LOS ISABELINOS INGLESES Y EL SIGLO DE ORO ESPAÑOL El teatro es tan viejo como el hombre. Porque el hombre es siempre un ser mimético, un ser que finge e imita. Lo hace por utilidad material algunas veces, y por puro placer las más de ellas. Cuando el niño juega, está haciendo teatro. Cuando el adulto se disfraza y danza en fiestas o en rituales, está haciendo teatro. El afán de producir gestos, ademanes, voces y aptitudes, es connatural al ser humano Todas las liturgias religiosas son representaciones dramáticas. Si observamos los bailes de las sociedades primitivas, si nos detenemos a considerar el enfático mundo de las mitologías o el espectáculo de las ceremonias religiosas, nos encontraremos ante la esencia de la misma de la representación teatral, ante su fuente primaria. El hombre, para satisfacer su afán de creación y de imitación, utiliza antes que nada el material disponible más próximo: el de sí mismo, el de su cuerpo. Al nacer el teatro, nace también el lugar teatral, el escenario en que se celebra la representación. Ese lugar fue, primero, la fogata en la boca de la cueva, con un fondo de espesa selva o de rocas; luego los soleados pedregales helénicos, los macizos templos dóricos, los umbrosos pórticos medievales. A veces es al aire libre: en los teatros y circos de la antigüedad clásica, en carretas dispuestas en círculo, en estadios, en jardines…. Otras veces se sitúa en lugares cerrados: castillos, edificios especiales, galerías palaciegas, patios, corrales, plazuelas y mesones. Tras esta breve introducción, voy a intentar centrarme en una de las épocas más gloriosas del teatro universal, que es la comprendida entre finales del siglo XVI y principios del XVII, tanto en la Inglaterra Isabelina como en la España del Siglo de Oro, comentando su organización, los locales en que se actuaba y un breve comentario sobre las dos figuras más representativas de este teatro: Shakespeare y Lope de Vega En esta época del teatro los ojos del público apenas tenían entre sí más que la persona-ricamente vestida- del actor, toda ella concentrándose en la solemne recitación de los versos, no susurrando desvaídamente prosa, como hasta esa época era habitual hallar. Se puede decir que en Inglaterra, los dos grandes vicios nacionales eran el teatro y el tabaco, pues la atmósfera teatral estaba siempre ahumada por los espectadores del patio con sus apestosas pipas. La forma de los teatros, como el Globe, seguía imitando la vieja forma de los Inns, las posadas donde los cómicos estaban tan acostumbrados a actuar que no querían pensar en formas arquitectónicas diferentes. Esta forma era un poco más complicada que la de los corrales españoles: constaba de un gran patio en medio del cual avanzaba la plataforma de la escena, que así se quedaba rodeada por el público por tres de sus lados. Al fondo había una especie de soportal, con un gran hueco en medio, tapado por una cortina y dos puertas a los lados, para entrada y salida de los actores. El soportal tenia encima una galería, a modo de balcón, sobre la cual quedaba todavía otro piso, donde ocultos por celosías, tocaban los músicos. El conjunto lo remataba una bandera que se izaba en el momento de empezar la función. Tanto el hueco acortinado como la galería servían como planos secundarios de acción, que enriquecían mucho la obra, haciendo posible presentar varios lugares secundarios, o simplemente dividir el mismo lugar en varias alturas- el balcón de Julieta y el jardín-. Para indicar el ambiente de cada cuadro, podían utilizarse algunos sencillísimos elementos convencionalesuna butaca, una planta en un tiesto-, pero sobre todo servían las palabras mismas de la acción, aludiendo al sitio de manera más o menos explicita: si no, es imposible imaginar que se hicieran auténticos cambios de escena, como pasa en algunas obras de Shakespeare, para decir solo ocho ó diez versos, dando un simple eslabón de enlace dentro del argumento. Esa elementalidad permitía presentar batallas enteras: pequeños grupos, representando los ejércitos enemigos, dejando paso a un combate individual, que, cruzando las espadas, se eclipsaba para ceder el lugar a otra parte del campo, donde había otro combate singular… todos estos duelos acompañados de una música, que con subrayados de carácter convencional, avisaba al público con la precisión de una trompeta militar. Había un pequeño problema para este juego escénico y es que había a los lados del tablado unos taburetes como asientos de preferencia, para las personas importantes, sin que, por conveniencias económicas y sociales, los actores se atreviesen a suprimir ese estorbo, a veces incluso peligroso. Con respecto a España, el teatro, tanto por lo que respecta al local como a la distribución del público, era más sencillo que su coetáneo inglés: tenia lugar en un sencillo “corral”, en uno de cuyos lados se abría toda la pared a cierta altura cuando se descorría el telón (sin la plataforma, balcones ni entradas elisabetianas). Este escenario al principio estaba casi desnudo, pero en el barroco llegó a tener complejas tramoyas. En el “patio”, sentados en las “lunetas” o de pié, estaban los hombres, mezclándose los mosqueteros con los cultos y letrados; en la parte de atrás, con mayor elevación , se sentaban las mujeres, en lo que luego seria “ paraíso” o “gallinero”, y que entonces se llamaba”cazuela”, compuesta de largos bancos al cuidado de un acomodador cuya función era más bien la de incomodar, ya que llevaba el nombre de “apretador de cazuela”. En las tres paredes libres del corral se extendían las galerías, que en realidad eran los corredores propios del mesón donde se daban al principio las comedías, y que constituían excelentes miradores. El público estaba muy mezclado, sin tanta posibilidad, como para los aristócratas ingleses de la época, de tener palcos con celosía o sentarse en la mismísima escena. La división funcional era la de sexos, pero eso mismo revela que la asistencia femenina era muy numerosa. Por otra parte, y esto es curioso, no existían los perjuicios puritanos ingleses, por lo solían actuar mujeres sobre las tablas. Así lo cuenta Agustín Rojas (Viaje entretenido, 1603): Y representaban hembras. ……..eran mujeres bellas, Vestíanse en hábitos de hombre…. Es decir, no solo había actrices, sino que el papel de mujer vestida de hombre era recurso predilecto de la época, y ha quedado en la costumbre moderna española de que sean actrices las que hagan ciertos papeles de muchacho. Esto era todo lo contrario del teatro shakesperiano, ya que por no haber mujeres en las compañías, la mujer vestida de hombre era un muchacho lampiño que al disfrazarse regresaba a su propio sexo, o más bien quedaba en zona equivocada,La música es también una pieza indispensable dentro de la obra representada-y Lope es el mejor ejemplo de incorporación de la canción al teatro-, no empleando la banda de música –como en Shakespeare –para puntear la acción, sino sobre todo con carácter vocal, con acompañamiento de guitarra (los ciegos).- ¿Qué se ponía en escena? Con respecto al teatro inglés, un español, mirando desde el punto de referencia de su propio teatro en la misma época, hubiera encontrado un desequilibrio a favor de la tragedia sobre la comedia, pues ésta, vista desde la altura de un Tirso, un Lope ó un Calderón, resulta un tanto tosca o irónicamente artificiosa sobre esquemas latinos o fabulosos, que se toman como pretexto, si bien hay que reconocer que su instrumento lingüístico, quizá por ser en buena medida la prosa, resulta más apto para la comedia que las rígidas formas hispánicas. En la tragedia, en Inglaterra, el teatro histórico se contentaba con ser crónica, sin necesidad de involucrar la acción con mayor enredo de invención argumental, mientras que en España, las crónicas se aprovechaban más bien por episodios secundarios de interés específicamente dramático. En la tragedia de “caracteres”, el español hubiera notado menor religiosidad y mayor truculencia. Pero es difícil establecer paralelismos ni juicios concretos: la presencia de Shakespeare es como un gran cataclismo geológico que trastorna toda escala de medida. En España, para las tragedias y dramas, se toman crónicas históricas, y las comedias tomaban la vida de Santos, de sucesos, o simplemente de la fantasía. En general , el teatro del Siglo de Oro no tiene nada de esa forma realista que a menudo se le atribuye; por el contrario, es decididamente convencional , y ello quizá por la instancia de su mismo público: una multitud popular de gran ciudad española lo que deseaba eran sacudidas emotivas violentas, o sencillos enredos de hilarante suspensión. En resumen, la forma del teatro en el Siglo de Oro –en el que la redondilla es un esquema muy duro y cerrado, en el que cabe hablar poco de libertad, realismo, vitalidad etc-, es tan peculiar y extraña en el mundo como puede serlo la tragedia griega o el “no” japonés.- Del teatro de Shakespeare al de Lope de Vega La grandeza de Shakespeare le hace quedar por encima de toda dimensión particular en el engranaje teatral, creando un misterioso y constante centro de unidad en su obra, que tampoco es el fondo intimo de su personalidad individual. No se le pude leer en busca simplemente de fragmentarias bellezas líricas, sino como teatro propiamente dicho, es decir, proyectando la lectura en unos actores y una escena, aunque sea mentalmente. Shakespeare no fue un poeta lírico puro, pero por el otro lado tampoco acaba de ser un dramaturgo entregado sin reservas a lo teatral. En el primer aspecto, ocurre que todo posible fragmento poético, más o menos filosófico-moral, o bien todo acierto de belleza expresiva, tienen un autentico sentido puestos en boca de un personaje en un momento de su acción y no como incrustación libre. Por otra parte, Shakespeare no modifica ninguna de los hábitos teatrales de su tiempo: acepta el género de la crónica histórica, de la comedia italianizante, etc y sus épocas de evolución parecen ir siguiendo los cambios del gusto del público de entonces, más que causándolos, aunque la potencia transformadora y creativa de Shakespeare nos mascare esa versatilidad sujeta a las modas. Es mas, el tono rústico (el clown) se convierte para Shakespeare en el elemento favorito, el auténtico cuño de su garra leonina, sin dejar de hacer reír a la gente, lo mismo que realiza el milagro de poner en las tablas un lenguaje artificioso, refinado y complicadísimo, sin que el vulgo deje de reconocerlo como propio. Una vez reconocido el dominio de lo dramático sobre lo lírico, parece que lo dramático propiamente dicho no le satisface: se tiene la sensación de que está pensando en otra cosa, con desprecio del argumento tratado en cada caso, y que ha tomado como de intima gana, de algún libro o de otro dramaturgo Con respecto a sus personajes, están menos definidos y redondeados que los de un novelista del siglo XIX, pero son más grandiosos, entre otras cosas, porque son más libres. Lanzan frases de inagotable profundidad antes de haber tenido tiempo de caracterizarse. Shakespeare ve que los extremos del hombre-aquel en que todos somos iguales y aquel en que escapamos de la posibilidad de ser definidos e interpretados-, son más importantes que el punto medio “psicológico del tipo”, susceptible de ser narrado y descrito. En resumen: sus personajes tienen el peligro, a fuerza de vida, de escaparse inmediatamente de la obra misma y aún de toda posible presencia literaria ante nosotros. Demuestran tener vida, pero nos la ocultan en su mayor parte.La obra de Lope de Vega en el teatro, es como decir la base substancial del teatro español del Siglo de Oro: sin inventar nuevas formas, Lope fija y valora los modos que prevalecen en las tablas españolas, no solo en el siglo XVIII, sino en lucha fácil con la prosa hasta la primer mitad del siglo XX (pues Zorrilla, Echegaray, Marquina y Pemán y hasta los hermanos Machado aceptan sin discusión esencial la base lopesca). En rasgos generales, la forma de existir de este ciclo dramático guarda, en muchos aspectos un sorprendente paralelismo con el coetáneo teatro inglés, sin haber inicialmente conexión ni mutuo conocimiento. El género teatral es aquel donde se da mayor influjo del público sobre el acto mismo de la creación literaria, comenzando por la circunstancia-muy material, pero decisiva-de la posibilidad económica y social: Lope, como Shakespeare, escribe teatro porque existe una organización técnica que permite-y configura-su representación, y que le hace ser medio de vida para un escritor con un mínimo de facilidad para la versificación y para entenderse con el gusto medio del público. La clave de este teatro está en la poderosa instancia del público y de la expectación del éxito: el público no pedía nada determinado y todo lo más se complacía en reconocer algún elemento ya conocido- romances y canciones- inserto en un nuevo sentido más complejo, pero implacablemente excluía las formas de la imaginación culta, y los mundos librescos y académicos de la tragedia clásica. Aquel público era una mezcla de la sociedad ciudadana. De las 36 ó 37 obras que suelen atribuírsele a Shakespeare, solo 16 se publicaron en el transcurso de su vida, y no siempre el autor fue responsable de estas publicaciones, ya que algunas de ellas son ediciones piratas. Con respecto a Lope de Vega, él mismo se ocupó de hacer imprimir muchas de sus comedias, conservando 487. Es posible que escribiera más de mil quinientas, ya que, según su propia jactancia: Más de ciento, en horas veinticuatro- pasaron de las musas al teatro. BIBLIOGRAFIA: Historia de la Literatura Universal (Martin de Riquer y José Mª Valverde – Ed. Planeta) Enciclopedia Larousse Internet Un poco de aportación personal