Marta y María. Iglesia casa de mujeres Conforme a una tendencia

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Marta y María. Iglesia casa de mujeres
Conforme a una tendencia comprensible de la espiritualidad intimista y monacal, este pasaje
se ha entendido por siglos como expresión privilegiado de un Jesús maestro que ofrece su
palabra interior a los contemplativos, para ayudarles en el crecimiento espiritual. Aquí
aparece uno de los grandes arquetipos de la historia, representada por dos mujeres, Marta y
María: ambas acogen al Señor, cada una a su manera; las dos le ofrecen lo que tienen: servicio
exterior, escucha interna.
Mientras iban ellos de camino, Jesús entró en cierta aldea; y una mujer llamada Marta le
recibió. Y ella tenía una hermana que se llamaba María, que sentada a los pies del Señor,
escuchaba su palabra. Marta, en cambio, estaba afanada (distraída) con mucho servicio; y
acercándose [a El, le] dijo: Señor ¿no te importa que mi hermana me deje sola en el servicio?
Dile, pues, que me ayude. Respondiendo el Señor, le dijo: Marta, Marta, te preocupas y estás
perturbada por muchas cosas; una [sola] cosa es necesaria; en efecto, María ha escogido la
parte buena, la cual no le será quitada (Lc 10, 38-42)
La interpretación tradicional de este relato resulta arquetípica y, por su misma fuerza
evocadora ha logrado imponerse desde antiguo: en ella se han visto reflejados y valorados los
devotos espirituales de cierto judaísmo (como Filón había destacado en su Vida
contemplativa), lo mismo que los antiguos pensadores griegos o los nuevos virtuosos de la
religión de oriente (hindúes, budistas, taoístas...).
Todos ellos han sabido y saben que en el principio de la perfección se encuentra la necesidad
de una vida interior, centrada en la escucha de la palabra del Señor. Desde este fondo se
iluminan varios rasgos de la escena: (1) Jesús Huésped. La tradición evangélica (cf. Mc 6, 613 par), re-elaborada por Lc (9, 1-6; 10, 1-11) sabe que la misión cristiana está vinculada con
las casas donde se recibe a Jesús o a sus mensajeros. (2) Las hermanas representan dos formas
de acogida buena, aunque una (la escucha) parece mejor que la otra (el servicio). En su mismo
enfrentamiento, ellas expresan las dos tareas principales de la humanidad: vida activa y
contemplativa, trabajo servil y liberal... (3) Jesús es Maestro interior, mesías que ofrece a los
hombres su Palabra. En esta línea se puede recordar la insistencia del judaísmo en escuchar y
cumplir la Ley, que los cristianos identifican con la vida y palabra de Jesús.
Todos esos elementos son buenos, pero Lc 10, 38-42 ofrece algunos rasgos que desbordan ese
enfrentamiento de acción-contemplación, para situarnos ante un dato nuevo, específicamente
cristiano, de presencia de Jesús y de complementariedad eclesial de sus discípulos. Desde ese
fondo queremos resaltar algunos rasgos del pasaje.
1. Servicio de Marta. De un modo normal solemos pensar en los trabajos de tipo doméstico:
limpiar la habitación del huésped, preparar la comida, servir la mesa. Así tomamos a Marta
como una simple criada. Pero el sentido principal de servir (diakonein) en el Nuevo
Testamento y sobre todo en Lucas es realizar una tarea ministerial en nombre de y por
encargo de la comunidad.
2. Dos mujeres que son toda la iglesia. La visión tradicional, patriarcalista, ha presentado a
Marta como servidora-criada (tareas materiales) y a María como contemplativa-pasiva
(escucha y ora en silencio). Sobre ambas mujeres, la criada y la monja pasiva, se eleva la
autoridad ministerial de los varones (sacerdotes) que realizan la tarea oficial de la iglesia.
Pues bien, esta visión destruye el mensaje radical del texto, que ha querido simbolizar en estas
dos mujeres al conjunto de la iglesia.
3. Marta y María son hermanas, pero más en línea eclesial que carnal (cf. Lc 8, 19-21; cf.
Hech 1, 15; 11, 29; 15, 3...); son servidoras o ministros de una comunidad cristiana que recibe
a Jesús (a sus delegados). Marta ha recibido a Jesús y se afana por realizar su servicio, aunque
el agobio de las muchas acciones puede separarle de la atención a la palabra en la que todas
esas tareas encuentran su cimiento (cf. Lc 6, 46-49). Por su parte, María escucha la palabra,
pero no con el fin de quedar callada, sino para cumplir lo que ha escuchado (cf. 8, 21).
4. Conflicto y complementariedad. No hay oposición entre servicio externo (acción) y
escucha interna (contemplación). El servicio (especialmente a los pobres) no es en Lucas una
tarea secundaria, subordinada a la contemplación, sino verdad y centro de todo el evangelio.
En ese fondo se sitúa la tensión del texto, que relacionamos con otro pasaje de Lucas (Hech 6)
donde se oponen y complementan los Doce (que ahora serian María) y los Siete (que ahora
serían Marta).
En un primer nivel, Hech 6 ha destacado la importancia de los Doce (que no pueden
abandonar la palabra por las mesas); pero en otro nivel ha ratificado los Siete, mostrando no
sólo que sus ministerios son inseparables (los siete son también predicadores), sino que la
Palabra sólo puede extenderse allí donde se mantiene el servicio a las viudas y a las mesas de
los pobres. Esos dos aspectos aparecen también en nuestro texto. Pero los matices cambian.
Hech 6 destacaba la importancia de los servidores frente a los contemplativos (ministros de la
Palabra). Por el contrario, Lc 10, 38-42 defiende a los contemplativos (María) frente a unos
servidores que parecen centrarse sólo en la organización social de la iglesia.
Desde ese fondo se entiende la respuesta de Jesús: «¡Sólo una cosa es necesaria, María ha
escogido la mejor parte!» (10, 41-42). No rechaza ni condena a Marta (no la expulsa de su
ministerio), pero le recuerda el riesgo de dispersión en que se encuentra: su afán por el
servicio (organización eclesial y perfección externa de las obras) puede separarle de la raíz de
la Palabra, de la fuente del Señor. Este es el peligro de unas obras que al desligarse de la raíz
del evangelio pueden convertirse en nuevo legalismo. María, en cambio, sabe que sólo una
cosa es necesaria: escuchar y seguir a Jesús y buscar el reino (cf. Lc 12, 31 y 18, 22; Mt 6,
33). Pero esa única cosa necesaria no puede entenderse en un nivel de pura contemplación,
sino de acogida total de Jesús-.
En ese sentido se añade que María ha escogido la mejor parte... (10, 42). No está condenada
como mujer al servicio que le imponen los varones, no es una esclava del sistema patriarcal o
del lugar que ocupa en la casa. He hecho una opción, ha escogido, en gesto personal que le
vincula con Jesús, a través de la palabra. Hay unos servicios que se pueden imponer. La
palabra, en cambio, no se impone, sino que abre un espacio de libertad y de acción para
María. Jesús respeta su elección y ratifica su gesto de escucha: de esa forma la valora. Frente
a la mujer persona-esclava de unas obras de servicio, impuestas desde fuera, ha destacado
Jesús a la mujer-persona que es capaz de dejarse transformar por la Palabra.
Marta y María simbolizan y encarnan así todas las tareas de la iglesia como casa donde se
acoge y escucha la palabra. En perspectiva patriarcalista (usual en otro tiempo) se podría
suponer que María sólo puede escuchar, de un modo pasivo y silencioso, sin decir luego
palabra (en la línea de 1 Cor 14, 34-35); por su parte, Marta sólo puede realizar servicios de
criada, sometida a unos varones que son quienes realizan los grandes ministerios eclesiales.
Pero esa visión de una escucha
que no lleva a la autoridad de la
palabra y de un servicio
puramente servil (no ministerial),
sin acceso a la Palabra, va en
contra del evangelio. Unidas en la
casa de la iglesia, Marta y María
son signo de todos los ministerios
cristianos, lo mismo que los Siete
y los Doce de Hech 6. Una iglesia
posterior que ha impedido que las
mujeres sean ministros de la
iglesia, haciéndolas solo criadas o
contemplativas de clausura, ha
ignorado este pasaje.
Xabier Pikaza, biblista
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