PRIMERAS PALABRAS Permítanme ustedes que mis primeras palabras sean de gratitud por la confianza en mí depositada; sin lugar a dudas, uno de los más grandes honores de mi vida lo constituye el mandato que ustedes me han conferido. Pueden estar seguros que pondré todo el empeño en la encomienda, con lo mejor de mi voluntad y capacidad intelectual. Como es natural, extiendo este sentimiento de gratitud al Dr. Marco Gerardo Monroy Cabra, quien al iniciar su período de gobierno hace diez años, posibilitó la inclusión de mi nombre como Segundo Vicepresidente. Su periodo de gobierno se caracterizó por el crecimiento de la institución, nutrida con mentes jóvenes, el afianzamiento de la Academia dentro del Estado de Derecho y la continuidad de su labor en la historia. Tuve la suerte de acompañarlo durante todo el período comprendido entre el año 2.004 hasta la fecha, como integrante de la comisión de la mesa. Fueron múltiples sus enseñanzas y las vicisitudes que afrontamos en bien de la Corporación y de la vida nacional. La Academia se siente honrada por la huella de su paso. Ingresé a la Academia por invitación que me formulara Hernando Franco Idarraga, ilustre coterráneo y destacado jurista. Era su Presidente por entonces, mi ex profesor de Derecho procesal y de muchos de nosotros, el Dr. Hernando Morales Molina, el Primer Vicepresidente Jorge Vélez García, el Segundo Vicepresidente Álvaro Tafur Gálvis y el secretario Hernando Franco. Ello ocurrió el 9 de Junio de 1.993. Me acompañó en la sesión solemne entre otras destacadas personalidades, el epónimo Maestro Fernando Hinestrosa, a la sazón Rector de mi Universidad, de la cual por entonces era yo profesor de pre grado, el Externado de Colombia Posteriormente, el 5 de Noviembre de 1.998, fui elevado a la condición de miembro de número durante la Presidencia de Jorge Vélez García. Entonces fungía como Primer Vicepresidente el Dr. Marco Gerardo Monroy, el Segundo Vicepresidente era Jaime Vidal Perdomo y la Secretaria General Sandra Morelli Rico. Ha sido una trayectoria de veintidós años, vividos con persistente regularidad y dedicación. Había tenido contacto con la Academia el 14 de Abril de 1.978, cuando ella se hizo presente en la ciudad de Ibagué, mi tierra natal, con el objeto de vincular y tomar posesión a algunos académicos que harían parte del Capítulo de Ibagué. El acto fue dirigido por su presidente el Dr. Hernando Morales, en compañía de los académicos Policarpo Castillo Dávila, Tulio Jiménez Barriga, Miguel Bernal Medina, Luís Sarmiento Buitrago, Presidente de la Corte Suprema de Justicia, Guillermo Hernández Rodríguez, Álvaro García Herrera, Alejandro Venegas Gil, Carlos Arturo Díaz, Néstor Madrid Malo, Gonzalo Vargas Rubiano, Julio Eduardo Riveros, Gabriela Peláez Echeverri, Hernán Baquero González, Aidée Anzola Linares, Humberto Mora Osejo, Marco Gerardo Monroy Cabra, Julio E. Rozo Rozo, Hernando Devis Echandía y Guillermo González Charry quien llevó la palabra a nombre de la Academia. Me correspondió atender entonces a esta benemérita institución, en mi condición de Gobernador del Tolima. El impulso de los recuerdos ¿Recuerdos? Muchos y memorables, en primer término el discurso pronunciado por el Presidente de la Academia de entonces, Hernando Morales Molina en el primer centenario de nuestra institución el 23 de Septiembre de 1.994 en las instalaciones de la Academia de la Lengua, cuando afirmó entre otros aspectos lo siguiente: “La corporación ha perseguido el cumplimiento de sus fines estatutarios, y ha guardado, su absoluta independencia en todos los órdenes. En distintas épocas, ha realizado intensa labor académica, como lo acreditan en la fecha reciente las sesiones dedicadas al análisis de la ley sobre divorcio, así como a la proyectada reforma constitucional, de la administración de Justicia. Por otra parte, la Academia ha contribuido al mantenimiento del Estado de Derecho, o sea la sumisión al orden jurídico de los poderes del Estado y se caracteriza por el reconocimiento de sus habitantes, de sus derechos y libertades fundamentales y por la distribución entre cierto número de órganos que se equilibran mutuamente, tal cual lo preconizó Montesquieu, bajo la inspiración de John Locke por lo cual los organismos públicos, no obstante su independencia, colaboran armónicamente en los fines del Estado.” Presente en dicho acto el Presidente de la República Ernesto Samper Pizano en su intervención destacó el papel que cumplía la Academia en la vida nacional de la siguiente manera: “Desde la época misma de su fundación, el Gobierno nacional ha reconocido la importancia y seriedad del trabajo adelantado por los académicos juristas. Fue así como tan solo cuatro años después de haber sido instituida mediante ley 48 de 1.898, la Academia se convertía también en órgano de consulta del Gobierno Nacional. Hoy, el gobierno no solo reconoce sus valiosos aportes al desarrollo de las ciencias jurídicas, sino que está convencido del papel protagónico que le corresponde cumplir en desarrollo de la Constitución de 1.991: en la puesta en marcha de sus nuevas instituciones y también en el proceso por volver más eficiente y moderno nuestro sistema judicial.” Dentro de los documentos de relevante importancia me permito también destacar las oportunas y paradigmáticas declaraciones de la Academia sobre la paz en uno de los tantos momentos en que ella ha considerado importante señalar caminos y criticar infortunadas situaciones de la vida nacional; de ellos, reproducimos el siguiente aparte por encontrarlos dieciocho años después, absolutamente vigente, la primera en Julio de 1.997 y la segunda en Junio de 2.000: “Fiel a su vocación democrática Colombia tuvo que enfrentar la insurgencia armada sin salirse de los cauces jurídicos, con controles políticos y jurídicos sobre las medidas adoptadas, mientras que en otros países del continente, la reacción contra la violencia subversiva y la defensa del Estado produjo un abandono del Estado de Derecho que por fortuna fue temporal; el retorno a la democracia en la década del 80 en los países envueltos en el denominado conflicto armado, ha sido celebrado a escala mundial. Colombia sigue, en cambio, amarrada a la violencia y a sus terribles reacciones que, en su cadena de degradaciones, no ha vacilado en aliarse con el narcotráfico o en emplear sofisticados e inhumanos métodos de mutilación por minas; o de perpetrar asaltos con gran número de muertos, incendios, destrucción de bienes privados o pertenecientes a la riqueza pública; secuestros de personas, extorsión, desplazamientos de vastos núcleos humanos, etc., que con lamentable frecuencia leen los colombianos en las informaciones periodísticas, o en los comunicados oficiales, o en los partes de victoria de quienes se consideran habilitados para emplear tan atroces instrumentos de acción violenta, francamente vertidos hoy hacia el simple terrorismo.” Y concluyó uno de tales documentos con el siguiente mensaje: “Debe llegar un momento en que cese toda esta barbarie de sectores comprometidos en la violencia, poniendo fin a la ya larga tragedia de muerte y destrucción, antes de que alcancemos la infeliz meta de aniquilar definitivamente los principios de la civilización que hemos profesado y en que hemos querido vivir sucesivas generaciones de colombianos. Quiere la Academia Colombiana de Jurisprudencia formular este llamado y renovar su fe en que son los conocidos y benéficos caminos del derecho, impregnados del sentido de la justicia que él encarna, los que debe recorrer ahora Colombia en su anhelante propósito nacional de paz” Valga la oportunidad para hacer énfasis en los textos contendidos en la publicación de la Academia en su colección portable, escritos por los Académicos Jorge Vélez García, Marco Gerardo Monroy Misión de la Academia. Cabra y Jaime Vidal Perdomo. Soy consciente de que el cargo que asumo es de la mayor importancia en la vida del país, es un hecho evidente que la Academia Colombiana de Jurisprudencia no solamente por su historia y la categoría intelectual de sus integrantes, sino por su significado en el campo del Derecho, su independencia conceptual, la hondura jurídica de sus conceptos y la densidad de sus trabajos en las diferentes disciplinas de nuestra hermosa y en veces descaecida profesión, es una institución arraigada y respetada en todo el escenario nacional. Las Academias, adscritas al Colegio Máximo de Academias, desde su origen han cumplido un papel bien importante en sus diferentes configuraciones y objetivos, ellas se han nutrido en términos generales por lo más destacado de las diferentes profesiones. A ellas acceden gentes maduras, espíritus recios, consolidados en las particulares formas de ser del conocimiento científico, del juicio tranquilo y reposado de los fenómenos sociales, de las variadas aristas de la vida. En el caso particular de la Academia de Jurisprudencia del nacimiento, tránsito, modificación o extinción de la norma jurídica, su aplicación jurisdiccional, la elaboración de doctrinas y jurisprudencias. Mucho se ha escrito sobre la misión de la academia siempre confrontando su papel respecto del entorno o marco de referencia de los hechos sociales y políticos en boga al momento del análisis histórico, y por ello las connotaciones elaboradas han correspondido a un claro reflejo de la realidad objetiva y a la presencia protagónica de nuestra institución, y su influencia frente a la realidad nacional. En este orden de ideas, me han llamado la atención dos reflexiones presentadas a la comunidad por egregios juristas como lo son Bernardo Gaitán Mahecha y Luís Carlos Sáchica, este último ya desaparecido, de quienes reproducimos los aspectos que nos han parecido oportunos para el momento de elaboración de la presente memoria. Dijo Gaitán Mahecha: “La misión en los tiempos presentes de la Academia debe ser eminentemente participativa en cuanto a los “sucesos políticos económicos y sociales que afecten el interés superior de los colombianos”, como se lee en el proyecto de estatutos, todo, desde luego, en relación con la creación e interpretación del derecho. La Academia debe ser faro que ilumine el pensamiento jurídico y promueva desde las instituciones el cambio necesario para afincar de modo pleno el Estado social de derecho, haciendo posible su presencia donde fuere necesario, para contribuir al mejoramiento del tejido social, en mala hora deshilvanado y maltrecho por obra de la carga centenaria de las falencias de nuestro desarrollo. No es tarea fácil delinear el deber de la Academia pero es evidente que tiene que modernizar sus objetivos y desarrollar actividades nuevas que la proyecten de manera más amplia dentro del quehacer cultural de Colombia. El país necesita en estos tiempos aciagos de la participación viva de todos sus estamentos, y sobremanera en el campo jurídico, porque estamos en una época de honda crisis de las instituciones.” Necesitamos como lo proponía Giscard d’Estaing “una sociedad democrática, moderna, liberal por la estructura pluralista de todos sus poderes, avanzada por un alto grado de realización económica, de unificación social y desarrollo cultural.”Necesitamos para Colombia un cambio que ponga orden al desbarajuste institucional.” Creo que aún transcurridos diez años desde que se pronunciaron estas palabras cuando Gaitán Mahecha llevó la palabra en la celebración de los ciento once años de nuestra corporación, ellas son absolutamente vigentes. A su turno Luís Carlos Sáchica de manera descarnada, como era habitual en él, expresó su pensamiento sobre nuestro “desbarajuste institucional” y puntualizaba: “El malestar en las instituciones empieza cuando nadie sabe que tenemos prisa por la deliberada intención de confundir lo jurídico con lo político, o a la inversa, ambigüedad tramposa ideada para el engaño del popularismo constitucional y la justicia “justiciera”. Lo jurídico ha sido politizado descaradamente, ya que no sólo se le ha dado como bandera una presunta “justicia social” o un “orden justo”, sino que se pretende con esa justicia ideal, absoluta, sea realizada por los jueces y se proclama, sin ningún reato, que los jueces tienen una función política y que sus sentencias son, decisiones políticas. De administradores de la justicia legal pasaron -y la galería aplaudió- a promotores y determinadores de lo justo, que es función distinta.” Como si lo anterior no fuera ya un duro cargo a la administración de justicia y a su “politización”, más adelante, en el texto invocado afirma de manera contundente: “La desinstitucionalización que está sufriendo el país ha hecho que la protesta violenta se tome las calles y plazas e imponga a la brava sus pretensiones, obligando a las autoridades a comprometerse con su posterior legitimación…Todo lo cual no es más que desvertebrar el Estado de Derecho y sustituir la vía de jure por la vía de ipso, reconociendo el derecho del más fuerte, el que se abra un espacio en contra de las limitaciones de la ley, y saca verdadera la sentencia de Tomás Hobbes, el pensador inglés: voluntas facit ius, non ratio.” Dicho lo anterior, desde la elevada cumbre de estos dos pensadores del Derecho, queda nítido el juicio de nuestra deshilvanada conducta política, jurídica a nivel institucional, como también evidente la conducta de los administradores de justicia convertidos en protagonistas hirsutos del quehacer político. ¿No está acaso ratificada esta afirmación con la más larga cesación de actividades de la rama judicial de los últimos meses del año pasado y los comienzos del 2.015? ¿Actitudes de hecho prohibidas por la propia Carta Fundamental, (art. 56) como elementos para defender derechos, por los mismos funcionarios encargados de aplicar la ley.?. Es este controvertido instante de la vida nacional escenario para que la Academia Colombiana de Jurisprudencia, consciente de su responsabilidad jurídica e histórica, estruje la conciencia nacional, adormecida e inconsecuente, para que recuperemos la senda del Estado de Derecho y enrumbemos a las instituciones democráticas por la senda de la cual nunca ha debido apartarse el país. Necesidad de un nuevo pronunciamiento No obstante la actualidad de las declaraciones en referencia, el país sigue perturbado por fuerzas extrañas que no le han permitido volver al respeto a las instituciones democráticas y por consiguiente, al sometimiento al imperio de la ley. Pienso por lo tanto, que ha llegado el momento de producir una declaración similar; si bien el gobierno nacional está inmerso en un proceso de paz con la narco guerrilla de la FARC, dentro de un profundo escepticismo y anhelantes esperanzas, la polarización de la sociedad colombiana es evidente, la inseguridad, la corrupción, el desempleo calificado, los servicios de salud, saqueados desde su propio interior, las deficiencias del sistema educativo, para hacer solamente unos enunciados, continúan en ostensible crecimiento; la crisis en la administración de justicia ha llegado a los más altos índices de impunidad, morosidad, congestión en los despachos de jueces y magistrados, ante la mirada atónita de una sociedad que simplemente no cree en la justicia, que vivió un paro de casi noventa días, como si ello fuera parte de su rutina cotidiana. Considero que es imperiosa la necesidad de una reforma al respecto, y corresponde a la Academia un nuevo pronunciamiento en este sentido. Para lograrlo, creemos que es pertinente la designación de dos comisiones, una para la redacción de la aludida declaración para la cual propongo los nombres de Bernardo Gaitán Mahecha, Juan Rafael Bravo Arteaga, Emilssen González de Cancino, Augusto Trujillo Muñoz, con la natural intervención de quien dice estas palabras. Para la segunda, de reforma a la administración de justicia, dedicada al estudio de los más importantes temas que juzgue pertinentes, la integraremos con personas de las diferentes disciplinas del derecho que se inscriban en la Secretaría General dentro de los próximos quince días y bajo la coordinación del Primer Vicepresidente, Fernando Sarmiento Cifuentes . Recomiendo para la primera comisión, la lectura del texto elaborado por el profesor emérito y académico honorario Dr. Jaime Vidal Perdomo, elaborado como ensayo en el año de 2.002 y publicado en la revista de la Academia al número 322 de Abril de 2.003 denominado “La Revolución frustrada en Colombia y la violencia indefinida” Y en el referido libro de Noviembre de 2.003 de esta institución. Propongo que hagamos los mejores esfuerzos para combatir la degradación judicial, su infortunada politización, con iniciativas puntuales a la reforma que el Estado debe construir y en la que al parecer está empeñado el actual gobierno; hilvanar un análisis sobre la necesaria independencia de las ramas del poder público; un examen al sistema electoral, su modernización tecnológica, la financiación de los partidos y movimientos políticos aspecto que tanto contribuye a la inseguridad jurídica y a la irrupción de la corrupción; propugnar por una reforma tributaria integral que el país, no los gobiernos de turno, demandan, sin desalentar la inversión extranjera, con justicia y equidad en la redistribución del ingreso y la indispensable tributación de los grandes capitales aún concentrados en pocas manos; el estudio de fórmulas para hacerle frente a la dramática situación fiscal causada por los bajos precios a nivel universal del petróleo; el cambio necesario de la política de hidrocarburos; el estudio sobre las injusticias e inequidades del régimen pensional colombiano, frente a las decisiones de las altas cortes, la fronda de intereses creados, el llamado carrusel, la corrupción advertida en estos eventos, la tesis de la sostenibilidad fiscal y los derechos adquiridos; la expresión de una posición jurídica, clara sobre el diferendo con Nicaragua, el incumplimiento de la sentencia de la Corte Internacional de Justicia, las consecuencias derivadas de la ruptura del archipiélago de San Andrés. Estas son apenas unas pocas sugerencias sobre lo mucho que puede estudiar la Academia para proponerle al país. Catalogo de actividades: En ejercicio de nuestras disposiciones estatutarias, seguiremos dedicados al “estudio, desarrollo y perfeccionamiento del derecho.” Tal como lo hemos venido haciendo en los años anteriores, ahora tratando de realizar el contenido de la propuesta de Marco Gerardo Monroy en su discurso de posesión hace diez años cuando dijo entre otras ideas: “La Academia no puede estar ausente de la problemática nacional y por tanto sería de enorme importancia programar conferencias sobre reformas y aspectos de interés general, Sería muy importante hacer un análisis muy de “puertas adentro” , sobre una revisión de las habituales actividades de la Academia para conseguir que sus objetivos sean mejor conocidos por la sociedad y le sirvan a ésta en forma real y efectiva.” Parte de los anteriores proyectos fueron cumplidos, como a todos nos consta, otros confiamos poder hacerlo de ahora en adelante. Para ello consideramos oportuno de manera previa, integrar unos Comités de Trabajo que cubran de manera global los contenidos estatutarios señalados en el Art. 3º y que en mi criterio, son los principios y predicados adecuados para hacerle frente a la crisis institucional en la que está desde hace décadas inmersa la Nación colombiana: “Defender la vigencia del Estado Social de Derecho, explorar la realidad del país, de la ciencia jurídica para garantizar la legitimidad de las instituciones y preservar la democracia, participar en los debates que incidan en la elaboración e interpretación normativa y jurisprudencial y, cuando estos se reflejen en los hechos o sucesos políticos, económicos o sociales, analizar el desarrollo de la legislación, proponer modificaciones, que considere oportuno introducir al derecho positivo colombiano y propender por la supremacía del Derecho, servir de órgano de consulta del gobierno en los términos de la ley 48 de 1898. la ley 55 de 1.964, las entidades de derecho público y la rama jurisdiccional cuando ellas lo soliciten, conceptuar por iniciativa propia o a solicitud de personas naturales o jurídicas de derecho público o privado, sobre cuestiones generales del Derecho o de las Ciencias políticas y Sociales, en tanto no se trate de emitir opiniones sobre casos concretos, organizar tertulias, foros, seminarios, congresos, cursos, sobre temas de actualidad jurídica o de interés cultural, científico, político, económico o social para la comunidad jurídica o del país, para lo cual podrá asociarse con Universidades, centros docentes y otras Academias.” Para actuar en consecuencia, procederemos a constituir los siguientes Comités de Trabajo para lo cual ya hemos consultado a algunos académicos y pensamos que a ellos se pueden sumar quienes se postulen, dentro de los quince días calendario a partir de la fecha o en su defecto, los que designe la Comisión de la Mesa, como son: Comité de Relaciones Públicas, Comité de Relaciones Institucionales, con la Rama jurisdiccional, Comité de Relaciones Legislativas, Comité de Relaciones Universitarias: Comité de Actividades Académicas: Comité de Capítulos Regionales, Comité del Colegio Máximo de Academias, Comité de Publicaciones: Comité de Finanzas, además del Comité de Candidaturas y Postulaciones y el Comité de reforma estatutaria. Considero de imperiosa necesidad acometer una reforma estatutaria, de manera puntual, solamente respecto de aquellos aspectos que ameritan ser reformados para darle agilidad a nuestra institución frente a la dinámica de la modernidad, pero dejando intactos sus fundamentos esenciales, la fuerza de la tradición y sus principios. Pienso que el período del Presidente, los vicepresidentes y demás personal directivo, debe ser de un año, reelegible solamente por otro año. Ello compromete la agilidad del trabajo administrativo y permite que la dirección de la institución sea más participativa. Soy de opinión de que las ausencias injustificadas de los miembros deben tener consecuencias como la suspensión temporal o definitiva. La Academia soporta una gran carga de ausentistas de más de veinte años y no nos parece justo que ello no produzca consecuencia alguna. Estamos convencidos que la actividad de la Academia debe ser cada vez más participativa en la vida nacional, tal como está consagrada en los estatutos, con amplia divulgación por los medios de comunicación, para lo cual podríamos contar con un asesor de prensa, radio y televisión como es usual en instituciones similares; es preciso que la Academia vuelva a realizar cursos, seminarios, diplomados conjuntamente con Universidades, no solamente en la ciudad de Bogotá sino en las diferentes sedes de los capítulos seccionales, para hacerla más visible, dándole cumplimiento a sus objetivos, y también buscando otras fuentes de financiación, como actualmente ocurre con otras Academias integradas en el Colegio Máximo, sin desvirtuar su carácter de entidad sin ánimo de lucro. Dentro del ejercicio de la libertad de pensamiento no debe haber temas vedados o que no se puedan tratar responsablemente. Todo depende de la claridad en la concepción y exposición de las ideas, siempre y cuando se sujeten a los objetivos estatutarios esenciales. Pienso que debemos continuar con reuniones quincenales, los días lunes, como está establecido y si según el calendario correspondan a un lunes festivo, entonces que la reunión se realice el martes siguiente, a la misma hora, a partir de las cinco de la tarde, a no ser que los académicos piensen en alguna modificación de este horario. También creo que las reuniones solemnes como las de ingreso o ascenso, entre otras, deberían seguir ocurriendo los jueves a partir de las seis de la tarde. Tenemos pendiente un homenaje a la memoria del Ex presidente Alfonso López Michelsen, la colocación de los óleos del ex presidente Belisario Betancur y del Maestro Antonio Rocha. Pienso que estos actos podrían realizarse entre Febrero y Abril del presente año. De la misma manera me parece que debemos rendirle un homenaje al insigne jurista Jaime Vidal Perdomo y colocar un óleo en nuestras instalaciones; seguir contando con conferencias de los académicos, en cada sesión de trabajo, sobre temas de palpitante interés y desde ya los exhorto para que se comuniquen con la Comisión de la Mesa para incluirlos en el calendario. De tiempo atrás tenemos pensado la realización de una reunión acá, en la sede de la Academia, con representantes de los Capítulos Seccionales, para lo cual sugeriremos un temario acorde con las más palpitantes inquietudes jurídicas y un foro a nivel nacional sobre la reforma de la Justicia y el Estado, dentro de la idea de seguir presentes en los análisis de nuestra patética circunstancia; para lo cual crearemos las comisiones que se encarguen de su desarrollo, ajustado a la realidad presupuestal. Ya incluimos en el presupuesto enviado al Ministerio de Educación estos dos eventos. De igual manera, es necesario acometer un estudio sobre la eventual indexación de la revista y la creación de un boletín como medio de divulgación de las actividades de la Academia. Así mismo, deberíamos acometer una revisión de la producción de libros en virtud de la cantidad de ejemplares que no han entrado en circulación y si constituyen, año por año, un “peso muerto” en nuestras instalaciones y subsidiariamente pensar en la utilización de los medios tecnológicos actuales como instrumentos de divulgación, además de la óptima utilización de la página web. Confío contar con el apoyo de los académicos dentro de estos propósitos, con su opinión crítica, sus ideas, iniciativas, observaciones y sugerencias, sus planteamientos objetivos, pensando siempre en la razón de ser de esta centenaria institución; el Presidente es solamente un “primus inter pares” un coordinador de actividades, un ejecutor de la voluntad general. Si pensamos de diferente manera, pero dentro de los mismos objetivos, en ejercicio de la controversia de opuestos pareceres, podremos lograr que nuestra Academia siga siendo faro fundamental del Estado de Derecho y una de las más insignes y vigentes instituciones de la vida nacional. Que Dios nos ilumine en este sublime empeño. Muchas gracias.