4. NUESTRO FULCRO: VERDAD Y REALIDAD1 Asistimos, por estos días, a la reedición finisecular del mismo debate que abrió el siglo XX, y que se constituyó en un punto de quiebre, y en un mojón de referencia, en el deslinde entre todo materialismo y todo idealismo; pero también definió fronteras entre la dialéctica (tal como la propuso el Marxismo) y toda metafísica. Escrito entre Febrero y Octubre de 1908 y editado en 1909, “Materialismo y empiriocriticismo”2, obra medular de Lenin en el terreno filosófico, retoma el debate que al interior del Partido Bolchevique plantearon los seguidores de Ernest Mach, un filósofo berkeleyano que —por estos días de furor postmoderno— es reconocido como el abuelo de las tesis fundamentales de Sir Karl Popper, de los cimientos de todo constructivismo, y de casi todas las vertientes de la llamada “Investigación cualitativa”, tal como la hemos ubicado en otros textos3. El asunto partía, en el tiempo de la polémica bolchevique, de la discusión de estas tesis solidarias, centrales en los fundamentos del materialismo dialéctico que, en nuestra indagación, hemos venido aludiendo4: “La existencia de las cosas independientemente de nuestro conocimiento. Fuera de nosotros, e independientemente de nuestro pensamiento existen cuerpos, cosas; nuestras sensaciones son imágenes (exactas o no) del mundo exterior” “Esa realidad puede ser conocida” “Hay que razonar con dialéctica, o sea, no suponer jamás que nuestro conocimiento es acabado e inmutable, sino indagar de qué manera el conocimiento nace de la ignorancia, de qué manera el conocimiento incompleto e inexacto llega a ser cada vez más completo y más exacto” La teoría inversa, sustentada por Mach y sus epígonos, es esta: “Los cuerpos son complejos de sensaciones”; “La realidad misma, en sí, no existe; sólo existe la realidad que cada sujeto construye en su pensamiento”. Lenin se remite a Marx y centra en su propuesta los ejes del debate materialista: “El problema de si al pensamiento humano se le puede atribuir una verdad objetiva, no es un problema teórico, sino un problema práctico. Es en la práctica donde el hombre tiene que demostrar la verdad, es decir la realidad y el poderío, la terrenalidad de su pensamiento. El litigio sobre la realidad o irrealidad de un pensamiento aislado de la práctica es un problema puramente escolástico”, dice, citando la segunda tesis sobre Feuerbach. Bogdanov, en su Empiriomonismo, había sentado una tesis seductora: el Marxismo implica la negación de la objetividad incondicional de toda verdad, cualquiera que ella sea; la “negación de todas las verdades eternas”. Obsérvese que no se trata aún de la postmoderna negación de la realidad objetiva, sino sólo de la negación de la “objetividad de toda verdad”. Pero, partiendo de ello, Bogdanov agrega: “la verdad objetiva [puede admitirse] tan sólo dentro de los límites de una época determinada”. Desde luego que, en esta afirmación, el autor parte de asumir que el conocimiento es histórico, cultural; afirmación que —como tal— puede asociarse con una postura central para cualquier posición que se reivindique del Marxismo. El planteamiento leninista, al respecto, apunta a diferenciar dos cuestiones confundidas en la formulación del machista: Texto presentado en un seminario de La Revista Pedagogía y Dialéctica, convocado entonces en la dinámica de la revista “Nueva Cultura”. Reelaborado en el contexto de la discusión generada en el proceso de la Especialización en Investigación y Docencia Universitaria de la FUNLAM. 2 LENIN, Vladimir. Materialismo y empiriocriticismo. En: Obras Completas, tomo 18. Editorial Progreso; Moscú: 1983 (Pág. 105) 3 VALLEJO OSORIO, León. Para insubordinar la mirada. CEID-ADIDA; Medellín: 1999 4. Ibid 1 “1) La pregunta por la existencia de la verdad objetiva, vale decir, la pregunta que inquiere por si puede haber en las representaciones mentales del hombre un contenido que no dependa sólo del sujeto (que no dependa ni del hombre ni de la humanidad). 2) Si las representaciones humanas que expresan la verdad objetiva pueden expresarla de una vez, por entero, incondicional y absolutamente, o sólo de un modo aproximado y relativo; vale decir la pregunta por la correlación entre la verdad absoluta y la verdad relativa.”5 Que la verdad es “una forma ideológica, una forma organizadora de la experiencia humana”, es la tesis clave de Bogdanov. Esta es, de otra parte, la misma que ilumina a buena parte de los epistemólogos actuales. De este modo, si la verdad es sólo una forma ideológica, no puede haber verdad independiente del sujeto. Y si la verdad es una forma de la experiencia humana, no puede haber verdad objetiva independiente de la mirada humana. Está Bogdanov, pues —dice Lenin— en el terreno del subjetivismo y del agnosticismo, su apuesta es Humismo puro. En realidad, hay aquí dos cuestiones distintas: a) El asunto de si algo es verdad o no lo es, sólo puede formularse y aparecer bajo la forma según la cual el fenómeno aludido resulta verdadero o falso para un sujeto, tanto en cuanto acontezca que tal fenómeno ha ocurrido realmente, o —por el contrario— éste no se ha efectuado. Esto compete a los sujetos, en cuanto una roca, por ejemplo, no se plantea el asunto de la verdad; la roca no conoce, por tanto no se pregunta “si lo que conoce” da cuenta o no de lo real. b) Pero de aquí no puede inferirse que la relación entre el fenómeno que ocurre en la realidad (y que tiene unas causas que operan en ella, independientemente de la conciencia que de tales causas pueda tener un sujeto) y el pensamiento con el que un sujeto da cuenta de ello, puede ser sólo un asunto que tenga que ver únicamente con lo establecido en el sujeto, de tal modo que “eso real”, y sus determinaciones, no cuentan. La afirmación que hace la ciencia en el sentido de establecer que la tierra existía mucho antes que la humanidad, es un verdad objetiva. Pero, si la verdad es sólo la organización de la experiencia humana, no podría ser “verdadera” la afirmación de la existencia de la tierra fuera de toda experiencia humana. Esto, desde luego podría embrollarse, relativizarse, si decimos y reconocemos como verdadera la afirmación de la existencia de la tierra anterior a la existencia del hombre, pero —a renglón seguido— declaramos que siendo cierto que la tierra existe desde antes de la existencia del hombre, sólo se puede declarar como falsa o verdadera la frase con la que se afirma una u otra cosa, frase que debe ser elaborada y propuesta por un sujeto. O que, también es verdad que sólo el hombre conoce y, por tanto, que el conocimiento implica necesariamente —en su carácter de falso o verdadero— la presencia explícita de un sujeto que afirma o niega algo que puede o no ser verdadero. De tal manera se razonaría: “ahora, es verdad que antes, cuando el hombre mismo no existía, ya existía la tierra; de tal manera que la tierra no comenzó a existir con el hombre, o por el hecho según el cual el hombre construyó la frase ‘la tierra existe’, o pudo pensar que la tierra existe. No es este pensamiento o esta frase lo que le confiere existencia al planeta tierra. Nuestro saber actual en el sentido de establecer que la tierra es un planeta no hace de la tierra un planeta; sólo podemos enunciar como verdadera esta afirmación: únicamente con la aparición del hombre fue posible que surgiera el conocimiento que establece que la tierra es un planeta”. Obviamente, que estas frases (“la tierra es un planeta”, o “la tierra existe”) son ahora verdaderas para el hombre; pero no significa que antes de su enunciación la tierra no existiera o no fuera un planeta, sino sólo que las frases que portan esas verdades son contemporáneas de su enunciación y no del momento en que la tierra, como planeta, comenzó a existir. Habrá quienes exigen este razonamiento, y lo encuentren adecuado. Pero este galimatías no tiene sentido, y no es necesario si nos remitimos a lo esencial: en general existe el mundo independientemente de si se le conoce o no. El mundo, que sí existe, se puede conocer; y el conocimiento que del mundo tenemos va siendo cada vez más exacto, en la medida en que podemos insubordinar la mirada6 e ir más allá de la evidencia, develando las determinaciones, las causas mismas de la ilusión que se presenta como 5 6 LENIN.. Ob. Cit. Pág 127. VALLEJO.. Ibid. evidencia... El conocimiento tiene un carácter histórico, se produce socialmente y carga con ello. Por eso no se puede confundir la verdad con la forma de la verdad o con la conciencia que de la verdad pueda tener el sujeto. A pesar de todo, el discurso seductor de Bogdanov continúa: “La base de la objetividad debe hallarse en la esfera de la experiencia colectiva. Calificamos de objetivos los datos de la experiencia que tiene la misma significación vital para nosotros y para los demás hombres (...) El carácter objetivo del mundo físico estriba en que existe no para mí personalmente, sino para todos y para todos tiene una significación determinada que, según mi convicción, es la misma que tiene para mí”7. Esta argucia es denunciada por Lenin. No es cierto que la existencia objetiva del mundo físico dependa del consenso de todos, y de que “para todos tiene una significación determinada que, según mi convicción, es la misma que tiene para mí”. No es cierto que el mundo físico existe porque existe “no sólo para mí personalmente, sino para todos”. En realidad el mundo existe independientemente de “todos”, o de que “todos” crean o acepten que existe, se pongan de acuerdo al respecto; o no lo hagan. Semejante idea Bogdanoviana, es —puesta en retruécano— la misma que establece que la “verdad es el consenso de los sabios”, tan en boga por estos días. Con un agregado: el cierto tufillo elitista que saca a los demás mortales del consenso necesario a la verdad. “El mundo físico, —insiste Bogdanov— es la experiencia socialmente concordada, socialmente armonizada, en suma socialmente organizada”. El mundo físico —riposta Lenin— existía en tiempos en que no podía haber ningún “carácter social”, ninguna “organización de la experiencia humana”, ningún consenso al respecto. Como se sabe, este debate entre Lenin y los machistas al interior del Partido Bolchevique, era la continuidad del debate de Engels con Starcke, a propósito de Feuerbach. “Qué relación guardan nuestros pensamientos acerca del mundo que nos rodea con este mismo mundo?”, es la pregunta que Engels formula lúcidamente, para poner esta cuestión sobre sus ejes esenciales. De este modo, el problema de la relación entre el pensar y el ser, entre el espíritu y la naturaleza, que Engels ubica como el problema cardinal de toda filosofía, pero sobre todo de la filosofía moderna, dividió las corrientes filosóficas, y a los filósofos mismos, en dos grandes campos: a) Los que afirmaron “el carácter primario de la naturaleza, y por tanto admitían la creación del mundo bajo una u otra forma” (...) formaron en el campo del idealismo; b) Los otros, “que reputaban la naturaleza como lo primario” figuraron en la diversas escuelas del materialismo.8 Así las cosas, el trabajo de indagación que se plante desde la Dialéctica Materialista está centrado en ubicar las tendencias y no en establecer o reconocer sólo datos empíricos, propuestos como resultados absolutos. La dialéctica establece que las leyes objetivas que gobiernan el mundo se entrecruzan y crean campos nuevos. Que, en sentido contrario a las leyes operan “acciones de réplica”, contratendencias que hacen que no sea una fatalidad el cumplimiento de un proceso, por sus pasos contados. Por eso la dialéctica materialista asume que las leyes que gobiernan la realidad son, en todo caso, tendencias. 7 8 LENIN. Ibid. Pág 129 ENGELS... Ob. Cit.