GUÍA DE LECTURA DE LOS DISCURSOS SEGUNDO Y CUARTO DEL DISCURSO DEL MÉTODO DE R. DESCARTES. INTRODUCCIÓN: El objetivo de Descartes en esta obra, como en buena parte de su producción intelectual, es el desarrollo de un sistema de proposiciones verdaderas en el que no se dé por supuesto nada que no sea evidente por sí mismo. Este autor busca una serie de principios ciertos e indubitables. Con estos principios verdaderos se conseguiría, entonces, una conexión orgánica entre todas las partes del sistema del conocimiento y el edificio entero de la ciencia reposaría sobre unos fundamentos metafísicos seguros. El sistema del conocimiento (las raíces metafísicas del árbol de la ciencia) que busca Descartes sería así impermeable a los efectos corrosivos y destructivos del escepticismo, postura epistemológica que afirma que todas las verdades son probables y revisables porque carecen de fundamentación racional. Por esta razón, Descartes va a iniciar su tarea sin confiar en la autoridad de ningún filósofo anterior. Este autor prefiere confiar en su propia razón y no en las verdades que son admitidas como tales por alguna autoridad, de este modo evita todas las falacias ad verecundiam. Para Descartes no hay más que una especie de conocimiento real digno de tal nombre: el conocimiento cierto. Éste se obtiene vía la razón y se caracteriza porque los contenidos de las ideas verdaderas se presentan al espíritu del sujeto que conoce de modo claro y distinto. Estas dos notas forman parte de la evidencia y se oponen a la precipitación y la prevención (afirmar una verdad sin que el contenido de las ideas se ajusten al criterio de evidencia, en el primer caso, y no afirmar algo evidente como verdadero por modestia o por no alterar lo que sostienen como verdaderos otras autoridades en materia de conocimiento, en el segundo). Descartes no confía, como se acaba de comentar, en la autoridad de los filósofos anteriores y tampoco concede mucho valor al saber histórico. Algunas de las proposiciones filosóficas de filósofos anteriores podrían ser verdaderas, pero su verdad tendría que ser redescubierta y probada nuevamente para ser admitida como tal. Para ello, dichas proposiciones deben ajustarse a las reglas del método de este autor. En efecto, Descartes quiere encontrar y aplicar el método adecuado para la búsqueda de la verdad. Dicho método debería capacitar su razón para encontrar y demostrar verdades con un orden racional y sistemático, independientemente de que con anterioridad dichas verdades se tomaran como tales. Por esta razón, el filósofo francés inicia una búsqueda de principios verdaderos sirviéndose de una duda metódica, es decir, se sirve de la duda como método para alcanzar certeza metafísica. Dicha duda es universal y sistemática, pues se somete a crítica todas las ideas que con anterioridad se habían considerado válidas. Descartes se enfrenta al escepticismo y, por tanto, confía en la posibilidad de encontrar una serie de ideas verdaderas que escapen a dicha duda. Así pues, el objetivo primordial de este autor es de carácter epistemológico y, en concreto, se busca: a) Producir una nueva filosofía basada en un método para alcanzar verdades de modo seguro y cierto. b) Deducir, a partir de un conjunto de verdades básicas y evidentes, el resto de verdades particulares de las demás ciencias. Ahora bien, en el transcurso de esta tarea nos topamos con un grave problema en la filosofía de este autor, a saber, Descartes cae en el dogmatismo al afirmar que ni siquiera lo que es claro y distinto es verdadero a menos que se presuponga la existencia de Dios. Cabe entonces preguntarse para qué necesita este autor encontrar un criterio racional de verdad, que en su caso es la regla de la evidencia, si las verdades evidentes dependen de que sea aceptado como verdad más básica que Dios existe y que es la fuente de la racionalidad y de la creación de las sustancias creadas (“el yo” y “el mundo”). El dogmatismo es una posición en filosofía consistente en la afirmación de una serie de principios verdaderos en los que se asientan los demás y de los que éstos dependen. Dichos principios han de ser afirmados sin que jamás puedan ponerse en tela de juicio. En Descartes, o se acepta que existe Dios o no podría haber ni una sola idea verdadera en la mente del sujeto. Descartes aplica su método y descubre la primera verdad de su sistema de filosofía mediante una intuición intelectual, lo que revela que nos encontramos ante una idea verdadera de carácter innatoa, pues los sentidos nos engañan y la mente humana es finita y puede errar en sus operaciones. La verdad puede ser alcanzada si disponemos de los recursos necesarios para ello, a saber, un conjunto de reglas que guíen el espíritu de modo correcto, pero esto no es más que un primer paso. Las verdades han sido depositadas en la mente de los sujetos por Dios ya que este ser supremo es la fuente del mundo y de que éste disponga de una estructura racional que pueda ser conocida gracias a la ciencia. La mente humana no puede conocer, pues, con independencia de la admisión de que existe un único conocimiento verdadero del que dependen todos los demás y que dicho conocimiento es poseído por Dios (ya que es un ser omnisciente, souverainement connaissant). En los Discursos segundo y cuarto de la obra Discurso del Método se observan claramente estos temas y problemas filosóficos. A continuación se exponen las ideas fundamentales presentes en las partes segunda y cuarta del Discurso del método. Trata de identificar los párrafos con los que se corresponden las distintas ideas filosóficas comentadas en el siguiente guión. SEGUNDA PARTE: El texto comienza comentando dónde se encuentra Descartes, en Alemania, y se centra en una serie de reflexiones sobre la arquitectura, el urbanismo, la política y las ciencias. Se observa el ideal de una ciencia única, de un único método para dirigir todos los asuntos (políticos, urbanísticos, científicos). 1. Descartes señala que él indaga un método para alcanzar verdades y que se inspira en las virtudes de la lógica, la aritmética y la geometría, desestimando los aspectos de estas ciencias que entorpecen su tarea. 2. El autor señala que el método que busca le sirve a él para ajustar las ideas verdaderas al nivel de la razón y conseguir así dirigir mejor (de modo más ordenado y fecundo) sus pensamientos y su vida (ya que se guiará por principios verdaderos). 3. A continuación el autor enuncia cuáles son las reglas de su método con el que dirigir de modo sistemático su pensamiento y no admitir nada de lo que no disponga certeza racional. 4. Concluye esta segunda parte Descartes comentando que estas reglas son aplicables a las ciencias formales y le permiten aclarar problemas presentes en estas reglas y deducir nuevas verdades. A Descartes le agrada el método que ha forjado ya que con él está seguro de emplear siempre su razón y de evitar los dos defectos que más temor le causan, a saber, la precipitación y la prevención. El autor, pues, aplicará estas reglas a la filosofía. CUARTA PARTE 1. Comienza esta parte haciendo un resumen de lo que ha expuesto en su obra Meditaciones metafísicas respecto de la necesidad de dudar de todo aquello en lo que cupiese algún atisbo de falsedad. El autor expone todo aquello de lo que puede dudar: los sentidos, los razonamientos, los pensamientos porque podrían haber sido un sueño. Descartes llega así a la primera verdad de su sistema filosófico. 2. Tras esto, Descartes analiza la primera verdad, expone su posición de dualismo antropológico (el cuerpo y la mente son cosas diferentes). Afirma, pues, que él es una sustancia pensante y que su naturaleza se caracteriza por tener actos mentales: pensar, sentir, dudar, afirmar, conocer, ignorar, etc. Por esto sostiene que es más fácil conocer el alma que el cuerpo e insiste que para conocer con certeza es necesario que las ideas se ajusten al criterio de evidencia. 3. Como la sustancia pensante es imperfecta, el autor se interroga de dónde procede la idea de perfección que alberga en su mente. Por ello, analiza los distintos tipos de ideas: en primer lugar, comenta que hay representaciones de la realidad exterior, que versan por ejemplo sobre las estrellas y el cielo, que le parecen más imperfectas que las ideas acerca de la existencia de él en tanto que sustancia que piensa. Así, concluye que la idea de perfección no se capta por los sentidos y no, pues, una idea adventicia. Sin embargo, la idea de un ser más perfecto persistía en su mente y Descartes se ve movido a afirmar que dicha idea no puede proceder de la nada y que tampoco puede proceder de él mismo ya que él es una naturaleza imperfecta y limitada. Lo más perfecto, en síntesis, no puede proceder ni de la nada ni de lo que es más imperfecto. Dicha idea, pues, la ha tenido que poner el ser perfectísimo en su mente y ser una idea innata. 4. Debe, entonces, haber un ser más perfecto que él y del que él dependa. Comienza en estos pasajes a observarse que la teoría de la sustancia cartesiana plantea un problema filosófico. La sustancia se define como aquello que no necesita de otra cosa para existir. No obstante, la sustancia pensante que es finita demanda la existencia de una sustancia superior, perfecta y fuente de la racionalidad que la haya creado. De modo contrario, la sustancia pensante sería lo absolutamente perfecto y Descartes, sin embargo, reconoce las imperfecciones presentes en la naturaleza humana que es finita, limitada, imperfecta, perecedera, no lo conoce todo y no es omnipotente. En Dios, en cambio, no hay ninguna de las limitaciones tales como la tristeza, la duda o la inconstancia presentes en la sustancia pensante. Descartes asegura la existencia de Dios sirviéndose de un argumento que apela a los grados de perfección, como el que se vio en el texto de Meditaciones metafísicas. Además, dicha sustancia infinita debe ser independiente de lo material porque la composición es un síntoma de imperfección. 5. Cuando Descartes trata de averiguar nuevas verdades, centradas en este caso en el mundo material, en concreto en las cualidades primarias de dicho mundo, se da cuenta de que los principios de las matemáticas y de la física pueden ser verdaderos, pero que no hay nada en dichas verdades evidentes que aseguren que los objetos de los que hablan estas ciencias existan, como por ejemplo los triángulos. Esto, por el contrario, no ocurre en el caso de la idea de Dios. El análisis de la idea de un ser perfecto conlleva a la aceptación necesaria de que dicho ser perfecto existe. Este es el segundo tipo de argumentación que se lleva a cabo para demostrar la existencia de la sustancia infinita. Descartes lleva a cabo un paralelismo entre la certeza que con la que la mente percibe las verdades de la geometría y la certeza con la que se percibe no la existencia de Dios. 6. Descartes explica que muchas personas no pueden afirmar esta verdad de la existencia de Dios porque confían exclusivamente en el conocimiento empírico: “jamás elevan su pensamiento sobre las cosas sensibles”. Para estas personas lo que no se capta por los sentidos o por la imaginación es ininteligible. Pero precisamente para Descartes la fuente de la inteligibilidad es racional, aunque la idea del ser perfecto no se capte por los sentidos. Cada objeto, sostiene este autor, debe captarse por el órgano adecuado, lo audible por el sentido del oído, lo dulce por el sentido del gusto, lo rugoso por el tacto y lo inteligible por la inteligencia, es decir, por la razón y el entendimiento. 7. Para Descartes es menos cierto que existe un cuerpo y mares, ríos, astros y océanos que la existencia de Dios y del alma (la cosa pensante). El introduce la distinción entre: “seguridad moral” y “certeza metafísica”. La primera expresión hace referencia a la idea de que todo el mundo confía en la existencia de su corazón; nadie duda que la nieve esté fría y la lava de los volcanes caliente. Sin embargo, esta “seguridad moral” no proporciona “certeza metafísica”. La segunda expresión hace referencia a la tesis de que las verdades indubitables requieren que se presuponga la existencia de Dios, ya que de otro modo todo podría ser un sueño, una quimera o una fantasía. Para Descartes la certeza metafísica está enlazada con la necesidad de que afirmemos que Dios existe y que él es la causa de que existamos y de que nuestro entendimiento albergue de modo innato ideas verdaderas. La certeza metafísica nos conduce de lleno al tema del dogmatismo, ya que en el texto se indica que lo que se ha considerado verdadero, ajustado al nivel de la razón y conforme a la regla de la evidencia, no es certero a menos que se presuponga la existencia de Dios. La perfección de la verdad procede de Dios y la evidencia es el modo en el que dicha verdad se presenta en la mente del sujeto. Esto constituye una regla superior que la regla de la evidencia. 8. La regla anterior permite que se admita como verdadera una idea que se ha presentado de modo claro y distinto en la mente de un sujeto que esté dormido y soñando, ya que la verdad de dicha idea emana de Dios, no de una mente soñolienta. La verdad tiene un carácter innato, por esto sólo podemos guiarnos por nuestra razón. Se han de descartar las ideas verdaderas que procedan de los sentidos (adventicias) o que sean inventadas (facticias). Dios que es veraz y perfecto ha puesto en nosotros las ideas verdaderas. Y nosotros, que no somos perfectos, podremos encontrar la verdad más fácilmente en las ideas que tenemos despiertos más que las que tenemos cuando dormimos.