene siempre de la lesión a un interés de la víctima,
la lesión no es el daño en sí sino su causa generadora. Corresponde
discriminar, por lo tanto, entre la materia afectada por el hecho, de
la materia sobre la cual versa el resarcimiento, la cual es un
resultado de aquélla. Por tal razón, la privación del vehículo, en el
caso de autos, es tanto el presupuesto del lucro cesante como del daño
emergente por privación del uso.
La sentencia impugnada respeta tales conceptos, al haber resuelto
confirmar el rechazo del rubro lucro cesante, y agregar dentro del
rubro daño emergente, "el daño por privación de uso, por el lapso en
que se demoró la entrega del vehículo comprado, resultado de la
extrema demora operada para contar con el vehículo adquirido. De allí
que computando desde el 15/8/05 en que se había prometido la entrega,
hasta el 21/12/05, en que se concretó la misma", fijó en concepto de
indemnización por privación de uso la suma de $6.000 (cfr. fs. 174
vta.).
Tal decisión resulta inobjetable, pues se observa que bajo la
denominación lucro cesante, la actora reclamo en realidad dos rubros:
el lucro cesante propiamente dicho, y el daño emergente por la
privación del uso, que también fue reclamado como se expuso en los
párrafos
anteriores.
Lo
que
hizo
el
Tribunal
fue
calificar
correctamente los hechos, subsumiendo bajo la correcta denominación de
daño emergente al daño por privación de uso, y estimando su quantum
indemnizatorio en una cifra comprendida dentro del rubro enunciado en
la demanda ($6.000 contenidos en lo $9.000 reclamados), luego de
considerar el tiempo de la privación del bien.
8) Si se considera que existió un daño por la privación del uso en el
período de mora del vendedor, y que tal daño exige una reparación re
ipsa pues resulta innegable que la privación de un capital de trabajo
como es un camión provoca un daño, lo resuelto por el Tribunal en el
marco de la pretensión deducida en la causa, constituye una aplicación
de los principios iura novit curia y de congruencia contenidos en el
art. 34 CPCC.
Cabe recordar que el principio iura novit curia traduce la atribución
del juzgador de aplicar el derecho que estima justo, atendiendo a la
descripción de los hechos que constituyen la materia litigiosa
sometida a su conocimiento conforme ha quedado trabada la litis,
prescindiendo del nomen iuris utilizado en la pretensión procesal
planteada, y sin estar atado por los errores de planteo o invocación
de los litigantes (cfr. Código Procesal Civil y Comercial de Tucumán
Comentado, obra dirigida por M. Bourguignon y J. C. Peral, t. 1 p.
108, Editorial Bibliotex edición 2008). Es deber de los jueces
calificar la realidad y subsumirla en las normas jurídicas que la
rigen, prescindiendo de las calificaciones que los litigantes efectúen
en sus presentaciones. Con ello no se suple un error de hecho cometido
por las partes, no se modifican los términos en los que se ha trabado
la litis, ni se coloca a alguna de las partes en situación de
indefensión, sino que se corrige la calificación jurídica de la
acción, lo que es facultad de aplicar el derecho que corresponde al
juez, conforme lo dispuesto por el art. 34 CPCC.
Ese principio encuentra como límite el principio de congruencia,
también consagrado en el art. 34 segundo párrafo del digesto procesal,
que impone la regla de que las partes determinan exclusivamente el
thema decidendum, pues el juez debe limitar su pronunciamiento tan
sólo a lo que ha sido pedido por aquéllas. De allí que la congruencia
es la conformidad que debe existir entre la sentencia y las
pretensiones deducidas en juicio (cfr. Fenochietto-Arazi, Código
Procesal Civil y Comercial de la Nación Comentado, t. 1 p. 138).
Atento a lo expresado, y en uso de las facultades reconocidas por el
art. 34 CPCC, el Tribunal efectuó una correcta calificación jurídica
de un rubro reclamado y descrito en la demanda aunque deficientemente
calificado por la actora, y estimó su valor de acuerdo con la doctrina
en la que adquiere relevancia la prueba en contra a cargo del
demandado, quien debe demostrar la inexistencia de un daño que se
presume y se estima re ipsa.
Por los fundamentos expresados, corresponde desestimar los agravios
planteados
por
el
recurrente
sobre
contradicción,
falta
de
fundamentos, ultra petita e infracción al principio de congruencia.
9) En relación a las costas, resulta de aplicación al caso el
principio objetivo de la derrota, debiéndose imponer las mismas a la
recurrente vencida (art. 105 del CPCC).
Los doctores Alberto José Brito y Antonio Daniel Estofán, dijeron:
Estando conformes con los fundamentos dados por el señor vocal
preopinante, doctor Antonio Gandur, votan en igual sentido.
Y Visto: El resultado del precedente acuerdo, la Excma. Corte Suprema
de Justicia, por intermedio de su Sala en lo Civil y Penal, Resuelve:
I.- No hacer lugar al recurso de casación interpuesto por el apoderado
de la parte demandada contra la sentencia de fecha 25 de marzo de 2009
dictada por la Sala III de la Cámara en lo Civil y Comercial Común.
Declarar inadmisible y parcialmente mal concedido el recurso de
casación en relación al agravio de costas, como se expone en el
considerando 1 de la presente. II.- Costas como se consideran. III.Reservar pronunciamiento sobre regulación de honorarios para su
oportunidad. — Antonio Daniel Estofán. — Alberto José
Brito. — Antonio Gandur.
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