Acerca del concepto de ciencia y de teoría

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Acerca del concepto de ciencia y de teoría
Rafael Santiago Hernando*
Hay algo en común entre entonar canciones románticas sobre un país natal abstracto y realizar
ejercicios de optimización para una sociedad con una función objetivo arbitraria. Aunque ambas
actividades valen la pena y ciertamente son llevadas a cabo frecuentemente, me temo que este
trabajo no se ocupe de ninguna de ellas. El tema del presente estudio serán algunas cuestiones
epistemológicas relacionadas con los conceptos de ciencia y de teoría.
¿Qué es una ciencia?, ¿qué confiere al conocimiento el grado de científico?, ¿cómo avanzan
las ciencias?, ¿qué importancia tiene en este contexto la falsación?, ¿qué es una teoría?, ¿qué
significa conocimiento teórico?, ¿son necesarias las teorías en el conocimiento científico?, ¿qué
ramas del saber pueden considerarse científicas? Estas son preguntas que surgen con frecuencia,
y cuya respuesta no siempre se encuentra de modo satisfactorio. La ausencia de un consenso
general acerca de lo que es -o debe ser- el conocimiento científico constituye el punto de partida
de este trabajo, en el que se intentan contestar algunas de esas preguntas. En concreto, se trata de
delimitar los conceptos de "ciencia" y de "teoría".
El primer apartado muestra cómo determinados factores han reducido las cuestiones
centrales de la epistemología moderna a problemas metodológicos, y cómo hoy no existe un
criterio neto para discernir qué conocimientos son científicos, a la vez que ofrece una definición
de ciencia que se considera adecuada. El segundo apartado está dedicado al concepto de "teoría":
además de definirlo, se lleva a cabo una sistematización de sus elementos y se estudia su relación
con las leyes experimentales. Algunas ideas acerca del proceso de avance de la ciencia completan
este capítulo, y las conclusiones finales cierran el trabajo.
Sobre el concepto de ciencia y de conocimiento científico
Con el gran desarrollo de la física-matemática desde principios de siglo y las contribuciones
de la filosofía de Karl Popper -así como de otros pensadores-, las cuestiones epistemológicas han
pasado a ocupar un papel importante en el pensamiento intelectual actual. El problema consiste
en que, en vez de aclarar las cosas, parece que cada vez se oscurecen más. De la literatura actual
es muy difícil extraer una idea precisa acerca de lo que es la ciencia. Sin embargo, llama la
atención el hecho de que los diccionarios -incluso de bolsillo- ofrecen todos una definición
parecida: CIENCIA ES EL CONOCIMIENTO POR CAUSAS.
Etimológicamente, la palabra CIENCIA proviene del verbo latino scire, que significa saber.
Así, para los clásicos, la ciencia era el saber. Y, por tanto, debía haber algo que distinguiera el
conocimiento ordinario del saber. Todo saber (ciencia) es conocimiento, pero no todo conocimiento
es científico.
Nagel diferencia ciencia y conocimiento espontáneo por las siguientes características:
- el carácter organizado y clasificado del conocimiento científico;
- la mayor precisión de su lenguaje (indeterminación del lenguaje común);
- la formulación abstracta empleada en la ciencia, alejada de los problemas del vivir cotidiano;
- la aceptación por el sentido común de proposiciones sin evaluación crítica;
- "si bien el conocimiento que pretende poseer (el sentido común) puede ser exacto, raramente
es consciente de los límites dentro de los cuales sus creencias son válidas o sus prácticas exitosas".
En definitiva, resume Nagel, "el objetivo distintivo de la empresa científica es suministrar
explicaciones sistemáticas y adecuadamente sustentadas".
Lipsey afirma que las preguntas científicas deben plan- tearse de tal modo que pueda
"contestarse mediante la expe- riencia. Es esta manera de enfocar el problema lo que dife- rencia
las cuestiones científicas de las que no lo son".
Para Bridgman, el cometido de la ciencia (de las explicaciones científicas) "consiste
simplemente en reducir nuestros complicados sistemas a sistemas más simples, de tal manera que
reconozcamos en el sistema complicado el entrelazamiento de elementos ya tan familiares para
nosotros que los aceptemos sin necesidad de explicación".
Popper llegó "hacia el final de 1919, a la conclusión de que la actitud científica era la actitud
crítica, que no buscaba verificaciones, sino contrastaciones cruciales".
Finalmente, Feyerabend afirma que no existe criterio de demarcación que pueda separar la
ciencia de la no-ciencia.
¿Qué distingue, pues, al conocimiento científico del ordinario? Evidentemente, de las
opiniones anteriores sólo puede deducirse que no puede deducirse nada. Pero también es evidente
que el conocimiento científico es distinto del ordinario y, por tanto, debe existir algo que los
diferencie. La sensación que uno experimenta al enfrentarse con opiniones tan diversas acerca
de un mismo problema -y que no parecen guardar casi nada en común-, es de frustración y de
angustia: se puede incluso pensar -como hace Feyerabend- que la filosofía de la ciencia es una
de esas espúreas "disciplinas que no cuentan con un solo descubrimiento en su haber".
Esta ausencia de acuerdo en los planteamientos proviene, en buena medida, del entrelazamiento
de dos factores: (a) la reducción empirista del ámbito de la ciencia y, (b) el problema de la
inducción y de la certeza del conocimiento. Ambas cuestiones son tratadas en los párrafos
siguientes.
La reducción empirista del ámbito de la ciencia.
"Es mi opinión que los únicos objetos de la ciencia abstracta o de la demostración son la
cantidad y los números, y que todo intento de extender estos tipos de conocimiento superior más
allá de esas fronteras es pura ilusión y engaño. (...) Cualquier otro razonamiento del hombre se
refiere a hechos vitales (experiencias) o cuestiones prácticas; y estos, evidentemente, no son
susceptibles de demostración". "Si cae en nuestras manos cualquier libro (...) preguntémonos:
¿Contiene algún razonamiento abstracto que tenga ver con cantidades o números? No. ¿Contiene
algún razonamiento experimental relacionado con experiencias o cuestiones prácticas?
Entreguémoslo entonces a las llamas, pues no contiene otra cosa que ilusiones y sofismas
(engaños)".
El positivismo original de Hume, Locke, etc. redujo el conocimiento científico al empírico.
Desde entonces cobró cada vez mayor fuerza la distinción entre "ciencias" y "letras" (especialmente
la filosofía), como dos tipos de conocimiento absolutamente diversos. Más tarde, el positivismo
lógico contribuiría a profundizar en esta distinción: "Hay que demostrar mediante el análisis
lógico que toda proposición de la ciencia tiene sentido. (..) Las proposiciones (verdaderas o
falsass) de las ciencias fácticas son de esa clase. No hay problemas que en principio no puedan
responderse. No existe una filosofía como teoría especulativa, como sistema de proposiciones
por derecho propio al lado de la ciencia. Cultivar la filosofía sólo puede consistir en aclarar los
conceptos y las proposiciones de la ciencia por medio del análisis lógico". El positivismo lógico
considera que todo verdadero conocimiento se reduce a lo que puede verificarse experimentalmente;
todas las proposiciones son, o bien analíticas -aquellas cuya certeza depende de las definiciones
incluídas en las mismas-, o bien sintéticas -aquellas cuya certeza, si existe, se demuestra por el
recurso a la experiencia-. "Las afirmaciones sintéticas son significativas si, y sólo si, son
susceptibles, al menos en principio, de contrastación empírica". Esta profunda distinción hace
que hoy, en muchos ámbitos, sólo se considere como conocimiento científico el conocimiento
empírico: en numerosos lugares se aprecia cómo los autores tratan de evaluar, no lo que
constituye el conocimineto científico aceptable, sino qué es lo que hace que el conocimiento
empírico sea científicamente aceptable.
Todo lo anterior conduce a que los problemas de la epistemología moderna sean problemas
de método. En efecto, cuando sólo es considerado como científico el conocimiento empírico, la
cuestión de cómo acceder a la realidad -de cómo saber si lo que se conoce acerca del mundo físico
es verdadero o no- se convierte en el eje central de la reflexión científica. "Mi propio problema
era un problema de método. Después de todo, lo que yo había grabado originalmente en mi mente
era una exhortación a pensar, a proceder, de un cierto modo más que de otro".
No quiere decir lo anterior que las cuestiones metodológicas sean patrimonio exclusivo de
la ciencia empírica, sino que al reducirse la ciencia a su componente empírico, la cuestión central
sobre "qué hace que nuestro conocimiento sea científico" se reduce a "qué método hace que el
conocimiento empírico sea científico". Esto es lo que subyace en la muchas discusiones sobre
teoría de la ciencia.
Este es, pues, el primer factor que hace difícil establecer con nitidez un límite que separe el
conocimiento científico del que no lo es. Antes de continuar, es preciso aclarar que no se trata de
un factor "matemático" o determinista: como en todas las actividades humanas, el conjunto de
factores y elementos que confluyen en la cristalización de cualquier acontecimiento -científico,
cultural o social- es muy amplio, no pudiéndose asociar el efecto a una sola causa. Además, este
primer punto (el de la reducción del conocimiento científico a conocimiento empírico y, por tanto,
la limitación al estudio de problemas de método) sólo se puede apreciar en profundidad cuando
se entrelaza con el segundo factor mencionado al comienzo de este apartado: el problema de la
inducción. Con este nombre no se pretende designar un solo problema, sino un conjunto de
factores, que se pueden englobar de modo más preciso bajo el nombre de "el problema de la
certeza del conocimiento".
El problema de la inducción y de la certeza del conocimiento. La teoría del conocimiento
ordinario.
"Durante siglos, por conocimiento se entendió conocimiento demostrado; demostrado o bien
por el poder del intelecto o bien por la evidencia de los sentidos". La influencia de Hume y de Kant
en este punto, así como del racionalismo más puro, hizo que sólo se considerara como
conocimiento cierto el que es lógicamente demostrable. "Todo lo que caiga fuera del campo de
la lógica y de la aritmética finita" -afirma Popper- no es demostrable; por tanto, "hay que
abandonar la busca de la certeza, de una base segura para el conocimiento". De este modo, nunca
se puede probar que lo que conocemos es verdadero.
Intrínsecamente unido al problema de la certeza se encuentra el de la inducción, que,
expresado en términos del ejemplo favorito de Popper (que tomó a su vez de John Stuart Mill),
se puede enunciar del siguiente modo: "ningún número de observaciones acerca de que los cisnes
son blancos nos permitirá inferir que todos los cisnes son blancos". De modo más general: no
puede darse una demostración estrictamente lógica de enunciados universales partiendo de
enunciados particulares.
Hume ya se había ocupado de este problema: "no negó el hecho de que todos generalizamos
constantemente a partir de los casos particulares de nuestra experiencia por costumbre y por
asociación de ideas espontánea, pero lo que negó fue que tales inferencias tuviesen una
justificación lógica".
La pretensión racionalista de la certeza unida a la pretensión empirísta de reducir todo
conocimiento válido al empírico, conduce a la hermética conclusión de que no hay conocimiento
cierto. Hermética porque, si se aceptan los supuestos que fundamentan ambas pretensiones racionalista y empirísta-, no se puede salir de ella; además, tal conclusión no es fácilmente
aceptable, y llega a ser insostenible. ¿Por qué llevan esos supuestos a tal conclusión? Si la
inducción no permite dotar a las inferencias de justificación lógica -cosa que es cierta-, y sólo se
puede alcanzar la certeza por demostración lógica, es evidente que del conocimiento empírico el único que aparece como "significante"- no se puede obtener ninguna certeza. ¿Cuál es la
solución que queda en este caso? Como el único conocimiento válido es el científico, se termina
afirmando que todo conocimiento es hipotético o conjetural, que avanza "por ensayo y error", y
que "la verdad es el principal principio regulativo" en nuestro proceso de adquisición de
conocimiento.
Tanto Kant como Aristóteles sostenían que el conocimiento ordinario comienza por los datos
que nos proporciona la experiencia. Y es precisamente el conocimiento ordinario el que
constituye la base para el científico. Surgen problemas cuando se exige que todo conocimiento
válido tiene que ser demostrado deductivamente. Si se admite la existencia de lo real -Popper lo
hace: "comencé a acentuar (...) mi convicción de que hay un mundo real"-, y la posibilidad de
abstraer, se puede llegar a la existencia de algunos conocimientos ciertos. Es algo patente que no
todos nuestros conocimientos tienen este grado de verdad; de hecho, la mayor parte no goza de
certeza.
La certeza de las leyes físicas, de las que rigen el comportamiento de la naturaleza, no es
absoluta; el método hipotético-deductivo proporcionará en este caso un buen instrumento para
aproximarse a la realidad. Los ejemplos más claros son las teorías de alto grado de abstracción
acerca de aspectos de la realidad que no podemos observar directamente (y, a veces, ni siquiera
indirectamente): la posible existencia de determinados bosones -como el Higgs-, el conocimiento
exacto de la estructura atómica de la materia, etc.
En muchas ocasiones, también se emplea este método en el conocimiento ordinario: al recibir
el día de nuestro cumpleaños un regalo envuelto en un atractivo envoltorio, rápidamente
aventuramos las más audaces hipótesis acerca de su contenido; al palpar la forma del paquete, su
consistencia, etc., vamos concretando esas primeras aspiraciones, o las vamos sustituyendo por
otras. La contrastación definitiva -y con ella nuestra satisfacción o nuestro desconsuelo- viene al
abrir el regalo y comprobar cuál ha sido la generosidad y el buen gusto de quien nos hizo el
obsequio. En ese momento, la conjetura cede su lugar a la certeza.
En lo expuesto en los párrafos anteriores radica, al menos en parte, la falta de acuerdo y la
aparente confusión existente en la teoría de la ciencia. Y que no es sino manifestación de otra falta
de acuerdo más profunda: la que existe en las cuestiones importantes del pensamiento filosófico;
aceptar unas ideas u otras conduce a concepciones distintas acerca del mundo, del hombre y de
su proceso de conocimiento. La diversidad de teorías del conocimiento justifica la diversidad de
criterios para distinguir la ciencia de la no-ciencia.
El concepto de ciencia.
Concluida esta primera aproximación al problema del conocimiento científico, se propone
ahora una definición del concepto de "ciencia". Ciencia sería aquel conocimiento que trata de
conocer la realidad de modo sistemático y buscando las causas. Por tanto, lo que distingue el
conocimiento científico del ordinario es: [1] la exigencia de buscar causas; [2] la coherencia
formal -que no existan contradicciones en los razonamientos-; y [3] su carácter sistemático -que
se ajuste a un conjunto de reglas o principios enlazados entre sí-. Otras posibles diferencias (como
la precisiónn del lenguaje, etc.) son consecuencia de las tres notas anteriores, y no elementos
propios.
Antes de terminar esta primera parte del trabajo, es conveniente aclarar que de la definición
anterior no participan todos los saberes por igual. Hay conocimientos científicos de carácter
empírico y no-empírico; unos de carácter lógico-formal y otros más pegados a la realidad; unos
son más deductivos, otros de carácter más bien descriptivo; unos gozan de mayor certeza,
mientras que otros sólo pueden tratar de aproximarse a ella. En las ciencias experimentales, los
sistemas teóricos deben permitir que se extraigan consecuencias empíricamente contrastables; en
la medida en que esto sea posible, las ciencias empíricas gozarán de un instrumento muy potente
para alcanzar grados de certeza (o seguridad) mayores que los permitidos en otras disciplinas. La
certeza de las leyes físicas, las que rigen el comportamiento de la naturaleza, no es absoluta, por
lo que cualquier método que contribuya a incrementar esa certeza supone una ventaja importante;
y la posibilidad de efectuar experimentos controlables, repetibles cuando uno quiera, proporciona
a las ciencias experimentales una cierta superioridad metodològica.
Sobre el concepto de teoría y el avance de las ciencias
"Las teorías son redes; sólo quien lance cogerá".
Con esta frase de Novalis introduce Popper "La lógica de la investigación científica"; y
precisamente al estudio de las teorías van dirigidos los siguientes párrafos. La inquietud
intelectual del hombre de ciencia, que le lleva a preguntarse acerca del porqué de las cosas, se
encauza a través de la elaboración de teorías. Algunos autores han dicho que éstas son "libres
creaciones de la mente"; otros sostienen que surgen simplemente como respuesta a la pregunta
"¿por qué?". Afirma Lipsey que "todo lo que observamos en el mundo es una secuencia de
acontecimientos. Cualquier explicación que trate de ver la forma en que están relacionados estos
acontecimientos es una construcción teórica. Teoría es lo que utilizamos para poner en orden
nuestras observaciones con el fin de explicar de qué manera están relacionadas. Sin teorías
tendríamos una masa informe de observaciones sin ningún sentido. (...) Una teoría consiste en un
conjunto de definiciones explicativas del significado de cada uno de los términos y un conjunto
de supuestos acerca de cómo funciona el mundo. Habiendo definido los términos y establecido
los supuestos sobre el comportamiento, el paso siguiente es seguir un proceso de deducción lógica
para descubrir qué implican tales supuestos".
En este trabajo se define teoría como una construcción intelectual que trata de poner de manifiesto conexiones sistemáticas entre hechos aislados,
estableciendo determinados supuestos acerca del comportamiento del fenómeno que se estudia.
"Cualquier explicación que trate de ver la forma en que están relacionados los acontecimientos"
no es una teoría: la teoría debe incluir un modelo de comportamiento, un conjunto de supuestos,
que permita entresacar de la pluralidad de hechos concretos, algunas características generales o
comunes que definan el objeto de estudio, y que permita conocer su comportamiento.
Una vez definida, ¿cómo se articula una teoría? Nagel distingue tres componentes:
- Un cálculo abstracto, que constituye el esqueleto lógico del sistema explicativo y que
"define implícitamente" las nociones básicas del sistema. "Siempre es posible disociar los
términos no lógicos de una teoría de los conceptos e imágenes que normalmente los acompañan
e ignorar a estos últimos, de modo que la atención esté dirigida exclusivamente hacia las
relaciones lógicas que vinculan los términos. Cuando se hace esto y cuando se codifica
cuidadosamente una teoría de modo que adquiera la forma de un sistema deductivo, las
suposiciones fundamentales de una teoría no formulan más que una estructura relacional
abstracta".
- Unas reglas de correspondencia, que asignan un contenido empírico al cálculo abstracto,
"relacionándolo con los materiales concretos de la observación y la experimentación".
Estas formas de relacionar las nociones "teóricas" con los procedimientos de observación son
complejas y no responden a un único patrón. Ilustra Nagel esta idea con la teoría del átomo de
Bohr: tal teoría "asocia la longitud de onda de un rayo de luz emitido por un átomo con el salto
de un electrón de una de sus órbitas posibles a otra. En consecuencia, la noción teórica de salto
de un electrón se vincula con la noción experimental de línea espectral". Una vez introducidas
estas reglas de correspondencia, se pueden deducir leyes experimentales concretas.
- Una interpretación o modelo del cálculo abstracto. Las teorías no suelen presentarse como
un conjunto abstracto de postulados y de reglas de correspondencia; se suelen exponer mediante
nociones relativamente familiares.
Los tres elementos son necesarios, según Nagel, para que una teoría sea científicamente útil.
Aunque este esquema es acertado -quizás un poco sesgado hacia las ciencias físicas-, parece más
general (más amplia) la división de una teoría en:
- conjunto de postulados o axiomas.
- conjunto de reglas deductivas mediante las cuales, a partir de los postulados, obtenemos unos
teoremas.
- conjunto de métodos o reglas para verificar empíricamente el cumplimiento o incumplimiento
de los resultados de los teoremas.
La siguiente frase de Einstein resume buena parte de lo expuesto hasta ahora: "tan pronto
como una teoría sobrepasa el estadio más primitivo, los progresos teóricos no nacen ya de una
simple actividad ordenadora. El investigador, animado por los hechos experimentales, construye
más bien un sistema conceptual que se apoya lógicamente en un número por lo general pequeño
de supuestos básicos que denominan axiomas. A un sistema conceptual semejante lo llamamos
teoría".
Ni la anterior división, ni la de Nagel, responden a la formulación explícita de la práctica
científica real: las teorías no suelen presentarse de modo tan articulado, aunque siempre será
posible -si aquello a lo que nos enfrentamos es una verdadera teoría- distinguir sus postulados,
sus teoremas, etc. Debe también quedar claro que la forma de comprobar la validez de una teoría
no es única: dependerá del método concreto de cada ciencia.
Una vez analizado el concepto y la estructura de una teoría, es conveniente establecer la
distinción entre TEORIA y LEY EXPERIMENTAL.
Cuando se le atribuye a un enunciado el título de "ley experimental" no se quiere decir que
tal ley se basa en experimentos de laboratorio; del mismo modo un concepto "teórico" no designa
algo meramente especultativo y alejado de la realidad. "El título de 'ley experimental' -afirma
Nagel- significa simplemente que el enunciado caracterizado de tal manera formula una relación
entre cosas (o características de cosas) que son observables, en el sentido reconocidamente vago
de 'observable' (...), y que la ley puede ser convalidada (aunque sea con algún 'grado de
probabilidad') por la observación controlada de las cosas mencionadas en la ley". Cuando se dice
que un enunciado, o conjunto de enunciados, es una teoría, "lo que se pretende significar mediante
tal caracterización es, simplemente, que tales suposiciones emplean términos como'molécula'
que no desginan manifiestamente nada observable (en el sentido indicado antes) y que no es
posible confirmar las suposiciones mediante experimentos u observaciones de las cosas a las
cuales se refieren ostensiblemente estos términos" (NAGEL, La estructura de la ciencia, pg. 85).
El enunciado "el agua se evapora cuando es calentada en un recipiente abierto" es una ley
experimental, cuyo contenido es fácilmente "observable". Si ahora intentamos explicar la
evaporación del agua haciendo supuestos acerca de la constitución molecular del agua, entre las
premisas de nuestra explicación aparecen ya conceptos teóricos que no pueden ser "observados"
en el sentido en que es observable la temperatura del agua en ebullición. Se trata de una teoría
(o de una "ley teórica"); posteriormente vendrá la comprobación empírica, en la que tendremos
que tratar de "ver" la composición molecular del agua y su comportamiento. Lo importante es
que, a priori (al ver el agua en ebullición), nosotros no observamos el comportamiento molecular
del agua: tenemos que hacer algún supuesto "teórico" para intentar explicar el fenómeno.
Poner de manifiesto las características que diferencian a las leyes experimentales de las
teorías contribuirá a aclarar y fundamentar mejor la distinción:
1. La distinción más importante quizás sea que toda constante "descriptiva" de las leyes
experimentales está asociada a, por lo menos, un procedimiento explícito que permite referirla
a algún rasgo observacionalmente identificable. "Una ley experimental, a diferencia de un
enunciado teórico, posee invariablemente un contenido empírico determinado que, en principio,
siempre puede ser controlado por elementos de juicio observacionales obtenidos mediante esos
procedimientos" (pág. 88). Por tanto, siempre será posible obtener elementos de juicio directos
para una ley experimental. Y, ya que los términos básicos de una teoría no están asociados a
procesos experimentales definidos para su aplicación, "no es posible someter una teoría a una
prueba experimental directa" (pág. 80; se añade el subrayado).
2. Corolario de lo anterior es la posibilidad de plantear o proponer las leyes experimentales
como generalizaciones inductivas basadas en las relaciones que se dan en los datos observados.
Esto no sucede nunca en las teorías, según Nagel (pág. 89).
En algunos casos, las leyes experimentales han sido sugeridas por consideraciones teóricas
y, posteriormente, corroboradas por la experimentación directa. Pero "el punto esencial -afirma
Nagel- sigue siendo que no se considera establecida una ley experimental hasta que no se dispone
de elementos de juicio experimentales directos en su favor" (pags. 89,90).
Las leyes experimentales pueden ser explicadas por una teoría e incorporarse a su "armazón
de ideas"; pero, en cualquier caso, la ley incorporada sigue manteniendo dos notas: conserva un
significado propio, que puede ser formulado independientemente de la teoría, y se basa en
elementos de juicio empíricos (observacionales) que permitirán a la ley sobrevivir al abandono
de la teoría. Al contrario ocurre en el caso de las nociones básicas teóricas: no pueden ser
comprendidas si son separadas de la teoría concreta que las define (véanse págs. 90 y 91).
3. Finalmente, una ley experimental se formula sin excepción mediante "un solo enunciado:
una teoría es, casi sin excepción, un sistema de varios enunciados vinculados entre sí. Esta
diferencia obvia sólo es un índice de un hecho más significativo: la mayor generalidad de las
teorías y su poder explicativo relativamente más vasto" (pág. 93). Esta característica de las teorías
está relacionada con el hecho de que las nociones teóricas no están ligadas a hechos observables
definidos mediante un conjunto fijo de procedimeintos experimentales (también tiene que ver
con la compleja estructura simbólica de las teorías, que les dota de una mayor libertad para
extender su dominio a muchos ámbitos diversos). "A diferencia de los términos de las leyes
experimentales, las nociones teóricas usadas en las suposiciones básicas de una teoría no pueden
ser asociadas con cualquier idea experimental, ni con ideas experimentales que varíen de un
contexto a otro. La posibilidad de extender una teoría a menos fenómenos depende en
considerable medida, de esa característica de las teorías" (pág 107).
Esto contribuye a remarcar lo que se afirmaba anteriormente: que una teoría sólo será
científicamente útil cuando permita comprobar hasta qué punto es cierta (hasta qué punto
constituye una buena explicación de la realidad): es decir, deben conectarse las nociones teóricas
- mediante reglas de correspondencia- con propiedades que sean experimentalmente indentificables
con un conjunto de fenómenos.
Otra misión que cumplen las teorías es la de suministrar ideas y sugerencias para nuevas leyes
experimentales. Como un resumen de todo lo dicho, afirma Nagel que "una de las funciones más
importantes de una teoría es poner de manifiesto conexiones sitemáticas entre leyes experimentales
concernientes a fenómenos cualitativamente dispares" (pg.93).
El final de este segundo apartado lo constituyen algunos comentarios sobre EL PROCESO
DE AVANCE DE LAS CIENCIAS.
"Mi Logik der Forschung contenía una teoría del aumento del conocimiento por ensayo y
eliminación de error". Desde Popper, esta idea es común entre los científicos; no es posible
"fiarse" de ninguna teoría, ya que no se puede demostrar que sea verdadera: se debe preferir la
teoría mejor contrastada como punto de partida o base de acción. En otras palabras, como no hay
certeza, lo racional será elegir la mejor teoría, la teoría mejor contrastada. Esta actitud la lleva
Lakatos al extremo en el artículo ya mencionado, tratando de demostrar que el proceso de
elección es plenamente racional (para lo que aporta algunos ejemplos de la física moderna).
El punto de vista que aquí se sostiene es algo diferente. No parece que la ciencia avance
SOLAMENTE por ensayo error, ni que la elección de los científicos es racional. Respecto a esto
último, no existen reglas para el descubrimiento científico, del mismo modo que no las hay en
el arte. Kuhn y Feyerabend tampoco admiten tal racionalidad,haciendo hincapié en los aspectos
"sociológicos" del descubrimiento.
En cuanto al avance de las ciencias, éstas no avanzan por ensayo y error, sino "a golpe de
genios": es decir, hay revolución científica, avance, cuando aparece un "genio" que aporta nuevas
ideas, dejando admirada a la comunidad científica; las siguientes etapas de la ciencia consisten
en un intento de entender (y aplicar) las ideas del insigne innovador. Es en esta estapa donde sí
puede ser dominante el método de ensayo y error (no se niega que este método se utilice; lo que
se niega es que sea el motor de avance. Tal motor son los "genios": Einstein, Bohr, Kant, Marshall,
Pareto, Newton, Keynes, Aristóteles, etc.).
Conclusión
La ausencia de acuerdo que parece existir acerca de lo que es -o debe ser- el conocimiento
científico es el punto de partida de este estudio.
En la primera parte del trabajo se pretende estudiar por qué algunos conocimientos son
científicos y otros no; es decir, qué características confieren al conocimiento el grado de
científico. Para ello, se ofrece una definición de ciencia que se considera adecuada. También se
discute cómo las distintas concepciones acerca del proceso de conocimiento humano influyen de
modo decisivo en este problema: la influencia del empirismo y del racionalismo ha conducido
a un cierto reduccionismo en la concepción del conocimiento científico, a la vez que ha limitado
los problemas fundamentales de la teoría de la ciencia a cuestiones de método. Algunos
comentarios sobre el método hipotético-deductivo cierran esta parte del trabajo.
El segundo apartado incluye una definición del concepto de teoría, como construcción
intelectual que intenta poner de manifiesto relaciones sistemáticas entre hechos aislados,
estableciendo determinados supuestos acerca del comportamiento del fenómeno que se estudia.
Se analizan también los distintos elementos en que se articulan las teorías, y se establece la
distinción entre éstas y las leyes experimentales.
Al final de este segundo apartado se apuntan algunas ideas acerca del proceso de avance de
las ciencias, sosteniendo que avanzan "a golpe de genios".
Queda abierta la cuestión -que se deja para una ocasión posterior- de delimitar qué disciplinas
o ramas del saber pueden considerarse como científicas, tomando en cuenta las definiciones y los
conceptos expuestos en las páginas anteriores.
Referencias
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