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Andrés Cerisola
[email protected]
Ferrere Abogados
El nuevo “PECA” pisa fuerte
¿Esperanza para los
afectados por el Estado?
El valiente discurso de asunción de Gualberto Pérez Riestra como nuevo Procurador del Estado en lo
Contencioso Administrativo (o “PECA” como se lo conoce en la jerga) identificó, como pocas veces antes,
los problemas de la Justicia Administrativa. ¿Será posible solucionar problemas tan graves y complejos?
La historia de Tabaré
Fernández ilustra la gravedad del problema sobre el
cual el nuevo “PECA” puso
el dedo en la yaga.
Si a Tabaré Fernández
un socio le defraudó su
inversión planteará su demanda ante un Juez Civil.
Ofrecerá prueba. El Juez
oirá a su abogado y fijará
la agenda del juicio. Oirá
a los testigos, se le explicarán los documentos y
oirá los alegatos. El Juez
dictará sentencia con razonable conciencia de lo
que está haciendo. El que
pierda aún podrá plantear
a un Tribunal superior
los aspectos que cree que
el Juez apreció mal o no
tomó en cuenta. Y en algunos casos hasta podrá
pedir el amparo de la Suprema Corte de Justicia.
Tabaré Fernández podrá
no estar de acuerdo con el
resultado que logre, pero
habrá tenido acceso a un
proceso con garantías, y le
habrá visto la cara a quien
resolvió su suerte.
Si a Tabaré Fernandez,
en lugar de defraudarlo un
socio, lo hubiera embargado la DGI por tributos que
no debe, no contará con
ninguna de las garantías
de la Justicia Civil. Nada de
lo mucho bueno que destaca la Justicia Civil ocurre
en un juicio administrativo contra el Estado.
Se trate de una persona
abusada por el Fisco, de un
funcionario público mal
tratado, de una empresa defraudada en una licitación,
o de un director de banco
sancionado con ostensible
abuso, el afectado jamás le
verá la cara a los que resuelven sobre su suerte.
Peor aún, el Tribunal jamás verá a ninguno de los
que puedan ayudarlo a resolver con justicia. El abogado de Tabaré Fernandez
jamás interrogará testigos
con mínima libertad ante
el tribunal. Jamás podrá un
experto explicar a los jueces el significado de un documento. Y jamás podrán
sus abogados alegar frente a quienes resolverán, o
responder una pregunta
de los que decidirán.
Un Tribunal al que jamás se le verá la cara, que
puede dedicarle menos de
un día en promedio a cada
caso, y que -en el mejor de
los casos- leerá expedientes escritos que pueden
tener miles de páginas,
tomará decisiones que la
totalidad de los profesores de Derecho Administrativo consideran tardías,
sospechosamente favorables al Estado, y poco previsibles. En muchos casos,
una formalidad hará que
el Tribunal resuelva ni siquiera pronunciarse sobre
la disputa. Y, como si fuera
poco, la decisión –aún si
revelara errores nada improbables en un proceso
como el antes descriptono es apelable ante nadie.
Hace años que hasta
los propios Ministros del
Tribunal de lo Contencioso Administrativo afirman
que este estado de cosas
es insostenible. No obstante, nada ocurre para
proteger a miles de uruguayos víctimas de esta
falta de protección por la
Justicia.
Algunas de las mentes
más claras del país han
sostenido que es preciso
salirse de la tradición francesa que permite al Estado quedar “protegido” por
una Justicia paralela y “diferente” que la que rige las
disputas entre privados.
Sostienen que el Tribunal
de lo Contencioso Administrativo debe fusionarse con la Suprema Corte
de Justicia, y aprovechar
la nueva estructura para
crear “salas especializadas”. Sin ir tan lejos, todos los administrativistas
afirman que el sistema vigente es injusto, irritante,
y no propio de un Estado
de Derecho.
El discurso del nuevo
Procurador del Estado en
lo Contencioso Administrativo o “PECA” abre una
luz de esperanza en este
contexto desolador.
Jueces a los que se les vea la cara
El nuevo “PECA” demandó en su discurso la
creación de tribunales
de primera instancia. Su
posición, con la que todos concuerdan, es que
son indispensables jueces que conozcan la cara
de las partes, oigan a los
testigos, reciban explicaciones de los expertos, y
escuchen los alegatos de
los abogados.
Afirma que una vez que alguien resolvió con dichas
mínimas y elementales
garantías, debería inclusive existir la posibilidad
de apelar ante un tribunal
de apelaciones o el propio
Tribunal de lo Contencioso Administrativo.
¿Cómo alguien puede
imaginar en pleno siglo
XXI una justicia sin estos
requisitos?
Plazos más cortos para llegar a un Juez
El nuevo “PECA” afirmó
que es sustancial que se
facilite el acceso del ciudadano a defender sus
derechos. Esto no ocurre cuando el ciudadano afectado por un acto
ilegítimo tiene que esperar interminables plazos para siquiera aspirar
a que un Tribunal comience un también interminable proceso con
antiguas e insuficientes
garantías procesales.
El “PECA” exigió con elogiable claridad que se
deben acortar los plazos
que hoy bloquean el derecho de siquiera reclamar a la Justicia contra
el Estado (o hasta eliminarlos), y poner al Estado en mayor igualdad de
trato con el resto de los
mortales.
Sentencias que se cumplan
El “PECA” también sostuvo que es imperioso que
las sentencias que anulan decisiones ilegítimas
del Estado se cumplan.
Hoy, aún luego de “las 10
pruebas de Asterix” que
supone el proceso ante la
Justicia Administrativa,
las decisiones judiciales
tienen limitada eficacia
coactiva y la Justicia no
puede asegurar que sean
cumplidas.
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