REPÚBLICA ARGENTINA VERSIÓN TAQUIGRÁFICA CÁMARA DE SENADORES DE LA NACIÓN REUNIÓN DE LA COMISIÓN DE EDUCACIÓN Y CULTURA Salón Azul — H. Senado de la Nación 26 de junio de 2008 Presidencia de la señora senadora Osuna –– En el salón Azul del H. Senado de la Nación, a las 10 y 38 del jueves 26 de junio de 2008: Locutor. — Hacen su ingreso al salón el señor presidente del Honorable Senado de la Nación, ingeniero Julio César Cleto Cobos. Lo acompañan la señora presidenta de la Comisión de Educación del Honorable Senado de la Nación, la senadora nacional Blanca Osuna; la señora presidenta de la Comisión de Educación de la Honorable Cámara de Diputados de la Nación, diputada nacional Adriana Puiggrós; el señor ministro de Educación de la Nación, profesor Juan Carlos Tedesco, y el señor secretario de Políticas Universitarias, doctor Alberto Dibbern. — Se ubican en el estrado el señor presidente del Honorable Senado de la Nación; la señora senadora presidenta de la Comisión de Educación del Honorable Senado de la Nación; la señora diputada presidenta de la Comisión de Educación de la Honorable Cámara de Diputados; el señor ministro de Educación y el señor secretario de Políticas Universitarias. Locutor. — Damos inicio a la jornada inaugural del Foro Hacia una Nueva Ley de Educación Superior, que cuenta con el aval del Honorable Senado de la Nación, expresado a través la aprobación en la sesión del 7 de noviembre del año pasado, del proyecto de resolución que consta en el expediente 2.372/07, y en virtud del cual se encomienda su organización a la Comisión de Educación y Cultura, actualmente presidida por la senadora nacional Blanca Osuna. En este marco, el Senado de la Nación ha convocado a instituciones académicas, políticas y personalidades de diversos ámbitos de inserción, con el común denominador de un intenso compromiso con una educación superior de calidad, que proponga el desarrollo integral de las personas, de las comunidades y de la Nación en su conjunto. También la Cámara de Diputados de la Nación el pasado 11 de junio, aprobó la realización de un foro participativo a partir del mes de julio, mediante el tratamiento del Orden del Día 225/08. Asimismo, esta jornada cuenta con la participación de los señores legisladores del orden nacional de ambas cámaras; de autoridades de instituciones de educación superior, de universidades nacionales y privadas, de los ministerios de Educación y de Ciencia y Tecnología de la Nación, autoridades educativas de las provincias; especialistas en educación; y de docentes, investigadores y representantes de sindicatos de trabajadores docentes y no docentes de la educación superior. Agradecemos también la presencia de la prensa especializada en educación, y de los estudiantes de educación superior. Invitados especiales, señoras y señores: en primer lugar, y para dar la bienvenida e inaugurar formalmente las actividades, hará uso de la palabra la señora senadora nacional por la provincia de Entre Ríos, profesora Blanca Osuna, quien explicitará el sentido y los objetivos de esta convocatoria. Sra. Presidenta (Osuna). — Señor presidente del Honorable Senado de la Nación, señor ministro de Educación, señoras y señores senadores, señores rectores, señora presidenta de la Comisión de Educación de la Honorable Cámara de Diputados, señor secretario de Educación Superior de la República Argentina, señoras y señores académicos, señores ministros provinciales: realmente, es un gusto y una gran satisfacción para mí el poder tener este encuentro. Sé que hay, además, representación de organizaciones estudiantiles y de sindicatos docentes y no docentes. Es un orgullo y un gran desafío mantener el sentido de este encuentro, al mismo tiempo que en la Argentina, en este Congreso, se debaten cuestiones que hacen a un proyecto de país y de nación, los cuales, de algún modo, ratifican la envergadura institucional y la función genuina que en la democracia tiene este órgano. Agradezco especialmente a quienes hoy nos acompañan, que fueron invitados para dirigirnos la palabra. Me refiero, en primer lugar, a la señora Ana Lucía Gazzola —luego será presentada en particular—, de quien valoro el hecho de que, comprometida con el desarrollo de la educación superior en la región y en nuestro país y a pesar de tener muchas actividades, haya venido a la Argentina prácticamente por un día, para estar con nosotros. En segundo término, también agradezco al señor Abraham Gak, por su compromiso por la educación y por exponer un proyecto de país que todos queremos que se fortalezca. Además, resalto que no es hoy un día común para el Senado de la Nación. Esta mañana vamos a desarrollar el presente encuentro y, por la tarde, en coordinación con la Universidad de San Martín y con un grupo de senadores que han trabajado bastante con ellos, albergaremos a dos académicos que vienen abordando el tema de la universidad y del desarrollo del conocimiento de una manera realmente destacada. Van a poder estar con ustedes, por lo tanto, quedan todos invitados. Dejo planteada, de manera muy simple, algunas de las cuestiones que nosotros, como comisión del Senado, venimos receptando en este tiempo. Pongo ante ustedes algunas claves que denotan que en esta etapa, la Argentina ha ido consolidando fuertemente, en términos políticos e institucionales, la voluntad de entrar en una nueva instancia. En ese sentido, en el Congreso de la Nación hemos debatido y aprobado leyes fundantes que definen una nueva arquitectura normativa para la educación, como lo son las leyes de Financiamiento Educativo, de Educación Técnica y Profesional y la ya aprobada Ley de Educación Nacional. Todos tenemos presente que el desafío de abordar una nueva ley de educación superior para la Argentina, es el gran tema pendiente. Lo vamos haciendo a través de una coordinación entre el Poder Ejecutivo, el Ministerio de Educación y las dos cámaras. Pero también coincidimos plenamente en que una de las mayores responsabilidades que debemos asumir, es la de abrir y alentar todos los consensos necesarios y debates imprescindibles, para que podamos elaborar la mejor ley. Creo que hay una cuestión clave, que tiene que ver con esa búsqueda de sentido que tenemos que darle a esta etapa. En cuanto a los alcances que, según creemos, debe tener esta norma, podemos referirnos al desafío necesario de profundizar las articulaciones, tanto horizontales como verticales. Una articulación estratégica que ponga en cuestión la autonomía y que la fortalezca, pero que también dé sentido al concepto de autonomía responsable que ha empezado a instalarse fuertemente. En este año en el cual se cumple el 90 aniversario de la Reforma Universitaria, creo que de algún modo debemos hacer una profesión de fe de sus principios. Pero también somos conscientes de que es el momento de encausarlos en una etapa en que todos reconozcamos la necesidad de aportar a un proyecto nacional, no a un proyecto de un partido o de un gobierno. Aportar desde este debate a cuestiones claves y sustantivas, que ayuden a avanzar a la Argentina en mayores niveles de justicia, según los cuales la acumulación y distribución de la riqueza no sean consignas políticas vacías sino que, efectivamente, vayan definiendo un nuevo camino. Ese es el contexto en el cual vamos a transitar para definir una ley. Creo también que hay cuestiones que sería bueno poner en debate —para que nos animemos a disentir, asentir y acordar—, referidas al gobierno, a la educación, a la participación plena o a mayores niveles de participación, y a demás cuestiones pendientes que todavía tiene el nivel superior. De eso hablamos. No de una ley sólo para las universidades, sino de una que confirme lo expuesto en la Ley de Educación Nacional. Estamos pensando en una norma que integre a universidades, institutos e institutos universitarios, los cuales también tienen una complejidad que demanda respuestas complejas, pero que están integrados en un sistema educativo nacional. Creemos que hay otras cosas que también van a estar en el debate. Me refiero, en primer lugar, al financiamiento y a su transparencia en el uso y, en segundo término, a aplicar y a echar mano a todas las formas novedosas y democráticas que en esta última etapa en la Argentina, han ido instalándose como parte del fortalecimiento de todo lo que hace a las instituciones de nuestra democracia. Asimismo, estamos planteando otras claves que tienen que ver con el compromiso social del nivel superior y, en particular, de las universidades. Me refiero a ese “ida y vuelta” de demandas con los diversos estamentos del Estado: cuestiones pendientes en relación con la articulación con los gobiernos provinciales, con la realidad económico-productiva y, también, con el propio sistema educativo. En este Congreso hemos definido y estamos exhibiendo de cerca, las políticas que harán realidad la ampliación de la obligatoriedad y la mejora en la calidad de la educación en la Argentina. Entonces, debemos tener en cuenta el valor de las instituciones que ayudarán a lograr esa calidad y a fortalecerla, como la CONEAU. Seguramente, ese tema será parte del debate. No quiero abundar más, pues muchos de los presentes participaron en el encuentro regional de Cartagena, organizado por la IESAL. Y para los que no lo hicieron, hay una importante circulación de documentación que aportaron las instituciones del nivel superior en todos estos años y, en particular, en esta etapa reciente. Este documento que se ha elaborado en la conferencia de la IESAL es un insumo que, sin dudas, ayudará y abonará a este debate. Sean todos bienvenidos. Estoy infinitamente agradecida de que podamos, en esta etapa, habilitar este debate. Tenemos un compromiso con la Comisión de Educación de la Cámara de Diputados, de ir ajustando la coordinación de modo de abordar acciones de manera más coordinada y conjunta. Valoro que hoy podamos encontrarnos en este salón, para afirmar que la universidad, el nivel superior y las instituciones del nivel, aportan a la riqueza de la Argentina, a un bien público y social, a un derecho humano que hay que resguardar —y que vamos a cuidar—, y a una riqueza que también necesita ser distribuida con más equidad para la justicia de nuestro pueblo. (Aplausos). Locutor. — Luego de las palabras de bienvenida de la señora senadora nacional Blanca Osuna, como autoridad en el desarrollo de la política educativa en la República Argentina y a modo de encuadre inicial de nuestro foro, hará uso de la palabra el señor ministro de Educación de la Nación, el licenciado Juan Carlos Tedesco. Sr. Ministro de Educación (Tedesco). — -Señor vicepresidente de la Nación, señoras presidentas de las respectivas comisiones de Educación de ambas cámaras, señores colegas, señores rectores, amigos y amigas: creo que efectivamente estamos en un momento importante para dar este debate sobre la educación superior en la Argentina, que sin dudas es necesario y urgente. Es necesario porque las transformaciones que está sufriendo el campo de la producción y la distribución del conocimiento, hoy en día son tan profundas e intensas que obliga a revisar nuestras estrategias de producción y distribución de conocimientos. Ese es el factor central que define el resto de las modalidades de desarrollo de una sociedad. Tanto en lo personal como en lo colectivo, admitimos que el conocimiento es un factor fundamental. No es casual que las grandes batallas que se están dando en el mundo, estén relacionadas con la producción y la distribución de conocimientos. Entonces, esta es una cuestión urgente porque el Estado tiene una deuda con la sociedad en lo que respecta a adecuar las instituciones de la educación, y a superar estos dos enfoques con los cuales nos hemos manejado durante las últimas décadas. Ante estas transformaciones tan profundas, no deberíamos seguir utilizando los métodos y las estrategias neoliberales del mercado de las últimas décadas, porque han colocado a la producción y a la distribución del conocimiento en manos privadas, y en la lógica propia del mercado, porque a su vez, nos han impedido orientar a la universidad —y a la educación en su conjunto— hacia la construcción de una sociedad justa. Sabemos que la justicia social y la educación están íntimamente asociadas. Entonces, no habrá inclusión social, crecimiento económico, ciudadanía, equidad ni competitividad económica, si no existe una educación de buena calidad para todos. Por eso creo que este es un debate importante. Muchos de los problemas que enfrentamos no son legales. Es decir, las leyes conforman sólo una parte de la estrategia de la política educativa destinada a lograr este objetivo. La mayoría de los problemas de la educación superior y universitaria transitan por otras instancias de las políticas públicas. Sin embargo, es fundamental contar con un instrumento legal adecuado, apropiado y pertinente. Los temas que fueron evocados por la senadora Osuna están vinculados, por un lado, con la relación existente entre la enseñanza superior, el Estado y la sociedad y, por el otro, con lo cognitivo, lo pedagógico y lo específicamente educativo; cuestiones no menores en estos momentos. Debido a que el conocimiento es un fenómeno fundamental que se renueva permanentemente y a velocidades inéditas, nos exige una renovación constante de las estrategias específicamente educativas. No voy a hacer un análisis en profundidad al respecto; pero como sabrán, la educación no constituye sólo una etapa de la vida sino que tenemos que continuar estudiando a lo largo de toda la vida. En ese sentido, la formación universitaria debe apuntar a la metodología del aprendizaje, y a dar mucho más importancia a algo tan básico. Esto implicaría un cambio fundamental en las escalas de prestigio, que se basan en la premisa de que cuanto menos básico es, más prestigioso resulta. Debemos orientar los mejores recursos hacia los niveles de formación básica, para formar a los estudiantes en las nuevas tecnologías. No podemos ignorar este gran fenómeno ni sus efectos cognitivos. Toda la dimensión estrictamente pedagógica es fundamental en la educación, y es por eso que tenemos que poner a la universidad y a la educación superior, al servicio de la mejora del resto del sistema educativo. Para que nuestras universidades tengan un acceso masivo y de buena calidad, en primer lugar debería mejorarse la educación primaria y secundaria. En este aspecto, la universidad cumple un rol importante porque forma a los profesionales y produce los conocimientos que luego se distribuirán. En efecto, hay una temática fundamental que debe ser discutida. Insisto, algunos de esos resultados pueden traducirse en normas legales, y otros no; pero es bueno que lo debatamos. La otra dimensión de la discusión tiene que ver con la relación entre la universidad, el Estado y la sociedad, en la que la autonomía ocupa un lugar central. La Argentina tiene una rica tradición de autonomía universitaria que hay que mantener, fortalecer y adecuar a los nuevos tiempos en que la autonomía ya no significa independencia ni oposición al Estado. Precisamente, es el Estado el que tiene las perspectivas de largo plazo y puede planificar adecuadamente la expansión de la educación superior y definir hacia dónde va la sociedad. Por lo tanto, la universidad, desde su autonomía, desde la creación de pensamiento crítico y desde su independencia, debe vincularse con las necesidades sociales de un Estado democrático. Ya no estamos defendiendo la autonomía contra el autoritarismo o contra la represión estatal, sino que actualmente estamos en un contexto de democracia en el que el Estado representa los intereses generales. En ese sentido, es importante destacar que la universidad forma a las elites dirigentes de nuestro país. La responsabilidad que tienen las elites dirigentes hoy en día es central, ya que dentro de este nuevo sistema capitalista la inclusión social no va a ser un producto natural del orden social, sino un producto político, voluntario, consciente y reflexivo. No vamos a vivir juntos porque sea obligatorio; es decir, para incluir al excluido hay que querer hacerlo. Reitero, la responsabilidad de las elites dirigentes en el uso y en la aplicación de conocimientos científicos, técnicos y políticos es fundamental. Por lo tanto, considero que en todas las carreras universitarias, sea cual fuere la disciplina, la formación ética debe ocupar un lugar importante, no como un discurso o un conjunto de valores disociados de las prácticas profesionales, sino como un elemento fundamental en la formación de la conciencia ética y de la responsabilidad con que las elites dirigentes son formadas. Creo que el debate de estas estrategias tiene que ser amplio, participativo y democrático, en el pleno sentido de la palabra. Debemos garantizar la participación de todos para consensuar las estrategias de acción. A tal efecto, el Ministerio de Educación y las comisiones de Educación de ambas Cámaras deben cooperar para que el Poder Legislativo y el Poder Ejecutivo trabajen juntos en los foros de educación superior a nivel nacional y provincial. Queremos conformar un proyecto que refleje el mayor consenso posible, porque es lo único que va a garantizar continuidad en la aplicación de estas políticas. No podemos poner a estas políticas a merced de los cambios gubernamentales porque sean políticas de Estado. Esta ley será crucial para la sociedad argentina, porque implicará la construcción de justicia en lo que respecta a una economía competitiva con crecimiento, con distribución y con equidad. La educación es la única variable que impacta simultáneamente en tres aspectos: la competitividad económica, la equidad social y la ciudadanía política. Entonces, nuestra intención es que tengamos un debate amplio. Es preferible gastar un poco más de tiempo en el debate y lograr un producto de consenso, que apurarnos en el tiempo y obtener productos que no sean lo suficientemente maduros para la sociedad y para los diferentes actores. Muchos de los problemas que enfrentamos actualmente no son nacionales. Por lo tanto, creo que es necesario observar las actividades que se están realizando en otros países, particularmente en aquellos que conforman la región latinoamericana. En este sentido, la presencia de la señora Ana Lucía Gazzola en este foro es de gran importancia. Un problema en sí mismo que hay que discutir es el de la articulación de las universidades argentinas con el resto de las universidades latinoamericanas, porque la creación de conocimiento cada vez es un fenómeno más interactivo, y creo que como región vamos a poder competir en la producción de conocimiento mucho mejor que si lo hacemos aisladamente. Los científicos esto lo están haciendo, y tenemos que propiciar estas redes. En ese sentido, el debate y el aporte internacional son fundamentales. Por eso es que la presencia de Ana Lucía es muy importante. Aprovechemos sus contribuciones y que sirvan como insumos para todo lo que vamos a seguir produciendo en materia de discusiones, y de aportes públicos que nos permitan llegar a elaborar un proyecto de ley con el cual todos estemos identificados y nos comprometamos a aplicar. (Aplausos prolongados.) Locutor. — A continuación, hará uso de la palabra la señora presidenta de la Comisión de Educación de la Honorable Cámara de Diputados de la Nación, diputada nacional Adriana Puiggrós. Sra. Puiggrós. — Es muy importante que se realice este acto en el Senado de la Nación. Es un hecho que hay que celebrar, al igual que la presencia de personalidades representativas de los diferentes sectores de la actividad universitaria del país. Es muy interesante que haya sido invitada la doctora Ana Lucia Gazzola, puesto que ella nos podrá dar un panorama de la discusión que se está desarrollando en América latina. De hecho las diversas posiciones que se pudieron observar en el Congreso de Cartagena, muestran el campo de la discusión en la Argentina. A través de las consultas que viene realizando la Cámara de Diputados de la Nación desde el mes de marzo, hemos conversado con varios sectores sociales interesados en el tema, y ya hay algunas posiciones tomadas. En América latina se discuten diferentes posturas. Una es la de la articulación de la universidad con el mercado, profundizando y desvirtuando de alguna manera la idea de autonomía sentada por los reformistas de 1918, reconstruida y discutida a lo largo de 90 años. Creo que esta captura del concepto de universidad por parte del mercado, es una postura minoritaria en la discusión que se da hoy en la Argentina; pero es una apostura que le da fuerza en América latina y representa una discusión que hemos tenido desde hace mucho tiempo con algunos organismos como el Banco Mundial. La otra postura es la de la restauración de la antigua universidad, que respetamos. Pero quedó en evidencia en el Congreso de Cartagena, que hay una América latina que quiere mirar para adelante y busca un horizonte nuevo, un sistema de educación superior que realmente dé cuenta de la necesidad de mejorar la calidad y de incluir a todos, garantizando que los estudiantes terminen los estudios secundarios y tengan un lugar de educación superior, y que la pertenencia de las instituciones de educación superior —profundamente vinculadas entre sí— se defina como su relación profunda con la sociedad, como su comprensión de que las universidades públicas financiadas por el Estado son organismos autónomos y autárquicos del Estado nacional ,y que como tales deben cumplir con las funciones que les correspondan a través de la planificación del Estado. Y esto no es contradictorio con la libertad de cátedra —que debemos defender profundamente—, con la autonomía y el cogobierno. Esos son los tres principios reformistas que debemos enriquecer. El hecho de que hoy pueda estar con nosotros Ana Lucia Gazzola es muy importante para que nosotros podamos ver que esta no es sólo una discusión local, sino una perspectiva latinoamericana. (Aplausos.) Locutor. — Cerrando esta presentación institucional del Foro de Educación Superior, hará uso de la palabra el señor vicepresidente de la Nación y presidente del Honorable Senado de la Nación, ingeniero Julio César Cleto Cobos. Sr. Presidente del H. Senado (Cobos). — Prefiero hablar de pie siguiendo el consejo de un amigo que siempre me decía que hay que hablar de pie para que todos te vean, fuerte para que todos te escuchen, y ser breve para que todos te aplaudan. (Risas.) Creo que han sido más que claras las palabras de quienes me han precedido. Este es un ejemplo de cómo hay que abordar los temas cuando quiere debatírselos en serio. Aquí están presentes las presidentas de las comisiones de Educación de ambas cámaras, el ministro de Educación, el secretario de políticas universitarias, y muchos rectores y senadores, quienes más allá de la coyuntura que hoy les ocupa gran parte del tiempo, están presentes porque la Argentina merece recuperar el sistema universitario que supo tener hace mucho tiempo. Da la casualidad de que con el sistema universitario que tuvimos, la Argentina contaba con casi el mismo PBI de América latina, y el doble que el del Brasil. Por lo tanto, tenemos que recuperar nuestro sistema universitario, pues a diferencia de los otros, éste genera conocimiento; no sólo lo transmite, sino que también lo genera. En momentos de gran avance de la ciencia y la tecnología, en los que el conocimiento se duplica cada cinco u ocho años, ¿cómo debemos aunar los esfuerzos, optimizar los recursos o generar las estrategias conjuntas para que los resultados sean acordes con los cambios de época? Siempre escuchamos decir que la universidad se debe adecuar a los cambios; pero en realidad, es la que se debe anticipar a los cambios. El tema educativo es un problema, porque la mayor resistencia al cambio se da en ese aspecto. Cuando se termina de abordar los planes de estudio, parecería que se está en otra época. Siempre hay intereses para que tal o cual cátedra persista, o se agregue aquella otra. Transitamos una época en la que el avance de la ciencia y la tecnología supone agregar materias; y terminamos con carreras que duran aproximadamente siete años. La media la sabrán los rectores, y seguramente la duración dependerá de si se trata de las llamadas "ciencias duras", que son un poco más largas. Toda esta experiencia que hemos vivido debe servir para generar algo nuevo. No pongamos más parches. Aprendamos de la experiencia para no modificar una ley sino hacer una nueva ley de educación superior. ¿Y por qué es bueno? Porque esto arrastrará hacia otro nivel, al nivel medio. Fíjense que en el nivel medio y en el primario se han generado muchos programas. Y siempre digo que un programa es bueno porque viene a enmendar alguna falencia. Si hay un programa de reinserción escolar es porque alguien quedó afuera del sistema educativo. Si hay un programa de lectura es porque realmente no se está leyendo bien. Y si ustedes se fijan en la cantidad de programas que hay, me parece que ya es hora de decir que tenemos que hacer un nuevo sistema de educación. Porque no podemos tener tantas falencias. Esto nos debe hacer repensar muchas cosas. Por ejemplo, que la universidad es autónoma, es autárquica, pero que tiene también una responsabilidad en su administración. Y creo que hemos fallado. Lo digo por experiencia propia porque he sido decano en una facultad. Y los consejos de planificación regional no funcionaron realmente. ¿Cuál era su misión? Ver qué carreras necesitaba la región. Por ejemplo, puede ser que en una provincia tengamos cinco o seis carreras de abogacía, entre privadas y públicas. Debemos trabajar en ese sentido. Es muy importante, cuando hablamos del sistema de educación superior, distinguir que hay educación superior no universitaria y universitaria. Y ahí las provincias juegan un rol muy importante. Porque seguramente en los institutos de formación docente, los institutos terciarios – llamados así en la jerga más popular-, van muchos chicos a estudiar. Y ahí existe la posibilidad de articular también. Por eso, en esta metodología participativa y abierta que implementaremos, quedamos con las presidentas de las comisiones en recorrer las regiones, el país. Vamos a pedir opinión a quienes tienen la responsabilidad de administrar la educación superior no universitaria, que son los gobernadores y los ministros de Educación, para contribuir a este todo tan complejo y que no es fácil de resolver. Si me permiten un agregado más -y sé que en esto podemos extendernos mucho- quiero comentar lo siguiente. Soy un agradecido por haber podido llegar a la educación universitaria. Fue en una época donde los padres con estudios primarios, como era mi caso, se esforzaban porque los hijos estuvieran mejor que ellos. Eso era lo que se llamaba la movilización social ascendente. Y tuve que trabajar. Fui a una universidad de noche. Pero siempre sentí la necesidad de devolver lo que nos dieron muchos argentinos que permitieron que tanto yo como mucha gente pudiera ir a una universidad gratuita. Y por eso me esforcé en estudiar la manera de recompensar ese esfuerzo. Debemos dejar atrás el facilismo. A la universidad hay que ir a estudiar, y fuertemente. Y debemos saber que hay una sociedad que está, de alguna manera, sosteniendo el sistema educativo. Pero creo que podemos dar un paso más, algo más, y que quizá lo podemos llamar -este es un mensaje para los estudiantesresponsabilidad social universitaria, como por ahí me aconsejaba una senadora amiga, la señora Perceval. Ustedes abran visto que en las currículas tradicionales de tiempo atrás había un sistema fijo de materias. Había que rendirlas y punto. Después se flexibilizó un poco y se pusieron algunas electivas para ver si nos podíamos orientar un poquito más de acuerdo a la vocación que teníamos dentro de una carrera, donde después habría que tomar algún camino de especialización. Luego aparecieron los sistemas de créditos con seminarios y pasantías. Un alumno no solo rendía materias sino que a lo mejor debía realizar un trabajo de investigación, el cual se ponderaba y equivalía a tantos puntos o créditos. Creo que hay muchos chicos que no pueden llegar al sistema universitario, que están trabados a lo mejor en su educación media o primaria. Qué bueno sería que los miles de chicos que están en el sistema universitario pudieran guiar a uno de esos chicos, o bien contribuir con sus conocimientos a trabajar en centros de salud o ayudar a la gente de cooperativas para ayuda mutua a los barrios; eso sería bueno para los que estudian ingeniería o arquitectura, como es el caso mío. Quiero contar una experiencia muy positiva que hicimos en mi provincia cuando tuve el honor de conducirla como gobernador. Hicimos un programa que se llamó Servicio Cívico Voluntario. Había chicos que limpiaban vidrios, que habían desertado, que estaban en la calle. Y comenzamos con veintiséis de ellos en un programa que se llamó “En un lugar mejor”. No teníamos dónde ponerlos y fuimos a la IV Brigada Aérea, que tiene una escuela, y ahí les dimos un oficio, comida, una beca. Y nos animamos a hacer algo más grande, el Servicio Cívico, con dos modalidades. Una de ellas era ocupando las instalaciones ociosas del ejército, que son un montón -talleres de costura, de mecánica, de electricidad, de pintura, de carpintería- y que estaban ahí, vacías. Entonces hicimos un convenio. El ministro de Defensa era el doctor Pampuro. Siempre estaba esto de las Fuerzas Armadas… Y esta era una forma de integrarlas también, a través de la educación. Fíjense que así pudieron egresar 4200 chicos en tres años, a los cuales les cambió la vida. Porque se les dio la modalidad educativa de octavo y noveno año en un sólo ciclo lectivo, se les dio un oficio y se los sacó de la calle. ¿Pero qué hicimos? Sabíamos que otros chicos de la misma edad estaban en el sistema universitario. Y propusimos a los rectores y a los centros de estudiantes esto que les estoy comentando ahora. Que fueran de tutores de esos chicos. Por ejemplo, los que estudiaban ciencias económicas los ayudaban a presentar un currículum, que por ahí no sabían hacerlo. Educación sexual se las darían los estudiantes de medicina. Y era muy bueno ver a chicos de la misma edad con situaciones distintas, tratando de sortear esas diferencias de oportunidades que la vida y las circunstancias les dieron. En ese sentido me parece que puede ser un tema para debatir y que deberíamos incluir este tema de la responsabilidad social universitaria. Si yo fuera estudiante, realmente lo haría con toda satisfacción. Ya he dejado de ser breve. Entonces simplemente quiero agradecer la presencia de todos ustedes. Creo que vamos a realizar un muy buen trabajo. La Argentina debe pensar que está formando parte estratégica de una América latina integrada. Y nuestro sistema también tiene que estar en sintonía con los de los otros países, porque hay una movilidad de intercambio muy interesante. Y por sobre todas las cosas, hay que seguir manteniendo los principios de gratuidad y de igualdad de oportunidades que nos diferencian de otros países, pero siempre sabiendo que hay que hacer mucho esfuerzo para poder recibirse en nuestra universidad y que tiene que ir acompañado de una calidad indiscutible. (Aplausos.) Locutor. — Luego de las palabras del señor vicepresidente de la Nación, contando ya con el marco institucional de este foro “Hacia una nueva ley de Educación Superior”, en breves instantes se dará paso a las sesiones de exposición y de debate con especialistas. Agradecemos la presencia de las autoridades del Poder Ejecutivo y del Poder Legislativo nacional. (Aplausos.) Queremos recordar a los participantes que cuando ingresaron se les dio un papel para que completen con sus datos; no olviden hacerlo y entregarlo para que se les pueda enviar las conclusiones de este foro. Los invitamos a tomar un café en el salón contiguo y en unos diez minutos daremos comienzo a las sesiones de exposición y de debate con especialistas. — Son las 11 y 16. — A las 11 y 45: Locutor. — En este tramo de la jornada se han de realizar dos conferencias a cargo de los especialistas convocados, abriéndose luego un espacio para las preguntas y el diálogo con los participantes. Se estiman unos veinte minutos por cada exposición, para incluir también las preguntas del público asistente en caso de que las hubiere. A los amigos participantes les recordamos que vayan apuntando por escrito las preguntas para poder entregarlas al equipo de apoyo, el cual oportunamente las recogerá. Rogamos, además, tengan a bien identificarse con su nombre en cada pregunta En esta ocasión, ha de coordinar y moderar la señora senadora nacional por la provincia de Mendoza, licenciada María Cristina Perceval, Sra. Perceval. — Sin dudas que esto representa una enorme alegría para mí. Uso esta palabra con la connotación que tiene la posibilidad de permitirnos pensar, imaginar y construir democráticamente una visión y conceptualización de la necesidad y urgencia de construir una nueva ley de educación superior y universitaria. Sobre todo, la necesidad y urgencia de pensar y rehacer un sistema educativo que no solamente se conjugue y sea equivalente con buenas palabras — como justicia, inclusión y calidad—, sino también con otras más fuertes como compromiso, coherencia y consistencia. Representa una gran alegría para mí ver a las legisladoras Adriana Puiggrós y Blanca Osuna trabajando conjuntamente. También me genera ese sentimiento, el descubrir rostros de amigos y amigas que no sólo me enseñaron el capítulo de la educación, sino también a pensar desde el mundo en una sociedad más justa. Ellos son Elvira Romero, una enorme pedagoga de la Argentina, y el señor Tedesco, quien siempre está propiciando la innovación de este desarrollo y el desafío del conocimiento científico y tecnológico. En primer lugar expondrá el doctor Abraham Leonardo Gak, quien ya avisó que los tiempos para él son como los relojes de Dalí. Vamos a tratar de cumplir con los veinte minutos; sin embargo, no proscribiré su libertad de hablar algo más. El señor Gak fue integrante del Comité Científico del Doctorado de Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Entre Ríos; director del Área de Proyectos Estratégicos de la Facultad de Ciencias Económicas; director del Proyecto Estratégico Plan Fénix de la Universidad de Buenos Aires, plan gracias al cual muchos argentinos y argentinas le estamos inmensamente agradecidos. Es un prestigioso intelectual argentino, conocedor y actor principal de nuestra realidad educativa. Sr. Gak. — Por naturaleza soy trasgresor, pero voy a tratar de ser puntual. En primer lugar, agradezco enormemente esta posibilidad. Nunca me imaginé que iba a estar sentado en el Senado de la Nación, ante un público tan prestigioso y, obviamente, capacitado en los temas que vamos a tratar. De modo que estoy inmensamente agradecido. Me siento obligado a aclarar que en estos días se ha cumplido el 90 aniversario de la aparición del Manifiesto Liminar para la Reforma Universitaria, que tuvo lugar en el año 1918, en Córdoba. Estoy seguro de que los brillantes jóvenes — y en especial Teodoro Roca— que hicieron esos documentos fantásticos, no pensaron que cincuenta años después, en las calles de París iban a estar discutiéndose muchos de los principios que ellos plantearon. Creo que menos aún se imaginaban que noventa años después, estaríamos acá sentados recordándolos y asumiendo una especie de responsabilidad hereditaria a efectos de que el pensamiento reformista produzca otro documento de ese estilo, otro manifiesto liminar pero sujeto a otras condiciones. Los criterios con los que se planteó la reforma de 1918 —obtenidos muchos de ellos— han quedado ya como aspectos insuficientes de la demanda. Estamos frente a una situación diferente. Tenemos que enfrentar no sólo la modernidad y el desarrollo fantástico del conocimiento, sino también situaciones sociales que nos comprometen enormemente. Simultáneamente, asumimos una responsabilidad como país al decidir que la enseñanza media es obligatoria para todos los jóvenes. Esto va unido a la serie de leyes que se han ido sancionando, quedando esta última del “paquete educativo” que tiene particular importancia. Muchos son los temas fundamentales que van a tener que decidirse con el proyecto que, en definitiva, se está considerando. Me parece que esta decisión compartida tanto por la comisión específica de la Cámara de Diputados como por la del Senado, de abrir a una discusión amplia con la calma y la voluntad de aunar opiniones, es algo fundamental. Creo que esta es una ley que hay que actualizar, pero que no tiene la urgencia acabada como para acelerar su sanción, evitando una decisión a fondo y meditada. Esta es una ley que va a servir para el después, para los próximos diez, veinte o treinta años, en un área que es, como lo señalaron la senadora Osuna y el ministro de Educación, fundamental. Asumir hoy que todo chico de cero a dieciocho años esté en el sistema educativo, significa desafíos enormes en muchos aspectos. Tal vez el principal sería la erradicación definitiva del trabajo infantil, y señalar que nuestro ideal es que los chicos de cero a dieciocho años tienen que estar en la escuela, ya que es el lugar en el que tendrían que estar la mayor parte del tiempo posible. Ese desafío no es solamente numérico. Es decir, no solamente buscamos la incorporación de millones de nuevos estudiantes, sino también la necesidad de brindar y, obviamente, de incorporar la excelencia como requisito fundamental. Los índices de las encuestas, en cuanto a comparaciones con otros países, no nos colocan en un lugar privilegiado. Por lo tanto, estamos en dificultades serias provenientes de varios andariveles. Uno de ellos, indudablemente, es la problemática social, que hace que muchos chicos crezcan en condiciones sumamente desfavorables, lo cual marca casi definitivamente sus posibilidades de cambiar de situación. En la medida en que tengamos millones de ciudadanos por debajo de la línea de la pobreza, y dentro de ellos, un porcentaje enorme en esa circunstancia, sería necesario para modificar la situación, una conjunción enorme de acciones por parte de todos nosotros. La diputada Adriana Puiggrós me señalaba en una reunión, que la educación primaria quedó instalada en la Argentina casi treinta años después de que la ley fuera promulgada. Nosotros ahora tenemos incorporado un desafío igual o mayor: que todos los chicos pasen por la escuela secundaria; queremos que todos los chicos ingresen en la educación inicial. Esto significará el aporte no solamente material y de infraestructura, sino también una formación de docentes acorde para ese desafío; y en un número extraordinario. Y si a estos objetivos le agregamos la voluntad de que el número de estudiantes que accedan a los estudios superiores crezca, tenemos entonces un desafío aún mayor. Dentro de estos desafíos, y siendo esta una ley que debería ser el paraguas de todo un proceso de acción del Estado, me parece que es imprescindible evaluar todos sus aspectos. Principalmente, debería ser una ley que permita modificaciones sustantivas al sistema. Para ceñirme solamente a algunos aspectos fundamentales, no me da la sensación de que haya un cierto acuerdo respecto del tema de la autonomía: en qué medida se mantiene y en qué medida tiene que relacionarse con las responsabilidades sociales que tiene la universidad. Creo también que las universidades públicas tenemos instalado un sistema de carreras disciplinares que es obsoleto. Hay que tratar de encontrar un mecanismo que permita que puedan organizarse las universidades bajo otros sistemas de control. La ley tiene que actuar en ese sentido. Ni siquiera creo que la organización en departamentos cumpla con ese objetivo. Habrá que pensar en otro tipo de organización, que permita funcionar la interdisciplina de una manera mucho más efectiva. La discusión de la gratuidad de los cursos de grado me parece también que está, de alguna manera, saldada; pero creo que la norma tiene que ser absolutamente clara en ese sentido. Se nos abre una discusión sobre si los estudios de posgrado deben ser también gratuitos. Al respecto, tengo aquí los proyectos — por lo menos, los que se habían presentado hasta hace poco tiempo—, pero creo que hay algunos nuevos. En eso no hay casi discusión. La discusión se presenta sobre la gratuidad o no de los posgrados. En cuanto a este punto también me parece que debemos mirar las necesidades futuras que vamos a tener. De modo que creo que hay que dividir los posgrados en dos tipos de actividades: por un lado, los posgrados de formación típica para la enseñanza y la investigación y, por el otro, los posgrados que califican, certifican, mejoran o especializan la capacidad que tienen los estudiantes. Creo que el primer grupo, el de los estudiantes de posgrado que van a dedicar su esfuerzo a la investigación y a la docencia —como los doctorados y demás—, debería ser también incorporado como una actividad gratuita porque tenemos que fomentar la creación de nuevos recursos humanos. Si no lo hacemos, no vamos a poder atender ni el desafío de la escuela secundaria ni el de la universidad, ya que queremos también que esos estudiantes que cursen su escuela secundaria, puedan terminar sus estudios superiores. Si no tenemos los recursos humanos ni los mecanismos de actualización del conocimiento en esos sectores, no podremos continuar; quedará todo en la puerta de las disposiciones legales, pero en realidad no va a ser la pertinente. En cuanto al financiamiento, creo que la ley debería tener una clara disposición en el sentido de que el financiamiento del Estado es, en el caso de las universidades, para las públicas. Esto debe estar clara y categóricamente expresado, para que no haya ninguna duda sobre ese tema. Obviamente, habrá que controlar, e incorporar esto al sistema universitario privado. Pero el eje fundamental de la acción del gobierno tiene que estar en las universidades públicas. La cuestión de la evaluación puede zanjarse razonablemente bien a través de consensos importantes. Tal vez se dé la discusión sobre su composición con relación a qué peso tienen las propias universidades en el organismo de evaluación. Pero independientemente de la evaluación interna que debería tener cada universidad, contar con la evaluación de un organismo externo que dependa del Estado sería fundamental. En este sentido, considero que hay que sostener el reconocimiento que actualmente tienen. Uno de los problemas por los que navega actualmente todo el sistema universitario, es la posibilidad de que cada región o jurisdicción pueda tener una masa docente que permanezca allí; que esté en el lugar. En la actualidad, una buena parte de los docentes de las universidades del interior son viajeros; es decir, viajan desde la Capital o desde algún otro centro hacia las distintas universidades. No es este solamente un problema de costo de traslado —eso sería menor—, sino que esta situación impide un vínculo estable y permanente entre los alumnos y sus docentes. Por otra parte, uno se pregunta qué mecanismos tendría que haber para el control de la auditoría, tanto de la gestión como académica. Me parece que la salida apropiada sería darle esa prerrogativa a la Auditoría General de la Nación, que depende del Parlamento, Me parece que debería saldarse esa situación para, por un lado, sostener y mantener el concepto de autonomía y, por el otro lado, para darle la responsabilidad al Parlamento de verificar, controlar y auditar la gestión de las universidades. Finalmente, voy a referirme a la vinculación que tienen los institutos de formación docente con las universidades. Este es un tema muy complejo, que no ha sido saldado en nuestro país porque las universidades como tales, son autónomas y autárquicas, pero los institutos de formación docente en general no lo son. Por lo tanto, habrá que buscar una coordinación entre ambas instituciones educativas; tarea que no será fácil pero que me parece importante. Asimismo, debemos facilitar la posibilidad a los egresados de los institutos de formación docente para que puedan acceder a estudios superiores en la universidad, sin que esto constituya un pase traumático. No puede ser que un egresado de un instituto de formación docente tenga que iniciar todas las asignaturas de la carrera, porque desea avanzar y obtener una certificación superior. Además, tenemos que avanzar decididamente para que los maestros y los profesores de las escuelas primarias y de educación media tengan una formación universitaria. Debemos trabajar juntos para plasmar estas cuestiones en forma definitiva y evitar que en los concursos, un egresado con título de una universidad, tenga una calificación menor que la de un egresado de un instituto de formación docente. Por último, creo que dentro de la estructura curricular de los planes de estudios, tanto de los institutos de formación docente como de las universidades, debería existir un espacio absolutamente obligatorio destinado al trabajo social. Así como nosotros afirmamos la gratuidad de la enseñanza, considero que los egresados deberían participar obligatoriamente en trabajos sociales, acordes con la disciplina o con el conocimiento que hayan desarrollado. En el panorama actual, en el que alrededor de 15 millones de personas de entre quince y sesenta y cinco años no han terminado la escuela secundaria, tenemos una formidable masa de trabajo para encarar este problema, ya que no me resigno a pensar que este tema se resolverá biológicamente. Me niego a pensar en esa posibilidad. Creo que debemos hacer un gran esfuerzo, porque es un tema que hay que encararlo de distintas maneras, y dentro de la formalidad que tenemos respecto de estudios de enseñanza primaria y media. En efecto, es imprescindible hacer algo para resolver esta cuestión, porque ya estamos en el siglo XXI y una gran parte de la ciudadanía argentina no posee los conocimientos mínimos para desarrollarse. Estamos condenando a nuestros ciudadanos a trajinar en tareas no reconocidas o en trabajos informales, sin ningún tipo de seguridad ni posibilidad de desarrollar un futuro. Habrá que pensar en qué medida se puede coordinar esta cuestión, y en qué medida las escuelas tendrán que trabajar con los alumnos y con los padres de los alumnos para paliar esa situación. No podemos ignorar este desafío, porque hay 15 millones de personas que no han podido acceder a la educación secundaria, y muchos de ellos ni siquiera a la educación primaria. Se trata de prácticamente el 40 por ciento de la población activa del país. Es una cifra difícil de aceptar, ya que refleja en qué medida el sistema educativo ha venido fallando. (Aplausos). Sra. Perceval. –– Agradezco al doctor Gak y a la señora Gazzola por estar presentes. Ana Lucía Gazzola fue rectora de la Universidad Federal de Minas Gerais durante dos períodos, y hoy es directora del IESAL/UNESCO. Ha titulado su presentación con tres conceptos desafiantes: Universidad, cooperación internacional y diversidad. Así como debemos tener en cuenta el importante papel que ocupa el conocimiento, también hay que reconocer que la universidad pública está en una situación en la que el mercado ha avanzado despiadadamente y, consecuentemente, tiene que lidiar con corporaciones y no con otros estados. De hecho, en varias oportunidades hemos presentado temas relacionados con la educación superior en la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual. Creo que el conocimiento es un bien y un derecho humano que está fundando y construyendo no solamente el respeto a la diversidad, sino también a la necesidad de la cooperación. Precisamente, desde la Comisión de Defensa estamos trabajando en cooperación con el Brasil para construir conocimientos de producción para la defensa, en un tema sensible como es la cooperación en energía nuclear con fines pacíficos. No podemos ser sospechados dentro de la región, ya que estamos en una zona no proliferante. Entonces, es interesante analizar estos tres conceptos. La universidad actualmente está inmersa en un mundo globalizado en el que los intereses cooperativos tienen como objetivo la construcción privada del saber. La cooperación internacional constituye un camino estratégico de fortalecimiento de un modelo nacional y de una instancia regional. Por último, con respecto a la diversidad, quiero comentarles que la Convención sobre la Diversidad de las Expresiones Culturales de la UNESCO, ha sido ratificada en el Congreso de la Nación. Creemos que es el camino a construir. Por último, quienes hemos leído y comentado las reflexiones de la Declaración de Cartagena, no tenemos más que agradecer la participación de la señora Ana Lucía Gazzola en este debate. Sra. Gazzola. –– En primer lugar, quiero agradecer a la senadora Osuna por la invitación. En realidad, arribé al país ayer, y mañana mismo regreso al Brasil porque voy a recibir el título más importante de mi vida, ya que la Universidad Federal de Minas Gerais me ha reconocido como profesora emérita, lo que para mí es algo muy importante. (Aplausos). Desde que salí de la universidad pública, federal y gratuita, siempre fui una persona que luchó por la enseñanza pública y gratuita en todos los niveles. Y estoy totalmente de acuerdo con el profesor Gak cuando nos dice que hay un tipo de posgrado que podría estar fuera de eso. Nuestros países no pueden sobrevivir soberanamente si no tenemos una fuerte educación superior pública y gratuita en las carreras de las maestrías y los doctorados. Los datos que poseemos acerca de la situación en América latina y el Caribe dejan muy en claro la relación entre estos sistemas públicos y gratuitos, de gran calidad de enseñanza e investigación. No hay ninguna duda de que sin eso, nuestros países no tienen ninguna chance. No podemos tener una inserción competitiva en el escenario globalizado, si no disponemos de una fuerte universidad de calidad. Esto lo asocio al carácter público y, también, a la dimensión de la obra pública. Pero esa no es la posición de la UNESCO. No tiene posición propia, sino que responde a sus estados miembros, que son 193, y a su Conferencia General. No existe una posición de la UNESCO, sino la de la mayoría de la Conferencia General. De todas formas, la UNESCO nunca ha dejado de defender a la educación como bien público, aunque individualmente, miembros abiertos de la Organización deben percibir contradicciones internas importantes. Desde América latina hemos realizado una fuerte defensa de la educación como bien público en el organismo internacional. La Declaración de Cartagena ha dicho con todas las letras que la educación es un bien público, un derecho social universal y un deber del Estado. Y ha alertado a los gobiernos de la región sobre los riesgos y la perversidad de incluir a la educación y a la educación superior, en los acuerdos de la Organización Mundial del Comercio, que tiene una importancia política extraordinaria a nivel mundial. Es muy fuerte que en una Conferencia patrocinada por la UNESCO y el ministerio de un país como Colombia, se firme una declaración de esta naturaleza. Si tenemos contradicciones dentro de un país, y conflictos entre un gobierno y otro, imaginemos qué puede pasar a nivel internacional con todos los intereses puestos en la universidad superior como un negocio multimillonario. Uno de los mayores negocios internacionales es el de la educación superior. No tengamos ingenuidad, esa es la lucha; la lucha por el concepto de educación como bien público, y por una universidad y educación superior que responda a las sociedades del futuro y no al mercado. El mercado es una dimensión de la sociedad que no se puede ignorar; pero el mercado no es la sociedad. Hay que tener esta posición política muy clara, la cual, si no viene de América latina, no vendrá de ningún lugar, porque los intereses Asia son otros, las necesidades de África son otras y el papel de Europa y de los países industrializados de América es distinto. Si no viene de nosotros, no vendrá de ninguna parte. Estoy muy satisfecha por el resultado de la Conferencia de Cartagena. El trabajo de la UNESCO es un trabajo de concertación, y tenemos que apostar a las convergencias posibles. Puedo convivir con la realidad de que se respete el sistema privado, pero sólo lo puedo hacer si el sistema privado actúa como servicio público. Todos los actores de buena fe son necesarios para el avance de la educación superior. Mi país es el peor ejemplo de lo que ha pasado en términos de desequilibrio entre el sistema privado y el sistema público. Hoy Brasil tiene apenas el 27 por ciento de los cupos universitarios en el sistema público. Pero es el sistema público el que responde por el 87 por ciento de posgrado, y por la investigación del país. Brasil es el único país de nuestra región que aplica más del 1 por ciento del producto bruto interno, y el más consolidado en términos de doctorados; tiene el 45 por ciento de los doctorados de la región, pero 15 millones de analfabetos. Por lo tanto, mi país es un emblema de las contradicciones de la región, y de los desequilibrios que han ocurrido cuando se abrió un sistema privado sin control de calidad, ni políticas de Estado. Pero me di cuenta de que era feliz y que no lo sabía, porque cada uno de nosotros mira la realidad de su país, ve a los de enfrente; y cuando uno habla mal, tiene que referirse a su país en primer lugar, porque todos tenemos que tener una convergencia. Son sorprendentes los últimos avances en la educación superior de América latina y el Caribe. Hay avances increíbles en educación superior; pero hay tragedias mucho más grandes. Hay tres países de nuestra región que responden por el 55 por ciento de la matrícula: Argentina, Brasil y México; y dichos países responden por el 70 por ciento de los posgrados. O sea que podemos decir que sin Argentina, Brasil y México, no hay posgrados en América latina y el Caribe. Respondemos por la casi totalidad de los doctorados, por la mayor difusión científica y por el avance que ha hecho la región en cuanto a producción científica internacional. Para esos tres países eso es muy bueno. Hemos avanzado mucho a pesar de nuestros dirigentes; pero aún así, esos tres países no avanzaron mucho en educación superior ni en posgrado. En el caso del Brasil, las matrículas en el posgrado representan menos del 3 por ciento de las matrículas de la educación superior y, en México, el 6 por ciento. Eso es completamente insuficiente para el desarrollo sustentable. Aquí están reunidos quienes tienen que reconstruir el sistema nacional de educación superior y transformarlo; aun con las enormes contradicciones internas como las que apunté, de Brasil; aun con la ventaja de la gran cobertura que tiene la Argentina, de las más expresivas en América Latina y el Caribe. Pero también tiene la mayor deserción de América latina y el Caribe. Nuestros avances traen inherentemente nuestras contradicciones. Hay una pensadora francesa que dijo que cada uno de nosotros tiene el vicio de sus virtudes. Una persona muy intensa, en general es muy intempestiva. Una persona muy serena, en general podrá ser menos dinámica. Es verdad. En nuestros avances están nuestras debilidades también, porque somos sociedades todavía muy contradictorias. Y el proceso de construcción de la institucionalidad es muy reciente y, por lo tanto, muy frágil. Pero aun con todo eso debemos reconocer que avanzamos bastante y eso es una responsabilidad. Creo que Argentina, Brasil y México principalmente, pero también Colombia, Venezuela, Chile y Costa Rica, los países que más avanzaron en educación superior, tienen una responsabilidad con la región. Y sería bueno que a veces descoláramos la mirada de nuestros conflictos internos y viéramos cómo funciona nuestra actuación en la región. Sería bueno que un país como el mío, con su espacio continental, alguna vez se diera cuenta mejor de su responsabilidad con la región. Criticamos tanto el colonialismo y el neocolonialismo, pero lo practicamos entre nosotros en nuestra región; adentro de los países, de las capitales a las provincias; concentramos la educación superior en las capitales y en las regiones más desarrolladas; mantenemos una universidad que todavía es muy elitista; descalificamos los otros tipos de educación superior sin comprender su papel estratégico en la diversidad de los sistemas que debemos construir. Y nosotros, gente de universidad, cedemos muchas veces ante lo que considero los dos principales cánceres de la universidad: el conservadorismo por un lado y el corporativismo por el otro. (Aplausos) Y con el mayor respeto a las corporaciones de las cuales también soy parte, una institución no es la suma de las corporaciones. Una institución es un proyecto que tiene una misión, que tiene valores y una delegación social. Eso es una universidad y una institución de educación superior. Y si nosotros no enfrentamos eso, no hay ley de educación superior que nos pueda ayudar a construir el futuro. No hay marco normativo suficiente si no cambiamos nuestra cultura. En ese diálogo entre el Parlamento, el Legislativo, el Ejecutivo, las instituciones, las legítimas representaciones de las corporaciones que son parte de la institución, el objetivo debe ser crear una nueva cultura. Una cultura que no tenga miedo a rever procedimientos, que no tenga miedo a la diversidad y a la diversificación; una cultura responsable con la construcción de un proyecto de Nación a futuro y con una integración regional, que hoy es un sinónimo de madurez política, que nos permitirá avanzar de manera más acelerada. Creo que hemos superado la década más triste, en la que el Banco Mundial convenció a muchos de nuestros gobiernos de que la educación básica de calidad es para nosotros y la educación superior es para los países desarrollados. Durante casi toda mi vida universitaria hasta hace muy poco tiempo, educación superior no estaba en la agenda política. No era para nosotros, los países en desarrollo; era para los demás y nosotros consumiríamos los doctorados a los cuales mandaríamos a nuestra gente para que incluso después muchos no retornen. Eso cambió. Esta reunión emblematiza eso. Y cambió cuando tuvimos 16 delegaciones de gobierno en Cartagena. Y ese cambio se notó cuando Brasil decidió llevar la Declaración de Cartagena al Consejo Nacional de Educación para que se apruebe en nivel nacional como política. Y cambió también cuando Venezuela decidió asumir la Declaración de Cartagena. El Ministerio la está distribuyendo y todas las instituciones están buscando las acciones que puedan expresar los principios políticos de dicha declaración. Estamos viviendo cambios. Y el hecho de que la educación superior hoy sea reconocida como un ítem importante de la agenda política, que trae a los vicepresidentes y a los ministros a esta casa, que reúne a senadores y a diputados, que reúne instituciones y sindicatos, es un cambio fundamental. Y yo, sinceramente, no esperaba verlo con tanta intensidad en mi vida académica. Eso caminó menos rápido de lo que deseábamos, pero más rápido de lo que esperábamos. Y eso es bueno. Pero tenemos que descolarnos un poco también solo de nuestros países. Porque al hacerlo y mirar la región estamos viendo a nuestros países. Porque los problemas que tenemos son diferentes en su escala, pero no en su naturaleza. Para mi sorpresa, en este período no hay un único problema en educación superior que no exista en todos nuestros países. Pero hay diferencias de escala. Cuba erradicó el analfabetismo. Brasil tiene 15 millones de analfabetos. La cuestión del analfabetismo es un problema regional. Tenemos países que crecieron en el doctorado y otros que no tienen ni uno. Algunos no tienen ni una universidad, ni una institución de aseguramiento de calidad. La Argentina tiene el CONEAU ya con doce años, consolidado, con un papel importante. México tiene 6. Y quien tiene 6 no tiene ninguna. Porque no se sabe quién está asegurando la calidad de qué. O sea, tienen tantas instituciones que tienen el mismo problema de los que no tienen ninguna. Hay una heterogeneidad enorme en la región. Pero hoy ya no se discute, primero, que universidad y educación superior son políticas de Estado. Segundo, que ese es un instrumento estratégico para el desarrollo sustentable. Tercero, que no habrá desarrollo si no es sustentable, económico, humano, social y cultural. Cuarto, que la educación es un derecho de todos y todas. Y en todos los niveles a lo largo de la vida. Quinto, que es, quizás, en el país que hizo la Reforma de Córdoba tan mencionada aquí como debía ser, pero mencionada en el Documento de Cartagena como una referencia para toda la región… Porque el hecho de que la Reforma de Córdoba sea referencia aquí es lógico, pero que sea para toda la región y que esté reafirmada en la Declaración de Cartagena es muy importante. Porque creo que los valores de dicha reforma no se han realizado integralmente ni en la Argentina ni en ningún otro país. Porque no se puede. Es una construcción permanente. Avanzamos y reculamos. Y hay mucha diversidad. Es un proceso de construcción permanente. Y el hecho de que la reforma de Córdoba esté mencionada en la Declaración es muy importante. Pero no sería el momento de una nueva. Y si fuese ese momento, ¿qué sería esa nueva reforma de la educación superior? Voy a darles mi opinión como una persona de universidad y que hoy transita en un nivel menos nacional que el que lo hacía antes. En primer lugar, para mí una reforma de la educación superior debe tener como principio, educación como bien público, derecho social y universal y deber del Estado. Y debe tener como estrategia, la conciencia de la educación como política de Estado. Cuando visité Haití y vi que mi país comandaba la Minustah, la misión de paz, salí de allí absolutamente… Fue una experiencia distinta de cualquier otra que haya tenido. Por un lado, por la agudeza de la crisis de posguerra, pero por otro lado, por la dignidad y la capacidad de reconstrucción. Entonces fui a hablar con el ministro de Educación de mi país y le dije: “ministro, Brasil tiene una responsabilidad doble con Haití, porque la principal misión de paz es la educación. O hacemos un trabajo por la educación o no estamos haciendo nada.” Creo que si como región no asumimos el problema de Haití como de todos, estaremos muy mal. (Aplausos) Respecto de la segunda cuestión —una nueva reforma de educación superior—, se dio una visión sistémica de educación. La educación superior tiene que ser parte integrante del sistema. Tenemos responsabilidad con la calidad de la educación básica. Tenemos responsabilidad con la formación de profesores. Es imposible tener una educación básica de calidad sin instituciones de educación superior de calidad que, además, tomen la educación básica como su responsabilidad, porque no son los únicos actores. Esa es una cuestión fundamental. La educación es a lo largo de la vida; la segmentación en etapas es sencillamente metodológica, pero tenemos que reintegrar, reorganizar la educación como un sistema. La segunda cuestión importante de la reforma creo que es la cuestión de cobertura, acceso y permanencia. Ya les di los datos. La cobertura en la Argentina es de las mejores de la región si se toman los datos brutos, pero cuando se asocia a los datos de deserción la cuestión tiene que ser reanalizada. Pero, de cualquier manera, aquí se ha avanzado mucho en el acceso. En mi opinión, es mejor que entren y que deserten a que directamente no entren. Si yo comparo la Argentina con Brasil no tengo cómo no reconocer que, con todas las pérdidas que hay de personas que dejan la universidad, el hecho de que hayan tenido la chance es un avance político importante. Pero hay que estudiar los mecanismos de permanencia. Hay que entender las razones de la deserción y hay que buscar establecer mecanismos de permanencia, que van desde los de carácter social hasta los de carácter académico. Porque, porque el problema —según muestran tantos especialistas— no es solamente social. La permanencia está muy asociada a la capacidad de la institución de educación superior de dar seguimiento académico al estudiante, mucho más que a su origen social y a su situación económica. Hay innumerables estudios que indican eso. Entonces, los mecanismos de permanencia de carácter social y de carácter académico son fundamentales; eso es lo único que garantizará incursión a largo plazo. La otra cuestión sería la innovación pedagógica. Creo que el profesor ha hablado de la innovación en la estructura organizacional de las instituciones. ¿Será que los departamentos son hoy el mejor modelo? Pero tampoco hay que demonizar el departamento. ¿Será que necesitamos de nuevas culturas institucionales en las que el tránsito entre disciplinas se haga de manera más fácil? Está muy de moda hablar de interdisciplinas, etcétera, y no hay nada más disciplinario que la universidad, y es mucho más fácil hacer cooperación internacional que hacer cooperación con el colega de la sala de al lado, lamentablemente. Porque cuando caemos en el aula de la misma universidad surgen todas las cuestiones feudales, de territorio y demás. Nosotros tenemos una profesión narcisista. Nos gusta hablar, seducir. Es un problema. El profesor es un seductor, y eso dificulta un poco la cooperación entre pares con el vecino, porque el vecino está en competencia directa con nosotros. Tenemos que crear una cultura de cooperación intrainstitucional y extrainstitucional. La otra cuestión es la de la calidad. Yo no tengo miedo de la palabra “calidad”, pero estoy totalmente en contra de un sentido reductor de la calidad. Porque calidad es un consenso, calidad es una construcción de un colectivo. No existe calidad a priori. Calidad es lo que nosotros vamos a consensuar como calidad. Y para mí la calidad tiene que ser ubicada; ella tiene que estar al servicio de la transformación. La calidad tiene que ser pertinente. Tampoco tengo miedo de la palabra “pertinencia”, porque el problema no está en los conceptos sino en el uso que hacemos de ellos para propósitos políticos diversos. Pero pensar un sistema en el que la calidad tenga que ver con los sentidos sociales de la pertenencia, con el sentido social de la delegación que recibe la universidad para cumplir un determinado objetivo, con visión de futuro cualesquiera que sean las variables del presente, es extremadamente importante. El hecho de que la asociación entre calidad y pertenencia hoy se dé en América Latina es un avance político de América Latina, porque en otros lugares no se da. En otros lugares se insiste en trabajar en un ranking de calidad, en donde uno o dos indicadores ordenan las universidades excluyendo la complejidad de la acción universitaria. ¿Cuál sería la mejor institución a juicio de ustedes: Harvard o una pequeña universidad argentina que se haya transformado en un vector de desarrollo local y que trabaja de manera clara para la inclusión, para el desarrollo local y para el desarrollo regional? Son diferentes conceptos de calidad, y uno no es más o menos legítimo que otro, pero en mi opinión nosotros no vivimos en Harvard. Yo dije eso en el Consejo Universitario de mi universidad, y así está en el Acta. Yo no era rectora de Harvard sino de la Universidad de Minas Gerais, un estado con innumerables problemas, y la universidad tenía responsabilidades locales muy importantes. Mi universidad es una de las ocho universidades latinoamericanas que están en el ranking de Shangai, y yo me puse muy contenta cuando supe eso, pero es mucho más importante para mí, como rectora, el hecho de que la extensión de mi universidad atiende a más de tres millones de personas por año y, además, que tenemos un hospital universitario que es el único hospital público de la provincia que atiende para el servicio público de salud de Brasil las enfermedades de media y alta complejidad. ¿Qué es calidad? Calidad es lo que decimos que es de calidad; eso es redundante, pero es la verdad. Entonces, tenemos que tornar más complejo el concepto de calidad. Otra cuestión es la de la diversificación. La diversificación de modelos es fundamental. Nosotros —Brasil, Argentina, Colombia— no tenemos tecnólogos de nivel medio ni de nivel superior. Tenemos todavía una herencia colonial de que es “Universidad: todo o nada”. Después de dos años en ella la persona sale y no tiene ni un instrumento para mostrar el valor agregado que esos dos años representaron en su vida. Ella sale como un desertor, cuando debería salir con un certificado de una formación de nivel superior de dos años. No pensamos en eso: es todo o nada, y no puede ser así. Tenemos que diversificar los sistemas. También tenemos que reterritorializar la educación superior. En mi país esto es dramático. Estamos construyendo un mapa de educación superior, y cuando vemos dónde están las universidades nos da vergüenza, ya que están todas en las capitales y en la costa de Brasil. Hay extensiones territoriales sin ninguna institución de educación superior, y allí van las privadas de mala calidad en donde vale todo. Entonces, es muy importante reterritorializar y expandir. Uno habla de las nuevas tecnologías, que ya están bastante viejitas, pero la educación a distancia está muy poco y mal utilizada. Tiene que asegurarse la calidad de ésta por parte de los ministerios y las secretarías de educación, porque es un instrumento poderoso y hay que usarlo para expandir la cobertura. La última cuestión, que me parece fundamental, es la de la ciencia, tecnología e innovación. Hablar de responsabilidad social de la universidad no es hablar solamente de programas sociales en el sentido tradicional del término. La responsabilidad social es algo mucho más amplio. El compromiso social de la universidad tiene que ser un compromiso con la construcción de un proyecto de nación. Esto implica valores democráticos, institucionalidad y financiación estable por parte de los gobiernos, porque mucho más importante que el valor en sí de los aportes es la estabilidad de la inversión; eso es lo que hace la diferencia. Yo comentaba que cuando miré un cuadro de aportes financieros en Brasil hacia la ciencia, tecnología y educación superior en un plazo de 10 años me parecía estar viendo un paciente terminal en una unidad de terapia intensiva de un hospital. No se puede construir una investigación de calidad con mucho dinero un año, poco al año siguiente y ninguno el otro; el financiamiento tiene que ser claro, transparente y estable. Yo estoy de acuerdo con el profesor en que los recursos públicos deben ser para las instituciones públicas, pero creo que para la ciencia y la tecnología no deben girarse recursos siguiendo modelos históricos sino que debe haber una competencia por éstos. Personalmente, creo en un sistema de financiación que garantice la plena capacidad de funcionamiento de las instituciones públicas pero que permita llevar a cabo proyectos de desarrollo institucional, de infraestructura, de expansión con equidad y dentro de las metas establecidas en los congresos nacionales y de desarrollo científico y tecnológico. La financiación se debe otorgar luego del análisis competitivo de aquellos proyectos que puedan llevar al país a determinadas metas. Y hasta que nuestros legisladores no asuman que los profesores deben estar bien formados, gozar de salario digno y contar con recursos para que puedan estudiar e investigar ––que son dos cosas distintas––, ninguna ley mejorará las instituciones de la educación superior. Sin carrera docente, y sin avance docente asociado con una calificación permanente, no habrá buenas instituciones. Debemos luchar para que se vuelva a considerar a la figura del profesor como central, ya que ese aspecto ha estado faltando en la Declaración de Cartagena. Por increíble que pueda parecer, estamos tan acostumbrados a la miseria de la carrera, que pareciera que no fuera una cuestión vinculada con la universidad. La carrera docente es una cuestión institucional, no solamente sindical. En ese sentido, fuimos alertados por varias personas que enviaron sus propuestas, e inmediatamente se incorporó en la declaración la centralidad de la figura del profesor de la carrera docente. Eso llevó a la creación de una nueva reforma educativa, y a considerar la cuestión de la innovación. Creo que el Congreso de la Nación debe estar muy atento a las cuestiones vinculadas con la innovación. Para bien o para mal, la mayor parte de la investigación científica en nuestros países se lleva a cabo en las instituciones públicas, porque tiene un costo muy caro para los institutos privados. De todos modos, creo que la industria tendría que desarrollar más intensamente las tareas de investigación. Lamentablemente, en nuestros países todavía la industria no ha asumido el papel complementario que tiene en la investigación para el desarrollo científico y tecnológico. En efecto, gran parte de la investigación de calidad se desarrolla en las instituciones públicas. Sería importante crear una cultura de innovación, con leyes adecuadas que permitan el tránsito de los profesionales entre la universidad y la industria, preservándose la singularidad de cada uno de los elementos. Si sacamos el personal calificado de la universidad y lo metemos en la industria, no vamos a conseguir un desarrollo científico y tecnológico, tendremos que cerrar todas las carreras de doctorados y nos vamos a quedar sin el multiplicador y sin el formador. Para que ello no ocurra, el Estado, las universidades, las instituciones de educación de nivel superior y el llamado sector productivo, deberán trabajar en forma conjunta. Cómo interactuar para crear una verdadera cultura de innovación, es un reto fundamental para nosotros en el siglo XXI. Y para lograr esa meta, no debemos actuar en forma separada porque ninguno de los países de la región tiene el capital humano ni las condiciones para competir aisladamente en el escenario internacional. Más allá de las ideologías o de las políticas, creo que existe la necesidad de sobrevivencia de cada uno de los países. Por lo tanto, es importante desarrollar de manera integrada, una internacionalización que tenga en cuenta los diferentes retos que debemos enfrentar, y que reconozca el deseo de construir nuestra región porque eso, para nosotros, es una utopía. Cuando uno recorre los países globalizados se da cuenta de cuán organizados están. Como miembro de la comisión que va a organizar la Conferencia Mundial sobre de Educación Superior, quiero decir que la Declaración de Cartagena, con todas sus insuficiencias, no representa la integridad del pensamiento de ninguno de nosotros porque se trata de 3.500 personas. Sin embargo, en la Declaración están representadas importantes convergencias políticas que nos pueden ayudar a avanzar en este tema. En realidad, la Declaración representa una posición programática y organizada, aun con sus vacíos e insuficiencias. Sin embargo, a partir de la Declaración de Cartagena, entraron en la agenda de la Conferencia Mundial las cuestiones de la evasión de cerebros —muy importante para nosotros— y de la diversidad cultural, que quizás no sea tan importante para Brasil o Argentina pero sí para los otros países de la región, ya que se trata de un tema regional importante. A su vez, se incorporó la cuestión del enlace como un espacio de interacción. En efecto, todavía estamos en un proceso de construcción. No obstante, la reafirmación de la educación como bien público es algo que la Declaración de Cartagena aportará a la Conferencia Mundial de Educación Superior, y no creo que sea poca cosa. (Aplausos). Sra. Perceval. –– Pasamos a las preguntas que los participantes nos hicieron llegar. ¿Cuáles son los aspectos positivos y negativos para los países de América latina con tendencia a la internacionalización de la educación superior? Sra. Gazzola. –– Desde que me desempeño en la Universidad Federal de Minas Gerais, primero como investigadora y luego como directiva, he buscado caracterizar dos tipos de internacionalización. Una de ellas es la internacionalización “predatuaria” y la otra es la internacionalización "solidaria". La internacionalización “predatuaria” expresa hoy un gran peligro, que es la transnacionalización de la educación superior mercantilista. Es decir, estamos siendo sumergidos en una educación a distancia, desasociada de nuestras diversidades culturales, de nuestros proyectos nacionales, de nuestra historia y de nuestras necesidades y experiencias. Se trata de un mercado multimillonario en el que no existe ningún tipo de regulación. De hecho, desde el IESAL hemos realizado una encuesta en respuesta a una demanda de la sede de la UNESCO, para verificar qué países de América latina y del Caribe tenían regulación sobre la oferta educativa transfronteriza, y no obtuvimos datos muy alentadores. En primer lugar, son pocos los países que tienen dicha regulación y, en segundo término, no todos los países que cuentan con esa regulación la aplican. Por último, muchas naciones todavía no se han dado cuenta de lo que eso significa. Por ejemplo, Jamaica aceptó la inclusión de la educación superior en la OMC y, a su vez, recibir educación superior en los términos de dicho organismo. Ahora bien, los conglomerados multinacionales que ofrecen educación superior en Jamaica están pidiendo formalmente recursos públicos, una vez que el Estado otorga suficientes recursos a la Universidad de la West Indian. Por lo tanto, Jamaica está tratando de pedir una revisión al respecto. Esto es algo increíble; para mí, es uno de los peores aspectos que tiene la internacionalización La segunda cuestión negativa está relacionada con la evasión de cerebros. En realidad, debería llamarse captación de cerebros, porque hace poco la Unión Europea aprobó una ley de inmigración selectiva ––que en los Estados Unidos y en Canadá ya está vigente–– que permite captar los mejores cerebros. Ambos aspectos son nefastos e irreversibles. De hecho, esto está establecido en la Declaración de Cartagena, pero parece que habrá que trabajar más intensamente en estas cuestiones. Por lo tanto, tenemos que buscar una herramienta que nos permita gozar de algún tipo de beneficio a partir de la creación de redes de investigación. Al mismo tiempo, creo que los países que están captando esos cerebros deberían establecer —junto con nosotros— instrumentos para encontrar un punto de equilibrio. ¿Cuál sería el aspecto positivo? Que las universidades siempre vivieron de la cooperación. No hay creación intelectual aislada. La producción de conocimientos se da, aunque sea alrededor, y se alimenta de un conocimiento restablecido. No hay conocimiento totalmente nuevo. Todos trabajamos en una misma red, aunque no estemos siempre en esa red. Y ese impulso en dirección a lo compartido, es la necesaria dimensión interactiva de la producción de conocimiento que, además, es el fundamento para que la universidad sea un actor que fácilmente entienda la importancia de la red. Creo que a partir de las universidades surgirán los mejores proyectos de integración regional. Pienso mucho en la acción solidaria de instituciones con un objetivo común. Sra. Perceval. — ¿Cuál es la tendencia de las últimas reformas legales realizadas en el ámbito de la educación superior de Latinoamérica?; ¿cuál es la opinión de incluir en una ley de educación superior, metas y plazos en cuestiones de calidad y rendimiento, es decir, una ley programa? En una fundamentación más extensa, la pregunta es: cómo una nueva ley de educación superior debe responder a la tensión que existe entre calidad y equidad, y entre inclusión y segregación. Y una última pregunta que podemos agregar: para preservar el tratamiento del tema —tal como propone la profesora Gazzola—, ¿no deberíamos llamar a la norma "Ley de Educación Superior, Ciencia y Tecnología"? ¿Cuál es su opinión? Con esa pregunta completamos el capítulo de preguntas sobre legislación. Sr. Gak. — Voy a responder a la última pregunta. En un reciente reportaje que se le hizo al ministro de Ciencia y Tecnología, reclamaba una presencia activa de la universidad en la formación de investigadores y profesionales. Eso nos lleva a analizar esta historia que tiene la universidad argentina, que es fuertemente profesionalista. Me parece que esa interpretación que hace el ministro referente a cuál es el rol de la universidad, nos está limitando fuertemente. Parecería que la idea es que la universidad prepara los recursos humanos para investigar, pero que el Ministerio va a organizar institutos especializados en la investigación. Eso creo que es un error gravísimo, porque la universidad en Argentina tiene una capacidad instalada en materia de investigación importante, a pesar de que le falta medios y continuidad. De todos modos, me parece fundamental ese vínculo entre la universidad y el sistema científico y tecnológico, no solamente limitado a la formación de recursos humanos, sino también como una herramienta fundamental para desarrollar la investigación. Si analizamos las publicaciones tanto a nivel nacional como internacional, veremos que de las universidades públicas sale el mayor número de intervenciones. Por lo tanto, limitarle su función a la provisión de recursos humanos, sería quitarles un aspecto fundamental del trabajo y de la responsabilidad social que tienen. La creación de un pensamiento y de un conocimiento endógeno es absolutamente esencial. Tan esencial que debería tener recursos propios, y no depender de aportes del exterior para desarrollar sus investigaciones. El viejo adagio "el que paga al músico, elige la melodía", es perfectamente real. Esto es lo que tenemos que evitar a toda costa. Y la única manera de hacerlo es teniendo un pensamiento endógeno independiente. En ese sentido, creo que las federaciones nacionales pueden ser una garantía. Debería existir una relación mucho más estrecha entre el CONICET, el Ministerio y las universidades. Sra. Gazzola. — Voy a contestar la cuestión de las tendencias de las reformas de la educación superior. No hay una única tendencia. El tema de las reformas en la educación superior se trató en el encuentro de Cartagena, y el coordinador de ese tema fue argentino, el doctor Ernesto Villanueva. Él estudió, junto con un grupo de consultores, las leyes de reformas de educación superior recientes, y su andamiaje en diferentes países. No hay una única tendencia, y claramente las leyes están enmarcadas en las posiciones políticas e ideológicas, y en las propuestas de los diversos gobiernos. Naturalmente, hay más fuerte reproducción, por más democráticos que sean los procesos de discusión; pero en Latinoamérica hay una tendencia en el sentido de extender los proyectos de los gobiernos. Nuestros países han avanzado en su democratización. Actualmente tenemos estados de derecho en los países de América latina y el Caribe, totalmente distintos a la configuración política que vivíamos hace dos o tres décadas. Tampoco debemos olvidarlo. Es muy fácil criticar, pero no podemos perder la perspectiva de lo que hemos pasado. Lo que vivimos hoy está enmarcado con las experiencias históricas terriblemente recientes que vivieron algunos de nuestros países. Diría que hay dos tendencias principales: una de ellas es de carácter más populista —en el buen sentido del término—, consistente en la expansión de la educación, con un sentido social. La otra es una tendencia más eficientista, es decir, buscar a través de la ley instrumentos muy claros relacionados con ciertas condiciones de producción y de eficiencia. No creo que la verdad esté en uno u otro sistema. Creo que hay que masificar, y que es posible hacerlo con calidad. Pero considero que no se puede masificar homogeneizando los sistemas. En las leyes de educación superior suele existir una tendencia a la homogeneización, en el sentido de que todas las instituciones van a tener que ser de la misma manera. Pero eso es un desastre, porque a mediano o largo plazo eso mata cualquier posibilidad de transformación. Hay tendencias contradictorias, pero creo que actualmente se discute con más naturalidad la importancia de contar con sistemas híbridos formados por instituciones de diferentes partidos. En cuanto a las metas y rendimiento de una ley que sería ley-programa y a que se llame ley de educación superior, ciencia y tecnología, quiero decir lo siguiente. Vengo de un país altamente burocrático. La Ley de Educación Superior de Brasil está en el Congreso Nacional desde que fui presidenta del Consejo de Rectores. Salí de mi universidad en marzo de 2006. Fui presidenta del Concejo de Rectores Federales en 2004 y 2005. Y desde 2004 estamos con una ley en el Congreso Nacional, porque quiere prever todo. Pero la ley debe ser sencilla, tiene que decir los principios, lo mínimo. Después habrá otras transformaciones que podrán venir en otro tipo de legislación, que complementarán. Creo que la ley primero debe crear un verdadero sistema nacional de educación superior. Por lo tanto, tiene que reconocer la tipología institucional y la función específica de cada tipo en el sistema. La ley es para todos: educación pública, privada, municipal, estatal, federal. Es el marco regulador -en mi opiniónpara crear el sistema nacional de educación superior. Aparte de la tipología y de la funcionalidad, debe tener claramente la previsión de instrumentos de aseguramiento de calidad. Cómo se acredita, cómo se evalúa, cómo se asocia el financiamiento a determinados patrones que los legisladores, en conjunto con las instituciones, van a establecer. En tercer lugar, debe tener la cuestión de la carrera docente. No vamos a inventar la rueda. Si no hay carrera docente, tendremos una universidad pública con un profesor privatizado. No sé lo que está pasando aquí, pero en Brasil hay una privatización subterránea. Las universidades son públicas, gratuitas, etcétera. El gobierno de Lula ha hecho mucho por las universidades federales, que ahora, incluso, están creciendo mucho. Pero el profesor tiene que sobrevivir. Si no tiene carrera, salario, recursos para investigación, va a facturar por fuera, como se dice en Brasil. Entonces se está privatizando el tiempo del profesor. Y ése es un tiempo público. El profesor investigador, el verdadero motor de la transformación de la universidad, debe tener una carrera docente digna. Creo que eso debe estar en la ley. Y finalmente, no creo que tenga que ser una ley de educación superior, ciencia y tecnología, pero sí creo que debe dejar clara la relación entre educación superior, ciencia, tecnología e innovación. Y debe apuntar a los instrumentos complementarios como leyes de innovación, que van a regular el tránsito de recursos, equipamientos y personas y las reglas para establecer los consorcios entre universidad, industria, empresa y gobierno. La ley de educación superior debe apuntar a eso y tiene que haber un instrumento específico para establecer parámetros y regular qué sería una ley de innovación, que va a establecer el marco legal que permita ese tránsito. Por último, me preguntaron: ¿se puede hacer expansión con calidad y con equidad? Claramente, sí. Pero serán instituciones distintas. Todas las instituciones de educación superior no deben ser de investigación. Ni todo profesor es un investigador. Todo profesor debe ser un estudioso, que es diferente de ser investigador. Investigar es producir un conocimiento nuevo y transferirlo a quien lo produzca, como innovación. Pero el profesor del nivel superior debe ser un estudioso. Y no toda institución debe ser de investigación. Debemos perder el miedo a eso. El problema es que en nuestros países, durante muchas décadas, el interlocutor gubernamental no era confiable. Yo no iba a llegar hace diez años en Brasil a decir, en el Senado nacional, lo que estoy diciendo aquí ahora. Pero ahora lo digo y en el Senado de Brasil también. Porque ahora hay un gobierno que tiene un proyecto de consolidar y hacer crecer la educación pública. Entonces puedo decir que reconocemos que tenemos varios cánceres en la universidad. Antes no se podía, porque lo iban a usar para fragilizar más todavía la universidad pública, la educación pública. Si entre nuestros legisladores hay grupos importantes de personas comprometidas con eso en que nosotros creemos, debemos trabajar con ellos. Pero debemos hacer autocrítica también desde la universidad. Ese es el gran cambio político que estamos viviendo: podemos sentarnos aquí y hablar con franqueza. Piensen en eso hace quince años. ¿Cuándo íbamos a conseguir reunir, sin matarnos, las personas que están aquí hoy? Ese es un cambio muy importante. Y es a partir de ahí que podemos reconocer lo que nos falta para poder avanzar. Pero para avanzar hay que transformar algunas cosas, incluso el corporativismo. Debemos aceptar la crítica de verdad como un instrumento de transformación. La crítica vendrá de todos lados: del gobierno, del Legislativo, de la sociedad. Hay crítica abierta, cerrada, por intensiones, otras con varios intereses. Pero es importante que podamos discutir con franqueza y políticamente. Sra. Perceval. – Me han ido acercando distintas inquietudes. Creo que con el final de lo comentado por la doctora está respondida la pregunta de Florencia, donde dice: ¿qué lineamientos debería tener una ley de educación superior para desarticular el corporativismo, la improvisación, la exclusión y el elitismo? Para dar un cierre a las preguntas, me centraría en que se ha reiterado la preocupación por la formación docente y los derechos laborales de los trabajadores de la educación, de los profesores. En este sentido, institutos de formación docente y su vinculación con universidades, como así también -y algo anunciaba- las condiciones de trabajo y los derechos laborales de los profesores. Hay una pregunta que dice: no menciona el perfil que la ciencia tiene en el perfil de la universidad que queremos y en esta ley. Y tiene otros dos capítulos que no entiendo totalmente, pero el final coincide con lo de los institutos de formación docente. Hay otra que dice: se habla de la centralidad de la figura del profesor, profesora en la Declaración de Cartagena haciendo hincapié en la necesaria carrera docente que la ley actual contempla, pero que no existe en la mayoría de las universidades. La Argentina se sigue rigiendo por el régimen del concurso periódico con el agravante de que la gran mayoría de los docentes no están concursados -es cierto y es un problema conceptualmente muy significativo-. Y ello limita y condiciona su participación en los órganos del gobierno universitario. Entonces, pregunta cómo avanzar hacia una universidad cada vez más democrática si más del 60 por ciento de los docentes están excluidos del derecho a voto o a ser elegidos porque no fueron concursados, y cómo hablar de derechos universales si en las universidades argentinas no existe el derecho al sufragio universal y secreto. Terminamos con este capítulo y pido al secretario de Políticas Universitarias, Alberto Dibbern, que nos acompañe en el cierre de esta jornada. Y como locutora, les agradezco y los a las 17:30 para la actividad que haremos sobre políticas universitarias conjuntamente con el director del Observatorio de Políticas Universitarias de la Unión Europa. Gracias y buenos días. (Aplausos.) Sra. Presidenta. – A continuación hará uso de la palabra el doctor Alberto Dibbern, quien nos ha acompañado en todo este tiempo y a quien particularmente agradezco, además, porque ha contribuido a la organización de este encuentro. Sr. Dibbern. — En primer lugar quiero agradecer fundamentalmente a la presidenta de la Comisión de Educación del Senado que ha organizado este foro, a Ana Lucia, con quien venimos caminando hace muchos años, desde cuando compartíamos nuestros rectorados, y con quien coincido en prácticamente todo lo que ha manifestado e, incluso, creo que ha sido un manual muy importante para aquellos que tenemos la responsabilidad de proponer una nueva Ley de Educación Superior, al profesor Abraham Gak, que también nos ha enriquecido con su experiencia y su visión del futuro. En primer lugar, sobre estas cuestiones que hoy nos reúnen, quiero comentarles que lo fundamental es tener claro que nosotros debemos sancionar una ley y no un estatuto. Me parece que eso es lo central del debate que viene. Como bien se dijo acá, las universidades tienen que recuperar el protagonismo, tienen que pasar a ser instituciones útiles para la sociedad que las sostienen, porque todos sabemos que las universidades públicas están sostenidas fundamentalmente por el esfuerzo de todos. De esto se trata el concepto de pertinencia y el concepto de calidad. La calidad no es calidad si no es equivalente en todo el territorio nacional y, por lo tanto, tenemos que ser imaginativos para sancionar una ley que permita que todos nuestros jóvenes puedan acceder a la educación superior y, además, que la salida de ésta les dé la posibilidad de insertarse en un mundo que les permita acceder a una mejor calidad de vida, y no solamente a ellos sino también a todos los ciudadanos del país. Como bien se dijo aquí, y los índices lo demuestran, la Argentina tiene una excelente cobertura si la comparamos con los demás países de la región, pero tenemos un profundo déficit en lo que respecta a los niveles de egresos. Quizás si nosotros tuviésemos un sistema más restrictivo en el ingreso tendríamos mejores índices de egresos, pero en realidad el número de egresados sería el mismo. Esto ocurre en algunas carreras que tienen sistemas restrictivos, en donde no se ha modificado el número de profesionales que egresan. Como dijo Ana Lucia, es importante el paso de los jóvenes por la educación superior. Hay que aclarar que la ley no va a solucionar todo. La ley es una parte; luego, las políticas del Estado y las políticas académicas de cada universidad tienen que lograr que los sistemas permitan una mayor contención de los estudiantes en el sistema de educación superior, una permanencia y un egreso, que normalmente tiene que estar acompañado por el esfuerzo. Creo que las universidades argentinas han sabido sostener la calidad educativa y que han sabido sostener un sistema que hoy se destaca en el ámbito iberoamericano de educación superior, pero que han fracasado en esta tarea que tenemos todos los universitarios en cuanto a poder garantizar que nuestros jóvenes ingresen y egresen; y, además, está el tema de que además de egresar tienen que saber formarse durante toda la vida. Es por eso que creo que los desafíos que tenemos por delante son muchos. Tenemos que planificar el territorio. Yo no soy partícipe de la creación en forma indiscriminada de universidades, pero sí creo que utilizando las capacidades existentes nosotros podemos transformar nuestro sistema concentrado de educación superior en un sistema que cubra territorialmente la demanda —demanda en el buen sentido de la palabra: demanda de los padres y de los jóvenes— en cuanto a tener una formación superior de calidad. Para esto tenemos que utilizar todos los recursos ya existentes, las nuevas tecnologías y, además, formar nuevas redes. Aclaramos que las redes no solamente deben abrir el camino de lo internacional sino que también deben cubrir todo el territorio nacional, y eso se logra a través de la unión y del esfuerzo de todas las universidades del país, que normalmente —como ocurre en Brasil— están concentradas en las principales ciudades o capitales de las provincias. Creo que el desafío que tenemos en estos próximos meses es sumamente interesante para todos aquellos que estamos comprometidos con la educación, para aquellos que nos hemos formado en la educación pública, para aquellos que hemos tenido responsabilidades, y que lo debemos hacer despojados de ideologías y de sectarismos. Creo que tenemos que trabajar todos juntos. Es posible redactar una ley que consensúe las ideas de la mayoría de la población y, sobre todo, es posible sancionar una ley que en el futuro tenga a las universidades en un rol de compromiso social y de devolverle a la sociedad lo que ésta hace por ella, porque esa autonomía universitaria que todos defendemos y que queremos profundizar está legada en la Constitución Nacional por los representantes del pueblo; esto quiere decir que es el pueblo quien le da autonomía a las universidades, pero eso tiene que ser devuelto con transparencia, con compromiso social y de la mejor manera, para que la propia sociedad que delega esa autonomía encuentre en nuestras instituciones de educación superior —como bien se dijo acá— esa nave insignia que pueda guiar los destinos de crecimiento de nuestro país. Agradezco a la senadora y a Ana Lucia, que ha hecho este esfuerzo de acompañarnos. Esperemos que podamos seguir con este tipo de encuentros y trabajando todos juntos para poder encontrar un proyecto de ley que pueda poner a la universidad en sintonía y en compromiso con todos nosotros. Muchas gracias. (Aplausos.) Sra. Osuna. — Gracias. El agradecimiento tiene mucho valor en este momento. Gracias doctora Ana Lucia Gazzola; gracias doctor Abraham Gak por su generosidad y por sus aportes. Acá creo que se ha valorado algo que yo voy a confirmar: esto de que la madurez de nuestra democracia nos permite decir verdades, y en estos momentos más que nunca. Creo que uno puede estar condicionada por lo políticamente correcto, y a mí me parece que vamos madurando en ese camino para decir efectivamente y con sinceridad las cosas que vemos. Acá se ha hablado de tendencias. Yo simplemente digo que quienes estamos abordando la gran tarea de formular, de debatir y de consensuar una nueva Ley de Educación Superior para la República Argentina tenemos también tendencia frente a nosotros. Yo quizás la simplifique, pero me parece que pueden dar cuenta de los caminos que se nos abren. Una tendencia puede ser apenas tocar las cosas. No sé si el interrogante mayor está puesto en una ley más reglamentarista o menos reglamentarista; yo pondría el acento en que la gran tensión más bien está puesta en subirnos a las inercias de algunos temas que, desde la historia o desde los debates de los poderes instituidos dentro de nuestras instituciones, se instalen. O podemos cargarnos en la mochila el desafío, imponernos, e instalar debates de otros temas —sumados a los históricos—: los que señalan que en la Argentina hay pendientes grandes niveles de injusticia, que efectivamente no se van a solucionar con una ley, pero las leyes pueden ayudar si se trabaja de la manera en que pretendemos hacerlo desde este Congreso nacional: con sinceridad y con honestidad con los actores, de la mano con las organizaciones y con la representación popular. Sabemos las dificultades que eso supone, pero es la firme voluntad del Poder Ejecutivo nacional, y seguramente la vamos a asumir todos los legisladores, más allá de la bancada que integremos. Tomaremos esta posta en un próximo encuentro. Ratifico la invitación del Seminario de Universidad y Democracia que se hará esta tarde a partir de las 17 horas, en donde Nikolaus Werz hablará sobre las políticas del conocimiento en el proceso de transformación de las universidades —el caso alemán— y Alain Renaut hablará sobre la universidad del siglo XXI frente a los desafíos de la democracia. Muchísimas gracias a todos por su presencia, y hago un especial reconocimiento a quienes han trabajado para que las cosas hayan podido salir bien. (Aplausos) — Son las 13 y 16.